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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por Pamm Jonas Sáb 09 Feb 2013, 1:56 pm

Wow Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 167695056 estuvieron súper geniales los capis jajajaja
Gracias por subir y si me esta encantando la nove!!
Síguela pronto!!
Pamm Jonas
Pamm Jonas


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por Pamm Jonas Sáb 09 Feb 2013, 1:57 pm

Yupiiiiii nueva página !!!!
Siguelaaaa!!
Pamm Jonas
Pamm Jonas


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por aranzhitha Sáb 09 Feb 2013, 4:26 pm

siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por ElitzJb Sáb 09 Feb 2013, 5:32 pm

Capitulo 6

(Parte Dos)

1/3

Entonces y sólo entonces comenzó a tomar conciencia de cuán estrecho era la parte
trasera de su coche, cómo su hombro estaba atascado contra el asiento delantero,
su cuello inclinado torpemente, su rodilla en peligro de caer fuera del cojín del
asiento.

Sus respiraciones combinadas sonaban fuerte en el pequeño espacio, y cuando él
levantó la vista vio que las ventanas estaban empañadas. Se retiró de ella,
envolviendo el condón en su pañuelo antes de retroceder lo suficiente para cerrar
sus pantalones. (Tn) se quedó muy quieta, sus ojos brillando mientras lo
observaba. Se movió de entre sus piernas, se sentó y bajó su falda.

—(Tn)…

—No lo hagas. No quiero oír lo mucho que lo sientes.

—Eso no era lo que iba a decir.

Parecía sorprendida, alejando su mirada de la suya.

—¿Qué ibas a decir, entonces?

—Iba a darte las gracias —dijo él—. Luego iba a decirte lo jodidamente sexy que
eres.

Ella parpadeó.

—Oh.
Él la había sorprendido. Eso le hizo preguntarse qué estaba acostumbrada a oír de
los hombres después de que se habían perdido a sí mismos dentro de ella.
¿Disculpas? ¿Excusas? ¿Insultos?

Entonces se le ocurrió que probablemente lo había contado a él entre aquellos
hombres después de su último encuentro. Por primera vez, sintió un dardo de
vergüenza por la forma en que se había deslizado silenciosamente de su
apartamento esa noche. Él había esperado los más elementales cinco minutos antes
de decirse que ella quería que se fuera. Luego había hecho su escape y se entregó a
una ronda de auto indulgente introspección. Aun cuando le había enviado flores al
día siguiente, sus acciones habían sido guiadas más por la expectativa y la
necesidad de civilizar lo que había pasado entre ellos que cualquier idea de ella o
de sus sentimientos.

Ella tenía el ceño fruncido, una pequeña arruga entre las cejas. Después de una
larga pausa alcanzó la manija de la puerta y salió del coche. Él tomó su abrigo del
asiento antes de seguirla, sosteniéndolo para ella mientras deslizaba sus brazos en
las mangas.

—Te llevaré a casa —dijo, abriendo la puerta del acompañante.

(Tn) dio un paso atrás.

—No, gracias.

Fue su turno de fruncir el ceño.

—Los dos sabemos lo que pasará si me llevas a casa —dijo ella.

Él no se molestó en negarlo. Ya estaba duro de nuevo ante la perspectiva de una
segunda ronda.

—¿Es eso un problema?

—Sí, lo es. Elizabeth es mi amiga.

Estaba en la punta de su lengua preguntar si Elizabeth había sido su amiga hace
cinco minutos, cuando había estado dentro de ella, pero controló el impulso. No

iba a mendigar. Y tenía razón, ella tenía mucho más que perder en ésta situación
que él. Él podía justificarlo ante sí mismo como una aventura, una indulgencia que
se había permitido a raíz de su compromiso roto. Ella no tenía tal excusa para
acostarse con él.

—No voy a dejarte caminar a casa.

—Voy a tomar un taxi.

Él recogió su chaqueta del suelo.

—(Tn), en serio. Sólo un completo imbécil te dejaría tomar un taxi a casa después
de lo que acaba de pasar.

—Quiero ir a casa sola, y sólo un completo imbécil me forzaría con su compañía.
Sobre todo después de lo que acaba de suceder.

Busqué paciencia.

—(Tn)…

Ella levantó una mano.

—No, Nicholas . No voy a ser intimidada hasta la sumisión. No soy una flor delicada,
no soy una persona complaciente, y no necesito ni quiero tu protección. Que
nosotros tengamos sexo no te hace automáticamente responsable por mí. En caso
de que no te hayas dado cuenta, esa clase de pensamiento se fue con los sostenes
puntiagudos y las fajas.

Sacudió su cabello, la barbilla levantada, desafiante.

No hace mucho tiempo, ese pequeño mentón levantado le había hecho querer
hacer un agujero en la pared.

Ahora, le dio ganas de acercarse lo suficiente para besar su llena y rosada boca, de
nuevo, un movimiento tectónico que le hizo sentir decididamente fuera de
equilibrio.

—Déjame pagar tu taxi entonces.

Ella hizo un sonido de indignación.

—¿En qué planeta dejaría que eso pasara? No soy una prostituta que necesitas
enviar de vuelta a su chulo.

Él la miró. Estaba empezando a enfadarlo. Territorio mucho más familiar.

—¿Cuándo he indicado que te veo como una puta, (Tn)?

Su barbilla cayó un poco.

—No lo has hecho. Pero entiendes mi punto.

—No, en realidad, no.

—Tuvimos sexo, Nicholas . No me debes, y no me posees. —Levantó el cuello de su
abrigo—. Vamos solo a estar de acuerdo en que esto fue otro error estúpido,
impulsivo, que pasó por Dios sólo sabe qué razón y dejarlo así. Tú sigues tu
camino, yo por el mío.

Ella no esperó a que estuviera de acuerdo o en desacuerdo, simplemente le dio la
espalda y empezó a caminar. Él maldijo en voz baja, una palabra de su elección de
sus días Hackney, y luego se puso detrás del volante. La siguió al salir del callejón,
el motor apenas acelerando un poco más que estando parado. Lo miró una vez por
encima de su hombro, y luego procedió a ignorarlo mientras se dirigía al puesto de
taxis más cercano.

Él la siguió de cerca, tercamente negándose a abandonar su observación. El
conductor detrás de él tocó su bocina y Nicholas movió la mano en la ventana,
señalando que debería adelantar.

(Tn) le lanzó una perpleja y molesta mirada mientras alcanzaba la parada de
taxis. Claramente, ella no podía entender qué estaba haciendo él. Por qué se sentía
responsable de ella. No era la única. No era porque él sintiera que le debía algo; lo
que había sucedido en el asiento trasero de su auto había sido un intercambio de
iguales, ninguno de ellos suplicando por el otro. Pero no podía simplemente

conducir lejos y abandonarla como si su encuentro hubiera sido tan casual como
un apretón de manos. Había sido intenso, alucinante, consumidor.

Frunció el ceño mientras observaba a (Tn) deslizarse en la parte trasera de un
taxi, confundido por sus propios pensamientos y sentimientos. El taxi señaló, luego
arrancó de la acerca. Nicholas lo siguió. A la siguiente intersección, el taxi de (Tn)
giró a la izquierda, él giró a la derecha.

Cuando la había dejado en su apartamento hacía un mes, honestamente había
creído que jamás la vería de nuevo. No era lo suficientemente estúpido para creer
más eso. Le gustara o no, era arrastrado hacia (Tn) Sutcliffe. Podría luchar contra
ello —lo haría—, pero no tenía la confianza de que ganaría. No después de lo que
acaba de suceder. No había una ducha fría en el mundo que pudiera curar los
recuerdos que se iba a llevar a casa consigo ésta noche.

No fue hasta que se estaba desvistiendo media hora después que se dio cuenta que
todavía tenía las pantis de ella en su bolsillo. Las sacó, mirándolas por primera vez.
Seda negra, hermosa, de calidad. Las querría de vuelta, sin duda. La primera cosa
que haría el lunes sería ponerlas en el correo.

Incluso mientras lo pensaba sabía que era una mentira. Pero, por ahora, se permitió
a sí mismo creerlo, porque no estaba ni de cerca listo para siquiera intentar
conciliar su lujuria y necesidad por (Tn) con todo lo demás que quería en su vida.



(Tn) se sirvió un trago ligero en el momento que llegó a casa. Se sentó en el
profundo alféizar y miró a la calle, observando a los peatones apresurarse a lo
largo de ésta, sus rostros escondidos en bufandas.

Se había acostado con Nicholas , otra vez. En el asiento trasero de su auto, nada
menos.

Una locura. Una absoluta locura, del tipo que no se había permitido desde que era
una adolescente infeliz e imprudente, inclinada por la auto-destrucción.

Ésta noche no se había sentido auto-destructiva, sin embargo. Se había sentido
necesaria. Inevitable. Y se había sentido bien. La sensación de su piel contra la
suya. El sabor de su boca. La gruesa dureza de él moviéndose dentro de ella...

Pudo sentirse a sí misma mojándose de nuevo. Tragó más vodka y presionó su
frente contra el vidrio frío de la ventana.

Quizá su madrastra había tenido razón todos esos años, tal vez había nacido como
una zorra. Sin moral, auto-indulgente, indisciplinada. Quizá era por eso que había
dejado de lado décadas de amistad con una maravillosa y adorable mujer en
intercambio por diez terriblemente calientes minutos en los brazos de Nicholas .

Era tentador flagelarse a sí misma, realmente rendirse al auto-disgusto que se
cernía, esperando para descender, pero todo en ella rechazaba ese viejo y cruel
juicio. Había luchado demasiado tiempo y demasiado duro por volver a ganar su
autoestima después del desastre que fue su adolescencia para dejar que tal antigua
recriminación tomara raíz en su mente de nuevo.

La verdad era que lo que había pasado con Nicholas había sido extraordinario. Una
tentación más allá de lo usual. No entendía por qué él tenía que ser quien
encendiera su mundo en llamas tan espectacularmente, pero el hecho permanecía
en que lo hacía. Una mirada y ella había estado lista para tenerlo en cualquier
parte, en cualquier momento. Un roce de su mano en su piel y había estado lista
para correrse.

En otro tiempo y lugar, le daría la bienvenida en su cama y aguantaría su pasión
mutua hasta que se quemara a sí misma hasta las cenizas. Pero Elizabeth era una
parte intrínseca de su mundo. No podía permitir que el deseo, la necesidad y la
lujuria destruyeran la relación más duradera de su vida. Simplemente no podía.

Se tomó lo último de su vodka, luego se fue a la cama. Sólo cuando estaba cayendo
en el sueño se permitió a sí misma pensar de nuevo en aquellos momentos en la
parte trasera del auto de Nicholas .

La luz de la calle reflejándose en su cabello oscuro. La dura y urgente estocada de
su cuerpo dentro del suyo. La firme fuerza de sus músculos. La embriagadora
especia de su loción para después de la afeitada.

Oh, había sido bueno. Tan bueno.

Sintió un único momento de profunda y penetrante pérdida mientras registraba el
pensamiento. Lo que era loco, porque sólo era sexo. No significaba nada.

Todavía estaba divagando sobre su propia reacción cuando cayó en el sueño.



Todo fue mucho más claro al día siguiente. Ya no había duda en su mente de que
había cometido un terrible error al permitirse a sí misma ser sacudida en su deseo
por Nicholas de nuevo. No pasaría una tercera vez. De ahora en adelante, verificaría
si Nicholas estaba en la lista de invitados antes de acceder a asistir a un evento social.
Y si lo estaba, se excusaría. La gente se preguntaría, pero podría disculparse bajo la
premisa de que se sentía incómoda por la situación con Elizabeth.

Era dolorosamente cierto, pero no por las razones que la gente asumiría.

La navidad estaba a tan sólo cinco días de compras, y la tienda estuvo llena toda la
mañana con personas buscando regalos de último minuto. Normalmente no se
quedaba hasta más de las tres en las tardes los días domingo, pero en ésta época
del año valía hacer una excepción. Se saltó el almuerzo y, para las cuatro de la
tarde, se estaba sintiendo más que un poco famélica. Tomando ventaja de una
pausa, se metió en la habitación trasera. Había comprado una bolsa de mangos el
día anterior, una indulgencia para animarse en medio del invierno. Tomó uno
ahora, pelando la piel de él antes de cortarlo en un patrón cuadriculado y
comérselo con ávida prisa. Los dulces jugos se deslizaron por su barbilla y tuvo
que lavarse la cara en el lavabo cuando terminó. La campana sobre la puerta no
había sonado para señalar más clientes, así que se estiró por un segundo mango y
lo partió en dos. Estaba a punto de ensuciarse de nuevo cuando la campana sonó.

Bueno. Al menos había conseguido meter algo en su estómago vacío. Se secó las
manos con un pedazo de toalla de papel, luego la tiró en el bote mientras regresaba
al piso de ventas.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo…?

Se detuvo, las palabras momentáneamente escapándosele. Nicholas no habló
tampoco. Simplemente se quedó ahí de pie, mirándola, su oscura mirada intensa y
caliente. Sintió un calor en respuesta brotando a la vida dentro de sí, incluso
mientras recogía su voluntad para enviarlo de vuelta.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—No lo sé.

Ambos estaban mintiendo. Ella no había necesitado preguntar por qué estaba ahí,
y ambos sabían lo que él quería.

—No podemos seguir haciendo esto —dijo ella débilmente.

Mucho para enviarlo de vuelta. Mucho para ser una buena amiga.

—Entonces dime cómo hacer que se detenga. —Dio un paso hacia ella—. Tengo
que exponer mañana. Se supone que hable de declaraciones financieras, pero todo
en lo que puedo pensar es en ti. ¿Por qué es eso, (Tn)? ¿Cuando hace unas
cuantas semanas apenas podíamos estar junto al otro?

—No lo sé. —Tampoco lo sabía. No entendía cómo todas las cosas que alguna vez
la habían enojado de él ahora la excitaban tanto que dolía. Su cabello
cuidadosamente peinado. Su afeitado preciso. La frescura de su camisa azul
pálido. La calidad de su chaqueta de pana, completa con un parche de cuero en los
codos.

Una vez, su pulcritud la había vuelto loca. Ahora veía todo ese cuidadoso orden y
veía la necesidad apretadamente atada debajo de él. Veía los fuertes tendones en
su cuello y la llenura de su labio superior. Veía la amplitud de sus hombros y la

dureza firmemente moldeada en un gimnasio de sus músculos. Veía el apretado
deseo en sus ojos, estaba impotente para resistir su propia respuesta instintiva.

—Ponle seguro a la puerta —dijo ella.

Él dudó por un momento, luego se dio vuelta y giró el seguro. Ella observó
mientras él volteaba el aviso de abierto a cerrado. Luego vio mientras caminaba
hacia ella. Su mirada cayó al bulto en sus pantalones. Tomó un profundo y
vigorizante aliento.

Oh, Dios, esto iba a ser bueno.

Él cerró los últimos metros de distancia entre ellos y siguió viniendo hasta que la
tenía presionada contra el mostrador.

—No puedo sacarte de mi cabeza, (Tn).

Ella deslizó sus manos dentro de su chaqueta, suavizando sus manos sobre el
cálido y fino algodón.

—Cállate y bésame.

No quería hablar. No quería pensar, considerar o sopesar la decisión que acababa
de tomar. Si se detenía el tiempo suficiente, recordaría por qué no debería, no
podía hacer esto. Y necesitaba a Nicholas . Lo necesitaba tanto…

Él no esperó que se lo pidiera dos veces. Su cabeza descendió, su boca capturando
la suya. Su lengua acarició su boca, con confianza, demandante. Sus manos
encontraron sus pechos, tirando de sus pezones a través de la suavidad de su
suéter de cachemir. El dolor entre sus muslos se intensificó en un latido
demandante. Buscó a tientas los botones de su camisa, desabrochándolos uno a la
vez.

La puerta traqueteó. Ella rompió el beso, mirando sobre su hombro para ver a
alguien mirando a través del panel de cristal. La mano de Nicholas cayó de sus
pechos. Ella la agarró y la usó para arrastrarlo a la habitación trasera, cerrando la
puerta de una patada detrás de ellos. No había mucho aquí —una vieja mesa de
pino, un par de sillas de madera curvada, el lavabo, un microondas y un
refrigerador— pero eso no importaba. Lo importante era que Nicholas estaba aquí, y
nadie podía interrumpirlos.

Tardíamente se le ocurrió que podrían ir arriba. No estaba exactamente a
kilómetros de distancia, después de todo.

—¿Quieres…?

Nicholas se tragó sus palabras con un beso, la fuerza de su deseo inclinando la
cabeza de ella hacia atrás. Sus manos encontraron su trasero y la levantaron sobre
la mesa. Ella automáticamente extendió sus piernas mientras él se movía entre
ellas, su falda a la altura de la rodilla amontonándose alrededor de sus muslos. Él
tiró de su suéter sobre su cabeza, su mirada gris yendo de pecho a pecho. La
ahuecó, luego bajó su cabeza y atrajo primero un pezón y luego el otro hacia su
boca. El húmedo calor y el tirón insistente se combinaron para hacerla gemir. Ella
se estiró por su hebilla pero él apartó sus manos.

—Todavía no —dijo.

Ella apoyó sus brazos detrás de sí en la mesa y se rindió ante su asalto sexual. Él
lamió, succionó y mordió sus pezones, derrochando su atención en ella. El calor
creció entre sus muslos, un latido doloroso que demandaba satisfacción.

Como si sintiera su necesidad, Nicholas deslizó una mano bajo su falda, posando su

palma sobre sus ligueros, deteniéndose

brevemente cuando su mano se movió

desde la media hasta la cálida piel. Él levantó la cabeza de sus pechos, sus ojos
crudos y conocedores mientras miraban en los suyos. Luego, empujó su falda hacia
arriba e inspeccionó lo que sus manos acababan de descubrir.

Siguió su mirada y se vio a sí misma extendida ante él, el encaje negro de sus
ligueros enmarcando la pálida piel de sus muslos superiores. Su mirada se centró
directamente en la seda rosa pálido de sus pantis. Se mordió el labio mientras él se
estiraba y deslizaba su dedo índice ligeramente por el pliegue de su sexo. Su
aliento salió en un estremecimiento. Con su delicado toque, Nicholas deslizó sus
dedos bajo la cinturilla de su ropa interior y gentilmente la bajó por sus caderas.
No apartó su mirada de ella mientras levantaba su trasero para removerla por
completo. Un latido de corazón después estaba desnuda ante él.

Una vez más, se paró entre sus muslos, ampliándola con su cuerpo y sus manos.
Sus brazos se rindieron y ella cayó sobre su espalda mientras él enmarcaba su sexo
con ambas manos.

—He estado soñando con esto. Contigo —dijo él, su voz muy profunda.

Levantó sus caderas mientras él ahondaba entre sus muslos, el movimiento
provocando que el cuchillo que había usado más temprano diera volteretas al otro
lado de la mesa.

—No te preocupes por eso —dijo ella cuando Nicholas lo miró.

Lo hizo regresar a lo que había estado a punto de hacer pero su mirada había caído
en algo detrás de ella en la mesa.

—¿Es eso un mango?

—Sí.

—Adoro los mangos.

Hubo algo en la manera que lo dijo que hizo que su corazón golpeara contra sus
costillas con una repentina e intensificada emoción. Él se inclinó más allá de ella y
recogió la mitad del mango que ella había estado a punto de comer antes de que la
campana anunciara su presencia. Lo levantó hacia su boca y dio un mordisco.

—Está bueno —dijo él.

—Sí. —La palabra fue apenas un susurro.

Él consideró el mango, luego sus muslos ampliamente abiertos. Su mirada se
levantó a la suya. Ella se estiró por el borde de la mesa y se sostuvo con fuerza por
su vida cuando él trajo el mango entre sus muslos. La fría, deslizante y sensual
presión de la fruta contra su sexo la hizo gemir. Su mirada se clavó en la suya,
Nicholas cayó sobre sus rodillas. Ella observó mientras él la estudiaba por un
momento, sus mejillas sonrojadas con deseo. Luego bajó su cabeza y reemplazo el
mango con su boca.

Su lengua la bebió, ruda y firme un momento, rápida y ligera al otro. Rastreó el
resto de jugo de mango a través de su piel, succionando y lamiendo, devorando la
carne más sensible. Perdió todo sentido del tiempo, todo sentido del espacio. El
mundo fue reducido a su boca sobre ella y la caliente y húmeda presión de su
lengua y la creciente sensación en su cuerpo.

Presionó el mango contra ella de nuevo, y de nuevo lo reemplazó con su boca.
Estaba tan ávido, ardiente. Ella jamás había tenido a un hombre que fuera así con
ella, como si fuera la cosa más deliciosa y suculenta que alguna vez hubiera
probado. Como si no pudiera nunca conseguir suficiente de ella.

Su clímax onduló a través de su cuerpo. Jadeó y agarró la mesa y la montó
mientras él coaccionaba más y más sensaciones de ella. Sólo cuando estuvo
lloriqueando de placer él se retiró, presionando besos en sus muslos, deslizando
sus manos por sus caderas y estómago.

Ella cerró los ojos por un segundo, intentando recuperarse. Escuchó el sonido de
un condón siendo abierto. Cuando abrió los ojos de nuevo, él estaba deslizando el
condón por la gruesa longitud de su erección. La lenta y paciente manera en que
puso el látex en su lugar fue profundamente erótica. Se lo imaginó tocándose a sí
mismo así, en la privacidad de su dormitorio.

¿Pensaba él en ella cuando se tocaba? ¿Imaginaba que era la mano de ella en lugar
de la suya?

Su mirada se enfocó en el corazón de ella y se agarró a sí mismo con una mano.
Encontró su entrada, húmeda y caliente por su clímax, y deslizó la cabeza de su
polla dentro. Se sentía increíblemente bien, exactamente lo que necesitaba.
Murmuró su aprobación. Él levantó su mirada en la suya, luego se deslizó
profundo dentro de ella.
Él alisó sus palmas por su caja torácica hacia sus pechos mientras empezaba a
bombear dentro de ella. Envolvió sus piernas alrededor de él y se rindió al deslizar
de su cuerpo contra el suyo y la inminente necesidad dentro de sí.

Se corrió primero, su cuerpo agarrando el de él, y la siguió segundos después, su
respiración dejándolo con una prisa angustiada y desesperada.

Se apartó casi inmediatamente, dando la espalda para ocuparse del condón. Ella no
se molestó en sentarse y arreglarse decentemente ésta vez.

No era decente. Era controlada y estaba obsesionada por un hombre que solía ser
su enemigo. Un hombre que solía pertenecer a su mejor amiga. Si Elizabeth no
hubiera cancelado la boda, se estarían casando en sólo unas cuantas semanas.

El pensamiento hizo que (Tn) se estirara por su falda y la trajera de vuelta sobre
sus muslos. Nicholas se giró para enfrentarla y pudo ver su propia confusión
reflejarse en sus ojos. Él tampoco sabía qué era esto.

Era alguna consolación. No mucha, pero era mejor que nada.

Lo peor era que no podía hacerse ilusiones de que esto no pasaría de nuevo jamás.
No podía negarse a él. Y él no podía permanecer lejos de ella, si hoy y la noche
anterior eran algo que la hiciera suponer aquello.

Con la expresión cerrada, Nicholas le pasó su suéter. Ella se lo puso, luego se bajó de
la mesa y recogió sus pantis del piso. Nicholas la siguió hacia la tienda, mirando
silenciosamente mientras ella vaciaba la registradora. Juntos subieron las escaleras
a su apartamento, todavía sin hablar.

Cuando entraron, ella lanzó su maleta en el sofá y se volvió para enfrentarlo.

—Necesito una ducha. —Él la había recorrido de principio a fin, pero todavía
estaba pegajosa por el jugo de mango.

—De acuerdo.

Empezó a ir a la baño, luego miró sobre su hombro.
—¿No te me vas a unir?

Él lució divinamente sorprendido, como si genuinamente jamás se lo hubiera
ocurrido que podrían darse un baño, juntos, o que ella querría que lo hiciera. Una
pequeña y casi traviesa sonrisa se curvó en sus labios mientras empezaba a ir tras
ella.

Algo en su pecho quedó atrapado por esa sonrisa. Él lucía feliz. La noción que
pudiera tener la capacidad de traerle felicidad —distinta del placer— era una
revelación.

Él la alcanzó y bajó su cabeza para presionar un beso contra el costado de su cuello.

—Dime que tienes una ducha grande —murmuró contra su piel.

—Es pequeña. Apenas lo suficientemente grande para una persona.

—Haremos que funcione.

Luego empezó a desvestirla de nuevo, y ella dejó que todas sus dudas se
apartaran, como siempre lo hacía cuando él estaba tocándola.
ElitzJb
ElitzJb


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por ElitzJb Sáb 09 Feb 2013, 5:35 pm

Capítulo 7
(Parte Uno)

2/3.


Nick se despertó con un cuerpo cálido y suave apretado contra
su costado. Levantó la cabeza para ver el reloj: una hora antes de
lo que necesitaba para volver a casa y prepararse para el trabajo.
Se relajó de nuevo en la almohada, inhalando el perfume de (Tn) —una mezcla
atractiva de almizcle y profundos toques florales— y dejó que los recuerdos de la
noche anterior se derramaran sobre él.

(Tn) en la ducha, de rodillas con él en su boca. (Tn) en su cama, con el cabello
en rizos húmedos sobre los hombros y pecho, su cuerpo desnudo por completo
para él por primera vez. (Tn) estremeciéndose hasta el clímax, su nombre en sus
labios. Una y otra, y otra vez.

Ella era como una droga, adictiva, eufórica y consumidora.

Estaba de espaldas a él, con la parte trasera ajustada entre sus caderas. Deslizó su
brazo alrededor de su cuerpo, apoyándolo debajo de su caja torácica. Permaneció
durante largos minutos, sintiendo la subida y bajada de su respiración, dejando
que su calor se filtrara en él. Después de un rato se agitó, murmurando algo en su
sueño, su trasero empujándose más firmemente entre sus caderas.

Era más que suficiente para hacerlo ponerse completamente duro. Presionó su
erección contra la curva de su trasero, y luego deslizó una mano por su vientre y
entre sus muslos. Ella ya estaba caliente y húmeda allí. ¿Gracias a él? ¿Porque
estaba soñando con ellos de esta manera, juntos en la cama?


Él encontró el brote de su clítoris y lo acarició suavemente, dócilmente. El más leve
susurro de un toque. Su cuerpo parecía aflojar, como si hubiera estado anhelando
sus caricias. Mojó su dedo dentro de la delicada humedad entre sus muslos, luego
trazó su clítoris de nuevo. Se movió por segunda vez, con la cabeza ligeramente
levantada de la almohada.

—Nicholas .

—Shh —dijo él, acariciándole con más firmeza.

Ella se relajó de nuevo contra la almohada, sus caderas arqueándose ligeramente
hacia atrás para que pudiera abrirse más plenamente a él. Le gustaba eso de ella:
nunca negaba su deseo, nunca rehuía a lo que quería. Era una hedonista perfecta,
una sinvergüenza sensual.

Se estaba poniendo más húmeda, y él se estaba poniendo más duro, imaginando lo
bien que se iba a sentir deslizarse entre su calor apretado. Cuando no pudo
soportarlo más, apartó la pierna de arriba hacia delante y se tomó a sí mismo en la
mano. (Tn) sabía lo que él quería, rodando sobre su vientre aun más, arqueando
su espalda hacia él. Perdido en el deseo y la necesidad brumosa, utilizó su pene
para juguetear con ella un poco más antes de deslizarse en su interior.

Ella se ajustaba a él como un guante de suave terciopelo, pero aun así tan apretado.
Gruñó en lo profundo de su garganta y comenzó a moverse. Se había previsto que
esta sería una tranquila mañana de ocio, un lento despertar al día, pero debería
haber sabido que (Tn) tendría sus propias ideas. Antes de que hubieran pasado
muchos minutos, ella se estaba empujando hacia arriba sobre las rodillas,
arqueando la espalda, apoyándose en su penetración, llevándolo más profundo.
Luego se estaba agarrando al cabecero con las manos y él estaba azotando contra
ella, encendido más allá de toda razón por los globos gemelos redondos de su
trasero, su espalda curvada y su cabello rojo derramado sobre los hombros.

—Sí. Por favor. Sí. —Sus gritos llenaron la habitación, sin sentido y abandonados.

—Mierda. —Se perdió por unos segundos, el placer disparándose a través de él, tan
intenso que era casi doloroso.
Regresó a la tierra, consciente de que (Tn) aún tenía que encontrar su punto
máximo. Todavía estaba duro dentro de ella, por lo que deslizó una mano
alrededor de sus caderas y encontró su clítoris. Ella dejó caer la cabeza en la
almohada, todo su cuerpo temblaba de expectación mientras él acariciaba, jugaba y
la rondaba. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera el ajustado apretar de sus
músculos internos mientras se inclinaba sobre el borde en el clímax. La mantuvo
colgada en el borde del deseo tanto como pudo antes de deslizar su mano
libremente. Ambos se derrumbaron sobre la cama, los cuerpos húmedos por el
sudor, las sábanas enredadas alrededor de sus pies.

Fue sólo cuando se agachó para hacerse cargo de los preservativos que se dio
cuenta de que no había usado uno.

Maldijo en voz baja.

—¿Qué pasa? —La voz de (Tn) sonaba amortiguada por la almohada.

A pesar de su metida de pata, no pudo evitar sonreír ante el hecho de que ella era
incapaz de levantar la cabeza. Es probable que eso lo convirtiera en un hombre de
las cavernas, pero le gustaba el hecho de que podía agotarla por completo.

Fue una sonrisa de corta duración. A ella no le iba a gustar lo que iba a decir.

—No usamos preservativo —dijo fugazmente.

Hubo un breve silencio, luego (Tn) se incorporó sobre los codos. Su cabello
estaba en su cara, por lo que lo empujó fuera del camino para que pudiera mirarlo
a los ojos.

—Estoy tomando la píldora, si es eso lo que te preocupa. Y no tengo nada más por
lo que tengas que sudar. Me hice la prueba el año pasado y no he estado con nadie
desde entonces.

Trató de ocultar su sorpresa, pero (Tn) debe haberse dado cuenta porque su boca
se inclinó hacia arriba en las esquinas, en una pequeña sonrisa cínica.

—Sorpresa, sorpresa, ¿eh? —dijo ella—. (Tn) puede mantener las piernas juntas.
Él sabía lo que ella estaba dando a entender: que la veía como una promiscua y
fácil. Demonios, había pasado suficiente tiempo dándole esa impresión a través de
los años, ¿por qué no iba a creer que era la forma en que la veía?

—Lo único que me sorprende es que la población masculina de Inglaterra ha sido
capaz de mantener sus manos lejos de ti por tanto tiempo —dijo él.

Sus cálidos ojos dorados escanearon su rostro, en busca de la verdad.

—No necesitas halagarme. En caso de que no te hayas dado cuenta, ya en cierto
modo me he sobrepuesto al lugar en el cuál me habías encasillado.

Había tanto en su actitud defensiva y en su expresión resguardada. Tanto miedo a
la condena y el rechazo. Extendió la mano y metió un mechón de cabello detrás de
su oreja.

—Confío en ti —dijo—. Y creo que lo que haces con tu cuerpo es tu asunto,
siempre y cuando estés satisfecha con el resultado. He protagonizado bastantes
mierdas en mi propia vida sin estar juzgando a nadie más por las suyas.

Parecía sorprendida por sus palabras, como si no pudiera decidirse a confiar en
ellas. ¿Había sido así de imbécil condenándola a lo largo de los años?

Frunció el ceño, odiando la idea de que le hubiera hecho daño. Sobre todo porque
entendía ahora que su animosidad hacia ella había surgido de una atracción
profunda y primitiva que se había negado a reconocer. Material escolar clásico, en
realidad: tirar del cabello de la chica que más quieres que te note.

—¿No me crees? —preguntó.

—Tienes que admitir que es un gran cambio de actitud de la mirada de muerte a
esto.

—¿La mirada de muerte?

Ella levantó la barbilla y miró por encima del hombro hacia él, sus ojos fríamente
críticos a medida que se deslizaban de arriba hacia abajo por su cuerpo.
—A riesgo de señalar lo condenadamente obvio, no eras exactamente mi mayor
fan, tampoco. Calzones Caídos. Estirado. ¿Te suena?

Ella se sonrojó, un delicado diluvio de color que se erigió desde sus senos hasta su
pecho en lo alto y en su cara.

—No quise decir nada de eso.

Él hizo un sonido de incredulidad. Ella sonrió un poco avergonzada.

—Bueno, sí lo quise decir. Pero sólo porque secretamente quería follarte hasta
dejarte sin sentido.

Ambos se quedaron quietos mientras sus palabras quedaron flotando en el aire. La
verdad que ninguno de los dos se había atrevido a admitir en voz alta hasta este
segundo.

Todos esos años que había estado con Elizabeth, diciéndose a sí mismo y a ella que
eran la pareja perfecta… y todo el tiempo secretamente había querido arrojar a
(Tn) al suelo y salirse con la suya con ella, repetidamente y con gran detalle.

—Quiero que sepas, que nunca habría siquiera puesto un dedo meñique en ti si tú
y E se hubieran casado —dijo de repente, con una expresión muy feroz.

—Lo sé.

Así como él nunca la hubiera tocado. Ninguno de los dos estaba hecho de esa
manera.

Ella tenía una marca de pliegue en su mejilla por la almohada, y una marca roja
tenue debajo de su oreja que sospechaba que era de él. Sus labios estaban muy
rosas, incluso sin lápiz labial. Se inclinó hacia delante y la besó, sólo porque podía
hacerlo.

Vio el reloj mientras se enderezaba de nuevo.

—Me tengo que ir —dijo con pesar.

Ella sonrió, sus ojos llenos con el mismo pesar.
La besó de nuevo, luego se apartó y sacó las piernas por el borde de la cama.
Estaba muy consciente de que le observaba mientras se vestía, y le lanzó una
mirada cohibida.

—¿Todo bien por ahí?

—Sólo admirando la vista. Tienes un trasero muy bonito.

Sintió una oleada de ridículo placer ante el reconocimiento evidente de su cuerpo.
Es curioso, pero nunca se había considerado a sí mismo un hombre
particularmente vanidoso antes, pero la idea de que (Tn) admirara su cuerpo le
hizo querer volver a la cama otra vez.

—Realmente me tengo que ir —dijo.

—Lo sé.

Había un brillo diabólico en sus ojos cuando ella se recostó contra las almohadas.
La sábana se deslizó, dejando al descubierto un atisbo de su pezón rosado pálido.

—Sé justa. Me estás matando aquí —dijo, señalando el creciente bulto en sus
pantalones vaqueros que acababa de cerrar.

Ella se echó a reír y tiró de la sábana un poco más arriba.

—¿Mejor?

—No. Pero más inteligente.

Terminó de vestirse, tomó el teléfono y las llaves del auto, y volvió a la cama para
dejarle un último beso en los labios.

—Que tengas un buen día —dijo ella.

—Tú también.

No fue sino hasta que se empujaba en el tráfico ocupado de las mañanas que se dio
cuenta de que ninguno de los dos había mencionado cuándo se verían de nuevo, ni
dónde.

Sin embargo, no había duda en su mente que la volvería a ver. Ella estaba en su
sangre. Bajo su piel. De ninguna manera se alejaría de la forma en que ella le hacía
sentir. De ninguna manera.

Aunque, no había garantizado que ella se sintiera de la misma manera. La idea le
hizo fruncir el ceño mientras se abrió camino a través del tráfico. Como había
dicho la otra noche, Elizabeth era su amiga. Aunque él y Elizabeth se separaron lo
suficientemente amigable, podría entender que había otras cuestiones en juego
para (Tn) más allá del hecho de que gozaban de una química inflamable.

Se preguntó si le había dicho a Elizabeth acerca de ellos. Luego pensó en la
expresión torturada en su rostro cuando ella le había dicho que tomaría un taxi a
casa y sabía que no era así.

Si era un caballero, retrocedería y la dejaría solucionar las cosas con su amiga.
(Tn) y Elizabeth se conocían desde hace años, después de todo. Una aventura no
valía la pena para poner en peligro una amistad de larga duración profundamente
arraigada.

A pesar de que pensaba y sabía que no estaría siguiendo su propia sugerencia. Ya
había establecido que tenía muy poco poder de voluntad cuando se trataba de
(Tn). No estaba dispuesto a renunciar a ella todavía. Cuando la pasión muriera,
cuando pudiera compartir el mismo aire que ella y mientras no sintiera como si su
piel era dos tallas más pequeñas, bien, lo haría. Pero hasta que ese momento
sucediera —ya que eventualmente pasaría— o hasta que ella dibujara una línea
sobre su enlace, se iba a permitirse tenerla.



El resto de la semana pasó en un borrón. (Tn) trabajó duro en la tienda durante el
día, y cada noche estuvo de espaldas, cediendo al deseo aparentemente sin fin que
tenía de estar piel a piel con Nicholas St Jonas . El martes por la noche, los dos estaban
tan desesperados que lo hicieron en las escaleras del piso, incapaces de esperar
unos segundos hasta que llegaran a su apartamento. El miércoles se apareció en la
hora del almuerzo y ella cerró con llave la puerta principal antes de que la tomara
por detrás en el cuarto de atrás. El jueves era la víspera de Navidad y sabía por
experiencia que la firma legal de Nicholas tradicionalmente tenía un brindis después
del trabajo, un evento al que había ayudado a Elizabeth a planear varias veces
durante años. A pesar de que no lo habían discutido, sabía que no lo vería esta
noche. De hecho, con toda probabilidad pasarían algunos días antes de saber de él,
teniendo en cuenta la época del año. Un hecho que la hizo sentir ridículamente
vacía.

Era sólo sexo, después de todo. Había sobrevivido durante meses sin ello antes.
Podía soportar unos pocos días ahora.

Sus pensamientos vagaron a Elizabeth mientras arreglaba la tienda después de la
hora de cierre. No habían hablado durante unas semanas y (Tn) experimentó una
punzada cada vez más familiar de culpa al pensar en su amiga. Sintió la distancia
entre ellas profundamente, pero la idea de mentirle a E por la línea de teléfono
inmovilizaba su mano cada vez que tomaba el auricular.

Tenía que encontrar alguna manera de superar esto, por el bien de su amistad,
pero cada vez que pensaba en confesar lo que había pasado con Nicholas —lo que
estaba sucediendo aún— se sentía enferma y temblorosa.

No era tonta, comprendía que parte de ese sentimiento enfermo y tembloroso se
debía a un retroceso a lo que había sucedido cuando tenía dieciséis años, pero eso
no hacía ninguna diferencia. Estaba aterrorizada todavía de confesar sus acciones a
su mejor amiga.

Y sin embargo, tampoco podía encontrar en ella cómo negar a Nicholas .

Cuando estaba con él, el mundo se reducía a unos pocos metros cuadrados.
Estaban sólo sus ojos, su boca, sus manos, su pene y la forma en que la miraba, la
forma en que la tocaba, las cosas que le decía y su manera de moverse...

Suspiró profundamente. Era un caso perdido, la culpa y el deseo, se extendían en
grados iguales. Un lío, en otras palabras.

Se forzó a salir a Indian para la cena, y luego se acurrucó delante del televisor para
ver sensibleros especiales de Navidad. Como lo hacía todos los años, planeaba en
su mente salir al día siguiente. Algo decadente para el desayuno —ya que era

Navidad, después de todo— luego conduciría por el país para conseguir un poco
de aire fresco. Con un poco de suerte habría algunos niños con nuevas bicicletas y
patines para disfrutar a lo largo del camino, después volvería a casa y se abrigaría
cómodamente en el sofá. Tenía un par de películas que había estado guardando, y
haría su reconfortante comida favorita de macarrones con queso y comería un
montón de frutas, chocolate y nueces, mientras lloriqueara y riera de la TV. Luego
se iría a la cama temprano, y habría sobrevivido otro día de Navidad.
ElitzJb
ElitzJb


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por ElitzJb Sáb 09 Feb 2013, 5:41 pm

Capitulo 7

(Parte Dos)

Se había convertido en una especie de tradición, su no-Navidad. Por un tiempo,
Elizabeth había intentado atraerla a la casa de sus abuelos para un gran almuerzo
familiar, completado con pudín de ciruela y regalos envueltos brillantemente, pero
(Tn) se había resistido siempre. No era tan patética como para tener que pedir
prestado a la familia de alguien más para lo que era, en realidad, sólo un día de
fiesta comercial. Una vez que Nicholas había aparecido, había estado muy contenta
de haberse mantenido firme. Compartir con él la Navidad cada año habría sido un
puente demasiado lejos, y extraerse a sí misma del arreglo sin ofender a los abuelos
de Elizabeth, casi imposible.

Además, había algo sólido y tranquilizador sobre su solitaria Navidad. Nadie
podía decepcionarla. Nadie podía cambiar de plan con ella. Nadie podía decidir
que ya no era digno de su amor y respeto, y rechazarla de su hogar. Así que si bien
podría ser difícil estar solo mientras que la mayor parte del mundo occidental
estaba comiendo pavo y pudín de ciruela e intercambiando regalos, era también un
recordatorio del hecho de que ella se cubría su propia espalda, que era fuerte y
resistente, su propia persona.

Estaba viendo un programa de chat cuando el intercomunicador zumbó. A pesar
de saber que Nicholas estaba ocupado en el otro lado de la ciudad, su vientre hizo
una pequeña voltereta en anticipación. Cruzó hasta el intercomunicador y pulsó el
botón.

—¿Hola?

—Soy yo.

—¿No tienes una fiesta?
—Me escapé.

Ella sonrió, incapaz de reprimir el placer que sentía ante su confesión. Nicholas era
ferozmente ambicioso. Había pasado muchos, muchos años haciendo lo que se
necesitara para ser aceptado por los socios principales de la firma de abogados.
Hace unos meses, la idea de eludir una función de la empresa hubiera sido
impensable para él, estaba segura de ello.

Sin embargo esta noche, simplemente había hecho eso y había ido con ella.

Ella oyó el zumbido desde arriba, luego miró hacia su holgado pantalón de pijama
de franela. Estuvo tentada de hacer una carrera a su dormitorio y cambiarse con
algo más glamuroso, pero ya podía oír el roce de sus pisadas en los escalones.

Tendría que recibirla como la encontrara.

Extendió la mano y se sacó la cola de caballo en la cuál había recogido su cabello
cuando terminó el trabajo y lo ahuecó rápidamente antes de abrir la puerta
principal. Nicholas todavía estaba vestido con su uniforme y un abrigo azul marino,
y estaba helado cuando cruzó el umbral

—Pareces congelado —dijo cuando él se encogió de hombros para quitarse su
abrigo.

—Tuve que estacionar a dos manzanas y caminar.

—¿Quieres tomar alguna bebida caliente? ¿Café, té? ¿Un coñac?

—No.

Él la alcanzó, y su boca encontró la suya con precisión. Sabía a whisky y sus manos
se deslizaron hacia la parte baja de su espalda, encontrando rápidamente en su
camino la cinturilla de su pijama. Tranquilamente ahuecó su trasero desnudo,
levantando su cabeza para mirarla a los ojos.

—¿Esperándome?

—Siempre voy sólo con el pijama.
—Recuérdame dar una fiesta de pijamas dentro de poco.

La paseó de espaldas por el pasillo a su dormitorio, empujándola hacia abajo sobre
la cama y donde bajaron con él encima de ella. A ella le encantaba la intensidad de
sus caricias, la manera en que él moldeaba, calmaba y la tanteaba con sus manos y
boca, como si su único propósito en todo el mundo fuera darle el mayor placer

posible. Simplemente estaba más que feliz de permitirlo, suspirando y

estremeciéndose bajo su asalto.

La acarició hasta que llegó dos veces al clímax antes de deslizarle dentro de ella y
empezar un viaje lento y moderado. Cuando puso su mano entre sus cuerpos para
encontrarla nuevamente, ella sacudió la cabeza, segura de que posiblemente no
podría llegar otra vez.

Él le murmuró cosas dulces, incomprensibles y obscenas en su oído y le mostró lo
equivocada que estaba, mientras se retorcía con un orgasmo arqueando su espalda
antes de hundirse hasta el fondo a sí mismo y encontrar su propio descargo.
Aunque ella estaba lánguida con la satisfacción, le hizo rodar sobre su barriga más
tarde y masajeó la tensión del día de sus hombros.

—¿Un mal día? —preguntó cuando sintió la tensión de sus músculos.

—Sí. Tenemos un gran caso de quiebra en este momento. Las pruebas por la
responsabilidad del embargo, millones de declaraciones… un seguimiento de todo
ello es casi imposible.

—Lo harás.

Levantó su cabeza, por lo que pudo mirarla por encima de su hombro.

—Estás muy segura de mí, dado que incluso no tienes ni idea de si soy competente
o no.

—Claro que eres competente. Has ganado todo lo que tienes. Eres responsable,
meticuloso y honrado.

Él se quedó inmóvil. De repente se sintió muy tonta, como si hubiera hecho un
comentario sobre algo que no debería saber o se hubiera sobrepasado de alguna
manera.

—Gracias —dijo en voz baja—. Lo creas o no, necesitaba oír eso.

Ella se estiró encima de él, cubriendo su cuerpo con el suyo, y presionó un beso en
la nuca de su cuello.

—Eres como un buen colchón —dijo.

—Y tú, una buena manta.

Su mano deambuló hacia su muslo, aferrándolo ligeramente.

—Entonces qué, ¿tienes planeado un gran día para mañana? —preguntó
perezosamente—. ¿Ir haciendo rondas familiares, y comiendo el pudín de ciruelas
hasta que te sientas cansada?

Ella pensó en sus parientes y la gran casa en Sussex que no había visitado en años.

—Algo así. ¿Qué harás tú?

—Almuerzo con mamá. Normalmente algo improvisado y extraño pero a ella le
gusta pensar que puede cocinar, y no le veo sentido desilusionándola en esta tardía
fase.

—Muy amable de tu parte.

—Lo intento.

Sabía que estaba tomándole el pelo, sin embargo, levantó su peso corporal hasta
que quedó a un lado de la cama y la volcó a su lado. Ella se rió, y suspiró cuando él
bajó la cabeza a sus pechos y rodeó un pezón con su boca.

—¿Qué conseguiste para ella? —preguntó (Tn).

—¿Perdona? —Sus palabras fueron amortiguadas por su pecho.

—Tu madre. ¿Qué le regalarás?


No estaba segura de por qué estaba preguntando eso. No conocía a la Sra. St Jonas .
No tendría ni idea de si el regalo sería apropiado o si lo apreciaría. Pero por alguna
razón quería saber más. Sobre él, sobre su vida, su mundo.

—Ella afirma que no necesita o quiere nada. Siempre lo hace. Así que le compré
una televisión nueva y entradas para "El Fantasma de la Ópera"'. Ya lo ha ido a ver
tres veces pero a ella le gusta la muerte, por lo que…

—¿Has estado con ella las tres veces?

—Sí.

Había un cierto desagrado en la sola palabra, lo cual le dijo que él no compartía el
amor de su madre por Andrew Lloyd Webber. Aun así la había llevado tres veces,
y se estaba preparando para una cuarta.

Sintió una repentina, casi abrumadora ola de cariño y simpatía por él cuando se lo
imaginó escoltando a su madre dentro de la ciudad en su gran noche y soportando
imperturbablemente durante más de dos horas de teatro musical.

Ella descansó la mano sobre su cabeza, con sus dedos enredándose en su cabello,
un poco cegada por la fuerza de su reacción.

—Lo creas o no, es posible dormir en medio del segundo acto si tienes los asientos
correctos —dijo él entre beso y beso por la pendiente de su pecho.

—Bueno, entonces, está bien.

Hicieron el amor de nuevo antes de que él rodara de la cama y empezara a recoger
su ropa. Aunque racionalmente había supuesto que él se iría a la casa —era la
víspera de Navidad, después de todo— una parte de ella esperaba secretamente
que pudiera quedarse a pasar la noche, de manera que él tenía el domingo.

No estaba a punto de preguntarle, sin embargo. Ni en un millón de años. En
cambio, tiró de su albornoz y lo vio en la puerta.

—Que tengas mañana una feliz Navidad. —Lo llamó mientras él descendía por las
escaleras.

—Tú, también, (Tn).

Una vez más no habían discutido cuando se verían de nuevo. Ella reflexionó sobre
el significado de lo que definitivamente se fue convirtiendo en un hábito mientras
cerraba con llave.

¿Sería por qué ninguno de ellos quería concretar las reglas? Él acababa se salir de
una relación de seis años y un casi-matrimonio, después de todo. Y ella estaba
traicionando a su mejor amiga cada segundo que pasaba con él.

O quizás simplemente era que ambos estaban conscientes de lo frágil y nebuloso
que estaban las cosas entre ellos. Si lo hacían demasiado obvio para ser pasado por
alto o ponían demasiadas expectativas en ello, bien podría desmoronarse. Después
de todos, era sólo sexo. Sin mucho fundamento para nada sustancial.

Se deslizó de vuelta entre las sábanas todavía tibias del cuerpo de Nicholas y durmió
profundamente, despertándose con el rotundo zumbido de su teléfono.

Sabía quién era antes de que contestara: Elizabeth, memorizando la diferencia de
horario entre Inglaterra y Australia si no se equivocaba.

—Lo sé, lo sé, es prácticamente medianoche —dijo Elizabeth—. Me di cuenta que
he estado tan liada con todo lo que está pasando aquí que no he hablado contigo
desde hace semanas. Tn, hay tantas cosas que necesito decirte…

—Estoy escuchando.

Elizabeth respiró profundamente.

—Estoy enamorada, y no voy a volver a casa. Esos son los dos grandes titulares.

(Tn)a se sentó en la cama; la adrenalina y el miedo surgiendo a través de ella.

—¿Qué?

—Lo siento sé que ha pasado mucho tiempo desde que te llamé, pero esto es tan
intenso, Tn. Nathan y yo… lo amo tanto. Él es dulce e inteligente, y gracioso e
irreverente, y tan amable. Y, sí, un poco desorganizado. Pero no creo que eso sea
irreparable. ¿Y sabes qué? Incluso si lo es, me quedo con lo que es, cualquier día.
Es el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida.


—De acuerdo. Entiendo que te hayas enamorado. —Después de todo,

prácticamente había adivinado que Elizabeth se había enamorado hace tiempo de
Nathan. Cada conversación que ellas habían compartido había estado salpicada
con referencias a él, cuán genial era y cómo E no podía esperar hasta que (Tn)
tuviera una oportunidad para conocerlo—. Repasemos la parte de no regresar a
casa otra vez. Esa es la parte que me está volviendo loca ahora mismo.

(Tn)a abrazó sus rodillas en su pecho, consciente que no iba a gustarle lo que
estaba a punto de oír.

—Él tiene un negocio aquí, Tn. Y tiene demasiadas cosas en su vida ahora mismo
para lidiar con un gran viaje. Además el clima es bastante sorprendente. La gente
mantiene la advertencia de que el invierno puede ser bastante desagradable, pero
no puede ser m{s feo que el de Londres, ¿no? Y mi padre est{ aquí… Esto se siente
como si necesitara estar aquí ahora mismo.

—¿Pensé que tu padre no mostraba interés?

—Algo pasó. Prométeme que no enloquecerás, pero la semana pasada tuve un
pequeño accidente y tuve un corté bastante grave. Nate tuvo que llevarme
apresuradamente al hospital y pienso que eso asustó a Sam. Le hizo darse cuenta
de que podríamos no tener otra oportunidad para conseguir arreglar esto. Así que,
estamos hablando. No es perfecto. Él definitivamente no es perfecto. Pero, además,
tampoco lo soy yo. Gracias a Dios. —Elizabeth se rió, y (Tn)a pudo oír una
riqueza de experiencia y ansiedad en el sonido.

De repente sintió como si un vacío abismal se hubiera abierto entre ellas, un Gran
Cañón de distancia insuperable, tanto geográfico y emocional. E estaba al otro lado
del mundo, locamente enamorada de un australiano. Quería quedarse allí y
establecerse. Sin alguna duda se casarían y tendrían hijos algún día. El último mes
había sido claramente un punto crítico para ella… y había pasado por todo ello sin
necesidad de (Tn).


Mientras tanto, (Tn) había estado en Inglaterra, cargando con un deshonesto y
confuso pensamiento, con relación a la aventura con el ex de Elizabeth. Mintiendo
a su mejor amiga. Aterrorizada de decirle la verdad.

Tantos años de amistad. Tanto amor. ¿Cómo demonios había llegado a esto?

Es tu culpa. Nunca debiste haberle llevado ese licor. Pero no podías resistirte, ¿podías? Y
pudiste abstenerte ahora.

—Di algo, Tn—dijo Elizabeth en voz baja.

—Te extrañaré —dijo tn, con un nudo en la garganta. Las lágrimas llenaron sus
ojos y parpadeó rápidamente.

Debería estar contenta por su amiga. Feliz de que ella estuviera enamorada, de que
estuviera a punto de embarcarse en una nueva aventura emocionante. Pero al
parecer era demasiado egoísta para superar su propio sentido de pérdida.

—Te extrañaré, también, Tn. Vendré a casa muchas veces, no te preocupes. Y
puedes venir aquí. Cada día festivo que tengas, los próximos cuarenta años.
—Elizabeth sollozó y (Tn) sabía que estaba llorando, también.

—Lo siento. Estoy contenta por ti. Realmente, estoy emocionada por ti. Pero voy a
extrañarte como una loca, E. Eres mi mejor amiga.

—Tú eres mi mejor amiga, también, cariño. Te quiero mucho. Si no hubiera sido
por ti, nunca habría tenido el valor para dar este salto. Cada vez que tenía la
posibilidad de arriesgarme o jugar seguro, escuchaba tu voz en mi cabeza,
animándome a seguir adelante. Realmente, cuando pienso en ello, todo esto es tu
culpa.

(Tn) no pudo hablar en ese momento, estaba demasiado ocupada sollozando,
mientras sostenía la boquilla lejos para que Elizabeth no pudiera oír lo angustiada
que estaba.

—Tn, si estás llorando en este momento, voy saltar en un avión e iré a sacudirte
hasta que entres en razón. Podemos hablar por teléfono, Skype, correo electrónico
y visitarnos. No será lo mismo, lo sé. Pero no nos perderemos la una a la otra.

(Tn) utilizó la esquina de la sábana para secarse los ojos. Tomó una respiración
profunda y acercó el auricular de nuevo.

—Lo sé. Será genial. Y siempre he querido ir a Australia. La gente sigue
diciéndome lo atractivos que son los tipos allí.

—Lo son. Muy sexys. Te encantará. Tal vez incluso te decides a emigrar, también.
—Había una nota nostálgica, de esperanza en la voz de Elizabeth.

Tal vez lo que E estaba haciendo era una cosa importante. Abandonando a sus
amigos, su familia, todo lo que conocía y amaba, asumiendo una nueva vida en un
nuevo país. Todo por amor. De repente una emoción afloró, inundando a (Tn),
de orgullo y alegría por su amiga que había logrado encontrar con tanto éxito su
propio camino.

—E, eres excepcional —le dijo, incapaz de articular las emociones que llenaban su
pecho y vientre—. Si estuvieras aquí ahora mismo, te daría el beso más grande,
luego te sacaría a beber champán francés y bailar hasta quedar rendidas.

—¿No es el día de Navidad? ¿A dónde iríamos para tomar ese archiconocido
champán y bailar?

—Encontraríamos alguna parte. Somos unas jovencitas ingeniosas y con recursos.

Ella inhaló con fuerza, aspirando nuevamente el resto de sus lágrimas. No haría
esto más difícil para Elizabeth de lo que ya era. Estaría contenta por ella.

Hablaron durante unos minutos más, luego la batería de Elizabeth comenzó a
sonar y tuvieron que terminar la llamada. (Tn)a cayó en la cama más tarde, su
rígido rostro con lágrimas secas.

E no iba a volver a casa. Y (Tn) todavía no le había dicho que mierda de amiga
había sido con ella.

Todas las excusas habituales se estaban quedando obsoletas: Elizabeth estaba
demasiado ocupada, sería bueno hacerlo cara a cara, Elizabeth necesitaba la
amistad y apoyo más que la honestidad, y una confesión egoísta.

Todo eso eran estupideces, fundamentalmente. (Tn) era una cobarde. Una
cobarde pusilánime y miedosa. Demasiado asustada para afrontar las
consecuencias de sus propias acciones.

Completamente miserable, giró su cara hacia la almohada y arrastró la colcha
encima de su cabeza. Para agregar a su desgracia, era el día de Navidad, y por una
vez simplemente no tenía energía para fingir que no le importaba estar separada
de su familia. Habían pasado casi diez años desde que había dejado de luchar
contra la determinación de su madrastra de creer lo peor de ella y darles la espalda
a sus hermanastras, y su padre. Por cada uno de esos diez años, se había esforzado
para no extrañarlos, para no detenerse a pensar en lo que podría haber sido.

Esta mañana, cedió ante el sentimiento y se permitió imaginar cómo sería su día.
Desayuno en la cocina mirando a su madrastra Diana, y el apreciado jardín de
rosas, luego la primera misa de la mañana en la iglesia del pueblo. El almuerzo se
serviría en el comedor de gala, con la mejor porcelana china, todos con sus mejores
galas. Sus dos hermanas, Isabel y Sophie, tenían quince y dieciocho años,
respectivamente, ahora. Sin duda recibirían algo bonito y lujoso de su padre, bajo
el árbol de Navidad. Él siempre había sido generoso con los regalos como también
con su atención, tiempo y afecto. Y aun cuando no lo fuera, Diana se aseguraría de
que sus chicas estuvieran atendidas. Siempre había sido muy persistente sobre eso,
excluyendo las malas influencias de sus vidas.

Se preguntó cómo se verían Bella y Sophie ahora. La última vez que las había visto
había sido hace cinco años, un encuentro accidental en el vestíbulo de la zona de
comidas en Harrod. Diana estaba con ellas, y (Tn) todavía podría recordar el
altivo desdén en sus ojos cuando dirigió su mirada al abrigo vintage de imitación
de piel de leopardo de (Tn) y el mini-vestido negro.

Su reprimenda de la cabeza-al-dedo del pie había sido digna de Nicholas y su mayor
desaprobación. ¿Era de extrañar que (Tn) hubiera caído en su trampa, tan


fácilmente? Había tenido tanta desaprobación en su vida, que no había sido capaz
de soportar ni un ápice más.

Empujó su nariz en la almohada, haciéndole difícil respirar, pero no quería salir
del capullo de su cama. Quería acurrucarse, dormir y despertarse para encontrar
que todo lo que estaba mal en su vida había sido corregido. Quería que E fuera a
casa y que su padre recordara que tenía tres hijas.

Y quería que Nicholas fuera simplemente un chico fantástico, el tipo sexy que se
había encontrado y no el ex-novio de Elizabeth.

Abandonó la batalla contra su almohada y rodó hacia su lado, manteniendo sus
ojos firmemente cerrados. Quizás dormiría todo el día de Navidad. Tal vez ese
fuese el mejor regalo que podría darse este año.



___________________________________________________________________________________
Continuara

mis chicas gracias x todos sus comentarios espero y allan disfrutado del maraton de 3 capitulos las leo despues xq hoy aqui en mi casita es dia de fiesta y bueno se imaginaran lo calidad q la pasare saludos y se me cuidan okis se les quiere :xd:
ElitzJb
ElitzJb


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por aranzhitha Sáb 09 Feb 2013, 6:35 pm

ahhh entonces su madrastra le hacia la vida imposible a la rayiz Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 1926951358
Que mala vida ha llevado la rayiz!! :imdead:
Me encanta Nicho!!! :ilusion:
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por andreita Dom 10 Feb 2013, 8:02 am

waaaa mi me encantaron los caps....e nunca amo a nick estoy segura y creoq ue nick tampoco
ayyq ueiro que ellos ean novios :)
andreita
andreita


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por chelis Dom 10 Feb 2013, 9:58 am

Aaaaaaaaaaaaaaahhhhh!!!!!!!!!! Me gusto mucho mucho este maraton :maloso: con nick es difícil adivinar lo que sucedera :jojojo: pero es divino lo que sucede después :enamorado: aaaaaaaaaaaahhhhhh que lindo...... Esperemos que Elizabeth sea muuuuuuuuuyy muuuy fwliz
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por andreita Mar 12 Feb 2013, 2:38 pm

quiero mas noveeeggquieorgeg
andreita
andreita


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por ElitzJb Miér 13 Feb 2013, 8:33 am

hola mis chicas aquí les dejo mas capítulos disfrútenlos


Capítulo 8

(Parte Uno)




Nicholas soportó la Navidad en el apartamento de su madre todo el
tiempo que pudo. Como el año pasado y el año anterior, había
invitado a una colección no coincidente de niños abandonados y
callejeros de todo el estado a celebrar con ellos, incapaz de permitir que alguien
pase la Navidad solo.

El resultado fue una mesa llena de gente, una comida sobre-cocida, villancicos
demasiado estridente de la radio y un grupo de desconocidos que parecían
conocerse todos entre sí.

Él era el tercero en discordia, como siempre había sido, de hecho. Era el único del
puñado de sus compañeros que había ido a estudiar a la universidad después de la
secundaria. La mayoría de sus compañeros de colegio no entendían por qué
siempre había trabajado tan duro para sacar buenas calificaciones, por qué siempre
estaba planeando para el futuro. A decir verdad, Nicholas no estaba muy seguro de
qué lo llevó a hacerlo, tampoco, por qué estaba conectado de manera diferente de
ellos. Todos habían crecido en la pobreza, después de todo. La mayoría de ellos
provenían de hogares monoparentales, también. Sin embargo, siempre había
querido más.

Tenía más ahora. Un apartamento encantador en la parte derecha de la ciudad,
dinero en el banco, un auto elegante y clásico. Muy pronto, a menos que estuviera
leyendo mal las señales, se haría socio de la firma. Sus zapatos eran italianos y
hechos a mano, su camisa a medida. Bebía whisky de treinta años y comía en los
mejores restaurantes.

Y hasta hace poco había tenido la perfecta compañera sofisticada y refinada para
compartirlo todo con ella.

Había pensado que Elizabeth era lo que quería, lo que necesitaba. Pero Elizabeth
nunca había llenado sus pensamientos como (Tn) lo hacía.

Nunca había derivado en su mente durante reuniones importantes, o apoderado
de sus sueños.

Nunca le había inspirado tanta frustración o dado una erección que duró tres
platos de comida porque se había quitado sus bragas y se las metió en el bolsillo.

Nicholas fue arrancado de sus pensamientos por un codazo en las costillas, por
cortesía de la Sra. Slater, una vecina de su madre.

—Pon atención. Tu madre te está hablando.

—Lo siento, mamá —dijo—. No estaba concentrado.

—No me digas. Te pregunté si querías otro pedazo de pastel de ciruelas.

La mirada de Nicholas se dirigió al montículo enorme, todavía humeante de harina y
fruta que su madre había sacado de su calicó sudario no hace media hora. Era su
orgullo y alegría, una receta familiar, y aunque le daba indigestión levantó su plato
por una segunda porción.

Era Navidad, después de todo.

Su buena voluntad se acabó cuando alguien sugirió adivinanzas después del
almuerzo. La idea de pasar varias horas imitando antiguos títulos de películas en
la habitación de enfrente sobre-amueblada de su madre le daban ganas de
golpearse la cabeza contra la pared. Se quedó el tiempo suficiente para establecer el
nuevo televisor de pantalla plana que le había comprado, luego la besó en
despedida y la dejó allí.

Su conjetura era que se sentía aliviada de que se fuera así como él de irse. Ella
siempre había estado un poco desconcertada por él. No es que él dudara de su
amor o que no estuviera orgullosa de él. Pero ella no lo entendía. Su mundo se
define por lo que estaba en la televisión, quién ganó el fútbol el fin de semana y lo
que sus vecinos estaban haciendo y diciendo.

Podrían muy bien vivir en planetas diferentes.

Regresó a casa a través de la ciudad sobrenaturalmente tranquila, maravillado de
lo fácil que fue llegar aquí cuando todos los demás estaban sobreponiéndose al
pavo y a la demasiada salsa de brandy.

A pesar de que estaba fuera de su camino, se encontró conduciendo por delante de
la tienda de (Tn) al pasar en su camino a casa. No porque esperaba que ella
estuviera allí, o porque quería tener sexo. No estaba muy seguro de qué lo atrajo
allí, por lo menos, no estaba dispuesto a examinar la urgencia lo suficientemente
cerca para averiguarlo.

Todavía no, de todos modos.

Cruzó pasando, mirando a la ventana de arriba. Una sombra pasó por detrás de la
cortina.

Puso el pie en el freno, con el ceño fruncido. (Tn) estaba en casa, entonces. Miró
su reloj. Eran apenas las tres. Era evidente que había tenido una rápida celebración
de la Navidad, como él.

O tal vez su familia tenía diferentes tradiciones. Tal vez hacían algo por las noches.

Dos cosas le vinieron a continuación: la falta de decoración de Navidad en el
apartamento de (Tn), y la forma en que su cuerpo se había tensado por unos
pocos segundos anoche cuando le había preguntado qué iba a hacer hoy.

Se detuvo junto a la acera y apagó el motor. Aún frunciendo el ceño, cruzó la calle
y tocó la campana.

—¿Hola? —Su voz sonaba extraña por el intercomunicador.

—Feliz Navidad —dijo él.

Hubo una larga pausa. Y entonces:


—¿Qué estás haciendo aquí?

—Estoy en mi camino a casa. Déjame subir.

—Voy saliendo.

Echó la cabeza hacia atrás, considerando la ventana de arriba en blanco.

—No, no lo haces.

Otra larga pausa.

—No soy buena compañía en estos momentos.

—Perfecto. Déjame subir, (Tn).

Esperó, con la mano en el picaporte. Él sabía que iba a dejarlo entrar. Si fuera ella
en su puerta, él no podría negárselo, y supo que, en sus entrañas, ella no se lo
podía negar, tampoco.

La puerta zumbó y la empujó para entrar.

Esperaba en la parte superior de la escalera, enmarcada por la puerta, con los
brazos cruzados sobre su pecho, la mandíbula apretada. Llevaba el mismo pijama
de anoche con una sudadera con capucha de gran tamaño y grandes calcetines
suaves. Tenía los ojos hinchados, el cabello recogido en coletas desequilibradas.

Había una pequeña mancha de chocolate en su mejilla y otra en la parte superior.

Se detuvo en el escalón más alto, evaluando su estado de ánimo. Sola y triste con
notas de fondo de desafío, decidió.

—¿Qué pasó con la cena con la familia? —preguntó él.

—Cambio de planes.

Claro.

—¿Por qué tengo la sensación de que no había planes para empezar?


Por supuesto, eso era lo que significaba ese momento de tensión anoche. Cómo no
descifrarlo antes.

Ella no se inmutó.

—¿Importa?

—Sí. Sin duda es importante que tuvieras toda la intención de pasar el día de
Navidad sola.

—No es una gran cosa. Lo hago todos los años. Esto es lo mío.

Llevaba seis años conociéndola, y sólo en las últimas semanas había comenzado a
entenderla y a saber cómo interpretarla.

—Toma una ducha —dijo, poniendo una mano en su hombro y dándole la vuelta
hacia el baño—. Te voy a llevar a salir.

—Es el día de Navidad. Nada estará abierto.

—Te sorprenderías.

Él le dio un suave empujón. Ella clavó los talones en su lugar.

—No quiero salir.

—Terca.

—Nicholas …

—Te llevaré hasta allí y te rociaré con agua como en la escena de la ducha de First
Blood si tengo que hacerlo.

Por primera vez desde que había llegado su cuerpo se suavizó.

—Tienes cinco minutos —dijo él.

—Ya quisieras. Mínimo, quince.

—Diez.

Estuvo lista en veinte, saliendo de su dormitorio en unos jeans de bota estrecha,
bien ceñidos, un suéter rojo y esponjoso, y botas de charol rojas de tacón de aguja.
Olía bien, y su cabello caía suelto sobre sus hombros en suaves ondas.

—Si me llevas a McDonalds, voy a estar muy molesta contigo. Para que lo sepas.

—Entendido.

La ayudó a ponerse su chaqueta y envolvió su bufanda alrededor de su cuello. Ella
le lanzó una mirada desde debajo de sus pestañas y vio la incertidumbre en ella. La
duda.

Una ola de proteccionismo totalmente inesperada se apoderó de él. No sabía qué o
quién la había herido tanto e inspiró esos ojos hinchados y los atracones de
chocolate, pero quería envolverla entre sus brazos y asegurarle que fuese lo que
fuese, iba a estar bien.

Se limitó a ajustar su bufanda, liberando su cabello de debajo de ella.

—Listo —dijo.

Luego la besó, con una mano ahuecando la curva de su mejilla. Sabía a dentífrico, y
ella se apoyó en él, con una mano apoyada en la tela de su suéter.

Después de unos segundos rompió el beso, frotando su mejilla contra la de ella
brevemente antes de dar un paso atrás.

—Vamos.

Estaba oscureciendo cuando se dirigieron a Bloomsbury. (Tn) le lanzó una
mirada mientras estacionaba en el callejón detrás de su apartamento.

—Pensé que íbamos a salir.

—Lo hago. Esto está fuera.

—Supongo que es mejor que McDonalds.


:bye: nos leemos luego
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por andreita Miér 13 Feb 2013, 12:50 pm

waaaaaa la llevo a asalir e navidad que ehrmosooosos
ay nick lo sabia nunca maste a e
amas a la rayis!!!!
andreita
andreita


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por chelis Miér 13 Feb 2013, 2:45 pm

:amor: y pensar a como se comportaban antes........ Jajajajajajajajajajajajajajajajqja ..... Me encanta la pareja que hacen esos dos
Aaaaii siguela porfis
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por aranzhitha Miér 13 Feb 2013, 3:42 pm

awww mi Nicholas tan lindo!!!!
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 Empty Re: Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA

Mensaje por andreita Jue 14 Feb 2013, 4:34 am

Su Mejor Peor Error Nicholas y __Tn. TERMINADA - Página 8 2312883081
andreita
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