"Chico travieso" (Joe y tú)

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Nenas, aquí les traigo para ustedes el capítulo 5 completito! Disfrútenlo!





______ rodó de espaldas, sosteniéndose sobre los codos y mirando fijamente mientras él se movía al fondo de la cama. Estaba tan obviamente excitado que le hizo la boca agua. Su polla presionaba contra los pantalones de chandal con tal demanda implícita, una longitud gruesa de carne dura como el acero que se dolía por ella.

—No me gusta estar así de excitada —dijo haciendo pucheros—. Regresa aquí y bésame apropiadamente.

—No lo mereces todavía. —Su voz era un oscuro canturreo, su expresión arrogante, segura. Pagado de sí mismo.

—¿Yo no lo merezco? —La incredulidad peleó con la diversión—. He tenido la edad durante por lo menos seis años, Joe. Lista, dispuesta y capaz. Y… —extendió las piernas lentamente, mirándole bajo las párpados—, creo que he esperado demasiado.

Los ojos de él se estrecharon, una caída seductora de párpados, los excepcionales ojos verdes brillando entre las espesas pestañas negras.

—Oh, estoy de acuerdo. —Su voz bajó, las manos agarrando los barrotes al pie de la cama, curvando los dedos a su alrededor—. Hemos esperado demasiado, _____. Ahora, vamos a ver cuan malo lo quieres. —Guiñó lentamente—. Mejor dúchate, nena, creo que debes ir al puerto deportivo esta tarde. Te llevaré en la Harley.

Y con eso se giró y camino tranquilamente hasta la puerta del dormitorio. No miró atrás, no se detuvo. Abrió la puerta y dejó el dormitorio, sus anchos, desnudos hombros rectos y fuertes. Demasiado condenadamente sexy para su propio bien.

Maldita sea.

Capítulo 5

Los Chicos Traviesos. Estaban juntos otra vez. Joe llevó la Harley hasta una parada al final del camino de caza, empujándola entre otras dos motos aparcadas allí, y observo fijamente a los hombres que lo miraban.


Kev, Nick y Joe Jonas. Ellos eran los chicos malos del condado. Los tres habían sido el terror de Somerset Kentucky cuando eran jóvenes. Los padres encerraban a sus hijas por la noche por miedo. No habían ganado exactamente una buena reputación en lo que concernía a sus mujeres.

—Maldición, Joe, estoy contento que finalmente estés casa. —Kev empujó sus gafas de sol oscuras encima de la cabeza, asegurándolas en su pelo negro y brillante. La marca registrada de cabello hasta los hombros le daba un aspecto salvaje, indomable.

Era más largo que el propio pelo negro de Joe, el cual todavía tenía el corte militar. Pero Kev siempre había sido más salvaje que él y Nick, en muchos sentidos.

Nick se inclinaba contra el respaldo de su moto, una bota apoyada contra el depósito de gasolina, sus gafas de sol descansando debajo de su nariz, sus pálidos ojos verdes enfocados y concentrados mientras miraba a Joe.

Sabían por que estaban allí.

Joe se giró hacia Kev.

—No me lo contaste cuando me recogiste. —Miró fijamente a su primo, los labios planos, la ira apretándole el cráneo.

Kev sacudió su cabeza, bajándola brevemente mientras suspiraba.

—Simplemente algunas cosas no sabes como contárselas a un hombre. —Levantó la cabeza, mirándole fijamente mientras daba un tirón breve y sonreía—. Me figuré que conseguirías una insinuación bastante pronto. No es la misma chica que era el año pasado. Deja sola a la única a la que todos nosotros hemos educado.

Joe se mordió la respuesta enojada que podría haberle disparado, pero infierno, era Kev. Cuándo Joe no había estado alrededor para cuidar de las rodillas peladas de _____ y los matones a los que les gustaba meterse con ella, entonces Kev había estado allí.

—Hemos reunido toda la información que hemos podido encontrar, Joe. —Nick se enderezó en el asiento de su motocicleta, pasando la pierna sobre el depósito de gasolina y cruzando los brazos sobre el pecho—. Hemos estado trabajando en esto desde que sucedió, turnándose para vigilar la casa cuando podemos y tratando de averiguar quién es el bastardo.

—¿Y? —Si alguien lo podía resolver, eran Kev y Nick.

—Nada. —Nick hizo una mueca—. Lo que tenemos son otras cuatro violaciones en condados circundantes en los últimos dos años. Todas violaciones anales, palizas, cortes, mucho más severas que la de _____. Ella tuvo suerte. El novio de la vecina oyó el único chillido que pudo soltar. Era un tipo duro, forzó la entrada e intentó prenderlo, pero una vez que vislumbró a _____ permitió que el tipo se fuera para ayudarla.

—¿Y ninguno de vosotros pensó en dejármelo saber? —Miró fijamente atrás a los dos hombres.

Había hablado con ellos en el último año y nunca se dio cuenta de que la distancia que había sentido había sido algo que ellos escondían más que su propia imaginación y la distancia física.

—¿Qué podrías haber hecho, hombre? —Kev inclinó la cabeza a un lado y le miró fijamente de manera inquisitiva—. No queríamos el problema de esconder a un Marine ausente sin permiso durante el resto de nuestra vida natural, y te figurarás que _____ no necesitaba eso. La cuidamos hasta que pudiste llegar a casa.

—Él todavía la llama.

Nick asintió.

—Paul nos ha estado manteniendo al tanto. _____ no sabe nada sobre la mayoría de las llamadas telefónicas, él y su madre la han estado protegiendo de ellas.

El no había podido protegerla.

—¿Estáis los dos libres? —Los miró y supo que lo estarían, para lo que fuera necesario.

—Estamos libres. Nos aseguramos de ello. —Nick cabeceó firmemente—. ¿Cómo quieres jugarlo?

—Necesito a alguno de vosotros apoyándome siempre que estemos lejos de la casa. —Giró hacia Kev—. La tendré en el Nauti Buoy esta tarde. Tendré que hablar con ella, permitirle que sepa que estaremos mirando.

—Estaré allí. —Kev le dio un breve y lento asentimiento—. Vivimos en barcos este verano, Nick y yo nos cercioraremos de que estamos cerca, veremos si podemos ver cualquier movimiento, a cualquiera mirando. No estaremos muy lejos, pero con locos así, nunca sabes lo que harán cuando sus víctimas cambian de patrones.

Joe les miró fijamente. Se conocían, a veces demasiado bien.

—He estado pensando —dijo Kev, su voz ronca, sospechosa—. Quienquiera que sea, tiene que haberla conocido. _____ no es una criatura de hábitos. Es impulsiva, imprevisible, y nunca está donde esperas que esté. Sabía que estaría en casa. Sabía que le gustaba abrir la ventana de noche. No puedes decir que está abierta desde la calle. Tiene que haberlo sabido.

—Estudia a las mujeres —dijo Nick—. Consigue conocerlas de algún modo. Hemos estado hablando acerca de esto. —Cabeceó a los otros—. Jugando fuera. Creo que es del pueblo.

—¿Por qué?

—Las violaciones son en un radio de cuatro condados alrededor de Somerset. Hasta _____, Somerset no había sido golpeado. Aunque ella encaja en el perfil de las otras chicas. A las otras no las molesta más que con llamadas de vez en cuando y preguntando si son " buenas chicas", pero está acechando a _____. Llamando a casa de tu padre a toda hora, día y noche. Mis intestinos dicen que es del pueblo. —Las tripas de Nick raramente se equivocaban.

—El tipo perdió cuando fue interrumpido. Las otras… —Kev se aclaró la garganta, la furia destellando en sus ojos—. Las hizo rogar. Primero para vivir, y luego por él. _____ no rogaría…

—Y fue interrumpido… ¡mie&$a! —Joe paso las manos sobre su cabeza.

—Pero ella todavía es una " buena chica" —indico Nick—. Cuando deje de ser una buena chica, ¿qué hará él?

Joe sintió su estómago voltearse ante el pensamiento de lo qué Paul le había contado durante su noche de borrachera. Cómo el bastardo llamaba, preguntando si _____ era todavía su " buena chica". Era una de las razones por las que había estado tan furioso cuando comprendió que Joe había vuelto a casa, no simplemente porque estaba en casa, sino porque _____ estaba allí. Porque Paul había sabido que su hijo había vuelto a casa para reclamar a _____.

—El código de campesino, vaqueros —Nick arrastró las palabras—. No follas a las buenas chicas a menos que lo quieras. No las viola normalmente, las toma analmente. No es serio sobre ellas. Y no va a “manchar” a una " buena chica".

Era enfermo, y la parte sinceramente horrorosa era que todo tenía sentido. Había reglas no escritas a veces, un código, una manera de tratar con las mujeres. Las chicas buenas contra chicas "malas" y las reglas del compromiso. Este violador torcía esas reglas. Las pervertía en modos que garantizaban dar pesadillas de hombre cuerdo. Se concentraba en buenas chicas, o en su percepción de una buena chica.

Y _____ daba la impresión de perfecta buena chica. Pero ella era su chica traviesa. Lo había visto en sus ojos hacia ocho años; lo veía ahí ahora. Ella no era tonta, y quizás fuera muy bien una virgen, pero Joe sabía que su chica traviesa estaba ahí, esperando por él. E iba a reclamarla, amarla, protegerla.

No importaba lo que le llevara.

—Joe, empiezas a tontear con ella y el bastardo vendrá por detrás más fuerte —indicó Nick—. Podemos controlarlo si lo usamos, le controlamos y lo cogemos.

—Pero sólo si él piensa que _____ no es una "buena chica" —inyectó Kev—. Las buenas chicas pueden domesticar a los chicos malos. A menos que él piense que Joe ha vuelto a sus juegos pasados con _____, quizás no lo empuje sobre el borde a tiempo.

Joe mirando fijamente a sus amigos. Oyó la pregunta en la voz de Kev, la sospecha. Se inclinó hacia delante, reforzando sus brazos en el depósito de gasolina mientras los miraba. Ignoró la tensión, abajo en el estómago, la inquietud vaga que sentía ante al pensamiento de compartir a _____. De permitir a sus primos tocarla, tomarla. Había esperado durante seis años, desde que cumplió dieciocho, por una oportunidad de mostrarle cuanto placer podía darle cuando la tomara en su cama. Se negaba a recordar la excitación que le inspiró dos años antes de eso. No deseaba bebés y las vírgenes de dieciséis años e inocentes eran apenas eso. Bebés. Pero el minuto en que cumplió dieciocho, supo que sus días de libertad estaban contados.

—No he cambiado. —Les miró fijamente con un borde de humor, de determinación mientras ignoraba la extraña, no familiar tensión en su pecho—. ¿Y vosotros?

Bufidos de retorcida diversión se encontraron con su pregunta.

—Sí correcto, y los cerdos empezaron a volar sobre el lago cuando sucedió —Nick se rió—. Te hemos estado esperando, Joe, lo sabes. ¿Piensas que esa niña habría permanecido sin reclamar si cualquiera de nosotros hubiera cambiado con el paso de los años?

Ellos eran extraordinarios, quizás. El cumplimiento y el placer no eran un juego. Era algo que se tomaban seriamente, algo en lo que trabajaban. Todos cuidaban de _____, en grados diferentes. Ella era la vida de Joe. Pero los otros, infierno, ellos la amaban también, y siempre lo harían.

Amar a _____ no cambiaba eso. Mataría a cualquier otro hombre que osara tocarla, pero esperaba, rezaba por que no estuviera equivocado acerca de _____ y el hecho de que sus necesidades reflejarían las propias.

La necesidad era un enigma, aún para los tres hombres. Quizá ellos estaban demasiado cercanos, dejados solos demasiado tiempo cuando adolescentes, quien infiernos lo sabía. Ellos no lo cuestionaban, no luchaban contra ello. Si _____ no lo quería, entonces no iba a pasar, pero él tenía sentimientos sobre _____. Ella era una pequeño gatita del sexo esperando por ronronear, y ellos estaban preparados para acariciarla.

Así que ¿por qué de repente se tensaba ante el pensamiento de Kev y Nick inspirándole ese placer, esa necesidad dentro de ella?

Cabeceó lentamente. Ella era suya, no había lucha allí. Lucharía contra cualquier hombre por ella, incluso contra un amigo. Pero aquí, no había necesidad de luchar. Kev y Nick no poseían su corazón, Joe lo hacía. Y el placer que sabía que los tres le podían dar, pesaba más que la advertencia sutil que se movía a través de su pecho.

—¿Estará ella de acuerdo? —Kev hizo la pregunta más difícil.

—Antes del ataque, yo habría dicho que sí. —Joe suspiró pesadamente—. Ahora, ¿quién sabe? —Sacudió la cabeza antes de enjugar la mano sobre su cara en un gesto de frustración—. Veremos. Tendrá que ser su decisión.

Ellos asintieron en contestación.

—La haremos recobrarse del ataque primero, nos ocuparemos del atacador, luego veremos donde vamos desde allí —dijo Joe—. Ella no ignora los rumores, sospecha lo que viene. Pero… —Tragó apretadamente—. Va a estar asustada ahora. Y solo por eso, mataré al bastardo.

El Puerto deportivo de Jonas era uno de los puertos deportivo más pequeños, especializado en alquileres y atención mecánica. Algunos amarraderos estaban arrendados, y el restaurante y la tienda añadían al conjunto una atmósfera de "una parada" amistosa de desembarco.

El Puerto deportivo de Jonas había empezado con el abuelo de Joe, Joseph Jonas, y luego bajo guía de Paul Jonas se había convertido en una prospera empresa. Una que quería entregar a Joe tan pronto como su hijo estuviera dispuesto.

La tienda de cebos y la sección de bienes deportivos de los edificios principales estaban separadas de la tienda y el restaurante por la oficina principal. La madre de _____ había puesto la tienda abierta las 24 horas y bombas adicionales de gasolina después de su matrimonio con la condición de que esa parte de la empresa fuera a _____ una vez que se jubilaran. Era un acuerdo que Paul y Joe habían aceptado fácilmente.

_____ estaba registrando la variedad de bienes que el anciano Tanner y su hijo Ricky habían recogido, cuando vio a Joe y a Kev caminar hasta el espacio principal. Nick había salido apenas hacía unos pocos minutos después de pasar casi una hora toqueteando y enderezando las estanterías a un lado del cuarto.

Ella habría sido una tonta de no advertir que la cuidadosa restricción en su comportamiento hacia ella había cambiado. La miraba ahora con un interés sutil, una promesa extraordinaria de los chicos Jonas. Sabía sus motivaciones, y supo en el instante en que entró en el cuarto que ya no estaba simplemente vigilándola como él y Kev habían hecho en el pasado año. El elemento adicional de deseo ya no era escondido de ella.

No había presión, ningún contacto, nada que pudiera mandar su pulso a saltar con temor. Pero la invitación para ser mala brillaba en sus ojos. Era una invitación que había creído estar esperando. Hasta ahora. Ahora, sobrecargaba sus nervios, y la tenía preguntándose por las fantasías que la habían obsesionado durante años. ¿Realmente la había afectado el ataque hasta este punto, se preguntó? ¿Hasta el punto de que lo que creía que quería ahora parecía frío, casi sucio?

—_____, chica, necesitas poner estas cañas de pescar a la venta. —El ceño de Ken Tanner era fiero, los ojos marrones aguileños brillantes. Los mechones de canas estaba de punta sobre su cabeza, y la carra arrugada era normalmente feroz, aunque tenía un corazón de oro.

—Se lo diré a Paul, Ken. Pero sabes cómo es. Esto será 14,62 dólares.

Tomó el dinero de él, ignorando a su hijo. Ricky tenía una mirada furtiva de un pequeño gilipollas que gozaba atizando las debilidades de otros. Por suerte, se contuvo mientras su padre estaba alrededor.

Cuando contó el cambio, vislumbró a Joe moviéndose detrás del mostrador mientras Kev empezaba a poner derechas parte de las pesadas estanterías a través del cuarto. Kev había pasado sus veranos trabajando en el puerto deportivo ante de salir del instituto. Para él, Joe y Nick, era casi automático trabajar cuando estaban sin hacer nada.

—Oye, nena. —Ella se tensó cuando Joe se movió detrás, colocándole una mano en el hombro mientras se inclinó para besarla encima de la cabeza—. ¿Cansada ya?

Ella sentía el rubor difundiéndose por la cara mientras la mirada de Ricky llegaba a ser francamente valorativa y el anciano Tanner sonría con delicia.

—Joe Jonas. Chico, ya era hora de que volvieras a casa. ¿Estás de visita o te quedas? —La voz rasgada de Ken retumbó por la tienda.

—Hola, Ken. Ricky. —Se movió al mostrador, sacudiendo la mano nudosa estirada hacia él—. Estoy en casa para quedarme esta vez.

—Bien, ya era hora. —Asintió firmemente, su mirada astuta moviéndose a _____ por un segundo largo, una insinuación de compasión en sus ojos—. ¿Vas a cuidar de nuestra chica aquí?

—Ken. —Su cara llameó más caliente ante la pregunta mientras lo reprendía.

—Como si todos nosotros no te hubiéramos visto retorciéndote a tu alrededor desde que eras demasiado joven para saber lo que era un tic. —Bufó, frunciéndole el entrecejo—. No te hagas la tonta, chica. Solo porque sea viejo no soy ciego.

Ella ignoró la risita de Joe mientras empaquetaba rápidamente los artículos que Ken había comprado y se los entregaba a través del mostrador.

—Espero que atrapes muchos peces, Ken —rechinó entre sus dientes apretados, pegando un facsímil de sonrisa en su cara.

Ella era tan cariñosa como podía ser con el anciano, pero él no tenía pelos en la lengua.

Su risa disimulada era divertida, bondadosa.

—Está todo en el cebo, chica. Esta todo en el cebo. —Cabeceó hacia Joe con una de las pocas sonrisas que _____ había visto jamás en él—. Vamos, Ricky. —Le dio un codazo a su hijo, dirigiéndose hacia la puerta del lado del lago—. Te veré más tarde, Joe.

—Más tarde, Ken. —Mientras hablaba, _____ sintió su mano sobre la parte más estrecha de su espalda, los dedos frotando diminutos círculos sobre la floja camisa de algodón que llevaba.

—Para eso —siseó ella, girándose hacia él mientras Ken y Ricky salían del edificio, la puerta de cristal cerrándose tras ellos.

Le apartó la mano, sostuvo las manos en caderas y le miró enfurecida a su cara sonriente mientras él cruzaba los brazos sobre el pecho y sonreía malvadamente.

—Me vas a hacer poner pucheros si empiezas a rehusar mis lastimosos avances, _____ —suspiró—. Me mantuve despierto toda la noche con un brazo entumecido para que pudieras dormir cómodamente.

La risa disimulada de Kev se oyó claramente.

—Tonto y más que tonto —murmuró, aunque no pudo evitar la sonrisa mientras él se estiraba para pasar los nudillos por un lado del cuello. Temblores la recorrieron ante la pequeña caricia. Y no era temor. Podía sentir el placer difundiéndose por su cuerpo, humedeciendo la carne entre sus muslos.

Era desconcertante. Había pasado meses con el temor de que nunca podría gozar del toque Joe otra vez. Que los deseos con los que él la había llenado, las necesidades y las fantasías estarían inundadas con el temor. El saber que estaban regresando, quizás más fuerte que nunca era a la vez angustioso y un alivio.

—Es casi hora de cerrar. Pensé que podíamos ayudarte a cerrar. Luego coger toda esa comida china que tengo fuera en la alforja de la moto antes de dirigirnos al lago. —Le empujó el pelo fuera del hombro mientras hablaba, los dedos demorándose en la oreja durante largos segundos después de que terminara.

Por el rabillo del ojo ella vio que Kev cerraba las puertas del lago y colgaba el cartel de "cerrado".

—Paul te despellejará vivo. —Sacudió la cabeza, aunque no pudo mantener la sonrisa en los labios—. Las horas de verano son más largas ahora, Joe. Todavía tengo una hora.

—Pregunté a papá primero. —Retrocedió, su expresión intensa, sexy—. Mejor aún, Kev puede terminar por ti. Anda, _____, escabúllete conmigo.

¿Escabullirse con él? ¿Cuántas veces había soñado con oírle decir esas palabras? Se hubiera escabullido con él en cualquier momento, cualquier lugar.

—Vamos, ____. —Kev prestó su aprobación a la idea—. Cerraré la tienda aquí y ayudaré a Paul y tu madre fuera antes de irme.

Como primer primo de Joe, y el más viejo por varios meses, Kev había dirigido generalmente las bromas de los Chicos Traviesos. Los tres hombres habían sido un infierno sobre ruedas durante sus años de instituto.

Ella aspiró profundamente, deslizando las manos de las caderas a los bolsillos de los vaqueros mientras miraba a Joe otra vez.

—Sabes que quieres —susurró él con un guiño—. Vamos, he pasado todo el día ventilando el barco y preparándolo.

El Nauti Buoy era su orgullo y alegría, por no mencionar su casa de fin de semana. El y sus amigos pasaban sus veranos en el agua, normalmente en las casas flotantes que habían adquirido con el paso de los años. Su título, los Chicos Traviesos, había venido tanto de los nombres de sus barcos como de sus prácticas sexuales.

—Bien. —Agarró su valor con ambas manos y le dio un asentimiento corto—. No he probado comida china en mucho tiempo.

No había comido fuera, prefiriendo permanecer allí más que forzarse a fingir una seguridad que no sentía. La aterrorizaba, no saber quien era su atacante. Si era un amigo o un extraño, alguien en quien confiaba o hubiera confiado.

—Bien —dijo el, su voz cálida, aprobadora mientras ella se movía pasándolo, tirando del dobladillo de su camisa grande antes de que una de sus manos agarrara la suyas.

El calor rodeó los dedos, alimentó la sangre y mandó una oleada de fuego por su sistema. La adrenalina fortaleció la onda, alimentó sus tensos pezones, su hinchado clítoris.

—Te recogeremos en el lago más tarde, Kev.

—Te llamaré antes de salir. —Kev cabeceó mientras se movieron pasándolo, sus ojos estrechados, el brillante azul detrás de los espesas pestañas que los rodeaban. Tenían el mismo calor excitante y la promesa sensual que los de Nick habían tenido más temprano.

—Vamos.

Ella siguió a Joe mientras se movía a través de la oficina principal del puerto deportivo, saludando a su madre cuando él abrió la puerta y la acompañó por ella. Se preguntó si parecía tan confusa como se sentía.

Tranquilizar sus emociones y su equilibrio después de despertar con él esa mañana había sido bastante duro. Había estado nerviosa, los dedos le temblaban, el estómago se le apretaba cada vez que pensaba en despertar a su lado, sintiéndole rodeándola, su erección presionando contra su trasero. Eso había sido la parte más desconcertante. Debería haber estado asustada. El psicólogo le había dicho que probablemente se asustaría la primera vez que intentara relaciones íntimas después de la casi violación. Que la intimidad de permitir a un hombre tocarla, tenerla, quizás fuera difícil de soportar.

No lo había sido. Tampoco Joe la había tocado mucho. Había estado más excitada que asustada. Y a su forma, eso era más aterrador que el temor de su toque. Todos le habían dicho durante meses que ser tocada sería difícil, pero ser tocada por Joe había sido un sueño hecho realidad.

—Piensas demasiado a veces —anunció Joe mientras reunía las bolsas de comida china de las alforjas de acero montadas al lado de la motocicleta.

—Puedo andar y mascar chicle al mismo tiempo también. —Ella puso los ojos en blanco, sintiendo su mano en la espalda otra vez.

En las pasadas veinticuatro horas él la había tocado más que en los últimos diez años. Por supuesto no había estado en casa durante la mejor parte de esos diez años, pero no fue como si la oportunidad no hubiera estado allí.

—¿Por qué no fuiste a la universidad? —preguntó él mientras se movían por las dársenas—. Esperaba que te marcharas justo después del instituto.

Ella se encogió de hombros ante la pregunta.

—Tomé clases de negocios en la escuela técnica. Tu quizás consigas el puerto deportivo cuando Paul y mamá se jubilen, pero la tienda y el suministro de combustible son míos —le recordó—. Ellos sólo crecerán mientras el tráfico en el lago aumente y quiero estar preparada para ello.

—Lo dices como si pensaras que quisiera deshacerme de ti. —Giraron por el tablón, dirigiéndose al Nauti Buoy, la casa flotante de cincuenta pies verde mar y blanca.

—Quizás no deshacerte de mí. —Dio un paso en el porche ancho, retrocediendo mientras abría las puertas de cristal antes de dirigirse a la oscura cocina/salón con aire acondicionado.

Las sombras se arrastraban por todas partes, las luces fuera. Mientras él cerraba la puerta detrás de ellos, tiró de las pesadas cortinas cerrándolas, sellándolos dentro del íntimo frío consuelo de su segunda casa.

—Entonces ¿que? —preguntó él mientras se movía a la pequeña cocina—. ¿Piensas que yo no te querría alrededor, _____?

La columna del timón se asentaba en el rincón delante de la gran ventana sombreada al lado de las puertas vidrieras. Un sofá de seis pies color vino tinto se asentaba a su lado, dos sillas parejas al otro lado del cuarto, detrás del timón. La cocina estaba equipada con un mini refrigerador, el congelador horizontal y una estrecha cocina de cuatro quemadores con armarios de roble y un microondas. El fregadero doble era estrecho, pero eficiente. Enfrente del área de trabajo una mesa circular con cuatro sillas de capitán almohadilladas bajo una araña de luces de vidrios de colores. Más adelante había un pequeño cuarto de baño y la ducha, literas y una salida a la zona trasera.

Adoraba al Nauti Buoy. Habían pasado el verano allí cuando era más joven. Arriba había otro dormitorio más grande y opulento, así como un cuarto de baño y la cubierta. Antes de que Paul se lo diera a Joe, había habido dos dormitorios abajo. Ahora, el segundo era un área de secado/vestidor para la cubierta trasera con un pequeño conjunto del secadora/lavadora.

—No estaba segura —contestó finalmente, mirándole, los dedos anudándose en el dobladillo de la camisa.

—Tu madre ayudó a construir el puerto deportivo. —Giró hacia ella después de poner la comida sobre la mesa—. No te lo quitaría, no importa lo que sucediera.

El enganchó los pulgares en los bolsillos de sus vaqueros, mirándola con esos ojos. Ojos que deshacían sus defensas, que mandaban mariposas chocando de aquí para allá en el hoyo del estómago.

Ella se relamió, mirándole fijamente. La última cosa en su mente ahora era el negocio. Sus nervios chocaron mientras los sentidos se realzaban más; el aire en los límites de la cabina se hacía más pesado, denso con el olor seductor y sutil que era único de Joe.

—Sé que no lo harías, Joe. —Se aclaró la garganta, forzándose a moverse hasta el armario, al gabinete y la batería de cocina de allí.

Cuando sacó platos y cubiertos de plata y los puso en la mesa, Joe calentó la comida en el microondas, poniéndolo sobre la mesa antes de sacar una botella de vino barato del refrigerador.

En algún punto, él había puesto un CD, bajando el volumen hasta que la música suave e íntima fluyó con la cabina.

—Vamos a comer. —El latido oscuro en su voz fue tan sexual que la sugerencia tomó un nuevo significado.

—Comer. —Ella aspiró lentamente—. Bueno. Comamos.

OH SI, QUIERO COMER, MEJOR DICHO, ME LO QUIERO COMER A EL(? :twisted:
JAJAJAJAJ
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOO EL CAP
NO ENTENDÍ MUCHO DEL PLAN QUE TIENEN LOS CHICOS PARA PROTEGERME, PERO BUE :| YA ENTENDERÉ CON EL TRANSCURSO DE LOS CAPITULOS JAJAJA
SEGUILAAAAAAAAAAAAAA
:bounce:

seguilaaaaaaaaaaa! :D

siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :)

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VAAAAAAAAAAAAAAMOS ADE QUEREMOS
CAP, CAP, CAP ♪
:bounce:
(?

Cuando sacó platos y cubiertos de plata y los puso en la mesa, Joe calentó la comida en el microondas, poniéndolo sobre la mesa antes de sacar una botella de vino barato del refrigerador.

En algún punto, él había puesto un CD, bajando el volumen hasta que la música suave e íntima fluyó con la cabina.

—Vamos a comer. —El latido oscuro en su voz fue tan sexual que la sugerencia tomó un nuevo significado.

—Comer. —Ella aspiró lentamente—. Bueno. Comamos.


Capítulo 6

Mientras comían, le habló sobre los Marines. Ella sabía que estaba ocultando los detalles más duros, la sangre y la muerte que había visto en el extranjero, los amigos que había perdido. Sabía cuando estaba hablando sobre esos amigos que ya no estaban vivos para reírse con él. Los ojos se le oscurecían, su expresión llegaba a ser reflexiva.

Le contó acerca del desierto, la hizo reír con algunas de las bromas que él y sus compañeros le habían jugado a su oficial superior o a otros soldados. Ella veía la belleza del sol subiendo por el paisaje del desierto, la calmada tranquilidad de la luna alzándose con su voz profunda y descripciones reverentes.

Pero él había echado de menos su hogar. Lo oía en cada palabra. Cuán hermosa podía ser la luna brillando sobre la arena, pero no comparable a la niebla temprana de la mañana que se alzaba desde el lago o la luna que cortaba un sendero de luz dorada a través de la superficie del agua.

Cómo echaría de menos a los tipos con los que había luchado, pero soñaba con escabullirse en las montañas y destilar ilegalmente alcohol casero como él, Nick y Kevin a menudo hicieron.

El silencio del desierto, la sinfonía del bosque. Él veía la belleza de la tierra en la que había estado, pero conocía los tesoros para ser encontrados en la tierra en la que había crecido.

— ¿Qué tal las mujeres? —Finalmente hizo la pregunta que más la rondaba mientras él amontonaba los platos en el lavaplatos diminuto y se giró hacia ella que lo miraba desde la mesa.

Ella tenía el codo sobre la mesa, acunando el mentón en las manos mientras lo miraba curiosamente.

—Yo no fui un santo, nena. —Curvó los labios con esa pequeña mitad sonrisa sexy que era la marca registrada de Joe—. Pero no hubo nada serio. No he estado con nadie en mucho tiempo, realmente. ¿Qué tal tú?

El se inclinaba contra el mostrador, su cuerpo musculoso relajado. Bien, en su mayor parte relajado. Estaba duro. Ella podía vislumbrar la protuberancia en el frente de sus vaqueros en la porción más baja de su visión y se moría por una mirada completa.

—Nadie para mí —contestó por último con una mueca ridícula—. No pude superarte. Me dejaste y me rompiste mi joven corazón.

—Mejor tu joven corazón que mi cuello. —Gruñó—. Tenía veintidós años, _____. Debería haber sido disparado incluso por mirarte entonces. —Sus párpados bajaron—. Pero era malditamente difícil no mirarte. Llenabas un par de pantalones cortos casi tan bien como los llenas ahora.

Ella sentía el rubor que subía por su cara, su mirada parpadeando lejos de él durante un largo momento mientras respiraba profundamente.

—Sabes, esas ropas flojas tienen que irse —él finalmente suspiró—. Una de mis partes predilectas de volver a casa era mirarte correr de aquí para allá en esos pequeños y cómodos pantalones cortos y esos tops. Hacían a mi polla más dura que el infierno, pero era una vista que seguro como el infierno echo de menos, ______.

Su mirada se estrelló contra la de él. El verde estaba más oscuro ahora, su expresión pesada con el hambre.

—Yo… —Ella tragó apretadamente—. Estoy más cómoda…

—Sandeces. —La susurrante réplica fue entregada con una sonrisa astuta—. Estas asustada. Estoy en casa ahora, ______. Fíate de mí.

Él le había prometido, hacía mucho tiempo, que siempre que él estuviera alrededor, nadie la dañaría. Fue el matón, recordó. Ella estaba aterrorizada de permanecer en el parque después de la escuela mientras su madre trabajaba, después de que los matones hubieran empezado a meterse con ella. A menos que Joe estuviera allí. Él la había cuidado. Y a veces uno de los otros. Si Joe no podía estar allí, Kevin y Nick habían estado.

— ¿Recuerdas cuando prometí que siempre cuidaría de ti? —susurró—. Eras la cosita más pequeña en la que había colocado jamás mis jóvenes ojos. Esas lágrimas en tu cara cuando esos matones robaban tus perifollos en el pelo me volvieron más loco que el infierno.

—Salvaste mis lazos para el pelo. —Refrenó su sonrisa bromista—. Y salvaste a mamá de una tonelada de dinero extra. Adoraba mis lazos para el pelo.

—Todavía adoras tus lazos para el pelo. —Sonrió—. Los vi dispersos por todas partes en tu cuarto de baño anoche cuando me levanté a beber. Las malditas cosas poseen tu propio lavabo.
Ella levantó las cejas.

—Aunque son bonitos.
Se empujó del mostrador, moviéndose con una comodidad depredadora, un movimiento de huesos, músculos y nervios que le atoraron el aliento en la garganta mientras andaba hasta la mesa.

—No. —Se estiró, el dorso de los dedos acariciándole un lado de la cara—. Tú eres preciosa. Demasiado malditamente bonita para esas ropas flojas. Quítatelas para mí.
Sus ojos ensancharon.

—No he traído nada para cambiarme…

—Tienes un sostén y las bragas, ¿presumo? —Los dedos se envolvieron alrededor de la muñeca, poniéndola de pie—. Apuesto a que ellos te cubren mejor que esos malditos trajes de baño de cuando tenías diecisiete.

El aire era de repente demasiado espeso para respirar, su vista aturdida, llena con el color de los ojos de Joe y el deseo que podía ver resplandeciendo en ellos. Los muslos se le apretaron mientras sentía el hormigueo de respuesta correr por su matriz, rizándose por su vagina.

—Dirigiré el barco a la ensenada —susurró—. Podríamos nadar, mirar la subida de la luna sobre el lago. ¿Te gustaría eso, ______?

—Un sostén y las bragas no son exactamente un traje de baño. —Respiró profundamente, alejándose de él mientras tiraba de la gran camisa.

—No es exactamente desnudo, tampoco —dijo mientras se movía hacia el timón—. Piensa en ello. ¿Así que vamos a la ensenada de todos modos? —La miró, levantando una ceja negra sugestivamente.
______ aspiró profundamente.

—La ensenada suena divertida. —Asintió finalmente.

— ¿Y la ropa? —Dejó caer su mirada sobre su cuerpo antes de regresar a los ojos.
Ella levantó la ceja burlonamente.

—No has hecho nada para merecerlo todavía, Joe —ronroneó dulcemente—. Adivino que tendré que pensar en ello.
¿Ella iba a tener que pensar en ello?

Mientras maniobraba el Nauti Buoy hacia la ensenada oculta en la cual él y sus amigos habían celebrado fiestas cuando eran más jóvenes, Joe encontró una sonrisa tironeándole de los labios.
Quizás no mereciera ver su pequeño cuerpo vivaz bajo esas ropas flojas que se ponía, pero iba a hacerlo. La larga y delgada camisa de mahón caía sobre sus muslos y le cubría desde los esbeltos hombros. Incluso sus vaqueros eran flojos, una concha protectora con la que cubrirse.

Apretó la mandíbula ante el pensamiento. ______ nunca había tenido problemas en llevar ropa que acentuaba su esbelto cuerpo y sus senos impertinentes, hasta ahora. El ataque había cambiado eso, ella estaba nerviosa ahora, donde antes había estado segura de ella misma como una mujer joven bastante deseable.
Ella no le embromaba como lo hacía años antes. Estaba más contenida, más callada. Y él se daba cuenta de que echaba de menos la fiera que había sido. Ahora, deberían estar discutiendo lo suficientemente fuerte para atraer la atención, mientras ella lo volvía loco con una combinación de lujuria y exasperación.

En vez de eso, ella estaba de pie en las puertas correderas de cristal, mirando fijamente en la distancia pensativamente mientras los dedos se agarraban a las cortinas laterales.

—Pienso que estás equivocada, ______. —Se reclinó contra el respaldo del taburete donde estaba sentado, una mano agarraba el timón mientras el barco surcaba el agua hacia la ensenada.

— ¿Acerca de qué? —Ella se giró con un ceño, los ojos grises centelleando con buen humor.

—Pienso que merezco verte desnudándote hasta algo decente. —Frunció el ceño—. Para de ocultarte, nena.
Ella puso los ojos en blanco antes de volverse hacia el paisaje fuera del barco.

—No lo sabes todo, Joe —replicó ella, pero no había convicción en su voz.

—Te conozco. —Él empezó desabrochando su propia camisa mientras la miraba, su polla latiendo furiosamente mientras los ojos de ella se ensombrecían con interés.
En unos segundos se había quitado la camisa, tirándola a la silla detrás de él mientras destellaba una malvada sonrisa.
Ella se giró hacia él entonces, cruzando los brazos sobre los senos mientras levantaba una ceja.

—Podrías al menos perder los vaqueros —indicó él—. Esa camisa es suficientemente grande para cubrir a dos de ti. Nadie lo sabría.
Cuatro años antes ella hubiera llevado ese diminuto bikini todo el condenado día, revoloteando alrededor de él como una de ninfa del bosque volviendo locos a los hombres mortales. Ahora, ni siquiera podía sacarla de sus pantalones.

—Estás empujando —le advirtió, su voz tenía un sutil chasquido.

—Aun no me has visto empujando, nena —gruñó—. ¿Crees que no me tomé el tiempo de averiguar que has estado ocultándote desde que ese bastardo te atacó? Dejaste de vestirte como la chica que conocía y empezaste a vestirte como tu maldita abuela. Estás asustada.

— ¡Bien hecho! —lo ridiculizó—. Figúrate. Quizás debería hacer cabriolas a tu alrededor desnuda, Joe. —Ella no estaba realmente enojada, todavía. Aunque sus ojos chispeaban y las mejillas estaban ruborizadas de irritación.

—Eso funcionaría para mí. —Sonrió rapazmente—. Vamos a intentarlo y veamos si funciona para ti. Quítate las tuyas y me quitaré las mías.

—Tú te quitarías las tuyas de todos modos. —Su risa fue suave, sabedora.

—Por ti, nena, en cualquier momento. —Guiñó.

—Muy distinto de tu respuesta en los pasados años. —La sombra de la burla en su voz no le pasó desapercibida—. ¿Por qué ahora? ¿Regresas y de repente no puedes esperar para meterte en la cama conmigo? Es suficiente para hacer sospechar a una chica.

—Sin duda —concordó él, sonriéndole—. No hay secretos aquí, cariño. No iba a tomar a una niña en mi cama. Siendo una virgen será bastante duro para ti, deseé por lo menos que fueras lo suficientemente madura para saber en qué demonios te estabas metiendo. Pero no tenía la intención de no volver por ti.
La sorpresa se reflejó en los ojos.

— ¿Y si decidía que deseaba a otra persona? —Sus ojos se estrecharon, los labios afinándose en la confianza de que él sabía que ella leía en su tono.

—Entonces Kevin o Nick habrían cuidado de ello hasta que yo volviera de permiso. —Se encogió de hombros fácilmente—. Puse el reclamo en ti hace mucho, _____. Tu solo no te diste cuenta.
¿En algún lugar entre los pequeños juegos sexuales que compartes con tus compañeros? —Ohhh, ¿ahora había una pequeña sombra de celos allí? Él la miró de cerca por la comisura de los ojos mientras mantenía una sonrisa bromista en su lugar.

—Los juegos sexuales son para los adultos. —Se rascó el mentón mientras la miraba—. Tú no los podrías manejar.
Y eso podría ser muy bien verdad. No que él no pudiera prescindir de ellos, pero maldición, la ______ que había conocido hacía cuatro años había sido salvaje, impulsiva y llena de hambre. A él siempre le habían gustado los juegos sexuales, jugaba con cuidado y con mortal seriedad.

— ¿Quién dice que yo no los podría manejar? —Ella frunció el entrecejo mientras se enderezaba y colocaba las manos en las caderas—. Nunca me diste la oportunidad de intentarlo.
Él bufó.

—No permitas que la boca escriba cheques que tu cuerpo no puede pagar, nena. No me desafíes.
Él le dio una oscura mirada de aviso, una que ella reconoció inmediatamente. El no estaba jugando aquí. Todavía no. Y antes de que empezara, quería que ella supiera las reglas.

—No soy estúpida. —Ella empujó las manos en los bolsillos de los vaqueros, mirándole fijamente con un borde de ira, de excitación—. Puse atención a tu reputación hace mucho tiempo.
Ella no estaba intimidada de él. Eso era bueno. No la quería intimidada, la quería curiosa, interesada. La quería excitada.

— ¿Lo haces ahora? —Se pasó la mano sobre el pecho mientras guiaba la casa flotante en un giro que lo alejaría de la principal sección del lago y a una vía navegable más estrecha que llevaba a la ensenada—. Y tú todavía me excitabas a cada oportunidad que tenías. Has parado de excitarme. Quizás has decidido que no puedes manejarlo.
Ella puso los ojos en blanco.

—Estás siendo un gilipollas.

—Soy honesto, ______. —Hizo con la cabeza un movimiento de negación rápido—. Has dicho que has escuchado los rumores. Evidentemente no escuchaste lo suficiente.

— ¿Qué quieres decir?

—Exactamente lo que he dicho —contestó, entrecerrando los ojos mientras miraba hacia atrás—. Estoy bien teniendo a la princesa. Te llevaré a mi cama, te trataré como al cristal y te amaré con todo lo que tengo para darte, durante tanto tiempo como me soportes. Pero no tientes a la bestia, dulzura, porque cuando tiene hambre, podrías conseguir más de lo que esperas.
Vio su expresión quedarse en blanco.

— ¿Me amas? —Parpadeó, tan malditamente inocente que hizo que sus intestinos se apretaran.

SIGUELA.......

SIGUELA...........

SIGUELAA.................

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ME ENCANTA PLEASE SIGUELA.........

seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!! :D