totally spies.

Suspiré. Era la quinta en el día que lo hacía por culpa del aburrimiento. Tomé mi celular y observé cada red social, nada; me levanté de la cama y caminé hacia el armario, tomé mi usual ropa de entrenamiento y me vestí. Ya que no tenía nada que hacer, decidí por ir a entrenar, nunca es tarde o temprano para algo de entrenamiento.
Me coloco los shorts deportivos, la camiseta Nike sin mangas y unos tenis de la misma marca, amarro mi castaño cabello en una cola alta y salgó hacia el gimnasio.
Desde pequeña he vivido en las instalaciones del TSC, Tervis Spies Center, el lugar donde entrenan a los mejores espías del mundo. Lo sé, ¿Qué hace una chica de apenas dieciséis en un mundo de espías? Sencillo.
Mis padres murieron en un accidente automovilístico cuando tenía nueve años y Jeremy, el mejor amigo de mis padres, decidió adoptarme ya que no conozco a nadie de mi familia. Mis padres también eran espías, y de los mejores, según me dicen las personas.
Llegué al gimnasio y saludé a Chris, uno de nuestros entrenadores, me dirigí hacia el dojo y ya allí saludé al sensei, y la verdad es que sí se parece a un sensei, como el señor Miyagi, incluso así le digo.
—Buenos días, Miyagi— lo saludo haciendo una reverencia.
—Buenos días, Danielle— dice con su peculiar acento chino. Le sonrío y camino hacia una de los estantes a un lado de él, tomo una par de vendas para las manos y me las coloco —Pequeña Danielle, ¿Qué deseas practicar? —
—Nada en especial, sólo práctica— me encojo de hombros y él asiente levantándose de su lugar.
—Bien comencemos con los ataques de puño— asiento y me dispongo a practicar.
Cada músculo de mi cuerpo dolía como mil demonios, hacía ya tres horas que había empezado y no había tomado ningún descanso, así que levanté la mano en modo de tiempo y me agaché para recuperar un poco de aire.
Las artes marciales siempre han sido mi punto fuerte, es como si hubiese nacido para ello, y la verdad es que las amo. El simple hecho de que alguien me tenga miedo por saber golpear, es suficiente razón.
Respiré hondo y tomé una botella de agua de la pequeña despensa al lado del almacén de armas. Duré un par de segundos para destaparla pero cuando lo hice la bebí como si fuese la última coca-cola del desierto. ¡Oh, desearía que fuese una coca-cola!. Volví a inspirar con notable esfuerzo y volví a revisar mi teléfono; cinco llamadas perdidas de Jeremy y tres Anna.
Ay por Dios, me van a matar. Me despedí deprisa del sensei y con una toalla en mano corrí hacia el centro de operaciones, gracias al cielo no quedaba muy lejos.
Al llegar opté por subir las escaleras, el ascensor apenas estaba subiendo y duraría una eternidad esperando, más las paradas que haría.
Corrí escaleras arriba, tomándolas de dos en dos para llegar más rápido. Me detuve en el tercer piso, corrí por el pasillo lleno de personas, doblé a la izquierda, saludé a la secretaria de Jeremy y entré sin tocar la puerta. Siete pares de ojos se voltearon de repente y me observaron, unos serios y otros con burla, específicamente Jeremy serio y mis amigas con cara de “Te van a matar y me alegro”.
Me encorvé un poco y tomé todo el aire que había olvidado respirar mientras corría hacia aquí, tomé un trago de agua y cerré la puerta detrás de mí.
—¿Qué hay de nuevo viejo?— saludo a Jeremy, éste entrecierra los ojos, tanto por lo del viejo como por la tardanza.
—¿Dónde estabas? Tenemos más treinta minutos llamándote y esperando por ti— habla, su voz ronca, como siempre, y achinando más sus arrugados ojos. Sonrío como el gato de Alicia y me coloco justo al lado de Frankie.
—Estaba en el Dojo— respondo una vez al lado de la rubia.
—¿Y no pudiste contestar tu teléfono?— pregunta Briana enarcando una de sus perfectas y castañas cejas.
—¿Tú respondes cuando estás en el laboratorio? — contrarresto repitiendo su acción.
—Touché— contesta chasqueando los dedos y señalándome.
—Bien, como decía— interrumpe Jeremy— La secundaria Abbot Hill ha estado sufriendo numerosos secuestros y asesinatos en los últimos dos meses. Hasta ahora han sido seis estudiantes, cuatro chicas y dos chicos, un conserje y dos profesores, el de matemáticas y el de ciencias. Su trabajo mis queridas chicas, es averiguar quién o quiénes están involucrados y mientras, proteger a los estudiantes.
—¿Cómo se supone que protegeremos y analizaremos al mismo tiempo?— argumenta Lu.
—Para ello, todas asistirán a la escuela, ya que suponemos que los involucrados asisten a esta.
—¿Y si no es así?— pregunta esta vez Celes.
—Eso lo averiguaran ustedes, si se da el caso.
—Interesante— susurro con ironía provocando una pequeña risa por parte de Frankie.
—Bien chicas, pueden retirarse, ya están inscritas, todas vivirán en una casa cerca del instituto y recuerden que nadie puede saber para qué fueron allí, a excepción del director, claro está— todas asentimos en respuestas —ah, y empiezan mañana por la mañana, así que deben ir por sus cosas y mudarse hoy.
Volvemos a asentir y salimos de la oficina en silencio. Tomo la toalla que yacía en mi hombro y seco el sudor de la frente mientras escucho a las chicas.
—Bien, nos juntaremos a la salida del CO en una hora— dice Anna con su peculiar tono de “Ya es hora de trabajar”.
—Una hora es muy poco tiempo, debo ducharme y preparar todo— interrumpo.
—Duchate rápido y te dará tiempo.
—Sabes, que soy lenta después de un entrenamiento, Anna.
—Bien, una hora y cinco minutos— contesta riendo al igual que las chicas.
—Já, Já, Já, muy graciosas— digo sacándoles la lengua y luego uniéndome a ellas.
Suspiré una vez más y caminé hacia el elevador dejando a mis amigas atrás, punché el botón que haría que la gran caja de metal se detuviera. Esperé unos segundos hasta escuchar el pitido que anunciaba su parada, entré en este y punché el piso uno. Mientras, iba tarareando la melodía de Give me love de Ed Sheeran.
Al llegar a mi habitación en el TSC tiré la toalla a un lado, me quité los tenis y cerré la puerta detrás de mí. Me encaminé hacia el baño y me despojé de la ropa para después entrar y sentir el agua caliente recorrer mi piel.
Cada músculo contraído por tanto entrenamiento se fue relajando a medida que las gotas de agua se deslizaban por mi piel, y sí que se sentía bien; tomé la barra de jabón y la pasé por mi cuerpo con suavidad, no hay mejor momento que el de la ducha.
Cerré la llave y salí envolviendo mi cuerpo con una toalla y luego mi cabello mojado con otra. Me dirigí al armario y tomé unos shorts de mezclilla, una camiseta negra con el logo de Nirvana y unas botas de militar; me vestí y luego me coloqué un poco de delineador negro, un poco de brillo en los labios y listo.
Cogí la maleta de debajo de la cama y comencé a arreglar todo, una misión más, un viaje más y lo peor de todo, una situación más de la que mis padres no estarán orgullosos.

:parabarb: