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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Mar 23 Jul 2013, 9:05 am




 o por dios fue muy jasasdfhafdhhaf ajajjaaj 
ok no creo volver a comer Helado de chocolate de la misma forma ajajjaj 
tienes que seguirlaaa 
Pliss 
Loa
loa
loa


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por tortugitastyles Mar 23 Jul 2013, 6:01 pm

jajja ya se de que sabor es wao balla baño ese siguela besos
tortugitastyles
tortugitastyles


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por Elizabeth pedraza Miér 24 Jul 2013, 6:35 pm

MeliHoran escribió:
loa escribió:


 ok...... creo que este me trauma mas que el anterior .......Pero ..Mie*rda me encanto ajajajajaj 
sigelaaaa jajaja  no la puedaes deja asi !!!! sigelaa
Loa

 JAJAJAJAJJAJAJAJA ya la sigo , aun no acaba 

Elizabeth pedraza escribió:asdfghjkl! holii soy nueva lectora.. y si no la sigues enviare a mi pitufo verde
:aah: okno t amo por subirla, una preguntita asi bien curiosa, tiene segunda temporada? o mas bn hay un segundo libro? la escritora tiene mas libros?:(L):

 Holaaaaaaa :D bienvenida no creo que no tiene como la segunda parte del libro, porque como que la novela tiene un final cerrado, noe casado tiene varios, aqui te pongo algunos de sus titulos y las sinopsis:
 -dime cuando, como y donde:

 
»Me gusta el sexo. Y mucho.

»También me gusta pensar que sólo hay tres formas de obtenerlo: la más común, quizá, sea tener un novio o marido que te satisfaga; la otra, obviamente, pagar por ello y, por último, ocuparse una misma del asunto. 

»Trabajo como relaciones públicas en una importante empresa de perfumería, y esto me da la independencia necesaria para hacer y deshacer a mi antojo y tener absoluta libertad para elegir a mis amantes. Quiero pasión, y no hay nada más eficaz para adormecerla que una relación estable. 

»Sin embargo, con Ian me pasó algo muy curioso: no conseguí olvidarlo, por lo que cuando nos reencontramos, las chispas entre ambos saltaron con más fuerza que nunca. Estoy convencida de que nuestro juego no ha hecho más que comenzar…»





-Acontracorriente
Para una mujer como Samantha, recibir propuestas de matrimonio es como el pan nuestro de cada día. Ella sabe perfectamente cuál es el motivo por el que despierta tanto interés. Es la heredera que puede ayudar a un don nadie a dar un salto cualitativo en el escalafón social o sencillamente aportar una buena dote a algún otro heredero deseoso de aumentar su riqueza. Pero es consciente de que ninguno de la larga fila de «pasmarotes sin sangre» que la invitan a salir ve más allá, no la ven como la mujer que es. Por lo que rechaza diplomáticamente sus propuestas y se ha resignado a estar sola. Hasta que tropieza con un hombre que es todo lo contrario a lo que está acostumbrada. No es para nada amable, ni considerado, ni la llevará a cenar ni mucho menos al altar. ¡Es perfecto!


-En tus brazos
Nicole lleva una vida que desean muchas mujeres de su edad: tiene una familia perfecta, un novio ideal y una carrera exitosa como abogada. Suele caer bien a la gente y nunca se desvía del camino correcto. Pero tras ese mundo modélico se esconde la verdadera Nicole: una mujer infeliz que anhela por encima de todas las cosas una noche de pasión y desenfreno que la haga temblar de placer… 


-A ciegas
Luke Adams es un agente de policía a punto de cumplir cuarenta años, está divorciado y lleva un estilo de vida más o menos organizado que no se plantea cambiar. Sin embargo, tiene una fantasía pendiente: seducir de una vez por todas a Dora, una rubia esquiva y descarada que lleva rechazándolo demasiado tiempo. 
Pero mientras aguarda a que ella caiga rendida a sus encantos, el comportamiento de Luke está lejos de ser el de un monje... Se entretiene con amigas dispuestas a pasar un buen rato, y a las que siempre deja muy claro que no han de esperar nada más de él, porque tarde o temprano su deseo se hará realidad.




-No me mires asi
No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. 

Esta extraña filosofía es la que Wella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.



-Divorcio
Un matrimonio con fecha de caducidad, sin desilusiones, sin discusiones y sin dolores de cabeza. 
Un matrimonio con una definición muy amplia de lo correcto. 

Una chica perteneciente a una familia aristocrática venida a menos porque su padre no ha sabido o no ha querido adaptarse a los nuevos tiempos tiene que casarse con uno de esos que llaman “ nuevos ricos ". 
Ella, que no piensa en el matrimonio, intenta buscar una salida pero todo parece en su contra, así que Maddy termina casada con un banquero. 
Para su sorpresa él aceptará sus propuestas a cambio de que ella sólo cumpla un objetivo: ser la esposa trofeo de buena cuna que él necesita para ser aceptado en ciertos círculos. 
Así convivirán durante un tiempo, cada uno llevando vida independiente, como muchos otros matrimonios, sólo que en su caso no es producto de la desilusión o el desgaste sino de un mero acuerdo. 
Su convivencia será un simple trámite hasta que él pueda encontrar la forma de romper el acuerdo prematrimonial y liberar a ambos.




Esos son algunos libros que encontre de ella, y vi que generalmente no es de seguir un libro, es decir no hay segundas partes y ademas de que le gusta lo sexual (? pero creo que era obvio jajajaj espero que te haya sacado la duda, besos :D



tortugitastyles escribió:ok ese helado sin sabor me deja con intriga siguela besos

 JAJAJAJJAJA cuando la lei, yo me preguntaba porque nunca pregunto el sabor del helado? o que rico chocolate o algo, qu eme diera a saber de que sabor era JAJAJAJ pero despues me di cuenta que mas adelante niall se da cuenta




thyarescarleth escribió:Hola (: PASENSE POR MI NOVELA *-* es de harry styles y tu 
https://onlywn.activoforo.com/t53870-travesuras-nocturnas-harry-y-tu-hot

 pues claro despues me paso :)
asdfghjkl!!! diios, que is que?... mmm. me recuerda a grey !!!!! y wow, enserio te lo agradesco mucho, acabo de entrar y me eh dado cuenta de que la has seguido!! no puedo esperar para seguir leyendo mientras escucho fire fly de mi querido y adorado ed!! buehh!! que lindo lo de las sinopsis... empezare a leer y a pasarselas a mis amigas!!.... gracias de nuevo y WOW!! siguela, que lo del pitufo sigue en pie
Elizabeth pedraza
Elizabeth pedraza


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por Elizabeth pedraza Miér 24 Jul 2013, 7:05 pm

listo!! he terminado de leer... y wow, creo que aprendi tecnicas para el futuro okno...y wo asdfghjkl, me mueor esta genialllllllllllllllllllllllll!!!!! recierda a mi pitufo verdeshito asi que... S.I.G.U.E.L.A si es posible claro porlffiiiis?????
Elizabeth pedraza
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Mensaje por tortugitastyles Dom 28 Jul 2013, 10:06 pm

Niall: "Witchie Woman"
Harry: "God Only Knows"
Liam: "Sunday Morning"
Y Louis y Zayn: "They Felt On The Spot".
tortugitastyles
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por chuqi Miér 07 Ago 2013, 5:12 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa!:( :( :( :(
chuqi
chuqi


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por loa Miér 07 Ago 2013, 5:29 pm




 y para cuando la siges 
Loa
loa
loa


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Mensaje por tortugitastyles Mar 13 Ago 2013, 8:53 am

sigue
tortugitastyles
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Mensaje por Elizabeth pedraza Miér 14 Ago 2013, 3:58 pm

QUE?! ... no esto no es posible... no has subido aun??.. nos tienes abandonadas :cc INJUSTICIA! INJUSTICIA! aunque supongo que ha de ser por algo importante que nos abandonas.. pORFA! siguela.. no nos dejes con este desespero :lloro: :(
Elizabeth pedraza
Elizabeth pedraza


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Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 1:02 pm

Holaaaaaaaa, perdon por desaparecer, pero cuando deje de conectarme tuve problemas familiares, luego me fui de la casa donde estaba y habia quedado mi notebook ahi (ahi tenia la nove) cuando recupere la compu, las clases me tenian atorada, luego me fui de viaje con mi curso, el perro me comio los cables del cargador, bueno horrible, mil perdones, empeare a subir y tratare de subir muhcos capitulos, hoy no me despego de la compu les debo muchisimos caps, bueno aqui les dejo uno , adios las quiero mil perdones :)


Capitulo Veinticuatro
   Acababa de sentarse con una taza de café recién hecho, cuando alguien entró en
casa. No hacía falta ser un detective para saber quién era. Estaba claro que su
queridísima hermana prefería llegar sin avisar con el objetivo de pillarlos in
fraganti.
   Pues iba a llevarse una gran decepción. Con su habitual pragmatismo e
indiferencia cogió la prensa, sin importarle mucho si se trataba de ese horrible
periódico gratuito al que parecían tener en tanta estima en aquella casa, y se puso a
leerlo por encima. Si hacía buen tiempo para una feria de ganado o si el precio del
cereal ese año iba a ser ligeramente inferior al del año anterior eran noticias que le
resbalaban, pero siempre resultaban una buena excusa para no dar pie a ninguna controversia.
—Buenos días —saludó a Julia cuando entró en la cocina—. Si hubieses llamado no me habría importado ir a recogerte.
—No quería molestar —le respondió con sorna—. ¿Y mi tía?
   Él se encogió de hombros.
—Supongo que se le han pegado las sábanas.
   Su hermana no hizo ningún comentario; ambos sabían que, en aquel caso, la
prudencia no estaba de más.
   Ella se preparó el desayuno e intentó averiguar por los gestos de él si se sentía
culpable por algo o terminaba delatándose, pero no hubo suerte. Su hermano
permanecía ajeno, en perfecto estado de revista, como si nada, cosa que la molestaba.
   Mientras intentaba diluir su mosqueo a la vez que los grumos del cacao, ____
entró en la cocina, con el pelo revuelto y bostezando.
—No te he oído llegar —dijo sin mirarla. Sabía que no tenía el mejor aspecto.
   Se sirvió una taza de café, agradeciendo en silencio a Don Estirado que se hubiera ocupado de ello y se abstuvo de sentarse a la mesa con ellos dos. Prefirió tomárselo de pie, apoyada en la encimera. Mantener las distancias físicas para salvaguardar las emocionales era una idea tan buena como cualquier otra.
—¿Qué planes tenemos hoy? —preguntó Julia dirigiéndose a su tía y dejando muy claro a quién no incluía en los mismos.
—Nada especial. Había pensado en quedarme en casa, tomar el sol y leer un rato. —El impasible parecía ajeno a la conversación, lo cual era más que irritante—. Podrías aprovechar y ponerte al día con tu trabajo —dijo más que nada esperando la reacción de él.
   Pero, para irritación de ambas, él pasó una página del diario y siguió a lo suyo.
   Ignorándolas deliberadamente, como si fueran un mueble más de la cocina.
—Pues sí, buena idea —aceptó Julia, agradeciendo en silencio la ayuda de su tía—. Además, como alguien se ocupó de destruir mi trabajo, ahora tengo que empezar de cero.
—Haberte esforzado desde el principio —murmuró su hermano.
—En fin, yo os dejo. Me voy a ligar bronce.
   Ese comentario hizo que Niall levantara la vista. ¿De qué hablaba ésa ahora?
—Tú que tantos estudios tienes, tú que tanto sabes y tú que tanto presumes, dime por dónde empiezo.
   El comentario sarcástico de su hermana lo hizo olvidarse, sólo por un instante, de la sugerencia de ____.
—Como quieras —respondió sin muchas ganas. Si a uno le daban a elegir entre pasarse la mañana con una adolescente problemática con tendencia a meterse donde no la llamaban o con una mujer con tendencia a discutir, pero con un cuerpo increíble que, con un poco de suerte, puede estar disponible...—. Trae los papeles y empecemos.
   Julia abandonó la cocina, confiada, ya que todo parecía estar bajo control, aunque, por si las moscas, tardó bien poco en buscar lo necesario para meterse en faena. No era su ideal de domingo, pero, si quería hacer un trabajo de sobresaliente, tenía que admitir que el estirado de su hermano era la mejor opción.
   Había quedado con su grupo de amigos, en el que por supuesto estaba Pablo, para pasar el día por ahí.
  ____, por su parte, pensó que su mejor opción era salir de allí sin más, retirarse a tiempo. Un poco cobarde, siendo objetiva, pero ahora no quería entrar en ese tipo de consideraciones.
   Niall, abandonado, pero no triste, se quedó en la cocina y sonrió de medio lad ¡Vaya dos!
—¿Empezamos? —murmuró Julia dejando sobre la mesa su carpeta de apuntes,
con más brusquedad de la necesaria.
   Él abandonó su postura relajada, se ahorró un comentario sobre los modales e intentó concentrarse, es decir, olvidarse de _____.
   Media hora y cuatro folios arrugados más tarde, Julia estaba desquiciada, y no sólo porque él insistiera una y otra vez que era una (palabras textuales) «mierda lo que escribía», sino porque se mostraba tan impasible que daban ganas de soltarle un sopapo. Pero, por supuesto, no se le dan sopapos a quien puede conseguir que saques un sobresaliente.
   Niall, que estaba siendo más cabrón de lo normal, se puso en pie. No iba a reconocerlo ni muerto, pero se sentía orgulloso de su hermana, era jodidamente lista y perspicaz. Evidentemente, como a muchos adolescentes, no se les sabía sacar partido y se conformaban con la ley del mínimo esfuerzo.
   Caminó hasta el frigorífico y sacó una cerveza bien fría. Se apoyó en la encimera y miró por la ventana.
   No pudo evitarlo, se atragantó con la cerveza.
   Julia levantó la vista un segundo de sus papeles y lo miró como si fuera un leproso, pero por suerte se quedó sentada en su sitio escribiendo.
   «¡La madre que la parió!», pensó, controlando su creciente irritabilidad. Esa loca no se limitaba a tomar el sol como todo el mundo, no, ésa tenía que dar el espectáculo.
   Dejó la bebida sobre la encimera, para evitar riesgos, y observó de nuevo a través de la ventana, sin quitar ojo a su aprendiz, ¡cualquiera la aguantaba después!
   Sí, allí seguía, tumbada en la maldita esterilla, en medio del jardín, con las piernas dobladas, unas gafas de sol y mostrando ese par de tetas que parecía no haber tocado suficientemente la noche anterior, ya que en aquel momento sentía de nuevo la necesidad de manosearlas.
   «Contrólate —se dijo—. Ya encontrarás una nueva oportunidad de llevarla a tu terreno. No son más que un par de tetas, muy apetecibles eso sí, pero nada nuevo.» Pero todo parecía ir en su contra, la vio extender la mano, coger un frasco y tras verter un poco en ella empezar a restregárselo enérgicamente, primero en los
brazos, después en el cuello, y claro, esas dos preciosidades también tuvieron su dosis.
—¿Tú qué opinas?
   Se volvió al oír la voz ¿acusadora? de su hermana y se valió de la cerveza para refrescar no sólo su garganta, sino sus ideas.
—Déjame ver.
—Estás muy raro. —Él arqueó una ceja mientras leía—. Más raro de lo habitual, quiero decir —apostilló ella.
—Es el calor. —Podía ser hasta verdad.
   Siguió leyendo, era lo más sensato que se podía hacer, dadas las circunstancias.
   Pero su cabeza no prestaba la atención suficiente a las palabras escritas, ya que una y otra vez su mente reproducía la imagen de ella al sol, como si fuera un canto de sirena llamándolo, pidiéndole que actuara. Sin embargo, no cabía duda que primero tenía que quitarse de encima a su querida hermana.
—Puede valer —dijo sin mucha convicción.
—¡Vaya, si he conseguido hacer algo decente bajo tus estrictas normas!
—No hace falta ese tono. Si quieres destacar en algo no puedes conformarte con lo básico. —Le devolvió los papeles—. Por cierto, ¿qué hacéis en este pueblo para divertiros los fines de semana? Y, por favor, no me digas ir a la tasca esa que llamáis bar.
   Julia resopló. A éste no se le iban nunca los aires de estirado.
—Depende, a veces nos vamos a bañar al río, otras a Lerma a pasar el día, al
mercadillo... Pero ya sé que te da un mal si vuelves a uno... ¡Yo que sé lo que hacen los de tu edad!
   Por la entonación quedaba claro que le estaba lanzando una buena pulla.
   Niall no iba a caer en la provocación y responder que los de su edad podían pasárselo muy bien si se los dejaba a solas en casa y las adolescentes incómodas se perdían mientras tanto por ahí.
—¿Bañarse en el río? ¿Eso no es insalubre?
—¿Insalubre? —repitió ella con voz burlona—. No seas idiota, ¿ves alguna piscina olímpica por aquí? —Él se cruzó de brazos, con esa típica actitud de «no me tomes el pelo»—. Pues sí, nos vamos a una presa que hay a las afueras, es lo bastante grande para darte un buen chapuzón. ¿Quieres venir? —le preguntó guasona.
—Mejor no.
—Ya, claro, no vaya a ser que te dé mucho el sol y te deje tonto o algo peor... —
Fingió horrorizarse, se lo estaba pasando en grande—. O que el agua te desgaste y te quedes aún más deslavado.
—Muy graciosa... —Miró por la ventana para comprobar el bronceado actual de
ese par de tetas que lo traían por el camino de la amargura y se tragó un resoplido.
   No sabía si disgustarse porque ya no estaban a la vista o alegrarse porque ahora tenía un primer plano de un culo bien apetecible. ¡Lástima del horrible estampado
del minúsculo biquini!
—Pero ¿se puede saber qué te pasa? Estás muuuuuuy raro. —Julia entrecerró los ojos al formular la pregunta.
—Es el maldito calor. —Era una forma de decirlo—. Entonces, os vais a bañar al río, cotilleáis en el pueblo... no sé si podré resistir tanta emoción.
—Pues tú te lo pierdes —espetó muy digna mientras se levantaba, cogía sus cosas y se las ponía bajo el brazo—. Ahí te quedas.
—Mira qué bien —murmuró sin importarle ni lo más mínimo. Es más, agradecía poder quedarse solo con sus pensamientos.
   Y, siendo honestos, sus pensamientos se reducían a uno solo: mirar por la ventana.
   Para su desgracia, ella ya no estaba, ni del derecho ni del revés. Así que se acabó la cerveza, ya vería cómo mataba el tiempo durante todo el día.
   ____ entró en la cocina, con el biquini al completo y un pareo (por supuesto de estampado imposible) anudado a las caderas. Abrió la nevera, cogió un botellín de agua y de nuevo se dirigió a la puerta.
—¿Tú no vas a bañarte al río? —preguntó con sorna. Ella se detuvo en el umbral de la puerta y lo miró.
—Pues no. —Quitó el tapón y dio un buen trago de agua.
—¿Se puede saber el motivo?
—Muy simple, son adolescentes, quieren estar solos, tontear y esas cosas. Si aparezco por allí, les corto el rollo.
—Y ¿cómo combates este calor?
   Ella arqueó la ceja. ¿A santo de qué tanto interés? Así que se encogió de hombros.
—Te dejo, me vuelvo al jardín.
   Pero no dio ni un paso cuando él la agarró desde atrás, pegándola a su cuerpo e inclinándose para hablarle en la oreja.
—Estoy seguro que conoces bien este pueblo —susurró él.
—¿Y? —Estaba más tonto de lo normal.
—Así que me imagino que habrá un rinconcito, discreto, no muy lejos, pero sí lo suficientemente apartado para que tú y yo podamos pasar el día, no pasar excesivo calor y entretenernos un rato. —Movió las caderas tras ella—. ¿Qué me dices?
   Ella quiso buscar una réplica contundente. Aquel hombre daba muchas cosas por sentado. La primera, que ella estaba dispuesta a pasar el día con él, cosa que por otro lado era una idea excelente, sólo que admitirlo iba en contra de su propósito de enmienda.
   Pero cuando se dio la vuelta él se había apartado. Cuando vio a Julia bajar la escalera entendió el motivo.
—No vengo a comer, ¿vale? —dijo su sobrina. Miró tras ella para señalar a su hermano. Antes de hablar se acercó a ella y susurró—: Pero si quieres, me quedo.
—No seas boba. ¿Y si alguna lagarta le tira los tejos a Pablito? —____ se sintió
mal por tocar esa fibra tan sensible, pero quería, aunque no debía, ir de excursión campestre con Niall.
—Tranquila. —Y de nuevo bajó la voz para continuar—: Ten cuidado, hoy está de un raro...
—No te preocupes, estoy enganchada al libro que empecé ayer, así que paso de él. Ni siquiera voy a hacer comida. Que se busque la vida —aseveró con convicción. Quizá, si lo decía en voz alta, hasta ella misma acabaría por creérselo.
—Vale. Entonces me voy.
    Niall esperó prudentemente a que Julia se alejara de la casa antes de acercarse de nuevo. Inexplicablemente se había arriesgado unos instantes antes, cosa bastante inusual en él, pero había sido así y ya no quedaba lugar para lamentaciones.
—Entonces... ¿nos vamos de excursión o no? —quiso saber manteniéndose distante. Si volvía a ponerle las manos encima, teniendo en cuenta los escasos treinta segundos que iba a tardar en desnudarla, no salían de casa.
—Y ¿pretendes que nos alimentemos del aire? —replicó ella poniéndose una mano en las caderas en actitud chulesca.
—Estoy seguro de que eres tan apañada que en quince minutos preparas unos
bocadillos. —Pasó a su lado y dijo—: Voy a por las llaves del coche. No te olvides de la bebida.
   Ella se quedó como un pasmarote, en la cocina, debatiéndose entre mandarle a hacer puñetas o preparar algo rápido de comer.
—Pero ¿cómo puedo estar ni tan siquiera planteándomelo? —se dijo a sí misma.
   Enfurruñada (y no era para menos) salió de la cocina y subió tras él. Sin llamar a la puerta entró en su habitación y lo pilló cambiándose de ropa. Por un segundo, se olvidó de que pretendía decirle cuatro cositas. En cuanto se abrochó el cinturón habló:
—Mira, guapito de cara, es domingo, y no pienso hacer de criada, para ti ni para nadie. Si quieres bocadillos te los haces tú.
   Él la miró de esa forma tan indolente que la enervaba.
—¿Has acabado? —preguntó guardándose la cartera en el bolsillo trasero del
pantalón y cogiendo las gafas de sol.
   Ella se cruzó de brazos. Encima tenía el descaro de tratarla así.
—Sí. —Se dio la vuelta, ni excursión, ni nada.
—No me montes una escena, ¿de acuerdo? —dijo él a sus espaldas—. Si no te
apetece preparar algo, simplemente puedes decírmelo y compramos cualquier cosa.
—¡Gilipollas!
—Oye, que no te he pedido que sacrifiques a tu primogénito, sólo que hagas unos simples bocadillos. Ni que fuera un sacrificio.
   Y encima tenía el descaro de sentirse ofendido.
—Y ¿por qué no los haces tú, señorito? Ay, perdona, lo olvidaba, en la facultad de Derecho no tenéis esa asignatura.
   Niall, que había trabajado de camarero para poderse pagar los estudios, no le respondió. No merecía la pena y, además, él no daba explicaciones ni hablaba de su pasado.
—Porque está demostrado científicamente que las manos femeninas han evolucionado mejor para sujetar utensilios de cocina.
   Ella, ante la seriedad con la que dijo aquello, se echó a reír a carcajadas. Cuando controló su ataque de risa dijo:
—Es la excusa más absurda que he oído en mi vida. —Y también más original,
pero se calló esto último—. Sólo por eso, prepararé algo, pero luego no me seas tiquismiquis.
—Déjalo. Paramos y compramos cualquier cosa en el bar.
—¿Vas a arriesgarte a comer algo de esa tasca, como tú la llamas? 
   Ella no esperó la respuesta, la cara de él lo decía todo, así que se encargó de lo necesario.
MeliHoran
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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 1:27 pm

Capitulo Veinticinco 

   Para sorpresa de ella, Niall le lanzó las llaves y se instaló en el asiento del copiloto, sin decir ni mu y con esa actitud de indiferencia tan suya, como si le estuviera haciendo un enorme favor al dejar que fuera ella quien condujera.
   Tampoco iba a rechazar esa oferta, ya que se moría de ganas por probar el BMW del estirado. Aunque, claro, por esos caminos tan polvorientos no se le puede sacar mucha partida a la manada de caballos que se esconden en ese motor.
   Llegaron a unos cinco kilómetros del pueblo, a una chopera lo suficientemente apartada y discreta para pasar el día y hacer lo que les viniera en gana. Pudieron aparcar el coche de tal forma que si alguien, cosa extraña en domingo, pasara por allí no lo viera.
   Él, para no variar, se quedó de pie, con las manos en los bolsillos, observando a su alrededor, como si necesitara supervisar el entorno y dar su aprobado.
—¿Qué? ¿No te gusta? —preguntó ella mientras intentaba averiguar qué botón abría el maletero. De ninguna manera iba a preguntárselo, ya había tenido suficiente ración de choteo cuando, al sentarse al volante, se dio cuenta de que el cambio era automático.
—Puede valer —dijo sin inflexión en la voz.
—Oye, deja ya esa actitud de perdonavidas, que ya cansa.
   Él la miró por encima de sus gafas de sol y se percató de que ella estaba concentrada en algo. Cuando cayó en la cuenta de que la nevera tardaba más de lo razonablemente normal en salir del maletero, y teniendo en cuenta que él se estaba conteniendo para no tumbarla en el suelo, no pudo reprimirse.
—Trae una cerveza, antes de que se caliente.
—Yo sí que te voy a calentar a ti —dijo entre dientes.
—¿Decías?
—Creo que ya conoces eso de que ningún pobre necesita criado. —Y en el acto averiguó dónde se ocultaba el maldito botón. Para no generar más cachondeo, abrió toda digna y sacó la nevera; por supuesto, sólo cogió una bebida para ella.
   Él se acercó por detrás. ¡Qué manía! Ella estaba preparada para una especie de asalto campestre, preparada y dispuesta, aunque el muy capullo sólo se ocupó de coger la esterilla y dársela.
   Ella, algo confusa y enfurruñada por... bueno por todo, la agarró de malos modos y empezó a apartar piedras y ramas del suelo antes de extenderla.    Después de eso, simplemente se quitó sus zapatillas de cuña, se tumbó en el medio y decidió disfrutar del entorno, ya que no de la compañía.
—Hazme sitio —pidió él, sentándose a su lado.
   Ella gruñó y se hizo a un lado.
   Ninguno de los dos tenía nada interesante que decir, así que cada uno se dedicó a sus propios pensamientos hasta que, por supuesto, él tuvo que dar la puntilla.
—Está bien este sitio, sí. Tranquilo, apartado... supongo que habrás traído aquí a infinidad de tíos para follar.
   Si se lo tomaba como un insulto, seguramente tendría que volver a casa andando y, aunque ya lo había hecho otras veces, no se había puesto unas
zapatillas con un tacón que, por mucho que la estilizara, también le destrozaba los pies, para luego volver andando a casa.
   Así que, como la mujer resuelta, experimentada y cosmopolita que presumía de ser aceptó el comentario como un cumplido.
—Pues sí. —Y como no tenía por qué callarse añadió—: ¿Te molesta?
—En absoluto. —Dudó por un instante si esa afirmación tan categórica era
cierta—. Simplemente estaba considerando todos los pros y los contras de hacerte caso.
—Considera, considera... —murmuró ella, en tono despectivo.
   Él cambió de postura, se colocó de medio lado, para no perderse detalle y sobre todo para no machacarse la espalda. Podía haber limpiado mejor el terreno antes de poner la jodida esterilla.
—Entonces... según tu dilatada experiencia, este lugar es lo suficientemente
seguro para que hagamos cualquier cosa sin riesgo a que nos vean —reflexionó él en voz alta—. Lo digo, más que nada, porque no me apetece que mañana mi culo esté en YouTube.
—Tranquilo, no creo que nadie quiera ver tu culo en YouTube.
   Niall se echó a reír.
—Hay que joderse, y ¿por qué, si puede saberse?
—No está mal, pero comparado con lo que hay por ahí... —Negó con la cabeza—. No tienes nada que hacer.
   Ya estaba bien de conversación, especialmente si era tan absurda como aquélla.
   Así que, para ir entrando en materia, él bajó el tirante de su camiseta rosa chicle dejando al descubierto la parte superior del horrible, aunque minúsculo, biquini.
—No sé para qué te lo has puesto —dijo, señalando uno de los triángulos que cubrían su pecho—. Esta mañana te has paseado por casa con todo al aire. No veo cuál es la diferencia ahora, y menos si estamos seguros de que nadie puede vernos...
—¿Me has estado espiando?
—¿Espiando? ¡No, joder! No es necesario. Tú sola te encargas de restregar la mercancía.
—¡Será posible! —Ella se incorporó para mirarlo desde arriba—. Eres un puto mirón.
—Y tú una jodida exhibicionista, podía haber llegado cualquiera y tú ahí, con las tetas al aire.
—Eres... eres... un imbécil. —Una mujer como ella no se alteraba por algo tan nimio, así que adoptó una postura más acorde—. No tiene nada de malo hacer topless. Si no te gusta, no mires.
—Ése es el problema, querida, que me gusta.
   Lo dijo con una voz tan ronca y provocadora que a ella la recorrió un escalofrío.
   Él, que no dejaba pasar una, fue cambiando de postura para tumbarse encima de ella.
—Entonces, abstente de criticar. —Él sonrió y ella quiso arrearle un buen
mamporro—. ¿Siempre tienes que ser tan idiota?
—Y ¿tú tan provocadora? No me extraña que medio pueblo quiera ir a que le cortes el pelo.
—También hago depilaciones, manicuras, masajes... —añadió ella pasando por alto la insinuación de sus palabras.
—¿Con final feliz?
—Depende —respondió sin pensarlo y entonces se dio cuenta de lo bocazas que una podía llegar a ser cuando estaba bajo presión.
—Mañana, cuando te lleve al trabajo, resérvame hora.
  Ella no pudo más e hizo amago de soltarle un bofetón, pero Niall interceptó su mano. 
   Durante unos instantes se quedaron callados, mirándose, retándose con la mirada, esperando a ver quién tenía el valor de decir algo coherente.
   Niall sabía que su comentario, dicho en aquel tono, había estado fuera de
lugar. Pero, joder, ella le seguía el juego, así que presionaba y presionaba, hasta que de repente ella se echaba hacia atrás y se sentía ofendida. No sabía cuándo parar.
   Él no era de los que ofenden gratuitamente. Otra cosa muy distinta es que a veces dijera lo que la gente no quería escuchar.
—Si quieres que lo hagamos con violencia, dímelo, querida, estoy abierto a
sugerencias.
   Ella entrecerró los ojos, sólo Niall era capaz de llevarla a ese estado de
enfado y excitación simultáneo que la confundía a no poder más.
—Si te apartas un poco, estoy segura de que encontraré una vara con la que
atizarte y hacerte mejor persona —dijo ella.
   Él arqueó la ceja, divertido, pero no se apartó. Ni loco. La tenía casi como
quería.
   Se inclinó un poco más, porque ya llevaba demasiadas horas sin estar cerca y porque, si retrocedía un solo milímetro, ella aprovecharía para dedicarle alguna que otra lindeza.
   Cuando consiguió tumbarla, la contempló un instante y se quitó las gafas de sol. A falta de un sitio más adecuado las dejó a un lado.
—Supongo que el listón está muy alto.
   Ella tardó unos segundos en entender ese comentario, estaba demasiado
obnubilada con el numerito de las gafas.
   Como no respondía, él insistió.
—No hace falta que respondas. Los de mi edad tenemos recursos más que
suficientes —dijo mientras se deslizaba hacia abajo y se paraba a la altura de su ombligo—. Y me voy a ocupar... —Dio una pasada con la lengua sobre la piel del estómago para caldear, innecesariamente, el ambiente—.... Concienzudamente de que te olvides de todos los... —Ella se tensó cuando oyó el sonido de la cremallera bajando—... Tipos con los que has follado aquí.
   Eso será muy fácil, pensó ella, relajándose, estirando los brazos, sacándolos fuera de la esterilla. Después cerró los ojos y sencillamente se dedicó a no hacer nada, a dejar que ocurriese lo que iba a ocurrir, con los débiles sonidos del campo como fondo.
   Cuando notó que su pantalón corto ya no estaba sobre su cuerpo separó las piernas.
—Esto sí que son facilidades —murmuró con media sonrisa en el rostro—. Hoy no he tenido que comerme el coco pensando de qué color llevabas el tanga.
—¿Y eso? —preguntó aguantando la risa. Cuando se lo proponía, aquel hombre era incluso gracioso.
—Teniendo en cuenta la parte superior de tu horrible biquini, deduzco que la parte inferior ha de ser semejante —dicho lo cual tiró de los lazos que lo sujetaban en el costado dejándola completamente desnuda.
—¡Por favor! —se quejó sin mucha convicción—. Pero es que, cuando alguien critica el estilo de vestir de otra persona al mismo tiempo que empieza a jugar entre sus piernas, lo más normal es ignorar esas críticas.
   Él levantó un instante la vista para observar una panorámica... increíble,
hermosa, excitante. Tres en uno, allí, expuesta ante su mirada y bajo sus manos, ____ permanecía a la espera, sin presionarlo y sin falsos ataques de pudor, sencilla y natural.
   No podía demorarlo más.
   Saber lo que le esperaba no le restaba ni un ápice de emoción. Por eso, cuando sintió el primer toque, su cuerpo se tensó inmediatamente, presa de esa típica sensación de anticipación.
   La había penetrado con tan sólo un dedo y sin embargo su reacción se
asemejaba más a la tensión cercana al orgasmo.
   Quería más, por supuesto que quería más, pero si conseguía hablar estaba segura de que él aprovecharía para retrasar lo inevitable o jugar con ella, torturándola, cosa que en aquel momento no deseaba.
MeliHoran
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Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 1:38 pm

Capitulo Veintiséis

   ¿Cómo algo tan simple, tan aparentemente inocente, podía causar tanto placer?
   Era una penetración suave, lenta, pero segura.
   Su cuerpo se arqueó, una respuesta natural a aquel placer. Todas sus terminaciones nerviosas se pusieron completamente alerta, esperando el siguiente paso, la siguiente sensación.
   No tuvo que esperar mucho. Un segundo dedo se unió al primero, para, una vez curvados, pulsar todas las teclas necesarias y acrecentar la excitación.
—Estás húmeda.
   «Dime algo que no sepa», pensó ella.
   Ella cerró los ojos y se los tapó con el brazo, no porque le molestara la luz del sol, sino porque hay cosas que son más intensas si cierras los ojos.
   Si se paraba a analizar la situación... estaba en medio del campo, abierta de piernas, dejando que un hombre, prácticamente un desconocido, lamiera su coño, como la mayor de las desvergonzadas.
   Y qué bien sonaba eso. Desvergonzada, por fin lo era por méritos propios y no por las habladurías.
   Incluso aunque alguien pasara en aquel momento por el camino que llevaba a la chopera y observara aquella estampa, ella ya no podría dar marcha atrás. De hecho, era probable que la posibilidad de ser descubierta, y por tanto de que el chisme llegara a oídos del pueblo, confirmando así su hasta ahora inmerecida fama, aumentara el placer.
—Pero no lo suficiente —murmuró siguiendo a lo suyo, ajeno a los ocurrentes y desvergonzados pensamientos femeninos.
   Ella, en respuesta, arqueó aún más su ya de por sí tenso cuerpo. Él no se
limitaba a explorar y ella no tenía, menos mal, que darle instrucciones. La cosa se estaba poniendo cada vez más interesante.
   No contento con penetrarla buscó con su boca su necesitado clítoris, succionándolo y creando la combinación perfecta entre manos y boca.
   ____ se mordió el labio, no porque quisiera contenerse, sino porque el placer que estaba sintiendo era tan, tan bueno que no podía evitar morderse. Casi perfecto, y ella no estaba haciendo nada.
   Quizá eso era el componente fundamental, no preocuparse por nada. Al fin y al cabo, él no era más que un entretenimiento, un rollo de verano, alguien que se largará y así se evitarán situaciones incómodas cuando todo eso deje ser bueno, porque el tiempo todo lo desgasta y nada es para siempre.
—Más... —jadeó perdiendo completamente la compostura.
—Joder, esto se pone cada vez mejor —dijo él, levantándose un instante para admirar la vista.
   Él volvió a su trabajo, a lamerla, a degustarla. En definitiva, a volverla loca.
   Y ____, a experimentar lo que tantas veces soñaba, a sentirse libre para gozar, para disfrutar sin presiones.
   Estaba claro que Niall sabía manejar la lengua con maestría, buscando,
indagando, recorriendo cada milímetro de piel, estimulando cada terminación nerviosa y sin indicaciones, ni rozaduras de barba, todo sincronizado para conducirla a...
   Pero no todo es perfecto.
—¡¿Qué?! —exclamó ella al sentir de golpe y porrazo cómo el aire era lo único que acariciaba la unión de sus muslos.
—Date la vuelta.
   ¿Una orden? ¿Había sonado como una orden?
   ¿Y si así fuera?
   Él no esperó, maniobró para colocarla boca abajo, con el culo en pompa, a su entera disposición.
   ____, por su parte, asumió la orden como una parte más del juego.
   Otro día podía replicarle, pero hoy acataría el mandato. Si hasta ahora todo había ido bien...
—Buena chica. —Acarició su trasero con admiración, como si fuera el primero que veía en la vida. Después, consumido por la impaciencia, sacó del bolsillo trasero de su pantalón seis condones que dejó caer junto a su rostro—. Es, simplemente, una muestra de cariño.
   Ella puso los ojos en blanco, aquel hombre no tenía remedio.
   Niall agarró uno y rápidamente maniobró para, y por este orden, quitarse
los pantalones, los bóxers, enfundarse un condón y agarrarla de las caderas.
   Tres segundos más tarde entraba en ella.
   Consiguiendo que ella, de nuevo, volviera a aquel estado de tensión, de
excitación y de desesperación.
—Joder, esto de follar en el campo tiene un no sé qué... —acertó a decir Niall entre arremetida y arremetida.
   Ella quería responder, pero se limitó a inspirar profundamente, como si todo el oxígeno disponible no fuera suficiente.
   Con cada empujón, su cuerpo se movía al compás. Sus rodillas, no sabía cómo, soportaban su peso al tiempo que cada fibra de la áspera esterilla dejaba marcas en la piel.
   Del mismo modo, estaba casi segura de que él, por la forma en que la agarraba de las caderas, marcaría su piel.
   Niall no podía creer que aquello estuviera sucediendo, que fuera él el cabrón afortunado que se lo montaba con ____. Y de esa forma... joder, era como hacer realidad una fantasía, y, lo mejor de todo, sin haberlo planeado, todo de forma espontánea.
   Quizá debería replantearse sus férreas ideas, en lo que al sexo se refiere. Hay ciertos parámetros que no se pueden delimitar, o, como dirían en esos lares: no se pueden poner puertas al campo.
   Sentía cómo sus testículos, cada vez más tensos y pesados, se preparaban para la gran final; cómo ella, con sus músculos internos, creaba la presión idónea para correrse de un minuto a otro.
   Por cómo gemía y se movía ella también estaba cerca de llegar al clímax, pero no quería comportarse de manera egoísta ni correr riesgos, así que deslizó su mano desde la cadera hasta su coño, buscando entre sus labios vaginales y encontrando un hinchado clítoris, que a buen seguro, con un poco de estimulación, haría que ella lo acompañase en el orgasmo.
   Al mismo tiempo pensó en lo tentador que resultaba su trasero, tan expuesto y tan provocativo en aquella posición.
   ¿Qué pasaría si la tocaba ahí?
   Un leve tanteo, una simple aproximación, ver cómo reacciona, obtener información para saber si en un futuro, a ser posible no muy lejano, ella accedería al coito anal.
   Sólo de pensarlo, su pulso se disparó aún más, embistió con más fuerza, casi desestabilizándola, temiendo ser excesivamente brusco, aunque, al parecer, a ella no parecía disgustarla. No pudo comprobar su teoría, ella lo estaba exprimiendo.
—¡Oh, Diosssssssss! —Ella, a punto de correrse, llevó una de sus manos junto a la de él, para indicarle que necesitaba un poquito más de presión, sólo un poquito más y se correría.
   La sensación de los dedos entrelazados acariciando sus sensibles labios
vaginales hizo el resto.
—Lo... mismo... digo —gruñó él, sintiendo la presión sobre su polla, síntoma
inequívoco de que ya no podría dar marcha atrás. Esperaba que ella lo
acompañara, porque, sin poder ni querer evitarlo, eyaculó con fuerza.
Como si se le hubiera escapado toda la fuerza al correrse cayó sobre ella, sin pararse a pensar si ésta necesitaba oxígeno, la aplastó con su cuerpo y,
representando un hecho insólito de ternura en él, la besó en la nuca de forma suave, sincera, nada de juegos, de provocaciones, un beso tierno, extraño, sí, pero sin rastro del cinismo tan habitual en él.
   Por desgracia, ese momento no podía perpetuarse indefinidamente, como
hubiese querido. Se apartó de ella de mala gana y se deshizo del preservativo, junto con su carga líquida.
   Después se subió los pantalones, y al tiempo que se abrochaba el cinturón recuperó su sarcasmo característico.
—Debo decirte que nunca pensé que algo tan primitivo a la par que rústico
fuera tan agradable.
   Ella estaba más pendiente de buscar la braguita del biquini con la mirada que de hacerle caso, pues corría el riesgo de irritarse y estropear la satisfacción poscoital.
—Ya sabes... vida sana —contestó ella indiferente subiéndose los pantalones cortos.
—Espero que te hayas esmerado en preparar algo decente para comer —
murmuró distraídamente. Ella le pasó unas toallitas y después abrió la nevera portátil. Sacó dos tápers y quitó las tapas.
—No me vengas con exigencias —le advirtió mientras iba metiendo en una bolsa las «pruebas del delito». De ningún modo iba a ensuciar el entorno, odiaba a quienes iban al campo y lo dejaban todo hecho una mierda.
—¿Sobras? —preguntó él, ceñudo, señalando el primer envase.
—¿Qué esperabas? —replicó ella poniendo los ojos en blanco—. Trae para acá, al hambre no hay pan duro.
—Ya veo —murmuró resignado. Sacó uno de los filetes empanados y empezó a comérselo.
   Ella, por su parte, primero necesitaba calmar su sed, así que destapó un botellín de agua y casi se lo bebió de un trago. Tanto ejercicio deshidrata.
   ¿Había sido sólo ejercicio?
   Mientras comían, ella no dejaba de darle vueltas al asunto. ¿De verdad
pretendía que aquello fuera únicamente un rollo sin más? ¿Cómo afrontaría su siguiente relación? Porque, después de un sexo tan estupendo, quizá él, sin proponérselo, había puesto el listón demasiado alto para que otros pudieran competir, y, la verdad, en el pueblo y sus alrededores no vivían demasiados aspirantes.
   Pero, dejando a un lado las bromas, ¿qué clase de extraña conexión se establecía con Niall para llegar a tal punto?
   ¿Se estaba colgando de él?
   ¿Tanta estupidez y gilipollez era sólo una fachada?
—Un poco secos —aseveró él y buscó una cerveza—. La próxima vez deja que me encargue yo de las provisiones. Está claro que ir de picnic no es lo tuyo.
   Duda resuelta, no finge, es gilipollas.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 1:50 pm

Capitulo Veintisiete

   ____ pasó por alto su último comentario, igual que el resto, ya que no le
apetecía enfadarse ni estropear el día. Bien podía dedicarse a reposar la comida, tranquilamente, apoyada en uno de los viejos chopos o, simplemente, tumbarse, aunque ello implicara compartir esterilla.
   Resultaba cuando menos curioso el estar allí acompañada y no hablar.
   Él no quería comunicarse, perfecto; lástima que con las prisas olvidara su libro, así podía entretenerse mejor.
   Escondida detrás de sus enormes gafas de sol, que para casos como ése
resultaban una bendición, no sólo observaba el entorno (se lo conocía de memoria) sino a Niall. No hacía falta disimular.
   Indiferente a todo, sentado tan pancho, dándole la espalda, como si no existiera, como si fuera un ser superior.
   ¿En qué estaría pensando?
   Claro que ni muerta iba a preguntar.
—No entiendo cómo alguien quiere ser peluquera. Por lo que he visto, te pagan una mierda.
—Vaya... estabas tardando en decir alguna de tus rimbombantes frases — arguyó molesta.
—Lo digo en serio. —Se giró y la miró—. Cuando uno elige una profesión es
para vivir cómodamente, no para matarse trabajando por el salario mínimo.
—Gracias por decírmelo, hasta ahora no me había dado cuenta. —Hizo una
mueca. Ella lo sabía mejor que nadie.
—Entonces, ¿por qué?
—No todos tenemos la oportunidad de estudiar una carrera. Además, me gusta mi trabajo. Y algún día montaré mi propio centro de belleza —aseveró con convicción.
   Niall reflexionó unos instantes antes de hablar.
—Sigo sin entenderlo. Lavar cabezas y hacer tintes no es lo que se dice muy
gratificante.
—Y ¿dar discursitos sí lo es?
—Tampoco, pero te aseguro que se gana bastante más.
—No todo es cuestión de dinero.
—Ahórrame las tonterías. Lo es, claro que lo es. Y, si no, ¿de qué vas a vivir? ¿Del aire?
—Me gusta mi trabajo, disfruto ayudando a la gente a sentirse mejor. Puede que nunca sea millonaria, pero no me falta para comer.
   Ella se defendía con tal vehemencia que hasta podía convencerlo.
   Pero llevaba muchos años, demasiados, escuchando a todo tipo de gente y no se iba a dejar convencer.
   Si ella era feliz trabajando en una peluquería, no era de su incumbencia.
—Supongo que tú eres un picapleitos de esos que sólo miran el dinero. Te
importa un comino si a quien defiendes es culpable o no —lo acusó ella.
—¿Y? ¿A quién le importa?
—Pues a mí.
—Déjame decirte una cosa, si andas por la vida con tanto idealismo, te va ir de culo —sentenció él sin ningún remordimiento.
   Ella quería dar el tema por zanjado. Con Niall era imposible mantener un
diálogo, siempre tan radical... tan inamovible... y para rematar subestimando su profesión.
—Supongo que tú eres de los que no pierden nunca. —Ella tanteó el terreno.
—Lo intento —replicó sin ofenderse.
—Pero alguna vez habrás metido la pata, ¿no? —insistió. Nadie es perfecto.
—Sí —respondió tras un silencio prolongado.
—¿Podrías desarrollar más la respuesta?
   Él sonrió, esa fórmula la utilizaba muy a menudo, que ella le intentara sonsacar de la misma forma resultaba gracioso. Podía dejarla con la duda, pero... ¡qué coño!
—Mi primer cliente. La jodí con mi primer cliente.
—La falta de experiencia. —Ella se mostró comprensiva.
—Pues no. Más bien mis hormonas.
—¿Cómo es eso? —preguntó con curiosidad. No esperaba para nada esa
contestación.
—Mi primer caso fue un divorcio. Aparentemente muy simple. Uno de los
clientes del bufete de toda la vida, íntimo amigo de mi jefe. Me pidieron que
llevara los trámites legales. Sólo eran eso, simples trámites.
—¿Cómo la jodiste?
   Él sonrió de medio lado.
—Ella no quería divorciarse por razones obvias. Según el acuerdo
prematrimonial, sus ingresos mermaban considerablemente. Legalmente no tenía ninguna posibilidad de recurrir, así que buscó otra alternativa.
—¿Cuál?
—Follarse al incauto que llevaba los papeles.
—Jodeeeer...
—Se presentó en mi despacho. La tía estaba bien buena y, claro, yo caí como un tonto.
—La carne es débil. —Se rió ella.
—Pensé con la cabeza equivocada, desde luego —convino él, no tenía sentido echar balones fuera—. No calculé el riesgo y pensé que no era más que el capricho de una mujer despechada.
—¿Y? ¿Qué pasó?
—Una semana antes de ir al juzgado se presentó de nuevo en mi despacho. Yo esperaba otro revolcón, pero no. Me sacó una cinta donde se nos veía follando encima de mi mesa.
—¡Qué fuerte!
—Por supuesto su intención era chantajearme. Que convenciera a su ex marido para que fuera más generoso.
—Vaya lío. Te tuviste que bajar de nuevo los pantalones, ¿no? Y esta vez, no por gusto.
   Él negó con la cabeza.
—No. Pensé que si accedía, mi carrera como abogado tenía los días contados. Nadie te da una segunda oportunidad, como mucho acabaría como un abogado de tercera en algún bufete de mierda. Así que me fui con la copia de la cinta a hablar con mi jefe y con el cliente.
—Eso sí que es echarle huevos.
—Para mi sorpresa, cuando acabé de contarles el desafortunado incidente el cliente únicamente se limitó a preguntarme si tenía pruebas de lo ocurrido. Evidentemente eso me desconcertó aún más, esperaba una severa reprimenda o el despido inmediato.
—Esto se pone cada vez más interesante.
—El cornudo me chocó la mano y me dio la enhorabuena por mi trabajo.
—¿Cómo?
—Por lo visto, en el contrato prematrimonial se especificaba que, en caso de infidelidad, ella no recibiría absolutamente nada.
—¿Bromeas?
—¿Tengo cara de hacerlo?
—O sea, eres un novato, te tiras a la mujer de tu cliente en tu despacho y
encima te dan la enhorabuena. Joder, a lo mejor sí debería cambiar de profesión. — Esto último era más un pensamiento en voz alta.
   A él le hizo gracia la exposición resumida de la historia.
—Ya ves. Pensé que iban a joderme, pero a base de bien, y al final...
—Increíble...
—Pero cierto —sentenció él—. A partir de aquel instante, por supuesto, no
volví a jugármela. Me había librado por los pelos y, si quería llegar lejos, no podía dedicarme a follar en los despachos.
—Pero, cuando os lo proponéis, sí jodéis a la gente —apuntó ella.
—Puede ser. Pero todo bajo el amparo de las leyes.
—Lo has dicho tan serio que hasta me lo creo.
   Dicho esto se echó a reír a carcajadas. Al final, él se contagió.
   Cuando el ataque de risa fue remitiendo ella se dio cuenta de que por primera vez habían mantenido una conversación amistosa, sin dobles sentidos, sin ataques directos.
   Él había compartido una anécdota y ella lo había escuchado.
   La tarde fue avanzando y, sin querer proponérselo, fueron surgiendo nuevos temas de conversación. Si bien en algunos aspectos no compartían opinión, lo cierto era que la mala leche o las malas contestaciones quedaron al margen.
   ____ le puso al día sobre los cotilleos que a diario escuchaba mientras
trabajaba. Él no entendía algunos de los motes que se les ponía a los del pueblo; ella trataba de explicárselo, pero, al final, tenía que admitir que la imaginación popular la superaba.
   Él empezó a sentir curiosidad sobre la relación de ella con el Pichurri, pero se abstuvo de preguntar. Habían logrado una especie de pacto de no agresión y no quería romperlo.
   También le hubiera gustado averiguar más cosas sobre la vida y milagros de su padre. Al fin y al cabo, ____ había convivido con él, pero tocar ese tema era abrir una puerta que prefería mantener cerrada a cal y canto. Si se le ocurría preguntar, daría pie a que ella contraatacara con sus propias preguntas, y eso sí que no.
   La luz iba disminuyendo y era hora de ir recogiendo. Así que ella fue la
primera en ponerse en pie. Metió los tápers vacíos en la nevera. Al final, entre una cosa y otra habían acabado con todas las provisiones y él no había vuelto a criticar, cosa que ella agradeció.
   Cuando se acercó para enrollar la esterilla vio el resto de los condones allí esparcidos. Podía hacer un ácido comentario sobre «las muestras de cariño», pero, siendo honesta, hasta ella había relegado el tema del sexo durante la tarde.
   Lo cual no dejaba de ser curioso, al fin y al cabo era, hasta ahora, el único punto en común.
   Sin decir ni pío los agarró y se los guardó en el bolsillo trasero del pantalón.
   Lo que no sabía es que él no se estaba perdiendo ni un detalle, estaba pendiente de cada uno de sus movimientos.
  Cada vez que se agachaba, su trasero, enfundado en esos minipantalones, le provocaba serios problemas de autocontrol.
   Si ella se daba la vuelta iba a tener la prueba evidente de que estaba
empalmado.
   Pasó por delante de él, cargada con todos los bártulos. Aunque lo cierto es que podía ser un caballero y echarle una mano, en realidad resultaba más gracioso contemplar cómo se las apañaba. No podía negar que la mujer sabía defenderse.
   Al final decidió colaborar, abrió el maletero con el mando a distancia para que ella no tuviera que dejar los trastos en el suelo.
   Ella resopló y, tras dejarlos en el maletero, cerró con fuerza. Se movió hasta llegar al asiento del copiloto pero antes de ni siquiera dar medio paso se encontró aplastada contra el lateral del vehículo. Su espalda sintió en el acto el frío de la carrocería.
—No puedo más.
MeliHoran
MeliHoran


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Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 2:23 pm

Capitulo Veintiocho

   No sólo la aprisionaba contra el coche, sino que sus manos empezaron a
moldear su cuerpo, sin un criterio concreto. Parecía querer abarcar mucho más de lo que sus dos extremidades le permitían.
   Ella, sorprendida al principio, quiso apartarlo. No era amiga de esas
demostraciones tan repentinas de efusividad. La mayoría de las veces eran un reflejo del hombre primitivo, casi machista, que no de otra cosa. Pero, sin saber por qué, no lo percibió de esa forma.
Puede que Niall fuera un ejemplo más de ese espécimen que tanto detestaba, pero todo lo relacionado con él era imposible de racionalizar.
   Como no estaba por la labor de dejarse llevar, en seguida se metió en faena. Él se apretaba contra ella y no tuvo reparos en buscar un punto donde poder posar las manos y de paso provocarlo, tentarlo, hacerle saber que sus avances no iban a ser rechazados, que ella podía jugar a ese juego del «aquí te pillo, aquí te mato» tan bien o mejor que él, y, por lo tanto, la opción más rentable era acariciarlo por encima del pantalón.
—Déjate de manoseos y desabróchame los pantalones —gruñó él, mientras le subía la camiseta hasta las axilas y apartaba el biquini para descubrir sus pezones.
   Como era de esperar, se lanzó a por uno, sin lamerlo primero, como cabría pensar.
   Lo atrapó entre los dientes y tiro de él. Era una reacción justa, ya que la mano de ella le estaba agarrando la polla sin consideración alguna.
—Parecemos adolescentes cachondos —bromeó ella, sin detenerse.
—Si quieres, follamos en el asiento trasero.
   Ella iba a responder que, conociéndolo, dudaba que quisiera arriesgarse a manchar el cuero. Pero cuando atrapó su boca, cualquier pensamiento quedó relegado a un segundo plano.
   No era un beso amable, ni siquiera posesivo, era uno de esos que rozaban la desesperación.
   ____ siguió su ritmo, incluso en algunos momentos era ella quien llevaba la voz cantante.
   Cuando no le devoraba la boca aprovechaba para mordisquearle la oreja,
incitándolo, excitándolo, indicándole que ella ni se quedaba de brazos cruzados ni iba a dejarse magrear sin hacer lo mismo.
—Espera... —pidió él separándose a regañadientes.
   Con celeridad, tiró de ella con una mano y con la otra se sujetó los pantalones, para arrastrarla hasta la parte delantera del vehículo y le indicó que se tumbara sobre el capó delantero.
   Maniobrando con rapidez, le quitó los dichosos pantalones cortos y, como él ya estaba casi libre, sólo apartó a un lado la braguita del biquini para introducirse en ella de una sola arremetida.
—Joder, qué bueno... —siseó él deteniéndose sólo un instante, para inspirar, para creérselo, para comprobar si estaba soñando.
   Ella, la verdad, no tenía por qué poner pega alguna, pero la postura no
favorecía su estabilidad. No sabía dónde sujetarse, la aerodinámica del coche la empujaba hacia abajo. Él sólo la sujetaba por un punto, muy bueno, pero insuficiente, y si seguía así no iba a disfrutar nada, pues no podía centrarse.
   Niall empezó a moverse, apoyando las manos sobre la chapa, una a cada
lado de su cabeza, ella se agarró a sus hombros, pero tampoco conseguía la postura idónea para moverse con él. Y, por supuesto, no iba a quedarse tumbada boca arriba, abierta de piernas esperando una intervención divina que la llevara al orgasmo. Nadie mejor que ella para saber que, si no buscaba más puntos de estimulación, llegar a correrse sería un acto de fe.
—¿Qué coño te pasa? —Él se detuvo, bastante mosca con la actitud de ella.
   De repente no era más que una muñeca hinchable, muy lejos de la apasionada mujer que lo volvía loco.
—Esto de follar sobre un deportivo queda muy bien en las pelis, pero en la
práctica... —Negó con la cabeza—... Me falla la logística.
   Era la última explicación que esperaba.
—Pues agárrate a mí, o, yo qué sé, dobla las rodillas y apoya los talones en el coche —arguyó de la mala gana. Estaba echando un polvo, cualquier cosa no relacionada con el asunto no interesaba.
—¿Con estos taconazos? —Estiró una pierna para que él prestara atención a su explicación—. Y sin mencionar los posibles daños a la pintura, cualquiera te aguanta después.
   Él no se perdió detalle de su pierna mientras ella hablaba.
—¿Te estás quedando conmigo? —preguntó, entrecerrando los ojos—. ¿Tú te crees que me importa una mierda la pintura en mitad de un polvo?
—Ah, bueno, si es así... —Ella se colocó en la posición sugerida, pero se
deslizaba igualmente—. ¿Ves? Me parece que después de todo vamos a terminar en el asiento trasero.
—Hay que joderse... Enrosca las piernas en mi cintura. Y vamos a dejarnos de tonterías.
—Vale —aceptó ella regalándole una sonrisa.
   Y así, sin más, se olvidó de todo, de si ella le estaba tomando el pelo, de si estaba allí por una serie de circunstancias adversas o de si tenían los días contados.
A partir de ese momento encontraron el punto exacto de equilibro, él podía
moverse sobre ella, y ____ podía salir al encuentro de sus arremetidas sin
preocuparse por su integridad física. Y no sólo eso, con aquel acoplamiento la cosa iba por buen camino.
   Ella giró la cara y observó el entorno, la noche no tardaría en caer, y ella estaba allí, montándoselo con él, de una forma bastante primitiva y desvergonzada.
   Y estaba encantada.
   Él no desaprovechó ese cuello tan expuesto y empezó a lamer la piel, desde el hombro hasta poder chuparle el lóbulo de la oreja.
   Inmediatamente escuchó sus jadeos y cómo lo atenazaba aún más con sus piernas. Y no sólo eso, sus músculos internos ejercían una presión muy localizada, en su polla, para ser más exactos.
—Deja de hacer eso si quieres que esto dure lo suficiente —ordenó él
hablándole junto a su oreja.
—¿El qué? —quiso saber ella sin comprender. En aquel momento, todo parecía ir más o menos bien.
   Empujó con más brío antes de hablar.
—Lo que haces, joder —dijo como si eso lo explicara todo.
   Ella seguía sin entender y como tampoco estaba por la labor de alargar la
conversación, que a buen seguro acabaría en discusión, se mantuvo callada.
   Además, después de los problemas técnicos iniciales, ya solventados, habían conseguido una buena sintonía.
   No tenía por qué hacerle caso y se concentró de nuevo en lo que tenía entre las piernas. En ese vaivén, en cada penetración, en la fricción que recibía su clítoris...
   Todo ello resultaba increíble y como podía poner en práctica la teoría... ahora veía el resultado de hacer sus ejercicios Kegel.
   Al principio de hacer dichos ejercicios se reía ella sola, o incluso pensó en dejarse de tonterías, al fin y al cabo, no notaba ninguna mejoría, ya que no se atrevía llevar a la práctica la teoría. Pero puede que sencillamente necesitara un cambio de pareja, alguien que fuera una simple estación de paso, sin compromisos, que le permitiera mostrarse sin máscaras, alguien con el que luego no fuera a tener ningún tipo de compromiso, que tarde o temprano se iría.
   Quizá esa falta absoluta de compromiso era el factor determinante y no pensaba desaprovecharlo.
   Él, desconocedor de todos esos tejemanejes, resoplaba e intentaba retrasar lo inevitable, pero ella no estaba colaborando, lo estrujaba sin compasión.
—Estoy a punto de correrme... —gruñó él. Por supuesto, en la frase iba explícita la advertencia de que, si seguía así, uno de los dos iba a quedarse a medias, y ella tenía todas las papeletas.
   Ella giró la cabeza y lo miró, estaba tan cerca de sus labios, con esa cara de concentración y con una expresión tensa previa al orgasmo, que quiso torturarlo un poco más.
   Se concentró, apretó sus músculos internos y le mordió el labio inferior.
   Todo con tal de desconcertarlo. No hay nada mejor en el sexo que la improvisación, la sorpresa, partir de un clásico misionero y disfrutarlo como si fuera la mayor proeza sexual de la historia.
   Niall, espoleado por ella, respondió a su reclamo, la besó, la embistió con fuerza y no dejó de moverse, quería que ella alcanzara primero el clímax para poder unirse después sin remordimientos.
—Vamos... —la animó él—. Quiero sentirlo, quiero verlo.
—Estoy en ello —intentó bromear, pero para conseguirlo primero necesitaba oxígeno.
—Pues por cómo me aprietas la polla yo diría que estás a punto.
   ____ lo besó de nuevo, porque le apetecía y porque él siempre aprovechaba para mostrarse altivo. Aunque, siendo sincera consigo misma, empezaba a no molestarse tanto con esa actitud y como además había encontrado la manera de controlarlo un poquito...
   Apretó por última vez sus músculos internos de tal modo que alcanzó el
orgasmo. Sus piernas dejaron de aprisionarlo; ya poco importaba si acababa en el suelo, sólo necesitaba aire.
—Joder... —exclamó él acompañándola encantado. Le estaba suponiendo todo un ejercicio de autocontrol no correrse.
   Dejó de apoyarse sobre sus brazos para quedar tranquilamente instalado sobre ella, normalizando su respiración y sin preocuparse de nada más.
   Ahora, todo el esfuerzo había obtenido su recompensa. Lástima que el capó delantero del coche no fuera el mejor sitio para descansar.
   Como en ocasiones anteriores, no pudo dejar pasar por alto la enorme
contradicción que suponía mantener excelentes relaciones en lo que al sexo se refiere y pésimas en todo lo demás.
   Siempre esa extraña dicotomía que no terminaba por aclarar.
   Pensando por una vez en el bien ajeno y no en el propio se incorporó, pues ella iba a acabar con la espalda manchada. Pero se estaba tan bien así, que salió de ella de mala gana.
   Y en el acto se dio cuenta de que esta vez había sido muy diferente de las
anteriores.
   Ella, apoyándose en los codos, se incorporó y puso los pies en el suelo. 
    Se bajó la camiseta y recolocó el biquini.
    Al hacer esto último cayó en la cuenta de que entre sus piernas había excesiva humedad.
   Automáticamente su mente empezó a calcular posibilidades, contar días y
demás.
   Él parecía ajeno al hecho de que, con las prisas, se habían olvidado de la
excelente colección de condones que tenían a su disposición.
   Al abrocharse los pantalones cortos los sintió en el bolsillo trasero. Sí, ¡ahí estaban de puta madre!
—Date prisa. Estoy seguro de que cierta adolescente metomentodo habrá
llegado a casa y no quiero escuchar estupideces —arguyó indiferente al hecho de que ella se mostrara algo distraída mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.
   ____ se abrochó el cinturón de seguridad. Mientras el coche empezaba a
rodar, ella seguía haciendo cuentas.
MeliHoran
MeliHoran


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Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada - Página 4 Empty Re: Treinta noches con ____ (Niall Horan y tu )TERMINADA -Adaptada

Mensaje por MeliHoran Jue 26 Sep 2013, 3:44 pm


Capitulo Veintinueve



   Afortunadamente, Julia aún no había regresado, lo que evitó buscar una excusa medianamente convincente que justificara la llegada de ambos en el coche.
   ____ entró en la cocina y se puso a preparar la cena, no quería seguir
comiéndose el coco, quería pegar a alguien, a ser posible con la mano abierta.
   Empezando por ella misma, por ser tan rematadamente tonta y descuidada.
   A él también deseaba darle con la mano abierta, aunque echarle la culpa de todo no serviría de nada.
   Julia entró en la cocina poco después, con la cara algo mustia.
—Traes una cara... —murmuró ____ mirándola.
   Su sobrina miró a Niall un instante antes de hablar, allí estaba, como siempre, ajeno a todo, a lo suyo.
—Esa idiota de Jenny —dijo poniendo cara de asco—. Se cree la más guay. Ha llegado la última a la pandilla y organiza todo...
—Incluyendo a Pablo —____ acabó la frase. Estaba claro cuál era el origen delvenfado de su sobrina.
—Pues sí —aseveró. Después empezó a poner la mesa—. Y él... ¡Será bobo! Se le cae la baba...
—No te esfuerces, los tíos son así.
   Niall arqueó una ceja y continuó como si fuera el convidado de piedra.
—Ya lo sé —musitó, no muy convencida.
   _____ sonrió comprensivamente, estaba claro que aún tenía mucho que aprender. En primer lugar, a sobreponerse tras un desengaño.
—De momento vamos a cenar. Llenemos el estómago, por lo menos  bromeó
   ____ y miró de reojo a Niall, que ahí seguía, a lo suyo.
   ¡Qué hombre!
   Durante la cena, él tuvo que soportar las tonterías de su hermana y lo que le pareció un catálogo de malos consejos por parte de la tía.
   Y no pudo aguantar más.
—Ese chico, ¿desde cuándo lo conoces?
   Las dos lo miraron extrañadas de que se metiera en la conversación.
—Nos conocemos desde niños, viene todos los veranos.
—¿Y hasta este año no te has interesado por él? —preguntó, siguiendo una
lógica que ninguna de ellas alcanzaba a comprender.
—Y ¿eso qué importa? —replicó ____.
—Bastante. Si se conocen desde hace años y ella... —Hizo un gesto con la cabeza señalándola, pero sin apartar la vista de ____ —... Nunca se ha interesado por él, lo más lógico es que el chaval la vea como una más.
   Julia, al oír la explicación, empezó a pensar que tal vez, y aunque le jorobase reconocerlo, su hermano tenía un punto de razón.
—Eso no tiene ni pies ni cabeza —aseveró su tía con vehemencia, obviando la presencia de la menor—. Hasta hace poco eran niños.
   Eso también es verdad, pensó la interesada.
—No seas ingenua. Ese chaval, a su edad, ya ha notado la diferencia y la sigue viendo como su amiga.
   Maldita sea, Julia también debía considerar ese factor.
—Y si encima llega una loba...
—Ésa es la excusa más tonta que he oído en mi vida —argumentó él—. Las
mujeres siempre echáis la culpa a otra en vez de ver vuestros propios fallos.
—Y los tíos siempre tenéis que estar picoteando aquí y allá.
   Julia frunció el ceño, ¿qué tenía eso que ver con su problema? Pero, claro, su tía debía de tener más idea.
—Eso es una simple cuestión evolutiva. Para perpetuar la especie debemos... — Se detuvo a buscar una expresión para menores de edad—... Inseminar a la mayor cantidad posible de hembras. —Evidentemente, no la encontró—. Si limitamos nuestras opciones... ya me dirás.
—¡No digas chorradas! Simplemente os gusta eso de tener siempre a alguien en la reserva, para no fallar.
   ¿Era eso? Se preguntó Julia. ¿Pablo quería ampliar sus posibilidades, y la consideraba una especie de puerto seguro?
—La que dice bobadas eres tú. Puede que nuestro ADN nos incite, pero si
encontramos a una que nos interesa, hasta podemos hacer un esfuerzo.
—Ya —murmuró ____ incrédula. Como la conversación la estaba poniendo de mal humor se concentró en su sobrina—. Lo que tienes que hacer es demostrarle que eres la mejor, que se está perdiendo la oportunidad de su vida y que vales más que nadie.
—Claro, y mientras ella lo mira desde su trono de princesa intocable, el otro se lo pasa en grande con la criada.
—¿Y qué pretendes que haga? ¿Que lo persiga como una tonta? ¿Que se
arrastre? Joder, así nunca cambiarán las cosas. Si siempre tenemos que hacer méritos para que venga el puñetero príncipe azul a salvarnos la vida, siempre estaremos bajo su dominio.
—Pero ¿tú te estás oyendo? —preguntó tras oír el encendido, y ridículo,
discurso de ____—. Puede que, simplemente, el chico no se atreva a acercarse a ella, porque cree que no está interesada.
   «Eso es verdad», aceptó Julia en silencio.
—Vale, mañana te pones monísima de la muerte y te presentas a primera hora de la mañana en su casa pidiéndole, por favor, no vaya a ser que te diga que no por maleducada, que te invite a salir. Por supuesto, no puedes ser tú quien decidas, eso hay que dejárselo a ellos.
    Niall negó con la cabeza. Esa mujer estaba peor de lo que creía.
—No me estás entendiendo. Lo que quiero decir es que si a ella le gusta ese tal Pablo lo que tiene que hacer es mostrarse mínimamente interesada; escucha bien, mínimamente interesada, darle una pista, algo que le indique que tiene posibilidades. No todos los hombres vamos de superhéroes, algunos tienen su corazoncito.
—Uy, qué tierno —se burló ella. Pero la burla era más por seguir en su papel de oponente dialéctico que otra cosa.
—Que yo me aclare —intervino Julia—. ¿Hablo con él y le digo que me gusta? ¿Me paso el día mirándolo y espero a que él se entere? ¿O me tiro por un puente para ver si me rescata? ¡Porque no me estáis ayudando ninguno de los dos!
   Dicho esto, se levantó y salió de la cocina enfadada y confusa.
—Para ser una mujer que presume de inteligente y liberada eres de lo más obtusa dando consejos.
—Vaya, ya estábamos tardando en decir la frasecita retorcida.
—Simplemente soy sincero. Estás confundiéndola.
—Soy mujer, sé mejor de lo que hablo.
—Pero te falta el punto de vista masculino que, y corrígeme si me equivoco, en esta casa sólo yo puedo aportar.
—Permíteme que lo dude —dijo ella sonando bastante pedante.
—¿El qué? ¿Qué soy un hombre o mi punto de vista?
   Ella sonrió de medio lado, el jodido era rápido respondiendo. Claro, se ganaba la vida así.
—¿De verdad quieres oír la respuesta? —Ella no era abogado, pero nada mejor que marear la perdiz para no pillarse los dedos.
   Niall le devolvió la sonrisa. Estaba jugando, bien, a él le encantaba jugar.
—Me muero por oír la respuesta —aseveró teatralmente.
—Siguiendo con tu teoría de la evolución, te diré que dicha evolución os ha
dejado un resquicio prehistórico.
—Ah, ¿sí?
—La bicefalia.
—¿La bicefalia? —repitió como un tonto.
—Tenéis dos cabezas. —Sin querer, su mirada se dirigió a su entrepierna y así se ahorró una parte de la explicación—. No siempre pensáis con la adecuada.
—Muy buena —se echó a reír a carcajadas.
—¿Café? —preguntó ella con la cafetera en la mano. Quedaba patente su
intención de dar por zanjado el temita.
   Él la miró con una expresión curiosa. Parecía que aquella mujer pretendiera darle lecciones de escapismo. Bueno, podía dejarlo pasar.
   Se tomaron el café en silencio y, cuando acabaron de recoger la cocina, ella se limitó a murmurar un buenas noches, bastante cínico, por cierto, y lo dejó sin más.
   Niall, a esas alturas de su vida, no iba a inmutarse por una mujer que no
admitía una crítica, bastante acertada, por otro lado.
   Su idea inicial de irse a su cuarto cambió a medida que subía la escalera.
   Aún quedaba un asunto pendiente y él no era hombre de dejar las cosas sin hacer antes de acostarse
MeliHoran
MeliHoran


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