Human Nature (Saeta Flint y Harry Styles)

Nunca nadie, jamás de los jamases dejaría a cargo a Saeta Flint, porque esa chica no daba buenos resultados, apenas y conseguía pasar de curso.

Conocía a Saeta desde su profundo y oscuro corazón hasta su pobre sentido del humor, porque yo soy Saeta.

Mi nombre procedía de una rara planta acuática, siempre me detenía a pensar que mis padres fueron ingeniosos al nombrarme de esa manera y eso no debería estar rondando mi mente, porque estaba en un avión en camino a Europa, con próximo destino a Londres. Solo mi padre creía apropiado dejarme la responsabilidad de su gran negocio, el vivero. Lo ha poseído su familia desde hace ya, dos generaciones. Hubiese deseado tener más primos con quien compartir el gran peso que cargaba en ese momento, o para culpar a alguien por si fallase en cualquier cosa.

Claro, yo había estudiado botánica en la preparatoria y recién entraba a la universidad. Lo elegí como un taller extra, me adentre a las plantas científicamente pero no tenía contacto con ellas físicamente ni en sueños, por otra parte lo hice por complacer a papá en el aspecto de tener un mínimo interés por la naturaleza que compone su trabajo. Yo no era una entregada a la flora, a veces aborrecía tener que aprenderme los nombres y los reinos donde procedían aunque al final terminara recitándole a papá todo lo que aprendía en clase, y una que otra vez dándole recomendaciones para mantener frescos a estos extraños seres vivos.

Ese era el problema ¿qué haría yo sola escogiendo “nueva mercancía”? Yo sabía la parte de teoría de las plantas y frutos, para pasar un examen, no para mantener a flote el negocio familiar. Y eso papá, aún no lo procesaba del todo.

Se suponía que iría a un pueblo escondido entre las fronteras de UK y Francia, a escoger árboles para cosechar en el vivero, no importaba que fuesen de gran magnitud al crecer… papá lo tendría todo bajo la manga y los vendería antes de tiempo.

Me sentía como cuando tenía quince años e íbamos al supermercado. El solía mandarme por manzanas y fresas porque los consumía en una buena mezcla llamada licuado antes del colegio. Elegir fresas no era difícil ni costoso, solo extendía la mano a los congeladores y listo. Las manzanas eran lo peor, ¿Cómo saber cuando estaban maduras y en su punto? ¿Si estaban duras era buena señal? ¿Su color rojo debería ser fuerte o apenas notable?

Y se me manifestaba lo mismo, solo que con árboles y huertos.

Parte I. Saeta es curiosa.

Hubiese preferido quedarme en Nueva York, donde se encuentra el vivero. Detrás del cajero cobrando por las plantas que se llevan, aunque en el fondo sabía que los neoyorkinos cuidaban por un rato el árbol y al final éste terminada muerto en el basurero.

Pero debería ir al otro lado del mundo por árboles cuando pudiese estar cobrando.

Me acurrucaba más en el abrigo rosa que me cargaba, trate que mi cabello suelto cubriese una parte de mi cuello como un fracaso de bufanda, porque el frío era el único que me abrazaba y no cálidamente. Niall era el hijo de un socio de mi padre, él sería quien me transportaría hasta el campo escondido en el límite.

Por cada segundo que pasaba deseaba estar más en Cancún o Río de Janeiro, disfrutando del calor y de una piña colada a la vista del mar. Imaginarme así, hacía más asfixiante mi espera.

— ¡Saeta! — visualicé a un chico corriendo a mi dirección. Estaba pensando tumbar la maleta al suelo y sacar un gorro para que mi cerebro e ideas no se congelaran al mismo tiempo con el clima. A Niall le había resultado peligroso venir tan apresurado, al final llego hasta mí en una caída a causa de la nieve resbalosa. Le extendí la mano y lo ayude a levantarse, lo que me faltaba. El cliché del rubio bobo, proyectado en un chico.

— ¿Niall Horan? — recordé el nombre que menciono mi papá antes de que partiera.

— Lo siento, apenas me acostumbro al estúpido suelo. Yo seré quien te transporte y más vale que llegues sana y salva o me cortan la cabeza y si no es eso… muero fusilado. — exageró mientras recogía mi maleta y con un esfuerzo se ponía en marcha.

— Creo que te vas a los extremos. Lo peor que nos pasaría sería que nos callera una gran bola de nieve de la nada y muriésemos aplastados. O podrían asaltarnos en el camino— dije con peculiaridad en cuanto subía a su camioneta negra.

Él tomo el asiento del copiloto del lado izquierdo, era como estar en un mundo al revés. Manejaban por otro lado, tenía el clima diferente y el chico rubio versión lento.

— Vale, ¿no preguntarás de mi nombre? ¿O porqué estoy acá? — irrumpí el silencio. Tal vez no había hablado por que mi último comentario pareció una sentencia de muerte y no me cargaba la mejor expresión facial del mundo. Mi cara estaba desanimada, y no podía siquiera fingir una sonrisa porque traía los músculos hechos hielos. O tal vez no hablaba porque prefería tragarse su barra de chocolate.

— Bueno, supongo que tu nombre es raro, pero me gusta y ya sé porque andas por estos rumbos. Sería más apropiado invitarte a comer, y no podría invitarte a comer hasta recibir mi paga.

— ¿Tu paga? — su manera de hablar el inglés era diferente y se le notaba un acento. No sabía de dónde proseguía y de Niall no conocía nada favorable para la conversación.

— Si te llevo, mamá y papá me dan unas cuantas libras lo suficiente para comprarme una nueva guitarra — explicó aumentando la calefacción a beneficio de los dos.

— Oh, ya veo.

— Si, ¿y tú no quieres preguntarme nada? Faltan tres horas de camino y más vale que nos caigamos bien o en vez de morir por una gran bola de nieve, nos despellejaremos entre sí— Niall podría ser tonto, pero agradable.

Me contó que venía de Irlanda por las vacaciones que nos dan a todo el mundo antes de entrar al siguiente curso, él regresaba a Mullingar en un par de semanas y todavía no había adquirido la guitarra color chocolate de la tienda musical del pueblo. La deseaba más que nada, entonces hacía unos cuantos mandados a sus padres, recibiendo como recompensa dinero.

El vivía en su pueblo natal, porque sus padres debían cuidar de él aunque sea desde lejos y arriesgando que Niall pudiese convertirse en un joven engreído y alcohólico, como el resto. Ellos tenían una buena razón para dejarlo por su cuenta, trabajar.

Y fue justo en Law Town donde mi padre y el suyo se conocieron. Exactamente no entendí la labor de Booby, el padre de Niall, porque él contaba las cosas con gran entusiasmo que no me dejaba comprender su manera rápida de hablar y acabábamos riéndonos cuando se atoraba. Así que escuchamos un poco de la radio y nos dejamos llevar por los temas triviales que se nos presentaban.

Llegué marchita por el frío, el lugar era amplio, le dije adiós a Niall y espere volver a verlo otra ocasión en donde yo viniese por vacaciones y no laboralmente. Para acceder al campo y escoger la mercancía, debería registrarme primero en la caseta de entrada. Deje la maleta arrumbada en un rincón donde vi más bolsas y pertenencias, tomando solo mi teléfono celular.

Caminé al mostrador tranquilamente, como el lugar era cerrado comenzaba a entrar en calor y el solo sentirlo delicadamente, mi piel agradecía con euforia. Había un chico moreno detrás de la barra y me esforcé por pronunciar su nombre de la manera correcta leyéndolo de su gafete, porque al llamarlo con un “oye” no fue suficiente. Él prestaba atención a su libro y se dejaba llevar por el ruido del lugar, ya que, mucha gente iba y venía por las dos entradas que había.

— “Zayan” — pronuncié dubitativamente.

— “Zein” se dice “Zein”, aunque se escriba Zayn. — corrigió notando mi presencia— Lo siento, William Shakespeare realmente escribía bien y me atrapo, ¿en qué te puedo ayudar?

— Si, perdón por la mala pronunciación Zayn, es que ando perdida y helada— me disculpe al instante—. Tengo entendido que me dieron una clase de cita, para conocer el campo y elegir unos cuantos frutos que llevaré a Nueva York, es decir, encargos…

— Oh ya, eres ¿Saeta Flint? La hija de Allan Flint, un cliente frecuente nuestro— aparentemente, papá era famoso en el asunto y yo no le había creído ninguna de sus historias en los huertos—. ¡Louis ven acá tú conoces a Allan más que todos aquí! — gritó a un castaño.

— ¿En qué ayudo Malik? — pregunto este cuando estuvo aproximándose.

— Ella te necesita, se llama Saeta Flint— me presento Zayn a su compañero. Yo extendí la mano y Louis la recibió con amabilidad—. Por cierto, soy Zayn Malik. Un gusto y me saludas a tu padre— de igual manera como lo salude, me despedí para ir a un cuarto lleno de retratos de plantas con Louis.

— Bien, aquí te daré este catalogo, irás al campo y me dirás cuales prefieres. Como siempre lo hace el señor Flint, pagas en tarjeta y listo— decía entregándome un libro donde conocía por mayoría a las plantas, frutos, árboles o huertos—. No te preocupes, si no acabas hoy. Puedes regresar mañana.

Me limité a asentir con la cabeza en señal de que captaba la información. Louis colocó por último un brazalete rojo a mi muleca izquierda, cargué el libro que parecía biblia y me adentro al campo que estaba dividido en secciones.

Con el tiempo aprendí a elegir frutas y verduras en el mercado, ¿no sería lo mismo que escoger los árboles donde proceden estos?

La ráfaga de viento me pego por sorpresa, tuve que lugar como si fuese una tormenta de arena que no me dejaba ver. Apenas y distinguía los frutos que salían de los arboles, había aguacates colgando de uno y de otro mangos. Y me lamenté por ellos porque sufrían un frío peor al mío. Usaba la guía como un escudo a los copos de nieve y la ventisca.

Otra cosa me llamo la atención, no muy lejos escuchaba a alguien parlotear solo, o gritar. A penas y era audible para mis oídos pero lo suficiente para captar mi atención.

¿Qué más daba? Niall podría traerme otro día y le sería bueno, Zayn me atendería con amabilidad otra vez y Louis dijo que me era posible regresar, además tenía toda una semana más. Averiguar de dónde venía el ruido solo se me daba una vez, o al menos eso creí.

Me escabullí entre los troncos de dos naranjos, aspirando el buen aire que quería hacer sangrar a mi nariz de tanta naturalidad.

Un chico de rizos peligrosos estaba hablando con los árboles, y también les cantaba con entonación.

No cantaba mal, para hacérselo a unos árboles.

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Parte II. Cariño.

Las piernas me fallaban y no estaban a mi disponibilidad, ni haciendo mi mayor esfuerzo. Parecía que la nieve controlaba todas mis articulaciones con algunas otras partes de mi cerebro, porque entorpecí y se me calló la guía de las manos haciendo que callera entre unos huertos de fresa. El chico detuvo su canto de golpe, me maldije por eso.

Sus rizos eran su característica principal, se le notaban a pesar de cubrirlos con un gorro de peluche que me causaba risa, la cual me tuve que tragar si no quería más problemas de los que ya tenía asegurados. Él solo se perturbo e intento ayudarme a levantarme, trate de apurarme a estar de pie antes de que diera conmigo, y así lo hice.

— ¿Estabas espiándome? — cuestiono. Bajo su suéter pude identificar el logotipo de la tienda, entonces significaba que trabajaba en el lugar y debía estar a mi disponibilidad si es que lo necesitaba.

— No, es que ¿cantabas? — era más que obvio. Sin embargo tenía que confirmarlo él por su cuenta, ¿le cantaba a los arboles en realidad o era solo mi alocada mente?

— Si— musito orgulloso. Me extendió la mano cubierta por un guante gris y la acepté gustosa—. Soy Harry, ¿te ayudo a escoger algo?

— No todo está bien— en cuando dije eso, perdió el interés y volteo a su alrededor buscando que sección más visitar—. Tengo una duda, ¿Por qué cantabas?

— Lo hacía para los árboles, es mi labor en este sitio. Soy su cuidador, por así decirlo — jactó con aire superior. Comenzaba a irritarme, y la duda también crecía con cada cosa que decía.

— Entonces, ¿eres cariñoso con los árboles? ¿no? — si me burlaba, probablemente me ignoraría y se iría como lo hacía Liam en el colegio. Es que se había rapado hace poco y parecía un Pelón Pelo Rico, esos dulces que te estallan de dulce sabor el paladar. A Liam se lo dije como un comentario amistoso, y dejo de hablarme por dos semanas. Y a Harry más ofensivamente.

— ¡Claro! — añadió como si fuese lo más normal del mundo— A veces les recito, les leo unos cuentos o si tengo más tiempo, traigo mi piano eléctrico de casa para alegrarles el ambiente— El chico estaba zafado, las cuencas de su cabeza se habían oxidado, o algo ocurría con él.

— Como sea, ¿de qué servirá eso?

— ¿Qué tus padres no te trataron con amor cuando crecías? — exclamo acariciando la corteza de un naranjo consolándolo por mis palabras inapropiadas e incongruentes para el castaño.

— Supongo. Y eso no responde adecuadamente— sentencié. Me estaba tendiendo una broma, tal vez. Sus chinos no me daban buena impresión, sus ojos verdes tampoco.

— Les canto a los árboles porque ellos deben ser queridos. Sin ellos no estuvieses viva, transformando el aire en dióxido de carbono, ¿comprendes? Si quieres frutos buenos, necesitas árboles buenos— pareciese que le hubiera pegado en su talón de Aquiles y me arrepentí de haberle interrumpido en su concierto vegetal. Seguía hablarme de la paz del mundo o como iban las tortugas al mar cuando la madre las dejaba—. Si les das amor, te brindaran unos frutos deliciosos.

— Si les pones químicos crecen de todas maneras.

— Los arboles sienten, Saeta. Como tú y como yo.

Me sorprendió mucho cuando dijo mi nombre. Explicó que papá le había llamado para que me orientara en mi primera vez por Law Town, me esperaría una larga semana a lado de Harry.

Esa tarde me dio a probar variedad de frutos enseñándome el camino correcto para mantenerlos en vida, un poco de luz y también de sombra. Harry era incitante con sus discursos al planeta y el bienestar natural.

Su voz se me hacía la más gloriosa, por eso le pedí que cantara muchas veces más. Louis y Zayn lo apoyaron una ocasión, deseaba ser un árbol en esos momentos. Porque en el interior ansioso de Harry se encontraba la diversión y locura pura.

Harry abrazaba a los árboles, inclusive les ponía nombres.

— Saeta.

— ¿qué quieres Rizos Definidos?

— No, saeta. La planta, ¿quieres verla? — era extraño, porque nunca me había visto reflejada en flor, ni por investigar.

— Si, podría llevarle una a mamá… le alegraría mucho.

— Vamos, la saeta está al fondo del campo, y de paso podrías decirle a Flint que he tratado a su hija con el mismo cariño que trato a sus árboles y platas. Ya tenía afán por conocerte Saeta…— me aventuré a tomarlo de la mano y echarme a correr consiguiendo que el frío se difuminase con el movimiento.

Qué más daba, el negocio de papá estaría bien si regresaba de nuevo al campo, mientras contara con Harry y los otros tres chicos, Niall, Zayn y Louis.

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