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"Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Faby Jonas escribió:VIEJAAAAAAA 01
NO SOY VEIAJAAAA JUM 01
--------------------------------------------------------------
BIENVENIDA A LA NUEVA LECTORA, SI SI YA TOY ACOMODANDO, ES Q SIEMPRE ME ENTRETENGO CHATEANDO JUM
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Holaaaa!!! aca les dejo un cap =) y mas rato pongo otro
Capítulo Seis
Nick estaba sentado en la mesa de la oficina, rodeado de papeles por todas partes. Escribió una nota y la metió cuidadosamente en un sobre de papel manila. El trabajo burocrático no le aburría, al contrario, lo encontraba estimulante. Quizá su primo Joe tenía razón al decir que debería diri¬gir una de las empresas de la familia, en vez de concebir planes cada vez más descabellados. Ha¬bía dedicado la jornada a ponerse al día sobre los asuntos del rancho y Harden había supervisado su trabajo durante un par de horas antes de retirarse a descansar: el accidente había hecho mella en su fortaleza y, además, ya no era un hombre joven. Tater lo había informado sobre la situación de to¬dos los caballos: cuáles tenían posibilidades de co¬rrer, cuáles habría que vender antes de lo previsto, y cuáles estaban criándose y aún era pronto para conocer sus posibilidades. _____ había enfriado las patas de Lucky Hand con linimento y luego había entrado un momento a la oficina para llevarse los libros de contabilidad. En ese preciso instante, Joe estaba hablando por teléfono con el entre¬nador de su rancho sobre el posible origen del se¬mental negro. Por eso no pudo hablar con ella, aunque lo hubiera deseado. Esa mujer ocupaba su mente casi por completo, y no por su belleza, que era singular y muy destacable, sino por su contra¬dictoria personalidad, que hacía que sus emocio¬nes pasaran del frío polar al calor tropical. Estuvo a punto de llamar a su primo Joe para sincerarse sobre sus sentimientos hacia _____, pero se abs¬tuvo sabiendo que él se lo iba a tomar a broma.
Sonó el teléfono.
—Sí, rancho Braybourne, dígame... No, John Tom, ____ no está aquí... Sí, le trasmitiré el men¬saje. A las ocho y media en el club Derby.
Nick anotó el mensaje. Era posible que John Tom fuera un buen muchacho, pero _____ no es¬taba interesada en él. Cuanto antes lo aceptara, mejor sería para todos. Aunque no era asunto de su incumbencia, después de todo él se marcharía en cuatro semanas y no tenía ningún compromiso con ____. «¿Compromiso?», pensó. ¿Había lle¬gado a pedirle que se casara con él? ¿Había come¬tido semejante locura? En todo caso, no había sido algo premeditado sino que, subyugado por el bri¬llo radiante de los ojos color verde hierba de ____, las palabras habían salido de su boca espontá¬neamente, sin pasar antes por su mente. Menos mal que ella no se lo había tomado en serio. Sin embargo, la leyenda de los Jonas decía que su abuelo le había propuesto matrimonio a su abuela a las pocas horas de conocerla y todo el mundo sa¬bía que habían sido muy dichosos. Pero él debía tener más cuidado, no era lo mismo tener una aventura que prometer amor para toda la vida. Consultó la hora. Eran las seis y cuarto. Tenía que darse una ducha y cambiarse de ropa si quería llegar a tiempo a la cita con ____. Al cabo de veinte minutos, salió de la ducha y examinó su exiguo ar¬mario, arrepintiéndose de no haber llevado más ropa. Sacudió la cabeza para deshacerse de ese pen¬samiento. Después de todo, solo iban a recorrer unos kilómetros en la camioneta para ir a cenar una hamburguesa en cualquier garito de la ciudad. Eso era todo. ¿Preferiría _____ cenar en el club Derby?, se preguntó de repente. ¿Quería él toparse con John Tom llevando a _____ del brazo? No, definitiva¬mente, no. Nick sabía que el rancho Braybourne estaba atravesando un mal momento y la ayuda fi¬nanciara y la estabilidad que podría proporcionar una alianza con John Tom permitiría que la familia respirara tranquila. Sería una mezquindad por su parte interferir en los planes de Harden. En cuanto viera a _____, le entregaría el mensaje de John Tom. Escogió unos pantalones grises y dudó entre una camisa y una corbata que había añadido al equipaje a última hora en un arrebato incons¬ciente, o un polo de color azul turquesa. Optó por el polo. La camisa y la corbata convertirían lo que era una cita improvisada en algo mucho más for¬mal. Se miró a los ojos en el espejo mientras se empapaba la cara con loción para después del afeitado y se sintió satisfecho: parecía una persona normal. No era consciente de que veintinueve años de esmerados cuidados, unidos a una com¬plexión atlética y a un rostro bien proporcionado, habían dejado una huella indeleble en su aparien¬cia, hasta el punto que su fotografía podría publi¬carse en cualquier revista de moda como ejemplo de la belleza varonil de mayor actualidad.
Se detuvo para saludar a Lucky Hand antes de abandonar los establos. El caballo lo miró con des¬dén. Su entrenador había confirmado la posibili¬dad de que el semental negro hubiera nacido en WindRaven, y se había comprometido a estudiar los registros para ver si se podía aportar alguna prueba más concluyente.
—Qué pena que no puedas hablar. Me gustaría saber cómo acabaste cambiando de manos en una partida de póquer —le dijo antes de dirigirse hacia la casa de los Braybourne.
Al llamar a la puerta, sintió un cierto nervio¬sismo en el estómago, algo a lo que no estaba acos¬tumbrado cuando se trataba de una cita con una mujer.
—Hola, Nick —dijo una suave voz sureña—. Dios mío, estás guapísimo.
—Hola, señora Braybourne.
—Aggie, recuerda.
—Aggie, es verdad.
—¿Te has acicalado tanto para venir a cortejarme?
—No... Sí... Bueno...
—¿No será para cortejar a Harden, supongo? —bromeó ella para sacarlo del atolladero.
Nick rió con ganas, sintiéndose inmediata¬mente a sus anchas en compañía de esa diminuta mujer que portaba una cesta llena de flores recién cortadas.
—Puede que sea difícil de aceptar, pero la ver¬dad es que preferiría tener una cita con tu hija y no con tu marido.
—¿Es una cita amorosa?
—No, es solo buena vecindad —improvisó Nick sonrojándose ligeramente—. Va a enseñarme los al¬rededores y luego vamos a cenar una hambur¬guesa en la ciudad.
—Hijo, a Loretta le va a dar un ataque cuando te vea. No está acostumbrada a tratar con hombres tan bien plantados, a pesar de que ha tenido cinco maridos, si la memoria no me falla.
____ apareció de pronto y los ojos de Nick se prendaron de ella inmediatamente. Llevaba un vestido de seda rojo que apenas le tapaba una ter¬cera parte de los muslos y mostraba el nacimiento de sus pechos. Nick se quedó sin aliento. Si cuando ella se diera la vuelta descubría que el ves¬tido le dejaba la espalda al descubierto, no iba a poder evitar una taquicardia.
—Bueno, os dejo. Pasadlo bien —dijo Aggie.
—Vendré pronto, mami —prometió ____.
—Eso espero. No quiero que tu padre se quede levantado para esperarte como si fueras una cole¬giala.
—No me tomes el pelo. Hace más de diez años que hago lo que quiero a la hora que más me con¬viene.
—Sí, pero no olvides que tu padre es un hombre sensato y no entiende cómo una joven puede sen¬tirse tan atraída por un ejemplar del sexo opuesto como para llegar tarde a casa. Esas cosas solo las entendemos las mujeres —añadió guiñándole un ojo a Nick. Desde luego, esa mujer sabía cómo halagar a un hombre sin andarse por las ramas. Además, su actitud positiva demostraba que, al menos, ella no estaba empeñada en casar a ____ con John Tom, lo cual era todo un alivio, dadas las circunstancias. Nick le dedicó una sincera son¬risa.
—Mami, solo voy a enseñarle el vecindario. Eso es todo. Adiós —dijo _____ bajando las escaleras de la entrada.
—Dios mío —dijo Nick cuando ella lo precedió. Se quedó parado en seco al ver esa espalda descu¬bierta de piel cremosa y suave. Sintió un deseo casi irrefrenable de acariciarla, deteniéndose en los puntos más sugerentes.
—Si yo fuera tú correría detrás de ella para que no se te escape —dijo Aggie.
Nick se despidió con la mano y fue a buscar a ____, que ya había llegado a la camioneta.
—Siento no haber tenido tiempo para lavarla, tal y como está no hace justicia a tu vestido. —¿Este trapo? —dijo ella con desenvoltura. Nick estaba de piedra, nunca había visto a ____ presumir de su fantástico cuerpo, pero el modo en que conseguía que el vestido acariciara sus pechos llenos y prominentes, que aleteara so¬bre sus muslos hasta casi enseñar su secreto mejor guardado, que ciñera su esbelta cintura... todo eso la convertía en una experta de la seducción masculina. Y él estaba atrapado, inesperadamente, sin remedio. Ella lo miró sonriente por encima del hombro y el pulso de él se aceleró a marchas for¬zadas. Era de todos sabido que las mujeres sureñas dominaban el arte de trasmitir su encanto y su em¬brujo, pero él prefería a ____ cuando se mostraba impulsiva y susceptible. No estaba seguro de poder controlar la nueva situación. La miró inquisitiva¬mente mientras ella tomaba asiento en la camioneta como si fuera una limusina y él se ponía de¬trás del volante.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó con voz ace¬rada sin poder apartar la mirada del borde de su vestido.
—Creo que lo mejor será que pasemos por de¬lante de alguno de los ranchos más importantes del vecindario, para que te hagas una idea de con¬junto sobre el paisaje de los alrededores de Cecil. Luego podemos ir a cenar a la ciudad.
—Ya conozco el paisaje, cuando llegué estuve dando vueltas y más vueltas hasta que encontré el almacén de forraje donde conocí a Tater.
—Bien, entonces te enseñaré la ciudad. Puedo decirte dónde se ubicaba el principal burdel de Cecil —dijo con una sonrisa—. Y el primer hipó¬dromo. Y el bar clandestino que servía bebidas al¬cohólicas durante la ley seca.
—¿Y... esos son los tres lugares más famosos de
Cecil?
—Sí. Mi abuelo siempre decía que los fundado¬res de la ciudad solo vivían para apostar, beber y gozar de las mujeres de mala reputación.
—Una forma de vivir muy placentera.
Nick salió del rancho y giró a la izquierda para tomar el camino de Cecil, que estaba lleno de cur¬vas y atravesaba bosques y cañones de piedra caliza. A ambos lados se podía apreciar la vista de enormes extensiones de alfalfa y centeno que servían de fo¬rraje para los caballos, divididas por vallas pintadas de blanco o de verde y muy bien cuidadas. Algunas vallas eran de piedra caliza y evocaban el duro tra¬bajo de los primeros colonos. _____ señaló varios ranchos vecinos, haciendo comentarios sobre sus actividades, sus caballos y su éxito en las carreras. También le enseñó algunos de los lugares clave de su infancia, el colegio, el hipódromo donde corrió su primera carrera y el sendero de los amantes.
—¿El sendero de los amantes?
—Sí, allí recibí mi primer beso, como casi todas las chicas de por aquí.
—¿Y también tenías tu poza preferida en el río? —preguntó Nick excitado al pensar en ____ sal¬tando cabeza al agua con esa hermosa cabellera rubia?
—Pues sí. Hay una poza preciosa cerca del rancho. Si eres muy amable conmigo puede que te la enseñe algún día —dijo ____ con un mohín—. Tengo ham¬bre —añadió—. Vayamos a Cecil. Recorrieron la ciu¬dad muy despacio, mientras ____ le señalaba los edificios más importantes. Cuando hubieron dado tres o cuatro vueltas por las callejuelas que rodeaban el centro, ella propuso entrar en el local de Loretta, el Shack, para tomar una hamburguesa.
—Ah, sí. Ya me habló tu madre de ella. Pero me advirtió de que iba demasiado acicalado para estar a gusto en ese antro. Y si dijo eso de mí, no quiero ni pensar en lo que hubiera dicho de ti.
—El Shack es uno de esos sitios donde puedes aparecer vestido de lo que quieras porque ya na¬die se sorprende de nada y mucho menos Loretta —rió ____.
—Déjame adivinarlo. Loretta trata a todo el mundo como si fuera de la familia.
—De una familia de tarados irresponsables —pun¬tualizó ella.
—Me lo imagino —rió Nick—. Pero si lo prefie¬res, he oído hablar de un sitio que se llama club Derby—. Era el momento de comentar el mensaje de John Tom, pero fue incapaz.
—Hum. Es posible que te guste el club Derby, no es privado, aunque por el nombre lo parezca. Es solo un lugar de reunión para los ganaderos, con un bar y un restaurante.
—Todos ellos amigos tuyos, ¿no? —dijo Nick arrepintiéndose de haber sacado el tema a cola¬ción. En un lugar así alguien podría reconocerlo.
—Supongo —contestó _____ pensativa.
Nick se preguntó qué estaría pensado. ¿Que¬ría que sus amigos y conocidos la vieran junto a él, un simple jornalero?
—Escucha, ____, creo que lo del club no es una buena idea. Al fin y al cabo solo soy un empleado tuyo. La gente podría recibir una impresión equi¬vocada.
—¿Me estás acusando de ser una esnob? Pues no lo soy, no tengo suficiente dinero para serlo.
—Creo que el dinero no tiene nada que ver con esto. Creo que el esnobismo es un sentimiento desmedido de superioridad.
—La cosa cambiaría si llamaras esnob a mi padre —explicó ella con el ceño fruncido—. Aunque real¬mente no se trata de un esnob, sino de una per¬sona algo anticuada.
—El tipo de persona que busca un marido ade¬cuado para su hija, ¿no?
—Sí —confirmó ella con una medio sonrisa—. Sé que intenta conseguir lo mejor para mí, pero... —Pero tú no estás de acuerdo con él.
—No es exactamente que no esté de acuerdo con él. Es que tengo tendencia a llevar la contraria a todo el mundo. Yo soy así. Odio la monotonía.
Nick pensó que ____ era su alma gemela, y sin duda esa era una de las razones por las que la encontraba tan atractiva, aunque no la única ni la más importante.
—Entonces, ¿vamos al club o no?
—No, pero no es porque no quiera que te vean conmigo, sino porque ese sitio me aburre enorme¬mente. Prefiero ir al Shack de Loretta, es mucho más divertido —Por alguna razón, ____ volvió a pensar que había algo misterioso en Nick, como si fuera a estar incómodo en el garito de Loretta. Quizá sería preferible ir al club...
Pero Nick ya había aparcado frente al Shack y la miraba cautivado. Ella se perdió por un mo¬mento en la profundidad de sus ojos negros, cáli¬dos y alentadores. Si necesitaba una confirmación de que ese vestido rojo podía volver loco a un hombre, ya la tenía. Él jugó con las puntas de sus cabellos y ella sintió un destello de calor en cada sitio del cuerpo donde él posaba la mirada. Nick pasó un dedo por sus labios y los ojos de ella se ensancharon cuando él se acercó un poco. Esta¬ban sentados en el aparcamiento del mayor cen¬tro de cotilleo de Cecil a plena luz del día, pero a ella no le importó. Deseaba que él la besara más que nada en el mundo, pero apartó la mirada. Para su gusto, ___ demostraba tener demasiada buena mano con las mujeres, estaba claro que era un conquistador nato. Posiblemente no había sido muy acertado ponerse ese atrevido vestido rojo para provocarlo y después rechazarlo ejer¬ciendo sobre sí un autocontrol envidiable, para demostrarle que era ella quien llevaba el control de la relación. Honestamente, tenía que recono¬cer que se moría de ganas de hacer el amor con él. Pero era esencial que ella mantuviera el man¬do de la situación, no estaba dispuesta a dejarse torear por el primer príncipe azul que apareciera en su vida.
—Parece que hace un poco de calor, ¿eh? —dijo él.
—Así debe ser, de acuerdo con el parte meteoro¬lógico —contestó ella.
—Adoro los partes meteorológicos —afirmó él re¬corriendo el brazo desnudo de ella con los dedos.
—Loretta mantiene siempre el local a varios gra¬dos bajo cero —informó ____.
—Me encantará. Entremos. Y no te preocupes, estoy dispuesto a calentarte si pasas frío.
—No será necesario.
—No creo que ese vestido abrigue mucho —co¬mentó él inclinándose sobre el regazo de ella para abrirle la puerta desde dentro. Ella ahogó un sus¬piro cuando su musculoso brazo presionó sus pe¬chos. Se sentía en la gloria, pero sabía que jugaba con fuego. Ese hombre iba a conseguir arruinar sus planes de mantener el control, algo a lo que no estaba acostumbrada.
Entraron en el Shack y Nick se quedó deslum¬brado por la violenta mezcla de colores que ob¬servó en las paredes y en los reservados. El azul cielo competía con un violeta rabioso y un rojo vivo luchaba para superar al rosa pastel. Aquello era un hervidero de gente que se comunicaba a grito pelado desde una punta del local a la otra.
—Bueno, esto es...
—¿Pintoresco? ¿Piensas que está lleno de color local? —sugirió ____—. Espera a que Loretta te de¬tecte y ya verás lo que es bueno.
No era difícil localizar a Loretta. Su cabello de color naranja fosforescente estaba cardado y for¬maba una aureola gigante en torno a su cabeza, llena de lápices de colores sujetos de manera mis¬teriosa. Sus labios estaban pintados de morado os¬curo y los párpados empastados de color marrón. Cuando Loretta vio a ____ envió a una de sus ca¬mareras.
—Gerry, te pesa el trasero como el plomo. Des¬pierta y atiende a los clientes que acaban de llegar. —¿Las camareras reciben una paga extra por aguantar los modales de Loretta? —preguntó Nick sorprendido.
—Dejar que Loretta abuse un poco de ti es uno de los ritos iniciáticos de todos los adolescentes de Cecil —rió ____.
La risa de ____ llamó la atención de Loretta, que se fijó por primera vez en Nick y se acercó in¬mediatamente con paso decidido.
—Protégeme —pidió Nick medio en serio me¬dio en broma, sosteniendo a Silver por el codo.
—Lo siento, chaval —contestó ___ con una son¬risa—. Cuando se trata de Loretta, todos los habi¬tantes de Cecil aplicamos el «sálvese quien pueda» —dijo antes de volverse hacia la explosiva mujer—: Hola, Loretta.
—____ Braybourne, ¿dónde has estado escondida todo este tiempo? Hace semanas que no te veo. Las malas lenguas dicen que estás muy ocu¬pada —insinuó mirando a Nick—. Y, por lo que se ve, el cotilleo se acerca mucho a la verdad.
—No sé de qué cotilleo se trata —contestó ____ respirando hondo—, pero si se refiere a que hay un hombre nuevo trabajando en el rancho, te con¬firmo que es completamente cierto.
—Entonces... este es tu nuevo hombre —sugirió mirando a Nick.
—No se puede decir que sea mi hombre. Lo ha contratado mi padre para...
—Ayudar a ___ en el rancho —intervino Nick tomando la mano de Loretta y haciendo una suave inclinación de cabeza.
—Hum —dijo Loretta sin dejarse impresionar por el gesto—. Por lo que veo, es posible que seas capaz de domesticar a ____. Jamás he conocido una chica más contradictoria —dijo para iniciar lo que parecía ser una interminable narración sobre las indiscreciones juveniles de ____.
—Loretta, le he contado a Nick que preparas las mejores hamburguesas del país —intervino ___ para interrumpir el torrente de palabras de la dueña del local. ¿Cómo se le había ocurrido llevar a Nick al Stack, el centro del universo del cotilleo?
Loretta captó la indirecta.
—Sentaos en ese reservado de ahí y preparaos para degustar el mejor bocado que habéis pro¬bado en vuestra vida.
—Muy bien —dijo ____ agarrando la mano de Nick y arrastrándolo hacia el reservado, salu¬dando a su paso a la gente conocida a izquierda y derecha. Las hamburguesas llegaron en un abrir y cerrar de ojos.
—Es todo un personaje, ¿no? —insinuó Nick.
—Sí, nunca se saber por dónde va a salir. Ade¬más de ocuparse del negocio, entrena un equipo de béisbol.
—¿Un equipo de béisbol? —preguntó dando un mordisco a la hamburguesa y poniendo los ojos en blanco.
—Estupenda, ¿verdad?
—Es la mejor hamburguesa de mi vida.,
—Eso, cuéntame algo de tu vida.
—¿Qué quieres saber?
—No lo sé, pero hay algo que no encaja.
—Imaginaciones tuyas.
—No creo.
—Te lo aseguro —dijo Nick frunciendo el ceño.
—Eres contradictorio. ¿Qué hacías antes de lle¬gar aquí?
—Bueno —improvisó Nick—, llevaba un tipo de vida que no me satisfacía demasiado y decidí cam¬biar de aires. En realidad...
Loretta se acercó a ellos al ver que habían ter¬minado.
—Escúchame, ____ Braybourne. Llévate a este semental a la cama antes de que te lo quite cual¬quier mujerzuela, ¿comprendes?
—Loretta..., por favor... —suplicó ____ mientras se levantaban.
—Me has oído bien, ¿no? Y, tú, chaval, pórtate bien con ella. Aunque se nota de lejos que eres un amante considerado. Y te lo dice una mujer que ha enterrado a cinco maridos.
—Apuesto a que murieron felices —dijo Nick besándola en la mejilla a modo de despedida. _____ se moría de vergüenza y salió del local casi a la carrera.
—Hacedme caso —les gritó Loretta.
Nick alcanzó a ____ cuando esta ya había lle¬gado a la camioneta.
—¿Tienes prisa por algo en especial? —preguntó Nick.
—Hum, no. Nada especial.
—Maldita sea, pensé que ibas a hacer caso del consejo de Loretta.
Capítulo Seis
Nick estaba sentado en la mesa de la oficina, rodeado de papeles por todas partes. Escribió una nota y la metió cuidadosamente en un sobre de papel manila. El trabajo burocrático no le aburría, al contrario, lo encontraba estimulante. Quizá su primo Joe tenía razón al decir que debería diri¬gir una de las empresas de la familia, en vez de concebir planes cada vez más descabellados. Ha¬bía dedicado la jornada a ponerse al día sobre los asuntos del rancho y Harden había supervisado su trabajo durante un par de horas antes de retirarse a descansar: el accidente había hecho mella en su fortaleza y, además, ya no era un hombre joven. Tater lo había informado sobre la situación de to¬dos los caballos: cuáles tenían posibilidades de co¬rrer, cuáles habría que vender antes de lo previsto, y cuáles estaban criándose y aún era pronto para conocer sus posibilidades. _____ había enfriado las patas de Lucky Hand con linimento y luego había entrado un momento a la oficina para llevarse los libros de contabilidad. En ese preciso instante, Joe estaba hablando por teléfono con el entre¬nador de su rancho sobre el posible origen del se¬mental negro. Por eso no pudo hablar con ella, aunque lo hubiera deseado. Esa mujer ocupaba su mente casi por completo, y no por su belleza, que era singular y muy destacable, sino por su contra¬dictoria personalidad, que hacía que sus emocio¬nes pasaran del frío polar al calor tropical. Estuvo a punto de llamar a su primo Joe para sincerarse sobre sus sentimientos hacia _____, pero se abs¬tuvo sabiendo que él se lo iba a tomar a broma.
Sonó el teléfono.
—Sí, rancho Braybourne, dígame... No, John Tom, ____ no está aquí... Sí, le trasmitiré el men¬saje. A las ocho y media en el club Derby.
Nick anotó el mensaje. Era posible que John Tom fuera un buen muchacho, pero _____ no es¬taba interesada en él. Cuanto antes lo aceptara, mejor sería para todos. Aunque no era asunto de su incumbencia, después de todo él se marcharía en cuatro semanas y no tenía ningún compromiso con ____. «¿Compromiso?», pensó. ¿Había lle¬gado a pedirle que se casara con él? ¿Había come¬tido semejante locura? En todo caso, no había sido algo premeditado sino que, subyugado por el bri¬llo radiante de los ojos color verde hierba de ____, las palabras habían salido de su boca espontá¬neamente, sin pasar antes por su mente. Menos mal que ella no se lo había tomado en serio. Sin embargo, la leyenda de los Jonas decía que su abuelo le había propuesto matrimonio a su abuela a las pocas horas de conocerla y todo el mundo sa¬bía que habían sido muy dichosos. Pero él debía tener más cuidado, no era lo mismo tener una aventura que prometer amor para toda la vida. Consultó la hora. Eran las seis y cuarto. Tenía que darse una ducha y cambiarse de ropa si quería llegar a tiempo a la cita con ____. Al cabo de veinte minutos, salió de la ducha y examinó su exiguo ar¬mario, arrepintiéndose de no haber llevado más ropa. Sacudió la cabeza para deshacerse de ese pen¬samiento. Después de todo, solo iban a recorrer unos kilómetros en la camioneta para ir a cenar una hamburguesa en cualquier garito de la ciudad. Eso era todo. ¿Preferiría _____ cenar en el club Derby?, se preguntó de repente. ¿Quería él toparse con John Tom llevando a _____ del brazo? No, definitiva¬mente, no. Nick sabía que el rancho Braybourne estaba atravesando un mal momento y la ayuda fi¬nanciara y la estabilidad que podría proporcionar una alianza con John Tom permitiría que la familia respirara tranquila. Sería una mezquindad por su parte interferir en los planes de Harden. En cuanto viera a _____, le entregaría el mensaje de John Tom. Escogió unos pantalones grises y dudó entre una camisa y una corbata que había añadido al equipaje a última hora en un arrebato incons¬ciente, o un polo de color azul turquesa. Optó por el polo. La camisa y la corbata convertirían lo que era una cita improvisada en algo mucho más for¬mal. Se miró a los ojos en el espejo mientras se empapaba la cara con loción para después del afeitado y se sintió satisfecho: parecía una persona normal. No era consciente de que veintinueve años de esmerados cuidados, unidos a una com¬plexión atlética y a un rostro bien proporcionado, habían dejado una huella indeleble en su aparien¬cia, hasta el punto que su fotografía podría publi¬carse en cualquier revista de moda como ejemplo de la belleza varonil de mayor actualidad.
Se detuvo para saludar a Lucky Hand antes de abandonar los establos. El caballo lo miró con des¬dén. Su entrenador había confirmado la posibili¬dad de que el semental negro hubiera nacido en WindRaven, y se había comprometido a estudiar los registros para ver si se podía aportar alguna prueba más concluyente.
—Qué pena que no puedas hablar. Me gustaría saber cómo acabaste cambiando de manos en una partida de póquer —le dijo antes de dirigirse hacia la casa de los Braybourne.
Al llamar a la puerta, sintió un cierto nervio¬sismo en el estómago, algo a lo que no estaba acos¬tumbrado cuando se trataba de una cita con una mujer.
—Hola, Nick —dijo una suave voz sureña—. Dios mío, estás guapísimo.
—Hola, señora Braybourne.
—Aggie, recuerda.
—Aggie, es verdad.
—¿Te has acicalado tanto para venir a cortejarme?
—No... Sí... Bueno...
—¿No será para cortejar a Harden, supongo? —bromeó ella para sacarlo del atolladero.
Nick rió con ganas, sintiéndose inmediata¬mente a sus anchas en compañía de esa diminuta mujer que portaba una cesta llena de flores recién cortadas.
—Puede que sea difícil de aceptar, pero la ver¬dad es que preferiría tener una cita con tu hija y no con tu marido.
—¿Es una cita amorosa?
—No, es solo buena vecindad —improvisó Nick sonrojándose ligeramente—. Va a enseñarme los al¬rededores y luego vamos a cenar una hambur¬guesa en la ciudad.
—Hijo, a Loretta le va a dar un ataque cuando te vea. No está acostumbrada a tratar con hombres tan bien plantados, a pesar de que ha tenido cinco maridos, si la memoria no me falla.
____ apareció de pronto y los ojos de Nick se prendaron de ella inmediatamente. Llevaba un vestido de seda rojo que apenas le tapaba una ter¬cera parte de los muslos y mostraba el nacimiento de sus pechos. Nick se quedó sin aliento. Si cuando ella se diera la vuelta descubría que el ves¬tido le dejaba la espalda al descubierto, no iba a poder evitar una taquicardia.
—Bueno, os dejo. Pasadlo bien —dijo Aggie.
—Vendré pronto, mami —prometió ____.
—Eso espero. No quiero que tu padre se quede levantado para esperarte como si fueras una cole¬giala.
—No me tomes el pelo. Hace más de diez años que hago lo que quiero a la hora que más me con¬viene.
—Sí, pero no olvides que tu padre es un hombre sensato y no entiende cómo una joven puede sen¬tirse tan atraída por un ejemplar del sexo opuesto como para llegar tarde a casa. Esas cosas solo las entendemos las mujeres —añadió guiñándole un ojo a Nick. Desde luego, esa mujer sabía cómo halagar a un hombre sin andarse por las ramas. Además, su actitud positiva demostraba que, al menos, ella no estaba empeñada en casar a ____ con John Tom, lo cual era todo un alivio, dadas las circunstancias. Nick le dedicó una sincera son¬risa.
—Mami, solo voy a enseñarle el vecindario. Eso es todo. Adiós —dijo _____ bajando las escaleras de la entrada.
—Dios mío —dijo Nick cuando ella lo precedió. Se quedó parado en seco al ver esa espalda descu¬bierta de piel cremosa y suave. Sintió un deseo casi irrefrenable de acariciarla, deteniéndose en los puntos más sugerentes.
—Si yo fuera tú correría detrás de ella para que no se te escape —dijo Aggie.
Nick se despidió con la mano y fue a buscar a ____, que ya había llegado a la camioneta.
—Siento no haber tenido tiempo para lavarla, tal y como está no hace justicia a tu vestido. —¿Este trapo? —dijo ella con desenvoltura. Nick estaba de piedra, nunca había visto a ____ presumir de su fantástico cuerpo, pero el modo en que conseguía que el vestido acariciara sus pechos llenos y prominentes, que aleteara so¬bre sus muslos hasta casi enseñar su secreto mejor guardado, que ciñera su esbelta cintura... todo eso la convertía en una experta de la seducción masculina. Y él estaba atrapado, inesperadamente, sin remedio. Ella lo miró sonriente por encima del hombro y el pulso de él se aceleró a marchas for¬zadas. Era de todos sabido que las mujeres sureñas dominaban el arte de trasmitir su encanto y su em¬brujo, pero él prefería a ____ cuando se mostraba impulsiva y susceptible. No estaba seguro de poder controlar la nueva situación. La miró inquisitiva¬mente mientras ella tomaba asiento en la camioneta como si fuera una limusina y él se ponía de¬trás del volante.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó con voz ace¬rada sin poder apartar la mirada del borde de su vestido.
—Creo que lo mejor será que pasemos por de¬lante de alguno de los ranchos más importantes del vecindario, para que te hagas una idea de con¬junto sobre el paisaje de los alrededores de Cecil. Luego podemos ir a cenar a la ciudad.
—Ya conozco el paisaje, cuando llegué estuve dando vueltas y más vueltas hasta que encontré el almacén de forraje donde conocí a Tater.
—Bien, entonces te enseñaré la ciudad. Puedo decirte dónde se ubicaba el principal burdel de Cecil —dijo con una sonrisa—. Y el primer hipó¬dromo. Y el bar clandestino que servía bebidas al¬cohólicas durante la ley seca.
—¿Y... esos son los tres lugares más famosos de
Cecil?
—Sí. Mi abuelo siempre decía que los fundado¬res de la ciudad solo vivían para apostar, beber y gozar de las mujeres de mala reputación.
—Una forma de vivir muy placentera.
Nick salió del rancho y giró a la izquierda para tomar el camino de Cecil, que estaba lleno de cur¬vas y atravesaba bosques y cañones de piedra caliza. A ambos lados se podía apreciar la vista de enormes extensiones de alfalfa y centeno que servían de fo¬rraje para los caballos, divididas por vallas pintadas de blanco o de verde y muy bien cuidadas. Algunas vallas eran de piedra caliza y evocaban el duro tra¬bajo de los primeros colonos. _____ señaló varios ranchos vecinos, haciendo comentarios sobre sus actividades, sus caballos y su éxito en las carreras. También le enseñó algunos de los lugares clave de su infancia, el colegio, el hipódromo donde corrió su primera carrera y el sendero de los amantes.
—¿El sendero de los amantes?
—Sí, allí recibí mi primer beso, como casi todas las chicas de por aquí.
—¿Y también tenías tu poza preferida en el río? —preguntó Nick excitado al pensar en ____ sal¬tando cabeza al agua con esa hermosa cabellera rubia?
—Pues sí. Hay una poza preciosa cerca del rancho. Si eres muy amable conmigo puede que te la enseñe algún día —dijo ____ con un mohín—. Tengo ham¬bre —añadió—. Vayamos a Cecil. Recorrieron la ciu¬dad muy despacio, mientras ____ le señalaba los edificios más importantes. Cuando hubieron dado tres o cuatro vueltas por las callejuelas que rodeaban el centro, ella propuso entrar en el local de Loretta, el Shack, para tomar una hamburguesa.
—Ah, sí. Ya me habló tu madre de ella. Pero me advirtió de que iba demasiado acicalado para estar a gusto en ese antro. Y si dijo eso de mí, no quiero ni pensar en lo que hubiera dicho de ti.
—El Shack es uno de esos sitios donde puedes aparecer vestido de lo que quieras porque ya na¬die se sorprende de nada y mucho menos Loretta —rió ____.
—Déjame adivinarlo. Loretta trata a todo el mundo como si fuera de la familia.
—De una familia de tarados irresponsables —pun¬tualizó ella.
—Me lo imagino —rió Nick—. Pero si lo prefie¬res, he oído hablar de un sitio que se llama club Derby—. Era el momento de comentar el mensaje de John Tom, pero fue incapaz.
—Hum. Es posible que te guste el club Derby, no es privado, aunque por el nombre lo parezca. Es solo un lugar de reunión para los ganaderos, con un bar y un restaurante.
—Todos ellos amigos tuyos, ¿no? —dijo Nick arrepintiéndose de haber sacado el tema a cola¬ción. En un lugar así alguien podría reconocerlo.
—Supongo —contestó _____ pensativa.
Nick se preguntó qué estaría pensado. ¿Que¬ría que sus amigos y conocidos la vieran junto a él, un simple jornalero?
—Escucha, ____, creo que lo del club no es una buena idea. Al fin y al cabo solo soy un empleado tuyo. La gente podría recibir una impresión equi¬vocada.
—¿Me estás acusando de ser una esnob? Pues no lo soy, no tengo suficiente dinero para serlo.
—Creo que el dinero no tiene nada que ver con esto. Creo que el esnobismo es un sentimiento desmedido de superioridad.
—La cosa cambiaría si llamaras esnob a mi padre —explicó ella con el ceño fruncido—. Aunque real¬mente no se trata de un esnob, sino de una per¬sona algo anticuada.
—El tipo de persona que busca un marido ade¬cuado para su hija, ¿no?
—Sí —confirmó ella con una medio sonrisa—. Sé que intenta conseguir lo mejor para mí, pero... —Pero tú no estás de acuerdo con él.
—No es exactamente que no esté de acuerdo con él. Es que tengo tendencia a llevar la contraria a todo el mundo. Yo soy así. Odio la monotonía.
Nick pensó que ____ era su alma gemela, y sin duda esa era una de las razones por las que la encontraba tan atractiva, aunque no la única ni la más importante.
—Entonces, ¿vamos al club o no?
—No, pero no es porque no quiera que te vean conmigo, sino porque ese sitio me aburre enorme¬mente. Prefiero ir al Shack de Loretta, es mucho más divertido —Por alguna razón, ____ volvió a pensar que había algo misterioso en Nick, como si fuera a estar incómodo en el garito de Loretta. Quizá sería preferible ir al club...
Pero Nick ya había aparcado frente al Shack y la miraba cautivado. Ella se perdió por un mo¬mento en la profundidad de sus ojos negros, cáli¬dos y alentadores. Si necesitaba una confirmación de que ese vestido rojo podía volver loco a un hombre, ya la tenía. Él jugó con las puntas de sus cabellos y ella sintió un destello de calor en cada sitio del cuerpo donde él posaba la mirada. Nick pasó un dedo por sus labios y los ojos de ella se ensancharon cuando él se acercó un poco. Esta¬ban sentados en el aparcamiento del mayor cen¬tro de cotilleo de Cecil a plena luz del día, pero a ella no le importó. Deseaba que él la besara más que nada en el mundo, pero apartó la mirada. Para su gusto, ___ demostraba tener demasiada buena mano con las mujeres, estaba claro que era un conquistador nato. Posiblemente no había sido muy acertado ponerse ese atrevido vestido rojo para provocarlo y después rechazarlo ejer¬ciendo sobre sí un autocontrol envidiable, para demostrarle que era ella quien llevaba el control de la relación. Honestamente, tenía que recono¬cer que se moría de ganas de hacer el amor con él. Pero era esencial que ella mantuviera el man¬do de la situación, no estaba dispuesta a dejarse torear por el primer príncipe azul que apareciera en su vida.
—Parece que hace un poco de calor, ¿eh? —dijo él.
—Así debe ser, de acuerdo con el parte meteoro¬lógico —contestó ella.
—Adoro los partes meteorológicos —afirmó él re¬corriendo el brazo desnudo de ella con los dedos.
—Loretta mantiene siempre el local a varios gra¬dos bajo cero —informó ____.
—Me encantará. Entremos. Y no te preocupes, estoy dispuesto a calentarte si pasas frío.
—No será necesario.
—No creo que ese vestido abrigue mucho —co¬mentó él inclinándose sobre el regazo de ella para abrirle la puerta desde dentro. Ella ahogó un sus¬piro cuando su musculoso brazo presionó sus pe¬chos. Se sentía en la gloria, pero sabía que jugaba con fuego. Ese hombre iba a conseguir arruinar sus planes de mantener el control, algo a lo que no estaba acostumbrada.
Entraron en el Shack y Nick se quedó deslum¬brado por la violenta mezcla de colores que ob¬servó en las paredes y en los reservados. El azul cielo competía con un violeta rabioso y un rojo vivo luchaba para superar al rosa pastel. Aquello era un hervidero de gente que se comunicaba a grito pelado desde una punta del local a la otra.
—Bueno, esto es...
—¿Pintoresco? ¿Piensas que está lleno de color local? —sugirió ____—. Espera a que Loretta te de¬tecte y ya verás lo que es bueno.
No era difícil localizar a Loretta. Su cabello de color naranja fosforescente estaba cardado y for¬maba una aureola gigante en torno a su cabeza, llena de lápices de colores sujetos de manera mis¬teriosa. Sus labios estaban pintados de morado os¬curo y los párpados empastados de color marrón. Cuando Loretta vio a ____ envió a una de sus ca¬mareras.
—Gerry, te pesa el trasero como el plomo. Des¬pierta y atiende a los clientes que acaban de llegar. —¿Las camareras reciben una paga extra por aguantar los modales de Loretta? —preguntó Nick sorprendido.
—Dejar que Loretta abuse un poco de ti es uno de los ritos iniciáticos de todos los adolescentes de Cecil —rió ____.
La risa de ____ llamó la atención de Loretta, que se fijó por primera vez en Nick y se acercó in¬mediatamente con paso decidido.
—Protégeme —pidió Nick medio en serio me¬dio en broma, sosteniendo a Silver por el codo.
—Lo siento, chaval —contestó ___ con una son¬risa—. Cuando se trata de Loretta, todos los habi¬tantes de Cecil aplicamos el «sálvese quien pueda» —dijo antes de volverse hacia la explosiva mujer—: Hola, Loretta.
—____ Braybourne, ¿dónde has estado escondida todo este tiempo? Hace semanas que no te veo. Las malas lenguas dicen que estás muy ocu¬pada —insinuó mirando a Nick—. Y, por lo que se ve, el cotilleo se acerca mucho a la verdad.
—No sé de qué cotilleo se trata —contestó ____ respirando hondo—, pero si se refiere a que hay un hombre nuevo trabajando en el rancho, te con¬firmo que es completamente cierto.
—Entonces... este es tu nuevo hombre —sugirió mirando a Nick.
—No se puede decir que sea mi hombre. Lo ha contratado mi padre para...
—Ayudar a ___ en el rancho —intervino Nick tomando la mano de Loretta y haciendo una suave inclinación de cabeza.
—Hum —dijo Loretta sin dejarse impresionar por el gesto—. Por lo que veo, es posible que seas capaz de domesticar a ____. Jamás he conocido una chica más contradictoria —dijo para iniciar lo que parecía ser una interminable narración sobre las indiscreciones juveniles de ____.
—Loretta, le he contado a Nick que preparas las mejores hamburguesas del país —intervino ___ para interrumpir el torrente de palabras de la dueña del local. ¿Cómo se le había ocurrido llevar a Nick al Stack, el centro del universo del cotilleo?
Loretta captó la indirecta.
—Sentaos en ese reservado de ahí y preparaos para degustar el mejor bocado que habéis pro¬bado en vuestra vida.
—Muy bien —dijo ____ agarrando la mano de Nick y arrastrándolo hacia el reservado, salu¬dando a su paso a la gente conocida a izquierda y derecha. Las hamburguesas llegaron en un abrir y cerrar de ojos.
—Es todo un personaje, ¿no? —insinuó Nick.
—Sí, nunca se saber por dónde va a salir. Ade¬más de ocuparse del negocio, entrena un equipo de béisbol.
—¿Un equipo de béisbol? —preguntó dando un mordisco a la hamburguesa y poniendo los ojos en blanco.
—Estupenda, ¿verdad?
—Es la mejor hamburguesa de mi vida.,
—Eso, cuéntame algo de tu vida.
—¿Qué quieres saber?
—No lo sé, pero hay algo que no encaja.
—Imaginaciones tuyas.
—No creo.
—Te lo aseguro —dijo Nick frunciendo el ceño.
—Eres contradictorio. ¿Qué hacías antes de lle¬gar aquí?
—Bueno —improvisó Nick—, llevaba un tipo de vida que no me satisfacía demasiado y decidí cam¬biar de aires. En realidad...
Loretta se acercó a ellos al ver que habían ter¬minado.
—Escúchame, ____ Braybourne. Llévate a este semental a la cama antes de que te lo quite cual¬quier mujerzuela, ¿comprendes?
—Loretta..., por favor... —suplicó ____ mientras se levantaban.
—Me has oído bien, ¿no? Y, tú, chaval, pórtate bien con ella. Aunque se nota de lejos que eres un amante considerado. Y te lo dice una mujer que ha enterrado a cinco maridos.
—Apuesto a que murieron felices —dijo Nick besándola en la mejilla a modo de despedida. _____ se moría de vergüenza y salió del local casi a la carrera.
—Hacedme caso —les gritó Loretta.
Nick alcanzó a ____ cuando esta ya había lle¬gado a la camioneta.
—¿Tienes prisa por algo en especial? —preguntó Nick.
—Hum, no. Nada especial.
—Maldita sea, pensé que ibas a hacer caso del consejo de Loretta.
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
UYYYYYY
Si quiero "Seguir" el consejo de Loretta!!!!!!!!!!!
Cap HOT!!!!
Si quiero "Seguir" el consejo de Loretta!!!!!!!!!!!
Cap HOT!!!!
Invitado
Invitado
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Faby Jonas escribió:Tengo que decir que quiero mas?
no. no tienes q decirlo 01
pero tengo una justificación valida JUM!
ahora subo JUM 01
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
♥..:Nick.Tiff:..♥ escribió:Faby Jonas escribió:Tengo que decir que quiero mas?
no. no tienes q decirlo 01
pero tengo una justificación valida JUM!
ahora subo JUM 01
01
Faby Evans Jonas
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Capítulo Siete
Recorrieron en silencio el camino de vuelta a casa, cada uno perdido en sus propios pensa¬mientos. Nick aparcó en su lugar habitual, al final de los establos. Durante un instante con¬templaron las estrellas, luego ____ lo miró disi¬muladamente de reojo. Si él supiera lo mucho que deseaba seguir el consejo de Loretta. Se es¬tremeció.
—¿Frío? —preguntó él acariciando ligeramente uno de sus brazos desnudos.
—No. Creo que ha pasado un ángel —replicó ella con timidez.
—¿Estás segura de que no tienes frío? Ese ves¬tido no parece muy abrigado.
—Este vestido es perfecto —se defendió ella, con¬trariada.
—Si te refieres a que está diseñado para volver loco a cualquiera, te doy la razón. He estado a punto de ponerme de rodillas y suplicarte un poco de amor cuando te he visto aparecer con él esta tarde —aceptó él acariciando suavemente los tirantes que lo sujetaban al cuello.
—¿Pensabas suplicarme un poco de amor? —con¬testó ____ sabiendo que jugaba con fuego.
—No te quepa la menor duda.
—Entonces, tendré que dar gracias a la dependienta que me lo vendió, por su sabia elección.
—Agradéceselo de mi parte también —dijo Nick abrazándola un instante, antes de sentarse ambos en el banco de madera—. Necesito hacerte el amor, ____. No puedo evitarlo.
—Lo sé —contestó ella en tono evasivo.
—Loretta estaba a favor.
—Loretta es una romántica. Ahora está saliendo con Tater. En el Shack apuestan sobre el futuro de ambos —parloteo ____ para ganar tiempo.
—Yo apuesto por Loretta —dijo Nick con una mirada encendida.
—Yo también —murmuró ella.
¿A qué estaba esperando? Al igual que Loretta, deseaba tener una aventura amorosa y el hombre que estaba delante de ella era la persona perfecta para ello. Quizá debería dejarse llevar... Nick se inclinó sobre ella y le acarició el lóbulo de la oreja con la lengua. Ella dejó caer la cabeza para acer¬carse. Nick aprovechó la proximidad para pasar la lengua por las curvas de su oreja, mientras con la mano acariciaba su mandíbula, antes de enterrarla en su cabellera y llevar los labios hasta su boca.
—Bésame, _____ —dijo él. Su voz vibró en el alma de ella, intentó rechazarlo, pero el deseo era más fuerte que ella. Le agarró la cabeza con las manos y lo besó, sintiendo como todo su ser se hundía entre los brazos de él. Sin embargo, se retiró antes de que él pudiera devolverle el beso—. ¿Por qué me rechazas, _____, por qué?
—Porque cuando estoy contigo pierdo el domi¬nio sobre mí misma, y no me gusta esa sensación.
—No creo que pierdas tu dominio, al contrario, creo que tropiezas con la esencia de tu verdadera personalidad por primera vez y eso te asusta, por¬que no estás acostumbrada. A todos nos cuesta tra¬bajo conocer nuestra verdadera naturaleza y acep¬tarnos tal y como somos —aventuró él besando suavemente su cuello.
—Nunca he tenido problemas para tomar mis propias decisiones y llevar las riendas de mis aven¬turas amorosas, pero contigo... —sus besos la sacu¬dían. Lo deseaba, pero de alguna manera sabía que él representaba una amenaza. No quería de¬jarse llevar por una corriente amorosa tan fuerte como la que estaba sintiendo en ese momento, ya que al cabo de un mes él se marcharía y ella no de¬seaba quedar atrapada en esa relación, con el co¬razón hecho trizas.
—¿Sabes lo que pienso, ____? Pienso que le das demasiadas vueltas a las cosas. Déjate llevar —acon¬sejó él, introduciendo las manos por debajo del es¬cote del vestido para acariciar sus pechos, al tiempo que su boca buscaba de nuevo la de ella. Durante unos momentos la besó y acarició, pero luego se detuvo gentilmente para estudiar su reac¬ción.
—Creo que no estoy emocionalmente preparada para hacer el amor contigo —dijo ____ al fin. Era evidente que sus reacciones físicas respondían perfectamente al acercamiento amoroso de él, pero no quería perder su equilibrio mental. Sería la primera vez y sentirse emocionalmente inde¬fensa no entraba en sus planes de futuro.
—Ayer si estabas preparada.
—Ayer no te conocía lo suficiente. Ayer se tra¬taba de sexo puro, sin complicaciones. Pero hoy... hoy representas para mí algo más que un orgasmo eventual. Y...
—No me digas que no me deseas, ____, sabes que no es verdad —la interrumpió él tomándole las manos.
—Tienes razón, te deseo, pero me siento inse¬gura. Y no me voy a meter en la cama contigo hasta que no esté convencida de que eso es lo me¬jor para mí. Lo siento —dijo sin poder evitar acer¬carse a él para besarlo suavemente en la mejilla. Fue un error. Él aprovechó el momento para izarla y sentarla de frente sobre su regazo. Sus ma¬nos recorrieron toda la longitud de sus piernas desnudas y se introdujeron bajo su falda para aga¬rrar sus nalgas y atraerla hacia sí. Ella no pudo evi¬tar presionar sus caderas sobre las de él y él res¬pondió de manera idéntica—. Nick, tenemos que detenernos —dijo separándose de él al cabo de un momento—. La cabeza me da vueltas.
—_____ —dijo él tras unos segundos de duda—. Tengo que confesarte algo.
—Dime.
—John Tom dejó un mensaje para que te encon¬traras con él en el club a las ocho y media.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Supongo que tenía miedo de que me abando¬naras para reunirte con él.
—Eso nunca. Había quedado contigo y jamás falto a una cita. ¿Estabas celoso?
—Sí, no tengo ningún derecho, pero esa es la verdad.
—No puedo creerlo —contestó ella sintiéndose inmensamente feliz.
—No sé adonde va a llevarnos esto, ____, pero creo que ni tú ni yo lo podemos evitar...
—Tengo que irme a casa —zanjó ella desasién¬dose abruptamente—. Mañana tengo que empezar a trabajar a las cinco: quiero llevar a Lucky Hand al hipódromo.
—Me gustaría acompañarte.
—Hum..., de acuerdo. Así podrás darte cuenta del inmenso potencial de ese caballo. Buenas no¬ches, Nick.
—Espera, te escoltaré hasta la puerta de tu casa.
—No es necesario.
—Voy a hacerlo de todas maneras.
Anduvieron en silencio durante unos minutos, disfrutando de los agradables olores de la tran¬quila noche rural.
—Hemos llegado —dijo ____ delante de la puerta.
—Lo he pasado muy bien contigo, ____ —con¬testó Nick.
—Yo también —dijo ella con una sonrisa sin faltar en absoluto a la verdad. Ese hombre era un gran compañero cuando estaba relajado y daba rienda suelta a su encanto.
—Que tengas felices sueños.
—Lo mismo digo —susurró ____, consciente de que iba a soñar con él.
Una densa niebla matinal colgaba de las colinas circundantes cuando Nick guió al caballo para que saliera del remolque con cuidado. Los caba¬llos solían ser animales muy nerviosos, especial¬mente los purasangre. Ese pensamiento le re¬cordó el temperamento de su dueña. Miró a ____ que, con una camiseta raída, unos vaqueros deshi¬lachados y unas viejas botas, no se parecía en abso¬luto a la mujer del vestido rojo que lo había vuelto loco la noche anterior. Después de dejarla ante la puerta de su casa, se había ido a los establos y ha¬bía paseado durante horas, hasta casi marcar un surco sobre el suelo. Esa maldita mujer lo tenía confundido y frustrado, y aunque solo la conocía desde hacía un par de días, le parecía que llevaba una eternidad deseándola. No sabía qué hacer con ella puesto que jamás había tenido ninguna dificultad para conquistar a una persona, del sexo opuesto. Su anhelo sexual y su desesperación le quitaban el sueño y, sorprendentemente, le ha¬cían desear ser mejor persona. ¿Quería eso decir que antes de conocer a ____ era una mala per¬sona? ¿Estaba pensando que esa mujer se merecía algo más, algo que nunca había dado a ninguna otra mujer antes? No entendía nada. Solo sabía con absoluta certeza que existía un fuerte vínculo entre ellos dos..., un vínculo sexual, claro. Pero ____ era contradictoria, admitía que lo deseaba, pero rehusaba hacer el amor con él. Nick tam¬bién se consideraba una persona contradictoria, pero... ¿tanto como ____? En todo caso, ella lo superaba en todo, no solo luchaba como él contra la monotonía de la vida, sino que tenía un com¬promiso vocacional, del que él carecía, con su tra¬bajo como entrenadora de caballos de carreras. La admiraba. Pero la situación lo estaba sobrepa¬sando, quizá había llegado el momento de aban¬donar sus intenciones amorosas y dedicarse exclu¬sivamente al trabajo del rancho durante las cuatro semanas siguientes. Se dijo que no podía dejarse manejar como una marioneta por los caprichos de ninguna mujer. Una vez tomada esa decisión, se acercó con Lucky Hand hasta ____, mientras Tater se unía a ellos.
—Hola, Tater, te hemos echado de menos a pri¬mera hora, ¿acabas de llegar?
—Me he retrasado un poco —contestó él con ti¬midez, hundiendo la punta de la bota en la arena.
—Tater tuvo una cita anoche —intervino ___—. ¿No es verdad, Tater?
Tater se sonrojó y lanzó un puñetazo en el aire contra ____.
—Oye, pequeña, no hay ninguna necesidad de airear mis asuntos a diestro y siniestro.
—Una cita... ¿con quién? —preguntó Nick, intri¬gado.
—¿Con quién crees tú?
—No sé, veamos —dijo Nick demasiado ocu¬pado con sus propios pensamientos como para adivinar la verdad.
—Piensa en una gran aureola de cabello naranja —apuntó ____.
Nick miró a ___ y recordó su comentario de la noche anterior. Sonrió a Tater.
—Tater, ¿no estarás saliendo por la noche con Loretta, verdad?
—Exacto —terció Silver.
Nick silbó.
—Estoy impresionado. La conocí anoche y, cré¬eme, es una persona llena de coraje, fuerza y pa¬sión. Hay que estar hecho de una pasta especial para acercarse a ella.
—No es nada del otro mundo —dijo Tater—. Co¬nozco a Loretta desde hace años, simplemente no he tenido la oportunidad de salir con ella entre un marido y otro, pero ahora parece que ha llegado mi turno. No es que tenga intenciones de ca¬sarme, claro, siempre he vivido solo y así seguiré.
—Al menor síntoma de debilidad, te echará el lazo —le advirtió Nick.
—Aún no ha nacido la mujer capaz de atra¬parme —se defendió Tater.
—¿Te apuestas algo? —propuso ____ con una sonrisa.
—Me apuesto lo que quieras, mocosa. Ninguna mujer me va a hacer caer en la red.
—Yo no estaría tan segura.
—Cada hombre sabe lo que tiene que hacer, cuando llega el momento de entenderse con una mujer —dijo Tater sacando el cronómetro y aleján¬dose hacia el hipódromo.
—Es un viejo tonto y enamorado —rió ____.
—Yo no diría eso —la corrigió Nick secamente, pesaroso de ver cómo _____ manejaba a todo el mundo a su antojo.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó ____—. Da la impresión de que te hayas tragado un sable para desayunar.
—No he desayunado.
—Yo tampoco. ¿Te apetece una hamburguesa de Loretta? —bromeó ella.
—En absoluto. Si aparecemos por su local inten¬tará que te compre un anillo de compromiso hoy mismo. Y no estoy dispuesto a hacerlo.
—Sabia decisión, puesto que yo me negué a ca¬sarme contigo cuando me lo pediste, ¿recuerdas?
—Sabes que en realidad no pretendía hacerlo —señaló él con el ceño fruncido, antes de recupe¬rar el tema anterior—: Entonces, ¿piensas que Tater va a ser el número seis?
—Cosas más extrañas se han visto —contestó _____, encogiéndose de hombros—. Además, me gus¬taría que no envejeciera solo. Ha dedicado toda su vida a servir a los Braybourne.
—Pero ha disfrutado con ello, ¿no?
—Sí, pero...
—¿A qué estás esperando, _____? —aulló Tater desde la valla del hipódromo—. No voy a pasarme todo el día esperando.
—Ya voy —contestó ella a grito pelado—. Espero que se eche una siesta y se le pase el mal humor —añadió _____ dirigiéndose a Nick.
—Las mujeres tienen una habilidad especial para hacer enfadar a los hombres —comentó él—. Piensa en ti misma, me tienes tan confundido con tus cambios de actitud que ya no sé ni dónde está el norte ni dónde está el sur.
—Creo que ya te he explicado mis contradiccio¬nes —contestó ella mordiéndose el labio inferior.
—Lo único que sé es que estás demasiado con¬fusa como para explicar nada.
—Eso no es verdad y lo sabes.
—Me he pasado toda la noche pensando en ello y, al final, he llegado a una conclusión.
—¿Qué conclusión?
—¡_____ Braybourne! —gritó Tater—. ¡Se nos va a hacer de noche si no traes a ese maldito caballo ahora mismo!
—Maldita sea —dijo ____ poniéndose el casco de montar y sujetándose la trabilla en la barbilla—. Tendremos que continuar esta conversación en otro momento.
—Lo haremos, corazón —dijo Nick entrela¬zando las manos para que ella apoyara un pie y ayudarla a montar—. ¿Cuántas vueltas vas a hacer?
—Primero vamos a dar una vuelta de calenta¬miento y, como este hipódromo mide ochocientos metros y el de Rosemont mil seiscientos, luego ha¬remos dos vueltas a toda velocidad.
—Todavía es pronto, no ha llegado ningún otro caballo. Puedes aprovechar para entrenarlo sin distracciones y luego probar junto a otros caballos. Según el antiguo propietario, Lucky Hand se vol¬vía intratable en presencia de competidores, ¿no?
—Sí, será la primera vez que corra con otros ca¬ballos y entonces podremos comprobar cuál es el problema.
Se reunieron con Tater y _____ entró al hipó¬dromo mientras Nick se acodaba sobre la valla para observar cómo ella calentaba al caballo con un medio galope.
—Tater, entonces...
—No pienso responder a ninguna pregunta, así que no te molestes en...
—Tranquilo. No es nada personal. Tengo dema¬siados problemas con las mujeres yo mismo, como para preocuparme por los tuyos.
—¿Hay algo que quieras contarme? —preguntó Tater, divertido.
—No.
—Mejor, porque hay cosas que prefiero no saber. Aunque me las imagino. Ten cuidado, chico.
—No ha pasado nada.
—Os habéis estado buscando y rehuyendo como conejos en celo. Tengo ojos en la cara —dijo Ta¬ter—. Pero, te aviso: Harden ya ha tomado la deci¬sión de casar a ____ con John Tom.
—Pues lo mejor será que hable seriamente con su hija —contestó Nick moviendo la cabeza—. ____ no parece dispuesta a darle ese gusto.
—Lo sé. He intentado explicárselo a Harden, pero es más cabezota de lo que pensaba. Sin em¬bargo, creo que ____ no tardará mucho en recha¬zarlo. Esa chica necesita un hombre al que no sea capaz de manejar con un solo dedo. La conozco desde que nació y lo sé. También sé que aguanta a John Tom para no disgustar a su padre, pero si llega a casarse con él, tendrá que asumir el papel que ya le asigna la familia Thomas, convirtiéndose en una de esas damas ricas que solo viven para las reuniones sociales y la beneficencia; no será feliz. Tengo que confesarte que estoy preocupado por ella, Nick —dijo con un suspiro.
Nick se agitó, inquieto. No sabía qué decir. Es¬tuvo tentado de pedirle que no se preocupara, pero... ¿qué podría ofrecer él? Su aventura acaba¬ría al cabo de un mes y, por tanto, no tenía dere¬cho a interferir sobre el destino de ____, aun¬que... ¿sería sensato ayudarla a no cometer un error? ____ necesitaba un hombre que amara el mundo ecuestre, alguien que pudiera compren¬der su pasión por los animales, alguien que la pu¬diera ayudar a levantar el rancho Braybourne. Un hombre práctico y seguro de sí mismo y no un hombre mimado por la fortuna familiar, como era su propio caso y el de John Tom. Aunque, ante el ejemplo de ella, Nick estaba pensando en empe¬zar a cambiar sus costumbres; pero era más fácil pensarlo que hacerlo. La niebla empezaba a desa¬parecer, eran las cinco y media de la mañana.
—_____ —gritó Tater—. Veamos cómo corre ese caballo.
—De acuerdo. Estad atentos porque va a cruzar la pista volando —respondió mientras Tater prepa¬raba el cronómetro. Nick sacó un pañuelo y lo dejo caer cuando ella estuvo preparada. En ese mismo instante, Tater apretó el botón de inicio del cronómetro. _____ y Lucky Hand empezaron a correr y pasaron por delante de ellos como un tor¬nado. La noble cabeza del semental estaba com¬pletamente estirada hacia delante, su pecho se en¬sanchaba respirando a pleno pulmón mientras sus patas se tragaban la pista a la velocidad del rayo.
—¿Qué opinas? —le preguntó Nick a Tater mientras el caballo tomaba la primera curva.
—Es un buen corredor, no cabe duda.
—¿Quiere ganar o... es la presión del jinete?
—Bueno..., creo que desea ganar cuando está solo, pero... ¿que pasará cuando compita con otros caballos? No lo sé.
—Ya veremos —dijo Nick—. ¿Estás preparado? Van a terminar.
Tater detuvo el cronómetro con exactitud.
—Mira el tiempo —le dijo a Nick mientras ____ disminuía el ritmo de la carrera hasta detenerse.
—No está mal, nada mal —dijo Nick con un sil¬bido—. ¿Qué te parece si buscamos otro caballo para que compita con él y comprobamos si puede repetirlo?
—____, ¿volvemos a intentarlo con otro caballo?
—Ahora mismo —contestó ella con aplomo. Era una mujer independiente, contradictoria, irrita¬ble, guerrera, pero a pesar de todo ello sólida como una roca. Vivir con esa mujer garantizaría tener una aventura diaria, pero... ¿qué hombre en su sano juicio querría asumir ese riesgo? Solo un jugador nato.
Al cabo de unos momento regresó Tater con una potra ruana y un jinete joven llamado Boone.
—Esta potra es una preciosidad —dijo ____.
—Teardrop es de lo mejor que hay —contestó Boone—. Corre muy bien, pero estamos pensando más en su potencial para la cría de sementales, tiene un pedigrí impresionante.
—Se gana más dinero con la cría que con las ca¬rreras —corroboró Tater.
—No en el caso de un semental —intervino _____—. Un semental debe demostrar que es un buen corredor para que la calidad de sus genes quede fuera de toda duda.
—Estoy de acuerdo —asintió Nick. Pensaba vol¬ver a llamar a su entrenador ese mismo día para ver si tenía nuevos datos sobre la procedencia de Lucky Hand. De momento había que comprobar si el semental negro estaba emocionalmente pre¬parado para correr junto a otro caballo.
—¿Preparada? —preguntó Nick.
—Completamente —dijo ____ con firme deter¬minación.
Ambos caballos con sus jinetes se dirigieron a la línea de salida. Se palpaba la tensión cuando Nick soltó el pañuelo y Tater conectó el cronó¬metro. Los caballos salieron en tromba. Lucky Hand mostraba un buen comportamiento, pero dudó un instante al tomar la primera curva. Un súbito recuerdo asaltó la mente de Nick. Take a Chance prefería girar por el extremo exterior y ____ estaba obligando a Lucky Hand a girar por el interior. El semental perdió la concentración.
—¡Déjale adelantar por la derecha! —gritó Nick. Pero era demasiado tarde, Teardrop se impuso. Nick se acercó a ____ y tomó las riendas de Lucky Hand—. ¿Por qué no has hecho lo que te he dicho?
—Porque a Lucky Hand le gusta correr por el in¬terior —contestó ____ acalorada y temblando de furia.
—No, eso no es cierto. Le gusta iniciar la carrera por el interior, pero luego quiere tomarlas curvas por el exterior, sin estorbos.
—¿Me estás diciendo que no sé cómo tratar a un caballo? Se pierde mucho tiempo corriendo por el exterior —contestó ___ muy tensa.
—Sí, pero estoy seguro de que esa es la forma de ganar de Lucky Hand y eso es lo que quieres, ¿no?
—En efecto, pero quiero hacerlo a mi manera. Estoy cansada de tu prepotencia y tus consejos. Llevo años intentando sacar adelante nuestro ran¬cho y estoy empezando a pensar que eres una molestia, en realidad preferiría que nunca hubieras aparecido por aquí —dijo ___ exhausta, de forma insultante.
—Te hago una oferta —dijo Nick con calma.
—¿Qué tipo de oferta?
—¿Juegas a las cartas, al póquer...?
—¿En qué estás pensando? —inquirió ella, escéptica.
—Te propongo un trato: jugamos una partida de cartas con mis reglas y, si tú ganas, yo me voy del rancho y te dejo en paz con tus asuntos, pero si gano yo, dirijo el entrenamiento de Lucky Hand y... te hago el amor.
—¿Todo lo que tengo que hacer es ganar, para que te marches? —preguntó ella vivamente intere¬sada.
—Sí.
—Trato hecho.
—Esta noche a las diez en mi habitación —sugirió Nick.
—No, mejor en la oficina —rectificó ella, aleján¬dose con Lucky Hand.
—De acuerdo, no llegues tarde.
Recorrieron en silencio el camino de vuelta a casa, cada uno perdido en sus propios pensa¬mientos. Nick aparcó en su lugar habitual, al final de los establos. Durante un instante con¬templaron las estrellas, luego ____ lo miró disi¬muladamente de reojo. Si él supiera lo mucho que deseaba seguir el consejo de Loretta. Se es¬tremeció.
—¿Frío? —preguntó él acariciando ligeramente uno de sus brazos desnudos.
—No. Creo que ha pasado un ángel —replicó ella con timidez.
—¿Estás segura de que no tienes frío? Ese ves¬tido no parece muy abrigado.
—Este vestido es perfecto —se defendió ella, con¬trariada.
—Si te refieres a que está diseñado para volver loco a cualquiera, te doy la razón. He estado a punto de ponerme de rodillas y suplicarte un poco de amor cuando te he visto aparecer con él esta tarde —aceptó él acariciando suavemente los tirantes que lo sujetaban al cuello.
—¿Pensabas suplicarme un poco de amor? —con¬testó ____ sabiendo que jugaba con fuego.
—No te quepa la menor duda.
—Entonces, tendré que dar gracias a la dependienta que me lo vendió, por su sabia elección.
—Agradéceselo de mi parte también —dijo Nick abrazándola un instante, antes de sentarse ambos en el banco de madera—. Necesito hacerte el amor, ____. No puedo evitarlo.
—Lo sé —contestó ella en tono evasivo.
—Loretta estaba a favor.
—Loretta es una romántica. Ahora está saliendo con Tater. En el Shack apuestan sobre el futuro de ambos —parloteo ____ para ganar tiempo.
—Yo apuesto por Loretta —dijo Nick con una mirada encendida.
—Yo también —murmuró ella.
¿A qué estaba esperando? Al igual que Loretta, deseaba tener una aventura amorosa y el hombre que estaba delante de ella era la persona perfecta para ello. Quizá debería dejarse llevar... Nick se inclinó sobre ella y le acarició el lóbulo de la oreja con la lengua. Ella dejó caer la cabeza para acer¬carse. Nick aprovechó la proximidad para pasar la lengua por las curvas de su oreja, mientras con la mano acariciaba su mandíbula, antes de enterrarla en su cabellera y llevar los labios hasta su boca.
—Bésame, _____ —dijo él. Su voz vibró en el alma de ella, intentó rechazarlo, pero el deseo era más fuerte que ella. Le agarró la cabeza con las manos y lo besó, sintiendo como todo su ser se hundía entre los brazos de él. Sin embargo, se retiró antes de que él pudiera devolverle el beso—. ¿Por qué me rechazas, _____, por qué?
—Porque cuando estoy contigo pierdo el domi¬nio sobre mí misma, y no me gusta esa sensación.
—No creo que pierdas tu dominio, al contrario, creo que tropiezas con la esencia de tu verdadera personalidad por primera vez y eso te asusta, por¬que no estás acostumbrada. A todos nos cuesta tra¬bajo conocer nuestra verdadera naturaleza y acep¬tarnos tal y como somos —aventuró él besando suavemente su cuello.
—Nunca he tenido problemas para tomar mis propias decisiones y llevar las riendas de mis aven¬turas amorosas, pero contigo... —sus besos la sacu¬dían. Lo deseaba, pero de alguna manera sabía que él representaba una amenaza. No quería de¬jarse llevar por una corriente amorosa tan fuerte como la que estaba sintiendo en ese momento, ya que al cabo de un mes él se marcharía y ella no de¬seaba quedar atrapada en esa relación, con el co¬razón hecho trizas.
—¿Sabes lo que pienso, ____? Pienso que le das demasiadas vueltas a las cosas. Déjate llevar —acon¬sejó él, introduciendo las manos por debajo del es¬cote del vestido para acariciar sus pechos, al tiempo que su boca buscaba de nuevo la de ella. Durante unos momentos la besó y acarició, pero luego se detuvo gentilmente para estudiar su reac¬ción.
—Creo que no estoy emocionalmente preparada para hacer el amor contigo —dijo ____ al fin. Era evidente que sus reacciones físicas respondían perfectamente al acercamiento amoroso de él, pero no quería perder su equilibrio mental. Sería la primera vez y sentirse emocionalmente inde¬fensa no entraba en sus planes de futuro.
—Ayer si estabas preparada.
—Ayer no te conocía lo suficiente. Ayer se tra¬taba de sexo puro, sin complicaciones. Pero hoy... hoy representas para mí algo más que un orgasmo eventual. Y...
—No me digas que no me deseas, ____, sabes que no es verdad —la interrumpió él tomándole las manos.
—Tienes razón, te deseo, pero me siento inse¬gura. Y no me voy a meter en la cama contigo hasta que no esté convencida de que eso es lo me¬jor para mí. Lo siento —dijo sin poder evitar acer¬carse a él para besarlo suavemente en la mejilla. Fue un error. Él aprovechó el momento para izarla y sentarla de frente sobre su regazo. Sus ma¬nos recorrieron toda la longitud de sus piernas desnudas y se introdujeron bajo su falda para aga¬rrar sus nalgas y atraerla hacia sí. Ella no pudo evi¬tar presionar sus caderas sobre las de él y él res¬pondió de manera idéntica—. Nick, tenemos que detenernos —dijo separándose de él al cabo de un momento—. La cabeza me da vueltas.
—_____ —dijo él tras unos segundos de duda—. Tengo que confesarte algo.
—Dime.
—John Tom dejó un mensaje para que te encon¬traras con él en el club a las ocho y media.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Supongo que tenía miedo de que me abando¬naras para reunirte con él.
—Eso nunca. Había quedado contigo y jamás falto a una cita. ¿Estabas celoso?
—Sí, no tengo ningún derecho, pero esa es la verdad.
—No puedo creerlo —contestó ella sintiéndose inmensamente feliz.
—No sé adonde va a llevarnos esto, ____, pero creo que ni tú ni yo lo podemos evitar...
—Tengo que irme a casa —zanjó ella desasién¬dose abruptamente—. Mañana tengo que empezar a trabajar a las cinco: quiero llevar a Lucky Hand al hipódromo.
—Me gustaría acompañarte.
—Hum..., de acuerdo. Así podrás darte cuenta del inmenso potencial de ese caballo. Buenas no¬ches, Nick.
—Espera, te escoltaré hasta la puerta de tu casa.
—No es necesario.
—Voy a hacerlo de todas maneras.
Anduvieron en silencio durante unos minutos, disfrutando de los agradables olores de la tran¬quila noche rural.
—Hemos llegado —dijo ____ delante de la puerta.
—Lo he pasado muy bien contigo, ____ —con¬testó Nick.
—Yo también —dijo ella con una sonrisa sin faltar en absoluto a la verdad. Ese hombre era un gran compañero cuando estaba relajado y daba rienda suelta a su encanto.
—Que tengas felices sueños.
—Lo mismo digo —susurró ____, consciente de que iba a soñar con él.
Una densa niebla matinal colgaba de las colinas circundantes cuando Nick guió al caballo para que saliera del remolque con cuidado. Los caba¬llos solían ser animales muy nerviosos, especial¬mente los purasangre. Ese pensamiento le re¬cordó el temperamento de su dueña. Miró a ____ que, con una camiseta raída, unos vaqueros deshi¬lachados y unas viejas botas, no se parecía en abso¬luto a la mujer del vestido rojo que lo había vuelto loco la noche anterior. Después de dejarla ante la puerta de su casa, se había ido a los establos y ha¬bía paseado durante horas, hasta casi marcar un surco sobre el suelo. Esa maldita mujer lo tenía confundido y frustrado, y aunque solo la conocía desde hacía un par de días, le parecía que llevaba una eternidad deseándola. No sabía qué hacer con ella puesto que jamás había tenido ninguna dificultad para conquistar a una persona, del sexo opuesto. Su anhelo sexual y su desesperación le quitaban el sueño y, sorprendentemente, le ha¬cían desear ser mejor persona. ¿Quería eso decir que antes de conocer a ____ era una mala per¬sona? ¿Estaba pensando que esa mujer se merecía algo más, algo que nunca había dado a ninguna otra mujer antes? No entendía nada. Solo sabía con absoluta certeza que existía un fuerte vínculo entre ellos dos..., un vínculo sexual, claro. Pero ____ era contradictoria, admitía que lo deseaba, pero rehusaba hacer el amor con él. Nick tam¬bién se consideraba una persona contradictoria, pero... ¿tanto como ____? En todo caso, ella lo superaba en todo, no solo luchaba como él contra la monotonía de la vida, sino que tenía un com¬promiso vocacional, del que él carecía, con su tra¬bajo como entrenadora de caballos de carreras. La admiraba. Pero la situación lo estaba sobrepa¬sando, quizá había llegado el momento de aban¬donar sus intenciones amorosas y dedicarse exclu¬sivamente al trabajo del rancho durante las cuatro semanas siguientes. Se dijo que no podía dejarse manejar como una marioneta por los caprichos de ninguna mujer. Una vez tomada esa decisión, se acercó con Lucky Hand hasta ____, mientras Tater se unía a ellos.
—Hola, Tater, te hemos echado de menos a pri¬mera hora, ¿acabas de llegar?
—Me he retrasado un poco —contestó él con ti¬midez, hundiendo la punta de la bota en la arena.
—Tater tuvo una cita anoche —intervino ___—. ¿No es verdad, Tater?
Tater se sonrojó y lanzó un puñetazo en el aire contra ____.
—Oye, pequeña, no hay ninguna necesidad de airear mis asuntos a diestro y siniestro.
—Una cita... ¿con quién? —preguntó Nick, intri¬gado.
—¿Con quién crees tú?
—No sé, veamos —dijo Nick demasiado ocu¬pado con sus propios pensamientos como para adivinar la verdad.
—Piensa en una gran aureola de cabello naranja —apuntó ____.
Nick miró a ___ y recordó su comentario de la noche anterior. Sonrió a Tater.
—Tater, ¿no estarás saliendo por la noche con Loretta, verdad?
—Exacto —terció Silver.
Nick silbó.
—Estoy impresionado. La conocí anoche y, cré¬eme, es una persona llena de coraje, fuerza y pa¬sión. Hay que estar hecho de una pasta especial para acercarse a ella.
—No es nada del otro mundo —dijo Tater—. Co¬nozco a Loretta desde hace años, simplemente no he tenido la oportunidad de salir con ella entre un marido y otro, pero ahora parece que ha llegado mi turno. No es que tenga intenciones de ca¬sarme, claro, siempre he vivido solo y así seguiré.
—Al menor síntoma de debilidad, te echará el lazo —le advirtió Nick.
—Aún no ha nacido la mujer capaz de atra¬parme —se defendió Tater.
—¿Te apuestas algo? —propuso ____ con una sonrisa.
—Me apuesto lo que quieras, mocosa. Ninguna mujer me va a hacer caer en la red.
—Yo no estaría tan segura.
—Cada hombre sabe lo que tiene que hacer, cuando llega el momento de entenderse con una mujer —dijo Tater sacando el cronómetro y aleján¬dose hacia el hipódromo.
—Es un viejo tonto y enamorado —rió ____.
—Yo no diría eso —la corrigió Nick secamente, pesaroso de ver cómo _____ manejaba a todo el mundo a su antojo.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó ____—. Da la impresión de que te hayas tragado un sable para desayunar.
—No he desayunado.
—Yo tampoco. ¿Te apetece una hamburguesa de Loretta? —bromeó ella.
—En absoluto. Si aparecemos por su local inten¬tará que te compre un anillo de compromiso hoy mismo. Y no estoy dispuesto a hacerlo.
—Sabia decisión, puesto que yo me negué a ca¬sarme contigo cuando me lo pediste, ¿recuerdas?
—Sabes que en realidad no pretendía hacerlo —señaló él con el ceño fruncido, antes de recupe¬rar el tema anterior—: Entonces, ¿piensas que Tater va a ser el número seis?
—Cosas más extrañas se han visto —contestó _____, encogiéndose de hombros—. Además, me gus¬taría que no envejeciera solo. Ha dedicado toda su vida a servir a los Braybourne.
—Pero ha disfrutado con ello, ¿no?
—Sí, pero...
—¿A qué estás esperando, _____? —aulló Tater desde la valla del hipódromo—. No voy a pasarme todo el día esperando.
—Ya voy —contestó ella a grito pelado—. Espero que se eche una siesta y se le pase el mal humor —añadió _____ dirigiéndose a Nick.
—Las mujeres tienen una habilidad especial para hacer enfadar a los hombres —comentó él—. Piensa en ti misma, me tienes tan confundido con tus cambios de actitud que ya no sé ni dónde está el norte ni dónde está el sur.
—Creo que ya te he explicado mis contradiccio¬nes —contestó ella mordiéndose el labio inferior.
—Lo único que sé es que estás demasiado con¬fusa como para explicar nada.
—Eso no es verdad y lo sabes.
—Me he pasado toda la noche pensando en ello y, al final, he llegado a una conclusión.
—¿Qué conclusión?
—¡_____ Braybourne! —gritó Tater—. ¡Se nos va a hacer de noche si no traes a ese maldito caballo ahora mismo!
—Maldita sea —dijo ____ poniéndose el casco de montar y sujetándose la trabilla en la barbilla—. Tendremos que continuar esta conversación en otro momento.
—Lo haremos, corazón —dijo Nick entrela¬zando las manos para que ella apoyara un pie y ayudarla a montar—. ¿Cuántas vueltas vas a hacer?
—Primero vamos a dar una vuelta de calenta¬miento y, como este hipódromo mide ochocientos metros y el de Rosemont mil seiscientos, luego ha¬remos dos vueltas a toda velocidad.
—Todavía es pronto, no ha llegado ningún otro caballo. Puedes aprovechar para entrenarlo sin distracciones y luego probar junto a otros caballos. Según el antiguo propietario, Lucky Hand se vol¬vía intratable en presencia de competidores, ¿no?
—Sí, será la primera vez que corra con otros ca¬ballos y entonces podremos comprobar cuál es el problema.
Se reunieron con Tater y _____ entró al hipó¬dromo mientras Nick se acodaba sobre la valla para observar cómo ella calentaba al caballo con un medio galope.
—Tater, entonces...
—No pienso responder a ninguna pregunta, así que no te molestes en...
—Tranquilo. No es nada personal. Tengo dema¬siados problemas con las mujeres yo mismo, como para preocuparme por los tuyos.
—¿Hay algo que quieras contarme? —preguntó Tater, divertido.
—No.
—Mejor, porque hay cosas que prefiero no saber. Aunque me las imagino. Ten cuidado, chico.
—No ha pasado nada.
—Os habéis estado buscando y rehuyendo como conejos en celo. Tengo ojos en la cara —dijo Ta¬ter—. Pero, te aviso: Harden ya ha tomado la deci¬sión de casar a ____ con John Tom.
—Pues lo mejor será que hable seriamente con su hija —contestó Nick moviendo la cabeza—. ____ no parece dispuesta a darle ese gusto.
—Lo sé. He intentado explicárselo a Harden, pero es más cabezota de lo que pensaba. Sin em¬bargo, creo que ____ no tardará mucho en recha¬zarlo. Esa chica necesita un hombre al que no sea capaz de manejar con un solo dedo. La conozco desde que nació y lo sé. También sé que aguanta a John Tom para no disgustar a su padre, pero si llega a casarse con él, tendrá que asumir el papel que ya le asigna la familia Thomas, convirtiéndose en una de esas damas ricas que solo viven para las reuniones sociales y la beneficencia; no será feliz. Tengo que confesarte que estoy preocupado por ella, Nick —dijo con un suspiro.
Nick se agitó, inquieto. No sabía qué decir. Es¬tuvo tentado de pedirle que no se preocupara, pero... ¿qué podría ofrecer él? Su aventura acaba¬ría al cabo de un mes y, por tanto, no tenía dere¬cho a interferir sobre el destino de ____, aun¬que... ¿sería sensato ayudarla a no cometer un error? ____ necesitaba un hombre que amara el mundo ecuestre, alguien que pudiera compren¬der su pasión por los animales, alguien que la pu¬diera ayudar a levantar el rancho Braybourne. Un hombre práctico y seguro de sí mismo y no un hombre mimado por la fortuna familiar, como era su propio caso y el de John Tom. Aunque, ante el ejemplo de ella, Nick estaba pensando en empe¬zar a cambiar sus costumbres; pero era más fácil pensarlo que hacerlo. La niebla empezaba a desa¬parecer, eran las cinco y media de la mañana.
—_____ —gritó Tater—. Veamos cómo corre ese caballo.
—De acuerdo. Estad atentos porque va a cruzar la pista volando —respondió mientras Tater prepa¬raba el cronómetro. Nick sacó un pañuelo y lo dejo caer cuando ella estuvo preparada. En ese mismo instante, Tater apretó el botón de inicio del cronómetro. _____ y Lucky Hand empezaron a correr y pasaron por delante de ellos como un tor¬nado. La noble cabeza del semental estaba com¬pletamente estirada hacia delante, su pecho se en¬sanchaba respirando a pleno pulmón mientras sus patas se tragaban la pista a la velocidad del rayo.
—¿Qué opinas? —le preguntó Nick a Tater mientras el caballo tomaba la primera curva.
—Es un buen corredor, no cabe duda.
—¿Quiere ganar o... es la presión del jinete?
—Bueno..., creo que desea ganar cuando está solo, pero... ¿que pasará cuando compita con otros caballos? No lo sé.
—Ya veremos —dijo Nick—. ¿Estás preparado? Van a terminar.
Tater detuvo el cronómetro con exactitud.
—Mira el tiempo —le dijo a Nick mientras ____ disminuía el ritmo de la carrera hasta detenerse.
—No está mal, nada mal —dijo Nick con un sil¬bido—. ¿Qué te parece si buscamos otro caballo para que compita con él y comprobamos si puede repetirlo?
—____, ¿volvemos a intentarlo con otro caballo?
—Ahora mismo —contestó ella con aplomo. Era una mujer independiente, contradictoria, irrita¬ble, guerrera, pero a pesar de todo ello sólida como una roca. Vivir con esa mujer garantizaría tener una aventura diaria, pero... ¿qué hombre en su sano juicio querría asumir ese riesgo? Solo un jugador nato.
Al cabo de unos momento regresó Tater con una potra ruana y un jinete joven llamado Boone.
—Esta potra es una preciosidad —dijo ____.
—Teardrop es de lo mejor que hay —contestó Boone—. Corre muy bien, pero estamos pensando más en su potencial para la cría de sementales, tiene un pedigrí impresionante.
—Se gana más dinero con la cría que con las ca¬rreras —corroboró Tater.
—No en el caso de un semental —intervino _____—. Un semental debe demostrar que es un buen corredor para que la calidad de sus genes quede fuera de toda duda.
—Estoy de acuerdo —asintió Nick. Pensaba vol¬ver a llamar a su entrenador ese mismo día para ver si tenía nuevos datos sobre la procedencia de Lucky Hand. De momento había que comprobar si el semental negro estaba emocionalmente pre¬parado para correr junto a otro caballo.
—¿Preparada? —preguntó Nick.
—Completamente —dijo ____ con firme deter¬minación.
Ambos caballos con sus jinetes se dirigieron a la línea de salida. Se palpaba la tensión cuando Nick soltó el pañuelo y Tater conectó el cronó¬metro. Los caballos salieron en tromba. Lucky Hand mostraba un buen comportamiento, pero dudó un instante al tomar la primera curva. Un súbito recuerdo asaltó la mente de Nick. Take a Chance prefería girar por el extremo exterior y ____ estaba obligando a Lucky Hand a girar por el interior. El semental perdió la concentración.
—¡Déjale adelantar por la derecha! —gritó Nick. Pero era demasiado tarde, Teardrop se impuso. Nick se acercó a ____ y tomó las riendas de Lucky Hand—. ¿Por qué no has hecho lo que te he dicho?
—Porque a Lucky Hand le gusta correr por el in¬terior —contestó ____ acalorada y temblando de furia.
—No, eso no es cierto. Le gusta iniciar la carrera por el interior, pero luego quiere tomarlas curvas por el exterior, sin estorbos.
—¿Me estás diciendo que no sé cómo tratar a un caballo? Se pierde mucho tiempo corriendo por el exterior —contestó ___ muy tensa.
—Sí, pero estoy seguro de que esa es la forma de ganar de Lucky Hand y eso es lo que quieres, ¿no?
—En efecto, pero quiero hacerlo a mi manera. Estoy cansada de tu prepotencia y tus consejos. Llevo años intentando sacar adelante nuestro ran¬cho y estoy empezando a pensar que eres una molestia, en realidad preferiría que nunca hubieras aparecido por aquí —dijo ___ exhausta, de forma insultante.
—Te hago una oferta —dijo Nick con calma.
—¿Qué tipo de oferta?
—¿Juegas a las cartas, al póquer...?
—¿En qué estás pensando? —inquirió ella, escéptica.
—Te propongo un trato: jugamos una partida de cartas con mis reglas y, si tú ganas, yo me voy del rancho y te dejo en paz con tus asuntos, pero si gano yo, dirijo el entrenamiento de Lucky Hand y... te hago el amor.
—¿Todo lo que tengo que hacer es ganar, para que te marches? —preguntó ella vivamente intere¬sada.
—Sí.
—Trato hecho.
—Esta noche a las diez en mi habitación —sugirió Nick.
—No, mejor en la oficina —rectificó ella, aleján¬dose con Lucky Hand.
—De acuerdo, no llegues tarde.
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Capítulo Ocho
Después de cenar, Nick se retiró a su habita¬ción con la mente trastornada. ¿Qué era esa histo¬ria de jugárselo todo a las cartas? ¿Había perdido el juicio? No se veía capaz de abandonar el rancho justo cuando sus dueños más lo necesitaban, inde¬pendientemente de lo que le hubiera prometido a ___. Aunque nunca había sido un estudiante ejemplar, sí tenía una licenciatura en ciencias em¬presariales y, por lo que había podido ver en las horas dedicadas a las tareas de oficina, el rancho Braybourne estaba desaprovechando posibles ne¬gocios interesantes por falta de personal. Además, había descubierto que la gestión administrativa, lejos de ser aburrida, como siempre había pen¬sado, suponía un desafío constante que lo hacía sentirse vivo y necesario. Era una sensación muy gratificante. No podía perder el juego de esa no¬che.
Paseó por los establos para hacer tiempo y acabó acariciando el morro de una yegua llamada Rosie Red, que había parido ese verano un potri¬llo al que habían puesto el nombre de Red Devil. Ese pequeño animal tenía garra y habría que estar pendiente de su evolución para adiestrarlo como caballo de carreras, si el rancho Braybourne no entraba en quiebra antes. Nick había autorizado a su banquero para que hiciera averiguaciones so¬bre el estado financiero del rancho y las noticias no eran buenas. No era de extrañar que ___ hu¬biera apostado tan fuerte por Lucky Hand. Se diri¬gió al compartimiento del semental negro, que lo miró intrigado.
—Sabes que puedes convertirte en un campeón, como ____ desea, ¿no? Tienes la calidad sufi¬ciente, aunque tu pasado sea un misterio.
Si Lucky Hand conseguía ganar varias carreras, su precio como semental sería multimillonario. Si además se demostraba que era un purasangre na¬cido y criado en WindRaven, antes de su posterior venta, como todo hacía suponer, el precio sería aún mayor. Oyó un ruido sigiloso, se dio la vuelta y escrutó las sombras: ____ estaba allí. Dudó du¬rante un instante y, finalmente, se acercó a él, con la actitud de un cordero que va hacia el matadero, pero con la mirada firme de las personas honradas que están acostumbradas a lograr sus propósitos a fuerza de empeño y esfuerzo. El corazón de Nick se llenó de ternura.
—No tienes miedo, ¿verdad?
—Miedo, santo cielo, claro que no —dijo, horro¬rizada—. Juguemos —añadió con los brazos en ja¬rras y la barbilla alzada.
Nick se abrió paso hasta la oficina y abrió la puerta.
—Estás en tu casa —dijo acercándose a la mesa mientras ella esparcía una baraja nueva sobre ella.
—Puede que vayamos a jugar según tus reglas, pero con mi baraja.
—¿Piensas que voy a hacer trampas?
—Prefiero no correr ningún riesgo.
—Creía que te gustaba el riesgo.
—Solo cuando estoy prácticamente segura de que voy a ganar —contestó ella con una breve son¬risa. Se estremeció al recordar su última reunión en esa oficina, la mañana del día anterior.
—¿Algún problema? —preguntó Nick barajando con maestría.
—Ninguno —contestó ____ con la esperanza de que el nerviosismo no traicionara su voz.
—¿Estás preocupada porque tu padre o Tater puedan sorprendernos aquí?
—Se han ido a la cama pronto. No hay pro¬blema.
—Me alegro de saberlo.
—Además, solo estamos jugando a las cartas.
—No sé si te he dicho ya que este tipo de póquer se combina con el juego de las prendas. Cada per¬sona que pierde una mano, se quita una prenda.
—¿Qué? —gritó ____.
—Póquer con prendas y cinco manos. El pri¬mero en ganar tres manos se lleva el premio. Son mis reglas —dijo con una sonrisa—, ¿recuerdas?
—No habíamos hablado de...
—Si lo prefieres podemos acordar que he ga¬nado yo y olvidar el juego.
—Eso es lo que pretendes, ¿no?
—Es solo una opción.
—Reparte las cartas —pidió ella con determina¬ción. ¿Acaso pensaba él que ella era capaz de re¬signarse sin luchar? Jamás.
NIck repartió y dejo el mazo en el centro de la mesa. ___ tomó sus cartas y se las colocó en la mano en forma de abanico, antes de empezar a distribuirlas cuidadosamente por palos. No tenía ni siquiera una pareja. Miró a NIck, que parecía tan satisfecho como si tuviera un full. «Es un fa¬rol», pensó.
—¿Cuántas? —preguntó Nick.
«¿Cuántas...? Todas», pensó ___r, presa del pá¬nico en su interior.
—Tres —dijo finalmente, manteniendo una ex¬presión inescrutable. Nick barajó y le acercó tres cartas con una sonrisa que la hizo rechinar los dientes. Él no tomó ninguna y devolvió el mazo a la mesa. «Es un farol», se repitió ____. Miró las cartas, ahora tenía una pareja, mucho mejor que nada—. Pareja de nueves —dijo arrojando las cartas Sobre la mesa.
Nick sonrió mientras colocaba muy despacio sus cartas boca arriba sobre la mesa.
—Lo siento, tres reinas —dijo mirándola con ojos danzarines—. ¿Recuerdas las reglas o tengo que ayudarte a hacer memoria?
—No me hables como si tuviera tres años. Ya lo sé, el que pierde, se quita una prenda. —Ella lle¬vaba un jersey de lana sin mangas de color melo¬cotón combinado con una rebeca del mismo co¬lor, y las perlas de su abuela. Pero el resto del conjunto no era tan elegante, en realidad solo lle¬vaba unos viejos vaqueros y unas botas de montar. Optó por la chaqueta y, para demostrar un aplomo que estaba lejos de sentir, inició la opera¬ción con gran ceremonia en el primer botón, para detenerse luego en el segundo, mientras le preguntaba a Nick—: ¿No tienes música de acompa¬ñamiento? Que mal anfitrión.
—Nunca pensé que una damita sureña como tú fuera a disfrutar tanto con un espectáculo de striptease.
—Quizá sea más atrevida de lo que tú te piensas —puntualizó mientras se sacaba la rebeca de los brazos y la dejaba sobre una silla cercana.
—Hum. Eso suena muy bien —comentó Nick con una amplia sonrisa.
—Me toca repartir —dijo ____ escuetamente, to¬mando el mazo y barajando con agilidad. Jugaron en silencio, soltando y tomando cartas hasta que ____ se recostó sobre el respaldo de la silla con una sonrisa de gran satisfacción—. A ver si lo mejo¬ras, tengo una escalera.
—Parece que vas a ganar esta mano, cariño —dijo Nick soltando sus cartas.
—Me gustaría que te quitaras la camisa para po¬der admirar ese musculoso torso desnudo por úl¬tima vez, antes de que te vayas del rancho —dijo ella con malicia. Supo que jugaba con fuego por enésima vez cuando descubrió un ligero brillo de deseo en los ojos de él.
—Las reglas no te permiten elegir prenda, pero nada más lejos de mi intención que decepcionar a una dama —contestó él mientras se tomaba un tiempo infinito para desabrocharse todos los boto¬nes. Por fin se quitó la camisa y ella admiró su cuerpo. Era un cuerpo conocido, lo había acari¬ciado, su fortaleza había sido diseñada por la natu¬raleza para dominar a un animal salvaje o... a una mujer. ___ sintió que su pulso se aceleraba—. Esos pensamientos solo nos pueden traer proble¬mas, señorita Braybourne —advirtió Nick, atento a sus reacciones—. ____ se sonrojó hasta la raíz del cabello, contrariada por la excesiva satisfacción que mostraba él al saberse dueño de la situación emocional.
—Te toca repartir —contestó _____ secamente. Jugaron otra vez en silencio, concentrados en las cartas e intentando adivinar el juego del contra¬rio—. Date por perdido, Nick, es imposible que puedas mejorar mi juego —dijo ____.
—Lo intentaré —dijo depositando sus cartas so¬bre la mesa con una reverencia exagerada. Tenía un par de ases y un par de sotas—. ¿Qué me dices a esto? —____ soltó sus cartas con resignación y se quitó el jersey de lana sin pompa alguna.
Debajo apareció un sujetador minúsculo de seda carmesí cuyas copas apenas retenían el consi¬derable volumen de sus redondos pechos enhies¬tos. El contraste con las perlas que rodeaban su cuello era lujurioso. «Relájate», se dijo. «Así es el juego». Pero Nick estaba anonadado y, cuando sus ojos se encontraron, ____ perdió la calma por completo: ese hombre comunicaba un deseo se¬xual que parecía una auténtica necesidad. Y ella no podía culparlo, al fin y al cabo en su mano es¬taba haber elegido las perlas, o las botas, sin em¬bargo había algo en el ambiente que la obligaba a comportarse con un atrevimiento cercano a la lo¬cura.
—No tenías por qué quitarte...
—Lo sé —contestó ella—. No importa, he perdido y me he quitado el jersey. Sigamos jugando.
Él fijó la vista en sus pechos como si fuera una caricia y a ella se le endurecieron los pezones, al tiempo que sentía un flujo de humedad entre las piernas. Debían terminar el juego cuanto antes, esa era la mano decisiva y ella tenía que ganarla para acabar con Nick de una vez por todas. Su equilibrio emocional estaba en juego, por no ha¬blar de su libido.
Jugaron de nuevo y esta vez perdió Nick. Se puso de pie y sus dedos jugaron con los botones de sus vaqueros mientras sonreía mirando directa¬mente a los ojos verdes de ___. Se desabrochó el primer botón, luego el segundo, acarició el ter¬cero y, finalmente, se quitó el reloj y lo dejó sobre la mesa. ____ se sintió profundamente decepcio¬nada, pero no pudo evitar soltar una carcajada de camaradería.
—Muy hábil —dijo ella—. Una treta completa¬mente inesperada.
—Gracias. El suspense aumenta la excitación, ¿no te parece?
—La última mano —anunció ____, absoluta¬mente dominada por el deseo, a pesar suyo. Re¬partió las cartas y rezó en silencio antes de echar una primera mirada a las suyas. Cuando las miró, su esperanza quedó aniquilada. No tenía nada. Pensó en echarse un farol, pero la vez anterior no le había servido de nada—. Dame cinco —pidió, por fin. Ahora estaba mejor la cosa, emparejó las car¬tas y, antes de soltar sobre la mesa su mano gana¬dora, pensó que a partir de esa noche no iba a vol¬ver a ver a ese hombre jamás. Tampoco sabía si estaba emocionalmente preparada para eso, pero había llegado el fin de su relación y había que aceptarlo. Ella podría ocuparse del rancho sola sin ninguna dificultad y confiaba plenamente en Lucky Hand—. Dos reyes y dos jotas —proclamó mostrando las cartas—. Echa un vistazo y desapa¬rece de mi vista.
—Lo siento, corazón. Tengo un full —dijo él con un profundo suspiro.
—Parece que es tu noche de suerte —contestó _____ horrorizada y llena de júbilo al mismo tiempo, mientras miraba los dos reyes y las tres rei¬nas—. Tiene gracia, por un momento pensé que iba a librarme de ti para siempre.
—Por eso son tan peligrosos los juegos de azar. Es muy fácil tener una intuición equivocada. O acertar y perder toda cautela —filosofó NIck antes de mirarla a los ojos pudorosamente—. Lo siento, ____, he ganado yo —añadió con modestia.
Ella lo observó buscando un indicio de arro¬gancia que la hubiera hecho despedirse y salir por la puerta de inmediato, pero no lo encontró. Allí solo había gentileza, humildad y ternura.
—No lo sientas, una apuesta es una apuesta. El resultado de esta es que te quedas en el rancho y entrenas a Lucky Hand.
—Lo entrenamos los dos, yo no puedo hacerlo solo.
—Y... —balbuceó ella.
—Y hacemos el amor—concluyó Nick, acaricián¬dole los brazos desnudos—. He intentado apartarte de mi mente, pero ha sido imposible. Por la ma¬ñana, por la tarde y por la noche, allí estás tú ocu¬pando todos mis pensamientos.
La miró a los ojos y se sintió satisfecho al ver los rescoldos encendidos del deseo en los suyos. Se in¬clinó y la besó en el ombligo y luego un poco más arriba. ____ se desabrochó el sujetador y dejó que él lamiera sus pechos mientras ella se sentaba a horcajadas sobre su regazo. Sintió cómo la erec¬ción de él, que se había iniciado durante el juego, crecía bajo su pubis cubierto por los vaqueros hasta alcanzar unas dimensiones considerables. Ambos iniciaron al tiempo un rítmico movimiento de caderas para frotarse los genitales y encender aún más su deseo. Ella acarició sus hombros y luego apretó los pechos contra él mientras sus ma¬nos se hundían por debajo del pantalón medio de¬sabrochado y mimaban su masculina turgencia du¬rante unos segundos, antes de desabrochar el resto de los botones.
—Espero que no te importe que te quite los pan¬talones. Hace unos minutos no tuviste el valor sufi¬ciente para hacerlo tú mismo.
—Estábamos jugando, no hubiera sido dema¬siado delicado por mi parte. Pero ahora soy capaz de desnudarme en un instante —aclaró, poniendo en práctica sus palabras.
Ella lamió su pecho, deteniéndose en los mas¬culinos pezones, chupando y mordiendo hasta que él gimió de placer. Volvió a gemir cuando ella le sujetó el endurecido sexo con ambas manos y primero acarició los testículos con ligeros apreto¬nes y movimientos giratorios, y luego su pene, va¬rias veces, de arriba a abajo. La boca de Nick se lanzó sobre los labios de ____, apresándolos, la¬miéndolos y mordisqueándolos. Sus manos se movían desde el vientre hasta la cintura y los pechos de ella, con frenesí. ____ ardía de pasión, su to¬rrente sanguíneo fluía a toda velocidad, su cora¬zón acelerado golpeaba dentro de su pecho como un tambor en una danza salvaje y sus terminacio¬nes nerviosas se estremecían de placer intermiten¬temente. Jamás se había sentido tan cerca de un éxtasis absoluto.
—¿Serías capaz de quitarme los pantalones antes de que explotemos? —preguntó ella con voz ronca, moviendo de nuevo las caderas, sexo contra sexo—. Quisiera disfrutar de un orgasmo con penetra¬ción.
—Ahora mismo —contestó él buscando la crema¬llera.
La abrió con prisa, la sentó sobre la mesa y ella se dejó caer hacia atrás, quedando tumbada boca arriba. Le quitó las botas y luego los pantalones. Un delicado triángulo de seda carmesí cubría su sexo. NIck se estremeció ante la magnífica be¬lleza de su impresionante cuerpo apenas cubierto y adornado por esa breve prenda de refinada ropa interior. La observó: sus ojos estaban nublados de deseo, sus pechos erectos y duros, su vientre liso, sus piernas abiertas y acogedoras, con una mano se acariciaba ligeramente los labios recordando el beso reciente. Nick introdujo un dedo debajo del encaje del triángulo de seda y acarició su vello púbico.
—Me gustas mucho en ropa interior, preciosa —dijo con una mirada ardiente.
—Me alegro —contestó ella, rotando ligeramente las caderas.
—Los tangas me vuelven loco —afirmó él sa¬cando el dedo y utilizando toda su mano para aca¬riciar el diminuto triángulo de seda y hundir final¬mente los tres dedos centrales en su oquedad más íntima. ____ se estremeció de gozo y renovó el movimiento de sus caderas con mayor urgencia.
—A mí también me gustan —contestó ella con un gemido—. Me siento más cómoda —añadió hume¬deciéndose los labios.
—Ese pensamiento me va a mantener excitado durante un mes —dijo volviendo a meter los dedos debajo de la seda para masajear su clítoris hasta que ____ emitió un breve sollozo de placer. Des¬pués, ella se incorporó y se abrazó a él.
—Deprisa —pidió con un susurro.
—No. Quiero que disfrutemos al máximo —dijo Nick, quitándole por fin la braguita de seda.
—Por favor —suplicó ella de nuevo, moviendo la cabeza de lado a lado—. Por favor... —insistió asiendo las manos de él y presionándolas sobre su vagina.
—Estás muy excitada —dijo él, sorprendido.
Incapaz de negarse, Nick apretó la palma de la mano sobre su sexo y lo acarició con impulsos cir¬culares, metiendo y sacando un dedo de su vagina de vez en cuando, mientras ella se arqueaba y se estremecía con un primer orgasmo que sacudió todo su cuerpo en varias oleadas de intenso placer. ____ lanzó un suspiro ronco y profundo cuando su cuerpo se aquietó y él la deseó aún más. Deses¬perado y con urgencia se liberó de sus calzones y la penetró centímetro a centímetro, sintiendo un primer estallido de gozo. Ella abrazó su cintura con las piernas y lo atrajo hacia sí. Él comenzó con suaves embestidas, deseando prolongar el acto todo lo posible.
—Suelta las riendas, Nick, te necesito —rogó ____ con tono apremiante.
Sus dedos se hundieron en el corto cabello de él y mordió su hombro mientras sus caderas se agi¬taban al ritmo de su deseo. Ante la urgencia de ella, la visión de ____ se nubló y perdió el con¬trol. Dejó que su cuerpo impetuoso embistiera el sexo de ella con la lujuria típica de un semental acoplándose a una yegua. La penetró una y otra vez con fuerza, clavando su órgano hasta el fondo de su vagina, mientras ella cooperaba activamente levantando las caderas para unirse a él y mante¬nerlo atrapado entre sus piernas. Nick nunca se había sentido tan fuera de control. Solo pensaba en su propia satisfacción y en la de ella. En ese mo¬mento, sus dos mundos se reunieron en uno solo. Sin pensar en las posibles consecuencias, él se va¬ció dentro de ella y sintió el mayor climax de su vida. _____ gritó, estremeciéndose de nuevo en una segunda explosión de placer. La habitación se lleno de un silencio sobrecogedor solo interrum¬pido por el aliento entrecortado de ambos. Cuando Nick recuperó la respiración, deshizo el abrazo pero no llegó a separarse del sexo de ella, quería mantener esa comunicación tan íntima para siem¬pre.
—____ —suspiró. Ella no contestó, mantuvo los ojos cerrados y respiró con sofoco. Él no pudo evi¬tar besar sus pechos, primero el uno y después el otro—. ____, ¿estás bien? —Ella movió la cabeza al sentir sus besos, pero no dijo nada—. ____, dime algo o voy a empezar a preocuparme.
—Dios Santo —susurró ella, tapándose la cara con las manos—. ¿Qué hemos hecho?
—¿Qué? Hemos tenido una sesión de sexo sal¬vaje y despreocupado, eso es lo que hemos hecho —contestó él, totalmente sorprendido por la reac¬ción de ella. ¿Qué pasaba con las mujeres que siempre adoptaban una actitud inesperada en sus relaciones con los hombres?—. No tienes por qué avergonzarte, lo que hemos hecho es completa¬mente natural —el simple recuerdo lo enardeció de nuevo y volvió a embestirla.
—No —dijo ____—, no podemos...
—Claro que podemos —contestó con otra suave embestida y los ojos brillantes de deseo.
—Creo que no debemos repetirlo —dijo ella apo¬yando una mano defensiva contra el pecho de él, aunque su cuerpo respondía perfectamente a sus maniobras lascivas.
—¿Qué? —preguntó él, atónito.
—No quiero romper nuestro acuerdo inicial. Solo una vez, no más.
—Esa es una vieja historia y tú lo sabes. Además, nuestra última apuesta incluía hacer el amor contigo, sin especificar el número de veces. Sin embargo, es¬toy dispuesto a discutir los términos de un nuevo acuerdo —dijo Nick besándola y comprobando satis¬fecho cómo ella respondía sin dificultades.
—¿Es así como tú discutes las cosas? —preguntó ____.
—Se llama comunicación gestual —dijo Nick con una sonrisa—. Es la más sincera.
—Por mi parte, solo estoy dispuesta a tener una comunicación verbal a partir de este mismo mo¬mento —replicó ella, tozuda, mientras se incorpo¬raba y cruzaba los brazos sobre el pecho.
—Como quieras —aceptó él intentando besarla de nuevo. Ella lo detuvo.
—Lo que quiero es que nos distanciemos.
—¿Para qué?
—Para que esto no vuelva a suceder —dijo ella con una firme determinación en sus ojos verdes. El deseo de Nick desapareció como por ensalmo. Se puso los pantalones.
—Eso de mantenernos distanciados no va a ser fácil, ¿eh?
—Sí —contestó ella con expresión resuelta—. Solo hace falta mantener un poco la disciplina.
El la miró de arriba a abajo, incrédulo, y sonrió al ver cómo sus pezones se erizaban y sus caderas se sacudían involuntariamente. Acababa de recha¬zarlo, pero el deseo seguía vivo, de eso no cabía la menor duda.
—¿Estás segura de lo que dices?
—Estoy segura de que ambos sabremos controlar nuestras emociones, si nos lo proponemos —afirmó ella pensando que en el fondo su actitud era de co¬bardía, de miedo a no poder manejar la relación a su gusto, como siempre había hecho en el pasado.
—Seguro que sí, pero... ¿por qué? —inquirió él mirándola a los ojos. Sus miradas convergieron y ___ se dio cuenta de que podría enamorarse de él con gran facilidad—. ¿Por qué no dejar que nuestros cuerpos se amen y disfruten mientras dura la pasión? ¿A quién hacemos daño?
—Bueno, hay que pensar en John Tom...
—Me dijiste que no había nada entre vosotros.
—No hay nada, pero él no es capaz de aceptarlo. Tengo que hablar con mi padre.
—¿Vas a contarle lo nuestro? —preguntó él estu¬pefacto.
—No, claro que no. Soy sincera, pero no suicida. Tengo que hablarle de John Tom, de que no pienso casarme con él. No pienso hablarle de no¬sotros, no lo entendería, ni siquiera lo entiendo yo.
—No hay nada que entender. Yo soy un hombre y tú una mujer. Eso es todo.
—Incluso así, no creo que mi padre lo compren¬diera.
—Nunca pensé que fueras tan cobarde, ___ —la acusó él, lamiendo sus labios de nuevo con ter¬nura.
—No soy cobarde. Simplemente prefiero ale¬jarme de ti para detener el amor que comienzo a sentir.
—En eso coincido contigo —se apresuró ____ a dejarlo bien sentado.
Ella tomó en consideración los auténticos senti¬mientos que se traslucían detrás del deseo de él.
—¿No podríamos cerrar el caso sin complicarlo más? —le suplicó, acariciando su labio inferior y re¬zando en el fondo para que él se negara.
—¿Cerrar el caso? No, creo que no. Creo que mi buena salud se resentiría bastante si tuviera que renunciar a ti justo ahora. Tampoco creo que fuera una buena solución para ti: las personas frustradas se vuelven ariscas y pierden la cordura.
Definitivamente, no. Lo que yo creo es que debe¬mos amarnos sin tregua hasta que ambos acabe¬mos hartos el uno del otro. Eso es lo que creo, si quieres saber mi opinión.
Ella rió y le rodeó la cintura con las piernas, asombrada ante la rapidez con que creció el deseo físico de él, presionando contra el sexo de ella. Nick la tomó en brazos y la llevó a su habitación. Cuando la depositó sobre la cama como si fuera una joya, comprobó que estaba húmeda y la pene¬tró. Hicieron el amor otras dos veces más.
A la mañana siguiente, ____ despertó de un sueño maravilloso y sonrió complacida al ver su sueño hecho realidad. Estaba en la cama junto a Nick y se sentía enamorada, no solo porque fuera un amante extraordinario, sino por la ternura de sus gestos y por la existencia de un cierto entendi¬miento cómplice entre ellos. Pero... ¿él?, ¿qué pensaría? Prácticamente había aceptado que sen¬tía algo por ella la noche anterior. ¿Podría ser amor? Sin embargo, se marcharía al cabo de un mes. ____ disponía de veintiocho días para ena¬morarse y desenamorarse. O para convencerse de que él la amaba, de que ambos se amaban y de que merecería la pena pasar más tiempo juntos. Se imaginó una relación permanente junto a Nick, pero rápidamente se dio cuenta de que es¬perar eso de él sería una locura. Ese hombre era como un caballo salvaje sin domesticar y sería prácticamente imposible atarlo a una vida orde¬nada y sedentaria. Además, estaba segura de que había algún misterio sin resolver en su pasado y, por tanto, era preferible mostrarse precavida, aunque... a los Braybourne siempre les había gustado el riesgo. Tendría que pensar sobre ello detenida¬mente.
NIck se removió y, sin abrir los ojos, la abrazó y la atrajo hacia sí.
—Creo que hay alguien en mi cama —dijo.
—¿Alguien conocido? —preguntó ella de broma besándolo.
—Hum, a ver, ¿qué es esto? —se preguntó Nick hundiendo la mano en su lugar más secreto. ____ gimió—. Me encanta ese ruidito que haces con la garganta cuando te inunda el placer —dijo abrien¬do los ojos—. He soñado contigo.
—Y yo contigo —contestó ___, humedecién¬dose los labios con la lengua.
—He soñado con todas las cosas que tenemos que hacer juntos.
Ella tiró de sus brazos y lo obligó a tumbarse en¬cima de ella mientras le acariciaba el labio inferior y metía los dedos entre sus dientes.
—Será mejor que dejes de soñar y empieces a ac¬tuar —le dijo con expresión radiante.
—Estoy a tus órdenes —contestó él lamiendo sus dedos y separándole las piernas con una rodilla. Ella se arqueó y él la penetró con la sencillez y la ternura propias de los verdaderos amantes.
Faltan dos cap's para q termine u.u
Mañana si tengo time los pongo =) las kiero
Después de cenar, Nick se retiró a su habita¬ción con la mente trastornada. ¿Qué era esa histo¬ria de jugárselo todo a las cartas? ¿Había perdido el juicio? No se veía capaz de abandonar el rancho justo cuando sus dueños más lo necesitaban, inde¬pendientemente de lo que le hubiera prometido a ___. Aunque nunca había sido un estudiante ejemplar, sí tenía una licenciatura en ciencias em¬presariales y, por lo que había podido ver en las horas dedicadas a las tareas de oficina, el rancho Braybourne estaba desaprovechando posibles ne¬gocios interesantes por falta de personal. Además, había descubierto que la gestión administrativa, lejos de ser aburrida, como siempre había pen¬sado, suponía un desafío constante que lo hacía sentirse vivo y necesario. Era una sensación muy gratificante. No podía perder el juego de esa no¬che.
Paseó por los establos para hacer tiempo y acabó acariciando el morro de una yegua llamada Rosie Red, que había parido ese verano un potri¬llo al que habían puesto el nombre de Red Devil. Ese pequeño animal tenía garra y habría que estar pendiente de su evolución para adiestrarlo como caballo de carreras, si el rancho Braybourne no entraba en quiebra antes. Nick había autorizado a su banquero para que hiciera averiguaciones so¬bre el estado financiero del rancho y las noticias no eran buenas. No era de extrañar que ___ hu¬biera apostado tan fuerte por Lucky Hand. Se diri¬gió al compartimiento del semental negro, que lo miró intrigado.
—Sabes que puedes convertirte en un campeón, como ____ desea, ¿no? Tienes la calidad sufi¬ciente, aunque tu pasado sea un misterio.
Si Lucky Hand conseguía ganar varias carreras, su precio como semental sería multimillonario. Si además se demostraba que era un purasangre na¬cido y criado en WindRaven, antes de su posterior venta, como todo hacía suponer, el precio sería aún mayor. Oyó un ruido sigiloso, se dio la vuelta y escrutó las sombras: ____ estaba allí. Dudó du¬rante un instante y, finalmente, se acercó a él, con la actitud de un cordero que va hacia el matadero, pero con la mirada firme de las personas honradas que están acostumbradas a lograr sus propósitos a fuerza de empeño y esfuerzo. El corazón de Nick se llenó de ternura.
—No tienes miedo, ¿verdad?
—Miedo, santo cielo, claro que no —dijo, horro¬rizada—. Juguemos —añadió con los brazos en ja¬rras y la barbilla alzada.
Nick se abrió paso hasta la oficina y abrió la puerta.
—Estás en tu casa —dijo acercándose a la mesa mientras ella esparcía una baraja nueva sobre ella.
—Puede que vayamos a jugar según tus reglas, pero con mi baraja.
—¿Piensas que voy a hacer trampas?
—Prefiero no correr ningún riesgo.
—Creía que te gustaba el riesgo.
—Solo cuando estoy prácticamente segura de que voy a ganar —contestó ella con una breve son¬risa. Se estremeció al recordar su última reunión en esa oficina, la mañana del día anterior.
—¿Algún problema? —preguntó Nick barajando con maestría.
—Ninguno —contestó ____ con la esperanza de que el nerviosismo no traicionara su voz.
—¿Estás preocupada porque tu padre o Tater puedan sorprendernos aquí?
—Se han ido a la cama pronto. No hay pro¬blema.
—Me alegro de saberlo.
—Además, solo estamos jugando a las cartas.
—No sé si te he dicho ya que este tipo de póquer se combina con el juego de las prendas. Cada per¬sona que pierde una mano, se quita una prenda.
—¿Qué? —gritó ____.
—Póquer con prendas y cinco manos. El pri¬mero en ganar tres manos se lleva el premio. Son mis reglas —dijo con una sonrisa—, ¿recuerdas?
—No habíamos hablado de...
—Si lo prefieres podemos acordar que he ga¬nado yo y olvidar el juego.
—Eso es lo que pretendes, ¿no?
—Es solo una opción.
—Reparte las cartas —pidió ella con determina¬ción. ¿Acaso pensaba él que ella era capaz de re¬signarse sin luchar? Jamás.
NIck repartió y dejo el mazo en el centro de la mesa. ___ tomó sus cartas y se las colocó en la mano en forma de abanico, antes de empezar a distribuirlas cuidadosamente por palos. No tenía ni siquiera una pareja. Miró a NIck, que parecía tan satisfecho como si tuviera un full. «Es un fa¬rol», pensó.
—¿Cuántas? —preguntó Nick.
«¿Cuántas...? Todas», pensó ___r, presa del pá¬nico en su interior.
—Tres —dijo finalmente, manteniendo una ex¬presión inescrutable. Nick barajó y le acercó tres cartas con una sonrisa que la hizo rechinar los dientes. Él no tomó ninguna y devolvió el mazo a la mesa. «Es un farol», se repitió ____. Miró las cartas, ahora tenía una pareja, mucho mejor que nada—. Pareja de nueves —dijo arrojando las cartas Sobre la mesa.
Nick sonrió mientras colocaba muy despacio sus cartas boca arriba sobre la mesa.
—Lo siento, tres reinas —dijo mirándola con ojos danzarines—. ¿Recuerdas las reglas o tengo que ayudarte a hacer memoria?
—No me hables como si tuviera tres años. Ya lo sé, el que pierde, se quita una prenda. —Ella lle¬vaba un jersey de lana sin mangas de color melo¬cotón combinado con una rebeca del mismo co¬lor, y las perlas de su abuela. Pero el resto del conjunto no era tan elegante, en realidad solo lle¬vaba unos viejos vaqueros y unas botas de montar. Optó por la chaqueta y, para demostrar un aplomo que estaba lejos de sentir, inició la opera¬ción con gran ceremonia en el primer botón, para detenerse luego en el segundo, mientras le preguntaba a Nick—: ¿No tienes música de acompa¬ñamiento? Que mal anfitrión.
—Nunca pensé que una damita sureña como tú fuera a disfrutar tanto con un espectáculo de striptease.
—Quizá sea más atrevida de lo que tú te piensas —puntualizó mientras se sacaba la rebeca de los brazos y la dejaba sobre una silla cercana.
—Hum. Eso suena muy bien —comentó Nick con una amplia sonrisa.
—Me toca repartir —dijo ____ escuetamente, to¬mando el mazo y barajando con agilidad. Jugaron en silencio, soltando y tomando cartas hasta que ____ se recostó sobre el respaldo de la silla con una sonrisa de gran satisfacción—. A ver si lo mejo¬ras, tengo una escalera.
—Parece que vas a ganar esta mano, cariño —dijo Nick soltando sus cartas.
—Me gustaría que te quitaras la camisa para po¬der admirar ese musculoso torso desnudo por úl¬tima vez, antes de que te vayas del rancho —dijo ella con malicia. Supo que jugaba con fuego por enésima vez cuando descubrió un ligero brillo de deseo en los ojos de él.
—Las reglas no te permiten elegir prenda, pero nada más lejos de mi intención que decepcionar a una dama —contestó él mientras se tomaba un tiempo infinito para desabrocharse todos los boto¬nes. Por fin se quitó la camisa y ella admiró su cuerpo. Era un cuerpo conocido, lo había acari¬ciado, su fortaleza había sido diseñada por la natu¬raleza para dominar a un animal salvaje o... a una mujer. ___ sintió que su pulso se aceleraba—. Esos pensamientos solo nos pueden traer proble¬mas, señorita Braybourne —advirtió Nick, atento a sus reacciones—. ____ se sonrojó hasta la raíz del cabello, contrariada por la excesiva satisfacción que mostraba él al saberse dueño de la situación emocional.
—Te toca repartir —contestó _____ secamente. Jugaron otra vez en silencio, concentrados en las cartas e intentando adivinar el juego del contra¬rio—. Date por perdido, Nick, es imposible que puedas mejorar mi juego —dijo ____.
—Lo intentaré —dijo depositando sus cartas so¬bre la mesa con una reverencia exagerada. Tenía un par de ases y un par de sotas—. ¿Qué me dices a esto? —____ soltó sus cartas con resignación y se quitó el jersey de lana sin pompa alguna.
Debajo apareció un sujetador minúsculo de seda carmesí cuyas copas apenas retenían el consi¬derable volumen de sus redondos pechos enhies¬tos. El contraste con las perlas que rodeaban su cuello era lujurioso. «Relájate», se dijo. «Así es el juego». Pero Nick estaba anonadado y, cuando sus ojos se encontraron, ____ perdió la calma por completo: ese hombre comunicaba un deseo se¬xual que parecía una auténtica necesidad. Y ella no podía culparlo, al fin y al cabo en su mano es¬taba haber elegido las perlas, o las botas, sin em¬bargo había algo en el ambiente que la obligaba a comportarse con un atrevimiento cercano a la lo¬cura.
—No tenías por qué quitarte...
—Lo sé —contestó ella—. No importa, he perdido y me he quitado el jersey. Sigamos jugando.
Él fijó la vista en sus pechos como si fuera una caricia y a ella se le endurecieron los pezones, al tiempo que sentía un flujo de humedad entre las piernas. Debían terminar el juego cuanto antes, esa era la mano decisiva y ella tenía que ganarla para acabar con Nick de una vez por todas. Su equilibrio emocional estaba en juego, por no ha¬blar de su libido.
Jugaron de nuevo y esta vez perdió Nick. Se puso de pie y sus dedos jugaron con los botones de sus vaqueros mientras sonreía mirando directa¬mente a los ojos verdes de ___. Se desabrochó el primer botón, luego el segundo, acarició el ter¬cero y, finalmente, se quitó el reloj y lo dejó sobre la mesa. ____ se sintió profundamente decepcio¬nada, pero no pudo evitar soltar una carcajada de camaradería.
—Muy hábil —dijo ella—. Una treta completa¬mente inesperada.
—Gracias. El suspense aumenta la excitación, ¿no te parece?
—La última mano —anunció ____, absoluta¬mente dominada por el deseo, a pesar suyo. Re¬partió las cartas y rezó en silencio antes de echar una primera mirada a las suyas. Cuando las miró, su esperanza quedó aniquilada. No tenía nada. Pensó en echarse un farol, pero la vez anterior no le había servido de nada—. Dame cinco —pidió, por fin. Ahora estaba mejor la cosa, emparejó las car¬tas y, antes de soltar sobre la mesa su mano gana¬dora, pensó que a partir de esa noche no iba a vol¬ver a ver a ese hombre jamás. Tampoco sabía si estaba emocionalmente preparada para eso, pero había llegado el fin de su relación y había que aceptarlo. Ella podría ocuparse del rancho sola sin ninguna dificultad y confiaba plenamente en Lucky Hand—. Dos reyes y dos jotas —proclamó mostrando las cartas—. Echa un vistazo y desapa¬rece de mi vista.
—Lo siento, corazón. Tengo un full —dijo él con un profundo suspiro.
—Parece que es tu noche de suerte —contestó _____ horrorizada y llena de júbilo al mismo tiempo, mientras miraba los dos reyes y las tres rei¬nas—. Tiene gracia, por un momento pensé que iba a librarme de ti para siempre.
—Por eso son tan peligrosos los juegos de azar. Es muy fácil tener una intuición equivocada. O acertar y perder toda cautela —filosofó NIck antes de mirarla a los ojos pudorosamente—. Lo siento, ____, he ganado yo —añadió con modestia.
Ella lo observó buscando un indicio de arro¬gancia que la hubiera hecho despedirse y salir por la puerta de inmediato, pero no lo encontró. Allí solo había gentileza, humildad y ternura.
—No lo sientas, una apuesta es una apuesta. El resultado de esta es que te quedas en el rancho y entrenas a Lucky Hand.
—Lo entrenamos los dos, yo no puedo hacerlo solo.
—Y... —balbuceó ella.
—Y hacemos el amor—concluyó Nick, acaricián¬dole los brazos desnudos—. He intentado apartarte de mi mente, pero ha sido imposible. Por la ma¬ñana, por la tarde y por la noche, allí estás tú ocu¬pando todos mis pensamientos.
La miró a los ojos y se sintió satisfecho al ver los rescoldos encendidos del deseo en los suyos. Se in¬clinó y la besó en el ombligo y luego un poco más arriba. ____ se desabrochó el sujetador y dejó que él lamiera sus pechos mientras ella se sentaba a horcajadas sobre su regazo. Sintió cómo la erec¬ción de él, que se había iniciado durante el juego, crecía bajo su pubis cubierto por los vaqueros hasta alcanzar unas dimensiones considerables. Ambos iniciaron al tiempo un rítmico movimiento de caderas para frotarse los genitales y encender aún más su deseo. Ella acarició sus hombros y luego apretó los pechos contra él mientras sus ma¬nos se hundían por debajo del pantalón medio de¬sabrochado y mimaban su masculina turgencia du¬rante unos segundos, antes de desabrochar el resto de los botones.
—Espero que no te importe que te quite los pan¬talones. Hace unos minutos no tuviste el valor sufi¬ciente para hacerlo tú mismo.
—Estábamos jugando, no hubiera sido dema¬siado delicado por mi parte. Pero ahora soy capaz de desnudarme en un instante —aclaró, poniendo en práctica sus palabras.
Ella lamió su pecho, deteniéndose en los mas¬culinos pezones, chupando y mordiendo hasta que él gimió de placer. Volvió a gemir cuando ella le sujetó el endurecido sexo con ambas manos y primero acarició los testículos con ligeros apreto¬nes y movimientos giratorios, y luego su pene, va¬rias veces, de arriba a abajo. La boca de Nick se lanzó sobre los labios de ____, apresándolos, la¬miéndolos y mordisqueándolos. Sus manos se movían desde el vientre hasta la cintura y los pechos de ella, con frenesí. ____ ardía de pasión, su to¬rrente sanguíneo fluía a toda velocidad, su cora¬zón acelerado golpeaba dentro de su pecho como un tambor en una danza salvaje y sus terminacio¬nes nerviosas se estremecían de placer intermiten¬temente. Jamás se había sentido tan cerca de un éxtasis absoluto.
—¿Serías capaz de quitarme los pantalones antes de que explotemos? —preguntó ella con voz ronca, moviendo de nuevo las caderas, sexo contra sexo—. Quisiera disfrutar de un orgasmo con penetra¬ción.
—Ahora mismo —contestó él buscando la crema¬llera.
La abrió con prisa, la sentó sobre la mesa y ella se dejó caer hacia atrás, quedando tumbada boca arriba. Le quitó las botas y luego los pantalones. Un delicado triángulo de seda carmesí cubría su sexo. NIck se estremeció ante la magnífica be¬lleza de su impresionante cuerpo apenas cubierto y adornado por esa breve prenda de refinada ropa interior. La observó: sus ojos estaban nublados de deseo, sus pechos erectos y duros, su vientre liso, sus piernas abiertas y acogedoras, con una mano se acariciaba ligeramente los labios recordando el beso reciente. Nick introdujo un dedo debajo del encaje del triángulo de seda y acarició su vello púbico.
—Me gustas mucho en ropa interior, preciosa —dijo con una mirada ardiente.
—Me alegro —contestó ella, rotando ligeramente las caderas.
—Los tangas me vuelven loco —afirmó él sa¬cando el dedo y utilizando toda su mano para aca¬riciar el diminuto triángulo de seda y hundir final¬mente los tres dedos centrales en su oquedad más íntima. ____ se estremeció de gozo y renovó el movimiento de sus caderas con mayor urgencia.
—A mí también me gustan —contestó ella con un gemido—. Me siento más cómoda —añadió hume¬deciéndose los labios.
—Ese pensamiento me va a mantener excitado durante un mes —dijo volviendo a meter los dedos debajo de la seda para masajear su clítoris hasta que ____ emitió un breve sollozo de placer. Des¬pués, ella se incorporó y se abrazó a él.
—Deprisa —pidió con un susurro.
—No. Quiero que disfrutemos al máximo —dijo Nick, quitándole por fin la braguita de seda.
—Por favor —suplicó ella de nuevo, moviendo la cabeza de lado a lado—. Por favor... —insistió asiendo las manos de él y presionándolas sobre su vagina.
—Estás muy excitada —dijo él, sorprendido.
Incapaz de negarse, Nick apretó la palma de la mano sobre su sexo y lo acarició con impulsos cir¬culares, metiendo y sacando un dedo de su vagina de vez en cuando, mientras ella se arqueaba y se estremecía con un primer orgasmo que sacudió todo su cuerpo en varias oleadas de intenso placer. ____ lanzó un suspiro ronco y profundo cuando su cuerpo se aquietó y él la deseó aún más. Deses¬perado y con urgencia se liberó de sus calzones y la penetró centímetro a centímetro, sintiendo un primer estallido de gozo. Ella abrazó su cintura con las piernas y lo atrajo hacia sí. Él comenzó con suaves embestidas, deseando prolongar el acto todo lo posible.
—Suelta las riendas, Nick, te necesito —rogó ____ con tono apremiante.
Sus dedos se hundieron en el corto cabello de él y mordió su hombro mientras sus caderas se agi¬taban al ritmo de su deseo. Ante la urgencia de ella, la visión de ____ se nubló y perdió el con¬trol. Dejó que su cuerpo impetuoso embistiera el sexo de ella con la lujuria típica de un semental acoplándose a una yegua. La penetró una y otra vez con fuerza, clavando su órgano hasta el fondo de su vagina, mientras ella cooperaba activamente levantando las caderas para unirse a él y mante¬nerlo atrapado entre sus piernas. Nick nunca se había sentido tan fuera de control. Solo pensaba en su propia satisfacción y en la de ella. En ese mo¬mento, sus dos mundos se reunieron en uno solo. Sin pensar en las posibles consecuencias, él se va¬ció dentro de ella y sintió el mayor climax de su vida. _____ gritó, estremeciéndose de nuevo en una segunda explosión de placer. La habitación se lleno de un silencio sobrecogedor solo interrum¬pido por el aliento entrecortado de ambos. Cuando Nick recuperó la respiración, deshizo el abrazo pero no llegó a separarse del sexo de ella, quería mantener esa comunicación tan íntima para siem¬pre.
—____ —suspiró. Ella no contestó, mantuvo los ojos cerrados y respiró con sofoco. Él no pudo evi¬tar besar sus pechos, primero el uno y después el otro—. ____, ¿estás bien? —Ella movió la cabeza al sentir sus besos, pero no dijo nada—. ____, dime algo o voy a empezar a preocuparme.
—Dios Santo —susurró ella, tapándose la cara con las manos—. ¿Qué hemos hecho?
—¿Qué? Hemos tenido una sesión de sexo sal¬vaje y despreocupado, eso es lo que hemos hecho —contestó él, totalmente sorprendido por la reac¬ción de ella. ¿Qué pasaba con las mujeres que siempre adoptaban una actitud inesperada en sus relaciones con los hombres?—. No tienes por qué avergonzarte, lo que hemos hecho es completa¬mente natural —el simple recuerdo lo enardeció de nuevo y volvió a embestirla.
—No —dijo ____—, no podemos...
—Claro que podemos —contestó con otra suave embestida y los ojos brillantes de deseo.
—Creo que no debemos repetirlo —dijo ella apo¬yando una mano defensiva contra el pecho de él, aunque su cuerpo respondía perfectamente a sus maniobras lascivas.
—¿Qué? —preguntó él, atónito.
—No quiero romper nuestro acuerdo inicial. Solo una vez, no más.
—Esa es una vieja historia y tú lo sabes. Además, nuestra última apuesta incluía hacer el amor contigo, sin especificar el número de veces. Sin embargo, es¬toy dispuesto a discutir los términos de un nuevo acuerdo —dijo Nick besándola y comprobando satis¬fecho cómo ella respondía sin dificultades.
—¿Es así como tú discutes las cosas? —preguntó ____.
—Se llama comunicación gestual —dijo Nick con una sonrisa—. Es la más sincera.
—Por mi parte, solo estoy dispuesta a tener una comunicación verbal a partir de este mismo mo¬mento —replicó ella, tozuda, mientras se incorpo¬raba y cruzaba los brazos sobre el pecho.
—Como quieras —aceptó él intentando besarla de nuevo. Ella lo detuvo.
—Lo que quiero es que nos distanciemos.
—¿Para qué?
—Para que esto no vuelva a suceder —dijo ella con una firme determinación en sus ojos verdes. El deseo de Nick desapareció como por ensalmo. Se puso los pantalones.
—Eso de mantenernos distanciados no va a ser fácil, ¿eh?
—Sí —contestó ella con expresión resuelta—. Solo hace falta mantener un poco la disciplina.
El la miró de arriba a abajo, incrédulo, y sonrió al ver cómo sus pezones se erizaban y sus caderas se sacudían involuntariamente. Acababa de recha¬zarlo, pero el deseo seguía vivo, de eso no cabía la menor duda.
—¿Estás segura de lo que dices?
—Estoy segura de que ambos sabremos controlar nuestras emociones, si nos lo proponemos —afirmó ella pensando que en el fondo su actitud era de co¬bardía, de miedo a no poder manejar la relación a su gusto, como siempre había hecho en el pasado.
—Seguro que sí, pero... ¿por qué? —inquirió él mirándola a los ojos. Sus miradas convergieron y ___ se dio cuenta de que podría enamorarse de él con gran facilidad—. ¿Por qué no dejar que nuestros cuerpos se amen y disfruten mientras dura la pasión? ¿A quién hacemos daño?
—Bueno, hay que pensar en John Tom...
—Me dijiste que no había nada entre vosotros.
—No hay nada, pero él no es capaz de aceptarlo. Tengo que hablar con mi padre.
—¿Vas a contarle lo nuestro? —preguntó él estu¬pefacto.
—No, claro que no. Soy sincera, pero no suicida. Tengo que hablarle de John Tom, de que no pienso casarme con él. No pienso hablarle de no¬sotros, no lo entendería, ni siquiera lo entiendo yo.
—No hay nada que entender. Yo soy un hombre y tú una mujer. Eso es todo.
—Incluso así, no creo que mi padre lo compren¬diera.
—Nunca pensé que fueras tan cobarde, ___ —la acusó él, lamiendo sus labios de nuevo con ter¬nura.
—No soy cobarde. Simplemente prefiero ale¬jarme de ti para detener el amor que comienzo a sentir.
—En eso coincido contigo —se apresuró ____ a dejarlo bien sentado.
Ella tomó en consideración los auténticos senti¬mientos que se traslucían detrás del deseo de él.
—¿No podríamos cerrar el caso sin complicarlo más? —le suplicó, acariciando su labio inferior y re¬zando en el fondo para que él se negara.
—¿Cerrar el caso? No, creo que no. Creo que mi buena salud se resentiría bastante si tuviera que renunciar a ti justo ahora. Tampoco creo que fuera una buena solución para ti: las personas frustradas se vuelven ariscas y pierden la cordura.
Definitivamente, no. Lo que yo creo es que debe¬mos amarnos sin tregua hasta que ambos acabe¬mos hartos el uno del otro. Eso es lo que creo, si quieres saber mi opinión.
Ella rió y le rodeó la cintura con las piernas, asombrada ante la rapidez con que creció el deseo físico de él, presionando contra el sexo de ella. Nick la tomó en brazos y la llevó a su habitación. Cuando la depositó sobre la cama como si fuera una joya, comprobó que estaba húmeda y la pene¬tró. Hicieron el amor otras dos veces más.
A la mañana siguiente, ____ despertó de un sueño maravilloso y sonrió complacida al ver su sueño hecho realidad. Estaba en la cama junto a Nick y se sentía enamorada, no solo porque fuera un amante extraordinario, sino por la ternura de sus gestos y por la existencia de un cierto entendi¬miento cómplice entre ellos. Pero... ¿él?, ¿qué pensaría? Prácticamente había aceptado que sen¬tía algo por ella la noche anterior. ¿Podría ser amor? Sin embargo, se marcharía al cabo de un mes. ____ disponía de veintiocho días para ena¬morarse y desenamorarse. O para convencerse de que él la amaba, de que ambos se amaban y de que merecería la pena pasar más tiempo juntos. Se imaginó una relación permanente junto a Nick, pero rápidamente se dio cuenta de que es¬perar eso de él sería una locura. Ese hombre era como un caballo salvaje sin domesticar y sería prácticamente imposible atarlo a una vida orde¬nada y sedentaria. Además, estaba segura de que había algún misterio sin resolver en su pasado y, por tanto, era preferible mostrarse precavida, aunque... a los Braybourne siempre les había gustado el riesgo. Tendría que pensar sobre ello detenida¬mente.
NIck se removió y, sin abrir los ojos, la abrazó y la atrajo hacia sí.
—Creo que hay alguien en mi cama —dijo.
—¿Alguien conocido? —preguntó ella de broma besándolo.
—Hum, a ver, ¿qué es esto? —se preguntó Nick hundiendo la mano en su lugar más secreto. ____ gimió—. Me encanta ese ruidito que haces con la garganta cuando te inunda el placer —dijo abrien¬do los ojos—. He soñado contigo.
—Y yo contigo —contestó ___, humedecién¬dose los labios con la lengua.
—He soñado con todas las cosas que tenemos que hacer juntos.
Ella tiró de sus brazos y lo obligó a tumbarse en¬cima de ella mientras le acariciaba el labio inferior y metía los dedos entre sus dientes.
—Será mejor que dejes de soñar y empieces a ac¬tuar —le dijo con expresión radiante.
—Estoy a tus órdenes —contestó él lamiendo sus dedos y separándole las piernas con una rodilla. Ella se arqueó y él la penetró con la sencillez y la ternura propias de los verdaderos amantes.
Faltan dos cap's para q termine u.u
Mañana si tengo time los pongo =) las kiero
♥..:Tiff:..♥
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
Debo decir algo? Quiero mas quizas?
Faby Evans Jonas
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
2 caps solament :( ???
no qero q se termine :crybaby: amo sta novela pero si es asi stare sperando esos capitulos inpacient ;)
SIGUELAAAAAAAAAAA
no qero q se termine :crybaby: amo sta novela pero si es asi stare sperando esos capitulos inpacient ;)
SIGUELAAAAAAAAAAA
Ciin :)
Re: "Un millonario aburrido" (Nick y Tu) Adaptación.
solo 2 caps! NOO NOO KIERO Q TERMINE T.T amo esta nove!
BieberFeverJDBM
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