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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
Yupiiiiiii!!! Esto es hermosoooooo!!
Síguela pronto !!
Auuuchhh con lo del tobillo hasta lo sentí :/
Tenía qué pasar algo!!
Ya quiero que Elizabeth lo sepa!!
Siguelaaa
Síguela pronto !!
Auuuchhh con lo del tobillo hasta lo sentí :/
Tenía qué pasar algo!!
Ya quiero que Elizabeth lo sepa!!
Siguelaaa
Pamm Jonas
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
Chicas gracias x el apoyo a esta novela q ya llego a su fin
gracias x los comentarios fueron muy geniales las quiero
muchísimo son las mejores las espero en la
próxima adaptación q coloque okis este es el link ---> El Contrato/Nick J.
me alegro mucho de haber compartido esta hermosa historia con ustedes ya saben las espero en la nueva nove q estare colocando besos se me cuidan okis :bye:
gracias x los comentarios fueron muy geniales las quiero
muchísimo son las mejores las espero en la
próxima adaptación q coloque okis este es el link ---> El Contrato/Nick J.
Capítulo 12
_Tn se despertó al día siguiente sintiéndose como si alguien se
hubiera colado mientras dormía y la golpeara con un bate de cricket.
Tenía los ojos doloridos y arenosos, su cuerpo pesado. Mientras yacía
en la cama, escuchando el sonido de Nicholas en la ducha, se le ocurrió que estaba
sufriendo el equivalente emocional de una resaca.
Había chocado contra un muro con Nicholas anoche.
Se había preparado para el impacto, segura de que los meses más felices de su vida
estaban a punto de colisionar... Pero habían sobrevivido.
Nicholas ya estaba llamándolo su primera pelea. Por un lado, la aterrorizaba pensar
que nunca podría sentirse tan peligrosamente en desacuerdo con él, pero también
había algo extrañamente reconfortante en la idea de que Nicholas no estuviera
intimidado por la perspectiva. Que él esperaba que tuvieran un número de peleas
dos, tres, cuatro y sobrevivieran, y mucho más.
Iba a tomarle algún tiempo conseguir hacer entrar en su cabeza el concepto, pero
estaba dispuesta a trabajar en ello. Es curioso, cuando consideraba la frecuencia
con la que ella y Nicholas habían estado enfrentados en el pasado. Pero incluso
cuando tenía el poder de hacerle daño en aquel entonces, ahora tenía su corazón y
su felicidad, en la palma de su mano.
La ducha se quedó en silencio. Se apartó el cabello de la cara y se sentó, ajustando
las mantas sobre su yeso. Treinta segundos más tarde, Nicholas salió del baño, una
toalla colgada bajo en sus caderas. Como siempre las gotas de agua aún se
aferraban a sus hombros. Lo había reprendido varias veces por su técnica de
secado descuidada, pero él afirmaba que prefería el “secado al aire”.
Él sonrió cuando vio que estaba despierta.
—Hola.
—Hola.
—Dame cinco minutos y te traeré el desayuno.
—Nicholas , antes de que te vayas... Quiero hablar de Elizabeth.
Dudó un momento y luego fue a sentarse al lado de la cama.
—Adelante.
Ella arrugó el borde de la sábana.
—Sé que he hecho un desastre de todo esto. Debería haber hablado directamente
con Elizabeth desde el principio. Debería haberlo hecho, pero no lo hice, porque
soy una enorme gallina.
Él extendió la mano y entrelazó sus dedos con los suyos.
—No eres una gallina.
—Lo soy. Un cobarde, cobarde flan. Pero quiero hacerte una promesa. Iré a
Australia para la boda. Haré cualquier cosa que Elizabeth necesite para hacer su
día hermoso y perfecto, porque se lo merece. Pero entonces se lo diré. Cara a cara.
Sé que preferirías que sea más pronto...
—Está bien, (Tn). Es tu decisión. Cualquiera con la que estés cómoda.
—Tú también tienes que estar cómodo con esto.
—Estoy cómodo si tú lo estás.
Entrecerró los ojos.
—Esto es porque me convertí en una completa psicópata anoche, ¿verdad? Has
decidido que no soy capaz de ser claramente racional sobre este tema y estás
optando por salirte.
—No estoy optando por salirme de ninguna cosa. Como he dicho, es tu decisión.
Pero si quieres mi opinión, después de la boda es un momento tan bueno como
cualquier otro.
—Pero preferirías antes de la boda.
Sonrió ligeramente y se inclinó para besarla.
—Repite después de mí: es tu decisión.
Se puso de pie y desapareció de nuevo en el cuarto de baño. Se mordió el labio,
pensando en sus palabras, decidió simplemente llevarlo a su valor nominal. Había
dicho que se sentía cómodo si ella estaba cómoda. Eligió creerle. Después de todo,
él no le había mentido todavía.
Así que. En ocho semanas, más o menos, todo habría terminado. Elizabeth sabría.
Finalmente.
Un enfermizo tirón de adrenalina apretó su vientre. Esta vez, no habría vuelta
atrás. Ninguna excusa. Sin acobardarse. Le había hecho una promesa a Nicholas , y la
mantendría. Sin importar lo que pase.
No importa lo que apareciera más temprano que tarde.
Tenía programado quitarse su yeso a principios de mayo, pero una radiografía
demostró que el hueso no había reparado en sí ni de lejos tanto como a su médico
le hubiera gustado. Fue sentenciada a dos semanas más con el yeso.
Dos semanas se convirtieron en tres antes de que fuera capaz de negociar su yeso
por el aumento de la movilidad de una bota médica. O lo que ella esperaba sería
una mayor movilidad, al menos.
Sus expectativas bajaron brutalmente después de que pasó la primera media hora
cojeando.
Sus huesos todavía-en-curación dolían, mientras se vinculaban
estrechamente y estaba sudorosa, temblorosa y más que un poco llorosa por el
tiempo que estuvo detrás del mostrador de su tienda.
—Esto es un desastre —le dijo a Nicholas cuando llamó para ver cómo había ido su
cita—. ¿Cómo voy a subir al avión? No voy a ser capaz de ir al baño. Voy a tener
que usar un maldito pañal de astronauta o algo para sobrevivir el viaje.
—Lo solucionaremos —dijo con calma.
En ese momento fue suficiente para calmarla, pero no fue hasta que estuvo dos
días cerca de su fecha de salida que se enteró de lo que la versión de Nicholas de “lo
solucionaremos” implicaba.
—No puedo pedirte que hagas esto, Nicholas —dijo mientras miraba el billete de
avión que acababa de deslizar sobre la mesa entre ellos.
Un billete para que él la acompañara a Australia, interpretando el papel de su
propio personal de enfermería/asistente/chofer.
—No me lo pediste, me estoy ofreciendo. —Estaba recién llegado a casa del trabajo
y usando uno de los trajes de tres piezas que una vez había encontrado cargado y
aburrido. Ahora pensaba que eran los más sexy y más provocativos artículos de
ropa en la historia del mundo—. Te voy a subir al avión y te haré cruzar la aduana,
entonces desapareceré. Me quedaré en un hotel agradable, disfrutaré de algunas
galerías, echaré un vistazo a algunos canguros y koalas, y cuando la boda haya
terminado te veré en algún lugar y tendremos nuestra fiesta privada.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras procesaba la extraordinaria y
desinteresada generosidad detrás de su oferta.
—Te amo por ofrecerte, pero no puedo dejar que lo hagas. Es demasiado.
—No lo es, (Tn). Es mínimo en lo que a mí respecta. Quiero que seas feliz.
Necesito que estés a salvo.
Ella no podía hablar porque las estúpidas lágrimas que habían estado presionando
en la parte posterior de sus ojos se deslizaban por su rostro.
—Esas son lágrimas de felicidad, ¿no? —preguntó mientras la tomaba en sus
brazos—. ¿Lágrimas de estoy-contenta-de-que-volaremos-juntos-a-Australia?
Ella presionó su rostro contra su hombro y finalmente encontró el coraje para
expresar la certeza en su corazón.
—No te merezco.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella, una banda feroz, indomable de
músculos y tendones.
—Sí lo haces, (Tn). Y te merezco. Los dos hemos ganado con creces nuestra
oportunidad de ser felices. No voy a sentirme culpable por agarrarla con las dos
manos, y no voy a dejar que te sientas culpable, tampoco.
No se molestó en tratar de disuadirlo de su gesto galante después de eso. La
realidad era que necesitaba desesperadamente su ayuda, algo que se hizo más que
evidente incluso antes de que hubiera salido para el aeropuerto. A pesar de
sacrificar su guardarropa por debajo de lo esencial, era casi imposible para ella
cojear con su bota y transportar su maleta de muy modesto tamaño detrás de ella.
—Relájate —dijo Nicholas mientras tomaba el mango de la maleta de sus manos—.
Por eso es por lo que estoy aquí. Piensa en mí como tu propio Tenzing Norgay
personal.( fue un alpinista nepalés Sherpa. Uno de los alpinistas más famosos de la
historia)
Pensaba en él como su salvador personal desde el momento en que había
soportado casi veinte horas en el aire para aterrizar en el aeropuerto de Melbourne.
Había discutido con azafatas en su nombre, la acompañó al baño, dejó descansar la
cabeza sobre su hombro mientras dormía, compartió su iPad con ella cuando se
aburría, y en general la trataba como si fuera la persona más preciosa, y más
importante en el mundo para él. No había pensado que fuera posible amarlo más,
pero al estar en el extremo receptor de su tierna, atenta, protectora y considerada
oferta le hizo preguntarse cómo alguna vez había sobrevivido sin él en su vida.
Al mismo tiempo, mientras más cerca estaba de Australia, más nerviosa y ansiosa
se sentía. Se dijo una y otra vez que no había nada de qué preocuparse —había
tomado ya la decisión de no arrojarse a merced de Elizabeth hasta después de la
boda— pero eso no detuvo el hecho que su estómago se revolviera y que su
corazón se acelerara mientras ella y Nicholas hacían su lento y laborioso camino a lo
largo del vestíbulo después de desembarcar del avión.
—¿Quieres sentarte por unos minutos? —preguntó Nicholas en voz baja una vez que
habían pasado la aduana.
Ella negó con la cabeza. Todavía tenía que recoger su equipaje y era muy
consciente de que Elizabeth estaría esperando en el otro lado de la puerta de
llegada.
—Sólo quiero superar esto y que se acabe. Y una vez que la vea todo va a estar
bien. —Sonaba más confiada de lo que se sentía. No estaba segura de una cosa
como tal. De hecho, una parte de ella estaba aterrorizada de que al momento en
que Elizabeth la mirara fuera capaz de percibir su secreta culpa.
—Te he traído algo para la suerte —dijo Nicholas —. Me han funcionado con un lujo
absoluto desde que las he tenido.
Ella frunció el ceño mientras él sacaba algo pequeño y negro del bolsillo de su
abrigo antes de inclinarse y deslizarlo a través del de ella.
—¿Qué es esto?
Él simplemente arqueó una ceja misteriosamente.
Ella introdujo la mano en su bolsillo y se encontró con el fresco deslizamiento de la
seda. Le llevó un segundo comprender que estaba sintiendo su propia ropa
interior, el conjunto que le había regalado en la cena de Bronwyn y Perry hace
todos esos meses.
Una carcajada brotó desde su interior.
Los ojos de Nicholas le sonrieron, su boca arqueándose hacia arriba en la esquina.
Parecía satisfecho de sí mismo y un poco remangado y muy, muy querido para
ella.
—Llevabas esto a través de la Línea Horaria Internacional sólo por este momento,
¿verdad?
—Pensé que podrías necesitar un arma secreta.
Ella deslizó su dedo en el cinturón de sus pantalones y lo arrastró más cerca.
—Tú eres mi arma secreta.
Alguien los empujó desde atrás y miró por encima del hombro, dándose cuenta de
que estaban bloqueando parcialmente el camino.
—Adelante. Hagamos esto —dijo Nicholas firmemente.
Se dejó barrer a lo largo del carrusel de equipaje, luego lo dejó dirigirla a través de
la comprobación de la cuarentena final. Sólo cuando estuvieron a la vista de las
puertas de cristal opaco que llevaban a la zona de espera —y a Elizabeth—
llegaron a una parada.
—Llámame cuando puedas, ¿de acuerdo? Programé la información de mi hotel en
tu teléfono. Estoy a pocos minutos en taxi si me necesitas. En cualquier momento,
de día o de noche. ¿Entiendes?
—Sí.
Metió un mechón de cabello detrás de su oreja, su rostro muy serio.
—No importa lo que pase, vamos a estar bien, (Tn). Pase lo que pase. —Envolvió
sus dedos fríos y húmedos en torno a la empuñadura de su maleta con ruedas y
dio un paso atrás—. En cualquier momento, de día o de noche —repitió.
Se hizo a un lado para permitir que otros pasajeros pasaran. Lo miró, luego miró
hacia las puertas de cristal. Dio un paso, luego otro. Pero se sentía mal dejarlo atrás
como un secreto sucio que tenía que ocultar. Se sentía mal a un nivel visceral,
primario, innegable.
Ella lo amaba. Él era su futuro, su corazón. Pudo haber mezclado, desordenado sus
sentimientos respecto al hecho de que una vez había pertenecido a su amiga, pero
no había duda en su corazón que él era el hombre con el que pasaría el resto de su
vida, con la bendición de Dios.
Simplemente no podía abandonarlo para poder mantener un subterfugio infantil
que había ido demasiado, demasiado lejos. No podía poner la comodidad y
felicidad de Elizabeth por delante de la de él. Sencillamente no podía.
Moviéndose torpemente giró sobre el tacón de su bota. Él la miraba con el rostro
solemne, y sus cejas se elevaron hacia el nacimiento del cabello con curiosidad
mientras arrastraba los pies hacia él.
—¿Qué está mal? —preguntó, estirándose para sujetar su mano.
Cómo le gustaba que su primer pensamiento fuera para ella, por su felicidad y
bienestar.
—Ven conmigo.
Sus manos se apretaron alrededor de las de ella.
—Elizabeth estará esperándote.
—Lo sé. Ven conmigo.
—(Tn)…
No le dio oportunidad de convencerla de ello.
—No quiero mentir sobre ti, sobre nosotros nunca más. Sé que es un horrible
momento por lo de la boda, pero es exactamente como dijiste, siempre habrá algo.
No quiero esconderte, Nicholas . Te amo. Y si lo que ha pasado entre nosotros es un
problema para Elizabeth, entonces que así sea.
Sintió como si un enorme peso se hubiera levantado de su pecho mientras decía las
palabras. Como si hubiera dibujado su propia línea en la arena. Amaba a Nicholas .
No lo dejaría atrás, como si se avergonzara de él.
Él estudió su cara durante un instante, luego asintió.
—Si eso es lo que quieres.
—Lo es.
—Entonces vamos.
Se tomó un momento para apilar su equipaje por encima del de él, luego se
dirigieron hacia la salida directamente, su brazo sosteniéndola todo el camino.
Hubo una fracción de segundo cuando llegaron a las puertas cuando su estómago
cayó tan dramáticamente que se sintió enferma. Entonces se abrieron paso y se
enfrentaron a un mar caótico de rostros esperanzados, expectantes.
Recorrió la multitud, buscando el cabello rubio de Elizabeth. Había visto fotos de
Nathan, pero no estaba segura de que la reconociera fácilmente. Su mirada se
deslizó sobre caras desconocidas, la adrenalina haciendo acelerar su pulso y
poniendo sus palmas sudorosas.
—Por ahí —dijo Nicholas , su voz tranquila y profunda.
Siguió su línea de visión más allá de un grupo de gente que se agolpaba contra la
barrera donde una pareja alta, morena estaban de pie lado a lado. Se encontró
mirando a los ojos azules de Elizabeth mientras ella apretaba los dedos contra su
boca en un gesto inequívoco de shock.
(Tn) levantó la barbilla, preparándose para la condena mientras su vieja amiga
procesaba lo que la presencia de Nicholas al lado de (Tn) debía significar.
El hombre que estaba junto a Elizabeth le dijo algo y ésta desvió la mirada hacia él.
(Tn) notó por primera vez que había estado conteniendo el aliento y aspiró una
gran bocanada de aire. La mano de Nicholas presionó cálidamente contra su espalda.
—Ella te ama. Recuerda eso —dijo.
(Tn) apenas tuvo tiempo de asentir antes de que Elizabeth comenzara a abrirse
paso a empujones a través de la multitud para alcanzarlos. (Tn) arrastró los pies
hacia adelante, haciendo todo lo posible por pasar las barreras. Y entonces
Elizabeth estuvo frente a ella, con sus ojos llenos de preguntas.
—Intenté decírtelo una docena de veces, pero estaba demasiado asustada —dijo
(Tn), la verdad escapando de ella—. Simplemente sucedió, no era mi intención,
pero lo amo, E. Lo amo tanto…
Rompió en llanto, seis meses cargados de confusión y culpa encontrando su
camino a través de sus conductos lacrimales. El brazo de Nicholas rodeó sus
hombros incluso cuando Elizabeth se acercó y la tomó de la mano.
—(Tn).
La preocupación y la calidez en la voz de su amiga de alguna forma atravesaron la
emoción hinchándose en la garganta de (Tn). Parpadeó, apartando las lágrimas
con el dorso de su mano. Esta no era la forma en que quería hacer nada de esto.
Quería ser serena y madura, y quería darle a Elizabeth todas las oportunidades
para expresar sus sentimientos. En vez de eso, estaba aquí parada con una
estúpida bota médica en su pierna y lágrimas de niña rodando por su rostro.
—¿Por qué no encontramos un lugar más privado, quitarnos un poco del medio?
—sugirió una profunda voz.
Ella le dio un vistazo al futuro esposo de Elizabeth, captando su corto cabello
oscuro y sus penetrantes ojos azul claro. Como Elizabeth, él estaba bronceado,
incluso a pesar de que estaban en mitad del invierno australiano. (Tn) le lanzó
una rápida mirada sin palabras a Nicholas y él asintió ligeramente para dejarle saber
que estaba bien con el arreglo. (Tn) fue muy consciente de Elizabeth registrando
el pequeño intercambio y contuvo el impulso de apurarse a explicar de nuevo
mientras se abrían camino a la cafetería en la esquina más alejada de la sala de
llegadas.
Sin que nadie dijera nada, ella y Elizabeth gravitaron hacia la mesa en la esquina
más alejada, mientras los hombres se retiraron al mostrador.
Ambas estuvieron en silencio por un momento después de que se deslizaron en
sus asientos. (Tn) luchó contra el impulso de revolverse, presionando sus manos
planas sobre la mesa.
—Lo lamento. Esta no es la forma en la que quería decírtelo —dijo ella en voz baja,
obligándose a encontrar los ojos de Elizabeth.
Lo que vio ahí fue predominantemente confusión.
—¿Cuánto tiempo...? —preguntó Elizabeth.
—Casi seis meses. Más o menos desde que regresó de verte en Australia. Sentí
lástima por él y le llevé una botella de licor. Una especie de ofrenda de paz para
que él ahogara sus penas. Se negó a aceptarla, pero se la dejé de todas formas.
Luego se emborrachó y llamó a mi puerta, queriendo saber por qué le había
comprado una botella de licor y… las cosas se pusieron un poco locas.
Elizabeth frunció el ceño.
—¿Por qué le compraste licor?
—Porque a él le gusta. ¿Recuerdas esa vez que lo probamos después de que vimos
ese espectculo en el Criterion…?
Elizabeth sacudió la cabeza, todavía luciendo perpleja.
(Tn) sonrió con una sonrisa pequeña y apretada.
—Incluso entonces me daba cuenta de cosas sobre él, a pesar de que no quería
hacerlo. Supongo que por eso siempre me desagradaba tanto, porque lo tenía
metido bajo la piel. Incluso cuando era tuyo.
Miró directamente a los ojos de Elizabeth cuando lo dijo, queriendo ser valiente
sobre esta única cosa, al menos. Tentativamente, se estiró y tomó la mano de
Elizabeth. Esperó que su amiga se apartara o se tensara, pero los dedos de
Elizabeth se cerraron alrededor de los suyos en un cálido y firme agarre. Eso fue
un bálsamo para el corazón de (Tn) devastado por la culpa. Necesitaba
desesperadamente el perdón de su amiga.
—La última cosa que quería era traicionarte, herirte o decepcionarte, E. Por favor
cree eso. Cuando comenzó, no creí que fuese real. Pensaba que era este loco asunto
del sexo, nada excepto una química extraña y aberrante. Pero luego siguió su
camino, y cuando caí en cuenta de que lo amaba, me sentí como si hubiese estado
mintiéndote a ti y a mí durante años. Pero no lo sabía, E, lo juro. Nunca lo supe
hasta esa noche en que él vino y nos besamos por primera vez.
—Recuerdo la forma en que ustedes solían ser —dijo lentamente Elizabeth—.
Como gatos enfurecidos. Tal vez debí haberlo sabido entonces. Toda esa pasión
debía venir de alguna parte, ¿cierto?
Su mirada era escrutadora mientras exploraba el rostro de (Tn).
—Tienes derecho a estar furiosa, E —dijo (Tn)—. Tienes derecho a insultarme o
lo que necesites hacer. Si no quieres que esté en la boda, está bien, también.
(Tn) esperó que su amiga respondiera, con el cuerpo tan tenso y tan erguido en
su silla que le dolía.
—¿Él te hace feliz?
—Sí.
—Te ves bien. Igual que él.
—Él lo está.
La mano de Elizabeth se retorció en la suya de modo que era ella la que estaba
agarrando la mano de (Tn).
—Entonces estoy contenta.
Era una respuesta tan sencilla y generosa. Tan abierta y tolerante. Demasiado
buena para ser cierto.
—No puedes estarlo.
—¿Por qué no, Tn? —preguntó Elizabeth, con la cabeza inclinada hacia un lado,
una pequeña sonrisa burlona en los labios.
—Porque saliste con él. Dormiste con él. Fue tuyo una vez. Y te mentí. Elegí el sexo
con él por encima de mi lealtad hacia ti.
—Debe haber sido un sexo bastante asombroso, Tn, porque eres la persona más leal
que conozco.
Había una luz bailando en los ojos de Elizabeth, una invitación para que (Tn) se
relajara. (Tn) sacudió la cabeza, reacia —incapaz— de aceptar la reacción de su
amiga al pie de la letra. Elizabeth no podía ser tan tolerante, de mente tan abierta,
tan generosa. Simplemente no podía ser posible.
—Puede que no haya querido casarme con él, pero Nicholas todavía es una de mis
personas favoritas en todo el mundo, Tn —dijo Elizabeth—. Igual que tú. ¿Por qué
no estaría feliz por ustedes dos? ¿Qué clase de egoísta perra envidiosa sería si les
concediera de mala gana esa felicidad a ustedes dos cuando tengo a Nathan?
Todo era tan diferente a lo que (Tn) se había preparado para resistir. Sin rabia,
sin culpar a alguien, sin acusaciones. Sólo aceptación. Y confianza.
Su mirada encontró a Nicholas en el mostrador donde estaba esperando con Nathan.
Sus ojos se trabaron a través de la cafetería. Ella vio su comprensión, su amor, y
recordó las cosas que él le había dicho, sobre su miedo a perder a su familia y
cómo ella merecía amor y felicidad. Recordaba cómo la había abrazado después de
su primera pelea y le había dicho que sin importar qué, siempre la amaría.
Regresó su atención a Elizabeth y tomo una decisión consciente. Eligió tomarle la
palabra a su amiga. Eligió creer que Elizabeth la amaba tanto como (Tn) la
amaba, y que quería su felicidad tanto como (Tn) quería la de Elizabeth. Eligió
aceptar que ella no necesitaba perdonarla, porque Elizabeth confiaba en ella. Y
eligió creer que era digna de esa confianza, al igual que era digna del amor de
Nicholas .
Porque ella no era una puta innata. No era irresponsable o atribulada ni intentaba
llamar la atención. No era un fastidio, una sinvergüenza, un lastre para ser
descartado lo más pronto posible.
Era amada. Era valorada. Tenía importancia.
Respiró profunda y purificadoramente, y entonces dejó salir el aliento. Luego
levantó la mano de Elizabeth hasta sus labios y le besó el dorso con ternura,
amorosamente.
—Gracias.
Los ojos de Elizabeth se llenaron de lágrimas.
—Gracias a ti, (Tn). Por tanto a lo largo de los años. Por ser mi coraje. Por
mantenerme cuerda. Por ayudarme a encontrarme a mí misma.
(Tn) no estaba segura de cuál de las dos se levantó primero, ella o Elizabeth, pero
repentinamente ambas estaban de pie, con los brazos envueltos una alrededor de
la otra. (Tn) presionó su mejilla contra la de su amiga y dejó que la aceptación de
Elizabeth se filtrara en sus huesos.
Después de la cantidad exacta de tiempo, Elizabeth aflojó su abrazo y ambas
dieron medio paso hacia atrás.
—Vamos, vayamos a casa —dijo Elizabeth.
—En realidad, creo que Nicholas tiene un auto reservado.
El rostro de Elizabeth decayó un poco.
—¿No vas a quedarte con nosotros?
(Tn) le echó un vistazo a Nicholas otra vez. Él estaba hablando con Nathan,
enfocado en el otro hombre. Su camisa estaba arrugada de horas de vuelo, su
cabello revuelto. Lucía cansado y hermoso, e increíblemente sexy.
—A menos que tengas la mejor insonorización conocida por el hombre, no creo
que sea una buena idea —dijo ella.
Le tomó un momento a Elizabeth para entender. Luego su cabeza cayó hacia atrás
y soltó una encantada carcajada de sorpresa. Nicholas y Nathan echaron una mirada
al otro lado hacia ellas, con sorprendidas expresiones gemelas en sus rostros.
—Bueno. Difícilmente puedo discutir con eso, ¿no es así? —dijo Elizabeth—. Pero
cenarás con nosotros esta noche, ¿no? ¿Ustedes dos?
—Sí. Por supuesto.
Elizabeth les hizo señas a los hombres para que se unieran a ellas. Nicholas le lanzó
una sutil mirada interrogante y ella metió el brazo a través del suyo y le dedicó
una sonrisa tranquilizadora para hacerle saber que estaba bien.
Elizabeth lo miró, con los ojos brillantes de curiosidad.
—Entonces, Nicholas . ¿Cómo estás? ¿Trasnochándote mucho?
—Oh, ya sabes. Esto y aquello.
(Tn) sonrió para sí misma, divertida por la muy seca respuesta de él. Por pensar
que una vez creyó que él no tenía sentido del humor.
Los cuatro caminaron hacia el estacionamiento, separándose frente al quiosco de
alquiler de autos.
—Los veremos esta noche —dijo Elizabeth—. Tendremos langostinos. Incluso
vamos a hacerlos a la parrilla.
Ella habló con una terrible aproximación al acento australiano. Nathan pasó un
brazo alrededor de sus hombros.
—En realidad necesitamos trabajar en eso, Lizzie —dijo él cariñosamente.
Ellos intercambiaron una mirada cargada de amor, conocimiento, calor y
aceptación. Las últimas reservas de (Tn) acerca de la decisión de su amiga se
escurrieron.
Este hombre amaba a Elizabeth. Sinceramente. Eso sólo podía ser algo bueno.
Elizabeth arrastró más cerca a (Tn) para un abrazo final antes de clavar a Nicholas
con una mirada.
—Cuida a mi chica, ¿está bien?
Nicholas alzó las cejas.
—¿Tu chica?
—Nuestra chica, entonces —dijo Elizabeth.
Nicholas se estiró y le tomó la mano a (Tn).
—No te preocupes. Lo tengo cubierto.
(Tn) no pudo evitar sentirse ridículamente conmovida de que hubiera dos
personas en el mundo que la amaran lo suficiente para sentirse posesivos con ella.
Le dio a E un último abrazo luego siguió a Nicholas dentro del quiosco de alquiler.
Él deslizó su mano libre alrededor de su cintura mientras llenaba los formularios
requeridos. Apoyó la cabeza contra su hombro y respiró el olor de su loción para
después de afeitar y se permitió sentir la simple paz del momento.
Al fin era libre. Libre para amar a Nicholas con todo su corazón. Libre para ser feliz,
sin reservas.
Nicholas esperó hasta que estuvieron en el auto alquilado antes de voltearse hacia
ella.
—¿Entonces fue bien?
—Sí. Ella dijo que quiere que yo sea feliz. Y también tú.
—No necesita preocuparse por mí.
—Lo sé. Ese es mi trabajo.
Sus ojos grises eran muy cálidos mientras examinaba su rostro.
—¿Entonces estás bien?
—Ahí voy.
Iba a tomar un tiempo para que toda la adrenalina y la ansiedad se drenaran de su
sistema. Había estado nerviosa por esto durante casi seis meses.
—¿Qué hay de ti? ¿Estás bien? —preguntó ella.
Porque ésta había sido una gran mañana para él también.
—Por supuesto. Estoy contigo.
Era una cosa tan sencilla y pequeña para decir. Eso curvó su boca en una sonrisa y
atravesó su cansancio y la hizo estar increíblemente feliz de que hubo una vez en la
que fue compelida por fuerzas más allá de su comprensión a enfrentar el glacial
frío del invierno de Londres para entregar una botella de licor de durazno en la
oficina de él.
—Gracias —dijo ella.
Él parecía desconcertado.
—¿Por?
—Por todo. Por ser asombroso en la cama e infinitamente paciente, por sacrificar el
Club Savage por mí y llevarme todo el camino alrededor del mundo simplemente
porque estabas preocupado por mí, incluso a pesar de que eso significaba que
probablemente pasarías tus vacaciones solo. Por la forma en que siempre pones la
mano en la parte baja de mi espalda para guiarme a través de la calle y la forma en
que me dejas estar a cargo del control remoto del televisor, y la forma en que
nunca, ni una sola vez, me has juzgado o desconfiado de mí, o me has hecho sentir
pequeña o indeseada.
—(Tn), cariño… —Él parpadeó y ella se dio cuenta de que estaba cercano a las
lágrimas.
Su Nicholas . El Señor Mojigato. El Señor Reprimido.
Dios, ¿cómo una mujer puede estar tan condenadamente equivocada acerca de una
persona?
Él se inclinó por encima del freno de mano y la besó, un profundo, apasionado,
minucioso y exigente beso.
—Nunca dejaré de quererte, ¿lo entiendes? Te amo. Te adoro. Te admiro. Te deseo.
Eres mi corazón. Mi sangre, mis huesos. Mi todo.
Era la declaración que había estado esperando toda una vida para escuchar, del
hombre que ella había estado esperando toda una vida para reconocer como suyo.
Pero por fin lo había visto claramente, al igual que él por fin la había visto.
—Encontremos algún lugar donde pueda tenerte desnudo —dijo ella.
Porque repentinamente eso parecía muy, pero muy importante.
Él no dijo ni una palabra, simplemente encendió el auto y comenzó a conducir.
Porque él la tenía, al igual que ella lo tenía, y algunas cosas estaban más allá de las
palabras.
_Tn se despertó al día siguiente sintiéndose como si alguien se
hubiera colado mientras dormía y la golpeara con un bate de cricket.
Tenía los ojos doloridos y arenosos, su cuerpo pesado. Mientras yacía
en la cama, escuchando el sonido de Nicholas en la ducha, se le ocurrió que estaba
sufriendo el equivalente emocional de una resaca.
Había chocado contra un muro con Nicholas anoche.
Se había preparado para el impacto, segura de que los meses más felices de su vida
estaban a punto de colisionar... Pero habían sobrevivido.
Nicholas ya estaba llamándolo su primera pelea. Por un lado, la aterrorizaba pensar
que nunca podría sentirse tan peligrosamente en desacuerdo con él, pero también
había algo extrañamente reconfortante en la idea de que Nicholas no estuviera
intimidado por la perspectiva. Que él esperaba que tuvieran un número de peleas
dos, tres, cuatro y sobrevivieran, y mucho más.
Iba a tomarle algún tiempo conseguir hacer entrar en su cabeza el concepto, pero
estaba dispuesta a trabajar en ello. Es curioso, cuando consideraba la frecuencia
con la que ella y Nicholas habían estado enfrentados en el pasado. Pero incluso
cuando tenía el poder de hacerle daño en aquel entonces, ahora tenía su corazón y
su felicidad, en la palma de su mano.
La ducha se quedó en silencio. Se apartó el cabello de la cara y se sentó, ajustando
las mantas sobre su yeso. Treinta segundos más tarde, Nicholas salió del baño, una
toalla colgada bajo en sus caderas. Como siempre las gotas de agua aún se
aferraban a sus hombros. Lo había reprendido varias veces por su técnica de
secado descuidada, pero él afirmaba que prefería el “secado al aire”.
Él sonrió cuando vio que estaba despierta.
—Hola.
—Hola.
—Dame cinco minutos y te traeré el desayuno.
—Nicholas , antes de que te vayas... Quiero hablar de Elizabeth.
Dudó un momento y luego fue a sentarse al lado de la cama.
—Adelante.
Ella arrugó el borde de la sábana.
—Sé que he hecho un desastre de todo esto. Debería haber hablado directamente
con Elizabeth desde el principio. Debería haberlo hecho, pero no lo hice, porque
soy una enorme gallina.
Él extendió la mano y entrelazó sus dedos con los suyos.
—No eres una gallina.
—Lo soy. Un cobarde, cobarde flan. Pero quiero hacerte una promesa. Iré a
Australia para la boda. Haré cualquier cosa que Elizabeth necesite para hacer su
día hermoso y perfecto, porque se lo merece. Pero entonces se lo diré. Cara a cara.
Sé que preferirías que sea más pronto...
—Está bien, (Tn). Es tu decisión. Cualquiera con la que estés cómoda.
—Tú también tienes que estar cómodo con esto.
—Estoy cómodo si tú lo estás.
Entrecerró los ojos.
—Esto es porque me convertí en una completa psicópata anoche, ¿verdad? Has
decidido que no soy capaz de ser claramente racional sobre este tema y estás
optando por salirte.
—No estoy optando por salirme de ninguna cosa. Como he dicho, es tu decisión.
Pero si quieres mi opinión, después de la boda es un momento tan bueno como
cualquier otro.
—Pero preferirías antes de la boda.
Sonrió ligeramente y se inclinó para besarla.
—Repite después de mí: es tu decisión.
Se puso de pie y desapareció de nuevo en el cuarto de baño. Se mordió el labio,
pensando en sus palabras, decidió simplemente llevarlo a su valor nominal. Había
dicho que se sentía cómodo si ella estaba cómoda. Eligió creerle. Después de todo,
él no le había mentido todavía.
Así que. En ocho semanas, más o menos, todo habría terminado. Elizabeth sabría.
Finalmente.
Un enfermizo tirón de adrenalina apretó su vientre. Esta vez, no habría vuelta
atrás. Ninguna excusa. Sin acobardarse. Le había hecho una promesa a Nicholas , y la
mantendría. Sin importar lo que pase.
No importa lo que apareciera más temprano que tarde.
Tenía programado quitarse su yeso a principios de mayo, pero una radiografía
demostró que el hueso no había reparado en sí ni de lejos tanto como a su médico
le hubiera gustado. Fue sentenciada a dos semanas más con el yeso.
Dos semanas se convirtieron en tres antes de que fuera capaz de negociar su yeso
por el aumento de la movilidad de una bota médica. O lo que ella esperaba sería
una mayor movilidad, al menos.
Sus expectativas bajaron brutalmente después de que pasó la primera media hora
cojeando.
Sus huesos todavía-en-curación dolían, mientras se vinculaban
estrechamente y estaba sudorosa, temblorosa y más que un poco llorosa por el
tiempo que estuvo detrás del mostrador de su tienda.
—Esto es un desastre —le dijo a Nicholas cuando llamó para ver cómo había ido su
cita—. ¿Cómo voy a subir al avión? No voy a ser capaz de ir al baño. Voy a tener
que usar un maldito pañal de astronauta o algo para sobrevivir el viaje.
—Lo solucionaremos —dijo con calma.
En ese momento fue suficiente para calmarla, pero no fue hasta que estuvo dos
días cerca de su fecha de salida que se enteró de lo que la versión de Nicholas de “lo
solucionaremos” implicaba.
—No puedo pedirte que hagas esto, Nicholas —dijo mientras miraba el billete de
avión que acababa de deslizar sobre la mesa entre ellos.
Un billete para que él la acompañara a Australia, interpretando el papel de su
propio personal de enfermería/asistente/chofer.
—No me lo pediste, me estoy ofreciendo. —Estaba recién llegado a casa del trabajo
y usando uno de los trajes de tres piezas que una vez había encontrado cargado y
aburrido. Ahora pensaba que eran los más sexy y más provocativos artículos de
ropa en la historia del mundo—. Te voy a subir al avión y te haré cruzar la aduana,
entonces desapareceré. Me quedaré en un hotel agradable, disfrutaré de algunas
galerías, echaré un vistazo a algunos canguros y koalas, y cuando la boda haya
terminado te veré en algún lugar y tendremos nuestra fiesta privada.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras procesaba la extraordinaria y
desinteresada generosidad detrás de su oferta.
—Te amo por ofrecerte, pero no puedo dejar que lo hagas. Es demasiado.
—No lo es, (Tn). Es mínimo en lo que a mí respecta. Quiero que seas feliz.
Necesito que estés a salvo.
Ella no podía hablar porque las estúpidas lágrimas que habían estado presionando
en la parte posterior de sus ojos se deslizaban por su rostro.
—Esas son lágrimas de felicidad, ¿no? —preguntó mientras la tomaba en sus
brazos—. ¿Lágrimas de estoy-contenta-de-que-volaremos-juntos-a-Australia?
Ella presionó su rostro contra su hombro y finalmente encontró el coraje para
expresar la certeza en su corazón.
—No te merezco.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella, una banda feroz, indomable de
músculos y tendones.
—Sí lo haces, (Tn). Y te merezco. Los dos hemos ganado con creces nuestra
oportunidad de ser felices. No voy a sentirme culpable por agarrarla con las dos
manos, y no voy a dejar que te sientas culpable, tampoco.
No se molestó en tratar de disuadirlo de su gesto galante después de eso. La
realidad era que necesitaba desesperadamente su ayuda, algo que se hizo más que
evidente incluso antes de que hubiera salido para el aeropuerto. A pesar de
sacrificar su guardarropa por debajo de lo esencial, era casi imposible para ella
cojear con su bota y transportar su maleta de muy modesto tamaño detrás de ella.
—Relájate —dijo Nicholas mientras tomaba el mango de la maleta de sus manos—.
Por eso es por lo que estoy aquí. Piensa en mí como tu propio Tenzing Norgay
personal.( fue un alpinista nepalés Sherpa. Uno de los alpinistas más famosos de la
historia)
Pensaba en él como su salvador personal desde el momento en que había
soportado casi veinte horas en el aire para aterrizar en el aeropuerto de Melbourne.
Había discutido con azafatas en su nombre, la acompañó al baño, dejó descansar la
cabeza sobre su hombro mientras dormía, compartió su iPad con ella cuando se
aburría, y en general la trataba como si fuera la persona más preciosa, y más
importante en el mundo para él. No había pensado que fuera posible amarlo más,
pero al estar en el extremo receptor de su tierna, atenta, protectora y considerada
oferta le hizo preguntarse cómo alguna vez había sobrevivido sin él en su vida.
Al mismo tiempo, mientras más cerca estaba de Australia, más nerviosa y ansiosa
se sentía. Se dijo una y otra vez que no había nada de qué preocuparse —había
tomado ya la decisión de no arrojarse a merced de Elizabeth hasta después de la
boda— pero eso no detuvo el hecho que su estómago se revolviera y que su
corazón se acelerara mientras ella y Nicholas hacían su lento y laborioso camino a lo
largo del vestíbulo después de desembarcar del avión.
—¿Quieres sentarte por unos minutos? —preguntó Nicholas en voz baja una vez que
habían pasado la aduana.
Ella negó con la cabeza. Todavía tenía que recoger su equipaje y era muy
consciente de que Elizabeth estaría esperando en el otro lado de la puerta de
llegada.
—Sólo quiero superar esto y que se acabe. Y una vez que la vea todo va a estar
bien. —Sonaba más confiada de lo que se sentía. No estaba segura de una cosa
como tal. De hecho, una parte de ella estaba aterrorizada de que al momento en
que Elizabeth la mirara fuera capaz de percibir su secreta culpa.
—Te he traído algo para la suerte —dijo Nicholas —. Me han funcionado con un lujo
absoluto desde que las he tenido.
Ella frunció el ceño mientras él sacaba algo pequeño y negro del bolsillo de su
abrigo antes de inclinarse y deslizarlo a través del de ella.
—¿Qué es esto?
Él simplemente arqueó una ceja misteriosamente.
Ella introdujo la mano en su bolsillo y se encontró con el fresco deslizamiento de la
seda. Le llevó un segundo comprender que estaba sintiendo su propia ropa
interior, el conjunto que le había regalado en la cena de Bronwyn y Perry hace
todos esos meses.
Una carcajada brotó desde su interior.
Los ojos de Nicholas le sonrieron, su boca arqueándose hacia arriba en la esquina.
Parecía satisfecho de sí mismo y un poco remangado y muy, muy querido para
ella.
—Llevabas esto a través de la Línea Horaria Internacional sólo por este momento,
¿verdad?
—Pensé que podrías necesitar un arma secreta.
Ella deslizó su dedo en el cinturón de sus pantalones y lo arrastró más cerca.
—Tú eres mi arma secreta.
Alguien los empujó desde atrás y miró por encima del hombro, dándose cuenta de
que estaban bloqueando parcialmente el camino.
—Adelante. Hagamos esto —dijo Nicholas firmemente.
Se dejó barrer a lo largo del carrusel de equipaje, luego lo dejó dirigirla a través de
la comprobación de la cuarentena final. Sólo cuando estuvieron a la vista de las
puertas de cristal opaco que llevaban a la zona de espera —y a Elizabeth—
llegaron a una parada.
—Llámame cuando puedas, ¿de acuerdo? Programé la información de mi hotel en
tu teléfono. Estoy a pocos minutos en taxi si me necesitas. En cualquier momento,
de día o de noche. ¿Entiendes?
—Sí.
Metió un mechón de cabello detrás de su oreja, su rostro muy serio.
—No importa lo que pase, vamos a estar bien, (Tn). Pase lo que pase. —Envolvió
sus dedos fríos y húmedos en torno a la empuñadura de su maleta con ruedas y
dio un paso atrás—. En cualquier momento, de día o de noche —repitió.
Se hizo a un lado para permitir que otros pasajeros pasaran. Lo miró, luego miró
hacia las puertas de cristal. Dio un paso, luego otro. Pero se sentía mal dejarlo atrás
como un secreto sucio que tenía que ocultar. Se sentía mal a un nivel visceral,
primario, innegable.
Ella lo amaba. Él era su futuro, su corazón. Pudo haber mezclado, desordenado sus
sentimientos respecto al hecho de que una vez había pertenecido a su amiga, pero
no había duda en su corazón que él era el hombre con el que pasaría el resto de su
vida, con la bendición de Dios.
Simplemente no podía abandonarlo para poder mantener un subterfugio infantil
que había ido demasiado, demasiado lejos. No podía poner la comodidad y
felicidad de Elizabeth por delante de la de él. Sencillamente no podía.
Moviéndose torpemente giró sobre el tacón de su bota. Él la miraba con el rostro
solemne, y sus cejas se elevaron hacia el nacimiento del cabello con curiosidad
mientras arrastraba los pies hacia él.
—¿Qué está mal? —preguntó, estirándose para sujetar su mano.
Cómo le gustaba que su primer pensamiento fuera para ella, por su felicidad y
bienestar.
—Ven conmigo.
Sus manos se apretaron alrededor de las de ella.
—Elizabeth estará esperándote.
—Lo sé. Ven conmigo.
—(Tn)…
No le dio oportunidad de convencerla de ello.
—No quiero mentir sobre ti, sobre nosotros nunca más. Sé que es un horrible
momento por lo de la boda, pero es exactamente como dijiste, siempre habrá algo.
No quiero esconderte, Nicholas . Te amo. Y si lo que ha pasado entre nosotros es un
problema para Elizabeth, entonces que así sea.
Sintió como si un enorme peso se hubiera levantado de su pecho mientras decía las
palabras. Como si hubiera dibujado su propia línea en la arena. Amaba a Nicholas .
No lo dejaría atrás, como si se avergonzara de él.
Él estudió su cara durante un instante, luego asintió.
—Si eso es lo que quieres.
—Lo es.
—Entonces vamos.
Se tomó un momento para apilar su equipaje por encima del de él, luego se
dirigieron hacia la salida directamente, su brazo sosteniéndola todo el camino.
Hubo una fracción de segundo cuando llegaron a las puertas cuando su estómago
cayó tan dramáticamente que se sintió enferma. Entonces se abrieron paso y se
enfrentaron a un mar caótico de rostros esperanzados, expectantes.
Recorrió la multitud, buscando el cabello rubio de Elizabeth. Había visto fotos de
Nathan, pero no estaba segura de que la reconociera fácilmente. Su mirada se
deslizó sobre caras desconocidas, la adrenalina haciendo acelerar su pulso y
poniendo sus palmas sudorosas.
—Por ahí —dijo Nicholas , su voz tranquila y profunda.
Siguió su línea de visión más allá de un grupo de gente que se agolpaba contra la
barrera donde una pareja alta, morena estaban de pie lado a lado. Se encontró
mirando a los ojos azules de Elizabeth mientras ella apretaba los dedos contra su
boca en un gesto inequívoco de shock.
(Tn) levantó la barbilla, preparándose para la condena mientras su vieja amiga
procesaba lo que la presencia de Nicholas al lado de (Tn) debía significar.
El hombre que estaba junto a Elizabeth le dijo algo y ésta desvió la mirada hacia él.
(Tn) notó por primera vez que había estado conteniendo el aliento y aspiró una
gran bocanada de aire. La mano de Nicholas presionó cálidamente contra su espalda.
—Ella te ama. Recuerda eso —dijo.
(Tn) apenas tuvo tiempo de asentir antes de que Elizabeth comenzara a abrirse
paso a empujones a través de la multitud para alcanzarlos. (Tn) arrastró los pies
hacia adelante, haciendo todo lo posible por pasar las barreras. Y entonces
Elizabeth estuvo frente a ella, con sus ojos llenos de preguntas.
—Intenté decírtelo una docena de veces, pero estaba demasiado asustada —dijo
(Tn), la verdad escapando de ella—. Simplemente sucedió, no era mi intención,
pero lo amo, E. Lo amo tanto…
Rompió en llanto, seis meses cargados de confusión y culpa encontrando su
camino a través de sus conductos lacrimales. El brazo de Nicholas rodeó sus
hombros incluso cuando Elizabeth se acercó y la tomó de la mano.
—(Tn).
La preocupación y la calidez en la voz de su amiga de alguna forma atravesaron la
emoción hinchándose en la garganta de (Tn). Parpadeó, apartando las lágrimas
con el dorso de su mano. Esta no era la forma en que quería hacer nada de esto.
Quería ser serena y madura, y quería darle a Elizabeth todas las oportunidades
para expresar sus sentimientos. En vez de eso, estaba aquí parada con una
estúpida bota médica en su pierna y lágrimas de niña rodando por su rostro.
—¿Por qué no encontramos un lugar más privado, quitarnos un poco del medio?
—sugirió una profunda voz.
Ella le dio un vistazo al futuro esposo de Elizabeth, captando su corto cabello
oscuro y sus penetrantes ojos azul claro. Como Elizabeth, él estaba bronceado,
incluso a pesar de que estaban en mitad del invierno australiano. (Tn) le lanzó
una rápida mirada sin palabras a Nicholas y él asintió ligeramente para dejarle saber
que estaba bien con el arreglo. (Tn) fue muy consciente de Elizabeth registrando
el pequeño intercambio y contuvo el impulso de apurarse a explicar de nuevo
mientras se abrían camino a la cafetería en la esquina más alejada de la sala de
llegadas.
Sin que nadie dijera nada, ella y Elizabeth gravitaron hacia la mesa en la esquina
más alejada, mientras los hombres se retiraron al mostrador.
Ambas estuvieron en silencio por un momento después de que se deslizaron en
sus asientos. (Tn) luchó contra el impulso de revolverse, presionando sus manos
planas sobre la mesa.
—Lo lamento. Esta no es la forma en la que quería decírtelo —dijo ella en voz baja,
obligándose a encontrar los ojos de Elizabeth.
Lo que vio ahí fue predominantemente confusión.
—¿Cuánto tiempo...? —preguntó Elizabeth.
—Casi seis meses. Más o menos desde que regresó de verte en Australia. Sentí
lástima por él y le llevé una botella de licor. Una especie de ofrenda de paz para
que él ahogara sus penas. Se negó a aceptarla, pero se la dejé de todas formas.
Luego se emborrachó y llamó a mi puerta, queriendo saber por qué le había
comprado una botella de licor y… las cosas se pusieron un poco locas.
Elizabeth frunció el ceño.
—¿Por qué le compraste licor?
—Porque a él le gusta. ¿Recuerdas esa vez que lo probamos después de que vimos
ese espectculo en el Criterion…?
Elizabeth sacudió la cabeza, todavía luciendo perpleja.
(Tn) sonrió con una sonrisa pequeña y apretada.
—Incluso entonces me daba cuenta de cosas sobre él, a pesar de que no quería
hacerlo. Supongo que por eso siempre me desagradaba tanto, porque lo tenía
metido bajo la piel. Incluso cuando era tuyo.
Miró directamente a los ojos de Elizabeth cuando lo dijo, queriendo ser valiente
sobre esta única cosa, al menos. Tentativamente, se estiró y tomó la mano de
Elizabeth. Esperó que su amiga se apartara o se tensara, pero los dedos de
Elizabeth se cerraron alrededor de los suyos en un cálido y firme agarre. Eso fue
un bálsamo para el corazón de (Tn) devastado por la culpa. Necesitaba
desesperadamente el perdón de su amiga.
—La última cosa que quería era traicionarte, herirte o decepcionarte, E. Por favor
cree eso. Cuando comenzó, no creí que fuese real. Pensaba que era este loco asunto
del sexo, nada excepto una química extraña y aberrante. Pero luego siguió su
camino, y cuando caí en cuenta de que lo amaba, me sentí como si hubiese estado
mintiéndote a ti y a mí durante años. Pero no lo sabía, E, lo juro. Nunca lo supe
hasta esa noche en que él vino y nos besamos por primera vez.
—Recuerdo la forma en que ustedes solían ser —dijo lentamente Elizabeth—.
Como gatos enfurecidos. Tal vez debí haberlo sabido entonces. Toda esa pasión
debía venir de alguna parte, ¿cierto?
Su mirada era escrutadora mientras exploraba el rostro de (Tn).
—Tienes derecho a estar furiosa, E —dijo (Tn)—. Tienes derecho a insultarme o
lo que necesites hacer. Si no quieres que esté en la boda, está bien, también.
(Tn) esperó que su amiga respondiera, con el cuerpo tan tenso y tan erguido en
su silla que le dolía.
—¿Él te hace feliz?
—Sí.
—Te ves bien. Igual que él.
—Él lo está.
La mano de Elizabeth se retorció en la suya de modo que era ella la que estaba
agarrando la mano de (Tn).
—Entonces estoy contenta.
Era una respuesta tan sencilla y generosa. Tan abierta y tolerante. Demasiado
buena para ser cierto.
—No puedes estarlo.
—¿Por qué no, Tn? —preguntó Elizabeth, con la cabeza inclinada hacia un lado,
una pequeña sonrisa burlona en los labios.
—Porque saliste con él. Dormiste con él. Fue tuyo una vez. Y te mentí. Elegí el sexo
con él por encima de mi lealtad hacia ti.
—Debe haber sido un sexo bastante asombroso, Tn, porque eres la persona más leal
que conozco.
Había una luz bailando en los ojos de Elizabeth, una invitación para que (Tn) se
relajara. (Tn) sacudió la cabeza, reacia —incapaz— de aceptar la reacción de su
amiga al pie de la letra. Elizabeth no podía ser tan tolerante, de mente tan abierta,
tan generosa. Simplemente no podía ser posible.
—Puede que no haya querido casarme con él, pero Nicholas todavía es una de mis
personas favoritas en todo el mundo, Tn —dijo Elizabeth—. Igual que tú. ¿Por qué
no estaría feliz por ustedes dos? ¿Qué clase de egoísta perra envidiosa sería si les
concediera de mala gana esa felicidad a ustedes dos cuando tengo a Nathan?
Todo era tan diferente a lo que (Tn) se había preparado para resistir. Sin rabia,
sin culpar a alguien, sin acusaciones. Sólo aceptación. Y confianza.
Su mirada encontró a Nicholas en el mostrador donde estaba esperando con Nathan.
Sus ojos se trabaron a través de la cafetería. Ella vio su comprensión, su amor, y
recordó las cosas que él le había dicho, sobre su miedo a perder a su familia y
cómo ella merecía amor y felicidad. Recordaba cómo la había abrazado después de
su primera pelea y le había dicho que sin importar qué, siempre la amaría.
Regresó su atención a Elizabeth y tomo una decisión consciente. Eligió tomarle la
palabra a su amiga. Eligió creer que Elizabeth la amaba tanto como (Tn) la
amaba, y que quería su felicidad tanto como (Tn) quería la de Elizabeth. Eligió
aceptar que ella no necesitaba perdonarla, porque Elizabeth confiaba en ella. Y
eligió creer que era digna de esa confianza, al igual que era digna del amor de
Nicholas .
Porque ella no era una puta innata. No era irresponsable o atribulada ni intentaba
llamar la atención. No era un fastidio, una sinvergüenza, un lastre para ser
descartado lo más pronto posible.
Era amada. Era valorada. Tenía importancia.
Respiró profunda y purificadoramente, y entonces dejó salir el aliento. Luego
levantó la mano de Elizabeth hasta sus labios y le besó el dorso con ternura,
amorosamente.
—Gracias.
Los ojos de Elizabeth se llenaron de lágrimas.
—Gracias a ti, (Tn). Por tanto a lo largo de los años. Por ser mi coraje. Por
mantenerme cuerda. Por ayudarme a encontrarme a mí misma.
(Tn) no estaba segura de cuál de las dos se levantó primero, ella o Elizabeth, pero
repentinamente ambas estaban de pie, con los brazos envueltos una alrededor de
la otra. (Tn) presionó su mejilla contra la de su amiga y dejó que la aceptación de
Elizabeth se filtrara en sus huesos.
Después de la cantidad exacta de tiempo, Elizabeth aflojó su abrazo y ambas
dieron medio paso hacia atrás.
—Vamos, vayamos a casa —dijo Elizabeth.
—En realidad, creo que Nicholas tiene un auto reservado.
El rostro de Elizabeth decayó un poco.
—¿No vas a quedarte con nosotros?
(Tn) le echó un vistazo a Nicholas otra vez. Él estaba hablando con Nathan,
enfocado en el otro hombre. Su camisa estaba arrugada de horas de vuelo, su
cabello revuelto. Lucía cansado y hermoso, e increíblemente sexy.
—A menos que tengas la mejor insonorización conocida por el hombre, no creo
que sea una buena idea —dijo ella.
Le tomó un momento a Elizabeth para entender. Luego su cabeza cayó hacia atrás
y soltó una encantada carcajada de sorpresa. Nicholas y Nathan echaron una mirada
al otro lado hacia ellas, con sorprendidas expresiones gemelas en sus rostros.
—Bueno. Difícilmente puedo discutir con eso, ¿no es así? —dijo Elizabeth—. Pero
cenarás con nosotros esta noche, ¿no? ¿Ustedes dos?
—Sí. Por supuesto.
Elizabeth les hizo señas a los hombres para que se unieran a ellas. Nicholas le lanzó
una sutil mirada interrogante y ella metió el brazo a través del suyo y le dedicó
una sonrisa tranquilizadora para hacerle saber que estaba bien.
Elizabeth lo miró, con los ojos brillantes de curiosidad.
—Entonces, Nicholas . ¿Cómo estás? ¿Trasnochándote mucho?
—Oh, ya sabes. Esto y aquello.
(Tn) sonrió para sí misma, divertida por la muy seca respuesta de él. Por pensar
que una vez creyó que él no tenía sentido del humor.
Los cuatro caminaron hacia el estacionamiento, separándose frente al quiosco de
alquiler de autos.
—Los veremos esta noche —dijo Elizabeth—. Tendremos langostinos. Incluso
vamos a hacerlos a la parrilla.
Ella habló con una terrible aproximación al acento australiano. Nathan pasó un
brazo alrededor de sus hombros.
—En realidad necesitamos trabajar en eso, Lizzie —dijo él cariñosamente.
Ellos intercambiaron una mirada cargada de amor, conocimiento, calor y
aceptación. Las últimas reservas de (Tn) acerca de la decisión de su amiga se
escurrieron.
Este hombre amaba a Elizabeth. Sinceramente. Eso sólo podía ser algo bueno.
Elizabeth arrastró más cerca a (Tn) para un abrazo final antes de clavar a Nicholas
con una mirada.
—Cuida a mi chica, ¿está bien?
Nicholas alzó las cejas.
—¿Tu chica?
—Nuestra chica, entonces —dijo Elizabeth.
Nicholas se estiró y le tomó la mano a (Tn).
—No te preocupes. Lo tengo cubierto.
(Tn) no pudo evitar sentirse ridículamente conmovida de que hubiera dos
personas en el mundo que la amaran lo suficiente para sentirse posesivos con ella.
Le dio a E un último abrazo luego siguió a Nicholas dentro del quiosco de alquiler.
Él deslizó su mano libre alrededor de su cintura mientras llenaba los formularios
requeridos. Apoyó la cabeza contra su hombro y respiró el olor de su loción para
después de afeitar y se permitió sentir la simple paz del momento.
Al fin era libre. Libre para amar a Nicholas con todo su corazón. Libre para ser feliz,
sin reservas.
Nicholas esperó hasta que estuvieron en el auto alquilado antes de voltearse hacia
ella.
—¿Entonces fue bien?
—Sí. Ella dijo que quiere que yo sea feliz. Y también tú.
—No necesita preocuparse por mí.
—Lo sé. Ese es mi trabajo.
Sus ojos grises eran muy cálidos mientras examinaba su rostro.
—¿Entonces estás bien?
—Ahí voy.
Iba a tomar un tiempo para que toda la adrenalina y la ansiedad se drenaran de su
sistema. Había estado nerviosa por esto durante casi seis meses.
—¿Qué hay de ti? ¿Estás bien? —preguntó ella.
Porque ésta había sido una gran mañana para él también.
—Por supuesto. Estoy contigo.
Era una cosa tan sencilla y pequeña para decir. Eso curvó su boca en una sonrisa y
atravesó su cansancio y la hizo estar increíblemente feliz de que hubo una vez en la
que fue compelida por fuerzas más allá de su comprensión a enfrentar el glacial
frío del invierno de Londres para entregar una botella de licor de durazno en la
oficina de él.
—Gracias —dijo ella.
Él parecía desconcertado.
—¿Por?
—Por todo. Por ser asombroso en la cama e infinitamente paciente, por sacrificar el
Club Savage por mí y llevarme todo el camino alrededor del mundo simplemente
porque estabas preocupado por mí, incluso a pesar de que eso significaba que
probablemente pasarías tus vacaciones solo. Por la forma en que siempre pones la
mano en la parte baja de mi espalda para guiarme a través de la calle y la forma en
que me dejas estar a cargo del control remoto del televisor, y la forma en que
nunca, ni una sola vez, me has juzgado o desconfiado de mí, o me has hecho sentir
pequeña o indeseada.
—(Tn), cariño… —Él parpadeó y ella se dio cuenta de que estaba cercano a las
lágrimas.
Su Nicholas . El Señor Mojigato. El Señor Reprimido.
Dios, ¿cómo una mujer puede estar tan condenadamente equivocada acerca de una
persona?
Él se inclinó por encima del freno de mano y la besó, un profundo, apasionado,
minucioso y exigente beso.
—Nunca dejaré de quererte, ¿lo entiendes? Te amo. Te adoro. Te admiro. Te deseo.
Eres mi corazón. Mi sangre, mis huesos. Mi todo.
Era la declaración que había estado esperando toda una vida para escuchar, del
hombre que ella había estado esperando toda una vida para reconocer como suyo.
Pero por fin lo había visto claramente, al igual que él por fin la había visto.
—Encontremos algún lugar donde pueda tenerte desnudo —dijo ella.
Porque repentinamente eso parecía muy, pero muy importante.
Él no dijo ni una palabra, simplemente encendió el auto y comenzó a conducir.
Porque él la tenía, al igual que ella lo tenía, y algunas cosas estaban más allá de las
palabras.
FIN...
me alegro mucho de haber compartido esta hermosa historia con ustedes ya saben las espero en la nueva nove q estare colocando besos se me cuidan okis :bye:
ElitzJb
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
OMJ termino :'( ame la nove, estuvo muy linda de principio a fin,e alegro que E entiendo a la rayis sobre su relacion con Nick, y ahora si podran ser muy felices sin remordimientos, solo amooooorrrrr jaja Gracias a ti por compartir esta hermosa novela con nosotras, estuvo genial.
Pidgejonas
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
ohhh fue tan lindo!!!
Que bueno que E. la entendio!!
Gracias por subirla!! Ya me paso a la otra!!
Que bueno que E. la entendio!!
Gracias por subirla!! Ya me paso a la otra!!
aranzhitha
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!1
AME ESTA NOOVEEEE!!!
GRACIAS POR SUBIRLAAA Y ME VERAS EN LA OTRAAAA!!
AME ESTA NOOVEEEE!!!
GRACIAS POR SUBIRLAAA Y ME VERAS EN LA OTRAAAA!!
chelis
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa la ame la ame la ame
garcais garcais por subirla estuvo hermosaaa wiii
garcais garcais por subirla estuvo hermosaaa wiii
andreita
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
OMG!
estube un dia entero para terminar de leer esta novela !
es realmente hermosa... me da lastima haberla encontrado ya finalizada..
pero hey.. nueva lectora :P me llamo ciin :)
esta historia es preciosa... todo lo que tuvieron que pasar...
y nick y la rayis son un claro ejemplo de que del odio al amor hay un paso :P
jajajaja
gracias por haber subido tan increible historia y haberla compartido con nosotras :)
estube un dia entero para terminar de leer esta novela !
es realmente hermosa... me da lastima haberla encontrado ya finalizada..
pero hey.. nueva lectora :P me llamo ciin :)
esta historia es preciosa... todo lo que tuvieron que pasar...
y nick y la rayis son un claro ejemplo de que del odio al amor hay un paso :P
jajajaja
gracias por haber subido tan increible historia y haberla compartido con nosotras :)
Ciin :)
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
Oooowwww fue hermosaaaa!!!
Bendito sea Nicholas por se perfecto!!
Lo amooo!!
Grax por compartirla con nosotras !!!
Nos leemos en la otra nove!!
Cuídate besoss :)
Bendito sea Nicholas por se perfecto!!
Lo amooo!!
Grax por compartirla con nosotras !!!
Nos leemos en la otra nove!!
Cuídate besoss :)
Pamm Jonas
Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA
Hola Soy Jess soy nueva aca y Me encanto esta adaptacion! ME LA LEII DE UNA Y ME ENCANTO EMPIEZO A LEER TUS Adaptaciones!
besos q andes bien!
besos q andes bien!
jessnt
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