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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
† Harmenlock †
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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¿Cuánto te ha gustado Harmenlock?
Re: † Harmenlock †
Fue un trabajo de media hora xD No queria esforzarme mas Jaja Aaaah. Que chorrada mas grande-.- Muchas gracias. Derek ha quedado primero en poesia *-* Pringuiiiiii Jajaja TeQUIERO,AMO,IDOLATEO,ADORO,MA<3
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Derrota escribe poesía?! O.o! Si será sensible y todo. Da igual el profesor es retrasado y punto. TrAmpolín!<3
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
Increible pero cierto. Es como... raro.__." Los mas probable xd Tendra un heart y everything... Normal. Todos los profesores son retrasados, asi de facil xd Jumpers<3
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Si la verdad es que es un poco increíble, pero bueno si ha ganado abra que felicitarle jajaj. Jumpers?¿? Hombre yo heart ya sabia que tenia ahahhaha ;) <3
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
EN LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS
-- ¿Qué desea la señorita Hades? -preguntó el hombre cautelosamente, dando un paso que marcaría como error.
Dando un paso que acabaría con su vida.
-- Su corazón -repuso Hades con una sonrisa diabólica.
†~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~· †
-- Bienvenida al lado oscuro, Anastasia. Bienvenida a el lado de los Croswars.
La chica miró a la mujer y entrecerró los ojos. Lo último que alcanzó a mirar su campo de visión fue un cartel medio oxidado donde colgaban las letras maltrechas que decian: "Cementerio Greendwich"
†~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~· †
La joven no se había dado cuenta de que, desde ya hace rato, en las sombras, alguien ya la observaba. Alguien se encargaba de examinar sus torpes movimientos de borracha, en el acecho. En la penumbra de un callejón cercano a su paradero. Unos frías manos la taparon de la boca, obligándola por la sorpresa a soltar su calzado. La arrastraban hacia atrás y sus músculos estaban lo suficientemente entumecidos para no reaccionar.
†~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~· †
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Dios no puedes subir esto y esperar que no te exiga, si exiga, que subas ya el maraton! muero de la intriga literalmente y para no variar tengo alguna que otra pregunta !<3
LaraB_96
Re: † Harmenlock †
Ya he acabado el Maraton:P Seep, soy muy mala. Ahora no se si subirlo hoy o el viernes como dije... xd What questions, darling?
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Me encanto. SANGRE. Corazones chorreantes que gotean sangre, ojos vacíos que solo miran con horror las gotas del rojo caer.
Me encanta espero eso capítulos.
HADES!!!!!!!!!!! Ese mi hombre, dueño de todo el infierno, amo de las Furias.
Me encanta espero eso capítulos.
HADES!!!!!!!!!!! Ese mi hombre, dueño de todo el infierno, amo de las Furias.
Zarek
Re: † Harmenlock †
Me alegro de que te encante*-* Cruces malditas en los pedestales de la muerte. Hojas muertas que valanceas los lentos cuerpos marchitos por sl tiempo. Cuencas vacias, por las que la sangre hace un sendero escarlata... Lo subo ahora el Maraton o el Viernes? COMENTEN!
Jockie.
Re: † Harmenlock †
Okeeeys*-* Lo subi ahoraaa mismo. Que os gustee y quiero a lot of comens, yeah?
Jockie.
Re: † Harmenlock †
MARATÓN 1/4
† CAPÍTULO 12 †
Lugar: Algún punto remoto del extenso del país de Grecia
Hora: 1:32 am
Personaje: ·····
La chica de ojos verdes grisáceos y cabello rojo miraba desde el techo de un edificio. Su delicada piel morena parecía plateada por la luz lunar que le daba en el rostro. Su rebelde cabello rojo estaba recogido en una coleta alta, provocando que sus puntas rozaran la línea de su delgada espalda. Llevaba unos pantalones de cuero, con unas botas altas y vestía completamente de negro. Parecía camuflarse con las sombras, formar parte de ellas. Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa felina cuando encontro a aquella persona que tanto esperaba desde media noche. Era un hombre. Su hombre. Tan ágil como un felino nocturno, saltó de una barra para seguir a su hombre. La venganza era un plato amargo. A ella le gustaba los sabores fuertes. Aquel hombre se movía rápido. Se sentía observado. Ella percibia el dulce hedor al miedo, a la desesperación. Su hombre percibia el miedo. A ella le gustaba cazar a su presa. El hombre giró una calle y se encontró en un callejón sin salida. Se escuchaban las sirenas de los coches patrullas, los motores humeantes de los vehículos que paseaban por las carreteras griegas a esas horas de la madrugada. Percibía el fresco hedor a la noche, al viento suave acariciar su piel morena. El hombre se frenó, observando horrorizado aquel enorme muro de ladrillos rotos que crecía ante ella. Su plan triunfaba y, como marcaban las líneas del futuro, llegó su entrada. Saltó de las escaleras de urgencia y quedó en pie, con su mirada penetrante en la voluntuosa espalda del "humano". El hombre se giró, con miedo y temblando. Cualquiera se comparecería de él. Cualquiera le perdonaría la vida y decidiria olvidar aquella locura que pensaba hacer esa adolescente a esa hora. Ella no era cualquiera. Su mirada verde conectó con la avellana de ese hombre y, ella sonrío.
-- ¿William Parker? -preguntó la chica lentamente.
El hombre dibutó. Le temblaba el labio inferior. Aquella chica le influia miedo, temor. Parecía realmente peligrosa. Hermosa y peligrosa.
-- Sí -contestó con la voz frágil.
Parecía que en cualquier momento, aquella voz se rompería en una lluvía de cristal y se hundiría en el mugriento suelo.
-- ¿Quién lo pregunta? -cuestionó cogiendo confianza.
-- Hades -contestó la chica con firmeza.
Aquella contestación provocó que aquel hombre, frunciera el entreceño y se dedicará a observar a la chica con curiosidad. Había llamado su atención. Bien, ella quería que él observará el rostro de su asesina cuando le clavará el puñal que guardaba en la cadera en el corazón. Quería degustar la calidez de la sangre ajena manchar sus manos ágiles.
-- ¿Hades? -repitió confuso.
Ella notaba el aroma del alcohol digerido. Si jugaba bien sus cartas, lo más probable es que la policía griega pensará que le había matado un atracador. Que el hombre había opuesto resistencia y que el ladrón le hubiera matado. Era su plan maestro. Su cuartada indescifrable.
-- ¿Qué desea la señorita Hades? -preguntó el hombre cautelosamente, dando un paso que marcaría como error.
Dando un paso que acabaría con su vida.
-- Su corazón -repuso Hades con una sonrisa diabólica.
William Parker decidió correr. La joven Hades río y de sus manos salieron llamas rojas tan grandes como los de un incendio. El fuego les rodeó, formando un circulo que les rodeaba, caluroso. Se olía la ceniza, el fuego, el miedo y el salado sudor que recorría las sienes del rechoncho hombre. El hombre miró espantado hacía los lados y ella, la joven Hades tiró un cubo de basura aboyado que se encontraba a centímetros del hombre y a metros de ella. El hombre se agachó y ella sonrío de nuevo. Su mirada penetrante observava los movimientos débiles de su victima. De su presa. Se movió hacía él, dando la imagen de esos demonios del infierno. Las llamas rojas se apartaban de su camino, dándole la imagen de una Diosa del Infierno, rencarnada en sus llamas. La chica conocía el miedo del hombre. Percibía su mente asustada pensar formas de salir, huir. No podría. Para ello tendrían que matarla y eso, era dificil. Realmente dificil. El hombre gritó como loco cuando la pelirroja ya estaba delante de él. Cuando su delicada mano derecha agarraba el mango de su arma blanca y la alzaba, como demostrando a la luna su venganza.
-- ¿Por qué? -susurró el hombre diminuto.
Ella se limitó a sonreirle y a clavarle el filo del arma plateada en el pecho.
-- Vengaza -contestó en un murmullo.
Las llamas se cernían sobre ellos. La sangre recorría el pecho del hombre.
-- ¿Quién eres?
-- Tu peor pesadilla -dijo enigmática para después arrebatarle la daga y salir.
Las llamas habían desaparecido. Su venganza cumplida.
¿Su nombre?
Cindhy Parthenopeaus.
† CAPÍTULO 12 †
Lugar: Algún punto remoto del extenso del país de Grecia
Hora: 1:32 am
Personaje: ·····
La chica de ojos verdes grisáceos y cabello rojo miraba desde el techo de un edificio. Su delicada piel morena parecía plateada por la luz lunar que le daba en el rostro. Su rebelde cabello rojo estaba recogido en una coleta alta, provocando que sus puntas rozaran la línea de su delgada espalda. Llevaba unos pantalones de cuero, con unas botas altas y vestía completamente de negro. Parecía camuflarse con las sombras, formar parte de ellas. Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa felina cuando encontro a aquella persona que tanto esperaba desde media noche. Era un hombre. Su hombre. Tan ágil como un felino nocturno, saltó de una barra para seguir a su hombre. La venganza era un plato amargo. A ella le gustaba los sabores fuertes. Aquel hombre se movía rápido. Se sentía observado. Ella percibia el dulce hedor al miedo, a la desesperación. Su hombre percibia el miedo. A ella le gustaba cazar a su presa. El hombre giró una calle y se encontró en un callejón sin salida. Se escuchaban las sirenas de los coches patrullas, los motores humeantes de los vehículos que paseaban por las carreteras griegas a esas horas de la madrugada. Percibía el fresco hedor a la noche, al viento suave acariciar su piel morena. El hombre se frenó, observando horrorizado aquel enorme muro de ladrillos rotos que crecía ante ella. Su plan triunfaba y, como marcaban las líneas del futuro, llegó su entrada. Saltó de las escaleras de urgencia y quedó en pie, con su mirada penetrante en la voluntuosa espalda del "humano". El hombre se giró, con miedo y temblando. Cualquiera se comparecería de él. Cualquiera le perdonaría la vida y decidiria olvidar aquella locura que pensaba hacer esa adolescente a esa hora. Ella no era cualquiera. Su mirada verde conectó con la avellana de ese hombre y, ella sonrío.
-- ¿William Parker? -preguntó la chica lentamente.
El hombre dibutó. Le temblaba el labio inferior. Aquella chica le influia miedo, temor. Parecía realmente peligrosa. Hermosa y peligrosa.
-- Sí -contestó con la voz frágil.
Parecía que en cualquier momento, aquella voz se rompería en una lluvía de cristal y se hundiría en el mugriento suelo.
-- ¿Quién lo pregunta? -cuestionó cogiendo confianza.
-- Hades -contestó la chica con firmeza.
Aquella contestación provocó que aquel hombre, frunciera el entreceño y se dedicará a observar a la chica con curiosidad. Había llamado su atención. Bien, ella quería que él observará el rostro de su asesina cuando le clavará el puñal que guardaba en la cadera en el corazón. Quería degustar la calidez de la sangre ajena manchar sus manos ágiles.
-- ¿Hades? -repitió confuso.
Ella notaba el aroma del alcohol digerido. Si jugaba bien sus cartas, lo más probable es que la policía griega pensará que le había matado un atracador. Que el hombre había opuesto resistencia y que el ladrón le hubiera matado. Era su plan maestro. Su cuartada indescifrable.
-- ¿Qué desea la señorita Hades? -preguntó el hombre cautelosamente, dando un paso que marcaría como error.
Dando un paso que acabaría con su vida.
-- Su corazón -repuso Hades con una sonrisa diabólica.
William Parker decidió correr. La joven Hades río y de sus manos salieron llamas rojas tan grandes como los de un incendio. El fuego les rodeó, formando un circulo que les rodeaba, caluroso. Se olía la ceniza, el fuego, el miedo y el salado sudor que recorría las sienes del rechoncho hombre. El hombre miró espantado hacía los lados y ella, la joven Hades tiró un cubo de basura aboyado que se encontraba a centímetros del hombre y a metros de ella. El hombre se agachó y ella sonrío de nuevo. Su mirada penetrante observava los movimientos débiles de su victima. De su presa. Se movió hacía él, dando la imagen de esos demonios del infierno. Las llamas rojas se apartaban de su camino, dándole la imagen de una Diosa del Infierno, rencarnada en sus llamas. La chica conocía el miedo del hombre. Percibía su mente asustada pensar formas de salir, huir. No podría. Para ello tendrían que matarla y eso, era dificil. Realmente dificil. El hombre gritó como loco cuando la pelirroja ya estaba delante de él. Cuando su delicada mano derecha agarraba el mango de su arma blanca y la alzaba, como demostrando a la luna su venganza.
-- ¿Por qué? -susurró el hombre diminuto.
Ella se limitó a sonreirle y a clavarle el filo del arma plateada en el pecho.
-- Vengaza -contestó en un murmullo.
Las llamas se cernían sobre ellos. La sangre recorría el pecho del hombre.
-- ¿Quién eres?
-- Tu peor pesadilla -dijo enigmática para después arrebatarle la daga y salir.
Las llamas habían desaparecido. Su venganza cumplida.
¿Su nombre?
Cindhy Parthenopeaus.
Jockie.
Re: † Harmenlock †
MARATÓN 2/4
† CAPÍTULO 13 †
Lugar: Apartamento de las Benson, Paris (Francia)
Hora: 00:57
Personaje: ·········· [\i]
[i] Llamas rojas rodeaban su cuerpo. Se acercaban a ella, regalande el sonido de las pascuas naturales de la madera quemándose. Estaba en un bosque, sintiéndose sola y frágil. Odiaba esa sensación. La soledad la reconcomía por dentro, royendo sus huesos. Escuchaba a una lechuza en la rama de un árbol. Su cuerpo se encontraba tumbado en un extraño altar de piedra natural, improvisado en pocos minutos. Aquello era un sacrificio. Podía sentir la sombra de la bruja sobre ella, entre llamas moradas y negras. Diabólicas y oscuras. La mujer la incorporó, clavándole sus largas uñas rojas en su espalda. En una mano sujetaba una copa de bronce, y en su interior, se encontraba un líquido rojo. La joven se pudo ver su reflejo pero, no era ella. Era una joven de tez pálida y cabello rizado y negro con unos enormes ojos azules con grises alrededor de la pupila.
-- Bebe, Anastasia -ordenó la mujer que tanto se parecía a ella.
Ella se negó. Su nombre no era Anastasia. Ella no era asi. La mujer la cogió de la barbilla y le susurró, con los dientes apretados de cólera acumulada:
-- Bebe, Anastasia -repitió.
La chica sentía los pulmones vacios y tuvo que abrir la boca para tomar aire. La mujer le metió la copa, con el líquido. El sabor era ácido y oxidado. Como si hubiera chupado millones de monedas de cobre oxidadas. Tragó el líquido, sintiendo la boca pastosa y amarga. Su cabeza empezó a dar vueltas. No se encontraba bien. Su cabeza le daba vueltas. La mujer parecida a ella se acercó a la oreja de la joven. Ella sentía su aliento acariciar su lóbulo y susurro:
-- Bienvenida al lado oscuro, Anastasia. Bienvenida a el lado de los Croswars.
La chica miró a la mujer y entrecerró los ojos. Lo último que alcanzó a mirar su campo de visión fue un cartel medio oxidado donde colgaban las letras maltrechas que decian: "Cementerio Greendwich"
Abrió los ojos, con la respiración agitada y el sudor frío recorriéndole las sienes. Se veía envuelta en una densa penumbra que lo cubría todo a su alrededor. Se sentía mareada. Otra visión. Sus manos pasaron por su cabello y miró a el frente. Agradecia su visión nocturna. Pasa su lengua por sus secos y agrietados labios. Su cabello de color castaño estaba enredado, con el hedor de las cenizas del fuego en él y sus ojos ahora verdosos en la oscuridad dilatados. La cabeza le daba vueltas seguidas y sentía sus sentidos disparados. Un sueño. O una visión. Ella aún no lo tenía claro. Se dedicó a acariciar a su minino de color negro llamado Moonlight (Luz lunar en inglés). El animal ronroneó y ella sonrío agobiada. Se puso en pie, ignorando las protestas de su mascota y cogió su cuaderno de bofetos y un carboncillo oscuro. Sus ágiles manos pintaron lo que recordaba en el sueño, en la oscuridad aunque ella veía los trazados rápidos. La joven olía la cera de la vela que estaba posada en su mesilla de trabajo, junto a los millones de bofetos diferentes y los lápices esparcidos de colores sobre la madera blanca. Olía el hedor a los lapices y la madera. El papel y el arte que emanaba de aquel rincón de su espacioso cuarto en un edificio de aquella enorme ciudad. De la pared colgaban millones de hojas, todas de la misma visión. Ella se encargaba de dibujarlas para no olvidar todas sus visiones, ya que eran muchas. Tal vez demasiadas para una joven de tan poca edad. Limpio el dibujo, quitando con delicadeza los restos del carboncillo que se amontonaba en el dibujo. Encendió la luz de la lamparita y observó su dibujo encantada. Consistia en un cementerio enorme y abandonado, en un pequeño claro. Muchos árboles y robles rodeandolo y, en uno de ellos, una lechuza blanca que lo observaba todo atentamente. En el centro, junto a la hierva quemada, una especie de altar de piedra, lleno de musgo vegetal e hiedra. Una mujer, con una capa oscura y una copa repleta de sangre en sus manos. En uno de sus dedos largos conservaba un anillo de oro con una piedra roja en el centro. Su rostro estaba tapado. Sobre el altar, estaba tumbada una chica. La protagonista de sus últimas visiones. Alta, con cabello negro y rizado y una tez pálida. Unos ojos azules claros y plateados y aquella marca de luna en la muñeca. Anastasia. Apuntó el nombre en un possit de color verde y lo pegó al lado de la chica, junto al resto de los bofetos. Más bosques y el cementerio. Uno de aquellos majestuosos dibujos era la entrada del cementerio con el que tanto soñaba: " Cementerio Greendwich". ¿Eso dónde estaba? Rascó su nuca y se sentó en la silla delante del escritorio. No quería despertar a su hermana Celeste, quien dormía en la habitación continua. Abrió el portatil de color blanco y se metió en el buscador de Google. Necesitaba saber más de ese cementerio. Se puso en pie. Percibia que esa noche sería muy larga. Caminó descalza hacía la cocina, pequeña pero lo suficientememte cómoda para dos adolescentes con un sueldo escaso. La joven vidente echó un poco de café en la taza con el asa rota de color amarilla y tomó un sorbo. El regusto a café apago sus ganas de sed y le estimuló la cafeina suficiente para estar despierta las próximas dos horas siguientes. Corrió hacia su cuarto y se encerro tan sigilosa como pudó. Se sentó de nuevo y tecleó en el buscador: " Cementerio Greendwich ". El buscador tardó poco en tiempo ya que, a los doce segundos aparecieron más de tres millones de resultados. Eso sería una búsqueda más difícil de lo que la oji-verde se pensaba. Se limitó a teclear en la primera página que encontró.
Cementerio Greendwich: Parque de atracciones en Chicago.
Negó con la cabeza. Eso no estaba buscando. Tomó otro delicioso sorbo y observó la pantalla azul. El gato dió un salto, quedando encima del teclado y pulsando todas las teclas posibles con sus pequeñas patas. La joven soltó una palabrota y bajo al gato. Cuando regresó la mirada a la pantalla, encontró lo que buscaba.
Cementerio Greendwich, Mánchester
La joven ladeó la cabeza. Las cosas se veían ahora completamente interesantes.
¿Nombre?
Desiree Benson.
† CAPÍTULO 13 †
Lugar: Apartamento de las Benson, Paris (Francia)
Hora: 00:57
Personaje: ·········· [\i]
[i] Llamas rojas rodeaban su cuerpo. Se acercaban a ella, regalande el sonido de las pascuas naturales de la madera quemándose. Estaba en un bosque, sintiéndose sola y frágil. Odiaba esa sensación. La soledad la reconcomía por dentro, royendo sus huesos. Escuchaba a una lechuza en la rama de un árbol. Su cuerpo se encontraba tumbado en un extraño altar de piedra natural, improvisado en pocos minutos. Aquello era un sacrificio. Podía sentir la sombra de la bruja sobre ella, entre llamas moradas y negras. Diabólicas y oscuras. La mujer la incorporó, clavándole sus largas uñas rojas en su espalda. En una mano sujetaba una copa de bronce, y en su interior, se encontraba un líquido rojo. La joven se pudo ver su reflejo pero, no era ella. Era una joven de tez pálida y cabello rizado y negro con unos enormes ojos azules con grises alrededor de la pupila.
-- Bebe, Anastasia -ordenó la mujer que tanto se parecía a ella.
Ella se negó. Su nombre no era Anastasia. Ella no era asi. La mujer la cogió de la barbilla y le susurró, con los dientes apretados de cólera acumulada:
-- Bebe, Anastasia -repitió.
La chica sentía los pulmones vacios y tuvo que abrir la boca para tomar aire. La mujer le metió la copa, con el líquido. El sabor era ácido y oxidado. Como si hubiera chupado millones de monedas de cobre oxidadas. Tragó el líquido, sintiendo la boca pastosa y amarga. Su cabeza empezó a dar vueltas. No se encontraba bien. Su cabeza le daba vueltas. La mujer parecida a ella se acercó a la oreja de la joven. Ella sentía su aliento acariciar su lóbulo y susurro:
-- Bienvenida al lado oscuro, Anastasia. Bienvenida a el lado de los Croswars.
La chica miró a la mujer y entrecerró los ojos. Lo último que alcanzó a mirar su campo de visión fue un cartel medio oxidado donde colgaban las letras maltrechas que decian: "Cementerio Greendwich"
Abrió los ojos, con la respiración agitada y el sudor frío recorriéndole las sienes. Se veía envuelta en una densa penumbra que lo cubría todo a su alrededor. Se sentía mareada. Otra visión. Sus manos pasaron por su cabello y miró a el frente. Agradecia su visión nocturna. Pasa su lengua por sus secos y agrietados labios. Su cabello de color castaño estaba enredado, con el hedor de las cenizas del fuego en él y sus ojos ahora verdosos en la oscuridad dilatados. La cabeza le daba vueltas seguidas y sentía sus sentidos disparados. Un sueño. O una visión. Ella aún no lo tenía claro. Se dedicó a acariciar a su minino de color negro llamado Moonlight (Luz lunar en inglés). El animal ronroneó y ella sonrío agobiada. Se puso en pie, ignorando las protestas de su mascota y cogió su cuaderno de bofetos y un carboncillo oscuro. Sus ágiles manos pintaron lo que recordaba en el sueño, en la oscuridad aunque ella veía los trazados rápidos. La joven olía la cera de la vela que estaba posada en su mesilla de trabajo, junto a los millones de bofetos diferentes y los lápices esparcidos de colores sobre la madera blanca. Olía el hedor a los lapices y la madera. El papel y el arte que emanaba de aquel rincón de su espacioso cuarto en un edificio de aquella enorme ciudad. De la pared colgaban millones de hojas, todas de la misma visión. Ella se encargaba de dibujarlas para no olvidar todas sus visiones, ya que eran muchas. Tal vez demasiadas para una joven de tan poca edad. Limpio el dibujo, quitando con delicadeza los restos del carboncillo que se amontonaba en el dibujo. Encendió la luz de la lamparita y observó su dibujo encantada. Consistia en un cementerio enorme y abandonado, en un pequeño claro. Muchos árboles y robles rodeandolo y, en uno de ellos, una lechuza blanca que lo observaba todo atentamente. En el centro, junto a la hierva quemada, una especie de altar de piedra, lleno de musgo vegetal e hiedra. Una mujer, con una capa oscura y una copa repleta de sangre en sus manos. En uno de sus dedos largos conservaba un anillo de oro con una piedra roja en el centro. Su rostro estaba tapado. Sobre el altar, estaba tumbada una chica. La protagonista de sus últimas visiones. Alta, con cabello negro y rizado y una tez pálida. Unos ojos azules claros y plateados y aquella marca de luna en la muñeca. Anastasia. Apuntó el nombre en un possit de color verde y lo pegó al lado de la chica, junto al resto de los bofetos. Más bosques y el cementerio. Uno de aquellos majestuosos dibujos era la entrada del cementerio con el que tanto soñaba: " Cementerio Greendwich". ¿Eso dónde estaba? Rascó su nuca y se sentó en la silla delante del escritorio. No quería despertar a su hermana Celeste, quien dormía en la habitación continua. Abrió el portatil de color blanco y se metió en el buscador de Google. Necesitaba saber más de ese cementerio. Se puso en pie. Percibia que esa noche sería muy larga. Caminó descalza hacía la cocina, pequeña pero lo suficientememte cómoda para dos adolescentes con un sueldo escaso. La joven vidente echó un poco de café en la taza con el asa rota de color amarilla y tomó un sorbo. El regusto a café apago sus ganas de sed y le estimuló la cafeina suficiente para estar despierta las próximas dos horas siguientes. Corrió hacia su cuarto y se encerro tan sigilosa como pudó. Se sentó de nuevo y tecleó en el buscador: " Cementerio Greendwich ". El buscador tardó poco en tiempo ya que, a los doce segundos aparecieron más de tres millones de resultados. Eso sería una búsqueda más difícil de lo que la oji-verde se pensaba. Se limitó a teclear en la primera página que encontró.
Cementerio Greendwich: Parque de atracciones en Chicago.
Negó con la cabeza. Eso no estaba buscando. Tomó otro delicioso sorbo y observó la pantalla azul. El gato dió un salto, quedando encima del teclado y pulsando todas las teclas posibles con sus pequeñas patas. La joven soltó una palabrota y bajo al gato. Cuando regresó la mirada a la pantalla, encontró lo que buscaba.
Cementerio Greendwich, Mánchester
La joven ladeó la cabeza. Las cosas se veían ahora completamente interesantes.
¿Nombre?
Desiree Benson.
Jockie.
Re: † Harmenlock †
MARATÓN 3/4
† CAPÍTULO 14 †
[color=white][i] Lugar: Pub Lé petitè, Paris (Francia)
Hora: 00:57
Personaje: ·········· [\i]
--Je l'aime -le susurró el chico ebrio a la castaña de ojos esmeraldas.
Ella soltó una carcajada y le miró con una sonrisa felina y burlona. Ella se inclinó sobre el oido del joven acompañante y le respondió con la voz empalagosa de quien ha estado bebiendo un motón de copas seguidas sin descanso alguno:
-- Je non.
Le dió una sonrisa rápida y le dió un pico veloz, sabiendo que el joven francés le estaría mirando completamente ensimismado. Normalmente, nadie le decia que no tan rápido. La francesa salió del barullo de gente apelotonada entre si, bailando sobre una pista de baile improvisada. La músics zumbaba ensordecedora desde los caros altavoces colocados en todas partes, rellenando huecos vacios de aquel pub de vibraciones que alteraban a la muchacha. Dentro de dos días, bueno, uno; tendría que regresar a la odiosa Academía y encargarse de comportarse "bien". Sus ojos seguian las luces danzarinas y de multicolores, por todos lados. Daba la sensación de que habían entrado en un fantástico mundo de hadas, con atractivos colores pintandolo todo. Se olía el hedor a el alcohol y la deprimencia. De la poca voluntad que les quedaba a las personas que bailaban con desconocidos en las pistas, entregandose al primero que se les cruzaba o; la dignidad que desvanecía a cada copa que tomaba la gente solitaria en la barra, esperando a que el alcohol ahogará sus penas y pudieran llevar alguien a su cama, donde a la mañana siguiente no se acordarian de nada. La magia del alcohol. Tan encantadora como siempre... Miró sobre su hombro una vez más, agarrando la barra metálica que ascendia hasta llegar a un primer piso, donde si seguias andando recto, encontrarias la salida a esa discoteca francesa subterránea. Su cabello lacio se alborotonaba en sus hombros, sudado y casi liso, por la culpa de la lluvía artificial que soltaban los apaga incendios. La pista estaba recubierta de una fina capa de agua cristalina, teñida por los focos bipolares constantes. Regresó su mirada al frente y empezó a subir. Sentía como los tacones le estaban matando sus pies, regalandole un dolor no aceptado en las plantas y los dedos. Si seguía subiendo sus pies le estallarían en ese mismo instante. Terminó de subir las escaleras y se decidió a salir a la fresca noche parisina. La brisa abrazaba sus delicados brazos, recordándola que ella no había sido tan inteligente para traer algo para taparla. Supondría que debería de coger un taxi para que la llevarán a casa y evitar asi la larga caminata que tenía pendiente por hacer. Pero, allí estaba su segundo error en la noche: tampoco se había traido dinero para poder pagarse un taxi que la llevará a casa. Salir a esas horas por las calles de Paris sola era como pegarse en la frente un cartel en letras en neón que pusiera: Estoy pidiendo a gritos que me violen y me atraquen, por favor Se apoyó en una pared, ya cansada por aquellas armas de diez centímetros que le mataban sus pies. Se los quitó, sintiendo en la planta de ellas las piedrecitas y el sentimiento de libertad que tanto anelaba desde hace tres horas y media. El camino a casa sería más sencillo, o eso esperaba. Paseaba por las solitarias calles de Paris de noche. Las farolas alumbraban lo justo, dejando manchas oscuras en el camino luminoso. Las zonas de comercio estaban cerradas, intentando estar bien aseguradas para intentar impedir robos. Ella pericibía el dulce aroma de la noche en su ropa. Notaba las plantas de los pies mojarse, por el agua de lluvía sobre la acera. Paris, la ciudad del amor o, para otros, la de la sangre y el sexo. Por lástima, aquella joven sólo conocía el lado oscuro de aquella enorme ciudad. Para ella no existian lados buenos o luminosos. Se notaba cansada y aún conservaba intacto el dulce sabor a el alcohol que había ingerido minutos antes, en aquel pub francés que tan acostumbrada estaba a visitar. Cualquiera que la viera, podría decir que su vida era perfecta. Atractiva, inteligente... todo lo que un hombre buscaba, sin embargo, ella no pensaba asi. Se detuvo frente aquel enorme edificio, constituido por ladrillos rojos que en la noche eran negros y ventanas cuadriculares. No sabía donde estaba la llave de su casa. No tenía que llamar al telefonillo de su casa a esas horas de la mañana. Era tarde y a su hermana melliza no le haría exactamente mucha gracia que ella volviera tan temprano. La joven se limitó a mirar por el cristal oscuro que daba al interior de aquel edificio, al vestíbulo. Sus manos buscaron lentamente por el interior de los zapatos que llevaba en la mano. Esperaba que estuvieran allí. Entrecerró los ojos y se limitó a concetrarse en lo que hacía. Se había olvidado que era una borracha inofensa en Paris, con la retaguardia baja. La joven no se había dado cuenta de que, desde ya hace rato, en las sombras, alguien ya la observaba. Alguien se encargaba de examinar sus torpes movimientos de borracha, en el acecho. En la penumbra de un callejón cercano a su paradero. Unos frías manos la taparon de la boca, obligándola por la sorpresa a soltar su calzado. La arrastraban hacia atrás y sus músculos estaban lo suficientemente entumecidos para no reaccionar. De sus dedos, salía un brillo azul celeste pálido, indicándole que estaba nerviosa. El tiempo pasaba, lentamente, por lo menos para el atacante. Ya estaban en el interior del callejón y la joven oji-verde en completa alerta. Se pudo soltar, tan rápido como su cuerpo le dejaba y se giró hacia su atracador. Era un hombre. Su perfume volaba por el callejón en el que se encontraban y parecia impregnarse con fuerza en la tela que llevaba la chica. Aún podía sentir las manos sobre su boca arrastrarla, quitándole aire. El atracador llevaba una especie de montamontañas, tapándole toda la cara y cubriéndosela de negro. Ella sabía lo que pasaría entonces. No lo permitió. Su dedo señalo un cubo de basura, después, lo levantó y se lo tiró a la cabeza. Se escuchó el dulce metal impactar contra su espalda y obligarle a caer. La joven sonrío y salió corriendo, suponiendo que aquel hombre se levantaría en cualquier momento y la mataría. Su cabello castaño danceaba a el ritmo de sus carrera, meneándose con fuerza. El sudor del trabajo recorría sus sienes, deslizándose por ellas y hundiéndose en su cuero cabelludo. Las yemas le ardian. Se pensaba que moriría en ese preciso instante. Escuchaba los pasos de aquel hombre, rápidos y precisos. Ella se maldijo por haber bebido antes, o por no haberse marchado con aquel chico que se llamaba... ¿Stephan?¿Jackson? Le daba lo mismo. Enfrascada en sus pensamientos se cayó al suelo, tropezando con sus tontos tacones. Sintió como el agudo dolor le fulminaba la rodilla, machacándola por dentro.
-- Merdé -murmuró la chica con todas las malas formas del mundo.
Aquel hombre estaba ya cerca. Ella escuchaba sus pasos sobre ella. Se incorporó con rapidez y decidió provar algo. Se quedó frente a la puerta y extendió su brazo. Apretó con fuerza sus dedos, queriendo estallar los cerrojos. Sentía esa tensión cuando utilizaba ese don poco utilizado. Le dolía todo. Aquel hombre estaba cerca. La rodilla le sangraba. ¿Moriria? No. No esta noche. No Celeste Benson
† CAPÍTULO 14 †
[color=white][i] Lugar: Pub Lé petitè, Paris (Francia)
Hora: 00:57
Personaje: ·········· [\i]
--Je l'aime -le susurró el chico ebrio a la castaña de ojos esmeraldas.
Ella soltó una carcajada y le miró con una sonrisa felina y burlona. Ella se inclinó sobre el oido del joven acompañante y le respondió con la voz empalagosa de quien ha estado bebiendo un motón de copas seguidas sin descanso alguno:
-- Je non.
Le dió una sonrisa rápida y le dió un pico veloz, sabiendo que el joven francés le estaría mirando completamente ensimismado. Normalmente, nadie le decia que no tan rápido. La francesa salió del barullo de gente apelotonada entre si, bailando sobre una pista de baile improvisada. La músics zumbaba ensordecedora desde los caros altavoces colocados en todas partes, rellenando huecos vacios de aquel pub de vibraciones que alteraban a la muchacha. Dentro de dos días, bueno, uno; tendría que regresar a la odiosa Academía y encargarse de comportarse "bien". Sus ojos seguian las luces danzarinas y de multicolores, por todos lados. Daba la sensación de que habían entrado en un fantástico mundo de hadas, con atractivos colores pintandolo todo. Se olía el hedor a el alcohol y la deprimencia. De la poca voluntad que les quedaba a las personas que bailaban con desconocidos en las pistas, entregandose al primero que se les cruzaba o; la dignidad que desvanecía a cada copa que tomaba la gente solitaria en la barra, esperando a que el alcohol ahogará sus penas y pudieran llevar alguien a su cama, donde a la mañana siguiente no se acordarian de nada. La magia del alcohol. Tan encantadora como siempre... Miró sobre su hombro una vez más, agarrando la barra metálica que ascendia hasta llegar a un primer piso, donde si seguias andando recto, encontrarias la salida a esa discoteca francesa subterránea. Su cabello lacio se alborotonaba en sus hombros, sudado y casi liso, por la culpa de la lluvía artificial que soltaban los apaga incendios. La pista estaba recubierta de una fina capa de agua cristalina, teñida por los focos bipolares constantes. Regresó su mirada al frente y empezó a subir. Sentía como los tacones le estaban matando sus pies, regalandole un dolor no aceptado en las plantas y los dedos. Si seguía subiendo sus pies le estallarían en ese mismo instante. Terminó de subir las escaleras y se decidió a salir a la fresca noche parisina. La brisa abrazaba sus delicados brazos, recordándola que ella no había sido tan inteligente para traer algo para taparla. Supondría que debería de coger un taxi para que la llevarán a casa y evitar asi la larga caminata que tenía pendiente por hacer. Pero, allí estaba su segundo error en la noche: tampoco se había traido dinero para poder pagarse un taxi que la llevará a casa. Salir a esas horas por las calles de Paris sola era como pegarse en la frente un cartel en letras en neón que pusiera: Estoy pidiendo a gritos que me violen y me atraquen, por favor Se apoyó en una pared, ya cansada por aquellas armas de diez centímetros que le mataban sus pies. Se los quitó, sintiendo en la planta de ellas las piedrecitas y el sentimiento de libertad que tanto anelaba desde hace tres horas y media. El camino a casa sería más sencillo, o eso esperaba. Paseaba por las solitarias calles de Paris de noche. Las farolas alumbraban lo justo, dejando manchas oscuras en el camino luminoso. Las zonas de comercio estaban cerradas, intentando estar bien aseguradas para intentar impedir robos. Ella pericibía el dulce aroma de la noche en su ropa. Notaba las plantas de los pies mojarse, por el agua de lluvía sobre la acera. Paris, la ciudad del amor o, para otros, la de la sangre y el sexo. Por lástima, aquella joven sólo conocía el lado oscuro de aquella enorme ciudad. Para ella no existian lados buenos o luminosos. Se notaba cansada y aún conservaba intacto el dulce sabor a el alcohol que había ingerido minutos antes, en aquel pub francés que tan acostumbrada estaba a visitar. Cualquiera que la viera, podría decir que su vida era perfecta. Atractiva, inteligente... todo lo que un hombre buscaba, sin embargo, ella no pensaba asi. Se detuvo frente aquel enorme edificio, constituido por ladrillos rojos que en la noche eran negros y ventanas cuadriculares. No sabía donde estaba la llave de su casa. No tenía que llamar al telefonillo de su casa a esas horas de la mañana. Era tarde y a su hermana melliza no le haría exactamente mucha gracia que ella volviera tan temprano. La joven se limitó a mirar por el cristal oscuro que daba al interior de aquel edificio, al vestíbulo. Sus manos buscaron lentamente por el interior de los zapatos que llevaba en la mano. Esperaba que estuvieran allí. Entrecerró los ojos y se limitó a concetrarse en lo que hacía. Se había olvidado que era una borracha inofensa en Paris, con la retaguardia baja. La joven no se había dado cuenta de que, desde ya hace rato, en las sombras, alguien ya la observaba. Alguien se encargaba de examinar sus torpes movimientos de borracha, en el acecho. En la penumbra de un callejón cercano a su paradero. Unos frías manos la taparon de la boca, obligándola por la sorpresa a soltar su calzado. La arrastraban hacia atrás y sus músculos estaban lo suficientemente entumecidos para no reaccionar. De sus dedos, salía un brillo azul celeste pálido, indicándole que estaba nerviosa. El tiempo pasaba, lentamente, por lo menos para el atacante. Ya estaban en el interior del callejón y la joven oji-verde en completa alerta. Se pudo soltar, tan rápido como su cuerpo le dejaba y se giró hacia su atracador. Era un hombre. Su perfume volaba por el callejón en el que se encontraban y parecia impregnarse con fuerza en la tela que llevaba la chica. Aún podía sentir las manos sobre su boca arrastrarla, quitándole aire. El atracador llevaba una especie de montamontañas, tapándole toda la cara y cubriéndosela de negro. Ella sabía lo que pasaría entonces. No lo permitió. Su dedo señalo un cubo de basura, después, lo levantó y se lo tiró a la cabeza. Se escuchó el dulce metal impactar contra su espalda y obligarle a caer. La joven sonrío y salió corriendo, suponiendo que aquel hombre se levantaría en cualquier momento y la mataría. Su cabello castaño danceaba a el ritmo de sus carrera, meneándose con fuerza. El sudor del trabajo recorría sus sienes, deslizándose por ellas y hundiéndose en su cuero cabelludo. Las yemas le ardian. Se pensaba que moriría en ese preciso instante. Escuchaba los pasos de aquel hombre, rápidos y precisos. Ella se maldijo por haber bebido antes, o por no haberse marchado con aquel chico que se llamaba... ¿Stephan?¿Jackson? Le daba lo mismo. Enfrascada en sus pensamientos se cayó al suelo, tropezando con sus tontos tacones. Sintió como el agudo dolor le fulminaba la rodilla, machacándola por dentro.
-- Merdé -murmuró la chica con todas las malas formas del mundo.
Aquel hombre estaba ya cerca. Ella escuchaba sus pasos sobre ella. Se incorporó con rapidez y decidió provar algo. Se quedó frente a la puerta y extendió su brazo. Apretó con fuerza sus dedos, queriendo estallar los cerrojos. Sentía esa tensión cuando utilizaba ese don poco utilizado. Le dolía todo. Aquel hombre estaba cerca. La rodilla le sangraba. ¿Moriria? No. No esta noche. No Celeste Benson
Jockie.
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