"Chico travieso" (Joe y tú)

CUARTETO, CUARTETO, CUARTETO CON JOE, NICK Y KEVIIIIIIIIN, HACEMOS FIESTA Y ELLOS SE QUEDAN CONTENTOS ♪♫
(?
QUERIA QUE RIME PERO NO RIMÓ :| (?
JAJAJAJAJAJAJAJAJ
BUE, VOLVIENDO A LA NOVE xD
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOO EL CAP, EN REALIDAD COMO TODOS :roll: , JAJAJAJA
Y ME ENCANTA QUE JOE QUIERA CUIDARME, SIGNIFICA QUE ME QUIERE *__* :love:
SUBI OOOOOOOOTROOOOOOOO CAP ADE!!
QUIERO MÁSSSS
:bounce:

ForJoeJonas escribió:Muchisimas gracias a todas por las felicitaciones
Me han emocionado mucho con todos sus deseos para mí, sobre todo con el microfono ¬¬ xD

Quiero decir aquí que ha sido un dia muy especial, he estado rodeada de mi familia, que son las personas que mas me importan y que siempre estan ahi para mí.
Y aunque a lo mejor no me lo crean, también me he sentido genial con sus mensajes. Admito que no tengo "amigas" de verdad, solo una y ni siquiera vive donde yo.
Ustedes son como unas amigas para mí. Hace poco que estoy en el foro y hemos compartido solo comentarios pero estamos unidas por algo demasiado grande. Amamos a unos seres maravillosos, y eso nos une. No como fanáticas, amigas, sino como una hermandad.

Son geniales chicas, gracias por regalarme estos comentarios. De verdad. Y como regalo para ustedes también, les dejo la continuación del capítulo.

Espero sus comentarios. Un besote enoooooooooooorme! Las quiero :love:

AAAAAAW, ME RE LLEGÓ LO QUE DIJISTE :(
TENES TODA LA RAZÓN ADE, SOS MUY GENIAL VOS, SE NOTA QUE TAMBIEN SOS BUENA GENTE Y AH, TAMBIEN UNA JONATINA MUUUUUUUUUUUUUUUY GROSA (OBSESIONADA CON EL MICROFONO DE JOE :roll: ) JAJAJAJAJ
QUIERO QUE SEPAS QUE ME CAES DE 100000 :D
Y ESPERO QUE TE HAYA LLEGADO AYER EL REGALITO QUE TE MANDÉ :¬w¬: (??
JAJAJAJAJAJAJAJ
BEEEEEEEEEEESOS ADE!

PD: SUBÍ CAP, LO NECESITO(?

ESPERO CAAAAAAAAAAAAAAAAP

La soltó lentamente, odiando dejarla ir mientras le miraba miserablemente.
—Piensa en eso —susurró, manteniendo su voz apacible—. Lo odio como el infierno, y nadie desea más que yo haber podido seducirte. Habría adorado seducirte, nena. Pero tu seguridad es más importante.
— ¿Mi seguridad? —preguntó ella en tono burlón—. ¿O tus deseos?
La ira estalló dentro de él.
—Me conoces mejor que eso, _____. —Mantuvo su mandíbula tensa, su tono de voz bajo—. Nada importa tanto como mantenerte segura.
—Pero sólo en tus términos —indicó, furiosa, haciéndole detenerse—. Tus términos y tus reglas. Bien, sabes que Joe, tus reglas apestan. Quizás necesite decidir si jugar tu juego vale el riesgo de mi corazón y mi seguridad.


Capítulo 7

Miraba mientras el Nauti Buoy entraba en su amarradero, cincuenta pies brillando bajo la luna de verano, las luces le daban a la embarcación un suave y romántico aspecto. Cuanto había soñado con tener tal embarcación, un lugar que podía utilizar para ocultarse, para llevar a sus buenas chicas y cumplir las promesas que les había hecho.
Pensó que había elegido tan sabiamente. Sus chicas perfectas, puras de corazón y por naturaleza, y ellas le amaban. Él era su amor, pero le había llevado tanto encontrar a la única que quería todo el tiempo. La buena chica perfecta. De naturaleza tan dulce y pura, nunca ensuciada ella misma o su buen nombre. A pesar de su hermano.
Apretó los puños ante el pensamiento del hermano. Él era depravado, pervertido e iba a mancharla. Joe Jonas iba a avergonzar a _____ y lo sabía. Los había visto hoy, en la tienda, sus manos sobre ella, sus ojos barriéndola como si le perteneciera.
Joe Jonas no la poseía. Ella pertenecía al hombre que la había amado, que la había respetado. Y ella iba a amarle. Justo como las otras. Ellas no habían amado a nadie más. Las vigilaba a veces, asegurándose de que no permitían que nadie más tocara lo que le pertenecía. A veces las llamaba, recordándoles a quien estaban esperando. Habían prometido esperarle hasta que encontrara a su verdadero amor.
_______ podía ser su amor verdadero. Pensaba que lo era. Hasta que Joe volvió a casa.

Los Chicos Traviesos. Eran depravados. Pervertidos. Pero ellos nunca habían tonteado con buenas chicas. Habían dejado a las perfectas solas, siempre prefiriendo a las golfas, las pequeñas putas dispuestas a abrir las piernas no solo para ellos sino a veces para los tres a la vez. Compartían a sus mujeres todo el tiempo, mirando y oyendo sus chillidos desagradables mientras rogaban por más.
Apretó los puños, sus tripas enrollándose con una sospecha enferma. Joe se había llevado a ______ en la casa flotante. Nunca lo había hecho antes. En el pasado, siempre había estado con ella y con sus amigos, nunca solo.
Se sacudió con el temor de que el bastardo la hubiera manchado. No podía permitir que sucediera. _______ era dulce y limpia, nunca había sido manchada por la semilla de otro hombre, por la posesión de otro sobre ella.
Aunque había chillado por él cuándo la tocó. No tuvo tiempo de oírla rogar por él, o por oír su promesa de permanecerle fiel. Tan pronto como hubo intentado poseerla, ese gran pueblerino tonto que visitaba a la puta de su novia había empezado a gritar fuera de la puerta. No podía ser atrapado. Su dulce ______ no podía ser vista con un hombre en su cama. Arruinaría su reputación y no estaría limpia nunca más. Su reputación significaba todo.

El bastardo de Joe. Joe Jonas pensaba que él era perfecto, pensaba que todas las chicas eran suyas. Iba a herir a la dulce _____, su hermana. Ella era su hermana, era su responsabilidad no tocarla. Las hermanas no deberían ser tocadas, su padre se lo había advertido.
Sus ojos se estrecharon mientras ______ bajaba del barco y saltaba al estrecho muelle flotante. Estaba enojada. Lo podía ver en su cara, en el conjunto tieso de su cuerpo bajo las luces brillantes del muelle.
Dijo algo mientras Joe cerraba las puertas, haciendo que el hombre se tensara, girando hacia ella lentamente. No le gustó la sonrisa que Joe le dio. Era carnal. Sucia.
Miró como se alejaba del otro hombre, su ropa floja, recatada, ocultando el cuerpo que le pertenecía solo a él. Cuan perfecta era ella. Su buena chica. Tenía que terminar su reclamo sobre ella. Tenía que cerciorarse de que le pertenecía. No a Joe. Nunca a Joe y a sus pervertidos amigos.
Los ojos se le humedecieron ante el pensamiento de ellos tocándola, las lágrimas cayeron por sus mejillas mientras el dolor rabiaba dentro de su alma. ¿Qué iba a hacer? Dolía tanto verla con él, saber lo qué Joe le haría a la preciosa chica. Su buena, pequeña y dulce chica. Rabiaba de angustia, Joe Jonas la destruiría. Tenía que alejarla de Joe.
Miró como Joe la acompañaba al coche. Estaba demasiado cerca de ella, aunque estuviera enojada. Joe estaba parado demasiado cerca. Se abalanzaba sobre ella.
Ella desbloqueó la puerta y la abrió, entonces Joe la tocó. No la toques. Apretó los puños, sorbiendo miserablemente, luchando contra las lágrimas que caían de sus ojos. Joe no la debería estar tocando.
Pero lo hacía. El depravado bastardo le tocaba el pelo, la mejilla, sonriéndole. La rabia irrumpió en su cabeza, llenando su visión con una neblina roja mientras miraba otro movimiento de las sombras del muelle. Kevin. El bastardo ni siquiera era su nombre verdadero —utilizaba el apodo del animal que era.
______ se sobresaltó mientras el otro hombre les llamaba, destelló a Joe una mirada furiosa, luego subió al coche. La portezuela del coche se cerró y en unos segundos salía del parking. Regresaba a casa. Pero no estaría yendo sola. Joe iría también. Vivía en la casa con ella. Su dormitorio estaría cerca del suyo, él la podría oír, olerla, quizá tocarla mientras dormía.
Oh Dios, no dejes que la toque, rezó. No le permitas ensuciar a la buena chica. Ella era su buena chica. Y ella sería su amor perfecto.

******

______ refrenó forzosamente la ira que le latía en la sangre mientras desatrancaba la puerta principal y daba un paso adelante por la entrada del hogar de su madre y de su padrastro. Golpeó el código de seguridad, dándole la espalda a Joe mientras él entraba con ella y luego cerró y bloqueó la puerta detrás de ellos.

—Ya era hora de que vosotros dos encontrarais el camino a casa. —Paul dio un paso en la entrada, Marie siguiéndolo cerca.
______ aspiró profundamente antes de girarse a ellos, pegando una sonrisa en su cara mientras se encontraba con sus miradas preocupadas.

—Joe tiene el hábito de hacer el amor en el camino de vuelta a los muelles. —Mantuvo su voz lisa y tranquila—. Sabéis como es.
Ellos no estaban convencidos.

—Es una mentirosa malísima, ¿verdad? —Joe arrastró las palabras, su barítono profundo todavía enviaba temblores por su espina dorsal a pesar de la ira.
Le echó un vistazo. Los pulgares estaban enganchados en los bolsillos de los vaqueros, las largas piernas tiesas y derechas mientras sonreía con abierta diversión a los padres. Ella tomó un profundo aliento.

—Me voy a la cama. —Sonrió tiesamente—. Joe puede ser un tonto por él mismo. No me siento a gusto tratando con ello.
Se movió por las escaleras, agarrando la balaustrada con la mano cuando el teléfono sonó. Apretó los dientes mientras se movía, descolgando de un tirón el teléfono antes de que Joe o Paul lo pudieran alcanzar, mirándoles fijamente, furiosamente mientras lo llevaba a la oreja.

—______, no. —La voz Joe fue un gruñido enfurecido.

—Hola. —Ella podía tratar con ello. Era hora de saber lo que se estaba diciendo, más que ocultarse. ¿Qué había impulsado a Joe tan determinado a utilizarla para empujar a ese bastardo?
—Te gustó, ______. Yo no te manché. Todavía eres preciosa, pura. Eres mi buena chica. —El siseo hizo que su estómago pesara. Miró fijamente al pecho de Joe, sintiendo rabia, temor y un impulso arrollador y repentino de cometer asesinato alzándose dentro de ella—. No le dejes tocarte, mi buena chica. Es tu hermano. Tú eres mi amor. Finalmente te encontré, mi pequeño dulce amor… ¿Eres mi amor? —susurró él.
El dolor se retorció dentro de ella mientras sentía el pene golpeando en su trasero, su cuerpo sosteniéndola abajo, el olor a alcohol y el látex de los guantes que le cubrían las manos llenándole la nariz. Estaba chillando, luchando, sintiendo el comienzo de la dolorosa penetración mientras apartaba la mordaza de los labios y gritaba.

—Eres mi amor, _____. No le dejes tocarte. No le dejes ensuciar a mi buena chica…

—Que te jodan —pronunció claramente, oyendo su grito, un quejido doloroso de loca rabia antes de colgar de golpe el teléfono en el soporte. Miró fijamente a su madre, a Paul y a Joe—. ¿Con qué frecuencia llama? —Ella había evitado el teléfono, sabiendo que las llamadas venían, pensando que pararían. Finalmente él tendría que irse.
S
u madre agarró la mano de Paul con ambas manos, sus ojos azul grisáceos llenos de temor.
—A menudo.
— ¿Con qué frecuencia? —Ella había estado ocultándose, tratando de olvidar, tratando de superar las pesadillas que venían para encarar lo que había pasado, el miedo y la impotencia.

—Por lo menos unas pocas al día —contestó su madre por último.

—Maria. —El tono de Joe advertía.

—Joseph, déjala encararlo —dijo bruscamente—. Si quisiera continuar ocultándose no preguntaría. Es una mujer crecida, déjala tomar sus propias decisiones.

—Sí, Joseph. —______ permitió que los labios se curvaran en una furiosa parodia de una sonrisa, ridícula, desafiante—. ¡Cállate!

Él arqueó la ceja lentamente.

—Llama por lo menos tres o cuatro veces, a veces más. —Los ojos de su madre eran compasivos, llenos de dolor—. El contestador en nuestro dormitorio las recoge, al igual que el identificador de llamadas. Siempre son hechas desde teléfonos públicos, y nunca rastreables. Le damos las cintas al sheriff una vez a la semana así como una lista de los números que aparecen en el identificador, si aparece. A veces el número no aparece en absoluto. El sheriff tiene a sus ayudantes rastreándolas pero aún no han tenido suerte.

—Siempre dice… —Tragó apretadamente—. ¿Lo que hizo?

—_____, maldita sea, es suficiente —gruñó Joe—. ¿Qué importa lo que él dice?
Ella miró fijamente a su madre. Maria asintió lentamente, su mirada llenándose de lágrimas mientras _____ sentía su expresión retorcerse con temor y dolor.

—Voy a la cama. —No podía estar allí más tiempo, no podía soportar el conocimiento en sus caras, el recuerdo de la vergüenza y el dolor que su propia tontería le había traído.

Corrió escaleras arriba, temiendo que Joe la siguiera, agradecida de que no lo hiciera. Cerró la puerta de su dormitorio, echó el cerrojo antes de andar hasta la ventana y cerrar las pesadas cortinas de un tirón.

—Ruégame por ello —le jadeó en la oreja, sujetándola—. Eres mi buena chica, ______. Eres mía, está bien dejarme entrar. Déjame…
Ella sacudió la cabeza, jadeando por aire mientras empujaba los dedos por el pelo, luchando contra los sollozos que querían construirse en su garganta.
¿Por qué no la podía dejar sola? Había dejado a las otras chicas solas la mayor parte, llamando solo un par de veces para burlarse. No las llamaba diariamente. No las atormentaba. No las hacia recordar. ______ había preguntado específicamente al ayudante del sheriff a cargo de la investigación si las otras mujeres estaban siendo acosadas. ¿Por qué la acosaba él?
Pero ella había sido en esencia, como Joe había dicho, la única que escapó. Había escapado de la violación completa, sufriendo sólo algunos cortes hechos para debilitarla, y un terror que todavía la despertaba con un grito en los labios.
No llevaba las ropas que solía usar porque las marcas todavía estaban allí. Los pantalones cortos y los tops quizás revelarían las cicatrices blancas casi imperceptibles que todavía estropeaban sus brazos, hombros y piernas. La desnudez revelaría las de sus nalgas. Las rajas más profundas habían sido hechas allí mientras la sujetaba, cortando sus bragas.
Su madre juraba que no eran perceptibles. Pero para ______, lo eran.

Todavía recordaba la sensación de ese cuchillo mordiéndola. Muy afilado, cortando la piel mientras un dolor frío pasaba como un rayo por su sistema nervioso y la sensación de la sangre caliente mientras empezaba a manar de las heridas. El médico le había asegurado que dentro de unos pocos años se habrían ido enteramente. Se preguntó si los recuerdos se desvanecerían también.
Anduvo por cuarto oscuro hasta ancho sillón reclinable en la pared distante, bajo la lámpara de pie que usaba para leer. Desplomándose, apoyó los codos en las rodillas y dejó caer la cabeza en las manos. Las llamadas venían con más frecuencia que cuando había preguntado la última vez. Se estaba volviendo más peligroso, lo sabía. Lo presentía. No necesitaba los argumentos de Joe de antes para comprender que él estaba centrado en ella porque no había terminado con ella la noche en que trató de violarla. Estaba convenciéndose a sí mismo de que la amaba. Que ella le amaba. Que ella quería de algún modo ser suya.
Sintió un tirón en el estómago ante el pensamiento de ello incluso mientras la ira empezaba a arder dentro de ella. El temor era abrumador a veces, el recuerdo del dolor, y la certeza de que iba a morir, la comían viva. Hasta esa noche no tenía la certeza sobre lo que quería. Conocía a Joe, sabía de sus juegos de sexo, conocía a la criatura sexual y carnal que había llegado a ser. Había oído historias de su erotismo exuberante durante años. Y había visto como les miraban las mujeres. La envidia, el hambre furtiva y la lujuria vergonzosa que corrían por sus ojos siempre que los tres hombres estaban cerca.
No era como si no soñara sobre ello. Se puso de pie de un salto, andando por el oscuro cuarto. Fantaseaba sobre ello. Con el paso de los años ella se había despertado más noches de las que podía contar, sudando, estirándose por un toque, una liberación que nunca venía. Pero en esos sueños, era siempre Joe solo. Ellos no se habían reflejado en sus fantasías o en la excitación carnal que sentía ante el pensamiento de los juegos sexuales en los que sabía que Joe tomaba parte con sus primos.

—Me está volviendo loca —murmuró mientras caminaba de un lado del dormitorio al otro.

ME ESTÁ VOLVIENDO LOCA
DEFINITIVAMENTE, ESTE CHICO ME ESTA VOLVIENDO LOOOOOCA(?
PERO AAAAAAAAAAAAAAH, QUIEN SERÁ EL QUE ME ESTA PERSIGUIENDO? :|
ME DA MIEDO U_U(?
POR SUERTE LO TENGO A MI CHOOOU(? QUE ME CUIDA
:L:
ES IRRESISTIBLE COMO UNA BANANA CON DULCE DE LECHE (?
BUE, JAJAJAJAJAJA
SEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEGUIIIIIIIIIIILAAAAAAAAAAAAAA!!
:bounce:

PD: ME IMAGINO LO QUE FUE ANOCHE :twisted:
SEGURO CANTASTE MUCHO CON EL MICROFONO(?
YO SABIA QUE TE IBA A GUSTAR, APARTE JOE PONE EL RITMO 8)
(? JAJAJAJA

seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! :D

DIOS!!
Que horror!!
:x
Que asco!!
Maldito pervertido!!! :caliente:
SOY DE JOE!!
Aissshh!!
Lo odio!! :enfadado:

P.S. SIGUELA!!

siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :) siguela :)

Nueva Lectora!!
SIGUELAA!

No era como si no soñara sobre ello. Se puso de pie de un salto, andando por el oscuro cuarto. Fantaseaba sobre ello. Con el paso de los años ella se había despertado más noches de las que podía contar, sudando, estirándose por un toque, una liberación que nunca venía. Pero en esos sueños, era siempre Joe solo. Ellos no se habían reflejado en sus fantasías o en la excitación carnal que sentía ante el pensamiento de los juegos sexuales en los que sabía que Joe tomaba parte con sus primos.

—Me está volviendo loca —murmuró mientras caminaba de un lado del dormitorio al otro.

Como si el hecho de que la estuviera volviendo loca fuera algo nuevo. Había estado haciéndolo desde hacía más de cuatro años. Desde el primer día en que lo conoció, desde el momento en que el Joe de quince años la había recogido de donde el matón la había empujado al suelo, ella lo había amado.
Sus ojos habían sido solemnes, intensos, su voz apacible mientras comprobaba sus rodillas despellejadas. Luego le había dado palmaditas en el hombro y dejado al cuidado de Kevin y Nick mientras iba detrás de los chicos que le habían robado los lazos de su largo cabello.
En aquella época su madre había economizado para comprar a _____ los bonitos, femeninos pequeños tesoros que amaba tanto. Los pequeños libros de bolsillo, los bonitos zapatos, aunque fueran de segunda mano, y los lazos del pelo.
No había pasado mucho antes de que volviera con sus lazos en la mano. Él había tomado el pequeño cepillo que ella había sacado de la mochila y le había cepillado el pelo y puesto los lazos en su lugar. Habían estado torcidos, pero no le había importado porque Joe los había puesto allí.
A partir de aquel día, por lo menos uno de los chicos, generalmente todos, estaban en el parque por las tardes jugando al baloncesto cuando ______ iba a jugar. Mientras su madre daba clases privadas después de la escuela, ______ había sido vigilada. Dos años después, Paul y Maria se habían casado pero Joe ya había establecido el tono de cómo ella iba a ser tratada. Nadie hería a _____. Era sencillo. Y si cualquiera se atrevía, pagaban, de una manera o de otra.
Los pasados ocho años habían sido miserables con él fuera. Con visitas sólo ocasionales, las raras hojas que él había escrito nunca fueron suficientes para llenar los vacíos que su ausencia dejó. Y siempre había soñado con él. Aferrada al pensamiento de él. Y cuando maduró, se había enamorado de él.
Y estaba cansada de soñar.

Sacudiendo la cabeza, se movió al vestidor. Descolgó una de sus largas batas sin mangas con las que dormía y se dirigió a la ducha. Una ducha fría quizás, pensaba mientras ajustaba el agua. Si no sacaba de su cabeza el recuerdo de su beso, su excitación, se volvería loca.
Pero incluso el agua fría no hacia nada para tranquilizar la idea que él había plantado en su cabeza antes. Estaba furiosa de que él jugara esos juegos para atraer al acechador, pero era lo suficientemente lista para darse cuenta de que no estaba a salvo. Él podría golpear en cualquier momento, y un día, podría tener suerte.
Se secó el pelo, mirando fijamente las cicatrices blancas delgadas en los hombros y en la parte superior de los brazos. Había cuatro en uno, tres en el otro. Se mostraban claramente en la luz brillante del cuarto de baño, la bata azul oscuro acentuaba las marcas.
A veces juraba que podía sentir las de sus nalgas.
Sacudió la cabeza mientras se alejaba del espejo, moviéndose hacia el dormitorio, estirando la mano para apagar la luz. Se detuvo en el interruptor, estrechando los ojos ante la vista de lo que encontró.
Joe también se había duchado obviamente. Vestido con un chándal gris, estaba apoyado contra las almohadas, esperándola, un ceño le arrugaba su guapa cara.

—Esa expresión congelada en tu cara y aterrorizarás a los niños pequeños en las calles —le informó mientras apagaba la luz y andaba por dormitorio.

—No te dejaré sola por la noche, ______-…

—Las ventanas estaba cerradas y también la puerta —le informó mientras se quedaba de pie a un lado de la cama, los brazos cruzados sobre los pechos.

—Y entré por la puerta de todos modos.
Ella inhaló lentamente, deslizando su mirada a la puerta ensombrecida mientras Joe se estiraba y encendía la lámpara de la mesita a su lado.
La cerradura estaba en la posición parada, todavía cerrada.

— ¿Cómo lo hiciste? —Se volvió hacia él, fingiendo ignorar el hecho de que fuera deliciosamente atractivo mientras yacía en el edredón de flores de su cama.

—Es pan comido —gruñó—. Las cerraduras de la ventana no son mucho más difíciles de soltar. Hasta que pueda traer a un contratista aquí para añadir seguridad, estás pegada a mí.
Su expresión era determinada, terca. Era fácil decir cuándo Joe se había decidido y se negaba a cambiarlo. Su expresión era completamente suave y los ojos verde mar se volvían tan fríos como los mares árticos.

—Bien. —Ella se encogió de hombros—. Tú duermes aquí y yo dormiré en tu cama. Ningún problema. —Se movió hacia la puerta.

—Abre esa puerta, _____, y tu madre y mi padre serán arrastrados a este pequeño desacuerdo que tenemos. ¿Es eso realmente lo que deseas?

Maldición.
Se paró a medio camino a la puerta antes de volverse hacia él.
— ¿Qué camino tomarían? —Abrió mucho los ojos, con una burlona inocencia—. ¿Ahora yo me pregunto qué pensarán ellos de la pequeña propuesta que me hiciste más temprano?
Él inclinó la cabeza, los ojos brillando con lujuria, con divertida hambre.

—Papa probablemente echaría mi trasero de casa —gruñó afablemente—. ¿Es eso lo que deseas realmente?

Ella giró lejos de él, refrenando el impulso de patear su culo ella misma. Tenía razón. Paul probablemente le despellejaría si conociera alguna vez la propuesta de su hijo.
No era que ella no lo hubiera esperado. Lo hacía. Lo había esperado. ¿Cómo era eso? Ella había esperado realmente el día en que Joe volviera e hiciera buena la promesa que su beso había hecho hacía cuatro años.
Y había sabido que si lo hacía, la posibilidad de solo tal propuesta vendría. Había estado lista para ello. Preparada para ello. Lo qué no había esperado era la intención a sangre fría que él tenía de utilizarla para agarrar a su violador. Como si el acto ya no tuviera nada que ver con ellos. Como si el deseo, la necesidad y el hambre fueran un medio para un fin y nada más. Era sin sentimientos, sin emoción. Y que Dios la ayudara, siempre que estaba alrededor de Joe, ella no sentía nada más que emoción.
Remolinos de ello. Lava caliente, relámpago de sensaciones que se rizaba sobre sus terminaciones nerviosas, volviendo incluso al aire una caricia contra la carne sensible.
¿Y las emociones? Ah ni siquiera quería ir allí. Excepto que ya estaban allí. Excitación, incertidumbre, temor a lo desconocido y temor de perder el sueño ante la realidad.
Él le estaba pidiendo que eligiera. Ella había querido ser seducida.
Se giró otra vez a él, tomando una lenta, profunda respiración, levantando la cabeza mientras fijamente al seguro, frío semblante que él presentaba ante ella.

—Sal de mi dormitorio. —Cruzó los brazos sobre los senos, apretando los labios mientras le miraba—. No soy uno de los juguetes de los Chicos Traviesos. Y no estoy de humor para juegos. Ni los tuyos ni los de nadie más.
Miró el destello de sorpresa en sus ojos justo un segundo. Por primera vez en todos los años que lo había conocido, nunca lo había sorprendido, hasta ahora.
Con una ondulación de músculos, se movió en la cama, su mirada nunca dejando la de ella mientras se levantaba, se ponía de pie y andaba alrededor de la cama.
Estaba excitado. La longitud gruesa de su erección tensaba los pantalones, atraía a sus ojos y le hacia la boca agua. Había fantaseado sobre esa erección. Sobre todas las cosas que una mujer podía hacer con tal pedazo de carne.
Permitió que los ojos se demoraran en la prueba de esa excitación antes de levantarlos a los suyos otra vez. Estaba cerca. Tan cerca que podía oler su olor limpio y masculino. El jabón y el calor de un macho excitado.
Se quedó quieta de pie mientras él andaba a su alrededor acechándola, los movimientos deliberados, depredadores. De repente, ya no estaba relajado, el pacientemente divertido Joe que siempre había conocido. Ella podía sentir el propósito, la intención masculina que manaba de él.

El aliento se le atascó mientras él se detenía detrás de ella, levantaba la mano para permitir que los dedos le apartaran el pelo sobre el hombro, para desnudar la concha de su oreja.

—Eres mía. —Ella saltó ante su respuesta susurrada—. Y, nena, quiero jugar. —Pasó las manos por sus brazos, creando una fricción de calor mientras ella sentía los labios en los hombros—. Adivino que eso te hace mi compañera de juegos, no mi juguete.
Los ojos de ella se ensancharon un segundo antes de que se soltara de un tirón, volviéndose hacia él furiosamente.

—No lo creo. —Le dio una sonrisa tensa y enojada. La estúpida confianza masculina, ella echaba humo.
Él inclinó la cabeza, los principios de una sonrisa retorciéndose en las comisuras de los labios.

—Te podría convencer.

Sin duda.
Ella bufó como si no fuera posible. Desafortunadamente, él probablemente la podría convencer, pero ¿al costó de su alma?

—Vamos, vete a tu propia cama, Joe. No me haga hacer una escena. Paul no lo querría. —Caminó hacia la suya, apartando las mantas y moviéndose hacia el consuelo del colchón, ignorándolo como si él no importara—. Buenas noches.
Él rió entre dientes, el sonido atravesando el cuarto, el perezoso humor del animal sexual que ella sabía que era. Le miró, luchando por controlar la respiración, la excitación y la adrenalina que surgían a través de ella.

—Has cambiado —murmuró él mientras andaba hacia el otro lado de la cama, mirándola a ella fijamente, excitado, determinado.

—No he cambiado en absoluto, Joe. —Tiró las mantas hasta la cintura mientras se sentaba contra las almohadas—. Quizás nunca me conociste realmente. —Levantó las cejas con énfasis—. Eso es siempre una posibilidad.

—Disfrutaste despertándote conmigo —acusó—. No quieres echarme.
Eso era pan comido. No, ella no quería echarlo. Quería curvarse contra él y dormir sin miedo como había hecho la noche antes y despertar tan caliente y protegida como lo había hecho esa mañana.

Levantó el mentón, negándose a contestarle, luchando por sostener su astuta mirada mientras él la miraba bajo el velo de sus pestañas gruesas y negras.

—Ve a jugar con otra persona. —Quizás tuviera que matarlo si lo intentaba—. No estoy interesada en los juegos.

— ¿Y piensas que esto es un juego? —Él le frunció el ceño, las manos apoyadas en las poderosas caderas mientras sus ojos comenzaban a hervir a fuego lento con irritación.

—Pienso que lo es para ti —le contestó en tono pesimista—. Y yo no soy un juego. No juegues conmigo, Joe. Ni ahora, ni nunca.