Buried Memories |ZM|

Colocó el hielo sobre su ceja izquierda, rezando para que la hinchazón bajase de una buena vez. El estúpido de Styles, luego de haberlo soltado, le había dado una buena paliza en el rostro. De milagro no le había sacado uno de los ojos o, peor, desviado la nariz.
Quería matarlo, destrozarlo lenta y tortuosamente hasta que rogara por clemencia. Se estaba portando como un loco psicópata, sí, pero el ruloso no podía tener a Coraline, ni siquiera merecía su atención. Ella era especial y debía estar con un verdadero hombre, alguien que la hiciese feliz todos los malditos días de su vida; no con un adolescente prematuro que se dedicaba a ligues de una noche.
– Chico malo, tú y yo tendremos una charla – la voz de Liam lo sacó de sus pensamientos.
Allí estaba, apoyado sobre el marco que limitaba la habitación del pasillo, tan tranquilo y relajado como siempre. Si había algo que le envidiaba a Payne, sin dudas, era su capacidad para mantener la calma en los momentos más desesperantes y críticos.
– No estoy de humor, Liam.
Era una advertencia: si iba a hablar acerca de lo sucedido hacía unas horas, entonces podía retirarse por donde había entrado. No iba a dejarle entrometerse en sus asuntos, no como lo hacía con los demás.
– Sí, bueno, lástima por ti.
– Vete.
– No hasta que me oigas.
No quería hacerlo. Se negaba a escuchar sus errores en boca de otros, no podía soportarlo. Primero Styles, luego Payne. ¿A alguien más le placía entrometerse en su vida?
Parecía que, en ese último tiempo, todos se veían con la libertad de hacerlo. Él era un joven bastante frío pero, con la llegada de Coraline, había comenzado a demostrar muchos sentimientos, causando sorpresa en sus amigos y dándoles, según creían, la libertad de hablar sobre ello.
– No tienes derecho a meterte en mi vida.
Apretó los puños, incapaz de seguir controlando la ira que se acumulaba en su interior. Quería pegarle, y eso estaba mal. Nunca se había creído de esos idiotas que iban por la vida golpeando a los demás con vagos pretextos, pero en aquel momento se sentía como uno de ellos.
– Estas arruinando la vida de esa pobre chica, Zayn.
Vio como el castaño intentaba acercarse, así que se apresuró a pararse. Fue un movimiento brusco, lleno de rabia. Sus mejillas tornaron de un suave color ceniza a un rojo furioso, y su cuerpo comenzó a temblar por completo.
– ¡Cállate!
– Zayn…
– ¡Tú no sabes nada! – escupió – ¡Nadie sabe nada!  
Llevó las manos hacia su rostro en un intento de canalizar su ira. La situación no le gustaba para nada. Hacía años que había podido superar sus ataques de pánico, le había costado mucho esfuerzo hacerlo y no quería que estos volvieran. Si lo hacían, todos aquellos recuerdos volverían también.
– Por favor, tan solo déjenme en paz.
Coraline no recordaba la última vez que se había sentido apenada por haber causado daño colateralmente. No todos los días se peleaban por ella, mucho menos dos sujetos del sexo opuesto. No estaba acostumbrada a ese tipo de atención sobre su persona y, en consecuencia, tampoco sabía que rumbo tomar luego de aquel episodio.
¿Debía hablar con Harry y con Zayn? ¿Tenía que hacerse la enojada y lanzarles un sermón? No lo sabía. Su cabeza no hacía más que dar vueltas y más vueltas, sin encontrar la solución más efectiva para abolir sus problemas. Creía estar a punto de volverse loca con tantos pensamientos yendo de allí para allá.
Tan solo de una cosa estaba completamente segura, y era de que los problemas recién estaban comenzando. El moreno había pulsado el interruptor que los mandaría a los dos directo al infierno, arrastrando a algunas cuantas víctimas con ellos.
Niall sería el primero, luego sus padres y tíos. Finalmente, «él»; pero para ese entonces ya sería demasiado tarde, y todos estarían cayendo en miseria así que no importaría demasiado.
– Cora, ¿Me estás escuchando? – el rubio agitó las manos cerca de su rostro, provocando su vuelta a la realidad.
– ¿Ah?
– No, no lo hacías.
– Lo siento.
Esbozó una pequeña y falsa sonrisa en sus labios. Su mente estaba muy lejos de allí, repasando lo que había pasado horas atrás; y por más que intentara volver a la realidad, sus pensamientos le hacían retroceder una y otra vez, impidiéndoselo.
Solo deseaba que alguien inventase una fórmula del tiempo para, así, poder impedir lo que había sucedido en la mañana.
– Tal vez deberías hablar con Zayn – comentó su primo.
Lo miró, preguntándose si había logrado volverlo loco. Desde su arribo en la gran ciudad, el moreno solo le había dirigido vagos saludos; y cada vez que estaban en la misma habitación, ni siquiera se miraban a los ojos. El malestar en su relación era de conocimiento público, ¿Por qué no lo sabría el rubio?
– Yo… Niall… – intentó buscar, dentro de su mente, alguna buena frase que no generara sospechas –. No creo que eso sea prudente.
– ¿Prudente?
– Sí, ya sabes. Debe estar enojado por la pelea y…
– Pero no puede estar enojado contigo, ¿Verdad? – le interrumpió – Tú no tienes nada que ver.
Apoyó la cabeza sobre sus rodillas, frustrada. La verdad es que no tenía una respuesta concreta para eso. El ojiazul creía que aquel par había discutido por una razón fuera de su control, mientras que ella sabía que tenía algo de culpa en ello. No era totalmente culpable, pero si parcialmente.
– Cora, ¿Hay algo que deba saber?
Sí, muchas cosas. Niall debía enterarse de lo que había pasado hacía años atrás: de Zayn, Greg y toda la mierda que había caído sobre sus hombros. Pero, ¿Cómo podía hacer para que las palabras salieran de su boca?
No quería arruinar la vida de una de las personas a las cuales más afecto tenía, y eso pulsaba el cierre de su garganta cada vez que se disponía a contar la verdad.
– Niall, no creo que…
Dos golpeteos resonaron sobre la pieza de su habitación. Cruzaron miradas, preguntándose silenciosamente si debían responder al llamado o simplemente dejarlo pasar. Pasaron unos cuantos segundos hasta que, finalmente, alguno de los dos se dignó a hablar.
– Pase.
Bajó su cabeza, incapaz de enfrentarse con quien había ingresado. Que fueran Liam o Louis implicaba que debía forzar una sonrisa en su rostro por los siguientes treinta minutos, hasta que se convencieran de que estaba bien y la dejaran en paz;  y si Harry ingresaba, significaba un discurso de arrepentimientos y disculpas que no tenía ganas de escuchar.
Lo que no se imaginaba, para su mala suerte, era que no escucharía ninguna de esas voces.
– Coraline, ¿Podemos hablar?
¿Zayn?