The Heather|NC|One Direction y más|

¿Se sentía así no saber qué hacer de tu vida? Quiero decir, había llegado con mis amigas haces veinte minutos al bar y todo lo que escuche fue de lo exitosas que eran, de sus novios perfecto y de la casa en la playa que les pagaba sus padres. Y en todo ese tiempo trascurrido yo solo había estado asintiendo como una estúpida con una sonrisa falsa en mi rostro. No era envidia, ni recelo; estaba feliz por escucharlas que les iba tan bien en su vida, pero de nuevo yo; recordando que al llegar a casa estaría sola esperando al día siguiente para fingir amar a alguien. Esa era mi vida; fingir. Pero no podía quejarme, ¿verdad? Tenía un bonito departamento, uno de esos perros que caben en el bolso, ropa linda y mucha comodidad. Claro, a costa de mi trabajo.

— Y pensamos tomarnos una segunda luna de miel el mes entrante; tal vez algún viaje por Asía o América, no lo hemos decidido. –continuaba Lauren comentándonos. - ¿Tu que preferirías? –ahora hizo la pregunta hacía mí, algo desprevenida.
— Ya saben chicas; mientras más caro, es mejor. – respondí bromeando.
— Snix tiene toda la razón, tienes que hacerlo pagar muñeca. –animo Kendra balanceando una costosa copa de vino tinto en su mano. Curiosamente yo era la única que no bebía; mañana empezaba el trabajo y la primera impresión es siempre la mejor, aunque yo siempre luzca bien.

Luego estaba en ese sitio de vuelta; sonriente y soberbia. Así me conocían, así me tomaban, así tenía que ser. La primera impresión. Esa fue la actitud que me vi forzada a tomar cuando llegue a Londres; desde los diecinueve años que me lucia en mi trabajo, en diferentes parte del mundo, a veces eran relación para una cena, otras para semanas, pero él muchacho que fue esta mañana había pedido él tiempo que sea necesario para recuperar a su novia; buena suerte con esos rizos que lo hacías lucir de doce años.

— Quería recordarles ahora que tengo el honor, de que el fin de semana que entra haré una cena y ustedes muchachas son ms invitadas de honor, -Lindsay nos avisaba; su típica cena para mostrar a su novio de dieciocho años que cambiaba cada trimestre. – Pueden llevar a alguien especial o a sus familias, mientras más seamos será más divertido.
— Sería una buena oportunidad para que Suzanne nos presente a un candidato, -reía una de las chicas, mientras las demás solo hacían eco, yo negaba con la cabeza en modo de superioridad. – O tal vez podrías traer a tu madre, seria lindo después de casi dos años conocer a tu familia.
— Eso es verdad; hay que conocer a tu familia; somos tus mejores amigas y ni una vez los hemos visto siquiera en tu apartamento o en una visita.
— No entienden chicas; Londres es demasiado, demasiado rápido y mis padres ya están grande para traerlos hasta aquí. Ellos tienen sus cosas, sus vidas, no quiero molestarlos. –Respondí. Y nuevamente mi amiga la mentira estuvo de su lado.

¡No piensen mal, oigan! Yo adoro a mis padres, pero es cierto que Londres era demasiado para ellos. Por eso prefería mi visita mensual hasta su hogar; aún eran tiempos difíciles para los Handler. Con el dinero del trabajo de mi padre no alcanzaba y mi madre estaba muy malograda para salir a hacer algo más. Aún tenían a mis dos hermanos menores en sus brazos y era difícil lidiar con adolescentes. Quien quiera creerlo o no, todos estos años los esfuerzos han sido por ellos. Estudio, trabajo, paga, y luego un aparte iba para mis padres y hermanos. No era fácil, yo era la única que había llegado lejos; mis hermanos menores aún estaban en casa, mi hermano mayor en la cárcel y mi hermana del medio tiene tres hijos y huyo con un hombre que no sabe si es el padre; para quien sabe dónde. Por eso siempre me han apoyado tanto, y les debía centavo tras centavo.

— Chicas mañana debo madrugar, así que sería mejor si me fuera a casa ¿está bien verdad? –pregunte juntando mi suéter y bebiendo las ultimas gotas de la copa.
— Ve niña, pero promete que llevaras a alguien a la cena, ¡y no te atrevas faltar!
— De acuerdo, me verán ahí… con alguien. –suspire colocándome la chaqueta. –Adiós.

Y así mire por última vez el reloj en mi muñeca y tome el primer taxi que paso por el lugar. Debía dejar de pensar tanto, debía concentrarme para hacer bien mi trabajo, fresca, seductora, tu eres única, y nadie puede decir lo contrario.

Tome el ascensor y revise mi móvil sin mucho ánimo; tenía unos tres mensajes de Lawren pidiéndome disculpas por plantarme hace dos semanas en aquel patético restaurante italiano. Suspire y sonreí irónica pues podría decirse que ya era tarde para arrepentimientos, ahora tenía una nueva vida. El teléfono volvió a sonar una vez más mientras entraba a mi apartamento.

— ¿Mande?- pregunte dejando mi saco en el sofá.
— Nena, vamos; déjame ir a casa y darte unos masaje-
— Creí que habías entendido que no quería que me volvieras a llamar; esto se acabó. –sentencie.
— No te me iras de las manos tan fácil muñeca, donde sea que estés, yo volveré y estaremos juntos.
— Lawren, tengo nombre, así que deja esos estúpidos apodos para tus amantes. Y deja de hablar así, no quiero tomar otras medidas.
— ¿Me estas amenazando? ¿Para qué no te busque? Tú no entiendes que te amo, ¡Suzanne!
— Deja de molestarme.
— De acuerdo, pero quiero que sepas que si yo no te tengo nadie lo hará.
— Vale Lawren, como sea. Adiós.

Me removí los hombros y bufe dejándome caer por fin sobre mi cama. El amor es un jodido estorbo. En algunos momentos me había maldecido a mí misma por aceptar aquella tarde el nuevo trabajo que George me ofreció. Tenía que a ver mantenido mi palabra de que el último hombre seria mi fin en “The Heather”, pero aquí estaba, a punto de volver a cumplir el protocolo, Ni comenzaba ya deseaba que termina pronto. Tenía que solucionar muchas cosas y ahora esto; valla genialidad. Pero eh aquí la respuestas; el amor es relevante contra el dinero.