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Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Nombre: Madam Charlie.
Autor: Kelly Sahara
Adaptación: Si.
Género: MUY HOT.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Si esta en otro foro.
Protagonistas Originales: Jordan Lyndhurst y Madam Charlie (Charlotte)
Protagonistas Adaptados: Joseph Jonas & Tu
Del periódico "The Evening Gazette", Fleet Street, Londres, 1814:
Las autoridades informaron hoy al Ministerio del Interior que la investigación sobre el
incendio que se cobró la vida de Philip, Conde de Calverton, y de su joven esposa fue por causa
accidental. El largo retraso que separó el triste fallecimiento de Su Señoría y el fallo final sobre el
caso se debió a los atroces daños causados por la espantosa conflagración.
El gobernante del condado, el Honorable Lord Lieutenant Matthew Ffortescue, informó al
secretario que en su opinión, un tronco cayó sobre un tapete en la habitación de Su Señoría y eso
ocasionó la humareda que asfixió al Conde y a su esposa. La intensa llamarada devoró gran parte
del ala este del Coto de Caza Calverton y les dejó muy poco a los investigadores de esta tragedia.
El heredero de la hacienda Calverton -anteriormente el Coronel Joseph Jonas, ahora el
Séptimo Conde- fue traído del Continente europeo, donde estaba prestando servicio bajo las
órdenes del Duque de Wellington y donde recibió distinciones por su conducta. Éstas son sus
propias palabras:
"Estoy sorprendido y entristecido por el fallecimiento de Su Señoría. A pesar de que no tenía
conocimiento acerca de su matrimonio, por supuesto hago extensivas mis condolencias a la
familia de su esposa. Aprecio profundamente el honor de haber recibido el pésame de Su Alteza
Real".
La fecha prevista para el regreso del Séptimo Conde a sus tierras natales es el mes
siguiente, justo a tiempo para la temporada. Hijo de un familiar muy lejano de la línea
Calverton, este distinguido soldado seguramente apreciará el agradable cambio de
situación. El pueblo espera ansioso su llegada. El Coronel Jonas no está casado y se
lo sabe apuesto. Nos preguntamos si las estrategias militares que él ha desarrollado
para nuestro valiente y noble Wellington pueden compararse con las estrategias
románticas que sin duda desarrollará el sexo opuesto.
Un par de manos delgadas dobló el periódico y lo volvió a dejar sobre la mesa. El
bullicio de otro día londinense era constante bajo la ventana, pero la persona que estaba
en la habitación no se movió.
El adornado espejo de la pared de enfrente reflejaba a un muchacho delgado, con
una vestimenta sin ninguna particularidad. Una camisa desgreñada colgaba por fuera
de un par de pantalones de montar desgastados, y había una chaqueta oscura tirada
sobre una silla cercana. Su cabello largo y dorado estaba atado en un práctico nudo, y
las mejillas del muchacho eran suaves y no mostraban ningún indicio de barba.
Una risa ronca retumbó afuera de la habitación. Era temprano aún, pero aquí, en las
habitaciones elegantemente eróticas de Beaulieu Crescent Nº 14, las mujeres estaban
agitadas. Pronto sus clientes se agolparían en las calles de Londres y, pocas horas
después del atardecer, toda la mansión estaría viva y llena de buscadores de placer.
La figura se levantó y cruzó la habitación para mirar, por entre las columnas de
piedra de la ventana, hacia la calle principal debajo. Algún que otro carruaje pasaba
haciendo ruido, así como lo hacían algunos vendedores ambulantes que habían hecho
ya sus entregas diarias.
Por el momento, todo estaba como era debido.
La figura se encogió de hombros. Para un esbozo de muchacho llamado Charlie,
que había pasado los últimos años trabajando silenciosamente en la "Crescent", como
era conocido el lugar, esta era una mañana común y corriente.
Para ______, la Condesa de Calverton y viuda del Sexto Conde, este podía ser el
día en que comenzarían sus problemas.
Era muy poco probable que al Coronel Joseph Jonas le agradara enterarse de
que la Señora ______ y Charlie de la Crescent fueran la misma persona. Y se sentiría
aún más molesto al saber que, desde ayer, la Condesa, viuda de título, era ahora la
dueña de una casa de mala fama.
Pero lo que le haría hervir la sangre realmente sería saber que esta misma viuda
muy probablemente había asesinado al Sexto Conde.
Les dejo esta nove chicas hace mucho la leí y me encanta y ahora quiero compratirla con ustedes es muy Hot pero a la vez es tierna,, comenten!!!!
Autor: Kelly Sahara
Adaptación: Si.
Género: MUY HOT.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Si esta en otro foro.
Protagonistas Originales: Jordan Lyndhurst y Madam Charlie (Charlotte)
Protagonistas Adaptados: Joseph Jonas & Tu
Prólogo
Prólogo
Del periódico "The Evening Gazette", Fleet Street, Londres, 1814:
Las autoridades informaron hoy al Ministerio del Interior que la investigación sobre el
incendio que se cobró la vida de Philip, Conde de Calverton, y de su joven esposa fue por causa
accidental. El largo retraso que separó el triste fallecimiento de Su Señoría y el fallo final sobre el
caso se debió a los atroces daños causados por la espantosa conflagración.
El gobernante del condado, el Honorable Lord Lieutenant Matthew Ffortescue, informó al
secretario que en su opinión, un tronco cayó sobre un tapete en la habitación de Su Señoría y eso
ocasionó la humareda que asfixió al Conde y a su esposa. La intensa llamarada devoró gran parte
del ala este del Coto de Caza Calverton y les dejó muy poco a los investigadores de esta tragedia.
El heredero de la hacienda Calverton -anteriormente el Coronel Joseph Jonas, ahora el
Séptimo Conde- fue traído del Continente europeo, donde estaba prestando servicio bajo las
órdenes del Duque de Wellington y donde recibió distinciones por su conducta. Éstas son sus
propias palabras:
"Estoy sorprendido y entristecido por el fallecimiento de Su Señoría. A pesar de que no tenía
conocimiento acerca de su matrimonio, por supuesto hago extensivas mis condolencias a la
familia de su esposa. Aprecio profundamente el honor de haber recibido el pésame de Su Alteza
Real".
La fecha prevista para el regreso del Séptimo Conde a sus tierras natales es el mes
siguiente, justo a tiempo para la temporada. Hijo de un familiar muy lejano de la línea
Calverton, este distinguido soldado seguramente apreciará el agradable cambio de
situación. El pueblo espera ansioso su llegada. El Coronel Jonas no está casado y se
lo sabe apuesto. Nos preguntamos si las estrategias militares que él ha desarrollado
para nuestro valiente y noble Wellington pueden compararse con las estrategias
románticas que sin duda desarrollará el sexo opuesto.
Un par de manos delgadas dobló el periódico y lo volvió a dejar sobre la mesa. El
bullicio de otro día londinense era constante bajo la ventana, pero la persona que estaba
en la habitación no se movió.
El adornado espejo de la pared de enfrente reflejaba a un muchacho delgado, con
una vestimenta sin ninguna particularidad. Una camisa desgreñada colgaba por fuera
de un par de pantalones de montar desgastados, y había una chaqueta oscura tirada
sobre una silla cercana. Su cabello largo y dorado estaba atado en un práctico nudo, y
las mejillas del muchacho eran suaves y no mostraban ningún indicio de barba.
Una risa ronca retumbó afuera de la habitación. Era temprano aún, pero aquí, en las
habitaciones elegantemente eróticas de Beaulieu Crescent Nº 14, las mujeres estaban
agitadas. Pronto sus clientes se agolparían en las calles de Londres y, pocas horas
después del atardecer, toda la mansión estaría viva y llena de buscadores de placer.
La figura se levantó y cruzó la habitación para mirar, por entre las columnas de
piedra de la ventana, hacia la calle principal debajo. Algún que otro carruaje pasaba
haciendo ruido, así como lo hacían algunos vendedores ambulantes que habían hecho
ya sus entregas diarias.
Por el momento, todo estaba como era debido.
La figura se encogió de hombros. Para un esbozo de muchacho llamado Charlie,
que había pasado los últimos años trabajando silenciosamente en la "Crescent", como
era conocido el lugar, esta era una mañana común y corriente.
Para ______, la Condesa de Calverton y viuda del Sexto Conde, este podía ser el
día en que comenzarían sus problemas.
Era muy poco probable que al Coronel Joseph Jonas le agradara enterarse de
que la Señora ______ y Charlie de la Crescent fueran la misma persona. Y se sentiría
aún más molesto al saber que, desde ayer, la Condesa, viuda de título, era ahora la
dueña de una casa de mala fama.
Pero lo que le haría hervir la sangre realmente sería saber que esta misma viuda
muy probablemente había asesinado al Sexto Conde.
Les dejo esta nove chicas hace mucho la leí y me encanta y ahora quiero compratirla con ustedes es muy Hot pero a la vez es tierna,, comenten!!!!
Última edición por Lemoine el Sáb 08 Dic 2012, 3:01 pm, editado 1 vez
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Fantasmas aparescan jajajjajajajja ya vi Qe si entraron jajajajaja
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Capítulo 1
Londres, 1815
Londres, 1815
"No te preocupes por nada, Susie. Madame ______ no va' dejar que nadie te haga
mal".
El Séptimo Conde de Calverton, Joseph Jonas, curvó el labio al escuchar el
pequeño fragmento de conversación en la puerta. Obviamente, "Susie" era nueva en el puesto.
"Les damos a los clientes lo que quieren, pero nada de cosas rudas. Es regla de la
casa, y Antonio va' llegar en un segundo si le pegas el grito".
Las voces se apagaban, dejando a Joseph un poco confundido.
Esto era un burdel. Ni más, ni menos. Claro que estaba enmascarado con los atavíos de una "discreta casa de placer" y ofrecía a sus clientes una buena selección de comidas, vinos excelentes y varias mesas de juego bien organizadas.
Pero debajo de la fachada de discreción y elegancia, había mujeres dispuestas a
vender su cuerpo por dinero. Efectivo. Frío y duro efectivo.
Joseph resopló. Siempre habría mujeres dispuestas a vender su cuerpo a cambio de
efectivo. Algunas impulsadas por la necesidad, otras por la codicia. Su labio se curvó aún más mientras estaba recostado en el cómodo diván y observaba el brillo
intermitente del fuego en la parrilla.
Esperaba con devoción que Susie no tuviera que llamar a Antonio a los gritos, sin
importar quién diablos fuera él. Probablemente era ese portero montañés que había hecho un intento de inclinarse respetuosamente mientras lo escoltaban dentro de las instalaciones más temprano. Verlo inclinarse fue como ver a una ballena rompiendo olas en el océano. Sorprendente, enorme y un poco desordenado al descender.
Le parecía que ya podía evaluar el lugar bastante bien, al verlo con la mirada de
alguien que no era un cliente. Bueno, no en el sentido estricto de la palabra. Él recibiría
un servicio esta noche, pero no uno sexual.
Este era el único lugar donde podía encontrar a alguien que lo ayudara a aliviar su
dolor de espalda. Durante algunos meses, había estado utilizando los servicios del
sirviente japonés del Mayor Ryan Penderly. El truco de Kasuki de caminar sobre la
espalda de Joseph le había hecho crujir fuertemente algunos huesos, había aplastado sus
intestinos, dejándolos como panqueques, y le había aliviado enormemente el dolor que
sufría de manera intermitente desde que se cayó de su caballo en Bélgica.
Ahora Kasuki ya no estaba, se había ido a su casa en un barco a vapor, y él sabía de
una muchacha japonesa, aquí en la Crescent, que hacía la misma clase de tratamientos.
Se movió nerviosamente un poco, consciente del creciente dolor en su espina
dorsal. Maldición. Había llegado aquí en el momento preciso.
Desde luego, pensó, podía echarse un polvo rápido mientras estaba allí.
Había pasado casi un año desde el último, aunque pareciera increíble.
Un año desde que se había enterrado entre los muslos suavemente redondeados de
quien pronto sería su prometida, Daisy Wrothings. Un año desde que sorbió los dulces jugos de entre sus piernas y la sintió acabarse en su cara, sólo para que luego ella le dijera que se casaría con otra persona. Un Duque. Uno con su hacienda intacta y más dinero que Dios. Maldición. Y otra vez maldición. Fue entonces cuando dejó de putañear. Por suerte, coincidió con el comienzo del trabajo más duro que recordaba haber hecho jamás.
El dolor en su espina se estaba transformando en una dolorosa erección. Quizás
debería convencer a la Señorita Pies Ágiles del Japón de que se la chupe mientras estaba aquí; que se ocupara de todos sus dolores a la vez, por decirlo así.
Probablemente no tendría problemas y él podía pagar el costo adicional. Ahora que
el Coto de Caza Calverton estaba prácticamente entero y la hacienda recobraba algo de su ingreso, ya era tiempo de volver a tener una vida. Una que no incluyera largas horas en los campos con sus arrendatarios, días absortos en la lectura de documentos financieros con su procurador y su abogado, y noches solo con la única compañía del brandy y el cansancio.
Sí, quizás un polvo rápido era justo la distracción que necesitaba. Alguna persona
joven, flexible, que pudiera chuparle la polla hasta la semana siguiente.
Alguna persona bien dispuesta, alguien alta, alguien rubia quizás, alguien
agradable a la vista...
Alguien como ella.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que ella entró en la habitación sin que él la
escuchara. Sus instintos de soldado se horrorizaron ante tal desliz de su concentración.
Se frunció el ceño a sí mismo.
"Buenas noches, mi Señor".
Su voz era baja y refinada; su cuerpo, delgado y alto; y era una mujer tan hermosa
que se le hacía agua la boca. La quiso tener inmediatamente y su polla apoyaba la
moción.
"Debo disculparme por hacerlo esperar. Me acaban de informar que usted había
pedido por Kiko-San".
Joseph se levantó sin pensarlo siquiera. Fuera lo que fuese, ésta era una mujer y
merecía, al menos, su cortesía.
"No importa. He estado muy cómodo y el personal aquí es ciertamente atento".
Hizo un gesto descuidado con la mano, señalando el vaso de brandy, que estaba casi
vacío. "Un muy buen brandy también, si me permite".
Ella inclinó la cabeza en agradecimiento. "Me siento complacida. Mi personal hace
lo mejor de sí".
"¿Su personal?".
"Exactamente".
Los ojos grises que lo miraban carecían de expresión y no le dejaban entrever nada
de sus sentimientos, su carácter o su personalidad. Malévolamente, él quería ponerle un poco de brillo a esos ojos. Provocar una reacción en ella. Ver cómo se vería si la embestía profundo dentro de ella y apretaba su clítoris en el punto exacto que la haría caer de la cima más alta.
"Entonces usted debe ser...".
"Madame ______. Sí". Otra amable inclinación de cabeza sucedió a sus palabras.
"¿Es usted la dueña de la Crescent?".
"Así es".
"Parece muy joven para tener una responsabilidad tan grande. ¿Hace mucho que es
prostituta?".
Podría haber jurado que sus ojos dispararon un tenue destello de enojo, pero antes
de que pudiera estar seguro, ya no estaba allí.
Ella se dio vuelta, haciendo como que controlaba el fuego. "Lamentablemente, mi
Señor, Kiko ha abandonado nuestro establecimiento".
¿Sería verdad? ¿O una mentira para deshacerse de él, después de ese insulto
imperdonable? No lo sabía. Maldición. Ella era muy, muy buena.
"Sin embargo, todos supimos reconocer los extraordinarios beneficios que las
técnicas de Kiko le traían a sus clientes. Ella se tomó el trabajo de enseñarnos sus
métodos a algunas de nosotras. ¿Quizás usted querría considerar que alguna otra
persona le administre el masaje?".
Joe simuló pensar en su ofrecimiento, mientras observaba cada costura en la
ropa que lucía tan hermosamente, cada mechón de pelo, cada hoyuelo que podía ver de su piel. Hizo un catálogo de ella, detallada, efectiva y rápidamente.
Sus habilidades de soldado podían estar fallando en algunos aspectos, pero otras
habilidades todavía le resultaban invaluables, alguna que otra vez. Ésta era,
ciertamente, una de esas veces.
"Bueno, considerando que mi espalda sólo parece empeorar si no hago nada al
respecto, parece que no tengo muchas alternativas en este asunto. Estaría dispuesto a aceptar los servicios de una sustituta, si usted me asegura que es lo suficientemente habilidosa como para al menos no hacerme daño".
"Eso se lo puedo asegurar".
"Dígame, entonces, Madame ______. ¿Quién es la habilidosa profesional de las
técnicas curativas orientales?".
"Yo ".
* * * * *
______ supo que al fin -absoluta y magníficamente- había perdido la cabeza. Sin
embargo, su cara no dejó ver nada de su agitación interior. Se había disciplinado
demasiado bien para eso.
Pero acababa de aceptar ofrecerle un servicio a un cliente, algo que había jurado no
hacer jamás. Y todo por sus ojos.
Esos estanques marrones, que destellaban con manchones dorados, la miraban más allá de su fachada exterior y parecían cavar profundamente hasta lugares que ella consideraba muertos desde hacía mucho tiempo.
Él la había mirado como si quisiera saber cómo se vería desnuda, pero a la vez
como si necesitara saber en qué pensaría mientras estaba desnuda.
Fue esa particular mirada la que había quebrado su firme decisión.
"¿Podría quitarse la ropa, mi Señor?", preguntó haciendo un gesto hacia el biombo
decorado que estaba en un rincón de la gran habitación. "Luego vuelva a tomar asiento, por favor. Yo regresaré en un momento".
Ella no le dio oportunidad de contestar; salió rápidamente de la habitación y subió
rápidamente los pocos escalones que llevaban a sus habitaciones privadas.
Sus manos estaban temblando cuando llegó al lugar y al entrar bruscamente y sin
aliento, conmocionó a la mujer que estaba allí.
"Santo cielo, señorita ______. ¿Qué es lo que sucede?".
"Debo cambiarme. Rápido. Mi bata y mi camisola de seda. Las azules".
"Señorita ______. ¿Para qué?".
"Date prisa, Matty. Le voy a hacer el tratamiento de Kiko a un cliente".
"Ay, señorita. No. Usted no irá a...".
"No, Matty. Solamente voy a caminar por su columna vertebral y le voy a dar un
masaje rápido en la espalda. Tal como me enseñó Kiko. Eso será total y absolutamente todo".
Matty miró a su señora. "¿Está segura? Está terriblemente sonrojada".
______ intentó desacelerar su respiración deliberadamente. "Lo sé. Él me tomó por sorpresa. Es el Conde de Calverton".
Matty dejó caer su quijada y se desplomó en la gran cama, sin prestar atención al
vestido que estaba aplastando bajo sus amplias caderas. "¡Uuuh! No diga".
"Ah sí, Matty. Él está aquí". ______ luchó para desatar sus lazos y se quitó el
vestido. "Tiene un problema de espalda y vino buscando a Kiko. Eso es todo. Y antes de que lo preguntes, no tiene la menor idea de quién soy yo".
"Bueno, mantengámoslo así, ¿le parece?", dijo la mujer, con la relajada familiaridad de una amiga de muchos años.
______ se quitó la ropa interior y dejó que Matty la ayude a ponerse la seda por la
cabeza. Sabía que necesitaría de su equilibrio para mantener este tratamiento, y Kiko había hecho hincapié una y otra vez en la necesidad de estar ligera. Ligera en el corazón, en la mente y en el cuerpo. No debían haber ropas pesadas, ni pensamientos intensos: sólo concentración y conciencia.
______ suspiró.
Conciencia. Eso no sería un problema.
Era muy consciente de Joseph Jonas. Sólo que no estaba muy segura de por
qué. Su expresión ceñuda había captado su atención a los pocos segundos de entrar en esa habitación, y él se le fijó fuertemente en su conciencia.
"¿Y quiere a alguna otra muchacha allí con usted?". Las palabras de Matty la
sacaron bruscamente de sus pensamientos.
"No, no lo creo. Pero, por las dudas, ¿quién está libre?".
Matty dejó de doblar y ordenar por un momento y arrugó el ceño. "Bueno, déjeme
ver, Susie y Grace están atendiendo al Sr. Johns esta noche".
"Lo recuerdo. Nos había dicho que estaría aquí esta noche para su sesión de
costumbre. Y creo que sería perfecto que Susie empiece con Grace. Una buena
presentación. "
"Casi todas tienen un cliente que ya ha llegado o está por llegar".
______ no dejaba de sorprenderse de la asombrosa habilidad de Matty para estar al tanto de todo lo que sucedía en la Crescent cada noche. Parecía saber instintivamente quién sería la mejor para quién, y era el mejor recurso que ______ podría haber imaginado tener. ______ habría dejado ir cualquiera de todas las cosas que poseía felizmente, antes de dejar que algo le pasara a Matty.
"Las tres muchachas nuevas están en la sala de billares y Antonio le está echando
un ojo a la multitud allí. Está lleno otra vez, por supuesto, y hay algunos haciendo fila para entrar".
La nueva atracción de ______, la "Sala de Billares", ofrecía una gran mesa de paño
verde, varios tacos y tres jugadoras de sexo femenino, todas completamente desnudas.
A los clientes, se les permitía sentarse alrededor de la mesa; allí podían fumar,
beber y disfrutar de la vista todo lo que quisieran. Sin embargo, tocar estaba prohibido.
Hasta ahora, la sala era un éxito rotundo. La imagen de tres bellezas desnudas
jugando al billar era provocativa y seductora. Eran pocos los clientes que se iban del establecimiento al término de su tiempo asignado en la sala de billar. La mayoría de ellos se apresuraban a buscarse una compañera para el resto de la noche. Había resultado una interesante manera de hacer dinero, a las muchachas les gustaba el respiro de otras tareas más atléticas, y ______ estaba satisfecha con los resultados en general.
"Ah, sabes, la que no está trabajando hoy es Jane. Está en algún lugar por allí, pero
no puede atender a ningún cliente esta noche, es su horario de cursos.
______ asintió con la cabeza, sabiendo que era seguro que una que otra de sus
muchachas faltara algunos días al mes. Estaba calculado en su sistema, y se estaba
sorprendida de cuánto se lo agradecían las muchachas.
"Y el Dr. Ponsonby estuvo otra vez". Los labios de Matty se curvaron en una media
sonrisa desdeñosa. "Estaba presionando a Dora para que lo lleve arriba. Tal como lo hizo la última vez. Antonio lo acompañó a la salida, pero creo que ese va a causar
problemas".
______ asintió con la cabeza. "Es hora de hacerse cargo de él, yo creo". Giró en
dirección a la puerta. "Recuérdame arreglar una entrevista con Ponsonby pronto.
Vamos a poner esta cuestión en claro de una vez por todas. Debo irme. El Conde me está esperando".
Matty miró de lado a ______. "Ten cuidado con ese, linda. Joseph Jonas puede
ser muy peligroso".
"No para una madame de Londres, Matty", dijo ella con una ligera sonrisa. "Eso es
todo lo que el piensa que soy. Una proxeneta. Lo más bajo de lo bajo. Me preguntó
cuánto hacía que era prostituta".
Matty la miró boquiabierta. "Qué sucio, de mente podrida, y pedazo de¼".
"¿Qué otra cosa podría pensar? Me alegro de que piense de esa manera. Lo
mantendrá alejado de nuestros asuntos. No me prestará más atención de la que me
prestaría si yo fuera lo que el supone que soy".
"Tenga cuidado. ¿Me escuchó?". Los ojos de la otra mujer delataban su
preocupación.
______ cruzó la habitación y rodeó a Matty con sus brazos, abrazándola con fuerza.
"Te preocupas demasiado".
"¿Y si yo no lo hago, quién lo hará, me gustaría saber?".
______ se apartó y miró a la mujer que amaba más que a cualquier otra sobre la faz de la tierra. Levantó la mano y acarició suavemente la piel salvajemente arrugada que desfiguraba un lado del cuello de Matty y subía hasta terminar en forma de punta detrás de una de sus orejas. Allí ya no le crecía el cabello.
"Matty, ya has hecho suficiente por mí. Déjame preocuparme y planear a mí, de
ahora en adelante. ¿Por favor?".
Los ojos de Matty se llenaron de lágrimas. "Eres más preciada para mí de lo que
sería cualquier hija, ______. No puedo evitar preocuparme al pensar que esta vida no es la que deberías tener. Deberías estar en una buena casa con un buen marido y varios buenos...".
______ detuvo el discurso de Matty con un dedo. "... Niños. Sí, lo sé. Ya me lo has
dicho. Pero no sucederá así. Ahora estamos aquí, empezando una nueva vida y de paso, con suerte, haciendo un poco mejores las vidas de algunas pobres y desafortunadas muchachas. Veámoslo de esa manera, Matty. ¿Sí?".
"Ay, sigue con lo tuyo. Ve y camina por la espalda de ese hombre. Tienta al
demonio si es lo que debes hacer, pero no me culpes si tus pies se chamuscan".
______ le sonrió a Matty y salió como un remolino de la habitación; una belleza
descalza vestida de arremolinada seda azul.
Su sonrisa se desdibujó al llegar a la puerta cerrada, detrás de la cual estaba
recostado un muy desnudo Joseph Jonas. La mano de ella se deslizó por su propia
espalda mientras se tocaba las cicatrices de sus heridas a través de la suavidad de su bata. Esta familia ya le había ocasionado quemaduras una vez.
No dejaría que esto vuelva a suceder.
Vale chicas les dejo el primer capítulo a ver si se animan a comentar ^^ aaaa el Qe sigue es HOT :twisted:
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Nueva lectora
Me encanto el cap y la novela se ve que va a tener algo de drama
Siguela
Me encanto el cap y la novela se ve que va a tener algo de drama
Siguela
JB&1D2
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Capítulo 2
Su suave golpeteo sobre la puerta revolvió las entrañas de él, y le hizo saber que podía entrar con un gruñido. Él había seguido sus instrucciones al pie de la letra.
Desnudo como Dios lo trajo al mundo, estaba desparramado boca abajo sobre el
bajo diván, al que había acercado un poco al fuego.
Giró la cabeza y se acurrucó más cómodamente sobre la almohada cuando ella cerró la puerta silenciosamente detrás de sí. Sus ojos destellaban al mirarla acercarse con los párpados entrecerrados.
"No te pedí que me cogieras, sabes".
"No es mi intención".
"¿Entonces, a qué se debe el cambio de vestuario?".
______ salió de su campo visual por unos instantes y luego reapareció, vestida con su simple camisola azul. No se había dado cuenta de que al pararse entre él y el fuego, hacía que todo fuera invisible.
Él sintió cómo se le endurecía su pene y se movió incómodo contra la tela de los
almohadones debajo de él.
"Entiendo que usted se ha sometido a este tratamiento con anterioridad, mi Señor.
¿Puedo preguntarle qué llevaba puesto su masajista anterior en esas ocasiones?".
"Bueno, la seda azul no se vería muy apropiada en un jardinero".
Ella ignoró su intento de ser gracioso, entreteniéndose con unos pequeños frascos
que colocó sobre una vela para entibiarlos.
Él encogió los hombros. "En general, sólo una especie de bata de algodón, ahora
que lo pienso".
"Ya veo. Esta técnica necesita atención, concentración y la habilidad de percibir la
esencia, lo que se conoce como el chi, del paciente. Las capas adicionales de ropa
inhiben la habilidad de ser uno con el paciente, de sentir las partes del cuerpo que le causan molestias".
"Puedo decirle exactamente dónde tengo la molestia. Justo aquí". Sus músculos se
flexionaron cuando levantó la mano por detrás de él y señaló un punto apenas por
encima de su trasero. Él observó sus ojos mientras seguían la dirección en la que
apuntaba su dedo, hasta el lugar de su herida, y luego siguieron un poco más,
echándole un buen vistazo a su parte trasera. "¿Ve algo? ¿Algo que necesite de su
atención?".
Ella buscó su mirada, ofreciéndole a cambio una totalmente inexpresiva; luego se
estiró para alcanzar el primer pote de óleo para masajes.
"¿Qué es eso?".
"¿Esto? Es óleo perfumado, que usaré para relajar su piel y su mente. Aliviar la
tensión alrededor de su herida es el primer paso para curarla".
Él estiró bruscamente su mano y le agarró la muñeca antes de que pudiera volcar el
óleo en su cuerpo. Se levantó sobre un brazo mientras la atraía hacia él.
"Discúlpame. Soy un hombre cauto por naturaleza". Jaló su mano para acercarla a
él y olió la botella. Era liviano, relajante y vagamente oriental; arrugó la nariz mientras trataba de identificarlo.
"Es una mezcla de aceites de madera de sándalo y loto, mi Señor. No le hará daño".
Él soltó su muñeca, sabiendo que quizás la había agarrado demasiado fuerte, pero
no pudo detenerse. Por alguna razón, sus nervios estaban en un alto estado de alerta con esta mujer.
"Muy bien". Se recostó boca abajo y esperó.
Sintió cómo lo salpicaban las primeras gotas de aceite, suaves como la llovizna. Ella
frotó sus manos suavemente sobre su piel, de manera reconfortante, sin llegar a tocar su trasero, pero pasando las manos por todo el largo de su columna hacia arriba y hacia abajo en suaves círculos. Era una sensación increíblemente erótica, pero aun así sentía su cuerpo relajarse mientras lo tocaba.
Después de varios minutos, ella le agregó más óleo, luego buscó una toalla húmeda
que había dejado cerca del fuego.
"¡Ay! Está caliente".
"Así debe estar. Esto ayudará al óleo en su tarea y además agregará otro nivel de
relajación a cualquier músculo que pueda estar tenso".
Él estuvo tentado de pedir eso para su polla también, si ella iba a hablar de cosas
que estaban tensas.
Ella se corrió de su lado, y se estiró.
Él la observó, fascinado, mientras ella proseguía con lo que parecía ser una serie de
actitudes felinas. Estiró sus propios músculos, contrayéndolos y luego flexionándolos; doblándose, descansando y parándose en una extraña serie de movimientos.
Él casi pudo ver cómo la atención de ella se intensificaba y sus ojos reflejaban su
concentración, cuando regresó a su lado y le quitó la toalla.
Estaba tan caliente con ella que podría haberla puesto de espaldas, haberle
arrancado la camisola desde el ruedo hasta el cuello y haberla embestido en ese preciso instante. Se sorprendió a sí mismo al no hacerlo. Ella era una pu*a, una madame. Debía estar acostumbrada a ese tipo de tratos. Entonces, ¿qué lo detenía?
¿Por qué, aún ahora, sus pelotas no estaban golpeando contra su vulva y no le
estaba chupando esos tiernos senos? ¿Por qué no estaban ambos gritando juntos sus orgasmos?
¿Por qué?
Bueno, la respuesta pudo haber sido que ella no parecía registrarlo como hombre en lo más mínimo. Y sólo ese hecho le molestaba realmente. Todavía tenía que conseguir algún tipo de gesto sexual de su parte. Era casi de madera en su forma de tratarlo, imparcial hasta el límite de lo absurdo.
Mientras sentía que las manos de ella comenzaban a ejercer presión sobre su
columna dolorida, se hizo una promesa a sí mismo.
Iba a poseer a esa mujer. Iba a hacer que esos ojos se encendieran con el fuego de la
lujuria, con la necesidad de un orgasmo que sólo la dejaría tener después de que
hubiera gritado su nombre y le hubiera rogado que la haga acabar.
La haría acabar como nunca se había acabado antes.
Y él probablemente hiciera lo mismo, sólo para acompañarla, por supuesto.
* * * * *
______ necesitaba toda la atención y concentración que pudiera reunir mientras
sentía su suave piel bajo las palmas de sus manos.
Si supiera de lo agitada que estaba en su interior, probablemente se habría quedado
pasmado. Se sentía casi débil al pensar en el cuerpo de él tan cerca del suyo. La
habitación le había parecido más pequeña mientras hacía sus ejercicios de
precalentamiento y la temperatura había subido tanto en la chimenea como en su
vientre.
Algo primitivo en su sexo latía y palpitaba en reconocimiento de su necesidad de
aparearse. De unirse a este espécimen de primera clase que empezaba a gemir un poco ante la presión.
Aumentó el peso sobre sus manos, empujando fuertemente los músculos a cada
lado de su espina dorsal, y clavando sus dedos profundamente en la masa sólida que encontró allí.
El óleo se deslizó entre ellos, un velo sedoso que le permitió suavizar y amasar su
carne sin hacerle daño.
Su cuerpo era perfecto. A pesar de algunas cicatrices aquí y allá, y una zona mucho
más evidentemente hundida en la base de la columna, donde debía originarse su
problema de espalda, no le encontraba defecto alguno al hombre recostado y quieto
debajo de sus manos.
"¿Puedo preguntarle cómo se hizo esa herida?".
"En Salamanca".
"¿Le dispararon?".
"Me tiró el caballo. Una granada explotó al lado nuestro. Lo levantó por el aire y
cayó arriba mío. Murió en el acto, pobre criatura".
"Junto con un terrible número de otros soldados, ¿no?", ______ comentó en voz
baja.
Joe encogió los hombros, evidentemente sin ninguna gana de revivir batallas
pasadas, en especial esa en la que ______ sabía que tantos habían muerto, en tan
terrible masacre.
"¿Y ha sentido dolor desde entonces?".
"Un poco. Empeoró cuando volví a casa y comencé a trabajar en el Coto de Caza
Calverton".
______ no reveló lo familiar que le era ese nombre, ni por una fracción de segundo.
"¿Trabajando? ¿Quiere decir manejando los negocios de la hacienda?".
"No, quiero decir trabajando". Se movió nerviosamente un poco cuando sus
músculos comenzaron a aflojarse bajo la presión continua de ______. "El maldito lugar se quemó, casi por completo, cuando yo no estaba. Cuando lo heredé, no había nada en pie más que un edificio central y los establos".
______ logró no reaccionar. Recordó el terrible incendio, el ala este colapsando,
pero no se había dado cuenta de las dimensiones del daño.
Necesitaba detenerlo. Los recuerdos no eran algo en lo que ella quería regocijarse,
no con Joseph Jonas desnudo recostado a su lado.
"Disculpe que sea tan directa, mi Señor. Debo sentarme sobre sus extremidades por
un rato".
"Adelante", murmuró, acomodándose en una posición un poco más confortable. Su
voz sonaba relajada y su respiración, pareja. Sus lecciones con Kiko no le habían fallado.
Por supuesto, Kiko nunca le había dicho qué se sentiría al abrir los muslos y
montarse sobre un hombre desnudo.
Kiko nunca le dijo qué caliente sentiría su cuerpo o qué agradablemente rústica se
sentiría la piel velluda de sus muslos contra los muslos de ella, suaves y cubiertos en seda. Acomodó su prenda cuidadosamente para evitar que sus carnes se toquen.
______ temía arder en llamas en ese mismo instante si sus pieles desnudas se rozaban.
Como si él pudiera sentir su incomodidad, Joe rió por lo bajo y ella sintió cómo
se sacudía mientras la risa se extendía por su cuerpo.
"¿Estás segura de que no me cogerás cuando terminemos? Estoy sintiendo una
creciente necesidad, realmente. Debe ser la esencia, o algo".
A ______ se le congeló la mente por un instante, mientras por su conciencia
pasaban algunas visiones. Imágenes de cuerpos transpirados y enredados,
extremidades desnudas, respiraciones calientes y labios más calientes, y la dulzura de la carne encontrando a la carne.
"¿Está incómodo, mi Señor?", preguntó ella, recomenzando con su presión rítmica
hacia arriba y hacia abajo sobre su espalda, esta vez con todo el peso de su cuerpo sobre las manos. Cualquier cosa para distraer sus pensamientos eróticos.
"Cariño, tengo una polla muy dura aquí, a la que le encantaría conocerte. Me había
prometido a mí mismo que esta sería una visita por motivos estrictamente curativos, pero tu casa y tu encantadora persona me han recordado que soy un hombre, con las necesidades de un hombre. Quizás después del tratamiento podrías...", e hizo un gesto vago en el aire con su mano.
______ trabajaba sobre él en silencio, considerando cuáles eran sus opciones. Se
mordió el labio, sabiendo que su deseo más profundo quedaba totalmente fuera de la cuestión. Ese deseo que la impulsaba a arrancarse su delgada camisola de seda y frotar sus doloridos pechos contra su resbalosa espalda. El mismo que le decía que su polla se sentiría mejor aún si ella le frotaba su suave Monte de Venus, o la colocaba en su boca.
El mismo que le decía que tenía un vacío muy adentro de su vulva que se sentiría mucho mejor si Joseph Jonas le administrara grandes raciones de esa polla de la
que hablaba. Grandes y palpitantes raciones. Profundas, largas y penetrantes raciones.
Dios, se estaba mojando. Esto no sería bueno. Había tomado una decisión.
"Muy bien, mi Señor. Creo que usted está listo para el tratamiento de caminar por
su espalda, y después de eso me aseguraré de que sus necesidades sean satisfechas".
* * * * *
El Séptimo Conde de Calverton hizo un gran esfuerzo por no saltar. Joe apenas
podía creer lo que acababa de escuchar. Su pene, que había saltado aun más ante sus palabras, tampoco lo creía; ya estaba tratando de abrirse camino a los golpes a través de la almohada debajo de su barriga.
Ella se bajó de los muslos de él, que inmediatamente se sintieron frescos y apenados por la falta de su cálido peso sobre ellos. Él escuchó y siguió el rastro de sus movimientos mientras ella hizo sonar una pequeña campana y se dirigió a la puerta para responder al golpeteo que tuvo lugar casi inmediatamente.
Luego hubo una conversación silenciosa, pero no pudo escuchar nada de lo que se
decía, aunque se esforzara para hacerlo.
"Mi Señor, ahora me subiré sobre su espalda".
"Lo dudo mucho, mi querida". Su humor socarrón fue inútil. Con su modo fresco y
eficiente, Madame ______ se había subido cuidadosamente al diván y estaba apoyando un pequeño pie con firmeza sobre la parte inferior de su espalda. Estabilizó su equilibrio e inhaló.
El otro pie se unió al primero: él sintió todo su peso. Sus músculos estaban suaves y
flexibles gracias a sus masajes, y casi podía sentir cómo sus huesos se acomodaban en su lugar nuevamente; en tanto, ella caminaba delicadamente hasta un punto justo debajo de sus hombros y luego volvía sobre sus pasos.
Estaba completamente silenciosa, a tal punto que se podía escuchar el silbido de su
prenda de seda al moverse.
Supuso que estaba muy concentrada en sus pasos sobre su columna y tuvo que
admitir que su equilibrio y movimientos eran perfectos.
En pocos instantes, ya había terminado y se estaba bajando cuidadosamente de él,
de vuelta sobre la tierra.
"¿Está usted bien, mi Señor?".
Él se movió para experimentarlo. "Sí. La verdad que sí. Me ha aliviado gran parte
del dolor. Más que lo de costumbre, de hecho. Es increíble, Madame ______".
Comenzó a rodar hacia un lado, pero lo detuvo una mano firme sobre su hombro.
"Todavía no, mi Señor. Sus músculos están ahora muy suaves y relajados. Debemos
dejar que se despierten un poco, si le parece, antes de ponerlos a prueba".
"¿Y cómo 'haremos' eso?". Sus labios se curvaron sobre la almohada.
"Con esto".
Unos toques muy ligeros sobre su columna le dijeron que lo estaba volviendo a
masajear. Pero esta vez, en lugar del peso de sus manos, estaba usando algo muy suave, como un trozo de piel de oveja.
Lentamente, frotaba su espalda, hacia arriba, hacia abajo y hacia arriba otra vez.
Sintió fuertes deseos de ronronear.
"¿Por qué manejas un burdel?". La pregunta se le deslizó antes de que tuviera
tiempo de pensarla.
Siguió un momento de silencio, mientras los movimientos de frotación continuaban, constantes. Se preguntó si le contestaría siquiera.
"Es un trabajo como cualquier otro".
"Por la manera en que hablas, has tenido una buena educación. Eres atractiva,
inteligente y lo suficientemente astuta como para hacer que este lugar sea redituable, a juzgar por lo que he visto. Seguramente tendrías mucho para ofrecerle a un marido".
Desde que la vio por primera vez, esta fue la única vez que sintió que sus palabras
generaron una reacción en ella. El ritmo de los masajes se alteró por un instante, casi imperceptiblemente.
"¿Y usted cree que el matrimonio sería preferible a esto?".
Joe resopló. "¿Mejor que ser una prostituta, por más que sea una muy bien paga,
y dueña de su propia casa de putas? Desde luego que sí".
"Mi Señor, me temo que sus suposiciones están tristemente equivocadas".
"¿Qué quieres decir?".
Sólo un acallado golpeteo en el corredor rompió el silencio que siguió a su
pregunta.
Madame ______ quitó la piel de oveja de su piel con un golpecito final, y él suspiró mientras ella cruzaba la habitación hacia la puerta.
Ahora, pensó. Ahora terminamos con el masaje, la frotación y el tratamiento. Ahora
me toca devolverle el favor y masajearla, frotarla y reconfortar su vulva con una
buena dosis de Joseph Jonas.
Se le hizo agua la boca al imaginársela desnuda y resbalosa debajo de él, y su mente
comenzó a preguntarse si a ella le gustaría sentir esa cosa peluda sobre su piel. Quizás unas cosquillas sobre sus pezones justo después de rozarlos suavemente con sus dientes. O tal vez se lo pasaría con delicadeza sobre su clítoris, apenas como para prepararlo para su lengua. Por supuesto, también le gustaría probar con el aceite. A lo mejor, echar un poco sobre su vientre y frotarlo con la cabeza de su polla sería divertido.
O, mejor aún, frotárselo por la espalda, como se lo había hecho ella. Él sería un poco más aventurado, por supuesto, y se aseguraría de que su trasero quede lindo, suave y reluciente cuando haya terminado.
Quizás hasta deslizaría un poco entre sus cachetes. Para ver qué estrecho era su
culito. Nunca había poseído a una mujer de esa forma, pero escuchó muchas
conversaciones de fogón entre sus hombres, y muchos de ellos aseguraban que no había nada igual.
Por primera vez, se preguntó si tendrían razón.
"¿Mi Señor?". Su voz calma y aplomada perforó el miasma de lujuria que se le
estaba formando sobre el cerebro.
"Ella es Jane. Ella se encargará de atender sus otras necesidades esta noche".
"¿Qué?".
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
jajajajaja pobre Joe xD,, me eQivoQe el Qe sigue si es HOT :twisted:
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Jajaja creo que joseph ya no quiere nada
Siguela me encanto el cap
Siguela me encanto el cap
JB&1D2
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Jajaja creo que joseph ya no quiere nada
Siguela me encanto el cap
jajajajaja ya se,, por ciertO Bienvenida ;)
Capítulo 3
______ no tenía idea de cómo había hecho para no reírse. La cara de Joseph
Jonas cuando se puso de pie de un salto fue un estudio del impacto que no tenía
precio.
"Pero yo pensé...".
"Ah, Señor, yo soy muy buena. No lo defraudaré". Jane miró a Joe con un gesto
de ansiedad y bajó los ojos hasta su polla, que estaba erguida como un militar.
Él se dejó caer sobre el diván.
Jane cruzó la habitación y cayó de rodillas graciosamente frente a él, estirándose
para tomarlo suavemente con la mano. "Uuh, es una belleza lo que tiene aquí, Señor. ¿Le molesta si le doy un beso?".
El Conde parecía aturdido y ______ pudo ver cómo su piel temblaba cuando Jane
dobló su cabeza y apretó sus labios contra su erección.
______ se dio vuelta para dejarlos solos.
"Madame ______".
La voz de él la detuvo en su camino. Se dio vuelta y levantó una ceja al notar que
Jane no había dejado de proceder. Al contrario, ahora se estaba poniendo muy cómoda entre los muslos abiertos de Joseph.
Ella se negaba a admitir que la imagen de la oscura cabeza de Jane moviéndose
lenta y sensualmente sobre la polla de Joe era excitante, pero sintió que su vientre
se contraía y sus propios fluidos humedecían sus muslos, convirtiéndola en una
mentirosa.
"¿Mi Señor?". Su voz carecía de expresión.
"Pagaré el doble si tú te quedas".
Eso hizo que Jane levantara la cabeza y le echara una rápida mirada a su patrona.
______ tomó un par de decisiones a la velocidad del rayo, y le hizo una seña con la
cabeza a Jane para que continúe con lo que estaba haciendo.
"Muy bien, mi Señor. Si eso es lo que desea. Comprenderá que yo no participaré,
por supuesto".
"Por supuesto". La luz de la vela centelleaba reflejada en sus ojos marrones. "Pero
estarás mirando".
______ cruzó la habitación y se sentó en una silla de espaldar alto, mientras se
acomodaba cuidadosamente su bata de seda.
"No quitarás los ojos de nosotros. ¿Está claro?".
______ buscó su mirada, ofreciéndole a cambio otra sin expresión alguna. "Desde
luego, mi Señor. Siempre hacemos honor a los deseos de nuestros clientes".
"No siempre". La contestación entre dientes de Joe casi ni se escuchó, ya que
Jane comenzó a chuparle la polla con entusiasmo, bajando ruidosamente hasta su
gruesa base y luego hacia arriba nuevamente, para agitar su lengua por debajo de la
cabeza.
______ observaba, tal como le habían indicado.
Tenía los puños tan apretados que sabía que sus uñas le dejarían pequeñas
cicatrices en las palmas de las manos; sin embargo, no dejaría que ni un músculo le
demostrara a este hombre que la afectaba.
No haría ni un leve movimiento que revele que el sólo ver su cuerpo reluciente de
sudor la excitaba. Tampoco dejaría ver que una gota de su propia transpiración se
deslizaba por su columna, a la que mantenía tan rígida contra la silla.
Sus pezones se habían endurecido hasta convertirse en pequeñas protuberancias
marrones cuando Jane comenzó a acariciar sus pelotas, además de su verga.
Su pecho estaba tan bien formado como el resto de él, fuerte y levemente
bronceado, como si realmente hubiera estado trabajando afuera al sol sin la protección de una camisa. El hecho de saber cómo se sentía su carne debajo de sus dedos hizo que el corazón de ______ latiera más rápidamente, y comenzó a sentir un desapacible anhelo dentro de su cuerpo.
Él deslizó su mano sobre la cabeza de Jane, empujando su cabello hacia un lado.
"¿Jane?".
Ella dejó de moverse y lo miró por sobre su reluciente erección. "¿Señor?".
"Jane, deja tus senos sueltos para mí, me gustaría verlos".
"Muy bien, Señor".
Pero fue a ______ a quien Joe miró mientras Jane se bajaba el vestido desde los
hombros, arrugándolo. Eran los senos de ______ los que Joe miraba al estirarse para acariciar la suave carne de Jane, y fue a ______ a quien Joe guiñó el ojo cuando acercó a Jane hasta su boca y chupó su pezón, haciéndola gemir.
______ no pudo evitar que su cuerpo reaccionara. Se movió muy suavemente,
esperando poder esconder el hecho de que sus propios senos estaban a punto de
prenderse fuego por el calor que le provocaba su mirada.
Rogó que sus propios pezones, que se endurecían rápidamente, no delataran su
condición. Estaba caliente, mojada y penando; pero si él lo notaba, estaba condenada.
Jane ahora frotaba su pecho contra los muslos velludos de Joe, habiendo
retomado su anterior tarea de devorarle su pene. Él pasó suavemente sus manos por el cabello de Jane mientras estudiaba los bucles dorados de ______.
Ella se contuvo para no estirar la mano y comprobar si su elegante peinado seguía
intacto. Su mirada bajó rápidamente hasta sus senos otra vez, calentándolos con la
pasión que ella notaba en sus ojos.
Él la deseaba, eso era un hecho. Por qué ella también lo deseaba, no tenía idea.
Jane estaba disfrutando abiertamente esta noche. En lugar de su sesión regular de
cinco minutos, ella estaba extendiendo ésta, llevándolo hasta el límite, para luego
relajarse y permitir que ambos tomen aire.
"Me gustaría ayudarlo a que se acabe pronto, Señor", dijo ella finalmente en voz
baja, frotando un pezón contra sus bolas.
"A mí también me gustaría eso, Jane. Pero no en tu boca, si te parece bien. En tu
mano. De esa manera, podremos hacer como que Madame ______ allí es realmente parte de la diversión. ¿Qué te parece?".
"Ay, Señor". Jane rió nerviosamente, sonrojándose ante su propia calentura.
"Madame ______ no juega con los clientes, Señor".
Joe disparó la mirada hacia ______.
"Jane, creo que ya puedes terminar con el Conde". El tono entrecortado de ______ recordó sus obligaciones a Jane.
"Sí, Madame ______. Será un gusto para mí".
"¿Jane?. Prueba el tacto sobre ese punto de presión del que hablamos en la reunión
de ayer". ______ se permitió darle tanta expresión a su voz como la que le habría dado si hubiera estado ordenando el vino para la cena.
"Uuuh. Muy bien, señora". Jane rió nerviosamente otra vez y volvió a inclinarse
sobre la polla de Joe con entusiasmo.
Apenas le llevó unos segundos esta vez hacer que Joe esté a punto de acabarse,
y ______ notó qué rápido subía y bajaba su pecho. Sus ojos estaban casi completamente cerrados, pero ella no se engañó a sí misma pensando que no estaba atento. Este hombre era peligroso, como le había advertido Matty, y sabía que no debía bajar la guardia.
Jane alejó su boca con una última y amorosa chupada, y dejó que su mano se hiciera cargo. Relajó la otra, que estaba debajo de sus pelotas, y la deslizó hasta los apretados músculos de su culo. Sus ojos se agrandaron.
______ no movió un músculo, sabiendo que ahora Jane estaba introduciendo
delicadamente un dedo en su parte trasera y trataba de llegar a un cierto lugar. Ella se dio cuenta con certeza de cuándo fue el preciso momento en que Jane lo encontró.
Él gruñó y levantó el trasero del diván.
Jane se aferró a su palpitante pene, sin dejar de mantener el ritmo. Él lanzó su
cabeza hacia atrás, estirando los tendones de su cuello.
"Sí, ahora. Ahora ______".
La mente de ______ se paralizó al escucharlo gritar su nombre. No el de Jane, no el de la mujer cuya mano lo masturbaba como los dioses. Sino su nombre. ______. Se dio cuenta de que estaba fantaseando con ella.
Sin aliento, vio cómo las venas de su polla latían violentamente. Él volvió a gruñir,
y de su pene salieron expulsados chorros de semen, que probablemente eyaculaba a
borbotones al ritmo de los latidos de su corazón. ______ quería averiguarlo.
Quería poner su mano sobre el pecho de él y sentir ese corazón golpeando debajo
de su mano. Apoyar su cabeza allí y escuchar como volvía a bajar el ritmo.
¿Qué habría sentido Jane?, se preguntó. ¿Qué se sentiría al tener a un hombre como ese entre las manos mientras expresaba a gritos su placer?
Por primera vez en su vida, ______ sintió curiosidad por saber.
Y su interés no pudo haber sido despertado por un hombre más riesgoso. Éste era
realmente un caso en el que la curiosidad bien podía matar al hombre.
"Gracias, Jane. Fue una experiencia excelente".
Jane, que ya estaba estirando su vestido y volviendo a atar sus lazos, le regaló una
amplia sonrisa.
"Bueno, gracias a usted, Señor. Fue un placer ayudar a alguien de tan buena calidad
como usted, Señor". Lo limpió delicadamente con un trozo de tela húmedo, secando los restos de fluidos. Notó que era el mismo trozo de tela que ______ había pasado por su espalda hacía un rato.
"Espero que vuelva a visitarnos pronto, Señor. Me haré cargo con gusto de
cualquiera de sus necesidades. Y no solamente con mi boca". Jane le hizo una pequeña y descarada sonrisa a Joe e inclinó su cabeza a ______ con respeto mientras salía raudamente de la habitación.
______ se puso de pie, rígida, protegiéndose con su aire de dignidad. Era la
armadura que utilizaba usualmente; pudo cruzar miradas con Joe sin mostrar un
destello de expresión. Se sentía muy orgullosa de sí misma. No fue una actuación fácil, ya que sus propios fluidos se le pegoteaban entre los muslos.
Joe se levantó del diván. Ella había olvidado qué alto era.
Él se le acercó a propósito, desnudo, reluciente, con su pene descansando flácido
entre sus piernas.
Él sonrió al descubrirla echándole el ojo. "Él estará más que dispuesto para otra
vuelta contigo, ______. Sólo tienes que decirlo".
______ hizo una gran actuación al mirar hacia abajo, hacia su masculinidad. No
había duda, él estaba despertándose nuevamente.
"No, gracias, Lord Calverton. De todas maneras, si deseara algún servicio adicional,
puedo llamar a alguna otra de nuestras señoritas".
Joe suspiró y dio un paso para acercarse a ella aún más.
______ mantuvo su lugar, obstinadamente; algo dentro de ella le decía que
retroceder ante este hombre sería como admitir debilidad. Nunca hay que dejar ver la debilidad de uno. Ella lo había aprendido por el camino más difícil. De otro Calverton.
Con una gran sonrisa, Joe la rozó al pasar a su lado mientras iba hasta el
biombo, de donde tomó su ropa. Con un exhibicionismo desvergonzado, se vistió
lentamente en frente de ella.
"Mis felicitaciones, Madame ______".
"¿Se siente mejor su espalda?".
"Mi espalda, mi parte delantera, mi polla y mis bolas". Él le sonrió ampliamente. Si
lo que quería era espantarla con su lenguaje, fue bastante bueno y original. "Todo se siente mejor. Todo, excepto por una cosa".
______ inclinó levemente la cabeza y dejó que su ceja levantada hiciera la pregunta.
"Mi mente, ______. Mi mente no está satisfecha".
______ parpadeó una vez mientras él se le acercaba. Desnudo, era el sueño de toda mujer. Vestido, era avasalladoramente guapo, y su presencia colmaba todos sus sentidos.
"Mi mente está llena de ti, ______. Eres un rompecabezas, un enigma. Un misterio. Yo soy un hombre al que le gusta resolver misterios. Al que le gusta dejarlos al desnudo. Indagar sus secretos más oscuros y sacarlos a la luz. Me gusta tomar los rompecabezas con las manos, ______".
Estaba más cerca de ella de lo que su paz interior podía soportar. Sus ojos brillaban
al encontrar la mirada calma de ella. Ella casi podría jurar que él estaba divirtiéndose más al provocarla con sus dobles mensajes que cuando Jane se la chupó.
"Me encanta desparramarlos, ver qué los mueve, cómo tocarlos y suavizarlos y
hacerlos mover más rápido. Como a tu pulso. Justo aquí¼". Él estiró su mano y posó la puntita de su dedo índice sobre el cuello de ella, donde sus latidos golpeaban como un caballo de carreras llegando a la meta.
"¿Te has dado cuenta de que un hombre puede saber mucho sobre una mujer con
sólo observar este pequeño punto?". Rozó su piel delicadamente con el dedo. ______ lo sintió como si la estuviera marcando a fuego y luchó una gran batalla contra sus reflejos para no estremecerse cuando la tocaba.
"Late como si fuera el corazón de un ave enjaulada. Dios, eso es poético.
Generalmente, no digo cosas así. Debe ser tu influencia, ______".
Seguía rozando su piel con el dedo, hacia atrás y hacia delante.
"Eso, y el hecho de que quiero cogerte hasta dejarte inconsciente".
A ella se le atoró el aire en la garganta, pero continuó sosteniéndole la mirada. Sabía que ya la estaba haciendo sonrojar con el tacto y con las palabras, pero se negaba a sucumbir ante sus modales seductores. Este hombre bien podía ser su enemigo declarado. Debía aferrarse a esa noción y no caer a sus pies, derretida en un charco de deseo.
"Quiero tenerte gritando debajo de mí, ______. Yo me pregunto, ¿has gritado
alguna vez? ¿Sentiste alguna vez desesperación por que un hombre te ensarte la polla como para hacerte dar ese paso que te lleva a otra dimensión? ¿A una dimensión de claroscuros, de días y noches, una dimensión donde no existe nada más que el placer y el dolor de finalizar, de acabarte, de liberar tu alma?".
Los labios de él estaban más cerca ahora, y aún así ______ se negó a mover un
músculo. Se preguntó si podría volver a moverse alguna vez. Su cuerpo estaba
encerrado en una lucha furiosa contra sí mismo, y ella estaba segura de que muy
probablemente terminaría siendo una víctima fatal.
"Nosotros también lo haremos, ______, tú y yo. Vamos a coger y será pronto. A
veces simplemente sé este tipo de cosas. Luego te miraré a los ojos mientras te chupe los senos y te miraré a los ojos al hacerte acabar con mi lengua dentro de tu tibia vulva. Te miraré a los ojos mientras empuje mi pene bien adentro de tu cuerpo húmedo, y ellos me dirán lo que quiero saber, ______. Tus ojos me dirán cuánto quieres poseer mi polla. Ellos delatarán tus secretos, ______. Todos ellos. Lo sé. Cree esto que te digo".
Él se apartó un poco, como esperando una reacción.
Ella no le dio nada.
"Hasta entonces, dulzura mía". Sus labios rozaron los latidos de su cuello. "Sólo
tendrás que soñar conmigo. Te puedo asegurar que yo estaré pensando en ti". Se puso el dedo que había apoyado sobre su cuello en la boca y lo chupó, con la mirada clavada en ella todo el tiempo. Luego lo sacó lentamente, mientras sus labios se curvaban. "Muy pronto, ______. Muy pronto".
Él se alejó mientras se ponía la chaqueta, lanzándole una sonrisa al salir de la
habitación.
Ella se quedó inmóvil por un minuto completo, luego se desplomó en la silla,
apoyando la cabeza contra el adornado tallado.
Levantó una mano temblorosa hasta sus mejillas.
Para su sorpresa, unas lágrimas rodaban libremente por su piel y salpicaban su
vestido de seda azul.
* * * * *
Joe no tenía idea si sus piernas soportarían su peso al bajar las escaleras para
salir de la Crescent. Estaba tan débil como el consabido gatito, pero no por el efectivo servicio de Jane.
Estaba débil por el clímax que había tenido porque ella lo estaba observando. Pensó que era bastante duro en casi todas las cuestiones sexuales. Maldición, era un soldado, por el amor de Dios. Lo había visto todo y lo había hecho todo. Bueno, o casi todo.
Pero esta noche fue la experiencia más erótica que podía recordar. No por la boca
de una mujer, ni por su vulva, ni siquiera por tocarla. Solamente por sus ojos.
Porque, durante unos instantes, esos ojos grises ardieron. Y él sintió su calor desde
el otro lado de la habitación.
¿Qué iría a sentir cuando ardieran debajo de él?
Su pene volvió a pararse, recordándole que era mejor tener esos pensamientos en
un lugar menos público.
Paseó por varias habitaciones donde probó un poco del excelente brandy y
conversó con conocidos. Se dijo a sí mismo que no estaba esperando que la dueña del establecimiento hiciera su aparición.
También sabía que se estaba engañando a sí mismo.
"¿Joseph? ¿Eres tú?".
Una voz ligera cortó el murmullo de la conversación cuando Joseph se dirigía al
gran vestíbulo.
"Dios Santo, eres tú. ¿Qué diablos estás haciendo tú aquí, querido?".
Joseph Jonas habría pegado media vuelta y habría salido corriendo, si hubiera
podido. Desgraciadamente, la estrategia de retirada no era una opción.
"Elizabeth. Qué sorpresa". Joe vio cómo Lady Elizabeth Wentworth se
desplazaba a través de la multitud para esperarlo al pie de las escaleras
Hermosa, un poco escandalosa y aclamada por el pueblo, Elizabeth no ocultaba su
interés en Joe. Sin embargo, él estaba entre varios a los que favorecía y Joe sólo
esperaba que hubieran otros antes que él en la lista.
Él disfrutaba de su compañía y creía que había una persona agradable realmente
debajo de toda su superficialidad social, pero no estaba seguro de estar listo para jugar su juego esta noche. Había quedado demasiado fuera de estado.
Vio cómo su cabello negro y sus ojos azules acaparaban la atención de los hombres
que pasaba por al lado. Realmente era adorable. No podía entender por qué no le
aceleraba el pulso.
Su vestido era una obra de arte del eufemismo, colgando precariamente de sus
senos, y dando la impresión de que si respiraba hondo, caería por completo. "Si hubiera sabido que vendrías, te habría rogado que me hagas un lugar en tu carruaje, Joe",
dijo haciendo pucheros, y deslizó su brazo a través del de él.
"No esperaba encontrarte en un lugar como este, Elizabeth". Joe logró un tono
de voz levemente desaprobatorio.
"Ay, querido, qué gracioso eres. Todos vienen a la Crescent ahora. Bueno, no todos,
supongo. Pero mucha gente, de hecho. Y sirven muy buenas mesas y la sala de juego está bien manejada. Además, le pedí a Tony que me traiga porque Mamá está tratando de decidir si debe tratar de salvar a estas ´Pobres Desafortunadas´, y pensé que debía echar un vistazo antes de que ella se involucre demasiado...". Bajó la voz y miró a su alrededor, y Joe también lo hizo.
Estaba buscando en vano a una Pobre Desafortunada, pero no la podía ver.
"Tú sabes cómo es Mamá", continuó Elizabeth, arrastrando a Joe a su lado.
Joe sabía que "Mamá" era Lady Amanda Wentworth, apodada "Armada"
Wentworth por algún gracioso, que asoció su estilo con el de la Armada Española. Una docena de galeones viento en popa.
A Lady Wentworth le gustaba entretenerse rescatando a Pobres Desafortunadas,
como les decían a las mujeres no castas de Londres. Viendo que su marido era un
contribuyente importante en la perdición de muchas Pobres Desafortunadas, Joe
supuso que ella hacía lo correcto. Había una especie de simetría en ello.
Una cierta agitación detrás de él capturó su atención.
Madame ______ estaba bajando las escaleras.
"Oh, apuesto que es una de ellas", parloteó Elizabeth ruidosamente.
Joe miró a ______, ahora vestida exquisitamente con encaje gris y perlas,
moverse entre sus invitados.
"Dudo mucho que sea pobre, Elizabeth. Y en cuanto a ser desafortunada, bueno,
sólo mírala". Joe no podía quitar los ojos de la graciosa imagen de ______ mientras hacía gestos con la cabeza y sonreía a amigos y ofrecía su mano a nuevas relaciones.
"Esa es Madame ______. Tu anfitriona esta noche". Sintió su polla retorcerse ante la mera mención de su nombre.
"Ah, esa es ella".
Algo en la voz de Elizabeth capturó la atención de Joe, quien despegó la mirada
de la mujer alta de gris.
"¿Sabes de ella?".
"Bueno, por supuesto, pero no personalmente. ¿Dónde has estado, Joseph? Ah, me
olvidaba...". Su risa leve tintineó entre las velas. "Has estado en el campo. Trabajando".
Reprimió un estremecimiento dramático.
"Madame ______. ¿Dijiste que la conocías?".
"Bueno, si... no, no la conozco a ella exactamente...".
"Hola, viejo amigo. ¿Buscando un poco de sexo?¼ ay, perdón Elizabeth. No te
había visto". Una figura de gran tamaño apareció al lado de Joe y resultó ser Sir
Anthony Douglas.
En circunstancias normales, los dos hombres habrían intercambiado frases de
cortesía, se habrían palmeado mutuamente sobre la espalda, habrían compartido
comparaciones de las mujeres disponibles para satisfacerlos y habrían seguido sus
caminos por separado.
Esta noche, sin embargo, Joseph Jonas apretó los dientes, deseando tener su
espada de gala para deshacerse de Sir Anthony Douglas. Elizabeth estaba a punto de revelarle los secretos de ______ y este¼ este bodoque tenía que entrometerse.
"Tony, voy a dejar que Joseph me lleve a casa, ahora. ¿Te importa?". Le sonrió de
manera deslumbrante. A Joe, el corazón se le cayó al suelo, justo hasta sus bien
lustradas botas.
"Para nada, Elizabeth. Buena idea. Creo que iré a jugar un poco al billar". Codeó a
Joe tan fuerte que casi lo tira al suelo. "No sé si me entiendes, viejo". Recibir un sutil guiño y un codazo de un hombre que medía fácilmente seis pies cinco pulgadas, debía pesar cerca de doscientas ochenta libras, y tenía un cabello rojizo como el atardecer, fue toda una experiencia. Algo así como que un elefante te pase por arriba, se imaginó Joseph.
Elizabeth rió tontamente. "Ay, Tony, niño malo. Ve entonces". Tony los saludó con
la mano y desapareció por una puerta cercana. "Él es tan gracioso. Se piensa que no lo sé".
"¿Qué cosa?".
"¿Lo de la Sala de Billares?".
Joe meneó la cabeza, sin entender una palabra de la conversación.
Elizabeth lo miró sorprendida. "Realmente no lo sabes, ¿no?".
"¿Que cosa?", repitió con los dientes apretados.
Elizabeth se acomodó contra él aún más y se puso en puntas de pie, para susurrarle
al oído. "La sala de Billares es donde las Pobres Desafortunadas juegan al billar". Hizo una pausa para generar un clima dramático.
Joe lo arruinó. "¿Y?".
Elizabeth suspiró. "Lo hacen sin la protección de la ropa". Su susurro apenas había
alcanzado su oído cuando ______ pasó la mirada por su cara y la detuvo allí.
Él se paralizó; mientras tanto, se le cruzaba por la mente la imagen de ______,
desnuda, con su pelo dorado volcándose sobre la mesa de paño verde mientras él la
penetraba desde atrás. Respiró profundo.
"Sí, ¿no es muy, muy horroroso? Eso es lo que le hizo pensar a Mamá si estas Pobres Desafortunadas no deberían ser las próximas en su lista de gente para ayudar".
Elizabeth. Pídele a alguien que busque tu capa. Yo busco mi carruaje y nos
encontramos afuera". De repente quería salir de este lugar. El aire era sofocante, no
podía respirar y necesitaba ir a algún lugar donde pudiera pensar en ______, sin tener que verla reírse y sonreír y hablar con otros hombres.
Fue hasta la puerta, donde Antonio, el mayordomo gigante, lo esperaba.
"Su cuenta de esta noche, mi Señor. ¿Querría pagar ahora o le mandamos un
mensajero a su hombre de negocios mañana?", le preguntó, entregándole a Joe una
pequeña tarjeta doblada.
"Me ocuparé de ello ahora mismo". Joe sacó algunas monedas y contó cincuenta
guineas sin pestañear. "Su patrona debe ser bastante costosa. Esa es una suma
importante para un masaje".
"Ah, no, mi Señor, está equivocado. La tarifa es por los servicios de Jane, y está
multiplicada por dos, como usted lo pidió. Madame ______ no acepta dinero por
tratamientos médicos que hace de bondadosa que es, nomás".
Antonio miró a Joe como si fuera una forma de vida inferior.
De repente, él sintió que lo era. Pero, a su vez, se estaba yendo de una casa de putas, sin importar qué tan emperifollada estaba como para verse como una tertulia elegante.
¿Cómo podría saber que su dueña consideraba los masajes que daba como tratamientos médicos de beneficencia?
Una vocecita le dijo que haría bien en confiar en los mensajes que su corazón le
estaba enviando a su cerebro. Él ignoró a la vocecita.
"Estoy lista, querido. ¿Vamos?". Elizabeth se apuró para llegar hasta Joe, lo
tomó de la mano y lo condujo hasta la puerta para dejar atrás la Baulieu Crescent Nº 14.
No sé si alcance a subir otro cap,, si no lo subo cuando abran el foro ;) espero Qe te alla gustado el Cap :twisted: besos!!!
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Nueva fiel lectora
me encanta síguela esta super genial
quiero mas capítulos por favor
me encanta síguela esta super genial
quiero mas capítulos por favor
ElitzJb
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Nueva fiel lectora
me encanta síguela esta super genial
quiero mas capítulos por favor
Bienvenida ..... ya subo cap!!!
Por sierto AMO TUS NOVELAS :P bueno estoy leyendo Un Angel caido y Un amor prohibido,, pero aun no comento,, PRONTO LO HARE :P
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Capítulo 4
"Bueno, cuéntame sobre Madame ______".
Elizabeth miró a Joe cuando le disparó la orden, sin esperar siquiera que
termine de acomodar su vestido sobre el asiento frente a él. El carruaje se puso en
marcha y ella le entrecerró los ojos al hombre sentado en frente que le clavaba la
mirada.
"¿Por qué quieres saber?".
"Elizabeth. No seas fastidiosa".
"Voy a hacer un trato contigo. Te diré lo que sé si me tocas mientras lo hago".
"¿Qué?". Joe no se habría sorprendido tanto si el carruaje hubiera sacado alas y
levantado vuelo sobre Londres.
"Tócame, Joseph. He estado viendo toda la noche cómo la gente allí se rozaba entre
sí, cómo se frotaban y se besaban. Me está haciendo perder la cabeza".
"No sabes lo que dices", respondió Joe abruptamente. "Y si crees que vas a
hacer que me case contigo con algún tipo de comportamiento comprometedor, déjame decirte lo equivocada que estás".
Elizabeth suspiró. "Maldito seas, Joseph Jonas. No se trata de ti. Aunque solo
Dios sabe que aparentemente no puedo convencer a ningún hombre sobre eso. No
quiero casarme contigo. ¿Me oyes?".
Ella estaba inclinada hacia delante ahora, golpeándole el pecho con un muy rígido
dedo índice.
"Te oigo. Como también lo hacen la mitad de Londres, una parte de Chiswick y
quizás unos dos tercios de las embarcaciones del Támesis".
Ella ignoró el sarcasmo. "Tengo necesidades, Joseph. Una mujer tiene necesidades.
Me estoy haciendo cargo de ellas sola. Quiero saber que puedo hacer que a un hombre se le pare la pija, como hace esa Madame ______".
"¿De qué demonios estás hablando? Y cuida tu vocabulario". Joe luchaba para
encontrar las palabras. Elizabeth Wentworth, la Incomparable del pueblo, estaba
usando palabras que nunca pensó que escucharía salir de sus elegantes labios.
"Te vi cómo la mirabas, Joe. Ella bajó esas escaleras y tus pantalones casi
explotan. Ahora, mira esto...". Ella se inclinó más cerca y tiró de la parte delantera de su vestido.
Sus senos se derramaron en las sombras del carruaje, y Joseph tuvo que reconocer
que eran unos hermosos ejemplares de atributos femeninos.
"¿Ves?".
"Ejem. Sí. Veo muy bien. Ahora guárdalos".
Elizabeth se inclinó aún más cerca, haciéndole sentir su suave fragancia. "No, estoy
hablando de esto, Joe". Ella puso su mano sobre la entrepierna de él, sintiendo el
bulto que había aparecido en el mismo momento en que soltó sus senos.
"Muy lindo, pero mira esto. Si yo te dijera que parece que a Madame ______ le
gusta que le chupen los senos...".
Sin dudas, debajo de la mano de Elizabeth, la polla de Joe se levantó atenta, y
maldijo a su propio cuerpo por delatarlo.
Elizabeth sonrió. "Querido, a mí no me importa. Si quieres cogerte a una pu*a, para
mí está bien. No se trata de sentimientos, o amor, o matrimonio, o felices por siempre jamás. Se trata de que quiero aprender más sobre el placer. Quiero que me toquen con algo de calidez y afecto. Soy una mujer grande, Joe. He visto sexo por todos lados a mi alrededor esta noche y quiero tener algo de eso yo también. Con alguien de confianza. No hagas que busque a alguien más".
Ella se estiró hasta alcanzar su mano y la trajo hasta la suavidad de su seno,
suspirando con placer al frotarla sobre su duro pezón. "¿Por favor?".
Joe luchó una valiente batalla contra sí mismo, pero él también estaba al límite.
Una belleza de ojos grises llenaba su mente, su polla se ponía más dura a cada segundo y una mujer hermosa le estaba pidiendo que tocara su cuerpo.
Diablos, él era simplemente humano.
"Que esto no salga de este carruaje, Elizabeth. ¿Soy claro?".
"Totalmente, Joe. Ciertamente, no quiero que el resto del mundo sepa que tuve
que rogar por un favor sexual, ¿no te parece?". Joe no pasó por alto su tono
socarrón.
"No vas a recibir favores sexuales. Voy a ayudarte a sentir placer, pero eso es todo,
Elizabeth".
"Eso es todo lo que quiero, querido". Ella se deslizó a su lado y apretó sus senos
contra su pecho. "Hasta te dejaré simular que soy ella...".
Joe frunció el ceño. "Yo soy atento con mis partenaires sexuales, Elizabeth. No
juego ese tipo de juegos".
Elizabeth rió tontamente. "Muy bien. Pero no puedes evitar que te cuente lo que sé
sobre ella, ¿verdad? Continúa, Joe. Tócame. No me quebraré".
Joe suspiró. La amistad a veces ponía al hombre bajo demasiada presión. Inclinó
su cabeza sobre los senos de Elizabeth. Eran pulposos y firmes; ella tembló cuando besó suavemente la tibia elevación de carne y tiró de un pezón con sus labios.
"Ah, sí. Eso es adorable. Más, por favor".
Él la complació. "Bueno", susurró sobre la humedad que su lengua había dejado
alrededor de sus pezones, haciéndola temblar. "Ibas a contarme sobre ella".
Elizabeth arqueó su espalda, empujando su seno contra la cara de él. "Sí. Ella es
joven, sabes. No tiene más de veintidós, según me dijeron. Ay Dios, más de eso, sí... ahí mismo...".
Sus labios y dientes estaban ocupados mordisqueando, lamiendo, reconfortando. Él
sintió que los huesos de ella se derretían cuando aflojó sus brazos de alrededor de su cuerpo y la acomodó sobre su falda. Su mano desató los lazos de atrás y ella lanzó un suspiro de alivio cuando él aflojó el corsé de su vestido y lo soltó. Elizabeth era una mujer adorable.
Él se preparó para su tarea.
"Hace menos de un año que maneja la Crescent. Algunos dicen que la heredó, otros
que la compró directamente después de haber trabajado allí toda su vida. Otros dicen que un hombre la compró para ella, para sobornarla".
Los dientes de Joe se prendieron fuertemente de un pezón, lo que hizo chillar a
Elizabeth.
"Discúlpame. Continúa".
"Lo haré si tú lo haces".
Joe, como un excelente soldado que era, acató las órdenes. Deslizó una mano
por debajo de los pliegues sueltos de su vestido hasta su muslo para provocar, hacer
cosquillas y acariciar la suave carne que encontró por encima de su liga prolijamente atada.
"Ella... ella... ay, querido, esto se siente taaaaan bueno", se retorcía Elizabeth
mientras Joe tomaba su suave Monte de Venus en su mano.
Él podía sentir su líquido humedeciendo la palma de su mano, y deslizó sus dedos
cuidadosamente por entre los pliegues de esta mujer, aprendiendo qué le gustaba y qué no, y desparramando sus fluidos libremente por su inflamada carne.
"Continúa", le insistió Joe, poniendo más presión sobre su clítoris y haciéndola
gemir.
"Ella...eh...dicen que ella aún es virgen. Otros dicen que ha tenido más hombres
que Mesalina. Sus muchachas son muy apreciadas, eso es seguro¼". Elizabeth suspiró cuando Joe deslizó un dedo dentro de ella.
"Ay, eso es adorable. Mmm. Sí... ¿Sabías que Pinky Waterston pagó doscientas
monedas de oro por una noche con una de ellas?". Ella abrió los ojos y miró a Joe.
"Doscientas monedas de oro. ¿Puedes imaginártelo?".
Joe percibió que se estaba distrayendo y deslizó otro dedo dentro de ella,
recordándole dónde estaba y qué estaba haciendo.
Ella jadeó, y tragó antes de seguir. "Cuida bien de sus muchachas. No permite que
nadie les haga ningún tipo de daño. Hay reglas muy estrictas. Ay, Dios.Ay,Joseph¼".
Su voz se afinó hasta ser un susurro, mientras Joe penetraba más profundo.
Sus piernas se abrieron más aún cuando los dedos de Joe hacían sus hábiles
trucos mágicos sobre su distendido clítoris.
"No hablemos más, Elizabeth. No ahora¼".
La culpa hizo que Joe hiciera el amor a Elizabeth con su mano con todo el talento que poseía. No tenía nada que hacer fantaseando con una mujer cuando otra estaba
recostada medio desnuda sobre su falda.
Enojado consigo mismo, chupó ferozmente sus pezones, atrayéndola con fuerza
contra su boca, mientras su mano se movía, ahora bruscamente, contra su carne
empapada. Tenía dos dedos metidos bien adentro de ella, y su pulgar apretado contra su excitado clítoris y le mordía suavemente un pezón mientras movía sus dedos en caricias rítmicas contra su conducto interior.
Ella se retorcía debajo de él, empujándose contra su mano y su boca. Ella gimió
cuando su mano encontró un lugar que hizo que todos los músculos de su cuerpo se
contraigan. Él sintió que su tensión aumentaba cuando el volumen de sus jadeos
entrecortados subió.
Duplicó la intensidad de todo lo que estaba haciendo.
Elizabeth apretó los dientes, estiró sus piernas y explotó debajo de él con un sollozo
salvaje.
Su vulva atrapó a su mano, prendiéndose con tal salvajismo que él pensó que sus
dedos quedarían amoratados durante varios días.
Ella temblaba y se sacudía, indefensa ante el orgasmo que la arremetía.
Él la ayudó a relajar su cuerpo, reconfortando sus senos con suaves besos, para que
se sobrepusiera de los efectos que siguen al orgasmo, y deslizó la mano fuera de su
vulva mientras sus jugos fluían entre sus dedos.
"Ah, Joseph", dijo en voz baja. "Gracias".
Joe se sintió un gusano. "Elizabeth, yo...".
Ella estiró una mano y puso un dedo sobre sus labios. "Hiciste lo que te pedí,
Joe. Y te agradezco por eso. Me has hecho un regalo esta noche. Me has hecho sentir maravillosamente. Has aliviado mi cuerpo de las tensiones que sentía, y me diste algo para usar como referencia. Algo de qué agarrarme cuando estoy sola y algo para recordar si algún día necesito de un buen recuerdo". Ella sonrió maliciosamente. "Y me has enseñado que Ryan Penderly es un pésimo amante".
"¿Qué?".
Elizabeth alisó su vestido y le dio la espalda. Joe todavía estaba tan pasmado
que comenzó a atar los lazos automáticamente, sin decir una palabra.
"Ryan Penderly. Sí. El hombre callado, obsesionado con los paisajes, antiguo
intendente, Ryan Penderly. Creo que voy a casarme con él, sabes. Pero tengo que
enseñarle algo sobre cómo son las cosas entre un hombre y una mujer. Por eso
necesitaba realmente algo con que compararlo, ¿me entiendes?".
Joe se dio cuenta de que su boca todavía seguía abierta y la cerró de golpe.
"Entonces todo esto, lo que acabamos... tú y yo, fue todo para...".
"Para descubrir si Ryan era bueno o no. Sí. No puedes comparar si no tienes con
qué comparar, ¿no?".
Joe sintió que se le dibujaba una sonrisa en los labios. "Elizabeth, eres una mujer
de lo más escandalosa".
Elizabeth le sonrió también. "Sí, lo sé. Y también sé que de verdad me gusta Ryan
Penderly. Es agradable. No es que tú no lo seas, por supuesto; tú eres mucho mejor a la hora de complacer a una mujer, Joe, y tocaste divinamente mi cuerpo. Pero, y por favor no te ofendas cuando te diga esto, no llegaste a tocarme el corazón".
"No estoy ofendido". Joe frunció el ceño. "No pienso". Él le dijo que no con la
cabeza. "De hecho, no sé qué pensar sobre nada más. Toda esta noche fue muy
confusa".
"Pobre corazón. Agarrarse una terrible calentura con una madame y que después se
te ofrezcan al volver a casa. Ha sido una noche bastante dura, ¿no?".
La total falta de compasión en su voz lo hizo sonreír.
"Sí. Qué bien. Muérete de la risa. Ya tienes lo que buscabas. ¿Y qué me queda a mí
esta noche?".
"Esa es una buena pregunta, Joe. ¿Qué te queda a ti? ¿El interés en una mujer
inadecuada? ¿Un corazón herido? ¿El ego lastimado? ¿Una terrible calentura? ¿Qué es lo que te hace palpitar de Madame ______?".
Joe miró hacia fuera, a las oscuras calles de Londres, mientras el carruaje
aminoraba la marcha.
"No lo sé, Elizabeth. Y esa es la verdad. La verdad es que no lo sé".
* * * * *
En las ruidosas habitaciones de Baulieu Crescent Nº 14, Madame ______ no tuvo
oportunidad de hacer una reflexión introspectiva.
La gente requería su atención, y su negocio exigía que respondiera amablemente,
con sonrisas, con respuestas rápidas e ingeniosas y con un aire distante que le daba esa distinción especial que sabía la convertía en una figura "aceptable".
El pueblo era inconstante: un día le prestaba atención a una persona y al día
siguiente la hacía pedazos. Hasta ahora, había tenido la suerte de atraer a la clase
correcta de gente a su casa y también de crear un ambiente donde los deseos sexuales podían ir de la mano con la curiosidad sexual.
Los visitantes podían echarle un vistazo a los tesoros ocultos sin comprometer su
lugar en la sociedad, y estaba encantada de que algunas mujeres valientes hubieran
comenzado a aventurarse a cruzar las puertas y no sufrir las consecuencias de haberlo hecho.
Una de esas mujeres era la que ocupaba sus pensamientos privados mientras
llevaba a cabo las tareas de esa noche. Esa atractiva mujer de cabellos negros que se
aferró al brazo de Joseph Jonas y no lo soltó más.
Dios sabía que ella no tenía por qué pensar en Joseph Jonas, mucho menos
preguntarse quién era la mujer y qué relación la unía a Joe. Pero en algún lugar, de
alguna manera, ese hombre se había metido debajo de su piel y le estaba ardiendo. En lugares que pensó que nunca arderían por ningún hombre. Jamás.
El recorrido por su casa la llevó hacia un pasillo más silencioso, donde
generalmente se detenía para espiar los cuartos más alejados a través de discretas
mirillas. Se negaba a pensar que ofrecer sexo quería decir que una muchacha pudiera ser maltratada. Quien quisiera lastimar a una mujer, debía ir a otra parte. Beaulieu Crescent Nº 14 era una casa de placer y la expresa intención de ______ era que todos lo entendieran así. No solamente los clientes.
Sally Trotter se estaba ganando su paga sin lugar a dudas esa noche. Entusiasta y
bonita, Sally tenía una lista regular de clientes, dos de los cuales estaban con ella esta noche. Los hermanos Thompson-Ffyfe estaban enredados con Sally en una risueña y ondulante maraña de extremidades, desparramados sobre la cama más grande de la casa. Esta habitación era una de las que estaban reservadas para los clientes a quienes les gustaba tener más de una partenaire por vez, y esta noche era para Sally, Ned y Tommy. Mientras ______ observaba la escena, Ned Thompson-Ffyfe liberó sus piernas y se zambulló hasta la cadera dentro de la vulva de Sally, empujando su boca aún más profundamente sobre la polla del hermano Tommy.
Tommy obviamente apreció la maniobra, y Sally lo chupaba ruidosamente y luego
lo soltaba, al tiempo que movía sus caderas desenfrenadamente contra el pobre Ned, que estaba a punto de entregar todo lo que tenía.
______ cerró la ranura de observación cuando él gritó al acabarse.
Las otras habitaciones ofrecían más o menos lo mismo en términos de habitantes:
una variedad de hombres disfrutando del sexo con una variedad de mujeres de muy
variadas maneras. En su mayoría, los hombres pertenecían a la nobleza; las muchachas de ______ no eran escandalosamente caras, pero ciertamente no eran para aquellos que debían cuidar cada centavo.
Reprimió una risita al ver al cliente de Belle, un conocido médico y político, a quien
le estaban haciendo cosquillas con una enorme pluma. Aparentemente, sólo Belle podía mantener la presión justa con la pluma, combinándolo con una talentosa manipulación, para asegurar una rígida erección y una exitosa culminación. Este cliente en particular acababa de aumentar sus visitas a tres veces por semana, y Belle -bueno-- Belle saltaba de alegría.
______ caminó hasta la última puerta en el pasillo y espió silenciosamente hacia
adentro. Aquí, su muchacha más nueva, Susie, había hecho su "debut" esta noche
guiada por las avezadas manos de Gracie, una de las residentes de la Crescent más
experimentadas.
Su cliente había sido Neville Johns, un inversionista exitoso y un hombre de
modales tranquilos. No era particularmente guapo: el Sr. Graham dejaba generalmente que su dinero hablara por él; pero ______ había descubierto que era agradable y considerado, y categórico en su apreciación de sí mismo.
"Me gustan las mujeres, Madame ______", le había dicho cuando la buscó varios
meses atrás. "Pero mi apariencia no ayuda mucho para atraerlas. Mi dinero,
desgraciadamente, sí lo hace". Hizo una mueca apesadumbrada. "No tengo interés en ser seducido por mi fortuna. Si voy a pagar por una mujer, será una transacción
honesta, en la que las partes tengan bien en claro la naturaleza del trato. Y entiendo que sus muchachas son limpias, bien dispuestas y una agradable compañía".
______ había asentido con la cabeza a estas palabras, sabiendo que no decía más
que la verdad y orgullosa de la reputación que sus muchachas se habían sabido ganar.
"Por lo tanto, quisiera pedir dos mujeres por vez. Es algo que siempre me generó
curiosidad, pero que era poco probable que experimentara sin la ayuda de
profesionales". Su encantadora sonrisa había arrugado sus ojos, y ______ se descubrió sonriéndole también.
Entonces el Sr. Graham se convirtió en un cliente regular, que venía por lo menos una vez cada dos semanas y frecuentemente se llevaba dos de sus muchachas arriba con él por la noche. Era costoso, pero a todos los involucrados les resultaba satisfactorio.
Y a juzgar por la escena que vieron sus ojos, una vez más el Sr. Graham había tenido una noche placentera.
En medio de las arrugadas sábanas de la gran cama, Susie dormía profundamente
con sus jóvenes extremidades enmarañadas. Parecía satisfecha y su respiración apenas agitaba las sábanas próximas a su nariz.
Neville Graham y Gracie, sin embargo, no habían terminado.
Sentados sobre la cómoda tapizada a los pies de la cama, Graham tenía a Gracie
sentada sobre su falda.
______ tuvo que admitir que aunque el Sr. Graham no estaba más en la flor de la
juventud, su cuerpo todavía era firme y agradable a la vista. Lo que podía ver de él
detrás de Gracie, para el caso.
Algo hizo que se quedara quieta, con el ojo apretado contra la mirilla. Generalmente sólo revisaba que todo estuviera bien con sus muchachas y finalizaba su ronda. Pero esta noche, algo era diferente. Sus necesidades eran diferentes. Su cuerpo se sentía diferente.
Entonces esta noche se quedó mirando a Gracie mientras apoyaba su espalda contra Neville Graham y lo dejaba complacerla.
______ pudo darse cuenta de que ella se había enterrado la polla de él bien adentro de su culo. Esto sólo le dio un respiro a ______. Gracie no ocultaba el hecho de que disfrutaba que la tomaran de esta manera, pero les daba esta oportunidad a pocos clientes. El Sr. Graham debió haberse comportado muy bien esta noche para que Gracie lo dejara llegar tan lejos. Sus cuerpos estaban alineados, con las ingles inclinadas hacia delante, lo cual dejaba a ______ una vista sin obstrucciones de la vulva reluciente y la carne inflamada de Gracie.
Gracie gimió y llevó una mano de Neville hacia sus senos, mientras él deslizaba su
otra mano entre sus piernas y encontraba su clítoris.
Él movió sus caderas levemente y Gracie volvió a gemir.
Por un enceguecido instante, ______ se sintió desquiciadamente celosa. Quiso saber qué se sentía. ¿Qué sentía Gracie en este preciso momento? ¿Cómo era sentir a un hombre enterrado en las partes más oscuras de una y querer que su mano entre en los lugares más secretos? Cerró los ojos brevemente; la imagen de la sonrisa de Joseph Jonas flotó frente a ella.
Un gemido de Neville la distrajo, y ______ volvió a mirar cuando él lanzaba su
cabeza hacia atrás, curvaba los labios y apretaba los dientes.
Gracie temblaba; sus caderas lo embestían con movimientos pequeños pero
violentos. Ella apretó su mano contra la de Neville mientras él le hundía los dedos bien adentro de su vulva. Evidentemente estaban por acabarse.
Mientras ______ miraba, Neville y Gracie se contraían, y luego Gracie gritó al
acabarse. Neville estaba callado pero se estremecía mientras Gracie se sacudía sobre él.
La fuerza de sus orgasmos estalló en una ráfaga que atravesó la puerta y llegó al
espacio vacío entre los muslos de ______. Ella ansiaba esa misma culminación. Cerró la mirilla con una mano temblorosa y alisó la parte de adelante de su vestido.
¿Qué andaba mal en ella?
Sintió un terrible temor de que la respuesta tuviera piernas largas y fuertes, un
trasero muy lindo y unos ojos marrones que le desgarraban el alma.
Suspiró y trató de sacar a Joseph Jonas de su mente.
Una vez completada su patrulla nocturna, ______ se dirigió a sus habitaciones
privadas. Todavía había algunos clientes abajo y sus muchachas estarían ocupadas por un par de horas más. Pero las funciones de ______ de esta noche habían terminado. La llamarían si había algún problema; si no, Antonio trabaría las puertas un poco después de las tres en punto de la mañana y el personal comenzaría con el procedimiento de cerrar la casa por lo que quedaba de la noche.
"¿Está bien, señorita ______?".
Ella se sobresaltó al escuchar la voz de Matty. "Matty. Deberías estar en la cama.
¿Por qué me esperas levantada?". ______ reprendió a la mujer con suavidad, sabiendo que ambas estaban cansadas.
"Ha sido una noche peculiar, señorita ______, y no me equivoco. No podía
descansar hasta saber que estaba a salvo y metida en su propia cama. Sola".
"¡Matty!". ______ quedó impactada. "Después de todo lo que pasamos, realmente
pensaste...".
"Era el Coronel Jonas. Me molestó hasta el hartazgo. ¿Que se pensaba que
hacía, al venir aquí de esa manera?".
______ suspiró cuando Matty comenzó a cepillarle el cabello. "No tiene la menor
idea de quién soy yo, Matty. En absoluto. La casualidad lo trajo hasta aquí. Eso y una vieja y desagradable herida. Vi la cicatriz".
______ cerró los ojos y, por un instante, una carne firme y un trasero bien formado se le cruzaron por la cabeza.
"Bueno, a mí no me gusta. No, para nada".
"A mí tampoco, Matty. Pero no tenemos opción en el asunto. Muy probablemente,
no volveremos a ver al Conde de Calverton".
"Sí. Quizás tenga razón". La mujer terminó de peinar el cabello de ______ con un
pequeño tironcito y la acomodó sobre su propia almohada con un pequeño abrazo.
"Desde luego, mi querida, me veo en la obligación de recordarte que ya dijimos eso una vez".
______ no necesitaba que se lo recuerden. Pasó mucho tiempo desde que Matty se
fue para que ella pudiera cerrar los ojos y se rindiera ante el sueño.
Lemoine
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Lemoine escribió:
Nueva fiel lectora
me encanta síguela esta super genial
quiero mas capítulos por favor
Bienvenida ..... ya subo cap!!!
Por sierto AMO TUS NOVELAS :P bueno estoy leyendo Un Angel caido y Un amor prohibido,, pero aun no comento,, PRONTO LO HARE :P
xD oh genial me encanta q leas la nove..... cuando puedas comenta...
y yo ya quiero q sigas nah dios mio q esconde la rayis sigue
esos 2 so puro fuego se ven y todo se enciende siguelaaaaaaaaaa ya quiero mas capitulos
anda coloca mas please :(
ElitzJb
Re: Madam Charlie (Joe & Tu)[TERMINADA]
Pequeño Maratón
1/3
[b]Capítulo 5
[/b]
estuvieron muy ocupados. Había cuestiones que requerían de la atención de Joe y
un proyecto que quería completar.
Ese proyecto era Madame ______.
El eficiente Martin Jeffreys, que manejaba los temas de negocios de Calverton,
demostró cierta sorpresa cuando se le pidió que dirija sus considerables talentos en la dirección de un trabajo detectivesco.
"¿Que quiere que haga qué, mi Señor?, dijo, pasmado.
"Quiero averiguar todo lo que pueda sobre esta mujer, Martin. Tú tienes los
contactos. Averigua quién es, de dónde viene, ese tipo de cosas, y preséntame el
informe. A cambio, te prometo firmar todas estas cosas...". Hizo un gesto señalando
una importante pila de papeles frente a él; "... sin quejarme".
Sus ojos oscuros titilaban ante su compañero.
Jeffreys meneó la cabeza. "Veré qué puedo hacer, mi Señor".
"Excelente, amigo mío. Excelente".
Joe se frotó las manos, anticipándose a los hechos. Con solo mirar esos calmos
ojos grises una vez, supo que quería tener a Madame ______. De lo que no se había dado cuenta era que el deseo se convertiría en necesidad y se podía convertir en una obsesión si no hacía algo al respecto, pronto.
Durante los últimos días había funcionado normalmente, cumpliendo con sus
obligaciones de negocios, visitando varios amigos y contactos en el centro de la ciudad, organizando satisfactoriamente las cuestiones financieras de Calverton. Sí, la hacienda parecía tener un futuro promisorio y su riqueza personal era más que aceptable.
Pero él estaba constantemente consciente de una presencia. Un fantasma de ojos
grises que lo perseguía. De noche era peor; cuando apoyaba la cabeza en la almohada, su cuerpo desnudo sentía las frescas sábanas y su pene no hacía más que dolerle. Dos noches atrás, tuvo un sueño.
Él pasaba las manos por el cuerpo de ella mientras ella lo tocaba con la punta de los
dedos, desde su estómago hasta su ingle. El cabello de ella caía sobre su abdomen, lo que producía un gemido en sus labios y una sonrisa en su cara.
Luego ella cerraba su boca alrededor de él.
Se acababa a los pocos segundos, con todas las fuerzas, y al despertarse notó que de
hecho había eyaculado durante el sueño, como un jovencito inexperto.
Desarmó la cama con rabia y puso él mismo unas sábanas limpias, para no causar
demasiado impacto en la servidumbre. Ellos se darían cuenta; siempre lo hacían. Pero no era necesario publicitar el hecho de que había perdido el control.
Volvió a meterse en la cama, dejó caer su cabeza sobre la almohada y rápidamente
se volvió a poner duro al sentir a esos malditos ojos grises riéndose de él.
Y eso, Joseph Jonas se reconoció a sí mismo, era lo que él quería en realidad.
Quería ver esos ojos sonriendo, riéndose y alentándolo a alcanzar mayores y mejores proezas sexuales.
Más que nada, quería ver esos ojos agrandarse y dilatarse mientras ella se acercaba
al clímax, y mirar cómo se derretían mientras se acababa, con él muy dentro de ella. Ese era su plan supremo.
Y como cualquier experimentado luchador de campaña, sabía que necesitaba una
estrategia. Jeffreys constituía la primera parte de esa estrategia. La información siempre era vital y ahora más que nunca. Si tenía información, podía empezar a buscar una debilidad, o punto vulnerable, que pudiera usar para conseguir su objetivo. Y su objetivo era llevarla a la cama.
Más allá de eso, no podía pensar, porque esta vez el Coronel Joseph Jonas no
podía pensar a largo plazo. Su pene lideraba el ataque y gobernaba por completo su normalmente ordenado y discreto proceso de pensamiento.
Desde luego que en el fondo de su mente estaba la vaga idea de hacerla su amante.
No tenía una en este momento, no había tenido una desde que se convirtió en Conde y pensó que Madame ______ sería ideal. Se la llevaría a Calverton, quizás escrituraría una de sus propiedades más pequeñas a su nombre y juntos podrían ver pasar los años... Bueno, ya.
Por suerte, un golpe sobre la puerta recuperó a Joe de un sueño despierto que se
parecía sospechosamente a la ratonera del pastor. Necesitaba una amante, no una
esposa, y aunque la necesitara, una pu*a de burdel no era buena candidata. De ninguna manera.
Jeffreys entró haciendo un gesto con la cabeza a su patrón y suspirando.
"Bueno, mi Señor, le he fallado".
"¿Perdón?".
"Le he fallado, Señor", repitió Jeffreys, tomando asiento en la gran silla frente al
escritorio de Joe y sacando una pila de papeles de su maletín de cuero.
"¿De qué forma, Martin? Esto es tan impropio de ti". Joe no pudo evitar que su
voz tuviera un leve tono gracioso. Porque para que Jeffreys fallara en algo era como si el Parlamento se desmoronara sobre las aguas del Támesis, convertidas en un chorrito. Nunca podría suceder.
"No pude averiguar nada sobre Madame ______".
Joe se sentó sobresaltado. "¿Nada?".
"Bueno, muy poco". Enderezó un pequeño par de anteojos sobre su nariz y se
remitió a sus notas.
Joe contuvo la respiración.
"Es en verdad la dueña de Beaulieu Crescent Nº 14, libre de deudas. Está
escriturado a su nombre y figura como una herencia comprada a su anterior dueña, una tal Anne Brody".
"¿Una herencia comprada?".
"Sí. Tenía deudas pendientes, que ella pagó, y la papelería fue presentada como si
fuera una herencia. Hace poco menos de un año que es la dueña. Antes de eso, solo hay rumores. Es como si esta mujer no hubiera existido hasta que heredó un burdel".
Joe exhaló entre dientes. "Imposible, hombre, imposible".
Jeffreys le disparó una mirada de irritación. "Bueno, por supuesto que es imposible, mi Señor. Todo el mundo que existe ahora tiene alguna clase de pasado. ¿Me permite continuar?".
"Perdón". Reprendido, Joe se reclinó en su silla, juntó las manos y prestó mucha
atención.
"Su situación financiera actual es interesante y digna de mención. La casa, como ya
dije, es suya, libre de deudas. Sin embargo, tiene muy pocos bienes personales al
margen de la propiedad en sí. No tiene cuentas importantes, ni cuentas privadas, ni
fortuna personal".
"¿Cómo puede ser? Ese lugar es una mina de oro, lo he visto con mis propios ojos.
Siempre con movimiento, siempre lleno de gente que puede darse el lujo de gastar lo que ella cobra...", irrumpió Joe con sus preguntas.
"Si me diera la oportunidad, mi Señor, le explicaré".
"Perdón otra vez".
"Mis averiguaciones en el banco, sin embargo, me condujeron hasta un fenómeno
muy interesante. Cada una de las muchachas de la casa tiene una cuenta propia".
Joe quedó boquiabierto.
"Es normal que se sorprenda, mi Señor. Me atrevería a decir que yo hice el mismo
gesto cuando me di cuenta de que esto estaba sucediendo. Parecería ser que Madame ______, quien, debo agregar, les abre estas cuentas a sus muchachas personalmente, está ahorrando dinero para ellas de forma regular y lo ha hecho durante todo este año.
Ella no se queda con nada del efectivo que ganan. Ella paga sus expensas a tiempo y en su totalidad, no tiene cuentas pendientes relevantes con ninguno de los comerciantes locales que pude encontrar y la diferencia va directamente a los fondos de las muchachas que lo ganaron".
Joe meneó la cabeza, incrédulo.
"Es más", continuo Jeffreys.
"¿Hay más?".
"Ah, sí. Esta tarea que me encomendó es muy interesante, mi Señor. No tenía idea
de lo que iba a descubrir cuando comencé mi búsqueda de información. Pues bien, ¿en qué estaba? Ah, sí, además¼". Sacó otro papel de su maletín
"Madame ______ es dueña de tres casas importantes afuera de Londres".
"Ajá. Más burdeles, supongo. Probablemente obtiene su dinero de allí".
"No".
"¿No?".
Jeffreys meneó la cabeza. "No. Estas casas eran viejas construcciones venidas abajo
que ella compró a muy bajo costo. Las está haciendo restaurar para dejarlas habitables y ella convirtió la primera, que ahora está completamente habitable, en una mezcla de posada y pensión para —¿cómo decirlo?— mujeres de reputación dudosa.
"Un momento", Joe cerró los ojos, tratando de comprender lo que acababa de
escuchar. "¿Me estás diciendo que no solo está haciendo reservas en cuentas tipo fondos de inversión para sus muchachas, sino que está recibiendo a otras putas y dándoles un lugar para vivir? ¿Que no tiene otro burdel, sino una pensión?".
"Eso es básicamente cierto, mi Señor. Su Madame ______ podrá manejar un burdel, pero también está haciendo un gran esfuerzo por ayudar a mejorar a todas las otras mujeres que no tienen la suerte de trabajar en un lugar como la Crescent". Jeffreys se remitió una vez más a sus notas.
"De hecho, según entiendo, los otros dos edificios están completamente ocupados y
hay muchachas en lista de espera para entrar a la Crescent. Esa es otra cosa
interesante¼". Hizo una pausa y miró a Joe pidiendo permiso para continuar.
Joe asintió moviendo levemente la cabeza.
"Madame ______ no se parece a las abadesas comunes. Sus chicas son
cuidadosamente disciplinadas, muy cuidadosamente seleccionadas y están allí
estrictamente por propia voluntad. No se obliga a nadie a convertirse en una pu*a en Beaulieu Crescent Nº 14, ellas simplemente no tienen opción y esperan sacar provecho de esto. No hay habitaciones donde se lleven a cabo prácticas crueles y las muchachas tienen derecho a rehusarse a satisfacer las demandas de cualquier cliente si así lo eligen. Y, en realidad, lo han hecho".
"¿De verdad?". Joe estaba totalmente fascinado.
"Ah, sí". Una pequeña sonrisa se dibujó en el semblante generalmente circunspecto
de Jeffreys. "Parece ser que hace poco tiempo un caballero visitó la Crescent, sin
mencionar que tenía una decidida predilección por juegos que se tornaban rudos.
Supuso que si pagaba por ello, podía golpear a cualquier muchacha que él quisiera con cualquier cosa que quisiera usar -en este caso, la fusta que había escondido en su chaqueta-".
"¿Qué sucedió?".
"Bueno, aparentemente descubrió que ser el receptor de tal castigo no era tan
divertido como pensaba. Sus heridas le hicieron imposible montar; tuvo que usar su carruaje durante algunas semanas, y se rumorea que le quedaron algunas cicatrices interesantes de recuerdo".
Joe no pudo evitarlo. Rió a carcajadas. "Bien por ella".
La cara de Jeffreys se arrugó para hacer una pequeña sonrisa. "Ciertamente, mi
Señor. Todos los que me ayudaron a investigar a esta joven dama apuntan a una mente astuta combinada con una personalidad bondadosa, aunque retraída. Comprenderá que la búsqueda que realicé para reunir esta información fue muy dificultosa. La ha escondido realmente muy bien".
"Pero nada sobre su pasado, ¿eh?".
"Allí es donde me di la cabeza contra la pared, mi Señor. Existen rumores, por
supuesto. Uno dice que ella vivió en la Crescent durante un tiempo antes de comprarla y que se vestía como un muchacho. De allí su sobrenombre, ______. Pero nadie parece tener la menor idea de dónde viene o cuándo lo hizo, ni siquiera si tiene algún otro nombre. Siempre ha estado acompañada de su mucama, una señora Matty Jones; pero si el Jones es real o no, no lo pude descubrir, y aunque lo fuera, hay demasiados Jones como para que yo pueda rastrear su origen un poco más allá".
"Maldición". Joe se puso de pie y caminó nerviosamente hasta la ventana.
"Hay una sola cosa más, mi Señor".
Unos ojos marrones se fijaron sobre los de Jeffreys con profundo interés.
"Lo que averigüé es que la Sra. Jones y Madame ______ comparten una
característica peculiar".
"¿Ah, sí?".
"Realmente. De acuerdo con la tercera criada de la residencia de Lord Duffington,
que está saliendo con el ayudante de cocina de la Crescent, los rumores dicen que la
señora Jones y Madame ______ tienen cicatrices, ambas. Cicatrices de quemaduras. Las de la señora Jones están a la vista, en su cuello y hombro; las de Madame ______ están supuestamente sobre su espalda, de acuerdo con su criada".
Joe permaneció inmóvil, absorbiendo este pequeño bocadillo de información.
Quemaduras. Cicatrices. Dios sabía que había visto lo suficiente en batalla como para saber el dolor que causaban. El sólo pensar que su ______ se había lastimado de esa manera fue suficiente para hacer que se le atore el aire en la garganta. No podía soportar la idea de que algo o alguien le hubiera ocasionado esa agonía a su suave piel.
De repente, sintió que la habitación se achicaba y el aire estaba enrarecido.
"Jeffreys, has estado espléndido. Sigue trabajando así. Necesito dar un paseo".
Y Joe se fue antes de que Jeffreys pudiera sacar el resto de los papeles que
esperaba presentarle a su Señoría esa mañana.
* * * * *
Mientras que, desde el día en que se conocieron, el Coronel Joseph Jonas
ocupó su tiempo atendiendo los intereses de su posición como el séptimo Conde, su
proyecto, Madame ______, estuvo ocupada con sus propios asuntos y tratando de no pensar en absoluto en el Conde. Ella había tenido éxito en lo primero y fallado
penosamente en lo segundo.
Eran sus asuntos de negocios que la trajeron esta mañana a la discreta residencia
sobre la calle Harley, donde debía enfrentar la desagradable tarea de confrontar al Dr. Ponsonby.-
Este médico, quien atendía regularmente a los nobles con los títulos más altos del
pueblo, le había ofrecido un arreglo que, en su momento, sonaba útil. Sus servicios
médicos a cambio de un pequeño anticipo de dinero y "compañía" una vez al mes.
______, ansiosa por proteger la salud de sus muchachas, había estado de acuerdo.
Luego descubrió, hace algunos meses, que el buen doctor no estaba atendiendo a
sus muchachas con amabilidad o cuidados médicos, sino más de una vez con
brutalidad. Sus servicios médicos reales se limitaban a abrir algún que otro divieso,
hacer sangrar con sanguijuelas a cualquiera que tuviera algo parecido a una fiebre y
desmerecer un gran número de consultas susurrando la frase "problemas de mujeres". ______ no perdió el tiempo y dio por finalizado su acuerdo, pero el médico no estaba satisfecho con eso. De hecho, intentó matonearla tanto a ella como a sus muchachas en varias ocasiones, y su última visita a Dora fue la gota que rebalsó el vaso para ______. Hoy se terminaría todo.
Marchó hasta su puerta y tocó el timbre, mientras su carruaje la esperaba afuera
sobre el cordón y con una de sus criadas dentro de él. Prefería que no hubiera público en esta visita.
Se perdió de ver el elegante coche descubierto que estaba doblando por la calle
Harley al entrar y nunca vio la mirada de alerta del Conde de Calverton cuando hizo detener a sus caballos detrás del carruaje de ella.
La criada del Dr. Ponsonby acompañó a ______ hasta la sala de espera, una sala
polvorienta y oscura a la que un hogar a leña y una limpieza profunda le habrían
venido de maravilla.
Escuchó voces en la habitación contigua y dedujo que estaba con un paciente.
Caminó hasta la sucia ventana que daba a un pequeño jardín. No crecía nada allí,
excepto un par de dientes de león y algunas resistentes malezas.
De repente, ______ oyó un grito.
Sin pensarlo, corrió hasta la puerta más distante y la abrió de un golpe, quedándose
sin aliento ante la imagen que vieron sus ojos horrorizados.
Había una mujer boca abajo sobre una especie de mesa, y su espalda estaba
lacerada con latigazos desde los hombros hasta la cintura. Le habían aplicado un intento de vendaje, que ya estaba manchado de sangre.
Pero lo peor era el mismísimo doctor. Con los pantalones a la altura de los tobillos,
el doctor embestía a la mujer, saliendo y entrando en ella por atrás, sin tener en cuenta sus sollozos.
"¿Qué diablos cree que está haciendo?", gritó ______, indignada al extremo.
Perdido en sus acciones lujuriosas, el doctor no la había escuchado entrar y se
sobresaltó; su polla saltó del culo de la muchacha y quedó meneándose en el aire.
Había un rastro de sangre sobre él, y a ______, la ira le nubló la vista.
"¡Basura!". Agarró lo que encontró más cerca, que fue un pesado pisapapeles de
bronce. Se lo lanzó con todas sus fuerzas.
"Miserable despojo humano", gritó ella, enojada porque había esquivado su misil.
Agarró una lámpara de la mesa. "¿Cómo se atreve a tratar a una mujer de esa
forma, mucho menos a una paciente¼".
"Detente en este instante, mujer estúpida". El doctor se había subido los pantalones
y aparentemente recuperó la voz al mismo tiempo. "Ella no es una paciente, es una
pu*a. No me puede pagar con dinero, por eso hicimos un canje. ¿Qué es lo que te
sucede? Es el mismo tipo de cosas que tú haces a diario".
Los labios de él le hicieron un gesto desdeñoso, mientras sus palabras machacaban
sus desagradables sonidos dentro del cerebro lleno de ira de ella.
"Malvado bastardo inhumano...". Agotadas las palabras, ______ lanzó la lámpara
y salto sobre él, revoleando los puños.
"Sal de encima mío, puta", rugió el doctor, empujándola con todas sus fuerzas. Y
desafortunadamente, el Dr. Ponsonby era un hombre de gran tamaño. ______ salió volando por la habitación y terminó hecha un bollo en el suelo, con la
mitad de su vestido colgando de sus hombros y la otra mitad entre los dedos del Dr.
Ponsonby. La mujer sobre la mesa sollozaba mientras ______ trataba de reunir los restos de su vestido sobre su pecho y ponerse de pie tambaleando, mientras el Dr. Ponsonby le seguía propinando insultos.
Y ese fue el preciso momento en que Joseph Jonas eligió insistir en su
persecución de Madame ______.
Lemoine
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