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"Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
y los capitulos?aun estoy esperando por ellos
ferchu
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Holaa!!! habia estado tan ocupada q no tenia tiempo de acomodar, pero ya estoy en eso, aqui le dejo uno y en un rato pongo mas =)
Capítulo Tres
«Recuerda que eres Nick Jerry y no Nick Jonas. Un jornalero eventual, un hombre normal y corriente. No hagas ninguna tontería». Con ese pensamiento firmemente plantado en el centro de la mente, Nick respiró hondo y llamó a la puerta de la casa de los Braybourne, a las nueve menos cinco, exactamente. Necesitaba llevar su plan adelante, independientemente de la relación que pudiera llegar a entablar con ____ Bray¬bourne, aunque evitó deliberadamente examinar ese detalle por el momento. Aggie abrió la puerta.
—Hola, tú debes ser Nick. Bienvenido. Estoy encantada de que vayas a pasar una temporada con nosotros —dijo Aggie con una cálida sonrisa y tono alegre—. He oído hablar mucho de ti.
—Bueno, me temo que eso puede ser bueno o malo, dependiendo de con quién haya hablado.
—No te preocupes. Han sido todo elogios. Soy Agatha Braybourne —se presentó—. La mayoría de la gente me llama Aggie.
—Encantado, señora —dijo Nick dejándose lle¬var por el encanto sureño de aquella mujer. Acto seguido, le entregó un pequeño ramo de flores que llevaba escondido detrás de la espalda.
—Qué detalle tan seductor —bromeó Aggie—. Mira, ___, el regalo que me ha traído Nick.
Él vio cómo ____ se acercaba al vestíbulo. Es¬taba diferente, más deportiva, había sustituido el traje y los tacones por unos pantalones informales de color verde salvia y una camiseta de algodón sin mangas. A los ojos de Nick seguía resultando toda una preciosidad.
—Hola —murmuró él.
Los ojos de _____ se encendieron cuando vio el ramillete de flores que sostenía su madre.
—¿Flores? —preguntó.
—Ha sido muy amable por su parte acordarse de mí, ¿no te parece, _____?
—Encantador —contestó ella.
—¿Por qué no lo acompañas al comedor, cariño? Yo voy a poner estas flores en agua y a ver si tu pa¬dre está listo para cenar. Por cierto, espero que te guste el pollo frito, Nick —añadió Aggie mientras se alejaba.
—Me encanta —afirmó Nick.
—Estas flores me suenan —dijo ___—. Se pare¬cen mucho a las que crecen por detrás de los esta¬blos.
—¿De veras?
—Qué poco original. Cortar unas flores para allanar el camino hacia el corazón de mi madre —comentó ____ mientras lo conducía al come¬dor—. Ven, la cena ya está en la mesa.
Nick sonrió y siguió a _____ hasta una estancia espaciosa con ventanales del suelo al techo que permitían disfrutar de una vista magnífica sobre los jardines del patio trasero de la casa. Se sorprendió al ver antigüedades de caoba y plata. Era evidente que aunque en la actualidad el rancho Braybourne estuviera atravesando por una situa¬ción financiera delicada, en algún momento había tenido un pasado glorioso. Harden entró en ese momento y se sentó a la cabecera de la mesa, tan erguido como pudiera haber estado su propio pa¬dre en una situación semejante, pensó Nick. Aggie se sentó enfrente de él, creando un clima de agradable costumbre familiar.
—Señor —saludó Nick. —Siéntate, hijo mío, siéntate. Nick acercó una silla a ____ y después ocupó su asiento. Observó con deleite el despliegue de alimentos que cubría la mesa por completo.
—Todo esto tiene una pinta estupenda —dijo apreciativamente.
—Me alegro —contestó Aggie—. Harden, bendice la mesa, por favor —Inmediatamente después esco¬gió una fuente de pollo frito y se la acercó a Nick—. Ya hemos acabado con toda la ceremonia, así que lánzate sobre la comida y disfruta —le sugi¬rió Aggie.
Durante los siguientes tres cuartos de hora se dedicaron a comer pollo frito, guisantes, puré de patatas y diversos tipos de pan integral, mientras mantenían una conversación ligera y sin complica¬ciones. Nick gozó de la comida como si llevara tres semanas en ayunas. Finalmente, Aggie sirvió un pastel de crema coronado por una generosa dosis de chocolate rallado. ____ la seguía con una antigua cafetera de plata en la mano. Para alegría de Nick, Aggie le hizo entrega de un plato con una enorme porción de pastel mientras ____ le servía un café fuerte y aromático en una taza de porcelana china. Nick suspiró de satisfacción an¬tes de hundir su tenedor en el postre. Cuando lo saboreó, puso los ojos en blanco.
—Esto está exquisito, señora Braybourne.
—Aggie.
—Aggie.
—Me gustaría aceptar el cumplido, pero lo ha hecho _____. Es su receta especial.
—¿Especial?
—Sí —intervino _____—. Lo llamo pastel Bray¬bourne al whisky.
—Es el mejor dulce que he probado jamás. Yeso que he probado... —enmudeció antes de contar las especialidades de los diferentes cocineros que ha¬bían trabajado para él a lo largo de los años—. Quiero decir que es simplemente perfecto.
—¿Por qué te sorprende tanto? ¿Nadie te había dicho que soy una cocinera excepcional?
—Efectivamente —corroboró Harden—. Mi hija será una esposa perfecta...
—Papá —lo amonestó ____ con la mirada.
—Y, además, conozco al hombre perfecto —insis¬tió él.
—Papá, por favor —suplicó ____.
—Está tan excitado como un caballo de carreras en la línea de salida.
—Harden —terció Aggie—. Deja de bromear con ____ delante de Nick.
—No era una broma —rugió Harden.
—Pues debería serlo —se defendió _____.
Nick se aclaró la garganta para cambiar de tema.
—Aggie, he visto tu jardín desde la ventana. Mi madre se moriría de envidia.
—Llevo trabajando arduamente en ese jardín desde el día en que me casé —explicó Aggie, obvia¬mente complacida.
—Es muy hermoso.
—____, ¿por qué no sales un momento con Nick y le enseñas el jardín? —solicitó Aggie. —¿Qué? No. Prefiero no hacerlo.
—____, no respondas así a tu madre.
—Lo siento, mami.
—Vamos, _____ —dijo Nick para resolver la si¬tuación—. Demos un pequeño paseo para admirar las flores.
—Si no hay más remedio —contestó ella con re¬signación, levantándose de la mesa.
Salieron de la casa y la rodearon hasta llegar al patio trasero.
—Este es el jardín —dijo _____ con desgana abar¬cando con un ademán todo el entorno.
—Ya lo veo —contestó Nick riendo entre dien¬tes.
Estaba cayendo el sol y el jardín brillaba en si¬lencio a punto de sumergirse en la serenidad de la noche. Nick sintió cómo una paz inmensa se adueñaba de él. Recordó a su abuelo y los paseos que daban al anochecer por los bosques de Virgi¬nia. Lo echaba de menos.
Nick suspiró y se sentó en uno de los bancos de piedra, invitando a ____ para que tomara asiento junto a él, pero ella no hizo caso.
—¿Me tienes miedo? —preguntó él, alargando el brazo para rozar la mano de ella. Necesitaba que lo mirara, al fin y al cabo en los libros siempre se decía que los ojos no pueden ocultar la verdad. Él necesitaba saber si ella estaba interesada en él, aunque tratara de evitarlo.
—¿Miedo de ti? Ni lo sueñes —replicó _____ apar¬tando la mano después de haberse estremecido li¬geramente por el contacto y con una mirada os¬cura y misteriosa de color verde hierba. Se sentó junto a él.
—Haces unos postres increíbles —dijo Nick.
—Gracias. Me alegro de que te gustara.
—Hay muchas cosas que me gustan del rancho Braybourne —contestó él atrevidamente.
—¿Cómo qué? —preguntó _____ con labios tem¬blorosos.
—Bueno, el sitio, el trabajo y... la gente —al tiempo que hablaba, Nick se atrevió a acariciar el labio inferior de _____.
—No sé que es lo que pretendes, pero...
—No pretendo nada. Solo quiero hacerte saber que yo soy un hombre y tú una mujer, que la no¬che es preciosa...
—Aclaremos esto ahora mismo. No estoy intere¬sada en tener una relación contigo ni con nadie.
—Te apuesto lo que quieras a que soy capaz de hacerte cambiar de opinión —dijo él inclinándose hacia ella.
—¿Una apuesta? —dijo ella sorprendida, tra¬tando de aniquilarlo con la mirada.
—Me gusta jugar fuerte de vez en cuando. ¿Y a ti?
—Solo apuesto cuando estoy segura de ganar.
—Igual que yo.
—Conmigo no te va a servir de nada.
—¿Me desafías? —preguntó él besándola en la punta de la nariz.
—Tener relaciones con un subordinado puede resultar conflictivo.
—Y muy divertido, también —señaló Nick, dis¬frutando por primera vez en su vida de que al¬guien lo hubiera llamado «subordinado».
—Hay otras cosas en la vida aparte de la diver¬sión —contestó ella.
—¿Cómo qué?
—Están el amor, el honor...
—¿Quién habla de amor? Lo que yo pido es una relación apasionada entre dos adultos sanos du¬rante una temporada. Al fin y al cabo, yo pienso marcharme dentro de un mes.
—Razón de más para no dejarme atrapar por ti. Dedícate a cortejar a otra persona. A mí lo único que me interesa es entrenar a un campeón para volver a ganar carreras.
—Creo que podría ayudarte —aunque hacía años que no entrenaba a un caballo, siempre podría ha¬cer una llamada telefónica al entrenador de su rancho en busca de apoyo y consejo.
—Eso sí me interesaría. Quedan solo seis sema¬nas para la Copa Rosemont.
—Te propongo un trato: si soy capaz de ayudarte con el caballo, dejamos la puerta abierta para que yo intente conquistarte —dijo con toda la arrogan¬cia de que fue capaz.
—Trato hecho —aceptó ____ después de ha¬berlo pensado durante unos segundos—. Veamos de qué madera estás hecho, Nick Jerry.
Nick tomó una de las manos de ____, se la llevó a los labios y los presionó sobre el centro de la palma durante un instante. La miró a los ojos y descubrió que brillaban divertidos. Se inclinó so¬bre ella y le lamió el labio inferior.
—Ah —gimió ____.
Eso era todo lo que Nick necesitaba saber para seguir adelante. Lamió su labio superior y se estre¬meció cuando ella abrió poco a poco la boca para dejar paso a su lengua. Nick penetró esa boca con voracidad mientras le bajaba uno de los tirantes de la camiseta para acariciarle el hombro, luego des¬cendió la mano para cubrir con ella uno de sus volu¬minosos pechos y rozar ligeramente el pezón con el dedo pulgar. ___ echó la cabeza hacia atrás, se ar¬queó, presionó el masculino tórax con su busto en¬hiesto mientras rodeaba el masculino cuello con los brazos. Él la separó un poco de sí para frotarle am¬bos pezones por encima de la camiseta y ella soltó un pequeño sollozo de placer mientras hundía los dedos en el rizado cabello oscuro de él y atraía su ca¬beza para besarlo de nuevo. Nick estaba perdiendo el sentido y, de repente, se separó de ella.
—_____ si no paramos ahora mismo... —Ella se mantuvo en silencio durante un instante eterno—. ____, ¿te encuentras bien?
—Sí, claro —contestó ella secamente —. No quiero seguir con este juego. Digamos que nos hemos de¬jado llevar por nuestras hormonas por una vez, pero no volverá a repetirse.
—¿Por qué no? —preguntó Nick con el ceño fruncido. No estaba acostumbrado a sufrir el re¬chazo de una mujer.
—Quiero olvidarlo.
—No podrás. Cada vez que me veas recordarás haber estado gimiendo de placer entre mis brazos.
—Cariño, no me cabe duda de que eres un buen amante y... bueno, si no te hubieras detenido es¬toy segura de que lo habría pasado bien. Pero te detuviste y eso me ha permitido recobrar la cor¬dura. Has perdido la apuesta, Nick. Has inten¬tado conquistarme, pero te has quedado a medias. Eso es todo. Y, ahora, lo mejor es que los dos olvi¬demos este incidente.
—No pienso darme por vencido, _____ —le advir¬tió Nick exasperado mientras giraba en redondo para dirigirse hacia los establos.
_____ no pudo dormir en toda la noche, aun¬que tratara de evitarlo deseaba sentir el peso del cuerpo de Nick sobre el suyo. A las cuatro de la mañana, una hora antes del amanecer, se levantó y se dirigió hacia los establos. La ventana de Nick estaba a oscuras. «Pues claro, idiota», se dijo. «Está durmiendo tranquilamente, igual que deberías es¬tar haciendo tú». Se lamió los labios y pensó de nuevo en Nick. Ese hombre era tan salvaje como un semental y, al parecer, no tenía reparos en sal¬tarse a la torera todas las reglas básicas de la buena educación. Se preguntó si dormiría desnudo. Bos¬tezó, pero no podía volverse a la cama, estaba de¬masiado excitada, así que decidió empezar la jor¬nada de trabajo. Intentó no hacer ruido al abrir la puerta del establo y entró. Se deslizó con ligereza y aplomo hasta alcanzar el compartimiento de Lucky Hand, que estaba al lado del dormitorio de Nick. Tomó las riendas que estaban colgadas en un gan¬cho.
—Hola, amigo, ¿cómo estás? —le susurró al caba¬llo—. Venga, precioso, salúdame. Se qué tienes el temperamento de un campeón.
—Yo no contaría con ello a priori. —La voz de Nick la sorprendió de tal manera que se giró es¬pontáneamente golpeando la grupa del caballo. El semental le dio un empujón, malhumorado y nervioso—. Maldita sea, ten más cuidado —dijo Nick abriendo la puerta del establo para agarrar a ____ y alejarla del peligro. Ella soltó un hondo suspiro de alivio cuando él la atrajo hacia sí, pero se resistió con todas sus fuerzas a admitir la ayuda de un hombre. Ella se bastaba por sí sola.
—Mi único motivo de preocupación eres tú —puntualizó ella al recobrar el aliento.
—No lo creo. Es mucho peor caer debajo de los seiscientos kilos de un caballo inquieto.
—Lucky Hand no estaba inquieto. La situación es¬taba totalmente bajo control. Ese caballo y yo nos conocemos muy bien, jamás me haría ningún daño.
—Lo creeré cuando lo vea con mis propios ojos.
—Escucha, hay varías cosas que quiero dejar cla¬ras contigo y una de ellas es que no pienso de¬jarme manejar por un hombre. Si te necesito para algo, ya te avisaré.
—¿A qué tipo de necesidades te refieres, cariño? —bromeó él.
—Eres un egoísta inmaduro y maleducado. Te prohíbo que te burles de mí mientras trabajes en mi rancho.
—De acuerdo —aceptó él con una sonrisa—. Sé apreciar en lo que vale a una mujer valiente y em¬prendedora.
—No intentes engatusarme con tu encanto per¬sonal.
—Ah, ¿consideras que tengo encanto? —Supongo que la mayoría de la gente diría que sí.
—Tú, entre ellos —le recordó Nick—. Parece que tu caballo ya se ha calmado, pero me preocupas tú. ¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó él, solícito, recorriendo sus tenues ojeras con la punta de un dedo—. Pareces cansada. —No he podido dormir.
—Qué gracia, yo tampoco. ¿No hay la menor po¬sibilidad de que hayas estado pensando en mí? —Ninguna.
—Yo no he tenido tanta suerte. Cada vez que ce¬rraba los ojos me encontraba contigo en el pensa¬miento —dijo él bajando el dedo por la nariz de ella hasta acariciar sus labios.
—Preferiría no saberlo —contestó ella dispuesta a eludir la provocación sexual de sus palabras y sus caricias.
—He pasado toda la noche recordando nuestro abrazo en el jardín —explicó él rodeándola con los brazos.
—¿Eres siempre tan primitivo con las mujeres? —preguntó ella, desasiéndose. —Sí.
—Conmigo no te va a funcionar. —Eso está por ver —la avisó, inmovilizándola con¬tra la pared.
—Si no me sueltas ahora mismo, voy a darte un rodillazo en la entrepierna —lo amenazó.
—Eso me interesa —contestó él agarrando sus nalgas con fuerza y atrayéndola hacia sí para que ella pudiera sentir la presión de su excitación con¬tra su sexo—. En esta posición no creo que seas ca¬paz de poner en práctica tu amenaza. Estoy fuera de peligro.
—Fuera de peligro, ¿eh? —ella sabía que seguirle el juego era una tontería, pero había algo en ese hombre que despertaba sus instintos más primiti¬vos—. Entonces quizá haya llegado la hora de cam¬biar de actitud —_____ presionó sus labios contra los de él, a sabiendas de que jugaba con fuego, pero sin poder resistirse.
Él abrió la boca con apremio y sus lenguas se to¬caron en la punta y luego se entrelazaron disfru¬tando del húmedo y libidinoso contacto. El cuerpo de ____ se inundó de calor y sintió cómo su corazón golpeaba furiosamente contra su pe¬cho. Sabía que había sucumbido a la emoción en contra de toda sensatez, pero era imposible recha¬zar a un hombre que sabía internarse directa¬mente hasta lo más profundo de su sistema ner¬vioso y soltar una descarga eléctrica. Excitada, acarició el desnudo torso de Nick mientras este la levantaba en brazos, abría la puerta de la oficina y la metía dentro, para volver a sujetarla contra una pared. Los ojos verdes de _____ brillaban radian¬tes, su sexo estaba empapado y su cuerpo se estre¬mecía ligeramente cada pocos segundos. Aten¬diendo a un súbito impulso levantó las piernas y rodeó con ellas las caderas de Nick, en una postura de auténtica entrega. Nick la besó de nuevo. Había conocido todo tipo de mujeres, pero ella era diferente. Jamás había sentido esa mezcla de excitación y ternura. Se apoderó de él un senti¬miento extraño, que nunca había experimentado en sus relaciones anteriores: pensó en el honor. Su honor no le permitía seguir jugando con _____, al fin y al cabo solo iba a estar en el rancho durante un mes. No podía prometerle amor eterno.
—_____... —susurró él forzándola gentilmente a ponerse en pie.
—Lo sé —dijo ella con calma—. Soy una mujer práctica. No espero nada de ti en el futuro, pero me gusta resolver los problemas cuando se presen¬tan. Si existe una atracción sexual entre nosotros, lo mejor es que le demos rienda suelta para tran¬quilizarnos y poder pensar en otras cosas más im¬portantes. ¿Qué opinas?
—Si eso es lo que quieres... —contestó él aga¬rrando de nuevo sus nalgas y presionando su cuerpo contra él. El sexo puro y sin complicacio¬nes que ella le proponía le hizo abandonar sus in¬tenciones honorables. Al parecer, _____ solo era una niña mimada acostumbrada a conseguir in¬mediatamente lo que deseaba, sin pensar ni en el amor ni en el compromiso.
—Sí. Quiero exorcizar nuestro hechizo, como si fuéramos una yegua y un semental. Un buen mo¬mento sobre el heno y nada más.
—Lo del heno habrá que dejarlo para otra oca¬sión, porque ahora estamos en la oficina.
—No habrá otra ocasión. Vamos a librarnos de esta pesadilla de una vez por todas.
—En ese caso, no perdamos más tiempo —dijo él tumbándola sobre una enorme mesa de cedro. Apretó sus pechos y luego bajó las manos hasta la entrepierna de ella para acariciar ese valle.
—Hum, más —susurró ella arqueándose.
Él besó su garganta antes de quitarle la ropa. Sus pechos eran redondos, grandes, firmes y tur¬gentes. Su cuerpo, el de una diosa. Lamió y pe¬llizcó sus pezones y ella respondió rotando las ca¬deras y presionándolas sobre su erección. _____ hundió los dedos en el cabello de Nick y dejó que sus manos resbalaran por su cuerpo hasta alcanzar el primer botón de sus vaqueros, lo abrió e intro¬dujo una mano para acariciar su virilidad. Él gi¬mió.
De pronto, se oyó un estruendo en el exterior. A ____ se le heló la sangre en las venas.
—Parecen las puertas del establo —dijo Nick, volviendo a la realidad.
—Venga, Tater, tráelo hasta aquí —aulló Harden Braybourne.
____ consultó el reloj: las cinco de la mañana. Había empezado la jornada laboral en el rancho.
—Dios mío, no pueden encontrarme aquí des¬nuda y contigo —dijo ella vistiéndose rápida¬mente—. Voy a saltar por la ventana.
ahorita la sigo =)
Capítulo Tres
«Recuerda que eres Nick Jerry y no Nick Jonas. Un jornalero eventual, un hombre normal y corriente. No hagas ninguna tontería». Con ese pensamiento firmemente plantado en el centro de la mente, Nick respiró hondo y llamó a la puerta de la casa de los Braybourne, a las nueve menos cinco, exactamente. Necesitaba llevar su plan adelante, independientemente de la relación que pudiera llegar a entablar con ____ Bray¬bourne, aunque evitó deliberadamente examinar ese detalle por el momento. Aggie abrió la puerta.
—Hola, tú debes ser Nick. Bienvenido. Estoy encantada de que vayas a pasar una temporada con nosotros —dijo Aggie con una cálida sonrisa y tono alegre—. He oído hablar mucho de ti.
—Bueno, me temo que eso puede ser bueno o malo, dependiendo de con quién haya hablado.
—No te preocupes. Han sido todo elogios. Soy Agatha Braybourne —se presentó—. La mayoría de la gente me llama Aggie.
—Encantado, señora —dijo Nick dejándose lle¬var por el encanto sureño de aquella mujer. Acto seguido, le entregó un pequeño ramo de flores que llevaba escondido detrás de la espalda.
—Qué detalle tan seductor —bromeó Aggie—. Mira, ___, el regalo que me ha traído Nick.
Él vio cómo ____ se acercaba al vestíbulo. Es¬taba diferente, más deportiva, había sustituido el traje y los tacones por unos pantalones informales de color verde salvia y una camiseta de algodón sin mangas. A los ojos de Nick seguía resultando toda una preciosidad.
—Hola —murmuró él.
Los ojos de _____ se encendieron cuando vio el ramillete de flores que sostenía su madre.
—¿Flores? —preguntó.
—Ha sido muy amable por su parte acordarse de mí, ¿no te parece, _____?
—Encantador —contestó ella.
—¿Por qué no lo acompañas al comedor, cariño? Yo voy a poner estas flores en agua y a ver si tu pa¬dre está listo para cenar. Por cierto, espero que te guste el pollo frito, Nick —añadió Aggie mientras se alejaba.
—Me encanta —afirmó Nick.
—Estas flores me suenan —dijo ___—. Se pare¬cen mucho a las que crecen por detrás de los esta¬blos.
—¿De veras?
—Qué poco original. Cortar unas flores para allanar el camino hacia el corazón de mi madre —comentó ____ mientras lo conducía al come¬dor—. Ven, la cena ya está en la mesa.
Nick sonrió y siguió a _____ hasta una estancia espaciosa con ventanales del suelo al techo que permitían disfrutar de una vista magnífica sobre los jardines del patio trasero de la casa. Se sorprendió al ver antigüedades de caoba y plata. Era evidente que aunque en la actualidad el rancho Braybourne estuviera atravesando por una situa¬ción financiera delicada, en algún momento había tenido un pasado glorioso. Harden entró en ese momento y se sentó a la cabecera de la mesa, tan erguido como pudiera haber estado su propio pa¬dre en una situación semejante, pensó Nick. Aggie se sentó enfrente de él, creando un clima de agradable costumbre familiar.
—Señor —saludó Nick. —Siéntate, hijo mío, siéntate. Nick acercó una silla a ____ y después ocupó su asiento. Observó con deleite el despliegue de alimentos que cubría la mesa por completo.
—Todo esto tiene una pinta estupenda —dijo apreciativamente.
—Me alegro —contestó Aggie—. Harden, bendice la mesa, por favor —Inmediatamente después esco¬gió una fuente de pollo frito y se la acercó a Nick—. Ya hemos acabado con toda la ceremonia, así que lánzate sobre la comida y disfruta —le sugi¬rió Aggie.
Durante los siguientes tres cuartos de hora se dedicaron a comer pollo frito, guisantes, puré de patatas y diversos tipos de pan integral, mientras mantenían una conversación ligera y sin complica¬ciones. Nick gozó de la comida como si llevara tres semanas en ayunas. Finalmente, Aggie sirvió un pastel de crema coronado por una generosa dosis de chocolate rallado. ____ la seguía con una antigua cafetera de plata en la mano. Para alegría de Nick, Aggie le hizo entrega de un plato con una enorme porción de pastel mientras ____ le servía un café fuerte y aromático en una taza de porcelana china. Nick suspiró de satisfacción an¬tes de hundir su tenedor en el postre. Cuando lo saboreó, puso los ojos en blanco.
—Esto está exquisito, señora Braybourne.
—Aggie.
—Aggie.
—Me gustaría aceptar el cumplido, pero lo ha hecho _____. Es su receta especial.
—¿Especial?
—Sí —intervino _____—. Lo llamo pastel Bray¬bourne al whisky.
—Es el mejor dulce que he probado jamás. Yeso que he probado... —enmudeció antes de contar las especialidades de los diferentes cocineros que ha¬bían trabajado para él a lo largo de los años—. Quiero decir que es simplemente perfecto.
—¿Por qué te sorprende tanto? ¿Nadie te había dicho que soy una cocinera excepcional?
—Efectivamente —corroboró Harden—. Mi hija será una esposa perfecta...
—Papá —lo amonestó ____ con la mirada.
—Y, además, conozco al hombre perfecto —insis¬tió él.
—Papá, por favor —suplicó ____.
—Está tan excitado como un caballo de carreras en la línea de salida.
—Harden —terció Aggie—. Deja de bromear con ____ delante de Nick.
—No era una broma —rugió Harden.
—Pues debería serlo —se defendió _____.
Nick se aclaró la garganta para cambiar de tema.
—Aggie, he visto tu jardín desde la ventana. Mi madre se moriría de envidia.
—Llevo trabajando arduamente en ese jardín desde el día en que me casé —explicó Aggie, obvia¬mente complacida.
—Es muy hermoso.
—____, ¿por qué no sales un momento con Nick y le enseñas el jardín? —solicitó Aggie. —¿Qué? No. Prefiero no hacerlo.
—____, no respondas así a tu madre.
—Lo siento, mami.
—Vamos, _____ —dijo Nick para resolver la si¬tuación—. Demos un pequeño paseo para admirar las flores.
—Si no hay más remedio —contestó ella con re¬signación, levantándose de la mesa.
Salieron de la casa y la rodearon hasta llegar al patio trasero.
—Este es el jardín —dijo _____ con desgana abar¬cando con un ademán todo el entorno.
—Ya lo veo —contestó Nick riendo entre dien¬tes.
Estaba cayendo el sol y el jardín brillaba en si¬lencio a punto de sumergirse en la serenidad de la noche. Nick sintió cómo una paz inmensa se adueñaba de él. Recordó a su abuelo y los paseos que daban al anochecer por los bosques de Virgi¬nia. Lo echaba de menos.
Nick suspiró y se sentó en uno de los bancos de piedra, invitando a ____ para que tomara asiento junto a él, pero ella no hizo caso.
—¿Me tienes miedo? —preguntó él, alargando el brazo para rozar la mano de ella. Necesitaba que lo mirara, al fin y al cabo en los libros siempre se decía que los ojos no pueden ocultar la verdad. Él necesitaba saber si ella estaba interesada en él, aunque tratara de evitarlo.
—¿Miedo de ti? Ni lo sueñes —replicó _____ apar¬tando la mano después de haberse estremecido li¬geramente por el contacto y con una mirada os¬cura y misteriosa de color verde hierba. Se sentó junto a él.
—Haces unos postres increíbles —dijo Nick.
—Gracias. Me alegro de que te gustara.
—Hay muchas cosas que me gustan del rancho Braybourne —contestó él atrevidamente.
—¿Cómo qué? —preguntó _____ con labios tem¬blorosos.
—Bueno, el sitio, el trabajo y... la gente —al tiempo que hablaba, Nick se atrevió a acariciar el labio inferior de _____.
—No sé que es lo que pretendes, pero...
—No pretendo nada. Solo quiero hacerte saber que yo soy un hombre y tú una mujer, que la no¬che es preciosa...
—Aclaremos esto ahora mismo. No estoy intere¬sada en tener una relación contigo ni con nadie.
—Te apuesto lo que quieras a que soy capaz de hacerte cambiar de opinión —dijo él inclinándose hacia ella.
—¿Una apuesta? —dijo ella sorprendida, tra¬tando de aniquilarlo con la mirada.
—Me gusta jugar fuerte de vez en cuando. ¿Y a ti?
—Solo apuesto cuando estoy segura de ganar.
—Igual que yo.
—Conmigo no te va a servir de nada.
—¿Me desafías? —preguntó él besándola en la punta de la nariz.
—Tener relaciones con un subordinado puede resultar conflictivo.
—Y muy divertido, también —señaló Nick, dis¬frutando por primera vez en su vida de que al¬guien lo hubiera llamado «subordinado».
—Hay otras cosas en la vida aparte de la diver¬sión —contestó ella.
—¿Cómo qué?
—Están el amor, el honor...
—¿Quién habla de amor? Lo que yo pido es una relación apasionada entre dos adultos sanos du¬rante una temporada. Al fin y al cabo, yo pienso marcharme dentro de un mes.
—Razón de más para no dejarme atrapar por ti. Dedícate a cortejar a otra persona. A mí lo único que me interesa es entrenar a un campeón para volver a ganar carreras.
—Creo que podría ayudarte —aunque hacía años que no entrenaba a un caballo, siempre podría ha¬cer una llamada telefónica al entrenador de su rancho en busca de apoyo y consejo.
—Eso sí me interesaría. Quedan solo seis sema¬nas para la Copa Rosemont.
—Te propongo un trato: si soy capaz de ayudarte con el caballo, dejamos la puerta abierta para que yo intente conquistarte —dijo con toda la arrogan¬cia de que fue capaz.
—Trato hecho —aceptó ____ después de ha¬berlo pensado durante unos segundos—. Veamos de qué madera estás hecho, Nick Jerry.
Nick tomó una de las manos de ____, se la llevó a los labios y los presionó sobre el centro de la palma durante un instante. La miró a los ojos y descubrió que brillaban divertidos. Se inclinó so¬bre ella y le lamió el labio inferior.
—Ah —gimió ____.
Eso era todo lo que Nick necesitaba saber para seguir adelante. Lamió su labio superior y se estre¬meció cuando ella abrió poco a poco la boca para dejar paso a su lengua. Nick penetró esa boca con voracidad mientras le bajaba uno de los tirantes de la camiseta para acariciarle el hombro, luego des¬cendió la mano para cubrir con ella uno de sus volu¬minosos pechos y rozar ligeramente el pezón con el dedo pulgar. ___ echó la cabeza hacia atrás, se ar¬queó, presionó el masculino tórax con su busto en¬hiesto mientras rodeaba el masculino cuello con los brazos. Él la separó un poco de sí para frotarle am¬bos pezones por encima de la camiseta y ella soltó un pequeño sollozo de placer mientras hundía los dedos en el rizado cabello oscuro de él y atraía su ca¬beza para besarlo de nuevo. Nick estaba perdiendo el sentido y, de repente, se separó de ella.
—_____ si no paramos ahora mismo... —Ella se mantuvo en silencio durante un instante eterno—. ____, ¿te encuentras bien?
—Sí, claro —contestó ella secamente —. No quiero seguir con este juego. Digamos que nos hemos de¬jado llevar por nuestras hormonas por una vez, pero no volverá a repetirse.
—¿Por qué no? —preguntó Nick con el ceño fruncido. No estaba acostumbrado a sufrir el re¬chazo de una mujer.
—Quiero olvidarlo.
—No podrás. Cada vez que me veas recordarás haber estado gimiendo de placer entre mis brazos.
—Cariño, no me cabe duda de que eres un buen amante y... bueno, si no te hubieras detenido es¬toy segura de que lo habría pasado bien. Pero te detuviste y eso me ha permitido recobrar la cor¬dura. Has perdido la apuesta, Nick. Has inten¬tado conquistarme, pero te has quedado a medias. Eso es todo. Y, ahora, lo mejor es que los dos olvi¬demos este incidente.
—No pienso darme por vencido, _____ —le advir¬tió Nick exasperado mientras giraba en redondo para dirigirse hacia los establos.
_____ no pudo dormir en toda la noche, aun¬que tratara de evitarlo deseaba sentir el peso del cuerpo de Nick sobre el suyo. A las cuatro de la mañana, una hora antes del amanecer, se levantó y se dirigió hacia los establos. La ventana de Nick estaba a oscuras. «Pues claro, idiota», se dijo. «Está durmiendo tranquilamente, igual que deberías es¬tar haciendo tú». Se lamió los labios y pensó de nuevo en Nick. Ese hombre era tan salvaje como un semental y, al parecer, no tenía reparos en sal¬tarse a la torera todas las reglas básicas de la buena educación. Se preguntó si dormiría desnudo. Bos¬tezó, pero no podía volverse a la cama, estaba de¬masiado excitada, así que decidió empezar la jor¬nada de trabajo. Intentó no hacer ruido al abrir la puerta del establo y entró. Se deslizó con ligereza y aplomo hasta alcanzar el compartimiento de Lucky Hand, que estaba al lado del dormitorio de Nick. Tomó las riendas que estaban colgadas en un gan¬cho.
—Hola, amigo, ¿cómo estás? —le susurró al caba¬llo—. Venga, precioso, salúdame. Se qué tienes el temperamento de un campeón.
—Yo no contaría con ello a priori. —La voz de Nick la sorprendió de tal manera que se giró es¬pontáneamente golpeando la grupa del caballo. El semental le dio un empujón, malhumorado y nervioso—. Maldita sea, ten más cuidado —dijo Nick abriendo la puerta del establo para agarrar a ____ y alejarla del peligro. Ella soltó un hondo suspiro de alivio cuando él la atrajo hacia sí, pero se resistió con todas sus fuerzas a admitir la ayuda de un hombre. Ella se bastaba por sí sola.
—Mi único motivo de preocupación eres tú —puntualizó ella al recobrar el aliento.
—No lo creo. Es mucho peor caer debajo de los seiscientos kilos de un caballo inquieto.
—Lucky Hand no estaba inquieto. La situación es¬taba totalmente bajo control. Ese caballo y yo nos conocemos muy bien, jamás me haría ningún daño.
—Lo creeré cuando lo vea con mis propios ojos.
—Escucha, hay varías cosas que quiero dejar cla¬ras contigo y una de ellas es que no pienso de¬jarme manejar por un hombre. Si te necesito para algo, ya te avisaré.
—¿A qué tipo de necesidades te refieres, cariño? —bromeó él.
—Eres un egoísta inmaduro y maleducado. Te prohíbo que te burles de mí mientras trabajes en mi rancho.
—De acuerdo —aceptó él con una sonrisa—. Sé apreciar en lo que vale a una mujer valiente y em¬prendedora.
—No intentes engatusarme con tu encanto per¬sonal.
—Ah, ¿consideras que tengo encanto? —Supongo que la mayoría de la gente diría que sí.
—Tú, entre ellos —le recordó Nick—. Parece que tu caballo ya se ha calmado, pero me preocupas tú. ¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó él, solícito, recorriendo sus tenues ojeras con la punta de un dedo—. Pareces cansada. —No he podido dormir.
—Qué gracia, yo tampoco. ¿No hay la menor po¬sibilidad de que hayas estado pensando en mí? —Ninguna.
—Yo no he tenido tanta suerte. Cada vez que ce¬rraba los ojos me encontraba contigo en el pensa¬miento —dijo él bajando el dedo por la nariz de ella hasta acariciar sus labios.
—Preferiría no saberlo —contestó ella dispuesta a eludir la provocación sexual de sus palabras y sus caricias.
—He pasado toda la noche recordando nuestro abrazo en el jardín —explicó él rodeándola con los brazos.
—¿Eres siempre tan primitivo con las mujeres? —preguntó ella, desasiéndose. —Sí.
—Conmigo no te va a funcionar. —Eso está por ver —la avisó, inmovilizándola con¬tra la pared.
—Si no me sueltas ahora mismo, voy a darte un rodillazo en la entrepierna —lo amenazó.
—Eso me interesa —contestó él agarrando sus nalgas con fuerza y atrayéndola hacia sí para que ella pudiera sentir la presión de su excitación con¬tra su sexo—. En esta posición no creo que seas ca¬paz de poner en práctica tu amenaza. Estoy fuera de peligro.
—Fuera de peligro, ¿eh? —ella sabía que seguirle el juego era una tontería, pero había algo en ese hombre que despertaba sus instintos más primiti¬vos—. Entonces quizá haya llegado la hora de cam¬biar de actitud —_____ presionó sus labios contra los de él, a sabiendas de que jugaba con fuego, pero sin poder resistirse.
Él abrió la boca con apremio y sus lenguas se to¬caron en la punta y luego se entrelazaron disfru¬tando del húmedo y libidinoso contacto. El cuerpo de ____ se inundó de calor y sintió cómo su corazón golpeaba furiosamente contra su pe¬cho. Sabía que había sucumbido a la emoción en contra de toda sensatez, pero era imposible recha¬zar a un hombre que sabía internarse directa¬mente hasta lo más profundo de su sistema ner¬vioso y soltar una descarga eléctrica. Excitada, acarició el desnudo torso de Nick mientras este la levantaba en brazos, abría la puerta de la oficina y la metía dentro, para volver a sujetarla contra una pared. Los ojos verdes de _____ brillaban radian¬tes, su sexo estaba empapado y su cuerpo se estre¬mecía ligeramente cada pocos segundos. Aten¬diendo a un súbito impulso levantó las piernas y rodeó con ellas las caderas de Nick, en una postura de auténtica entrega. Nick la besó de nuevo. Había conocido todo tipo de mujeres, pero ella era diferente. Jamás había sentido esa mezcla de excitación y ternura. Se apoderó de él un senti¬miento extraño, que nunca había experimentado en sus relaciones anteriores: pensó en el honor. Su honor no le permitía seguir jugando con _____, al fin y al cabo solo iba a estar en el rancho durante un mes. No podía prometerle amor eterno.
—_____... —susurró él forzándola gentilmente a ponerse en pie.
—Lo sé —dijo ella con calma—. Soy una mujer práctica. No espero nada de ti en el futuro, pero me gusta resolver los problemas cuando se presen¬tan. Si existe una atracción sexual entre nosotros, lo mejor es que le demos rienda suelta para tran¬quilizarnos y poder pensar en otras cosas más im¬portantes. ¿Qué opinas?
—Si eso es lo que quieres... —contestó él aga¬rrando de nuevo sus nalgas y presionando su cuerpo contra él. El sexo puro y sin complicacio¬nes que ella le proponía le hizo abandonar sus in¬tenciones honorables. Al parecer, _____ solo era una niña mimada acostumbrada a conseguir in¬mediatamente lo que deseaba, sin pensar ni en el amor ni en el compromiso.
—Sí. Quiero exorcizar nuestro hechizo, como si fuéramos una yegua y un semental. Un buen mo¬mento sobre el heno y nada más.
—Lo del heno habrá que dejarlo para otra oca¬sión, porque ahora estamos en la oficina.
—No habrá otra ocasión. Vamos a librarnos de esta pesadilla de una vez por todas.
—En ese caso, no perdamos más tiempo —dijo él tumbándola sobre una enorme mesa de cedro. Apretó sus pechos y luego bajó las manos hasta la entrepierna de ella para acariciar ese valle.
—Hum, más —susurró ella arqueándose.
Él besó su garganta antes de quitarle la ropa. Sus pechos eran redondos, grandes, firmes y tur¬gentes. Su cuerpo, el de una diosa. Lamió y pe¬llizcó sus pezones y ella respondió rotando las ca¬deras y presionándolas sobre su erección. _____ hundió los dedos en el cabello de Nick y dejó que sus manos resbalaran por su cuerpo hasta alcanzar el primer botón de sus vaqueros, lo abrió e intro¬dujo una mano para acariciar su virilidad. Él gi¬mió.
De pronto, se oyó un estruendo en el exterior. A ____ se le heló la sangre en las venas.
—Parecen las puertas del establo —dijo Nick, volviendo a la realidad.
—Venga, Tater, tráelo hasta aquí —aulló Harden Braybourne.
____ consultó el reloj: las cinco de la mañana. Había empezado la jornada laboral en el rancho.
—Dios mío, no pueden encontrarme aquí des¬nuda y contigo —dijo ella vistiéndose rápida¬mente—. Voy a saltar por la ventana.
ahorita la sigo =)
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Noooooooooooo
Siguelaaaaa o te matoooooo
Siguelaaaaa o te matoooooo
Faby Evans Jonas
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Capítulo Cuatro
______ evitó cuidadosamente aplastar el seto de caléndulas que su madre había plantado debajo de la ventana. El siguiente problema era lograr que su rostro adoptara una expresión normal que no delatara su travesura sexual delante de los de¬más. Se veía capaz de mirar a su padre o incluso a Tater, pero... ¿qué pasaría cuando volviera a en¬contrarse con Nick en presencia de otras perso¬nas? Se sonrojó. No sentía vergüenza por la expe¬riencia que había compartido con él. Después de todo, su madre tenía razón, la gente que vivía en un rancho estaba acostumbrada a ver animales en celo todos los días, acoplándose y cumpliendo ur¬gentemente con sus instintos carnales más básicos. Ese simple pensamiento le aceleró el corazón, sin¬tió cómo su cuerpo se humedecía ligeramente en¬tre los muslos mientras sus caderas se estremecían involuntariamente. Dios santo, estaba lista de nuevo para que un hombre la tomara. Pero no cualquier hombre... tenía que ser Nick. El to¬rrente de virilidad que emanaba de ese hombre la tenía cautivada. Sin embargo, no podía dejarse lle¬var por las emociones, no quería que Nick fuera consciente del poder que tenía sobre ella y, ade¬más, tenía mucho trabajo. Observó cómo la mañana se llenaba de color a medida que se alzaba el sol en el horizonte. Rodeó los establos y llegó hasta la puerta de entrada, donde se encontró con la mirada inquisitiva de Tater. ¿La habría visto sal¬tar por la ventana? Esperó que no.
—¿Qué pasa, _____? —preguntó Tater—. Tienes la misma mirada de culpabilidad que aquel día en que te llevaste todas las botas de montar de tu pa¬dre a una subasta pública.
—Eso te lo acabas de inventar, Tater —dijo acer¬cándose a él con cierta precaución—. Si hubiera sido verdad, mi padre me hubiera dado una buena tunda de azotes.
—No lo hizo porque jamás llegó a enterarse. Me traje las botas de vuelta antes de que se acabara la subasta. ¿Y bien, qué pasa?
_______ agradeció las palabras de Tater. Siempre había estado dispuesto a rescatarla cuando se me¬tía en un lío. Más que un empleado, se compor¬taba como un tío abuelo, con todo el cariño que ello llevaba consigo. Al fin y al cabo, la familia O'Neill había estado vinculada a la familia Braybourne desde que se fundó el rancho. Sin em¬bargo, tenía que darle una respuesta convincente si quería evitar que él intuyera la verdad.
—No es culpabilidad, Tater. Es la mirada que tengo cuando pienso. Estaba pensando en Lucky Hand, quiero ganar la Copa Rosemont.
—¿Estás loca? Nunca he visto a un caballo tan asilvestrado.
—Eso es consecuencia de un mal adiestramiento a edad temprana. Pero estoy haciendo muchos progresos y ya corre muy bien.
—Sí, pero un caballo ganador tiene que correr bien cuando su jinete se lo pida, no cuando a él le parezca oportuno —advirtió Tater.
—Vamos a verlo, ya verás como me obedece —dijo _____ entrando en los establos con Tater—. Nick seguía allí, con el torso desnudo, charlando y bromeando amigablemente con su padre sin mostrar el menor atisbo de nerviosismo.
—Hola, preciosa. ¿Vienes a prepararme el café? —preguntó Harden.
—Eres desesperante, papá. Puedes hacerte el café tú mismo —dijo _____ para que su puesto en el rancho no quedara reducido al de una simple criada ante los ojos de Nick
—Claro que sí, pero el tuyo sabe mucho mejor —contestó su padre de buen humor.
—No intentes engañarme con tus piropos. Puede que te sirva de algo con mamá, pero no conmigo.
—Demonios, tu madre tampoco me hace el me¬nor caso, ya lo sabes —se quejó Harden.
—Eso pasa con todas las mujeres —terció Nick—. Siempre nos llevan la contraria para que perda¬mos la calma y quedemos a su merced.
—Es verdad, hijo, es verdad. —Nadie te ha pedido tu opinión, Nick—le es¬petó _____ directamente a la cara.
—Debes tener cuidado, muchacho, mi hija se convierte en un barril de pólvora con la mecha en¬cendida cuando pierde los estribos.
—No lo dudo —dijo Nick mirándola con intensi¬dad. _____ se quedó boquiabierta al ver la amplia sonrisa de complicidad sexual con que fue obsequiada. Cualquiera que estuviera presente podría darse cuenta de su significado. Deseó matarlo.
—¿La nueva moda de los capataces consiste en llevar el torso desnudo? —preguntó para distraer la atención de su padre.
—Nick oyó un ruido extraño y salió a investigar. Puede haber sido ese mapache que nos visita de vez en cuando... —se adelantó su padre a explicar.
—¿El mapache? —preguntó Tater con suspicacia mirando primero a Nick y luego a _____. Nick se sonrojó ligeramente y fijó la vista sobre Harden con el fin de evitar la advertencia que reflejaban los ojos de Tater. Evidentemente, el anciano había atesorado un gran conocimiento sobre la vida y sospechaba algo. Sin embargo parecía dispuesto a dejar que _____ se divirtiera, siempre que nadie hiriera sus sentimientos. Era natural que se produ¬jera una corriente de atracción entre dos jóvenes lozanos.
—Si me perdonan, voy a vestirme —dijo Nick aprovechando el momento de silencio.
—Yo iré a hacer el café, papá —anunció ____ en¬trando en la oficina.
—Te acompaño. Quiero hablar contigo. Acabo de estar con Tater en el rancho de los Thomas y, créeme, nunca he visto a un hombre tan enamo¬rado como John Tom. Estaba fuera de sus cabales.
—Se me ocurre que podría ir al médico para ver si existe un antídoto —bromeó _____ antes de alzar la barbilla con determinación—. Escucha, papá, John Tom Thomas no me interesa. Espero que lo entiendas. —Aunque el día anterior hubiera tenido sus dudas sobre John Tom, Nick las había despejado por completo esa mañana. Ella necesitaba un hombre que pudiera hacerla temblar de arriba abajo.
—A mí sí me parece una buena idea —insistió su padre.
—No lo es —contestó ella secamente.
—Solo quiero lo mejor para ti, corazón.
—Lo sé, pero en este asunto no estamos de acuerdo. ¿Tú qué opinas, Tater?
—Bueno, no es asunto mío —dijo Tater, mirando intencionadamente hacia la habitación de Nick—, pero creo que podríais hacer una buena pareja.
—No me puedo creer lo que estoy oyendo.
Tater se encogió de hombros y salió al exterior para empezar a descargar un camión de heno.
—Sé que pones toda tu buena intención, papi, pero no puedes contar con que todo el mundo haga lo que tú quieras —dijo ____.
—El mundo se ve de forma diferente cuando se cumplen tantos años como yo tengo —contestó su padre—, los jóvenes pensáis más en la aventura y la diversión, pero los mayores nos preocupamos por la estabilidad familiar y por dejar una herencia sa¬neada.
—Lo entiendo, pero no sé por qué quieres que me case con John Tom. Podemos salir adelante nosotros solos, como siempre hemos hecho —re¬puso _____ a modo de conclusión—. Estaré con Lucky Hand si me necesitas para algo —añadió adentrándose en los establos.
Nick había desaparecido y Tater también, por lo que _____ pudo disfrutar de unos momentos de soledad junto a sus queridos animales. Se acercó a Lucky Hand, que sacó la cabeza por encima del portón y resopló para llamar su atención. Ella son¬rió. Todo volvía a ser como antes de que llegara Nick Ese caballo negro era el rey de la cuadra y ella solo su más humilde servidora. Se puso manos a la obra, había que reponer el forraje y rellenar la pila de agua. Mientras el caballo masticaba con fruición, ella tomó un rastrillo para adecentar el establo. Después, se deleitó cepillando a concien¬cia el pelaje negro de su caballo favorito hasta que brilló como el ébano. Nick y Tater estaban des¬cargando el camión de heno, pero no les prestó atención. Había logrado concentrarse en el tra¬bajo, aunque algo dentro de ella le decía que Nick volvería a aparecer de un momento a otro.
—¿Tienes hambre? Te he traído una taza de café y una galleta. He pensado que necesitarías repo¬ner fuerzas después de la intensa actividad de esta mañana —dijo Nick apareciendo de pronto sin hacer ruido y confirmando así la intuición de ____—. Este caballo es precioso.
Ella soltó el cepillo y tomó la taza de café y la galleta. No cabía duda de que el hombre era per¬severante.
—Sí, eso mismo pienso yo y creo que él lo sabe.
—En efecto, parece haber un montón de hor¬monas masculinas por esta zona —bromeó él.
—Nick, no empieces de nuevo. Te dije que no habría una segunda oportunidad...
Él puso un dedo sobre sus labios para silen¬ciarla y se acercó tanto que ella pudo sentir el ca¬lor que emanaba de su cuerpo.
—No pienses que la cosa se acaba aquí, ____, eso es imposible. Mi boca rezuma tu sabor, tu olor me invade y mis dedos aún sienten el tacto de tu piel. Habrá una segunda vez y una tercera, así que mejor será que te acostumbres a la idea.
—Eres demasiado arrogante, teniendo en cuen¬ta que acabas de llegar y que solo vas a estar aquí durante un mes.
—Creo que tengo derecho a presumir un poco. Después de todo, no puedes negar que esta ma¬ñana te has derretido entre mis brazos.
—No hablo de tu potencial sexual, sino de ti. No tengo la menor idea de quién eres ni de qué haces aquí. Por algún motivo desconocido sospecho que estás fuera de lugar. No puedo confiar en ti plena¬mente.
—Si no confiaras no me dejarías acercarme a ti. —Es solo deseo carnal, nada más. Él no contestó, pero la miró de tal manera que ella se sintió tocada en el alma. Era cierto que no confiaba en él al cien por cien, pero sí lo sufi¬ciente como para hacer el amor con pasión y en¬trega. Era un hombre contradictorio: educado y buen conversador, con unas manos fuertes, pero bien cuidadas. Y sin embargo, trabajaba en el campo y, por lo visto, le gustaba cambiar de em¬pleo cada dos por tres. Su estilo de vida la fasci¬naba pero, no obstante, rechazó firmemente la posibilidad de abandonarse a sus instintos.
—Además, ya he tomado una decisión. No vol¬verá a suceder —añadió _____.
—En realidad no ha sucedido todavía, ¿no? —pre¬guntó él con una ternura sorprendente—. ¿No te parece que deberíamos terminar lo que hemos empezado? —ella no pudo evitar la corriente de placer que recorrió su espina dorsal—. ¿Estás pre¬parada para vivir una aventura amorosa?
—¿Qué?
—Vamos, _____, a ti también te gusta jugar fuerte. Hagamos otra apuesta —propuso él acari¬ciando su labio inferior—. Apuesto a que soy capaz de hacerte cambiar de opinión con respecto a ha¬cer el amor conmigo en un plazo máximo de una semana.
—De acuerdo —aceptó _____ con imprudencia temeraria, pero firmemente decidida a resistirse a ese hombre y darle una auténtica lección de con¬trol emocional—. Y ahora, si me disculpas, tengo que llevar a Lucky Hand al picadero. Hoy vamos con cierto retraso y, como sabes, lo más impor¬tante en el entrenamiento de un caballo es...
—La disciplina, lo sé —la interrumpió Nick—. Yo tengo que hacer un par de cosas en el rancho, pero luego me reuniré contigo en el picadero.
—No es necesario, me basto yo sola —le contestó _____ secamente.
—Anoche aceptaste que te ayudara a entrenarlo. Además, me muero de ganas por verlo en acción para comprobar si tiene de verdad madera de campeón.
—La tiene. Es necesario que la tenga. He puesto todas mis esperanzas en él. Para mí representa el comienzo de la recuperación del rancho Braybourne.
—Confías demasiado en ese caballo, ¿no? —con¬testó él con una mirada escéptica.
—No lo entiendes. Él es un buen caballo y para mí es un gran honor poder dedicar todo mi es¬fuerzo a devolver a este rancho sus mejores mo¬mentos de gloria.
—En ese caso espero que me dejes ayudarte. Ad¬miro a la gente que se compromete por entero para alcanzar una meta.
Ella lo miró con precaución, pero sus palabras sonaban sinceras y había un destello de verdadero interés en sus ojos. ____ no deseaba compartir a Lucky Hand, sin embargo era consciente de que solo quedaban seis semanas para la Copa Rosemont, así que un poco de ayuda no le iría mal.
—De acuerdo, pero que quede claro que las de¬cisiones las tomo yo.
—Dalo por hecho. El caballo es tuyo —afirmó él alejándose para atender otros asuntos.
Lucky Hand la sacó de su ensoñación golpean¬do suavemente su hombro desnudo con el hocico. Los pensamientos de ____ se habían quedado prendidos en la imagen de Nick mientras este abandonaba los establos majestuosamente. ¿Cómo podía comportarse con tal aplomo? Al fin y al cabo, solo era un simple jornalero eventual que había tenido la suerte de encontrar un trabajo como capataz en el rancho Braybourne. Sin em¬bargo, resplandecía en él un aura de misterio que formaba parte de su inmenso atractivo.
—De acuerdo, de acuerdo, precioso, pongámo¬nos en marcha —dijo mientras acariciaba la grupa del caballo y recobraba la cordura. Llevó el caba¬llo hasta el picadero y empezó su dura sesión mati¬nal de entrenamiento.
Mientras descargaba el heno, Nick se preguntó si la inquietud que lo había llevado a buscar una aventura no tendría que ver con la necesidad de comprometerse visceralmente con un proyecto de vida, como hacía _____, en vez de limitarse a disfrutar de manera indolente de las ventajas ma¬teriales de ser un rico heredero.
_____ lo miró de reojo durante una fracción de segundo cuando él llegó al picadero. Sabiendo que nada debía distraer a Lucky Hand, Nick la sa¬ludó con una ligera inclinación de cabeza y se dis¬puso a observarla detenidamente. Sin duda, esa mujer sabía lo que se traía entre manos: era pa¬ciente, pero su voz de aliento contenía la cantidad precisa de autoridad como para hacerse obedecer sin ofender al caballo. Luego miró a Lucky Hand y se quedó sorprendido al notar que el animal le re¬sultaba extraordinariamente familiar. El semental negro aunaba belleza, equilibrio y simetría, y co¬rría alerta con la cabeza alzada y las orejas en mo¬vimiento. ¿De dónde lo había sacado _____? No lo recordaba. Sin embargo, podría jurar que conocía a ese caballo.
_____ ralentizó el paso de Lucky Hand progresivamente y, cuando finalmente se detuvieron, Nick saltó la valla y se unió a ellos.
—¿Por qué lo entrenas como si fuera un princi¬piante? —preguntó él.
—No he tenido más remedio. Cuando llegó aquí no respondía a las riendas ni respetaba las señales del jinete —contestó ____ respirando profunda¬mente—. He tenido que corregir sus malos hábitos.
—Ya, entiendo. Es una buena idea.
—Gracias, pero no necesito tu aprobación.
—Lo siento, no pretendía ofenderte.
—Yo también lo siento, estoy demasiado suscep¬tible. Nadie parece creer en el potencial de este caballo, pero yo sé que solo necesita cuidados y entrenamiento.
—Mi entrenador te daría la razón. Siempre dice que...
—¿Tu entrenador?
—Bueno, me refiero al entrenador del rancho donde trabajaba antes —rectificó Nick, mordién¬dose la lengua. Debía tener más cuidado si no quería verse descubierto—. Siempre decía que si el caballo tenía espíritu ganador, el entrenamiento haría el resto.
—Yo sé que lo tiene, pero mi padre no me cree y Tater dice que estoy loca si pretendo ganar la Copa Rosemont.
—¿Y... esa es tu meta?
—Tan seguro como que soy rubia platino de na¬cimiento.
—¿Rubia platino de nacimiento? Eso no se ve to¬dos los días.
—Pues mírame bien —contestó ella fríamente.
—No creo que sea suficiente con mirarte, creo que debería explorarte un poco más.
—Estás obsesionado, Nick.
—Simple deseo. Por cierto, ¿de dónde has sa¬cado el caballo?
—Mi padre lo ganó jugando al póquer.
—¿Qué? Estás de broma —repuso él estupefacto.
—No. Al parecer, tenía malas cartas, pero puso en práctica la mirada de farol de los Braybourne. Es in¬falible, aunque solo la usamos en ocasiones deses¬peradas —dijo ella pestañeando con una expresión de inocencia tal que Darcy se quedó desarmado—. Estaba jugando con unos amigos y de repente se les unió un desconocido que lo perdió todo inmediata¬mente y, finalmente, apostó el caballo. Mi padre ganó esa última mano y el desconocido desapareció sin dejar rastro. A la mañana siguiente se encontró al caballo atado a su camioneta. Eso es todo.
—Al menos ese desconocido era lo suficiente¬mente honrado como para pagar sus deudas.
—Sí, mi padre estaba muy contento hasta que descubrió que el caballo tenía problemas de disci¬plina. Por eso nadie cree en él, pero yo estoy dis¬puesta a entrenarlo adecuadamente para conver¬tirlo en un auténtico campeón, aunque aún no he tenido tiempo de rastrear su linaje. El pedigrí es fundamental para venderlo a buen precio como semental, si finalmente se convierte en un caballo ganador. Solo sé que el desconocido mencionó que había nacido en Virginia.
—¿En Virginia? —preguntó Nick sopesando la información. Volvió a examinar al caballo, él le de¬volvió la mirada y una idea descabellada se abrió paso en su mente. Estaba seguro de que era uno de los potros de Take a Chance y Mistress Mine—. ¿Qué edad tiene?
—Creo que unos tres años.
El dato coincidía perfectamente con los cálcu¬los de Nick. Si su intuición resultaba certera, Lucky Hand habría heredado la arrogancia y el temperamento de sus progenitores.
—Entonces, ¿qué pasó cuando llegó al rancho? —dijo Nick para romper el silencio.
—Que me enamoré de él. En seguida supe que su comportamiento insumiso se debía a que había sido maltratado y tenía miedo. Lo miré a los ojos y descubrí lo que llevaba tiempo buscando: tenía or¬gullo y madera de campeón. Por eso decidí entre¬narlo y, a duras penas, obtuve el permiso de mi pa¬dre, pero, ya sabes, en realidad nadie cree en nosotros.
—Solo quedan seis semanas para que se celebre la Copa Rosemont, es poco tiempo —señaló Nick.
—Lo sé, pero estamos progresando muy rápida¬mente. Ha tardado más de un mes en conocerme y confiar en mí, pero desde hace quince días con¬sigo que me obedezca sin trabas. Además, estoy se¬gura de que quiere competir, tiene el espíritu ne¬cesario para ganar una carrera o, al menos, eso espero. El futuro del rancho depende de que po¬damos solventar nuestro déficit financiero lo antes posible.
—Sí, tu padre y Tater ya me han comentado que estáis atravesando una situación un poco difícil —dijo él comprensivamente—. Pero... poner todas tus esperanzas en Lucky Hand es muy arriesgado, ¿no?
—No puedo ayudar de otra manera. Además, ¿no estabas tan convencido de que me gustaba apostar fuerte? Aquí tienes la prueba.
—Sí, pero es mejor apostar cuando tienes mu¬chas posibilidades de ganar. A lo mejor hay otra forma de conseguir dinero con mayor facilidad...
—Ah, ¿sí? ¿Y... qué es lo que sugieres?
—______, ______ —aulló una voz masculina inte¬rrumpiendo la conversación.
—Dios mío, es John Tom —gimió ____.
Nick volvió la cabeza y vio a un hombre alto y rubio que se acercaba con paso lento pero deci¬dido, acompañado por Harden.
—¿Es tu pretendiente? No parece muy seductor.
—No lo es. Es un hombre muy corriente, si hace¬mos caso omiso de que no es nada feo, del dinero que tiene, de sus contactos, de su posición social...
—Vaya, parece que es la respuesta a todas las ple¬garias de cualquier mujer.
—John Tom es la respuesta a las plegarias de mu¬chas mujeres, pero, desgraciadamente, yo no me cuento entre ellas.
ahora la sigo =)
______ evitó cuidadosamente aplastar el seto de caléndulas que su madre había plantado debajo de la ventana. El siguiente problema era lograr que su rostro adoptara una expresión normal que no delatara su travesura sexual delante de los de¬más. Se veía capaz de mirar a su padre o incluso a Tater, pero... ¿qué pasaría cuando volviera a en¬contrarse con Nick en presencia de otras perso¬nas? Se sonrojó. No sentía vergüenza por la expe¬riencia que había compartido con él. Después de todo, su madre tenía razón, la gente que vivía en un rancho estaba acostumbrada a ver animales en celo todos los días, acoplándose y cumpliendo ur¬gentemente con sus instintos carnales más básicos. Ese simple pensamiento le aceleró el corazón, sin¬tió cómo su cuerpo se humedecía ligeramente en¬tre los muslos mientras sus caderas se estremecían involuntariamente. Dios santo, estaba lista de nuevo para que un hombre la tomara. Pero no cualquier hombre... tenía que ser Nick. El to¬rrente de virilidad que emanaba de ese hombre la tenía cautivada. Sin embargo, no podía dejarse lle¬var por las emociones, no quería que Nick fuera consciente del poder que tenía sobre ella y, ade¬más, tenía mucho trabajo. Observó cómo la mañana se llenaba de color a medida que se alzaba el sol en el horizonte. Rodeó los establos y llegó hasta la puerta de entrada, donde se encontró con la mirada inquisitiva de Tater. ¿La habría visto sal¬tar por la ventana? Esperó que no.
—¿Qué pasa, _____? —preguntó Tater—. Tienes la misma mirada de culpabilidad que aquel día en que te llevaste todas las botas de montar de tu pa¬dre a una subasta pública.
—Eso te lo acabas de inventar, Tater —dijo acer¬cándose a él con cierta precaución—. Si hubiera sido verdad, mi padre me hubiera dado una buena tunda de azotes.
—No lo hizo porque jamás llegó a enterarse. Me traje las botas de vuelta antes de que se acabara la subasta. ¿Y bien, qué pasa?
_______ agradeció las palabras de Tater. Siempre había estado dispuesto a rescatarla cuando se me¬tía en un lío. Más que un empleado, se compor¬taba como un tío abuelo, con todo el cariño que ello llevaba consigo. Al fin y al cabo, la familia O'Neill había estado vinculada a la familia Braybourne desde que se fundó el rancho. Sin em¬bargo, tenía que darle una respuesta convincente si quería evitar que él intuyera la verdad.
—No es culpabilidad, Tater. Es la mirada que tengo cuando pienso. Estaba pensando en Lucky Hand, quiero ganar la Copa Rosemont.
—¿Estás loca? Nunca he visto a un caballo tan asilvestrado.
—Eso es consecuencia de un mal adiestramiento a edad temprana. Pero estoy haciendo muchos progresos y ya corre muy bien.
—Sí, pero un caballo ganador tiene que correr bien cuando su jinete se lo pida, no cuando a él le parezca oportuno —advirtió Tater.
—Vamos a verlo, ya verás como me obedece —dijo _____ entrando en los establos con Tater—. Nick seguía allí, con el torso desnudo, charlando y bromeando amigablemente con su padre sin mostrar el menor atisbo de nerviosismo.
—Hola, preciosa. ¿Vienes a prepararme el café? —preguntó Harden.
—Eres desesperante, papá. Puedes hacerte el café tú mismo —dijo _____ para que su puesto en el rancho no quedara reducido al de una simple criada ante los ojos de Nick
—Claro que sí, pero el tuyo sabe mucho mejor —contestó su padre de buen humor.
—No intentes engañarme con tus piropos. Puede que te sirva de algo con mamá, pero no conmigo.
—Demonios, tu madre tampoco me hace el me¬nor caso, ya lo sabes —se quejó Harden.
—Eso pasa con todas las mujeres —terció Nick—. Siempre nos llevan la contraria para que perda¬mos la calma y quedemos a su merced.
—Es verdad, hijo, es verdad. —Nadie te ha pedido tu opinión, Nick—le es¬petó _____ directamente a la cara.
—Debes tener cuidado, muchacho, mi hija se convierte en un barril de pólvora con la mecha en¬cendida cuando pierde los estribos.
—No lo dudo —dijo Nick mirándola con intensi¬dad. _____ se quedó boquiabierta al ver la amplia sonrisa de complicidad sexual con que fue obsequiada. Cualquiera que estuviera presente podría darse cuenta de su significado. Deseó matarlo.
—¿La nueva moda de los capataces consiste en llevar el torso desnudo? —preguntó para distraer la atención de su padre.
—Nick oyó un ruido extraño y salió a investigar. Puede haber sido ese mapache que nos visita de vez en cuando... —se adelantó su padre a explicar.
—¿El mapache? —preguntó Tater con suspicacia mirando primero a Nick y luego a _____. Nick se sonrojó ligeramente y fijó la vista sobre Harden con el fin de evitar la advertencia que reflejaban los ojos de Tater. Evidentemente, el anciano había atesorado un gran conocimiento sobre la vida y sospechaba algo. Sin embargo parecía dispuesto a dejar que _____ se divirtiera, siempre que nadie hiriera sus sentimientos. Era natural que se produ¬jera una corriente de atracción entre dos jóvenes lozanos.
—Si me perdonan, voy a vestirme —dijo Nick aprovechando el momento de silencio.
—Yo iré a hacer el café, papá —anunció ____ en¬trando en la oficina.
—Te acompaño. Quiero hablar contigo. Acabo de estar con Tater en el rancho de los Thomas y, créeme, nunca he visto a un hombre tan enamo¬rado como John Tom. Estaba fuera de sus cabales.
—Se me ocurre que podría ir al médico para ver si existe un antídoto —bromeó _____ antes de alzar la barbilla con determinación—. Escucha, papá, John Tom Thomas no me interesa. Espero que lo entiendas. —Aunque el día anterior hubiera tenido sus dudas sobre John Tom, Nick las había despejado por completo esa mañana. Ella necesitaba un hombre que pudiera hacerla temblar de arriba abajo.
—A mí sí me parece una buena idea —insistió su padre.
—No lo es —contestó ella secamente.
—Solo quiero lo mejor para ti, corazón.
—Lo sé, pero en este asunto no estamos de acuerdo. ¿Tú qué opinas, Tater?
—Bueno, no es asunto mío —dijo Tater, mirando intencionadamente hacia la habitación de Nick—, pero creo que podríais hacer una buena pareja.
—No me puedo creer lo que estoy oyendo.
Tater se encogió de hombros y salió al exterior para empezar a descargar un camión de heno.
—Sé que pones toda tu buena intención, papi, pero no puedes contar con que todo el mundo haga lo que tú quieras —dijo ____.
—El mundo se ve de forma diferente cuando se cumplen tantos años como yo tengo —contestó su padre—, los jóvenes pensáis más en la aventura y la diversión, pero los mayores nos preocupamos por la estabilidad familiar y por dejar una herencia sa¬neada.
—Lo entiendo, pero no sé por qué quieres que me case con John Tom. Podemos salir adelante nosotros solos, como siempre hemos hecho —re¬puso _____ a modo de conclusión—. Estaré con Lucky Hand si me necesitas para algo —añadió adentrándose en los establos.
Nick había desaparecido y Tater también, por lo que _____ pudo disfrutar de unos momentos de soledad junto a sus queridos animales. Se acercó a Lucky Hand, que sacó la cabeza por encima del portón y resopló para llamar su atención. Ella son¬rió. Todo volvía a ser como antes de que llegara Nick Ese caballo negro era el rey de la cuadra y ella solo su más humilde servidora. Se puso manos a la obra, había que reponer el forraje y rellenar la pila de agua. Mientras el caballo masticaba con fruición, ella tomó un rastrillo para adecentar el establo. Después, se deleitó cepillando a concien¬cia el pelaje negro de su caballo favorito hasta que brilló como el ébano. Nick y Tater estaban des¬cargando el camión de heno, pero no les prestó atención. Había logrado concentrarse en el tra¬bajo, aunque algo dentro de ella le decía que Nick volvería a aparecer de un momento a otro.
—¿Tienes hambre? Te he traído una taza de café y una galleta. He pensado que necesitarías repo¬ner fuerzas después de la intensa actividad de esta mañana —dijo Nick apareciendo de pronto sin hacer ruido y confirmando así la intuición de ____—. Este caballo es precioso.
Ella soltó el cepillo y tomó la taza de café y la galleta. No cabía duda de que el hombre era per¬severante.
—Sí, eso mismo pienso yo y creo que él lo sabe.
—En efecto, parece haber un montón de hor¬monas masculinas por esta zona —bromeó él.
—Nick, no empieces de nuevo. Te dije que no habría una segunda oportunidad...
Él puso un dedo sobre sus labios para silen¬ciarla y se acercó tanto que ella pudo sentir el ca¬lor que emanaba de su cuerpo.
—No pienses que la cosa se acaba aquí, ____, eso es imposible. Mi boca rezuma tu sabor, tu olor me invade y mis dedos aún sienten el tacto de tu piel. Habrá una segunda vez y una tercera, así que mejor será que te acostumbres a la idea.
—Eres demasiado arrogante, teniendo en cuen¬ta que acabas de llegar y que solo vas a estar aquí durante un mes.
—Creo que tengo derecho a presumir un poco. Después de todo, no puedes negar que esta ma¬ñana te has derretido entre mis brazos.
—No hablo de tu potencial sexual, sino de ti. No tengo la menor idea de quién eres ni de qué haces aquí. Por algún motivo desconocido sospecho que estás fuera de lugar. No puedo confiar en ti plena¬mente.
—Si no confiaras no me dejarías acercarme a ti. —Es solo deseo carnal, nada más. Él no contestó, pero la miró de tal manera que ella se sintió tocada en el alma. Era cierto que no confiaba en él al cien por cien, pero sí lo sufi¬ciente como para hacer el amor con pasión y en¬trega. Era un hombre contradictorio: educado y buen conversador, con unas manos fuertes, pero bien cuidadas. Y sin embargo, trabajaba en el campo y, por lo visto, le gustaba cambiar de em¬pleo cada dos por tres. Su estilo de vida la fasci¬naba pero, no obstante, rechazó firmemente la posibilidad de abandonarse a sus instintos.
—Además, ya he tomado una decisión. No vol¬verá a suceder —añadió _____.
—En realidad no ha sucedido todavía, ¿no? —pre¬guntó él con una ternura sorprendente—. ¿No te parece que deberíamos terminar lo que hemos empezado? —ella no pudo evitar la corriente de placer que recorrió su espina dorsal—. ¿Estás pre¬parada para vivir una aventura amorosa?
—¿Qué?
—Vamos, _____, a ti también te gusta jugar fuerte. Hagamos otra apuesta —propuso él acari¬ciando su labio inferior—. Apuesto a que soy capaz de hacerte cambiar de opinión con respecto a ha¬cer el amor conmigo en un plazo máximo de una semana.
—De acuerdo —aceptó _____ con imprudencia temeraria, pero firmemente decidida a resistirse a ese hombre y darle una auténtica lección de con¬trol emocional—. Y ahora, si me disculpas, tengo que llevar a Lucky Hand al picadero. Hoy vamos con cierto retraso y, como sabes, lo más impor¬tante en el entrenamiento de un caballo es...
—La disciplina, lo sé —la interrumpió Nick—. Yo tengo que hacer un par de cosas en el rancho, pero luego me reuniré contigo en el picadero.
—No es necesario, me basto yo sola —le contestó _____ secamente.
—Anoche aceptaste que te ayudara a entrenarlo. Además, me muero de ganas por verlo en acción para comprobar si tiene de verdad madera de campeón.
—La tiene. Es necesario que la tenga. He puesto todas mis esperanzas en él. Para mí representa el comienzo de la recuperación del rancho Braybourne.
—Confías demasiado en ese caballo, ¿no? —con¬testó él con una mirada escéptica.
—No lo entiendes. Él es un buen caballo y para mí es un gran honor poder dedicar todo mi es¬fuerzo a devolver a este rancho sus mejores mo¬mentos de gloria.
—En ese caso espero que me dejes ayudarte. Ad¬miro a la gente que se compromete por entero para alcanzar una meta.
Ella lo miró con precaución, pero sus palabras sonaban sinceras y había un destello de verdadero interés en sus ojos. ____ no deseaba compartir a Lucky Hand, sin embargo era consciente de que solo quedaban seis semanas para la Copa Rosemont, así que un poco de ayuda no le iría mal.
—De acuerdo, pero que quede claro que las de¬cisiones las tomo yo.
—Dalo por hecho. El caballo es tuyo —afirmó él alejándose para atender otros asuntos.
Lucky Hand la sacó de su ensoñación golpean¬do suavemente su hombro desnudo con el hocico. Los pensamientos de ____ se habían quedado prendidos en la imagen de Nick mientras este abandonaba los establos majestuosamente. ¿Cómo podía comportarse con tal aplomo? Al fin y al cabo, solo era un simple jornalero eventual que había tenido la suerte de encontrar un trabajo como capataz en el rancho Braybourne. Sin em¬bargo, resplandecía en él un aura de misterio que formaba parte de su inmenso atractivo.
—De acuerdo, de acuerdo, precioso, pongámo¬nos en marcha —dijo mientras acariciaba la grupa del caballo y recobraba la cordura. Llevó el caba¬llo hasta el picadero y empezó su dura sesión mati¬nal de entrenamiento.
Mientras descargaba el heno, Nick se preguntó si la inquietud que lo había llevado a buscar una aventura no tendría que ver con la necesidad de comprometerse visceralmente con un proyecto de vida, como hacía _____, en vez de limitarse a disfrutar de manera indolente de las ventajas ma¬teriales de ser un rico heredero.
_____ lo miró de reojo durante una fracción de segundo cuando él llegó al picadero. Sabiendo que nada debía distraer a Lucky Hand, Nick la sa¬ludó con una ligera inclinación de cabeza y se dis¬puso a observarla detenidamente. Sin duda, esa mujer sabía lo que se traía entre manos: era pa¬ciente, pero su voz de aliento contenía la cantidad precisa de autoridad como para hacerse obedecer sin ofender al caballo. Luego miró a Lucky Hand y se quedó sorprendido al notar que el animal le re¬sultaba extraordinariamente familiar. El semental negro aunaba belleza, equilibrio y simetría, y co¬rría alerta con la cabeza alzada y las orejas en mo¬vimiento. ¿De dónde lo había sacado _____? No lo recordaba. Sin embargo, podría jurar que conocía a ese caballo.
_____ ralentizó el paso de Lucky Hand progresivamente y, cuando finalmente se detuvieron, Nick saltó la valla y se unió a ellos.
—¿Por qué lo entrenas como si fuera un princi¬piante? —preguntó él.
—No he tenido más remedio. Cuando llegó aquí no respondía a las riendas ni respetaba las señales del jinete —contestó ____ respirando profunda¬mente—. He tenido que corregir sus malos hábitos.
—Ya, entiendo. Es una buena idea.
—Gracias, pero no necesito tu aprobación.
—Lo siento, no pretendía ofenderte.
—Yo también lo siento, estoy demasiado suscep¬tible. Nadie parece creer en el potencial de este caballo, pero yo sé que solo necesita cuidados y entrenamiento.
—Mi entrenador te daría la razón. Siempre dice que...
—¿Tu entrenador?
—Bueno, me refiero al entrenador del rancho donde trabajaba antes —rectificó Nick, mordién¬dose la lengua. Debía tener más cuidado si no quería verse descubierto—. Siempre decía que si el caballo tenía espíritu ganador, el entrenamiento haría el resto.
—Yo sé que lo tiene, pero mi padre no me cree y Tater dice que estoy loca si pretendo ganar la Copa Rosemont.
—¿Y... esa es tu meta?
—Tan seguro como que soy rubia platino de na¬cimiento.
—¿Rubia platino de nacimiento? Eso no se ve to¬dos los días.
—Pues mírame bien —contestó ella fríamente.
—No creo que sea suficiente con mirarte, creo que debería explorarte un poco más.
—Estás obsesionado, Nick.
—Simple deseo. Por cierto, ¿de dónde has sa¬cado el caballo?
—Mi padre lo ganó jugando al póquer.
—¿Qué? Estás de broma —repuso él estupefacto.
—No. Al parecer, tenía malas cartas, pero puso en práctica la mirada de farol de los Braybourne. Es in¬falible, aunque solo la usamos en ocasiones deses¬peradas —dijo ella pestañeando con una expresión de inocencia tal que Darcy se quedó desarmado—. Estaba jugando con unos amigos y de repente se les unió un desconocido que lo perdió todo inmediata¬mente y, finalmente, apostó el caballo. Mi padre ganó esa última mano y el desconocido desapareció sin dejar rastro. A la mañana siguiente se encontró al caballo atado a su camioneta. Eso es todo.
—Al menos ese desconocido era lo suficiente¬mente honrado como para pagar sus deudas.
—Sí, mi padre estaba muy contento hasta que descubrió que el caballo tenía problemas de disci¬plina. Por eso nadie cree en él, pero yo estoy dis¬puesta a entrenarlo adecuadamente para conver¬tirlo en un auténtico campeón, aunque aún no he tenido tiempo de rastrear su linaje. El pedigrí es fundamental para venderlo a buen precio como semental, si finalmente se convierte en un caballo ganador. Solo sé que el desconocido mencionó que había nacido en Virginia.
—¿En Virginia? —preguntó Nick sopesando la información. Volvió a examinar al caballo, él le de¬volvió la mirada y una idea descabellada se abrió paso en su mente. Estaba seguro de que era uno de los potros de Take a Chance y Mistress Mine—. ¿Qué edad tiene?
—Creo que unos tres años.
El dato coincidía perfectamente con los cálcu¬los de Nick. Si su intuición resultaba certera, Lucky Hand habría heredado la arrogancia y el temperamento de sus progenitores.
—Entonces, ¿qué pasó cuando llegó al rancho? —dijo Nick para romper el silencio.
—Que me enamoré de él. En seguida supe que su comportamiento insumiso se debía a que había sido maltratado y tenía miedo. Lo miré a los ojos y descubrí lo que llevaba tiempo buscando: tenía or¬gullo y madera de campeón. Por eso decidí entre¬narlo y, a duras penas, obtuve el permiso de mi pa¬dre, pero, ya sabes, en realidad nadie cree en nosotros.
—Solo quedan seis semanas para que se celebre la Copa Rosemont, es poco tiempo —señaló Nick.
—Lo sé, pero estamos progresando muy rápida¬mente. Ha tardado más de un mes en conocerme y confiar en mí, pero desde hace quince días con¬sigo que me obedezca sin trabas. Además, estoy se¬gura de que quiere competir, tiene el espíritu ne¬cesario para ganar una carrera o, al menos, eso espero. El futuro del rancho depende de que po¬damos solventar nuestro déficit financiero lo antes posible.
—Sí, tu padre y Tater ya me han comentado que estáis atravesando una situación un poco difícil —dijo él comprensivamente—. Pero... poner todas tus esperanzas en Lucky Hand es muy arriesgado, ¿no?
—No puedo ayudar de otra manera. Además, ¿no estabas tan convencido de que me gustaba apostar fuerte? Aquí tienes la prueba.
—Sí, pero es mejor apostar cuando tienes mu¬chas posibilidades de ganar. A lo mejor hay otra forma de conseguir dinero con mayor facilidad...
—Ah, ¿sí? ¿Y... qué es lo que sugieres?
—______, ______ —aulló una voz masculina inte¬rrumpiendo la conversación.
—Dios mío, es John Tom —gimió ____.
Nick volvió la cabeza y vio a un hombre alto y rubio que se acercaba con paso lento pero deci¬dido, acompañado por Harden.
—¿Es tu pretendiente? No parece muy seductor.
—No lo es. Es un hombre muy corriente, si hace¬mos caso omiso de que no es nada feo, del dinero que tiene, de sus contactos, de su posición social...
—Vaya, parece que es la respuesta a todas las ple¬garias de cualquier mujer.
—John Tom es la respuesta a las plegarias de mu¬chas mujeres, pero, desgraciadamente, yo no me cuento entre ellas.
ahora la sigo =)
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Nuueva lectora!
Estaa geniial siiguela ! :)
Estaa geniial siiguela ! :)
BieberFeverJDBM
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
:O me encanto el capitulo!! tu novela esta genial :D
Invitado
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