Cada quinientos años {Niall Horan}

Melissa Nurse comienza su cuarto año de secundaria junto a sus tres mejores amigas con el propósito que la gente normal desconoce. Lo que los habitantes de la pequeña ciudad de Forest Green en Virginia no saben es que una antigua maldición que ocurre cada quinientos años esta volviendo a cernirse. Estas cuatro jóvenes, con poderes sobrenaturales, comienzan a investigar los sucesos para evitar que todo vuelva a ocurrir, tal y como sus antepasados lo han hecho medio siglo atrás.

Lo que este grupo de jóvenes no perciben es que un grupo de muchachos buscan exactamente lo mismo.

Pero para eso, deben matarlas.

________________

Algo en aquella morada desecha le daba un escalofrío. Las paredes rojas oscuras con manchas de humedad y los halos de luces que se colaban en la habitación de daban aspecto sombrío y como plus, un gato de abultado pelo negro rondaba ronroneando por entre las sillas y muebles, emitiendo un maullido como susurro. 

Frente a aquella escena, Louis se acomodó en su silla y luego apoyó las manos sobre la mesa, jugando con sus dedos a repiquetear la madera de caoba. Dejó de observa al gato, que respondía al nombre de Salem tal y como la ciudad en la que en ese momento se encontraba. 

A pesar de amar Salem, Louis debía admitir que era una ciudad tenebrosa en sí, no solo por la historia que cargaba, sino que además muchas leyendas habían surgido en base a los injustos juicios que habían castigado a decenas de supuestas brujas, sin saber que asesinaban a gente inocente. Si, muchos de ellos eran brujos, pero no merecían morir. Muchos de ellos eran encargados de curar enfermedades, fertilizar la tierra y asegurar una buena cosecha, ¿era eso un crimen? 

Tras el asesinato de éstos, Salem había caído en pobreza extrema, las tierras ya no eran aptas para el cultivo como habían sido en los últimos años, la gente moría cada vez más joven, los niños no llegaban a los siete años y los partos eran cada vez más dolorosos. No obstante, nadie jamás había intuido que aquel estado de desconsuelo había sido el resultado de la masacre ocurrida entre los años 1692 y 1693. 

Louis recordaba la cantidad de historia que su abuelo le había contado cuando era pequeño, y aunque a principio pensó que eran puras patrañas de ancianos (como su madre aseguraba) con el tiempo había descubierto cuán cierto eran. 

Todo. Desde la cacería hasta la existencia de las brujas. 

Desde que la había conocido, Louis había estado más cerca de la brujería de lo que lo había estado antes a pesar de que su abuelo estaba relacionado con ello. 

Casi como si hubiese podido escuchar su nombre en los pensamientos de Louis, Aurora irrumpió en la habitación, espantando al gato que se fue por la ventana hacia el exterior. 

Detrás de ella, un hombre con espesa barba blanca pasó dirigiéndose rápidamente hasta la puerta. 

—…Si, claro, su mujer estará bien. Esto es algo temporal…— comentó Aurora mirando al hombre. Luego, le abrió la puerta para dejarlo salir. Se aseguró que ya estaba a una distancia prudente cuando se dirigió a Louis para decirle: —Pobre, a su mujer le diagnosticaron cáncer. No le queda más de un mes y  algunos días. Los médicos le aseguraron que le quedan al menos un año de vida… ¡lo que uno tiene que ver en este trabajo!
—¿Y porqué no le dijiste?—preguntó Louis viendo a Aurora.
—¿Crees que hubiese sido prudente decirle que solo le quedan treinta y cinco días con el amor de su vida cuando él esta ilusionado con un año completo junto a ella? Hay cosas que es mejor callarlas, Louis. Pero no te preocupes, contigo seré sincera. –Hizo una pausa. — ¿Sabes, Louis? Es extraño que me hayas llamado, generalmente nunca llevas tu celular encima, pero más raro es que me hayas pedido una sesión. ¿A qué viene todo esto’? Y no me mientas— advirtió—, pero que sé que lo estarás haciendo y créeme que  nadie nunca desea que me meta en sus sucios pensamientos.
—Yo no tengo sucios pensamientos. —Se defendió Louis. —Pero… si tú serás sincera conmigo, corresponde que yo lo sea contigo, ¿no? He venido por una pista, una guía. Estoy seguro de que podrás ayudarme con esto, A.
—Aura. –Le corrigió- Así me dicen mis clientes… Vamos, pasa. 

Le permitió el paso hacia otra habitación con el mismo aspecto sombrío que la primera, pero más oscura pero los rayos de luz que entraban de afuera habían sido reemplazados por unas velas de agotada luminosidad que se encontraban estratégicamente ubicadas para que sus rostros no se distinguieran con claridad. 

Aurora se sentó del otro lado de la mesa donde había tomado asiento y tomó un conjunto de cartas con dibujos de patrones extraños. Luego, repartió diez de estas sobre la mesa, cruzándolas de forma que parecía un crucigrama.

—Harás un viaje… ¿a dónde? ¿A otro estado, no? 

Louis alzó una ceja, siempre se había sorprendido de la capacidad de percibir las cosas como lo había hecho Aurora. Sabía además, que toda aquella artimaña de las cartas era una estupidez, y que ella no las necesitaba. Probablemente sabía lo del viaje desde que lo había visto por primera vez en la sala de esperas. 

—Sobre esto quería preguntarte…
—No, Louis, no me hagas preguntas, porque o son respuestas lo que quieres. No te diré cosas puntuales. No hay nada que decirte y que no pueda llegar a afectar tú… misión… Créeme cuando te digo que es lo mejor. Pero sí te diré algo. Hay más personas.
—¿Más? No, seremos nosotros cinco, las chicas y yo.
—No Louis, allí en Forest Green hay más personas que buscan lo mismo que tú.— comentó exasperada, sacudiendo las manos.— Elije una carta.
Louis tomó la que estaba más cerca de él, y la estiro hacía Aurora quien la dio vuelta.
—Hay un muchacho. Uno en específico. No puedo leer su nombre porque ha algo que me lo tapa, pero comienza con N.
—¿N? No conozco a nadie cuyo nombre comience con esa letra.
—Lo sé, aún no. Pero lo conocerás y estoy segura de que te darás cuenta de ello. Melissa también.
—¿Melissa?
—Si, ella ha soñado con él hace varios años atrás. Lo reconocerá de inmediato aunque no te lo diga a ti.
—¿Q-qué debo hacer?—preguntó titubeando. 

El rostro de Aurora había comenzado a contorsionarse, comenzando por el ceño fruncido y luego los labios apretados.

—¡No la protejas! Por más que te enteres de algo malo de él. ¡NO TE METAS! Es un chico… extraño, con un propósito similar al de ustedes, pero para eso tendrá que hacer cosas malas…—susurró mirando la carta que sostenía apenas con los dedos índice y pulgar; la mano le temblaba mientras alguna de las velas comenzaban a brillar con más fuerza.
—¿Lo hará al final?—preguntó Louis, comprendiendo el mensaje claro que Aurora le enviaba.
Aurora mantuvo el silencio.
—No lo sé.

Estaba mintiendo. Louis sabía que lo hacía cada vez que entrecerraba los ojos y fruncía el entrecejo. 

Estaba mintiendo tal como lo había hecho con el hombre anterior, por ende, debía de tratarse de algo muy malo, o bien muy crucial. 

—Niall… así se llama el muchacho. Pero te lo vuelvo a repetir: no-intervengas.
—Espera, Aurora, tú acabas de decirme que él tiene planeado hacer algo malo, ¿pretendes que no interfiera entre él y Melissa?
—Niall y Melissa están unidos de una forma que aún desconocen. Déjalos, pronto se darán cuenta… Debes entenderlo Louis, porque aunque lo desearas, no hay forma que sus destinos se separen (por así decirlo). Hay un punto de intersección entre sus vidas y sus destinos. Y puede ser tanto malo como bueno. Si haces algo, puedes que mejores la situación, pero puedes que los desvíes del camino correcto. Hay dos destinos marcados, sin cambios, pero aún modificables. ¿Me entiendes? Si toman las decisiones correctas, el ciclo no se volverá a cumplir, pero… eso no significa que las cosas no sucedan de la misma forma que hace años. 

—¿Aurora, a qué te refieres? ¿Ciclo? ¿Qué es eso? ¿Qué volverá a ocurrir, A?
—Por favor, Louis, no preguntes. Debes irte, o estarás cansado mañana cuando partas a Virginia.
—Ven conmigo, nos serás de mucha ayuda…—musitó Louis viéndola fijamente a través de la penumbra. Se cercó a ella y la abrazó, guardándola entre su pecho y sus brazos.
—No, no iré ahora. Pero te prometo que me verás cuando menos lo esperes. Hasta ponto, tendrán un buen viaje. Aún así, les deseo toda la suerte del mundo. ¡Salem!—exclamó y el gato apareció en la habitación, ronroneando como de costumbre. —Acompáñalo afuera, pequeño…

Louis se dirigió a la puerta, con el gato caminando a su lado y se dio vuelta a ver la casa antes de desaparecer de la vista de aquella casa entrando a auto. Le envió una rápida mirada al gato y luego comenzó a conducir.