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Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Bailando con el Diablo - James y Astrid
Nombre: Bailando con el Diablo
Autora: Sherrilyn Kenyon (una de mis autoras favoritas)
Adaptacion: si
Advertencias: tienes partes HOT's
Otras Paginas :La verdad no se xD
HOLA A TODAS BUENO SOY ISSA ESTA ES MI 5TA NOVE EN ESTA PAGINA PERO ES LA PRIMERA NOVE QUE SUBO CON UN INTEGRANTE DE BIG TIME RUSH, ESTA NOVE HACE PARTE DE UN SAGA LLAMADA DARK HUNTER ES EL LIBRO NUMERO 7 ES UNO DE LOS LIBROS MAS HERMOSOS Y MAS FANTASTICOS YO SE QUE LA HISTORIA DE JAMES DE MOESIA LAS ATRAPARA Y LAS HARA AAMAR ESTA NOVE TANTO COMO YO LA AMO SI QUIEREN LEER OTRAS NOVES DE ESTA SAGA HE SUBIDO YA 4 LIBROS LOS CUALES ENCUENTRAN LOS LINKS EN MI GALERIA EL LINK DE ESTA ESTA EN MI FIRMA DICE NOVES ASI QUE BUENO ESPERO LES GUSTE JIJIJIJ A CONTINUACION LES DEJO EL PROLOGO
PROLOGO
NUEVA ORLEÁNS
EL DÍA DESPUÉS DE MARDI GRAS
James se reclinó en su asiento mientras el helicóptero despegaba. Se iba a casa, a Alaska. Sin duda moriría allí.
Si Artemisa no lo mataba, entonces estaba seguro que Dionisio lo haría. El dios del vino y el exceso había sido muy explícito en su desagrado sobre la traición de James, y en lo que tenía intención de hacerle como castigo.
Por la felicidad de Sunshine Runningwolf, James se había cruzado en el camino del dios, quien se aseguraría de hacerle sufrir aún peores horrores que aquellos vividos en su pasado humano. No era que a él le importase. No había mucho en la vida o la muerte por lo que James alguna vez se hubiera preocupado. Todavía no sabía por qué había puesto su trasero en la línea por Talon y Sunshine, aparte del hecho de que joder a las personas era lo único que verdaderamente le daba placer. Su mirada cayó a la mochila que estaba a sus pies. Antes de Percatarse lo que hacía, sacó el tazón, hecho a mano, que Sunshine le había dado y lo sostuvo entre sus manos.
Fue el único momento en su vida que alguien le había dado algo sin que tuviese que pagarlo.
Pasó sus manos sobre los diseños intrincados que Sunshine había grabado. Ella probablemente había pasado horas con este tazón. Tocándolo con manos amorosas.
—Pierden el tiempo con una muñeca de trapo y eso se vuelve de suma importancia para ellos; y si alguien se los quita, entonces lloran… El pasaje del Principito pasó por su mente. Sunshine había pasado mucho tiempo en esto y le había dado arduo trabajo sin ninguna razón aparente. Ella probablemente no tenía idea cuánto lo había conmovido su sencillo regalo.
—Realmente eres patético —suspiró agarrando firmemente el tazón en sus manos mientras torcía su labio en repugnancia. —No significó nada para ella, y por un pedazo de arcilla sin valor te consignaste a la muerte eterna.
Cerrando los ojos, él tragó.
Era cierto.
Una vez más, iba a morir por nada.
—¿Y qué?
Déjenlo morir. ¿Qué importaba?
Si no lo mataban en el viaje, entonces sería en una buena pelea, y las buenas peleas eran demasiado pocas y muy esporádicas en Alaska.
Esperaba con ilusión el desafío.
Enojado consigo mismo y con todo el mundo, James hizo añicos el tazón con sus pensamientos, luego se sacudió el polvo de sus pantalones. Sacando su reproductor de MP3, seleccionó la canción de Nazareth Hair
of the Dog, se puso los audífonos, y esperó a que Mike aclarara las ventanas del helicóptero y dejara entrar la luz del sol tan letal para él.
Era, después de todo, lo qué Dionisio había pagado al Escudero para que hiciera, y si el hombre tenía una pizca de sentido común obedecería, porque si Mike no lo hacía, iba a desear haberlo hecho.
Última edición por issadanger el Dom 21 Jul 2013, 7:46 pm, editado 2 veces
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Holi aqui yo .. y eems .... estoooy un poco confundida pero creo entender y no puedes dejarla asi! O-O (porfa revisa mi firma:c) Siguelaaaaaaaaa
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Feer :)x. escribió:Holi aqui yo .. y eems .... estoooy un poco confundida pero creo entender y no puedes dejarla asi! O-O (porfa revisa mi firma:c) Siguelaaaaaaaaa
HOLA FEER BUENO LES ACLARO LO QUE PASA ES QUE JAMES DEBUTA EN EL LIBRO DE TALON EL CUAL NO HE PUBLICADO Y NO SI LO PUBLIQUE TONS RESULTA QUE JAMES SALVO A SUNSHINE LA NOVIA DE TALON PERO POR HACER ESTO EL DIOS DEL VINO Y EL EXCESO DIONISIO LO QUIERE MUERTO Y BUENO HAY COMIENZA LA HISTORIA DE JAMES DE MOESIA JIJIJ OYE COMO ES TU NOMBRE ES QUE VOY A AGREGAR LA NOVE DE FURY A MI GALERIA ESTARA EN PROXIMAMENTE JIJIJ ME DIJISTE QUE CON NIALL CIERTO?? POR LO MENOS TRES COMENTARIOS MAS DE PERSONAS DIFERENTES Y SUBO EL PRIMER CAP OKIS
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
issadanger escribió:Feer :)x. escribió:Holi aqui yo .. y eems .... estoooy un poco confundida pero creo entender y no puedes dejarla asi! O-O (porfa revisa mi firma:c) Siguelaaaaaaaaa
HOLA FEER BUENO LES ACLARO LO QUE PASA ES QUE JAMES DEBUTA EN EL LIBRO DE TALON EL CUAL NO HE PUBLICADO Y NO SI LO PUBLIQUE TONS RESULTA QUE JAMES SALVO A SUNSHINE LA NOVIA DE TALON PERO POR HACER ESTO EL DIOS DEL VINO Y EL EXCESO DIONISIO LO QUIERE MUERTO Y BUENO HAY COMIENZA LA HISTORIA DE JAMES DE MOESIA JIJIJ OYE COMO ES TU NOMBRE ES QUE VOY A AGREGAR LA NOVE DE FURY A MI GALERIA ESTARA EN PROXIMAMENTE JIJIJ ME DIJISTE QUE CON NIALL CIERTO?? POR LO MENOS TRES COMENTARIOS MAS DE PERSONAS DIFERENTES Y SUBO EL PRIMER CAP OKIS
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaps ahora todo de aclaro ... sdfñ gracias <3 sisisi era Niall y te envie un mp y ojala comenten luego T-T
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capítulo 1
Acheron Parthenopaeus era un hombre de muchos secretos y poderes. Como Cazador Oscuro primogénito y líder de los de su clase, había proclamado ser, desde hacía nueve mil años, el intermediario entre ellos y Artemisa, la diosa de la cacería, quien los había creado. Era un trabajo que rara vez disfrutaba y una situación que siempre había odiado. Como una niña descarriada, a Artemisa no había nada que le gustara más que provocarlo, sólo para ver hasta dónde podía llegar antes de que él la reprendiese. La de ellos era una relación complicada que dependía de un balance de poder. Solamente él poseía la habilidad para mantenerla calma y racional. Al menos la mayoría de las veces. Entretanto ella tenía la única fuente de alimento que él necesitaba para mantenerse humano. Compasivo. Sin ella, se convertiría en un asesino sin espíritu, peor aún que los Daimons que atacaban a los humanos. Sin él, ella no tendría corazón o conciencia. En la noche de Mardi Gras, había negociado con ella intercambiando dos semanas de servidumbre para que liberara el alma de Talon y permitiera que el Cazador Oscuro dejara su servicio y pasara su inmortalidad con la mujer que amaba. Talon fue liberado de cazar vampiros y otras criaturas demoníacas que asechaban la tierra buscando víctimas desventuradas.
Ahora Ash estaba restringido a usar la mayor parte de sus poderes mientras estaba recluido dentro del templo de Artemisa, donde tenía que depender de su capricho de mantenerlo informado sobre el progreso de la cacería de James. Sabía lo traicionado que James se sentía y eso lo atormentaba mentalmente. Mejor que cualquiera, él entendía lo que era ser dejado completamente solo, para sobrevivir por instinto y tener sólo enemigos
alrededor de él. Ash no podía soportar pensar que uno de sus hombres se sintiera así.
—Quiero que llames a Thanatos —dijo Ash mientras se sentaba sobre el piso de mármol a los pies de Artemisa. Ella yacía recostada en su trono coloreado en marfil, el cual siempre le había parecido una silla de salón muy
recargada. Era decadente y suave, un estudio de puro deleite hedonista.
Artemisa no era nada sino una criatura del confort. Ella sonrió lánguidamente mientras se tendía sobre la espalda. Su blanco y diáfano peplo exhibía más de su cuerpo que lo que cubría, y mientras se movía, su mitad inferior quedó enteramente desnuda para él. Desinteresado, levantó su mirada a la de ella. Ella arrastró una mirada caliente, lujuriosa sobre su cuerpo, el cual estaba desnudo excepto por un par de ajustados pantalones de cuero negro. La satisfacción brillaba en los luminosos ojos verdes mientras ella jugueteaba con una hebra de su largo cabello rubio, que cubría la mordedura en su cuello. Ella estaba bien alimentada y contenta por estar con él.
Él ninguna de las dos cosas.
—Aún estás débil, Acheron –dijo ella quedamente, —y en ninguna posición para hacerme demandas. Además, tus dos semanas conmigo recién han comenzado. ¿Dónde esta la obediencia que me prometiste?
Ash se levantó lentamente para elevarse sobre ella. Afirmó sus brazos a cada lado de ella y se acercó hasta que sus narices casi se tocaron. Sus ojos se agrandaron un grado, sólo lo suficiente como para dejarle saber que
a pesar de sus palabras, ella sabía cuál de ellos era el más poderoso, aún mientras estuviese debilitado. —Llama a tu mascota, Artie. Lo digo en serio. Te dije hace mucho tiempo que no había necesidad que un Thanatos
asechara a mis Hunters y yo estoy cansado de este juego que juegas. Lo quiero enjaulado.
—No —dijo ella en un tono que era casi petulante. —James debe morir.
Fin de la sinfonía. En el momento que su foto salió en el noticiero nocturno, mientras mataba Daimons, colocó a todos los Cazadores Oscuros en peligro. No podemos dejar que las autoridades humanas se enteren de ellos.
Si alguna vez encuentran a James...
—¿Quién lo va a encontrar? Está recluido en el medio de ningún lugar por tu crueldad.
—No lo puse allí, tú lo hiciste. Yo lo quería matar y te rehusaste. Es culpa tuya que este desterrado en Alaska, así que no me culpes.
Ash frunció su labio. —No iba dar muerte a un hombre porque tú y tus hermanos estaban jugando con su vida.
Él quería otro destino para James. Pero hasta ahora, ninguno de los dioses, ni James, habían cooperado.
Maldito libre albedrío, de cualquier manera. Los había metido a todos ellos en más problemas de los que necesitaban.
Ella entrecerró los ojos. —¿Por qué te importa tanto, Acheron? Comienzo a sentir celos de este Cazador Oscuro y del amor que tienes por él.
Ash se apartó de ella. Ella hacía que su preocupación por uno de sus hombres sonara obscena. Por supuesto, era buena en eso. Lo que sentía por James era un lazo de amistad, como hermanos. Mejor que cualquiera, él entendía la motivación del hombre. Sabía por que James atacaba con enojo y frustración.
Había sólo una cantidad de golpes que un perro podía recibir antes de que se volviera mordedor. Él mismo estaba tan cerca de cambiar que no podía culpar a James por el hecho de haberse convertido en rabioso, siglos atrás.
Aún así, no podía dejar morir a James. No de esta forma. No sobre algo que no había sido su culpa. El incidente en el callejón de Nueva Orleáns, donde James había atacado a los policías, había sido una trampa puesta por
Dionisio para exponer a James a los humanos y así causar que Artemisa llamara a una cacería de sangre por la vida del hombre. Si Thanatos o los Escuderos lo mataban, entonces James se convertiría en una sombra incorpórea que estaba condenada a pasar la eternidad en la tierra. Por siempre hambriento y sufriendo. Por siempre adolorido.
Ash se sobresaltó ante el pensamiento. Incapaz de soportarlo, se apresuró a la puerta.
—¿Adónde vas? —preguntó Artemisa.
—A encontrar a Themis y deshacer lo que has comenzado.
Artemisa repentinamente apareció delante de él, bloqueando su camino hacia la puerta. —No vas a ningún lado.
—Entonces llama a tu perro.
—No.
—Bien —. Ash bajó la mirada a su brazo derecho en la que tenía un tatuaje de dragón que iba desde el hombro hasta la muñeca. — Simi — ordenó él. —Toma forma humana. El dragón se levantó de su piel, intercambió su forma a la de una demoníaca mujer joven, no más alta que noventa centímetros. Ella revoloteó
sin esfuerzo a su derecha.
En esta encarnación, sus alas eran azul oscuro y negro, si bien ella usualmente prefería el color borgoña. El color más oscuro de las alas combinadas con el color de sus ojos le decía claramente qué tan desdichada
estaba Simi de encontrarse aquí, en el Olimpo.
Sus ojos eran blancos, bordeados en rojo, y su largo pelo rubio flotaba alrededor de ella. Tenía cuernos negros que eran más bellos que siniestros y largas y puntiagudas orejas. Su vestido rojo se envolvía alrededor de su
cuerpo ágil y musculoso, el cuál ella podía amoldar a cualquier tamaño desde tres centímetros a dos metros cuarenta de alto en forma humana o tan grande como veinticuatro metros como un dragón.
—¡No! —dijo Artemisa, tratando de usar sus poderes para contener al demonio Charonte. Esto no perturbó a Simi, quien sólo podía ser convocada o controlada por Ash o su madre.
—¿Que necesitas, akri?—preguntó Simi a Ash.
—Mata a Thanatos.
Simi mostró sus colmillos mientras se frotaba las manos alegremente y dirigía una malvada sonrisa afectada a Artemisa. —¡Oh, sí! ¡Voy a enojar a la diosa pelirroja!
Artemisa miró desesperadamente a Ash. —Ponla de regreso en tu brazo.
—Olvídalo, Artemisa. Tú no eres la única que puede ordenar un asesinato. Personalmente, pienso que sería interesante ver simplemente cuánto tiempo tu Thanatos duraría en contra de mi Simi. La cara de Artemisa palideció.
—Él no durará mucho, akri –le dijo Simi a Ash, usando el término Atlante para "lord y maestro". Su voz era serena pero poderosa y tenía un tono musical. —Thanatos es barbacoa.
Ella sonrió a Artemisa. — Y a mí me gusta la barbacoa. Sólo dime cómo lo quieres, akri, receta normal o extra crujiente. Soy partidaria del extra crujiente. Hacen mucho ruido al masticarlos cuando están fritos en mucho
aceite. Eso me recuerda, necesito un poco de pan.
Artemisa tragó audiblemente. —No la puedes enviar tras él. Es incontrolable sin ti.
—Ella hace sólo lo que le digo que haga.
Acheron Parthenopaeus era un hombre de muchos secretos y poderes. Como Cazador Oscuro primogénito y líder de los de su clase, había proclamado ser, desde hacía nueve mil años, el intermediario entre ellos y Artemisa, la diosa de la cacería, quien los había creado. Era un trabajo que rara vez disfrutaba y una situación que siempre había odiado. Como una niña descarriada, a Artemisa no había nada que le gustara más que provocarlo, sólo para ver hasta dónde podía llegar antes de que él la reprendiese. La de ellos era una relación complicada que dependía de un balance de poder. Solamente él poseía la habilidad para mantenerla calma y racional. Al menos la mayoría de las veces. Entretanto ella tenía la única fuente de alimento que él necesitaba para mantenerse humano. Compasivo. Sin ella, se convertiría en un asesino sin espíritu, peor aún que los Daimons que atacaban a los humanos. Sin él, ella no tendría corazón o conciencia. En la noche de Mardi Gras, había negociado con ella intercambiando dos semanas de servidumbre para que liberara el alma de Talon y permitiera que el Cazador Oscuro dejara su servicio y pasara su inmortalidad con la mujer que amaba. Talon fue liberado de cazar vampiros y otras criaturas demoníacas que asechaban la tierra buscando víctimas desventuradas.
Ahora Ash estaba restringido a usar la mayor parte de sus poderes mientras estaba recluido dentro del templo de Artemisa, donde tenía que depender de su capricho de mantenerlo informado sobre el progreso de la cacería de James. Sabía lo traicionado que James se sentía y eso lo atormentaba mentalmente. Mejor que cualquiera, él entendía lo que era ser dejado completamente solo, para sobrevivir por instinto y tener sólo enemigos
alrededor de él. Ash no podía soportar pensar que uno de sus hombres se sintiera así.
—Quiero que llames a Thanatos —dijo Ash mientras se sentaba sobre el piso de mármol a los pies de Artemisa. Ella yacía recostada en su trono coloreado en marfil, el cual siempre le había parecido una silla de salón muy
recargada. Era decadente y suave, un estudio de puro deleite hedonista.
Artemisa no era nada sino una criatura del confort. Ella sonrió lánguidamente mientras se tendía sobre la espalda. Su blanco y diáfano peplo exhibía más de su cuerpo que lo que cubría, y mientras se movía, su mitad inferior quedó enteramente desnuda para él. Desinteresado, levantó su mirada a la de ella. Ella arrastró una mirada caliente, lujuriosa sobre su cuerpo, el cual estaba desnudo excepto por un par de ajustados pantalones de cuero negro. La satisfacción brillaba en los luminosos ojos verdes mientras ella jugueteaba con una hebra de su largo cabello rubio, que cubría la mordedura en su cuello. Ella estaba bien alimentada y contenta por estar con él.
Él ninguna de las dos cosas.
—Aún estás débil, Acheron –dijo ella quedamente, —y en ninguna posición para hacerme demandas. Además, tus dos semanas conmigo recién han comenzado. ¿Dónde esta la obediencia que me prometiste?
Ash se levantó lentamente para elevarse sobre ella. Afirmó sus brazos a cada lado de ella y se acercó hasta que sus narices casi se tocaron. Sus ojos se agrandaron un grado, sólo lo suficiente como para dejarle saber que
a pesar de sus palabras, ella sabía cuál de ellos era el más poderoso, aún mientras estuviese debilitado. —Llama a tu mascota, Artie. Lo digo en serio. Te dije hace mucho tiempo que no había necesidad que un Thanatos
asechara a mis Hunters y yo estoy cansado de este juego que juegas. Lo quiero enjaulado.
—No —dijo ella en un tono que era casi petulante. —James debe morir.
Fin de la sinfonía. En el momento que su foto salió en el noticiero nocturno, mientras mataba Daimons, colocó a todos los Cazadores Oscuros en peligro. No podemos dejar que las autoridades humanas se enteren de ellos.
Si alguna vez encuentran a James...
—¿Quién lo va a encontrar? Está recluido en el medio de ningún lugar por tu crueldad.
—No lo puse allí, tú lo hiciste. Yo lo quería matar y te rehusaste. Es culpa tuya que este desterrado en Alaska, así que no me culpes.
Ash frunció su labio. —No iba dar muerte a un hombre porque tú y tus hermanos estaban jugando con su vida.
Él quería otro destino para James. Pero hasta ahora, ninguno de los dioses, ni James, habían cooperado.
Maldito libre albedrío, de cualquier manera. Los había metido a todos ellos en más problemas de los que necesitaban.
Ella entrecerró los ojos. —¿Por qué te importa tanto, Acheron? Comienzo a sentir celos de este Cazador Oscuro y del amor que tienes por él.
Ash se apartó de ella. Ella hacía que su preocupación por uno de sus hombres sonara obscena. Por supuesto, era buena en eso. Lo que sentía por James era un lazo de amistad, como hermanos. Mejor que cualquiera, él entendía la motivación del hombre. Sabía por que James atacaba con enojo y frustración.
Había sólo una cantidad de golpes que un perro podía recibir antes de que se volviera mordedor. Él mismo estaba tan cerca de cambiar que no podía culpar a James por el hecho de haberse convertido en rabioso, siglos atrás.
Aún así, no podía dejar morir a James. No de esta forma. No sobre algo que no había sido su culpa. El incidente en el callejón de Nueva Orleáns, donde James había atacado a los policías, había sido una trampa puesta por
Dionisio para exponer a James a los humanos y así causar que Artemisa llamara a una cacería de sangre por la vida del hombre. Si Thanatos o los Escuderos lo mataban, entonces James se convertiría en una sombra incorpórea que estaba condenada a pasar la eternidad en la tierra. Por siempre hambriento y sufriendo. Por siempre adolorido.
Ash se sobresaltó ante el pensamiento. Incapaz de soportarlo, se apresuró a la puerta.
—¿Adónde vas? —preguntó Artemisa.
—A encontrar a Themis y deshacer lo que has comenzado.
Artemisa repentinamente apareció delante de él, bloqueando su camino hacia la puerta. —No vas a ningún lado.
—Entonces llama a tu perro.
—No.
—Bien —. Ash bajó la mirada a su brazo derecho en la que tenía un tatuaje de dragón que iba desde el hombro hasta la muñeca. — Simi — ordenó él. —Toma forma humana. El dragón se levantó de su piel, intercambió su forma a la de una demoníaca mujer joven, no más alta que noventa centímetros. Ella revoloteó
sin esfuerzo a su derecha.
En esta encarnación, sus alas eran azul oscuro y negro, si bien ella usualmente prefería el color borgoña. El color más oscuro de las alas combinadas con el color de sus ojos le decía claramente qué tan desdichada
estaba Simi de encontrarse aquí, en el Olimpo.
Sus ojos eran blancos, bordeados en rojo, y su largo pelo rubio flotaba alrededor de ella. Tenía cuernos negros que eran más bellos que siniestros y largas y puntiagudas orejas. Su vestido rojo se envolvía alrededor de su
cuerpo ágil y musculoso, el cuál ella podía amoldar a cualquier tamaño desde tres centímetros a dos metros cuarenta de alto en forma humana o tan grande como veinticuatro metros como un dragón.
—¡No! —dijo Artemisa, tratando de usar sus poderes para contener al demonio Charonte. Esto no perturbó a Simi, quien sólo podía ser convocada o controlada por Ash o su madre.
—¿Que necesitas, akri?—preguntó Simi a Ash.
—Mata a Thanatos.
Simi mostró sus colmillos mientras se frotaba las manos alegremente y dirigía una malvada sonrisa afectada a Artemisa. —¡Oh, sí! ¡Voy a enojar a la diosa pelirroja!
Artemisa miró desesperadamente a Ash. —Ponla de regreso en tu brazo.
—Olvídalo, Artemisa. Tú no eres la única que puede ordenar un asesinato. Personalmente, pienso que sería interesante ver simplemente cuánto tiempo tu Thanatos duraría en contra de mi Simi. La cara de Artemisa palideció.
—Él no durará mucho, akri –le dijo Simi a Ash, usando el término Atlante para "lord y maestro". Su voz era serena pero poderosa y tenía un tono musical. —Thanatos es barbacoa.
Ella sonrió a Artemisa. — Y a mí me gusta la barbacoa. Sólo dime cómo lo quieres, akri, receta normal o extra crujiente. Soy partidaria del extra crujiente. Hacen mucho ruido al masticarlos cuando están fritos en mucho
aceite. Eso me recuerda, necesito un poco de pan.
Artemisa tragó audiblemente. —No la puedes enviar tras él. Es incontrolable sin ti.
—Ella hace sólo lo que le digo que haga.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!
SOY FAN DE SIMII!!!!!!!...... Y GUUUAAUU LA DIOSA BRUJA COMO DICE SIMI!!!... JAJAJAJAJAJJAJA NO SE SALDRA CON LA SUYAA!!!
SOY FAN DE SIMII!!!!!!!...... Y GUUUAAUU LA DIOSA BRUJA COMO DICE SIMI!!!... JAJAJAJAJAJJAJA NO SE SALDRA CON LA SUYAA!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
sdfgñ siiiiiiiiiimiiiii dulce dulce diablilla 1313 hasta artemisa te tiene miedo jojojojo ash el poderoso :D suena de maravilla! ooh siguelaa :D
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
awww mis dos fieles lectoras que nunca me abandonan jijij ya les subo cap jiji
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 1 Parte 2
—Esa cosa es una amenaza, con o sin ti. Zeus prohibió que alguna vez fuera sola al mundo humano.
Ash se mofó ante eso. —Ella es menos amenaza de lo que tú eres y ella sale todo el tiempo.
—No puedo creer que la sueltes tan descuidadamente. ¿Qué estás pensando?
Mientras discutían, Simi flotaba alrededor del cuarto, haciendo una lista en un pequeño libro cubierto de cuero. —Ooo, veamos, necesito mi salsa especiada de barbacoa. Definitivamente algunos guantes para horno, porque va a estar caliente por haber sido asado a la parrilla. Necesito traer un par de manzanos para así tener madera y que la carne quede con sabor a manzana. Hay que darle ese sabor extra, porque no me gusta el sabor a Daimon. ¡Ack!
—¿Qué está haciendo? —preguntó Artemisa mientras se percataba que Simi hablaba sola.
—Hace una lista de lo que necesita para matar a Thanatos.
—Suena como si fuera a comerlo.
—Probablemente.
Los ojos de Artemisa se estrecharon. —No lo puede comer. Lo prohíbo. Ash le dirigió una media sonrisa siniestra. —Ella puede hacer lo que quiera. La enseñé a no desaprovechar.
Simi hizo una pausa y levantó su cabeza de la lista para decir con un bufido a Artemisa. —Simi tiene mucho cuidado con el medio ambiente. Come todo excepto pezuñas. No me gustan, lastiman mis dientes —. Ella
miró a Ash. —¿Thanatos no tienen pezuñas, no?
—No, Simi, él no tiene.
Simi dio un grito feliz. —Ooo, buena comida esta noche. Traigo a un Daimon para barbacoa. ¿Puedo ir ahora, akri? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo, por favor? —. Simi bailó por todos lados como un niño pequeño, feliz en una
fiesta de cumpleaños.
Ash clavó los ojos en Artemisa. —Depende enteramente de ti, Artie. Él vive o muere por tu palabra.
—¡No, akri!— Simi lloriqueó después de una pausa breve, atontada. Ella sonó como si estuviera sufriendo. —No le preguntes a ella eso. Ella nunca me dejaría tener diversión. ¡Ella es una diosa mezquina! Ash sabía cuánto odiaba Artemisa que él le ganara una discusión. Sus ojos ardieron con furia reprimida. —¿Qué quieres que haga?
—Dices que James es inadecuado para vivir, que representa una amenaza para los otros. Todo lo que quiero es que Themis lo juzgue. Si su juicio encuentra que James es un peligro para los que están a su alrededor,
entonces enviaré a Simi tras él para quitarle la vida. Simi descubrió sus colmillos a Artemisa mientras intercambiaban burlas venenosas.
Finalmente, Artemisa lo miró. —Muy bien, pero no confío en tu demonio. Haré que Thanatos se retire, pero después de que James sea juzgado culpable, enviaré a Thanatos para matarle.
—Simi —dijo Ash a su compañera Charonte. —Regresa a mí.
Ella se vio disgustada por el mero pensamiento. —Regresa a mí, Simi —. Simi se burlaba mientras intercambiaba de forma. —No salgo a freír a la diosa. No salgo a freír a Thanatos —. Ella hizo un bufido extraño.
—No soy un yo—yo, akri. Soy un Simi. Odio cuando me excitas sobre ir a matar algo y luego me dices que no. No me gusta eso. Es aburrido. Ya no me dejas divertirme.
—Simi –dijo él, acentuando su nombre.
El demonio hizo pucheros y luego voló al lado izquierdo de su cuerpo y regresó a su brazo con la forma de un pájaro estilizado, en su bícep. Ash frotó su mano sobre la pequeña quemadura que siempre sentía cada
vez que Simi salía o regresaba a su piel. Artemisa se quedó con la mirada fija, con malicia ante la forma nueva de
Simi. Luego, dio un paso alrededor de él y se apoyó contra su espalda mientras pasaba una mano sobre la imagen de Simi. —Un día voy a encontrar la manera de librarte de la bestia que descansa en tu brazo.
—Seguro que sí —dijo él, obligándose a soportar el toque de Artemisa mientras ella respiraba sobre su piel en tanto se apoyaba contra su espalda.
Era algo que Ash nunca había podido tolerar sin dificultad, y era algo que ella sabía que él odiaba.
La miró sobre su hombro. —Y un día voy a encontrar la manera de deshacerme de la bestia que descansa sobre mi espalda.
Astrid se sentó sola en el atrio a leer su libro favorito, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. No importa cuántas veces lo leyera, siempre encontraba algo nuevo en él.
Y hoy ella necesitaba encontrar algo bueno. Algo que le recordara que había belleza en el mundo. Inocencia. Alegría. Felicidad. Sobre todo, quería encontrar esperanza. Una brisa suave con perfume a lila flotó fuera del río, a través de las columnas dóricas de mármol y del tílburi blanco de mimbre donde ella estaba sentada. Sus tres hermanas habían estado aquí por poco tiempo, pero las había enviado de regreso. Ni siquiera ellas la podían confortar.
Cansada y desilusionada, había buscado paz en su libro. En éste, ella veía bondad, una bondad que faltaba en la gente que había conocido en su vida.
¿No había decencia? ¿Ninguna bondad?
¿La humanidad finalmente las había destruido a ambas?
Sus hermanas, tanto como ella las amaba, eran tan despiadadas como cualquier otro. Eran completamente indiferentes a las suplicas y sufrimientos de cualquiera no relacionado con ellas. Ya nada las tocaba más.
Astrid no podía recordar la última vez que había llorado. La última vez que se había reído.
Ella estaba insensible ahora.
El entumecimiento era la maldición de las de su tipo. Su hermana Atty le había advertido hacía mucho tiempo que si prefería ser juez este día llegaría.
Joven, vanidosa y estúpida, Astrid tontamente había ignorado la advertencia, pensando que nunca le sucedería.
Ella nunca sería indiferente a la gente o su dolor.
Y ahora eran sólo sus libros los que le traían las emociones de otros. Si bien realmente "no las podía sentir", las emociones irreales y mudas de los personajes la confortaron en algún nivel. Y si ella era capaz de eso, eso la haría llorar.
Astrid oyó a alguien acercándose desde atrás. No queriendo que alguien viera lo que estaba leyendo y menos que le preguntaran por qué, y ella se viera forzada a admitir que había perdido su compasión, Astrid lo metió bajo
el cojín de la silla. Se volvió para ver a su madre cruzando el césped, tan bien cuidado, donde pastaba un trío de pequeños cervatillos.
Su madre no estaba sola.
Artemisa y Acheron estaban con ella.
El pelo largo, rojo de su madre se rizaba adecuadamente alrededor de una cara que no aparentaba mayor edad que treinta. Themis vestía una camisa azul con mangas cortas, hecha a medida y pantalones flojos caquis.
Nadie alguna vez la tomaría por la diosa griega de la justicia. Artemisa estaba vestida con uno de los peplos clásicos griegos mientras Acheron traía puesto sus típicos pantalones de cuero negro y una remera negra. Su cabello rubio largo estaba suelto alrededor de sus hombros. Un escalofrío bajó por su columna vertebral, pero claro, siempre le pasaba cuando Acheron se acercaba. Había algo acerca de él que era
apremiante e irresistible.
Aterrador también.
Ella nunca había conocido a alguien como él. Era atrayente de un modo que desafiaba sus mejores habilidades para explicarlo. Era como si su misma presencia llenara a todo el mundo de un deseo tan potente que era
difícil mirarlo sin querer sacarle sus ropas, tirarlo al suelo, y hacer el amor con él por innumerables siglos.
Pero había más de él que su atracción sexual. Había también algo antiguo y primitivo. Algo tan poderoso que aún los dioses temían.
Uno podía ver ese miedo en los ojos de Artemisa mientras caminaba a su lado. Nadie sabía que relación había entre ellos. Nunca se tocaban, rara vez se miraban. Y aun así Acheron venía a menudo a ver a Artemisa a su templo. Cuando Astrid había sido una niña, él solía venir y visitarla, también. Jugaba con ella y le enseñaba a manejar sus poderes limitados. Le había traído incontables libros tanto del pasado como del futuro.
De hecho, era Acheron quien le había dado El Principito. Esas visitas se terminaron el día que ella alcanzó la pubertad y se percatara justamente qué tan deseable era Acheron como hombre. Él se
había apartado, dejando una pared tangible entre ellos. —¿A qué debo el honor? — Astrid preguntó mientras lo tres la rodeaban.
—Tengo un trabajo para ti, querida —dijo su madre.
Astrid puso una cara llena de dolor. —Pensé que quedamos en que podría tomarme un tiempo.
—Oh, vamos, Astrid —dijo Artemisa. —Te necesito, primita —. Ella dirigió una mirada malvada en dirección a Acheron. Hay un Cazador Oscuro que necesita ser reprimido.
La cara de Acheron era impasible mientras miraba a Astrid sin comentario.
—Esa cosa es una amenaza, con o sin ti. Zeus prohibió que alguna vez fuera sola al mundo humano.
Ash se mofó ante eso. —Ella es menos amenaza de lo que tú eres y ella sale todo el tiempo.
—No puedo creer que la sueltes tan descuidadamente. ¿Qué estás pensando?
Mientras discutían, Simi flotaba alrededor del cuarto, haciendo una lista en un pequeño libro cubierto de cuero. —Ooo, veamos, necesito mi salsa especiada de barbacoa. Definitivamente algunos guantes para horno, porque va a estar caliente por haber sido asado a la parrilla. Necesito traer un par de manzanos para así tener madera y que la carne quede con sabor a manzana. Hay que darle ese sabor extra, porque no me gusta el sabor a Daimon. ¡Ack!
—¿Qué está haciendo? —preguntó Artemisa mientras se percataba que Simi hablaba sola.
—Hace una lista de lo que necesita para matar a Thanatos.
—Suena como si fuera a comerlo.
—Probablemente.
Los ojos de Artemisa se estrecharon. —No lo puede comer. Lo prohíbo. Ash le dirigió una media sonrisa siniestra. —Ella puede hacer lo que quiera. La enseñé a no desaprovechar.
Simi hizo una pausa y levantó su cabeza de la lista para decir con un bufido a Artemisa. —Simi tiene mucho cuidado con el medio ambiente. Come todo excepto pezuñas. No me gustan, lastiman mis dientes —. Ella
miró a Ash. —¿Thanatos no tienen pezuñas, no?
—No, Simi, él no tiene.
Simi dio un grito feliz. —Ooo, buena comida esta noche. Traigo a un Daimon para barbacoa. ¿Puedo ir ahora, akri? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo, por favor? —. Simi bailó por todos lados como un niño pequeño, feliz en una
fiesta de cumpleaños.
Ash clavó los ojos en Artemisa. —Depende enteramente de ti, Artie. Él vive o muere por tu palabra.
—¡No, akri!— Simi lloriqueó después de una pausa breve, atontada. Ella sonó como si estuviera sufriendo. —No le preguntes a ella eso. Ella nunca me dejaría tener diversión. ¡Ella es una diosa mezquina! Ash sabía cuánto odiaba Artemisa que él le ganara una discusión. Sus ojos ardieron con furia reprimida. —¿Qué quieres que haga?
—Dices que James es inadecuado para vivir, que representa una amenaza para los otros. Todo lo que quiero es que Themis lo juzgue. Si su juicio encuentra que James es un peligro para los que están a su alrededor,
entonces enviaré a Simi tras él para quitarle la vida. Simi descubrió sus colmillos a Artemisa mientras intercambiaban burlas venenosas.
Finalmente, Artemisa lo miró. —Muy bien, pero no confío en tu demonio. Haré que Thanatos se retire, pero después de que James sea juzgado culpable, enviaré a Thanatos para matarle.
—Simi —dijo Ash a su compañera Charonte. —Regresa a mí.
Ella se vio disgustada por el mero pensamiento. —Regresa a mí, Simi —. Simi se burlaba mientras intercambiaba de forma. —No salgo a freír a la diosa. No salgo a freír a Thanatos —. Ella hizo un bufido extraño.
—No soy un yo—yo, akri. Soy un Simi. Odio cuando me excitas sobre ir a matar algo y luego me dices que no. No me gusta eso. Es aburrido. Ya no me dejas divertirme.
—Simi –dijo él, acentuando su nombre.
El demonio hizo pucheros y luego voló al lado izquierdo de su cuerpo y regresó a su brazo con la forma de un pájaro estilizado, en su bícep. Ash frotó su mano sobre la pequeña quemadura que siempre sentía cada
vez que Simi salía o regresaba a su piel. Artemisa se quedó con la mirada fija, con malicia ante la forma nueva de
Simi. Luego, dio un paso alrededor de él y se apoyó contra su espalda mientras pasaba una mano sobre la imagen de Simi. —Un día voy a encontrar la manera de librarte de la bestia que descansa en tu brazo.
—Seguro que sí —dijo él, obligándose a soportar el toque de Artemisa mientras ella respiraba sobre su piel en tanto se apoyaba contra su espalda.
Era algo que Ash nunca había podido tolerar sin dificultad, y era algo que ella sabía que él odiaba.
La miró sobre su hombro. —Y un día voy a encontrar la manera de deshacerme de la bestia que descansa sobre mi espalda.
Astrid se sentó sola en el atrio a leer su libro favorito, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. No importa cuántas veces lo leyera, siempre encontraba algo nuevo en él.
Y hoy ella necesitaba encontrar algo bueno. Algo que le recordara que había belleza en el mundo. Inocencia. Alegría. Felicidad. Sobre todo, quería encontrar esperanza. Una brisa suave con perfume a lila flotó fuera del río, a través de las columnas dóricas de mármol y del tílburi blanco de mimbre donde ella estaba sentada. Sus tres hermanas habían estado aquí por poco tiempo, pero las había enviado de regreso. Ni siquiera ellas la podían confortar.
Cansada y desilusionada, había buscado paz en su libro. En éste, ella veía bondad, una bondad que faltaba en la gente que había conocido en su vida.
¿No había decencia? ¿Ninguna bondad?
¿La humanidad finalmente las había destruido a ambas?
Sus hermanas, tanto como ella las amaba, eran tan despiadadas como cualquier otro. Eran completamente indiferentes a las suplicas y sufrimientos de cualquiera no relacionado con ellas. Ya nada las tocaba más.
Astrid no podía recordar la última vez que había llorado. La última vez que se había reído.
Ella estaba insensible ahora.
El entumecimiento era la maldición de las de su tipo. Su hermana Atty le había advertido hacía mucho tiempo que si prefería ser juez este día llegaría.
Joven, vanidosa y estúpida, Astrid tontamente había ignorado la advertencia, pensando que nunca le sucedería.
Ella nunca sería indiferente a la gente o su dolor.
Y ahora eran sólo sus libros los que le traían las emociones de otros. Si bien realmente "no las podía sentir", las emociones irreales y mudas de los personajes la confortaron en algún nivel. Y si ella era capaz de eso, eso la haría llorar.
Astrid oyó a alguien acercándose desde atrás. No queriendo que alguien viera lo que estaba leyendo y menos que le preguntaran por qué, y ella se viera forzada a admitir que había perdido su compasión, Astrid lo metió bajo
el cojín de la silla. Se volvió para ver a su madre cruzando el césped, tan bien cuidado, donde pastaba un trío de pequeños cervatillos.
Su madre no estaba sola.
Artemisa y Acheron estaban con ella.
El pelo largo, rojo de su madre se rizaba adecuadamente alrededor de una cara que no aparentaba mayor edad que treinta. Themis vestía una camisa azul con mangas cortas, hecha a medida y pantalones flojos caquis.
Nadie alguna vez la tomaría por la diosa griega de la justicia. Artemisa estaba vestida con uno de los peplos clásicos griegos mientras Acheron traía puesto sus típicos pantalones de cuero negro y una remera negra. Su cabello rubio largo estaba suelto alrededor de sus hombros. Un escalofrío bajó por su columna vertebral, pero claro, siempre le pasaba cuando Acheron se acercaba. Había algo acerca de él que era
apremiante e irresistible.
Aterrador también.
Ella nunca había conocido a alguien como él. Era atrayente de un modo que desafiaba sus mejores habilidades para explicarlo. Era como si su misma presencia llenara a todo el mundo de un deseo tan potente que era
difícil mirarlo sin querer sacarle sus ropas, tirarlo al suelo, y hacer el amor con él por innumerables siglos.
Pero había más de él que su atracción sexual. Había también algo antiguo y primitivo. Algo tan poderoso que aún los dioses temían.
Uno podía ver ese miedo en los ojos de Artemisa mientras caminaba a su lado. Nadie sabía que relación había entre ellos. Nunca se tocaban, rara vez se miraban. Y aun así Acheron venía a menudo a ver a Artemisa a su templo. Cuando Astrid había sido una niña, él solía venir y visitarla, también. Jugaba con ella y le enseñaba a manejar sus poderes limitados. Le había traído incontables libros tanto del pasado como del futuro.
De hecho, era Acheron quien le había dado El Principito. Esas visitas se terminaron el día que ella alcanzó la pubertad y se percatara justamente qué tan deseable era Acheron como hombre. Él se
había apartado, dejando una pared tangible entre ellos. —¿A qué debo el honor? — Astrid preguntó mientras lo tres la rodeaban.
—Tengo un trabajo para ti, querida —dijo su madre.
Astrid puso una cara llena de dolor. —Pensé que quedamos en que podría tomarme un tiempo.
—Oh, vamos, Astrid —dijo Artemisa. —Te necesito, primita —. Ella dirigió una mirada malvada en dirección a Acheron. Hay un Cazador Oscuro que necesita ser reprimido.
La cara de Acheron era impasible mientras miraba a Astrid sin comentario.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
:wut: yo también quería ver a Dimi en acción;!!!!!...... Jajajajajaajajaj la diosa-vaca no se salió con la suya!!!!!!....
Sigo diciendo que soy fan de Simi!!!!!
Sigo diciendo que soy fan de Simi!!!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
:wut: yo también quería ver a Dimi en acción;!!!!!...... Jajajajajaajajaj la diosa-vaca no se salió con la suya!!!!!!....
Sigo diciendo que soy fan de Simi!!!!!
Sigo diciendo que soy fan de Simi!!!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
mas comentarios y la sigooo lleguen a la pag 3 si dubo tres caps
issadanger
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