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Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
SIGUELAAAAAAAAAAAAAA
PORFA NECESITO CAP
ESTOY ENOJADA HAHAHA
ES QUE CADA QUE VEO FOTOS DE JOE CON ESA PERRA DE LA GREENE ME PONE LOCA COMO LA ODIO NO PUEDO ODIARLA MAS JAJAJA
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAA
PORFA NECESITO CAP
ESTOY ENOJADA HAHAHA
ES QUE CADA QUE VEO FOTOS DE JOE CON ESA PERRA DE LA GREENE ME PONE LOCA COMO LA ODIO NO PUEDO ODIARLA MAS JAJAJA
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAA
claudia12
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Capitulo 2
________ Sullivan entró de manera despreocupada en el pub de O'Mallory como si nunca se hubiera ido e ignoró el silencio que recaía por donde pasaba. Los vasos dejaron de tintinear y los hombres dejaron de contar sus historias. Varios pares de ojos la siguieron mientras se deslizaba a la parte trasera de la habitación y descolgaba un delantal blanco de un gancho. Detrás del deslumbrante bar caoba, Mary cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió. ________ se ajustó el delantal y se dio la vuelta, pasando la mirada por las redondas mesas de madera y los rostros familiares en cada una de ellas.
— ¿Y qué los tiene tan enmudecidos? —Preguntó sacudiendo la cabeza—.Les dije que regresaría y lo hice. Así que cierren la boca y beban su cerveza. —Se giró ágilmente hacia la barra, agarró una bandeja con dos espumosas pintas de cerveza que había encima, divisó al par de hombres cuyos vasos estaban vacíos y se acercó para reponer sus bebidas.
La charla se reanudó y estaba principalmente dirigida a ella. Hombres sin afeitar que habían conocido a su padre le daban la bienvenida a casa. Mujeres de cabellos rizados le preguntaban acerca de los Estados Unidos mientras ella iba y venía con su bandeja cargada. _________ soltó un largo suspiro y, por primera vez en lo que pareció una eternidad, sintió que la tensión abandonaba su cuerpo. Estaba en casa, realmente en casa. Y se sentía bien. Mejor que la licenciatura que tanto trabajo le había costado conseguir. Mejor que todo desde... desde antes de marcharse.
Habia estado asustada y medio esperando que los lugareños se sintieran recelosos con ella ahora, pero el rápido regreso a la normalidad en el pub le decía que su miedo era infundado. Ciertamente a los habitantes de Dunkinny no les gustaban los forasteros. Oh, y ocasionalmente llegaban turistas a la aislada aldea, particularmente aquellos con apellidos irlandeses que venían a descubrir sus raíces. Los lugareños eran de lo más amables, pero siempre reservados. Precavidos. Aunque ________ había nacido y se había criado aquí, había quedado huérfana en este lugar y los aldeanos la tomaron bajo su protección. Se entristecieron cuando ella los dejó, pero no se enojaron. Con una excepción, —Marney Neal— que insistía en casarse con ella. Pero él no se encontraba aquí esta noche, advirtió con alivio. Y los demás la habían acogido sin pensarlo dos veces. Habían pasado ocho años, pero no la consideraban una forastera.
—Bienvenida a casa, _______. —Mary, que era la dueña del lugar y de la pensión contigua desde que ________ tenía memoria, le dio un fuerte abrazo, dándole golpecitos en la espalda con entusiasmo. —Te he reservado tu vieja habitación. Veo que retomarás tu antiguo trabajo.
________ no tenía corazón para decirle que sería por poco tiempo. Sólo hasta que hubiera escrito su tesis, el paso final para ganarse el doctorado. Y luego ella...
¿Qué? ¿Se convertiría en la antropóloga social más destacada del mundo?, ¿Daría cátedra en una universidad Ivy League1 en los Estados Unidos?
Cerró los ojos e inhaló la esencia del humo de la pipa de Russell Finnegan, la cerveza fresca y el estiércol de oveja en las botas de Mitch Marley. Cuando los volvió a abrir, miró hacia la ventana y observó el desgastado camino que hacía las veces de carretera en la pequeña villa, las colinas ondeantes color esmeralda y en la distancia, el castillo en ruinas—El Castillo Nicholas—. Éste estaba situado en medio de una niebla fantasmal tan inquietante como la leyenda que acompañaba el lugar. La historia en la que basaría su tesis. Más allá del castillo estaban las rocas y debajo el mar verde-azulado.
Y esa era la otra razón por la que había regresado. Para ver el castillo una vez más.
Cuando era niña, había creído en las historias. Pero en el fondo de su corazón, nunca había aprobado la censura de los aldeanos para con los hombres que una vez vivieron allí. Podía jurar que uno de esos hombres había venido a ella. Lo había encontrado en dos oportunidades durante su niñez o eso había creído durante mucho tiempo. La primera vez, sucedió una noche años atrás cuando casi se ahoga en el río. Un desconocido oscuro la había sacado del agua, le había hecho respiración boca a boca y la había acunado suavemente hasta que llegaron los demás, luego había desaparecido antes de darle oportunidad de agradecerle nada. La segunda vez sucedió después de la muerte de sus padres. Se encontraba recostada en su cama, despierta y asustada, incapaz de conciliar el sueño y sintiéndose más sola de lo que nadie se había sentido jamás. Él había venido a ella, había sostenido su mano y le había dicho que no estaba sola en absoluto, que tenía un guardián que velaba por ella, siempre protegiéndola, y que nunca debía temer. Apenas había visto su rostro en la oscuridad, pero en su mente, había creído que se trataba de Joseph Jonas o su fantasma. Y se enamoró de él.
Siempre lo había amado. Incluso después de darse cuenta de que sus recuerdos de la niñez sólo eran sueños y que no existían cosas como los vampiros. Ella había reservado un lugar en su corazón para la ficticia leyenda. Y mientras estuviera en la villa, visitaría el castillo una vez más... quizá sólo para asegurarse de que él no estaba realmente allí, esperando su regreso.
* * * * *
Llevaba dos semanas en la villa cuando él apareció.
El aire era fresco, con el frío sabor del invierno en él. Aún así, las puertas del pub se mantenían abiertas, para dejar salir el humo de las pipas y entrar el aire fresco. Y el fuego que rugía en el adoquín de Mary mantenía el frío fuera.
En esa ocasión, se hizo un silencio incómodo, diferente al amigable silencio generado por el inesperado retorno de ________. Entonces, ella había percibido sonrisas en los ojos y sentido que le daban la bienvenida. Ahora sintió algo gélido deslizándose por su columna vertebral. Y cuando se volvió para seguir las miradas curiosas, vio al extraño caminando por la oscura carretera.
Él se detuvo y miró fijamente en la distancia, hacia la gigantesca y oscura silueta del castillo. Mitch Marley jadeó. Russell Finnegan se quedó boquiabierto y su pipa cayó de su boca a la mesa, sin que él lo notara.
La tensión que llenó la habitación, y a ella también, era ridícula e innecesaria.
—Había olvidado —murmuró—, lo supersticiosos que son todos aquí. ¡Mirense, observando boquiabiertos a ese hombre como si fuera Joseph Jonas que regresó de entre los muertos!
Mary se santiguó.
— ¿Dices que no crees en las viejas historias ahora que eres educada, ________ Sullivan?
—Las viejas historias son sólo eso. Viejas historias y nada más. Lo probaré. —________ dio un paso hacia la puerta abierta con las manos a los costados y salió. —No sé adónde te diriges extraño, pero si es comida y una cama caliente lo que buscas, no lo encontrarás en otro lugar que no sea éste.
—Señor, protégenos de esta niña descarada —murmuró Mary.
—Intrépida como siempre —coincidió alguien.
Pero ________ los ignoró, porque el hombre se estaba girando para mirarla. La noche estaba oscura, sin el resplandor de la luna para que le ayudara a estudiar su rostro. Sólo pudo ver unos ojos oscuros reflejando el brillo de la suave luz que provenía del pub; el resplandor del fuego y la luz de las lámparas. Mary detestaba el brillo de las lámparas eléctricas en la noche, pero _______ sospechaba que lo que realmente detestaba eran las facturas.
—Ven adentro —repitió ________, esta vez más bajo porque creyó que podía escucharla perfectamente—, caliéntate con el fuego. Y muéstrales a estos amigos míos que no eres el monstruo de su cuento popular favorito.
________ Sullivan entró de manera despreocupada en el pub de O'Mallory como si nunca se hubiera ido e ignoró el silencio que recaía por donde pasaba. Los vasos dejaron de tintinear y los hombres dejaron de contar sus historias. Varios pares de ojos la siguieron mientras se deslizaba a la parte trasera de la habitación y descolgaba un delantal blanco de un gancho. Detrás del deslumbrante bar caoba, Mary cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió. ________ se ajustó el delantal y se dio la vuelta, pasando la mirada por las redondas mesas de madera y los rostros familiares en cada una de ellas.
— ¿Y qué los tiene tan enmudecidos? —Preguntó sacudiendo la cabeza—.Les dije que regresaría y lo hice. Así que cierren la boca y beban su cerveza. —Se giró ágilmente hacia la barra, agarró una bandeja con dos espumosas pintas de cerveza que había encima, divisó al par de hombres cuyos vasos estaban vacíos y se acercó para reponer sus bebidas.
La charla se reanudó y estaba principalmente dirigida a ella. Hombres sin afeitar que habían conocido a su padre le daban la bienvenida a casa. Mujeres de cabellos rizados le preguntaban acerca de los Estados Unidos mientras ella iba y venía con su bandeja cargada. _________ soltó un largo suspiro y, por primera vez en lo que pareció una eternidad, sintió que la tensión abandonaba su cuerpo. Estaba en casa, realmente en casa. Y se sentía bien. Mejor que la licenciatura que tanto trabajo le había costado conseguir. Mejor que todo desde... desde antes de marcharse.
Habia estado asustada y medio esperando que los lugareños se sintieran recelosos con ella ahora, pero el rápido regreso a la normalidad en el pub le decía que su miedo era infundado. Ciertamente a los habitantes de Dunkinny no les gustaban los forasteros. Oh, y ocasionalmente llegaban turistas a la aislada aldea, particularmente aquellos con apellidos irlandeses que venían a descubrir sus raíces. Los lugareños eran de lo más amables, pero siempre reservados. Precavidos. Aunque ________ había nacido y se había criado aquí, había quedado huérfana en este lugar y los aldeanos la tomaron bajo su protección. Se entristecieron cuando ella los dejó, pero no se enojaron. Con una excepción, —Marney Neal— que insistía en casarse con ella. Pero él no se encontraba aquí esta noche, advirtió con alivio. Y los demás la habían acogido sin pensarlo dos veces. Habían pasado ocho años, pero no la consideraban una forastera.
—Bienvenida a casa, _______. —Mary, que era la dueña del lugar y de la pensión contigua desde que ________ tenía memoria, le dio un fuerte abrazo, dándole golpecitos en la espalda con entusiasmo. —Te he reservado tu vieja habitación. Veo que retomarás tu antiguo trabajo.
________ no tenía corazón para decirle que sería por poco tiempo. Sólo hasta que hubiera escrito su tesis, el paso final para ganarse el doctorado. Y luego ella...
¿Qué? ¿Se convertiría en la antropóloga social más destacada del mundo?, ¿Daría cátedra en una universidad Ivy League1 en los Estados Unidos?
Cerró los ojos e inhaló la esencia del humo de la pipa de Russell Finnegan, la cerveza fresca y el estiércol de oveja en las botas de Mitch Marley. Cuando los volvió a abrir, miró hacia la ventana y observó el desgastado camino que hacía las veces de carretera en la pequeña villa, las colinas ondeantes color esmeralda y en la distancia, el castillo en ruinas—El Castillo Nicholas—. Éste estaba situado en medio de una niebla fantasmal tan inquietante como la leyenda que acompañaba el lugar. La historia en la que basaría su tesis. Más allá del castillo estaban las rocas y debajo el mar verde-azulado.
Y esa era la otra razón por la que había regresado. Para ver el castillo una vez más.
Cuando era niña, había creído en las historias. Pero en el fondo de su corazón, nunca había aprobado la censura de los aldeanos para con los hombres que una vez vivieron allí. Podía jurar que uno de esos hombres había venido a ella. Lo había encontrado en dos oportunidades durante su niñez o eso había creído durante mucho tiempo. La primera vez, sucedió una noche años atrás cuando casi se ahoga en el río. Un desconocido oscuro la había sacado del agua, le había hecho respiración boca a boca y la había acunado suavemente hasta que llegaron los demás, luego había desaparecido antes de darle oportunidad de agradecerle nada. La segunda vez sucedió después de la muerte de sus padres. Se encontraba recostada en su cama, despierta y asustada, incapaz de conciliar el sueño y sintiéndose más sola de lo que nadie se había sentido jamás. Él había venido a ella, había sostenido su mano y le había dicho que no estaba sola en absoluto, que tenía un guardián que velaba por ella, siempre protegiéndola, y que nunca debía temer. Apenas había visto su rostro en la oscuridad, pero en su mente, había creído que se trataba de Joseph Jonas o su fantasma. Y se enamoró de él.
Siempre lo había amado. Incluso después de darse cuenta de que sus recuerdos de la niñez sólo eran sueños y que no existían cosas como los vampiros. Ella había reservado un lugar en su corazón para la ficticia leyenda. Y mientras estuviera en la villa, visitaría el castillo una vez más... quizá sólo para asegurarse de que él no estaba realmente allí, esperando su regreso.
* * * * *
Llevaba dos semanas en la villa cuando él apareció.
El aire era fresco, con el frío sabor del invierno en él. Aún así, las puertas del pub se mantenían abiertas, para dejar salir el humo de las pipas y entrar el aire fresco. Y el fuego que rugía en el adoquín de Mary mantenía el frío fuera.
En esa ocasión, se hizo un silencio incómodo, diferente al amigable silencio generado por el inesperado retorno de ________. Entonces, ella había percibido sonrisas en los ojos y sentido que le daban la bienvenida. Ahora sintió algo gélido deslizándose por su columna vertebral. Y cuando se volvió para seguir las miradas curiosas, vio al extraño caminando por la oscura carretera.
Él se detuvo y miró fijamente en la distancia, hacia la gigantesca y oscura silueta del castillo. Mitch Marley jadeó. Russell Finnegan se quedó boquiabierto y su pipa cayó de su boca a la mesa, sin que él lo notara.
La tensión que llenó la habitación, y a ella también, era ridícula e innecesaria.
—Había olvidado —murmuró—, lo supersticiosos que son todos aquí. ¡Mirense, observando boquiabiertos a ese hombre como si fuera Joseph Jonas que regresó de entre los muertos!
Mary se santiguó.
— ¿Dices que no crees en las viejas historias ahora que eres educada, ________ Sullivan?
—Las viejas historias son sólo eso. Viejas historias y nada más. Lo probaré. —________ dio un paso hacia la puerta abierta con las manos a los costados y salió. —No sé adónde te diriges extraño, pero si es comida y una cama caliente lo que buscas, no lo encontrarás en otro lugar que no sea éste.
—Señor, protégenos de esta niña descarada —murmuró Mary.
—Intrépida como siempre —coincidió alguien.
Pero ________ los ignoró, porque el hombre se estaba girando para mirarla. La noche estaba oscura, sin el resplandor de la luna para que le ayudara a estudiar su rostro. Sólo pudo ver unos ojos oscuros reflejando el brillo de la suave luz que provenía del pub; el resplandor del fuego y la luz de las lámparas. Mary detestaba el brillo de las lámparas eléctricas en la noche, pero _______ sospechaba que lo que realmente detestaba eran las facturas.
—Ven adentro —repitió ________, esta vez más bajo porque creyó que podía escucharla perfectamente—, caliéntate con el fuego. Y muéstrales a estos amigos míos que no eres el monstruo de su cuento popular favorito.
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
GRACIAS POR SUS COMENTARIOS CHICAS :D
Y BIENVENIDAS A LAS NUEVAS LECTORAS, GRACIAS POR LEER LA NOVE!
:happy:
LAS QUIERO
Y BIENVENIDAS A LAS NUEVAS LECTORAS, GRACIAS POR LEER LA NOVE!
:happy:
LAS QUIERO
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
tienes q seguirla esta buenisima tu nove ame el cap, xfa siguelaaa!!
maru!!
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Waaaaa
Me encanta tu novela xD
Soy nueva lectora y me llamo Naiara (:
Y espero y deseo que la sigas pronto (:
Me encanta tu novela xD
Soy nueva lectora y me llamo Naiara (:
Y espero y deseo que la sigas pronto (:
Invitado
Invitado
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Flor! Sabes que te voy a matar? Aaaaaaaaaaaaaaaaah!!
Como la dejas ahi eeeeh? AHORA ES CUANDO SE PONE INTERESANTE! ¬¬
Mala amiga! Ya no te querooooo! (voz de niña chica)
Como la dejas ahi eeeeh? AHORA ES CUANDO SE PONE INTERESANTE! ¬¬
Mala amiga! Ya no te querooooo! (voz de niña chica)
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta y me encanta! :)
Por favor tienes que seguirla amo tu novela! Continuala pronto xfa!!!! Besos.
Por favor tienes que seguirla amo tu novela! Continuala pronto xfa!!!! Besos.
Invitado
Invitado
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
HOLA CHICAS!
ME HACE FELIZ ENTRAR AL FORO Y ENCONTRARME CON SUS COMENTARIOS :D
DENTRO DE UN RATITO SUBO CAP.
BIENVENIDA NAIARA A LA NOVE :hi:
PD: ADE, ES QUE JOE EL VAMPIRO ME TENIA MUY OCUPADA, VOS ME ENTENDES ;)
(? JAJAJAJAJAJ
ME HACE FELIZ ENTRAR AL FORO Y ENCONTRARME CON SUS COMENTARIOS :D
DENTRO DE UN RATITO SUBO CAP.
BIENVENIDA NAIARA A LA NOVE :hi:
PD: ADE, ES QUE JOE EL VAMPIRO ME TENIA MUY OCUPADA, VOS ME ENTENDES ;)
(? JAJAJAJAJAJ
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Si Flo, yo te entiendo...
Hoy me siento un poco deprimida u.u'
Quiero ánimos!!
Hoy me siento un poco deprimida u.u'
Quiero ánimos!!
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Pero Rachel los ignoró, porque el hombre se estaba girando para mirarla. La noche estaba oscura, sin el resplandor de la luna para que le ayudara a estudiar su rostro. Sólo pudo ver unos ojos oscuros reflejando el brillo de la suave luz que provenía del pub; el resplandor del fuego y la luz de las lámparas. Mary detestaba el brillo de las lámparas eléctricas en la noche, pero Rachel sospechaba que lo que realmente detestaba eran las facturas.
—Ven adentro —repitió Rachel, esta vez más bajo porque creyó que podía escucharla perfectamente—, caliéntate con el fuego. Y muéstrales a estos amigos míos que no eres el monstruo de su cuento popular favorito.
Continuación...
Me quedé parado ahí, pasmado hasta los huesos. Asombrado de que ella me hubiera hablado, ya que sabía lo supersticiosos y desconfiados que eran los habitantes de Dunkinny con los forasteros. O al menos así eran cuando vine por primera vez, casi un centenar de años atrás, y lo seguían siendo cada vez que había regresado. Las personas en aldeas solitarias como ésta no tienden a cambiar de manera excesiva, pero ella era diferente. Siempre había sido diferente.
Me pareció irónico. Yo había sido uno de ellos y esa cautela, esa desconfianza con los forasteros, todavía permanecía en mí. Sin embargo, a mí me habían traicionado demasiadas veces para dejarla ir. De hecho, se hacía cada vez más fuerte.
Entonces, ¿por qué me detuve? ¿Por qué me volví a mirarla cuando me habló? Mi reacción natural hubiera sido continuar caminando, nunca detenerme.
Pero me detuve. En parte a causa de su voz, pura y sedosa, con el ritmo de Irlanda y este pueblo. Un acento tan familiar y querido para mí. Y aterrador al mismo tiempo. Esa era la voz de mi gente, aquellos que me llamaron demonio y trataron de matarme. Los mismos que luego mataron al mejor amigo que he tenido. Pero también era la voz de la pequeña niña por la que había velado mucho tiempo atrás, pero que ahora había crecido. Y de alguna manera, seguía siendo la misma.
Ella volvió a hablar con su tono altanero, travieso, casi tentador. Y entonces miré, vi su silueta en la entrada, rodeada de un resplandor dorado. Su pelo era negro, largo y salvaje. Había visto gitanas menos fascinantes.
Ella me ofreció su mano.
—Ven —dijo.
Y como si sus palabras tuvieran alguna especie de poder sobre mí, fui.
Apretó mi mano en cuanto estuve a su alcance y me llevó dentro. Tenía las uñas largas y rojas, me gustaron, y también el calor de su pequeña y fuerte mano. El cosquilleo erótico que sentí recorrió su cuerpo. También me gustó eso. Sabía que era mejor no sucumbir a ello estando tan cerca de lo que sería mi hogar... otra vez. Pero de todas formas me gustó.
Con el paso de los años, he cambiado, aunque no drásticamente. Sí, mi piel era más pálida. Después de todo, no había sentido el toque del sol desde hace casi dos siglos. Sin embargo, después de alimentarme mi piel recuperaba su saludable y rosado brillo durante algunas horas.
Y me había alimentado bien esta noche.
Así que, cuando me llevó dentro, no hubo jadeos de conmoción por mi apariencia. Me acomodó en una silla de madera cerca del fuego y entonces noté que este pub estaba exactamente en el mismo lugar donde había estado el otro. La taberna de O'Connor. El lugar de mi funeral. El lugar donde mi padre trató de matarme.
Se me hizo un nudo en la garganta, pero lo forcé a desaparecer.
—Allí, ¿lo ven? —decía la chica con las manos apoyadas en las caderas, las que se contoneaban atractivamente cada vez que se movía. Agitó una mano en mi dirección. —Es sólo un turista, no una leyenda volviendo a la vida. —Me volvió a enfrentar—Dinos, extraño ¿cuál es tu nombre?
Me aclaré la garganta.
—Jonas —dije. Y esperé, curioso por ver sus reacciones.
La mujer rolliza dejó caer una jarra de cerveza que se estrelló contra el suelo, esparciendo el líquido ambarino y la fragante espuma alrededor de sus pies.
La muchacha me miró fijamente, inspeccionando mi rostro con una intensidad que me sacudió. Pero no pudo reconocerme. Ella nunca había visto mi rostro lo suficientemente bien como para distinguirlo ahora. Y finalmente sonrió con un brillo en sus ojos e inclinó la cabeza a un lado.
—¿Jonas, cierto? ¿Otro más? Dígame, Señor Jonas, ¿acaso ha viajado desde los Estados Unidos en busca de la historia de su familia?
Sonreí levemente, incapaz de contenerme. Era una muchacha tan divertida…
— ¿Acaso mi acento se ha atenuado tanto que sueno como un americano para ti? —le pregunté.
Ella se encogió de hombros descaradamente.
—Sólo sé que no es de Dunkinny, ya que conozco a todos en este pueblo.
—Has vivido aquí mucho tiempo, ¿cierto?
—Nací aquí, también mis padres y los suyos, por cinco generaciones.
—También los míos.
Ella frunció el ceño y me tomé mi tiempo para estudiar su rostro. Tenía rasgos delicados y huesos finos. Aunque sus labios eran llenos y sus ojos grandes para su pequeño rostro.
— ¿Está diciendo que es descendiente de nuestros Jonas?
—Tanto así que heredé el castillo.
Al fin la había sorprendido. Los demás habían estado incómodos desde el momento en que puse un pie dentro, pero ella no. Aunque ahora lo vi. El ensanchamiento de sus profundos ojos verdes, la repentina palidez en sus mejillas.
—Estás mintiendo —me acusó, aunque lo hizo suavemente.
Negué con la cabeza.
—Entonces querrá saber la leyenda —anunció Mary.
— ¡Eso, háblale de la leyenda, ________! Puede que sea un forastero, pero ningún hombre debería perder el tiempo en aquel lugar sin haber sido advertido.
________. Ella se había convertido en su nombre. Un nombre tan indómito y tentador como la mujer que era.
Ella inclinó la cabeza a un lado.
—Él ya lo sabe —aventuró estudiándome, observando mi reacción.
— ¿Cómo puedes estar segura? —le pregunté—. Dime, _______. ¿Cuál es esa leyenda que parece poneros tan nerviosos a todos? A todos... excepto a ti, o eso parece.
Ella se recuperó rápidamente, recobrando el dinamismo en sus pasos, tomó dos jarras de cerveza de la barra y las trajo a la mesa. Una la depositó delante de mí. La otra, la bebió hasta el fondo, se limpió la boca con el dorso de la mano y se inclinó en la silla que había cogido.
Detrás de ella el fuego rugía y danzaba.
—Hace mucho tiempo, Joseph Jonas, el hijo de un granjero querido por todos, caminaba a casa desde los campos. Iba solo por el camino después de la puesta del sol, en la víspera del Día de Todos los Santos.
Sentí que un escalofrío recorría mi columna y recordé, breve y vividamente a mi abuela, la forma en que ella interpretaba sus historias ante el fuego, en la noche. Historias en las que nunca creí.
—Pero el pobre Joseph no llegó ileso a casa esa noche, ya que una criatura lo atacó. —Ella se detuvo, observando la habitación. Yo también lo hice, viendo la atención reflejada en cada rostro. Aunque estoy seguro de que todos ya habían escuchado la historia cientos de veces. —Un vampiro —dijo, soltando un largo suspiro.
Elevé las cejas exageradamente, en un intento por mostrar mi escepticismo.
—Un vampiro —repetí.
—En efecto. El joven murió esa noche, pero no permaneció muerto por mucho tiempo. ¡Se levantó de su ataúd en su propio funeral! Ya no era un mortal, sino una criatura como aquella que lo creó. Los aldeanos trataron de matarlo, pero era demasiado fuerte, se escapó en la oscuridad de la noche y se desvaneció.
Levanté la jarra hasta mi boca, fingí beber la cerveza y la saboreé lamiendo mis labios cuando bajé la jarra nuevamente.
—Aún no entiendo que tiene que ver esto con el castillo.
—Ah, ¿así que eres del tipo impaciente, no es cierto?
Me limité a encogerme de hombros y la dejé continuar.
—Joseph no fue visto otra vez. No durante cien años. Pero todos conocían su historia. Entonces, algo pasó. El Señor del castillo —entonces señaló en dirección al castillo—, era un italiano rico, algunos dicen que era un noble. Su nombre era Nicholas, ¿entonces cómo supones tú que ese castillo terminó en las manos de la familia Jonas?
Sonreí, pero no dije nada. ________ lo dejó pasar.
—Nadie nunca había sospechado nada malo de Nicholas. Él era reservado y así les gustaba a los aldeanos.
—A pesar de que era un forastero y demás —agregué.
Ella me miró con curiosidad.
—Una noche una joven mujer, que había sido contratada para trabajar en el castillo en algunas ocasiones, bajó corriendo desde los acantilados, histérica. Gritaba y lloraba. Dos hilos de sangre provenientes de dos pequeñas perforaciones en su cuello bajaban por su hermosa garganta.
No la interrumpí, a pesar de que sus palabras hicieron que me sofocara frente al deseo de escapar. Nicholas nunca había dañado a la chica. La había adorado, amado hasta la distracción y al final, había hecho lo único que me había advertido repetidamente no hacer.
Había confiado en ella.
________ bebió de su cerveza.
—La chica dijo que Nicholas era un monstruo que dormía en un ataúd durante el día y se alimentaba de sangre durante la noche. Que la había atacado, intentado dejarla seca, pero ella se escapó.
— ¿Alguien se preguntó —dije, incapaz de permanecer en silencio por más tiempo— cómo una joven como ella pudo escaparse de una criatura como él?
Ella frunció el ceño.
— ¿Quiere escuchar el resto o no?
Asentí. Ella continuó.
—La chica dijo que Nicholas no estaba solo allí arriba. Dijo que había otro con él y ese compañero no era otro que Joseph Jonas.
En la habitación todos asintieron, murmurando en acuerdo.
—Los aldeanos discutieron lo que se debía hacer mientras la joven, Laura, les rogaba que destruyeran a los monstruos. Finalmente, se pusieron de acuerdo. Y justo antes del alba fueron hacia el castillo, armados con antorchas y aceite, y quemaron el lugar. —Cuando ella lo dijo, me pareció que había sofocado un escalofrío.
Lo recordaba todo muy bien. Las llamas y la repugnante comprensión de que la mujer que Nick había amado lo había traicionado en la peor manera posible y su expresión afligida cuando también él lo comprendió. Yo conocía ese dolor muy bien, porque lo había sentido cuando mi propia familia y la mujer que amaba me habían hecho lo mismo.
—Los vampiros fueron forzados a escapar, y cuando lo hicieron el sol ya había salido. Y el castillo ha pertenecido a un Jnas desde entonces. —Ella se detuvo. Sentí su mano en mi brazo. — ¿Señor Jonas?
Abrí los ojos, comprendiendo que los mantenía cerrados.
— ¿Se encuentra bien?
—Es... es una historia aterradora. Espantosa.
—Pero sólo una historia, como he tratado de decirle a estas buenas personas.
Asentí.
—Adelante, termínala. ¿Que sucedió con las dos víctimas?
Ella alargó el cuello.
— ¿Víctimas? —bajó la mirada y suavizó la voz, entonces dijo—. Pensé que nadie los vería de esa forma. Pero está en lo cierto, eso es exactamente lo que fueron. —Sus ojos encontraron los míos otra vez, su voz se normalizó. —En cualquier caso, ellos escaparon en diferentes direcciones, pero podía verse el humo brotando de sus ropas cuando se fueron. Los aldeanos creyeron que ambos habían muerto, quemados y reducidos a cenizas por el sol —Sacudió la cabeza, casi tristemente—. Pero no mucho después, un equipo de hombres llegó para trabajar en el castillo y cuando se les preguntaba solo decían que un hombre llamado Jonas los había contratado. Los aldeanos creyeron que era Joseph que había regresado de la muerte por segunda vez. Todos decían que él regresaría algún día para vengarse de los aldeanos de Dunkinny por la muerte de su amigo.
Ella respiró hondo y durante un largo momento nadie habló, aún hechizados por la historia. Pero Rachel rompió el silencio un instante después.
—Estoy segura de que la mayoría de los lugareños están especulando sobre la posibilidad de que usted sea él. Dígales su nombre, Jonas. Alivie sus supersticiosas mentes.
Sonreí gentilmente y deposité el dinero sobre la mesa para pagar por mi cerveza sin terminar. Luego me puse en pie y caminé hacia la puerta.
—Mi nombre —dije suavemente—, es Joseph.
Y luego me adentré en la noche, alejándome de todos ellos y del temor en sus rostros.
—Ven adentro —repitió Rachel, esta vez más bajo porque creyó que podía escucharla perfectamente—, caliéntate con el fuego. Y muéstrales a estos amigos míos que no eres el monstruo de su cuento popular favorito.
Continuación...
Me quedé parado ahí, pasmado hasta los huesos. Asombrado de que ella me hubiera hablado, ya que sabía lo supersticiosos y desconfiados que eran los habitantes de Dunkinny con los forasteros. O al menos así eran cuando vine por primera vez, casi un centenar de años atrás, y lo seguían siendo cada vez que había regresado. Las personas en aldeas solitarias como ésta no tienden a cambiar de manera excesiva, pero ella era diferente. Siempre había sido diferente.
Me pareció irónico. Yo había sido uno de ellos y esa cautela, esa desconfianza con los forasteros, todavía permanecía en mí. Sin embargo, a mí me habían traicionado demasiadas veces para dejarla ir. De hecho, se hacía cada vez más fuerte.
Entonces, ¿por qué me detuve? ¿Por qué me volví a mirarla cuando me habló? Mi reacción natural hubiera sido continuar caminando, nunca detenerme.
Pero me detuve. En parte a causa de su voz, pura y sedosa, con el ritmo de Irlanda y este pueblo. Un acento tan familiar y querido para mí. Y aterrador al mismo tiempo. Esa era la voz de mi gente, aquellos que me llamaron demonio y trataron de matarme. Los mismos que luego mataron al mejor amigo que he tenido. Pero también era la voz de la pequeña niña por la que había velado mucho tiempo atrás, pero que ahora había crecido. Y de alguna manera, seguía siendo la misma.
Ella volvió a hablar con su tono altanero, travieso, casi tentador. Y entonces miré, vi su silueta en la entrada, rodeada de un resplandor dorado. Su pelo era negro, largo y salvaje. Había visto gitanas menos fascinantes.
Ella me ofreció su mano.
—Ven —dijo.
Y como si sus palabras tuvieran alguna especie de poder sobre mí, fui.
Apretó mi mano en cuanto estuve a su alcance y me llevó dentro. Tenía las uñas largas y rojas, me gustaron, y también el calor de su pequeña y fuerte mano. El cosquilleo erótico que sentí recorrió su cuerpo. También me gustó eso. Sabía que era mejor no sucumbir a ello estando tan cerca de lo que sería mi hogar... otra vez. Pero de todas formas me gustó.
Con el paso de los años, he cambiado, aunque no drásticamente. Sí, mi piel era más pálida. Después de todo, no había sentido el toque del sol desde hace casi dos siglos. Sin embargo, después de alimentarme mi piel recuperaba su saludable y rosado brillo durante algunas horas.
Y me había alimentado bien esta noche.
Así que, cuando me llevó dentro, no hubo jadeos de conmoción por mi apariencia. Me acomodó en una silla de madera cerca del fuego y entonces noté que este pub estaba exactamente en el mismo lugar donde había estado el otro. La taberna de O'Connor. El lugar de mi funeral. El lugar donde mi padre trató de matarme.
Se me hizo un nudo en la garganta, pero lo forcé a desaparecer.
—Allí, ¿lo ven? —decía la chica con las manos apoyadas en las caderas, las que se contoneaban atractivamente cada vez que se movía. Agitó una mano en mi dirección. —Es sólo un turista, no una leyenda volviendo a la vida. —Me volvió a enfrentar—Dinos, extraño ¿cuál es tu nombre?
Me aclaré la garganta.
—Jonas —dije. Y esperé, curioso por ver sus reacciones.
La mujer rolliza dejó caer una jarra de cerveza que se estrelló contra el suelo, esparciendo el líquido ambarino y la fragante espuma alrededor de sus pies.
La muchacha me miró fijamente, inspeccionando mi rostro con una intensidad que me sacudió. Pero no pudo reconocerme. Ella nunca había visto mi rostro lo suficientemente bien como para distinguirlo ahora. Y finalmente sonrió con un brillo en sus ojos e inclinó la cabeza a un lado.
—¿Jonas, cierto? ¿Otro más? Dígame, Señor Jonas, ¿acaso ha viajado desde los Estados Unidos en busca de la historia de su familia?
Sonreí levemente, incapaz de contenerme. Era una muchacha tan divertida…
— ¿Acaso mi acento se ha atenuado tanto que sueno como un americano para ti? —le pregunté.
Ella se encogió de hombros descaradamente.
—Sólo sé que no es de Dunkinny, ya que conozco a todos en este pueblo.
—Has vivido aquí mucho tiempo, ¿cierto?
—Nací aquí, también mis padres y los suyos, por cinco generaciones.
—También los míos.
Ella frunció el ceño y me tomé mi tiempo para estudiar su rostro. Tenía rasgos delicados y huesos finos. Aunque sus labios eran llenos y sus ojos grandes para su pequeño rostro.
— ¿Está diciendo que es descendiente de nuestros Jonas?
—Tanto así que heredé el castillo.
Al fin la había sorprendido. Los demás habían estado incómodos desde el momento en que puse un pie dentro, pero ella no. Aunque ahora lo vi. El ensanchamiento de sus profundos ojos verdes, la repentina palidez en sus mejillas.
—Estás mintiendo —me acusó, aunque lo hizo suavemente.
Negué con la cabeza.
—Entonces querrá saber la leyenda —anunció Mary.
— ¡Eso, háblale de la leyenda, ________! Puede que sea un forastero, pero ningún hombre debería perder el tiempo en aquel lugar sin haber sido advertido.
________. Ella se había convertido en su nombre. Un nombre tan indómito y tentador como la mujer que era.
Ella inclinó la cabeza a un lado.
—Él ya lo sabe —aventuró estudiándome, observando mi reacción.
— ¿Cómo puedes estar segura? —le pregunté—. Dime, _______. ¿Cuál es esa leyenda que parece poneros tan nerviosos a todos? A todos... excepto a ti, o eso parece.
Ella se recuperó rápidamente, recobrando el dinamismo en sus pasos, tomó dos jarras de cerveza de la barra y las trajo a la mesa. Una la depositó delante de mí. La otra, la bebió hasta el fondo, se limpió la boca con el dorso de la mano y se inclinó en la silla que había cogido.
Detrás de ella el fuego rugía y danzaba.
—Hace mucho tiempo, Joseph Jonas, el hijo de un granjero querido por todos, caminaba a casa desde los campos. Iba solo por el camino después de la puesta del sol, en la víspera del Día de Todos los Santos.
Sentí que un escalofrío recorría mi columna y recordé, breve y vividamente a mi abuela, la forma en que ella interpretaba sus historias ante el fuego, en la noche. Historias en las que nunca creí.
—Pero el pobre Joseph no llegó ileso a casa esa noche, ya que una criatura lo atacó. —Ella se detuvo, observando la habitación. Yo también lo hice, viendo la atención reflejada en cada rostro. Aunque estoy seguro de que todos ya habían escuchado la historia cientos de veces. —Un vampiro —dijo, soltando un largo suspiro.
Elevé las cejas exageradamente, en un intento por mostrar mi escepticismo.
—Un vampiro —repetí.
—En efecto. El joven murió esa noche, pero no permaneció muerto por mucho tiempo. ¡Se levantó de su ataúd en su propio funeral! Ya no era un mortal, sino una criatura como aquella que lo creó. Los aldeanos trataron de matarlo, pero era demasiado fuerte, se escapó en la oscuridad de la noche y se desvaneció.
Levanté la jarra hasta mi boca, fingí beber la cerveza y la saboreé lamiendo mis labios cuando bajé la jarra nuevamente.
—Aún no entiendo que tiene que ver esto con el castillo.
—Ah, ¿así que eres del tipo impaciente, no es cierto?
Me limité a encogerme de hombros y la dejé continuar.
—Joseph no fue visto otra vez. No durante cien años. Pero todos conocían su historia. Entonces, algo pasó. El Señor del castillo —entonces señaló en dirección al castillo—, era un italiano rico, algunos dicen que era un noble. Su nombre era Nicholas, ¿entonces cómo supones tú que ese castillo terminó en las manos de la familia Jonas?
Sonreí, pero no dije nada. ________ lo dejó pasar.
—Nadie nunca había sospechado nada malo de Nicholas. Él era reservado y así les gustaba a los aldeanos.
—A pesar de que era un forastero y demás —agregué.
Ella me miró con curiosidad.
—Una noche una joven mujer, que había sido contratada para trabajar en el castillo en algunas ocasiones, bajó corriendo desde los acantilados, histérica. Gritaba y lloraba. Dos hilos de sangre provenientes de dos pequeñas perforaciones en su cuello bajaban por su hermosa garganta.
No la interrumpí, a pesar de que sus palabras hicieron que me sofocara frente al deseo de escapar. Nicholas nunca había dañado a la chica. La había adorado, amado hasta la distracción y al final, había hecho lo único que me había advertido repetidamente no hacer.
Había confiado en ella.
________ bebió de su cerveza.
—La chica dijo que Nicholas era un monstruo que dormía en un ataúd durante el día y se alimentaba de sangre durante la noche. Que la había atacado, intentado dejarla seca, pero ella se escapó.
— ¿Alguien se preguntó —dije, incapaz de permanecer en silencio por más tiempo— cómo una joven como ella pudo escaparse de una criatura como él?
Ella frunció el ceño.
— ¿Quiere escuchar el resto o no?
Asentí. Ella continuó.
—La chica dijo que Nicholas no estaba solo allí arriba. Dijo que había otro con él y ese compañero no era otro que Joseph Jonas.
En la habitación todos asintieron, murmurando en acuerdo.
—Los aldeanos discutieron lo que se debía hacer mientras la joven, Laura, les rogaba que destruyeran a los monstruos. Finalmente, se pusieron de acuerdo. Y justo antes del alba fueron hacia el castillo, armados con antorchas y aceite, y quemaron el lugar. —Cuando ella lo dijo, me pareció que había sofocado un escalofrío.
Lo recordaba todo muy bien. Las llamas y la repugnante comprensión de que la mujer que Nick había amado lo había traicionado en la peor manera posible y su expresión afligida cuando también él lo comprendió. Yo conocía ese dolor muy bien, porque lo había sentido cuando mi propia familia y la mujer que amaba me habían hecho lo mismo.
—Los vampiros fueron forzados a escapar, y cuando lo hicieron el sol ya había salido. Y el castillo ha pertenecido a un Jnas desde entonces. —Ella se detuvo. Sentí su mano en mi brazo. — ¿Señor Jonas?
Abrí los ojos, comprendiendo que los mantenía cerrados.
— ¿Se encuentra bien?
—Es... es una historia aterradora. Espantosa.
—Pero sólo una historia, como he tratado de decirle a estas buenas personas.
Asentí.
—Adelante, termínala. ¿Que sucedió con las dos víctimas?
Ella alargó el cuello.
— ¿Víctimas? —bajó la mirada y suavizó la voz, entonces dijo—. Pensé que nadie los vería de esa forma. Pero está en lo cierto, eso es exactamente lo que fueron. —Sus ojos encontraron los míos otra vez, su voz se normalizó. —En cualquier caso, ellos escaparon en diferentes direcciones, pero podía verse el humo brotando de sus ropas cuando se fueron. Los aldeanos creyeron que ambos habían muerto, quemados y reducidos a cenizas por el sol —Sacudió la cabeza, casi tristemente—. Pero no mucho después, un equipo de hombres llegó para trabajar en el castillo y cuando se les preguntaba solo decían que un hombre llamado Jonas los había contratado. Los aldeanos creyeron que era Joseph que había regresado de la muerte por segunda vez. Todos decían que él regresaría algún día para vengarse de los aldeanos de Dunkinny por la muerte de su amigo.
Ella respiró hondo y durante un largo momento nadie habló, aún hechizados por la historia. Pero Rachel rompió el silencio un instante después.
—Estoy segura de que la mayoría de los lugareños están especulando sobre la posibilidad de que usted sea él. Dígales su nombre, Jonas. Alivie sus supersticiosas mentes.
Sonreí gentilmente y deposité el dinero sobre la mesa para pagar por mi cerveza sin terminar. Luego me puse en pie y caminé hacia la puerta.
—Mi nombre —dije suavemente—, es Joseph.
Y luego me adentré en la noche, alejándome de todos ellos y del temor en sus rostros.
F l ♥ r e n c i a.
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