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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
AHHH por dios todo lo que me perdi!!!!
perdon por no comentar es q estaba sin internet :misery:
pero ya volvi mas tierno Nick no la va a dejar sola en Navidad :enamorado:
siguela por favor!!!!
:bye:
perdon por no comentar es q estaba sin internet :misery:
pero ya volvi mas tierno Nick no la va a dejar sola en Navidad :enamorado:
siguela por favor!!!!
:bye:
zai
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
oh dios eh abandonado a mis chicas :(
pero lo bueno es q estoy aqui con capitulo especial okis
se les quiere
y disculpen x tanta la espera
Capitulo 8
(Parte Dos)
1/2
pero lo bueno es q estoy aqui con capitulo especial okis
se les quiere
y disculpen x tanta la espera
Capitulo 8
(Parte Dos)
1/2
Ella nunca había estado en su apartamento antes y él era consciente de sentirse
nervioso cuando lo siguió a través de la puerta. Por sus estándares el sofá de cuero
oscuro y sillones eran probablemente aburridos, al igual que las cortinas de
terciopelo de color óxido. Una pared estaba dedicada a un dispositivo de estantería
integrado, llena de libros y varias piezas de arte, y objetos de interés que había
seleccionado a lo largo de los años. Vio cómo su mirada se apoderó de todo,
deteniéndose aquí y allá.
—¿Y bien? —preguntó.
—Mejor de lo que pensaba. Al menos no tienes una cabeza de venado disecada.
—Espera a ver el dormitorio.
—Dios, espero que estés bromeando.
Se dirigió a la cocina, desprendiéndose de su abrigo y dejándolo derrapado sobre
el respaldo de una de las sillas del comedor.
—Oh, esto es genial —dijo ella cuando vio su comedor privado Birdseye Maple Art
Deco.
—Ya lo creo.
Deslizó una mano por el respaldo curvo de una silla sinuosa.
—Y aquí estaba yo, esperando un ambiente señorial.
—Estoy ahorrando mis centavos para uno.
Su mirada se agudizó cuando comenzó a sacar la comida de la nevera. Un pollo,
un manguito de celofán de estragón, papas, zanahorias bebé.
—¿Vas a cocinar para mí?
—Así es.
Se quitó el abrigo y desenrolló la bufanda lentamente. Fue un movimiento bastante
inocuo, pero todo lo que hacía (Tn) era sexy y se sintió cada vez más duro.
—¿Sabes cocinar? —preguntó mientras se deslizaba sobre uno de los taburetes en
el mostrador de la cocina.
—Vas a tener que esperar y ver.
—¿Puedo tomar algo mientras espero?
—Sírvete tú misma. —Le señaló hacia su refrigerador de vino.
Ella cruzó la habitación, comprobando las botellas a través de la puerta de vidrio.
Lanzó un silbido.
—Tienes un Chateau Margaux aquí.
—Dos, en realidad. Podemos abrir una si lo deseas.
Ella sonrió, disparándole una mirada desafiante.
—Debería atenerte a eso, sólo para darte una lección.
Deslizó un cajón para abrirlo y agarrar el abridor de botellas, ofreciéndoselo. Ella
lo miró fijamente.
—Ese vino tiene que valer unas 500 libras.
—Más cerca de 700 libras, en realidad.
—¿En serio has gastado tanto dinero en una botella de vino?
—Lo hice.
—¿Puedo preguntar por qué?
—Pensé que me convertiría en una mejor persona —dijo con sequedad por lo que
supo que estaba bromeando, pero inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Lo hizo?
—¿Qué crees tú?
—Creo que siempre has sido una persona bastante sorprendente.
Se miraron el uno al otro por un largo minuto, en el que el único sonido era el tic-
tac del reloj de pared.
—Pásame la botella —dijo él.
Ella entrecerró los ojos por un segundo.
—Deberías saber que siempre gano en los juegos de pollo.
Él arqueó una ceja. Ella se encogió de hombros y abrió la nevera de vinos, sacando
la botella de Chateau Margaux de su cuna. Se la entregó con un brillo en sus ojos
que decía te-reto.
Él utilizó el cuchillo del saca corchos para romper el sello metálico. Ella hizo un
pequeño, angustiado sonido en el fondo de su garganta.
—¿Estás bien?
—No
Presionó la punta del sacacorchos contra el corcho para conseguir un buen agarre.
Comenzó a girarlo. (Tn) sacó una mano, agarrando su muñeca para detenerlo.
—Espera. ¿Estás seguro?
—Sí.
—¿No deberías guardarla para una ocasión especial?
—Esta es una ocasión especial. Estamos cenando.
Su mano se cerró en la de él por un segundo, luego la dejó caer.
—Está bien. Es tu vino.
Destapó la botella y sirvió dos copas, deslizando una a través del mostrador hacia
ella.
—Feliz Navidad, (Tn) —dijo en voz baja.
Su copa besó el borde de la de ella.
—Feliz Navidad —dijo ella, con sus ojos marrones dorados de pronto solemnes.
—¿Por qué no estás con tu familia hoy? —preguntó él,
incapaz de morder su
lengua por un momento más.
—Si crees que una copa de vino de 700 libras me va a volver una borracha
descuidada y habladora, quizás debas verter de nuevo el líquido en la botella
—dijo ella, ofreciéndole su copa de regreso.
Él la rechazó.
—No tienes que decirme nada si no quieres.
—La psicología inversa tampoco funcionará.
—Está bien. —Tomó un sorbo de su vino y luego comenzó a pelar una cebolla.
(Tn) lo miró con recelo, como si estuviera esperando que le tendiera una trampa.
—Siéntate y bebe tu vino, (Tn) —le dijo, sin levantar la vista de lo que estaba
haciendo.
Ella le obedeció a medias, tomando un sorbo de su bebida.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—No pagaría más de 400 libra por él.
—Dale un poco de tiempo para que se refresque.
Ella esbozó una sonrisa.
—Es adorable. Realmente agradable.
Él picó la cebolla, siendo cuidadoso de mantener su rostro lejos de los humos.
Después de unos cuantos segundos, se deslizó de nuevo en su taburete.
—Mi madrastra piensa que soy una mala influencia.
Él se quedó quieto.
—¿Cómo?
— Mi madrastra piensa que soy una mala influencia. Es por eso que no paso las
navidades con mi familia. Tengo dos medias hermanas demasiado jóvenes, de 15 y
18, y no quiere que las tiente a mi camino demoníaco.
Él se detuvo un momento con el cuchillo encima de la cebolla.
—¿Ella te dijo eso?
—Ha pasado cierto tiempo, no puedo recordar las palabras exactas. Pero ese era
básicamente su punto.
Lo dijo con facilidad, con soltura, pero él apostaba a que recordaba con exactitud lo
que su madrastra le había dicho hace todos esos años. Palabra por palabra.
—¿Y tu padre está de acuerdo con ella?
—Mi padre es un hombre muy ocupado. No tiene tiempo para dirigir un negocio y
una familia.
—¿Cuándo fue la última vez que pasaste la Navidad con ellos?
—Hace diez años.
Hizo un cálculo rápido. Ella era un año menor que Elizabeth, lo que significaba
que debía haber tenido apenas diecinueve cuando recibió la orden de marcharse.
—¿Qué pasó?
—Hice las maletas y me fui.
—No. ¿Qué pasó antes de eso? —Porque debía haber más en esa historia.
Ella sonrió, una pequeña curva cínica en sus labios.
—¿Quieres decir, qué hice mal?
—Quise decir lo que dije. ¿Qué pasó?
Ella miró su vino.
—Cuando tenía dieciséis años, me involucré con uno de los profesores de mi
escuela. Algunas de las otras chicas se enteraron. Me llamaron a la oficina del
director. Mi padre estaba en un viaje de negocios, así que Diana manejó todo. Fui
mandada lejos a un internado después de eso, pero se corrió la voz. Siempre lo
hace. —Se encogió de hombros.
La sangre de él se heló.
—¿Qué pasó con el profesor?
—No lo sé. Diana no quiso hablar de ello conmigo. Me dijo que ya había causado
suficientes problemas.
Él bajó el cuchillo, la rabia hacía sus movimientos bruscos.
—¿Qué edad tenía ese tipo?
—Treinta y tantos, supongo. Era nuestro profesor de drama. Para ese momento,
pensaba que yo era algo bastante caliente porque me había notado. —Soltó una
carcajada sin sentido del humor.
—Vamos a ver si lo entiendo. ¿Una sórdida, retorcida historia de un profesor que
seduce a una chica de escuela y eres tú la que resulta exiliada? —Podía escuchar la
indignación en su propia voz. Estaba indignado. ¿Qué clase de mujer empaca a su
hijastra y la manda a vivir con extraños después de haber sido abusada por alguien
en quien confiaba?
—Tienes que entender, Nicholas , fui una chica precoz. Me desarrollé temprano, era
coqueta. Siempre interesada en chicos. Era una de esas chicas que buscan
problemas y los encuentran.
Él supo sin preguntar que esas palabras eran de la madrastra de (Tn).
—A riesgo de sonar repetitivo, ¿dónde estaba tu padre en todo esto?
Ella arremolinó el vino alrededor de la copa.
—Supongo que estaba demasiado ocupado para darse cuenta. Sin embargo, hice
mi mejor esfuerzo por corregir eso, no te preocupes. Durante los próximos tres
años me echaron de cuatro escuelas. Me decoloré el cabello, perforé mi labio, mi
nariz, mis orejas. Traje a casa todos los perdedores de cabello largo sobre los que
pude poner mis manos.
Él levantó su copa.
—Bravo por ti.
Ella había luchado con las únicas armas que tenía: su cuerpo y su espíritu.
—Gracias. Eso funcionó. Obtuve su completa atención cuando Diana me dio su
ultimátum: me iba yo, o lo haría ella, pues no tendría a sus niñas bajo el mismo
techo que yo.
—¿Qué dijo?
—Nada.
—¿Disculpa? —Apoyó sus manos en el mostrador y la miró fijamente—. ¿Qué
quieres decir con nada?
—Se negó a participar. Nos dijo que lo resolviéramos entre nosotras. Así lo
hicimos. Yo me fui. Y no he vuelto.
Había orgullo detrás de esas simples palabras y una profunda herida. Trató de
imaginarse cómo debió haber sido para ella; explotada por un mentor en quien
confiaba, abandonada por la persona que debía estar allí para protegerla.
—Te repartieron una mano de mierda, (Tn) —dijo en voz baja.
—No fue genial por un tiempo. Pero Elizabeth se aseguró de que saliera adelante.
Sacó de mí todo el drama, el escándalo, las expulsiones, a pesar de que sus abuelos
querían que se distanciara de mí. Ella nunca retrocedió o me decepcionó. Ni una
vez.
Parpadeó y se dio cuenta de que estaba al borde de las lágrimas. Él rodeo el
mostrador para acercarse a ella, tratando de entender. Ella le había contado toda la
fealdad de sus diez años con los ojos secos, sin derramar ni una sola lágrima por su
yo más joven. Ahora que estaba hablando de Elizabeth, ¿se deshacía…?
—(Tn) —dijo, deslizando su brazo alrededor de sus hombros.
Ella lo miró, sus pestañas de punta con la humedad.
—Elizabeth llamó esta mañana. No va a regresar. Se queda en Australia.
Las lágrimas se extendieron, rodando por sus mejillas. Él la tomó en sus brazos,
consciente de que una opresión crecía en su pecho. No por lo que acababa de
contarle sobre Elizabeth, sino porque le dolía y no sabía cómo detenerlo.
—Lo siento —dijo estúpidamente—. Sé lo mucho que significa para ti.
—Es mi mejor amiga. Mi roca.
—Lo sé.
Volvió el rostro en su hombro. Él apoyó su mano en la nuca y se quedó mirando la
pared de la cocina. Si hubiera algo que pudiera decir o hacer para hacerla sentir
mejor, lo haría, en un santiamén. Pero no había, por lo que todo lo que podía hacer
era sostenerla.
Pensó en lo que acababa de decirle: llenar los espacios en blanco, uniendo los
puntos.
Fuera que ella lo supiera o no, su dolor por perder a Elizabeth estaba amarrado a
las heridas de su pasado. Había puesto todos sus huevos en la canasta de
Elizabeth porque no tenía otras canastas y ahora Elizabeth la abandonaba, como lo
habían hecho tantas otras personas en su vida.
Por un momento se llenó de una ira irracional hacia Elizabeth. Ella debía saber
cuánto significaba en la vida de (Tn), lo importante que era. ¿Cómo en la tierra
podría alejarse de (Tn), a sabiendas de su historia y de lo sola que estaba?
La parte racional de su cerebro sabía que Elizabeth tenía derecho a su propia vida.
Estaba juzgando un solo lado como para entender cuánto derecho se había ganado
a buscar su propia felicidad, en sus propios términos… incluso si eso significaba
mudarse al otro lado del mundo. Pero eso no detuvo sus ganas de sacudirla.
(Tn) se agitó en sus brazos, olfateando en voz alta.
—¿Tienes alguna servilleta?
—Tengo pañuelos. Espera y te traigo uno.
Se apartó de ella, su pecho haciéndose aún más pesado cuando vio cuán
angustiada estaba. Caminó por el pasillo a su dormitorio y tomó un puñado de
pañuelos de la cómoda, volviendo rápidamente a la cocina.
(Tn) estaba secándose las lágrimas de sus mejillas con la punta de sus dedos y
lucía vagamente avergonzada cuando él entró. Le entregó los pañuelos. Se limpió
la cara y se sonó la nariz. Por último, hizo contacto visual con él.
—Lamento volcar todo eso en ti. Buena manera de arruinar una costosa botella de
vino, ¿ah?
—Cállate —dijo y luego la besó, porque no había otro modo de transmitirle cómo
se sentía.
Protector, excitado, divertido y admirado eran sólo la punta del iceberg. Cada
minuto, cada segundo con (Tn) era una revelación. Era asombrosa… fuerte y
frágil, ardiente y dulce, tímida y atrevida. Una contradicción andante y hablante.
Un rompecabezas. Un misterio en el que un hombre puede pasar toda una gloriosa
vida desentrañando.
La idea le hizo romper el beso y dar un paso atrás. Los ojos de (Tn) estaban
cerrados y los abrió lentamente. Él miró en su profundidad de color ámbar y sintió
las piedras de su existencia desalineadas.
Desde sus primeros días, había tenido tantas ideas fijas sobre la forma en que había
querido que fuera su vida. Demasiadas cajas que quería marcar.
Nunca había tenido el coraje o la amplia imaginación para conjurar a (Tn), a
imaginar una vida con ella a su lado.
Qué tonto de él.
Dio un paso más lejos de ella, una poco asustado por sus propios pensamientos.
—Será mejor que termine esta comida, o no vamos a comer hasta la medianoche.
nervioso cuando lo siguió a través de la puerta. Por sus estándares el sofá de cuero
oscuro y sillones eran probablemente aburridos, al igual que las cortinas de
terciopelo de color óxido. Una pared estaba dedicada a un dispositivo de estantería
integrado, llena de libros y varias piezas de arte, y objetos de interés que había
seleccionado a lo largo de los años. Vio cómo su mirada se apoderó de todo,
deteniéndose aquí y allá.
—¿Y bien? —preguntó.
—Mejor de lo que pensaba. Al menos no tienes una cabeza de venado disecada.
—Espera a ver el dormitorio.
—Dios, espero que estés bromeando.
Se dirigió a la cocina, desprendiéndose de su abrigo y dejándolo derrapado sobre
el respaldo de una de las sillas del comedor.
—Oh, esto es genial —dijo ella cuando vio su comedor privado Birdseye Maple Art
Deco.
—Ya lo creo.
Deslizó una mano por el respaldo curvo de una silla sinuosa.
—Y aquí estaba yo, esperando un ambiente señorial.
—Estoy ahorrando mis centavos para uno.
Su mirada se agudizó cuando comenzó a sacar la comida de la nevera. Un pollo,
un manguito de celofán de estragón, papas, zanahorias bebé.
—¿Vas a cocinar para mí?
—Así es.
Se quitó el abrigo y desenrolló la bufanda lentamente. Fue un movimiento bastante
inocuo, pero todo lo que hacía (Tn) era sexy y se sintió cada vez más duro.
—¿Sabes cocinar? —preguntó mientras se deslizaba sobre uno de los taburetes en
el mostrador de la cocina.
—Vas a tener que esperar y ver.
—¿Puedo tomar algo mientras espero?
—Sírvete tú misma. —Le señaló hacia su refrigerador de vino.
Ella cruzó la habitación, comprobando las botellas a través de la puerta de vidrio.
Lanzó un silbido.
—Tienes un Chateau Margaux aquí.
—Dos, en realidad. Podemos abrir una si lo deseas.
Ella sonrió, disparándole una mirada desafiante.
—Debería atenerte a eso, sólo para darte una lección.
Deslizó un cajón para abrirlo y agarrar el abridor de botellas, ofreciéndoselo. Ella
lo miró fijamente.
—Ese vino tiene que valer unas 500 libras.
—Más cerca de 700 libras, en realidad.
—¿En serio has gastado tanto dinero en una botella de vino?
—Lo hice.
—¿Puedo preguntar por qué?
—Pensé que me convertiría en una mejor persona —dijo con sequedad por lo que
supo que estaba bromeando, pero inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Lo hizo?
—¿Qué crees tú?
—Creo que siempre has sido una persona bastante sorprendente.
Se miraron el uno al otro por un largo minuto, en el que el único sonido era el tic-
tac del reloj de pared.
—Pásame la botella —dijo él.
Ella entrecerró los ojos por un segundo.
—Deberías saber que siempre gano en los juegos de pollo.
Él arqueó una ceja. Ella se encogió de hombros y abrió la nevera de vinos, sacando
la botella de Chateau Margaux de su cuna. Se la entregó con un brillo en sus ojos
que decía te-reto.
Él utilizó el cuchillo del saca corchos para romper el sello metálico. Ella hizo un
pequeño, angustiado sonido en el fondo de su garganta.
—¿Estás bien?
—No
Presionó la punta del sacacorchos contra el corcho para conseguir un buen agarre.
Comenzó a girarlo. (Tn) sacó una mano, agarrando su muñeca para detenerlo.
—Espera. ¿Estás seguro?
—Sí.
—¿No deberías guardarla para una ocasión especial?
—Esta es una ocasión especial. Estamos cenando.
Su mano se cerró en la de él por un segundo, luego la dejó caer.
—Está bien. Es tu vino.
Destapó la botella y sirvió dos copas, deslizando una a través del mostrador hacia
ella.
—Feliz Navidad, (Tn) —dijo en voz baja.
Su copa besó el borde de la de ella.
—Feliz Navidad —dijo ella, con sus ojos marrones dorados de pronto solemnes.
—¿Por qué no estás con tu familia hoy? —preguntó él,
incapaz de morder su
lengua por un momento más.
—Si crees que una copa de vino de 700 libras me va a volver una borracha
descuidada y habladora, quizás debas verter de nuevo el líquido en la botella
—dijo ella, ofreciéndole su copa de regreso.
Él la rechazó.
—No tienes que decirme nada si no quieres.
—La psicología inversa tampoco funcionará.
—Está bien. —Tomó un sorbo de su vino y luego comenzó a pelar una cebolla.
(Tn) lo miró con recelo, como si estuviera esperando que le tendiera una trampa.
—Siéntate y bebe tu vino, (Tn) —le dijo, sin levantar la vista de lo que estaba
haciendo.
Ella le obedeció a medias, tomando un sorbo de su bebida.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—No pagaría más de 400 libra por él.
—Dale un poco de tiempo para que se refresque.
Ella esbozó una sonrisa.
—Es adorable. Realmente agradable.
Él picó la cebolla, siendo cuidadoso de mantener su rostro lejos de los humos.
Después de unos cuantos segundos, se deslizó de nuevo en su taburete.
—Mi madrastra piensa que soy una mala influencia.
Él se quedó quieto.
—¿Cómo?
— Mi madrastra piensa que soy una mala influencia. Es por eso que no paso las
navidades con mi familia. Tengo dos medias hermanas demasiado jóvenes, de 15 y
18, y no quiere que las tiente a mi camino demoníaco.
Él se detuvo un momento con el cuchillo encima de la cebolla.
—¿Ella te dijo eso?
—Ha pasado cierto tiempo, no puedo recordar las palabras exactas. Pero ese era
básicamente su punto.
Lo dijo con facilidad, con soltura, pero él apostaba a que recordaba con exactitud lo
que su madrastra le había dicho hace todos esos años. Palabra por palabra.
—¿Y tu padre está de acuerdo con ella?
—Mi padre es un hombre muy ocupado. No tiene tiempo para dirigir un negocio y
una familia.
—¿Cuándo fue la última vez que pasaste la Navidad con ellos?
—Hace diez años.
Hizo un cálculo rápido. Ella era un año menor que Elizabeth, lo que significaba
que debía haber tenido apenas diecinueve cuando recibió la orden de marcharse.
—¿Qué pasó?
—Hice las maletas y me fui.
—No. ¿Qué pasó antes de eso? —Porque debía haber más en esa historia.
Ella sonrió, una pequeña curva cínica en sus labios.
—¿Quieres decir, qué hice mal?
—Quise decir lo que dije. ¿Qué pasó?
Ella miró su vino.
—Cuando tenía dieciséis años, me involucré con uno de los profesores de mi
escuela. Algunas de las otras chicas se enteraron. Me llamaron a la oficina del
director. Mi padre estaba en un viaje de negocios, así que Diana manejó todo. Fui
mandada lejos a un internado después de eso, pero se corrió la voz. Siempre lo
hace. —Se encogió de hombros.
La sangre de él se heló.
—¿Qué pasó con el profesor?
—No lo sé. Diana no quiso hablar de ello conmigo. Me dijo que ya había causado
suficientes problemas.
Él bajó el cuchillo, la rabia hacía sus movimientos bruscos.
—¿Qué edad tenía ese tipo?
—Treinta y tantos, supongo. Era nuestro profesor de drama. Para ese momento,
pensaba que yo era algo bastante caliente porque me había notado. —Soltó una
carcajada sin sentido del humor.
—Vamos a ver si lo entiendo. ¿Una sórdida, retorcida historia de un profesor que
seduce a una chica de escuela y eres tú la que resulta exiliada? —Podía escuchar la
indignación en su propia voz. Estaba indignado. ¿Qué clase de mujer empaca a su
hijastra y la manda a vivir con extraños después de haber sido abusada por alguien
en quien confiaba?
—Tienes que entender, Nicholas , fui una chica precoz. Me desarrollé temprano, era
coqueta. Siempre interesada en chicos. Era una de esas chicas que buscan
problemas y los encuentran.
Él supo sin preguntar que esas palabras eran de la madrastra de (Tn).
—A riesgo de sonar repetitivo, ¿dónde estaba tu padre en todo esto?
Ella arremolinó el vino alrededor de la copa.
—Supongo que estaba demasiado ocupado para darse cuenta. Sin embargo, hice
mi mejor esfuerzo por corregir eso, no te preocupes. Durante los próximos tres
años me echaron de cuatro escuelas. Me decoloré el cabello, perforé mi labio, mi
nariz, mis orejas. Traje a casa todos los perdedores de cabello largo sobre los que
pude poner mis manos.
Él levantó su copa.
—Bravo por ti.
Ella había luchado con las únicas armas que tenía: su cuerpo y su espíritu.
—Gracias. Eso funcionó. Obtuve su completa atención cuando Diana me dio su
ultimátum: me iba yo, o lo haría ella, pues no tendría a sus niñas bajo el mismo
techo que yo.
—¿Qué dijo?
—Nada.
—¿Disculpa? —Apoyó sus manos en el mostrador y la miró fijamente—. ¿Qué
quieres decir con nada?
—Se negó a participar. Nos dijo que lo resolviéramos entre nosotras. Así lo
hicimos. Yo me fui. Y no he vuelto.
Había orgullo detrás de esas simples palabras y una profunda herida. Trató de
imaginarse cómo debió haber sido para ella; explotada por un mentor en quien
confiaba, abandonada por la persona que debía estar allí para protegerla.
—Te repartieron una mano de mierda, (Tn) —dijo en voz baja.
—No fue genial por un tiempo. Pero Elizabeth se aseguró de que saliera adelante.
Sacó de mí todo el drama, el escándalo, las expulsiones, a pesar de que sus abuelos
querían que se distanciara de mí. Ella nunca retrocedió o me decepcionó. Ni una
vez.
Parpadeó y se dio cuenta de que estaba al borde de las lágrimas. Él rodeo el
mostrador para acercarse a ella, tratando de entender. Ella le había contado toda la
fealdad de sus diez años con los ojos secos, sin derramar ni una sola lágrima por su
yo más joven. Ahora que estaba hablando de Elizabeth, ¿se deshacía…?
—(Tn) —dijo, deslizando su brazo alrededor de sus hombros.
Ella lo miró, sus pestañas de punta con la humedad.
—Elizabeth llamó esta mañana. No va a regresar. Se queda en Australia.
Las lágrimas se extendieron, rodando por sus mejillas. Él la tomó en sus brazos,
consciente de que una opresión crecía en su pecho. No por lo que acababa de
contarle sobre Elizabeth, sino porque le dolía y no sabía cómo detenerlo.
—Lo siento —dijo estúpidamente—. Sé lo mucho que significa para ti.
—Es mi mejor amiga. Mi roca.
—Lo sé.
Volvió el rostro en su hombro. Él apoyó su mano en la nuca y se quedó mirando la
pared de la cocina. Si hubiera algo que pudiera decir o hacer para hacerla sentir
mejor, lo haría, en un santiamén. Pero no había, por lo que todo lo que podía hacer
era sostenerla.
Pensó en lo que acababa de decirle: llenar los espacios en blanco, uniendo los
puntos.
Fuera que ella lo supiera o no, su dolor por perder a Elizabeth estaba amarrado a
las heridas de su pasado. Había puesto todos sus huevos en la canasta de
Elizabeth porque no tenía otras canastas y ahora Elizabeth la abandonaba, como lo
habían hecho tantas otras personas en su vida.
Por un momento se llenó de una ira irracional hacia Elizabeth. Ella debía saber
cuánto significaba en la vida de (Tn), lo importante que era. ¿Cómo en la tierra
podría alejarse de (Tn), a sabiendas de su historia y de lo sola que estaba?
La parte racional de su cerebro sabía que Elizabeth tenía derecho a su propia vida.
Estaba juzgando un solo lado como para entender cuánto derecho se había ganado
a buscar su propia felicidad, en sus propios términos… incluso si eso significaba
mudarse al otro lado del mundo. Pero eso no detuvo sus ganas de sacudirla.
(Tn) se agitó en sus brazos, olfateando en voz alta.
—¿Tienes alguna servilleta?
—Tengo pañuelos. Espera y te traigo uno.
Se apartó de ella, su pecho haciéndose aún más pesado cuando vio cuán
angustiada estaba. Caminó por el pasillo a su dormitorio y tomó un puñado de
pañuelos de la cómoda, volviendo rápidamente a la cocina.
(Tn) estaba secándose las lágrimas de sus mejillas con la punta de sus dedos y
lucía vagamente avergonzada cuando él entró. Le entregó los pañuelos. Se limpió
la cara y se sonó la nariz. Por último, hizo contacto visual con él.
—Lamento volcar todo eso en ti. Buena manera de arruinar una costosa botella de
vino, ¿ah?
—Cállate —dijo y luego la besó, porque no había otro modo de transmitirle cómo
se sentía.
Protector, excitado, divertido y admirado eran sólo la punta del iceberg. Cada
minuto, cada segundo con (Tn) era una revelación. Era asombrosa… fuerte y
frágil, ardiente y dulce, tímida y atrevida. Una contradicción andante y hablante.
Un rompecabezas. Un misterio en el que un hombre puede pasar toda una gloriosa
vida desentrañando.
La idea le hizo romper el beso y dar un paso atrás. Los ojos de (Tn) estaban
cerrados y los abrió lentamente. Él miró en su profundidad de color ámbar y sintió
las piedras de su existencia desalineadas.
Desde sus primeros días, había tenido tantas ideas fijas sobre la forma en que había
querido que fuera su vida. Demasiadas cajas que quería marcar.
Nunca había tenido el coraje o la amplia imaginación para conjurar a (Tn), a
imaginar una vida con ella a su lado.
Qué tonto de él.
Dio un paso más lejos de ella, una poco asustado por sus propios pensamientos.
—Será mejor que termine esta comida, o no vamos a comer hasta la medianoche.
_______________________________________________________________________________________________________
ElitzJb
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
Capitulo 9
(Parte Uno)
2/2
(Tn) tomó su vino y observó a Nicholas moverse por la cocina con
sorprendente y reveladora confianza. Nunca había soñado que
Nicholas cocinara, pero claramente lo hacía. Y lo disfrutaba también,
como lo demostraba muy bien la bien usada tabla de cortar, la extensa colección de
especias y la amplia selección de libros de cocina que vislumbró cuando él abrió la
despensa.
Lo había llenado de preguntas sobre su comida mientras él trabajaba, en parte
porque estaba fascinada por ésta nueva imagen de él y en parte porque estaba
avergonzada por haberse puesto a llorar en su camiseta.
No debería haberle contado de su familia. No le hacía bien a ninguno, mucho
menos a sí misma, y ya era historia antigua. Un poco en carne viva el día de hoy,
pero aun así, antigua. Con respecto a las noticias de Elizabeth… Había un millón
de maneras más amables con las que ella pudo haber roto con él. No es que
estuviera devastado por la revelación de que Elizabeth no regresaría a casa.
Por otro lado difícilmente compartiría esa reacción con (Tn), ¿no? Por lo menos
no cuando estaban durmiendo juntos.
Tragó más vino y trató que todo simplemente se fuera. No podía hacer nada sobre
el pasado, y no podía hacer nada con respecto a Elizabeth, y tampoco podía retirar
las cosas que le había contado.
—Todo estará bien, (Tn).
Alzó la mirada y lo encontró mirándola fijamente. Tranquilizadoramente. Había
escuchado las mismas palabras cientos de veces en el transcurso de los años, pero
ganaron un nuevo poder cuando Nicholas las dijo. Estaba tan seguro. Tan sólido,
real y decidido.
Ella asintió, sintiéndose de alguna manera más ligera.
—¿Por qué no vas al living y pones algo en el estéreo?
Obedientemente recogió su copa y fue a la sala.
—Los CDs están en el extremo izquierdo de la librería —gritó.
Los vio y se dirigió hacia ellos. Rápidamente descubrió que su gusto era
sorprendentemente ecléctico. Bach y Beethoven, Springsteen y Simon Y Garfunkel,
Coldplay y Adele. Sus cejas se elevaron cuando vio un familiar CD amarillo
brillante.
—¿Desde cuándo te gustan los Sex Pistols? —gritó ella.
—Desde que tenía 14 años y estaba rodeado por cabezas rapadas y una juventud
furiosa y despojada de sus derechos.
Sonrió para sí cuando sacó el CD y lo metió en el reproductor. No su tradicional
comida festiva, pero esto apenas era una celebración tradicional.
Estaba a punto de dirigirse de regreso a la cocina cuando vio una invitación
cuidadosamente doblada colocada sobre el mantel. La apertura, los estruendos
acordes de “Anarchy in the UK” llenaron la sala en tanto cedía a la curiosidad y se
acercaba un paso.
Era una invitación a una cena Equinoccio de Primavera en el Savage Club. Sonrió,
sabiendo lo duro que había trabajado Nicholas para posicionarse para la membrecía
en el exclusivo club. El padre de ella había sido miembro por años y había
escuchado suficiente acerca de los estirados tejemanejes de ahí para saber más allá
de cualquier duda que ella se aburriría sin sentido por todo ello, pero significaba
algo para Nicholas . Qué maravilloso que finalmente haya conseguido lo que quería.
Se preguntó indiferente con quién iría. Elizabeth iba a ser difícil de superar por
cualquier simple mujer mortal.
Su vientre se apretó cuando pensó en Nicholas llevando a otra mujer a una cena de
lujo. Se preguntó quién entre sus conocidos sería. ¿Alguien del trabajo, quizás? O
tal vez una amiga que podía intervenir para ayudarle.
Siempre podría llevarte a ti.
La idea fue tan absurda que se burló en voz alta. Nicholas y ella habían tenido sexo
un par de veces, pero no tenían una relación. No era tonta o ingenua para disfrutar
de esa pequeña fantasía. La cena era a mediados de marzo, más de dos meses
faltaban. Él verdaderamente habría seguido hacia adelante para ese entonces.
Además, ella era la última persona a la que le gustaría llevar al Savage Club.
Quería a alguien que le diera mérito. Alguien elegante, sobria y adecuada. Podría
disfrutar follando a (Tn), pero estaba como a un millón de kilómetros del tipo de
mujer que querría en su brazo en tal evento.
Metió la invitación en el mantel y volvió a la cocina.
Él estaba salteando algo sobre la impresionante estufa de seis mecheros.
—Huele bien —dijo ella cuando volvió a su taburete.
—Patatas Dauphinoise. Lo tendremos con coq au vin6 y habichuelas en ajo. Me
temo que sólo tengo helado de postre.
—Intentaré tragarlo.
Esbozó una sonrisa sobre su hombro hacia ella. Ella dejó que su mirada se
deslizara por su espalda hasta su trasero. Imposible mirar su cuerpo sin recordar
cómo se sentía tenerlo sobre ella, su bienvenido peso presionándola en la cama, su
cuerpo moviéndose dentro de ella…
6Coq au vin: Pollo al vino.
Nicholas regresó a la encimera para recoger un tazón con algo picado, su mirada
encontrándose con la suya. Se quedó quieto por un segundo, entonces una
pequeña y conocedora sonrisa curvó su boca.
—Sé paciente —dijo, su voz un poco áspera.
Que supiera lo que estaba pensando —lo que quería— simplemente por mirarla lo
único que hizo fue transformarlo en más. De alguna manera se las arregló para
atravesar el plato principal, pero cuando él fue a la cocina a servir el helado lo
siguió y lo llevó al dormitorio.
Lo tuvo perversamente en la cama, luego en la ducha. Después, hizo ruidos sobre
irse porque no quería prolongar su estadía, pero Nicholas le quitó la ropa y le ordenó
que volviera a la cama. Durmieron enroscados, y a la mañana hicieron el amor
nuevamente antes de que la llevara a su casa.
Esa noche marcó la pauta para las siguientes seis semanas. Si Nicholas estaba
ocupado con el trabajo, ella iba a su casa y se repantigaba en el sofá leyendo un
libro mientras él repasaba contratos o revisaba material. Cuando consideraba que
él ya había hecho suficiente por el día, lo distraía de la manera más provechosa.
Cuando no estaban en la casa de él estaban en la de ella, haciendo lo mismo, menos
lo del trabajo. Lo introdujo a los placeres del reality TV cuando descubrió que su
idea de relajarse era un vigoroso juego de squash. Él la introdujo a los placeres de
las buenas comidas, el buen vino y un impresionante sistema de estéreo.
De vez en cuando ella experimentaba un pequeño susto de sorpresa cuando se
daba cuenta que éste era Nicholas St Jonas con quien lo estaba haciendo todo. Ni en
un millón de años habría pensado que estaría enrollada yaciendo en un sofá junto
a él, sus manos haciendo cosas maravillosas en el arco de su pie mientras miraban
“Dancing with the stars”. Él la hacía reír, la hacía pensar, y sí, a veces la exasperaba
con sus prepotentes de-ésta-manera-es-como-se-hará. Sin embargo, nunca lo
dejaba salirse con la suya, y peleaban más de una vez. Pero siempre se
reconciliaban de una manera espectacular, por lo que pensaba que valía la pena la
molestia.
Porque los días eran cortos y todavía hacía frío, fue fácil sentir como que estaban
viviendo en su propia burbuja. Hubo pocas interrupciones preciosas del mundo
real, y eso lo hacía engañosamente fácil para (Tn) fingir que lo que estaba
pasando entre Nicholas y ella era cerrado y privado. Le hablaba a Elizabeth al menos
una vez a la semana, y cada conversación estaba enfocada en Nathan y los planes
que él y Elizabeth habían hecho para el futuro. La habitual culpa y la auto
recriminación pesaban sobre (Tn) luego de colgar el teléfono, pero no contarle
sobre Nicholas se había convertido en su propio problema, ahora que había pasado
tanto tiempo. Una vez que el gato estuviera fuera de la bolsa, Elizabeth estaría
obligada a hacer preguntas y cuando (Tn) las respondiera sinceramente,
Elizabeth sabría que había ocultado su confesión por casi tres meses. Tres meses
durante los cuales había hablado varias veces con Elizabeth compartiendo todos
los detalles importantes y sin importancia de su vida, mientras (Tn) retenía el
hecho más significativo de la suya. Un hecho que tenía resonancia directa y
personal para Elizabeth.
Porque era un simple ser humano, (Tn) intentó justificar su comportamiento y
minimizar su deslealtad hacia su amiga. Se dijo que Elizabeth claramente lo había
superado —ella estaba profundamente, locamente enamorada de otro hombre,
después de todo, tanto así que planeaba emigrar para estar con él— y que la misma
Elizabeth le había dicho tantas veces que nunca amó a Nicholas de la manera en que
él se lo merecía. Elizabeth no tenía ningún reclamo sobre Nicholas . Él era un agente
libre. Al igual que (Tn).
Cuando (Tn) se estaba sintiendo muy tranquila y racional, ambos argumentos
casi la convencieron de que Elizabeth estaría completamente bien con la noticia de
que su mejor amiga estaba saliendo con su ex-prometido. Entonces pensó cómo se
sentiría ella en los zapatos de Elizabeth y supo que incluso la más generosa y
abierta de las amigas tendría problemas para aceptar el descubrimiento de que
semanas después de que Elizabeth había cancelado su compromiso, (Tn) saltó a
los huesos de Nicholas .
Era demasiado pronto. (Tn) lo sabía en sus entrañas, y Elizabeth estaría
totalmente justificada en sentirse herida, traicionada y menospreciada. Sería un
milagro si la verdad no dañaba su amistad para siempre, o al menos
irrevocablemente. El pensamiento de Elizabeth siendo distante y recelosa con ella
fue casi más devastador para (Tn) que la noción de que su amiga podría
repudiarla totalmente una vez que supiera lo que había estado pasando.
Y mientras (Tn) seguía mordiéndose la lengua, y la culpa ocupaba una residencia
permanente en su vientre, una pequeña bola dura y fría que nunca se iba,
incendiando el estómago a proporciones dolorosas cuando le hablaba a Elizabeth y
casi muriendo cuando estaba con Nicholas .
Una parte de ella supo que la burbuja tenía que estallar en algún momento. Solo
había tiempo para meter la cabeza en la arena y fingir que lo que estaba
sucediendo no estaba pasando y que no significaba nada para ella misma,
Elizabeth o Nicholas .
Las cosas llegaron a un punto donde ella y Nicholas decidieron salir a comer para
variar un miércoles a la noche cuando febrero daba paso a marzo. Hasta ahora
habían limitado sus reuniones a la casa de él o a la de ella, sobre todo porque era
mucho más conveniente tener una puerta cerrada entre ellos y el resto del mundo
cuando las cosas se volvían cálidas, como inevitablemente lo hacían, siempre. Pero
éste miércoles Nicholas llegó tarde a casa de la oficina, y (Tn) tuvo que acurrucarse
en la entrada de su departamento por casi veinte minutos antes de que su coche se
detuviera en la acera.
—Lo siento. Tuve una llamada telefónica de uno de los socios senior justo cuando
me estaba dirigiendo a la puerta… —Se apresuró a subir las escaleras a donde ella
estaba parada y le tomó las manos, mirando su rostro con preocupación—. Pareces
muerta de frío. ¿Tengo qué meterte bajo una ducha caliente?
—Solo si formas parte del trato —dijo, conmovida por su preocupación.
Se dio la vuelta hacia la entrada del edificio, asumiendo que irían adentro, pero él
siguió estando a su espalda.
—Pensé que comeríamos afuera. No tuve oportunidad de ir al supermercado esta
noche.
Ella parpadeó, momentáneamente tomada desprevenida por la sugerencia. Como
si la idea de salir en público y comer juntos fuera una creación innovadora por la
que ella necesitara ser persuadida, en vez de algo que la gente hacía cada día.
—¿No quieres salir a comer? —preguntó él, pareciendo ligeramente desconcertado
por su reacción.
—Seguro. Claro. ¿Qué tienes en mente?
—Hay un nuevo lugar Tai sobre la Calle Principal. No lo he probado todavía pero
supongo que es bueno.
—Suena perfecto.
La llevó a su coche. Se concentró en ponerse su cinturón de seguridad, todo el
tiempo tratando de averiguar por qué se sentía de repente tan desequilibrada. Le
tomó un minuto entender que era porque salir a cenar juntos era el tipo de cosas
que una pareja normal hacía. Y ella no los consideraba ni normal ni una pareja.
Después de todo, la mayor parte de sus interacciones hasta la fecha habían sido
llevadas por una casi compulsiva química sexual, una necesidad de estar desnudos
que derrotaba la lógica y la fuerza de voluntad. Había descubierto que realmente él
le gustaba, y le hubiera gustado que acostarse con él hubiera sido un beneficio
agradable y secundario de todo ello, pero era innegable que el sexo era lo que los
había unido en primer lugar.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó Nicholas mientras navegaba a través del tráfico
de la hora pico.
—Un poco lento. Pero siempre es así a principios de año. Tengo material nuevo
llegando al final de la semana y voy a rehacer el escaparate el siguiente lunes. Eso
debería generar un poco más de tráfico.
—¿Qué tienes planeado? Para el escaparate, quiero decir.
Lo miró, segura de que él estaba siendo tan solo cortés, pero parecía genuinamente
interesado. Así que le contó, describiendo los exhibidores que había estado
recogiendo. Continuaron hablando a través de su comida, de su día, del gran caso
que tenía por delante y la realidad que él tenía la esperanza de asistir a un
internacional simposio sobre el fraude fiscal a finales de año. Poco a poco ella se
relajó, sintiéndose tonta por su malestar anterior. Al final del día, era una comida.
Alimentos que compartirían en un lugar público. No algo importante. Ni siquiera
cerca de serlo.
Nicholas insistió en pagar y todavía estaban discutiendo sobre ello cuando salieron a
la calle.
—¡(Tn)! Qué casualidad… He querido llamarte toda la semana para preguntarte
si te quedaron algunas de esas divinas bufandas Camboyanas.
La cabeza de (Tn) giró rápidamente cuando Melissa arremetió sobre ellos,
arrastrando a su marido Lewis con ella. El cuerpo entero de (Tn) se tensó cuando
la mirada de Melissa se deslizó sobre su hombro y encontró a Nicholas . (Tn) lanzó
un discurso, el pánico elevándose en su interior.
—Vaya, éste es obviamente el nuevo lugar de moda. Acabo de encontrarme a
Nicholas dentro. —(Tn) pudo escucharse hablando demasiado rápido pero fue
incapaz de detenerse. Todo en lo que podía pensar era que Melissa y Elizabeth
habían ido a la escuela juntas y que ella sabía a ciencia cierta que ambas
intercambiaban e-mails regularmente—. Claramente, todos hemos estado leyendo
los mismos blogs de comida. Quizás esa sea la razón por la que está lleno hasta casi
reventar allí dentro.
La sonrisa que les dio fue tan amplia que le dolieron las mejillas.
Por el rabillo del ojo vio a Nicholas fruncir el ceño. Entonces él se adelantó para
estrecharle la mano a Lewis.
—Estaba diciéndola a (Tn) que evitara el curry rojo a menos que tuviera un
estómago blindado —dijo con facilidad.
(Tn) dirigió toda su atención a Melissa, alejándose sutilmente de Nicholas .
—Respondiendo a tu pregunta, lamentablemente todas esas bufandas se
vendieron. Pero estoy esperando un nuevo pedido esta semana, junto con un
montón de otras cosas. Debes pasarte. Tengo algunos chales de cachemira de
origen italiano que creo que amarás —continuó hablando de moda con Melissa,
mientras Lewis y Nicholas hablaban de fútbol. Después de cinco minutos Lewis
atrapó la mirada de Melissa.
—Vamos a perder nuestra mesa si no entramos —dijo.
—Me tengo que ir también —dijo (Tn)—. Encantada de verlos. Tengan una gran
noche. —Levantó una mano en señal de despedida y comenzó a caminar. Oyó a
Nicholas despedirse también. No miró sobre su hombro y caminó directo a su coche,
se detuvo cuando se encontraba a salvo al doblar la esquina.
Soltó su aliento en una ráfaga, cerrando sus ojos. Que cerca habían estado.
Demasiado cerca. La idea de Elizabeth enterándose de lo que había ocurrido entre
Nicholas y ella a través de un tercero, la hacia sentir mareada y ansiosa. Abrió sus
ojos de nuevo justo cuando el auto de Nicholas cruzó la esquina. Se detuvo junto a
ella y lo miró a sus ojos, no se sorprendió de ver que tenía su cara de abogado,
totalmente inexpresivo. Caminó hasta el lado del pasajero y entró. Salió del tráfico.
Ninguno de los dos dijo alguna palabra por unos segundos.
—¿Supongo que todavía no le has dicho a Elizabeth de nosotros? —Su voz era
cuidadosamente neutral.
_______________________________________________________________________________________________________(Parte Uno)
2/2
(Tn) tomó su vino y observó a Nicholas moverse por la cocina con
sorprendente y reveladora confianza. Nunca había soñado que
Nicholas cocinara, pero claramente lo hacía. Y lo disfrutaba también,
como lo demostraba muy bien la bien usada tabla de cortar, la extensa colección de
especias y la amplia selección de libros de cocina que vislumbró cuando él abrió la
despensa.
Lo había llenado de preguntas sobre su comida mientras él trabajaba, en parte
porque estaba fascinada por ésta nueva imagen de él y en parte porque estaba
avergonzada por haberse puesto a llorar en su camiseta.
No debería haberle contado de su familia. No le hacía bien a ninguno, mucho
menos a sí misma, y ya era historia antigua. Un poco en carne viva el día de hoy,
pero aun así, antigua. Con respecto a las noticias de Elizabeth… Había un millón
de maneras más amables con las que ella pudo haber roto con él. No es que
estuviera devastado por la revelación de que Elizabeth no regresaría a casa.
Por otro lado difícilmente compartiría esa reacción con (Tn), ¿no? Por lo menos
no cuando estaban durmiendo juntos.
Tragó más vino y trató que todo simplemente se fuera. No podía hacer nada sobre
el pasado, y no podía hacer nada con respecto a Elizabeth, y tampoco podía retirar
las cosas que le había contado.
—Todo estará bien, (Tn).
Alzó la mirada y lo encontró mirándola fijamente. Tranquilizadoramente. Había
escuchado las mismas palabras cientos de veces en el transcurso de los años, pero
ganaron un nuevo poder cuando Nicholas las dijo. Estaba tan seguro. Tan sólido,
real y decidido.
Ella asintió, sintiéndose de alguna manera más ligera.
—¿Por qué no vas al living y pones algo en el estéreo?
Obedientemente recogió su copa y fue a la sala.
—Los CDs están en el extremo izquierdo de la librería —gritó.
Los vio y se dirigió hacia ellos. Rápidamente descubrió que su gusto era
sorprendentemente ecléctico. Bach y Beethoven, Springsteen y Simon Y Garfunkel,
Coldplay y Adele. Sus cejas se elevaron cuando vio un familiar CD amarillo
brillante.
—¿Desde cuándo te gustan los Sex Pistols? —gritó ella.
—Desde que tenía 14 años y estaba rodeado por cabezas rapadas y una juventud
furiosa y despojada de sus derechos.
Sonrió para sí cuando sacó el CD y lo metió en el reproductor. No su tradicional
comida festiva, pero esto apenas era una celebración tradicional.
Estaba a punto de dirigirse de regreso a la cocina cuando vio una invitación
cuidadosamente doblada colocada sobre el mantel. La apertura, los estruendos
acordes de “Anarchy in the UK” llenaron la sala en tanto cedía a la curiosidad y se
acercaba un paso.
Era una invitación a una cena Equinoccio de Primavera en el Savage Club. Sonrió,
sabiendo lo duro que había trabajado Nicholas para posicionarse para la membrecía
en el exclusivo club. El padre de ella había sido miembro por años y había
escuchado suficiente acerca de los estirados tejemanejes de ahí para saber más allá
de cualquier duda que ella se aburriría sin sentido por todo ello, pero significaba
algo para Nicholas . Qué maravilloso que finalmente haya conseguido lo que quería.
Se preguntó indiferente con quién iría. Elizabeth iba a ser difícil de superar por
cualquier simple mujer mortal.
Su vientre se apretó cuando pensó en Nicholas llevando a otra mujer a una cena de
lujo. Se preguntó quién entre sus conocidos sería. ¿Alguien del trabajo, quizás? O
tal vez una amiga que podía intervenir para ayudarle.
Siempre podría llevarte a ti.
La idea fue tan absurda que se burló en voz alta. Nicholas y ella habían tenido sexo
un par de veces, pero no tenían una relación. No era tonta o ingenua para disfrutar
de esa pequeña fantasía. La cena era a mediados de marzo, más de dos meses
faltaban. Él verdaderamente habría seguido hacia adelante para ese entonces.
Además, ella era la última persona a la que le gustaría llevar al Savage Club.
Quería a alguien que le diera mérito. Alguien elegante, sobria y adecuada. Podría
disfrutar follando a (Tn), pero estaba como a un millón de kilómetros del tipo de
mujer que querría en su brazo en tal evento.
Metió la invitación en el mantel y volvió a la cocina.
Él estaba salteando algo sobre la impresionante estufa de seis mecheros.
—Huele bien —dijo ella cuando volvió a su taburete.
—Patatas Dauphinoise. Lo tendremos con coq au vin6 y habichuelas en ajo. Me
temo que sólo tengo helado de postre.
—Intentaré tragarlo.
Esbozó una sonrisa sobre su hombro hacia ella. Ella dejó que su mirada se
deslizara por su espalda hasta su trasero. Imposible mirar su cuerpo sin recordar
cómo se sentía tenerlo sobre ella, su bienvenido peso presionándola en la cama, su
cuerpo moviéndose dentro de ella…
6Coq au vin: Pollo al vino.
Nicholas regresó a la encimera para recoger un tazón con algo picado, su mirada
encontrándose con la suya. Se quedó quieto por un segundo, entonces una
pequeña y conocedora sonrisa curvó su boca.
—Sé paciente —dijo, su voz un poco áspera.
Que supiera lo que estaba pensando —lo que quería— simplemente por mirarla lo
único que hizo fue transformarlo en más. De alguna manera se las arregló para
atravesar el plato principal, pero cuando él fue a la cocina a servir el helado lo
siguió y lo llevó al dormitorio.
Lo tuvo perversamente en la cama, luego en la ducha. Después, hizo ruidos sobre
irse porque no quería prolongar su estadía, pero Nicholas le quitó la ropa y le ordenó
que volviera a la cama. Durmieron enroscados, y a la mañana hicieron el amor
nuevamente antes de que la llevara a su casa.
Esa noche marcó la pauta para las siguientes seis semanas. Si Nicholas estaba
ocupado con el trabajo, ella iba a su casa y se repantigaba en el sofá leyendo un
libro mientras él repasaba contratos o revisaba material. Cuando consideraba que
él ya había hecho suficiente por el día, lo distraía de la manera más provechosa.
Cuando no estaban en la casa de él estaban en la de ella, haciendo lo mismo, menos
lo del trabajo. Lo introdujo a los placeres del reality TV cuando descubrió que su
idea de relajarse era un vigoroso juego de squash. Él la introdujo a los placeres de
las buenas comidas, el buen vino y un impresionante sistema de estéreo.
De vez en cuando ella experimentaba un pequeño susto de sorpresa cuando se
daba cuenta que éste era Nicholas St Jonas con quien lo estaba haciendo todo. Ni en
un millón de años habría pensado que estaría enrollada yaciendo en un sofá junto
a él, sus manos haciendo cosas maravillosas en el arco de su pie mientras miraban
“Dancing with the stars”. Él la hacía reír, la hacía pensar, y sí, a veces la exasperaba
con sus prepotentes de-ésta-manera-es-como-se-hará. Sin embargo, nunca lo
dejaba salirse con la suya, y peleaban más de una vez. Pero siempre se
reconciliaban de una manera espectacular, por lo que pensaba que valía la pena la
molestia.
Porque los días eran cortos y todavía hacía frío, fue fácil sentir como que estaban
viviendo en su propia burbuja. Hubo pocas interrupciones preciosas del mundo
real, y eso lo hacía engañosamente fácil para (Tn) fingir que lo que estaba
pasando entre Nicholas y ella era cerrado y privado. Le hablaba a Elizabeth al menos
una vez a la semana, y cada conversación estaba enfocada en Nathan y los planes
que él y Elizabeth habían hecho para el futuro. La habitual culpa y la auto
recriminación pesaban sobre (Tn) luego de colgar el teléfono, pero no contarle
sobre Nicholas se había convertido en su propio problema, ahora que había pasado
tanto tiempo. Una vez que el gato estuviera fuera de la bolsa, Elizabeth estaría
obligada a hacer preguntas y cuando (Tn) las respondiera sinceramente,
Elizabeth sabría que había ocultado su confesión por casi tres meses. Tres meses
durante los cuales había hablado varias veces con Elizabeth compartiendo todos
los detalles importantes y sin importancia de su vida, mientras (Tn) retenía el
hecho más significativo de la suya. Un hecho que tenía resonancia directa y
personal para Elizabeth.
Porque era un simple ser humano, (Tn) intentó justificar su comportamiento y
minimizar su deslealtad hacia su amiga. Se dijo que Elizabeth claramente lo había
superado —ella estaba profundamente, locamente enamorada de otro hombre,
después de todo, tanto así que planeaba emigrar para estar con él— y que la misma
Elizabeth le había dicho tantas veces que nunca amó a Nicholas de la manera en que
él se lo merecía. Elizabeth no tenía ningún reclamo sobre Nicholas . Él era un agente
libre. Al igual que (Tn).
Cuando (Tn) se estaba sintiendo muy tranquila y racional, ambos argumentos
casi la convencieron de que Elizabeth estaría completamente bien con la noticia de
que su mejor amiga estaba saliendo con su ex-prometido. Entonces pensó cómo se
sentiría ella en los zapatos de Elizabeth y supo que incluso la más generosa y
abierta de las amigas tendría problemas para aceptar el descubrimiento de que
semanas después de que Elizabeth había cancelado su compromiso, (Tn) saltó a
los huesos de Nicholas .
Era demasiado pronto. (Tn) lo sabía en sus entrañas, y Elizabeth estaría
totalmente justificada en sentirse herida, traicionada y menospreciada. Sería un
milagro si la verdad no dañaba su amistad para siempre, o al menos
irrevocablemente. El pensamiento de Elizabeth siendo distante y recelosa con ella
fue casi más devastador para (Tn) que la noción de que su amiga podría
repudiarla totalmente una vez que supiera lo que había estado pasando.
Y mientras (Tn) seguía mordiéndose la lengua, y la culpa ocupaba una residencia
permanente en su vientre, una pequeña bola dura y fría que nunca se iba,
incendiando el estómago a proporciones dolorosas cuando le hablaba a Elizabeth y
casi muriendo cuando estaba con Nicholas .
Una parte de ella supo que la burbuja tenía que estallar en algún momento. Solo
había tiempo para meter la cabeza en la arena y fingir que lo que estaba
sucediendo no estaba pasando y que no significaba nada para ella misma,
Elizabeth o Nicholas .
Las cosas llegaron a un punto donde ella y Nicholas decidieron salir a comer para
variar un miércoles a la noche cuando febrero daba paso a marzo. Hasta ahora
habían limitado sus reuniones a la casa de él o a la de ella, sobre todo porque era
mucho más conveniente tener una puerta cerrada entre ellos y el resto del mundo
cuando las cosas se volvían cálidas, como inevitablemente lo hacían, siempre. Pero
éste miércoles Nicholas llegó tarde a casa de la oficina, y (Tn) tuvo que acurrucarse
en la entrada de su departamento por casi veinte minutos antes de que su coche se
detuviera en la acera.
—Lo siento. Tuve una llamada telefónica de uno de los socios senior justo cuando
me estaba dirigiendo a la puerta… —Se apresuró a subir las escaleras a donde ella
estaba parada y le tomó las manos, mirando su rostro con preocupación—. Pareces
muerta de frío. ¿Tengo qué meterte bajo una ducha caliente?
—Solo si formas parte del trato —dijo, conmovida por su preocupación.
Se dio la vuelta hacia la entrada del edificio, asumiendo que irían adentro, pero él
siguió estando a su espalda.
—Pensé que comeríamos afuera. No tuve oportunidad de ir al supermercado esta
noche.
Ella parpadeó, momentáneamente tomada desprevenida por la sugerencia. Como
si la idea de salir en público y comer juntos fuera una creación innovadora por la
que ella necesitara ser persuadida, en vez de algo que la gente hacía cada día.
—¿No quieres salir a comer? —preguntó él, pareciendo ligeramente desconcertado
por su reacción.
—Seguro. Claro. ¿Qué tienes en mente?
—Hay un nuevo lugar Tai sobre la Calle Principal. No lo he probado todavía pero
supongo que es bueno.
—Suena perfecto.
La llevó a su coche. Se concentró en ponerse su cinturón de seguridad, todo el
tiempo tratando de averiguar por qué se sentía de repente tan desequilibrada. Le
tomó un minuto entender que era porque salir a cenar juntos era el tipo de cosas
que una pareja normal hacía. Y ella no los consideraba ni normal ni una pareja.
Después de todo, la mayor parte de sus interacciones hasta la fecha habían sido
llevadas por una casi compulsiva química sexual, una necesidad de estar desnudos
que derrotaba la lógica y la fuerza de voluntad. Había descubierto que realmente él
le gustaba, y le hubiera gustado que acostarse con él hubiera sido un beneficio
agradable y secundario de todo ello, pero era innegable que el sexo era lo que los
había unido en primer lugar.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó Nicholas mientras navegaba a través del tráfico
de la hora pico.
—Un poco lento. Pero siempre es así a principios de año. Tengo material nuevo
llegando al final de la semana y voy a rehacer el escaparate el siguiente lunes. Eso
debería generar un poco más de tráfico.
—¿Qué tienes planeado? Para el escaparate, quiero decir.
Lo miró, segura de que él estaba siendo tan solo cortés, pero parecía genuinamente
interesado. Así que le contó, describiendo los exhibidores que había estado
recogiendo. Continuaron hablando a través de su comida, de su día, del gran caso
que tenía por delante y la realidad que él tenía la esperanza de asistir a un
internacional simposio sobre el fraude fiscal a finales de año. Poco a poco ella se
relajó, sintiéndose tonta por su malestar anterior. Al final del día, era una comida.
Alimentos que compartirían en un lugar público. No algo importante. Ni siquiera
cerca de serlo.
Nicholas insistió en pagar y todavía estaban discutiendo sobre ello cuando salieron a
la calle.
—¡(Tn)! Qué casualidad… He querido llamarte toda la semana para preguntarte
si te quedaron algunas de esas divinas bufandas Camboyanas.
La cabeza de (Tn) giró rápidamente cuando Melissa arremetió sobre ellos,
arrastrando a su marido Lewis con ella. El cuerpo entero de (Tn) se tensó cuando
la mirada de Melissa se deslizó sobre su hombro y encontró a Nicholas . (Tn) lanzó
un discurso, el pánico elevándose en su interior.
—Vaya, éste es obviamente el nuevo lugar de moda. Acabo de encontrarme a
Nicholas dentro. —(Tn) pudo escucharse hablando demasiado rápido pero fue
incapaz de detenerse. Todo en lo que podía pensar era que Melissa y Elizabeth
habían ido a la escuela juntas y que ella sabía a ciencia cierta que ambas
intercambiaban e-mails regularmente—. Claramente, todos hemos estado leyendo
los mismos blogs de comida. Quizás esa sea la razón por la que está lleno hasta casi
reventar allí dentro.
La sonrisa que les dio fue tan amplia que le dolieron las mejillas.
Por el rabillo del ojo vio a Nicholas fruncir el ceño. Entonces él se adelantó para
estrecharle la mano a Lewis.
—Estaba diciéndola a (Tn) que evitara el curry rojo a menos que tuviera un
estómago blindado —dijo con facilidad.
(Tn) dirigió toda su atención a Melissa, alejándose sutilmente de Nicholas .
—Respondiendo a tu pregunta, lamentablemente todas esas bufandas se
vendieron. Pero estoy esperando un nuevo pedido esta semana, junto con un
montón de otras cosas. Debes pasarte. Tengo algunos chales de cachemira de
origen italiano que creo que amarás —continuó hablando de moda con Melissa,
mientras Lewis y Nicholas hablaban de fútbol. Después de cinco minutos Lewis
atrapó la mirada de Melissa.
—Vamos a perder nuestra mesa si no entramos —dijo.
—Me tengo que ir también —dijo (Tn)—. Encantada de verlos. Tengan una gran
noche. —Levantó una mano en señal de despedida y comenzó a caminar. Oyó a
Nicholas despedirse también. No miró sobre su hombro y caminó directo a su coche,
se detuvo cuando se encontraba a salvo al doblar la esquina.
Soltó su aliento en una ráfaga, cerrando sus ojos. Que cerca habían estado.
Demasiado cerca. La idea de Elizabeth enterándose de lo que había ocurrido entre
Nicholas y ella a través de un tercero, la hacia sentir mareada y ansiosa. Abrió sus
ojos de nuevo justo cuando el auto de Nicholas cruzó la esquina. Se detuvo junto a
ella y lo miró a sus ojos, no se sorprendió de ver que tenía su cara de abogado,
totalmente inexpresivo. Caminó hasta el lado del pasajero y entró. Salió del tráfico.
Ninguno de los dos dijo alguna palabra por unos segundos.
—¿Supongo que todavía no le has dicho a Elizabeth de nosotros? —Su voz era
cuidadosamente neutral.
Continuara
oh oh creo q nick se enojara ..... :(
ElitzJb
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
OHHHH Nicholas se enojo :muere:
pobre rayis esta en una fea situación
pero creo q ya tendria q decir la verdad
Siguela!!!!
:bye:
pobre rayis esta en una fea situación
pero creo q ya tendria q decir la verdad
Siguela!!!!
:bye:
zai
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
awww Nicholas si quiere una relacion seria!! :amor:
Pero la rayiz es cobarde!!!
Se va a molestar Nicho!!!
Siguela!!
Pero la rayiz es cobarde!!!
Se va a molestar Nicho!!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!!!... CREOOOOO QUE HABRA GUERRAAAAAA!!11!....
AAAAAAIII SIGUELAAAA PORFIS
AAAAAAIII SIGUELAAAA PORFIS
chelis
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