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The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
As I am escribió:Nueva lectora :P
Diablos comome gusta la novela no la dejes asi :wut:
Quien diria nick es tan orgulloso como la rayis :roll:
Sigulaaaaaa
Hoooolaaaa!! Bienvenida!!! :D
sisisis son muy orgullosos aveces llegan a exasperar jaskjsa ahora la sigo :3
VaaalM
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
aranzhitha escribió:esperando capi!!
ahora viene(? lo habia subido pero luego me di cuenta que lo habia subido como un tema nuevo en el foro :| jajaja pero ya lo borré, ahora lo pongo acá :) pondre tambien la 1ra parte del cap 7 :D sajaksjas yayaya
VaaalM
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
Capitulo 6 [Segunda Parte]
A Nick no le gustaba que ella calificara semejante pasión sexual como episodio, pero ignoró la punzada de dolor. Él se preguntaba por qué no se sentía aliviado por su rápido acuerdo.
Él se aclaró la garganta.
—Tenemos un largo año por delante, _______. ¿Por qué no tratamos de construir nuestra amistad? Será mejor para las apariencias y para nosotros.
—¿Que tienes en mente? ¿Más juegos de cartas?
Una imagen de ella sentada sobre su regazo se le vino a la mente. De grandes pechos presionados contra su pecho. De carne de mujer sinuosa y suave sobre él, lista para arder en sus brazos. Como si fuera el momento justo, levantó la mirada y leyó el título de un libro justo al lado de ella.
Como darle a una mujer varios orgasmos.
Mierda
—¿Nick?
Él agitó su cabeza y trató de aclarar la neblina. ¿Era ella multiorgásmica? Ella se estremeció en sus brazos con un simple beso. ¿Qué haría su cuerpo si él le aplicase un tratamiento sexual en regla? ¿Usando sus labios, lengua y dientes para llevarla más allá del límite? ¿Gritaría?
¿Lucharía en respuesta? ¿O lo tomaría con placer y correspondería?
—¿Nick?
Sudor se formó en su ceño mientras alejaba su concentración del libro de nuevo a la realidad. Era un maldito zoquete. Dos segundos después de afirmar que podrían ser amigos, él había empezado con sus fantasías.
—Ammm. Correcto. Digo, seguro, podemos jugar a las cartas. Sólo no al Monopolio.
Ella dio un resoplido impropio de una dama.
—Siempre apestaste en ese juego. ¿Recuerdas cuando Maggie te hizo llorar cuando aterrizaste en el Paseo Marítimo? Tú trataste de negociar, pero ella quería dinero. No le hablaste por una semana.
La fulminó con la mirada.
—Estás pensando en Harold, el chico que vivía bajando la calle. Nunca lloraría por un juego.
—Seguro. —Sus brazos cruzados y su expresión diciéndole que no le creía.
Agravado, pasó sus dedos sobre su rostro y se preguntó cómo lo hizo perder en un juego de Monopolio que jamás pasó.
—Entonces, seremos amigos. Puedo vivir con ello.
—Entonces es un trato.
—¿Es por eso que llegaste a la poesía?
Él la miró a su rostro y mintió entre dientes.
—Quería mostrarte que podía hacer una promesa.
No estaba preparado para la dulce y encantadora sonrisa que curvaba sus labios. Lucía genuinamente satisfecha, aunque él admitió que él lo había hecho para llevar todo tranquilamente.
Ella tocó su brazo.
—Gracias, Nick.
Sorprendido, él se alejó. Luego luchó contra la vergüenza.
—Olvídalo. ¿Vas a leer esta noche?
_____ asintió.
—Es mejor que regrese. Soy por lo regular la última. Adelante y observa.
Él la observó regresar a la multitud y vagar entre los estantes. Él escuchó ausentemente al siguiente poeta, quien había recitado líneas entre la silenciosa música, y arrugó su nariz. Dios, odiaba la poesía. Derramamiento de emoción, desordenado y desenfrenado, que cualquier extraño podía tomar y compartir.
Las complicadas comparaciones entre ira y naturaleza, los clichés sin fin y las imágenes confusas hacen a un hombre cuestionar su inteligencia. No, denle una buena biografía o un clásico como Hemmingway. Denle una ópera, donde dentro de las emociones violentas había control.
Un familiar y ronco tono se extendió por el micrófono.
Él dejó las sombras y observó a ______ tomar el pequeño escenario. Ella bromeó un poco con el público, agradeciéndoles por venir, y presentando su nuevo poema.
—Un pequeño lugar oscuro —dijo ella.
Nick se preparó a sí mismo para un gran drama, y empezó de inmediato a formular algunos elogios en su mente. Después de todo, no era su culpa que a él no le gustase la poesía. Estaba determinado a no burlarse de algo que era tan importante para ella, e incluso a ofrecer un estímulo.
—Escondida entre suave piel y lisa gamuza;
Mis piernas se estrechan y se doblan debajo de mí.
Espero por el fin y por el inicio, espero que la luz brille, clara, para traerme de vuelta;
Al mundo de brillantes colores y de perfumadas esencias que atacan mis fosas nasales;
Al mundo de lenguas afiladas, serpenteando para triturar suaves sonrisas.
Escucho mientras el hielo tintinea contra el líquido de color ámbar. El calor quema en el interior, un recordatorio de un suicidio del pasado;
El recuerdo de un asesinato silencioso.
…Segundos… minutos… siglos… el repentino conocimiento tuerce mi vientre;
Estoy en casa. Abro mis ojos por la cegadora luz de una puerta siendo abierta.
Y me pregunto si recordaré.
______ dobló el pedazo de papel y asintió hacia la multitud. El silencio cayó sobre todo el mundo. Algunas personas escribían febrilmente en sus cuadernos.
Maggie dio un grito de alegría. Rió y bajó del escenario, y luego empezó a reunir copas vacías y a charlar mientras la noche se acercaba.
Nick sólo se puso de pie y la observó.
Una emoción extraña brotó dentro de él. Como no la había experimentado nunca antes, no podía ponerle un nombre. Quedaba poco en la vida que le conmoviera y él admitió que le gustaba de esa manera.
Esta noche, algo cambió.
______ había compartido una parte importante de ella con una sala de extraños. Con Maggie. Con él. Abierta a la crítica, vulnerable a los caprichos de los demás, tomó lo que sentía e hizo que él también lo sintiere. Su coraje le robó el aliento. Y por mucho que la admiraba, la duda surgió dentro de él como un monstruo en un pantano y él se preguntó si detrás de todo sus razonamientos él no era más que un cobarde.
―¿Qué piensas?
Él parpadeó a Maggie, luego trató de concentrarse.
―Oh. Me gusta. Nunca había escuchado hablar de su trabajo antes.
Maggie sonrió como una madre orgullosa de su Grupo Scout.
―Sigo diciéndole que puede conseguir publicar una antología, pero no parece interesada. Su verdadera pasión es BookCrazy.
―¿No puede hacer las dos cosas?
Maggie bufó.
―Seguro. Tú y yo lo haríamos en un latido de corazón porque nunca perdemos una oportunidad. _____ es diferente. Ella es feliz sólo compartiendo, no necesita la gloria de publicar. Ha sido publicada en algunas revistas y va a un grupo de críticas pero eso es más para los demás que para ella. Ese es nuestro problema, hermano. Siempre lo ha sido.
―¿Qué?
―Somos mejores tomando. Parte de nuestra niñez metiendo la pata, supongo. ―Ambos miraron a ______ mientras ella acompañó a sus clientes a la puerta con su usual buen humor―. Pero _____ encontró su camino haciendo lo contrario. No hay nada que no haría por alguien.
Maggie de repente se giró hacia él. Sus ojos brillaban con una ferocidad que él recordaba de los viejos días. Su dedo se clavó en el pecho de él.
―Una advertencia, amigo. Te quiero mucho, pero si la lastimas, personalmente patearé su trasero. ¿Lo entiendes?
En lugar de picar la carnada, él se sorprendió riendo. Después dejó caer un rápido beso en la frente de ella.
―Eres una buena amiga, Maggie May. No sería tan rápido en juzgarte como posesiva. Sólo espero que el hombre correcto lo vea un día.
Ella dio un paso hacia atrás. Su boca se abrió.
―¿Estás borracho? ¿O eres un impostor? ¿A dónde fue mi hermano mayor?
―No tientes la suerte. ―Nick se detuvo y miró alrededor a la librería―. ¿Qué está sucediendo con la expansión? ―Miró los ojos ensanchados de su hermana y contuvo una sonrisa―. No te preocupes... ya no es un secreto. ______ admitió que quiere el dinero para añadir un café. Le di el cheque pero creí que me consultaría. ―Su hermana parpadeó y se negó a hablar. Nick frunció el ceño―. ¿Un gato te comió la lengua, Maggie May?
―Oh, mierda.
Él arqueó una ceja.
―¿Cuál es el problema?
De repente se entretuvo con las tazas de café y limpiando la mesa.
―Nada. Umm, creo que ella podría estar avergonzada porque está contratando a alguien más para hacerlo. No quería molestarte.
Él luchó contra una ola de molestia.
—Tengo tiempo para ayudarla.
Maggie rió pero tenía un tono desesperado y extraño.
―Deberías dejarla sola, hermano. Tengo que irme. Nos vemos.
Ella se fue como en una ráfaga. Nick sacudió su cabeza. Tal vez ______ no quería que participara en su proyecto. Después de todo, ella había citado muchas veces que su relación se basó en un contrato de negocios.
Sólo como él había querido.
Hizo una nota de plantearlo después. Él le ayudó a cerrar y encaminó a su esposa al auto.
―¿Cenaste? ―preguntó.
Ella sacudió su cabeza.
―No hubo tiempo. ¿Quieres recoger una pizza en el camino?
―Prepararé algo para nosotros en casa. ―Su lengua se enredó en la última palabra. Raro, él empezó a pensar en su santuario como parte de ella―. No llevará mucho tiempo.
―Está bien. Te veo en casa. ―Ella se giró, luego se dio vuelta. Abrió su boca―. Oh, Nick, no olvides...
―La ensalada.
Los ojos de ella se abrieron y sus poderes para hablar parecieron abandonarla por un momento. Ella se retiró con una velocidad que él admiró. Y ni siquiera le preguntó cómo sabía.
―Bien. La ensalada.
Luego ella se dio vuelta y caminó hacia su auto. Nick empezó a silbar mientras se dirigía hacia su BMW. Definitivamente, él estaba aprendiendo. A él le gustaba sorprenderla. Ya era hora de que tuviera ventaja.
Él silbó casi todo el camino a casa.
A Nick no le gustaba que ella calificara semejante pasión sexual como episodio, pero ignoró la punzada de dolor. Él se preguntaba por qué no se sentía aliviado por su rápido acuerdo.
Él se aclaró la garganta.
—Tenemos un largo año por delante, _______. ¿Por qué no tratamos de construir nuestra amistad? Será mejor para las apariencias y para nosotros.
—¿Que tienes en mente? ¿Más juegos de cartas?
Una imagen de ella sentada sobre su regazo se le vino a la mente. De grandes pechos presionados contra su pecho. De carne de mujer sinuosa y suave sobre él, lista para arder en sus brazos. Como si fuera el momento justo, levantó la mirada y leyó el título de un libro justo al lado de ella.
Como darle a una mujer varios orgasmos.
Mierda
—¿Nick?
Él agitó su cabeza y trató de aclarar la neblina. ¿Era ella multiorgásmica? Ella se estremeció en sus brazos con un simple beso. ¿Qué haría su cuerpo si él le aplicase un tratamiento sexual en regla? ¿Usando sus labios, lengua y dientes para llevarla más allá del límite? ¿Gritaría?
¿Lucharía en respuesta? ¿O lo tomaría con placer y correspondería?
—¿Nick?
Sudor se formó en su ceño mientras alejaba su concentración del libro de nuevo a la realidad. Era un maldito zoquete. Dos segundos después de afirmar que podrían ser amigos, él había empezado con sus fantasías.
—Ammm. Correcto. Digo, seguro, podemos jugar a las cartas. Sólo no al Monopolio.
Ella dio un resoplido impropio de una dama.
—Siempre apestaste en ese juego. ¿Recuerdas cuando Maggie te hizo llorar cuando aterrizaste en el Paseo Marítimo? Tú trataste de negociar, pero ella quería dinero. No le hablaste por una semana.
La fulminó con la mirada.
—Estás pensando en Harold, el chico que vivía bajando la calle. Nunca lloraría por un juego.
—Seguro. —Sus brazos cruzados y su expresión diciéndole que no le creía.
Agravado, pasó sus dedos sobre su rostro y se preguntó cómo lo hizo perder en un juego de Monopolio que jamás pasó.
—Entonces, seremos amigos. Puedo vivir con ello.
—Entonces es un trato.
—¿Es por eso que llegaste a la poesía?
Él la miró a su rostro y mintió entre dientes.
—Quería mostrarte que podía hacer una promesa.
No estaba preparado para la dulce y encantadora sonrisa que curvaba sus labios. Lucía genuinamente satisfecha, aunque él admitió que él lo había hecho para llevar todo tranquilamente.
Ella tocó su brazo.
—Gracias, Nick.
Sorprendido, él se alejó. Luego luchó contra la vergüenza.
—Olvídalo. ¿Vas a leer esta noche?
_____ asintió.
—Es mejor que regrese. Soy por lo regular la última. Adelante y observa.
Él la observó regresar a la multitud y vagar entre los estantes. Él escuchó ausentemente al siguiente poeta, quien había recitado líneas entre la silenciosa música, y arrugó su nariz. Dios, odiaba la poesía. Derramamiento de emoción, desordenado y desenfrenado, que cualquier extraño podía tomar y compartir.
Las complicadas comparaciones entre ira y naturaleza, los clichés sin fin y las imágenes confusas hacen a un hombre cuestionar su inteligencia. No, denle una buena biografía o un clásico como Hemmingway. Denle una ópera, donde dentro de las emociones violentas había control.
Un familiar y ronco tono se extendió por el micrófono.
Él dejó las sombras y observó a ______ tomar el pequeño escenario. Ella bromeó un poco con el público, agradeciéndoles por venir, y presentando su nuevo poema.
—Un pequeño lugar oscuro —dijo ella.
Nick se preparó a sí mismo para un gran drama, y empezó de inmediato a formular algunos elogios en su mente. Después de todo, no era su culpa que a él no le gustase la poesía. Estaba determinado a no burlarse de algo que era tan importante para ella, e incluso a ofrecer un estímulo.
—Escondida entre suave piel y lisa gamuza;
Mis piernas se estrechan y se doblan debajo de mí.
Espero por el fin y por el inicio, espero que la luz brille, clara, para traerme de vuelta;
Al mundo de brillantes colores y de perfumadas esencias que atacan mis fosas nasales;
Al mundo de lenguas afiladas, serpenteando para triturar suaves sonrisas.
Escucho mientras el hielo tintinea contra el líquido de color ámbar. El calor quema en el interior, un recordatorio de un suicidio del pasado;
El recuerdo de un asesinato silencioso.
…Segundos… minutos… siglos… el repentino conocimiento tuerce mi vientre;
Estoy en casa. Abro mis ojos por la cegadora luz de una puerta siendo abierta.
Y me pregunto si recordaré.
______ dobló el pedazo de papel y asintió hacia la multitud. El silencio cayó sobre todo el mundo. Algunas personas escribían febrilmente en sus cuadernos.
Maggie dio un grito de alegría. Rió y bajó del escenario, y luego empezó a reunir copas vacías y a charlar mientras la noche se acercaba.
Nick sólo se puso de pie y la observó.
Una emoción extraña brotó dentro de él. Como no la había experimentado nunca antes, no podía ponerle un nombre. Quedaba poco en la vida que le conmoviera y él admitió que le gustaba de esa manera.
Esta noche, algo cambió.
______ había compartido una parte importante de ella con una sala de extraños. Con Maggie. Con él. Abierta a la crítica, vulnerable a los caprichos de los demás, tomó lo que sentía e hizo que él también lo sintiere. Su coraje le robó el aliento. Y por mucho que la admiraba, la duda surgió dentro de él como un monstruo en un pantano y él se preguntó si detrás de todo sus razonamientos él no era más que un cobarde.
―¿Qué piensas?
Él parpadeó a Maggie, luego trató de concentrarse.
―Oh. Me gusta. Nunca había escuchado hablar de su trabajo antes.
Maggie sonrió como una madre orgullosa de su Grupo Scout.
―Sigo diciéndole que puede conseguir publicar una antología, pero no parece interesada. Su verdadera pasión es BookCrazy.
―¿No puede hacer las dos cosas?
Maggie bufó.
―Seguro. Tú y yo lo haríamos en un latido de corazón porque nunca perdemos una oportunidad. _____ es diferente. Ella es feliz sólo compartiendo, no necesita la gloria de publicar. Ha sido publicada en algunas revistas y va a un grupo de críticas pero eso es más para los demás que para ella. Ese es nuestro problema, hermano. Siempre lo ha sido.
―¿Qué?
―Somos mejores tomando. Parte de nuestra niñez metiendo la pata, supongo. ―Ambos miraron a ______ mientras ella acompañó a sus clientes a la puerta con su usual buen humor―. Pero _____ encontró su camino haciendo lo contrario. No hay nada que no haría por alguien.
Maggie de repente se giró hacia él. Sus ojos brillaban con una ferocidad que él recordaba de los viejos días. Su dedo se clavó en el pecho de él.
―Una advertencia, amigo. Te quiero mucho, pero si la lastimas, personalmente patearé su trasero. ¿Lo entiendes?
En lugar de picar la carnada, él se sorprendió riendo. Después dejó caer un rápido beso en la frente de ella.
―Eres una buena amiga, Maggie May. No sería tan rápido en juzgarte como posesiva. Sólo espero que el hombre correcto lo vea un día.
Ella dio un paso hacia atrás. Su boca se abrió.
―¿Estás borracho? ¿O eres un impostor? ¿A dónde fue mi hermano mayor?
―No tientes la suerte. ―Nick se detuvo y miró alrededor a la librería―. ¿Qué está sucediendo con la expansión? ―Miró los ojos ensanchados de su hermana y contuvo una sonrisa―. No te preocupes... ya no es un secreto. ______ admitió que quiere el dinero para añadir un café. Le di el cheque pero creí que me consultaría. ―Su hermana parpadeó y se negó a hablar. Nick frunció el ceño―. ¿Un gato te comió la lengua, Maggie May?
―Oh, mierda.
Él arqueó una ceja.
―¿Cuál es el problema?
De repente se entretuvo con las tazas de café y limpiando la mesa.
―Nada. Umm, creo que ella podría estar avergonzada porque está contratando a alguien más para hacerlo. No quería molestarte.
Él luchó contra una ola de molestia.
—Tengo tiempo para ayudarla.
Maggie rió pero tenía un tono desesperado y extraño.
―Deberías dejarla sola, hermano. Tengo que irme. Nos vemos.
Ella se fue como en una ráfaga. Nick sacudió su cabeza. Tal vez ______ no quería que participara en su proyecto. Después de todo, ella había citado muchas veces que su relación se basó en un contrato de negocios.
Sólo como él había querido.
Hizo una nota de plantearlo después. Él le ayudó a cerrar y encaminó a su esposa al auto.
―¿Cenaste? ―preguntó.
Ella sacudió su cabeza.
―No hubo tiempo. ¿Quieres recoger una pizza en el camino?
―Prepararé algo para nosotros en casa. ―Su lengua se enredó en la última palabra. Raro, él empezó a pensar en su santuario como parte de ella―. No llevará mucho tiempo.
―Está bien. Te veo en casa. ―Ella se giró, luego se dio vuelta. Abrió su boca―. Oh, Nick, no olvides...
―La ensalada.
Los ojos de ella se abrieron y sus poderes para hablar parecieron abandonarla por un momento. Ella se retiró con una velocidad que él admiró. Y ni siquiera le preguntó cómo sabía.
―Bien. La ensalada.
Luego ella se dio vuelta y caminó hacia su auto. Nick empezó a silbar mientras se dirigía hacia su BMW. Definitivamente, él estaba aprendiendo. A él le gustaba sorprenderla. Ya era hora de que tuviera ventaja.
Él silbó casi todo el camino a casa.
Última edición por VaaalM el Jue 21 Mar 2013, 2:28 pm, editado 1 vez
VaaalM
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
Ahi esta :) Chicasss despues en la tarde coloco la primera parte de n° 7 lo prometo, o sino que me corten la cabeza(?) ahora voy a almorzar! adiooooss <3
VaaalM
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
ahhh Nicholas esta sintiendo cosas por la rayiz!!!
Deberia de dejarse llevar por la pasion!!!
Siguela!!!
Deberia de dejarse llevar por la pasion!!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
Ya cayo este nick.... Esperemos que no meta la pata!!!!!!...... La rsyis merece ser feliz!!!!
chelis
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
Capitulo 7 [Primera Parte]
Nick cerró la puerta tras él y cayó en la silla de cuero. Miró fijamente hacia su tablero de dibujo y curvó las manos en apretados puños para detener la comezón. Quería crear. Se imaginó materiales tales como piedra caliza y ladrillo, con un flujo de imágenes de vidrio y curvas elegantes. Los dibujos danzaban tras sus párpados cerrados en la noche, y aquí estaba él, propietario de Dreamscape Enterprises, y atascado la mayor parte del día en reuniones de junta.
Maldijo por lo bajo. Está bien, así que los miembros de la junta lo exasperaban, con las tácticas burocráticas y las ideas avaras. La mayoría de ellos se oponían al contrato del astillero, creyendo que la compañía iría a la bancarrota si él tomaba el trabajo y no podía cumplir lo pactado. La junta estaba en lo cierto. Él tenía una solución sencilla.
No fallar.
La fiesta de Conte era el sábado en la noche y él todavía no había asegurado una reunión de negocios. Hyoshi Komo tampoco había llamado. Atascado en el punto de partida, la única cosa por hacer era esperar que el hombre hiciera su movimiento, y contar hacia atrás las horas para la fiesta. Quizá Conte estaba esperando para ver cómo resultaba el evento social antes de solicitar una reunión, a diferencia de lo que le dijo a _____.
_____.
Su sólo nombre era un puñetazo en sus tripas. Recordaba la forma en que la noche anterior ella había chillado, sacudido la cabeza y rebotado alrededor de la sala de estar en un baile de victoria después de haber ganado al ajedrez. Una mujer hecha y derecha actuando como una niña. Y una vez más, él se había partido el culo de la risa. De alguna forma, tan hermosa como era su compañera, sus astutos ingenios sólo estremecían la superficie. _____ lo hizo conectar con una carcajada profunda, como si él fuera un chico.
Su línea directa sonó. Respondió.
—¿Sí?
—¿Alimentaste al pez?
Nick cerró los ojos.
—_____, estoy trabajando.
Ella dio un resoplido grosero.
—Igual que yo. Pero al menos me preocupo por el pobre Otto. ¿Lo alimentaste?
—¿Otto?
—Tú sigues llamándolo Pez. Eso hiere sus sentimientos.
—Pez no tiene sentimientos. Y sí, lo alimenté.
—Pez ciertamente tiene sentimientos. Y mientras estamos discutiendo sobre Otto, quiero decirte que estoy preocupada por él. Está colocado en el estudio y nadie nunca va allí. ¿Por qué no lo trasladamos a la sala de estar donde él puede vernos más a menudo?
Nick arrastró una mano hacia abajo por su rostro y rogó por paciencia.
—Porque no quiero un acuario arruinando la apariencia de las habitaciones principales. Maggie me dio la maldita cosa como una broma y la odié apenas la vi.
Una helada lo mordisqueó a través del receptor.
—Sucias, también, ¿no? Supongo que no se te da con humanos ni con animales. Lamento informártelo, pero incluso un pez se siente solo. ¿Por qué no le conseguimos algo de compañía?
Él se enderezó y decidió ponerle final a esta ridícula conversación.
—No. No quiero otro pez, y él no será trasladado. ¿Lo dejé claro?
La línea zumbó.
—Como el cristal.
Luego ella colgó.
Nick maldijo, agarrando la pila de papeles más cercana de la última reunión de junta, y se puso a trabajar. La mujer en realidad lo molestaba en su trabajo por un pez.
Sacó la imagen de ella de su mente y reanudó su trabajo.
* * *
—Él va a estar furioso.
_____ se mordió el labio inferior y se preguntó por qué las palabras de Maggie causaron que un escalofrío le recorriera la columna. Después de todo, Nick Jonas no era un macho alfa. Seguro, él podía estar un poco molesto por la situación, pero siempre permanecía racional.
Inspeccionó la sala de estar llena de perros. Montones de perros. Cachorros, perros callejeros, puras razas y perros de caza. Algunos se apiñaban en la cocina, dándose golpes contra las mesas mientras se comían su comida y sorbían agua. Otros mantenían un furioso ir y venir mientras exploraban su nuevo hogar, olfateando las esquinas y trasladándose de habitación en habitación. El terrier de pelo duro masticaba un cojín. El poodle negro saltó en el sofá y se echó para una siesta. El perro callejero parecía a punto de levantar su pata en el intercomunicador, pero Maggie lo agarró y lo lanzó al patio trasero antes de que hiciera daños graves.
La preocupación floreció en un ataque de pánico en toda la regla.
Maggie estaba en lo cierto.
Nick podría matarla.
Se volteó hacia su amiga.
—¿Qué debería hacer?
Maggie se encogió de hombros.
—Dile la verdad. Que sólo los tendrás por una noche o dos hasta que el refugio pueda hacer otros arreglos. Que si los devuelves, los pondrán a dormir a todos.
Ella se contrajo de dolor.
—¿Y si todavía me hace deshacerme de ellos?
—Llévalos a tu apartamento.
—Demasiado pequeño.
Maggie lanzó las manos hacia arriba cuando divisó la mirada.
—¡Demonios, no, no los voy a llevar a mi casa! Tengo a alguien visitándome y él será mucho más caliente que un cachorro. Estás por tu cuenta.
—Pero, Maggs…
Maggie ondeó la mano.
—Tengo que irme. Caramba, me encantaría ver el espectáculo cuando mi hermano entre. Llámame al celular.
La puerta se cerró.
_____ inspeccionó la sala, ahora en un caos de cachorros, y decidió que había sido un poco demasiado impulsiva. Habría podido decirle a los del refugio que tomaría unos pocos, y entonces llevarlos a su apartamento. Pero no, había estado furiosa con Nick por ser un monstruo de corazón frío respecto al pez, y decidió enseñarle una lección. Excepto que ahora estaba simplemente aterrada.
El perro de caza mordisqueaba la pata de la mesa. Se recompuso y preparó su plan de batalla. Los pondría a todos en la habitación de huéspedes y tal vez Nick no los notaría. Él nunca iba a esa habitación. Ella llevaría todos sus juguetes y comida y los metería a hurtadillas al regreso de sus paseos. Se convenció a sí misma de que la estrategia funcionaría, y arreó al grupo al final del pasillo. Dejó caer una bolsa llena de juguetes y se aseguró que la mayoría de ellos corría detrás de ella. Luego cerró la puerta, reunió a los cachorros durmiendo en el sofá, la comida y los tazones de agua, y algunos periódicos de repuesto. Corrió hacia afuera, agarró al último extraviado en el patio trasero y lo colocó en la habitación para que los perros se sintieran cómodos.
_____ miraba preocupadamente al hermoso sofá de dos plazas y la silla con arremolinados patrones plateados y grises. Maldición, ¿por qué Nick tenía que ser rico? Ninguna habitación de huéspedes lucía así de bien, con alfombrado color pizarra, mesas de estaño con un vistoso diseño ornamental parecido a un pergamino, y eso hacía que costara más que todo el juego de edredones en su casa. Deslizó los dedos por las puntadas suaves y precisas de una colcha de punto. Necesitaba algunas mantas viejas, y apostaba que su esposo no tenía ninguna. Decidió ir a cazar al piso de arriba pero escuchó la llave en la cerradura.
Presa del pánico, arrojó la colcha de punto sobre la silla y cerró la puerta tras ella. Luego se lanzó por el pasillo y patinó hasta detenerse frente a él.
—Hola.
Él ya parecía receloso. Mechones rubios se deslizaban por su frente y sus ojos se estrecharon, como si no confiara en ella siendo amable. La culpa se retorció en su interior, pero hizo caso omiso a la emoción.
—Hola. —Él miró alrededor de la casa y ella contuvo el aliento—. ¿Qué está pasando?
—Nada. Sólo estaba a punto de preparar la cena. A menos que estés cansado y quieras ir a acostarte ahora mismo.
Una ceja marrón se disparó hacia arriba ante su tono esperanzador.
—Son las seis en punto.
—Claro. Bueno, apuesto que tienes un montón de trabajo que hacer, ¿eh? Te llevaré la comida arriba a tu oficina si quieres.
Ahora él parecía francamente irritado.
—Trabajé suficiente por hoy. Quiero relajarme con un vaso de vino y ver el partido de béisbol.
—¿Van a pasar a los Mets?
—No sé. De todas formas ellos no están en los playoffs y no consiguieron el Comodín. Los Yankees todavía tienen una oportunidad.
Ella se retorció con irritación reprimida.
—Están demasiado atrás… nunca sucederá. Nueva York no conseguirá la serie este año.
Él dejó escapar un suspiro de impaciencia.
—¿Por qué no ves a los Mets arriba?
—Quiero el televisor grande.
—Igual que yo.
La irritabilidad la golpeó duro. _____ se aferró a la emoción, agradecida de que su temor se hubiese desvanecido. Se dio la vuelta e irrumpió en la cocina.
—Bien, pido que me devuelvas mi favor.
Él colgó su abrigo de lana negro en el armario, luego se paró en la entrada. Ella sacó los ingredientes para la ensalada que no se comería y cortó las verduras para un sofrito. Él agarró una botella de vino del refrigerador y se sirvió una copa.
—¿Qué dijiste?
—Estoy pidiendo que me devuelvas mi favor. Quiero ver el partido de los Mets aquí abajo en el televisor grande. Quiero que te quedes arriba y veas el juego de los Yankees, y no quiero escuchar ni un sonido. Ni una ovación, ni un grito, ni un “Vamos Yankees” en ánimos. ¿Entendido?
Cuando ella miró hacia atrás, él la miraba boquiabierto de puro asombro, como si le hubiesen brotado cuernos. Trató de ignorar cuán adorable se veía, con su boca ligeramente abierta, y esos increíbles hombros extendidos contra su camisa gris pálido. ¿Por qué tenía que ser tan malditamente atractivo? Las mangas de la camisa y el cuello todavía estaban almidonados después de horas de uso. Sus pantalones color carbón todavía tenían el pliegue en el centro. Él había desabrochado los botones en las muñecas y había enrollado el material de su forma habitual. Vellos de color claro se esparcían por sus antebrazos y fuertes dedos aferraban la delicada copa de vino con un poder que la hizo moverse nerviosamente cuando pensó en las otras cosas que él podría tocar. Trató de no comérselo con los ojos como una adolescente y se concentró en cortar.
—Estás demente. —Él en realidad se tomó unos momentos para reunir sus poderes de palabra antes de continuar—. Se supone que esos favores son usados para cosas importantes.
—Mi elección. Mi favor.
Él se acercó un paso. El calor de su cuerpo tiró, atormentó y torturó su cordura mental. Se moría por recostarse contra su pecho y dejar que sus brazos se cerraran alrededor de su cintura. Ansiaba sentir toda esa fuerza musculosa soportándola y fingir que eran una pareja casada en la vida real. Se acariciarían en la cocina y harían el amor en la pesada mesa de roble entre el vino y la pasta. Luego compartirían la comida y hablarían tranquilamente y verían juntos el partido de los Mets. _____ tragó a la fuerza el nudo en su garganta y apartó la fantasía.
—¿Estás usando un favor para ver un pésimo juego de béisbol?
—Sip.
Ella lanzó el ajo y los pimientos en el sartén y él se movió otro par de centímetros. Su cinturón raspaba contra sus nalgas. Incluso cubierta con la gruesa tela vaquera la amenaza de un toque más íntimo hizo que sus manos temblaran alrededor del cuchillo. Su aliento caliente se precipitaba sobre su nuca. Él colocó ambas palmas de las manos sobre la encimera y la enjauló.
—Los favores son poco comunes. ¿Quieres desperdiciar uno en un estúpido juego de béisbol que no significa nada?
—Me preocupo por cada partido que juegan los Mets. Tú, por otra parte, no te lo tomas tan en serio porque eres complaciente. Ganar te viene con demasiada facilidad. Lo das por sentado.
Él gruño en su oreja.
—No gano todo el tiempo.
Se apegó al tema del béisbol.
—Incluso después de perder la Serie Mundial contra los Sox nunca perdiste tu arrogancia. Sigues sin respetar a otro equipo.
—Nunca supe que los pobres Yankees causaran tanto alboroto.
—Son los fanáticos más que el equipo. Nosotros sabemos lo que es perder. Y cada juego que ganamos es una pequeña victoria que apreciamos y nunca lo damos por sentado. Además somos más leales.
—Hmmm. ¿Hablas de los Mets o de sus fanáticos?
—Ves, crees que es gracioso. Si experimentaras más pérdidas, serías humillado. La victoria se sentiría incluso más dulce.
Él apoyó las manos en la curva de sus caderas. La longitud de su erección se presionaba contra su trasero.
—Tal vez tengas razón—murmuró él.
El cuchillo traqueteó en la tabla de picar. Ella se dio la vuelta y chocó contra su pecho. La atrapó por los hombros y le levantó la barbilla. La tensión sensual se arremolinó y alcanzó su punto más alto. Los labios de ella se separaron en una invitación inconsciente ante su admisión.
—¿Qué?
Un destello salvaje apareció en las profundidades de sus ojos castaños.
—Tal vez estoy comenzando a apreciar las cosas que no puedo tener. —Él deslizó un dedo toscamente hacia abajo por su mejilla. Trazó su labio inferior. Presionó su pulgar sobre el sensible centro de la carne—. Tal vez estoy comenzando a aprender sobre el deseo.
A ella se le secó la boca. Deslizó la lengua sobre sus labios para humedecerlos, y la tensión sensual se enroscó otro grado. Se balanceaba al borde de algún descubrimiento que cambiaría su relación, y luchó con su instinto por saltar al precipicio y al diablo con las consecuencias.
En su lugar, se obligó a continuar con su extraña conversación.
—¿Entonces estás de acuerdo? ¿Entiendes por qué los Mets son un mejor equipo?
Un destello de dientes blancos y rectos se burló de su declaración.
—No. Los Yankees son un mejor equipo. Ganan por una razón —susurró su comentario contra sus labios—. Ellos quieren más. Si deseas algo inmensamente, _____, eventualmente lo consigues.
Ella empujó su pecho y se dio la vuelta, deseando blandir el cuchillo en algo más que los vegetales. Típico fanático yankee arrogante.
—Te llamaré cuando la cena esté lista. Hasta entonces, espero que te quedes arriba.
Su risa hizo eco a través de la cocina. El frío se estableció alrededor de ella mientras él se alejaba. _____ contuvo el aliento cuando él subió las escaleras, pero los perros todavía estaban tranquilos.
Corrió hacia la sala de estar, puso el partido de béisbol, subió el volumen, y regresó a la habitación trasera para chequear a los caninos.
La colcha de punto estaba hecha añicos.
Se la sacó con esfuerzo de los dientes al labrador negro y la metió en el cajón del fondo del escritorio. El periódico ya estaba sucio, así que lo limpió, extendió una hoja fresca, y colocó otras sobre el sofá y la silla para seguridad adicional. Volvió a llenar los tazones de agua y supuso que todos tendrían que salir de nuevo en otra hora antes de irse a dormir.
Cerró la puerta, se apresuró hacia la cocina y terminó la cena mientras gritaba en voz alta comentarios a sus jugadores.
Nick bajó por su cena y rápidamente regresó escaleras arriba. Exhausta de su engaño, juró desde ahora ser honesta con el refugio. Se las arregló para sacar a hurtadillas a los perros en pequeños grupos por el resto de la noche.
Cuando el partido hubo terminado y los Mets habían ganado 4 a 3 a los Marlins, ella hizo un rápido baile de victoria, limpió la cocina, chequeó a los animales y subió las escaleras hacia su cama. Sus músculos dolían y su cabeza giraba, pero había salido victoriosa.
Necesitaba despertarse antes de las cinco de la mañana para sacar a pasear a todos los animales, alimentarlos y limpiar antes de que Nick se fuera a trabajar.
Se contrajo de dolor pero se las arregló para ducharse rápidamente, y cayó en la cama. Ni siquiera se molestó en ponerse un camisón, sino que se arrastró inmediatamente bajo el edredón y cayó dormida.
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aqui estaaaaaaa asjk jajaja ¿vieron el rumor de la cinta sexual de joe y blanda? JAJAJAJA ya no saben que inventar-.- supuestamente joe uso hasta una pelota mordaza con Blanda, ni que fuera Christian Grey. JAJAJA yaa besoss<3
Nick cerró la puerta tras él y cayó en la silla de cuero. Miró fijamente hacia su tablero de dibujo y curvó las manos en apretados puños para detener la comezón. Quería crear. Se imaginó materiales tales como piedra caliza y ladrillo, con un flujo de imágenes de vidrio y curvas elegantes. Los dibujos danzaban tras sus párpados cerrados en la noche, y aquí estaba él, propietario de Dreamscape Enterprises, y atascado la mayor parte del día en reuniones de junta.
Maldijo por lo bajo. Está bien, así que los miembros de la junta lo exasperaban, con las tácticas burocráticas y las ideas avaras. La mayoría de ellos se oponían al contrato del astillero, creyendo que la compañía iría a la bancarrota si él tomaba el trabajo y no podía cumplir lo pactado. La junta estaba en lo cierto. Él tenía una solución sencilla.
No fallar.
La fiesta de Conte era el sábado en la noche y él todavía no había asegurado una reunión de negocios. Hyoshi Komo tampoco había llamado. Atascado en el punto de partida, la única cosa por hacer era esperar que el hombre hiciera su movimiento, y contar hacia atrás las horas para la fiesta. Quizá Conte estaba esperando para ver cómo resultaba el evento social antes de solicitar una reunión, a diferencia de lo que le dijo a _____.
_____.
Su sólo nombre era un puñetazo en sus tripas. Recordaba la forma en que la noche anterior ella había chillado, sacudido la cabeza y rebotado alrededor de la sala de estar en un baile de victoria después de haber ganado al ajedrez. Una mujer hecha y derecha actuando como una niña. Y una vez más, él se había partido el culo de la risa. De alguna forma, tan hermosa como era su compañera, sus astutos ingenios sólo estremecían la superficie. _____ lo hizo conectar con una carcajada profunda, como si él fuera un chico.
Su línea directa sonó. Respondió.
—¿Sí?
—¿Alimentaste al pez?
Nick cerró los ojos.
—_____, estoy trabajando.
Ella dio un resoplido grosero.
—Igual que yo. Pero al menos me preocupo por el pobre Otto. ¿Lo alimentaste?
—¿Otto?
—Tú sigues llamándolo Pez. Eso hiere sus sentimientos.
—Pez no tiene sentimientos. Y sí, lo alimenté.
—Pez ciertamente tiene sentimientos. Y mientras estamos discutiendo sobre Otto, quiero decirte que estoy preocupada por él. Está colocado en el estudio y nadie nunca va allí. ¿Por qué no lo trasladamos a la sala de estar donde él puede vernos más a menudo?
Nick arrastró una mano hacia abajo por su rostro y rogó por paciencia.
—Porque no quiero un acuario arruinando la apariencia de las habitaciones principales. Maggie me dio la maldita cosa como una broma y la odié apenas la vi.
Una helada lo mordisqueó a través del receptor.
—Sucias, también, ¿no? Supongo que no se te da con humanos ni con animales. Lamento informártelo, pero incluso un pez se siente solo. ¿Por qué no le conseguimos algo de compañía?
Él se enderezó y decidió ponerle final a esta ridícula conversación.
—No. No quiero otro pez, y él no será trasladado. ¿Lo dejé claro?
La línea zumbó.
—Como el cristal.
Luego ella colgó.
Nick maldijo, agarrando la pila de papeles más cercana de la última reunión de junta, y se puso a trabajar. La mujer en realidad lo molestaba en su trabajo por un pez.
Sacó la imagen de ella de su mente y reanudó su trabajo.
* * *
—Él va a estar furioso.
_____ se mordió el labio inferior y se preguntó por qué las palabras de Maggie causaron que un escalofrío le recorriera la columna. Después de todo, Nick Jonas no era un macho alfa. Seguro, él podía estar un poco molesto por la situación, pero siempre permanecía racional.
Inspeccionó la sala de estar llena de perros. Montones de perros. Cachorros, perros callejeros, puras razas y perros de caza. Algunos se apiñaban en la cocina, dándose golpes contra las mesas mientras se comían su comida y sorbían agua. Otros mantenían un furioso ir y venir mientras exploraban su nuevo hogar, olfateando las esquinas y trasladándose de habitación en habitación. El terrier de pelo duro masticaba un cojín. El poodle negro saltó en el sofá y se echó para una siesta. El perro callejero parecía a punto de levantar su pata en el intercomunicador, pero Maggie lo agarró y lo lanzó al patio trasero antes de que hiciera daños graves.
La preocupación floreció en un ataque de pánico en toda la regla.
Maggie estaba en lo cierto.
Nick podría matarla.
Se volteó hacia su amiga.
—¿Qué debería hacer?
Maggie se encogió de hombros.
—Dile la verdad. Que sólo los tendrás por una noche o dos hasta que el refugio pueda hacer otros arreglos. Que si los devuelves, los pondrán a dormir a todos.
Ella se contrajo de dolor.
—¿Y si todavía me hace deshacerme de ellos?
—Llévalos a tu apartamento.
—Demasiado pequeño.
Maggie lanzó las manos hacia arriba cuando divisó la mirada.
—¡Demonios, no, no los voy a llevar a mi casa! Tengo a alguien visitándome y él será mucho más caliente que un cachorro. Estás por tu cuenta.
—Pero, Maggs…
Maggie ondeó la mano.
—Tengo que irme. Caramba, me encantaría ver el espectáculo cuando mi hermano entre. Llámame al celular.
La puerta se cerró.
_____ inspeccionó la sala, ahora en un caos de cachorros, y decidió que había sido un poco demasiado impulsiva. Habría podido decirle a los del refugio que tomaría unos pocos, y entonces llevarlos a su apartamento. Pero no, había estado furiosa con Nick por ser un monstruo de corazón frío respecto al pez, y decidió enseñarle una lección. Excepto que ahora estaba simplemente aterrada.
El perro de caza mordisqueaba la pata de la mesa. Se recompuso y preparó su plan de batalla. Los pondría a todos en la habitación de huéspedes y tal vez Nick no los notaría. Él nunca iba a esa habitación. Ella llevaría todos sus juguetes y comida y los metería a hurtadillas al regreso de sus paseos. Se convenció a sí misma de que la estrategia funcionaría, y arreó al grupo al final del pasillo. Dejó caer una bolsa llena de juguetes y se aseguró que la mayoría de ellos corría detrás de ella. Luego cerró la puerta, reunió a los cachorros durmiendo en el sofá, la comida y los tazones de agua, y algunos periódicos de repuesto. Corrió hacia afuera, agarró al último extraviado en el patio trasero y lo colocó en la habitación para que los perros se sintieran cómodos.
_____ miraba preocupadamente al hermoso sofá de dos plazas y la silla con arremolinados patrones plateados y grises. Maldición, ¿por qué Nick tenía que ser rico? Ninguna habitación de huéspedes lucía así de bien, con alfombrado color pizarra, mesas de estaño con un vistoso diseño ornamental parecido a un pergamino, y eso hacía que costara más que todo el juego de edredones en su casa. Deslizó los dedos por las puntadas suaves y precisas de una colcha de punto. Necesitaba algunas mantas viejas, y apostaba que su esposo no tenía ninguna. Decidió ir a cazar al piso de arriba pero escuchó la llave en la cerradura.
Presa del pánico, arrojó la colcha de punto sobre la silla y cerró la puerta tras ella. Luego se lanzó por el pasillo y patinó hasta detenerse frente a él.
—Hola.
Él ya parecía receloso. Mechones rubios se deslizaban por su frente y sus ojos se estrecharon, como si no confiara en ella siendo amable. La culpa se retorció en su interior, pero hizo caso omiso a la emoción.
—Hola. —Él miró alrededor de la casa y ella contuvo el aliento—. ¿Qué está pasando?
—Nada. Sólo estaba a punto de preparar la cena. A menos que estés cansado y quieras ir a acostarte ahora mismo.
Una ceja marrón se disparó hacia arriba ante su tono esperanzador.
—Son las seis en punto.
—Claro. Bueno, apuesto que tienes un montón de trabajo que hacer, ¿eh? Te llevaré la comida arriba a tu oficina si quieres.
Ahora él parecía francamente irritado.
—Trabajé suficiente por hoy. Quiero relajarme con un vaso de vino y ver el partido de béisbol.
—¿Van a pasar a los Mets?
—No sé. De todas formas ellos no están en los playoffs y no consiguieron el Comodín. Los Yankees todavía tienen una oportunidad.
Ella se retorció con irritación reprimida.
—Están demasiado atrás… nunca sucederá. Nueva York no conseguirá la serie este año.
Él dejó escapar un suspiro de impaciencia.
—¿Por qué no ves a los Mets arriba?
—Quiero el televisor grande.
—Igual que yo.
La irritabilidad la golpeó duro. _____ se aferró a la emoción, agradecida de que su temor se hubiese desvanecido. Se dio la vuelta e irrumpió en la cocina.
—Bien, pido que me devuelvas mi favor.
Él colgó su abrigo de lana negro en el armario, luego se paró en la entrada. Ella sacó los ingredientes para la ensalada que no se comería y cortó las verduras para un sofrito. Él agarró una botella de vino del refrigerador y se sirvió una copa.
—¿Qué dijiste?
—Estoy pidiendo que me devuelvas mi favor. Quiero ver el partido de los Mets aquí abajo en el televisor grande. Quiero que te quedes arriba y veas el juego de los Yankees, y no quiero escuchar ni un sonido. Ni una ovación, ni un grito, ni un “Vamos Yankees” en ánimos. ¿Entendido?
Cuando ella miró hacia atrás, él la miraba boquiabierto de puro asombro, como si le hubiesen brotado cuernos. Trató de ignorar cuán adorable se veía, con su boca ligeramente abierta, y esos increíbles hombros extendidos contra su camisa gris pálido. ¿Por qué tenía que ser tan malditamente atractivo? Las mangas de la camisa y el cuello todavía estaban almidonados después de horas de uso. Sus pantalones color carbón todavía tenían el pliegue en el centro. Él había desabrochado los botones en las muñecas y había enrollado el material de su forma habitual. Vellos de color claro se esparcían por sus antebrazos y fuertes dedos aferraban la delicada copa de vino con un poder que la hizo moverse nerviosamente cuando pensó en las otras cosas que él podría tocar. Trató de no comérselo con los ojos como una adolescente y se concentró en cortar.
—Estás demente. —Él en realidad se tomó unos momentos para reunir sus poderes de palabra antes de continuar—. Se supone que esos favores son usados para cosas importantes.
—Mi elección. Mi favor.
Él se acercó un paso. El calor de su cuerpo tiró, atormentó y torturó su cordura mental. Se moría por recostarse contra su pecho y dejar que sus brazos se cerraran alrededor de su cintura. Ansiaba sentir toda esa fuerza musculosa soportándola y fingir que eran una pareja casada en la vida real. Se acariciarían en la cocina y harían el amor en la pesada mesa de roble entre el vino y la pasta. Luego compartirían la comida y hablarían tranquilamente y verían juntos el partido de los Mets. _____ tragó a la fuerza el nudo en su garganta y apartó la fantasía.
—¿Estás usando un favor para ver un pésimo juego de béisbol?
—Sip.
Ella lanzó el ajo y los pimientos en el sartén y él se movió otro par de centímetros. Su cinturón raspaba contra sus nalgas. Incluso cubierta con la gruesa tela vaquera la amenaza de un toque más íntimo hizo que sus manos temblaran alrededor del cuchillo. Su aliento caliente se precipitaba sobre su nuca. Él colocó ambas palmas de las manos sobre la encimera y la enjauló.
—Los favores son poco comunes. ¿Quieres desperdiciar uno en un estúpido juego de béisbol que no significa nada?
—Me preocupo por cada partido que juegan los Mets. Tú, por otra parte, no te lo tomas tan en serio porque eres complaciente. Ganar te viene con demasiada facilidad. Lo das por sentado.
Él gruño en su oreja.
—No gano todo el tiempo.
Se apegó al tema del béisbol.
—Incluso después de perder la Serie Mundial contra los Sox nunca perdiste tu arrogancia. Sigues sin respetar a otro equipo.
—Nunca supe que los pobres Yankees causaran tanto alboroto.
—Son los fanáticos más que el equipo. Nosotros sabemos lo que es perder. Y cada juego que ganamos es una pequeña victoria que apreciamos y nunca lo damos por sentado. Además somos más leales.
—Hmmm. ¿Hablas de los Mets o de sus fanáticos?
—Ves, crees que es gracioso. Si experimentaras más pérdidas, serías humillado. La victoria se sentiría incluso más dulce.
Él apoyó las manos en la curva de sus caderas. La longitud de su erección se presionaba contra su trasero.
—Tal vez tengas razón—murmuró él.
El cuchillo traqueteó en la tabla de picar. Ella se dio la vuelta y chocó contra su pecho. La atrapó por los hombros y le levantó la barbilla. La tensión sensual se arremolinó y alcanzó su punto más alto. Los labios de ella se separaron en una invitación inconsciente ante su admisión.
—¿Qué?
Un destello salvaje apareció en las profundidades de sus ojos castaños.
—Tal vez estoy comenzando a apreciar las cosas que no puedo tener. —Él deslizó un dedo toscamente hacia abajo por su mejilla. Trazó su labio inferior. Presionó su pulgar sobre el sensible centro de la carne—. Tal vez estoy comenzando a aprender sobre el deseo.
A ella se le secó la boca. Deslizó la lengua sobre sus labios para humedecerlos, y la tensión sensual se enroscó otro grado. Se balanceaba al borde de algún descubrimiento que cambiaría su relación, y luchó con su instinto por saltar al precipicio y al diablo con las consecuencias.
En su lugar, se obligó a continuar con su extraña conversación.
—¿Entonces estás de acuerdo? ¿Entiendes por qué los Mets son un mejor equipo?
Un destello de dientes blancos y rectos se burló de su declaración.
—No. Los Yankees son un mejor equipo. Ganan por una razón —susurró su comentario contra sus labios—. Ellos quieren más. Si deseas algo inmensamente, _____, eventualmente lo consigues.
Ella empujó su pecho y se dio la vuelta, deseando blandir el cuchillo en algo más que los vegetales. Típico fanático yankee arrogante.
—Te llamaré cuando la cena esté lista. Hasta entonces, espero que te quedes arriba.
Su risa hizo eco a través de la cocina. El frío se estableció alrededor de ella mientras él se alejaba. _____ contuvo el aliento cuando él subió las escaleras, pero los perros todavía estaban tranquilos.
Corrió hacia la sala de estar, puso el partido de béisbol, subió el volumen, y regresó a la habitación trasera para chequear a los caninos.
La colcha de punto estaba hecha añicos.
Se la sacó con esfuerzo de los dientes al labrador negro y la metió en el cajón del fondo del escritorio. El periódico ya estaba sucio, así que lo limpió, extendió una hoja fresca, y colocó otras sobre el sofá y la silla para seguridad adicional. Volvió a llenar los tazones de agua y supuso que todos tendrían que salir de nuevo en otra hora antes de irse a dormir.
Cerró la puerta, se apresuró hacia la cocina y terminó la cena mientras gritaba en voz alta comentarios a sus jugadores.
Nick bajó por su cena y rápidamente regresó escaleras arriba. Exhausta de su engaño, juró desde ahora ser honesta con el refugio. Se las arregló para sacar a hurtadillas a los perros en pequeños grupos por el resto de la noche.
Cuando el partido hubo terminado y los Mets habían ganado 4 a 3 a los Marlins, ella hizo un rápido baile de victoria, limpió la cocina, chequeó a los animales y subió las escaleras hacia su cama. Sus músculos dolían y su cabeza giraba, pero había salido victoriosa.
Necesitaba despertarse antes de las cinco de la mañana para sacar a pasear a todos los animales, alimentarlos y limpiar antes de que Nick se fuera a trabajar.
Se contrajo de dolor pero se las arregló para ducharse rápidamente, y cayó en la cama. Ni siquiera se molestó en ponerse un camisón, sino que se arrastró inmediatamente bajo el edredón y cayó dormida.
__________________
aqui estaaaaaaa asjk jajaja ¿vieron el rumor de la cinta sexual de joe y blanda? JAJAJAJA ya no saben que inventar-.- supuestamente joe uso hasta una pelota mordaza con Blanda, ni que fuera Christian Grey. JAJAJA yaa besoss<3
VaaalM
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
jajaja me encanto!! :maloso:
La rayiz en los lios que se mete!!!
Nick se dara cuenta!!
siguela!!
La rayiz en los lios que se mete!!!
Nick se dara cuenta!!
siguela!!
aranzhitha
Re: The Marriage Bargain [Nick&Tu] A D A P T A C I O N.
Capitulo 7 [Segunda Parte]
* * *
Alguien estaba en la casa.
Nick se sentó en la cama y escuchó. Un chirrido casi imperceptible hizo eco a través del aire. Como si alguien escarbara una llave contra una cerradura y tratara de forzar la puerta para abrirla.
Con movimientos rápidos y económicos anduvo descalzo hacia la puerta y la abrió un par de centímetros. El silencio lo saludó. Luego escuchó el sonido.
Un murmullo bajo. Casi como un gruñido.
Un escalofrío recorrió su columna y pensó en sus opciones. ¿Quién demonios estaba en la casa? La alarma no se había activado, lo que significaba que el ladrón la había desarmado. Él no tenía una pistola o una botella de macis. ¿Qué más se usaba en el juego de Clue? Un revólver, un candelabro, un cuchillo, una soga o un tubo de plomo.
Mejor llamar al 911.
Salió por la puerta moviéndose con cuidado y pasó en puntas por la puerta cerrada de ______. Se detuvo, entonces decidió que despertarla sería lo peor que podía hacer… ella podría entrar en pánico y darle al intruso un objetivo con el que Nick no quería lidiar. Su principal objetivo en este momento era mantenerla a salvo. Agarró un bate de béisbol del armario del pasillo, tomó el teléfono inalámbrico, golpeó los tres números y reportó un robo con allanamiento de morada.
Luego comenzó a bajar las escaleras para herir al hijo-de-puta.
Nick se detuvo en la parte de abajo y se escondió en las sombras. El aire permanecía tranquilo excepto por el constante zumbido del refrigerador. Se quedó solo por un rato y estudió las oscurecidas habitaciones. La puerta principal estaba firmemente cerrada, con la cadena enganchada, y la alarma encendida. Extraño, si hubiese sido desactivada la luz roja habría estado apagada. Tal vez la puerta trasera, pero él no había escuchado los paneles de vidrio romperse, a menos que…
La puerta de la habitación de huéspedes traqueteó. Se movió con cuidado hacia adelante, manteniéndose apretado contra la pared, blandiendo el bate de béisbol mientras contaba los segundos que faltaban para que llegaran los policías. Él no era Clint Eastwood, pero si conseguía un buen golpe con el bate se podría llamar a sí mismo hombre.
Respiración pesada. Casi como un jadeo. Un chirrido.
¿Qué demonios?
Se detuvo y agarró el pomo. Su pulso corría acelerado con una descarga de adrenalina. Luchó para superar el miedo y se apegó al control. Nick levantó el bate, giró el pomo y lanzó la puerta para abrirla con todas sus fuerzas.
—¡Aaaaghhh!
Un grupo de perros lo pasaron precipitadamente. Dos, cuatro, seis, ocho, una multitud de pelajes le rodearon las piernas, perros manchados, perros pequeños, perros grandes… todos ladrando y ondeando sus colas con sus lenguas colgando. El bate flotaba en el aire pero ellos nunca sintieron el peligro. Emocionados por ver a un humano a altas horas de la noche, todos llamaban su atención y querían jugar.
Por unos cuantos segundos, se convenció de que estaba teniendo un sueño, y que despertaría en su propia cama.
Entonces se dio cuenta de que la escena era real.
Cometería un asesinato.
Que involucraba a su esposa.
La habitación estaba en ruinas. Papeles hechos trizas volaban en todas direcciones. La lujosa alfombra estaba moteada con círculos líquidos que no lucían como agua. El relleno asomaba de un cojín del sofá. Su planta en maceta yacía ebriamente a un lado y un cachorro le daba con las patas a un montón de mugre. El Architectural Digest había sido mordisqueado y escupido.
Nick cerró los ojos. Contó hasta tres. Los abrió de nuevo.
Luego gritó el nombre de su esposa tan ruidosamente como pudo.
Justo en ese momento, la escuchó lanzarse escaleras abajo presa del pánico. Cuando vio el problema frente a ella, trató de retroceder pero estaba corriendo muy rápido. Sus pies descalzos patinaron en el piso y ella golpeó su cuerpo con toda su fuerza. Con una ráfaga de aire liberado de sus pulmones, ella se agarró a sus hombros para equilibrarse y lo miró al rostro.
Ella debió haberse dado cuenta del peligro en segundos. Esos bebés azules se ensancharon con puro miedo y ella se tambaleó hacia atrás con los brazos extendidos como si quisiera protegerse de un intruso. Nick apenas registró el movimiento. Estaba demasiado concentrado en entrecerrar los ojos a través de la bruma de color rojo que empañaba sus ojos.
Una pata peluda aterrizó justo en su entrepierna. Él la alejó y se las arregló para soltar un furioso susurro.
—¿Qué demonios está pasando?
Ella se contrajo de dolor.
—Nick, lo siento. No sabía qué hacer porque los del refugio llamaron y dijeron que estaban llenos y preguntaron si podía tener a algunos por una noche, y no pude decir que no, Nick, no podía o los habrían puesto a dormir porque la financiación es tan difícil para los refugios en la actualidad, pero sé que odias a los animales así que pensé que podrían pasar la noche tranquilos aquí y los llevaría a casa en la mañana.
—¿Pensaste que podías esconderme una habitación llena de perros? —Él trató desesperadamente de controlar su ira esta vez, en realidad lo hizo, pero sintió que su voz aumentaba. Entonces entendió por qué los hombres de las cavernas arrastraban a las mujeres por ahí por el cabello.
Él vio su rostro calibrar su reacción. Sus dientes alcanzaron su labio inferior, y ella hizo ese pequeño salto de una pierna a otra como si pensara realmente duro cómo explicar las cosas de una forma que no lo pusiera más furioso.
Un hueso extraviado cayó sobre su pie descalzo. Miró hacia abajo a una lengua colgando y una cola ondeando.
—Él quiere que lo lances.
La fulminó con la mirada.
—Sé lo que el maldito perro quiere, no soy idiota. Contrario a lo que podrías pensar de mí, es así. Usaste tu favor para mantenerme encerrado en el piso de arriba así no podría enterarme de esto. —Él captó su expresión de culpabilidad—. Eres una buena mentirosa, ______. Supongo que nunca supe cuán buena.
Ella dejó de encogerse, y se empujó en toda su estatura sobre sus pies descalzos.
—¡Tuve que mentir! ¡Estoy viviendo con una persona que odia a los animales, que preferiría ver a cachorros inocentes en la cámara de gas que ensuciar su casa!
Nick rechinó los dientes y maldijo.
—No trates de voltear esto sobre mí, mujer. Ni siquiera preguntaste, simplemente metiste a hurtadillas a un montón de perros en mi habitación de huéspedes. ¿Viste lo que le hicieron a mi casa? ¿Y dónde está mi colcha de punto anaranjada?
Ella echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido de frustración.
—¡Debí haber sabido que te importaban más tus estúpidas posesiones que una vida! Eres igual que el sujeto de Chitty Chitty Bang Bang… ¿recuerdas que él solía mantener encerrados a todos los niños para que la ciudad fuese limpia, ordenada y organizada? Que el Cielo no quisiera que todo no marchara exactamente del modo en que él quería. Mantengamos la vida ordenada. Asegurémonos de que la colcha de punto anaranjada no se arruine.
Su temperamento se balanceaba en el borde.
Luego se rompió.
Apretó los puños y dejó escapar un rugido, que les debió haber gustado a los perros porque todos comenzaron a aullar al mismo tiempo y saltaban alrededor de sus pies en un torbellino de pelusa, colas y patas.
—¿Chitty Chitty Bang Bang? Estás demente… necesitas ser encerrada en un manicomio. Me mientes, destruyes mi casa y luego me comparas con el villano de los niños, ¿todo porque no puedes ser una persona normal, aceptar tu responsabilidad y disculparte?
Se paró de puntillas y llegó directo a su rostro.
—Lo intenté pero estás siendo irrazonable.
Él se estiró y la agarró por la parte superior de sus brazos. Sus dedos se cerraron alrededor de algo sedoso y la sacudió ligeramente.
— ¿Irrazonable? ¿Irrazonable? ¡Es medianoche y estoy parado en una habitación llena de perros, hablando de una estúpida película!
—No es estúpida. ¿Por qué no podrías ser más como Ralph Kramden de Honeymooners? Seguro, él era gritón y desagradable, pero salvó todo el refugio de perros cuando descubrió que serían destruidos. ¿Por qué no puedes ser más humano?
—¿Ahora son los malditos Honeymooners? Eso es todo, he tenido suficiente. Vas a empacar a cada uno de esos perros y los llevarás de regreso al refugio en este momento, o que Dios me ayude, ______, ¡me desharé de ellos yo mismo!
—No lo haré.
—Lo harás.
—Oblígame.
—¿Qué te obligue? ¿Qué te obligue? —Sus dedos se enroscaron alrededor de una sedosa bola de tela satinada mientras luchaba por una pizca de
control. Cuando la niebla en su visión finalmente se aclaró, Nick parpadeó y miró hacia abajo.
Entonces se dio cuenta de que su esposa estaba desnuda. Su bata verde lima se había deslizado sobre sus hombros y ahora se abría por completo. El fajín se deslizó inadvertidamente hacia el suelo. Él esperaba captar un vistazo de algún negligé de encaje hecho para incitar la lujuria de un hombre. Consiguió mucho más.
Jesús, era perfecta.
Ninguna tela estropeaba las interminables curvas de cálida carne dorada. Sus pechos eran exuberantes y hechos para las manos de un hombre, sus pezones del color de una fresa madura que rogaban por la lengua de un hombre. Sus caderas formaban la antigua figura del reloj de arena en la que los artistas basaban sus fantasías en vez de los huesos afilados que dictaba la moda actual. Piernas larguísimas. Un trocito de bragas rojo brillante era lo único que obstaculizaba su vista.
Las palabras murieron en su garganta. Su respiración se detuvo, luego salió disparada hacia afuera como si lo hubiesen golpeado en las tripas. Ella arrugó el rostro para seguir gritando, pero se detuvo cuando notó el cambio en su expresión. Nick supo el momento en que se dio cuenta de que su bata se había caído. Supo cuando el conocimiento de que estaba desnuda la golpeó de lleno. Observó sus labios fruncirse en un pequeño círculo de horror justo antes de que la cordura la golpeara para hacerla estirarse por la bata.
Nick usó su lapso de tiempo de dos segundos para tomar una decisión.
Los dedos de ella comenzaron a tirar del material cuando él le bloqueó el movimiento, bajó la cabeza y le estampó la boca sobre la suya. La conmoción la mantuvo inmóvil y él usó ese tiempo a su favor. Un rápido movimiento le separó los gruesos labios y le permitió a él entrar… entrar a todos los femeninos rincones calientes y resbaladizos de su boca. Drogado por el sabor de ella, le rodeó la lengua con rápidas caricias urgentes, rogándole que se lo devolviera todo.
Y ella lo hizo.
A toda intensidad.
Como si una puerta firmemente cerrada se abriera por un fuerte puntapié, Nick casi escuchó la ruptura cuando el control de ambos se rompió. Ella abrió la boca y bebió, luego hizo sus propias demandas mientras un bajo gruñido de hambre escapaba de sus labios. La empujó con fuerza contra la pared y desafió cada embestida de su lengua, mientras los brazos de ella se envolvían alrededor de su cuello y su espalda se arqueaba. Sus pechos se inclinaron hacia arriba en una oferta completa. Su cabeza giraba a medida que su sabor inundaba sus sentidos. Sus manos cambiaron de posición para rodear sus pesados pechos, sus pulgares frotaron sus apretados pezones. Se volvió loco por la sensación, el sabor y la vista de ella. Una masa de perros se arremolinaba alrededor de sus tobillos, sus enloquecidos ladridos sólo un ruido secundario ante el rugido de su sangre.
Arrancó la boca de la de ella para hundir los dientes en la delicada línea de su cuello. Un estremecimiento sacudió el cuerpo de ella, y él pronunció un bajo murmullo de satisfacción a medida que se movía más abajo para darse un festín en sus pechos, con su lengua delicadamente lamiendo la punta, mordisqueando, mientras ella se retorcía contra la pared y lo instaba a seguir. Su boca se abrió sobre ella y se alimentó, succionando con fuerza su pezón color fresa mientras sus manos se deslizaban alrededor de su espalda para asir la curva de sus nalgas, forzando sus caderas hacia arriba para acunar la longitud de palpitante carne dura que rogaba por entrar.
—Nick, yo…
—No me digas que me detenga.
Él miró hacia arriba. Sus pechos estaban resbaladizos por su boca, sus pezones apretados y excitados por sus atenciones. Su vientre se estremecía. Labios hinchados se separaban, permitiendo que jadeantes respiraciones irregulares escaparan. Sus ojos se oscurecieron a un profundo azul ahogado cuando su mirada se trabó con la suya. Pasó un segundo mientras él esperaba. Un momento. Un siglo.
—No te detengas.
Ella jaló su cabeza y lo besó. Él devastó la carne de sus labios como si estuviese encarcelado y ella fuese su último sorbo de libertad, sintió que se hundía en las profundidades de su cuerpo hasta que…
—¡Policía!
El sonido de sirenas se abrió camino dentro del sensual mundo que ellos crearon. La puerta fue golpeada con la orden… las intermitentes alarmas rojas giraban en un torbellino de color a través de las ventanas y en el pasillo. El ladrido de los perros aumentó con la conmoción.
Él se tambaleó alejándose de ella como si saliera de un largo estupor. Ella parpadeó, luego con movimientos casi mecánicos alcanzó la bata. Nick volteó y se dirigió hacia la puerta, desactivó la alarma y dejó que su mano se detuviera en el pomo.
—¿Estás bien?
Ella se estremeció pero se las arregló para hablar.
—Sí.
Le abrió la puerta a un policía uniformado cuya expectación por problemas cambió a sospecha. Los ojos de drogado de Nick y su evidente excitación deben haber parecido sospechosos, porque el policía les echó un vistazo por el pasillo a la mujer en bata y a la multitud de perros alrededor de sus pies. Se enfundó el arma.
—Señor, usted reportó un robo con allanamiento de morada.
* * *
Alguien estaba en la casa.
Nick se sentó en la cama y escuchó. Un chirrido casi imperceptible hizo eco a través del aire. Como si alguien escarbara una llave contra una cerradura y tratara de forzar la puerta para abrirla.
Con movimientos rápidos y económicos anduvo descalzo hacia la puerta y la abrió un par de centímetros. El silencio lo saludó. Luego escuchó el sonido.
Un murmullo bajo. Casi como un gruñido.
Un escalofrío recorrió su columna y pensó en sus opciones. ¿Quién demonios estaba en la casa? La alarma no se había activado, lo que significaba que el ladrón la había desarmado. Él no tenía una pistola o una botella de macis. ¿Qué más se usaba en el juego de Clue? Un revólver, un candelabro, un cuchillo, una soga o un tubo de plomo.
Mejor llamar al 911.
Salió por la puerta moviéndose con cuidado y pasó en puntas por la puerta cerrada de ______. Se detuvo, entonces decidió que despertarla sería lo peor que podía hacer… ella podría entrar en pánico y darle al intruso un objetivo con el que Nick no quería lidiar. Su principal objetivo en este momento era mantenerla a salvo. Agarró un bate de béisbol del armario del pasillo, tomó el teléfono inalámbrico, golpeó los tres números y reportó un robo con allanamiento de morada.
Luego comenzó a bajar las escaleras para herir al hijo-de-puta.
Nick se detuvo en la parte de abajo y se escondió en las sombras. El aire permanecía tranquilo excepto por el constante zumbido del refrigerador. Se quedó solo por un rato y estudió las oscurecidas habitaciones. La puerta principal estaba firmemente cerrada, con la cadena enganchada, y la alarma encendida. Extraño, si hubiese sido desactivada la luz roja habría estado apagada. Tal vez la puerta trasera, pero él no había escuchado los paneles de vidrio romperse, a menos que…
La puerta de la habitación de huéspedes traqueteó. Se movió con cuidado hacia adelante, manteniéndose apretado contra la pared, blandiendo el bate de béisbol mientras contaba los segundos que faltaban para que llegaran los policías. Él no era Clint Eastwood, pero si conseguía un buen golpe con el bate se podría llamar a sí mismo hombre.
Respiración pesada. Casi como un jadeo. Un chirrido.
¿Qué demonios?
Se detuvo y agarró el pomo. Su pulso corría acelerado con una descarga de adrenalina. Luchó para superar el miedo y se apegó al control. Nick levantó el bate, giró el pomo y lanzó la puerta para abrirla con todas sus fuerzas.
—¡Aaaaghhh!
Un grupo de perros lo pasaron precipitadamente. Dos, cuatro, seis, ocho, una multitud de pelajes le rodearon las piernas, perros manchados, perros pequeños, perros grandes… todos ladrando y ondeando sus colas con sus lenguas colgando. El bate flotaba en el aire pero ellos nunca sintieron el peligro. Emocionados por ver a un humano a altas horas de la noche, todos llamaban su atención y querían jugar.
Por unos cuantos segundos, se convenció de que estaba teniendo un sueño, y que despertaría en su propia cama.
Entonces se dio cuenta de que la escena era real.
Cometería un asesinato.
Que involucraba a su esposa.
La habitación estaba en ruinas. Papeles hechos trizas volaban en todas direcciones. La lujosa alfombra estaba moteada con círculos líquidos que no lucían como agua. El relleno asomaba de un cojín del sofá. Su planta en maceta yacía ebriamente a un lado y un cachorro le daba con las patas a un montón de mugre. El Architectural Digest había sido mordisqueado y escupido.
Nick cerró los ojos. Contó hasta tres. Los abrió de nuevo.
Luego gritó el nombre de su esposa tan ruidosamente como pudo.
Justo en ese momento, la escuchó lanzarse escaleras abajo presa del pánico. Cuando vio el problema frente a ella, trató de retroceder pero estaba corriendo muy rápido. Sus pies descalzos patinaron en el piso y ella golpeó su cuerpo con toda su fuerza. Con una ráfaga de aire liberado de sus pulmones, ella se agarró a sus hombros para equilibrarse y lo miró al rostro.
Ella debió haberse dado cuenta del peligro en segundos. Esos bebés azules se ensancharon con puro miedo y ella se tambaleó hacia atrás con los brazos extendidos como si quisiera protegerse de un intruso. Nick apenas registró el movimiento. Estaba demasiado concentrado en entrecerrar los ojos a través de la bruma de color rojo que empañaba sus ojos.
Una pata peluda aterrizó justo en su entrepierna. Él la alejó y se las arregló para soltar un furioso susurro.
—¿Qué demonios está pasando?
Ella se contrajo de dolor.
—Nick, lo siento. No sabía qué hacer porque los del refugio llamaron y dijeron que estaban llenos y preguntaron si podía tener a algunos por una noche, y no pude decir que no, Nick, no podía o los habrían puesto a dormir porque la financiación es tan difícil para los refugios en la actualidad, pero sé que odias a los animales así que pensé que podrían pasar la noche tranquilos aquí y los llevaría a casa en la mañana.
—¿Pensaste que podías esconderme una habitación llena de perros? —Él trató desesperadamente de controlar su ira esta vez, en realidad lo hizo, pero sintió que su voz aumentaba. Entonces entendió por qué los hombres de las cavernas arrastraban a las mujeres por ahí por el cabello.
Él vio su rostro calibrar su reacción. Sus dientes alcanzaron su labio inferior, y ella hizo ese pequeño salto de una pierna a otra como si pensara realmente duro cómo explicar las cosas de una forma que no lo pusiera más furioso.
Un hueso extraviado cayó sobre su pie descalzo. Miró hacia abajo a una lengua colgando y una cola ondeando.
—Él quiere que lo lances.
La fulminó con la mirada.
—Sé lo que el maldito perro quiere, no soy idiota. Contrario a lo que podrías pensar de mí, es así. Usaste tu favor para mantenerme encerrado en el piso de arriba así no podría enterarme de esto. —Él captó su expresión de culpabilidad—. Eres una buena mentirosa, ______. Supongo que nunca supe cuán buena.
Ella dejó de encogerse, y se empujó en toda su estatura sobre sus pies descalzos.
—¡Tuve que mentir! ¡Estoy viviendo con una persona que odia a los animales, que preferiría ver a cachorros inocentes en la cámara de gas que ensuciar su casa!
Nick rechinó los dientes y maldijo.
—No trates de voltear esto sobre mí, mujer. Ni siquiera preguntaste, simplemente metiste a hurtadillas a un montón de perros en mi habitación de huéspedes. ¿Viste lo que le hicieron a mi casa? ¿Y dónde está mi colcha de punto anaranjada?
Ella echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido de frustración.
—¡Debí haber sabido que te importaban más tus estúpidas posesiones que una vida! Eres igual que el sujeto de Chitty Chitty Bang Bang… ¿recuerdas que él solía mantener encerrados a todos los niños para que la ciudad fuese limpia, ordenada y organizada? Que el Cielo no quisiera que todo no marchara exactamente del modo en que él quería. Mantengamos la vida ordenada. Asegurémonos de que la colcha de punto anaranjada no se arruine.
Su temperamento se balanceaba en el borde.
Luego se rompió.
Apretó los puños y dejó escapar un rugido, que les debió haber gustado a los perros porque todos comenzaron a aullar al mismo tiempo y saltaban alrededor de sus pies en un torbellino de pelusa, colas y patas.
—¿Chitty Chitty Bang Bang? Estás demente… necesitas ser encerrada en un manicomio. Me mientes, destruyes mi casa y luego me comparas con el villano de los niños, ¿todo porque no puedes ser una persona normal, aceptar tu responsabilidad y disculparte?
Se paró de puntillas y llegó directo a su rostro.
—Lo intenté pero estás siendo irrazonable.
Él se estiró y la agarró por la parte superior de sus brazos. Sus dedos se cerraron alrededor de algo sedoso y la sacudió ligeramente.
— ¿Irrazonable? ¿Irrazonable? ¡Es medianoche y estoy parado en una habitación llena de perros, hablando de una estúpida película!
—No es estúpida. ¿Por qué no podrías ser más como Ralph Kramden de Honeymooners? Seguro, él era gritón y desagradable, pero salvó todo el refugio de perros cuando descubrió que serían destruidos. ¿Por qué no puedes ser más humano?
—¿Ahora son los malditos Honeymooners? Eso es todo, he tenido suficiente. Vas a empacar a cada uno de esos perros y los llevarás de regreso al refugio en este momento, o que Dios me ayude, ______, ¡me desharé de ellos yo mismo!
—No lo haré.
—Lo harás.
—Oblígame.
—¿Qué te obligue? ¿Qué te obligue? —Sus dedos se enroscaron alrededor de una sedosa bola de tela satinada mientras luchaba por una pizca de
control. Cuando la niebla en su visión finalmente se aclaró, Nick parpadeó y miró hacia abajo.
Entonces se dio cuenta de que su esposa estaba desnuda. Su bata verde lima se había deslizado sobre sus hombros y ahora se abría por completo. El fajín se deslizó inadvertidamente hacia el suelo. Él esperaba captar un vistazo de algún negligé de encaje hecho para incitar la lujuria de un hombre. Consiguió mucho más.
Jesús, era perfecta.
Ninguna tela estropeaba las interminables curvas de cálida carne dorada. Sus pechos eran exuberantes y hechos para las manos de un hombre, sus pezones del color de una fresa madura que rogaban por la lengua de un hombre. Sus caderas formaban la antigua figura del reloj de arena en la que los artistas basaban sus fantasías en vez de los huesos afilados que dictaba la moda actual. Piernas larguísimas. Un trocito de bragas rojo brillante era lo único que obstaculizaba su vista.
Las palabras murieron en su garganta. Su respiración se detuvo, luego salió disparada hacia afuera como si lo hubiesen golpeado en las tripas. Ella arrugó el rostro para seguir gritando, pero se detuvo cuando notó el cambio en su expresión. Nick supo el momento en que se dio cuenta de que su bata se había caído. Supo cuando el conocimiento de que estaba desnuda la golpeó de lleno. Observó sus labios fruncirse en un pequeño círculo de horror justo antes de que la cordura la golpeara para hacerla estirarse por la bata.
Nick usó su lapso de tiempo de dos segundos para tomar una decisión.
Los dedos de ella comenzaron a tirar del material cuando él le bloqueó el movimiento, bajó la cabeza y le estampó la boca sobre la suya. La conmoción la mantuvo inmóvil y él usó ese tiempo a su favor. Un rápido movimiento le separó los gruesos labios y le permitió a él entrar… entrar a todos los femeninos rincones calientes y resbaladizos de su boca. Drogado por el sabor de ella, le rodeó la lengua con rápidas caricias urgentes, rogándole que se lo devolviera todo.
Y ella lo hizo.
A toda intensidad.
Como si una puerta firmemente cerrada se abriera por un fuerte puntapié, Nick casi escuchó la ruptura cuando el control de ambos se rompió. Ella abrió la boca y bebió, luego hizo sus propias demandas mientras un bajo gruñido de hambre escapaba de sus labios. La empujó con fuerza contra la pared y desafió cada embestida de su lengua, mientras los brazos de ella se envolvían alrededor de su cuello y su espalda se arqueaba. Sus pechos se inclinaron hacia arriba en una oferta completa. Su cabeza giraba a medida que su sabor inundaba sus sentidos. Sus manos cambiaron de posición para rodear sus pesados pechos, sus pulgares frotaron sus apretados pezones. Se volvió loco por la sensación, el sabor y la vista de ella. Una masa de perros se arremolinaba alrededor de sus tobillos, sus enloquecidos ladridos sólo un ruido secundario ante el rugido de su sangre.
Arrancó la boca de la de ella para hundir los dientes en la delicada línea de su cuello. Un estremecimiento sacudió el cuerpo de ella, y él pronunció un bajo murmullo de satisfacción a medida que se movía más abajo para darse un festín en sus pechos, con su lengua delicadamente lamiendo la punta, mordisqueando, mientras ella se retorcía contra la pared y lo instaba a seguir. Su boca se abrió sobre ella y se alimentó, succionando con fuerza su pezón color fresa mientras sus manos se deslizaban alrededor de su espalda para asir la curva de sus nalgas, forzando sus caderas hacia arriba para acunar la longitud de palpitante carne dura que rogaba por entrar.
—Nick, yo…
—No me digas que me detenga.
Él miró hacia arriba. Sus pechos estaban resbaladizos por su boca, sus pezones apretados y excitados por sus atenciones. Su vientre se estremecía. Labios hinchados se separaban, permitiendo que jadeantes respiraciones irregulares escaparan. Sus ojos se oscurecieron a un profundo azul ahogado cuando su mirada se trabó con la suya. Pasó un segundo mientras él esperaba. Un momento. Un siglo.
—No te detengas.
Ella jaló su cabeza y lo besó. Él devastó la carne de sus labios como si estuviese encarcelado y ella fuese su último sorbo de libertad, sintió que se hundía en las profundidades de su cuerpo hasta que…
—¡Policía!
El sonido de sirenas se abrió camino dentro del sensual mundo que ellos crearon. La puerta fue golpeada con la orden… las intermitentes alarmas rojas giraban en un torbellino de color a través de las ventanas y en el pasillo. El ladrido de los perros aumentó con la conmoción.
Él se tambaleó alejándose de ella como si saliera de un largo estupor. Ella parpadeó, luego con movimientos casi mecánicos alcanzó la bata. Nick volteó y se dirigió hacia la puerta, desactivó la alarma y dejó que su mano se detuviera en el pomo.
—¿Estás bien?
Ella se estremeció pero se las arregló para hablar.
—Sí.
Le abrió la puerta a un policía uniformado cuya expectación por problemas cambió a sospecha. Los ojos de drogado de Nick y su evidente excitación deben haber parecido sospechosos, porque el policía les echó un vistazo por el pasillo a la mujer en bata y a la multitud de perros alrededor de sus pies. Se enfundó el arma.
—Señor, usted reportó un robo con allanamiento de morada.
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