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"Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Hola chicas, haré una adaptacion, hace tiempos q no la hacia, espero q les guste :D
Aburrido de su vida de millonario, Nicholas Jerry Jonas decidió aceptar un desafío: vivir durante un mes con unos completos desconocidos sin poder utilizar ni su nombre ni su fortuna. Así pues consiguió un empleo de capataz en una granja de caballos dispuesto a pasar cualquier prueba... pero no se había preparado para enfrentarse a la increíble belleza de _____ Braybourne, la hija de su jefe.
El futuro de _____ dependía de los caballos y de su habilidad para ganar. No estaba dispuesta a dejar que nada se interpusiera en su camino, y mucho menos la arrogancia del nuevo capataz, que era demasiado sexy para hacerle frente.
También podría dejarse llevar por la tentación una sola vez y después centrarse en su futuro. Lástima que una sola vez no fuese suficiente...
Meg Lacy
Un millonario aburrido
(Million dollar stud, 2002)
Un millonario aburrido
(Million dollar stud, 2002)
Aburrido de su vida de millonario, Nicholas Jerry Jonas decidió aceptar un desafío: vivir durante un mes con unos completos desconocidos sin poder utilizar ni su nombre ni su fortuna. Así pues consiguió un empleo de capataz en una granja de caballos dispuesto a pasar cualquier prueba... pero no se había preparado para enfrentarse a la increíble belleza de _____ Braybourne, la hija de su jefe.
El futuro de _____ dependía de los caballos y de su habilidad para ganar. No estaba dispuesta a dejar que nada se interpusiera en su camino, y mucho menos la arrogancia del nuevo capataz, que era demasiado sexy para hacerle frente.
También podría dejarse llevar por la tentación una sola vez y después centrarse en su futuro. Lástima que una sola vez no fuese suficiente...
Última edición por ♥..:Nick.Tiff:..♥ el Dom 05 Dic 2010, 10:26 am, editado 1 vez
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA QUIERO CAPS QUIERO CAPSSSSSSSS
MORI.
MORI.
Faby Evans Jonas
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Bienvenidas :D aqui les dejo un cap
Nicholas Jerry Jonas, heredero de la fortuna familiar de los Jonas, entró en uno de los salones privados del exclusivo club de campo que frecuen¬taba, se quitó la pajarita y se desabrochó el cuello de la camisa.
—Así está mejor —dijo con un suspiro de alivio—. Odio estos disfraces.
Tomó el vaso de whisky añejo que le acercó su primo Joseph Demetries, y se lo bebió de un solo trago, estirando a continuación el brazo para que se lo volviera a llenar.
—Una noche dura, ¿eh, primo? —rió Joseph entre dientes mientras vertía el líquido ámbar.
—Si tengo que bailar con una sola debutante más, me tiro por una ventana —contestó Nick con cara de pocos amigos.
Joseph alto, guapo e inmaculadamente ves¬tido con un elegante traje veraniego, se acercó y le dio un cariñoso apretón en el hombro.
—No pienses en verte libre de esas señoritas casa¬deras hasta que alguna de ellas ocupe el puesto por el que todas sueñan, como afortunada esposa de todo un semental que vale más de un millón de dólares.
—Dios no lo quiera. Y no me llames así, sabes que lo odio.
—Sí, pero la prensa rosa tiene que vender ejem¬plares a cualquier precio, ya lo sabes, es ley de vida. Nick se encogió de hombros, desde hacía meses se encontraba tenso y descontento. Ninguna mujer era capaz de retener su atención más de cuarenta y ocho horas. Sentía como si, en cierta forma, hubiera llegado al final de ninguna parte, su vida era tediosa y no veía la forma de enderezarla, no sabía qué es¬peraba del mundo, ni de la vida, ni de sí mismo.
—Me aburro espantosamente.
—Pobre muchachito multimillonario —se burló Joe guiñándole un ojo—. Dime, ¿qué te pasa, Nick? Llevas una temporada disgustado con todo. ¿Hay algo en especial que quieras contarme?
—Sí... No. No sé.
—Sé que tus padres te están presionando para que sientes la cabeza...
—... con una mujer adecuada a mi rango. Lo cual implica montones de dinero y de contactos sociales.
—No puedes culparlos. Después de todo, tu boda tiene una gran importancia desde el punto de vista familiar.
—Fortuna, reputación, herencia, contactos, et¬cétera, etcétera, etcétera —suspiró _____.
—Me temo que sí, de eso se trata.
—Demonios, Joe, estoy desesperado. Todo me resulta tan monótono...
—Eso es culpa tuya. Dispones de los medios ma¬teriales necesarios para divertirte como mejor te apetezca.
—Lo sé —admitió Nick sonrojándose—. Pero ne¬cesito hacer algo completamente diferente.
—¿Cómo qué?
—No lo sé —dijo golpeando la mesa con el puño—. Necesito una aventura, algo que me cam¬bie de arriba abajo, que me permita encontrarme a mí mismo. Hay algo dentro de mí que no está en su sitio. A veces me pregunto cómo sería ser un don nadie. ¿Sabes a lo que me refiero?
—No.
—Me gustaría ser un hombre cualquiera, sin que nadie se interese por cotillear mi vida y sin que las mujeres me acosen con sus mejores trucos para darme caza. Me refiero a vivir como una persona normal y corriente.
—Descártalo —rió Joe—. Tú jamás podrás ser una persona normal y lo sabes.
—¿Estás seguro? ¿Por qué no? —preguntó Nick incisivamente mientras una súbita sonrisa de com¬placencia inundaba su rostro: una idea tomaba forma en su mente. Miró enigmáticamente a su primo con la famosa expresión que componían los Joe ante un reto, la misma que su abuelo había empleado para hacer frente al enemigo en la segunda guerra mundial o, al menos, eso decía la leyenda familiar.
—Porque tienes dinero a raudales y un estilo de vida que la mayoría de la gente envidia y que nunca logrará alcanzar, y porque actualmente eres el soltero de oro del estado de Virginia y, pro¬bablemente, de toda la costa este de los Estados Unidos. Jamás podrías convertirte en una persona normal.
—¿Qué te apuestas?
—Lo que tú quieras.
—Te apuesto mi coche nuevo a que soy capaz de vivir como una persona normal durante un mes.
—¿Tu coche nuevo? —inquirió Joe boquia¬bierto—. Amas ese trozo de metal como no has amado a mujer alguna jamás.
—Eso es porque me proporciona más diversión y menos preocupaciones. Pero no estoy preocu¬pado. Voy a ganar la apuesta.
—Ya veremos. Así que pretendes salir de aquí y convertirte en un hombre normal. ¿Y... se puede saber cómo va a conseguir el rey de las revistas del corazón ese milagro?
—Busquemos un mapa —dijo Nick, dispuesto a poner su idea en práctica inmediatamente.
—¿Un mapa?
—Necesito irme a alguna parte, donde nadie me conozca —se acercó a una de las estanterías en las que el club archivaba bibliografía sobre viajes para uso de los socios—. Aquí está, un mapa de los Esta¬dos Unidos —Nick lo desplegó encima de la mesa. Se tapó los ojos con una mano y con la otra puso al azar un dedo sobre él, calculando que no estu¬viera demasiado lejos de Virginia—. Ya está —dijo echando un vistazo—: Cecil, Kentucky, un sitio tan bueno como cualquier otro.
—¿Cecil? Parece un lugar remoto y desconec¬tado de la civilización.
—No, mira. Está en medio de una gran zona de pastos, al sudoeste de Lexington.
—Lexington es la capital de las carreras de caba¬llos, Nick. ¿Cómo puedes pensar que nadie va a reconocerte allí? Por Dios, tu familia posee un im¬portante rancho de caballos en WindRaven.
—Ya, pero yo no frecuento el rancho, como bien sabes. Apenas se me conoce de vista en algunos círculos ecuestres de Virginia. Además, nadie po¬drá conectarme con Nick Jonas del rancho WindRaven, porque nadie espera encontrarse conmigo. Simplemente, verán a un hombre nor¬mal y corriente. Eso es todo.
—Barrunto un auténtico desastre —le advirtió Joe con el ceño fruncido.
—Te preocupas demasiado.
—Me pagas para que lo haga.
—Bien. Este es el trato: yo me escapo para te¬ner una aventura durante un mes, y nadie, apar¬te de ti, debe saber dónde estoy —resumió con la mirada absorta en lontananza y satisfecho de sí mismo por primera vez en mucho tiempo. Quizá esa fuera la forma adecuada de alterar su vida para poder conocerse realmente a sí mismo, no al estereotipo con el que convivía desde hacía años.
—Es la estupidez más grande que he oído en mucho tiempo. Si realmente quieres ponerte a prueba, ¿por qué no asumes la dirección de al¬guno de los negocios de tú familia?
—Eso supondría dejar en la calle a mucha gente que actualmente trabaja para mí. Además, no me sacaría de mi entorno social, que es lo que real¬mente necesito para reflexionar.
—Nick —suspiró Joe—. Ya es hora de que tomes las riendas de tu propia vida.
—Eso es lo que pretendo hacer, Joe. Promé¬teme que no le vas a confesar a nadie mi plan. Ni siquiera a mis padres.
—No me lo van a preguntar, están en Europa en la villa de tu tío.
—Correcto. Y se supone que yo tengo que reunirme con ellos la semana próxima.
—Sí. Para el cumpleaños de la tía Rosalind.
—Tendrás que inventarte algo para cubrir mi au¬sencia, Joe. Venga, tómatelo con deportividad, se trata de una apuesta. O vivo un mes como una per¬sona normal o te entrego las llaves de mi Jaguar. Y si gano yo, me dejas que use tu nuevo y lujoso barco durante los próximos seis meses.
—De acuerdo. Es una apuesta —accedió Joe, estrechando la mano de Nick—. Lo vas a hacer de todas maneras... —añadió sirviendo otras dos bebidas que apuraron de inmediato para sellar el pacto—. Pero, ¿a qué demonios piensas dedicarte en Cecil, Kentucky?
—No te preocupes, Joe. Eres mi abogado, no mi madre. No te compliques, convéncete de que lo voy a pasar estupendamente —dijo Nick a modo de despedida, abandonando la cómoda bu¬taca y dirigiéndose hacia la puerta.
—Qué tranquilo me dejas —contestó Nick con una mirada sardónica—. De todas maneras, llá¬mame si me necesitas.
—Nos vemos dentro de un mes —prometió su primo, saliendo de la sala para abandonar el club. Una vez tomada la decisión, Nick decidió no perder el tiempo con los preparativos. El lunes al amanecer, echó una raída bolsa de viaje casi vacía en el asiento de la vieja y destartalada camioneta que había tomado prestada de uno de sus mozos de cuadra y se puso en camino, con un sentimiento de libertad poco usual. Evitó las autopistas y condujo por carreteras de tercer orden hasta que entró en Kentucky, cruzando las suaves coli¬nas de los Apalaches.
_______ Braybourne tiró levemente de las riendas mientras el caballo trotaba en círculo.
—Vamos, cálmate —le dijo con suavidad.
Lucky Hand no era un caballo joven e inex¬perto, pero aún no había desarrollado todo su po¬tencial. Sin embargo, ___ estaba convencida de que ese animal tenía la fuerza y el espíritu necesa¬rios para ganar una carrera. Justo lo que necesi¬taba el rancho Braybourne para salir del bache económico que arrastraba desde hacía un par de años. Lucky Hand había llegado a sus manos de forma poco convencional, ya que su padre lo ha¬bía ganado inesperadamente, jugando al póquer con un desconocido, y eso le restaba valor como semental, puesto que se desconocía su pedigrí. No obstante, ella sabía que, con un entrenamiento adecuado, ese caballo negro podría sacarles de apuros. Llevaba dos meses trabajando con él y aún quedaban seis semanas para la Copa Rosemont. Se secó el sudor de la frente con la manga de su ca¬miseta de algodón. Hacía demasiado calor en Ken¬tucky para ser el mes de junio y todos los ganade¬ros de los alrededores rezaban para que lloviera antes de que se perdieran los pastos. Desmontó y llevó a Lucky Hand hacia los establos. Allí encon¬tró a Tater, el mozo de cuadra que había contra¬tado su abuelo y que todavía estaba con ellos en el rancho. El anciano tenía una expresión preocu¬pada.
—¿Pasa algo, Tater? —preguntó ____.
—Nada, los pagos de los jornaleros van a volver a retrasarse.
—Todo eso cambiará en cuanto yo me haga cargo del rancho y tengamos un poco de suerte. Confío totalmente en Lucky Hand, aunque desde el accidente de papá...
—Se repondrá, solo se ha roto un brazo y se ha magullado una pierna. Pero no creo que quiera cederte el mando del rancho, muchacha, se su¬pone que debes asistir a las fiestas del vecindario y a las reuniones sociales para encontrar un marido adecuado.
—No me interesan los maridos, me interesa este caballo y me interesa el futuro del rancho. He aprendido a sonreír, a hablar y a vestirme para se¬ducir a un hombre al viejo estilo sureño, pero pre¬fiero limpiar los establos.
—____... —dijo Tater soltando una carcajada—. El hombre que apueste por ti va a tener que hacer gala de una gran fortaleza de carácter.
—¿Has intentado alguna vez ponerte unos zapa¬tos de tacón alto? —bromeó ella inspeccionando los deshilachados vaqueros y las viejas botas de montar de ambos—. Se te duermen los dedos de los pies al instante.
—Pero estás muy guapa cuando te vistes como una señorita.
—Afortunadamente, lo hago muy pocas veces... Ah, por cierto —dijo consultando su reloj de pulsera y asombrándose de cómo se había pasado el tiempo—, mamá y yo tenemos que asistir esta tarde a un té de beneficencia, se me había olvidado. Me marcho, Tater, aún tengo que vestirme y maqui¬llarme un poco —dijo acariciando el hocico de Lucky Hand—. ¿Podrías cepillarlo y darlo de comer?
—Claro, vete a enfundarte en tu mejor traje y pá¬salo bien.
Nick paró un momento en el arcén justo de¬lante del letrero de Cecil. En ese momento empe¬zaba la verdadera aventura. Estaba a punto de cum¬plir veintinueve años y podía disfrutar de todos los lujos materiales, pero necesitaba algo más: encon¬trarse a sí mismo, alimentar su espíritu. El calor de la tarde caía a plomo en Kentucky y Nick suspiró por una bebida bien fría y una buena ducha. Era hora de ponerse en marcha de nuevo, así que re¬gresó al interior de la camioneta, la puso en marcha y se dirigió al centro de Cecil. Era una bella ciudad, llena de antiguas casas recién restauradas y de jardi¬nes bien cuidados, la calle principal estaba flanquea¬da de olmos centenarios. Necesitaba encontrar un lugar donde pudiera ofrecer sus servicios como jor¬nalero y pensó en los almacenes de forraje. Encon¬tró uno al otro lado de la ciudad, en las afueras. El edificio principal tenía un gran porche delantero, a la sombra del cual se encontraban dos ancianos ju¬gando al ajedrez. Detuvo la camioneta delante de ellos y se desperezó, consciente de las miradas curio¬sas que le dedicaron ambos. Era un forastero.
—¿Dónde puedo conseguir una bebida fría? —preguntó.
—Hay una máquina de refrescos dentro, se¬ñor..., en el vestíbulo —contestó uno de los hom¬bres con el cabello cano.
—Gracias —dijo Nick con una ligera inclinación de cabeza. Entró, seleccionó una bebida y dio un gran trago antes de regresar al porche. «Si tengo suerte, estos dos ancianos me proporcionarán la información que necesito», pensó.
—Está solo de paso, ¿no? —se interesó Tater. —No, señor. Busco trabajo por aquí para una temporada. Tengo más experiencia con los caba¬llos que con los pastos —aclaró. Aunque hacía mu¬cho tiempo que había perdido el contacto con los negocios ecuestres de la familia, Nick dio gracias al cielo de que su abuelo lo hubiera obligado a tra¬bajar todos los veranos en el rancho WindRaven hasta que cumplió los trece años—. ¿Saben de al¬gún rancho de cría y entrenamiento de caballos que necesite el trabajo de un hombre?
—Es posible, es posible... —contestó Tater entor¬nado los ojos. Nick lo miró con su mejor sonrisa, esperando que el anciano se decidiera mientras él se felicitaba por su buena suerte—. Quizá podría¬mos intentarlo en mi rancho —dijo al fin—. Harden Braybourne, el dueño, ha tenido un accidente y tenemos demasiado trabajo, pero el salario no será generoso —advirtió—. Eso sí, podrá disponer de comida y alojamiento.
—¿Harden necesita contratar a un hombre? No me habías dicho nada —intervino el otro anciano—. A ___ no le va a gustar la idea.
—A veces hablas demasiado, Lawrence —lo amo¬nestó Tater, antes de dirigirse de nuevo a Nick—. Mi nombre es Travis O'Neill, pero todo el mundo me llama Tater —se presentó.
—Nick Jerry —contestó él estrechándole la mano—. Pero llámeme Nick, eso es lo que hacen todos.
—De acuerdo, Nick, sígueme hasta el rancho Braybourne y allí concretaremos los detalles con Harden.
Cruzaron un paisaje de suaves colinas, un im¬presionante cañón de piedra caliza con un río azul al fondo y un gran bosque, antes de llegar al abierto panorama de pastos, típico de la región. Tater tomó un camino a la derecha y se dirigió ha¬cia una casa blanca rodeada de establos, todos ellos decorados con molduras de madera pintadas de verde oscuro. A Nick le alivió comprobar que no era un rancho lujoso como los que ya conocía. Eso le permitiría convertirse en una persona normal con mayor facilidad. Saltó de la camioneta y siguió a Tater hasta el interior de los establos, donde el ambiente era fresco y oscuro, y olía a heno y a ca¬ballos. Aunque todo estaba limpio y ordenado, ha¬bía pocos animales. Nick dirigió una muda pre¬gunta a Tater, con una ceja enarcada.
—Hemos pasado varios años malos y hemos te¬nido que vender parte de la cuadra. Una pena —comentó Tater resignado.
—Tater, ¿has visto a...? —resonó de pronto la po¬tente voz de Harden Braybourne mientras se acer¬caba a ellos. Era un hombre alto, fuerte y canoso, con un brazo en cabestrillo y un bastón en la otra mano. Cuando se percató de la presencia de Nick enmudeció al instante y lo observó con deteni¬miento.
—Harden, te presento a Nick Jerry —dijo rápida¬mente Tater—. Acaba de llegar a la ciudad, sabe de caballos y necesita un trabajo temporal. Lo he traído para que podamos hablar de su experiencia laboral.
—Hum, sí —asintió Harden—. Cuéntame. —He vivido siempre rodeado de caballos —con¬testó Nick con nerviosismo: era su primera entre¬vista de trabajo y nunca antes se había visto obli¬gado a adornar la verdad en su propio beneficio—. Mi abuelo fue en sus tiempos uno de los mejores criadores de caballos de carreras del país.
—Bien, eso servirá, por el momento. Necesita¬mos urgentemente la ayuda de un hombre para que me sustituya mientras me recupero. Te con¬trataremos en calidad de capataz para que supervi¬ses las actividades del rancho y podrás disponer de la ayuda de Ed y Billy.
—No te olvides de ____, Harden. Tu hija se toma muy en serio el rancho —intervino Tater.
—____ se va a casar pronto —replicó él con el ceño fruncido.
—¿En serio? No me ha contado nada. —Bueno, aún no es definitivo, pero sé con segu¬ridad que John Tom Thomas va a pedírselo. Es guapo, tiene dinero y procede de una buena fami¬lia. No creo que ____ pueda rechazarlo.
—Me muero de aburrimiento cada vez que lo veo, papá —terció inesperadamente una joven voz femenina.
Nick miró con sorpresa hacia el portón de los establos, pero no pudo verla con claridad puesto que estaba a contraluz. Solo pudo apreciar una silueta alta y esbelta con la cabeza rodeada por una espesa melena de color rubio platino. Harden pa¬recía pillado en falta y decidió guardar silencio. La joven se acercó con gran elegancia de movimien¬tos. Parecía una estrella de cine: piernas largas y bien formadas, caderas estrechas, pechos redon¬dos, llenos y prominentes..., todo ello cubierto con un lujoso traje de verano de color naranja. Sin saber por qué, Nick imaginó que era una mujer fría de cara al exterior, pero llena de pasión por dentro, justo el tipo de mujer que le hacía perder los estribos. Con sorpresa, sintió cómo su cuerpo se estremecía y, al instante siguiente, deseó lamerla de arriba abajo. Aún no había visto su rostro, pero su voz y la elegante silueta de su cuerpo bastaban para indicarle que esa mujer era como un pedazo de hielo a punto de derretirse. Nick catalogó a ____ entre las mejores jóvenes solteras de clase alta que había conocido hasta entonces, aunque estaba asombrado de encontrarla en ese rancho venido a menos. Apartó la vista con esfuerzo.
—¿Qué tal el té de beneficencia, ____? ¿Lo ha¬béis pasado bien? —preguntó Harden.
—Hemos tomado bocadillos de pepino y ensa¬lada de frutas. ¿Qué tal suena?
—No había pollo asado en el menú, ¿eh? —co¬mentó Nick riendo entre dientes, a pesar de no haber sido presentado.
—Ni una sola proteína —aclaró ____ sonriéndole con sorpresa. ¿Quién era ese hombre?—. Pero hici¬mos entrega de un cheque sustancioso al hospital infantil con los beneficios de la venta del libro de recetas locales escrito por la Asociación de Damas Sureñas —añadió dirigiéndose a su padre. Nick de¬dujo que se trataba de una organización respetable con propósitos benéficos. A pesar de la primera im¬presión que había recibido de ella, cambió de opi¬nión al conocer sus actividades sociales. Sin duda, solo era otra aburrida joven casadera a añadir a la larga lista que ya conocía. No sabía cómo podía ha¬berse estremecido de deseo nada más verla—. Y bien, ¿alguien me va a presentar a nuestro invitado? —preguntó ____ depositando una mirada absoluta¬mente neutral sobre Nick.
—Es Nick Jerry, nuestro nuevo capataz —anun¬ció Harden estudiando la expresión de ____, que se quedó estupefacta—. Nick, te presento a mi única hija, _______..., es decir, ___... —Harden cambió inmediatamente de tema, consciente del impacto que la noticia había tenido sobre su hija—: Tater, ¿por qué no acompañas a nuestro amigo hasta su alojamiento?
Las miradas de _____ y Nick confluyeron con la velocidad del rayo, los ojos de ella brillaban in¬crédulos y, sin mayor ceremonia, se acercó a él y le plantó un dedo acusador sobre el pecho.
—Así que eres el nuevo capataz —le espetó, obvia¬mente contrariada.
—Solo temporalmente, hasta que tu padre me¬jore —intervino Tater, diplomáticamente.
—Acaban de contratarme hace unos minutos —explicó Nick con calma.
—Entiendo. ¿Y... has surgido misteriosamente de la nada?
—No —rió él—. He llegado hoy mismo a la ciudad en busca de un trabajo como jornalero.
—¿Un trabajo como jornalero? Te advierto que dirigir un rancho ecuestre como este es algo bas¬tante complicado —advirtió ella, desafiante.
—_____, por favor, olvida tu mal humor —le pidió su padre con una paciencia que parecía infinita—. Nick es consciente de lo que significa dirigir un rancho. Si no, no lo hubiéramos contratado. Ade¬más, este no es el momento adecuado para discu¬tir ese tema. Vente a casa conmigo y hablaremos tranquilamente —dijo mientras se alejaba apoyán¬dose en el bastón.
—Papá, tienes demasiada tendencia a pensar que el rancho solo lo puede llevar un hombre, pero los tiempos han cambiado. Debes darte cuenta de que la mejor capataz del mundo está de¬lante de tus ojos: yo —lo amonestó ____ cami¬nando junto a él—. Quiero que sepas que no estoy de acuerdo con tu decisión..., pero ya que es cosa hecha... —su voz se oía cada vez más tenue y le¬jana—, lo aceptaré mientras me permitas seguir tra¬bajando con Lucky Hand..., aunque...
Tater suspiró cuando ambos hubieron abando¬nado definitivamente los establos.
—Nunca entenderé a las mujeres. Prefiero un buen caballo.
—Sin duda, esta tiene mucho carácter —comentó Nick riendo entre dientes al sentir cómo se aflo¬jaba la tensión que padre e hija habían creado con su desacuerdo.
—Vamos, Nick, te mostraré tu alojamiento. No es lujoso, pero sí agradable.
Capítulo Uno
Nicholas Jerry Jonas, heredero de la fortuna familiar de los Jonas, entró en uno de los salones privados del exclusivo club de campo que frecuen¬taba, se quitó la pajarita y se desabrochó el cuello de la camisa.
—Así está mejor —dijo con un suspiro de alivio—. Odio estos disfraces.
Tomó el vaso de whisky añejo que le acercó su primo Joseph Demetries, y se lo bebió de un solo trago, estirando a continuación el brazo para que se lo volviera a llenar.
—Una noche dura, ¿eh, primo? —rió Joseph entre dientes mientras vertía el líquido ámbar.
—Si tengo que bailar con una sola debutante más, me tiro por una ventana —contestó Nick con cara de pocos amigos.
Joseph alto, guapo e inmaculadamente ves¬tido con un elegante traje veraniego, se acercó y le dio un cariñoso apretón en el hombro.
—No pienses en verte libre de esas señoritas casa¬deras hasta que alguna de ellas ocupe el puesto por el que todas sueñan, como afortunada esposa de todo un semental que vale más de un millón de dólares.
—Dios no lo quiera. Y no me llames así, sabes que lo odio.
—Sí, pero la prensa rosa tiene que vender ejem¬plares a cualquier precio, ya lo sabes, es ley de vida. Nick se encogió de hombros, desde hacía meses se encontraba tenso y descontento. Ninguna mujer era capaz de retener su atención más de cuarenta y ocho horas. Sentía como si, en cierta forma, hubiera llegado al final de ninguna parte, su vida era tediosa y no veía la forma de enderezarla, no sabía qué es¬peraba del mundo, ni de la vida, ni de sí mismo.
—Me aburro espantosamente.
—Pobre muchachito multimillonario —se burló Joe guiñándole un ojo—. Dime, ¿qué te pasa, Nick? Llevas una temporada disgustado con todo. ¿Hay algo en especial que quieras contarme?
—Sí... No. No sé.
—Sé que tus padres te están presionando para que sientes la cabeza...
—... con una mujer adecuada a mi rango. Lo cual implica montones de dinero y de contactos sociales.
—No puedes culparlos. Después de todo, tu boda tiene una gran importancia desde el punto de vista familiar.
—Fortuna, reputación, herencia, contactos, et¬cétera, etcétera, etcétera —suspiró _____.
—Me temo que sí, de eso se trata.
—Demonios, Joe, estoy desesperado. Todo me resulta tan monótono...
—Eso es culpa tuya. Dispones de los medios ma¬teriales necesarios para divertirte como mejor te apetezca.
—Lo sé —admitió Nick sonrojándose—. Pero ne¬cesito hacer algo completamente diferente.
—¿Cómo qué?
—No lo sé —dijo golpeando la mesa con el puño—. Necesito una aventura, algo que me cam¬bie de arriba abajo, que me permita encontrarme a mí mismo. Hay algo dentro de mí que no está en su sitio. A veces me pregunto cómo sería ser un don nadie. ¿Sabes a lo que me refiero?
—No.
—Me gustaría ser un hombre cualquiera, sin que nadie se interese por cotillear mi vida y sin que las mujeres me acosen con sus mejores trucos para darme caza. Me refiero a vivir como una persona normal y corriente.
—Descártalo —rió Joe—. Tú jamás podrás ser una persona normal y lo sabes.
—¿Estás seguro? ¿Por qué no? —preguntó Nick incisivamente mientras una súbita sonrisa de com¬placencia inundaba su rostro: una idea tomaba forma en su mente. Miró enigmáticamente a su primo con la famosa expresión que componían los Joe ante un reto, la misma que su abuelo había empleado para hacer frente al enemigo en la segunda guerra mundial o, al menos, eso decía la leyenda familiar.
—Porque tienes dinero a raudales y un estilo de vida que la mayoría de la gente envidia y que nunca logrará alcanzar, y porque actualmente eres el soltero de oro del estado de Virginia y, pro¬bablemente, de toda la costa este de los Estados Unidos. Jamás podrías convertirte en una persona normal.
—¿Qué te apuestas?
—Lo que tú quieras.
—Te apuesto mi coche nuevo a que soy capaz de vivir como una persona normal durante un mes.
—¿Tu coche nuevo? —inquirió Joe boquia¬bierto—. Amas ese trozo de metal como no has amado a mujer alguna jamás.
—Eso es porque me proporciona más diversión y menos preocupaciones. Pero no estoy preocu¬pado. Voy a ganar la apuesta.
—Ya veremos. Así que pretendes salir de aquí y convertirte en un hombre normal. ¿Y... se puede saber cómo va a conseguir el rey de las revistas del corazón ese milagro?
—Busquemos un mapa —dijo Nick, dispuesto a poner su idea en práctica inmediatamente.
—¿Un mapa?
—Necesito irme a alguna parte, donde nadie me conozca —se acercó a una de las estanterías en las que el club archivaba bibliografía sobre viajes para uso de los socios—. Aquí está, un mapa de los Esta¬dos Unidos —Nick lo desplegó encima de la mesa. Se tapó los ojos con una mano y con la otra puso al azar un dedo sobre él, calculando que no estu¬viera demasiado lejos de Virginia—. Ya está —dijo echando un vistazo—: Cecil, Kentucky, un sitio tan bueno como cualquier otro.
—¿Cecil? Parece un lugar remoto y desconec¬tado de la civilización.
—No, mira. Está en medio de una gran zona de pastos, al sudoeste de Lexington.
—Lexington es la capital de las carreras de caba¬llos, Nick. ¿Cómo puedes pensar que nadie va a reconocerte allí? Por Dios, tu familia posee un im¬portante rancho de caballos en WindRaven.
—Ya, pero yo no frecuento el rancho, como bien sabes. Apenas se me conoce de vista en algunos círculos ecuestres de Virginia. Además, nadie po¬drá conectarme con Nick Jonas del rancho WindRaven, porque nadie espera encontrarse conmigo. Simplemente, verán a un hombre nor¬mal y corriente. Eso es todo.
—Barrunto un auténtico desastre —le advirtió Joe con el ceño fruncido.
—Te preocupas demasiado.
—Me pagas para que lo haga.
—Bien. Este es el trato: yo me escapo para te¬ner una aventura durante un mes, y nadie, apar¬te de ti, debe saber dónde estoy —resumió con la mirada absorta en lontananza y satisfecho de sí mismo por primera vez en mucho tiempo. Quizá esa fuera la forma adecuada de alterar su vida para poder conocerse realmente a sí mismo, no al estereotipo con el que convivía desde hacía años.
—Es la estupidez más grande que he oído en mucho tiempo. Si realmente quieres ponerte a prueba, ¿por qué no asumes la dirección de al¬guno de los negocios de tú familia?
—Eso supondría dejar en la calle a mucha gente que actualmente trabaja para mí. Además, no me sacaría de mi entorno social, que es lo que real¬mente necesito para reflexionar.
—Nick —suspiró Joe—. Ya es hora de que tomes las riendas de tu propia vida.
—Eso es lo que pretendo hacer, Joe. Promé¬teme que no le vas a confesar a nadie mi plan. Ni siquiera a mis padres.
—No me lo van a preguntar, están en Europa en la villa de tu tío.
—Correcto. Y se supone que yo tengo que reunirme con ellos la semana próxima.
—Sí. Para el cumpleaños de la tía Rosalind.
—Tendrás que inventarte algo para cubrir mi au¬sencia, Joe. Venga, tómatelo con deportividad, se trata de una apuesta. O vivo un mes como una per¬sona normal o te entrego las llaves de mi Jaguar. Y si gano yo, me dejas que use tu nuevo y lujoso barco durante los próximos seis meses.
—De acuerdo. Es una apuesta —accedió Joe, estrechando la mano de Nick—. Lo vas a hacer de todas maneras... —añadió sirviendo otras dos bebidas que apuraron de inmediato para sellar el pacto—. Pero, ¿a qué demonios piensas dedicarte en Cecil, Kentucky?
—No te preocupes, Joe. Eres mi abogado, no mi madre. No te compliques, convéncete de que lo voy a pasar estupendamente —dijo Nick a modo de despedida, abandonando la cómoda bu¬taca y dirigiéndose hacia la puerta.
—Qué tranquilo me dejas —contestó Nick con una mirada sardónica—. De todas maneras, llá¬mame si me necesitas.
—Nos vemos dentro de un mes —prometió su primo, saliendo de la sala para abandonar el club. Una vez tomada la decisión, Nick decidió no perder el tiempo con los preparativos. El lunes al amanecer, echó una raída bolsa de viaje casi vacía en el asiento de la vieja y destartalada camioneta que había tomado prestada de uno de sus mozos de cuadra y se puso en camino, con un sentimiento de libertad poco usual. Evitó las autopistas y condujo por carreteras de tercer orden hasta que entró en Kentucky, cruzando las suaves coli¬nas de los Apalaches.
_______ Braybourne tiró levemente de las riendas mientras el caballo trotaba en círculo.
—Vamos, cálmate —le dijo con suavidad.
Lucky Hand no era un caballo joven e inex¬perto, pero aún no había desarrollado todo su po¬tencial. Sin embargo, ___ estaba convencida de que ese animal tenía la fuerza y el espíritu necesa¬rios para ganar una carrera. Justo lo que necesi¬taba el rancho Braybourne para salir del bache económico que arrastraba desde hacía un par de años. Lucky Hand había llegado a sus manos de forma poco convencional, ya que su padre lo ha¬bía ganado inesperadamente, jugando al póquer con un desconocido, y eso le restaba valor como semental, puesto que se desconocía su pedigrí. No obstante, ella sabía que, con un entrenamiento adecuado, ese caballo negro podría sacarles de apuros. Llevaba dos meses trabajando con él y aún quedaban seis semanas para la Copa Rosemont. Se secó el sudor de la frente con la manga de su ca¬miseta de algodón. Hacía demasiado calor en Ken¬tucky para ser el mes de junio y todos los ganade¬ros de los alrededores rezaban para que lloviera antes de que se perdieran los pastos. Desmontó y llevó a Lucky Hand hacia los establos. Allí encon¬tró a Tater, el mozo de cuadra que había contra¬tado su abuelo y que todavía estaba con ellos en el rancho. El anciano tenía una expresión preocu¬pada.
—¿Pasa algo, Tater? —preguntó ____.
—Nada, los pagos de los jornaleros van a volver a retrasarse.
—Todo eso cambiará en cuanto yo me haga cargo del rancho y tengamos un poco de suerte. Confío totalmente en Lucky Hand, aunque desde el accidente de papá...
—Se repondrá, solo se ha roto un brazo y se ha magullado una pierna. Pero no creo que quiera cederte el mando del rancho, muchacha, se su¬pone que debes asistir a las fiestas del vecindario y a las reuniones sociales para encontrar un marido adecuado.
—No me interesan los maridos, me interesa este caballo y me interesa el futuro del rancho. He aprendido a sonreír, a hablar y a vestirme para se¬ducir a un hombre al viejo estilo sureño, pero pre¬fiero limpiar los establos.
—____... —dijo Tater soltando una carcajada—. El hombre que apueste por ti va a tener que hacer gala de una gran fortaleza de carácter.
—¿Has intentado alguna vez ponerte unos zapa¬tos de tacón alto? —bromeó ella inspeccionando los deshilachados vaqueros y las viejas botas de montar de ambos—. Se te duermen los dedos de los pies al instante.
—Pero estás muy guapa cuando te vistes como una señorita.
—Afortunadamente, lo hago muy pocas veces... Ah, por cierto —dijo consultando su reloj de pulsera y asombrándose de cómo se había pasado el tiempo—, mamá y yo tenemos que asistir esta tarde a un té de beneficencia, se me había olvidado. Me marcho, Tater, aún tengo que vestirme y maqui¬llarme un poco —dijo acariciando el hocico de Lucky Hand—. ¿Podrías cepillarlo y darlo de comer?
—Claro, vete a enfundarte en tu mejor traje y pá¬salo bien.
Nick paró un momento en el arcén justo de¬lante del letrero de Cecil. En ese momento empe¬zaba la verdadera aventura. Estaba a punto de cum¬plir veintinueve años y podía disfrutar de todos los lujos materiales, pero necesitaba algo más: encon¬trarse a sí mismo, alimentar su espíritu. El calor de la tarde caía a plomo en Kentucky y Nick suspiró por una bebida bien fría y una buena ducha. Era hora de ponerse en marcha de nuevo, así que re¬gresó al interior de la camioneta, la puso en marcha y se dirigió al centro de Cecil. Era una bella ciudad, llena de antiguas casas recién restauradas y de jardi¬nes bien cuidados, la calle principal estaba flanquea¬da de olmos centenarios. Necesitaba encontrar un lugar donde pudiera ofrecer sus servicios como jor¬nalero y pensó en los almacenes de forraje. Encon¬tró uno al otro lado de la ciudad, en las afueras. El edificio principal tenía un gran porche delantero, a la sombra del cual se encontraban dos ancianos ju¬gando al ajedrez. Detuvo la camioneta delante de ellos y se desperezó, consciente de las miradas curio¬sas que le dedicaron ambos. Era un forastero.
—¿Dónde puedo conseguir una bebida fría? —preguntó.
—Hay una máquina de refrescos dentro, se¬ñor..., en el vestíbulo —contestó uno de los hom¬bres con el cabello cano.
—Gracias —dijo Nick con una ligera inclinación de cabeza. Entró, seleccionó una bebida y dio un gran trago antes de regresar al porche. «Si tengo suerte, estos dos ancianos me proporcionarán la información que necesito», pensó.
—Está solo de paso, ¿no? —se interesó Tater. —No, señor. Busco trabajo por aquí para una temporada. Tengo más experiencia con los caba¬llos que con los pastos —aclaró. Aunque hacía mu¬cho tiempo que había perdido el contacto con los negocios ecuestres de la familia, Nick dio gracias al cielo de que su abuelo lo hubiera obligado a tra¬bajar todos los veranos en el rancho WindRaven hasta que cumplió los trece años—. ¿Saben de al¬gún rancho de cría y entrenamiento de caballos que necesite el trabajo de un hombre?
—Es posible, es posible... —contestó Tater entor¬nado los ojos. Nick lo miró con su mejor sonrisa, esperando que el anciano se decidiera mientras él se felicitaba por su buena suerte—. Quizá podría¬mos intentarlo en mi rancho —dijo al fin—. Harden Braybourne, el dueño, ha tenido un accidente y tenemos demasiado trabajo, pero el salario no será generoso —advirtió—. Eso sí, podrá disponer de comida y alojamiento.
—¿Harden necesita contratar a un hombre? No me habías dicho nada —intervino el otro anciano—. A ___ no le va a gustar la idea.
—A veces hablas demasiado, Lawrence —lo amo¬nestó Tater, antes de dirigirse de nuevo a Nick—. Mi nombre es Travis O'Neill, pero todo el mundo me llama Tater —se presentó.
—Nick Jerry —contestó él estrechándole la mano—. Pero llámeme Nick, eso es lo que hacen todos.
—De acuerdo, Nick, sígueme hasta el rancho Braybourne y allí concretaremos los detalles con Harden.
Cruzaron un paisaje de suaves colinas, un im¬presionante cañón de piedra caliza con un río azul al fondo y un gran bosque, antes de llegar al abierto panorama de pastos, típico de la región. Tater tomó un camino a la derecha y se dirigió ha¬cia una casa blanca rodeada de establos, todos ellos decorados con molduras de madera pintadas de verde oscuro. A Nick le alivió comprobar que no era un rancho lujoso como los que ya conocía. Eso le permitiría convertirse en una persona normal con mayor facilidad. Saltó de la camioneta y siguió a Tater hasta el interior de los establos, donde el ambiente era fresco y oscuro, y olía a heno y a ca¬ballos. Aunque todo estaba limpio y ordenado, ha¬bía pocos animales. Nick dirigió una muda pre¬gunta a Tater, con una ceja enarcada.
—Hemos pasado varios años malos y hemos te¬nido que vender parte de la cuadra. Una pena —comentó Tater resignado.
—Tater, ¿has visto a...? —resonó de pronto la po¬tente voz de Harden Braybourne mientras se acer¬caba a ellos. Era un hombre alto, fuerte y canoso, con un brazo en cabestrillo y un bastón en la otra mano. Cuando se percató de la presencia de Nick enmudeció al instante y lo observó con deteni¬miento.
—Harden, te presento a Nick Jerry —dijo rápida¬mente Tater—. Acaba de llegar a la ciudad, sabe de caballos y necesita un trabajo temporal. Lo he traído para que podamos hablar de su experiencia laboral.
—Hum, sí —asintió Harden—. Cuéntame. —He vivido siempre rodeado de caballos —con¬testó Nick con nerviosismo: era su primera entre¬vista de trabajo y nunca antes se había visto obli¬gado a adornar la verdad en su propio beneficio—. Mi abuelo fue en sus tiempos uno de los mejores criadores de caballos de carreras del país.
—Bien, eso servirá, por el momento. Necesita¬mos urgentemente la ayuda de un hombre para que me sustituya mientras me recupero. Te con¬trataremos en calidad de capataz para que supervi¬ses las actividades del rancho y podrás disponer de la ayuda de Ed y Billy.
—No te olvides de ____, Harden. Tu hija se toma muy en serio el rancho —intervino Tater.
—____ se va a casar pronto —replicó él con el ceño fruncido.
—¿En serio? No me ha contado nada. —Bueno, aún no es definitivo, pero sé con segu¬ridad que John Tom Thomas va a pedírselo. Es guapo, tiene dinero y procede de una buena fami¬lia. No creo que ____ pueda rechazarlo.
—Me muero de aburrimiento cada vez que lo veo, papá —terció inesperadamente una joven voz femenina.
Nick miró con sorpresa hacia el portón de los establos, pero no pudo verla con claridad puesto que estaba a contraluz. Solo pudo apreciar una silueta alta y esbelta con la cabeza rodeada por una espesa melena de color rubio platino. Harden pa¬recía pillado en falta y decidió guardar silencio. La joven se acercó con gran elegancia de movimien¬tos. Parecía una estrella de cine: piernas largas y bien formadas, caderas estrechas, pechos redon¬dos, llenos y prominentes..., todo ello cubierto con un lujoso traje de verano de color naranja. Sin saber por qué, Nick imaginó que era una mujer fría de cara al exterior, pero llena de pasión por dentro, justo el tipo de mujer que le hacía perder los estribos. Con sorpresa, sintió cómo su cuerpo se estremecía y, al instante siguiente, deseó lamerla de arriba abajo. Aún no había visto su rostro, pero su voz y la elegante silueta de su cuerpo bastaban para indicarle que esa mujer era como un pedazo de hielo a punto de derretirse. Nick catalogó a ____ entre las mejores jóvenes solteras de clase alta que había conocido hasta entonces, aunque estaba asombrado de encontrarla en ese rancho venido a menos. Apartó la vista con esfuerzo.
—¿Qué tal el té de beneficencia, ____? ¿Lo ha¬béis pasado bien? —preguntó Harden.
—Hemos tomado bocadillos de pepino y ensa¬lada de frutas. ¿Qué tal suena?
—No había pollo asado en el menú, ¿eh? —co¬mentó Nick riendo entre dientes, a pesar de no haber sido presentado.
—Ni una sola proteína —aclaró ____ sonriéndole con sorpresa. ¿Quién era ese hombre?—. Pero hici¬mos entrega de un cheque sustancioso al hospital infantil con los beneficios de la venta del libro de recetas locales escrito por la Asociación de Damas Sureñas —añadió dirigiéndose a su padre. Nick de¬dujo que se trataba de una organización respetable con propósitos benéficos. A pesar de la primera im¬presión que había recibido de ella, cambió de opi¬nión al conocer sus actividades sociales. Sin duda, solo era otra aburrida joven casadera a añadir a la larga lista que ya conocía. No sabía cómo podía ha¬berse estremecido de deseo nada más verla—. Y bien, ¿alguien me va a presentar a nuestro invitado? —preguntó ____ depositando una mirada absoluta¬mente neutral sobre Nick.
—Es Nick Jerry, nuestro nuevo capataz —anun¬ció Harden estudiando la expresión de ____, que se quedó estupefacta—. Nick, te presento a mi única hija, _______..., es decir, ___... —Harden cambió inmediatamente de tema, consciente del impacto que la noticia había tenido sobre su hija—: Tater, ¿por qué no acompañas a nuestro amigo hasta su alojamiento?
Las miradas de _____ y Nick confluyeron con la velocidad del rayo, los ojos de ella brillaban in¬crédulos y, sin mayor ceremonia, se acercó a él y le plantó un dedo acusador sobre el pecho.
—Así que eres el nuevo capataz —le espetó, obvia¬mente contrariada.
—Solo temporalmente, hasta que tu padre me¬jore —intervino Tater, diplomáticamente.
—Acaban de contratarme hace unos minutos —explicó Nick con calma.
—Entiendo. ¿Y... has surgido misteriosamente de la nada?
—No —rió él—. He llegado hoy mismo a la ciudad en busca de un trabajo como jornalero.
—¿Un trabajo como jornalero? Te advierto que dirigir un rancho ecuestre como este es algo bas¬tante complicado —advirtió ella, desafiante.
—_____, por favor, olvida tu mal humor —le pidió su padre con una paciencia que parecía infinita—. Nick es consciente de lo que significa dirigir un rancho. Si no, no lo hubiéramos contratado. Ade¬más, este no es el momento adecuado para discu¬tir ese tema. Vente a casa conmigo y hablaremos tranquilamente —dijo mientras se alejaba apoyán¬dose en el bastón.
—Papá, tienes demasiada tendencia a pensar que el rancho solo lo puede llevar un hombre, pero los tiempos han cambiado. Debes darte cuenta de que la mejor capataz del mundo está de¬lante de tus ojos: yo —lo amonestó ____ cami¬nando junto a él—. Quiero que sepas que no estoy de acuerdo con tu decisión..., pero ya que es cosa hecha... —su voz se oía cada vez más tenue y le¬jana—, lo aceptaré mientras me permitas seguir tra¬bajando con Lucky Hand..., aunque...
Tater suspiró cuando ambos hubieron abando¬nado definitivamente los establos.
—Nunca entenderé a las mujeres. Prefiero un buen caballo.
—Sin duda, esta tiene mucho carácter —comentó Nick riendo entre dientes al sentir cómo se aflo¬jaba la tensión que padre e hija habían creado con su desacuerdo.
—Vamos, Nick, te mostraré tu alojamiento. No es lujoso, pero sí agradable.
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
angi presente :D
holaaaaaaaaaa pitufa
nueva lectora haha xd
siguela
siguela
siguela
estavez tartare de leerla toda todita toda
pero es la subes super rapido :P
naaa sigue y sube mas :D
tkm pitufa :hug:
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Invitado
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Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Quiero massssssssssssssss o tendre q empezar mis amenazas
Faby Evans Jonas
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Capítulo Dos
Tater cruzó los establos y abrió la última puerta del pasillo.
—¿Voy a vivir en los establos? —preguntó Nick asombrado. Estaba seguro de que habría habita¬ciones para la servidumbre en la casa principal. —¿Te disgusta? —contestó Tater, algo incómodo. —No, simplemente pensé que el rancho dispon¬dría de un alojamiento específico para el capataz —respondió Nick, recobrándose inmediatamente. —Existe. Es una casita que está a doscientos me¬tros de aquí, pero se quemó hace un par de años y todavía no hemos tenido dinero para repararla del todo. Hay otras prioridades —explicó dejando que Nick lo precediera para entrar en la modesta ha¬bitación—. Este es el cuarto del mozo de cuadra, pero está libre por el momento. ¿No te importa dormir en los establos, verdad?
Si le hubieran hecho esa pregunta hacía unos días, Nick hubiera pensado que se trataba de una broma, pero no, había comenzado la aventura.
—No, señor, por supuesto que no. Si los caballos están a gusto, yo también.
—Así se habla, chico —dijo Tater exhalando un suspiro de alivio—. Siempre he dicho que es más se¬guro acostarse con un caballo que con una mujer.
—Más seguro, pero menos interesante —afirmó Nick con una sonrisa mientras una imagen de ____ en ropa interior, despeinada y con los párpa¬dos pesados por el sueño, ocupaba su mente de in¬mediato. Su mirada se encontró con los ojos sabios del anciano y tuvo la seguridad de que sabía lo que había estado pensando.
—Algunas mujeres son capaces de calentarle a uno la sangre hasta que hierve —filosofó Tater.
—Ese es el tipo de mujer que procuro evitar siempre. Implica un compromiso demasiado fuerte —contestó Nick.
—No es tan fácil hacerlo como decirlo.
Nick sonrió y cambió de tema.
—Esto tiene buena pinta —dijo contemplando la habitación—. ¿Dónde vives tú, Tater?
—Tengo una casita pequeña detrás de la colina. La heredé de mi padre y él de mi abuelo. Los O'Neill han trabajado para los Braybourne desde que se fundó el rancho. Yo subí a ____ a su primer pony y la enseñé amontar a caballo. Era una chiquilla preciosa y valiente, pero demasiado impulsiva.
—No parece haber cambiado mucho.
—Exteriormente sí, te lo puedo asegurar —dijo con un guiño.
—Ya me he dado cuenta —contestó Nick con una sonrisa.
—Y yo me he dado cuenta de que tú te dabas cuenta —advirtió Tater secamente.
—Sé portarme cívicamente —se defendió Nick con frialdad.
—Bien. Supongo que Harden se ocupará de que alguien te baje unas sábanas y unas toallas. El baño está aquí. Además, dispones de un armario, una silla, una mesa e, incluso, una pequeña nevera y un microondas, aunque harás la mayoría de las comidas con la familia. ¿Tienes alguna pregunta que ha¬cerme?
—No, señor. Ahora mismo voy a la camioneta para sacar mis cosas y colocarlas en el armario. Muchas gracias.
—En ese caso, adiós, nos veremos mañana por la mañana.
Nick recorrió los establos para familiarizarse con su nuevo entorno y saludó a los caballos uno por uno, hasta que se topó con un enorme semen¬tal de color negro que ni siquiera alzó el morro al percibir su presencia. Ese animal tenía un espíritu salvaje, no cabía la menor duda. Salió al exterior y sintió el golpe de calor de la última hora de la tarde. Se acercó hasta la camioneta, recogió la exi¬gua bolsa de viaje y regresó a su habitación. Sacó una toalla y se dirigió inmediatamente a la ducha. El agua y el jabón resbalaron sobre su piel bo¬rrando todo resto del polvo que había acumulado durante el viaje. Durante unos segundos disfrutó del chorro que caía directamente sobre su rostro. Todo iba bien. La aventura había empezado con buen pie. «Aquí estás, Jonas. Querías ser una per¬sona normal y ya lo eres», se dijo. Cerró la ducha, tomó una toalla y se la ató alrededor de la cintura. Salió del baño y entró en su habitación.
—Lo siento —musitó ____, petrificada—. Llamé a la puerta, pero no imaginaba...
Nick se quedó sin habla durante un momento, pero se recuperó inmediatamente al observar su expresión compungida y el montón de sábanas y mantas que sostenía en los brazos. Se pasó la mano por el pelo mojado.
—¿Debo entender que se trata de una visita ofi¬cial de mi anfitriona? —preguntó.
—¿Qué otra cosa podría ser? —contestó ella son¬rojándose.
—La esperanza es lo último que se pierde —bro¬meó él mirándola primero a ella y luego a la cama, con un atrevimiento muy provocativo.
—En este caso no hay esperanza que valga —con¬testó ____ aclarándose la garganta—. Te he traído unas sábanas y unas mantas.
—No creo que vaya a necesitar ninguna manta.
—Haz lo que quieras.
—Suelo hacerlo.
—También te he traído unas toallas.
—Toallas sí voy a necesitar, solo tengo una —dijo Nick echando un vistazo al minúsculo pedazo de tela que apenas le cubría sus partes más íntimas. Le¬vantó la vista y descubrió que ella también estaba mi¬rando la diminuta toalla. Nick observó su rostro sin decir palabra. Saboreó desde la breve distancia que los separaba sus rotundos pómulos, sus ojos de gato, su aristocrática nariz. Se detuvo en los labios, esa boca estaba hecha para dar y recibir placer, el labio superior ligeramente curvado y el inferior lleno y sensual. En ese momento, ella se humedeció los la¬bios con la lengua. Dios, si esa chica no dejaba de mirarle la entrepierna inmediatamente, iba a darse cuenta sin remedio de lo que él estaba pensando cuando algo aumentara de tamaño y presionara la toalla hacia arriba—. Es muy amable por tu parte ha¬berte molestado en traerme todo esto —dijo Nick para evitar el instinto de tomarla en brazos y lan¬zarla sobre la cama. Sin embargo, el deseo de provo¬carla lo acuciaba, quería saber si aún era tan impul¬siva como la había descrito Tater, por debajo de ese aspecto de gran dama que exhibía.
—No te esperes que vaya a ser siempre tan servi¬cial, así que no tientes a la suerte.
—Normalmente lo hago —contestó él, insinuante. —Estás muy orgulloso de ti mismo, ¿no? Pues gastas tus energías en vano, porque no pienso de¬jarme tentar. En realidad preferiría que nunca hu¬bieras aparecido por aquí. —¿Por qué? Necesitáis ayuda. —Sí. Ayuda para limpiar los establos. Del resto puedo ocuparme yo perfectamente.
—Tu padre no parece estar de acuerdo, ¿eh? —Te estaré vigilando —contestó ____ tras unos momentos de duda. —Qué interesante. —¿Interesante? ¿Qué quieres decir? —¿Qué crees tú que quiero decir? —Creo que estás flirteando conmigo —contestó ella humedeciéndose los labios mientras él no per¬día detalle de cada uno de sus gestos. ____ dio un paso hacia atrás para alejarse del masculino em¬brujo y se golpeó la cabeza con la esquina de una estantería.
—Oh, eso debe haberte dolido —dijo Nick acer¬cándose a ella. —No, en absoluto.
—Venga, déjame que mire a ver si tienes una he¬rida —dijo él sonriendo y mirándola a los ojos, ató¬nito al comprobar que eran de color verde claro y brillante, como la primera hierba de la primavera. Ella inclinó la cabeza y su abundante melena ru¬bio platino acarició las manos de Nick—. Tran¬quila —sus dedos buscaban la huella del golpe al tiempo que acariciaban su cabeza.
—Ay.
—¿Es ahí donde duele? —Sus cuerpos estaban en contacto y Nick se enardeció al sentir cómo ella se estremecía involuntariamente. Se preguntó cómo sería tenerla entre sus brazos.
—Sí —dijo ella recobrando la compostura y ale¬jándose de él.
—Creo que sobrevivirás —concedió él con una sonrisa—, pero igual deberías ponerte un poco de hielo.
—Gracias. Y tú deberías ponerte unos pantalo¬nes. La toalla se te está cayendo.
—Ups —dijo Nick, rehaciendo el nudo—. ¿De ve¬ras prefieres verme con pantalones? —bromeó.
«En realidad me gustaría verlo completamente desnudo y acariciarle esa piel morena», asumió _____.
—Si no te vistes puedes resfriarte.
—No lo creo. Hoy hace mucho calor.
La sonrisa de Nick reflejaba una gran con¬fianza en sí mismo y ____ era muy sensible ante la fortaleza de carácter masculina. El hecho de que tuviera un cuerpo impresionante, sano y muscu¬loso, solo empeoraba las cosas. Nick le recordaba a su semental negro, incluso en su bravío carácter.
Si se combinaba eso con un cabello moreno que se rizaba en las puntas, unos ojos negros como el car¬bón y un rostro perfectamente esculpido, el resul¬tado podía hacer temblar a cualquier mujer. Aun¬que en otras circunstancias hubiera regalado hasta el collar de perlas de su abuela con tal de disfrutar de una tórrida sesión de sexo con ese hombre, re¬cordó que él estaba allí para trabajar como capataz y que, si decidía quedarse, ella vería morir sus aspi¬raciones para dirigir el rancho en un futuro.
—Será mejor que te vistas —insistió con una fría mirada.
—Si te empeñas... Pero quizá debieras volver la cabeza mientras lo hago, no quiero herir tus senti¬mientos virginales.
—No sería el caso —contestó ____ manteniendo la calma—. Estoy acostumbrada a ver apéndices masculinos —en realidad tenía que admitir que casi todos pertenecían a caballos, pero un pene no dejaba de ser un pene, lo poseyera quien lo pose¬yera, aunque se tratara del hombre más atractivo que había conocido en toda su vida.
Nick la miró por un momento con una sonrisa atrevida y desafiante. Después, se dio la vuelta, se quitó la toalla y se embutió en unos pantalones va¬queros. Ella no apartó la vista de su cuerpo en nin¬gún momento: era una cuestión de orgullo.
—¿Es suficiente? —preguntó él abrochándose los pantalones muy despacio. _____ se sintió tentada de acercarse y acariciarle el torso, aunque solo fuera para comprobar si él reaccionaba, o simple¬mente estaba bromeando con ella. Pero jugar con ese hombre podía ser como jugar con fuego.
—Es suficiente, señor Nick.
—¿Señor?
—No lo puedo evitar. Estoy muy bien educada.
—No quiero que te comportes con educación conmigo —dijo Nick acercándose un paso.
—¿Por qué?
—Porque me gusta oír tus groserías.
—¿Groserías?
—Hace unos momentos me has dicho que prefe¬rirías que nunca hubiera venido.
—Para ejercer de capataz, no por otro motivo.
—Pero me necesitas, ¿no? —preguntó él con una aviesa mirada y la voz ronca.
—Claro que te necesito —corroboró ella antes de darse cuenta de cómo podía interpretarse su afir¬mación—. Para ayudar en el rancho, claro. Mi pa¬dre envejece y, aunque no lo admita, el duro tra¬bajo del rancho empezaba a agotarlo, incluso antes de tener el accidente. Y como puedes haber comprobado tú mismo, Tater tampoco está en plena juventud. Tenemos mucho trabajo que sacar adelante en el rancho, es evidente que no somos millonarios, pero hemos criado y entrenado varios caballos ganadores. Y volveremos a hacerlo —con¬cluyó alzando la barbilla con determinación.
—Amas este rancho, ¿no? —preguntó Nick con delicadeza y seriedad.
—Lo es todo para mí.
—Te admiro.
—¿Por qué?
—Por dedicar toda tu pasión y todo tu esfuerzo al cumplimiento de una meta.
—No podría vivir de otra manera —contestó ____ consciente de que él la estaba cortejando. Aunque hacía unos momentos habría sido capaz de atacar a ese hombre como si fuera una yegua en celo, optó por mantener las cosas bajo control—. Escucha, no pienses que porque tengas un cuerpo magnífico y una mirada intrigante yo voy a responder como si fuera una chica fácil —le advirtió claramente.
—No, ¿eh? A veces no es fácil evitar lo inevitable.
—No quiero verte revolotear alrededor mío ha¬ciendo valer tu encanto personal.
—La verdad es que no estaba pensando en revolo¬tear. Hay otras posturas que me parecen más sugerentes —contestó él sosteniendo la mirada de ella.
—Maldito seas —dijo ella con rabia, aunque todo su sistema nervioso estaba excitado por la idea.
—¿Te da miedo disfrutar del amor? —preguntó él con una sonrisa.
—Tu arrogancia puede costarte el puesto.
—Tendría que ser tu padre el que me echara, no tú. Además, ¿qué vas a contarle? No sería lo mismo si yo me hubiera atrevido a besarte o... Por cierto, ¿qué hubieras hecho si te hubiera besado?
—No te habría dejado —contestó ella a sabiendas de que mentía.
—____...
—De acuerdo, soy humana. Quizá hubiera de¬jado que me besaras...
Nick giró la barbilla de ____ con un dedo para mirarla profundamente a los ojos.
—¿No estarás pensando en tener una aventura conmigo? ¿En hacer el amor con un desconocido en vez de con ese hombre de sangre azul que tu padre te tiene preparado?
—No voy a casarme con él. La idea es de mi pa¬dre, no mía. Pero... ¿por qué estoy teniendo esta conversación contigo? Acabamos de conocernos —dijo ____ pensando que qué mujer no había te¬nido alguna vez la fantasía de hacer el amor de manera salvaje con un desconocido. Después de un momento, se estiró la chaqueta y se recolocó las perlas para restaurar la imagen seria y elegante que quería dar ante Nick—. Tengo que irme. Por cierto, mi madre me ha pedido que te invite a ce¬nar en casa a las nueve, si no tienes otros planes.
—Dile que será un placer.
____ se alejó como alma que lleva el diablo. «Nick Jerry», pensó. ¿Quién era? ¿De dónde pro¬cedía? ¿Por qué no se daba cuenta su padre de que ella era capaz de dirigir el rancho, como ha¬bía deseado desde que era pequeña? Había estu¬diado en la universidad de Kentucky y hecho todo lo que se esperaba de ella: sacar buenas notas, par¬ticipar en una de las hermandades femeninas, ani¬mar al equipo de los Wildcats, reunirse con la gente adecuada y sentar las bases de su futura vida social en los alrededores de Cecil. Todo ello para demostrar a su padre que era capaz de hacer cual¬quier cosa que se propusiera, como... dirigir el rancho Braybourne. De hecho, había conseguido que su opinión se tuviera en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre el rancho hasta que su pa¬dre se había caído del caballo y había decidido que era prioritario casar a _____ para asegurarle un futuro cómodo y sin preocupaciones. «¡Asegu¬rarle un futuro!», se indignó. Por Dios, solo tenía veintiséis años. Y, además, había aparecido Nick Jerry para complicar un poco más las cosas. Es¬taba segura de que su padre no aprobaría que ella tuviera una relación íntima con ____. Harden no había abandonado del todo el feudalismo y, para él, el linaje y la fortuna eran temas fundamentales en toda proposición matrimonial. Ella respetaba sus opiniones porque se trataba de su padre, aun¬que en el fondo no estuviera de acuerdo con él. El problema se presentaría cuando su cuerpo se ne¬gara a obedecer a su mente, como bien podía pa¬sar estando cerca de un hombre como Nick.
No era propio de ella dejarse llevar por la pa¬sión a primera vista, pero había algo diferente en ese hombre. Lo recordaba con la minúscula toalla anudada a la cintura, tan bien plantado como si fuera el dueño de la finca, con esa mirada cálida que decía: «Aquí estoy. Ven por mí o perderás la mejor ocasión de tu vida». Su actitud era tan desa¬fiante como atractiva.
Se apoyó sobre el tronco de uno de los olmos centenarios que rodeaban la casa para recobrar el ánimo. Tenía la terrible sensación de que las cosas se le iban de las manos y eso no le gustaba nada. Era una persona acostumbrada a hacer sus pro¬pios planes y a atenerse a ellos. Nick era una dis¬tracción y ella tenía que dedicarse a adiestrar a Lucky Hand para ganar la copa Rosemont dentro de seis semanas.
En todo caso, Nick solo iba a estar allí durante un mes. Eso podría soportarlo, pero la fortaleza de su padre estaba empezando a declinar con la edad y, si al final decidía pedirle a Nick que se quedase por más tiempo, los planes de _____ iban a verse seriamente contrariados. Más que nada en el mundo, deseaba ser la propietaria única de ese rancho que había fundado su antepasado Cecil Braybourne, cuyo nombre de pila llevaba la ciu¬dad cercana. Allí estaban sus raíces.
Su madre salió de la casa por la puerta delan¬tera y la sacó de su ensimismamiento, llevaba en las manos un colador y una fuente y de su hombro colgaba un trapo de cocina. Agatha Sweet Bray¬bourne era el mejor ejemplo que su hija conocía de dama sureña, siempre serena, amable y edu¬cada, pero, como bien sabían sus allegados, tenía un carácter indomable.
—____, preciosa, ven a ayudarme con los gui¬santes. Ese árbol no va a caerse aunque te separes de él.
—Lo siento, mami. Estaba pensando. Ya voy. —Entró en la cocina y se puso a preparar las verdu¬ras. Al cabo de un instante, volvió a sentirse có¬moda y relajada—. Mami, ¿cómo supiste que papá era la persona adecuada para ti?
—Eso es algo que se intuye, hija. ¿Por qué lo pre¬guntas?
—Por nada. Es solo curiosidad.
—No tiene nada que ver con John Tom Thomas, ¿verdad? Te lo digo porque ya sabes lo mucho que le gustaría a tu padre que te casaras con él. Y todo Cecil sabe que va a pedírtelo.
—¿Cómo?
—Ese chico anunció ayer en el club, a bombo y platillo, que tú eras su próximo objetivo en la vida.
—¿Qué? Seguro que lo dijo con más delicadeza, mami.
—Siento decepcionarte, cariño.
—Dios mío —elijo ____, compungida—. No espe¬rarás en serio que me case con John Tom, ¿ver¬dad?
—Lo querías mucho cuando estabais en el cole¬gio, ¿no?
—Eso fue hace años, mamá. Ahora es tan... su¬miso.
—¿Sumiso?
—Acomodaticio, digamos.
—Ah, claro, y tú lo que deseas es un semental salvaje, como ese demonio negro que estás entre¬nando, ¿no?
—No sé lo que quiero. Estoy un poco confusa —admitió ____ mientras miraba hacia los establos. De repente, surgió la figura de Nick. Su modo de moverse era casi poético, ¿podría ese hombre amarla hasta hacerla perder el sentido?—. Lo he in¬vitado a cenar, tal como me dijiste. —¿Cómo? Ah, hablas del señor Nick. —Nick, quiere que lo llamen Nick—aclaró ____ intentando no sonrojarse delante de su madre. —Nick... es un bonito nombre —dijo Agatha si¬guiendo la mirada de ___ hacia los establos—. Oh, Dios, tiene un trasero que quita el hipo.
—Mamá, eres demasiado mayor para mirarle el... trasero.
—Cariño, puede que sea mayor, pero no estoy muerta. Y tú, no seas mojigata. Tendría que preo¬cuparme seriamente por ti si no reconocieras que ese hombre es toda una obra de arte. —Bien. No te preocupes. —Además —añadió su madre—, vivimos en un rancho. Aquí se puede ver el sexo en estado puro durante todo el año. Forma parte de nuestra cul¬tura. Cuando descubras al hombre adecuado tus instintos te darán la razón.
____ abrazó a su madre.
—No sé si me estoy comportando tontamente. La verdad es que John Tom es guapo, educado...
—Eso es cierto, ___, pero muchos otros hom¬bres encajan también en esa descripción. Además, incluyo a los perros, para que veas que no discri¬mino a nadie. Tu padre y yo queremos que seas fe¬liz.
_____ rió al ver la seriedad con que su madre había hecho tal afirmación. Durante unos instan¬tes no dijo nada. No quería casarse con John Tom, no quería casarse con nadie de momento. Pri¬mero había que devolver la gloria de sus mejores días al rancho Braybourne.
—Lo sé, mami. No estoy segura de saber elegir a la persona adecuada cuando llegue el momento, pero haré todo lo que sea posible para no decep¬cionaros.
—Cariño, te equivocas. Lo que tienes que pensar es en tu propia felicidad, no en nosotros. Recuér¬dalo. Bueno —añadió, cambiando de tema—, así que ese Nick de tu alma ya sabe que cenamos a las nueve, ¿verdad?
—No es ese Nick de mi alma, mamá.
—Es solo una forma de hablar, cielito.
Mañana sigo subiendo =)
Tater cruzó los establos y abrió la última puerta del pasillo.
—¿Voy a vivir en los establos? —preguntó Nick asombrado. Estaba seguro de que habría habita¬ciones para la servidumbre en la casa principal. —¿Te disgusta? —contestó Tater, algo incómodo. —No, simplemente pensé que el rancho dispon¬dría de un alojamiento específico para el capataz —respondió Nick, recobrándose inmediatamente. —Existe. Es una casita que está a doscientos me¬tros de aquí, pero se quemó hace un par de años y todavía no hemos tenido dinero para repararla del todo. Hay otras prioridades —explicó dejando que Nick lo precediera para entrar en la modesta ha¬bitación—. Este es el cuarto del mozo de cuadra, pero está libre por el momento. ¿No te importa dormir en los establos, verdad?
Si le hubieran hecho esa pregunta hacía unos días, Nick hubiera pensado que se trataba de una broma, pero no, había comenzado la aventura.
—No, señor, por supuesto que no. Si los caballos están a gusto, yo también.
—Así se habla, chico —dijo Tater exhalando un suspiro de alivio—. Siempre he dicho que es más se¬guro acostarse con un caballo que con una mujer.
—Más seguro, pero menos interesante —afirmó Nick con una sonrisa mientras una imagen de ____ en ropa interior, despeinada y con los párpa¬dos pesados por el sueño, ocupaba su mente de in¬mediato. Su mirada se encontró con los ojos sabios del anciano y tuvo la seguridad de que sabía lo que había estado pensando.
—Algunas mujeres son capaces de calentarle a uno la sangre hasta que hierve —filosofó Tater.
—Ese es el tipo de mujer que procuro evitar siempre. Implica un compromiso demasiado fuerte —contestó Nick.
—No es tan fácil hacerlo como decirlo.
Nick sonrió y cambió de tema.
—Esto tiene buena pinta —dijo contemplando la habitación—. ¿Dónde vives tú, Tater?
—Tengo una casita pequeña detrás de la colina. La heredé de mi padre y él de mi abuelo. Los O'Neill han trabajado para los Braybourne desde que se fundó el rancho. Yo subí a ____ a su primer pony y la enseñé amontar a caballo. Era una chiquilla preciosa y valiente, pero demasiado impulsiva.
—No parece haber cambiado mucho.
—Exteriormente sí, te lo puedo asegurar —dijo con un guiño.
—Ya me he dado cuenta —contestó Nick con una sonrisa.
—Y yo me he dado cuenta de que tú te dabas cuenta —advirtió Tater secamente.
—Sé portarme cívicamente —se defendió Nick con frialdad.
—Bien. Supongo que Harden se ocupará de que alguien te baje unas sábanas y unas toallas. El baño está aquí. Además, dispones de un armario, una silla, una mesa e, incluso, una pequeña nevera y un microondas, aunque harás la mayoría de las comidas con la familia. ¿Tienes alguna pregunta que ha¬cerme?
—No, señor. Ahora mismo voy a la camioneta para sacar mis cosas y colocarlas en el armario. Muchas gracias.
—En ese caso, adiós, nos veremos mañana por la mañana.
Nick recorrió los establos para familiarizarse con su nuevo entorno y saludó a los caballos uno por uno, hasta que se topó con un enorme semen¬tal de color negro que ni siquiera alzó el morro al percibir su presencia. Ese animal tenía un espíritu salvaje, no cabía la menor duda. Salió al exterior y sintió el golpe de calor de la última hora de la tarde. Se acercó hasta la camioneta, recogió la exi¬gua bolsa de viaje y regresó a su habitación. Sacó una toalla y se dirigió inmediatamente a la ducha. El agua y el jabón resbalaron sobre su piel bo¬rrando todo resto del polvo que había acumulado durante el viaje. Durante unos segundos disfrutó del chorro que caía directamente sobre su rostro. Todo iba bien. La aventura había empezado con buen pie. «Aquí estás, Jonas. Querías ser una per¬sona normal y ya lo eres», se dijo. Cerró la ducha, tomó una toalla y se la ató alrededor de la cintura. Salió del baño y entró en su habitación.
—Lo siento —musitó ____, petrificada—. Llamé a la puerta, pero no imaginaba...
Nick se quedó sin habla durante un momento, pero se recuperó inmediatamente al observar su expresión compungida y el montón de sábanas y mantas que sostenía en los brazos. Se pasó la mano por el pelo mojado.
—¿Debo entender que se trata de una visita ofi¬cial de mi anfitriona? —preguntó.
—¿Qué otra cosa podría ser? —contestó ella son¬rojándose.
—La esperanza es lo último que se pierde —bro¬meó él mirándola primero a ella y luego a la cama, con un atrevimiento muy provocativo.
—En este caso no hay esperanza que valga —con¬testó ____ aclarándose la garganta—. Te he traído unas sábanas y unas mantas.
—No creo que vaya a necesitar ninguna manta.
—Haz lo que quieras.
—Suelo hacerlo.
—También te he traído unas toallas.
—Toallas sí voy a necesitar, solo tengo una —dijo Nick echando un vistazo al minúsculo pedazo de tela que apenas le cubría sus partes más íntimas. Le¬vantó la vista y descubrió que ella también estaba mi¬rando la diminuta toalla. Nick observó su rostro sin decir palabra. Saboreó desde la breve distancia que los separaba sus rotundos pómulos, sus ojos de gato, su aristocrática nariz. Se detuvo en los labios, esa boca estaba hecha para dar y recibir placer, el labio superior ligeramente curvado y el inferior lleno y sensual. En ese momento, ella se humedeció los la¬bios con la lengua. Dios, si esa chica no dejaba de mirarle la entrepierna inmediatamente, iba a darse cuenta sin remedio de lo que él estaba pensando cuando algo aumentara de tamaño y presionara la toalla hacia arriba—. Es muy amable por tu parte ha¬berte molestado en traerme todo esto —dijo Nick para evitar el instinto de tomarla en brazos y lan¬zarla sobre la cama. Sin embargo, el deseo de provo¬carla lo acuciaba, quería saber si aún era tan impul¬siva como la había descrito Tater, por debajo de ese aspecto de gran dama que exhibía.
—No te esperes que vaya a ser siempre tan servi¬cial, así que no tientes a la suerte.
—Normalmente lo hago —contestó él, insinuante. —Estás muy orgulloso de ti mismo, ¿no? Pues gastas tus energías en vano, porque no pienso de¬jarme tentar. En realidad preferiría que nunca hu¬bieras aparecido por aquí. —¿Por qué? Necesitáis ayuda. —Sí. Ayuda para limpiar los establos. Del resto puedo ocuparme yo perfectamente.
—Tu padre no parece estar de acuerdo, ¿eh? —Te estaré vigilando —contestó ____ tras unos momentos de duda. —Qué interesante. —¿Interesante? ¿Qué quieres decir? —¿Qué crees tú que quiero decir? —Creo que estás flirteando conmigo —contestó ella humedeciéndose los labios mientras él no per¬día detalle de cada uno de sus gestos. ____ dio un paso hacia atrás para alejarse del masculino em¬brujo y se golpeó la cabeza con la esquina de una estantería.
—Oh, eso debe haberte dolido —dijo Nick acer¬cándose a ella. —No, en absoluto.
—Venga, déjame que mire a ver si tienes una he¬rida —dijo él sonriendo y mirándola a los ojos, ató¬nito al comprobar que eran de color verde claro y brillante, como la primera hierba de la primavera. Ella inclinó la cabeza y su abundante melena ru¬bio platino acarició las manos de Nick—. Tran¬quila —sus dedos buscaban la huella del golpe al tiempo que acariciaban su cabeza.
—Ay.
—¿Es ahí donde duele? —Sus cuerpos estaban en contacto y Nick se enardeció al sentir cómo ella se estremecía involuntariamente. Se preguntó cómo sería tenerla entre sus brazos.
—Sí —dijo ella recobrando la compostura y ale¬jándose de él.
—Creo que sobrevivirás —concedió él con una sonrisa—, pero igual deberías ponerte un poco de hielo.
—Gracias. Y tú deberías ponerte unos pantalo¬nes. La toalla se te está cayendo.
—Ups —dijo Nick, rehaciendo el nudo—. ¿De ve¬ras prefieres verme con pantalones? —bromeó.
«En realidad me gustaría verlo completamente desnudo y acariciarle esa piel morena», asumió _____.
—Si no te vistes puedes resfriarte.
—No lo creo. Hoy hace mucho calor.
La sonrisa de Nick reflejaba una gran con¬fianza en sí mismo y ____ era muy sensible ante la fortaleza de carácter masculina. El hecho de que tuviera un cuerpo impresionante, sano y muscu¬loso, solo empeoraba las cosas. Nick le recordaba a su semental negro, incluso en su bravío carácter.
Si se combinaba eso con un cabello moreno que se rizaba en las puntas, unos ojos negros como el car¬bón y un rostro perfectamente esculpido, el resul¬tado podía hacer temblar a cualquier mujer. Aun¬que en otras circunstancias hubiera regalado hasta el collar de perlas de su abuela con tal de disfrutar de una tórrida sesión de sexo con ese hombre, re¬cordó que él estaba allí para trabajar como capataz y que, si decidía quedarse, ella vería morir sus aspi¬raciones para dirigir el rancho en un futuro.
—Será mejor que te vistas —insistió con una fría mirada.
—Si te empeñas... Pero quizá debieras volver la cabeza mientras lo hago, no quiero herir tus senti¬mientos virginales.
—No sería el caso —contestó ____ manteniendo la calma—. Estoy acostumbrada a ver apéndices masculinos —en realidad tenía que admitir que casi todos pertenecían a caballos, pero un pene no dejaba de ser un pene, lo poseyera quien lo pose¬yera, aunque se tratara del hombre más atractivo que había conocido en toda su vida.
Nick la miró por un momento con una sonrisa atrevida y desafiante. Después, se dio la vuelta, se quitó la toalla y se embutió en unos pantalones va¬queros. Ella no apartó la vista de su cuerpo en nin¬gún momento: era una cuestión de orgullo.
—¿Es suficiente? —preguntó él abrochándose los pantalones muy despacio. _____ se sintió tentada de acercarse y acariciarle el torso, aunque solo fuera para comprobar si él reaccionaba, o simple¬mente estaba bromeando con ella. Pero jugar con ese hombre podía ser como jugar con fuego.
—Es suficiente, señor Nick.
—¿Señor?
—No lo puedo evitar. Estoy muy bien educada.
—No quiero que te comportes con educación conmigo —dijo Nick acercándose un paso.
—¿Por qué?
—Porque me gusta oír tus groserías.
—¿Groserías?
—Hace unos momentos me has dicho que prefe¬rirías que nunca hubiera venido.
—Para ejercer de capataz, no por otro motivo.
—Pero me necesitas, ¿no? —preguntó él con una aviesa mirada y la voz ronca.
—Claro que te necesito —corroboró ella antes de darse cuenta de cómo podía interpretarse su afir¬mación—. Para ayudar en el rancho, claro. Mi pa¬dre envejece y, aunque no lo admita, el duro tra¬bajo del rancho empezaba a agotarlo, incluso antes de tener el accidente. Y como puedes haber comprobado tú mismo, Tater tampoco está en plena juventud. Tenemos mucho trabajo que sacar adelante en el rancho, es evidente que no somos millonarios, pero hemos criado y entrenado varios caballos ganadores. Y volveremos a hacerlo —con¬cluyó alzando la barbilla con determinación.
—Amas este rancho, ¿no? —preguntó Nick con delicadeza y seriedad.
—Lo es todo para mí.
—Te admiro.
—¿Por qué?
—Por dedicar toda tu pasión y todo tu esfuerzo al cumplimiento de una meta.
—No podría vivir de otra manera —contestó ____ consciente de que él la estaba cortejando. Aunque hacía unos momentos habría sido capaz de atacar a ese hombre como si fuera una yegua en celo, optó por mantener las cosas bajo control—. Escucha, no pienses que porque tengas un cuerpo magnífico y una mirada intrigante yo voy a responder como si fuera una chica fácil —le advirtió claramente.
—No, ¿eh? A veces no es fácil evitar lo inevitable.
—No quiero verte revolotear alrededor mío ha¬ciendo valer tu encanto personal.
—La verdad es que no estaba pensando en revolo¬tear. Hay otras posturas que me parecen más sugerentes —contestó él sosteniendo la mirada de ella.
—Maldito seas —dijo ella con rabia, aunque todo su sistema nervioso estaba excitado por la idea.
—¿Te da miedo disfrutar del amor? —preguntó él con una sonrisa.
—Tu arrogancia puede costarte el puesto.
—Tendría que ser tu padre el que me echara, no tú. Además, ¿qué vas a contarle? No sería lo mismo si yo me hubiera atrevido a besarte o... Por cierto, ¿qué hubieras hecho si te hubiera besado?
—No te habría dejado —contestó ella a sabiendas de que mentía.
—____...
—De acuerdo, soy humana. Quizá hubiera de¬jado que me besaras...
Nick giró la barbilla de ____ con un dedo para mirarla profundamente a los ojos.
—¿No estarás pensando en tener una aventura conmigo? ¿En hacer el amor con un desconocido en vez de con ese hombre de sangre azul que tu padre te tiene preparado?
—No voy a casarme con él. La idea es de mi pa¬dre, no mía. Pero... ¿por qué estoy teniendo esta conversación contigo? Acabamos de conocernos —dijo ____ pensando que qué mujer no había te¬nido alguna vez la fantasía de hacer el amor de manera salvaje con un desconocido. Después de un momento, se estiró la chaqueta y se recolocó las perlas para restaurar la imagen seria y elegante que quería dar ante Nick—. Tengo que irme. Por cierto, mi madre me ha pedido que te invite a ce¬nar en casa a las nueve, si no tienes otros planes.
—Dile que será un placer.
____ se alejó como alma que lleva el diablo. «Nick Jerry», pensó. ¿Quién era? ¿De dónde pro¬cedía? ¿Por qué no se daba cuenta su padre de que ella era capaz de dirigir el rancho, como ha¬bía deseado desde que era pequeña? Había estu¬diado en la universidad de Kentucky y hecho todo lo que se esperaba de ella: sacar buenas notas, par¬ticipar en una de las hermandades femeninas, ani¬mar al equipo de los Wildcats, reunirse con la gente adecuada y sentar las bases de su futura vida social en los alrededores de Cecil. Todo ello para demostrar a su padre que era capaz de hacer cual¬quier cosa que se propusiera, como... dirigir el rancho Braybourne. De hecho, había conseguido que su opinión se tuviera en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre el rancho hasta que su pa¬dre se había caído del caballo y había decidido que era prioritario casar a _____ para asegurarle un futuro cómodo y sin preocupaciones. «¡Asegu¬rarle un futuro!», se indignó. Por Dios, solo tenía veintiséis años. Y, además, había aparecido Nick Jerry para complicar un poco más las cosas. Es¬taba segura de que su padre no aprobaría que ella tuviera una relación íntima con ____. Harden no había abandonado del todo el feudalismo y, para él, el linaje y la fortuna eran temas fundamentales en toda proposición matrimonial. Ella respetaba sus opiniones porque se trataba de su padre, aun¬que en el fondo no estuviera de acuerdo con él. El problema se presentaría cuando su cuerpo se ne¬gara a obedecer a su mente, como bien podía pa¬sar estando cerca de un hombre como Nick.
No era propio de ella dejarse llevar por la pa¬sión a primera vista, pero había algo diferente en ese hombre. Lo recordaba con la minúscula toalla anudada a la cintura, tan bien plantado como si fuera el dueño de la finca, con esa mirada cálida que decía: «Aquí estoy. Ven por mí o perderás la mejor ocasión de tu vida». Su actitud era tan desa¬fiante como atractiva.
Se apoyó sobre el tronco de uno de los olmos centenarios que rodeaban la casa para recobrar el ánimo. Tenía la terrible sensación de que las cosas se le iban de las manos y eso no le gustaba nada. Era una persona acostumbrada a hacer sus pro¬pios planes y a atenerse a ellos. Nick era una dis¬tracción y ella tenía que dedicarse a adiestrar a Lucky Hand para ganar la copa Rosemont dentro de seis semanas.
En todo caso, Nick solo iba a estar allí durante un mes. Eso podría soportarlo, pero la fortaleza de su padre estaba empezando a declinar con la edad y, si al final decidía pedirle a Nick que se quedase por más tiempo, los planes de _____ iban a verse seriamente contrariados. Más que nada en el mundo, deseaba ser la propietaria única de ese rancho que había fundado su antepasado Cecil Braybourne, cuyo nombre de pila llevaba la ciu¬dad cercana. Allí estaban sus raíces.
Su madre salió de la casa por la puerta delan¬tera y la sacó de su ensimismamiento, llevaba en las manos un colador y una fuente y de su hombro colgaba un trapo de cocina. Agatha Sweet Bray¬bourne era el mejor ejemplo que su hija conocía de dama sureña, siempre serena, amable y edu¬cada, pero, como bien sabían sus allegados, tenía un carácter indomable.
—____, preciosa, ven a ayudarme con los gui¬santes. Ese árbol no va a caerse aunque te separes de él.
—Lo siento, mami. Estaba pensando. Ya voy. —Entró en la cocina y se puso a preparar las verdu¬ras. Al cabo de un instante, volvió a sentirse có¬moda y relajada—. Mami, ¿cómo supiste que papá era la persona adecuada para ti?
—Eso es algo que se intuye, hija. ¿Por qué lo pre¬guntas?
—Por nada. Es solo curiosidad.
—No tiene nada que ver con John Tom Thomas, ¿verdad? Te lo digo porque ya sabes lo mucho que le gustaría a tu padre que te casaras con él. Y todo Cecil sabe que va a pedírtelo.
—¿Cómo?
—Ese chico anunció ayer en el club, a bombo y platillo, que tú eras su próximo objetivo en la vida.
—¿Qué? Seguro que lo dijo con más delicadeza, mami.
—Siento decepcionarte, cariño.
—Dios mío —elijo ____, compungida—. No espe¬rarás en serio que me case con John Tom, ¿ver¬dad?
—Lo querías mucho cuando estabais en el cole¬gio, ¿no?
—Eso fue hace años, mamá. Ahora es tan... su¬miso.
—¿Sumiso?
—Acomodaticio, digamos.
—Ah, claro, y tú lo que deseas es un semental salvaje, como ese demonio negro que estás entre¬nando, ¿no?
—No sé lo que quiero. Estoy un poco confusa —admitió ____ mientras miraba hacia los establos. De repente, surgió la figura de Nick. Su modo de moverse era casi poético, ¿podría ese hombre amarla hasta hacerla perder el sentido?—. Lo he in¬vitado a cenar, tal como me dijiste. —¿Cómo? Ah, hablas del señor Nick. —Nick, quiere que lo llamen Nick—aclaró ____ intentando no sonrojarse delante de su madre. —Nick... es un bonito nombre —dijo Agatha si¬guiendo la mirada de ___ hacia los establos—. Oh, Dios, tiene un trasero que quita el hipo.
—Mamá, eres demasiado mayor para mirarle el... trasero.
—Cariño, puede que sea mayor, pero no estoy muerta. Y tú, no seas mojigata. Tendría que preo¬cuparme seriamente por ti si no reconocieras que ese hombre es toda una obra de arte. —Bien. No te preocupes. —Además —añadió su madre—, vivimos en un rancho. Aquí se puede ver el sexo en estado puro durante todo el año. Forma parte de nuestra cul¬tura. Cuando descubras al hombre adecuado tus instintos te darán la razón.
____ abrazó a su madre.
—No sé si me estoy comportando tontamente. La verdad es que John Tom es guapo, educado...
—Eso es cierto, ___, pero muchos otros hom¬bres encajan también en esa descripción. Además, incluyo a los perros, para que veas que no discri¬mino a nadie. Tu padre y yo queremos que seas fe¬liz.
_____ rió al ver la seriedad con que su madre había hecho tal afirmación. Durante unos instan¬tes no dijo nada. No quería casarse con John Tom, no quería casarse con nadie de momento. Pri¬mero había que devolver la gloria de sus mejores días al rancho Braybourne.
—Lo sé, mami. No estoy segura de saber elegir a la persona adecuada cuando llegue el momento, pero haré todo lo que sea posible para no decep¬cionaros.
—Cariño, te equivocas. Lo que tienes que pensar es en tu propia felicidad, no en nosotros. Recuér¬dalo. Bueno —añadió, cambiando de tema—, así que ese Nick de tu alma ya sabe que cenamos a las nueve, ¿verdad?
—No es ese Nick de mi alma, mamá.
—Es solo una forma de hablar, cielito.
Mañana sigo subiendo =)
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Aaaaa ame el cap
Quiero massss :D
Quiero massss :D
Faby Evans Jonas
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