feelings -niall horan

Anastasia ''Ana'' Fernández

- Podéis pasar. – nos confirmó el de seguridad.

Éramos en total diez personas, seis chicos y cuatro chicas. Éramos Mir, Cam, la rubia pero no tonta de Eli, Carlos, Marcos, Christian, Héctor, José, Aarón y yo. Al entrar, el ruido invadió mis oídos, esto era increíble. Las luces hacia que el local parecía el fondo del mar, diferentes tonos de azules, verdes y blancos adornaban toda la gran estancia.

Suspiré, no me gustaba que hubiera tanta gente y tanto ruido, pero es una discoteca y es lo normal. Comenzamos a ir hacía un reservado, estaba en la punta del local, justo en la parte superior de enfrente teníamos un balcón con reservados VIP. Gente famosa, niños ricos y gente así.

Nuestra mesa era enorme y del color del carbón, la rodeaban unos sofás blancos precioso. Tenía todo pinta de ser caro, cosa que no me gustaba, me hacía sentir incomoda. Nos sentamos todos, riendo sobre los comentarios de aquellos seis idiotas.

Las chicas estábamos mirando hacía diferentes lugares de aquella gran sala, habían chicos tan guapos que parecía el paraíso.

- ¡Alcohol, Alcohol, queremos Alcohol! – gritaban aquellos seis ceporros. Comencé a reírme cuando escuche a Eli y Cam gritando lo mismo junto a ellos.

Se acercó una camarera, no tendría más de veinticinco años por lo que veía, y nos sonrió.

- Tengo una reserva a nombre de Carlos Guzmán. – le indicó mi amigo poniendo acento mexicano.

- ¡Ah, sois los del cumpleaños! – exclamó ella. Todos asentimos. – Muy bien, ahora traemos eso.

Yo miré a todos aquellos locos, todos riendo, gritando y sonriendo. Me encantaba tener amigos como ellos, es bonito saber que sí a ti te pasara algo, ellos serían capaces de remover cielo y tierra solo para ayudarme.

De golpe, aparecieron dos camareras con globos y un gran pastel, en el habían fijo que diecisiete velas. Detrás, aparecieron dos camareros con una botella enorme de licor o algo así y colocada en el morro una gran bengala encendida, esto era increíble.

¡Menos mal que te puedes ir de fiesta con mi edad, porque esto es alucinante!  

Lo pusieron todo en la mesa, el pastel delante de mí.

- ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos Anastasia, cumpleaños feliz! – comenzaron a cantar. Incluso se les unieron muchísima gente, todo el mundo me miraba sonriente y yo ahí, casi llorando.

Cuando acabaron, sople las velas y mucha gente comenzó a aplaudir. Yo comencé a reír como una niña pequeña mientras las chicas me abrazaban.

- ¡Y ahora, en honor a la cumpleañera, vamos a beber como idiotas! – gritó como un loco, Héctor.

- ¿Y el pastel? – pregunte yo.

- ¡Que le follen al pastel, eso luego, quiero Wiski, tú quieres Ron y él tío de allí quiere un Margarita, así que a vivir la vida! – respondió haciendo la rima.

Todos soltamos una carcajada, quitamos las bengalas y comenzamos a beber de la botella.



Me fije en la pista de baile, abarrotada. Mir estaba bailando de forma muy sensual, moviendo sus caderas al son de la música y jugando con su pelo, de fondo sonaba ‘Algo me gusta de ti’’. Parecía una bailarina de videoclip.

- Oh dios… ¡Mira en el balcón de la gente VIP, mira quien le está mirando! – me susurró nerviosa, Cam.

Levanté mi vista y abrí mis ojos. One Direction, bueno espera, Zayn no estaba, apoyados en la barandilla de metal, mirando hacia donde Miriam y cuchicheando. Abrí mis ojos al ver a Harry mirándola como un depredador, mordiéndose el pulgar. Los demás, le cuchicheaban cosas.

Me fije en él, en el rubio más guapo que mis ojos habían visto. Estaba tan guapo…

- ¿Has visto como la están mirando? ¿¡Has visto como Harry la mira!? – me preguntó casi gritando. Yo asentí impresionada.

La canción termino y Mir nos hizo señas para que fuéramos con ella, a bailar la siguiente, Wild Ones. Nosotras, sentadas en el cómodo sillón blanco, le negamos con la mano. Ella frunció el ceño y se acercó hacía Christian.

- ¿Qué… - no pude acabar de preguntárselo a Cam cuando Christian me había levantado y llevado en sus brazos, estilo matrimonio, hacía la pista. Me dejo cuando estuvimos en el lugar donde estuvo bailando Mir, yo seguía en sus brazos.

- ¡Christian! – le grité riendo. Él me guiño un ojo picaron. - ¡No puedo bailar, no he bebido lo suficiente! – me quejé como una niña pequeña, le hice un puchero.

Él, no sé ni cómo lo consiguió, me entregó un vaso lleno de algo rojo. Me lo bebí y de golpe me agarré a él. ¿Qué me había tomado, ostia?

- Mueve ese culito bonito, venga, que sé que sabes bailar mejor que Mir. – me alentó él apegándome más a su cuerpo.

Sonreí y asentí animada.

***

Suspiré al sentarme en el sofá blanco. Estaba toda sudada, cansada y medio borracha, de golpe, Mir y Cam estaban a mi lado.

- ¿¡Desde cuando bailas así!? – me gritaron ellas.

Las miré sin entender.

- Ana, que yo nunca te había visto mover el culo así, lo juro por dios. ¡Te estabas luciendo pero bien! – me dijo Cam. Yo la miré sorprendida.

- Incluso has llamado la atención de… - comenzó a decir Mir, pero se calló de golpe al ver mi cara.

- ¿La atención de quién? – pregunté asustada.

Las dos se miraron y asintieron decididas.

- De nuestros ídolos, entre ellos Niall, sobre todo del último. – acabó de decir ella.

Abrí mis ojos.

- Sí, ese irlandés famosin ese te miraba con ganas de violarte, enserio. Se estaba mordiendo el labio todo el rato y los chicos le cuchicheaban cosas. ¡Normal, parecías una actriz porno, enserio, tenía hasta yo ganas de violarte! – me contaba Cam ahora.

Yo abrí mis ojos y sentí el calor en mis mejillas.

- Y ahora nos están mirando… - susurró riendo falsamente Mir.

- ¿Qué? – susurré asustada. – No quiero que me miren… - susurré muy asustada y avergonzada.

- ¿No quieres que te miren? ¡Tranquila, ahora voy y les digo que paren, no te jode! – suelta con sarcasmo Cam. Las dos la miramos con los ojos abiertos. - ¡Aprovechemos y bailemos un poquito, que vean como somos las españolas y esta chilena, que esto no pasa nunca! – nos animó levantándose.

- ¿Y si se acercan? – pregunta tapándose la boca, Mir.

Cami se ríe y nos tiende una mano. Miro a Mir y ella me mira asustada, suspiramos graciosamente a la vez y nos levantamos. Vamos hacía la pista pero unos chicos nos paran, iban con dos copas cada uno, cosa que me extraño.

- ¿Es verdad que una de vosotras cumple hoy diecisiete? – pregunta uno de ellos.

- Sí, yo. – me señaló a mí misma.

Ellos tres se miran.

- ¿Os podemos invitar a un trago? – nos pregunta otro de ellos.

Las tres nos miramos. Cami rápidamente habla.

- ¿Por eso lleváis tanta copa encima? – pregunta cruzándose de brazos. Ellos asienten.

Me fijo en las copas, hay algo que no me gusta, tengo un muy mal presentimiento.

- ¡Claro, dame una copa! – exclama de golpe Mir. Le dan uno y ella se lo bebe de golpe. - ¡Dios, está buenísimo, probadlo!

Al ver que nos anima, poco confiada cojo una copa y la miro. Suspiró y me la bebo, anda, para el saco que va.
Cuando acabo de bebérmelo, gimo. Estaba riquísimo, tenía un sabor muy raro pero sabía bien. Después de mí, Cam se bebe otro y sonríe.

- Bueno…nos vemos luego. – suelta uno de ellos sonriendo de forma rara. Un chico con el pelo castaño claro me guiña un ojo y luego, se van por donde han venido.

Las tres nos miramos, extrañadas. Negamos y nos dirigimos a la pista de baile. De fondo sonaba ‘‘Pégate Más’’, le quedaba poco para acabarse.

Comenzamos las tres a movernos, como dice Eli: estilo prostituta con clase. Ahora mismo me sentía rara, todo se movía demasiado rápido, las luces azules me provocaban me encantaban y me sentía sexy.

Así, de golpe, comenzó a sonar una de mis canciones favoritas. El grupo Dorian cantaba su canción Tormenta de Arena . Comienzo a mecerme suavemente, jugando con mi pelo y cierro los ojos. Todo fluye tan lentamente, que vuelve loco a mis sentidos y a mi cabeza.

Te he perdido entre la gente,
te he adorado y te he odiado,
y en el fondo sabes bien
que en los peores momentos
llevas dentro un ángel negro
que nos hunden a los dos.

Entonces, lo noto. Alguien acariciándome el hombro derecho, me quedo quieta con los ojos todavía cerrados. Noto como la mano va bajando por mi brazo, hasta que llega a mi mano. La coge suavemente. Abro los ojos y me giro lentamente, el estribillo está apunto de sonar.

Ahora ya sí que se quién es, ahí está él, mirándome de una forma que deja sin respiración. Niall me sonríe de forma única, yo agacho un momento la cabeza y le miró anonadada.  Él aparta mi flequillo largo, que me tapa un ojo, sin dejar de mirarme con sus impactantes ojos azules.

Y no sé cómo pasa, supongo que es el estribillo lo que lo provoca o simplemente nuestras acciones, pero ya estoy con los brazos alrededor de su cuello y él me está besando como nunca nadie lo ha hecho.

Noto como él me coge de la cintura y me aprieta contra él, esta agachado, pues Niall es más alto que yo. Me pongo de puntillas, no quiero que se separe de mí por culpa de que le duela el cuello. Comienzo a jugar con el cabello de su nuca en un momento preciso, eso pasa cuando él mete su lengua en mi cavidad bucal y nuestras lenguas comienzan a hacer una especie de baile. Él coloca una mano en mi mejilla, como para impedir que me escape o algo. Pero como todo lo bueno siempre tiene que acabar, tenemos que separarnos por falta de aire.

Cuando nos separamos, él me mira fijamente. Yo noto como la sangre sube a mis mejillas, sé que estaré roja como un tomate.

- ¿me estas siguiendo? – me pregunta divertido.  Su mano sigue en mi mejilla, al igual que las mías están rodeándole el cuello y reposando en su nuca.

- No. ¿Crees que porque eres mi ídolo, te seguiría como una psicópata? – le preguntó molesta, frunzo mi ceño y chasqueo mi lengua con desaprobación.

Esto de haber bebido es malo, sobre todo porque a mí se me suelta mucho la lengua y digo todo lo que me da la gana.

Él suelta un ‘‘Jumm’’ de forma divertida. La canción ya no es la de antes, pero la gente sigue bailando y yo solo puedo verle a él, es lo único que quiero ver.

- ¿Sabes una cosa? He visto desde una chica en un cubo de basura hasta un montón de mujeres estampando su delantera en las ventanas de mi coche. – me explica él. Acerca sus labios a los míos. – Muy raro no sería el que me siguieras.  – me suelta burlonamente a la vez que me guiña un ojo.

Maldito arrogante del demonio.

- ¡No eres el culo del mundo, solo eres un…un…niñato de diecinueve años que sabe cantar y que es famoso, solo eso! – le gritó cabreada. Yo  no soy una psicópata de esas. - ¡Que te den, duende de mierda!

Luego me largo con mi orgullo un poco herido, pero con una copa, seguro se me pasa. Me dirijo a mi mesa, cuando me paro de golpe, apoyándome en  una columna redonda. Mis ojos se van cerrando.

- ¿Estas bien? – me pregunta alguien. Esa voz me suena. Me giro como puedo y le miro, es el chico de antes, el del cabello castaño claro.

Niego con la cabeza.

- ¿Quieres que te lleve a un lugar donde no hay ruido? – me pregunta acariciándome el brazo.

Me quedo mirándole, pero no sé porque, asiento. Él me lleva de la mano hacía el fondo de la sala, donde hay puertas y baños. Entramos al baño de chicas y veo como pone… ¿el cerrojo en la puerta principal?, no hay nadie, abre un cubículo y me sienta en el retrete.

- ¿Mejor?

Asiento, no hay nadie, por lo tanto no hay ruido. Se escucha la música, pero no muy alta. Me levantó y le sonrió agradecida. Pero al ver como el entra en el cubículo, me empotra contra la pared y me coge de las mejillas, comienzo a temblar.

- ¿Qué…qué...haces? – preguntó casi sin voz.

No puedo casi hablar, ni siquiera puedo empujarle, no puedo mover mis piernas ni mis manos. Lo intento, pero no responden.

- Princesita, por mucho que lo intentes, no vas a poder. Te he sedado. – me confesó él sonriendo arrogante.– Tarda un poco en afectar al organismo, por eso no lo has notado hasta ahora. ¡Así que ahora, te daré tu regalo de cumpleaños!

Abro mis ojos asustada, este hombre me ha drogado. ¿Me va…me va…a violar? Espera, las chicas también bebieron. ¿Estarán bien?

De golpe ya lo tengo besándome de forma salvaje. Lagrimas comienzan a descender por mis mejillas, estoy asustada, sola y no me puedo mover. Me da asco sentirme débil, soy una presa cazado por un cazador sin escrúpulos. Noto sus manos en mi espalda, y comienza a bajar lentamente la cremallera. Deja de besarme los labios y comienza besarme el cuello, mientras yo lloro como una niña pequeña.

- Papá…ayúdame. – le pidó ayuda asustada, no puedo hablar, por lo qué lo piensó.

Solo puedo pensar una cosa: que alguien me ayude.