Superhuman |Harry Styles| -Terminada-

- No pasa nada cariño, no haremos nada que no quieras –dijo Harry, sonriéndole cálidamente. Haciendo tranquilizar a Amy, quien paso de estar molesta a amarlo aún más.
- Pensé que te sentías mal por eso –comentó ella, arrugando la nariz.
- No hay nada por lo que sentirse mal. Admiro el hecho de que hayas esperado tanto.
- La verdad es que no he conseguido a nadie desde los 17.
- Ese tiempo ha pasado. Ahora me tienes a mí, el pasado es pasado –murmuró Harry, yendo a buscar un short y una remera para dársela.
- Es por eso que te amo –susurró Amy, casi inaudible. Harry se dio vuelta sonriendo, como nunca lo dejó de hacer y se acercó a ella, dándole su ropa.
- Yo también te amo nena. Ve a cambiarte, el baño está cruzando la puerta. –le dio un casto beso en los labios y le indicó el camino.
Ella volvió, moviendo sus manos nerviosas, encontrándose con Harry sacudiendo su pelo para luego acomodarlo con el dedo índice de su mano. Notó que estaba desnudo, salvo por su bóxer negro ajustado, esos mismos que le compraba a su hermano. Observó su cuerpo esbelto, un poco musculoso, notándose su abdomen marcado y sus miles de tatuajes.
- ¿Impresionada de mi cuerpo? –bromeó Harry, al ver que ella se había quedado parada y estática, mirándolo fijamente.
Ella rió nerviosamente, acostándose a su lado. El reloj digital negro con números verdes de la mesita de luz marcaba las doce menos veinte de la noche. Faltaban solo 20 minutos para el cumpleaños de ella y los dos estaban muy ansiosos. Ella suponía que él no sabía que cumplía años, pero es totalmente una mentira. Él lo sabía muy bien, lo tenía muy escondido. Éste también estaba muy emocionado. Tanto que no se dieron cuenta de que estaban mirándose, esperando que alguno de los dos dijera o hiciera algo. Él rió, contagiándole la risa a ella. Pensó que se veía tan bien con el pelo recogido –aunque no tan bien como el pelo suelto-, su remera verde con letras estampadas y su simple short que usaba para jugar al futbol. Luego la besó, transmitiéndole todo lo que sentía en ese momento, como reemplazo de palabras que no podían decirse porque simplemente no salían. Amy le devolvió el beso, envolviéndolo con sus brazos para que él pudiese estar más comodo y sentirlo más cerca de ella.
Harry se colocó arriba de ella, tratando de no caer con todo su peso. Colocó sus manos en la cama, mientras seguía besándolo. Ella inconscientemente acariciaba su pelo, lo que le daba escalofríos a él, pero no le importó, siguió en su mundo.
Él llevó sus manos a su cintura, tocando con sus manos su piel de manera que la remera estaba un poco elevada. Amy se dio cuenta, pero decidió no interrumpir, puesto a que todo lo que quería en ese momento era estar con él. Sería su mejor regalo de cumpleaños. Harry paró, alejando su cara de la de ella, tratando de descubrir el significado de su mirada.
- ¿Estás bien? –quiso saber Harry, dejando ver sus ojos verde brillando
- Si, Hazza, estoy bien –respondió ella, a cuenta gotas
- ¿Quieres que pare?
- Sigue en donde terminaste, me estaba gustando –comentó Amy, con una sonrisa traviesa, haciendo jadear a Harry.

But baby you got me moving too fast
Cause I know you wanna be back
And girl when you're lookin' like that
I can't hold back.
Cause you, you've got this spell on me
I don't know what to believe
Kiss you once know I can't leave
Cause everything you do is magic
But everything you do is magic.

Volvió a besarla, esta vez más apasionado. Dejó pasar unos minutos y se separó, para preguntarle con la mirada si quería seguir. Ella solo asintió sonriendo. Le levantó la remera, para empezar a desnudarla despacio y poder poner su cuerpo en su memoria. Pasó su mano por el vientre de ella, haciéndola estremecer. Él seguía con su bóxer puesto, solo se dedicaba a implorarla con sus ojos y sus manos. Se detuvo mirando el torso, el comienzo de su cintura.
- Siempre quise saber si tenías alguna marca de nacimiento, ahora lo sé –comentó, dándole un beso en el lunar.
- Tengo muchos lunares, no es la gran cosa –dijo Amy, revoleando los ojos, soltando una risita
- Y me gusta tu tatuaje –comentó agarrándole su brazo
- Gracias.
Amy tomó el atrevimiento de besarlo esta vez, bajando sus manos hacía su bóxer, para quitárselo sin problemas. Harry buscó con su mano su mesita de luz, sin despegar su boca de la de ella, abrió el cajón, encontrándose con un sobre plateado, en la cual adentro contenía un preservativo. Volvió a separarse de ella, solamente para sacarle la única barrera que le quedaba.
- ¿Segura?
- Sí Harry, menos charla y más acción –contestó, pareciendo un poco desesperada. Él rió ante su reacción.
Se colocó su preservativo, esperó unos minutos y entró en ella despacio, intentando que no le duela tanto. Sabía que las primeras veces siempre dolían. Ella cerró los ojos, acostumbrándose a tener un invasor en su cuerpo. Cuando los abrió se encontró con los ojos de él, que se encontraban protectores. Lo besó, instándolo a que siga. Así fue como los dos se consumieron en su amor, entregando su cuerpo y alma, hasta llegar al éxtasis y caer rendidos a un costado de la cama, sin dejar de abrazarse.
Cuando sus respiraciones se calmaron, ella abrió los ojos, dándose cuenta de que estaba empezando a vivir sus 24 años. Sintiéndose más vieja que Harry, aunque sea por unos meses, le sonrió cálidamente. Se sorprendió cuando él dejó de abrazarla para buscar otra cosa en su cajón, sacando una caja azul.
- Feliz cumpleaños Amy –le dijo, dándole su regalo.
- Harry… no tenías por qué hacerlo –comentó, aceptando su caja con unas lágrimas de alegría cayendo por sus ojos. La abrió, encontrándose con una cadena, un cuadrado de oro, con una A. Se secó las lágrimas y se acercó a besarlo – Es hermosa, gracias
- Dalo vuelta –ordenó Harry, sin sacar su sonrisa perfecta. Ella lo hizo, leyendo una descripción. Era la fecha de hoy con la inicial de él.
- Te amo –dijo ella acariciando su mejilla
- Creo que ya te demostré que yo también te amo –comentó pensativo. Agarró con sus manos su cuello para acercarse a ella y besarla.
Después de que ella atendiera llamadas y respondiera mensajes, los dos terminaron cansados con ganas de dormir. Se acurrucaron y cayeron en los brazos de Orfeo. No había ninguna duda de que en estos tiempos irradiaba la felicidad.