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Mensaje por MeliHoran Lun 30 Sep 2013, 5:10 pm

Capitulo Cuarenta y dos

   Estaba a gusto, acostada en una cama con todos los muelles en su sitio, unas sábanas suaves. En una especie de agradable duermevela, sabiendo que ya era de día pero que aún podía remolonear un rato más. Hoy el despertador no iba a ponerla de los nervios ni a hacer que se levantara en modo turbo para llegar a tiempo a ningún sitio.
   El climatizador de la habitación se ocupaba de que no tuviera ni frío ni calor, que la temperatura fuera agradable, tan agradable como el cuerpo caliente sobre el que descansaba.
   El sonido del teléfono terminó por despertarla. Nada es para siempre. Se movió perezosamente, restregando su cabeza por el hombro sobre el que reposaba. Inexplicablemente también su pierna doblada se apoyaba sobre el muslo de él.
   Puede que se acostaran ignorándose mutuamente pero alguna especie de fuerza
invisible los había hecho «arrejuntarse».
   Cuando él estiró el brazo libre para contestar, ella tuvo que apartarse un poco para facilitarle la tarea.
—¿Diga? —Hizo una pausa para escuchar a su interlocutor—. Sí, gracias. Pero me temo que ha habido un cambio.
   ____ agudizó el oído, estando tan cerca podía llegar a entender la conversación.
   Y, en efecto, así fue.
   Una amable señorita le informaba de que ya estaba todo dispuesto para que «su esposa» bajara a la sala de masajes.
   Ella controló su sorpresa, seguía fingiendo que permanecía dormida.
—Tenemos que regresar a casa lo antes posible, una llamada de última hora, ya sabe cómo son estas cosas... —Escuchó a la empleada del parador—. Sí, muchas gracias, tendré en cuenta estas atenciones. Adiós, buenos días.
   ____, si ya se sentía una estúpida después del encontronazo de anoche, ahora finalmente había obtenido el título oficial de idiota.
   Antes de dormirse, había reflexionado sobre todo, empezando por su propia actitud, llegando a la conclusión de que, si bien ella se sentía fuera de juego, podía haber hecho un esfuerzo por hablar con él, por mostrar sus inquietudes e intentar llegar a una especie de entendimiento. Difícil, pero no imposible. 
   Y ahora, después de pecar por omisión, debía sumar la cagada monumental. Él, pese a su actitud arrogante, había pensado en ella.
   Quizá sí tenía en mente la idea de pasar un fin de semana diferente, sin más.
   Niall depositó el auricular en su sitio e inspiró profundamente. Pese a estar en una postura de lo más cómoda y dado que podía hacer un esfuerzo por olvidar la nefasta noche anterior, permaneció medio minuto sin moverse.
—Sería mejor que te fueras levantando —dijo él apartándola e incorporándose—. Nos vamos en cuanto me vista. Tú verás cómo quieres volver a casa.
   Otro mazazo a sus dudas, a su sentimiento de culpa, el definitivo. Quería expresar en voz alta sus fallos para que él viera que no tenía reparos en reconocerlos. Pero ¿cómo reconocer los errores cometidos cuando él no mostraba ni un ápice de comprensión y, no sólo eso, sino que además aprovechaba la ocasión para hacer leña del árbol caído?
   Cuando llegaron a la recepción, él, como siempre, se presentó, pronunciando su nombre con ese aplomo tan característico, y el empleado, amablemente, sacó la factura, interesándose al mismo tiempo, de forma discreta, por los problemas que habían anulado la cita de primera hora de la mañana.
   ____, que no quería saber nada, miró distraídamente a su alrededor hasta que sus ojos se fijaron en la cantidad que aparecía al pie de la factura.
   Se quedó helada.
   Por educación, no dijo nada delante de él, aunque éste se percató del detalle.
   Como era de esperar, se quedó en silencio. Caminaron hasta donde estaba aparcado el BMW y mientras cerraba el maletero dijo en tono desaprensivo:
—¿Qué esperabas? ¿Que me gastase dinero contigo? Vas lista.
—Gilipollas. —Se subió al coche y cerró con un portazo, debía habérselo imaginado. Cero patatero, todo el despliegue no le había costado ni un céntimo.
   Él arrancó y maniobró para salir. Estaba claro que las cosas ya no tenían marcha atrás.
   El corto viaje de regreso a casa fue, como era de esperar, silencioso y tenso. Ella, sumida en sus pensamientos, empezando por el de «Qué tonta he sido» y él conduciendo, oculto tras sus gafas de sol sin ni tan siquiera mirarla de reojo.
   Todos sus planes, todos sus preparativos a la mierda, directamente. Y no sólo eso, también, aunque jodiese reconocerlo, había puesto ciertas dosis de entusiasmo en el fin de semana.
   Algo extraño en él, pragmático hasta la médula.
   Por enésima vez se recordó cuál era el motivo de estar en ese pueblo, y de nuevo se mentalizó para finiquitar cuanto antes sus asuntos legales y dar carpetazo al tema. Volver a su rutina y olvidarse de una jodida vez de ella.
   Las disposiciones testamentarias del viejo le estaban tocando los cojones, y además bien tocados. Complicándole la existencia y comportándose como un estúpido, algo que durante años se había esforzado por no hacer.
   Se lo tenía merecido, por incauto, por creer que una mujer como ____ iba a apreciar sus esfuerzos. Compartir con ella el detalle que habían tenido los del hotel había sido una de las peores decisiones tomadas en el último mes, y ya iban unas cuantas.
   Al llegar a la casa los esperaba una preocupada Julia. Niall apenas se dignó en saludarla y ____, aunque quería estar sola, se acercó a su sobrina.
—¿Estáis bien? —preguntó confusa. Vaya cara que traían. A cada cual más interesante. ¿Cuál podría ser el motivo? Una avería mecánica seguro que no, pensó.
—Más o menos —respondió su tía.
—Ya sé que para él «su coche» es como su propio hijo, pero no creo que haya que ponerse así. —Julia tanteó el terreno.
—Dudo mucho que tenga hijos, les causaría un trauma de por vida.
—No lo dudo. Pero ¿se puede saber por qué no buscasteis un taxi para volver? —indagó Julia con lógica.
—Ya sabes cómo es, se le metió en la cabeza que no, y es que no.
—Y ¿cómo habéis pasado la noche? —Estaba claro que no preguntaba el lugar, sino la situación de ambos.
—En el parador —contestó; mentir no tenía sentido cuando el lunes todo el mundo lo comentase.
—Qué raro... si está a un paso de casa —Julia continuó con sus suspicacias.
—Ya lo sé, pero era tarde y no tenía ganas de montar un escándalo.
—Podías haber llamado a Juanjo.
   El que faltaba.
—No creo que a su novia le haga mucha gracia que lo moleste de noche, ¿no crees?
—¿Esa pedorra? Que se jo...robe, no te digo. Él haría cualquier cosa por ti. Ya lo sabes.
   ____ no quería entrar de nuevo en esa dinámica tan absurda.
—¿Por qué no has aprovechado para montar una fiesta, como todos los adolescentes cuando se quedan solos?
—Porque luego me tocaría limpiar todo y paso —respondió inteligentemente su sobrina.
—Buena respuesta, sí señor. En fin, me voy a mi habitación a recoger unas cosas y después a ver si con un poco de suerte puedo leer un rato sin que me molesten.
—Vale, yo intentaré ponerme con el maldito trabajo, que luego viene Don Pongo Pegas a Todo, y me obliga a repetirlo.
—Muy bien.
   Julia abrazó a su tía, no era tan tonta como para no haberse fijado. Todo el tiempo fingía estar alegre, indiferente al canalla de su hermano, pero hay cosas que no pueden ocultarse.
   Desgraciadamente estaba perdiendo los papeles por alguien que iba a hacerle mucho daño.
   Tenía que encontrar una forma de minimizar riesgos...
   El causante de tales sobresaltos apareció en la cocina, duchado y vestido de forma absurda. Por mucho que estuviera en el pueblo, parecía que era tan sumamente estirado que hasta unos pantalones cortos y una camiseta le parecían fuera de contexto.
—¿Todo bien? —le preguntó como si no hubiera hablado con su tía.
—No —respondió, arisco, para no variar.
—Estupendo. Así pondrás más pegas a lo que he escrito y yo tendré que esforzarme más. Conseguiré una nota más alta y todo gracias a ti. ¡Eres el mejor hermano que una puede tener!
—Cuando mientas, al menos, pon un poco más de énfasis. Si no, te descubrirán a la primera —dijo él, para nada sorprendido. Podía tomárselo con buen humor y así disipar el cabreo que arrastraba desde la noche anterior, pero optó por no hacerlo—. Dame esos papeles y una aspirina, estoy seguro de que me va a doler la cabeza en cuanto empiece a leer.
—Gracias por tu voto de confianza. ¡Es genial sentirse apoyada! ¡Reafirma mi autoestima! —se guaseó Julia al darle su trabajo—. Por cierto, ¿el mecánico solucionó la avería?
—¿Perdón? —replicó algo distraído mientras leía; joder con la hermanita torpe, cómo se afanaba en meter la pata para que él tuviera algo que decir. Tachó sin hacer comentarios todo un párrafo en el que demostraba su desconocimiento de la letra «v».
—Hablaba de tu coche.
—¿Qué le pasa?
—Ah, no sé, tú sabrás, como anoche os dejó tirados... —Lo dejó caer de forma casual, como si tal cosa.
   Qué jodida era, en un momento de despiste había intentado que cayera en su trampa. Si no fuera por el temor a estropear una brillante cabeza adolescente, hasta le diría que estaba orgulloso de ella.
—En perfecto estado. No ha sido tanto como creía al principio. Gracias por preguntar. —Esto último lo dijo esbozando una sonrisa lobuna como queriendo decir: «¡A mí me vas a pillar tú!».
—Pues qué bien. ¿Una magdalena? —Julia sabía que su hermano detestaba la bollería industrial—. Están rellenas de cacao.
—No, gracias. Dime una cosa, ¿tu religión te prohíbe el uso de la «v», o simplemente es una especie de protesta juvenil?
—Ya sabes... a veces una va de prisa y no se fija, lo importante es el fondo, no la forma —aseveró, apañando a su conveniencia una frase tan manida como ésa.
—Ya lo veo... supongo entonces que si mañana no tienes nada que ponerte saldrás a la calle con un saco y una cuerda. Como eres una chica estupenda, maravillosa y con buen fondo.... —La aguijoneó él.
—Vale, trae, ahora lo corrijo. ¡Jo! ¡No pasas una! —protestó.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por MeliHoran Lun 30 Sep 2013, 5:35 pm

Capitulo Cuarenta y tres

   Durante los días posteriores se instauró dentro de la casa lo que podría llamarse una guerra fría. Un pacto mutuo de no agresión, pero que evidenciaba que cada uno estaba enfadado con el otro, y Julia hacía el papel de Suiza, aunque su neutralidad se veía comprometida constantemente. En la mayoría de los casos, se inclinaba por su tía, pues eran demasiados años juntas como para cambiar de repente.
   Si algo estaba aprendiendo durante ese extraño verano era a no dar nada por sentado, a currar como una loca si deseaba algo y que eso de enamorarse no suponía más que perder el tiempo. A esa última conclusión había llegado tanto por su experiencia personal, como fijándose en los dos adultos que se suponía que eran los responsables de su educación.
   De nuevo fin de semana, y de nuevo sus dudas acerca de qué hacer con Pablo.
   Dentro de poco se marcharía, como muchos, al finalizar las vacaciones, así que cada día que pasaba se le escapaba poco a poco la oportunidad de ser algo más que una buena amiga.
—Creo que al final voy a pasar de Pablo —murmuró.
   ____, que estaba fregando los platos y no veía su expresión, giró la cabeza y la miró frunciendo el cejo.
—¿Segura?
—Ya no sé qué hacer —aseveró abatida—. Aunque apareciera desnuda frente a su casa ni me miraría.
—Por si acaso, no nos arriesgaremos —arguyó su tía volviendo a su tarea de aclarar los platos.
—Tengo que replantearme todo esto de los chicos —dijo convencida.
   Tan convencida, que ____, sin apartar la vista de la pila de cacharros, sonrió.
   ¡Pobre, lo que aún le quedaba por pasar! Sin embargo, es un proceso natural, no podía adelantar acontecimientos contándole lo que seguramente acabaría pasando. Lo mejor es que ella misma descubriera, con sus alegrías y sus amarguras, de qué iba eso del amor.
—Me parece muy bien.
—Tú, por ejemplo. Sólo has tenido un novio lo que se dice formal, con el que hasta hace poco querías casarte y que has dejado que se vaya con otra.
—Juanjo ahora es un buen amigo —dijo prudente.
—Lo que tú digas —murmuró escéptica—. Pero yo no voy a ser así. Estoy segura de que no hay que sufrir, no tiene sentido. Si ahora ya lo estoy pasando mal... ¿Cómo va a ser cuando me enamore de verdad?
—¡Cosas de la vida! —aportó ____ encogiéndose de hombros.
—Pues yo voy a intentar que no me pase como a ti. No voy a tener novio para que después se vaya con otra, ni hablar. Tengo que ser yo quien deje a los chicos, al menos así sufriré menos.
   ____ no podía contradecirla. Qué fácil resultarían las cosas de poder ser siempre la parte ofensora, y no la ofendida.
—Si hubieras sido tú quien abandonase a tu novio la gente al menos no pensaría que algo malo has hecho para que te deje.
—Eso no es del todo verdad. Las parejas a veces se rompen.
—Ya, pero estamos en Pozoseco, aquí tienes que «pescar» a un buen hombre, si no, eres una fresca. Y me parece que a este paso a mí me va a pasar lo mismo que a ti. Mato un perro y me llaman mataperros.
—No exageres —dijo ____ conteniendo la risa. Esa chica tenía cada idea...
—No exagero. En el pueblo dicen muchas cosas de ti, y yo sé que son mentiras. No te pasas el día cambiando de novio. ¡Si no tienes tiempo!
—Déjalos, de algo tienen que hablar.
—Pues que hablen de otra. ¡No te digo! Por eso yo me voy a asegurar de hacer bien las cosas. Cuando aparezca un tío que me guste un poco no voy a ir por ahí babeando, como hace la Jenny, voy a concentrarme y a no perder la cabeza.
—Y ¿qué hay de Pablo?
—Lo voy a considerar como la experiencia inicial, el error del que aprender.
   Parecía tan convencida, tan segura de sí misma... Era un amor y una bendición tener una sobrina así. Lástima que una teoría tan interesante fuera tan difícil llevar a la práctica.
—Ésa debe de ser Mónica —dijo Julia al oír el timbre—. Me voy. Vendré tarde a no ser que... bueno... si tú quieres puedo regresar antes y hacemos algo juntas. — Julia no se arriesgó a decir abiertamente que se preocupaba por ella, para no molestarla, aun sabiendo quién era el culpable.
—¡No seas tonta! Pásatelo bien con tus amigos. Vuelve cuando quieras e intenta poner en práctica tu bonita teoría.
—¡Eres la mejor tía del mundo! —exclamó abrazándola y besándola. Después se marchó dejándola sola.
   Ya faltaba menos para recoger la cocina y poder tumbarse a la bartola.
   Aclarar los vasos, secar los cubiertos y dar una pasadita a la encimera...
—Sigo muy enfadado contigo.
   Ella se sobresaltó, pensaba que estaba sola con sus entretenidos quehaceres. No esperaba que una voz ronca, insinuante y acompañada de un cuerpo que la apretujaba contra el mueble, interrumpiera.
—Pero que muy enfadado. —Acompañó sus palabras de un rápido movimiento de manos que acabaron sobre las caderas femeninas.
   A ella se le resbalaron un par de cubiertos, salpicando de agua su camiseta de tirantes. Menos mal que llevaba puesto un delantal, si no, hubiera ganado el concurso de Miss Camiseta Mojada y alegrado la vista al inoportuno visitante.
—Aunque... —Sus manos abandonaron las caderas para agarrarla de la cintura
y pegarla aún más a él—. Podría dejar de estarlo, al menos durante un espacio de tiempo considerable, si pasas la tarde desnuda y me alegras la vista.
   Había conseguido durante unos días, con bastante esfuerzo, mantenerse alejado
de ____. Pero había fuerzas ocultas (a falta de una explicación más coherente, ésa
era la mejor manera de decirlo) que lo obligaban a mantener un contacto regular con ella.
   Aún con ese resquemor interior que le recordaba a cada minuto lo que no debía hacer para el buen funcionamiento de las cosas, seguía comportándose de forma irracional y terminaba por claudicar ante ella.
   Puede que sus palabras enmascararan su atracción, pero no era tan tonto como para mentirse a sí mismo. Como no saliera pronto de ese pueblo, terminaría por caer de rodillas.
—Aparta —le pidió ella con un vaivén de trasero para dar más énfasis a sus palabras. Lo que faltaba, que ahora Niall se animase después de portarse como un gilipollas; más gilipollas de lo normal, para ser exactos.
—Esta escenita doméstica, con esos guantes de goma y ese delantal de chacha cachonda me está volviendo loco.
—Pervertido —lo acusó ella empezando a ponerse nerviosa.
—Por tu culpa, hasta que te conocí no tenía yo estos repentinos ataques de lujuria caseros.
—Pues contrólate, guapo.
—Lo intento, no creas, pero tú te empeñas en mostrarme la mercancía. Eres como un programa de la teletienda a última hora de la noche: siempre acabo por querer comprar algo...
—Pues cambia de canal.
—Lo hago, y entonces aparece el canal porno, donde la chacha se dedica a provocar al señorito y...
—... Y éste, pobrecito, no puede hacer otra cosa que tirársela. —____ remató la frase como si estuviera de acuerdo con esa tontería—. ¡No me jodas! Aparte de ser una visión bastante distorsionada de la historia, por no decir machista, que lo es, esa tontería está desfasada.
—¿Desfasada? —preguntó, descolocado por esa definición.
—Pues sí —espetó utilizando el tono petulante característico de él—. Ahora las «chachas», como tú las llamas, tienen en la mesilla de noche un surtido completo de juguetes para no tener que soportar al baboso del señorito.
—Joder, esta película me gusta más que la mía. Vamos, deja eso...
   Lo dijo con tal ansia que ella creyó que él sería capaz incluso de terminar la faena para revisar su mesilla de noche.
   Lo cierto era que Niall tenía una rara habilidad para dar la vuelta a la tortilla, es decir, para salirse con la suya. Y lo peor del caso, es que ya ni le apetecía negarse. Era un cabronazo, sí, pero qué buenos ratos le hacía pasar. Con tal de luego mantenerse a una prudente distancia de él para que su lengua viperina no la alcanzase...
—Ya lo terminarás luego.
   «Qué típico —pensó ella—. Otro de los que, cuando te ven cansada o cuando
tienen prisa, te dicen: “Tranquila, déjalo, ya lo harás luego”. Jamás un: “De esto me
encargo yo”.»
   Como a esas alturas nada que viniera de él podía decepcionarla, se encogió de hombros y se deshizo de los guantes de fregar.
   A la par, Niall se encargó del nudo trasero del delantal, con el mismo arte que si fuera la cremallera de un vestido de diseño. Después, se inclinó para besarla en la nuca, uno, dos, tres besos. Suaves pero intensos.
—Vamos —le dijo ella, dejando claro que sabía a lo que iban, ¿para qué negar la evidencia? Levantó los brazos para sacarse por la cabeza la parte superior del mandil. Después lo arrugó y lo dejó de cualquier manera sobre la encimera—. Aunque... si lo prefieres, nos lo llevamos. Estoy segura que no conoces todas las aplicaciones de un delantal... Apuesto que en tu vida te has puesto uno.
   Puede que un delantal con pechera no, pero sí un mandil de camarero para ganarse el jornal sirviendo mesas. Claro que no le convenía recordar esa época de su vida. Y menos aún cuando la calurosa tarde se ponía interesante.
   Subió tras ella por la escalera, apelando a todo para no babear como un adolescente hipersexuado. Cuando ella abrió la puerta de su cuarto, tuvo una especie de revelación divina.
   Ni que decir tiene que incluía a ____ desnuda.
—Espera un segundo. Voy al baño, ahora vuelvo.
   Ella se quedó pasmada, esperaba, después de varios días de inactividad, un aquí te pillo aquí te mato. Tenía que decir algo...
—A estas cosas, como decía mi madre, se viene «cagao y meao».
   Niall sonrió, estaba más que preparado, pero su «revelación» no podía llevarse a cabo sin ciertos útiles, a los cuales ya había echado el ojo.
   Así pues, se metió en el aseo y cogió lo que consideró oportuno.
MeliHoran
MeliHoran


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Lun 30 Sep 2013, 5:51 pm




Capitulo Cuarenta y cuatro



   Cuando lo vio aparecer medio minuto más tarde quedó claro que estaba más que preparado. Lo que no le cuadraba era el pequeño frasco que llevaba en la mano.
   Niall lo movió delante de sus narices y, con un gesto de la mano, indicó que pasaran al interior de la habitación.
—¿Alguna perversión que incluya el aceite de romero? —quiso saber ella, cerrando la puerta con un sutil empujoncito de su trasero.
—Quiero averiguar cómo te ganas la vida. Desnúdate.
—¡¿Qué?! —exclamó sin saber si echarse a reír o a llorar—. Estás de guasa — aseveró sin dejar de mirarlo.
—No. Venga, quítate la ropa, túmbate en la cama y empecemos. —Destapó el pequeño frasco y lo olió.
   ____ hizo una mueca, exigirle que se dejara de tonterías era perder el tiempo. Además... ¿qué podía perder?
—Como quieras.
   Apoyando una mano en la pared se inclinó para descalzarse y luego se sacó la camiseta por la cabeza. Después dejó caer su falda y esperó.
—¿Podrías colaborar un poquito? —preguntó él con cinismo.
—No pretenderás darme un masaje en la cama sin poner una toalla debajo — dijo como si fuera tonto, que lo era.
   Niall resopló y salió en busca de la maldita toalla. En medio minuto estaba de vuelta. La extendió sobre la cama y dijo:
—Ese tanga, fuera.
—No es profesional. Y por si no lo sabes te has olvidado de algo para taparme el trasero.
—Creo que a estas alturas no voy a ver nada que no haya visto, tocado y disfrutado antes —respondió con arrogancia.
—La toalla.... o no me dejo —lo amenazó, intentando no reírse.
—Te ibas a dejar de todas formas... Pero me has pillado benévolo, ahora vuelvo.
   Demostrando mucha más paciencia de lo que suele ser habitual en él hizo de nuevo un viaje al aseo.
   Su obediencia se vio recompensada al entrar y encontrársela tumbada, boca abajo, esperándolo sin un solo centímetro de tela sobre su cuerpo.
   Excelente, fue el pensamiento que prefirió no expresar en voz alta para no delatarlo.
—Seré sincero. No sé por dónde empezar —murmuró mientras se desabrochaba la camisa.
—No hace falta que te quites nada —dijo con tonito de guasa.
—Ni loco me voy a arriesgar a mancharme.
   Oh, pero qué hombre.
—Nos van a dar las uvas —lo apremió ella con choteo.
   Niall le puso la toalla en el culo de cualquier manera.
   Ella se recogió el pelo con una pinza.
   Él leyó la composición del aceite.
   Ella pensó en echarse una siesta.
   Él se sentó en un lado dispuesto a meterse en faena.
—Pero ¡qué coño haces! —chilló ella incorporándose sobre los codos.
   Tenía la espalda empapada y, si no se andaba con cuidado, iba a acabar pringada por más sitios.
—Pues echarte el aceite —respondió como si fuera tonta.
   Resopló antes de responderle.
—Nunca, repito, nunca se echa directamente sobre la piel. Primero lo pones en tus manos, por dos razones, principalmente: porque calientas el producto y porque suavizas tu piel y así evitas rozar la del cliente.
—Pues haberlo dicho antes —refunfuñó recriminándola por obviar tal cuestión.
   Vale, podía hacerlo. Así que se embadurnó convenientemente y puso las manos sobre su espalda. Frotándosela enérgicamente.
   Tan enérgicamente que ella protestó.
—¡Eh, cuidado! Que me despellejas viva.
—Cállate y déjame hacer.
   ____ resopló, vaya masajista que estaba hecho. Sus manos subían y bajaban por la espalda en sucesivos y rápidos golpes dados con el canto. Cuando se cansaba empezaba otro sufrimiento pues apretaba con los pulgares de una forma que terminaría por causarle alguna lesión.
   Así no había modo de relajarse ni de disfrutar ni de nada.
—Vale ya. —Se apartó para evitar así un más que posible dolor permanente de espalda.
—Así no hay manera. —Negó con la cabeza.
   Ella se levantó, se puso una camiseta de ésas tan deformadas que sólo sirven para dormir y lo miró antes de decidir qué hacer...
—Quítate los pantalones.
—¡Joder, qué ímpetu!
—Y túmbate antes de que me arrepienta.
   Niall hizo lo que le pedía y se colocó sobre la toalla, boca abajo. Al minuto le llegó el olor de algo extraño y miró a su alrededor para identificarlo.
—¿Esa mierda?
—No seas obtuso. —Sopló levemente para que se apagara la llama de la barrita de incienso y dejar que se fuera consumiendo poco a poco—. Hay que crear ambiente.
—Como se te ocurra poner un disco de sonidos del mar o similar...
—Tú te lo pierdes. Ahora calladito, estira los brazos, cierra los ojos y relájate.
—¿Por qué no te quitas esa camiseta? Aparte de horrenda tiene más gracia si me masajeas con las tetas bailando.
   Ella le dio un cachete en la nalga, por gilipollas.
—Empecemos.
   Colocó la toalla, tal y como hacía con todos sus clientes, y después se puso de forma que pudiera abarcar toda su espalda. Al no tenerlo sobre la camilla no le
quedó otra opción que subirse encima, sobre su trasero.
—Esto me gusta, aunque mejoraría sin la camiseta, claro.
   Ella puso los ojos en blanco, era de esperar tal reacción, los hombres son tan previsibles...
   Pasando por alto ese y los demás comentarios que estaban por venir, se puso a trabajar. Inclinándose hacia adelante comenzó en los hombros, presionando lo justo, extendiendo los dedos para rozar en cada pasada el máximo de piel, impregnando de aceite y suavizando la zona, al tiempo que los músculos se relajaban.
   Eran pasadas lentas, medidas, justas, certeras, para lograr su propósito.
   Repitió el proceso varias veces desde el exterior al interior, hasta juntar sus pulgares sobre la nuca y acariciar el nacimiento del pelo.
—Hum.
   Ella, que conocía sus cualidades como masajista, no se sorprendió ante su reacción. Iba por buen camino, lo sabía.
—Al final te quedarás dormido —murmuró ella en voz baja. Parecía como si ése fuera el objetivo.
—Hum. Intentaré no hacerlo.
   Y ella continuó con el masaje. Abandonó los hombros para concentrarse ahora en la columna, vértebra por vértebra. Eliminando todo rastro de tensión y sumiéndolo aún más en una especie de trance.
   Niall estaba tan sumamente relajado... no recordaba haber alcanzado ese punto nunca antes. Acudía periódicamente a un fisioterapeuta, pero no había punto de comparación. Aquello era aséptico, esto era sublime.
   ____ tenía unas manos prodigiosas. Sabía dónde y cómo tocar y esa mierda del incienso... ¡Joder, si hasta le estaba gustando! A partir de entonces, cada vez que oliera a lavanda, iba a empalmarse.
—Qué gusto...
   Ella no respondió a lo obvio y siguió a lo suyo.
   Bajó las manos hasta la zona lumbar y presionó con los dedos. Él se deshizo de nuevo bajo su toque maestro.
   Ahora podía entender por qué tenía una buena clientela: era la mejor, sin duda alguna. Sus manos estaban dejándolo fuera de combate. Era realmente un privilegio. Quizá tendría que replantarse su opinión sobre volver al pueblucho.
   Sólo por esas manos, podría merecer la pena. Bueno, las manos y el resto, porque había que reconocerlo, ____ era, con mucho, la mujer más interesante que había llegado a conocer. Y, teniendo en cuenta los hechos, conocerla, lo que se dice conocerla, la conocía muy bien.
   Pero, a ese pensamiento inicial basado únicamente en el sexo, le seguía otro más importante. Ella no sólo era buena en la cama, era buena en general. Puede que con un gusto peculiar en el vestir, pero en todo lo demás su forma de ser era irreprochable.
   Cuando dejó de sentir esas manos sobre su espalda abrió lentamente los ojos y giró la cabeza para comprobar si estaba sumido en un sueño.
   Se volvió para mirarla. Allí estaba, limpiándose las manos en la toalla, ajena a lo que acababa de hacer.
   Se incorporó hasta quedar sentado y a su altura. Estiró un brazo para acariciarle la nuca y atraerla hacia sí.
   Notó su sorpresa por ese gesto tan inusual como tierno en él, e incluso él mismo se quedó sorprendido. Pero hay veces en que los gestos instintivos delatan todo cuanto uno quiere esconder.
   Y Niall, en ese instante, no deseaba esconder nada.
   Acercó sus labios a los de ella con la intención de saborearla pero, y sin saber por qué, sintió la necesidad de mostrarse diferente, así que primero se los acarició
con el pulgar, dibujando su contorno para después, sin más dilación, besarla.
   No lo hizo como ella esperaba, de forma expeditiva y agresiva, sino suave, delicadamente, como si ella fuera lo más importante del mundo para él.
   ____ se dejó llevar, sintiendo cómo su odio crecía cada vez más, sintiendo cómo ese odio iba a traerle problemas, porque se conocía muy bien. Y él había logrado hacerle creer que era posible, que podía sentir y experimentar lo que tanto anhelaba para después, con toda posibilidad, hacerla despertar bruscamente de su sueño.
   Niall se dejó caer hacia atrás, arrastrándola consigo, hasta que ella quedó tumbada sobre él.










A la noche seguire subiendo :) ahorita me voy a comer
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Mar 01 Oct 2013, 7:26 pm

Capitulo Cuarenta y cinco

   Lo mejor era no pensarlo más, dejarlo estar, ya que, de no ser así terminaría por amargarse. Seguir con la teoría de Scarlata O’Hara era lo mejor.
   Se acomodó sobre él, siendo en todo momento consciente de su erección, que él insistía en hacer más evidente con sus descarados movimientos pélvicos.
   Podía hacerse la tonta. Podía sí, pero... ¿para qué?
   Él continuaba besándola, sin dejar de sujetarla por la nuca. Cosa que en el fondo no la disgustaba. Tenía en ese instante la sartén por el mango, estaba en una situación privilegiada y debía aprovecharse.
   Ahora fue ella quien se restregó con esa polla que pedía paso y, como era lógico, él gruñó o protestó, no estaba segura. Pero, como la asió con más fuerza, lo dio por bueno.
   Dejó de besarlo y se movió hasta poder acceder a su oreja. Ese tipo iba a saber lo que es bueno. Cuando alcanzó el lóbulo lo mordisqueó, lo lamió y lo atrapó entre sus dientes hasta que él no pudo más.
—Joder... dime que tienes los condones a mano.
—La duda ofende —le respondió con sorna susurrándoselo al oído.
   Algo que no hizo otra cosa que incrementar su excitación. Y ella sonrió al ver los resultados.
   Siguiendo con su papel de seductora agresiva, se dedicó a besuquearlo, de forma sonora, en el cuello, la garganta y en cada centímetro de piel que tenía a su alcance.
   Las manos de él se posaron en su culo con el evidente propósito de deshacerse del tanga, tarea que ella le facilitó.
—Pónmelo con la boca.
   Ella se apartó un instante para coger el pequeño envoltorio metálico y dejarlo a un lado, estratégicamente a mano y negó con la cabeza.
—¿Cómo que no? —preguntó él arrugando el entrecejo.
—No se me da bien. —¿Para qué omitir la verdad?
   Él la miró esperando que ampliara esa afirmación.
   Ella se encogió de hombros.
   Él dejó de magrear su culo.
   Ella le bajó los bóxers, liberando su erección.
   Él inmediatamente se olvidó de todo lo demás.
   ____ se deslizó lentamente hacia abajo y, cuando estaba a sus pies, se deshizo de la cuestionable camiseta con un movimiento seductor y coqueto.
—Suéltate el pelo —gimió él, mirándola intensamente—. ¡Hazlo!
—Uy, qué exigente estamos hoy, ¿no? —se guaseó ella.
   Pero no lo hizo esperar. Mientras se colocaba de nuevo encima de él, aprovechó para contonearse contemplándolo y sin apartar la mirada.
   Aquello hacía tiempo que había dejado de ser sólo sexo.
   Pero no era el momento idóneo para averiguarlo.
   Niall, impaciente como siempre o como nunca, tanteó con la mano hasta encontrar el preservativo, no quería apartar la mirada de la mujer que tenía encima. Joder, lo estaba volviendo loco, en más de un sentido, aunque, si tenía que concretar, estaba volviendo loca a su libido.
   Se las apañó para enfundárselo sin quitarle ojo.
—Dime que va a ser memorable —murmuró él cuando la tenía a tiro. Un empujoncito y estaría en la gloria.
—Mejor que eso: inolvidable —aseveró con voz sugerente.
   Él no puso en duda tal afirmación.
   Niall colocó ambas manos en su cintura para guiarla, pero sobre todo para no demorarlo más. Ella, hábil como siempre, agarró su erección y, sin pestañear, se colocó de forma precisa para ir bajando jodidamente despacio, según él; deliciosamente lento, según ella.
—Esto no ha hecho más que empezar. Aguanta un poco —dijo ella al ver su expresión de absoluta felicidad.
—Lo intentaré —prometió él dispuesto a ello—. Salvo que empieces a apretarme y a exprimirme. —Parecía una protesta pero de ningún modo lo era, estaba encantado.
   Ella, inclinándose hacia adelante le lamió los labios y apretó sus músculos internos, una, dos, tres veces para conseguir que él jadeara y de paso clavara los dedos en su cintura.
—Con intentarlo no vale.
—Pues dame algo con lo que distraerme —pidió él, bajando la vista a sus apetecibles y tentadores pezones.
   Ella siguió la dirección de su mirada y satisfizo de inmediato su deseo, posicionándose para que él succionara a sus anchas su duro pezón.
   A partir de ese instante comenzó uno de los movimientos más primarios y excitantes de todos los tiempos. Ella llevaba las riendas, montándolo a su antojo. Cuando lo estimaba oportuno lo hacía con rápidas y enérgicas oscilaciones pélvicas. En otros momentos, se balanceaba hacia adelante y hacia atrás sin ejercer presión, sólo el roce mínimo.
—Joder, no me canso de chupártelos —gruñó él, con la voz amortiguada. Ni loco iba a soltar su entretenimiento. Como mucho cambiaba del derecho al izquierdo.
   Ella estaba haciendo todo lo posible para demorar la llegada a meta, él se dio cuenta, pero le importaba un pimiento. Era el primer interesado en no correrse a las primeras de cambio, estaba gozando como nunca al tiempo que le daba placer a ella.
   Todo era casi perfecto.
   Niall dobló las piernas para poder afianzarse bien y empujar cuando veía que ella aminoraba el ritmo. En aquella postura, ____ podía recostarse hacia atrás y ofrecerle una panorámica indescriptible.
    Así que la guió hasta colocarla de tal modo que ella apoyó la espalda en sus rodillas. Después, sintiéndose más ágil que nunca, se incorporó hasta quedar sentado, frente a frente.
   Y de nuevo la sujetó de la nuca y la atrajo hacia sí para besarla.
   Ella gimió contra su boca, resultaba tan sumamente increíble estar unidos por dos sitios al mismo tiempo... algo que siempre deseaba pero que con Juanjo, tan aficionado al simple misionero y a jadear en su oreja, no podía llevarse a cabo.
   Y Niall besaba estupendamente, sabía controlar la presión para no ahogarla al tiempo que le dejaba espacio para que pudiera ser ella quien controlara la intensidad.
—Me estás volviendo loco —gruñó él entre empujón y empujón.
   Ella sonrió contra sus labios y, para que no tuviera ninguna duda, lo mordió.
—Y voy a seguir haciéndolo —jadeó ella en respuesta, completamente convencida de sus palabras.
   ____ estiró las piernas, en una postura casi imposible de aguantar demasiado
tiempo. Él la sujetó inmediatamente y sus ojos que quedaron clavados en el punto exacto donde sus cuerpos se unían.
   Si, hasta aquel instante, las cosas se podían definir como increíbles, ahora pasaban a ser impresionantes, inmejorables, indescriptibles...
   Perfecta sincronización, acoplamiento y sensaciones a flor de piel.
   Todo era favorable para ambos, para alcanzar el clímax juntos, para dejar de jugar al gato y al ratón, para poner los pies en la tierra...
   Niall dejó de sujetarla con una mano para recorrer la distancia que separaba su cuello de su pubis y presionar decididamente su clítoris, en aquella posición podía friccionarlo sin dificultad y añadir un toque extra a todo aquello.
   Por nada del mundo permitiría que ____ se quedara a las puertas del orgasmo, después de ese masaje magistral y de... ¡qué coño! de todo lo que esa mujer era y hacía.
   Puede que siempre se preocupara de que tal circunstancia no llegara a pasar, pero, en aquella ocasión, el motivo era bien diferente. Quería algo más para ella, iba a correrse sí, pero deseaba algo inolvidable e irrepetible.
   Quizá estaba abriendo la puerta a un sentimiento peligroso que hasta el momento ni se había molestado en plantearse, más que nada por considerarlo innecesario.
   ____ lo hizo de nuevo, presionó sus músculos internos apretándole la polla con tal fuerza que apretó los dientes para no adelantarse, aunque ya no le quedaba margen para maniobrar.
—Dime que estás a punto de correrte —exigió mientras respiraba profundamente, sentía esa presión previa que indica que no puedes más.
—No... No hables —pidió ella resollando—. Que me desconcentras.
   Él advirtió el tono medio burlón de sus palabras, pero estaba claro que no iban en serio, ella estaba tan sudorosa como él, con la respiración errática, con todo el cuerpo en tensión...
   Ella lo atenazó con las piernas y después se relajó. Cerró los ojos y lo esperó en silencio.
   Él no se demoró mucho más, apenas treinta segundos después. Como si sus músculos se hubieran convertido en gelatina, se dejó caer en la cama. Ella no fue suficientemente rápida para caer con dignidad.
—Joder, lo siento... —susurró sin ni tan siquiera mover un dedo por ayudarla.
   Estaba demasiado absorto en su placer poscoital como para ser galante.
   ____ se recompuso, pero tampoco mucho. Se tumbó poniendo los pies en la almohada junto a la cabeza de él.
   También tenía derecho a su momento poscoital, a saborearlo, a recrear en su cabeza las mejores jugadas, a cerrar los ojos y olvidarse de todo lo demás.
   No merece la pena estropear un instante así con preocupaciones que, seguramente, no se resolverán por mucho que lo deseara.
MeliHoran
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Mensaje por MeliHoran Mar 01 Oct 2013, 7:39 pm

Capitulo Cuarenta y seis

   Niall, ya recuperado, abrió los ojos, giró la cabeza y se encontró con unas uñas pintadas de color rojo fuego y, claro, su mano cobró vida propia.
—Debo decir que no me extraña que tengas clientela fija.
   Ella hizo una mueca, tal y como lo decía, insinuaba algo que cualquier mujer respondería con un guantazo como mínimo, pero ni quería, ni le apetecía perder el tiempo.
   Mejor olvidar lo de piensa mal y acertarás.
—Pues sí —respondió tan pancha.
—Lo que no entiendo es que te paguen una mierda. Estás infravalorada.—  Acompañó sus palabras con un suave masaje en los tobillos.
—Tal y como están las cosas, tengo trabajo, así que mejor ni me quejo.
—Si fuera tú me ponía por mi cuenta.
—¿Crees que no lo he pensado? —____ cambió de postura pero sin apartar los pies. Era agradable recibir esas atenciones—. Pero cualquiera va a un banco a pedir dinero... esa gente no se estira ni en la cama.
—Pero... si no te arriesgas... —murmuró distraído. La conversación sobre el futuro laboral de ella le importaba, o le debía importar, muy poco. Lo que realmente resultaba relevante es lo a gusto que se estaba una tarde de sábado, desnudo, después de un buen polvo y con altas expectativas de follar de nuevo.
   ____ optó por no seguir ese camino. Compartir su cuerpo con él no significaba compartir ni sus ideas ni sus sueños. Al fin y al cabo Niall no era más que un «accidente» o un «pasatiempo», cualquier otro sustantivo similar servía.
—Deberíamos levantarnos y.... —Él la detuvo besándola en la pantorrilla.
—Ni lo sueñes. —Más besos. Más caricias. Y su mano cada vez más arriba—. Tengo otro par de cuestiones que hablar contigo.
   Ella se echó a reír ante el tono tan prosaico utilizado.
—¿Pretendes que tengamos una conversación seria con el culo al aire?
—Creo que tener el culo al aire es una condición indispensable —aseveró él mientras cambiaba de posición hasta ponerse junto a ella, es decir, en sentido contrario.
—¡Oye! —protestó ella al sentir cómo le rodeaba la cintura con los brazos y la pegaba a él—. ¡Que corra el aire!
—Desde hace un tiempo tengo una duda que me quita el sueño —dijo haciéndola reír.
—Eso es que eres mala persona y tienes cargo de conciencia —le replicó moviéndose un poco para fingir que estaba molesta ante esa postura tan marcadamente íntima. No eran confidentes, ni siquiera amigos.
—No es eso. Me preocupo por ti —continuó él en tono suave—. Por eso me ofrezco voluntario.
   Ella se giró para quedar frente a frente.
—¿Voluntario? ¿Para qué? —preguntó con desconfianza.
—Te conozco y por eso es mejor que durmamos juntos.
—¿Otra vez con eso? —preguntó ella, algo molesta—. Se supone que doy patadas y te quito la sábana —le recordó. Era preferible quedar como la mala de la película que enfrentarse abiertamente con él.
—Y mueves la almohada unas mil veces —apostilló él.
—Eso es para buscar el lado fresquito —se defendió ella.
—Bueno, da igual. El caso es que pienso en qué pasa cuando en mitad de la noche, te despiertas.... —Hizo una pausa para que ella fuera asimilando las palabras y así allanar el camino para convencerla—.... Acalorada... —Otra pausa calculada—.... Cachonda perdida y... estás sola... sin nadie que calme esa inquietud... — Ella se contenía para no reír pero a él eso no lo detuvo—... Por eso, si duermo contigo...
—Gracias. Tu preocupación me conmueve —dijo irónica.
—De nada. Para eso estamos —añadió encantado.
—Pero te recuerdo que de mis necesidades me ocupo yo —espetó orgullosa—. Mi mesilla de noche está bien equipada y si ocurre tal circunstancia dispongo de un estupendo vibrador.
—¡No jodas! —Él se incorporó—. Eso tengo que verlo.
   Niall se inclinó hacia adelante para poder llegar hasta la mesilla misteriosa
 «resuelveimprevistos».
   Ella se pegó a su espalda y observó cómo abría el cajón para no encontrarse más que un bloc de notas, pañuelos de papel y un par de gomas para el pelo.
—¡Me has mentido! —La acusó volviéndose para mirarla.
—Mira que eres bobo.
   Se levantó y caminó hasta su armario. Abrió una de las puertas y sacó un pequeño neceser que dejó en la cama y lo empujó hacia él.
   Niall lo agarró inmediatamente pero se dio cuenta de un pequeño detalle: estaba bien cerrado, con una de esas malditas cerraduras de combinación.
—Vivo con una adolescente bastante curiosa. ¿No esperarás que deje esto en cualquier sitio y al alcance de cualquiera?
—¡Ábrelo! —exigió, mostrando su impaciencia.
—Al menos podrías engatusarme para que te dé la clave —murmuró ella, un pelín decepcionada. Hasta hizo un puchero a lo niñata consentida.
   ____, ante la impaciencia que mostraba, se apartó un poco para que él no le arrebatara el maletín.
—Supongo que sesenta y nueve no es la combinación —apuntó él, sonriendo.
—Lo tendré en cuenta cuando la cambie —murmuró sin mirarlo.
   Ambos oyeron el clic, pero ella, para darle emoción al asunto, fue levantando la tapa como si se tratara del cofre del tesoro.
   Él, al instante, fijó la vista en lo que ella le mostraba.
—Joder, voy a tener serios problemas para decidirme —estiró el brazo y cogió un par de dedales de silicona, uno verde con estrías y otro azul con bultitos—. ¿Para qué cojones sirve esto?
—Tantos estudios y mira... —Ella agarró el verde y se lo colocó en el dedo índice—. Si quieres dar un significado diferente al verbo «estimular» necesitas esto. Y, para darle pruebas, se llevó el dedo enfundado a la boca, lo chupó y después le recorrió su erección, presionando lo justo para que las estrías rozaran su sensible piel.
   Cuando él estaba en lo mejor, ella, de repente, dejó de tocarlo, se quitó el dedal y lo dejó en su sitio.
—Entendido. Deduzco entonces que también puedo utilizarlo yo. Pero... no sé, con ese consolador fucsia... —Hizo un gesto con la mirada—... Me resulta imposible pasarlo por alto.
—¿Consolador? Mira que eres antiguo.
—¿Antiguo? Pero ¿qué dices? —preguntó él a su vez totalmente descolocado.
   Puede que no fuera un cliente asiduo de sexshops; pero tenía ligeras nociones de lo que allí se vendía.
—Sí, un antiguo de cuidado. No es un consolador. Esa palabra está denostada, propia de una sociedad falocéntrica y machista.
—¿Perdón? —Ahora sí que estaba perdido.
—Es un dildo o un vibrador en caso de que vibre. Pero consolador... ¡Por favor!
—Está bien. Como quieras, cuando estoy desnudo no me gusta entablar discusiones semánticas. —Cogió el artilugio de la discordia y lo examinó—. Me gusta. Nos quedamos con éste. —Lo movió un par de veces, como si quisiera comprobar su resistencia. Después giró la base y notó el cosquilleo en la palma de su mano—. Te lo tienes que pasar bomba con esto; cuando lo utilices, sé buena y avísame.
—Qué predecible, por Dios. —Se lo arrebató de la mano y lo puso dentro del maletín—. Son mis juguetes y, por lo tanto, elijo yo.
   Buscó en ese neceser tan bien equipado y sacó un aro de goma.
—Joder... ¿Eso es un pato?
—¡Qué listo eres! ¡Cómo se nota que tienes estudios! —se guaseó ella—. Es un anillo para el pene y sí, en el pato, hay una bala vibradora.
—Interesante...
—A mí me parece uno de los mejores inventos del mundo. —Lo estiró entre sus dedos y después señaló el interior de la caja—. Coge un condón y... —Se inclinó hacia él para sugerirle—: ... Si te atreves...
   Él, que se percató del reto lanzado, no quiso amilanarse.
—Tengo una duda.... —Ella sonrió y él, taimado como siempre, remató la jugada—. Y ¿si no me vale?
   ____ se echó a reír pero replicó:
—Eres demasiado estándar, titi, pero te revelaré un secreto... —Bajó la voz para completar la frase—: Es elástico.
   Él lo cogió, miró de reojo el patito y dudó si ponérselo con la bala vibradora hacia arriba o hacia abajo. Así que preguntó:
—¿Cómo lo prefieres? —Rompió el envoltorio del condón y sacó uno... ¿Negro?—. Joder, mi polla va a salir en el Libro Guiness de los récords con tanto adorno.
   Ella estalló en carcajadas.
—Podemos variar... Moverlo un ratito tú, un ratito yo.
—Como quieras —aceptó cuando terminó de ponerse todo—. En mi vida imaginé que terminaría con algo así... —Negó con la cabeza—. Porque es de mal gusto hacerse fotos con el móvil, que si no...
—¡Qué buena idea! Espera, que lo tengo por aquí.... —Él la detuvo agarrándola de un brazo—. Vaaaaaale, nada de móviles. ¡Qué aguafiestas!
—Si miras con atención mi polla creo que deberías reconsiderar tu opinión. Y ahora, si eres tan amable... —Se puso de rodillas, con las manos en la cintura y adelantó la pelvis—. Haz los honores, enciende esto.
   Ella se inclinó, arqueando la espalda más de la cuenta, y buscó el botón que ponía en marcha el dispositivo, a la par que lo giraba para estimular sus testículos.
    Lo escuchó inspirar con fuerza y protestar entre dientes, pero en ningún momento se apartó.
—Joder... nunca me habían puesto algo vibrando en las pelotas...
—Eso es porque seguramente vas con estiradas y aburridas.
   Niall no podía negarlo, así que prefirió hacer oídos sordos y centrarse en la mujer que estaba ahora con él y no acordarse del resto.
   Él tenía intención de tumbarla y así compartir la vibración, pero ella se lo puso difícil, cosa que no lo sorprendió.
—No es el momento de acrobacias —arguyó él semitumbado sobre ella.
   ____ puso los brazos a modo de escudo, pero él se las ingenió para irse colocando adecuadamente, frotándose contra ella, abriéndole las piernas y consiguiendo su objetivo.
   Ella estaba mojada y por lo tanto lista para recibirlo. La observó cerrar los ojos cuando la penetró completamente.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por MeliHoran Mar 01 Oct 2013, 7:49 pm

Capitulo Cuarenta y siete
   Él quiso hacer exactamente lo mismo para no mirarla, para seguir fingiendo que esa mujer no era nada, para no continuar almacenando en su memoria instantes como aquél, no sólo de placer básicamente sexual, sino de auténtica conexión.
   Pero no lo hizo. Mientras continuaba penetrándola a su ritmo, con embestidas profundas y lentas, no apartó la vista de ella.
   ____ pareció rendirse y abandonar su actitud peleona cuando echó los brazos hacia atrás y arqueó la pelvis para que él no encontrara ninguna barrera y dejó que él fuera quien llevara las riendas.
   La vibración continua le marcaba el ritmo y, cada vez que se enterraba hasta el fondo, ella lo notaba en la zona del perineo y se alzaba en busca de aquel contacto, moviéndose contra él de una forma increíblemente satisfactoria.
   ¿Cómo olvidarla?
   ¿Cómo volver a su rutina habitual?
   Ella gimió, de esa manera natural que tanto le gustaba, sin fingimientos, y se aplicó aún más. Metió la mano entre los dos cuerpos hasta poder girar la bala vibradora para que ésta diera de pleno sobre su clítoris.
   Nada más hacerlo, ella empezó a jadear con más fuerza, a morderse el labio inferior, a tensar todas las articulaciones... Estaba a un paso de correrse.
   Él aumentó el ritmo, se movió como nunca, dando cuanto tenía sin preocuparse de sí mismo.
   Y ella se corrió en poco más de dos minutos arrastrándolo a él también al orgasmo.
   Él lo supo en aquel instante.
   Se apartó de ella y se quitó los abalorios de forma brusca, como si le molestara haber pensado durante un segundo que las cosas no siempre salen como uno planea.
   ____ no se sorprendió ante su actitud, estaba más que acostumbrada a sus salidas de tono, así que se encogió de hombros. A saber qué era esa vez.
   Desmadejada en la cama, se planteó la opción de dejarlo plantado, por arrogante. Pero su cuerpo necesitaba unos minutos de descanso, igual que su mente, aunque, en realidad, ése era otro cantar. La mejor opción para no hacer ninguna lectura de lo que había ocurrido no sólo hoy, era optar por entablar una conversación banal.
   Podía dejarlo tranquilo pero había una duda...
—¿Cómo es que no estás casado?
   Él la miró de reojo.
—¿A qué viene esa pregunta? —demandó con voz anodina.
—Bueno, a tu edad es lo más normal, ¿no?
—Ya estamos otra vez con mi edad —murmuró sin importarle. Estaba acostumbrado y hasta le hacía gracia.
—Contéstame.
—Estuve a punto, pero ella me dejó —respondió con voz monótona, como si le aburriese el tema.
—No me extraña.
—Sabía que ibas a decir eso.
—Y ¿por qué te dejó?
   Podía mentir, podía cambiar de tema o podía hablar de ello.
—Bueno, en primer lugar supongo que uno no se compromete con la hija del jefe sólo por quedar bien —reflexionó en voz alta. Quizá contarle a ____ lo sucedido era una forma de analizar sus errores—. Ni ella me quería ni yo la quería a ella. Fue algo que nos convenía... estaba todo más o menos organizado.
—¿Te dejó por otro? —preguntó ella. Cambió de postura en la cama y se puso boca abajo.
—¿Por qué siempre pensáis eso? —Ella lo miró como diciendo: «A mí no me la das»—. Sí, está con otro. —Se pasó una mano por el pelo antes de continuar, ahora venía la parte más extraña y difícil de entender—. Cosa que no entiendo. Siempre fue una estirada y una estrecha. —Permaneció sumido en sus propios pensamientos, hablaba como si ella no estuviera a su lado en la cama—. Joder, conmigo fingía siempre, para llevármela a la cama tenía que hacer una instancia... y luego resulta que va y se liga a un jugador de fútbol conocido por tirarse a todo tipo de modelos y mujeres experimentadas. Nicole conmigo lo hacía a oscuras, de prisa y sin decir una palabra y luego... termina con un...
   ____, al oír ese nombre, se quedó callada. ¿De qué le sonaba?
—¿Has dicho Nicole? —preguntó de repente, más interesada—. ¿Un jugador de fútbol?
—Sí, ¿por qué?
—¿Cómo se apellida ella?
   Él dejó su actitud despreocupada y se giró para mirarla. ¿A qué venía tanta pregunta?
—Sanders —pronunció el apellido con cautela, preparándose para lo peor.
—¡No jodas! ¡No puede ser! —Ella se incorporó sobre sus rodillas y su expresión, a medio camino entre la incredulidad y la diversión, lo molestó.
—¿Por qué no puede ser? Y, a todo esto, ¿la conoces? —preguntó, contemplando esa remota posibilidad.
—¡Todo el mundo la conoce! ¡Cielo santo! ¿Era tu novia? ¿Seguro? —Él asintió—. Cada vez que la veo en las revistas con ese tipo. Hum. ¡Qué envidia! Sale con un hombre que está para comérselo. Todas nos quedamos de piedra cuando nos enteramos de que Scavolini se había liado con una desconocida y que por lo visto van en serio. ¡La envidia me corroe! Ese tío está que cruje. ¿Tú lo has visto? ¡Qué cuerpo! ¡Lo que yo haría con él!
   Ante tal entusiasmo, él se enfadó.
—Oye, por si no lo sabes, es de mal gusto mostrar ese fervor por un hombre estando con otro en la cama. —Aunque le faltó añadir: «Con el que acabas de follar».
—Pero es que Scavolini es... ¡No tengo palabras! Por cierto, ¿lo conoces?
—Lo he visto un par de veces —respondió sin abandonar su enfado.
—¿Sí? ¿De verdad? —Y lanzó uno de esos gritos que dan las mujeres cuando están extrañamente emocionadas por una tontería—. ¿Podrías presentármelo?
   Niall tuvo que contar hasta diez para no responder de forma grosera.
—Ahora mismo lo llamo —respondió con sorna.
—Ay, hijo, ¡cómo te pones! Entiende que a una, cuando ve a un hombre así en las revistas, se le dispare... ¡Todo! 
—¿Sabes? Tu actitud me está empezando a tocar los huevos —dijo él, incorporándose para demostrar a esa entusiasta de los novios ajenos quién era él y lo feo que estaba emocionarse con otros.
—Oye, oye... que te veo venir —le advirtió ella, intentando pararle los pies.
—No te hagas la difícil, hasta el momento nunca te has resistido...
—Deja las zalamerías para otro momento. Es tarde, será mejor que nos levantemos y...
—Como quieras —abandonó su tono meloso para ordenar—: Ábrete de piernas.
—Sólo te falta decir: «Vamos a follar como locos» —apuntó ella, imitando su voz.
—¿Cómo puedo negarme?
   Esbozó una sonrisa y ella perdió de nuevo la capacidad de decir que no. Si, siendo un pedante, caía rendida, ¿cómo iba a resistirse cuando le sonreía?
   Así, unos veinte minutos más tarde, estaba de nuevo desmadejada en la cama, más cansada y con menos ganas de levantarse y vestirse.
   Pero de nuevo satisfecha, al menos sexualmente hablando, porque en lo que a carácter y voluntad se refería tenía serias dudas sobre sí misma.
   Niall, por su parte, también permanecía tumbado y completamente relajado. Es lo que tiene follar tres veces en una tarde, te deja calmado y sin fuerzas para discutir. Más propenso a la negociación.
—Tengo una duda —planteó la cuestión al acordarse de cierta conversación que había escuchado.
—Ya estamos otra vez... —protestó ella—. Tú y tus dudas. ¿Qué mosca te ha picado ahora?
   Él se arrimó a ella, no porque pensara que así conseguiría mejor información, sino porque se estaba como Dios y, ya que ella siempre se mostraba tan reacia a esos momentos, cualquier excusa resultaba buena.
—Me pregunto... —Se pegó a ella todo lo físicamente posible—. ¿Cómo te lo montas, en el pueblo, quiero decir, para ligar? Aquí no hay mucho donde elegir.
   A ella le sorprendió que sacara ese tema, no entendía el propósito y tampoco sabía muy bien cómo responder sin delatarse.
—Te recuerdo que trabajo fuera del pueblo.
—Ya, pero aun así... —Niall sabía muy bien cómo sembrar la duda, en eso jugaba con mucha ventaja—... Todo se sabe y, bueno... no hay mucho donde elegir.
—Oye, eso no es asunto tuyo —espetó molesta.
—No estoy de acuerdo. Mi hermana vive contigo, no creo que sea una influencia recomendable ver cómo traes hombres a casa —argumentó siendo deliberadamente dañino.
—¡Yo no traigo hombres a casa! —aseveró en actitud defensiva.
   Intentó soltarse, pero él la tenía bien amarrada.
—Eso ya lo sé —apuntó conciliador—. Por eso te pregunto, ¿dónde te lo montas? ¿En los asientos traseros? ¿En algún hotelito cutre?
—¡Cabrón!
   Se levantó furibunda y agarró su ropa. Se vistió apresuradamente pero cuando iba a abrir la puerta dispuesta a salir de allí, él la sujetó por la cintura. Como era lógico se revolvió para liberarse pero no lo logró.
   Niall consiguió apaciguarla. Ya sabía todo lo que necesitaba saber.
—Lo siento —murmuró, besándola en la nuca—. No es asunto mío —añadió, no siendo del todo sincero. Por extraño que pareciera, le molestaba que la gente creyera que ____ era algo que distaba mucho de ser, aunque seguía sin entender por qué ella jugaba al parchís y se comía una pero no contaba veinte.
   Ella se quedó allí, parada, sin fuerzas para luchar, sin ganas de responderle pero con el firme propósito de salir cuanto antes de esa habitación y no volver a dejarse engatusar.
   Era una promesa hecha a sí misma que debía cumplir, costase lo que costase.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por loa Miér 02 Oct 2013, 1:14 pm


ahhh me encantaaaaaa me encantaaa Falta tan poco tan pocoooooo ahhhhhh 
plisss sigelaaa sigelaaa 
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Miér 02 Oct 2013, 9:34 pm

Capitulo Cuarenta y ocho

   La noticia que llevaba esperando desde hacía más de tres semanas por fin se produjo. El notario esquivo había regresado de vacaciones y estaba dispuesto a atender su caso cuanto antes.
   Él ya tenía todo preparado, redactado según su conveniencia y, por supuesto, se había preocupado de que el notario no tuviera ninguna objeción a su propuesta. El abogado del viejo, un hueso duro de roer, también había hecho sus deberes, empeñado en que cambiara de opinión.
   Podía haber dudado durante breves instantes, en especial esos instantes en los que no pensaba con la cabeza adecuada. Pero luego, en frío, siempre volvía a su idea original.
   Preparó los documentos y los guardó en su maletín de piel. Su maleta ya estaba lista junto con su portátil. Ni que decir tiene que nada más conocer la cita se había preocupado de reservar su billete de avión para poder regresar a su vida, a su rutina y a su trabajo.
   Nunca antes se había tomado tantos días libres, y puede que nunca volviera a permitirse tal lujo.
   Con todo lo necesario debajo del brazo acudió a su cita en el despacho del notario.
   Una vez allí, el señor López lo recibió e intentó de nuevo convencerlo para que aceptase los términos estipulados en el testamento, pero se mantuvo firme.
—Pase, el señor notario lo está esperando —dijo la secretaria y los acompañó hasta la oficina principal, donde recibían a los clientes.
   A Niall no le sorprendió el mobiliario clásico, ni las estanterías llenas de volúmenes encuadernados y numerados o la gran mesa oval rodeada de sillas tapizadas en cuero granate.
   Una vez acomodados, el notario leyó las disposiciones que ya conocían tanto Niall como el señor López. Una vez acabada la lectura, abrió su portafolios y, de manera mecánica, entregó una copia al abogado de su padre y otra al notario del acuerdo que proponía.
—Creí que durante estos días habría recapacitado —le recriminó el señor López. 
—Legalmente puede que no se pueda poner ni un solo impedimento, pero moralmente.... —Ése fue el comentario del notario.
—He redactado con claridad todos los términos, sin ambigüedades ni dobles sentidos para que todo pueda llevarse a cabo de forma sencilla y mi intervención, una vez finalizado este acto, no sea necesaria.
—Está bien, no le demos más vueltas —arguyó el notario. Estaba claro que no era amigo de discusiones bizantinas.
—Pensé que en el último momento recapacitaría —dijo el abogado de su padre una vez a solas.
—Créame que todo ha sido estudiado debidamente —respondió impaciente por salir de allí—. Ahora, si me disculpa.
—No se parece nada a su padre.
—Eso intento —murmuró dispuesto a guardar las formas, pero con ganas de cerrar ese capítulo de su vida.
—Él hubiera querido que los dos hermanos estuvieran juntos, por eso lo nombró tutor de Julia. Veo que estos días no han servido para nada. Al escuchar los rumores que circulan pensé que tal vez...
—¿Rumores?
—Todo el pueblo habla de ello. De usted y de ____. Ha ido todos los días a buscarla a su trabajo, la ha acompañado en público.
—¿Y? Sólo he sido educado con mi anfitriona —respondió a la defensiva.
    Cosa que no hizo, si no confirmar los rumores, sí al menos darles más consistencia.
—Como quiera. No voy a abrirle los ojos si se empeña en negar lo obvio. Buenos días.
   El señor López lo dejó con la palabra en la boca. Si pensaba que con esa despedida iba a conseguir hacerlo recapacitar, iba por mal camino. Intentar inocular el gusanillo de la duda no era una artimaña eficiente con él. A esas alturas de su vida estaba curado de espanto.
   Una vez fuera del despacho se acercó al coche y dejó dentro todos los papeles. Ahora ya era libre para irse, sólo tenía que esperar menos de veinticuatro horas y de nuevo estaría en su casa.
   Bien podía recoger los bártulos y buscarse un hotel, cerca de Barajas, para pasar la última noche, pero por alguna extraña razón prefería dormir en la casa que había sido su hogar en el último mes.
   Las noticias corrían rápido y a última hora de la mañana, en la peluquería ya se sabía que el notario había recibido al inglés y que éste había dejado los asuntos resueltos. Es lo que tiene tener a la mujer y a la secretaria del notario como clientas.
   Por no mencionar a una recepcionista aspirante a peluquera, como Celia, dispuesta a informar a todo el mundo a la hora del aperitivo.
—Por lo visto ya ha terminado sus asuntos aquí —comentó Martina como dejándolo caer.
   ____ se encogió de hombros. Era un final anunciado.
—Pues sí —murmuró sin prestar demasiada atención. Bastante tenía ya con ese malestar interior como para encima hablar de ello en el trabajo.
—Y ¿no lo vas a echar de menos? —Su jefa siguió a lo suyo.
—Creo que debería limpiar el cuarto de atrás.
—Déjate ahora de limpiezas, hasta las cuatro tienes tiempo de sobra de adecentarlo —arguyó Martina, deseosa de saber todo lo que pudiera de la relación de su empleada con el inglés.
—Pues entonces creo que sería bueno hacer inventario, nos estamos quedando sin algunas referencias y...
—Deja de buscar excusas. Todos en el pueblo hablan de ti y de él. Así que vamos... desembucha ya.
—No hay nada que contar —replicó, hastiada del tema.
—Ya claro, y yo me chupo el dedo. Vive con vosotras, no se separa de ti en público, te deja su coche, te viene a buscar... —A medida que enumeraba las pruebas, su voz iba en aumento y en tono escéptico. ____ iba lista si pensaba ocultar lo obvio—. Y, además, tu ex novio está todo el día rondándote, preocupado por ti. ¿Qué les das, hija mía?
   «Desde luego, ¡qué suerte tengo!», pensó, resignada. Tenía que buscar una manera de librarse de su jefa y al mismo tiempo darle alguna información para que dejara de atosigarla.
—No lo sé, la verdad —reflexionó en voz alta. Lo cierto es que era buena pregunta.
—Pues deberías. Una no tiene a dos partidos como ésos pululando alrededor así como así.
—Será que no les hago caso y, ya sabes, a los hombres les encanta eso de sacar el cazador que llevan dentro.
—Hum, podría ser pero... no, con tanta lagarta suelta dispuesta a dejarse cazar... no me salen las cuentas. Además, he visto cómo te mira. El inglés quiere algo más.
—Lo único que quiere es llegar a casa y tener la comida en la mesa. Y como tiene tiempo libre, para no aburrirse viene a recogerme. Estoy segura de que mañana se larga. —No hizo falta mentir para tal aseveración.
—Mira que sois tontas las chicas de ahora. ¿Qué te cuesta engatusarlo un poco? No me extraña que estés soltera, si vas por ahí poniendo pegas a todo...
—Estoy bien así.
—Eso decís todas para creeros esa tontería de que es mejor sola que mal acompañada. ¿Quién va a calentarte por las noches?
—No digas bobadas. ¿Pretendes que aguante a un tipo, aunque no lo soporte, sólo para que me caliente por las noches? —preguntó sin dar crédito a sus palabras.
—Si eres un poco lista sabrás llevarlo a tu... terreno. Ya sabes a lo que me refiero.
—Claro que lo sé, y no puedo entender cómo me dices algo así —bufó ____ exagerando un poco. De esa forma tenía la excusa perfecta para indignarse cuanto quisiera y esconderse en la trastienda.
   Cuando se batía en retirada oyó la campanilla de la puerta y, por un acto reflejo, se giró.
   El que faltaba para el duro, pensó haciendo una mueca.
—Buenos días.
—Celia aún no ha vuelto de almorzar. Pero si quieres puedes esperarla aquí — dijo Martina.
—No, he venido a hablar con ____.
—Genial —murmuró entre dientes la aludida.
—De acuerdo, pasad al cuarto de atrás, está libre.
—¿Ocurre algo? —preguntó ella nada más cerrar la puerta. Para estar distraída empezó a ordenar los frascos de cremas.
—No. Claro que no, sólo quería hablar contigo.
—¿De qué?
—Verás... tengo un pequeño problemilla con Celia.
—¿Necesitas consejo? —Aquello tenía guasa: su ex pidiéndole consejo.
—Sí. Es que... bueno, verás... es que quiero... llevarla a un sitio... especial.
   Qué tierno. ____ dejó el trapo a un lado y lo abrazó. Juanjo era así, un poco brutote por fuera pero un osito de gominola por dentro.
—¿Cómo de especial?
—Ya sabes, uno de esos sitios que os gustan a las chicas —apuntó incómodo.
   Y ella entendía la razón, cuando estaban juntos nunca le había propuesto algo así. Pero no era el momento de recriminaciones sobre algo que ya formaba parte del pasado.
—Haz una cosa, reserva dos noches en el parador, a Celia le encantará eso de tener una excusa para vestirse de gala. Te la llevas a cenar y después pasáis la noche en una suite —sugirió recordando su metedura de pata. Al fin y al cabo, contaba como experiencia.
—¿Al parador? Pero ¡si está aquí al lado! Joder, yo pensaba en otra cosa.
—¿Para qué te vas a dar una panzada de conducir, teniendo un joya aquí mismo? Hazme caso. —Le dio unas palmaditas en el brazo. Conociendo a Celia estaba segura de que alucinaría—. Llévala allí y pasadlo bien.
—Eres un sol. —Ahora fue él quien la abrazó.
—¡Guarra! ¡Zorra! ¡Lo sabía! —gritó Celia a pleno pulmón no sólo para destrozarles los tímpanos sino para que la oyera el mayor número posible de gente.
—Cálmate —pidió Juanjo—. No es lo que parece.
   ____ se tapó la boca con la mano para no reírse.
—¡No me da la gana! En cuanto me doy la vuelta esta lagarta aprovecha para ir detrás de ti.
—Eso no es así. —Juanjo defendió a su ex, cosa que no hizo más que empeorar la situación.
—¡No la defiendas!
—Chicos, chicos, os dejo solos, arregladlo.
—Ni hablar. —Celia seguía en sus trece.
—Por favor, cariño, sólo estaba hablando con ella.
—Tú no te vas de rositas —dijo Celia a ____ cuando intentaba atravesar la puerta—. ¡Guarra, más que guarra!
—Mira bonita, cree lo que quieras, pero yo que tú pensaría más en el polvo de la reconciliación.
—¡____! —exclamó su ex avergonzado—. ¡Eso no ayuda! Dile que sólo estábamos hablando.
—Juanjo, cielo, ella no va a cambiar de opinión sólo porque yo se lo diga. Esfuérzate un poco. ¡Tú puedes, machote! —lo animó ____ y, antes de que Celia la agarrase por los pelos, se escaqueó hábilmente, dejándolos convenientemente cerrados en el cuarto de atrás.
   Esperaba que Juanjo se diese prisa en convencerla, tenían una cita en menos de una hora.
   Al toparse con Martina le hizo un gesto pidiendo silencio y señaló con la cabeza la puerta cerrada.
   Su jefa puso los ojos en blanco y señaló el reloj colgado de la pared.
   ____ sonrió y se encogió de hombros.
MeliHoran
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Mensaje por MeliHoran Miér 02 Oct 2013, 9:35 pm




Capitulo Cuarenta y nueve



   Se las había ingeniado para pasar todo el día fuera de casa. El problema no era enfrentarse a esas dos, sino que, al ser el último día, prefería despedirse sin más. Un «Hasta la vista» sabiendo de sobra que mentía, pero con buena educación y sin ninguna promesa implícita en sus palabras.
   Por eso había pasado todo el día deambulando por los alrededores, visitando lugares que amablemente le habían recomendado o simplemente pasando el rato.
   Comprobó la hora. Ya era medianoche y debería ir pensando en dormir para estar descansado al día siguiente.
   Pero no podía.
   Por más que intentaba racionalizar las cosas y autoconvencerse de que estaba haciendo lo correcto, sentía por primera vez eso que los demás llamaban, y que, hasta el momento él desconocía, remordimientos.
   Estaba abriendo la puerta a los «Y si...», lo que no debía permitirse bajo ningún concepto.
   Pero una cosa es saberlo y otra bien distinta llevarlo a cabo. Seguramente, hasta que no estuviese cómodamente instalado de nuevo en su casa y viera pasar los días, no dejaría de pensar en el verano que había vivido. Era lógico, al fin y al cabo había supuesto todo un cambio respecto a lo que hacía habitualmente.
   Como sabía que le iba a costar conciliar el sueño (y no sólo debido a ese pegajoso calor y al incómodo colchón), agarró una revista y se dispuso a pasar el rato, convencido de que, tras una lectura aburrida, caería rendido.
   Media hora después estaba tan despierto o más que al principio. Ese malestar interior advirtiéndolo de que había dejado un cabo suelto, pero no sabía exactamente cuál, iba a terminar por provocarle un ardor de estómago.
   Escuchó un suave clic. La puerta se abrió y entró quien menos esperaba.
   Y por supuesto vestida o, mejor dicho, desvestida, de una forma hasta ahora desconocida. Aunque en su imaginación hubiera construido aquella imagen, lo cierto era que ver a ____ ataviada con un minúsculo camisón negro superaba cualquier idea preconcebida.
   Ella cerró la puerta apoyándose en la misma y lo miró un instante antes de apagar la luz, dejando la habitación sumida en la penumbra. Un entorno de lo más íntimo, pero que aguaba sus ganas de recrearse la vista.
   Sin decir una palabra, caminó hasta detenerse a los pies de la cama y se quitó las zapatillas. Las pupilas de ambos ya se estaban acostumbrando a la semioscuridad, con lo cual podían distinguirse los movimientos de los dos.
   ____, por su parte, no quería ni pensar en los motivos para haber llegado hasta allí. Tal vez porque la esperanza es lo último que se pierde, o quizá ya había perdido la chaveta para siempre y el daño era irreversible.
   Pero, cuando se dirigía a su cuarto para acostarse, se dio cuenta de que la noche la iba a pasar en blanco, dando vueltas en su cabeza a lo que no podía ser, hasta caer probablemente rendida de agotamiento.
   Al menos, escapándose a la habitación de Niall dejaría de pensar durante un buen rato. Se sentía como si estuviera borracha, cuando una olvida todo temporalmente, sabe que va a tener resaca al día siguiente y que los problemas estarán ahí esperándola, pero cuando también se agradece ese breve espacio de tiempo en el que no se piensa.
   Además, analizando la situación frívolamente (cosa que a veces ayuda, ya que entretenerte en la superficie es otra forma de no pensar), tenía un camisón sin estrenar de esos diseñados para que los hombres se pongan cardíacos y podía funcionar como el broche final.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sospechando; algo pasaba.
—En esta habitación hace menos calor —respondió, mintiendo.
   Apartó la sábana y comprobó que estaba desnudo y en proceso de excitación. El camisón no fallaba.
   Sacó un preservativo de su escote mientras se sentaba a horcajadas sobre él, convenientemente apartada para colocárselo.
   Como era de esperar, él no hizo ningún movimiento.
—¿Vas a quedarte a dormir? —preguntó irónico, sabiendo la respuesta.
—Ya está —fue su contestación, eludiendo la cuestión.
   ____ no estaba allí para dar conversación, aquél no era momento de palabreo.
   Todo cuanto se podría haber dicho, ahora ya carecía de importancia.
   Él la sujetó un instante de la muñeca para que dejara de acariciarle la polla, quería sexo, evidentemente, pero también respuestas.
—Espera... joder, espera un poco.
   Pero ella tenía una meta fijada y no iba a permitir que él desviara su rumbo. Se acomodó encima de él e inmediatamente notó cómo ponía las manos en su culo.
   Él no dijo nada sobre su ausencia de ropa interior.
   Lo tenía como quería, así que le acunó el rostro y se inclinó para besarlo, profundamente, para que no dudara de sus intenciones. Para robarle el aliento, ya que era imposible robarle algo más.
   Abandonó su boca, pero no el contacto. Presionó sus labios contra la sensible piel de su cuello, haciéndolo gemir y además consiguiendo que se retorciera impaciente bajo ella.
   Ella no iba a dejarle tomar ni una sola decisión, así que también se encargó de posicionarse para que, dejándose caer lentamente, él pudiera penetrarla sin ningún esfuerzo.
   No fue la única que gimió con fuerza contenida, pues a esas horas de la noche el mínimo ruido se escucharía en la casa y ambos eran conscientes de que no estaban solos.
   Él la apretó con más brío, dejando, con toda probabilidad, los dedos marcados en su culo. Pero eso no importaba, en aquella cama ya no cabían las recriminaciones.
   ____ se volvió aún más exigente, cabalgándolo sin tregua, sin opciones.
   Notaba cómo él pretendía alargar aquel instante, como si pretendiera que durase eternamente, pero ella tenía las ideas muy claras.
   Continuó sin descanso, sin importar que los muelles protestaran, sin hacer caso de las súplicas silenciosas de él, que la agarró del pelo obligándola a que lo mirase, a que le dijese qué cojones estaba pasando allí.
   Pero no hubo manera, ella obviaba todos sus requerimientos.
   Y no sólo eso, sino que encima empezó con sus condenados movimientos pélvicos, de tal forma que él no pudiera controlarse, obligándolo a dejarse ir, como si tuviese prisa por acabar.
—¿Qué pretendes? —exigió en voz baja.
   Ella no quería palabras, necesitaba descargar toda su rabia y frustración interior en aquel acto. Como si follando a lo loco consiguiera sacar de su interior las malas vibraciones y las lágrimas que más tarde la acompañarían.
   Puestos a elegir, prefería ser la parte ofensora que la ofendida y, aun sabiendo lo inútil de esa empresa, prefería también intentar salvar un poco de su orgullo, ya que no había sido capaz de ser fuerte para decir por lo menos la última palabra.
   Niall no sabía qué hacer para que aquella insensata bajara el ritmo. Era como conducir a toda velocidad y de repente darse cuenta de que te has quedado sin frenos. Así se sentía, totalmente descolocado.
   En otras circunstancias, follar así, descontroladamente, supondría una fantasía más hecha realidad, pero intuía que no era sólo sexo desenfrenado.
   La conocía, y admiraba la pasión que demostraba, especialmente cuando estaban juntos, pero hoy no era pasión el motivo por el que se comportaba así.
—____... —jadeó sintiendo la presión previa al orgasmo. Y sin saber por qué añadió—: Por favor...
   Pero, de nuevo, su súplica cayó en saco roto y, a pesar de todos sus intentos de retrasar lo inevitable, terminó por correrse, de forma casi violenta, de forma casi dolorosa.
   Carente de la satisfacción propia de esos casos. Su cuerpo había reaccionado a la estimulación pero su mente sabía la verdad.
   A pesar de la confusión, se percató de que ella pretendía huir y lo impidió agarrándola y atrayéndola hacia sí. Obligándola a que descansara sobre su pecho y abrazándola.
   Notó que ella se resistía, pero no cedería.
   De ninguna manera.
   La abrazó con fuerza, como no se debe abrazar a la mujer que vas a abandonar.
    La acarició con ternura, con la ternura que no se debe tener con la mujer a la que vas a hacer daño deliberadamente.
   Y terminó besándola, acunando su rostro. Primero en los párpados cerrados, después en las mejillas y, por último, saboreando sus labios, con el cariño que uno no debe demostrar a la mujer que pretendes olvidar a corto plazo.
   Ella lo odió por todo. Su odio iba en aumento y aquel comportamiento fue la gota que colmó el vaso.
   Era cruel y ella no quería derrumbarse, así que se zafó, se levantó y tuvo suerte de no caerse pues se tambaleó levemente. Sin mirar atrás, abrió la puerta con suavidad y la cerró del mismo modo.
   Era toda una despedida.
   Niall se deshizo del condón murmurando unos cuantos juramentos.
   Después, se levantó de la cama y caminó hasta la ventana.
   Se asomó y contempló la noche. Volvió a jurar, esta vez de forma más creativa.
   Ella había fingido su orgasmo.
   Al día siguiente a aquellas horas estaría de nuevo en su casa.
   Eso era lo único que importaba.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por MeliHoran Miér 02 Oct 2013, 9:36 pm

Capitulo Cincuenta
   El señor López, inasequible al desaliento, lo había llamado a primera hora de la mañana para recoger unos últimos documentos. Niall dudaba de si con la intención de hacerle variar de opinión, agotando el último cartucho, pero no hubo suerte.
   Si esperaba que una especie de conversión milagrosa hiciera efecto en su decisión, iba muy desencaminado.
   Tenía todo dispuesto para largarse de Pozoseco. Ya nada ni nadie lo retenían allí. Si se lo repetía hasta la saciedad quizá fuera más fácil creer que era una verdad universal.
   Se dirigió por última vez a la cafetería donde había ido a desayunar durante el último mes. Conociendo a los habitantes de aquel pueblo, seguro que todos estaban ya al corriente de lo ocurrido en el despacho del notario, por lo que ni se molestó en despedirse. Únicamente dejó una buena propina.
   A media mañana volvió a la casa para recoger su maleta y demás equipaje, sabiendo de sobra que a esas horas no se encontraría con nadie.
   Bajó todas sus pertenencias y echó un último vistazo a la casa.
   Estaba siendo un jodido sentimental.
—Nunca pensé que fueras un cobarde...
   La voz de su hermana desde la cocina lo hizo detenerse. A primera vista, puede que tuviera razón, pero sabía mejor que nadie que era la mejor forma de marcharse: armando el menor ruido posible.
   Lo mejor era pasar por alto ese comentario.
—... Pero te vas por la puerta de atrás, sin hacer ruido, como la rata que eres, huyendo, sin dar la cara —continuó Julia con amargura.
   Dejó la maleta junto a la puerta y entró en la cocina.
   Y allí estaba su hermana, sentada a la mesa, removiendo un vaso de leche. Para su edad tenía una actitud bastante madura. La respetaba por eso, aunque fuera contraproducente. Pero él se iba, ya no le afectaría nunca más.
—Pensé que te alegrarías —dijo sarcástico. Se apoyó contra la encimera y miró el reloj. Todavía podía perder unos minutos.
—Y no sabes cuánto. —Movió de nuevo su Cola Cao con la cuchara—. La idea de perderte de vista es la mejor noticia del verano. Pero yo no soy tan egoísta como tú, me preocupo por las personas a las que quiero. A mí me importa una mierda si te vas, pero a mi tía, que es la persona que más quiero en el mundo, le has hecho mucho daño y tú no te mereces que ella sufra por ti.
   Niall analizó lo que acababa de escuchar desde todos los puntos de vista. Ya carecía de sentido negar lo obvio.
—Joder, ésta sí que es buena. ¿Tú? ¿Precisamente tú me vienes con ésas?
—Sí, yo. ¿Qué pasa? —le espetó con esa actitud tan chulesca de la que hacía gala cuando se enfadaba—. Por ella soy capaz hasta de soportarte, por verla feliz hasta te aguantaría.
—Manda huevos... —exclamó sin poder dar crédito—. Te las has ingeniado para no dejarnos a solas, me has tenido ocupado con un trabajo de mierda para el instituto lleno de errores, cuando tenías otro perfectamente redactado con el único propósito de que no me acercara a ____. —La miró y se sintió orgulloso, ni siquiera había pestañeado cuando él lo mencionaba—. Te las has apañado para que no me acercase a ella. Me hiciste hacer una promesa de mierda... ¡Y ahora me dices que huyo! ¡Joder, no hay quien te entienda!
—Solamente quería que no la trataras como a un rollo fácil. Si no te hubiese puesto obstáculos no te hubieras ni molestado. Así, por lo menos te has esforzado un poco. Los hombres sois unos imbéciles, siempre perseguís lo que se os resiste.
   Eso sí que no se lo esperaba.
—¡Maldita sea! Pero ¿tú de qué vas?
—Tenía un novio, iba a casarse con él pero no sé por qué se fijó en ti. Tú no me gustas ni un pelo para ella, pero quiero a mi tía. Es la única familia que tengo. — Miró intencionadamente con la vana esperanza de escucharlo decir «Yo también soy tu familia»—. Papá murió con la ilusión de que nos lleváramos bien, pero soy realista. No te molestaste en venir a verlo, a pesar de que él intentó ponerse en contacto contigo mil veces. Sé que te llamó y siempre rechazabas sus llamadas. Él te defendía, presumía de ti y tú lo único que hiciste fue despreciarlo.
—No sabes de lo que estás hablando —arguyó, conteniéndose para no estallar.
   Estaba claro que sólo conocía una versión, lógicamente la más suave de la historia.
—Sí lo sé, porque hablaba con él, lo escuchaba. Me contaba lo mucho que te echaba de menos y, aunque intentaba disimular, sé que le dolía profundamente tu desprecio. Él no se merecía ese trato.
   Niall no quería entrar al trapo, pero ya estaba más que harto de acusaciones infundadas.
—¿Sabes cuándo lo vi por última vez? ¿No te lo dijo? —preguntó ya totalmente enfadado, sin medir exactamente las consecuencias de lo que estaba a punto de decir—. Estaba tirado, en una boca de metro, entre basura y cartones, esperando que le cayeran algunas monedas para seguir emborrachándose. —Notó que su hermana estaba a punto de llorar—. Ni siquiera me detuve, hice como si fuera uno de tantos que se ven cada día pidiendo por las calles. —Estaba siendo deliberadamente cruel con una niña de apenas quince años, pero había destapado el frasco de sus emociones. Muchos años de amargura y resentimiento estaban a punto de salir a la superficie—. Seguí mi camino sin importarme nada de lo que le ocurriera. Durante mucho tiempo, mientras leía los diarios, pensé que me encontraría la crónica de un vagabundo muerto con sus iniciales junto al titular. Y no sentía nada. Continué con mi vida como si no existiera. No me importó mentir y decir que no tenía padre. Así que, cuando me enteré de su muerte, me dejó frío. No me afectó.
—¡¿Cómo puedes ser tan cabrón?! —estalló sin contener las lágrimas por todo lo que había escuchado—. ¡Te odio! ¡Eres un malnacido! ¿Es que no se merecía una segunda oportunidad?
—¿Segunda oportunidad? —preguntó de forma retórica. Ya no había manera de aplacar sus demonios internos—. ¡No me jodas!
—Sí, una segunda oportunidad —le gritó—. Todo el mundo tiene derecho a rehabilitarse, a cambiar de vida. Él lo hizo.
—Claro, claro —murmuró en plan despectivo—. Y ¿quién le dio una segunda oportunidad a mi madre?
   Julia se quedó mirándolo, en silencio, por la forma en que lo había dicho estaba claro que era un tema muy doloroso. Ella bien sabía lo que era perder a una madre.
—¿No dices nada? —continuó él con voz afilada—. ¿Eso no te lo contó?
—Sé... sé que murió —murmuró.
—Ya veo. Qué listo, se cuidó muy mucho de esconder sus miserias en ese milagroso proceso de rehabilitación —aseveró cada vez más dolido y sin importarle el daño que su falta de tacto podía causar en Julia.
—Yo... lo siento...
—¿Lo sientes? —se burló él—. No tienes ni puta idea de la clase de padre que por desgracia teníamos.
—Sí, lo siento, yo también sé qué se siente.
—Mi madre murió gracias a una combinación de paliza diaria y fármacos para el dolor. Él se encargó de que viviera en la miseria, maltratándola, pegándole cuando no conseguía dinero para beber, denigrándola cuando estaba borracho. Vivíamos gracias a la caridad de las vecinas. ¿No lo sabías? ¿No te lo contaba todo?
—Yo... —Julia contenía a duras penas las lágrimas.
—Cuando mi madre murió, por fin pudo descansar y entonces fui yo quien soportó todo, quien iba al instituto cuando podía y soportaba las burlas de los demás. —Niall se detuvo un instante y observó a su hermana. Estaba claro que a partir de ese instante ya no podrían volver a intentar reconciliarse. Reconoció para sí que tanto las palabras empleadas como el tono habían estado fuera de lugar. Ella no era culpable de los pecados del viejo—. Cuando cumplí los dieciocho me largué de casa. No volví —añadió ahora en tono más suave—. No quería saber nada de él. Me propuse no volver a aquel agujero y trabajé para pagarme los estudios. —Terminó sentándose en una silla, decían que hablar de lo que a uno le sucede resulta liberador... Pues él se sentía como una auténtica mierda.
   Julia no tenía nada que añadir. Mientras lo escuchaba intentaba conciliar el recuerdo de su padre, cariñoso y trabajador, con el hombre que su hermano describía.
   Miró a Niall y lo recordó. Tenían gestos y expresiones muy similares. Sin embargo, eran tan diferentes...
—Así que no tienes ni puta idea de lo que hablas. Puede que fuera un buen padre para ti, aunque no estoy tan seguro. Tenía un montón de dinero en el banco y, sin embargo, vivís aquí con lo justo. ¿Cómo explicas eso? —preguntó. De perdidos, al río...
—¡Fue por mi madre! —le gritó colérica y dolida—. Cuando le diagnosticaron la enfermedad, dejó de gastar dinero en la casa y ahorró todo lo que pudo por si era necesario buscar otros médicos —le escupió defendiendo a su padre.
   Niall comprendió que, tras ese extraño intercambio de información, el daño era ya irreversible. Todo cuanto se dijera estaría contaminado y sólo causaría más dolor.
—Será mejor que me vaya. —Él se puso en pie. Ya estaba todo dicho.
   Cuando Julia oyó el ruido del motor arrancando murmuró:
—Buena suerte.
MeliHoran
MeliHoran


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Jue 03 Oct 2013, 11:37 am


ohh porr siossss 
me muerooooo 
ahhhh solo 6 solo 6 ahhhh mueroo
que no se valla plis que no se valla  
ahhhn pobre julia al enterarse eso de esa forma 
plisss ahora yaa la sigesssss 
plisss 
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Jue 03 Oct 2013, 8:31 pm

Sigelaaaaa sigelaaaaa
Pliss no puedo vivir sin caps no se que voy a hacer cuando terminee plisss sigelaaasigela
Sigela
SIgela
Sigela
Sigela
Sigela
Sigela
Sigela
Sigela
Sigela
Sgela
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Vie 04 Oct 2013, 8:55 am




Capitulo Cincuenta y uno 



   Cuando ____ llegó a casa después de su jornada laboral sabía quién no iba a estar. Había tenido la mala suerte de estar rodeada de Radio Macuto. Aunque, en ese caso, ella había sido testigo de primera mano. Había visto un llamativo BMW salir por la carretera en dirección a la autovía.
   En el salón esperaba su sobrina, con evidentes signos de haber llorado. Tenía los ojos hinchados y aún moqueaba.
—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? —corrió a su lado, sentándose en el sofá junto a ella.
—Nada. Simplemente estoy de bajón.
   ____ no se lo creyó pero, justo cuando iba a preguntar de nuevo, llamaron a la puerta.
—Vaya por Dios. —Se levantó para abrir la puerta—. ¿Quién será ahora? —Bajó la manilla y se encontró a quien menos se esperaba.
—¿Puedo pasar?
—Sí, cómo no. —Se apartó para dejarlo pasar y le hizo un gesto para que entrara en el salón—. ¿Le apetece tomar algo?
—No, gracias. Sólo he venido a traeros estos papeles.
—No hacía falta que se molestase, señor López.
—Lo sé, pero me gustaría explicaros unas cosas.
   Julia disimuló su semblante cariacontecido al ver entrar al abogado de su padre. No hacía falta ser un lince para saber qué tema quería tratar.
   El abogado tomó asiento y sacó varias carpetas. ____ se acercó rápidamente para apartar los mil cachivaches que siempre tenían por allí desperdigados y hacer sitio.
—Os he traído una copia de las disposiciones que el señor Horan, tu hermano, como tutor legal ha dejado —anunció el señor López mirando a Julia—. Antes de nada, debo deciros que he intentado por todos los medios que cambiara de opinión, pero no ha sido posible. También he de dejar claro que no estoy para nada de acuerdo con lo aquí expuesto.
—No se preocupe —lo tranquilizó ____. Fuera lo que fuese que había hecho no se sorprenderían, lo conocían de sobras. Prefirió no expresar en voz alta ese pensamiento, aunque la mirada que cruzó con Julia fue evidente.
—Bien. En primer lugar, al renunciar como tutor legal de Julia, ha especificado que dicha tutoría la ejerzas tú, ____. A partir de este momento, tu sobrina estará bajo tu tutela.
—Eso me parece bien —murmuró la aludida.
—Entendiendo que eso supone un esfuerzo para ti deja estipulado que la mitad de esta propiedad pase a tu nombre, renunciando el señor Horan a ella. Ya heiniciado los trámites pertinentes.
   Ambas se miraron sorprendidas, eso no se lo esperaban.
—El otro cincuenta por ciento, como es lógico, pertenece a Julia —continuó el abogado—. Respecto a los fondos de inversión y las cuentas bancarias, ha dispuesto que se os entregue una cantidad mensual hasta la mayoría de edad de Julia. En ese momento, ella podrá disponer de todo el capital, a excepción del veinticinco por cierto que será para ti, ____.
   Otra sorpresa más. Esperaban que las dejara con lo justo, así que, cuando vieron la cantidad mensual reflejada en el papel, se miraron y se dieron cuenta de que, a partir de ahora, llegar a fin de mes sería más fácil.
—También ha acordado entregaros una cantidad, aquí está el talón bancario, para realizar las reparaciones más urgentes que consideréis oportunas, os deja total libertad para ello.
   Julia cogió el cheque y le dio la vuelta disimuladamente para que su tía viera la cifra. Ésta arqueó la ceja. Estaba claro que su generosidad se basaba en el lamentable estado de la casa.
—Esto es lo más importante. —Empezó a recoger los papeles y entregó una de las carpetas a ____—. Si tenéis alguna duda o necesitáis que os aclare algo...
—No, de momento creo que hemos entendido lo más relevante.
—Muy bien. Cuando todos los trámites legales pendientes finalicen os avisaré.
—Gracias por todo.
   ____ acompañó al abogado hasta la puerta y, justo cuando iba a abrir, llamaron.
—Vaya, hoy esta casa parece una romería.
—Buenas —dijo el visitante—. Vengo a entregar un pedido.
—¿Un pedido? —preguntó ____, desconcertada—. Pedro, yo no he comprado nada en tu tienda.
—¿No? —Buscó en el bolsillo trasero de sus pantalones de faena y sacó un folio arrugado.—. Yo no tengo muchos estudios, pero aquí pone bien claro tu nombre y tu dirección.
—Que no, que te estás confundiendo.
—A mí no me líes. Además no me he venido con la furgoneta cargada de colchones para darles un paseo. El pedido está a tu nombre y pagado. Así que yo voy a ir descargando que luego se me hace tarde. Acompáñame a las habitaciones, también tengo que recoger los somieres y llevármelos al punto verde para reciclar.
—Pedro, ¿qué haces aquí? —preguntó Julia acercándose a la entrada.
—Parece que nos van a redecorar la casa —respondió ____ sin perder de vista al repartidor, que ya se estaba escapando escaleras arriba.
   Ninguna de las dos se percató de la marcha del abogado, ya que acompañaron a Pedro en su misión de cambiar sus equipos de descanso. Cuando éste acabó, le ofrecieron una cerveza bien fría por el esfuerzo de bajar tres somieres y tres colchones por la escalera, y repetir el proceso, a la inversa con los nuevos.
   No hizo falta preguntarle quién había encargado aquello y pagado la factura, pero por si quedaban dudas quisieron ver la firma a pie de página.
   De nuevo a solas se sentaron en el salón.
—Vaya veranito... —comenzó Julia—. Nos ha pasado de todo.
—Ajá —murmuró ____ distraída.
—Yo me he enamorado por primera vez —reflexionó—, y me han dado calabazas. Por lo que debo sacar una lección positiva de esto: no volver a enamorarme jamás. Ser yo la que utilice a los hombres y, si no me sale bien, me hago lesbiana.
   ____ sonrió tristemente. Qué bonito sería que la teoría de su sobrina pudiera llevarse a la práctica con tanta facilidad.
—Y yo te apoyaré siempre.
—Gracias. También he conocido a un hermano que pasa de mí. A partir de ahora pasaremos a llamarlo el innombrable, si tú quieres.
—Se agradece.
—Así que... ¿Qué nos ha faltado? —Miró el suculento cheque y lo cogió. Empezó a juguetear con él entre los dedos—. Lo hemos pasado bien y mal. Hemos reído, llorado, tropezado, pero somos fuertes y seguimos juntas. —Hizo una pausa—. Ya lo sé —murmuró sonriendo—, sólo nos ha faltado quedarnos embarazadas.
   Julia se giró al escuchar un llanto estrangulado. Sólo había bromeado. Una forma de hacer más llevadero el momento. Un simple chiste.
   El llanto fue en aumento y se volvió para ver a su tía llorar en silencio, como si quisiera ocultarlo.
—¿Nos hemos quedado embarazadas? —preguntó sólo por asegurarse.
   ____ asintió y empezó a llorar de forma más sonora.
   Se tapó la cara con las manos y se dobló sobre sí misma.
—Ven aquí —dijo Julia abriendo los brazos para acogerla en ellos y darle todo su apoyo.
   Tras sufrir la fase más lacrimógena, la llorina fue remitiendo y, al no tener un pañuelo a mano, agarró el dobladillo de la camiseta y se limpió.
—Deduzco que Juanjo no tiene nada que ver. —____ negó con la cabeza—. Vale. Entonces supongo que voy a tener una prima. Porque estoy segura de que va a ser una niña.
—O una sobrina —apuntó ____ volviendo a llorar.
—No, de ninguna manera, eres mi tía, por lo tanto será mi prima —aseveró, con convicción.
   Continuó abrazando a su tía, consolándola y entregándole su apoyo incondicional. Debía hacer todo lo posible para que ella se sintiera bien, y llorar no era precisamente un buen comienzo.
—¿Sabes qué? Tenemos este cheque para hacer las reparaciones más urgentes, ¿no?
—Eso ha dicho el señor López —dijo ____, suspirando.
—Pues lo vamos a hacer. En primer lugar, mañana nos vamos al banco y lo cobramos; después nos presentamos en una agencia de viajes y...
—Espera, espera... ¿Una agencia de viajes?
—Sí. Necesitamos arreglar todo, ¿no? Pues empezaremos por nosotras mismas. Nos vamos de crucero. Diez días. No, quince, que hace mucho que no tenemos vacaciones.
—Pero yo trabajo, no puedo dejar tirada a Martina.
—Te debe mil días libres, así que no puede negártelos. Necesitamos ese viaje, salir de aquí, despejarnos, relajarnos. —Al ver que no convencía con el plural pasó al singular—. Sobre todo tú. Así descansas, dejas de llorar y nos ponemos morenas.
—Las embarazadas no toman el sol.
—Bueno, pues te pones diez capas de crema solar y te sientas bajo la sombrilla, pero nos vamos de crucero —arguyó Julia decidida.
—No sé, no estoy de humor...
—No se hable más. —Se puso en pie, cogió el cheque y se lo guardó en el sujetador, como había visto hacer toda su vida a las mujeres en el pueblo—. De esto, me encargo yo. Ve haciendo la maleta. —Pensó esto último y añadió—: No, también iremos de compras. Necesitamos vestuario nuevo, especialmente tú.
   ____ se quedó pensativa en el salón. Era una suerte contar con una chica como Julia a su lado. En aquel instante su sobrina estaba siendo la adulta, la madura y la razonable, porque ella no tenía la cabeza despejada.
   Irse de vacaciones, vaya locura...














Hola Loa :) aqui la segui, a la tarde-noche sigo, ahora me tengo que ir al cole, gracias por comentar :) te quiero
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por loa Vie 04 Oct 2013, 9:35 am


EMBARAZADA??????????????
ohh por diosss 
ahhhh memueroooo es lo mejorrr ahhhh 
quiero saber que pasaaa 
julia la adulta ajjaja 
sigelaaa 
sigelaa 
te esperoo 
ahh 
quiero que se entere nialll pliss ahhh 
pliss sigelaa 
la amoooo muchoco 
yo tambien  te quieroo 
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Vie 04 Oct 2013, 5:52 pm

Capitulo Cincuenta y dos
   Después de soñar con ese momento durante el último mes, no entendía cómo había pasado la noche en blanco si su cama, una de las mejores y más caras del mercado, garantizaba un descanso total.
   Y no sólo eso, también creía que se podría relajar en su hidromasaje, y, en realidad, no había sido así.
   Vestido y arreglado se encaminó hacia su despacho. La noche anterior, nada más llegar a casa contactó con Helen para comunicarle su regreso y pedirle que tuviera todo dispuesto.
   Estaba en su ambiente, rodeado de sus comodidades y amargado, como siempre.
   Decidió que refugiarse en el trabajo, hacer más horas que nunca y agotarse era la mejor política para olvidarse de ella (de ellas) y recuperar su estilo de vida. 
   Los días fueron pasando pero...
   Pero por más que lo intentaba había pequeños detalles que le torpedeaban su férrea decisión. Una mañana, sin ir más lejos, al caminar hacia su despacho vio a una mujer con un vestido (o muestrario de colores, según se mire) que inmediatamente le hizo recordar a cierta mujer obstinada con el mal gusto en el vestir.
   En otra ocasión, había sido un grupo de tres adolescentes gritonas dispuestas a dar la nota en una cafetería cuando su ídolo aparecía en la televisión del local. Lo curioso de todo es que él había obrado bien. Nadie podía cuestionar su generosidad y seguramente muchos de sus conocidos, que no amigos, le dirían que se había dejado llevar por su lado sentimental al renunciar a su herencia. Al fin y al cabo, podía considerarse como justo pago por una infancia y adolescencia de mierda.
   Como era de esperar, la única alegre esa mañana en el despacho era su secretaria, que le hizo la pelota más de lo habitual. Cosa que, si antes le molestaba, pero toleraba, ahora detestaba y estaba dispuesto a frenar en seco. Helen debía darse cuenta de que ésa no era la forma de tratarlo. ¡Joder, si hasta se disculpaba cuando era él quien cometía el error!
   Tanta eficiencia no podía ser buena. Puede que antes ese pensamiento nunca se le hubiera pasado por la cabeza, pero ahora entendía que de vez en cuando hay que equivocarse.
   Y Helen debía aprender que estar enamorada del jefe no es lo que se dice idóneo para mantener una buena relación laboral. Necesitaba a alguien que de vez en cuando le dijera las cosas tal y como son, u ofreciera otro punto de vista. No era bueno tener a su lado a una persona que le da el beneplácito a todo cuanto hacía.
   Otra cosa que tenía pendiente en la agenda era llamar a su ex prometida y ex socia y solucionar, de una vez por todas, la situación actual.
   Ella se acercaba de vez en cuando a la oficina, pero ya no trabajaba directamente. Se limitaba a coger algún documento o cualquier otra cosa que le hiciera falta.
   Tenía que plantear la situación con mucha mano izquierda. Al fin y al cabo, el fundador del bufete era el padre de Nicole y eso no podía pasarse por alto.
   Claro que solucionar ese asunto implicaría hablar también con él, que además había sido su mentor y quien le ayudó a consolidarse como abogado. Pero esa situación tan extraña no podía alargarse en el tiempo, pues ante sus clientes ofrecían una imagen de desunión y de poca profesionalidad, y en ese negocio la imagen se tiene muy en cuenta.
   Algunos de sus clientes, especialmente los más antiguos, que se creían con derecho a saber tanto o más que él, dejaban caer insinuaciones (algunas bastante malintencionadas) sobre si iba a ser capaz de llevar sus asuntos de manera correcta, del mismo modo que aprovechaban para criticar, de forma solapada, el cambio radical que había dado Nicole.
   Hacía más de un mes que había vuelto y el engranaje rechinaba. Debía empezar a solucionar las cosas.
—¿Quería hablar conmigo? —preguntó Helen, entrando en el despacho.
—Sí. Siéntate, por favor. —La observó un instante. Era guapa, vestía con discreción y elegancia. Jamás levantaba la voz y lo tenía en palmitas, pero le dejaba frío, indiferente—. En primer lugar necesito que te pongas en contacto con Nicole y fijes una cita lo antes posible.
—¿Con la señorita Sanders?
—¿Conoces a otra Nicole? —No era ningún secreto que Helen no soportaba a su socia—. También necesito que te pongas en contacto con este abogado. —Le entregó la tarjeta de Manuel López.
   Esperaba que el otro abogado accediera a hablar con él después de cómo lo había tratado. Pero había intentado hablar con su hermana un par de veces, en un estado que podría calificarse de debilidad o de locura transitoria, y sólo había escuchado la mecánica voz del contestador automático. Desde luego también probó llamando al móvil, pero éste se encontraba en perpetuo estado de apagado o fuera de cobertura. Hecho que lo había preocupado. Conociéndolas, le extrañaba que un día laborable estuvieran fuera de casa a la hora de la cena.
   Hubiera podido llamar a la jefa de ____, pero pagaría un alto precio por obtener la información deseada. Implicaría soltar más información que la que él requería, ya que esa mujer no tenía rival como cotilla.
—Ajá. —Helen continuó tomando nota de todo.
—Y también necesito que redactes una carta de despido.
   Eso hizo que ella levantara la cabeza bruscamente, abandonando su abnegada disposición como secretaria.
—¿Carta de despido? ¿No comprendo? —preguntó verdaderamente confusa.
—Eso he dicho.
—¿Para quién? —insistió sin comprender. Allí no había ningún trabajador. El mantenimiento se llevaba a través de empresas externas.
   Helen pensó que sería para alguno de los clientes y recuperó la calma.
—Para ti —anunció Niall. Se levantó de su sillón. Era una decisión difícil y no quería parapetarse detrás de un escritorio. Se sentó en una esquina antes de seguir. Quizá adoptando una postura más cercana resultaría menos doloroso—. No será inmediato. Quiero que tengas tiempo para buscarte otro empleo. Confío que para finales de año pueda hacerse efectivo. Te daré referencias inmejorables y hablaré con algunos colegas.
—Pe... pero ¿por qué? —preguntó, limpiándose una lágrima. Era la primera, pero estaba segura de que iban a venir muchas más—. ¿He hecho algo mal? ¿Le ha disgustado algo?
—No, eres la mejor secretaria que he tenido —arguyó él, algo molesto. Estaba acostumbrado a dar malas noticias de forma aséptica, sin salpicarse, pero en este caso quería mostrarse más humano—. Pero tú y yo sabemos que es lo mejor.
—¿Por qué? —insistió ella—. Si hay alguna cosa que lo moleste puedo cambiarla. Si me dice qué, no tengo ningún reparo en aceptarlo.
   Tanta jodida sumisión lo estaba desquiciando. Hubiera preferido un «¡Cabrón!» bien dicho. Entendería mejor su histeria que su maldita autoinculpación.
—Ésa no es la cuestión. —Pensó en la forma de abordar la verdadera cuestión sin dar tantos rodeos—. ¿Qué opinarías si te dijese que me caso el mes que viene?
   Helen abrió los ojos como platos y, como era de esperar, su cara evidenció el disgusto que le producía tal noticia. Inmediatamente intentó disimular su sorpresa, pero ya era demasiado tarde.
   Niall había sido testigo de algo que ya sabía.
—Yo... bueno, es su vida privada, señor Horan —murmuró con su tono servil. Joder, no había manera. Quizá no estaba siendo todo lo convincente que debería y ella se había dado cuenta.
—Helen, seamos francos. —Se acabó la diplomacia—. Tú no me ves como a un jefe. Lo sé. Y no lo niegues. Además he observado tu actitud con Nicole desde el primer día. No te esforzabas con ella ni la décima parte que conmigo.
—¡Eso no es cierto! —se defendió ella—. Siempre acato sus órdenes.
—Las acatas, pero no las respetas —argumentó Niall presionándola para que
aceptara de una vez la verdad.
—Al final sí que se casa con ella, ¿verdad? —preguntó molesta.
   Niall tardó unos preciosos segundos en responder.
   ¿Cómo podía ella saber...?
   Maldita sea, se refería a Nicole. Aunque seguramente estaría al corriente de su nueva relación, ¿no?
    Entonces, ¿cómo podía seguir pensando en que él y Nicole estaban juntos?
    Hasta a él le pareció raro, pues si hasta no hace mucho la idea de casarse con su socia era más una obligación que otra cosa, y, por tanto, emoción, lo que se dice emoción, había más bien poca. En esos instantes la sola mención de tal posibilidad hasta le resultaba impensable e inoportuna.
   Pero era una excusa perfecta.
—Estoy en ello —respondió sin comprometerse. Cualquiera se acercaba a ella y la separaba de su famoso novio.
   Ahora es cuando debería aparecer la mujer histérica y despechada. La que insulta y le echa en cara todo cuanto ha hecho por él. Estaba preparado para ello. Pero la mujer mantuvo la dignidad hasta el último segundo. Sin dramas, sin espectáculos, sin escándalos.
—Comprendo. —Helen se levantó y se encaminó hacia la puerta—. Me ocuparé de hacer esas llamadas y de mi despido. En cuanto concierte las citas lo avisaré. — Dicho esto cerró la puerta tras de sí con suavidad, como si no hubiera pasado nada.
—Joder... —se quejó él.
MeliHoran
MeliHoran


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 6 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

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