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Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Florencia... Mi vida está en peligro. ¿Tú quieres que me de algo?
Pues lo vas a conseguir.
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Pues lo vas a conseguir.
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
no la puedes dejar ahi x dios esta buenisima tu nove.
siguelaaaaaaaaaaaa xfa!!!
siguelaaaaaaaaaaaa xfa!!!
maru!!
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
OHHH MYY DEAAAR GOOOOOOOOOOOOOOOOOSH
LA AME, DE LETRA A LETRA.
LA ADORO, ES TAN SEXY ESTE VAMPIRO... MY GOOOSH!
TIENES QUE SEGUIRLA FLOR!
YAAAAAAAAAA!
LA AME, DE LETRA A LETRA.
LA ADORO, ES TAN SEXY ESTE VAMPIRO... MY GOOOSH!
TIENES QUE SEGUIRLA FLOR!
YAAAAAAAAAA!
Invitado
Invitado
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
haaaaaaaa nueva lectora me encanto!
la nove jaja me encanta joe como vampiro siguela!
la nove jaja me encanta joe como vampiro siguela!
K.J
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
A ese vampiro lo conozco yo.
Es el que viene todas las noches a chuparme ... la sangre!
Floooooor ♥ siguela, anda. No seas malita!
Es el que viene todas las noches a chuparme ... la sangre!
Floooooor ♥ siguela, anda. No seas malita!
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Y EL QUE TE ESTA LLEVANDO POR EL CAMINO OSCURO(?ForJoeJonas escribió:A ese vampiro lo conozco yo.
Es el que viene todas las noches a chuparme ... la sangre!
Floooooor ♥ siguela, anda. No seas malita!
JAJAJAJAJAJA
AMO NUESTRAS CONVERSACIONES POR FACE, SON PURO FASO ♥ JAJAJA
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
DENTRO DE UN RATITO SUBO CAP CHICAS :D
GRACIAS POR SUS COMENTARIOS!
Y BIENVENIDA K.J A LA NOVE :hi:
GRACIAS POR SUS COMENTARIOS!
Y BIENVENIDA K.J A LA NOVE :hi:
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Capitulo 3
Alguien me seguía.
Aligeré el paso levemente, permaneciendo entre las sombras y moviéndome en completo silencio. Mi mente alerta, sondeando, buscando al tonto curioso. Era uno solo. No suponía amenaza alguna para mí.
Nunca debí haberlo hecho, provocarlos del modo en que lo hice. Yo sabía que no me convenía y al día de hoy no sé que me llevó a decirles mi nombre y verlos palidecer para marcharme después. Había asustado a aquellos necios. Lo había hecho deliberadamente. Pero no era menos de lo que se merecían. Acumularon una deuda importante durante generaciones. Atacando a uno de ellos como lo hicieron conmigo. Asesinando a Nicholas…
Me detuve a un lado del camino, donde florecían los últimos brezos y su aroma espesaba el aire, bajé la cabeza cuando el dolor se extendió por mi cuerpo junto con el viento otoñal. Ellos habían rodeado el castillo y dejado caer brutalmente sus antorchas sobre nuestra casa, nuestro santuario, forzándonos a correr por nuestras vidas. Sólo para encontrarnos con un ascendente sol aguardando nuestro desesperado vuelo. Sus rayos dorados, tan hermosos y tan mortíferos. Recuerdo las quemaduras, mi carne abrasada, la oleada de horror que sentí al ver finos espirales de humo elevándose desde mi propio cuerpo.
Había sido el único afortunado aquella mañana fría. Hurgando profundamente entre las plantas del campo seco —un campo en el que había trabajado junto a mi padre— encontré refugio. Pero Nicholas… supe que él había muerto. Ya que no volví a verle tras ese día y no tengo duda de que me hubiera contactado de algún modo si hubiese sobrevivido.
Levanté la cabeza y despejé mis sentidos, advirtiendo que con el torrente de recuerdos que evocaba ese lugar había perdido la pista de mi rastreador.
Pero el acosador se había detenido también y permanecía ahora a varias yardas de distancia, sólo mirando y creyéndose protegido por la oscuridad. Casi sonreí ante su inocencia; me giré y comencé a caminar de nuevo, preguntándome cuán lejos la llevaría su valentía.
Había abandonado este lugar después del ataque. Viajé, vi el mundo y viví en tantos sitios que apenas podía recordarlos. Pero en lo que respecta a la gente, ya sean mortales o personas como yo, había visto pocos. Puedo enumerar el nombre de cada una de las personas con las que he cruzado palabras en los últimos doscientos años; así de pocos han sido.
Nick me taladraba los oídos una y otra vez. No confíes en nadie, Joe. En nadie. Y mucho menos en un mortal.
Ya podía oír el mar a lo lejos, la carretera se alejaba de los campos de los granjeros y comenzaba a inclinarse bruscamente, entre pendientes demasiado abruptas y demasiado escarpadas para ser cultivadas. Ella aún me seguía.
Si nos hubiéramos atenido a las palabras de Nick, aún estaríamos bien. Era una vida solitaria pero segura, pacífica. Satisfactoria de muchas maneras diferentes. El tiempo que teníamos, tiempo eterno —o eso creíamos— para aprender música, leer y escribir, para experimentar y saborear aquellas cosas que en nuestras vidas mortales no hubiéramos podido.
Pero entonces Nicholas se había enamorado y todo terminó. Él le confesó la verdad a la muchacha, y me pareció que ésta corrió todo el camino de vuelta hasta la muchedumbre de ignorantes pueblerinos, muy impaciente por revelar nuestro secreto y vernos destruidos.
Nick había estado en lo cierto desde el principio. No confíes en nadie y mucho menos en un mortal.
Cuando llegué a la cima de la colina, el viento soplaba ferozmente desde el mar y adoré la sensación. Mi viento, mi mar. Tan familiar a pesar de la amargura que conocí en aquel lugar. Me senté en medio de un montón de pedruscos a la orilla de la carretera… no porque estuviese cansado.
El castillo se elevaba ante mí, sin rastros del fuego que había estado a punto de matarme un siglo atrás. Nick me dejó el lugar como herencia y yo lo había restaurado, o al menos parcialmente. Lo mantuve siempre listo para su regreso. Hacía mucho que había perdido la esperanza de que volviera… pero por alguna razón, no podía olvidarme de este lugar.
Mi mejor amigo se había ido y yo estaba solo en el mundo. No cabía duda de eso. Pero algún absurdo impulso sentimental me había traído de nuevo aquí, al lugar donde había sido brutalmente asesinado. De vuelta a este paraje, al castillo, a mi antiguo hogar, a ella. Yo había venido para verla otra vez, para asegurarme de que aún estaba a salvo.
Ella estaba cerca ahora, el viento revolvía su pelo en un caos salvaje. Sus ojos se entrecerraban al escudriñar en la oscuridad mientras trataba de encontrarme. Pensaba que caminaba con ligereza, pero yo podía oír cada pisada. No es que eso importara. Ella poseía un aroma único, uno que era definitivamente diferente al de cualquier otro mortal que yo hubiese conocido. Nick me había hablado sobre eso, me había dicho lo que significaba.
Entre otras cosas de vital importancia, significaba que me estaba prohibido hacerle daño. La razón nunca la supe. Nunca la pregunté. Por otro lado, nunca fui de los que se ciñen a las reglas. Pero no hubiera podido dañarla aunque lo hubiese intentado.
Ella se aproximó. Su falda larga se ondeaba con el viento del mar, azotando sus tobillos. Su blusa… pecaminosamente ceñida, se ajustaba a sus pechos como si tratara de estrujarlos. Permaneció allí un momento, tan cerca que podía sentirla. Después de buscarme inútilmente, bajó la cabeza derrotada. Pero siguió allí, dejando que el viento golpeara su cuerpo y me pareció que ella disfrutaba completamente de ese despiadado abrazo. Pero de pronto se giró para marcharse.
Me puse en pie lentamente, en silencio.
— ¿Estás buscando a alguien?
Ella jadeó, boqueó con violencia y girando hacia mí, sus manos volaron a su pecho como tratando de controlar el vuelco de su corazón. Después se detuvo, parpadeando hacia mí en la oscuridad e inhalando varias veces con la boca abierta.
— ¡Cielo Santo, casi me mata del susto!
Entonces sonreí. Su acento no era tan marcado como solía ser, y comprendí que era porque había estado fuera durante un tiempo. No obstante, me resultó encantador. Mi propio acento se había desvanecido hasta llegar a ser prácticamente indetectable.
—Había comenzado a creer que nada te asustaba —le dije.
Ella ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—Bueno, se requiere bastante más que una leyenda local antigua y un extraño que aparece en el pueblo afirmando ser un fantasma.
—Nunca afirmé ser un fantasma.
—Dijiste que eras Joseph Jonas.
—Porque lo soy.
Ella entrecerró sus ojos de esmeralda y me miró. _______ Sullivan, tenía ojos de hechicera.
—¿Puedes probarlo?
Mi mirada descendió a la pálida y delgada columna de su garganta e impulsivamente posé mis dedos allí para sentir la sangre agitándose bajo su piel.
—Podría…
Sus ojos centellearon. Era cierto, nada la asustaba. Me sonrió y eso me dejó sin aliento.
—Vas a morderme el cuello, ¿verdad? —preguntó.
—Si lo hiciera, ¿irías corriendo y chillando hasta los aldeanos y volverías con una multitud resuelta a matarme?
Echando la cabeza atrás se rió suavemente con un sonido profundo y ronco. Su cuello estaba tan cerca y tan terso…
Situó su mirada al mismo nivel que la mía, evidentemente divertida.
—Lo más probable es que yo te devolviera la mordida, Joseph Jonas. Nunca lo olvides.
No pude decir nada. Ella me dejó sin palabras, sin poder hablar o pensar con coherencia, con aquella réplica ligera.
—Pero la prueba que tenía en mente —prosiguió—, está más en la línea del papeleo. Un permiso de conducir, ¿sabes?, o algo de ese estilo.
Tragando con fuerza, recuperé mi cartera del bolsillo trasero, extraje mi identificación y se la mostré. Un hombre en mi situación hacía bien en mantener aquellas cosas al día, había múltiples formas de llevarlo a cabo y ninguna demasiado compleja. Ella lo agarró y sus dedos me rozaron, quizá deliberadamente. Casi no podía ver, así que finalmente sacó un encendedor del fondo de su bolsillo y, dándole la espalda al viento, lo empleó para verla.
Afirmando con la cabeza me la tendió de nuevo.
—Así que realmente eres un descendiente llamado igual que tu más infame antepasado, nada menos. —Se mordió el labio inferior. —Entonces…¿es ésta tu primera visita a Dunkinny?
Me lo preguntó como si tratara de ocultar cuan relevante era esa pregunta para ella. Pensé que sería mejor no responder.
—¿Por qué estabas siguiéndome, _______? Es _______, ¿no?
—Correcto, ________ Sullivan, con un montón de célebres antepasados propios.
La parte posterior de mi cuello se tensó ante la mención de sus ancestros. Mujeres traicioneras, mujeres que había conocido muy bien.
Ella prosiguió.
—Las mujeres Sullivan son algo conocidas por sus escándalos. Quizás lo mejor es que te lo advierta desde ya. Fue una de ellas quien hace cuatro generaciones vertió acusaciones contra Lord Nicholas y logró que le mataran, o eso es lo que las leyendas dicen.
Era verdad, Laura Sullivan había sido su nombre. Se me secó la garganta.
—Y también dicen que otra Sullivan estuvo prometida en matrimonio con Joseph Jonas —el primero—. Pero cuando él se levantó de su ataúd, ella clamó por su sangre.
—Sí —dije suavemente, escuchando de nuevo aquella voz estridente en mi mente, ¡Matenlo! ¡Matenlo antes que nos destruya a todos nosotros!—, Alicia —murmuré.
—¿De verdad? Nunca había oído su nombre antes.
Me limité a encogerme de hombros.
—¿Así que has regresado para completar lo que tus antepasados empezaron, _______? ¿Para destruirme?
Entrelazó su brazo con el mío, y nos hizo girar para orientarnos hacia el castillo, caminando lentamente.
—Eres un hombre divertido, Joseph. Pero sabes tan bien como yo que esas son sólo historias tontas. No hay nada de verdad en ellas, y si la hay es tan pequeña que es prácticamente irreconocible. No, yo tengo una misión muy diferente. Pero para ello necesitaré tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —Había picado mi curiosidad. Y aún así le temí. Era demasiado extraño para ser una simple coincidencia, un estremecimiento trepó por mi espina dorsal mientras me preguntaba si quizás mi destino era ser destruido por las mujeres Sullivan, si seguirían llegando generación tras generación hasta que hubiesen visto completa su labor.
Y ahora estaba pensando tan estúpida y supersticiosamente como mi gente.
—Háblame de esa misión. ¿En qué consiste?
Ella me miró y sonrió, con sus ojos grandes y verdes como el mar, llenos de inocencia y malicia como los ojos de la niña que yo recordaba.
—He venido a descubrir todos tus secretos, Joseph. Todos los secretos del Castillo Nicholas y la verdad oculta tras la leyenda.
Mi corazón se paralizó literalmente. Con voz ronca dije: —Si te contara todo eso, hermosa ________, me temo que tendría que matarte.
Apretándose aún más contra mí, cerró su mano sobre mi brazo, apoyó la cabeza en mi hombro y se rió. Un sonido ronco y profundo de genuina diversión resonó en su voz.
—Me gustan los hombres con sentido del humor —dijo—. Vamos a entendernos muy bien, Joseph. Seremos los mejores amigos antes de que hayamos terminado.
Ella estaba cálida a mi lado y demasiado cerca de mí. Y yo disfruté su cercanía… la ausencia de compañía humana agota a un hombre a través de los años.
Estaba aquí para destruirme. No tenía dudas al respecto. Y a pesar de eso, no era capaz de alejarla de mí. Ella no puede obligarme a contarle algo, me dije a mí mismo. No podría descubrir nada que yo no quisiera que supiese.
¿Qué daño iba a hacer dejarla acompañarme al castillo?
Alguien me seguía.
Aligeré el paso levemente, permaneciendo entre las sombras y moviéndome en completo silencio. Mi mente alerta, sondeando, buscando al tonto curioso. Era uno solo. No suponía amenaza alguna para mí.
Nunca debí haberlo hecho, provocarlos del modo en que lo hice. Yo sabía que no me convenía y al día de hoy no sé que me llevó a decirles mi nombre y verlos palidecer para marcharme después. Había asustado a aquellos necios. Lo había hecho deliberadamente. Pero no era menos de lo que se merecían. Acumularon una deuda importante durante generaciones. Atacando a uno de ellos como lo hicieron conmigo. Asesinando a Nicholas…
Me detuve a un lado del camino, donde florecían los últimos brezos y su aroma espesaba el aire, bajé la cabeza cuando el dolor se extendió por mi cuerpo junto con el viento otoñal. Ellos habían rodeado el castillo y dejado caer brutalmente sus antorchas sobre nuestra casa, nuestro santuario, forzándonos a correr por nuestras vidas. Sólo para encontrarnos con un ascendente sol aguardando nuestro desesperado vuelo. Sus rayos dorados, tan hermosos y tan mortíferos. Recuerdo las quemaduras, mi carne abrasada, la oleada de horror que sentí al ver finos espirales de humo elevándose desde mi propio cuerpo.
Había sido el único afortunado aquella mañana fría. Hurgando profundamente entre las plantas del campo seco —un campo en el que había trabajado junto a mi padre— encontré refugio. Pero Nicholas… supe que él había muerto. Ya que no volví a verle tras ese día y no tengo duda de que me hubiera contactado de algún modo si hubiese sobrevivido.
Levanté la cabeza y despejé mis sentidos, advirtiendo que con el torrente de recuerdos que evocaba ese lugar había perdido la pista de mi rastreador.
Pero el acosador se había detenido también y permanecía ahora a varias yardas de distancia, sólo mirando y creyéndose protegido por la oscuridad. Casi sonreí ante su inocencia; me giré y comencé a caminar de nuevo, preguntándome cuán lejos la llevaría su valentía.
Había abandonado este lugar después del ataque. Viajé, vi el mundo y viví en tantos sitios que apenas podía recordarlos. Pero en lo que respecta a la gente, ya sean mortales o personas como yo, había visto pocos. Puedo enumerar el nombre de cada una de las personas con las que he cruzado palabras en los últimos doscientos años; así de pocos han sido.
Nick me taladraba los oídos una y otra vez. No confíes en nadie, Joe. En nadie. Y mucho menos en un mortal.
Ya podía oír el mar a lo lejos, la carretera se alejaba de los campos de los granjeros y comenzaba a inclinarse bruscamente, entre pendientes demasiado abruptas y demasiado escarpadas para ser cultivadas. Ella aún me seguía.
Si nos hubiéramos atenido a las palabras de Nick, aún estaríamos bien. Era una vida solitaria pero segura, pacífica. Satisfactoria de muchas maneras diferentes. El tiempo que teníamos, tiempo eterno —o eso creíamos— para aprender música, leer y escribir, para experimentar y saborear aquellas cosas que en nuestras vidas mortales no hubiéramos podido.
Pero entonces Nicholas se había enamorado y todo terminó. Él le confesó la verdad a la muchacha, y me pareció que ésta corrió todo el camino de vuelta hasta la muchedumbre de ignorantes pueblerinos, muy impaciente por revelar nuestro secreto y vernos destruidos.
Nick había estado en lo cierto desde el principio. No confíes en nadie y mucho menos en un mortal.
Cuando llegué a la cima de la colina, el viento soplaba ferozmente desde el mar y adoré la sensación. Mi viento, mi mar. Tan familiar a pesar de la amargura que conocí en aquel lugar. Me senté en medio de un montón de pedruscos a la orilla de la carretera… no porque estuviese cansado.
El castillo se elevaba ante mí, sin rastros del fuego que había estado a punto de matarme un siglo atrás. Nick me dejó el lugar como herencia y yo lo había restaurado, o al menos parcialmente. Lo mantuve siempre listo para su regreso. Hacía mucho que había perdido la esperanza de que volviera… pero por alguna razón, no podía olvidarme de este lugar.
Mi mejor amigo se había ido y yo estaba solo en el mundo. No cabía duda de eso. Pero algún absurdo impulso sentimental me había traído de nuevo aquí, al lugar donde había sido brutalmente asesinado. De vuelta a este paraje, al castillo, a mi antiguo hogar, a ella. Yo había venido para verla otra vez, para asegurarme de que aún estaba a salvo.
Ella estaba cerca ahora, el viento revolvía su pelo en un caos salvaje. Sus ojos se entrecerraban al escudriñar en la oscuridad mientras trataba de encontrarme. Pensaba que caminaba con ligereza, pero yo podía oír cada pisada. No es que eso importara. Ella poseía un aroma único, uno que era definitivamente diferente al de cualquier otro mortal que yo hubiese conocido. Nick me había hablado sobre eso, me había dicho lo que significaba.
Entre otras cosas de vital importancia, significaba que me estaba prohibido hacerle daño. La razón nunca la supe. Nunca la pregunté. Por otro lado, nunca fui de los que se ciñen a las reglas. Pero no hubiera podido dañarla aunque lo hubiese intentado.
Ella se aproximó. Su falda larga se ondeaba con el viento del mar, azotando sus tobillos. Su blusa… pecaminosamente ceñida, se ajustaba a sus pechos como si tratara de estrujarlos. Permaneció allí un momento, tan cerca que podía sentirla. Después de buscarme inútilmente, bajó la cabeza derrotada. Pero siguió allí, dejando que el viento golpeara su cuerpo y me pareció que ella disfrutaba completamente de ese despiadado abrazo. Pero de pronto se giró para marcharse.
Me puse en pie lentamente, en silencio.
— ¿Estás buscando a alguien?
Ella jadeó, boqueó con violencia y girando hacia mí, sus manos volaron a su pecho como tratando de controlar el vuelco de su corazón. Después se detuvo, parpadeando hacia mí en la oscuridad e inhalando varias veces con la boca abierta.
— ¡Cielo Santo, casi me mata del susto!
Entonces sonreí. Su acento no era tan marcado como solía ser, y comprendí que era porque había estado fuera durante un tiempo. No obstante, me resultó encantador. Mi propio acento se había desvanecido hasta llegar a ser prácticamente indetectable.
—Había comenzado a creer que nada te asustaba —le dije.
Ella ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—Bueno, se requiere bastante más que una leyenda local antigua y un extraño que aparece en el pueblo afirmando ser un fantasma.
—Nunca afirmé ser un fantasma.
—Dijiste que eras Joseph Jonas.
—Porque lo soy.
Ella entrecerró sus ojos de esmeralda y me miró. _______ Sullivan, tenía ojos de hechicera.
—¿Puedes probarlo?
Mi mirada descendió a la pálida y delgada columna de su garganta e impulsivamente posé mis dedos allí para sentir la sangre agitándose bajo su piel.
—Podría…
Sus ojos centellearon. Era cierto, nada la asustaba. Me sonrió y eso me dejó sin aliento.
—Vas a morderme el cuello, ¿verdad? —preguntó.
—Si lo hiciera, ¿irías corriendo y chillando hasta los aldeanos y volverías con una multitud resuelta a matarme?
Echando la cabeza atrás se rió suavemente con un sonido profundo y ronco. Su cuello estaba tan cerca y tan terso…
Situó su mirada al mismo nivel que la mía, evidentemente divertida.
—Lo más probable es que yo te devolviera la mordida, Joseph Jonas. Nunca lo olvides.
No pude decir nada. Ella me dejó sin palabras, sin poder hablar o pensar con coherencia, con aquella réplica ligera.
—Pero la prueba que tenía en mente —prosiguió—, está más en la línea del papeleo. Un permiso de conducir, ¿sabes?, o algo de ese estilo.
Tragando con fuerza, recuperé mi cartera del bolsillo trasero, extraje mi identificación y se la mostré. Un hombre en mi situación hacía bien en mantener aquellas cosas al día, había múltiples formas de llevarlo a cabo y ninguna demasiado compleja. Ella lo agarró y sus dedos me rozaron, quizá deliberadamente. Casi no podía ver, así que finalmente sacó un encendedor del fondo de su bolsillo y, dándole la espalda al viento, lo empleó para verla.
Afirmando con la cabeza me la tendió de nuevo.
—Así que realmente eres un descendiente llamado igual que tu más infame antepasado, nada menos. —Se mordió el labio inferior. —Entonces…¿es ésta tu primera visita a Dunkinny?
Me lo preguntó como si tratara de ocultar cuan relevante era esa pregunta para ella. Pensé que sería mejor no responder.
—¿Por qué estabas siguiéndome, _______? Es _______, ¿no?
—Correcto, ________ Sullivan, con un montón de célebres antepasados propios.
La parte posterior de mi cuello se tensó ante la mención de sus ancestros. Mujeres traicioneras, mujeres que había conocido muy bien.
Ella prosiguió.
—Las mujeres Sullivan son algo conocidas por sus escándalos. Quizás lo mejor es que te lo advierta desde ya. Fue una de ellas quien hace cuatro generaciones vertió acusaciones contra Lord Nicholas y logró que le mataran, o eso es lo que las leyendas dicen.
Era verdad, Laura Sullivan había sido su nombre. Se me secó la garganta.
—Y también dicen que otra Sullivan estuvo prometida en matrimonio con Joseph Jonas —el primero—. Pero cuando él se levantó de su ataúd, ella clamó por su sangre.
—Sí —dije suavemente, escuchando de nuevo aquella voz estridente en mi mente, ¡Matenlo! ¡Matenlo antes que nos destruya a todos nosotros!—, Alicia —murmuré.
—¿De verdad? Nunca había oído su nombre antes.
Me limité a encogerme de hombros.
—¿Así que has regresado para completar lo que tus antepasados empezaron, _______? ¿Para destruirme?
Entrelazó su brazo con el mío, y nos hizo girar para orientarnos hacia el castillo, caminando lentamente.
—Eres un hombre divertido, Joseph. Pero sabes tan bien como yo que esas son sólo historias tontas. No hay nada de verdad en ellas, y si la hay es tan pequeña que es prácticamente irreconocible. No, yo tengo una misión muy diferente. Pero para ello necesitaré tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —Había picado mi curiosidad. Y aún así le temí. Era demasiado extraño para ser una simple coincidencia, un estremecimiento trepó por mi espina dorsal mientras me preguntaba si quizás mi destino era ser destruido por las mujeres Sullivan, si seguirían llegando generación tras generación hasta que hubiesen visto completa su labor.
Y ahora estaba pensando tan estúpida y supersticiosamente como mi gente.
—Háblame de esa misión. ¿En qué consiste?
Ella me miró y sonrió, con sus ojos grandes y verdes como el mar, llenos de inocencia y malicia como los ojos de la niña que yo recordaba.
—He venido a descubrir todos tus secretos, Joseph. Todos los secretos del Castillo Nicholas y la verdad oculta tras la leyenda.
Mi corazón se paralizó literalmente. Con voz ronca dije: —Si te contara todo eso, hermosa ________, me temo que tendría que matarte.
Apretándose aún más contra mí, cerró su mano sobre mi brazo, apoyó la cabeza en mi hombro y se rió. Un sonido ronco y profundo de genuina diversión resonó en su voz.
—Me gustan los hombres con sentido del humor —dijo—. Vamos a entendernos muy bien, Joseph. Seremos los mejores amigos antes de que hayamos terminado.
Ella estaba cálida a mi lado y demasiado cerca de mí. Y yo disfruté su cercanía… la ausencia de compañía humana agota a un hombre a través de los años.
Estaba aquí para destruirme. No tenía dudas al respecto. Y a pesar de eso, no era capaz de alejarla de mí. Ella no puede obligarme a contarle algo, me dije a mí mismo. No podría descubrir nada que yo no quisiera que supiese.
¿Qué daño iba a hacer dejarla acompañarme al castillo?
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
ame el cap,siguelaaaaa xfa sino vy a morir.
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa xfa!! :D
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa xfa!! :D
maru!!
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
OMG! Este hombre es dinamita para mi vida!
Yo quiero esos colmillos clavaditos en mi cuerpoooooooooo!!!
Flor, siguelaaa!
No seas malaa!!
A mi tambien me encantan las concersaciones "re grosas" quw tenemos en Face!!! ♥
Yo quiero esos colmillos clavaditos en mi cuerpoooooooooo!!!
Flor, siguelaaa!
No seas malaa!!
A mi tambien me encantan las concersaciones "re grosas" quw tenemos en Face!!! ♥
ForJoeJonas
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