"Chico travieso" (Joe y tú)

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JAPI VERDE TU YU
JAPI VERDE TU YU
JAPI VERDE ADE (ALIAS REVIENTACREMALLERAS(?)
JAPI VERDE TU YUUUUUUUUU ♪

PASÁ UN DÍA HEEEEEEEEEEERMOOOOOOOOOSO ADE!
Y OJALÁ QUE TODOS TUS SUEÑOS SE HAGAN REALIDAD (AGARRAR EL MICROFONO DE JOE(?)
AH, MÁS TARDE A LA NOCHE TE VA A LLEGAR UN REGALITO :¬w¬:
JOE EN BOLAS PERO SSSSHH, NO SE LO DIGAS A NADIE(?
LOS JONAS TE AMAN, SABELO ;) (? JAJAJAJ
:cumple:

- ¿Qué quieres decir?
—Exactamente lo que he dicho —contestó, entrecerrando los ojos mientras miraba hacia atrás—. Estoy bien teniendo a la princesa. Te llevaré a mi cama, te trataré como al cristal y te amaré con todo lo que tengo para darte, durante tanto tiempo como me soportes. Pero no tientes a la bestia, dulzura, porque cuando tiene hambre, podrías conseguir más de lo que esperas.
Vio su expresión quedarse en blanco.
— ¿Me amas? —Parpadeó, tan malditamente inocente que hizo que sus intestinos se apretaran.


—______, siempre te he amado —le dijo, queriendo decirlo—. De algún modo u otro, siempre has sido parte de mí. Eres lo bastante mayor para decidir si quieres asentarte con un hombre, para siempre, o no. Me figuro que puedo darte este verano para decidir seguramente si soy ese hombre. Si no lo soy, entonces te dejaré ir. No será fácil. Soy un hijo de puta con una actitud que viene desde hace años, pero te dejaré ir.

—Pero, Joe, siempre te he amado. —Le miró con confusión ahora, esperanza y miedo en partes iguales ensombreciéndole los ojos.
Golpeteó con los dedos sobre el timón, girándolo hasta que se balanceó en otra vía navegable que llevaba a la ensenada privada. La familia de Nick poseía la pequeña propiedad que bordeaba la bahía. Estaba detrás de una zona de tierra subdesarrollada, y completamente privada.

—Sí, sé que lo haces —respondió finalmente mientras se arrastraba hasta la sombra de un banco de árboles y apagaba el motor.
No dijo nada más mientras se movía más allá de las puertas correderas, lanzando la pesada ancla delantera antes de moverse a la trasera y hacer lo mismo. Cuando volvió al salón, se detuvo en la mesa.

—Regresé por ti —dijo, inclinándose contra la pequeña barra, forzándose a pararse lejos de ella—. Por eso papá estaba tan cabreado. Sabía que
regresaba por ti. Y los rumores son hechos, nena. No me empujes donde los juegos son preocupantes.

—No te necesito ni a tu padre para tomar las decisiones por mí —dijo bruscamente, sus ojos grises llameando con desafío—. Si vamos a intentar una relación, entonces nos encontraremos en el centro. De algún modo. Pero no si piensas que puedes planearme la vida.
Los labios de él se torcieron. Ella era un haz de fuego, eso era malditamente seguro.

—Quítate los pantalones —susurró él—. Vamos a dar un paso cada vez, _____. Veremos cuáles son tus límites juntos.

—Nuestros límites —replicó ella—. No solo los míos.
Los labios de él se curvaron en una sonrisa francamente sexual y malvada.
_____ se relamió nerviosamente. Esta acción tuvo a la cabeza de su erección latiendo de necesidad. Maldición, quería a esa pequeña lengua allí lavando la gruesa cresta, lamiendo alrededor de ella como si fuera su sabor favorito.
Ella se mordió el labio inferior y miró a la lejos respirando profundamente. Sus manos se movieron, las sacó de los bolsillos de los vaqueros antes de moverlas bajo la camisa para desabrochar los pantalones. Se quitó las sandalias y luego empujó los vaqueros sobre las caderas y abajo por las piernas.
En unos segundos ella los colocaba sobre la silla con su camisa antes de girarse a él.

—Solías excitarme como una pequeña pícara bronceada —susurró él, mirando fijamente sus piernas, muriéndose para sentirlas alrededor de las caderas—. Era una de las cosas que más esperaba cuando pensaba en volver a casa. —La miró moverse hacia él, los ojos nublados por la pasión mientras él mantenía la voz baja, excitándola con cuidado.

—No actuabas como si lo disfrutaras —murmuró ella mientras iba hacia él. Él dio un tirón mientras ella colocaba su pequeña mano en el pecho desnudo y lo recorría lentamente hacia abajo hacia al abdomen apretado—. Te alejaste de mí.
Él levantó la mano, moviéndola hacia su brazo, sintiendo la suavidad de su piel mientras pasaba los dedos al codo y atrás otra vez.

—Si supieras las cosas que quise hacerte con el paso de los años, habrías corrido chillando. —La miró fijamente hacia abajo, a la cara levantada, su mirada en los labios. La perfección suave y rosa de esas curvas llenas lo tenía dolorido—. Todavía eras demasiado malditamente joven para las cosas que quería hacer contigo.

— ¿Qué querías hacerme, Joe? —Su mano se deslizaba desde abdomen al pecho otra vez mientras lo miraba fijamente, sus ojos reflejando la misma necesidad hambrienta que ella había mostrado durante años, pero también mostraban una sombra de temor, de duda.

—Todo. —No iba a mentirle. Ahora no era el momento de ocultar ninguna parte de quién o de qué era él, o el hambre que podía soltar en ella. Si hubo un tiempo para ser honesto con ella, era ahora. Antes la conexión emocional que los había vinculado durante tantos años se profundizaba, antes había una oportunidad de que ella pudiera resultar herida.
La excitación destelló en sus ojos mientras su respiración se hacía más pesada, más espasmódico.
—Dame un ejemplo. —Él podía oír el hambre en su voz.

Él bajó los dedos por el brazo hasta que encontró su mano, levantándola, empujó los dedos a sus labios mientras la miraba a través de sus ojos estrechados. La mirada de ella parpadeó a sus labios mientras él lamía la punta de dos dedos, sus párpados cayendo, el placer más que el temor llenando su mirada.

—Sabes lo que quiero —susurró—. Exactamente lo que sospecho que más te está asustando ahora. —Levantó la otra mano, apartándole con cuidado el pelo de la cara, el pulgar acariciándole la mejilla—. Quiero desnudarte, amarte de la cabeza a los pies tan a menudo como sea posible, y a veces… quizás no estemos solos.
El aliento se le atascó en un duro nudo durante un segundo antes de soltarse de un tirón, moviéndose a través del cuarto, los hombros tiesos y derechos mientras él se forzaba a relajarse, a esperar.

— ¿Y si nosotros no estuviéramos solos? —Su voz era baja, entrecortada. El no podía decir si era excitación o temor lo que la inspiraba.

—Si no estuviéramos solos, sabes que a los únicos hombres a los que permitiría jamás estar alrededor de ti seria a mis primos —le dijo suavemente.

— ¿Y si no es lo que deseo? —Se volvió hacia él, sus ojos grises oscurecidos, ensombrecidos con la duda.

—Entonces no te presionaré para ello. —Cruzó los brazos sobre el pecho otra vez mientras se inclinaba contra el mostrador—. Eso no significa que no pensaré en ello, que no fantasearé infernalmente con ello. No te mentiré, _____. Jamás. Y no tendré cosas entre nosotros que no necesitamos que estén allí.

— ¿Y cómo se sienten ellos acerca de esto? —La excitación yacía espesa en su voz, al igual que el temor—. ¿Habéis hecho ya los tres planes para seducirme?

—A veces los hombres no tienen que hacer planes, _____. —Mantuvo su voz suave, aún—. Ellos me conocen, justo como yo también los conozco. Ningún plan será hecho jamás sin tu presencia.
Ella aspiró lentamente, su nariz llameaba mientras lo miraba de cerca.

—Lo cual me trae otro punto —continuó él—. Si quieres hacerlo o no, vas a tener al menos que fingirlo. Hasta que agarre a ese bastardo que osó tocarte, le dejaré pensar que va a pasar. Le torturaré con el conocimiento de ello. Porque maldición si le dejaré amenazarte más tiempo. Así que quizás quieras pensar en disfrutar por lo menos de la parte de la pretensión.
Mientras hablaba, la miraba palidecer, luego ruborizarse mientras la furia retorcía sus rasgos con la rapidez de un relámpago. Una chispa fue todo lo que tomó, y supo que él estaba tomando ese riesgo.

— ¿Piensas que vas a jugar conmigo? —ella se acercó a él—. ¿Que permitiré que juegues juegos mentales con ese bastardo enfermo hasta que él venga a por mí otra vez?

La traición destellaba en sus ojos, en su voz.

—Piénsalo otra vez, maldito. —Lo acechó hasta la silla, tirando sus pantalones del asiento y poniéndoselos de un tirón sobre las piernas mientras le lanzaba una mirada caliente—. Eres un hijo de pu*a, Joe. No puedo creer que harías eso. —La emoción se le atascó en la garganta, el dolor en su voz rompiéndole el pecho a él.

—Infierno sí, lo haré —dijo gruñendo, acechándola mientras luchaba por abrochar y cerrar los vaqueros. La agarró por los brazos, mirándola fijamente, la rabia comiéndolo vivo con el pensamiento del pervertido bastardo sosteniéndola abajo, cortándola con ese cuchillo—. Haré lo que sea, _____, ¿me entiendes? Es una amenaza para ti. Un peligro. Y no lo toleraré. Si no lo agarramos, violará otra vez, y la próxima mujer quizás no viva para lamentarlo. ¿Es eso lo que quieres?

—Quieres utilizarme. —Le golpeó en los brazos, separándose de él mientras le gritaba la acusación en la cara, los ojos grises inundados de lágrimas—. Quieres pervertir lo que siento por ti, lo que he necesitado durante años, y convertirlo en alguna clase de maldito juego de guerra.

—Te quiero hasta no poder respirar, maldita sea —le gruñó—. No he respirado tranquilamente desde que desarrollaste los pechos. Pero él va a venir tras de ti otra vez. Más pronto o más tarde, tú lo sabes y yo lo sé. ¿Qué sucede si me coge desprevenido? ¿Si él te atrapa otra vez?

—Soy cuidadosa…

—Ayer por la mañana me acerqué sigilosamente —dijo bruscamente—. ¿Tienes alguna idea de cuán fácil es traspasar el sistema de seguridad de papá? ¿Piensas que podrías haberle parado incluso si esa ventana hubiera estado cerrada y bloqueada? —Vio la verdad en sus ojos—. Olvida eso, _____. Las otras chicas que violó no le pudieron detener. Violó a una de ellas mientras sus padres dormían sólo unos cuartos más allá. No puedes ocultarte de él, y no puedes correr.

— ¡Para de gritarme! —Le empujó frenéticamente, las manos apretadas contra su estomago mientras le golpeaba para forzar distancia entre ellos.

—No estás escuchándome —gruñó.

—Y no te escucharé —chilló, las lágrimas cayéndole de los ojos, la cara pálida, sus ojos rabiando de furia y la sensación de traición que él podía ver rasgando a través de ella—. ¿Llamas a esto amor? ¿Tendiéndome una trampa? ¿Oh Dios, Joe, cómo puedes hacerme esto?
Un sollozo rompió por su cuerpo mientras le miraba fijamente, los puños apretados a los costados, las lagrimas mojándole las mejillas y rompiéndole el corazón.

— ¿Hacer que, _____? —Preguntó finalmente con cansancio, sacudiendo la cabeza—. ¿Quieres seguridad? ¿Bien? Voy a decirte quien y que soy, y que te pongo en peligro con este bastardo de todos modos si ha oído sobre mí. Kevin, Nick y yo hemos estado compartiendo a nuestras mujeres desde que fuimos lo bastante mayores para entender para que estaban hechas nuestras pollas. Sabes eso al igual que cualquiera lo sabe. Amarme significa que tienes que hacer travesuras. Amarte no quiere decir que es algo que tenga que tener. Pero estamos hablando de más que eso ahora. Estamos hablando de tu vida, y haré cualquier maldita cosa para evitar que ese bastardo te toque jamás otra vez. Jamás, _____.

— ¿Y cómo sabes que no fue uno de ellos? —Le lanzó a la cara—. Podría haber sido cualquiera de ellos. Trató de violarme analmente, Joe. Y vosotros tres sois considerados los reyes folladores del culo, así que dime como sabes que no fue uno de ellos.

—Porque me conocen —dijo bruscamente—. Y te han visto mover ese pequeño trasero delante de mí desde que eras adolescente. Confía en mí, nena, si fuera uno de ellos, nunca habrían cometido el error de creer que ese personaje de chica buena que proyectas a todos los otros hombres que estén lo bastante cerca para mirarte. Eres una buena chica para el mundo, pero tú, nena, eres mala hasta la médula cuando vienes a mí. Lo sé, y tú lo sabes. Solo tienes que aceptarlo.

— ¡Que te jodan! —chilló, enfurecida, la cara ruborizada, los ojos brillando ahora con una furia que raramente había visto en ella.

Él sonrió. Una lenta, burlona, malvada sonrisa que solo abasteció de combustible su rabia mientras su mirada se dejaba caer por su cuerpo y luego volvía a subir.

—Pero cariño, ¿no es de eso de lo que estamos hablando?

Antes de que ella pudiera hacer más que jadear él la tuvo en sus brazos otra vez, cubriéndole labios con los suyos, deslizando la lengua en las profundidades de su boca para saborear la ira salvaje y la excitación que bombeaban por ella.
Ella no pensaba. No tenía miedo. Sintió las manos de ella agarrarse a sus hombros, las pequeñas uñas pinchando su carne mientras su mano se movía bajo la camisa, a sus muslos.

—Maldita —gruñó, levantando la cabeza para mirarla fijamente a sus aturdidos y tempestuosos ojos mientras acunaba la caliente carne entre sus muslos, el calor de su propia carne quemándola a través de los vaqueros—. Apuesto que estás mojada, _____. Tan jodidamente mojada que se filtra por tus bragas.
La apretó más cerca, sintiendo que las caderas corcoveaban por la presión contra su clítoris.

— ¿Se siente bien?

—Te odio —dijo bruscamente, su respiración áspera mientras un quejido bajo dejaba su garganta.

—No, no lo haces. —Giró la mano, mirando como sus ojos llameaban, sintiendo que el calor se intensificaba contra su palma—. Me amas, ______, justo como amas esto. Y quieres más. Admítelo, nena.
Sus muslos se separaron aún más mientras los dedos se curvaban, masajeando la sensitiva carne a través de la ropa.

—Te quiero, no es un juego —gritó, arqueándose y poniéndose de puntillas, impotente contra él.
A él le gustaba su impotencia contra su toque, amaba sentir el calor de ella contra su mano.

— ¿Y si el juego viene con esto? —La miró atentamente, los ojos estrechados—. Haré cualquier cosa para mantenerte a salvo. Y esto es lo que lleva. No le dejaré atraparnos desprevenido. No le permitiré tocarte otra vez.
La soltó lentamente, odiando dejarla ir mientras le miraba miserablemente.

—Piensa en eso —susurró, manteniendo su voz apacible—. Lo odio como el infierno, y nadie desea más que yo haber podido seducirte. Habría adorado seducirte, nena. Pero tu seguridad es más importante.

— ¿Mi seguridad? —preguntó ella en tono burlón—. ¿O tus deseos?
La ira estalló dentro de él.

—Me conoces mejor que eso, _____. —Mantuvo su mandíbula tensa, su tono de voz bajo—. Nada importa tanto como mantenerte segura.

—Pero sólo en tus términos —indicó, furiosa, haciéndole detenerse—. Tus términos y tus reglas. Bien, sabes que Joe, tus reglas apestan. Quizás necesite decidir si jugar tu juego vale el riesgo de mi corazón y mi seguridad.

seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!! :D