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Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
:fiu: baaaaaaaabyyyyyy!!!!!! Joooooooonaaaaaassss!!!!!!.....
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
:hug: un bebe de danni y kev......!!!!!!!! Jonatitoooo!!!!!!......
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
De vacaciones de invierno... un pocito de internet pero quiero que la sigaaaas si no aparesco en dias es por que ando en la mar sfhjl <3
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 1 Parte 3
Astrid suspiró. Ella no quería hacer esto. Demasiados siglos juzgando a otros la habían dejado emocionalmente quebrada. Ella había comenzado a sospechar que ya no era capaz de sentir el dolor de nadie.
Ni siquiera el de ella. La falta de compasión había arruinado a sus hermanas. Ahora temía que
también la arruinara a ella.
—Hay otros jueces.
Artemisa dejó escapar una respiración altamente indignada. —No confío en ellos. Son corazones sangrantes que probablemente puedan encontrarlo tanto inocente como culpable. Necesito un juez pragmático, imparcial que no
pueda ser persuadido a hacer otra cosa que no sea lo correcto y necesario.
Te necesito.
Los cabellos al dorso de su cuello se levantaron. Astrid deslizó su mirada de Artemisa a Acheron, quien se mantuvo con los brazos cruzados sobre su pecho. Su mirada fija inquebrantable, miraba a Astrid con sus extraños ojos plateados.
Ésta no era la primera vez que ella había recibido instrucciones de evaluar un Cazador Oscuro descarriado y aun así hoy sentía algo diferente en Acheron.
—¿Lo crees inocente? —preguntó ella. Acheron asintió.
—Él no es inocente —se burló Artemisa. —Él mataría a cualquiera o cualquier cosa sin pestañear. No tiene principios morales ni le importa alguien aparte de sí mismo.
Acheron le dirigió a Artemisa una mirada que decía que esas palabras le recordaban a otra persona que conocía.
Casi tuvo éxito en traer una sonrisa a los labios de Astrid. Mientras su madre se mantuvo atrás unos pasos para darles espacio, Acheron se acuclilló al lado del tílburi de Astrid y encontró su mirada al mismo nivel. —Sé que estás cansada, Astrid. Sé que quieres renunciar, pero no confío en nadie más para juzgarle. Astrid frunció el ceño mientras él decía esas cosas, las cuales ella no le había dicho a nadie. Nadie sabía que ella quería renunciar.
Artemisa miró a Acheron con desconfianza. —¿Por qué estás tan complacido con el juez que elegí? Ella nunca ha encontrado a alguien inocente en toda la historia de mundo.
—Lo sé —dijo él con esa voz enriquecedora, profunda que era aún más seductora que su increíble buena apariencia. —Pero confío en ella para hacer lo correcto.
Artemisa entrecerró sus ojos mientras lo miraba. —¿Qué truco estás pensado?
Su cara era completamente impasible mientras continuaba mirando a Astrid, con una intensidad que era inquietante. —Nada. Astrid consideró tomar la misión sólo por Acheron. Él nunca le había pedido algo y ella recordaba muy bien cuántas veces él la había confortado cuando había sido una niña. Había sido como un padre y un hermano mayor para ella.
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme? —les preguntó ella. —Si voy y el Cazador Oscuro esta más allá del perdón, ¿puedo partir inmediatamente?
—Sí –dijo Artemisa. —De hecho, cuanto más pronto lo juzgues culpable será mejor para todos nosotros.
Astrid se volvió al hombre a su lado. —¿Acheron?
Él bajo la cabeza en señal de asentimiento. — Acataré lo que decidas. Artemisa resplandeció. —Tenemos nuestro pacto entonces, Acheron. Te he dado a un juez.
Una sonrisa pequeña jugó en las comisuras de los labios de Acheron. — Lo has dado, ciertamente. Artemisa se puso repentinamente nerviosa. Miraba de Acheron a Astrid, luego hacia atrás otra vez. —¿Qué sabes que yo no sé? —le preguntó.
Esos pálidos, cambiantes ojos miraron a través de Astrid mientras Acheron decía quedamente, —Sé que Astrid sostiene una verdad profunda dentro de ella. Artemisa puso sus manos en las caderas. — ¿Y eso es?
—Es sólo con el corazón que uno puede ver correctamente. Lo esencial es invisible a los ojos. Otro escalofrío bajó por la columna vertebral de Astrid mientras Acheron citaba la línea exacta de El Principito que ella había estado leyendo cuando se acercaban.
¿Cómo sabia él lo que había estado leyendo?
Miró hacia abajo para estar segura que el libro estaba completamente escondido de su vista. Lo estaba.
Oh, sí, Acheron Parthenopaeus era un hombre atemorizante. —Tienes dos semanas, hija —dijo su madre quedamente. —Si te lleva menos tiempo, entonces que así sea. Pero al final de las dos semanas, de una u otra manera, el destino de James será sellado por tu mano.
Astrid suspiró. Ella no quería hacer esto. Demasiados siglos juzgando a otros la habían dejado emocionalmente quebrada. Ella había comenzado a sospechar que ya no era capaz de sentir el dolor de nadie.
Ni siquiera el de ella. La falta de compasión había arruinado a sus hermanas. Ahora temía que
también la arruinara a ella.
—Hay otros jueces.
Artemisa dejó escapar una respiración altamente indignada. —No confío en ellos. Son corazones sangrantes que probablemente puedan encontrarlo tanto inocente como culpable. Necesito un juez pragmático, imparcial que no
pueda ser persuadido a hacer otra cosa que no sea lo correcto y necesario.
Te necesito.
Los cabellos al dorso de su cuello se levantaron. Astrid deslizó su mirada de Artemisa a Acheron, quien se mantuvo con los brazos cruzados sobre su pecho. Su mirada fija inquebrantable, miraba a Astrid con sus extraños ojos plateados.
Ésta no era la primera vez que ella había recibido instrucciones de evaluar un Cazador Oscuro descarriado y aun así hoy sentía algo diferente en Acheron.
—¿Lo crees inocente? —preguntó ella. Acheron asintió.
—Él no es inocente —se burló Artemisa. —Él mataría a cualquiera o cualquier cosa sin pestañear. No tiene principios morales ni le importa alguien aparte de sí mismo.
Acheron le dirigió a Artemisa una mirada que decía que esas palabras le recordaban a otra persona que conocía.
Casi tuvo éxito en traer una sonrisa a los labios de Astrid. Mientras su madre se mantuvo atrás unos pasos para darles espacio, Acheron se acuclilló al lado del tílburi de Astrid y encontró su mirada al mismo nivel. —Sé que estás cansada, Astrid. Sé que quieres renunciar, pero no confío en nadie más para juzgarle. Astrid frunció el ceño mientras él decía esas cosas, las cuales ella no le había dicho a nadie. Nadie sabía que ella quería renunciar.
Artemisa miró a Acheron con desconfianza. —¿Por qué estás tan complacido con el juez que elegí? Ella nunca ha encontrado a alguien inocente en toda la historia de mundo.
—Lo sé —dijo él con esa voz enriquecedora, profunda que era aún más seductora que su increíble buena apariencia. —Pero confío en ella para hacer lo correcto.
Artemisa entrecerró sus ojos mientras lo miraba. —¿Qué truco estás pensado?
Su cara era completamente impasible mientras continuaba mirando a Astrid, con una intensidad que era inquietante. —Nada. Astrid consideró tomar la misión sólo por Acheron. Él nunca le había pedido algo y ella recordaba muy bien cuántas veces él la había confortado cuando había sido una niña. Había sido como un padre y un hermano mayor para ella.
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme? —les preguntó ella. —Si voy y el Cazador Oscuro esta más allá del perdón, ¿puedo partir inmediatamente?
—Sí –dijo Artemisa. —De hecho, cuanto más pronto lo juzgues culpable será mejor para todos nosotros.
Astrid se volvió al hombre a su lado. —¿Acheron?
Él bajo la cabeza en señal de asentimiento. — Acataré lo que decidas. Artemisa resplandeció. —Tenemos nuestro pacto entonces, Acheron. Te he dado a un juez.
Una sonrisa pequeña jugó en las comisuras de los labios de Acheron. — Lo has dado, ciertamente. Artemisa se puso repentinamente nerviosa. Miraba de Acheron a Astrid, luego hacia atrás otra vez. —¿Qué sabes que yo no sé? —le preguntó.
Esos pálidos, cambiantes ojos miraron a través de Astrid mientras Acheron decía quedamente, —Sé que Astrid sostiene una verdad profunda dentro de ella. Artemisa puso sus manos en las caderas. — ¿Y eso es?
—Es sólo con el corazón que uno puede ver correctamente. Lo esencial es invisible a los ojos. Otro escalofrío bajó por la columna vertebral de Astrid mientras Acheron citaba la línea exacta de El Principito que ella había estado leyendo cuando se acercaban.
¿Cómo sabia él lo que había estado leyendo?
Miró hacia abajo para estar segura que el libro estaba completamente escondido de su vista. Lo estaba.
Oh, sí, Acheron Parthenopaeus era un hombre atemorizante. —Tienes dos semanas, hija —dijo su madre quedamente. —Si te lleva menos tiempo, entonces que así sea. Pero al final de las dos semanas, de una u otra manera, el destino de James será sellado por tu mano.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capítulo 2
James maldijo mientras las baterías del MP3 se acababan. Su maldita suerte. Todavía faltaba una hora para aterrizar y lo último que quería era escuchar a Mike en la cabina del piloto del helicóptero, lamentándose y quejándose por lo bajo sobre tener que llevarlo de regreso a Alaska. Si bien treinta centímetros de negro acero sólido separaban el compartimiento sin sol de James, del de Mike, él podía oírlo a través de las paredes tan fácilmente como si Mike estuviera sentado a su lado.
Peor, James odiaba estar metido en ese pequeño compartimiento que parecía estar cerrándose sobre él. Cada vez que se movía, se golpeaba un brazo o una pierna con la pared. Pero ya que habían estado volando a la luz
del día, era o el cubo o la muerte. Por alguna razón él todavía no estaba realmente seguro de por qué había
escogido el cubo. Se quitó los audífonos y sus oídos fueron asaltados inmediatamente por el rítmico golpeteo de las aspas del helicóptero, ráfagas de vientos invernales y la conversación, llena de estática, de Mike por radio.
—¿Y..., lo has hecho?
James arqueó una ceja ante la voz masculina tan ansiosa y poco familiar. Ah, la belleza de sus poderes. Su audición le daría celos a Superman. Y él sabía cual era el tema de la conversación. Él. O más bien su muerte.
A Mike le habían ofrecido una fortuna para matarle, y desde el momento que habían dejado Nueva Orleáns, hacía unas doce horas aproximadamente, James había estado esperando que el Escudero de mediana edad abriera las
ventanas selladas y lo expusiera a la luz del sol o que arrojara al mar su compartimiento y lo dejara caer sobre algo que garantizara terminar con su inmortalidad.
En lugar de eso, Mike estaba jodiendo con él y aún le faltaba jalar el interruptor. No era que a James le importara. Él tenía unos cuantos trucos para enseñar al Escudero, si es que Mike trataba de hacer algo.
—Nah —dijo Mike, mientras el helicóptero se sumergía sin previo aviso bruscamente hacia la izquierda haciendo que James se golpeara ruidosamente contra la pared del compartimiento. Comenzaba a sospechar que el piloto lo
hacía justamente para joderlo y divertirse. El helicóptero se inclinó otra vez mientras James se preparaba para eso.
—Pensé en eso, realmente lo hice, pero sabes, creo que freír a este bastardo es algo demasiado bueno para él. Preferiría dejarlo en la Ceremonia de Sangre de los Escuderos y dejar que lo sacaran despacio y dolorosamente.
Personalmente, me gustaría oír el grito del sicótico hijo de puta pidiendo misericordia, especialmente después de lo que hizo a esos inocentes policías. Un músculo en la mandíbula de James comenzó al latir a ritmo con los latidos
rápidos y enojados de su corazón mientras oía. Síp, esos policías habían sido realmente inocentes, claro. Si James hubiera sido mortal, entonces la paliza que le habían dado lo habría matado o estaría en coma ahora mismo.
La voz habló por el radio otra vez. —Escuché de los Oráculos que Artemisa pagará el doble al Escudero que lo mate. Si lo agregas a lo que Dionisio iba a pagarte por matarlo y personalmente pienso que eres un tonto si lo dejas pasar.
—Sin duda, pero tengo suficiente dinero para quedarme tranquilo. Además, soy el que tiene que tolerar su actitud de mierda y sus mofas. Él piensa que es un tipo muy rudo. Quiero verlos bajarle los humos antes de que le corten la cabeza.
James puso sus ojos en blanco ante las palabras de Mike. Él no daba ni la cola de una rata por lo que el hombre pensaba de él. Había aprendido hacía mucho tiempo que no tenía caso tratar de llegar a la gente. Todo lo que lograba era que lo abofetearan. Metió el reproductor de MP3 en su bolso negro e hizo una mueca ante su
rodilla pegada a la pared. Dioses, sáquenme de este lugar apretado y restringido. Se sentía como si estuviera en un sarcófago.
—Estoy asombrado que el Concejo no activara el estado de Jerry a Blood Rite para esta cacería —dijo el otro. —Ya que pasó la última semana con James, pensé que estaría más que dispuesto para esto. Mike bufó. —Lo intentaron, pero Gautier se rehusó.
—¿Por qué?
—No tengo idea. Sabes cómo es Gautier. No acepta muy bien las órdenes. Me hace preguntarme por qué siquiera lo iniciaron en la hermandad de los Escuderos, para empezar. No puedo imaginar ningún Cazador Oscuro aparte
de Acheron o Nick que puedan soportar esa boca.
—Sí, es un maldito sabelotodo. Y hablando de eso, mi Cazador Oscuro está llamándome así que mejor me voy a trabajar. Cuídate de James y permanece fuera de su camino.
—No te preocupes. Voy a deshacerme de él y dejarlo para que los demás lo atrapen, luego sacaré mi trasero de Alaska más rápido de lo que puedas decir Rumpelstiltskin
El radio se apagó.
James se quedó perfectamente quieto en la oscuridad y escuchó a Mike respirando en la cabina del piloto.
Entonces, el idiota había cambiado de idea acerca de matarlo. Bien, bravo por eso. Al Escudero finalmente le habían crecido las pelotas, y medio cerebro. En algún punto durante las últimas horas Mike había decidido
que el suicidio no era la respuesta. Por eso, James lo dejaría vivir.
Pero lo haría angustiarse por el privilegio. Y que los dioses ayudaran al resto que viniera tras él. En la tierra congelada del interior de Alaska, James era invencible. A diferencia de los otros Cazadores Oscuros y Escuderos, él había tenido novecientos años de entrenamiento en supervivencia ártica. Novecientos años de estar solo él y la tierra salvaje que no figuraba en el mapa.
Indefectiblemente, Acheron lo había visitado cada década o poco más o menos sólo para asegurarse que aún estaba vivo, pero nadie más, siquiera una vez, había venido. Y las personas se preguntaban por qué estaba demente.
Hasta diez años atrás, no había tenido contacto en absoluto con el mundo exterior durante los meses largos del verano que lo obligaban a vivir adentro de su remota cabaña. Ni teléfono, ni computadora, ni televisión.
Nada más que la tranquila soledad en la que releía la misma pila de libros una y otra vez hasta que los había aprendido de memoria. Esperando con ansiosa anticipación que las noches se hicieran más largas, lo suficiente para permitirle viajar de su cabaña rural a Fairbanks en donde los negocios aún estaban abiertos y él podía interactuar con gente. Para eso, sólo había pasado un siglo y medio desde que el área se hubiera
poblado lo suficiente para que él pudiera tener algún contacto humano. Antes de eso, por incontables centurias, había vivido solo, sin otro ser humano cerca de él. Ocasionalmente había divisado a nativos que estaban
aterrorizados al encontrar un hombre extraño, a un hombre alto, caucásico, con colmillos y viviendo en un bosque remoto. Sólo echaban una mirada a sus más de dos metros de altura y su parka de buey almizclero, y salían corriendo tan pronto como podían en otra dirección, dando gritos que el Iglaaq los iba a atrapar.
Supersticiosos hasta el extremo, habían creado una leyenda basada en él. Eso dejaba sólo las raras visitas de los Daimons en el invierno, quienes se aventuraban en su bosque a fin de poder decir que habían enfrentado al
lunático Cazador Oscuro. Desafortunadamente, habían estado más interesados en pelear que en conversar y así que su relación con ellos siempre había sido breve. Unos pocos minutos de combate para aliviar la monotonía y luego estaba solo otra vez con la nieve y los osos. Y no eran ni siquiera were—bears
La carga magnética y eléctrica de la aurora boreal imposibilitaba a los Were Hunter aventurarse tan al norte. También causaba estragos con la electrónica y los enlaces de satelitales, cortando sus comunicaciones periódicamente durante el año, así que aún en este mundo moderno, estaba todavía dolorosamente solo.
Tal vez debería dejarles que lo mataran después de todo. Y todavía, de alguna manera, siempre se encontraba continuando. Un año más, un verano más. Uno más de comunicaciones cortadas. Supervivencia básica era todo lo que James siempre había conocido. Tragó mientras recordaba Nueva Orleáns. Cómo había amado esa ciudad. La animación. El calor. La mezcla de olores exóticos, vistas, y sonidos. Se preguntaba si la gente que vivía allí se percataba de lo bien que estaban. Qué tan privilegiados eran por estar bendecidos con
semejante ciudad.
Pero eso estaba detrás de él ahora. Había cometido un error tan grande que no había forma que ni Artemisa ni Acheron le permitieran regresar a un área poblada donde pudiera interactuar con un gran grupo de personas.
James maldijo mientras las baterías del MP3 se acababan. Su maldita suerte. Todavía faltaba una hora para aterrizar y lo último que quería era escuchar a Mike en la cabina del piloto del helicóptero, lamentándose y quejándose por lo bajo sobre tener que llevarlo de regreso a Alaska. Si bien treinta centímetros de negro acero sólido separaban el compartimiento sin sol de James, del de Mike, él podía oírlo a través de las paredes tan fácilmente como si Mike estuviera sentado a su lado.
Peor, James odiaba estar metido en ese pequeño compartimiento que parecía estar cerrándose sobre él. Cada vez que se movía, se golpeaba un brazo o una pierna con la pared. Pero ya que habían estado volando a la luz
del día, era o el cubo o la muerte. Por alguna razón él todavía no estaba realmente seguro de por qué había
escogido el cubo. Se quitó los audífonos y sus oídos fueron asaltados inmediatamente por el rítmico golpeteo de las aspas del helicóptero, ráfagas de vientos invernales y la conversación, llena de estática, de Mike por radio.
—¿Y..., lo has hecho?
James arqueó una ceja ante la voz masculina tan ansiosa y poco familiar. Ah, la belleza de sus poderes. Su audición le daría celos a Superman. Y él sabía cual era el tema de la conversación. Él. O más bien su muerte.
A Mike le habían ofrecido una fortuna para matarle, y desde el momento que habían dejado Nueva Orleáns, hacía unas doce horas aproximadamente, James había estado esperando que el Escudero de mediana edad abriera las
ventanas selladas y lo expusiera a la luz del sol o que arrojara al mar su compartimiento y lo dejara caer sobre algo que garantizara terminar con su inmortalidad.
En lugar de eso, Mike estaba jodiendo con él y aún le faltaba jalar el interruptor. No era que a James le importara. Él tenía unos cuantos trucos para enseñar al Escudero, si es que Mike trataba de hacer algo.
—Nah —dijo Mike, mientras el helicóptero se sumergía sin previo aviso bruscamente hacia la izquierda haciendo que James se golpeara ruidosamente contra la pared del compartimiento. Comenzaba a sospechar que el piloto lo
hacía justamente para joderlo y divertirse. El helicóptero se inclinó otra vez mientras James se preparaba para eso.
—Pensé en eso, realmente lo hice, pero sabes, creo que freír a este bastardo es algo demasiado bueno para él. Preferiría dejarlo en la Ceremonia de Sangre de los Escuderos y dejar que lo sacaran despacio y dolorosamente.
Personalmente, me gustaría oír el grito del sicótico hijo de puta pidiendo misericordia, especialmente después de lo que hizo a esos inocentes policías. Un músculo en la mandíbula de James comenzó al latir a ritmo con los latidos
rápidos y enojados de su corazón mientras oía. Síp, esos policías habían sido realmente inocentes, claro. Si James hubiera sido mortal, entonces la paliza que le habían dado lo habría matado o estaría en coma ahora mismo.
La voz habló por el radio otra vez. —Escuché de los Oráculos que Artemisa pagará el doble al Escudero que lo mate. Si lo agregas a lo que Dionisio iba a pagarte por matarlo y personalmente pienso que eres un tonto si lo dejas pasar.
—Sin duda, pero tengo suficiente dinero para quedarme tranquilo. Además, soy el que tiene que tolerar su actitud de mierda y sus mofas. Él piensa que es un tipo muy rudo. Quiero verlos bajarle los humos antes de que le corten la cabeza.
James puso sus ojos en blanco ante las palabras de Mike. Él no daba ni la cola de una rata por lo que el hombre pensaba de él. Había aprendido hacía mucho tiempo que no tenía caso tratar de llegar a la gente. Todo lo que lograba era que lo abofetearan. Metió el reproductor de MP3 en su bolso negro e hizo una mueca ante su
rodilla pegada a la pared. Dioses, sáquenme de este lugar apretado y restringido. Se sentía como si estuviera en un sarcófago.
—Estoy asombrado que el Concejo no activara el estado de Jerry a Blood Rite para esta cacería —dijo el otro. —Ya que pasó la última semana con James, pensé que estaría más que dispuesto para esto. Mike bufó. —Lo intentaron, pero Gautier se rehusó.
—¿Por qué?
—No tengo idea. Sabes cómo es Gautier. No acepta muy bien las órdenes. Me hace preguntarme por qué siquiera lo iniciaron en la hermandad de los Escuderos, para empezar. No puedo imaginar ningún Cazador Oscuro aparte
de Acheron o Nick que puedan soportar esa boca.
—Sí, es un maldito sabelotodo. Y hablando de eso, mi Cazador Oscuro está llamándome así que mejor me voy a trabajar. Cuídate de James y permanece fuera de su camino.
—No te preocupes. Voy a deshacerme de él y dejarlo para que los demás lo atrapen, luego sacaré mi trasero de Alaska más rápido de lo que puedas decir Rumpelstiltskin
El radio se apagó.
James se quedó perfectamente quieto en la oscuridad y escuchó a Mike respirando en la cabina del piloto.
Entonces, el idiota había cambiado de idea acerca de matarlo. Bien, bravo por eso. Al Escudero finalmente le habían crecido las pelotas, y medio cerebro. En algún punto durante las últimas horas Mike había decidido
que el suicidio no era la respuesta. Por eso, James lo dejaría vivir.
Pero lo haría angustiarse por el privilegio. Y que los dioses ayudaran al resto que viniera tras él. En la tierra congelada del interior de Alaska, James era invencible. A diferencia de los otros Cazadores Oscuros y Escuderos, él había tenido novecientos años de entrenamiento en supervivencia ártica. Novecientos años de estar solo él y la tierra salvaje que no figuraba en el mapa.
Indefectiblemente, Acheron lo había visitado cada década o poco más o menos sólo para asegurarse que aún estaba vivo, pero nadie más, siquiera una vez, había venido. Y las personas se preguntaban por qué estaba demente.
Hasta diez años atrás, no había tenido contacto en absoluto con el mundo exterior durante los meses largos del verano que lo obligaban a vivir adentro de su remota cabaña. Ni teléfono, ni computadora, ni televisión.
Nada más que la tranquila soledad en la que releía la misma pila de libros una y otra vez hasta que los había aprendido de memoria. Esperando con ansiosa anticipación que las noches se hicieran más largas, lo suficiente para permitirle viajar de su cabaña rural a Fairbanks en donde los negocios aún estaban abiertos y él podía interactuar con gente. Para eso, sólo había pasado un siglo y medio desde que el área se hubiera
poblado lo suficiente para que él pudiera tener algún contacto humano. Antes de eso, por incontables centurias, había vivido solo, sin otro ser humano cerca de él. Ocasionalmente había divisado a nativos que estaban
aterrorizados al encontrar un hombre extraño, a un hombre alto, caucásico, con colmillos y viviendo en un bosque remoto. Sólo echaban una mirada a sus más de dos metros de altura y su parka de buey almizclero, y salían corriendo tan pronto como podían en otra dirección, dando gritos que el Iglaaq los iba a atrapar.
Supersticiosos hasta el extremo, habían creado una leyenda basada en él. Eso dejaba sólo las raras visitas de los Daimons en el invierno, quienes se aventuraban en su bosque a fin de poder decir que habían enfrentado al
lunático Cazador Oscuro. Desafortunadamente, habían estado más interesados en pelear que en conversar y así que su relación con ellos siempre había sido breve. Unos pocos minutos de combate para aliviar la monotonía y luego estaba solo otra vez con la nieve y los osos. Y no eran ni siquiera were—bears
La carga magnética y eléctrica de la aurora boreal imposibilitaba a los Were Hunter aventurarse tan al norte. También causaba estragos con la electrónica y los enlaces de satelitales, cortando sus comunicaciones periódicamente durante el año, así que aún en este mundo moderno, estaba todavía dolorosamente solo.
Tal vez debería dejarles que lo mataran después de todo. Y todavía, de alguna manera, siempre se encontraba continuando. Un año más, un verano más. Uno más de comunicaciones cortadas. Supervivencia básica era todo lo que James siempre había conocido. Tragó mientras recordaba Nueva Orleáns. Cómo había amado esa ciudad. La animación. El calor. La mezcla de olores exóticos, vistas, y sonidos. Se preguntaba si la gente que vivía allí se percataba de lo bien que estaban. Qué tan privilegiados eran por estar bendecidos con
semejante ciudad.
Pero eso estaba detrás de él ahora. Había cometido un error tan grande que no había forma que ni Artemisa ni Acheron le permitieran regresar a un área poblada donde pudiera interactuar con un gran grupo de personas.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 2 Parte 2
Eran él y Alaska para la eternidad. Todo lo que podía esperar era una masiva explosión demográfica, pero dada la severidad del clima, eso era tan probable como que a él lo destinaran a Hawai. Con ese pensamiento, sacó del bolso su ropa para la nieve y empezó a ponérsela. Sería temprano en la mañana, cuando llegaran y aún estaría
oscuro, pero el amanecer no estaría muy lejos. Tendría que apresurarse para llegar a su cabaña antes de la salida del sol. Para cuando se había frotado vaselina sobre su piel y se había puesto sus calzoncillos largos, un suéter negro con cuello de tortuga, el abrigo largo de buey almizclero y las aislantes botas de invierno, ya podía sentir descender al helicóptero.
En un impulso, James repasó rápidamente las armas en su bolso. Había aprendido hacía mucho tiempo a llevar un gran surtido de herramientas. Alaska era un lugar rudo para estar por cuenta propia y nunca sabías cuándo te ibas a encontrar con algo mortífero.
Siglos atrás, James había tomado la decisión de ser la cosa más mortífera en la tundra. Tan pronto como aterrizaron, Mike cortó el motor y esperó a que las aspas dejaran de dar vueltas antes de salir, maldiciendo por la temperatura bajo cero, y abrió la puerta trasera. Mike hizo un repugnante gesto de desprecio mientras
se hacía para atrás para darle el espacio suficiente a James para desocupar el helicóptero. —Bienvenido a casa —dijo Mike con una nota de veneno en la voz. El estúpido estaba disfrutando con el pensamiento de que los Escuderos le siguieran la pista y lo desmembraran. Bueno, también James.
Mike sopló sus manos enguantadas. —Espero que todo esté como lo recuerdes. Lo estaba. Aquí, ninguna cosa cambiaba nunca. James se sobresaltó ante el brillo de la nieve aún en la oscuridad del pre-amanecer. Se bajó los lentes sobre los ojos para protegerlos y saltó afuera. Agarró su bolso, lo lanzó sobre el hombro, luego se abrió camino a través de la nieve hacia el cobertizo climatizado en donde, la semana anterior, había dejado
su Ski Doo MX Z Rev, hecha a medida. Oh, sí, ésta era la temperatura por debajo de congelación que recordaba, el aire ártico que mordía tan ferozmente. Cada pedazo de su piel expuesta ardía.
Apretó sus dientes para evitar que castañearan, algo no muy agradable cuando un hombre tenía colmillos largos y filosos en lugar de dientes. Bienvenido a casa...
Mike se dirigía hacia la cabina del piloto cuando James se dio vuelta para mirarlo.
—Oye, Mike —lo llamó, su voz sonó a través de la fría quietud.
Mike se detuvo.
—Rumpelstiltskin —dijo antes de lanzar una granada debajo del helicóptero. Mike dejó escapar una apestosa maldición mientras corría a través de la nieve tan rápido como podía, tratando de alcanzar algún refugio.
Por primera vez en un largo rato, James sonrió al ver al Escudero enojado y el sonido de la nieve crujiendo ruidosamente bajo los apurados pasos de Mike. El helicóptero explotó en el mismo instante que James alcanzaba su vehículo de nieve. Pasó una larga pierna vestida en cuero sobre el asiento negro y miró hacia atrás para ver cómo los pedazos de metal, del helicóptero Sikorsky de veintitrés millones de dólares, llovían sobre la nieve.
Ahh, fuegos artificiales. Cómo le gustaban. La vista era casi tan bella como la aurora boreal.
Mike todavía estaba maldiciendo y dando saltos, como un niño enojado, mientras miraba su juguete hecho a medida arder en llamas. James echó a andar el motor y condujo hacia Mike, pero no antes de dejar
caer otra granada para reventar el cobertizo, impidiendo de esa forma que el Escudero la usara.
Mientras el vehículo de nieve vibraba bajo él, se bajó la bufanda lo suficiente a fin de que Mike le pudiera entender cuándo le hablara. —El pueblo está a unos seis kilómetros por ese camino —dijo, señalando hacia el sur. Le lanzó a Mike un tubito de vaselina. —Mantén los labios cubiertos para que no sangren.
—Debería haberte matado —Mike gruñó.
—Sí, deberías haberlo hecho —. James se cubrió la cara, y aceleró al máximo el motor. —Ya que estamos, si das con lobos en el bosque, recuerda, realmente son lobos y no Were-Hunters al acecho. Ellos viajan en jaurías así
que si escuchas a uno, hay más detrás de él. Mi mejor consejo para eso es escalar un árbol y esperar que se aburran antes de que un oso venga y decida subir tras de ti.
James hizo girar su máquina y se dirigió hacia el nordeste donde su cabaña lo esperaba en el medio de ciento veinte hectáreas de bosque. Probablemente debería sentirse culpable por lo que le había hecho a Mike,
pero no lo hacía. El Escudero sólo había aprendido una valiosa lección. La próxima vez que Artemisa o Dionisio le hicieran una oferta, él la tomaría. James rotó su muñeca, dando al vehículo de nieve más potencia mientras
corcoveaba sobre el escabroso camino nevado. Aún tenía un largo camino a casa y su tiempo se acababa.
El amanecer ya llegaba.
Maldición. Debería haber llevado a su Mach Z. Era lustrosa y más rápida que el MX Z Rev en que estaba ahora, pero mucho menos divertida. James tenía frío, estaba hambriento, y cansado, y en una forma extraña todo
lo que quería hacer era regresar a las cosas que le eran familiares. Si los otros Escuderos querían cazarlo, entonces que así fuese. Al menos de esta manera él estaba prevenido.
Y como el helicóptero y el cobertizo lo demostraron, él ya estaba preparado de antemano.
Si querían enfrentarlo, entonces les deseaba suerte. Iban a necesitarla y también un montón de refuerzos.
Esperando con ilusión el desafío, hizo volar su máquina sobre el terreno congelado.
Faltaba poco para el amanecer cuando llegó a su aislada cabaña. Más nieve había caído bloqueando su puerta, mientras había estado ausente. Deslizó el vehículo de nieve en un cobertizo pequeño que estaba pegado a su cabaña y la cubrió con una lona impermeable. Mientras enchufaba la calefacción para el motor, se percató que no había suficiente poder en la conexión ni para la MX ni la Mach que estaba estacionada al lado. Gruñó enojado. Maldición. Sin duda el motor del Mach se había quebrado por las temperaturas bajo cero, y si no tenía
cuidado el motor de la MX también se quebraría.
James se apresuró a salir y comprobar los generadores antes de que el sol se levantara sobre las colinas, sólo para encontrar a ambos congelados y sin funcionar.
Gruñó otra vez mientras golpeaba uno con el puño. Bien, eso en cuanto a comodidad. Parecía que hoy iban a ser él y la pequeña estufa a leña. No era la mejor fuente de calor, pero era lo mejor que
iba a obtener.
—Genial, simplemente genial —masculló. No era la primera vez que se había visto forzado a tolerar dormir con frío, en el piso de la cabaña. Sin duda no sería la última vez. Sólo parecía peor esta mañana porque había pasado la última semana en el clima templado de Nueva Orleáns. Había estado tan cálido cuando estuvo allí
que ni siquiera había necesitado usar la calefacción. Hombre, cómo extrañaba ese lugar.
Sabiendo que su tiempo antes de la salida del sol era críticamente pequeño, regresó con paso pesado a su vehículo de nieve y envolvió el motor con su parka, para ayudar a mantener el calor, tanto como pudiera. Luego rescató su bolso del asiento y fue a excavar frente a su puerta a fin de poder entrar en su cabaña.
Se agachó rápidamente mientras atravesaba la puerta y mantuvo la cabeza inclinada. El cielo raso era bajo, tan bajo, que si se paraba derecho, la parte superior de la cabeza lo rozaría, y si no estaba prestando atención, el
ventilador de techo, en medio del cuarto, le decapitaría. Pero el cielo raso bajo era necesario. El calor en el corazón del invierno era una comodidad valiosa y lo último que cualquiera querría era que se dispersara
bajo un cielo raso de 3 metros. Un cielo raso más bajo significaba un lugar más caliente.
Sin mencionar que novecientos años atrás cuando había sido desterrado aquí, no había tenido mucho tiempo para construir su refugio. Pasando la noche en una caverna durante la luz del día, había trabajado en la cabaña
durante la noche hasta que finalmente había construido Hogar Asqueroso Hogar.
Sí, era bueno estar de regreso. James dejó caer su bolsa de lona al lado de la estufa a leña. Luego se volvió
y colocó el antiguo pestillo de madera dentro del hueco sobre la puerta para atrancarla, y así mantener alejada a la fauna silvestre de Alaska que algunas veces se aventuraba demasiado cerca de su cabaña.
Andando a tientas a lo largo de la pared, tallada con sus manos, encontró la linterna que pendía allí y la pequeña caja de fósforos Lucifer que estaba sujeta a ella. Si bien su vista de Cazador Oscuro estaba diseñada para la noche, no podía ver en la oscuridad total. Con la puerta cerrada, su cabaña estaba sellada tan ajustadamente que ninguna luz en absoluto podía penetrar las gruesas paredes de madera. Una vez encendida la linterna, tembló de frío en tanto se daba vuelta para mirar el interior de su casa. Conocía cada centímetro del lugar íntimamente.
Cada estante de libros que revestía las paredes, cada muesca tallada que la decoraba.
Eran él y Alaska para la eternidad. Todo lo que podía esperar era una masiva explosión demográfica, pero dada la severidad del clima, eso era tan probable como que a él lo destinaran a Hawai. Con ese pensamiento, sacó del bolso su ropa para la nieve y empezó a ponérsela. Sería temprano en la mañana, cuando llegaran y aún estaría
oscuro, pero el amanecer no estaría muy lejos. Tendría que apresurarse para llegar a su cabaña antes de la salida del sol. Para cuando se había frotado vaselina sobre su piel y se había puesto sus calzoncillos largos, un suéter negro con cuello de tortuga, el abrigo largo de buey almizclero y las aislantes botas de invierno, ya podía sentir descender al helicóptero.
En un impulso, James repasó rápidamente las armas en su bolso. Había aprendido hacía mucho tiempo a llevar un gran surtido de herramientas. Alaska era un lugar rudo para estar por cuenta propia y nunca sabías cuándo te ibas a encontrar con algo mortífero.
Siglos atrás, James había tomado la decisión de ser la cosa más mortífera en la tundra. Tan pronto como aterrizaron, Mike cortó el motor y esperó a que las aspas dejaran de dar vueltas antes de salir, maldiciendo por la temperatura bajo cero, y abrió la puerta trasera. Mike hizo un repugnante gesto de desprecio mientras
se hacía para atrás para darle el espacio suficiente a James para desocupar el helicóptero. —Bienvenido a casa —dijo Mike con una nota de veneno en la voz. El estúpido estaba disfrutando con el pensamiento de que los Escuderos le siguieran la pista y lo desmembraran. Bueno, también James.
Mike sopló sus manos enguantadas. —Espero que todo esté como lo recuerdes. Lo estaba. Aquí, ninguna cosa cambiaba nunca. James se sobresaltó ante el brillo de la nieve aún en la oscuridad del pre-amanecer. Se bajó los lentes sobre los ojos para protegerlos y saltó afuera. Agarró su bolso, lo lanzó sobre el hombro, luego se abrió camino a través de la nieve hacia el cobertizo climatizado en donde, la semana anterior, había dejado
su Ski Doo MX Z Rev, hecha a medida. Oh, sí, ésta era la temperatura por debajo de congelación que recordaba, el aire ártico que mordía tan ferozmente. Cada pedazo de su piel expuesta ardía.
Apretó sus dientes para evitar que castañearan, algo no muy agradable cuando un hombre tenía colmillos largos y filosos en lugar de dientes. Bienvenido a casa...
Mike se dirigía hacia la cabina del piloto cuando James se dio vuelta para mirarlo.
—Oye, Mike —lo llamó, su voz sonó a través de la fría quietud.
Mike se detuvo.
—Rumpelstiltskin —dijo antes de lanzar una granada debajo del helicóptero. Mike dejó escapar una apestosa maldición mientras corría a través de la nieve tan rápido como podía, tratando de alcanzar algún refugio.
Por primera vez en un largo rato, James sonrió al ver al Escudero enojado y el sonido de la nieve crujiendo ruidosamente bajo los apurados pasos de Mike. El helicóptero explotó en el mismo instante que James alcanzaba su vehículo de nieve. Pasó una larga pierna vestida en cuero sobre el asiento negro y miró hacia atrás para ver cómo los pedazos de metal, del helicóptero Sikorsky de veintitrés millones de dólares, llovían sobre la nieve.
Ahh, fuegos artificiales. Cómo le gustaban. La vista era casi tan bella como la aurora boreal.
Mike todavía estaba maldiciendo y dando saltos, como un niño enojado, mientras miraba su juguete hecho a medida arder en llamas. James echó a andar el motor y condujo hacia Mike, pero no antes de dejar
caer otra granada para reventar el cobertizo, impidiendo de esa forma que el Escudero la usara.
Mientras el vehículo de nieve vibraba bajo él, se bajó la bufanda lo suficiente a fin de que Mike le pudiera entender cuándo le hablara. —El pueblo está a unos seis kilómetros por ese camino —dijo, señalando hacia el sur. Le lanzó a Mike un tubito de vaselina. —Mantén los labios cubiertos para que no sangren.
—Debería haberte matado —Mike gruñó.
—Sí, deberías haberlo hecho —. James se cubrió la cara, y aceleró al máximo el motor. —Ya que estamos, si das con lobos en el bosque, recuerda, realmente son lobos y no Were-Hunters al acecho. Ellos viajan en jaurías así
que si escuchas a uno, hay más detrás de él. Mi mejor consejo para eso es escalar un árbol y esperar que se aburran antes de que un oso venga y decida subir tras de ti.
James hizo girar su máquina y se dirigió hacia el nordeste donde su cabaña lo esperaba en el medio de ciento veinte hectáreas de bosque. Probablemente debería sentirse culpable por lo que le había hecho a Mike,
pero no lo hacía. El Escudero sólo había aprendido una valiosa lección. La próxima vez que Artemisa o Dionisio le hicieran una oferta, él la tomaría. James rotó su muñeca, dando al vehículo de nieve más potencia mientras
corcoveaba sobre el escabroso camino nevado. Aún tenía un largo camino a casa y su tiempo se acababa.
El amanecer ya llegaba.
Maldición. Debería haber llevado a su Mach Z. Era lustrosa y más rápida que el MX Z Rev en que estaba ahora, pero mucho menos divertida. James tenía frío, estaba hambriento, y cansado, y en una forma extraña todo
lo que quería hacer era regresar a las cosas que le eran familiares. Si los otros Escuderos querían cazarlo, entonces que así fuese. Al menos de esta manera él estaba prevenido.
Y como el helicóptero y el cobertizo lo demostraron, él ya estaba preparado de antemano.
Si querían enfrentarlo, entonces les deseaba suerte. Iban a necesitarla y también un montón de refuerzos.
Esperando con ilusión el desafío, hizo volar su máquina sobre el terreno congelado.
Faltaba poco para el amanecer cuando llegó a su aislada cabaña. Más nieve había caído bloqueando su puerta, mientras había estado ausente. Deslizó el vehículo de nieve en un cobertizo pequeño que estaba pegado a su cabaña y la cubrió con una lona impermeable. Mientras enchufaba la calefacción para el motor, se percató que no había suficiente poder en la conexión ni para la MX ni la Mach que estaba estacionada al lado. Gruñó enojado. Maldición. Sin duda el motor del Mach se había quebrado por las temperaturas bajo cero, y si no tenía
cuidado el motor de la MX también se quebraría.
James se apresuró a salir y comprobar los generadores antes de que el sol se levantara sobre las colinas, sólo para encontrar a ambos congelados y sin funcionar.
Gruñó otra vez mientras golpeaba uno con el puño. Bien, eso en cuanto a comodidad. Parecía que hoy iban a ser él y la pequeña estufa a leña. No era la mejor fuente de calor, pero era lo mejor que
iba a obtener.
—Genial, simplemente genial —masculló. No era la primera vez que se había visto forzado a tolerar dormir con frío, en el piso de la cabaña. Sin duda no sería la última vez. Sólo parecía peor esta mañana porque había pasado la última semana en el clima templado de Nueva Orleáns. Había estado tan cálido cuando estuvo allí
que ni siquiera había necesitado usar la calefacción. Hombre, cómo extrañaba ese lugar.
Sabiendo que su tiempo antes de la salida del sol era críticamente pequeño, regresó con paso pesado a su vehículo de nieve y envolvió el motor con su parka, para ayudar a mantener el calor, tanto como pudiera. Luego rescató su bolso del asiento y fue a excavar frente a su puerta a fin de poder entrar en su cabaña.
Se agachó rápidamente mientras atravesaba la puerta y mantuvo la cabeza inclinada. El cielo raso era bajo, tan bajo, que si se paraba derecho, la parte superior de la cabeza lo rozaría, y si no estaba prestando atención, el
ventilador de techo, en medio del cuarto, le decapitaría. Pero el cielo raso bajo era necesario. El calor en el corazón del invierno era una comodidad valiosa y lo último que cualquiera querría era que se dispersara
bajo un cielo raso de 3 metros. Un cielo raso más bajo significaba un lugar más caliente.
Sin mencionar que novecientos años atrás cuando había sido desterrado aquí, no había tenido mucho tiempo para construir su refugio. Pasando la noche en una caverna durante la luz del día, había trabajado en la cabaña
durante la noche hasta que finalmente había construido Hogar Asqueroso Hogar.
Sí, era bueno estar de regreso. James dejó caer su bolsa de lona al lado de la estufa a leña. Luego se volvió
y colocó el antiguo pestillo de madera dentro del hueco sobre la puerta para atrancarla, y así mantener alejada a la fauna silvestre de Alaska que algunas veces se aventuraba demasiado cerca de su cabaña.
Andando a tientas a lo largo de la pared, tallada con sus manos, encontró la linterna que pendía allí y la pequeña caja de fósforos Lucifer que estaba sujeta a ella. Si bien su vista de Cazador Oscuro estaba diseñada para la noche, no podía ver en la oscuridad total. Con la puerta cerrada, su cabaña estaba sellada tan ajustadamente que ninguna luz en absoluto podía penetrar las gruesas paredes de madera. Una vez encendida la linterna, tembló de frío en tanto se daba vuelta para mirar el interior de su casa. Conocía cada centímetro del lugar íntimamente.
Cada estante de libros que revestía las paredes, cada muesca tallada que la decoraba.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Heyyy!!!
Yo por aquí reportandome
Me parece que esta es una de las historias mas conmovedoras porque después de todo lo que Zarek sufrió por fin encuentra la paz y la tranquilidad que se merecía
Siguelaaa :D
Yo por aquí reportandome
Me parece que esta es una de las historias mas conmovedoras porque después de todo lo que Zarek sufrió por fin encuentra la paz y la tranquilidad que se merecía
Siguelaaa :D
NaTnAt
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
NaTnAt escribió:Heyyy!!!
Yo por aquí reportandome
Me parece que esta es una de las historias mas conmovedoras porque después de todo lo que Zarek sufrió por fin encuentra la paz y la tranquilidad que se merecía
Siguelaaa :D
si tienes razon el un dark hunter muy valiente y hermoso y no es justo todo lo que le paso, cuando lei por primera vez este libro llore por todo lo que el pobre zarek le toco pasar por eso Ash lo defiende tanto por el sufrio al similar a Zarek pero lo de Ash fue mas duro con ese si que me la pase como una magdalena jaajajaj
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
LOL :D
Magdalena es nada comparada con todo lo que llore por Ash y Zarek
Magdalena es nada comparada con todo lo que llore por Ash y Zarek
NaTnAt
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MIREN ME ENCONTRE CON ESTA IMAGUEN JAJAJA AMO A SIMIII JAJAJ ESTA COCINANDO A LA DIOSA PERRRA CON SALSA BARBACOA JAJJA LA FAVORITA DE SIMIIKIII JIJIJI
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
pobre de james como sufrio!!!!!!!!..... por eso ash lo aprecia mas!!!!!!..... y jajajajajajajajaja me encanto la imagen de SIMI!!!.... con la diosa-vaca!!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Jajajajajajajaja
Me encanto la imagen de Simi asamdo a la diosa vaca
Siguelaaaaaaaaa
Me encanto la imagen de Simi asamdo a la diosa vaca
Siguelaaaaaaaaa
NaTnAt
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