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50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA

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50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA - Página 9 Empty Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA

Mensaje por CarolineR2 Jue 27 Dic 2012, 7:34 am

Capitulo 18
Harry sigue conduciendo junto a unas casas de madera de planta baja
bien conservadas, donde se ve a niños jugando a baloncesto en los patios y recorriendo
las calles en bicicleta. Las casas están rodeadas de árboles y todo tiene un aspecto
próspero y apacible. Quizá vayamos a visitar a alguien. Pero ¿a quién?
Al cabo de unos minutos, Harry da un giro cerrado a la izquierda y nos
detenemos frente a dos vistosas verjas blancas de metal, enclavadas en un muro de
piedra de unos dos metros de alto. Harry aprieta un botón de su manija y una
pantallita eléctrica desciende con un leve zumbido en el lateral de su puerta. Pulsa un
número en el panel y las verjas se abren dándonos la bienvenida.
Él me mira de reojo y su expresión ha cambiado. Parece indeciso, nervioso
incluso.
—¿Qué es esto? —pregunto, sin poder disimular cierta inquietud en mi
tono.
—Una idea —dice en voz baja, y el Saab atraviesa suavemente la entrada.
Subimos por un sendero bordeado de árboles, con anchura suficiente para
dos coches. A un lado los árboles rodean una zona boscosa, y al otro se extiende un
terreno hermoso de antiguos campos de cultivo dejados en barbecho. La hierba y las
flores silvestres han invadido el lugar, recreando un paisaje rural idílico: un prado,
donde sopla suavemente la brisa del atardecer y el sol crepuscular tiñe de oro las
flores. Es una estampa deliciosa que transmite una gran tranquilidad, y de pronto me
imagino tumbada sobre la hierba, contemplando el azul claro de un cielo estival. La
idea es tentadora, aunque por algún extraño motivo me provoca añoranza. Es una
sensación muy extraña.
El sendero traza una curva y se abre a un amplio camino de entrada frente a
una impresionante casa, de estilo mediterráneo, construida en piedra de suave
tonalidad rosácea. Es una mansión suntuosa. Todas las luces están encendidas y las
ventanas refulgen en el ocaso. Hay un BMW negro aparcado frente a un garaje de
cuatro plazas, pero Harry se detiene junto al grandioso pórtico.
Mmm… me pregunto quién vivirá aquí. ¿Por qué hemos venido?
Harry me mira ansioso mientras apaga el motor del coche.
—¿Me prometes mantener una actitud abierta? —pregunta.
Frunzo el ceño.
—Harry, desde el día en que te conocí he necesitado mantener una
actitud abierta.
Él sonríe con ironía y asiente.
—Buena puntualización, señorita Steele. Vamos.
Las puertas de madera oscura se abren, y en el umbral nos espera una mujer
de pelo castaño oscuro, sonrisa franca y un traje chaqueta ceñido de color lila. Yo me
alegro de haberme puesto mi nuevo vestido azul marino sin mangas para impresionar al
doctor Flynn. Vale, no llevo unos tacones altísimos como ella, pero aun así no voy con
vaqueros.
—Señor Styles—le saluda con una cálida sonrisa, y le estrecha la mano.
—Señorita Kelly —responde él cortésmente.
Ella me sonríe y me tiende la mano. Se la estrecho, y me doy cuenta de que
se ruboriza, con esa expresión de: «¿No es un hombre de ensueño? Ojalá fuera mío».
—Olga Kelly —se presenta con aire jovial.
—______ Steele —respondo con un hilo de voz.
¿Quién es esta mujer? Se hace a un lado para dejarnos pasar a la casa y al
entrar, me quedo estupefacta: está vacía… completamente vacía. Estamos en un
vestíbulo inmenso. Las paredes son de un amarillo tenue y desvaído y conservan las
marcas de los cuadros que debían de estar colgados allí. Lo único que queda son unas
lámparas de cristal de diseño clásico. Los suelos son de madera noble descolorida.
Las puertas que tenemos a los lados están cerradas, pero Harry no me da tiempo
para poder asimilar qué está pasando.
—Ven —dice.
Me coge de la mano y me lleva por el pasillo abovedado que tenemos
delante hasta otro vestíbulo interior más grande. Está presidido por una inmensa
escalinata curva con una intrincada barandilla de hierro, pero Harry tampoco se
detiene ahí. Me conduce a través del salón principal, que también está vacío salvo por
una enorme alfombra de tonos dorados desvaídos: la alfombra más grande que he visto
en mi vida. Ah… y hay cuatro arañas de cristal.
Pero las intenciones de Harry quedan claras cuando cruzamos la
estancia y salimos a través de unas grandes puertas acristaladas a una amplia terraza de
piedra. Debajo de nosotros hay una extensión de cuidado césped del tamaño de medio
campo de fútbol y, más allá, está la vista… Uau.
La ininterrumpida vista panorámica resulta impresionante, sobrecogedora
incluso: el crepúsculo sobre el Sound. A lo lejos se alza la isla de Bainbridge, y más
lejos aún, en este cristalino atardecer, el sol se pone lentamente, irradiando llamaradas
sanguíneas y anaranjadas, por detrás del parque nacional Olympic. Tonalidades
carmesíes se derraman sobre el cielo cerúleo, junto con trazos de ópalo y aguamarinas
mezclados con el púrpura oscuro de los escasos jirones de nubes y la tierra más allá
del Sound. Es la naturaleza en su máxima expresión, una orquestada sinfonía visual que
se refleja en las aguas profundas y calmas del estrecho de Puget. Y yo me pierdo
contemplando la vista… intentando absorber tanta belleza.
Me doy cuenta de que contengo la respiración, sobrecogida, y Harry
sigue sosteniendo mi mano. Cuando por fin aparto los ojos de ese grandioso
espectáculo, veo que él me mira de reojo, inquieto.
—¿Me has traído aquí para admirar la vista? —susurro.
Él asiente con gesto serio.
—Es extraordinaria,Harry. Gracias —murmuro, y dejo que mis ojos la
saboreen una vez más.
Él me suelta la mano.
—¿Qué te parecería poder contemplarla durante el resto de tu vida? —
musita.
¿Qué? Vuelvo la cara como una exhalación hacia él, mis atónitos ojos
Marrones hacia los suyos Verdes y pensativos. Creo que estoy con la boca completamente
abierta, mirándole sin dar crédito.
—Siempre he querido vivir en la costa —dice—. He navegado por todo el
Sound soñando con estas casas. Esta lleva poco tiempo en venta. Quiero comprarla,
echarla abajo y construir otra nueva… para nosotros —susurra, y sus ojos brillan
trasluciendo sus sueños y esperanzas.
Madre mía. No sé cómo consigo mantenerme en pie. La cabeza me da
vueltas. ¡Vivir aquí! ¡En este precioso refugio! Durante el resto de mi vida…
—Solo es una idea —añade cauteloso.
Vuelvo a echar un vistazo hacia el interior de la casa. ¿Qué puede valer?
Deben de ser… ¿qué, cinco, diez millones de dólares? No tengo ni idea. Madre mía.
—¿Por qué quieres echarla abajo? —pregunto, mirándole otra vez.
Le cambia la cara. Oh, no.
—Me gustaría construir una casa más sostenible, utilizando las técnicas
ecológicas más modernas. Elliot podría diseñarla.
Vuelvo a mirar el salón. La señorita Olga Kelly está en el extremo opuesto,
merodeando junto a la entrada. Es la agente inmobiliaria, claro. Me fijo en que la
estancia es enorme y que tiene doble altura, como el salón del Escala. Hay una galería
balaustrada arriba, que debe de ser el rellano de la planta superior. Y una chimenea
inmensa y toda una hilera de ventanales que se abren a la terraza. Posee un encanto
clásico.
—¿Podemos echar un vistazo a la casa?
Él me mira, parpadeando.
—Claro.
Se encoge de hombros, un tanto desconcertado.
Cuando volvemos a entrar, a la señorita Kelly se le ilumina la cara como a
una niña en Navidad. Está encantada de proporcionarnos una visita guiada y poder
exponer su elaborado discurso.
La casa es enorme: mil cien metros cuadrados en una finca de dos hectáreas
y media de terreno. Además del salón principal, hay una cocina con zona de comedor
—no, más bien sala para banquete—, con una salita familiar contigua —¡familiar!—,
además de una sala de música, una biblioteca, un estudio y, para gran sorpresa mía, una
piscina cubierta y un pequeño gimnasio con sauna y baño de vapor. Abajo, en el
sótano, hay una sala de cine —uau— y un cuarto de juegos. Mmm… ¿qué tipo de
juegos practicaremos aquí?
La señorita Kelly nos va señalando todo tipo de detalles y ventajas, pero en
esencia la casa es preciosa y se nota que un día fue el hogar de una familia feliz. Ahora
está un poco descuidada, pero nada que no se pueda arreglar con una buena reforma.
Subimos detrás de la señorita Kelly la magnífica escalinata principal hasta
la planta de arriba, y apenas puedo contener la emoción: esta casa tiene todo lo que se
puede desear en un hogar.
—¿No podría convertirse la casa ya existente en una más ecológica y
autosostenible?
Harry me mira parpadeando, desconcertado.
—Tendría que preguntárselo a Elliot. Él es el experto.
La señorita Kelly nos lleva a la suite principal, con unos ventanales hasta el
techo que dan a un balcón, donde las vistas son también espectaculares. Me podría
pasar todo el día sentada en la cama mirando a través de los ventanales, contemplando
los barcos navegar y los sutiles cambios del tiempo.
En esta planta hay cinco dormitorios más. ¡Niños! Aparto inmediatamente
esa idea. Ya tengo demasiadas cosas en las que pensar. La señorita Kelly está
sugiriéndole a Harry que en la finca se podrían instalar unas cuadras y un cercado.
¡Caballos! Aparecen en mi mente imágenes terroríficas de mis escasas clases de
equitación, pero Harry no parece estar escuchándola.
—¿El cercado estaría en los terrenos del prado? —pregunto.
—Sí —contesta radiante la señorita Kelly.
Para mí el prado es un sitio donde tumbarse sobre la hierba alta y hacer
picnics, no para que retocen malvados cuadrúpedos satánicos.
Cuando volvemos al salón principal, la señorita Kelly se retira
discretamente y Harry vuelve a llevarme a la terraza. El sol ya se ha puesto y las
luces urbanas de la península de Olympic centellean en el extremo más alejado del
Sound.
Harry me toma entre sus brazos, me levanta la barbilla con el dedo
índice y clava sus ojos en mí.
—¿Demasiadas cosas que digerir? —pregunta con una expresión
inescrutable.
Asiento.
—Quería comprobar que te gustaba antes de comprarla.
—¿La vista?
Asiente.
—La vista me encanta, y esta casa también.
—¿Te gusta?
Sonrío tímidamente.
—Harry, me tuviste ya desde el prado.
Él separa los labios e inhala profundamente. Luego una sonrisa transforma
su cara, y de pronto hunde las manos en mi cabello y sus labios cubren mi boca.
* * *
Cuando volvemos en coche a Seattle, Harry está mucho más animado.
—Entonces, ¿vas a comprarla? —pregunto.
—Sí.
—¿Pondrás a la venta el apartamento del Escala?
Frunce el ceño.
—¿Por qué iba a hacer eso?
—Para pagar la…
Mi voz se va perdiendo… claro. Me ruborizo.
Me sonríe con suficiencia.
—Créeme, puedo permitírmelo.
—¿Te gusta ser rico?
—Sí. Dime de alguien a quien no le guste —replica en tono adusto.
Vale, dejemos rápidamente ese tema.
—__________,si aceptas mi proposición, tú también vas a tener que aprender
a ser rica —añade en voz baja.
—La riqueza es algo a lo que nunca he aspirado, Harry—digo con gesto
ceñudo.
—Lo sé, y eso me encanta de ti. Pero también es verdad que nunca has
pasado hambre —concluye, y sus palabras tienen un tono de grave solemnidad.
—¿Adónde vamos? —pregunto animadamente para cambiar de tema.
Harry se relaja.
—A celebrarlo.
¡Oh!
—¿A celebrar qué, la casa?
—¿Ya no te acuerdas? Tu puesto de editora.
—Ah, sí.
Sonrío exultante. Es increíble que lo haya olvidado.
—¿Dónde?
—Arriba en mi club.
—¿En tu club?
—Sí. En uno de ellos.
* * *
El Mile High Club está en el piso setenta y seis de la Columbia Tower, más
alto incluso que el ático de Harry. Es muy moderno y tiene las vistas más
alucinantes de todo Seattle.
—¿Una copa, señora?
Harry me ofrece una copa de champán frío. Estoy sentada en un taburete
de la barra.
—Vaya, gracias, señor —digo, pronunciando seguramente la última palabra
con un pestañeo provocativo.
Él me mira fijamente y su semblante se oscurece turbadoramente.
—¿Está coqueteando conmigo, señorita Steele?
—Sí, señor Styles, estoy coqueteando. ¿Qué piensa hacer al repecto?
—Seguro que se me ocurrirá algo —dice con voz ronca—. Ven, nuestra
mesa está lista.
Cuando nos estamos acercando a la mesa, Harry me sujeta del codo y
me para.
—Ve a quitarte las bragas —susurra.
¿Oh? Un delicioso cosquilleo me recorre la columna.
—Ve —ordena en voz baja.
Uau… ¿qué? Él no sonríe; permanece tremendamente serio. A mí se me
tensan todos los músculos por debajo de la cintura. Le doy mi copa de champán, giro
sobre mis talones y me dirijo hacia el baño.
Oh, Dios… ¿qué va a hacer? Quizá el club se llame así con razón: los que
practican sexo a más de un kilómetro y medio de altura.
Los baños son el último grito en diseño: todo en madera oscura y granito
negro, con focos halógenos colocados estratégicamente. En la intimidad del
compartimento, sonrío mientras me quito la ropa interior. Nuevamente me alegro de
haberme puesto el vestido azul marino sin mangas. Pensé que era el atuendo apropiado
para ir a ver al doctor Flynn: no había previsto que la velada tomara este rumbo
inesperado.
Ya estoy excitada. ¿Por qué este hombre tiene ese poder sobre mí? Me
irrita un poco esa facilidad con la que caigo bajo su embrujo. Ahora sé que no vamos a
pasarnos la noche hablando sobre todos nuestros asuntos y los recientes
acontecimientos… pero ¿cómo resistirme a él?
Examino mi aspecto en el espejo: tengo el rostro encendido y los ojos me
brillan de excitación. Asuntos, estrategias…
Respiro profundamente y me encamino de vuelta al salón. La verdad es que
no es la primera vez que voy sin bragas. La diosa que llevo dentro va envuelta en una
boa de plumas rosa y diamantes, y se pavonea con sus zapatos de fulana.
Cuando llego a la mesa Harry se levanta educadamente con una
expresión indescifrable. Exhibe su pose habitual, tranquila, serena y contenida.
Naturalmente, yo sé que no es así.
—Siéntate a mi lado —dice. Me deslizo en el asiento y él vuelve a sentarse
—. He elegido por ti. Espero que no te importe.
Me entrega mi copa de champán mirándome fijamente, y su mirada
escrutadora me enciende de nuevo la sangre. Apoya las manos en los muslos. Yo me
tenso y separo un poco las piernas.
Llega el camarero con una bandeja de ostras sobre hielo picado. Ostras…
El recuerdo de los dos en el comedor privado del Heathman aparece en mi mente.
Estábamos hablando de su contrato. Oh, Dios. Hemos recorrido un camino muy largo
desde entonces.
—Me parece que las ostras te gustaron la última vez que las probaste.
Su tono de voz es ronco y seductor.
—La única vez que las he probado —susurro con un evidente deje sensual
en la voz.
En su boca se dibuja una sonrisa.
—Oh, señorita Steele… ¿cuándo aprenderá? —musita.
Toma una ostra de la bandeja y levanta la otra mano del muslo. Contengo el
aliento a la expectativa, pero él coge una rodaja de limón.
—… ¿Aprender qué? —pregunto.
Dios, tengo el pulso acelerado. Él exprime el limón sobre el marisco con
sus dedos esbeltos y hábiles.
—Come —dice, y me acerca la concha a la boca. Separo los labios, y él la
apoya delicadamente sobre mi labio inferior—. Echa la cabeza hacia atrás muy
despacio —murmura.
Hago lo que me dice y la ostra se desliza por mi garganta. Él no me toca,
solo la concha.
Harry se come una, y luego me ofrece otra. Seguimos con este ritual de
tortura hasta que nos acabamos toda la docena. Su piel nunca roza la mía. Me está
volviendo loca.
—¿Te siguen gustando las ostras? —me pregunta cuando me trago la última.
Asiento ruborizada, ansiando que me toque.
—Bien.
Me estremezco y me remuevo en el asiento. ¿Por qué resulta tan erótico
todo esto?
Él vuelve a apoyar la mano tranquilamente sobre el muslo, y yo me siento
morir. Ahora. Por favor. Tócame. La diosa que llevo dentro está de rodillas, desnuda
salvo por las bragas, suplicando. Él se pasa la mano arriba y abajo por el muslo, la
levanta, y vuelve a dejarla donde estaba.
El camarero nos llena las copas de champán y retira rápidamente los platos.
Al cabo de un momento vuelve con el principal: lubina —no doy crédito—,
acompañada de espárragos, patatas salteadas y salsa holandesa.
—¿Uno de sus platos favoritos, señor Styles?
—Sin duda, señorita Steele. Aunque creo que en el Heathman comimos
bacalao.
Se pasa la mano por el muslo, arriba y abajo. Me cuesta respirar, pero
sigue sin tocarme. Es muy frustrante. Intento concentrarme en la conversación.
—Creo recordar que entonces estábamos en un reservado, discutiendo un
contrato.
—Qué tiempos aquellos… —dice sonriendo con malicia—. Esta vez
espero conseguir follarte.
Mueve la mano para coger el cuchillo.
¡Agh!
Corta un trozo de su lubina. Lo está haciendo a propósito.
—No cuentes con ello —musito con un mohín, y él me mira divertido—.
Hablando de contratos —prosigo—: el acuerdo de confidencialidad.
—Rómpelo —dice simplemente.
Oh, Dios…
—¿Qué? ¿En serio?
—Sí.
—¿Estás seguro de que no iré corriendo al Seattle Times con una
exclusiva? —digo bromeando.
Se ríe, y es un sonido maravilloso. Parece tan joven…
—No, confío en ti. Voy a concederte el beneficio de la duda.
Ah. Le sonrío tímidamente.
—Lo mismo digo —musito.
Se le ilumina la mirada.
—Estoy encantado de que lleves un vestido —murmura.
Y… bang: el deseo inflama mi sangre ya ardiente.
—Entonces, ¿por qué no me has tocado? —siseo.
—¿Añoras mis caricias? —pregunta sonriendo.
Se está divirtiendo… el muy cabrón.
—Sí —digo indignada.
—Come —ordena.
—No vas a tocarme, ¿verdad?
Niega con la cabeza.
—No.
¿Qué? Ahogo un gemido.
—Imagina cómo te sentirás cuando lleguemos a casa —susurra—. Estoy
impaciente por llevarte a casa.
—Si empiezo a arder aquí, en el piso setenta y seis, será culpa tuya —
musito entre dientes.
—Oh, __________, ya encontraremos el modo de apagar el fuego —dice con
una sonrisa libidinosa.
Furiosa, me concentro en mi lubina, mientras la diosa que llevo dentro
entorna taimadamente los ojos, cavilando. Nosotras también podemos jugar a este
juego. Aprendí las reglas durante la comida en el Heathman. Me como un pedazo de
lubina. Está deliciosa, se deshace en la boca. Cierro los ojos y la saboreo. Cuando los
abro, empiezo a seducir a Harry Styles. Me subo la falda muy despacio, y enseño
más los muslos.
Él se detiene un momento, dejando el tenedor con el pescado suspendido en
el aire.
Tócame.
Después, sigue comiendo. Yo cojo otro trocito de lubina, sin hacerle caso.
Entonces dejo el cuchillo, me paso los dedos por detrás de la parte baja del muslo, y
me doy golpecitos en la piel con la yema. Es perturbador incluso para mí, sobre todo
porque me muero porque me toque. Harry vuelve a quedarse muy quieto.
—Sé lo que estás haciendo —dice en voz baja y ronca.
—Ya sé que lo sabe, señor Styles —replico suavemente—. De eso se trata.
Cojo un espárrago, le miro de soslayo por debajo de las pestañas, y luego
lo mojo en la salsa holandesa, haciendo girar la punta una y otra vez.
—No crea que me está devolviendo la pelota, señorita Steele.
Sonriendo, alarga una mano y me quita el espárrago… y es asombrosamente
irritante, porque consigue hacerlo sin tocarme. No, esto no va bien: este no era el plan.
¡Agh!
—Abre la boca —ordena.
Estoy perdiendo esta batalla de voluntades. Vuelvo a levantar la vista hacia
él, y sus ojos Verdes arden. Entreabro ligeramente los labios, y me paso la lengua por el
superior. Harry sonríe y su mirada se oscurece aún más.
—Más —musita, y también entreabre los suyos para que pueda verle la
lengua. Ahogo un gemido, me muerdo el labio inferior, y luego hago lo que me dice.
Él inspira con fuerza; puedo oírle… no es tan inmune. Bien, empiezo a
ganar terreno.
Sin dejar de mirarle a los ojos, me meto el espárrago en la boca y chupo…
despacio… delicadamente la punta. La salsa holandesa está deliciosa. Doy un
mordisco, emitiendo un suave y placentero gemido.
Harry cierra los ojos. ¡Sí! Cuando los vuelve a abrir tiene las pupilas
dilatadas, y eso tiene un efecto inmediato en mí. Gimo y alargo la mano para tocarle el
muslo. Y, para mi sorpresa, me agarra de la muñeca.
—Ah, no. No haga eso, señorita Steele —murmura bajito.
Se lleva mi mano a la boca y me acaricia delicadamente los nudillos con
los labios, y yo me retuerzo de placer. ¡Por fin! Más, por favor.
—No me toques —me advierte con voz queda, y me coloca de nuevo la
mano sobre la rodilla.
Ese contacto breve e insatisfactorio resulta de lo más frustrante.
—No juegas limpio —me quejo con un mohín.
—Lo sé.
Levanta su copa de champán para proponer un brindis, y yo le imito.
—Felicidades por su ascenso, señorita Steele.
Entrechocamos las copas y yo me ruborizo.
—Sí, no me lo esperaba —murmuro.
Él frunce el ceño, como si una idea desagradable le hubiera pasado por la
mente.
—Come —ordena—. No te llevaré a casa hasta que te termines la comida,
y entonces lo celebraremos de verdad.
Y su expresión es tan apasionada, tan salvaje, tan dominante, que me derrito
por dentro.
—No tengo hambre. No de comida.
Él niega con la cabeza, disfrutando sin duda, aunque me mira con los ojos
entornados.
—Come, o te pondré sobre mis rodillas, aquí mismo, y daremos un
espectáculo delante de los demás clientes.
Sus palabras me llenan de inquietud. ¡No se atreverá! Él y esa mano tan
suelta que tiene… Aprieto los labios en una fina línea y le miro. Harry coge otro
tallo de espárrago y lo moja en la salsa.
—Cómete esto —murmura con voz ronca y seductora.
Obedezco de buen grado.
—No comes como es debido. Has perdido peso desde que te conozco —
comenta en tono afable.
No quiero pensar en mi peso ahora; la verdad es que me gusta estar
delgada. Me como el espárrago.
—Solo quiero ir a casa y hacer el amor —musito desconsolada.
Harry sonríe.
—Yo también, y eso haremos. Come.
Vuelvo a concentrarme en el plato y empiezo a comer de mala gana. ¿En
serio me he quitado las bragas solo para esto? Me siento como una niña a la que no le
dejan comer caramelos. Él es tan delicioso, provocativo, sexy, pícaro y seductor, y es
todo mío.
Me pregunta sobre Ethan. Por lo visto, Harry tiene negocios con el
padre de Perre y Ethan. Vaya por Dios, este mundo es un pañuelo. Me alivia que no
mencione ni al doctor Flynn ni la casa, porque me está costando concentrarme en la
conversación. Quiero irme a casa.
La expectación carnal entre ambos no para de crecer. Él es muy bueno en
eso. En hacerme esperar. En preparar la situación. Entre bocados, coloca la mano
sobre su muslo, muy cerca de la mía, pero sin tocarme, solo para incitarme más.
¡Cabrón! Por fin me termino la comida y dejo el tenedor y el cuchillo en el
plato.
—Buena chica —murmura, y esas dos palabras suenan muy prometedoras.
Le miro con el ceño fruncido.
—¿Ahora qué? —pregunto con un pellizco de deseo en el vientre.
Oh, cómo ansío a este hombre.
—¿Ahora? Nos vamos. Creo que tiene usted ciertas expectativas, señorita
Steele. Las cuales voy a intentar complacer lo mejor que sé.
¡Uau!
—¿Lo… mejor… que sabes? —balbuceo.
Dios santo.
Él sonríe y se pone de pie.
—¿No hemos de pagar? —pregunto, sin aliento.
Él ladea la cabeza.
—Soy miembro de este club, ya me mandarán la factura. Vamos, _______,
tú primero. —Se hace a un lado y yo me levanto para salir, consciente de que no llevo
bragas.
Él me contempla con su turbia e intensa mirada, como si me desnudara, y yo
me regodeo en resultarle sensual. Este hombre guapísimo me desea: eso hace que me
sienta tan sexy… ¿Disfrutaré siempre tanto con esto? Me paro deliberadamente delante
de él y me aliso el vestido por encima de los muslos.
Harry me susurra al oído:
—Estoy impaciente por llegar a casa.
Pero sigue sin tocarme.
Al salir le murmura algo sobre el coche al jefe de sala, pero yo no estoy
escuchando; la diosa que llevo dentro arde de expectación. Dios, podría iluminar todo
Seattle.
Mientras esperamos el ascensor, se unen a nosotros dos parejas de mediana
edad. Cuando se abren las puertas, Harry me coge del codo y me lleva hasta el
fondo. Yo echo un vistazo alrededor: estamos rodeados de espejos negros con los
vidrios ahumados. Cuando entran las otras parejas, un hombre con un traje marrón muy
poco favorecedor saluda a Harry.
—Styles —asiente educadamente.
Harry le devuelve el saludo, pero sin decir nada.
Las parejas se sitúan delante de nosotros de cara a las puertas del ascensor.
Es obvio que son amigos: las mujeres charlan en voz alta, animadas y alborotadas
después de la cena. Me parece que están un poco achispadas.
Cuando se cierran las puertas, Harry se agacha un momento a mi lado
para anudarse el zapato. Qué raro: no lo tiene desatado. Discretamente me pone una
mano sobre el tobillo, sobresaltándome, y cuando se levanta hace que esa mano
ascienda rápidamente por mi pierna, deslizándola de un modo delicioso sobre mi piel
—uau— hasta arriba. Y cuando la mano llega a mi trasero, tengo que reprimir un jadeo
de sorpresa. Harry se coloca detrás de mí.
Ay, Dios. Me quedo boquiabierta mirando a las personas que tenemos
delante, contemplando la parte de atrás de sus cabezas. Ellos no tienen ni idea de lo
que estamos a punto de hacer. Harry me rodea la cintura con el brazo libre,
colocándome en posición mientras sus dedos, me exploran. ¡Madre mía…!, ¿aquí? El
ascensor baja con suavidad y se para en el piso cincuenta y tres para que entre más
gente, pero yo no presto atención. Estoy concentrada en cada movimiento que hacen sus
dedos. Primero en círculo… y luego avanzando, buscando, mientras nos ponemos en
marcha otra vez.
Cuando sus dedos alcanzan su objetivo, reprimo otra vez un jadeo. Me
retuerzo y gimo. ¿Cómo puede hacer esto con toda esa gente aquí?
—Estate quieta y callada —me advierte, susurrándome al oído.
Estoy acalorada, ardiente, anhelante, atrapada en un ascensor con siete
personas, seis de ellas ajenas a lo que ocurre en el rincón. Desliza el dedo dentro y
fuera de mí, una y otra vez. Mi respiración… Dios, resulta tan embarazoso. Quiero
decirle que pare… y que continúe… que pare. Y me arqueo contra él, y él tensa el
brazo que me rodea, y siento su erección contra mi cadera.
Nos paramos en el piso cuarenta y cuatro. ¿Oh… cuánto va a durar esta
tortura? Dentro… fuera… dentro… fuera. Sutilmente, me aferro a su dedo persistente.
¡Después de todo este tiempo sin tocarme, escoge hacerlo ahora! ¡Aquí! Y eso me hace
sentir tan… lujuriosa.
—Chsss —musita él, con aparente indiferencia cuando entran dos personas
más.
El ascensor empieza estar abarrotado. Harry nos desplaza a ambos más
al fondo, de modo que ahora estamos apretujados contra el rincón; me coloca en
posición y sigue torturándome. Hunde la nariz en mi cabello. Si alguien se molestara en
darse la vuelta y viera lo que estamos haciendo, estoy segura de que nos tomaría por
una joven pareja de enamorados haciéndose arrumacos… Y entonces desliza un
segundo dedo en mi interior.
¡Ah! Gimo, y agradezco que el grupo de gente que tenemos delante siga
charlando, totalmente ajeno.
Oh, Harry, qué estás haciendo conmigo… Apoyo la cabeza en su pecho,
cierro los ojos y me rindo a sus dedos implacables.
—No te corras —susurra—. Eso lo quiero para después.
Pone la mano abierta sobre mi vientre, aprieta ligeramente, y sigue con su
dulce acoso. La sensación es exquisita.
Finalmente el ascensor llega a la planta baja. Las puertas se abren con un
tintineo sonoro y los pasajeros empiezan a salir casi al instante. Harry retira
lentamente los dedos de mi interior, y me besa la parte de atrás de la cabeza. Me giro
para mirarle y está sonriendo, volviendo a saludar con una inclinación de cabeza al
señor del traje marrón poco favorecedor, que le devuelve el gesto y sale del ascensor
con su esposa. Yo apenas soy consciente de todo ello, concentrada en mantenerme
erguida y controlar los jadeos. Dios, me siento dolorida y desamparada. Harry me
suelta y deja que me aguante por mi propio pie, sin apoyarme en él.
Me doy la vuelta y le miro fijamente. Parece relajado, sereno, con su
compostura habitual… Esto es muy injusto.
—¿Lista? —pregunta.
Sus ojos centellean malévolos. Se mete el dedo índice en la boca y después
el medio, y los chupa.
—Pura delicia, señorita Steele —susurra.
Y están a punto de darme las convulsiones del orgasmo.
—No puedo creer que acabes de hacer eso —musito, al borde de
desgarrarme por dentro.
—Le sorprendería lo que soy capaz de hacer, señorita Steele —dice.
Alarga la mano y me recoge un mechón de pelo detrás de la oreja, con una
leve sonrisa que delata cuánto se divierte.
—Quiero poseerte en casa, pero puede que no pasemos del coche.
Me dedica una sonrisa cómplice, me da la mano y me hace salir del
ascensor.
¿Qué? ¿Sexo en el coche? ¿Y no podríamos hacerlo aquí, sobre el mármol
frío del suelo del vestíbulo… por favor?
—Vamos.
—Sí, quiero hacerlo.
—¡Señorita Steele! —me riñe, fingiéndose escandalizado.
—Nunca he practicado el sexo en un coche —balbuceo.
Harry se para, me pone esos mismos dedos bajo la barbilla, me echa la
cabeza hacia atrás y me mira fijamente.
—Me alegra mucho oír eso. Debo decir que me habría sorprendido mucho, por no decir molestado, que no hubiera sido así.
Me ruborizo y parpadeo sin dejar de mirarle. Pues claro: yo solo he tenido
relaciones sexuales con él. Frunzo el ceño.
—No quería decir eso.
—¿Qué querías decir?
De pronto su voz tiene un matiz de dureza.
—Solo era una forma de hablar, Harry.
—Ya. La famosa expresión: «Nunca he practicado el sexo en un coche». Sí,
es muy conocida.
¿Qué le pasa ahora?
—Harry, lo he dicho sin pensar… Por Dios, tú acabas de… hacerme eso
en un ascensor lleno de gente. Tengo la mente aturdida.
Él arquea las cejas.
—¿Qué te he hecho yo? —me desafía.
Le miro ceñuda. Quiere que lo diga.
—Me has excitado. Muchísimo. Ahora llévame a casa y fóllame.
Él abre la boca y se echa a reír, sorprendido. En este momento parece muy
joven y despreocupado. Oh, me encanta oírle reír, porque pasa muy pocas veces.
—Es usted una romántica empedernida, señorita Steele.
Me da la mano y salimos del edificio, donde nos espera el aparcacoches
con mi Saab.
* * *
—¿Así que quieres sexo en el coche? —murmura Harry cuando pone en
marcha el motor.
—La verdad es que en el suelo del vestíbulo también me habría parecido
bien.
—Créeme, ________, a mí también. Pero no me gusta que me detengan a estas
horas de la noche, y tampoco quería follarte en un lavabo. Bueno, hoy no.
¡Qué!
—¿Quieres decir que existía esa posibilidad?
—Pues sí.
—Regresemos.
Se vuelve a mirarme y se ríe. Su risa es contagiosa, y no tardamos en
romper a reír los dos con la cabeza echada hacia atrás, unas carcajadas maravillosas y
catárticas. Él se inclina hacia mí y pone la mano en mi rodilla, y sus dedos expertos me
acarician dulcemente. Dejo de reír.
—Paciencia, _________ —musita, y se incorpora al tráfico de Seattle.
* * *
Hary aparca el Saab en el parking del Escala y apaga el motor. De
pronto, en los confines del coche, la atmósfera entre los dos cambia. Yo le miro
anhelante, expectante, e intento contener las palpitaciones de mi corazón. Él se ha
girado hacia mí y se ha apoyado en la puerta, con el codo sobre el volante.
Con el pulgar y el índice, tira suavemente de su labio inferior. Su boca me
perturba, la quiero sobre mí. Me observa intensamente con sus oscuros ojos Verdes. Se
me seca la boca. Él responde con una leve y sensual sonrisa.
—Follaremos en el coche en el momento y el lugar que yo escoja. Pero
ahora mismo quiero poseerte en todas las superficies disponibles de mi apartamento.
Es como si me tocara por debajo de la cintura… la diosa que llevo dentro
ejecuta cuatro arabesques y un pas de basque.
—Sí.
Dios, estoy jadeando, desesperada.
Él se inclina ligeramente hacia delante. Yo cierro los ojos y espero su beso,
pensando: Por fin. Pero no pasa nada. Pasados unos segundos interminables, abro los
ojos y descubro que me está mirando fijamente. No sé qué está pensando, pero antes de
que pueda decir nada, vuelve a descolocarme.
—Si te beso ahora, no conseguiremos llegar al piso. Vamos.
¡Agh! ¿Cómo puede ser tan frustrante este hombre? Baja del coche.
Una vez más, esperamos el ascensor. Mi cuerpo vibra de expectación.
Harry me coge la mano y me pasa el pulgar sobre los nudillos, rítmicamente, y con
cada caricia me estremezco por dentro. Oh, deseo sus manos en todo mi cuerpo. Ya me
ha torturado bastante.
—¿Y qué pasó con la gratificación instantánea? —murmuro mientras
esperamos.
—No es apropiada en todas las situaciones, __________.
—¿Desde cuándo?
—Desde esta noche.
—¿Por qué me torturas así?
—Ojo por ojo, señorita Steele.
—¿Cómo te torturo yo?
—Creo que ya lo sabes.
Le miro fijamente, pero es difícil interpretar su expresión. Quiere que le dé
una respuesta… eso es.
—Yo también estoy a favor de aplazar la gratificación —murmuro con una
sonrisa tímida.
De pronto, tira de mi mano y me toma en sus brazos. Me agarra el pelo de
la nuca y me echa la cabeza hacia atrás suavemente.
—¿Qué puedo hacer para que digas que sí? —pregunta febril, y vuelve a
pillarme a contrapié.
Me quedo mirando su expresión encantadora, seria y desesperada.
—Dame un poco de tiempo… por favor —murmuro.
Deja escapar un leve gruñido, y por fin me besa, larga y apasionadamente.
Luego entramos en el ascensor, y somos solo manos y bocas y lenguas y labios y dedos
y cabello. El deseo, denso y fuerte, invade mi sangre y enturbia mi mente. Él me
empuja contra la pared, presionando con sus caderas, sujetándome con una mano en mi
pelo y la otra en mi barbilla.
—Te pertenezco —susurra—. Mi destino está en tus manos, _______.
Sus palabras me embriagan, y ardo en deseos de despojarle de la ropa. Tiro
de su chaqueta hacia atrás, y cuando el ascensor llega al piso salimos a trompicones al
vestíbulo.
Harry me clava en la pared junto al ascensor, su chaqueta cae al suelo,
y, sin separar su boca de la mía, sube la mano por mi pierna y me levanta el vestido.
—Esta es la primera superficie —musita y me levanta bruscamente—.
Rodéame con las piernas.
Hago lo que me dice, y él se da la vuelta y me tumba sobre la mesa del
vestíbulo, y queda de pie entre mis piernas. Me doy cuenta de que el jarrón de flores
que suele estar allí ya no está. ¿Eh? Harry mete la mano en el bolsillo del pantalón,
saca el envoltorio plateado, me lo da y se baja la cremallera.
—¿Sabes cómo me excitas?
—¿Qué? —jadeo—. No… yo…
—Pues sí —musita—, a todas horas.
Me quita el paquete de las manos. Oh, esto va muy rápido, pero después de
todo ese ritual de provocación le deseo con locura, ahora mismo, ya. Él me mira, se
pone el condón, y luego planta las manos debajo de mis muslos y me separa más las
piernas.
Se coloca en posición y se queda quieto.
—No cierres los ojos. Quiero verte —murmura.
Me coge ambas manos con las suyas y se sumerge despacio dentro de mí.
Yo lo intento, de verdad, pero la sensación es tan deliciosa. Es lo que había
estado esperando después de todos esos juegos. Oh, la plenitud, esta sensación…
Gimo y arqueo la espalda sobre la mesa.
—¡Abiertos! —gruñe apretándome las manos, y me penetra con dureza y
grito.
Abro los ojos, y él me está mirando con los suyos muy abiertos. Se retira
despacio y luego se hunde en mí otra vez, y su boca se relaja y dibuja un «Ah…», pero
no dice nada. Al verle tan excitado, al ver la reacción que le provoco, me enciendo por
dentro y la sangre me arde en las venas. Sus ojos Verdes me fulminan e incrementa el
ritmo, y yo me deleito con ello, gozo con ello, viéndole, viéndome… su pasión, su
amor… y juntos alcanzamos el clímax.
Chillo al llegar al orgasmo, y Harry hace lo mismo.
—¡Sí, __________! —grita.
Se derrumba sobre mí, me suelta las manos y apoya la cabeza en mi seno.
Yo sigo envolviéndole con las piernas y, bajo la mirada maternal y paciente de los
cuadros de Madonas, acuno su cabeza contra mí e intento recuperar el aliento.
Él levanta la cabeza para mirarme.
—Todavía no he terminado contigo —murmura, se incorpora y me besa.
* * *
Estoy en la cama de Harry, desnuda y tumbada sobre su pecho,
jadeando. Por Dios… ¿nunca se le agota la energía? Sus dedos me recorren la espalda,
arriba y abajo.
—¿Satisfecha, señorita Steele?
Yo asiento con un murmullo. Ya no me quedan fuerzas para hablar. Levanto
la cabeza y vuelvo mi mirada borrosa hacia él, deleitándome con sus ojos cálidos y
cariñosos. Inclino la cabeza hacia abajo muy despacio, dejándole clara mi intención de
que voy a besarle el torso.
Él se tensa un momento, y yo le planto un leve beso en el vello del pecho,
aspirando ese extraordinario aroma a Harry, mezcla de sudor y sexo. Es
embriagador. Él se mueve para ponerse de costado, de manera que quedo tumbada a su
lado, y baja la vista y me mira.
—¿El sexo es así para todo el mundo? Me sorprende que la gente no se
quede en casa todo el tiempo —murmuro, con repentina timidez.
Él sonríe.
—No puedo hablar en nombre de todo el mundo, ________, pero contigo es
extraordinariamente especial.
Se inclina y me besa.
—Eso es porque usted es extraordinariamente especial, señor Styles —
añado sonriendo, y le acaricio la cara.
Él me mira y parpadea, desconcertado.
—Es tarde. Duérmete —dice.
Me besa, luego se tumba, me atrae hacia él, y se pega a mi espalda.
—No te gustan los halagos.
—Duérmete, _____________.
Ah… pero él es extraordinariamente especial. Dios… ¿por qué no se da
cuenta?
—Me encantó la casa —murmuro.
Permanece un buen rato sin decir nada, pero noto que sonríe.
—A mí me encantas tú. Duérmete.
Hunde la nariz en mi pelo y me voy deslizando en el sueño, segura en sus
brazos, soñando con puestas de sol y grandes ventanales y amplias escalinatas… y con
un crío con el pelo cobrizo que corre por un prado, riendo y dando grititos mientras yo
le persigo.
* * *
—Tengo que irme, nena.
Harry me besa justo debajo de la oreja.
Abro los ojos: ya es de día. Me doy la vuelta para mirarle, pero ya se ha
levantado y arreglado y se inclina, fresco y delicioso, sobre mí.
—¿Qué hora es?
Oh, no… no quiero llegar tarde.
—No te asustes. Yo tengo un desayuno de trabajo —me dice, frotando su
nariz contra la mía.
—Hueles bien —murmuro, y me desperezo debajo de él.
Siento una placentera tensión en las extremidades, que crujen después de
todas nuestras proezas de ayer. Le echo los brazos al cuello.
—No te vayas.
Él ladea la cabeza y arquea una ceja.
—Señorita Steele… ¿acaso intenta hacer que un hombre honrado no cumpla
con su jornada de trabajo?
Yo asiento medio dormida, y él sonríe, con esa nueva sonrisa tímida.
—Eres muy tentadora, pero tengo que marcharme.
Me besa y se incorpora. Lleva un traje azul oscuro muy elegante, una
camisa blanca y una corbata azul marino que le dan aspecto de presidente ejecutivo…
un presidente terriblemente sexy.
—Hasta luego, nena —murmura, y se va.
Echo un vistazo al despertador y veo que ya son las siete… no debo de
haber oído la alarma. Bueno, hora de levantarse.
* * *
Mientras me ducho, tengo una nueva inspiración: se me ha ocurrido otro
regalo de cumpleaños para Harry. Es muy difícil comprarle algo a un hombre que lo
tiene todo. Ya le he dado mi regalo principal, y también está el otro que le compré en
la tienda para turistas, pero este nuevo regalo será en realidad para mí. Cuando cierro
el grifo, me rodeo con los brazos emocionada ante la perspectiva. Solo tengo que
prepararlo.
En el vestidor me pongo un traje rojo ceñido con un gran escote cuadrado.
Sí, no es excesivo para ir a trabajar.
Ahora, para el regalo de Harry. Empiezo a revolver en los cajones
buscando sus corbatas. En el último cajón encuentro esos vaqueros descoloridos y
rasgados que lleva en el cuarto de juegos… esos con los que está condenadamente
sensual. Los acaricio cuidadosamente con la mano. Oh, la tela es muy suave.
Debajo descubro una caja de cartón negra, ancha y plana, que despierta mi
interés al instante. ¿Qué hay ahí? La miro, y vuelvo a tener la sensación de estar
invadiendo una propiedad privada. La saco y la agito un poco. Pesa, como si
contuviera documentos o manuscritos. No puedo resistirme. Abro la tapa… e
inmediatamente vuelvo a cerrarla. Dios santo, son fotografías del cuarto rojo. La
conmoción me obliga a sentarme sobre los talones, mientras intento borrar la imagen
de mi mente. ¿Por qué he abierto la caja? ¿Por qué guarda Harry esas fotos?
Me estremezco. Mi subconsciente me mira ceñuda: Esto es anterior a ti.
Olvídalo.
Tiene razón. Cuando me levanto veo que las corbatas están colgadas al
fondo de la barra del armario. Cuando encuentro mi preferida, salgo corriendo.
Esas fotografías son A._______.: Antes de ________-. Mi subconsciente asiente para
darme la razón, pero me dirijo hacia la sala para desayunar sintiendo un peso en el
corazón. La señora Jones me sonríe con afecto y luego frunce el ceño.
—¿Va todo bien, ___________? —pregunta con amabilidad.
—Sí —murmuro, distraída—. ¿Tiene usted una llave del… cuarto de
juegos?
Ella, sorprendida, se queda quieta un momento.
—Sí, claro. —Se descuelga un manojo de llaves del cinturón—. ¿Qué le
apetece para desayunar, querida? —pregunta cuando me entrega las llaves.
—Solo muesli. Enseguida vuelvo.
Ahora, desde que he encontrado esas fotografías, ya no tengo tan claro lo
del regalo. ¡No ha cambiado nada!, me increpa de nuevo mi subconsciente, mirándome
por encima de sus gafas de media luna. Esa imagen que viste era erótica, interviene la
diosa que llevo dentro, y yo le respondo torciendo el gesto mentalmente. Sí, era
demasiado… erótica para mí.
¿Qué otras cosas habrá escondido? Rebusco en la cómoda rápidamente,
cojo lo que necesito, y cierro con llave el cuarto de juegos al salir. ¡Solo faltaría que
José viera esto!
Le devuelvo las llaves a la señora Jones y me siento a devorar el desayuno,
sintiéndome extraña porque Harry no está. La imagen de la fotografía aparece en mi
mente sin que nadie la haya invitado. Me pregunto quién era. ¿Leila, quizá?
* * *
De camino al trabajo, medito si decirle o no a Harry que he encontrado
sus fotografías. No, grita mi subconsciente con su cara a lo Edvard Munch. Decido que
probablemente tiene razón.
En cuanto me siento a mi escritorio, vibra la BlackBerry.
De: Harry Styles
Fecha: 17 de junio de 2011 08:59
Para: ______________ Steele
Asunto: Superficies
Calculo que quedan como mínimo unas treinta superficies. Me hacen
mucha ilusión todas y cada una de ellas. Luego están los suelos, las paredes… y no
nos olvidemos del balcón.
Y después de eso está mi despacho…
Te echo de menos. x
Harry Styles
Priápico presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
Su e-mail me hace sonreír, y mis anteriores reservas desaparecen
totalmente. A quien desea ahora es a mí, y el recuerdo de las correrías sexuales de
anoche invade mi mente… el ascensor, el vestíbulo, la cama. «Priápico» es el término
adecuado. Me pregunto vagamente cuál sería el equivalente femenino.
De: ____________ Steele
Fecha: 17 de junio de 2011 09:03
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Romanticismo?
Señor Styles:
Tiene usted una mente unidireccional.
Te eché de menos en el desayuno.
Pero la señora Jones estuvo muy complaciente.
________ x
De: Harry Styles
Fecha: 17 de junio de 2011 09:07
Para: ____________ Steele
Asunto: Intrigado
¿En qué fue complaciente la señora Jones?
¿Qué está tramando, señorita Steele?
Harry Styles
Intrigado presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
¿Cómo lo sabe?
De: ___________ Steele
Fecha: 17 de junio de 2011 09:10
Para: Harry Styles
Asunto: Es un secreto
Espera y verás: es una sorpresa.
Tengo que trabajar… no me molestes.
Te quiero.
______ x
De: Harry Styles
Fecha: 17 de junio de 2011 09:12
Para: ____________ Steele
Asunto: Frustrado
Odio que me ocultes cosas.
Harry Styles
Presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
Me quedo mirando la pequeña pantalla de mi BlackBerry. La vehemencia
implícita en este e-mail me coge por sorpresa. ¿Por qué se siente así? No es como si
yo estuviera escondiendo fotografías eróticas de mis ex.
De: ____________ Steele
Fecha: 17 de junio de 2011 09:14
Para: Harry Styles
Asunto: Mimos
Es por tu cumpleaños.
Otra sorpresa.
No seas tan arisco.
_________x
Él no me contesta inmediatamente, y entonces me llaman para acurdir a una
reunión, así que no puedo entretenerme mucho.
* * *
Cuando vuelvo a echar un vistazo a mi BlackBerry, veo horrorizada que son
las cuatro de la tarde. ¿Cómo ha pasado tan rápido el día? Sigue sin haber ningún
mensaje de Harry. Decido volver a mandarle un e-mail.
De: _________ Steele
Fecha: 17 de junio de 2011 16:03
Para: Harry Styles
Asunto: Hola
¿No me hablas?
Acuérdate de que saldré a tomar una copa con José, y que se quedará a
dormir esta noche.
Por favor, piénsate lo de venir con nosotros.
__________ x
No me contesta, y siento un escalofrío de inquietud. Espero que esté bien.
Le llamo al móvil y salta el contestador. La grabación dice simplemente: «Styles, deja
tu mensaje», en un tono muy cortante.
—Hola… esto… soy yo, ____________. ¿Estás bien? Llámame —le hablo
tartamudeante al contestador.
No había tenido que hacerlo nunca. Me ruborizo y cuelgo. ¡Pues claro que
sabrá que eres tú, boba! Mi subconsciente me mira poniendo los ojos en blanco. Me
siento tentada de telefonear a Andrea, su ayudante, pero decido que eso sería ir
demasiado lejos. Vuelvo al trabajo de mala gana.
* * *
De repente suena mi teléfono y el corazón me da un vuelco. ¡Harry! Pero
no: es Perrie, mi mejor amiga… ¡por fin!
—¡___________! —grita ella desde donde quiera que esté.
—¡Perrie! ¿Has vuelto? Te he echado de menos.
—Yo también. Tengo que contarte muchas cosas. Estamos en el
aeropuerto… mi hombre y yo.
Y suelta una risita tonta, bastante impropia de Perrie.
—Fantástico. Yo también tengo muchas cosas que contarte.
—¿Nos vemos en el apartamento?
—He quedado con José para tomar algo. Vente con nosotros.
—¿José está aquí? ¡Pues claro que iré! Mandadme un mensaje con la
dirección del bar.
—Vale —digo con una sonrisa radiante.
—¿Estás bien, ___________?
—Sí, muy bien.
—¿Sigues con Harry?
—Sí.
—Bien. ¡Hasta luego!
Oh, no, ella también. La influencia de Elliot no conoce fronteras.
—Sí… hasta luego, nena.
Sonrío, y ella cuelga.
Uau. Kate ha vuelto. ¿Cómo voy a contarle todo lo que ha pasado? Debería
apuntarlo, para no olvidarme de nada.
* * *
Una hora después suena el teléfono de mi despacho: ¿Christian? No, es
Claire.
—Deberías ver al chico que pregunta por ti en recepción. ¿Cómo es que
conoces a tantos tíos buenos, __________?
José debe de haber llegado. Echo un vistazo al reloj: las seis menos cinco.
Siento un pequeño escalofrío de emoción. Hace muchísimo que no le veo.
—¡___________… uau! Estás guapísima. Muy adulta —exclama, con una sonrisa de
oreja a oreja.
Solo porque llevo un vestido elegante… ¡vaya!
Me abraza fuerte.
—Y alta —murmura, sorprendido.
—Es por los zapatos, José. Tú tampoco estás nada mal.
Él lleva unos vaqueros, una camiseta negra y una camisa de franela a
cuadros blancos y negros.
—Voy a por mis cosas y nos vamos.
—Bien. Te espero aquí.
* * *
Cojo las dos cervezas Rolling Rocks de la abarrotada barra y voy a la mesa
donde está sentado José.
—¿Has encontrado sin problemas la casa de Harry?
—Sí. No he entrado. Subí con el ascensor de servicio y entregué las fotos.
Las recogió un tal Taylor. El sitio parece impresionante.
—Lo es. Espera a que lo veas por dentro.
—Estoy impaciente. Salud, __________. Seattle te sienta bien.
Me sonrojo y brindamos con las botellas. Es Harry lo que me sienta
bien.
—Salud. Cuéntame qué tal fue la exposición.
Sonríe radiante y se lanza a explicármelo, entusiasmado. Vendió todas las
fotos menos tres, y con eso ha pagado el préstamo académico y aún le queda algo de
dinero para él.
—Y la oficina de turismo de Portland me ha encargado unos paisajes. No
está mal, ¿eh? —dice orgulloso.
—Oh, eso es fantástico, José. Pero ¿no interferirá con tus estudios? —
pregunto con cierta preocupación.
—Qué va. Ahora que vosotras os habéis ido, y también los otros tres tipos
con los que solía salir, tengo más tiempo.
—¿No hay ninguna monada que te mantenga ocupado? La última vez que te
vi estabas rodeado de una docena de chicas que se te comían con los ojos —le digo,
arqueando una ceja.
—Qué va, __________. Ninguna de ellas es lo bastante mujer para mí —suelta en
plan fanfarrón.
—Claro. José Rodríguez, el rompecorazones —replico con una risita.
—Eh… que yo también tengo mi encanto, Steele.
Parece ofendido, y me arrepiento un poco de mis palabras.
—Estoy convencida de eso —le digo en tono conciliador.
—¿Y cómo está Grey? —pregunta, de nueve afable.
—Está bien. Estamos bien —murmuro.
—¿Dijiste que la cosa va en serio?
—Sí, va en serio.
—¿No es demasiado mayor para ti?
—Oh, José. ¿Sabes qué dice mi madre? Que yo ya nací vieja.
José hace un gesto irónico.
—¿Cómo está tu madre? —pregunta, y de ese modo salimos de terreno
pantanoso.
—¡_____________!
Me doy la vuelta, y ahí están Kate y Ethan. Ella está guapísima, con un
bronceado fantástico, tonos rojizos en su rubia cabellera y una preciosa y deslumbrante
sonrisa. Viste una camisola blanca y unos tejanos ajustados del mismo color que le
hacen un tipo estupendo. Todo el mundo la mira. Yo me levanto de un salto para darle
un abrazo. ¡Oh, cómo la he echado de menos!
Ella me aparta un poco para examinarme bien. Me mira de arriba abajo y
yo me ruborizo.
—Has adelgazado. Mucho. Y estás distinta. Pareces más mayor. ¿Qué ha
pasado? —dice con una actitud muy maternal—. Me gusta tu vestido. Te sienta bien.
—Han pasado muchas cosas desde que te fuiste. Ya te lo contaré luego,
cuando estemos solas.
Ahora mismo no estoy preparada para la santa inquisidora Perrie Edwards. Ella me mira con suspicacia.
—¿Estás bien? —pregunta cariñosamente.
—Sí —respondo sonriendo, aunque estaría mejor si supiera dónde está
Christian.
—Estupendo.
—Hola, Ethan.
Le sonrío, y él me da un pequeño abrazo.
—Hola, _________ —me susurra al oído.
—¿Qué tal la comida con Mia? —le pregunto.
—Interesante —contesta, muy críptico.
¿Oh?
—Ethan, ¿conoces a José?
—Nos vimos una vez —masculla José mirando intensamente a Ethan al
estrecharle la mano.
—Sí, en Vancouver, en casa de Perrie—dice Ethan, que le sonríe
afablemente—. Bueno, ¿quién quiere una copa?
Voy al lavabo, y desde allí le mando un mensaje a Christian con la
dirección del bar; a lo mejor se viene con nosotros. No tengo llamadas perdidas suyas,
ni e-mails. Eso es muy raro en él.
—¿Qué pasa, Ana? —pregunta José cuando vuelvo a la mesa.
—No localizo a Christian. Espero que esté bien.
—Seguro que sí. ¿Otra cerveza?
—Claro.
Perrie se me acerca.
—¿Ethan dice que una ex novia loca entró con una pistola en el
apartamento?
—Bueno… sí.
Me encojo de hombros a modo de disculpa. Oh, vaya… ¿ahora tenemos que
hablar de eso?
—_____________… ¿qué demonios ha pasado?
De pronto Perrie se interrumpe y saca su móvil.
—Hola, nene —dice cuando contesta. ¡Nene! Frunce el ceño y me mira—.
Claro —dice, y se vuelve hacia mí—. Es Elliot… quiere hablar contigo.
—_________________.
Elliot habla con voz entrecortada, y a mí se me eriza el vello.
—Es Harry. No ha vuelto de Portland.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
—Su helicóptero ha desaparecido.
—¿El Charlie Tango? —digo en un susurro. Me falta el aire—. ¡No!

No Harryyy noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo NOOOOOO Puedes Morirrr!!!!! Rayis te Amaaaa!!!!!Nooooo puede serrrrrrrrrrrrr!!!!!!!!!
Comenten si quieren que suba el Proximo capitulo!!
CarolineR2
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Mensaje por mireia_3 Jue 27 Dic 2012, 10:46 am

Sube el otro capítulo cuando puedaas!!!
mireia_3
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50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA - Página 9 Empty Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA

Mensaje por ane-styles Jue 27 Dic 2012, 12:25 pm

Primero, quiero presentarme: Me llamo Ane, y tengo 15 años, euskalduna.
Hola, Caroline! Llevo leyendo novelas de este foro desde hace meses, creo recordar que desde junio, exactamente. Y, por una cosa o por otra, la verdad, no he tenido tiempo e hacerme cuenta aqui. Y, tu adaptacion, ha conseguido que por fin me decida.
Te felicito por lo bien que la has adaptado a Harry, y... Bueno, que tanto como la primera parte (50 sombras de Styles) como esta segunda, son geniales y me han encantado.
Espero que subas lo mas pronto posible... Y con esto me despido...

Ane xx.
ane-styles
ane-styles


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Mensaje por vanessavalerio98 Jue 27 Dic 2012, 12:51 pm

SUBE EL CAPITULO YAAAA!!!!!!!!!!! por favor no me hagas morir!!! por favor andale subelo YA!!! :wut:
vanessavalerio98
vanessavalerio98


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Mensaje por CarolineR2 Jue 27 Dic 2012, 1:31 pm

ane-styles escribió:Primero, quiero presentarme: Me llamo Ane, y tengo 15 años, euskalduna.
Hola, Caroline! Llevo leyendo novelas de este foro desde hace meses, creo recordar que desde junio, exactamente. Y, por una cosa o por otra, la verdad, no he tenido tiempo e hacerme cuenta aqui. Y, tu adaptacion, ha conseguido que por fin me decida.
Te felicito por lo bien que la has adaptado a Harry, y... Bueno, que tanto como la primera parte (50 sombras de Styles) como esta segunda, son geniales y me han encantado.
Espero que subas lo mas pronto posible... Y con esto me despido...

Ane xx.

Awwww Gracias por Comentara Ane!
La Sigo Pronto
CarolineR2
CarolineR2


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Mensaje por CarolineR2 Jue 27 Dic 2012, 1:31 pm

vanessavalerio98 escribió:SUBE EL CAPITULO YAAAA!!!!!!!!!!! por favor no me hagas morir!!! por favor andale subelo YA!!! :wut:

Subo cuando Pueda
CarolineR2
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Mensaje por givemelove Jue 27 Dic 2012, 4:17 pm

Seguila,me encanta sdlfkjdkfhjks :)
givemelove
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Mensaje por indigo. Vie 28 Dic 2012, 5:46 am

Soy tu nueva lectora, me has atrapado con la niveka, llevo tres dias sin parar de leer xD
Me has dejado con la boca abierta y con una tension increible.
Que le pasa a Harryyyyy?
Siguelaa por favor.
Por cierto, soy Kathe.
indigo.
indigo.


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Mensaje por Anne Hale Vie 28 Dic 2012, 9:18 am

OMG! Sube! Sube!!
Besos
Anne Hale
Anne Hale


http://ready-tokill-myself.tumblr.com/

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Mensaje por Sweet. Vie 28 Dic 2012, 1:43 pm

Nueva Lectora

djfbrhjgberhgberjgnerjgnerjg *-* Que le pasa a Harry? Yo quede como OMFG!
Tienes que seguirla por el Amor de Dios!!!!!!!!! Se que me amas y subiras el capitulo :)
Por cierto soy Sofi :)
Sweet.
Sweet.


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Mensaje por *Abby Galvaan* Vie 28 Dic 2012, 1:48 pm

VAS HAPPENIN´??????????

Caroline!!! Por Favor te lo suplico siguela!!!! Que Le paso a Harry?!!!!!!


Te juro que he llorado al leer eso!! que ha pasado!! me tienes mega muerta de la intergia siguela por favor!!! a por cierto he leido tu nueva nove! y me encanta eres muy buena!! siguela pronto!!!!!!♥
*Abby Galvaan*
*Abby Galvaan*


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Mensaje por CarolineR2 Vie 28 Dic 2012, 5:41 pm

Oh chicas gracias por comentar, no he tenido tiempo de contestarle a todas pero les aseguro que muy pronto les subo el capitulo!!!!

voy a adaptar otra novela que se llama i will be your protector :)
CarolineR2
CarolineR2


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Mensaje por vanessavalerio98 Vie 28 Dic 2012, 6:13 pm

wuwuw muchisimas gracias por tomarte el tiempo de subir capitulos gracias encerio :) .. sube cuando puedas :) y que bueno que adaptaras otra novela , va a ser genial :) sube cuando puedas

vane xx


vanessavalerio98
vanessavalerio98


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Mensaje por CarolineR2 Vie 28 Dic 2012, 8:36 pm

CAPITULO 19

Contemplo las llamas, anonadada. Llamaradas centelleantes, anaranjadas
con brotes azul cobalto, que danzan y se entrelazan en la chimenea del apartamento de Harry. Y, a pesar del calor que irradia el fuego y de la manta que me cubre los
hombros, tengo frío. Un frío que me penetra hasta los huesos.
Oigo vagamente voces que susurran, muchas voces susurrantes. Pero es un
zumbido distante, de fondo. No escucho las palabras. Lo único que oigo, lo único en lo
que soy capaz de concentrarme, es en el tenue siseo del gas que arde en el hogar.
Me pongo a pensar en la casa que vimos ayer y en aquellas enormes
chimeneas: chimeneas de verdad para troncos de leña. Me gustaría hacer el amor con
Harry frente a un fuego de verdad. Me gustaría hacer el amor con Harry frente a
este fuego. Sí, sería divertido. Seguro que a él se le ocurriría algún modo de
convertirlo en memorable, como todas las veces que hemos hecho el amor. Incluso las
veces en que solo hemos follado, me digo con ironía. Sí, esas también fueron bastante
memorables… ¿Dónde está?
Las llamas bailan y parpadean, cautivándome, aturdiéndome. Me concentro
solamente en su belleza brillante y abrasadora. Son hechizantes.
«Eres tú la que me has hechizado, __________.»
Eso fue lo que dijo la primera vez que durmió conmigo en mi cama. Oh,
no…
Me rodeo el cuerpo con los brazos, la realidad se filtra sangrante en mi
conciencia y se me cae el mundo encima. El vacío que se ha apoderado de mis entrañas
se expande un poco más. El Charlie Tango ha desaparecido.
—__________. Tenga.
La voz de la señora Jones, insistiéndome con delicadeza, me transporta de
nuevo a la habitación, al ahora, a la angustia. Me ofrece una taza de té. Se lo agradezco
y cojo la taza, que repiquetea contra el platito en mis manos temblorosas.
—Gracias —susurro, con la voz quebrada por el llanto reprimido y por el
enorme nudo que tengo en la garganta.
Mia está sentada frente a mí en el inmenso sofá en forma de U cogiendo de
la mano a Grace, que está a su lado. Las dos me miran fijamente con la ansiedad y el
sufrimiento impresos en sus hermosos rostros. Grace parece avejentada: una madre
preocupada por su hijo. Yo parpadeo, sin expresión. No puedo ofrecerles una sonrisa
tranquilizadora, ni una lágrima siquiera: no hay nada, solo palidez y ese creciente
vacío. Observo a Elliot, a José y a Ethan, que están de pie junto a la barra del
desayuno, hablando en voz baja con cara seria. Comentan algo en un tono muy quedo.
Detrás se encuentra la señora Jones, que se mantiene ocupada en la cocina.
Perrie está en la sala de la televisión, pendiente de los informativos locales.
Oigo el débil sonido de la gran pantalla de plasma. No soy capaz de volver a ver la
noticia —HARRY STYLES, DESAPARECIDO— ni su atractivo rostro en la
televisión.
Me da por pensar que nunca he visto a tanta gente en este gran salón, que
aun así es tan enorme que les empequeñece a todos. Son pequeñas islas de gente
perdida y angustiada en casa de mi Cincuenta. ¿Qué pensaría él de su presencia aquí?
En algún lugar Taylor y Carrick están hablando con las autoridades, que nos
van proporcionando información con cuentagotas; pero todo eso no tiene ninguna
importancia. El hecho es que él ha desaparecido. Hace ocho horas que desapareció. Y
no hay noticias ni rastro de él. Lo único que sé es que la búsqueda se ha suspendido.
Ya ha anochecido. Y no sabemos dónde está. Puede estar herido, hambriento o algo
peor. ¡No!
Elevo una nueva plegaria silenciosa a Dios. Por favor, que Harry esté
bien. Por favor, que Harry esté bien. La repito mentalmente una y otra vez: es mi
mantra, mi tabla de salvación, algo a lo que aferrarme en mi desesperación. Me niego a
pensar lo peor. No, eso ni pensarlo. Aún hay esperanza.
«Tú eres mi tabla de salvación.»
Las palabras de Harry acuden a mi memoria. Sí, la esperanza es lo
último que se pierde. No debo desesperar. Sus palabras resuenan en mi mente.
«Ahora soy un firme defensor de la gratificación inmediata. Carpe diem,
_________.»
¿Por qué yo no he disfrutado del momento?
«Hago esto porque finalmente he conocido a alguien con quien quiero pasar
el resto de mi vida.»
Cierro los ojos y rezo en silencio, meciéndome levemente. Por favor, no
dejes que el resto de su vida sea tan breve. Por favor, por favor. No hemos pasado
suficiente tiempo juntos… necesitamos más tiempo. Hemos hecho tantas cosas en las
pocas semanas que han pasado. Esto no puede terminar. Todos nuestros momentos de
ternura: el pintalabios, cuando me hizo el amor por primera vez en el hotel Olympic, él
postrado de rodillas, ofreciéndose a mí… tocarle finalmente.
«Yo sigo siendo el mismo, ________. Te Amo y te necesito. Tócame. Por
favor.»
Oh, le amo tanto. No seré nada sin él, tan solo una sombra… toda la luz se
eclipsará. No, no, no… mi pobre Harry.
«Este soy yo, _________. Todo lo que soy… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que
hacer para que te des cuenta de eso? Para hacerte ver que quiero que seas mía de la
forma que tenga que ser. Que te quiero.»
Y yo a ti, mi Cincuenta Sombras.
Abro los ojos y una vez más contemplo el fuego con la mirada perdida, y
recuerdos del tiempo que pasamos juntos revolotean en mi mente: su alegría juvenil
cuando estábamos navegando y volando; su aspecto sofisticado, distinguido y
terriblemente sexy en el baile de máscaras; bailar, oh, sí, bailar en el piso, dando
vueltas por el salón con Sinatra de fondo; su esperanza silenciosa y anhelante ayer
cuando fuimos a ver la casa… aquella vista tan espectacular.
«Pondré el mundo a tus pies, _______. Te quiero, en cuerpo y alma, para
siempre.»
Oh, por favor, que no le haya pasado nada. No puede haberse ido. Él es el
centro de mi universo.
Se me escapa un sollozo ahogado, y me tapo la boca con la mano. No, he de
ser fuerte.
De pronto José está a mi lado… ¿o lleva un rato aquí? No tengo ni idea.
—¿Quieres que llame a tu madre o a tu padre? —pregunta con dulzura.
¡No! Niego con la cabeza y aferro la mano de José. No puedo hablar, sé que
si lo hago me desharé en lágrimas, pero el apretón cariñoso y tierno de su mano no
supone ningún consuelo.
Oh, mamá. Me tiembla el labio al pensar en mi madre. ¿Debería llamarla?
No. No soy capaz de afrontar su reacción. Quizá Ray; él sabría mantener la calma: él
siempre mantiene la calma, incluso cuando pierden los Mariners.
Grace se levanta y se acerca a los chicos, distrayendo mi atención. Este
debe de ser el rato más largo que ha conseguido permanecer sentada. Mia también
viene a sentarse a mi lado y me coge la otra mano.
—Volverá —dice, y el convencimiento inicial de su tono de voz se quiebra
en el último momento.
Tiene los ojos muy abiertos y enrojecidos, y la cara pálida y transida por la
falta de sueño.
Levanto la vista hacia Ethan, que está mirando a Mia, y hacia Elliot,
abrazado a Grace. Echo una ojeada al reloj. Son más de las once, casi medianoche.
¡Maldito tiempo! A cada hora que pasa aumenta ese devastador vacío que me consume
y me asfixia. En mi fuero interno sé que me estoy preparando para lo peor. Cierro los
ojos, elevo otra plegaria silenciosa y me aferro a las manos de José y Mia.
Vuelvo a abrir los ojos, y contemplo otra vez las llamas. Veo su sonrisa
tímida: mi favorita de todas sus expresiones, un atisbo del verdadero Harry, mi
verdadero Harry. Él es muchas personas: un obseso del control, un presidente
ejecutivo, un acosador, un dios del sexo, un Amo, y, al mismo tiempo, un chiquillo con
sus juguetes. Sonrío. Su coche, su barco, su avión, su helicóptero Charlie Tango… mi
chico perdido, literalmente perdido ahora mismo. Mi sonrisa se desvanece y el dolor
vuelve a lacerarme. Le recuerdo en la ducha, limpiándose la marca del pintalabios.
«Yo no soy nada,________. Soy un hombre vacío por dentro. No tengo
corazón.»
El nudo que tengo en la garganta se hace más grande. Oh, Harry, sí
tienes, sí tienes corazón, y es mío. Quiero adorarlo para siempre. Aunque él sea un
hombre tan complejo y problemático, yo le quiero. Nunca habrá nadie más. Jamás.
Recuerdo estar sentada en el Starbucks sopesando los pros y los contras de
mi Harry. Todos esos contras, incluso esas fotografías que encontré esta mañana, se
desvanecen ahora como algo insignificante. Solo importa él, y si volverá. Oh, por
favor, Señor, devuélvemelo, haz que esté bien. Iré a la iglesia… haré lo que sea. Oh, si
consigo recuperarle, disfrutaré de cada momento. Su voz resuena de nuevo en mi
mente: «Carpe diem, ________».
Sigo contemplando las llamas con más vehemencia, las lenguas de fuego
siguen ardiendo, centelleando, entrelazándose. Entonces Grace suelta un grito, y todo
empieza a moverse a cámara lenta.
—¡Harry!
Me doy la vuelta justo a tiempo de ver a Grace, que estaba detrás de mí
caminando arriba y abajo, cruzar el salón a toda velocidad, y ahí, de pie en el umbral,
está un consternado Harry. Solo lleva los pantalones del traje y la camisa, y
sostiene en la mano la americana, los calcetines y los zapatos. Se le ve cansado, sucio,
y extraordinariamente atractivo.
Dios santo… Harry. Está vivo. Le miro aturdida, intentando discernir si
realmente está aquí o es una alucinación.
Parece absolutamente desconcertado. Deja la chaqueta y los zapatos en el
suelo justo cuando Grace le lanza los brazos al cuello y le besa muy fuerte la mejilla.
—¿Mamá?
Harry la mira, totalmente perplejo.
—Creí que no volvería a verte más —susurra Grace, expresando en voz
alta el temor general.
—Estoy aquí, mamá.
Y percibo en su tono un deje de consternación.
—Creí que me moría —musita ella con un hilo de voz, haciéndose eco de
mis pensamientos.
Gime y solloza, incapaz de seguir reprimiendo el llanto. Harry frunce el
ceño, no sé si horrorizado o mortificado, y acto seguido la abraza con fuerza y la
estrecha contra él.
—Oh, Harry —dice con la voz ahogada por el llanto, rodeándole con
sus brazos y sollozando con la cara hundida en su cuello, olvidado ya todo autocontrol,
y él no se resiste.
Se limita a sostenerla y a mecerla adelante y atrás, consolándola. Las
lágrimas anegan mis ojos. Carrick grita desde el pasillo:
—¡Está vivo! ¡Dios… estás aquí! —exclama saliendo repentinamente del
despacho de Taylor agarrado a su teléfono móvil, les abraza a ambos y cierra los ojos
lleno de un profundo alivio.
—¿Papá?
A mi lado, Mia grita algo ininteligible, luego se levanta y corre junto a sus
padres y se abraza también a todos.
Finalmente, una cascada de lágrimas brota por mis mejillas. Él está aquí,
está bien. Pero no puedo moverme.
Carrick es el primero en apartarse. Se seca los ojos mientras le da
palmaditas a Harry en la espalda. Mia también se retira un poco, y Grace da un
paso atrás.
—Lo siento —balbucea ella.
—Eh, mamá… no pasa nada —dice Harry, con la consternación aún
reflejada en su rostro.
—¿Dónde estabas? ¿Qué ha sucedido? —exclama Grace llorando y
hundiendo el rostro entre las manos.
—Mamá —musita Harry. La acoge en sus brazos otra vez y le besa la
cabeza—. Estoy aquí. Estoy bien. Simplemente me ha costado horrores poder volver
de Portland. ¿A qué viene todo este comité de bienvenida?
Recorre la habitación con la vista, hasta que sus ojos se posan en mí.
Parpadea y se queda mirando un segundo a José, que me suelta la mano.
Harry aprieta los labios. Yo me embebo en su visión y el alivio invade todo mi
cuerpo, dejándome agotada, exhausta y completamente eufórica. Pero no puedo parar
de llorar. Harry se centra de nuevo en su madre.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué pasa? —dice Harry tranquilizador.
Ella le sostiene la cara entre las manos.
—Estabas desaparecido, Harry. Tu plan de vuelo… no llegaste a
Seattle. ¿Por qué no te pusiste en contacto con nosotros?
Harry arquea las cejas, sorprendido.
—No creí que tardaría tanto.
—¿Por qué no telefoneaste?
—Me quedé sin batería.
—¿No podías haber llamado… aunque fuera a cobro revertido?
—Mamá… es una historia muy larga.
Ella prácticamente le grita.
—¡Harry, no vuelvas a hacerme esto nunca más! ¿Me has entendido?
—Sí, mamá.
Le seca las lágrimas con el pulgar y vuelve a rodearla entre sus brazos.
Cuando Grace recupera la compostura, él la suelta para abrazar a Mia, que le da una
enojada palmada en el pecho.
—¡Nos tenías muy preocupados! —le suelta, y ella también se echa a
llorar.
—Ya estoy aquí, por Dios santo —musita Harry.
Cuando Elliot se acerca, Harry deja a Mia con Carrick, que ya tiene un
brazo sobre los hombros de su esposa, y con el otro rodea a su hija. Elliot le da un
rápido abrazo a Harry, ante la perplejidad de este, y le propina una fuerte palmada
en la espalda.
—Me alegro mucho de verte —dice Elliot en voz alta y con cierta
brusquedad, intentando disimular la emoción.
Las lágrimas corren por mis mejillas mientras contemplo la escena. El
salón está bañado en eso: amor incondicional. Él lo tiene a raudales; simplemente es
algo que nunca había aceptado antes, e incluso ahora está totalmente perdido.
¡Mira, Harry, todas estas personas te quieren! Puede que ahora empieces
a creértelo.
Perrie está detrás de mí —debe de haber vuelto de la sala de la televisión—,
y me acaricia el pelo con cariño.
—Está realmente aquí, _______ —murmura para tranquilizarme.
—Ahora voy a saludar a mi chica —les dice Harry a sus padres.
Ambos asienten, sonríen y se apartan.
Se acerca a mí, todavía perplejo, con sus ojos Verdes brillantes, pero
cautelosos. En lo más profundo de mi ser hallo la fuerza necesaria para levantarme
tambaleante y arrojarme a sus brazos abiertos.
—¡Harry! —exclamo sollozante.
—Chsss —musita él, y me abraza.
Hunde la cara en mi pelo e inspira profundamente. Yo levanto hacia él mi
rostro bañado en lágrimas y él me da un largo beso que aun así me sabe a poco.
—Hola —murmura.
—Hola —respondo en un susurro, sintiendo cómo arde el nudo que tengo
en la garganta.
—¿Me has echado de menos?
—Un poco.
Sonríe.
—Ya lo veo.
Y con un leve roce de la mano, me seca las lágrimas que se niegan a dejar
de rodar por mis mejillas.
—Creí… creí que…
No puedo seguir.
—Ya lo veo. Chsss… estoy aquí. Estoy aquí… —murmura, y vuelve a
besarme suavemente.
—¿Estás bien? —pregunto.
Y le suelto y le toco el pecho, los brazos, la cintura… oh, sentir bajo los
dedos a este hombre cariñoso, vital, sensual, me tranquiliza y me confirma que está
realmente aquí, delante de mí. Ha vuelto. Él ni siquiera parpadea. Solo me mira
atentamente.
—Estoy bien. No me pienso ir a ninguna parte.
—Oh, gracias a Dios. —Vuelvo a abrazarle por la cintura y él me rodea
con sus brazos otra vez—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de beber?
—Sí.
Me aparto para ir a buscarle algo, pero él no me deja ir. Me mantiene
abrazada y le tiende una mano a José.
—Señor Styles —dice José en tono tranquilo.
Harry suelta un pequeño resoplido.
—Harry, por favor —dice.
—Bienvenido,Harry. Me alegro de que estés bien, y… esto… gracias
por dejarme dormir aquí.
—No hay problema.
Harry entorna los ojos, pero en ese momento la señora Jones aparece de
repente a su lado. Entonces me doy cuenta de que no va tan arreglada como siempre.
No lo había notado hasta ahora. Lleva el pelo suelto, unas mallas gris claro y una
enorme sudadera también gris con las letras WSU COUGARS bordadas en el pecho,
que la hace parecer más bajita. Y mucho más joven.
—¿Le apetece que le sirva algo, señor Styles?
Se seca los ojos con un pañuelo de papel.
Harry le sonríe con afecto.
—Una cerveza, por favor, Gail… Una Budvar, y algo de comer.
—Ya te lo traigo yo —murmuro, con ganas de hacer algo por mi hombre.
—No. No te vayas —dice él en voz baja, estrechándome más fuerte.
El resto de la familia se acerca, y Ethan y Perrie se unen también a nosotros.
Harry le estrecha la mano a Ethan y besa fugazmente a Perrie en la mejilla. La señora
Jones vuelve con una botella de cerveza y un vaso. Él coge la botella y, al ver el vaso,
niega con la cabeza. Ella sonríe y regresa a la cocina.
—Me sorprende que no quieras algo más fuerte —comenta Elliot—. ¿Y qué
coño te ha pasado? La primera noticia que tuve fue cuando papá me llamó para
decirme que la carraca esa había desaparecido.
—¡Elliot! —le riñe Grace.
—El helicóptero —masculla Harry corrigiendo a Elliot, que sonríe, y yo
sospecho que se trata de una broma familiar—. Sentémonos y te lo cuento.
Harry me lleva hasta el sofá, y todo el mundo se sienta, todos con los
ojos puestos en él. Bebe un buen trago de cerveza, y en ese momento ve a Taylor
rondando por el umbral del vestíbulo. Le saluda con un movimiento de cabeza y Taylor
responde del mismo modo.
—¿Tu hija?
—Ahora está bien. Falsa alarma, señor.
—Bien.
Harry sonríe.
¿Su hija? ¿Qué le ha ocurrido a la hija de Taylor?
—Me alegro de que esté de vuelta, señor. ¿Algo más?
—Tenemos que recoger el helicóptero.
Taylor asiente.
—¿Ahora? ¿O mañana a primera hora?
—Creo que por la mañana, Taylor.
—Muy bien, señor Styles. ¿Algo más, señor?
Harry niega con la cabeza, le mira y levanta la botella. Taylor le
responde con una extraña sonrisa —más incluso que la de Harry, creo—, y se
marcha, seguramente a su despacho o a su habitación.
—Harry, ¿qué ha sucedido? —pregunta Carrick.
Harry procede a contar su historia. Había volado a Vancouver en el
Charlie Tango con Ros, su número dos, para ocuparse de un asunto relacionado con
los fondos para la wsu. Yo estoy tan aturdida que apenas puedo seguirle. Me limito a
sostener la mano de Harry y a mirar sus uñas cuidadas, sus dedos largos, los
pliegues de sus nudillos, su reloj de pulsera, un Omega con tres esferas pequeñas.
Mientras él continúa con su relato, levanto la vista para observar su hermoso perfil.
—Ros nunca había visto el monte Saint Helens, así que a la vuelta, y a
modo de celebración, dimos un pequeño rodeo. Me enteré hace poco de que habían
levantado la restricción temporal de vuelo, y quería echar un vistazo. Bueno, pues fue
una suerte que lo hiciéramos. Íbamos volando bajo, a unos doscientos pies del suelo,
cuando se encendieron las luces de emergencia en el panel de mandos. Había fuego en
la cola… y no tuve más remedio que apagar todo el sistema electrónico y tomar tierra.
—Sacude la cabeza—. Aterricé junto al lago Silver, saqué a Ros y conseguí apagar el
fuego.
—¿Fuego? ¿En ambos motores? —pregunta Carrick, horrorizado.
—Pues sí.
—¡Joder! Pero yo creía…
—Lo sé —le interrumpe Harry—. Tuvimos mucha suerte de ir volando
tan bajo —murmura.
Me estremezco. Él me suelta la mano y me rodea con el brazo.
—¿Tienes frío? —pregunta.
Le digo que no con la cabeza.
—¿Cómo apagaste el fuego? —pregunta Perrie, impulsada por su instinto
periodístico a lo Carl Bernstein.
Dios, a veces puede ser tan seca.
—Con los extintores. La ley nos obliga a llevarlos —contesta Harry en
el mismo tono.
Y me vienen a la mente unas palabras que pronunció hace ya un tiempo:
«Agradezco todos los días a la divina providencia que fueras tú quien vino a
entrevistarme y no Perrie Edwards».
—¿Por qué no telefoneaste, ni usaste la radio? —pregunta Grace.
Harry sacude la cabeza.
—El sistema electrónico estaba desconectado, y por tanto no teníamos
radio. Y no quería arriesgarme a ponerlo de nuevo en marcha por culpa del fuego. El
GPS de la BlackBerry seguía funcionando, y así pude orientarme hasta la carretera más
cercana. Caminamos cuatro horas hasta llegar a ella. Ros llevaba tacones.
Los labios de Harry se convierten en una fina línea reprobatoria.
—No teníamos cobertura en el móvil. En Gifford no hay. Primero se agotó
la batería del de Ros. La del mío se terminó durante el camino.
Santo Dios… Me pongo tensa y Harry me atrae hacia él y me sienta en
su regazo.
—¿Cómo conseguisteis volver a Seattle? —pregunta Grace, que al vernos
pestañea levemente, y yo me ruborizo.
—Nos pusimos a hacer autoestop. Juntamos el dinero que llevábamos
encima. Entre los dos, reunimos seiscientos dólares, y pensamos que tendríamos que
pagar a alguien para que nos trajera de vuelta, pero un camionero se paró y aceptó
llevarnos a casa. Rechazó el dinero que le ofrecimos y compartió su comida con
nosotros. —Harry menea la cabeza consternado al recordarlo—. Tardamos
muchísimo. Él no tenía móvil, cosa rara pero cierta. No se me ocurrió pensar…
Se calla y mira a su familia.
—¿Que nos preocuparíamos? —dice Grace, indignada—. ¡Oh, Harry!
—le reprocha—. ¡Casi nos volvemos locos!
—Has salido en las noticias, hermanito.
Harry alza la vista, con aire resignado.
—Sí. Me imaginé algo al llegar y ver todo este recibimiento y el puñado de
fotógrafos que hay en la calle. Lo siento, mamá. Debería haberle pedido al camionero
que parara para poder telefonear. Pero estaba ansioso por volver —añade, mirando de
reojo a José.
Ah, era por eso, porque José se queda a dormir aquí. Frunzo el ceño ante la
idea. Dios… tanta preocupación por una tontería.
Grace menea la cabeza.
—Estoy muy contenta de que hayas vuelto de una pieza, cariño, eso es lo
único que importa.
Yo empiezo a relajarme. Apoyo la cabeza en su pecho. Huele a naturaleza,
y levemente a sudor y a gel de baño… a Harry, el aroma que más me gusta del
mundo. Las lágrimas vuelven a correr por mis mejillas, lágrimas de gratitud.
—¿Ambos motores? —vuelve a preguntar Carrick con expresión de
incredulidad.
—Como lo oyes.
Harry se encoge de hombros y me pasa la mano por la espalda.
—Eh —susurra. Me pone los dedos bajo el mentón y me echa la cabeza
hacia atrás—. Deja de llorar.
Yo me seco la nariz con el dorso de la mano, un gesto impropio de una
señorita.
—Y tú deja de desaparecer.
Me sorbo y sus labios se curvan en un amago de sonrisa.
—Un fallo eléctrico… eso es muy raro, ¿verdad? —vuelve a decir Carrick.
—Sí, yo también lo pensé, papá. Pero ahora mismo lo único que quiero es
irme a la cama y no pensar en toda esta mierda hasta mañana.
—¿Así que los medios de comunicación ya saben que Harry Styles ya ha
sido localizado sano y salvo? —dice Perrie.
—Sí. Andrea y mi gente de relaciones públicas se encargarán de tratar con
los medios. Ros la telefoneó en cuanto la dejamos en su casa.
—Sí, Andrea me llamó para informarme de que estabas vivo.
Carrick sonríe.
—Debería subirle el sueldo a esa mujer. Ya va siendo hora —dice
Harry.
—Damas y caballeros, eso solo puede indicar que mi hermano necesita
urgentemente un sueño reparador —insinúa Elliot en tono burlón.
Harry le dedica una mueca.
—Cary, mi hijo está bien. Ahora ya puedes llevarme a casa.
¿Cary? Grace dirige a su marido una mirada llena de adoración.
—Sí, creo que nos conviene dormir —contesta Carrick sonriéndole.
—Quedaos —sugiere Harry.
—No, cariño. Ahora que sé que estás a salvo quiero irme a casa.
Con cierta renuencia,Harry me acomoda en el sofá y se levanta. Grace
le abraza otra vez, apoya la cabeza en su pecho y cierra los ojos, satisfecha. Él la
rodea con sus brazos.
—Estaba tan preocupada, cariño —murmura ella.
—Estoy bien, mamá.
Ella se inclina hacia atrás y le observa con atención, mientras él sigue
sujeteándola.
—Sí, creo que sí —dice Grace lentamente, dirige su mirada hacia mí y
sonríe.
Me ruborizo.
Acompañamos a Carrick y a Grace al vestíbulo. A mi espalda, puedo oír
que Mia y Ethan mantienen un acalorado intercambio en susurros, pero no escucho lo
que dicen.
Mia sonríe tímidamente a Ethan, que la mira boquiabierto y menea la
cabeza. De repente ella cruza los brazos y gira sobre sus talones. Él se frota la frente
con una mano, visiblemente frustrado.
—Mamá, papá… esperadme —dice Mia de pronto.
Quizá sea tan voluble como su hermano.
Perrie me da un fuerte abrazo.
—Ya veo que aquí han pasado cosas muy serias mientras nosotros
disfrutábamos ajenos a todo en Barbados. Es bastante obvio que vosotros dos estáis
locos el uno por el otro. Me alegro de que no le haya pasado nada. No solo por él…
también por ti, _______.
—Gracias, Perrie —murmuro.
—Sí. ¿Quién iba a decir que encontraríamos el amor al mismo tiempo?
Sonríe. Uau. Lo ha admitido.
—¡Y con dos hermanos! —exclamo riendo nerviosa.
—A lo mejor acabamos siendo cuñadas —bromea.
Yo me pongo tensa, y entonces Perrie se me queda mirando otra vez, con esa
cara de: «¿Qué es lo que no me has contado?». Me sonrojo. Maldita sea, ¿debería
decirle que me ha pedido matrimonio?
—Vamos, nena —la llama Elliot desde el ascensor.
—Ya hablaremos mañana, _______. Debes de estar agotada.
Estoy salvada.
—Claro. Tú también, Perrie. Hoy has hecho un viaje muy largo.
Nos abrazamos una vez más. Luego ella y Elliot entran en el ascensor detrás
de los Styles, y se cierran las puertas.
José está esperándonos junto a la entrada cuando volvemos del vestíbulo.
—Bueno, yo me voy a acostar… os dejo solos —dice.
Yo me sonrojo. ¿Por qué resulta tan incómoda toda esta situación?
—¿Sabes ya cuál es tu habitación? —pregunta Harry.
José asiente.
—Sí, el ama de llaves…
—La señora Jones —aclaro.
—Sí, la señora Jones me la enseñó antes. Menudo ático tienes, Harry.
—Gracias —dice él educadamente.
Luego se coloca a mi lado y me pasa el brazo sobre los hombros. Se inclina
y me besa el cabello.
—Voy a comerme lo que me ha preparado la señora Jones. Buenas noches,
José.
Harry vuelve al salón y nos deja a José y a mí en la entrada.
Uau. Me ha dejado a solas con José.
—En fin, buenas noches —dice José, repentinamente incómodo.
—Buenas noches, José, y gracias por quedarte.
—Ningún problema, _______. Cada vez que ese poderoso y millonario novio
tuyo desaparezca… yo estaré ahí.
—¡José! —le riño.
—Es una broma. No te enfades. Mañana me iré temprano. Ya nos veremos,
¿eh? Te he echado de menos.
—Claro, José. Pronto, espero. Siento que haya sido una noche tan…
espantosa —digo sonriendo a modo de disculpa.
—Sí —replica con gesto cómplice—, espantosa. —Me abraza—. En serio,
_______. Me alegro de que seas feliz, pero si me necesitas, ahí estaré.
Yo le miro fijamente.
—Gracias.
Él me responde con una sonrisa fugaz, agridulce, y luego sube las escaleras.
Yo vuelvo al salón. Harry está de pie junto al sofá, y me observa con
expresión inescrutable. Por fin estamos solos y nos miramos intensamente.
—Él sigue loco por ti, ¿sabes? —murmura.
—¿Y usted cómo lo sabe, señor Styles?
—Reconozco los síntomas, señorita Steele. Me parece que yo sufro la
misma dolencia.
—Creí que no volvería a verte nunca —susurro.
Ya está, ya lo he dicho. Todos mis peores miedos condensados nítidamente
en una frase corta, y por fin exorcizados.
—No fue tan grave como parece.
Recojo del suelo la americana de su traje y sus zapatos, y me acerco a él.
—Ya lo llevaré yo —murmura, y coge la chaqueta.
Harry me observa como si yo fuera su razón de vivir, y estoy segura de
que yo le miro del mismo modo. Está aquí, realmente aquí. Me acoge entre sus brazos y
yo me dejo envolver por su cuerpo.
—Harry —gimo, y nuevamente brotan las lágrimas.
—Chsss… —me calma, y me besa el pelo—. ¿Sabes?, durante esos
espantosos segundos antes de aterrizar, solo pensé en ti. Tú eres mi talismán, ________.
—Creía que te había perdido —digo sin aliento.
Nos quedamos así, abrazados, recuperándonos y tranquilizándonos
mutuamente. Cuando le estrecho con más fuerza, me doy cuenta de que sigo llevando
los zapatos en la mano, y los dejo caer al suelo, rompiendo el silencio.
—Ven a ducharte conmigo —murmura.
—Vale.
Levanto la mirada hacia él. No quiero soltarle. Él me alza la barbilla.
—¿Sabes?, incluso con la cara manchada de lágrimas estás preciosa, _____________
Steele. —Se inclina y me besa con ternura—. Y tienes unos labios muy suaves.
Me besa de nuevo, más intensamente.
Oh, Dios… y pensar que podría haberle perdido… no… Dejo de pensar y
finalmente me rindo.
—Tengo que dejar la chaqueta —murmura.
—Tírala —susurro junto a sus labios.
—No puedo.
Me echo hacia atrás ligeramente y le miro, desconcertada.
Me sonríe.
—Por esto.
Del bolsillo interior de la americana saca el paquetito que le di con mi
regalo. Deja la chaqueta sobre el respaldo del sofá y pone la cajita encima.
Disfruta del momento, ________, me incita mi subconsciente. Bueno, ya son más
de las doce de la noche, de modo que técnicamente ya es su cumpleaños.
—Ábrelo —susurro, y mi corazón empieza a latir con fuerza.
—Confiaba en que me lo pidieras —murmura—. Me estaba volviendo
loco.
Le sonrío con aire travieso. Me siento aturdida. Él me dedica su sonrisa
tímida y me derrito por dentro, pese al retumbar de mi corazón, disfrutando con su
expresión entre intrigada y divertida. Con dedos hábiles, quita el envoltorio y abre la
cajita. Arquea una ceja, y saca un llaverito de plástico con una imagen a base de
minúsculos píxeles que aparece y desaparece como una pantalla LED. Representa el
perfil de la ciudad, con la palabra SEATTLE escrita en grandes letras en medio del
paisaje.
Se lo queda mirando un momento y luego me mira a mí, perplejo, y una
arruga surca su adorable frente.
—Dale la vuelta —murmuro, y contengo la respiración.
Lo hace. Abre la boca sin dar crédito, y clava sus enormes ojos Verdes en
los míos, maravillado y feliz.
En el llavero aparece y desaparece intermitente la palabra SÍ.
—Feliz cumpleaños —musito.


Aww Dios Mio Voy a llorar, voy a llorar, no caroline, no llores, tu eres fuerte, Bah a la mierda, Llorare toda la noche como un maldito perro!
CarolineR2
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Mensaje por *Abby Galvaan* Vie 28 Dic 2012, 10:23 pm

VAS HAPPENIN´???????????????

KYA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1

HARRY EDWARD STYLES ME MATASTE DEL SUSTO!!!!

DIOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! LE DIJO QUE SI!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! HABRA BODA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Caroline"!!1 esta novela esta fantastica muchisimas felicidades enserio :) la ame y estoy llorando te lo juro!!! aaaaaaa le dijo que sisiiiiiiiiiii dios lloro a mares!!!! dios diso ssiguela cuando puedas hermosa!!! y sii nueva novela wiiiiii lo ams genial apuesto que sera igual de maravillosa como esta! la amere igual! siguela cuando puedas TKM!♥
*Abby Galvaan*
*Abby Galvaan*


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50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA - Página 9 Empty Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA

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