"Un año de Lluvia" (Nick & Tú)

Estaba sentada en un café, justo en frete de él, debajo de un toldo que nos cubría en caso de que volviese a llover.
Él había permanecido callado observándome como si fuera lo más entretenido del mundo, mientras yo disfrutaba de aquello.
Hasta que decidí cortar el silencio, que al fin y al cabo no era silencio, porque se oían los autos, el bullicio, las cucharas de metal chocar con la loza de las tazas.
-¿Y cuantos años tienes?-Pregunté para romper el hielo, me miró y como siempre, si, eso que piensan, sonrió.
-Dieciocho- Si, si, me declaro asalta cunas oficial en este preciso moemento.
-No te creo.- Le guiñé un ojo, pero él parecía bastante serio, no había sido una broma al parecer.
-Es cierto. –Dijo levantando ambas cejas. Cuando abrí la boca para hablar, se presentó la camarera que parecía bastante emocionada con él.
-¿Qué van a pedir?-Preguntó en un perfecto ingles.
-Yo un cappuccino, ¿tú...?-Me miró, no sabía mi nombre, pero por ahora no le hacía falta saberlo.
-Lo mismo.-Miré a la señorita que miraba continuamente al chico, como si tuviera algún cartel luminosos pegado en la frente, algo en los dientes, o acné , y la verdad es que el cartel no estaba, su dentadura era blanca como la leche, y su piel perfecta. Me quedé por unos segundos contemplándolo, era realmente perfecto. Es decir, no era un maniquí con piel de yeso, ni un modelo de publicidad de colonia masculina, tampoco un dios griego a decir verdad, pero había algo en él que lo hacía perfecto, aún más perfecto que un maniquí, un galán de perfume, o un dios griego. Tal vez la forma tan perfectamente apetecible de sus labios, su manera de hablar, o de sonreír. Su expresiones y sus facciones, las líneas que se formaban en su rostro cuando sonreía. Sus lunares. Sus ojos y la forma que toman cuando sonríe, la manera que me mira o cuando me ve a los ojos cuando habla. Dicen que mirar a los ojos a tu interlocutor mientras le hablas o te habla es una clara señal de valentía.
La camarera se retiró y al fin pude hablar.
-Entonces… -Me acomodé en la silla mientras cruzaba mis piernas, una sobre la otra, apoyé mis codos sobre la mesa y deposité mi cabeza en ambas manos.-¿te deja mami andar solo con una extraña por las calles londinenses? –Guiñe un ojo, creo que ya era un tic que se me había incorporado desde que lo conocí.
-Hm…-Arrugó la nariz, lo que se me hizo tremendamente gracioso, tierno, y sexy.-Mami está en Francia.
-A ¿Si?-Pregunté haciéndome la interesada por saber las proezas de su madre, cuando en realidad lo que me interesaba era ver esos labios moverse al compas de mis ganas psicópatas de besarlos.
-Si, está allí con mi padre, y mi hermano menor.-Explicó.
-¿Y que haces tan lejos de ellos?-En realidad yo no era la indicada para preguntar aquello, había dejado a mi familia en Suramérica para venir a Europa y hacerme la “mundista” junto con mi novio-nº 17- que hace exactamente tres semanas me había roto el corazón, vaciado mi cuenta en el banco, y llevado el manuscrito del que creía mi próximo éxito como escritora para adolescentes igual de cursis e ilusas que yo.
-Actúo.-expresó como sui fuera obvio.
-Allá en Francia está prohibido.- Bromeé y me senté bien al ver que llegaba la moza con nuestro pedido.
-No.-Río y me derretí.- Es que me ofrecieron este papel acá. Allá también actué un tiempo, mis padres decidieron quedarse allí, y supusieron que era lo suficientemente responsable como para vivir solo aquí.- También se acomodó en su asiento agradeció y endulzo su bebida con un edulcorante-cosa que no me llamó la atención, había tenido un novio francés, los franceses se preocupan mucho por la apariencia física, pero no mucho por la higiene-. Yo hice lo mismo, con la diferencia que agarré dos sobres de azúcar y los vacié enteros dentro de la taza, revolví y lo volvía mirar.
-Con que responsable…-Movía arriba y abajo sutilmente mi cabeza un par de veces mientras escondía mi labio superior debajo del inferior al estilo, pucheros de asombro.
-Creo…-Bebió un poco de su taza, me quedé muda al ver sus labios hermosos posarse en la loza de esta. ¡Quise ser taza!-Y entonces… ¿Tu que edad tienes?
-No te digo…-Le dije y cerré los ojos, arrugando los parpados, mientras tomaba un poco de mi cappuccino.- Primero porque es tremendamente horrible que un hombre pregunte eso a una mujer, y segundo porque no quiero decirte.-Apretó los labios de forma graciosa y asintió.
-Me parece muy bien.- Otra vez bebió.-pero tarde o temprano lo sabré.
-Ya veremos….-Hice una pausa.-Porque para eso tienes que pasar más de dos a tres horas conmigo. ¿Cierto?-Lo miré pícaramente y se me ocurrió algo.- Si hasta el final de esta amable invitación que me has hecho, no adivinas mi edad tendrás que invitarme en otra ocasión y pondremos el pretexto de que debes averiguarla. Si la adivinas me debes invitar a comer.-Pensé- A comprar ropa y tal vez tengas una recompensa, pero… no te vuelvo a molestar más.
-Echo.- Sonrió por milésima vez.-¿y hay algo que me pueda saber acerca de ti?-preguntó con aire suspicaz.
-Si, de echo… Es muy importante que sepas que estos no son los únicos zapatos que tengo, ni estas las únicas medias.
-Es bueno saberlo.-Dijo después de recuperarse de una innata carcajada.
-Lo sé.-asentí repetidas veces con una expresión que al parecer le causó gracia.
Luego de unos cuantos tragos de cappuccino, y algunas que otras preguntas de él y contestaciones nada cuerdas de mi parte, y muchas sonrisas, risas y carcajadas.-Oh cuantas “y” a mi profesora de lengua no le gustaría- Luego de todo eso, y, terminó-para mi mala suerte- la dulce velada sin velas.
-Em… 20-Arriesgo luego de tres minutos de pensarlo.
-¡No!- Negué mientras reía.
-¿Más o menos?-Preguntó con cara pensativa.
-No te digo, averígualo en la próxima. –Ya estábamos lejos del café a unas cinco cuadras, caminábamos por las calles de la Londres antigua.
-Así que habrá próxima.-Dijo con un tono de fastidio.-fingido claro está, aunque no lo supe hasta muchos días después.-
-Si para tu mala suerte, hasta que averigües mi edad.-Miré a ambos lados de la calle.-Bueno, creo que nos tenemos que despedir, fue demasiado de mi presencia por hoy.
-Tienes razón.
-Entonces adiós.-Dije extendiendo mi mano para que las estrechara.
-Adiós.- Tomó mi mano, la besó, y me miró sonriente.
-Ahora date la vuelta para que desaparezca.-Me acomodé el abrigo y él mientras me miró sin entender mucho.
-¿Eres bruja o algo?
-Algo así. Date la vuelta.-Le ordené. Lo hizo.
-Cuenta hasta veinte lento y no te des vuelta hasta que hayas terminado.
-Estás loca.-Me dijo y yo sonreí aunque no me viera.
-Lo sé.- Y ahí terminó nuestra charla, el comenzó a contar y yo “desaparecí” pero no por mucho tiempo.