Superhuman |Harry Styles| -Terminada-

Hacía ya dos horas que Amy estaba levantada. Todas las mañanas, ni bien suena el despertador, sale a caminar. Para calmar las ansiedades y porque dicen que eso hace bien a la salud. Se pone los auriculares al oído y empieza a andar al compás de Coldplay. Que casualidad que al estar en aleatorio, le toque su canción favorita, Paradise. También se hace una coleta en el pelo, ya que le molesta tenerlo suelto, pero tampoco quiere pasar por la peluquería.
Al volver al departamento que comparte con su hermano menor, va a su habitación para despertarlo. Hoy era un día de semana, por lo tanto, día de colegio. Jackson, mejor conocido como Jake, ya que a éste le gustan las palabras cortas. A diferencia de Amy, era rubio. Tendrían los mismos ojos y la misma nariz, por eso la gente se da cuenta de que son hermanos, si los observas detalladamente.

-Jackson Müller, despierta ya. No voy a esperarte otra vez. Si llegas tarde, no me hago cargo –le gritó al rubio, recién convertido en adolescente, quien no se levantaba a pesar de que ya lo estaba llamando.
-¿Por qué la vida es tan cruel? –susurró este, adormilado.
-No digas pavadas, ¿Querés? Levántate, no te quiero oír más. –Le burló la castaña, mirándolo extrañada y saliendo de una vez del cuarto.
-En cinco estoy en la cocina –le gritó, sentado desde la cama, una vez que la mujer haya desaparecido
-No más –le contestó.

Ya en la cocina, se puso a calentar dos tazas de café. Al hermano le agregó leche y dos cucharadas de azúcar. Ella misma, se sirvió solo café. Prendió la televisión con la intención de saber que ocurría en el país. Sólo duró dos minutos escuchando a la periodista, no aguantó más. Esa voz le ponía histérica. Inmediatamente cambió al canal de música. Escuchó como cambiaban de Adele a Avril Lavigne. Le gustaba ambas, así que la dejó.
Al rato, se escuchó que se cerraba una puerta. Debería ser de la habitación del rubio. No se equivocó. Era él. Pronto la tenía enfrente suyo, sentándose con pesadez en la mesa. Todavía llevaba pegada su almohada en la cara.
-Podrías haberte lavado la cara y peinarte un poco –le comentó, riéndose entre dientes. Había estado observándolo. Era muy detallista. Éste murmuró algo que ella no supo entender- ¿Qué dijiste?
-Qué después lo hago –respondió, en tono más fuerte.
-Más te vale, no querrás que las chicas se te burlen por estar así –aseguró con sarcasmo. Sabía en ese momento que Jake iba a tomarse rápido su taza y correría al baño a perfumarse y salir pretendiendo ser modelo.
De nuevo, no se equivocó. Amanda estaba tan orgullosa del chico en el que se convirtió. A pesar de la vida le golpeó fuerte, sigue estando de pie. Se alegró de que pudo llevar adelante esta vida. Sonrió a la nada misma.
-¿Por qué sonríes como idiota? –le preguntó su hermano, una vez ya listo, con la mochila en su espalda
-Porque tengo al hermano más lindo del mundo –le respondió, llenándolo de besos en los cachetes e intentó abrazarlo. Sabía que le iba a molestar
-Ya, ya, demasiado amor –quiso zafar, cosa que no logró.
-Listo, ya te dí mi muestra de cariño por la mañana –le dijo cuando se separó. Lo miró de reojo, llevando su vista desde los pies hasta su cabeza –Pero que buenmozo que estamos che, te has perfumado y todo… ¿De quién estás enamorado? –le preguntó, a lo que a éste se le pusieron los cachetes colorados. Ella gritó - ¡Estás enamorado!
-¿Qué decís? Vamos chiquita, no quiero llegar tarde –le apuró, intentando cambiar de tema.
-Dale, cámbiame el tema. Total, ya hablaremos de esto.
-Sí… algún día –susurró.

Amanda sonrió. Se había levantado de buen humor. Y al saber que su hermano pensaba en alguien constantemente, con la mirada de enamorado, se alegró de que haya encontrado a alguien por el que sentir mariposas en el estómago. Lo llevó al colegio, como todas las mañanas, en su auto. Prendió la radio. Los dos se llevaron una sorpresa, estaban dando la canción que ellos dos cantaban siempre con pasión. Parecían dos locos, pero en todo el camino lo hicieron. Al llegar a la puerta del colegio, ella estacionó enfrente. Le dio un beso en el cachete como despedida.
-Buena suerte chico. ¡Y algún día me presentarás a esa chica! –él sonrió avergonzado.
-Buena suerte a ti también hermana –le deseó, haciendo caso omiso a lo que ella le había dicho.
Al quedarse tranquila de que Jake haya entrado, prendió el motor y se encaminó para el estudio donde ella trabajaba como fotógrafa. En eso, le suena el celular. Era Marissa, una de sus compañeras. Ella atendió, en alta voz.
-Hola, estoy manejando, así que habla rápido –le pidió
-Müller, ¿estás en camino?
-Por supuesto. Estoy a unas cuadras, ya llego. ¿Para eso llamaste? –contestó extrañada. Nunca la llamaba para ver donde andaba.
-En realidad… acá tenemos antojos de algunas masitas. ¿Podrías pasar a comprar? Después te pagamos –Amanda lanzó una pequeña risita y luego aceptó.
-Nos vemos en un rato.
-Gracias, sos la mejor
-Lo sé –contestó, lo que causó risas del otro lado del teléfono.

Al cortar la conversación telefónica, volvió a subir la radio. Paró en una confitería, para luego ir al estudio. Hoy le esperaba un día agitado. Tal vez porque tenía que fotografiar a unos modelos de Calvin Klein, o armar un video para una fiesta. Solo rezaba para que pudiera hacer todo y al final del día saliera ilesa.

A Harry lo que lo despertó fue el celular. Un mensaje le había llegado. Maldijo unas cuantas veces. Por esta razón no usaba una alarma de despertador, odiaba que ruidos molestos lo despertaran, al igual que la luz le llegara a la cara. Con ojos semi-cerrados agarró el celular de la mesa ratona. Al ver que era uno de sus mejores amigos –Louis- abrió los ojos completamente, aunque seguía enojado por haberlo despertado. Leyó el mensaje y le respondió, maldiciéndole también.
Volvió su vista al reloj. Eran las nueve de la mañana. Lunes. Agh. Odiaba los lunes. Indicaba que tenía que ir a la empresa a revisar papeles o hacer cuentas. Y más tarde se escaparía con sus amigos de la preparatoria para ensayar. Esta noche tenía una función, lejos –como siempre- de su ciudad. No sé como aguanta todos los días moviéndose así. ¿Es que no se cansa nunca? ¿Cómo es que no puede decirles la verdad a sus padres?
Bueno, en realidad. Le tiene miedo al rechazo. La música es su pasión oculta. Mientras que su padre quiere que sea el empresario multimillonario que es, el solo piensa en demostrarle al mundo la voz maravillosa que tiene. No es que lo diga él mismo, sus amigos se lo vienen repitiendo. Hasta incluso en los bares lo alientan y gritan por el –y por los otros-.
En fin… sabiendo que se tenía que levantar, fue al baño a darse una ducha matutina. Al salir, se mira al espejo un momento, siguiendo su boca, sus ojos y su cabello. Sonríe al recordar que una vez le dijeron que el pelo mojado le hace ver como un pequeño Tarzán en el agua. Sale del baño con la toalla enroscada en la cintura, lo que hace que se vea su cuerpo fornido. Él era el empresario más deseado por las chicas que lo rodean. Aunque mucha bola no les da –salvo cuando siente necesidad- se siente poderoso al ver que todavía es sexy.
Fue al mueble donde tiene guardado sus bóxers. Elige uno y se lo coloca. Luego va por el pantalón, la camisa… aún no ha llegado a sus converse blancas porque escucha que lo llaman por la puerta. Él responde, haciendo que aparezca la mano derecha de su padre, uno de los sirvientes de la casa. Lo ve como un tío, ya que lo escucha cuando se siente mal. Todavía siente un poco de culpabilidad por no contarle sobre el canto, pero decide dejarlo pasar.
-Sr. Styles, su padre lo espera para el desayuno –le avisa
-Gracias Gerard. ¿Algún día me llamarás Harry? –le pregunta sonriendo. Entre ellos hay mucha confianza, por lo que Gerard se siente cómodo cuando le habla.
-Es la costumbre. Sabes, desde niño que lo conozco. Desde niño que le llamo por su apellido. Es la formalidad. Acostúmbrese usted.
-A esta altura, sabrías que odio la formalidad –bufó, peinándose como él sabe hacerlo
-Lo sé niño, pero deberás hacerlo. Al menos frente a tus padres y a los que lo rodean.
-Supongo que sí. Avísale que ya bajo.
-Como diga niño –lo despide y se va, cerrando la puerta. Harry se queda mirando un punto fijo.
Se coloca las zapatillas que usa casi siempre. Tal vez porque es de la suerte. Eso nunca lo supo, pero son sus favoritas. Combina con todo. Al terminar, va hacía el baño de nuevo, para perfumarse. Antes de salir, agarra sus documentos, las llaves de su auto, las de su casa y obviamente, sus anteojos de sol no pueden faltar.
Baja las escaleras y en la cocina espera encontrarse con sus padres y su hermana. Pero está equivocado. Solamente está su padrastro. Frunce el ceño extrañado. Lo saluda y se sienta en una de las puntas, con tal de mirarlo.
-¿Dónde están las demás? –pregunta, untando las tostadas con queso.
-Tu hermana se fue temprano a la universidad. Y tu madre… salió con sus amigas –respondió. Harry notó el cambio de voz al nombrar a su madre. Sabía que algo andaba mal.
-Que bien. Que linda manera de empezar la semana. –comentó, en casi un susurro
-Harold, tomate el día. Haz trabajado mucho la semana pasada. Sal con tus amigos –le ordenó. Harry lo miró extrañado, con una sonrisa.
-¿En serio me estás hablando? –le preguntó dudoso
-De lo contrario no te lo habría dicho –contestó pacientemente
-En este caso, lo haré. Gracias papá –Harry lanzó una mirada a su padre, mientras sonreía y agarraba su teléfono para mandarles un mensaje a los cuatro.
-Es mala educación el teléfono en la mesa. Por lo menos ten la decencia de hacerlo después.
-Perdón papá, no volverá a ocurrir –se disculpó, guardando el teléfono una vez que comprobó que se había enviado. Sintió el zumbido de que le habían respondido, pero decidió ignorarlos, ya los verá después.

Terminó el desayuno y se despidió de su padre. En la puerta de la entrada, agarró su campera de cuero, la cual colgaba de la mano de Gerard, quien le sonreía deseándole suerte para el día. Él se la devolvió, mientras se colocaba las gafas. Se detuvo un momento, para leer el mensaje que le habían mandado.
Se encaminó al garage, donde lo esperaba su querido Audi. Gerard se encargaba abrir y cerrar las puertas, mientras él solo arrancaba el motor, para luego irse a la casa de Liam. Allí es donde ensayarían.
Al llegar a la casa, se encontró con un auto y una moto. Estacionó al lado de la que sería de Louis. Se preguntó como habrá llegado el irlandés. Después recordó que la casa de Niall le queda de pasada a Louis. Todo eso pensó en el camino hasta la puerta. No tuvo tiempo de tocarla, ya que la abrieron, viendo que del otro lado hay dos personas. El rubio, con la boca llena, tratando de sonreír. Y el morocho, con los brazos abiertos, como si fuera a abrazarte.
-¿Qué pasa muchachos? Que raro de vos Nialler, comiendo, como siempre.
-Ey, tenía hambre. No he comido en cuatro horas –reprochó este, fulminándolo con la mirada
-¿Cuatro horas? Pobrecito, ¿Y no te desmayaste? –preguntó el ruloso con dramatismo
-Ja, que gracioso –dijo con sarcasmo.
-Currrrrly boy – llamó Louis cuando salió del baño, que lo vio a punto de sentarse en el sofá
-Boo Bear –sonrió, abrazándolo.
-Así que tu padre te dio el día libre. ¿Qué bicho le ha picado? –preguntó el dueño de la casa, una vez que lo ha saludado
-No lo sé, últimamente está raro. No sé qué anda pasando, pronto lo sabré.
-Como que te llamas Harry Styles –aseguró el morocho
-Como que soy yo, bro –le replicó, sonriéndole.

Así pasaron la tarde, compartiendo anécdotas y haciendo lo que más les gustaba hacer: cantar. Ensayaron tres canciones, las cuales cantarían esta noche. Harry solo esperaba que todo saliera bien. Y muy en el fondo de su mente, sabía que en algún momento les iba a tener que decir a su familia que en realidad quiere ser cantante. Les guste o no. Era su pasión, debía ir por ello.

Nueva lectora aquí.
Juro que me enamore totalmente de esta novela *--* Adore la manera en la que escribes y narras, además de la trama, que es fantástica. Mi sueño también es ser fotógrafa ... y cantante... y veterinaria(?) Ok, la verdad tengo muuuuuchos sueños xd. En fin, ¿ya te dije que era nueva lectora?:$ No me acuerdo, aunque espera... Ya, ya lo hice C: En fin, síguela pronto.

xx