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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por indigo. Miér 28 Dic 2016, 6:26 pm

El día que a Ems no se le junten más de dos ncs, le hago una macro fiesta El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 77880782
indigo.
indigo.


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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por hange. Miér 28 Dic 2016, 6:36 pm

AHAHAHAHAHAH
oye, que todavia no entiendo por quéeee :( pero tengo como 10 pags de este capitulo ya hehehehe
hange.
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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por Invitado Miér 28 Dic 2016, 11:16 pm

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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por hange. Jue 29 Dic 2016, 5:17 am

un día de estos subo adelanto El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1477071114
hange.
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http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Mensaje por indigo. Jue 23 Mar 2017, 7:56 am

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
indigo.
indigo.


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Mensaje por hange. Jue 23 Mar 2017, 10:11 am

El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1461598887

PERDÓN El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1926951358 subiré el adelanto El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1477071114
hange.
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Mensaje por hange. Jue 23 Mar 2017, 10:18 am

Aquí tienen El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 77880782 El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 77880782

wuihihi:
hange.
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Mensaje por Invitado Jue 23 Mar 2017, 10:46 am

EMS AY  El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 961472736
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Mensaje por peralta. Jue 23 Mar 2017, 8:23 pm

EMS YA SUBE POR FAVOR El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1054092304
peralta.
peralta.


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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por hange. Jue 23 Mar 2017, 9:07 pm

ES QUE TODAVÍA ME FALTAN TRAMOS El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1054092304
hange.
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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por peralta. Jue 23 Mar 2017, 9:18 pm

esto es tan triste El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 1054092304
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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty Re: El Círculo {One Direction} |NC|

Mensaje por hange. Lun 24 Abr 2017, 12:43 pm


steph:
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El Círculo {One Direction} |NC| - Página 51 Empty capitulo 40

Mensaje por hange. Lun 24 Abr 2017, 12:49 pm

holaaa :

Capítulo 40
Lenna Bloom & Zayn Malik


Zayn había salido del limbo oficialmente. No me alegraba. Ni me entristecía. Me daba igual, mientras pudiéramos obtener información de él. Si daba un paso en falso, lo dejaría en coma de por vida. Estaba segura de que podría lograrlo con chasquear los dedos.

Sin embargo, ignorarlo constantemente estaba resultando imposible. Porque siempre estaba buscándome el lado: hablándome, preguntándome cosas. Interrumpiendo mis momentos de entrenamiento solitario.

Me encontraba sentada en el césped, con la espalda recostada de uno de los árboles que se encuentran rodeando la casa de Edward. Hasta que unos pasos haciendo el césped crujir me interrumpieron. De reojo, observé a Zayn acercarse a mí.

—He visto lo que te ha pasado.

Lo miré, parpadeé y torcí los labios. Llevaba el cabello despeinado como siempre, con los lados más rapados que el centro. Metió las manos en los bolsillos de su capucha gris y cambió de peso.

Fruncí el ceño cuando no siguió explicando. ¿De qué…?

—Lo que te pasó en el juicio. Lo que te hizo tu padre —inclinó la cabeza.

Su voz sonaba ahogada, como si estuviera conteniendo algo. Y las ojeras se marcaban con obviedad debajo de sus ojos. Escuchar eso me crispó los nervios, la paciencia, todo. El semblante que trataba de mantener se esfumó y mandé la meditación a la mierda. Tenía que estar bromeando.

—¿Que tú qué? —Tragué saliva y me senté más derecha.
—No lo repetiré, me escuchaste bien —terció—. ¿Por qué seguimos viendo esas cosas del otro? Pensé que el lazo había pasado de eso.

Frunció el ceño y se rascó la frente con fuerza. Rodé los ojos y sí, definitivamente mandé la meditación a la mierda.

—¿Por qué me preguntas a mí? —Fruncí el ceño— No tengo la menor idea. Por si se te ocurre, no le menciones eso a nadie.
—¿Por qué? —ladea la cabeza.

Por un momento creí que estaba bromeando.

—¿Qué te parece si voy a decir cómo te torturaban de pequeño? —repliqué.

El ceño fruncido de Zayn pasó a una expresión más letal y sus labios formaron una línea recta. Su quijada se tensó y soltó aire con furia.

—Me lo imaginé. Así es para mí —dije.

Me volví a reclinar del árbol y procuré comenzar a meditar de nuevo. Esperaba que Zayn se largara, pero no lo hizo. Se sentó a mi lado y posó los ojos en el paisaje frente nuestro. Abrí los ojos y lo miré, esperando que sintiera toda la irritación que emanaba mi ser.

—¿No tienes nada qué hacer? —siseé.
—Conozco a tu padre.

La irritación —por increíble que parezca— se esfumó de mi cuerpo. Una brisa fría pareció recorrerme las entrañas, cortando mi respiración y lo que sea que estaba a punto de decirle. Me erguí automáticamente y me giré por completo hacia él.

—¿Qué? —pregunté, sin aliento.
—Estaba en el anti-círculo, ¿recuerdas? —Zayn chasqueó la lengua.

Mi pulso se aceleró y removí las manos en mi regazo. Eso significaba que...

—¿Sabes dónde está ahora? —alcé las cejas.

Zayn giró la cabeza, ignorando el paisaje y fijó sus ojos pardos en mí. Los entrecerró, mirándome como si estuviera analizando un rompecabezas.

—¿Por qué quieres saber?

Automáticamente, apreté las manos en mis costados y sentí mi pecho calentarse. Traté de respirar con lentitud y mantener el mismo tono de voz.

—Solo responde.
—¿Para qué, Helena? —su voz salió con más dureza.

Así que me olvidé de mantener la compostura. Solté un gruñido y engurruñé la nariz.

—Pues para matarlo, ¿qué más crees? —levanté los hombros y arranqué césped del suelo— Así que responde y ya.

Zayn sacó una de las manos del bolsillo de la capucha para pasarla por su rostro, restregándose para quitarse el sueño. Al menos, eso pensé. Se estrujó los ojos y volvió a girar la cabeza en mi dirección.

—No puedes simplemente ir a matar a tu padre —Me miró como si estuviera loca—. Sin importar qué tan hijo de-
—¡Ni te atrevas a decirme qué hacer, Zayn! —chillé y me incorporé— No sabes de lo que estás hablando. Claro que puedo matarlo. Voy a hacerlo.

Sentí mi cuello tensarse y Zayn siseó, sujetándose la cabeza. Traté de no volver a hacerle daño, pero era eso o dañar más árboles con las hojas de mis dagas.

—La venganza no te traerá ninguna satisfacción —dijo Zayn y también se incorporó—, créeme.

Comencé a reírme. No pude evitarlo. Carcajadas largas y energéticas. Totalmente diferentes a mis risotadas normales. Zayn no se inmutó, sino que me miró con los labios torcidos.

—Claro que lo hará —aplaudí una sola vez—. Ya lo intenté una vez y fallé, cuando lo haga de nuevo, me aseguraré de dejarlo bien muerto —me crucé de brazos.
—¿Cómo puedes…? —Zayn me señaló con la palma abierta— ¿Crees que es un chiste?
—¡Claro que no! —extendí los brazos con fuerza.
—¿Entonces qué? ¿Por qué?

Se me salió el aire de los pulmones y fue reemplazado con vapor. Mi vista se tornó borrosa en un segundo y me acerqué a Zayn con zancadas largas, estampando el piso como si quisiera pulverizarlo.

—Porque él me destruyó y todo lo que amaba —Lágrimas de impotencia bañaron mi rostro—. Mató a mi mamá sin arrepentimientos, Zayn.

Traté de que la voz no me temblara, pero no podía hacer tanto. Todo el odio me calentaba de pies a cabeza y las ganas de romper algo amenazaban con superarme. No podía creer que estaba llorando frente a él, pero no podía detenerme. Zayn no se sorprendió. Supongo que eso también lo había visto en mi cabeza. ¿Qué tanto sabía de mí?

—Así que no trates de detenerme. No te incumbe, no te importa —lo señalé con la mano abierta—. Así que no lo intentes.

Me di la vuelta para caminar hacia el bosque. No quería que me vieran llorar. Podría sonar inmaduro, pero, ¿qué más daba?

No obstante, avancé tres pasos y Zayn me jaló por la pulsera de metal. De verdad que odiaba el día en que se le ocurrió eso.  Me quedé tiesa y lo miré con todo el odio recorriendo mis venas. Además de que las lágrimas seguían cayendo y sentía mi rostro calentado.

Zayn avanzó con pasos rápidos y estuvo frente a mí en segundos. Se atrevió a comenzar a limpiarme las lágrimas con los pulgares, acunando mi rostro.

—Sí me incumbe y sí me importa —espetó, serio—. No dejaré que…
—Que muera, sí. No moriré, no te preocupes —aparté sus manos de un tirón—. No me vuelvas a tocar.

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Desde haber despertado del juicio, no podía dormir. No me lo permitía. Me obligaba a mí misma a estar despierta hasta que mis ojos se sintieran tan ardientes como el fuego y hasta que estuviera tan cansada que al poner la cabeza en la almohada el sueño me golpeara como un portazo en la puerta. Y aun estando cansada, me levantaba antes del amanecer.

Pasaba más tiempo entrenando físicamente mientras el resto despertaba. Trotaba alrededor del perímetro de Edward. Otras veces, trataba de meditar y hacer con mis poderes lo que Edward me había enseñado. O simplemente, me familiarizaba con la presencia de las personas en mi cabeza.

Esto lo hacía meditando cerca del río. La presencia de personas en mi cabeza no era como un telépata sentía, según Edward. Trataba de acostumbrarme a sus presencias. Sentía sus dolores, sus inquietudes. Como la pelusa casi invisible pero notable en un ojo. Sus presencias aumentaban mientras más perturbadas estuvieran sus almas. Y no lograba sentir nada más que eso.

Me quedé tranquila cuando sentí que alguien se acercaba hacia mí. Sus pasos eran lentos pero decididos, rozando con el césped y la tierra. La molestia en mi cabeza de su alma me dio una idea de quién era.

—¿Lenna?

A pesar de que Elise no era la misma debilucha del principio y a pesar de que era tan fuerte o más que nosotras, lograba mantener esa gentileza en su tono de voz. En su forma de actuar. Como si no importara lo mucho que tropezara y aunque se fortaleciera, todavía era capaz de ver y recibir con bondad al mundo. No dejaba que la maldición de nuestras vidas le endureciera el corazón.

Se me metieron unas ganas de decirle que no cambiara eso nunca, pero me detuve. Esperé a que llegara sin girarme hacia ella.

Cuando los pasos se detuvieron, las hojas secas crujieron cuando ella se sentó a mi lado. Relajé mis brazos y abrí los ojos. Los colores que despedía la naturaleza me cegaron momentáneamente. Cuando logré enfocar la mirada, giré la cabeza para verla.

—¿Qué quieres? —enarqué una ceja.

Los ojos claros de Elise me examinaron por un momento. Llevaba su cabello marrón en una coleta de caballo y una camiseta azul. Los sonidos del bosque, de pequeños insectos y del arroyo fluyendo era lo único que se escuchaba. Esperé en silencio.

—¿Estás bien?

La pregunta me hizo fruncir el ceño.

—Tus ojeras están peor que nunca —trató de explicar, señalándome—. Nunca duermes, me doy cuenta. Y te levantas antes de que salga el sol.

Parpadeé. Al parecer,  se fijaba más de lo que creía...

—¿Cuál es tu punto?
—Sé que no estás bien —sacudió la cabeza, el cabello de su cola moviéndose en el proceso.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
—¡Lenna! —alzó los brazos exasperada y yo las cejas, ¿cuál era su problema? — Estás haciéndote daño. Creo que estás más delgada y no hablas con nadie. Ni siquiera insultas tanto como antes —su voz bajó a un susurro—, estoy preocupada por ti.

Los ojos de Elise de cristalizaron y automáticamente torcí los labios. Sacudí la cabeza y suspiré.

—No te preocupes por mí, estoy bien.
—No lo estás.
—¿Ahora lees mentes? —chasqueé la lengua y entrecerré los ojos— Mejor ve a entrenar.
—No necesito leer mentes —Elise tensó la quijada—, se nota.

Sentí mi pecho calentarse como si tuviera una bola de fuego dentro y arrugué los dedos, sujetando hojas secas del suelo.

—¿Qué diablos es lo que quieres? —junté las cejas.

Elise pareció sorprendida momentáneamente, pero su expresión de desconcierto se desvaneció en pocos segundos. Sus labios formaron una línea recta y encuadró los hombros.

—Estamos preocupadas por ti. No eres la misma y no quieres hablar de lo que te pasa. No podemos ser el círculo si no hay armonía entre nosotras.
—Nunca ha habido armonía entre nosotras —sonreí de lado.
—¡Lenna!
—¿Qué? ¡Es cierto y lo sabes! —me encogí de hombros— Así que no entiendo tu punto.
—¡No puedes ser tan terca!
—Creí que ya me conocías —alcé un hombro.

Elise hizo algo que no esperé. Se levantó del césped como un resorte, algunas hojas se quedaron enganchadas de sus pantalones. Lanzó su brazo como si se tratara de un látigo y segundos después, un látigo de agua salió del río. Directo hacia mí.

No fui lo suficientemente rápida para alejarme, así que bloqueé el golpe con el antebrazo. A pesar de que era agua, sentí el latigazo rajarme la piel. Mis ojos rodaron y traté de mantenerme enfocada, pero dolía horriblemente.

El látigo se retiró con el movimiento de Elise, dándome tiempo suficiente para levantarme del suelo. Traté de ignorar el ardor y la sangre que brotaba de mi brazo. La sangre me subió a la cabeza e intenté no volverme loca.

—¿Acaso tienes deseos de morirte? —exclamé.

Los ojos de Elise se volvieron tan fríos como el hielo. Me puse recta, su semblante me respondía por ella.

—Si no cooperas por las buenas, lo harás por las malas —dijo.

Su voz carecía del tono gentil usual. Parecía otra persona.

La bola de fuego en mi pecho explotó. Y llegó hasta las puntas de mis dedos, envolviendo todo. Dejé de pensar racionalmente.

—Oh, ya veo. Acaso vas a golpearme hasta que reaccione, ¿eh? —ladeé la cabeza.

Dejé de sujetarme el brazo herido y avancé con largas zancadas hasta ella.

—¿Vas a golpearme hasta que coopere y haga lo que quieras? ¿Verdad? —mascullé y extendí los brazos— Está bien: Inténtalo.

Elise abrió la boca y por un momento creí que iba a detenerse. Ella siempre ha sido la más racional en ese aspecto de mantener la paz. Pero me equivoqué.

Juntó los labios en una tensa línea y se posicionó para atacar. Estaba dispuesta a pelear con ella hasta que me dejara en paz, ya tenía experiencia en eso. Estaba hastiada de las personas que me castigaban para que siguiera sus órdenes. No soportaría ni la mitad de uno más.

Por eso, cuando Elise lanzó su otro látigo, lo esperé con el brazo en alto. Recibí el ataque que, a pesar de ser líquido, se sintió como una quemada. Como si fuera fuego de las manos de Niall.

—No quiero pelear contigo —soltó Elise—, solo quiero hablar.
—¡Qué linda forma de demostrarlo!

Arrugué la nariz y corté lo que quedaba de distancia entre nosotras. Elise enrrolló el látigo en mi antebrazo, que siguió ardiendo cada vez más. Sentí mis ojos cristalizarse y me mordí los labios para no chillar de dolor, aunque de todos modos solté un siseo. Me estaba marcando con una plancha.

Solté un grito de guerra y enrollé mi mano libre en su cuello. La empujé hasta que su espalda chocó bruscamente contra el tronco de un árbol.

Miré directamente a sus ojos. Y mandé una sola orden a su cerebro. El mismo latigazo de agua que sentí en el brazo. Uno de los latigazos que sentí en la espalda. Cuando ella aumentó la presión en mi brazo de agua a hielo, grité. Pero presioné más mi fuerza mental hacia la suya. Sentí la explosión subir hasta mi cabeza…

—¡Ah!

Elise chilló de dolor y sus facciones se distorsionaron entre dolor y enojo. Justo cuando estoy a punto de enviarle la última orden a su cerebro, pierdo el equilibrio.

Dos manos ardientes como el infierno me tocaron los brazos. Mi visión se tornó naranja momentáneamente, sentí como volaba y momentos después aterricé con un golpe seco en el césped. El dolor se expandió desde mi espalda hasta la base del cuello y me quedé sin aire por el impacto.

—Mierda —jadeé y traté de levantarme, con torpeza—, ¿qué demonios…?

Cuando logré girar la cabeza, observé al responsable. Niall se encontraba ayudando a Elise a ponerse de pie y tratando de ver las heridas en su cuello. Pasó uno de sus brazos por la cintura de ella y la ayudó a quedarse parada.

—¿Estás bien? —le preguntó el rubio.

Ignoré la respuesta de Elise. Solté una respiración brusca y me enfoqué en tomar grandes bocanadas de aire. Rodé para poder ponerme de rodillas y luego de pie. No pude ocultar las muecas de dolor. Tenía los brazos quemados por ebullición y congelación, el ardor se sentía como cientos de bisturís atravesando mi piel.

—¿Acaso estás demente? —bramó Niall, su rostro rojo— ¿Por qué la atacaste?

Tenía la espalda recta, los puños apretados. Elise se apoyaba del tronco mientras él estaba delante de ella. Y ella ni siquiera me miró a la cara —qué bonita.

Me erguí y fruncí el ceño.

—Por si no lo notaste, Romeo, ¡ella empezó a atacarme sin provocación! —la señalé con la palma abierta— Así que no me culpes por defenderme.
—¡Pero…!
—No iba a matarla, rubio. Elise se sabe defender. Ella, en cambio, me atacó como si eso quisiera —la miré fijamente mientras decía eso, y Elise solo miraba al suelo—. Así que tal vez quieras hacerle esas preguntas a ella. Me largo antes de que mis brazos terminen hechos mierda gracias a ambos.

Si no me movía, iba a acabar llorando por el dolor delante de ellos. Preferiría comer lodo.

—¡Espera, Lenna! Aún no… —Elise se calló abruptamente cuando me giré de golpe a mirarla.
—¿O qué, vas a golpearme hasta que lo haga?

Mi voz tembló en la última palabra y me maldije por ello. Les di la espalda y caminé con los pasos más largos posibles al interior de la casa. Mientras recorría el tramo, tomaba grandes bocanadas de aire y trataba de no mirar mucho mis brazos.

Entré a la casa y avancé directo al baño. Cuando iba a cerrar la puerta, una bota se metió en el camino. Zayn me empujó para cerrar la puerta y poner seguro con ambos dentro.

—¿Qué diablos haces aquí? —torcí los labios.
—Estamos conectados, muñeca. ¿Recuerdas?

Rodé los ojos y suspiré, pero no dije nada.

—Siéntate, voy a vendarte.

Me senté encima del inodoro sin decir nada, sintiendo el cansancio apoderarse de mí de un solo tiro. Zayn rebuscó entre el armario hasta sacar el botiquín de primeros auxilios y lo abrió encima del lavamanos. Mientras trabajaba en eso, me distraje observando las losas azules que decoraban media pared del baño. Luego los bordados de las toallas de mano.

Zayn comenzó untando ungüento para quemaduras en donde Niall me tocó. Cuando el frío mucoso tocó mi piel, eché la cabeza hacia atrás y clavé las uñas en mis muslos. Lágrimas se acumularon en mis ojos. Parpadeé hasta que se esfumaron.

—No está mal llorar de vez en cuando, ¿sabes? —musitó Zayn.
—No... —siseé cuando pasó al otro brazo— No me gusta llorar.
—Pero ayuda a aliviarte. Como tomar medicina.

Me limité a sacudir la cabeza y a seguir parpadeando frenéticamente. Cuando paro de untar la crema, suspiré y me recosté de la espalda del inodoro. Zayn desinfectó los cortes provocados por Elise y luego vendó todas las heridas. Eso fue mucho más soportable que lidiar con las quemaduras.

No sé cuánto tardó en hacerlo, porque estuve ida y entumecida en todo el proceso. Pero sí pude notar las líneas de los cortes y las manchas de las quemaduras. Genial, más cicatrices que añadir a la colección.

—Ella solo quiere ayudar, ¿sabes?

Disparé los ojos desde el vendaje recién terminado hasta los ojos pardos de Zayn,

—¿Qué dijiste?

No me miró, sino que seguía concentrado en curarme.

—Si sigues guardándolo todo, te vas a terminar matando.
—Genial, así salgo de esta miseria de vida —rodé los ojos.
—No hablas en serio.

Zayn me miró a los ojos y por una extraña e incomprensible razón, me dieron ganas de apartar la mirada. Así que me levanté.

—Gracias por curarme.

Salí del baño sin esperar una respuesta.

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Antes de ir a dormir, Zayn me detuvo en las escaleras. Me pasó dos pastillas rosadas y un vaso con agua. Subí la mirada, confundida, aunque tomé las pastillas sin pensarlo.

—¿Qué son?
—Calmantes, los necesitas —alzó un hombro—, y no dejaré que te levantes de madrugada con esas heridas.

Mofé y apreté las pastillas en mis dedos.

—Perdón, ¿desde cuándo tienes que dejarme hacer…?
—Lenna, es por tu bien. Solo tómalas —empujó el vaso de agua hacia mí.

Otra vez sentí ganas de apartar la mirada cuando sus ojos cruzaron con los míos. Y eso no estaba bien, me enojaba en sobremanera. Nadie nunca me intimidaba de tal manera que me hacía desviar la mirada. Suprimí las ganas y le arrebaté el vaso. Antes de girarme a subir las escaleras, mascullé un casi inaudible “gracias”.

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Al cruzal el portal, acabamos en medio de una sala desconocida para todos. No tenía mucho tiempo de estar alerta porque las heridas y los gritos de Elise no me permitían concentrar. La susodicha estaba a punto de llenar todo un balde de vómito-sangre si no hacíamos algo.

—¡Cura a Elise, Joan! —chilló Niall, arrodillado junto a ella— Está vomitando más sangre, joder.
—Permiso —Joan se abrió paso entre todos—, recuéstala en el suelo, por favor.

Niall acató la orden sin rechistar, con los ojos azules clavados en Elise. Ella se encontraba con la boca torcida, los labios cerrados y el ceño fruncido. Tosía a cada tanto, y de vez en cuando, el líquido rojo con olor a metal y algo más, salía de su boca.

Joan se tambaleó hasta Elise y Niall, dejándose caer en el suelo. Y ahí me di cuenta de que su pierna también estaba sangrando horriblemente. Al parecer, ninguno salió ileso de la batalla. Sentí una ola de impotencia bañarme como agua bendita. Lo único que provocaron los del anti-círculo fue aumentar mi odio al infinito.

—Necesito energía vital, no podré hacer mucho con mi estado actual —musitó Joan, jadeando.

Al parecer, había perdido más sangre de lo que se previó, porque su piel perdió el color repentinamente y sus ojos se cerraban con frecuencia. Eso y perder de vista a Liam. El dolor que sentía era una punzada constante e irritante en el fondo de mi cabeza. Lo percibiría desde otro país.

Niall alargó su brazo sin perder tiempo, con los labios formando una línea y una mirada que parecía gritar “apúrate”.

—Toma de la mía —dijo.
—¿Estás segu-?
—Solo hazlo ya, Joan —Niall la interrumpió—. Ninguna de las dos tiene todo el tiempo del mundo.

Sorprendentemente, Joan solo asintió con torpeza e inspiró con fuerza. Cerró los ojos y levantó las manos —una la llevó al brazo de Niall y otra la colocó rozando la herida interna de Elise, que ya ni se movía. Comenzó a recuperar el color de su piel al mismo tiempo que Niall fruncía el ceño y se mordía los labios.

En ese momento, la puerta del departamento se abrió y cuatro personas entraron por ella. Al momento, me puse alerta y desenvainé las dagas. No estaba de ánimos por aguantar más mierda de nadie.

—¿Qué diablos? —exclamó un chico desconocido.

Me levanté del suelo y avancé hasta estar frente a los recién llegados, a pesar de la advertencia de Zayn de que no moviera el brazo herido. Dolía como los mil demonios, pero no me importaba. Observé a los dos primeros hombres en entrar: un vejete moreno, corpulento y con canas y un chico de la edad de nosotras con ojos rasgados y cuerpo delgado.

—¿Quiénes son ustedes? —fruncí el ceño y cuadré los brazos, dagas en alto.
—¿Nosotros? —bufó el asiático— ¡Ustedes son los intrusos! ¿Y por qué están sangrando en nuestro suelo?

Mi entrecejo se profundizó más y apreté los dedos sobre el mango de las dagas.

—¿Pero quién demonios te crees? ¡No sabes por lo que…!
—¡Esperen, yo conozco esa voz! —una chica chilla detrás del viejo— ¡Son mis amigas!

Me tomó varios segundos para reconocer el acento y la energía en la voz de Alexa. Y varios más para asociarla al dolor que machacó mi cabeza cuando identifiqué su presencia. No me dio tiempo a hacer nada porque Alexa empujó a los dos hombres y se arrojó encima de mí.

—¡Lenna, estás viva! ¡Dios mío!

Gritó tan fuerte que el dolor de oídos se sumó a todos los dolores que estaba sintiendo en aquel momento. Apretó tanto mi cuerpo que me lastimó la herida: no pude evitar sollozar y soltar la daga de ese brazo.

Entonces, Alexa pareció percatarse de nuestras condiciones de llegada.

—¿Qué fue eso, acaso estas…? —ahogó un grito al ver mi brazo— ¡Ay dios, el anti-círculo las atacó! ¿Están bien, qué fue lo que pasó?

Entrecerré los ojos y traté de eliminar el agua de mis ojos junto con las detestables ganas de llorar. El dolor estaba empeorando. Maldito anti-círculo. Me agaché para levantar la daga y con el brazo bueno, señalé a los desconocidos. Junto al asiático apareció una chica morena, con nariz fina y grande y largas trenzas castañas. Y flores en su cabello.

—Primero dime quiénes son estos —incliné la cabeza.
—Son buenos —Alexa aplaudió—, me salvaron. Pasaron varias cosas, pero se las voy a contar después. Ahora dime qué les pasó a ustedes —lanzó una mirada por encima de mi hombro—, ¿Esa es Elise? ¿Por qué está inconsciente?
—Una loca le rompió las costillas —siseé—. Estará bien, Joan está haciendo de las suyas.

No pude evitar decir eso con veneno en la voz. Porque todavía no se me iban las ganas de envenenarla. Alexa disparó su mirada hacia mí y algo cambió en ella —aunque no quería aventurarme. Parecía cercano a la lástima.

—¿Qué pasó, contigo y con…? —volvió a mirar hacia los demás— ¡Stella! ¡Stella también estás aquí!

Y tan rápido como eso, fue a tirarse encima de Stella. Estaba tan feliz de verla que no se percató de la herida en su pierna, así que ambas terminan cayéndose encima del sillón porque Stella no pudo soportar el peso.

—¿Estás loca o qué? —chilló Stella— ¡Quítate!
—Sí, ¡y estoy tan feliz de que estén bien! —Alexa se rió— Bueno, vivas.

Rodé los ojos y volví a mirar a los desconocidos. Según Alexa, los había salvado. Me encantaría saber de qué, así como saber qué diablos le pasó para que se encuentre sintiendo tal dolor. A pesar de estar feliz de vernos.
Guardé las dagas en sus forros y di un asentimiento de cabeza hacia las tres personas. No iba a disculparme, ya alguna de las chicas lo haría luego. Por irrumpir en su departamento y llenar el suelo de sangre. Caminé con pasos lentos hacia una de las sillas del comedor, que se une con la sala.

Me dejé caer ruidosamente y apoyé la cabeza en la superficie de la mesa. Había tenido demasiada mierda por una noche —y los efectos del calmante no hacía nada. Así que sentía el dolor de la pelea más las consecuencias de haber peleado con Elise y las quemaduras ocasionadas por Niall. Solo quería dormir. Ni siquiera pensé en las posibilidades de acabar en el limbo otra vez.

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—Bien, ya acabé con Elise. Vamos con Lenna.

Joan avanzó por la sala hasta la mesa donde estaba sentada. Apreté la quijada e intenté alejarme de ella.

—No necesito…
—Hazlo, no la escuches —Zayn me interrumpió.

Lo miré perpleja y abrí la boca para soltar una racha de insultos que aparecieron en mi mente, pero sus ojos me dejaron estática. Parecía que una tormenta de emociones los atravesaba y eso me dejó tan sorprendida que no dije nada, ni siquiera cuando Joan se me acercó. La tormenta se desvaneció en poco tiempo, pero la había visto. ¿Qué diablos significaba eso?

Joan no tomó mucho tiempo sanandome. Lo que agradecí infinitamente. La miré brevemente y luego bajé los ojos a mi brazo, para darle un corto masaje.

—¿Qué fueron esas quemaduras? —musitó, viendo mis brazos— Son recientes.

De soslayo, me percaté de la mirada de Elise. La ignoré y bajé la manga del suéter azul marino, que cubría hasta mis muñecas.

—No te incumbe.
—Lenna...
—Todavía te odio, pero gracias.

Un aplauso llamó la atención de todos. El chico de ojos rasgados, que Alexa presentó como Rory, estaba de pie en medio de la sala-comedor, y se tomó pocos segundos en darnos una seria mirada a todos los recién llegados. Parecía incómodo, probablemente porque yo le había gritado cuando llegó.

Pero, ¿qué clase de persona le gritaba de esa manera a heridos? ¿Estaba loco?

—Ahora —comenzó, con los brazos cruzados—, ¿podrían, por favor, explicarnos qué diablos está pasando?
Chasqueé la lengua y volví a apoyar la cabeza en la mesa. No pensaba hablar más por el resto del día. Solo quería dormir…

Joan comenzó a contar todo con lujo de detalle. Sobre los atacantes y cómo habíamos tenido que dejar a Edward y a Liam para ganar tiempo —en ese particular momento, su dolor aumentó como una ráfaga. Y, segundos después, disminuyó como si hubiera borrado esa parte de su interior. Me pregunté cómo rayos lidiaba Joan con las cosas de esa manera.

Más tarde, Alexa nos contó todo lo que le había pasado. Cómo terminó con los tres individuos porque Louis la había traicionado y casi la dejó muerta —que en realidad, él pertenecía al Anti-círculo. Y cuando escuché eso, me levanté como un resorte de la mesa.

—¿Qué dijiste? —la miré con ojos bien abiertos.
—Louis fue parte del anti-círculo todo el tiempo —Alexa sacudió la cabeza y bajó la mirada—. No sé cómo no nos dimos cuenta, confíe tanto en él…

Le temblaron los labios, y se cubrió la boca con una mano, ocultando su rostro de todas nosotras. Stella, aunque no tan dispuesta, le pasó un brazo por los hombros. Elise estaba demasiado agotada para moverse del suelo por ahora.

Yo no. Así que sujeté los mangos de mis dagas y me giré hacia los dos únicos miembros del anti-círculo que supuestamente estaban con nosotras.

—¿Helenna…? —masculló Joan.
—¡Ustedes dos! —desenvainé las dagas— ¿No se supone que los sacamos del maldito limbo para que nos dijeran cosas como esa? —rugí.

La garganta comenzó a escocerme y sentí una vena sobresalir de las demás, pero me importaba una mierda. Harry alzó las cejas y dio un paso hacia atrás, pero Zayn se quedó impasible, sin parpadear siquiera.

—Nunca preguntaron, ¿o sí? —Zayn enarcó una ceja.
—¿¡Nunca preguntamos!?

Sentí mi pecho calentarse y un volcán explotar en mi interior. Quería bañarlos en toda la lava que recorría por mis venas.

Lo iba a matar. Aunque ensuciase toda la alfombra de flores de sangre —ya la pagaría. Avancé casi corriendo hacia ellos dos, porque la sala era de tamaño mediano. Pero con un movimiento de mano por parte de Zayn, las dagas salieron volando y se clavaron en la pared a mis espaldas. Solté un gruñido, tenía que dejar de olvidar que Zayn controlaba el metal.

—¡Chicos! ¡Si pelean, en el edificio se darán cuenta…!
—¡Me importa una mierda, florecitas! —interrumpí a la chica hindú, cuyo nombre no recordaba— ¡No puedo creer que hayan decidido guardarse esa información!

Les mandé un latigazo mental. A los dos al mismo tiempo. No había practicado mucho eso —no sabía a cuántas personas al unísono podría atacar ni cuánta energía tomaría de mí. Sin embargo, no contaba con el lujo de ponerme a practicar en este momento.

Harry y Zayn se sujetaron la cabeza al mismo tiempo, soltando quejidos y cerrando los ojos con fuerza. Que sufran. Mandé dos latigazos más, lo que provocó que se desplomaran de rodillas en el suelo, abruptamente.

—¡Helenna, detente! —oí gritar a Charlie.
—¡No te metas! —chillé, sin voltear— ¡Les dije que los dejaría en coma si descubría una mierda como esta!

Deseé hacerlos sentir el mismo infierno que estaba sintiendo en mi interior. Pero con mucho más dolor. Insoportable, incinerante. Y estaba dando resultado cuando Harry chocó su cabeza contra el suelo, gritando que parara. Y cuando Zayn gruñó hasta que se le raspó la garganta y sangre salió de uno de sus oídos.

—¡Los va a matar!

Los demás comenzaron a hablar. Pero realmente no estaba escuchando, como si mis orejas estuvieran cubiertas con auriculares y sus voces estuvieran ahogadas. Mejor, porque no quería escucharlos.

Apreté los dedos, formando puños, con tanta fuerza que las marcas se quedarían en mis palmas. Me quedé de pie, inspirando con pesadez y con los ojos fijos en ellos dos. No podía creer que nos hubieran tomado el pelo otra vez. Otra maldita vez. Como si esto fuera un maldito chiste, joder.

Mis piernas temblaron y de súbito, sentí como el peso en toneladas de la vida me caía sobre el cuerpo. Sentí que una fuerza magnética del tamaño de un elefante me empujaba hacia el suelo. El agotamiento estaba haciendo efecto. Pero no me detuve.

No hasta que sentí un golpe seco en la nuca y todo se volvió negro.

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Voces susurrantes me despertaron del sueño. Increíblemente, había soñado con nada. No limbos, no recuerdos de Cedric, no búnkers subterráneos. Nada.

No abrí los ojos, quería volver a dormir. Tenía tanto tiempo sin descansar así…

—¿Cuánto tiempo estará así de,..inestable? —murmuró la voz de Alexa.

Parecía insegura de qué decir.

—¿Así de inestable? —masculló esta vez la voz de Stella— Lenna siempre ha sido inestable.
—Sabes a qué me refiero —replicó Alexa—. Ahora está diferente, más...mortífera. Me da un poco de miedo.

No pude evitar juntar las cejas. ¿Miedo? ¿Yo? Si me tenía miedo, mejor debería entrenar más. Teníamos enemigos peores.

Tomé una bocanada de aire y abrí los ojos, parpadeando con rapidez hasta acostumbrarme a la luz. Un techo de madera me dio la bienvenida, con varias tablas largas atravesando la base y otros tubos metálicos conectando todo. Después me percaté que era un camarote.

Escaneé la habitación con rapidez: había otro camarote en la pared opuesta, de color verde claro, y un espacio relativamente grande para una cama mediana en medio de ambos. Un biuro con un espejo descansaba en otra pared, más unos cuantos asientos de madera. Terminé en Stella y Alexa, que se encontraban sentadas en el camarote inferior del otro lado.

Choqué miradas con Alexa y raspé la garganta.

—¿Me tienes miedo? —la miré sin parpadear.

Alexa me miró con los ojos abiertos y se mordió el labio. Instintivamente, se inclinó hacia detrás.

—Porque no te voy a matar —me sinceré—. No soy Joan.
—Yo tampoco la mataría —Joan acababa de entrar a la habitación—, deja de decir esas cosas.

En vez de replicar, volví a mirar la base del camarote superior a mí y solté un suspiro largo. Sentía los ojos pesados y los músculos doler como si fuera una inexperta deportista y ayer fue mi primer día de entrenamiento intensivo.

—¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? —crucé los brazos por debajo de la friza.

Mi ropa era diferente: usaba una blusa de mangas cortas color naranja y unos pantalones cortos negros. Y no estaba tan sucia como recordaba. Ni siquiera iba a preguntar quién había hecho todo eso —me encontraba tan exhausta que sentía todo de una manera superficial. Como si estuviera tocando un electrodoméstico con su forro de plástico puesto.  

—Varios días —respondió Stella, como quien no quiere la cosa.
—¿Cuántos? —presioné.
—Tres.

Solté un respingo y por un momento, me paralicé. Tres días. Tres días fue el precio de atacar a dos personas al mismo tiempo con aquel calibre de poder. También había sufrido heridas de la pelea con Elise y ni hablar de la pelea con los mugrientos del Anti-Círculo. Así que con la influencia de todo eso, no tenía estimación concreta de qué pasaría si intentaba hacer eso otra vez.

—¿Qué ha pasado en estos días?  —fruncí el ceño.
—Seguimos en Nueva Zelanda, pero nos movimos hacia la Isla Stewart, a una casa del papá de Joan. Está recluida de todo, podremos entrenar cómodamente y hay más espacio que en el departamento —explicó Alexa—. Además, los vecinos de Rory comenzaron a hacer preguntas sobre todo el ruido de esa noche…

Me encogí de hombros.

—De todas maneras —Alexa continuó hablando, trataba de volver su voz con la alegría de siempre—, Rory, Priya y Mortimer han aceptado ayudarnos —aplaudió un par de veces—, así que vinieron con nosotros.

Asentí, sin decir nada.

—Owen y Forrest también están aquí —agregó—. No sé cómo llegaron, pero Owen se teletransportó diciendo que le había llegado un mensaje de Edward de que apareciera en Nueva Zelanda. Y por ahora, esos somos todos.

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La isla contaba con una diminuta población de 400 personas, lo que era genial para nosotros. La casa se encontraba ubicada lejos de una de las dos ciudades a la costa de la isla. Rodeada de un montón de árboles tropicales y con una playa solitaria a pocos minutos a pie. No era un ambiente radicalmente diferente a lo que nos acostumbramos a estar con Edward, con la diferencia del olor a salitre mezclado con los diferentes aromas de las plantas invadía casi todo. Y una ciudad a quince minutos en moto donde había un supermercado para comprar comida pre-cocinada.

En los días que estuve inconsciente, además de reunir aquel grupo en la casa de dos plantas, hecha de madera casi completamente, Charlie había decidido que todos tomasen un respiro antes de continuar el entrenamiento.
La casa era espaciosa, aunque no exageradamente. Había dos habitaciones con cuatro camas repartidas en camarotes, más una cama que salía de un armario al abrir las puertas. Por eso había tanto espacio entre camas. Y en el piso de arriba había dos más con las mismas características.

Había una cabaña pequeña fuera de la casa, a través del patio, donde estaban las duchas y los baños. La cocina también estaba en una cabaña afuera, pero esta se encontraba a dos metros de la cabaña principal. Así que la mayor parte del primer piso de la cabaña principal lo ocupaba una sala con dos sillones de tres, una televisión colgada de la pared y un comedor para seis personas, con bancos repartidos por aquí y por allá. Y un aire acondicionado central con conductos que se dividían y llegaban a todas las habitaciones.

Podría vivir aquí.

Y ni siquiera había salido a explorar los diferentes paisajes de la isla. Que según Alexa y la chica florecillas llamada Priya, eran fantásticos.

En el cuarto día, todavía no teníamos noticias del paradero de Edward o de Liam. Owen y Forrest solo habían encontrado la casa echa escombros, la madera esparcida por todo el territorio, la tierra abierta y signos de una horrible pelea. Y, luego, Forrest olfateó la esencia de Edward bajo tierra. Cuando escarbaron por alrededor de veinte minutos, encontraron sus zapatos y la nota. Más nada.

—Estoy segura de que están vivos —dijo Charlie, en la noche del día que me desperté—. Probablemente estén esperando despistar a los del Anti-Círculo antes de venir acá.
—¿Cómo puede estar tan seguro de eso, eh? —Owen cruzó los pies y los subió en la mesa— ¿Su poder es ver el futuro?
—Hay algo llamado esperanza —replicó Mortimer, el viejo moreno con canas—. Te sorprendería de cuánto es capaz.

Owen bufó, pero no dijo más nada. Afuera, Alexa, Joan y Priya estaban haciendo la cena; mientras el resto esperábamos rondando dentro de la casa. Harry y Zayn se mantenían alejados de mí todo lo posible. Tal vez no sabían identificar que me encontraba demasiado agotada para volver a atentar contra sus vidas por el momento. No negaré que sentí un aire cálido de satisfacción con aquella actitud por parte de ellos. Estaba harta de que se metieran con nosotras.

Elise, por otro lado, también se había mantenido extrañamente distante, sin reírse o sin hablar con nadie —ni siquiera sin sermonearme para que dejara de ser “yo”. No pretendía que fuéramos lo más cercanas porque nunca lo hemos sido, y menos después de la pelea. Pero percibía algo diferente en ella. Muy diferente a lo usual. No hablaba con nadie, no respondía a los chistes malos de Owen ni al sarcasmo nervioso de Forrest. Nada.

Así que salí de la casa para ir a la cabaña cocina a preguntar qué había pasado con ella.

—Bueno, pasó después de que yo te noqueara —dijo Stella, sonriendo al mencionar haberme noqueado. Rodé los ojos—. Alexa continuó con lo que le había dicho Louis.

Se lavó las manos y se las secó con un trapo, dejando a Alexa moviendo la carne.

—Louis le contó que su madre y su hermano Alexander son los que pertenecen al Anti-círculo, junto con él —se encogió de hombros—. Y ella se levantó y se fue de la sala. Ha estado así de rara desde entonces.

Retorcí mi coleta de caballo mientras trataba de hacer memoria.

—¿Alexander no fue éste tipo que la secuestró? —ladeé la cabeza.
—Sí —contestó Joan.
—¿Y trataron de averiguar por qué…?
—¿La letal Helenna está preocupada? —tuvo que mirarme dos veces y colocó los brazos en jarras— No puedo…-
—No me jodas y respondan —me crucé de brazos y cambié de peso.
—Claro que lo hicimos —contestó Alexa, dejando el cucharón y tapando el caldero—, pero actuó como si nada pasara. Lo que claramente significa que algo sí pasa.
—Creo que estamos muy al tanto de que algo pasa con todas nosotras —dijo Joan.
—Me pregunto por qué…

Dejé las palabras en el aire y entrecerré los ojos en su dirección. La cocina se llenó de un silencio nocivo, casi tangible. Joan me devolvió la mirada, lanzándome misiles con los ojos claros. Pocos segundos después, giré sobre mis talones y volví hacia la casa.

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La mañana del siguiente día, Mortimer y Charlie decidieron que ya teníamos demasiado tiempo haciendo de holgazanes. Así que nos levantaron con un ruido que sacudió la cabaña y nos mandaron a alistar para comenzar de inmediato.

Después de desayunar, Charlie comenzó a dividirnos entre el y Mortimer. No sabía qué podían hacer ninguno de los dos —más que sermonearme por ser impulsiva. Al diablo con eso. El papá de Stella me dio una mirada inexpresiva y torció los labios hacia abajo.

—Ve con Mortimer. Si te entreno, vamos a acabar peleando —ordenó.
Alcé una ceja y abrí la boca para replicar, pero el hombre subió un brazo.
—No digas nada, solo ve.

Resoplé, pero decidí no perder el tiempo y salir al patio trasero. Donde estaban las dos cabañas y un enorme área sin árboles. Por el patio delantero de la casa es que se iba hacia la playa, por lo que nos alejaríamos de ahí al entrenar habilidades sobrenaturales.

Cuando salí, me di cuenta de que conmigo estarían Zayn y Harry, además de Rory, Forrest y Elise. Avancé con los brazos cruzados y tomando bocanadas de aires lentamente. Como alguna forma de calmarme —que no estaba funcionando en lo absoluto.

—¿Esto es una jodida broma? —pregunté.
—No —respondió Rory, sonriendo con falsedad—. Madura y acéptalo.
—Oye, niñato, creo que tienes que dejar de-
—¿A quién le dices niñato? —interrumpió, girándose por completo hacia mí— Viniendo de la chica que no puede tomar las cosas con la madurez suficiente-
—Si sigues probándome, te vas a arrepentir —apreté los dientes y clavé las uñas en mis brazos.
—¿Piensas que te tengo miedo?
—Suficiente —bramó Mortimer.

Sus pequeños ojos expresaban tanta autoridad que le puse atención. O tal vez fue aquella percepción de su capacidad mental que rebotó en mi cerebro al mismo tiempo que su orden. De cualquier forma, decidí no tentar las aguas e ignorar a Rory antes de que sucumbiera a las ganas de usarlo como mi primer zamba de Nueva Zelanda.

Como nos callamos, Mortimer cruzó los brazos por detrás de la espalda y se enderezó.

—Ahora, nuestro entrenamiento no será algo propiamente de “maestro-alumno”. Sino que voy a pasarles técnicas y métodos utilizados por siglos en el arte de pelear, de canalizar la energía desde una fuente en su interior y mantenerla equilibrada —me miró fijamente en esta parte—, para poder ser exitosos en cada combate. Al menos, en la mayoría.
—¿Puede elaborar un poco más? —Owen se cruzó de brazos por detrás de la cabeza— ¿Como de una fuente en su interior?

Un sonido de “¡pof!” indicó que Owen desapareció, y reapareció detrás de Mortirmer, el cual no se inmutó ante eso. Owen se quedó mirándolo con aquella sonrisa de lado y ojos repletos de picardía.

—Les voy a explicar a cada uno por separado y luego los voy a dejar que entrenen a gusto.

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Mientras Mortimer daba su charla espiritual a cada uno de los chicos, decidí a practicar con las dagas hacia algún lugar apartado. Entré a la habitación para buscar mis armas, las até a mi cintura y me coloqué un par de guantillas de cuero que casi nunca utilizaba. Pasé por el patio trasero y a través de la espesura del bosque húmedo y tropical, con el sudor comenzando a mojarme la espalda.

Caminé entre los altos árboles y palmas por alrededor de quince minutos, hasta encontrar un espacio medio abierto. Era menos de un kilómetro con césped y lodo, cero arbustos o árboles en medio. Lo suficientemente amplio para poder practicar las poses sin tropezar con alguna rama levantada. Las botas se iban a enmugrecer por la tierra mojada, pero me daba igual.

Practiqué los movimientos de avanzar en diagonal, medio círculo e improvisación con ambas dagas como extensiones de mis brazos. Jean me hizo memorizarlas hasta desfallecer. Parecía más una danza meticulosa y letal que un simple combate con dos filos de metal en mis manos.

Cuando mis biceps y triceps ardían y el sudor me caía de la frente como si me estuviera echando agua constantemente en el rostro, decidí tomar un descanso. Mis muslos protestaron por haber estado en posición agachada por tanto tiempo corrido. Envaine las dagas y decidí sentarme en una roca gigante para tomar algo de aire.

Cerré los ojos y me concentré en inhalar y exhalar aire con lentitud. Escuchando los animales diurnos llenar el bosque con todos sus ronroneos, silbidos, y rentintineos. El único momento en la vida en el que parecía calmar mi meollo era practicando de esta forma.  

Un crujido de una rama me puso alerta en un periquete. Abrí los ojos y escaneé mis alrededores con presteza, tratando de encontrar algo fuera de lugar. En silencio, apoyé una de mis piernas por si tenía que pararme en un santiamén y llevé las manos a los mangos de las dagas.

—Estás preparada.

La voz de Mortimer resonó detrás de mí y salí disparada de la piedra, girándome hacia él con las cejas alzadas. ¿Cómo había llegado ahí sin que lo escuchara?

—Eso es bueno —inclinó la cabeza.

Estaba con su posición de antes, los brazos cruzados  por detrás de la espalda. Expresión imperturbable, como si supiera las posibilidades acerca del todo.

Me enderecé. Hasta ese momento me percaté que había adoptado la posición de ataque, agachada. Solté las dagas en su lugar y rodé los hombros, tratando de soltar la tensión.

—¿Ya me toca la charla?
—Sí. Voy a ser directo contigo —se sentó en la roca donde había estado antes—. Las chicas y Charlie me contaron lo que te pasó, sobre el juicio. Y sobre tu relación con Cedric Bloom.

Entorné los ojos y sentí una estocada fogosa en el pecho. Clavé los pies en el suelo y apreté los dientes, sin despegar los ojos de Mortimer.

—Y aunque no se todos los detalles acerca de eso, voy a darte mi mayor consejo. Entre otras cosas, pero primero lo primero —hizo un ademán de manos—. Tienes que aprender a meditar. Meditación, autoreflexión, aprender a sentir y apreciar todo ser vivo que te rodea. Desde las hojas del árbol hasta las algas del río.

Apreté los labios, torciéndolos hacia abajo. Había intentado meditar y lo único que conseguía era desesperarme. Solo podía meditar si me concentraba en el dolor de las personas. Sin embargo, ¿lo que me ordenaba este hombre…?

—¿Por qué debo hacer eso?
—Porque si no lo haces —su mirada ensombreció—, algún día, no muy lejano, vas a perder el control y acabar con todo lo que te rodea. Aunque quieras detenerte.

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Después de comer, Charlie no esperó más de una hora y tantos minutos para gritarnos que fuéramos a entrenar otra vez. Al parecer era alguien de extremos: descansar varios días seguidos, o adiestrar nuestros poderes en una jornada eterna hasta desfallecer. ¿Y si me daba indigestión?

Salí de la casa con los pensamientos de qué pasaría si le vomito encima por no dejarme reposar bien. Yo que llegué a pensar que Edward era estricto. En el área trasera de la casa solo estábamos las cinco: Joan, sin su extraño gato; Elise, de brazos cruzados y con cara de querer estar en cualquier lado menos aquí. Rodé los ojos y pasé a Alexa, que miraba a cada una de nosotras con los labios apretados y Stella, que se miraba las uñas —como siempre— con una actitud desinteresada amplificada a lo global.

Y Charlie, delante de todas, examinando cada uno de nuestros rostros. Como si quisiera averiguar lo que estábamos pensando o algo por  el estilo.

—¿Y los demás? —preguntó Alexa.
—Se fueron con Mortimer hacia la playa. Les va entrenar físicamente en el agua —explicó, moviendo una mano—. Ustedes, en cambio, necesitan entrenar juntas.
—¿Por qué? —Stella alzó una ceja.

Pero su tono parecía más escéptico. Charlie tomó aire y nos miró con aire severo, como cuando un padre va a anunciarle un castigo fatal a su hijo. Que éramos nosotras.

—No sé qué ha pasado antes de que yo llegara, pero estoy seguro de algo: si van a pelear contra el Anti-Círculo en el estado actual de Círculo que poseen: no van a tener la mínima oportunidad de obtener la victoria.

Las palabras de Charlie dieron un martillazo en la boca de mi estómago. Potente, inesperado. Pero totalmente acertado.

La presión se hizo sobre nosotras con potencia. Un manto gris tormenta que no dejaba caminos abiertos para la esperanza o el chance de patearles el culo a los hijos de puta se estaba cerrando encima nuestro.

—Necesitan aprender de nuevo como ser un equipo —continuó Charlie, señalándonos con palma abierta—. Creo que se han olvidado de lo que es el círculo y lo que representa. Y lo que son ustedes.

No pude soportarlo más. Me exasperaba que hablase de nosotras como si fuéramos las mejores amigas del universo. De modo que prácticamente escupí lo que pensaba.

—Y dime, ¿cómo demonios se supone que voy a hacer equipo con Joan culo-rojo-perfecto, cuando ella muy bien me mandó al infierno? —extendí los brazos a ambos lados— No me puede culpar por desconfiar. Y querer hacer que muerda polvo.

Charlie suspiró y sacudió la cabeza, como si se hubiera esperado esa reacción pero también le decepcionara. Y un coño, yo ya había pasado de eso.

—De estos mismos problemas es que estoy hablando —indicó hacia mí—. No pueden-
—No podrías conmigo ni aunque usaras todo tu maldito poder, Helenna —Joan lo interrumpió.

Soltó las palabras como siseos, acuchilladas directamente a lo que sea que hayamos compartido antes. Sin embargo, las cuchillas rebotaron contra la capa de frialdad que me rodeaba. Ya no me importaba.

—¿Eso crees? —junté las cejas y giré mi cuerpo hacia ella.
—¿Podrían dejar su mierda ya? —espetó Elise, que parecía mucho más hastiada que antes.

Alexa ahogó un grito y la miró como si no la reconociera. Yo habría tenido la misma reacción de no haber estado encolerizada con la “líder”.

—¡No jodas, Elise! —exclamó Joan— Ya es hora de que resolvamos esto.
—No quise decir que empezaran a matarse entre ustedes —bramó Charlie.

Pero ninguna lo escuchamos. Stella miró al cielo y rechinó los dientes.

—Estoy harta de esta mierda.

Alexa dio un paso hacia delante, con los brazos sobre su estómago y sin dejar de mirar de Joan hacia mí una y otra vez. Esperando a que saltáramos sobre la otra.

—Eh...chicas...—alargó un brazo—. No creo que…

No escuché lo que dijo después porque una fuerza invisible me empujó con el vigor de un elefante. Volé por los aires, dando vueltas que me marearon y acabé cayendo bruscamente a varios metros de donde había estado. El aire me salió de los pulmones y tardé más de lo que me gustó en recuperarme y ponerme de pie.

Solté un grito de guerra y corrí hacia Joan, con dos sables en mano. Agradecí cambiar las dagas por estas espadas más largas antes de salir a practicar. Comencé a atizar con los sables, que emitían un sonido agudo al rasgar el aire, mientras Joan daba saltos gimnásticos hacia detrás.

Tomé impulso y di un salto que me dejó lo bastante cerca de ella para lanzar el brazo izquierdo hacia delante y hacerle un corte en el brazo. Y, nuevamente, una patada de un gigante invisible me lanzó por los aires. Choqué con el tronco de un árbol, con un dolor inmediato y cegador propagándose desde la base de mi espalda hasta el cráneo. Maldición.

Hice esfuerzo por tomar aire con rapidez y a grandes cantidades, antes de que se le ocurriera mandarme a volar otra vez. Joan avanzó hasta mí con rapidez, y fijé más los dedos a los sables.

—Debería matarla y acabar ya con esta mierda —masculló, cuando estaba lo suficientemente cerca.

Parpadeé y me quedé inmóvil. Un revoltijo se armó de súbito en mi abdomen. Frente a mí tenía a Joan, pero no parecía ella. Algo en sus ojos estaba encendido, diferente a todo a aquello que haya visto antes.

—¿Te asusté? —hizo un puchero.

Y, en un santiamén, sonrió de oreja a oreja. ¿Estaba burlándose de mí? Gruñí por lo bajo y me despegué del árbol, tambaléandome pero sin dejarme caer.  

—Entonces mátame —alcé la barbilla—, si es que puedes.

Su sonrisa se borró y fue como si hubiera presionado un botón. Un puñetazo hizo contacto con mi cara, haciéndome girar de lado. Sentí la sangre correr por el interior de mi boca, que acabé escupiendo. Trastabillé hacia atrás y tomé la posición agachada antes de que avanzara otra vez hacia mí.

Joan rotó dos veces sobre sus pies y lanzó una patada hacia mi tórax, que logré bloquear con el antebrazo. Deslicé los sables como una x en el aire en su sección media, pero solo corté parte de sus hombros cuando alcanzó a saltar hacia atrás.

La pelirroja miró la sangre caer por sus brazos hacia el césped y sus ojos se abrieron, chispeando furia. Enderezó la postura y tomó una respiración calmada, cambiando radicalmente de actitud. Mi corazón latió con cólera y me preparé para atacar.

Joan flexionó su brazo y giró la muñeca en un movimiento veloz. Todo mi cuerpo quedó de piedra, inflexible e incapaz de moverme. Los sables cayeron a mis pies con un ruido metálico y me alcé involuntariamente más de medio metro en el aire. La impotencia me invadió de pies a cabeza y le grité barbaridades.

Sus manos se movieron al mismo tiempo, haciendo una señal de x. Y sentí como algo jalaba mis brazos con fuerza hacia atrás, retorciéndose, para acabar con la misma posición. Grité de dolor y de rabia, ¡no podía hacer nada para evitarlo! Sentía como si la base de cada brazo estaba a punto de estallar y zafarse.

Cerré los ojos cuando sentí que ardían. Mi rostro y mi pecho se sentían calientes y a punto de explotar. Respiraba cortadamente, sin tomar el aire suficiente en ninguna bocanada. Apreté los dientes con todo lo que pude y traté de concentrarme en la mente de Joan.

Imaginé corrientazos de cientos de voltios. Penetrando en mis venas, en mi sangre, en cada diminuto rincón de mi cuerpo para provocar que explotara desde adentro hacia fuera. Los temblores como si ocurriera un terremoto de más de 8 grados y su epicentro fuera mi cerebro. Lo imaginé con todo el ímpetu que pude conglomerar. Mientras las lágrimas corrían por mis mejillas y los huesos de mis brazos se retorcían como si tuvieran vida propia.

—¡Joan, detente!
—¡¿Cómo las detengo?!

Chillé tanto que se me raspó la garganta. Y al mismo tiempo, solté toda la explosión acumulada y mandé el misil a su cerebro. La fuerza que me mantenía en el aire se esfumó y caí de bruces al suelo, sin energías, con los brazos y la cara doliéndome como los mil demonios. Asimismo, escuché los gritos de Joan y un golpe seco de cuando cayó al suelo después de mí.

Ahí tenía por intentar acabarme.

Tenía unas enormes ganas de quedarme a dormir allí mismo, en el césped, por una semana. Pero sabía que desde que Joan se recuperase, iba a atacarme otra vez. Y la próxima vez podría decidir retorcer mi espina dorsal y no mis brazos. Antes no lo creía capaz —por muy estúpida que fuera. No obstante, esa sonrisa no iba a borrarse de mi cabeza por mucho tiempo.

—¡Chicas! —escuché el chillido de Alexa.

Logré rodar mi cuerpo, pero no tenía nada de fuerza en los brazos. Intenté moverlos; sin embargo, el dolor fue tan potente que los ojos me rodaron hacia atrás y sollocé. Me limité a abrir los ojos y vi a Alexa correr hacia nosotras, con lágrimas en los ojos.

—¡Basta! —chilló— No más, no se levanten de ahí si van a volver a pelear —le temblaron los labios, pero no se detuvo—. ¿¡Qué les pasa!? Iban a matarse.

Cerré los ojos. Intenté hablar, pero las palabras me salieron babosas, como si tuviera anestesia inyectada en la lengua. Carajo, en serio estaba exhausta. Mi respiración era pesada, al ritmo torturga. Volví a abrirlos para ver como los temblores de Joan se calmaban y se quedaba inmóvil, pero respirando, tirada bocarriba en el césped.

Eso fue lo último que vi antes de quedar inconsciente.

hange.
hange.


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Mensaje por Invitado Mar 25 Abr 2017, 2:09 pm

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Mensaje por indigo. Mar 25 Abr 2017, 2:16 pm

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