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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Esperando que subas otro capitulo
Noah Disorder
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
y lo hara *_*Noah Disorder escribió:Oh por dios...se que Louis va a salvarlo º-º y Harry se va a quedar despues de eso...
Odio dejar comentarios cortos y feos pero me tengo que ir pero no queria haber leido sin comentar que la sigas pronto
Un abrazo cielo
Gracias por subir ^^
Xx
tranquila, con comentar es suficiente
y no son feos!
ya la sigo
saludos
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
jaja ya la sigoCherryDrug escribió:POR DIOSS!!
Hombre siguela pronto!!!
Esto se pone bueno!!!
Hazz y Lou no van a garchar hasta el final del mes?!?!?!
Cuidate Bye
y espera lo mejor
si a menos que Harry pierda el control
igual
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Holaaaa :amor: Me llamo salma y me encanta tU novela es tan asajksakha me explico? BUENO SIGUELA:3
DirectionerDe♥
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
De aquí en adelante la cosa se pone buena. Awww, Louis Alexandre. Bueno siguela.
HOLES!!!!! Se reporta una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy
HOLES!!!!! Se reporta una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy
Zarek
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
perdon por no subir ayer
me quitaron la computadora :(
perdonenme enserio
bueeno aqui esta el cap
y como recompensa tratare de subir uno hoy en la noche, si?
ok, disfruten el cap :D
me quitaron la computadora :(
perdonenme enserio
bueeno aqui esta el cap
y como recompensa tratare de subir uno hoy en la noche, si?
ok, disfruten el cap :D
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Capítulo 8
Harry y Louis ayudaron a Niall a desmontar el puestecillo ambulante y a
guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.
— Has estado muy callado —le dijo Louis mientras se detenía en un semáforo
en rojo.
Observó cómo la mirada de Harry seguía el movimiento de los automóviles
que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el
límite entre la fantasía y la realidad.
— No sé qué decir —respondió tras una breve pausa.
— Dime cómo te sientes.
— ¿Sobre qué?
Louis se rió.
— Definitivamente, eres un hombre —le dijo—. ¿Sabes? Las sesiones con los
hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no
decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Harry bajó la vista hasta su regazo, y Louis observó el modo en que acariciaba
distraídamente su anillo con el pulgar.
— Dijiste que eras un sexólogo, ¿qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.
— Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas
que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.
— ¿Ninfómanas?
Louis asintió.
— He conocido a unas cuantas.
— Apuesto a que sí.
— ¿Y los hombres? —preguntó él.
— No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho.
Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico…
— ¿Y eso qué es?
— Algo que estoy completamente seguro que tú no padecerías jamás —le
contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía.
Se aclaró la garganta y se lo explicó—. Son hombres que tienen miedo de que sus
compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.
— ¡Ah!
— También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos
que quieren cambiarse de sexo…
— ¿Se puede hacer eso? —preguntó Harry, totalmente pasmado.
— ¡Claro! —respondió Louis con un gesto de la mano—. Te sorprendería
saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.
Harry permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que
era la radio cuando, de repente, él preguntó:
— ¿Por qué quieres ayudarlos?
— No lo sé —le respondió con franqueza—. Supongo que se remonta a mi
infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían
mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de
historia y mi madre ama de casa…
— ¿Qué es un ama de casa?
— Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres.
En el fondo, nunca me trataron como a un niño, por eso, cuando estaba cerca de
otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me
ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y,
después de un tiempo, mejoré bastante.
— Excepto con los hombres.
— Ésa es una historia totalmente diferente —le dijo, suspirando—. De
adolescente era un chico inseguro, y los chicos del instituto no se acercaban a
mí, a menos que quisieran burlarse.
— ¿Burlarse de ti?, ¿por qué?
Louis se encogió de hombros con un gesto indiferente. Por lo menos, esos
viejos recuerdos habían dejado de molestarlo. Finalmente los había superado.
— Porque era feo y gordo-le dijo Louis—. ¿Y tú?
— Yo no era gordo.
Lo dijo con un tono tan inexpresivo y serio que Louis no pudo evitar estallar
en carcajadas.
— No era eso a lo que me refería, y lo sabes muy bien. ¿Cómo fue tu
adolescencia?
— Ya te lo he dicho.
Louis le miró furioso.
— En serio.
— En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con mujeres y me bañaba.
Normalmente, en ese orden.
— Todavía tenemos problemas con esto de la falta de confianza, ¿no? —
preguntó Louis de forma retórica.
Asumiendo su papel de psicólogo, cambió a un tema que a él le resultara más
fácil.
— ¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que participaste en
una batalla?
— No sentí nada.
— ¿No estabas asustado?
— ¿De qué?
— De morir, o de que te hirieran.
— No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió desconcertarlo.
— ¿Y cómo es que no tenías miedo?
— No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo que seguir viviendo.
Impresionado por sus palabras, Louis tomó el camino de entrada a su casa.
Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el momento, bajó del
coche y abrió el maletero.
Harry cogió las bolsas y la siguió hasta la casa.
Se dirigieron a la planta alta. Louis sacó sus cómodos vaqueros del vestidor
e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa nueva de Harry.
— Veamos —dijo, arrugando las bolsas vacías para arrojarlas a la papelera
de mimbre, colocada junto al armario—. Es viernes por la noche. ¿Qué te gustaría
hacer? ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres dar una vuelta por la ciudad?
Su hambrienta mirada la recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que
ardiera al instante.
— Ya conoces mi respuesta.
— Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello del doctor, y otro en contra.
¿Alguna otra alternativa?
— ¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?
— De acuerdo —respondió Louis, mientras se acercaba a la mesita de noche
para coger el teléfono—. Déjame que compruebe los mensajes y después
prepararemos la cena.
Harry siguió colocando su ropa, mientras Louis llamaba al servicio de
contestador y hablaba con ellos.
Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una nota de alarma en la
voz de Louis.
— ¿Dijo qué quería?
Harry se giró para poder observarlo. Tenía los ojos ligeramente dilatados, y
sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
— ¿Por qué le dio mi número de teléfono? —preguntó enfadado—. Mis
pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con su superior?
Harry se acercó a Louis.
— ¿Algo va mal?
Louis alzó la mano, indicándole que permaneciera en silencio para poder
escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo.
— Muy bien —dijo tras una larga espera—. Tendré que cambiar el número de
nuevo. Gracias —colgó el teléfono, frunciendo el ceño por la preocupación.
— ¿Qué ha pasado? —le preguntó él.
Louis resopló irritado mientras se frotaba el cuello.
— La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es nueva, le dio mi
número privado a uno de mis pacientes.
Hablaba tan rápido que a Harry le costaba trabajo seguirlo.
— Bueno, en realidad, no es mi paciente —prosiguió sin detenerse—. Jamás
habría aceptado a un hombre así, pero Luanne, la doctora Jenkins, no es tan
selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda prisa, por una emergencia familiar. Así es que Beth y yo tuvimos que repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras Louis está fuera. Aún así, no quise quedarme con este hombre tan horripilante, pero Beth no pasa consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido al régimen de libertad condicional.
Louis lo miró con el pánico reflejado en sus ojos azules.
— Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso me juró que no
habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una amenaza para nadie.
Harry sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad de información que
Louis estaba soltando, y que él era incapaz de comprender en su mayor parte.
— ¿Eso es un problema?
— Es un poquito espeluznante —dijo con las manos temblorosas—. Es un
acosador. Acaban de darle el alta de un hospital psiquiátrico.
— ¿Un acosador? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso?
Al escuchar la explicación, Harry no pudo evitar quedarse con la boca abierta.
— ¿Permitís que estas personas se muevan a su antojo?
— Bueno, sí. La idea es ayudarlos.
Harry estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése en el que los
hombres se negaban a proteger a sus mujeres y niños de la depravación?
— En mi época, no permitíamos que personas así se acercaran a nuestras
familias. Nos asegurábamos de que no andaran sueltos por nuestras calles.
— ¡Bienvenido al siglo veintiuno! —exclamó Louis con amargura—. Aquí
hacemos las cosas de un modo… distinto.
Harry movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en todas las cosas
de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a esta gente, ni su
modo de vida.
— No encajo en este mundo —masculló.
— Harry…
Se alejó cuando vio que Louis se acercaba a él.
— Louis, sabes que es así. Supongamos que rompemos la maldición; ¿de
qué me va a servir? ¿Qué se supone que voy a hacer aquí? No puedo leer tu
idioma, no sé conducir y no tengo posibilidades de trabajar. Hay demasiadas cosas que no entiendo. Me siento perdido…
Louis se estremeció ante la evidente angustia que Harry intentaba ocultar con
todas sus fuerzas.
— Sólo estás un poco agobiado. Pero lo haremos pasito a pasito. Te
enseñaré a conducir y a leer. Y con respecto al trabajo… sé que eres capaz de
hacer muchas cosas.
— ¿Como qué?
— No lo sé. Además de ser un soldado, ¿a qué otra cosa te dedicabas en
Macedonia?
— Era un general, Louis. Lo único que sé hacer es dirigir a un antiguo
ejército en una batalla. Nada más.
Louis tomó su cara entre las manos y lo miró con dureza.
— No te atrevas a abandonar ahora. Me has dicho que no tenías miedo a
luchar, ¿cómo puedes asustarte por esto?
— No lo sé, pero me asusta.
Algo extraño ocurrió entonces; Louis percibió que Harry le había permitido
acercarse. No de forma muy íntima, pero por la expresión de su rostro se daba
cuenta de que estaba admitiendo su vulnerabilidad ante él. Y, en el fondo, sabía
que no era el tipo de hombre que admite fácilmente ese hecho.
— Yo te ayudaré.
La duda que reflejaban los ojos verdes hizo que se le revolviera el estómago.
— ¿Por qué?
— Porque somos amigos —le respondió con ternura, mientras le acariciaba la
mejilla con el pulgar—. ¿No fue eso lo que le dijiste a Cupido?
— Ya escuchaste su respuesta. No tengo amigos.
— Ahora sí.
Harry se inclinó y lo besó en la frente, atrayéndolo hacia su cuerpo para darle un
fuerte abrazo. El cálido aroma del sándalo lo inundó mientras escuchaba cómo el
corazón de Harry latía frenéticamente bajo su mejilla rodeada por sus bíceps. Fue un gesto tan tierno que a Louis le llegó al alma.
— De acuerdo, Louis —le dijo en voz baja—. Lo intentaremos. Pero
prométeme que no dejarás que te haga daño.
Louis lo miró ceñudo.
— Estoy hablando en serio. Una vez que me pongas los grilletes, no me
sueltes bajo ninguna circunstancia. Júralo.
— Pero…
— ¡Júralo! —insistió él con brusquedad.
— Muy bien. Si no puedes controlarte, no te liberaré. Pero yo también quiero
que me prometas una cosa.
Harry se apartó un poco y lo miró con escepticismo. No obstante, siguió
abrazándolo.
— ¿Qué?
Louis apoyó las manos sobre sus fuertes bíceps y sintió cómo la piel de
Harry se erizaba bajo su contacto. Él bajó la mirada hacia sus manos, con una de
las expresiones más tiernas que Louis había visto nunca.
— Prométeme que no vas a desistir —le dijo—, que vas a intentar acabar con
la maldición.
Lo miró con una sonrisa extraña.
— Está bien. Lo intentaré.
— Y lo lograrás.
Harry sonrió al escuchar su comentario.
— Tienes el optimismo de un niño.
Louis le devolvió la sonrisa.
— Como Peter Pan.
— ¿Peter qué?
Louis se alejó de sus brazos de mala gana. Tomándolo de la mano, lo llevó
hasta la puerta del dormitorio.
— Acompáñame, esclavo macedonio mío, y te contaré quiénes son Peter Pan
y los Niños Perdidos.
— Entonces, ¿ese chico nunca se hizo mayor? —preguntó Harry mientras
preparaban la cena.
Louis estaba muy sorprendido, ya que él no se había quejado cuando le pidió
que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado a usar cuchillos
para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquLouis pequeña peculiaridad, se concentró
en la salsa para los tallarines.
— No. Regresó a la isla con Campanilla.
— Interesante.
Louis metió una cuchara en la salsa y, poniendo una mano debajo para que
no goteara, se la acercó a Harry para que la probase, después de haberla enfriado.
— Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que Louis le diera a probar la salsa.
Louis observó cómo la saboreaba.
— Está deliciosa.
— ¿Demasiada sal quizás?
— No, está perfecta.
Louis sonrió alegremente.
— Ten —le dijo Harry, ofreciéndole un trozo de queso.
Louis abrió la boca, pero él no se lo dio; aprovechándose de las
circunstancias, se adueñó de sus labios para besarlo a conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento debería ser
inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla para la
posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios…
Mmm, Louis no quería pararse a pensar en esos deliciosos labios y en lo que
eran capaces de hacer.
Harry lo sujetó por la cintura apretándolo contra sus caderas, justo sobre el
lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros. ¡Por amor de Dios!, este
hombre estaba maravillosamente dotado y Louis comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales para él.
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Harry se tensaba y cómo su respiración comenzaba a alterarse.
Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y Louis empezaba a temer que, si no lo
detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso atrás, deshaciendo
el tórrido abrazo.
— Harry, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo mientras lo devoraba
con los ojos.
— Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan jodidamente
deseable.
El comentario fue tan inesperado que Louis se rió con ganas.
— Lo siento —le dijo, captando el gesto irritado de Harry—. Al contrario de lo
que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrada a que me digan cosas como ésa. El
mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el de un chico llamado Rick Glysdale. El día de la graduación, vino a recogerme a casa, me miró de arriba abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Harry resopló.
— Me preocupan las personas de esta época, Louis. Todos parecen ser unos
completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, Louis le dio un ligero beso en la mejilla y se acercó a la olla
para sacar la pasta del agua antes de que se pasara.
Mientras echaba los tallarines en el escurridor, se acordó del pan.
— ¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Harry se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a Louis una suculenta
visión de su parte trasera. Louis se mordió el labio inferior, mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano por ese firme y prieto trasero.
— Están a punto de quemarse.
— ¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? —le preguntó, intentando no derramar el
agua que estaba hirviendo.
— Claro —Harry cogió el trapo de la encimera, y comenzó a sacar el pan. De
repente, soltó un juramento que llamó la atención de Louis.
Louis se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
— ¡Allí! —exclamó, quitándose de en medio—. Échalo al fregadero.
Harry lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano con el trapo y Louis
siseó de dolor.
— ¿Te he quemado? —le preguntó.
— Un poco.
Harry hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle la quemadura.
— Lo siento —le dijo, un momento antes de llevarse el dedo de Louis a la
boca.
Atónito, no fue capaz de moverse mientras Harry pasaba la lengua por la
sensibilizada piel de su dedo. A pesar de la quemazón de la herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
— Eso no le viene bien a la quemadura —susurró.
Con el dedo aún en la boca, Harry le dedicó una sonrisa traviesa y alargó el
brazo para abrir el grifo, que estaba a su espalda. Hizo un círculo completo con la
lengua alrededor del dedo una vez más antes de abrir la boca y colocarlo bajo el
chorro de agua fría.
Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el escozor de la quemadura,
se acercó a la planta de aloe, que estaba en alféizar de la ventana, y cortó un trozo.
— ¿Conoces las propiedades del aloe? —le preguntó Louis.
— Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de que yo naciera —
respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta, Louis sintió que un
escalofrío le recorría la espalda y se le hacía un nudo en el estómago.
— ¿Te sientes mejor?
Louis asintió con la cabeza.
Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Harry contempló sus labios
como si aún pudiese percibir su sabor.
— Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú él que se encargue del
horno —le dijo.
— Probablemente sea lo mejor.
Louis se apartó de él y sacó las baguettes, que aún eran comestibles.
Sirvió los platos y precedió a Harry hasta la sala de estar, donde se sentaron
a comer en el suelo, delante del sofá, mientras veían Matrix.
— Me encanta esta película —dijo Louis cuando empezaba la película.
Harry colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a Louis.
— ¿Siempre comes en el suelo? —le preguntó antes de llevarse un trozo de
pan a la boca.
Fascinado por la armonía de sus movimientos, Louis observó atentamente
cómo la mandíbula de Harry se tensaba al masticar.
¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca
agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadores lo habían
utilizado.
La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba
empezando a resultarle muy tentadora.
Y además tenían aquellos grilletes…
— Bueno —dijo alejando su mente de aquella maravillosa piel, y de lo bien que se vería si Harry estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón—, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las
noches estoy solo, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.
Harry giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los
tallarines estuvieron perfectamente enrollados.
— Necesitas a alguien que cuide de ti —le dijo antes de llevarse el tenedor a
la boca.
Louis se encogió de hombros.
— Yo me cuido solo.
— No es lo mismo.
Louis lo miró ceñudo. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía
desde el punto de vista machista. Harry hablaba desde el corazón y basándose en
su propia experiencia.
— Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? —
susurró Louis.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que Louis captara el
destello del deseo en sus ojos. Louis lo observó mientras permanecía unos minutos
atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. Louis estaba todo
cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.
— Enséñame cómo haces eso —le dijo.
Harry lo miró con curiosidad.
— ¿El qué?
— Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No
consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdido.
— Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que
lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
Louis se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
— A ver, ¿cómo lo haces?
Harry tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
— Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y Louis.
— Harry… —le advirtió Louis.
— Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
— Hum… —exclamó dubitativo. De todos modos, no podía evitar sentir su
proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Harry se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras Louis, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado
de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, Louis notó su erección
presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba
empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Harry mientras su cuerpo fibroso y esbelto se
acomodaba tras Louis, dejándolo sin aliento y muy inseguro.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su
interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Harry que le hacía sentirse tan protegido y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había
nada malévolo en las sensaciones que la embargaban.
— Muy bien —le dijo Harry, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una
descarga eléctrica la traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos
sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma que desprendía el cabello de Louis. Estaba empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse
en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y olvidarse de lo mucho que deseaba
hacerle el amor.
Louis deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese
modo las sensaciones que su piel cálida y suave producían en Harry. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de Louis, y no se trataba sólo de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
Louis no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el
anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se merecía una persona como Louis.
Jamás lo había merecido…
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar
los tallarines en el tenedor.
— ¿Ves? —murmuró, acercándole el tenedor a los labios—. Es sencillo.
Louis abrió la boca y Harry introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo
sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía
que se alejara de Louis.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un
amigo…
No podía dejarlo ahora. No sabía cómo hacerlo.
Así que siguió dándole de comer.
Louis se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que
él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Harry. Él le mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.
Louis sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que
se tensaba ese músculo bajo su mano… le encantaba cómo se movía su cuerpo,
cómo se relajaban y se contraían sus músculos, por muy pequeño que fuese el
esfuerzo.
Una persona jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Harry le robó unos cuantos
tallarines.
— ¡Oye, tú! —le dijo bromeando—. Eso es mío.
Sus celestiales ojos verdes resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el
tenedor para que siguiera comiendo.
Mientras masticaba, Louis le acercó la copa de vino a los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que
el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa.
— ¡Lo siento! —exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente
barba le raspaba la piel—. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer
el vino que caía por sus dedos.
Louis dejó escapar un gemido. Harry le lamía los dedos y los mordisqueaba
con mucha suavidad, y Louis se estremecía de la cabeza a los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la
barbilla y capturó sus labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que Louis estaba acostumbrado. El que
utilizaba para seducirlo y devorarlo.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Harry eran delicados pero
exigentes.
Entonces se alejó.
— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó.
— Sí —balbució Louis, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su
cuerpo estaba experimentando junto a él.
Harry le ofreció más tallarines.
Cuando Louis le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Harry le
cubrió la mano con la suya mientras lo observaba con ojos risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta
el final de la película. Harry pareció muy interesado en las luchas finales.
— Vuestras armas son fascinantes —comentó.
— Supongo que para un general deben serlo.
Harry lo miró de reojo y siguió atento a la película.
— ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
— Las alegorías.
Harry asintió.
— Tiene influencias de Platón.
— ¿Conoces a Platón? —le preguntó sorprendido.
— Lo estudié cuando era joven.
— ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
— Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y
paliza.
— No estás hablando en serio, Harry.
— Ya.
Una vez acabó la película, lo ayudó a recoger la cocina.
Cuando Louis cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
— No tardaré nada —le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
— Louis, ¿eres tú?
Se quedó helado al escuchar la voz de Rodnay Carmichael.
— Hola, señor Carmichael —lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido
suficiente para hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a
Luanne y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
— ¿Dónde estuviste hoy, Louis? No estarás enfermo, ¿verdad? Podría
llevarte…
— ¿No le cambió Lisa su cita?
— Sí, pero estaba pensando que podíam…
— Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la
hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
— ¿Louis?
Louis saltó y chilló al escuchar la voz de Harry a su espalda.
Harry lo observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber
encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizado.
— ¿Estás bien? —le preguntó Harry.
— Sí, lo siento —dijo, colgando el teléfono—. Era ese paciente del que te
hablé. Rodney Carmichael. Me saca de quicio.
— ¿Qué?
— Que me pone muy nervioso —por primera vez, agradecía muchísimo la
presencia de Harry. De no estar él, se habría ido a casa de Niall y Zayn, en busca
de su hospitalidad durante el fin de semana—. Venga —le dijo mientras apagaba la luz de la cocina—. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a leer?
Harry negó con la cabeza.
— No abandonas, ¿verdad?
— No.
— Muy bien —le respondió, siguiéndolo escaleras arriba—. Acepto que me
des clases si te pones la ropa interior roj…
— No, no y no —dijo Louis, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose
para mirarlo—. Me temo que eso no va a ser posible.
Harry se acercó le acarició el pelo.
— ¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué
mejor musa que tú vestido con…?
Louis le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera
hablando.
— Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas
ya.
Harry le mordisqueó los dedos.
— Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que lo convenciera.
— Será mejor que te comportes —le advirtió, mirándole por encima del
hombro mientras acababa de subir los escalones.
Louis entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en
biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de
Peter Pan.
Harry rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. Louis corrió hacia el
cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el
espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Harry lo veía
con esas pintas saldría dando alaridos de la habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se
quitó la prenda y se puso su sencilla pijama azul antes de regresar a la habitación.
Harry meneó la cabeza.
— ¿Por qué te has puesto eso?
— Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres
babeen.
— ¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un alien?
Louis frunció el ceño ante su lógica.
— No.
— ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un
hombre?
— Porque no soy ciego. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo
modo que las personas hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunado
cuando se dan cuenta de que soy una persona.
— Louis —masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de
la cama—. Ven aquí —le ordenó.
Louis obedeció.
Harry lo colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Harry le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de Louis.
— ¿Qué ves cuando te miras?
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos
A Harry no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera de la pijama, donde
descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre su oreja,
mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un hermoso
cabello castaño. Suave y abundante.
Louis empezó a temblar.
— Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño
diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados.
No sonaba tan mal dicho por Harry.
Le desabrochó el cinturón e hizo una mueca ante la visión de la pijama
azul. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándolo con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Harry le bajó el cinturon por los
brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro
mientras sus ojos la contemplaban a través del espejo.
Le quitó la pijama.
— Harry —dijo Louis, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Louis no pudo moverse, ya que la
pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Harry la sumieron en un estadonde trance.
— Quiero verte, Louis —le dijo en un tono que dejaba a las claras que no
admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, Harry le quitó la pijama y pasó sus
manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Eres hermoso —susurró, incorporándose tras Louis—.
— Harry —balbució Louis con un gemido y el cuerpo abrasado—. Recuerda
tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, Louis observó sin aliento en el
espejo cómo Harry dejaba su pecho y le acariciaba las costillas, descendiendo
hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus bóxers.
— Tienes un cuerpo hermoso, Louis —le dijo mientras le acariciaba.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Harry le mordisqueó el cuello
mientras sus manos jugueteaban con los bellos oscuros de su entrepierna.
— Harry —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de
hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
Louis gimió, consumido por la pasión. Harry capturó sus labios y lo besó
plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
Lo levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras lo llevaba hasta la
cama. De algún modo, se las arregló para acomodarlo sobre el colchón y tumbarse sobre Louis sin dejar de besarlo.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, Louis se sentía arder con sus caricias. Con su aroma
escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a Louis.
Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le separaba los muslos con las
rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre Louis.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras
restregaba sus esbeltas caderas contra Louis. Aun a través de los vaqueros, podía
sentir su erección presionando sobre su entrepierna. Como si estuviesen atraídas
por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Harry.
— Eso es, Louis —murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su
miembro hinchado contra el de Louis, de un modo tan magistral que Louis supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de él—. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
Louis volvió a gemir cuando Harry abandonó sus labios y dejó un abrasador
reguero de besos por su garganta, hasta llegar a su pecho, que comenzó a
succionar con suavidad.
Louis deliraba de placer mientras enterraba las manos en los rizos castaños de
Harry.
Harry atormentó implacablemente su pecho con la lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le suponía
mantenerse vestido. Quería introducirse en Louis con tanta desesperación que su
cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de Louis, le daban ganas de gritar
por la agonía del deseo insatisfecho. Era la tortura más deliciosa que jamás había
experimentado.
Y todo empeoró al sentir a Louis deslizar las manos por su espalda, e
introducirlas en sus bolsillos traseros para acercarlo aún más, apretándolo con
fuerza.
Harry se estremeció ante la sensación.
— ¡Sí, oh, sí! —jadeaba Louis cuando él aumentó el ritmo de sus
embestidas.
Harry sintió que todo le daba vueltas. Tenía que hundirse en Louis. Y si no
podía hacerlo de una manera, por todos los templos de Atenas que lo haría de otra.
Se apartó de Louis y se movió hacia abajo, pasando los labios por su estómago
y besándole las caderas mientras le quitaba los bóxers.
Louis temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que él ostentaba en ese
momento.
— Por favor —le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. Louis se lo permitió sin protestar. Colocó
las manos bajo Louis y le elevó las caderas hasta que le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo instante en que Harry lo
tomó en la boca.
Louis enterró las manos en el cabello de él y echó la cabeza hacia atrás,
siseando de placer ante las caricias tan íntimas que la lengua de Harry le prodigaba.
Jamás había experimentado algo así. Una y otra vez, Harry lo lamía y lo atormentaba hasta dejarlo sin aliento, exhausto.
Harry cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y disfrutó de la
sensación. Los murmullos de placer que escapaban de la garganta de Louis
resonaban en sus oídos. Percibía cómo Louis reaccionaba ante cada caricia sensual de su lengua, cuidadosamente ejecutada. De hecho, sentía como le temblaban los muslos y las nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
Louis se retorcía de modo muy erótico en respuesta a sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Harry quiso mostrarle exactamente lo que se
había estado perdiendo. Cuando saliera de la habitación esa noche, Louis no
volvería a encogerse de temor ante sus caricias.
Louis gimoteó cuando movió la mano despacio para introducir el pulgar en su
entrada, mientras continuaba lamiéndolo.
— ¡Harry! —jadeó con un involuntario estremecimiento de su cuerpo.
Él movió el dedo y la lengua aún más rápido, más profundo, aumentando la
presión mientras giraba y giraba. Louis sentía que la cabeza le daba vueltas por el
roce de la barba de Harry en su sexo.
Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de
forma tan violenta que echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se
convulsionaba por las continuas oleadas de placer.
Pero Harry no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro
nuevo orgasmo, casi seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciado, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la
almohada, mientras harry continuaba su implacable asalto.
— Harry, por favor —le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando
continuos espasmos por sus caricias—. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
Louis se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba
entrecortadamente. Jamás había conocido un placer tan intenso.
Harry trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí
se quedó.
— Dime la verdad, Louis —le dijo al oído—. ¿Has sentido algo así antes?
— No —susurró Louis con honestidad; dudaba que muchas personas hubiesen
conocido algo semejante a lo que Louis acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna—. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Harry lo contempló como si quisiese devorarlo.
Louis sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él
no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso
proporcionarle lo mismo que Louis acababa de vivir. O al menos, algo que se le
aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Harry le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con
mucha ternura.
— Tu intención es buena, pero no te molestes.
— Harry —le dijo en tono de reproche—. Sé que es muy doloroso para una persona si no se…
— No puedo —insistió él, interrumpiéndolo de nuevo.
Louis lo miró ceñudo.
— ¿Que no puedes qué?
— Tener un orgasmo.
Louis abrió la boca, atónito. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos,
sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
— Es parte de la maldición —le explicó él—. Puedo darte placer, pero si me
tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
— Entonces, ¿por qué…?
— Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
— Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es
cierto?
Harry lo cogió por la barbilla y lo obligó a mirarle a los ojos.
— No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti
ahora mismo.
— No lo entiendo.
— Yo tampoco —le confesó mirándolo a los ojos, como si buscase en Louis la
respuesta—. Acuéstate conmigo —susurró—. Por favor.
Louis hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella
sencilla petición. Su pobre Harry. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle
eso a alguien como él?
Harry cogió el libro y se lo dio a Louis.
— Léeme.
Louis abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la
cama.
Se estiró en el colchón e hizo que Louis se tumbara a su lado. Sin decir una
sola palabra, tiró de la manta y lo rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia
de Wendy y Peter Pan.
Estuvieron así durante una hora.
— Me encanta tu voz. Tu forma de hablar —le dijo mientras Louis se detenía
para pasar una página.
Louis sonrió.
— Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he
escuchado jamás.
Harry le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. Louis
alzó la mirada hasta sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y lo contemplaba
con un anhelo que la dejó sin respiración.
Entonces, para su asombro, lo besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la
habitación en penumbra. Louis no sabía qué decir mientras Harry se acurrucaba tras él y lo abrazaba por la espalda.
Harry le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado
de la suya.
— Me encanta tu olor —le susurró, abrazándolo con fuerza.
— Gracias —respondió Louis en un murmullo.
No estaba seguro, pero le daba la impresión de que Harry sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los
vaqueros le rasparon las piernas.
— ¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
— No —contestó tranquilamente—. De este modo, sé que mi cucharilla
permanecerá alejada de tu…
— Ni se te ocurra decirlo —dijo con una carcajada—. No te ofendas, pero tu
hermano es asqueroso.
— Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
Louis le quitó el mando a distancia de las manos.
— Buenas noches, Harry.
— Buenas noches, cariño.
Louis apagó la luz.
Al instante, notó cómo Harry se tensaba. Su respiración se convirtió en un
jadeo entrecortado y se apartó de Louis.
— ¿Harry?
Él no contestó.
Preocupado, Louis encendió la luz para poder verle. Se abrazaba con fuerza
el torso, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y
una mirada aterrada y salvaje mientras se esforzaba por respirar.
— ¿Harry?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla
espantosa. Louis vio cómo alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para
asegurarse que todo era real, no una alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, Louis lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la
intensidad.
— Lo siento Harry, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
Louis lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo
en Louis como si no pudiese hacer otra cosa. Harry apoyó la cabeza sobre sus
pechos.
Con los dientes apretados, Louis sintió que los ojos se le llenaban de
lágrimas. Y en ese instante supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado,
esperaba que Harry pudiese vengarse del responsable de su sufrimiento.
Harry y Louis ayudaron a Niall a desmontar el puestecillo ambulante y a
guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.
— Has estado muy callado —le dijo Louis mientras se detenía en un semáforo
en rojo.
Observó cómo la mirada de Harry seguía el movimiento de los automóviles
que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el
límite entre la fantasía y la realidad.
— No sé qué decir —respondió tras una breve pausa.
— Dime cómo te sientes.
— ¿Sobre qué?
Louis se rió.
— Definitivamente, eres un hombre —le dijo—. ¿Sabes? Las sesiones con los
hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no
decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Harry bajó la vista hasta su regazo, y Louis observó el modo en que acariciaba
distraídamente su anillo con el pulgar.
— Dijiste que eras un sexólogo, ¿qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.
— Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas
que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.
— ¿Ninfómanas?
Louis asintió.
— He conocido a unas cuantas.
— Apuesto a que sí.
— ¿Y los hombres? —preguntó él.
— No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho.
Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico…
— ¿Y eso qué es?
— Algo que estoy completamente seguro que tú no padecerías jamás —le
contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía.
Se aclaró la garganta y se lo explicó—. Son hombres que tienen miedo de que sus
compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.
— ¡Ah!
— También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos
que quieren cambiarse de sexo…
— ¿Se puede hacer eso? —preguntó Harry, totalmente pasmado.
— ¡Claro! —respondió Louis con un gesto de la mano—. Te sorprendería
saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.
Harry permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que
era la radio cuando, de repente, él preguntó:
— ¿Por qué quieres ayudarlos?
— No lo sé —le respondió con franqueza—. Supongo que se remonta a mi
infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían
mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de
historia y mi madre ama de casa…
— ¿Qué es un ama de casa?
— Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres.
En el fondo, nunca me trataron como a un niño, por eso, cuando estaba cerca de
otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me
ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y,
después de un tiempo, mejoré bastante.
— Excepto con los hombres.
— Ésa es una historia totalmente diferente —le dijo, suspirando—. De
adolescente era un chico inseguro, y los chicos del instituto no se acercaban a
mí, a menos que quisieran burlarse.
— ¿Burlarse de ti?, ¿por qué?
Louis se encogió de hombros con un gesto indiferente. Por lo menos, esos
viejos recuerdos habían dejado de molestarlo. Finalmente los había superado.
— Porque era feo y gordo-le dijo Louis—. ¿Y tú?
— Yo no era gordo.
Lo dijo con un tono tan inexpresivo y serio que Louis no pudo evitar estallar
en carcajadas.
— No era eso a lo que me refería, y lo sabes muy bien. ¿Cómo fue tu
adolescencia?
— Ya te lo he dicho.
Louis le miró furioso.
— En serio.
— En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con mujeres y me bañaba.
Normalmente, en ese orden.
— Todavía tenemos problemas con esto de la falta de confianza, ¿no? —
preguntó Louis de forma retórica.
Asumiendo su papel de psicólogo, cambió a un tema que a él le resultara más
fácil.
— ¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que participaste en
una batalla?
— No sentí nada.
— ¿No estabas asustado?
— ¿De qué?
— De morir, o de que te hirieran.
— No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió desconcertarlo.
— ¿Y cómo es que no tenías miedo?
— No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo que seguir viviendo.
Impresionado por sus palabras, Louis tomó el camino de entrada a su casa.
Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el momento, bajó del
coche y abrió el maletero.
Harry cogió las bolsas y la siguió hasta la casa.
Se dirigieron a la planta alta. Louis sacó sus cómodos vaqueros del vestidor
e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa nueva de Harry.
— Veamos —dijo, arrugando las bolsas vacías para arrojarlas a la papelera
de mimbre, colocada junto al armario—. Es viernes por la noche. ¿Qué te gustaría
hacer? ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres dar una vuelta por la ciudad?
Su hambrienta mirada la recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que
ardiera al instante.
— Ya conoces mi respuesta.
— Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello del doctor, y otro en contra.
¿Alguna otra alternativa?
— ¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?
— De acuerdo —respondió Louis, mientras se acercaba a la mesita de noche
para coger el teléfono—. Déjame que compruebe los mensajes y después
prepararemos la cena.
Harry siguió colocando su ropa, mientras Louis llamaba al servicio de
contestador y hablaba con ellos.
Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una nota de alarma en la
voz de Louis.
— ¿Dijo qué quería?
Harry se giró para poder observarlo. Tenía los ojos ligeramente dilatados, y
sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
— ¿Por qué le dio mi número de teléfono? —preguntó enfadado—. Mis
pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con su superior?
Harry se acercó a Louis.
— ¿Algo va mal?
Louis alzó la mano, indicándole que permaneciera en silencio para poder
escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo.
— Muy bien —dijo tras una larga espera—. Tendré que cambiar el número de
nuevo. Gracias —colgó el teléfono, frunciendo el ceño por la preocupación.
— ¿Qué ha pasado? —le preguntó él.
Louis resopló irritado mientras se frotaba el cuello.
— La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es nueva, le dio mi
número privado a uno de mis pacientes.
Hablaba tan rápido que a Harry le costaba trabajo seguirlo.
— Bueno, en realidad, no es mi paciente —prosiguió sin detenerse—. Jamás
habría aceptado a un hombre así, pero Luanne, la doctora Jenkins, no es tan
selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda prisa, por una emergencia familiar. Así es que Beth y yo tuvimos que repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras Louis está fuera. Aún así, no quise quedarme con este hombre tan horripilante, pero Beth no pasa consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido al régimen de libertad condicional.
Louis lo miró con el pánico reflejado en sus ojos azules.
— Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso me juró que no
habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una amenaza para nadie.
Harry sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad de información que
Louis estaba soltando, y que él era incapaz de comprender en su mayor parte.
— ¿Eso es un problema?
— Es un poquito espeluznante —dijo con las manos temblorosas—. Es un
acosador. Acaban de darle el alta de un hospital psiquiátrico.
— ¿Un acosador? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso?
Al escuchar la explicación, Harry no pudo evitar quedarse con la boca abierta.
— ¿Permitís que estas personas se muevan a su antojo?
— Bueno, sí. La idea es ayudarlos.
Harry estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése en el que los
hombres se negaban a proteger a sus mujeres y niños de la depravación?
— En mi época, no permitíamos que personas así se acercaran a nuestras
familias. Nos asegurábamos de que no andaran sueltos por nuestras calles.
— ¡Bienvenido al siglo veintiuno! —exclamó Louis con amargura—. Aquí
hacemos las cosas de un modo… distinto.
Harry movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en todas las cosas
de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a esta gente, ni su
modo de vida.
— No encajo en este mundo —masculló.
— Harry…
Se alejó cuando vio que Louis se acercaba a él.
— Louis, sabes que es así. Supongamos que rompemos la maldición; ¿de
qué me va a servir? ¿Qué se supone que voy a hacer aquí? No puedo leer tu
idioma, no sé conducir y no tengo posibilidades de trabajar. Hay demasiadas cosas que no entiendo. Me siento perdido…
Louis se estremeció ante la evidente angustia que Harry intentaba ocultar con
todas sus fuerzas.
— Sólo estás un poco agobiado. Pero lo haremos pasito a pasito. Te
enseñaré a conducir y a leer. Y con respecto al trabajo… sé que eres capaz de
hacer muchas cosas.
— ¿Como qué?
— No lo sé. Además de ser un soldado, ¿a qué otra cosa te dedicabas en
Macedonia?
— Era un general, Louis. Lo único que sé hacer es dirigir a un antiguo
ejército en una batalla. Nada más.
Louis tomó su cara entre las manos y lo miró con dureza.
— No te atrevas a abandonar ahora. Me has dicho que no tenías miedo a
luchar, ¿cómo puedes asustarte por esto?
— No lo sé, pero me asusta.
Algo extraño ocurrió entonces; Louis percibió que Harry le había permitido
acercarse. No de forma muy íntima, pero por la expresión de su rostro se daba
cuenta de que estaba admitiendo su vulnerabilidad ante él. Y, en el fondo, sabía
que no era el tipo de hombre que admite fácilmente ese hecho.
— Yo te ayudaré.
La duda que reflejaban los ojos verdes hizo que se le revolviera el estómago.
— ¿Por qué?
— Porque somos amigos —le respondió con ternura, mientras le acariciaba la
mejilla con el pulgar—. ¿No fue eso lo que le dijiste a Cupido?
— Ya escuchaste su respuesta. No tengo amigos.
— Ahora sí.
Harry se inclinó y lo besó en la frente, atrayéndolo hacia su cuerpo para darle un
fuerte abrazo. El cálido aroma del sándalo lo inundó mientras escuchaba cómo el
corazón de Harry latía frenéticamente bajo su mejilla rodeada por sus bíceps. Fue un gesto tan tierno que a Louis le llegó al alma.
— De acuerdo, Louis —le dijo en voz baja—. Lo intentaremos. Pero
prométeme que no dejarás que te haga daño.
Louis lo miró ceñudo.
— Estoy hablando en serio. Una vez que me pongas los grilletes, no me
sueltes bajo ninguna circunstancia. Júralo.
— Pero…
— ¡Júralo! —insistió él con brusquedad.
— Muy bien. Si no puedes controlarte, no te liberaré. Pero yo también quiero
que me prometas una cosa.
Harry se apartó un poco y lo miró con escepticismo. No obstante, siguió
abrazándolo.
— ¿Qué?
Louis apoyó las manos sobre sus fuertes bíceps y sintió cómo la piel de
Harry se erizaba bajo su contacto. Él bajó la mirada hacia sus manos, con una de
las expresiones más tiernas que Louis había visto nunca.
— Prométeme que no vas a desistir —le dijo—, que vas a intentar acabar con
la maldición.
Lo miró con una sonrisa extraña.
— Está bien. Lo intentaré.
— Y lo lograrás.
Harry sonrió al escuchar su comentario.
— Tienes el optimismo de un niño.
Louis le devolvió la sonrisa.
— Como Peter Pan.
— ¿Peter qué?
Louis se alejó de sus brazos de mala gana. Tomándolo de la mano, lo llevó
hasta la puerta del dormitorio.
— Acompáñame, esclavo macedonio mío, y te contaré quiénes son Peter Pan
y los Niños Perdidos.
— Entonces, ¿ese chico nunca se hizo mayor? —preguntó Harry mientras
preparaban la cena.
Louis estaba muy sorprendido, ya que él no se había quejado cuando le pidió
que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado a usar cuchillos
para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquLouis pequeña peculiaridad, se concentró
en la salsa para los tallarines.
— No. Regresó a la isla con Campanilla.
— Interesante.
Louis metió una cuchara en la salsa y, poniendo una mano debajo para que
no goteara, se la acercó a Harry para que la probase, después de haberla enfriado.
— Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que Louis le diera a probar la salsa.
Louis observó cómo la saboreaba.
— Está deliciosa.
— ¿Demasiada sal quizás?
— No, está perfecta.
Louis sonrió alegremente.
— Ten —le dijo Harry, ofreciéndole un trozo de queso.
Louis abrió la boca, pero él no se lo dio; aprovechándose de las
circunstancias, se adueñó de sus labios para besarlo a conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento debería ser
inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla para la
posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios…
Mmm, Louis no quería pararse a pensar en esos deliciosos labios y en lo que
eran capaces de hacer.
Harry lo sujetó por la cintura apretándolo contra sus caderas, justo sobre el
lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros. ¡Por amor de Dios!, este
hombre estaba maravillosamente dotado y Louis comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales para él.
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Harry se tensaba y cómo su respiración comenzaba a alterarse.
Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y Louis empezaba a temer que, si no lo
detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso atrás, deshaciendo
el tórrido abrazo.
— Harry, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo mientras lo devoraba
con los ojos.
— Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan jodidamente
deseable.
El comentario fue tan inesperado que Louis se rió con ganas.
— Lo siento —le dijo, captando el gesto irritado de Harry—. Al contrario de lo
que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrada a que me digan cosas como ésa. El
mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el de un chico llamado Rick Glysdale. El día de la graduación, vino a recogerme a casa, me miró de arriba abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Harry resopló.
— Me preocupan las personas de esta época, Louis. Todos parecen ser unos
completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, Louis le dio un ligero beso en la mejilla y se acercó a la olla
para sacar la pasta del agua antes de que se pasara.
Mientras echaba los tallarines en el escurridor, se acordó del pan.
— ¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Harry se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a Louis una suculenta
visión de su parte trasera. Louis se mordió el labio inferior, mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano por ese firme y prieto trasero.
— Están a punto de quemarse.
— ¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? —le preguntó, intentando no derramar el
agua que estaba hirviendo.
— Claro —Harry cogió el trapo de la encimera, y comenzó a sacar el pan. De
repente, soltó un juramento que llamó la atención de Louis.
Louis se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
— ¡Allí! —exclamó, quitándose de en medio—. Échalo al fregadero.
Harry lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano con el trapo y Louis
siseó de dolor.
— ¿Te he quemado? —le preguntó.
— Un poco.
Harry hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle la quemadura.
— Lo siento —le dijo, un momento antes de llevarse el dedo de Louis a la
boca.
Atónito, no fue capaz de moverse mientras Harry pasaba la lengua por la
sensibilizada piel de su dedo. A pesar de la quemazón de la herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
— Eso no le viene bien a la quemadura —susurró.
Con el dedo aún en la boca, Harry le dedicó una sonrisa traviesa y alargó el
brazo para abrir el grifo, que estaba a su espalda. Hizo un círculo completo con la
lengua alrededor del dedo una vez más antes de abrir la boca y colocarlo bajo el
chorro de agua fría.
Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el escozor de la quemadura,
se acercó a la planta de aloe, que estaba en alféizar de la ventana, y cortó un trozo.
— ¿Conoces las propiedades del aloe? —le preguntó Louis.
— Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de que yo naciera —
respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta, Louis sintió que un
escalofrío le recorría la espalda y se le hacía un nudo en el estómago.
— ¿Te sientes mejor?
Louis asintió con la cabeza.
Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Harry contempló sus labios
como si aún pudiese percibir su sabor.
— Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú él que se encargue del
horno —le dijo.
— Probablemente sea lo mejor.
Louis se apartó de él y sacó las baguettes, que aún eran comestibles.
Sirvió los platos y precedió a Harry hasta la sala de estar, donde se sentaron
a comer en el suelo, delante del sofá, mientras veían Matrix.
— Me encanta esta película —dijo Louis cuando empezaba la película.
Harry colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a Louis.
— ¿Siempre comes en el suelo? —le preguntó antes de llevarse un trozo de
pan a la boca.
Fascinado por la armonía de sus movimientos, Louis observó atentamente
cómo la mandíbula de Harry se tensaba al masticar.
¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca
agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadores lo habían
utilizado.
La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba
empezando a resultarle muy tentadora.
Y además tenían aquellos grilletes…
— Bueno —dijo alejando su mente de aquella maravillosa piel, y de lo bien que se vería si Harry estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón—, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las
noches estoy solo, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.
Harry giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los
tallarines estuvieron perfectamente enrollados.
— Necesitas a alguien que cuide de ti —le dijo antes de llevarse el tenedor a
la boca.
Louis se encogió de hombros.
— Yo me cuido solo.
— No es lo mismo.
Louis lo miró ceñudo. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía
desde el punto de vista machista. Harry hablaba desde el corazón y basándose en
su propia experiencia.
— Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? —
susurró Louis.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que Louis captara el
destello del deseo en sus ojos. Louis lo observó mientras permanecía unos minutos
atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. Louis estaba todo
cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.
— Enséñame cómo haces eso —le dijo.
Harry lo miró con curiosidad.
— ¿El qué?
— Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No
consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdido.
— Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que
lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
Louis se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
— A ver, ¿cómo lo haces?
Harry tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
— Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y Louis.
— Harry… —le advirtió Louis.
— Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
— Hum… —exclamó dubitativo. De todos modos, no podía evitar sentir su
proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Harry se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras Louis, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado
de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, Louis notó su erección
presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba
empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Harry mientras su cuerpo fibroso y esbelto se
acomodaba tras Louis, dejándolo sin aliento y muy inseguro.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su
interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Harry que le hacía sentirse tan protegido y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había
nada malévolo en las sensaciones que la embargaban.
— Muy bien —le dijo Harry, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una
descarga eléctrica la traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos
sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma que desprendía el cabello de Louis. Estaba empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse
en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y olvidarse de lo mucho que deseaba
hacerle el amor.
Louis deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese
modo las sensaciones que su piel cálida y suave producían en Harry. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de Louis, y no se trataba sólo de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
Louis no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el
anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se merecía una persona como Louis.
Jamás lo había merecido…
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar
los tallarines en el tenedor.
— ¿Ves? —murmuró, acercándole el tenedor a los labios—. Es sencillo.
Louis abrió la boca y Harry introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo
sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía
que se alejara de Louis.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un
amigo…
No podía dejarlo ahora. No sabía cómo hacerlo.
Así que siguió dándole de comer.
Louis se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que
él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Harry. Él le mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.
Louis sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que
se tensaba ese músculo bajo su mano… le encantaba cómo se movía su cuerpo,
cómo se relajaban y se contraían sus músculos, por muy pequeño que fuese el
esfuerzo.
Una persona jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Harry le robó unos cuantos
tallarines.
— ¡Oye, tú! —le dijo bromeando—. Eso es mío.
Sus celestiales ojos verdes resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el
tenedor para que siguiera comiendo.
Mientras masticaba, Louis le acercó la copa de vino a los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que
el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa.
— ¡Lo siento! —exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente
barba le raspaba la piel—. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer
el vino que caía por sus dedos.
Louis dejó escapar un gemido. Harry le lamía los dedos y los mordisqueaba
con mucha suavidad, y Louis se estremecía de la cabeza a los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la
barbilla y capturó sus labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que Louis estaba acostumbrado. El que
utilizaba para seducirlo y devorarlo.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Harry eran delicados pero
exigentes.
Entonces se alejó.
— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó.
— Sí —balbució Louis, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su
cuerpo estaba experimentando junto a él.
Harry le ofreció más tallarines.
Cuando Louis le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Harry le
cubrió la mano con la suya mientras lo observaba con ojos risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta
el final de la película. Harry pareció muy interesado en las luchas finales.
— Vuestras armas son fascinantes —comentó.
— Supongo que para un general deben serlo.
Harry lo miró de reojo y siguió atento a la película.
— ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
— Las alegorías.
Harry asintió.
— Tiene influencias de Platón.
— ¿Conoces a Platón? —le preguntó sorprendido.
— Lo estudié cuando era joven.
— ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
— Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y
paliza.
— No estás hablando en serio, Harry.
— Ya.
Una vez acabó la película, lo ayudó a recoger la cocina.
Cuando Louis cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
— No tardaré nada —le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
— Louis, ¿eres tú?
Se quedó helado al escuchar la voz de Rodnay Carmichael.
— Hola, señor Carmichael —lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido
suficiente para hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a
Luanne y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
— ¿Dónde estuviste hoy, Louis? No estarás enfermo, ¿verdad? Podría
llevarte…
— ¿No le cambió Lisa su cita?
— Sí, pero estaba pensando que podíam…
— Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la
hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
— ¿Louis?
Louis saltó y chilló al escuchar la voz de Harry a su espalda.
Harry lo observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber
encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizado.
— ¿Estás bien? —le preguntó Harry.
— Sí, lo siento —dijo, colgando el teléfono—. Era ese paciente del que te
hablé. Rodney Carmichael. Me saca de quicio.
— ¿Qué?
— Que me pone muy nervioso —por primera vez, agradecía muchísimo la
presencia de Harry. De no estar él, se habría ido a casa de Niall y Zayn, en busca
de su hospitalidad durante el fin de semana—. Venga —le dijo mientras apagaba la luz de la cocina—. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a leer?
Harry negó con la cabeza.
— No abandonas, ¿verdad?
— No.
— Muy bien —le respondió, siguiéndolo escaleras arriba—. Acepto que me
des clases si te pones la ropa interior roj…
— No, no y no —dijo Louis, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose
para mirarlo—. Me temo que eso no va a ser posible.
Harry se acercó le acarició el pelo.
— ¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué
mejor musa que tú vestido con…?
Louis le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera
hablando.
— Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas
ya.
Harry le mordisqueó los dedos.
— Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que lo convenciera.
— Será mejor que te comportes —le advirtió, mirándole por encima del
hombro mientras acababa de subir los escalones.
Louis entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en
biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de
Peter Pan.
Harry rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. Louis corrió hacia el
cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el
espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Harry lo veía
con esas pintas saldría dando alaridos de la habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se
quitó la prenda y se puso su sencilla pijama azul antes de regresar a la habitación.
Harry meneó la cabeza.
— ¿Por qué te has puesto eso?
— Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres
babeen.
— ¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un alien?
Louis frunció el ceño ante su lógica.
— No.
— ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un
hombre?
— Porque no soy ciego. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo
modo que las personas hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunado
cuando se dan cuenta de que soy una persona.
— Louis —masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de
la cama—. Ven aquí —le ordenó.
Louis obedeció.
Harry lo colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Harry le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de Louis.
— ¿Qué ves cuando te miras?
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos
A Harry no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera de la pijama, donde
descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre su oreja,
mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un hermoso
cabello castaño. Suave y abundante.
Louis empezó a temblar.
— Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño
diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados.
No sonaba tan mal dicho por Harry.
Le desabrochó el cinturón e hizo una mueca ante la visión de la pijama
azul. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándolo con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Harry le bajó el cinturon por los
brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro
mientras sus ojos la contemplaban a través del espejo.
Le quitó la pijama.
— Harry —dijo Louis, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Louis no pudo moverse, ya que la
pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Harry la sumieron en un estadonde trance.
— Quiero verte, Louis —le dijo en un tono que dejaba a las claras que no
admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, Harry le quitó la pijama y pasó sus
manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Eres hermoso —susurró, incorporándose tras Louis—.
— Harry —balbució Louis con un gemido y el cuerpo abrasado—. Recuerda
tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, Louis observó sin aliento en el
espejo cómo Harry dejaba su pecho y le acariciaba las costillas, descendiendo
hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus bóxers.
— Tienes un cuerpo hermoso, Louis —le dijo mientras le acariciaba.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Harry le mordisqueó el cuello
mientras sus manos jugueteaban con los bellos oscuros de su entrepierna.
— Harry —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de
hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
Louis gimió, consumido por la pasión. Harry capturó sus labios y lo besó
plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
Lo levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras lo llevaba hasta la
cama. De algún modo, se las arregló para acomodarlo sobre el colchón y tumbarse sobre Louis sin dejar de besarlo.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, Louis se sentía arder con sus caricias. Con su aroma
escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a Louis.
Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le separaba los muslos con las
rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre Louis.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras
restregaba sus esbeltas caderas contra Louis. Aun a través de los vaqueros, podía
sentir su erección presionando sobre su entrepierna. Como si estuviesen atraídas
por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Harry.
— Eso es, Louis —murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su
miembro hinchado contra el de Louis, de un modo tan magistral que Louis supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de él—. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
Louis volvió a gemir cuando Harry abandonó sus labios y dejó un abrasador
reguero de besos por su garganta, hasta llegar a su pecho, que comenzó a
succionar con suavidad.
Louis deliraba de placer mientras enterraba las manos en los rizos castaños de
Harry.
Harry atormentó implacablemente su pecho con la lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le suponía
mantenerse vestido. Quería introducirse en Louis con tanta desesperación que su
cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de Louis, le daban ganas de gritar
por la agonía del deseo insatisfecho. Era la tortura más deliciosa que jamás había
experimentado.
Y todo empeoró al sentir a Louis deslizar las manos por su espalda, e
introducirlas en sus bolsillos traseros para acercarlo aún más, apretándolo con
fuerza.
Harry se estremeció ante la sensación.
— ¡Sí, oh, sí! —jadeaba Louis cuando él aumentó el ritmo de sus
embestidas.
Harry sintió que todo le daba vueltas. Tenía que hundirse en Louis. Y si no
podía hacerlo de una manera, por todos los templos de Atenas que lo haría de otra.
Se apartó de Louis y se movió hacia abajo, pasando los labios por su estómago
y besándole las caderas mientras le quitaba los bóxers.
Louis temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que él ostentaba en ese
momento.
— Por favor —le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. Louis se lo permitió sin protestar. Colocó
las manos bajo Louis y le elevó las caderas hasta que le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo instante en que Harry lo
tomó en la boca.
Louis enterró las manos en el cabello de él y echó la cabeza hacia atrás,
siseando de placer ante las caricias tan íntimas que la lengua de Harry le prodigaba.
Jamás había experimentado algo así. Una y otra vez, Harry lo lamía y lo atormentaba hasta dejarlo sin aliento, exhausto.
Harry cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y disfrutó de la
sensación. Los murmullos de placer que escapaban de la garganta de Louis
resonaban en sus oídos. Percibía cómo Louis reaccionaba ante cada caricia sensual de su lengua, cuidadosamente ejecutada. De hecho, sentía como le temblaban los muslos y las nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
Louis se retorcía de modo muy erótico en respuesta a sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Harry quiso mostrarle exactamente lo que se
había estado perdiendo. Cuando saliera de la habitación esa noche, Louis no
volvería a encogerse de temor ante sus caricias.
Louis gimoteó cuando movió la mano despacio para introducir el pulgar en su
entrada, mientras continuaba lamiéndolo.
— ¡Harry! —jadeó con un involuntario estremecimiento de su cuerpo.
Él movió el dedo y la lengua aún más rápido, más profundo, aumentando la
presión mientras giraba y giraba. Louis sentía que la cabeza le daba vueltas por el
roce de la barba de Harry en su sexo.
Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de
forma tan violenta que echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se
convulsionaba por las continuas oleadas de placer.
Pero Harry no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro
nuevo orgasmo, casi seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciado, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la
almohada, mientras harry continuaba su implacable asalto.
— Harry, por favor —le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando
continuos espasmos por sus caricias—. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
Louis se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba
entrecortadamente. Jamás había conocido un placer tan intenso.
Harry trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí
se quedó.
— Dime la verdad, Louis —le dijo al oído—. ¿Has sentido algo así antes?
— No —susurró Louis con honestidad; dudaba que muchas personas hubiesen
conocido algo semejante a lo que Louis acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna—. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Harry lo contempló como si quisiese devorarlo.
Louis sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él
no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso
proporcionarle lo mismo que Louis acababa de vivir. O al menos, algo que se le
aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Harry le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con
mucha ternura.
— Tu intención es buena, pero no te molestes.
— Harry —le dijo en tono de reproche—. Sé que es muy doloroso para una persona si no se…
— No puedo —insistió él, interrumpiéndolo de nuevo.
Louis lo miró ceñudo.
— ¿Que no puedes qué?
— Tener un orgasmo.
Louis abrió la boca, atónito. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos,
sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
— Es parte de la maldición —le explicó él—. Puedo darte placer, pero si me
tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
— Entonces, ¿por qué…?
— Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
— Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es
cierto?
Harry lo cogió por la barbilla y lo obligó a mirarle a los ojos.
— No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti
ahora mismo.
— No lo entiendo.
— Yo tampoco —le confesó mirándolo a los ojos, como si buscase en Louis la
respuesta—. Acuéstate conmigo —susurró—. Por favor.
Louis hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella
sencilla petición. Su pobre Harry. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle
eso a alguien como él?
Harry cogió el libro y se lo dio a Louis.
— Léeme.
Louis abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la
cama.
Se estiró en el colchón e hizo que Louis se tumbara a su lado. Sin decir una
sola palabra, tiró de la manta y lo rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia
de Wendy y Peter Pan.
Estuvieron así durante una hora.
— Me encanta tu voz. Tu forma de hablar —le dijo mientras Louis se detenía
para pasar una página.
Louis sonrió.
— Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he
escuchado jamás.
Harry le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. Louis
alzó la mirada hasta sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y lo contemplaba
con un anhelo que la dejó sin respiración.
Entonces, para su asombro, lo besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la
habitación en penumbra. Louis no sabía qué decir mientras Harry se acurrucaba tras él y lo abrazaba por la espalda.
Harry le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado
de la suya.
— Me encanta tu olor —le susurró, abrazándolo con fuerza.
— Gracias —respondió Louis en un murmullo.
No estaba seguro, pero le daba la impresión de que Harry sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los
vaqueros le rasparon las piernas.
— ¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
— No —contestó tranquilamente—. De este modo, sé que mi cucharilla
permanecerá alejada de tu…
— Ni se te ocurra decirlo —dijo con una carcajada—. No te ofendas, pero tu
hermano es asqueroso.
— Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
Louis le quitó el mando a distancia de las manos.
— Buenas noches, Harry.
— Buenas noches, cariño.
Louis apagó la luz.
Al instante, notó cómo Harry se tensaba. Su respiración se convirtió en un
jadeo entrecortado y se apartó de Louis.
— ¿Harry?
Él no contestó.
Preocupado, Louis encendió la luz para poder verle. Se abrazaba con fuerza
el torso, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y
una mirada aterrada y salvaje mientras se esforzaba por respirar.
— ¿Harry?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla
espantosa. Louis vio cómo alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para
asegurarse que todo era real, no una alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, Louis lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la
intensidad.
— Lo siento Harry, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
Louis lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo
en Louis como si no pudiese hacer otra cosa. Harry apoyó la cabeza sobre sus
pechos.
Con los dientes apretados, Louis sintió que los ojos se le llenaban de
lágrimas. Y en ese instante supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado,
esperaba que Harry pudiese vengarse del responsable de su sufrimiento.
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Gente loca, me pregunto que mierda se meten. Es cuestión de Nueva Orleands o que carajos.
Siguela, chico fan de Dark Hunter al cual yo admiro.
Se despide una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
Siguela, chico fan de Dark Hunter al cual yo admiro.
Se despide una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
Zarek
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
voy contigo (?vikathorihoran escribió:Te odio Priapo!! Ire con mi ejercito de duodicornios y te atacare!!! Ok, volviendo a la cordura (nunca)
Ame demasiado el capi!!! fue perfectamente perfecto!!!
Siguela!!
Abrazos Sicologicos!! :hug:
que acaso soy el unico cuerdo aqui (?
y sigue lo mejor
ya la segui
saludos
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
tal vezCindhy Parthenopeaus. escribió:Gente loca, me pregunto que mierda se meten. Es cuestión de Nueva Orleands o que carajos.
Siguela, chico fan de Dark Hunter al cual yo admiro.
Se despide una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
puede que la siga hoy pero en la noche
admirar? gracias aunque no creo ser digno de la admiracion de alguien (NO SOY DRAMATICO (?)
PD: me gusta tu firma :D
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
me alegra que te gusteA_mil_años escribió:Me encanto el capítulo
Síguela
Te odio priapo cuanto encuentre ya verás :wut:
Adiós XXX
ya la segui
ya oiste Priapo todos iran por ti!! (?
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
onedirectionfanboy#1 escribió:tal vezCindhy Parthenopeaus. escribió:Gente loca, me pregunto que mierda se meten. Es cuestión de Nueva Orleands o que carajos.
Siguela, chico fan de Dark Hunter al cual yo admiro.
Se despide una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
puede que la siga hoy pero en la noche
admirar? gracias aunque no creo ser digno de la admiracion de alguien (NO SOY DRAMATICO (?)
PD: me gusta tu firma :D
Alguien que cambie tan drasticamente la historia de una mujer y un hombre, a dos hombres es digno de mi admiración.
Y NO QUIERO DRAMTIZMO, Si lo dijo yo es la ley.
Mi sexy firma.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
Zarek
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
BienvenidaDidith escribió:asdfghjkl asdgshadgs
La amo !! Dios es tan sdfasdsasdas
Nueva Fiel lectora aqui presente !!! Ahora que eh descubierto tu novela no podre morir en paz hasta que descubra que pasa al final D:
Os amo a ti y a tu novela !! :ilusion:
jaja me alegra que te guste
ya pronto lo descubriras
jaja gracias
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
gracias, pero solo es cuestion de cambiar algunas cosasCindhy Parthenopeaus. escribió:onedirectionfanboy#1 escribió:tal vezCindhy Parthenopeaus. escribió:Gente loca, me pregunto que mierda se meten. Es cuestión de Nueva Orleands o que carajos.
Siguela, chico fan de Dark Hunter al cual yo admiro.
Se despide una Dark Hunter.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
puede que la siga hoy pero en la noche
admirar? gracias aunque no creo ser digno de la admiracion de alguien (NO SOY DRAMATICO (?)
PD: me gusta tu firma :D
Alguien que cambie tan drasticamente la historia de una mujer y un hombre, a dos hombres es digno de mi admiración.
Y NO QUIERO DRAMTIZMO, Si lo dijo yo es la ley.
Mi sexy firma.
Att: Parthenopeaus, Cindhy.
ok, mejor ya no digo nada por que se que terminare perdiendo
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
es una de mis tantas cualidades, otra es la modestia (?julyALC escribió:Si no tuvieras buen gusto por leer libros.
jamas hubieses puesto esta novela así que "callate" :muack:
Estaré en el siguiente...
extrañe la novela... antes subías un cap por dia.. y yo era perfecta.
porque la miraba antes de dormir ahahah me encanta. ME ENCANTA.
BUEN FIN DE SEMANA MEN ! :corre:
perdon pero pr la razon que ya te comente no habia podido subir
me alegra que te guste
Ángel J.D
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