Buried Memories |ZM|

Coraline se sentó en uno de los taburetes de la cocina y, pacientemente, esperó a Styles y Malik se cansaran de discutir el uno con el otro. Si bien los dos habían prometido que iban a intentar llevarse mejor, al parecer los juramentos les importaban poco y nada puesto que era lo único que sabían hacer en esos últimos días. Si no era sobre desacuerdos acerca de documentos legales o trabajos de la universidad, se trataba de quién hacía tal tarea en el departamento o quién o no cumplía con sus deberes semanales.
– Me pregunto cuál de los dos abandonará la lucha primero – comentó Louis.
Ella, sin embargo, se preguntaba algo muy distinto. Su único objetivo era hacer las compras de una buena vez y regresar para escuchar música en su ipod, bien alejada del drama que circulaba en el departamento. Sabía que, por el espantoso clima que reinaba en la ciudad, necesitaba a alguno de ellos para que la acompañara hasta el almacén y la trajera de vuelta. Eso había sido lo que, hacía unos quince minutos, había solicitado; y, también, lo que seguía preguntándose, dado que el dúo dinámico no había hecho más que comenzar a pelear por quién sería su acompañante.
– Tu coche no es lo suficientemente bueno como para días como estos, Styles.
– ¡Sé manejar con nieve!
– Ah, ¿Sí? – el moreno se cruzó de brazos, dándole al ojiverde una pequeña sonrisa cargada de humor negro – ¿Y cuándo lo has hecho?
– ¿Y eso qué te importa?
– Estamos hablando de la seguridad de Coraline, claro que me importa.
Se llevó las manos a su cabeza, incapaz de soportar aquel teatro por mucho más. El ruloso no estaba más que cayendo en la trampa del Zayn, quien se encontraba deseoso de molestarlo. Mientras el primero estaba nervioso, el segundo brillaba de tranquilidad y sorna. Estaba bastante segura de quién iba a ser el que terminaría dando una gran pataleta producto de los nervios.
– ¿Alguien puede callarlos?
Niall, quien hasta entonces se había mantenido fuera de todo aquel espectáculo, masculló un sinfín de malas palabras acerca de los susodichos y se largó a su habitación, cerrando la puerta con una fuerza innecesaria y demostrando, así, el mal humor que poseía desde hacía unos cuantos días.
– ¿Quién será el maravilloso héroe que separará a estos dos bestias criminales? – Louis miró a Liam con una enorme y falsa sonrisa en su rostro, esperando a que picara el anzuelo.
El implicado negó con fastidio y, a continuación, clavó su puño contra la pequeña mesa de la cocina. El fuerte sonido provocó que la habitación se sumiera en un incómodo silencio, dando por pausada la pelea.
– Harry, tu hermana llamó para pedirte que la acompañes al médico – mintió el castaño, recibiendo un suspiro de frustración por parte del ojiverde. Una vez que éste último se fue de la sala para ir a buscar su celular, continuó: –. Zayn, ve y lleva a Cora al almacén, rápido.

Zayn aparcó el coche de Louis donde la morocha le solicitó, en frente del almacén requerido por ésta. Si bien él hacía las compras en uno mucho más completo y alejado del departamento, había decidido que iba a ser mejor no llevarle la contraria después de todo aquel espectáculo que había montado en la cocina hacía unos cuantos minutos. Se había comportado mal, sí, y no era la primera vez. Parecía que estaba destinado a cometer errores una y otra vez, incapaz de esquivar ni una sola oportunidad para molestar a Styles.
– ¿Qué venimos a comprar exactamente?
– Alimentos, principalmente – respondió Coraline, tomando uno de los canastos al ingresar al mercado. Luego comenzaron a caminar por los pasillos internos –. También algún artículo de limpieza para los baños.
– ¿Limpiarás los baños?
– Solo el mío, claro.
Frunció el ceño, mostrándose desconforme con su respuesta.
– ¿Y por qué eso?
– Cada uno puede preocuparse por el suyo. Sería un poco asqueroso que me internara en sus habitaciones.
– ¡No es verdad! Somos bastante limpios, ¿Sabes? – se defendió.
La morocha tomó un pote de salsa de tomate y lo llevó hacia el canasto, colocándolo arriba de la caja de fideos.
– No quise insultarte, lo siento.
Sus pies se estancaron en el lugar, incapaces de dar ni un solo paso más. ¿Realmente se estaba disculpando con él por algo tan estúpido como eso?
No pudo evitar preguntarse cuán sumisa se la había instruido para que se comportara de aquella manera. Se notaba a millas de distancias que cada vez que abría la boca temía equivocarse con sus palabras, demasiado temerosa como para actuar naturalmente.
– No puedes disculparte por ello.
Sus palabras fueron llevadas por el viento, puesto que Coraline ya no estaba allí.

Cogió unos cuantos productos lácteos de las neveras, tomando especial precaución en las fechas de caducidad de cada uno de ellos. Aun recordaba la vez que su hermana se había intoxicado con un yogurt pasado de fecha que su madre había olvidado de tirar a tiempo. Desde aquella a vez nunca había tomado ningún tipo de producto con leche que no estuviera en buenos términos o condiciones.
Zayn llegó poco después a su lado, bastante agitado y con una mueca de preocupación tallada en su rostro. Le dio una simple mirada para seguir con su compra, demasiado avergonzada como para preguntarle por qué se hallaba de ese modo.
– ¿Coraline?
– Ajá.
– ¿Crees que me ofendí por lo que dijiste?
Sus mejillas tomaron un color rojo intenso.
Rezó para que él no se diera cuenta de aquella acción tan infantil, impropia para una joven de su edad. Había algunas cosas que nunca cambiaban, como las desmedidas acciones que tenía cuando el moreno estaba cerca.
– Su… Supongo.
– ¿Estás nerviosa? ¿En serio? – preguntó burlón. Sus mejillas no tardaron en calentarse el doble –. Mierda, Cora, solías cerrar tan bien mi hocico en el pasado.
Había olvidado los buenos recuerdos de su infancia, aquellos que involucraban gritos y peleas en el lodo; meriendas cubiertas de pasto y amigos llenos de moretones. ¿Cómo podía haberlo hecho? ¿Por qué, cada vez que revolvía en su pasado, solo veía las partes malas y angustiosas?
Para su sorpresa, una pequeña sonrisa salió involuntariamente de sus labios.
– Era muy fácil hacerlo, la mayor parte del tiempo tan solo decías estupideces.
Él rió, sumergido en su propia burbuja de recuerdos felices compartidos.
– Lo peor era que creía tener razón siempre. A veces me pregunto cómo es que tú y Niall me soportaban.
Y la verdad era que ella tampoco lo sabía. El moreno había llegado a la familia de los Horan cuando tan solo tenía cuatro años, desnutrido y con un mal carácter producto de las malas pasadas que había tenido en la casa de sus padres biológicos. Nunca le habían contado bien la historia, pero había sufrido las consecuencias de ésta. Al principio, él no hacía más que propinar golpes y soltar rabietas cada vez que alguien se le acercaba. Solo con el tiempo habían aprendido a domarlo.
– Siempre fuiste muy callado – comentó, hablando más para ella que para él en sí –, pero desde chico sabías defenderte como ninguno de nosotros podía hacerlo. Sabías todo el repertorio de blasfemias y movimientos de boxeo.
– Supongo que tuve que aprender a hacerlo.
Lo miró, intentando descifrar sus palabras.
No se animaba a preguntar lo que tal vez no estaba dispuesta a escuchar. Sabía de antemano que la curiosidad mataba al gato y que no quería ni por asomo ser animal muerto. El conocimiento generaba responsabilidad, y toda responsabilidad tenía un peso enorme como consecuencia.
– ¿Malik?
Una hermosa y esbelta rubia se acercó a ellos. Llevaba un pequeño top color rosa chicle y unos jeans bien apretados, reluciendo sus bellos muslos. Su manera de caminar era sensual y poco rebuscada, como si estuviera acostumbrada a dar aquellos sexys pasos con frecuencia.
– Edwards.
La recién llegada le dio un gran beso en la mejilla al ojimiel, quien no le correspondió el saludo. Pudo ver, mientras cargaba lácteos al azar en su canasto, que los ojos de aquella muchacha se posaban directamente en el cuerpo de ella, escaneándola.
– ¿Haciendo las compras con una de tus amiguitas?
El corazón le dolió. ¿Cómo era que alguien podía pensar que ella era una más sin ni siquiera conocerla? No se vestía como una cualquiera, tampoco hablaba o se comportaba como una. Había pasado mucho tiempo tratando de creer que aquellas palabras eran mentira y no iba a dejar que esa arpía le tirara todo su proceso al piso.
– ¿Su amiguita?
– No sabe lo que dice, Cora. Tan solo déjela hablar que en algún momento se desvanecerá.
La rubia lo miró con furia.
Se preguntó si, en realidad, no era más que un fuerte despecho lo que le impulsaba a actuar de tal manera. Poco conocía a esa chica que se había presentado, pero vagamente recordaba las palabras de aquella cajera que le había atendido la vez anterior: “Grace, la dueña del lugar, ha traído a su nieta a trabajar aquí la semana pasada como cajera. Según lo que escuché, están intentando volverla al buen camino… Es solo un rumor, pero la chica del turno de la mañana me ha dicho que ha escuchado algo de drogas y sexo por dinero.”
– No recuerdo haberte dejado insatisfecho alguna vez como para que me trates de ese modo.
Sus sospechas fueron confirmadas demasiado pronto, provocándole una sensación de mareo dentro de su cabeza. ¿Realmente Zayn había caído tan bajo?
– Ese es el problema, Perrie – le escuchó decir –. Siempre me dejas insatisfecho, solo que no te das cuenta.
Y allí fue cuando realmente se sintió enferma.