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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

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Mensaje por PurpleSky. Dom 09 Dic 2012, 6:37 am

¿Cuándo la sigues? :c
PurpleSky.
PurpleSky.


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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada - - Página 3 Empty Re: Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

Mensaje por MarianMorgenstern Jue 03 Ene 2013, 8:54 am

Buenas Noches/Dia, depende que cuando lean esto, lo siento si eh estado desaparecida, pero mi computadora se daño, y perdi todo, todavia no tengo computadora, pero bueno, que se puede hacer, no la cancelo porque puede ser que le quite prestada la compu a mi prima para subir esta semana, este mes estoy de vacaciones pero empezare a trabajar y nose muy bien hasta que horas, por eso no la cancelo, si queria decir que esta es la ULTIMA, novela que adapto. Y solo estare por aqui para leer, ya que empezare los semestre que son fuertes, y a trabajar para los conciertos que vienen a mi pais {espero ir al de los Jonas en febrero} espero que de aqui al 25 de Enero ya haiga terminado esta novela. De verdad siento mucho a ver desaparecido asi ademas de que me enferme y me fui de viaje.


¡FELIZ AÑO!

Marian xx
MarianMorgenstern
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Mensaje por Vikilita Lun 07 Ene 2013, 6:32 pm

Hay si porfavor la tienes que seguir amo esta novela es muy demasiado hermosa y me ando muriendo por otro cap !! Jajaja

Bueno me presento como se debe me llamo Victoria pero me dicen Vicky me puedes decir como quieras y desde antes era tu fiel lectora encerio me encanto la de dulzura :love: Te juro que la ame

Pero bueno esta ya me atrapo !! Jeje espero que la sigas

Besos !
Vikilita
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Mensaje por Gisse Sáb 26 Ene 2013, 8:22 pm

Aaaaaamo esta nove la aaaaaamo
amo la vulnerabilidad de Liam hace que lo
ame mas! Por cierto amé la novela Dulzura y beautiful desaster de zayn
son fantasticas
me hicieron sentir ooh en las nubes *-*
Sigue asi
amo leer novelas tan buenas
saludos!
Gisse
Gisse


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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada - - Página 3 Empty Re: Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

Mensaje por Gisse Mar 29 Ene 2013, 10:24 pm

HOLAAA aqui estoy otra vez, como estas??
me preguntaba cuando seguirias la nove :)
Solo espero que estes bien
Y puedas seguir esta excelente novela
cuidate (:
Gisse
Gisse


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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada - - Página 3 Empty Re: Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 4:31 pm

YA ME ARREGLARON MI COMPUTADORAAAAAAAA.
Ahora si le spodre poner los capitulos que les debo, son muchos la verdad.
Espero que sigan comentando.
Ya les pongo los cap.
MarianMorgenstern
MarianMorgenstern


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Mensaje por Vikilita Vie 01 Feb 2013, 5:43 pm

Hayyyy si te juro que estq nove me encanta pense que no la seguirias aaaa kiero ver a liam todo cambiado !!!!!!!!!

Besos espero cap !!!!
Vikilita
Vikilita


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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:13 pm

Capítulo 4

No soy lo que aparento, soy lo que escondo en mi interior. Atrévete a verme como realmente soy. Apuesta por mí.

—Me apuesto un café a que no se presenta —retó Anny a su amiga.
—Trato hecho —aceptó ___—. Pero ojo, no quiero un café cualquiera, sino un frappuccino de caramelo.
—Tú misma. —Anny se encogió de hombros y sonrió con suficiencia—. Eres tú la que va a perder y a pagar.
—Eso habrá que verlo.
Eran poco más de las ocho de la mañana de un día magníficamente soleado. Las dos amigas estaban sentadas tras el mostrador de la tintorería, supuestamente ayudando a Sonia a ordenar las direcciones y horarios de las recogidas de ese día, mientras esta se ocupaba de ir al banco a ingresar el dinero recaudado la jornada anterior. Pero lo que realmente estaban haciendo las muchachas era debatir entre ellas sobre el joven que, según Anny, había encandilado a Dolores… y a ___.
—Mira, tía, es de cajón. Una cosa es llevar una caja con revistas viejas y un par de telas a la residencia de ancianos y otra muy distinta pasarse todo el día cargando con alfombras sucias y pesadas de un lado a otro del barrio —argumentaba Anny—. Seguro que se raja, ya verás.
—No sé. La abuela está segura de que acudirá. Ha hablado con Román y dice que Scooby confía en Liam y ya sabes que rara vez se equivoca.
—¡Oh, por favor! No me digas que vas a hacer caso de ese loco y su desequilibrado chucho.
—Pues… no, la verdad. —_______ sonrió—. Pero no sé. No es que lo conozca mucho, pero me da la impresión de que no es lo que parece a simple vista.
—Por supuesto que no. Es un príncipe de un remoto y desconocido país que se ha disfrazado de mendigo para introducirse entre la gente de la calle y ver cuáles son sus carencias. ¡No me fastidies, ___! —estalló Anny—. Vamos, tía, usa la cabeza. No sé qué mosca te ha picado. Hace tres semanas
estabas segura de que el tipo iba a robaros, maltrataros o algo por el estilo, y ahora lo defiendes a capa y espada.
—Hace tres semanas no había hablado con él, no le conocía ni tenía ganas de hacerlo. Ahora es distinto.
—¿Qué ha cambiado? Sigues sin conocerle.
—Comí con él y lo que vi no me gustó —confesó _______ bajando la voz.
—¿Qué viste? —preguntó su amiga de repente seria.
—Vi a todos los clientes del restaurante desviando la mirada para no verle. Vi a un hombre joven y demasiado delgado mirar con temor a su alrededor e intentar hacerse todavía más invisible de lo que era. Le vi coger el tenedor con dedos temblorosos y
obligarse a comer despacio, como si apenas pudiera soportar esperar a meterse la comida en la boca y a la vez tuviera miedo de… no sé, de que sus modales en la mesa fueran incorrectos. Tenías que haber estado allí, Anny —dijo a su amiga tomándola de la mano—. Al principio no levantaba la mirada de la mesa, como si no se atreviera a hablar con nosotras. Poco a poco fue entrando
en la conversación, al principio solo con monosílabos, como si se hubiera olvidado de la manera de conversar. Pero cuando por fin comenzó a hablar fue… increíble. Irguió la espalda, levantó la cabeza y… —dejó de hablar y entornó los ojos.
—Y… ¿qué?
—Se transformó en otra persona. Es superinteligente… es… no lo sé explicar. Hay sufrimiento en su mirada, pero también dignidad, honor, superación, fortaleza…
—¡___! —exclamó Anny con los ojos abiertos como platos.
—¡Qué!
—Hablas como… como si te gustara —explicó Anny posando la palma de la mano sobre la frente de su amiga—. ¿No estarás enferma, verdad?
—Oh, déjate de tonterías —gruñó _______ apartando de un manotazo a su amiga.
—Hola —susurró una voz de hombre desde la entrada de la tienda.
___ y Anny volvieron la cabeza y observaron al recién llegado, extrañadas. Era muy pronto para que fuera un cliente, la tintorería
normalmente no abría hasta las nueve y media.
—Hola —saludó Anny levantándose de la silla con la mejor de sus sonrisas; el tipo era guapísimo—. ¿En qué puedo ayudarle?
—Esto… soy yo… Liam. ¿Llego demasiado pronto? — preguntó nervioso mirando el reloj de la pared. Las manecillas indicaban que faltaban quince minutos para las nueve en punto.
—¡Liam! —exclamaron las dos amigas a la vez, totalmente sorprendidas.
—Hola, muchacho; ya veo que has llegado pronto —dijo Sonia empujándole para que entrara en la tienda y la dejara pasar—.
¡Madre mía! Sí que has cambiado. Es increíble lo que puede hacer un buen corte de pelo y un afeitado. ¡Estás hecho un adonis! Ten cuidado o las señoritas aquí presentes te darán un buen mordisco en el trasero —avisó guiñándole un ojo.
—¡Mamá! —gritó Anny indignada por que su madre se refiriera a ella de esa manera.
—¡Señora! —exclamó Liam rojo como un tomate.
—No les hagas caso, siempre están igual —dijo ___ sonriéndole.
—¡Ja! Traidora, te has aliado con el enemigo —sentenció Anny sacándole la lengua a su amiga.
___ cerró la boca, apretó las mejillas y logró resistir un segundo entero; luego estalló en una musical carcajada que rápidamente se
le contagió a Anny. Sonia negó con la cabeza y se encogió de hombros mirando a Liam, como queriendo decir: «ya ves lo que tengo que soportar cada día».
Liam sonrió ante la familiar y entrañable estampa. Un segundo después, la alegría reflejada en sus ojos se tornó en desesperado anhelo al darse cuenta de todo aquello que le había faltado tanto tiempo. Durante toda su vida.
Cabeceó angustiado al sentir que deseaba con toda su alma pertenecer a ese grupito de personas, reírse con ellas, hablar con ellas, relacionarse con ellas. Dejar de ser invisible. Sacudió la cabeza, irritado consigo mismo. Él era quien era. Nadie.
No tenía derecho a estar allí, compartiendo ese momento especial con aquellas mujeres únicas.
—¡Chicas! Un poco de seriedad, por favor —dijo Sonia dando dos fuertes palmadas para llamar la atención de las amigas. _______ y Anny se pusieron serias, o al menos todo lo seria que se puede poner una persona con los ojos llenos de lágrimas por culpa de la risa.
—Muy bien, acércate —dijo señalando al joven. Este obedeció al momento—. Te he preparado una ruta, síguela —le indicó tendiéndole un plano y un cuaderno—. Las direcciones y los horarios de los clientes están apuntados en la libreta. De todas maneras, como tienes que traer las alfombras una por una, te veré a menudo durante la mañana, así que, si tienes alguna duda, no te la calles y cuéntamela. No quiero errores —advirtió—. ¿Entendido?
MarianMorgenstern
MarianMorgenstern


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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:14 pm

—Sí, señora.
—Bien, quítate la chaqueta y ponte esto —le tendió una cazadora de trabajo color naranja con el logotipo de la tintorería en uno de los bolsillos.
—¿Le vas a obligar a llevar… eso? —preguntó _______ compadeciéndose del hombre.
—Va a parecer el butanero —estalló Anny en carcajadas.
—¡Pero bueno! Si no recuerdo mal, no hace mucho tiempo que vosotras teníais unas muy similares.
Esa frase cortó en seco las protestas y carcajadas de las chicas. Ellas mismas se habían visto obligadas a recoger y entregar alfombras, trajes y prendas varias con cazadoras similares, y recordaban perfectamente el ridículo que creían hacer.
—Eso está mucho mejor —asintió Sonia—. No les hagas ni caso; es una buena prenda, setenta por ciento algodón y treinta por ciento poliéster —informó con profesionalidad—. No se arruga, no sudas más de la cuenta con ella, no ensucias tu propia ropa y todo el mundo te reconoce como mi empleado.
Liam se la puso sin dudar. Le parecía estupendo llevar la cazadora de la tintorería, así no mancharía su nueva ropa. Se la acomodó dando suaves pasadas con la palma de las manos y, en un ataque de vanidad que no sabía que todavía tuviera en su interior, se volvió hacia un pequeño espejo que había sobre el mostrador y observó cómo le quedaba. Parpadeó asombrado. Sí. Parecía el butanero, pero también parecía un profesional. Irguió la espalda y asintió con la cabeza, complacido. Seguro que con esa
prenda no sería invisible.
—Muy bien —comentó Sonia satisfecha—, estás guapísimo.
—_______ y Anny no pudieron evitar un par de risitas tontas—. Sí, señor. Te vas a llevar a las clientas de calle. Ahora, sonríe un poco. —Liam no pudo evitar obedecerla, las chicas seguían
riéndose y haciendo aspavientos tras ella—. ¡Perfecto! Deja que te atuse un poco el pelo.
Liam dio un paso atrás, sorprendido, cuando Sonia le recolocó el cabello con manos firmes.
—¡Impecable! Estás listo para pasar a la acción. Haz bien tu trabajo, sonríe mucho, trata a los clientes como si fueran reyes y reinas —le aconsejó—, gánate su confianza y, si tienes suerte, te empezarán a llover encargos. Seguro —afirmó convencida—. Y recuerda, un cliente satisfecho es un cliente que regresa.
—Y que deja buenas propinas —terminaron la coletilla las dos amigas.
Liam no pudo evitar sonreír. Y _______ no pudo evitar suspirar al ver su sonrisa.
El joven sacó la libreta, estudió la primera dirección, asintió con la cabeza y salió de la tintorería dispuesto a realizar su trabajo a la perfección.
_______ le siguió.
—Te acompaño —declaró situándose a su lado.
Liam la miró confuso y asintió encogiéndose de hombros. Imaginó que Sonia le habría ordenado que le vigilase; al fin y al
cabo, no era más que un vagabundo y era lógico que no se fiara de él.
—No abrimos la mercería hasta las diez, así que tengo toda una hora por delante sin nada que hacer —comenzó a parlotear la muchacha, incómoda ante el silencio del joven—. He pensado que te vendría bien un poco de ayuda para orientarte por el barrio.
Liam no respondió, se limitó a mirarla y asentir con la cabeza.
—Aunque recoger alfombras parezca fácil, no te creas que lo es. Casi todos los edificios tienen porteros y es complicado conseguir que te dejen entrar. Aunque como llevas el uniforme de la tintorería lo mismo no te ponen muchos problemas —le advirtió _______—. De todos modos, te viene bien que te acompañe,
¿verdad? —inquirió indecisa. Ya no le parecía tan buena idea acompañarle. No ahora, que se mostraba tan huraño.
Liam volvió la cabeza y la observó con atención. La muchacha tenía el rostro sonrojado y parecía preocupada.
—No voy a escapar con las alfombras —respondió cortante, mostrando un atisbo de su antiguo carácter.
No le gustaba que le vigilaran, entendía que era necesario para que confiaran en él. Pero le hubiera gustado más que le consideraran una persona honrada y digna de realizar el trabajo sin tener que aportar antes pruebas de ello.
—¿Cómo dices?
_______ se detuvo en mitad de la calle cruzándose de brazos, enfadada. Liam cerró los ojos consciente de que su respuesta no
había sido la más adecuada para ganarse la confianza de nadie.
—Lo siento. Ha estado fuera de lugar —se disculpó.
—Por supuesto. Escúchame bien, idiota. ¿Te crees que estoy aquí para vigilar que no le robes las alfombras sucias a Sonia?
—Yo…
—No he terminado —le interrumpió ella—. Mi única intención era hacerte el trabajo más fácil. Por si no lo sabes, me he pasado años recogiendo y llevando cosas a la tintorería. Conozco a cada portero, a cada clienta y cada atajo que puedes tomar para llegar antes. ¿Lo entiendes? Pero si no te interesa mi ayuda, dímelo y me largaré con viento fresco —aseveró enfadada.
—Pensé que te caía mal —replicó Liam.
—¿Perdona?
—Se me hace extraño que quieras acompañarme. Dejaste bien claro que no te gustaba y no te fiabas de mí —explicó Liam en la frase más larga que había dicho en meses.
—Oh. —_______ se mordió los labios—. Eso era antes —se defendió la joven.
—¿Antes de qué?
—Antes de que me cayeras bien —afirmó resuelta a no dejarse intimidar por el hombre.
—Ah —repuso él sin saber qué decir.
—Ahora me caes bien y, por tanto, si mi presencia no te molesta, pretendo acompañarte. ¿Estás de acuerdo?
—Sí —contestó con una sonrisa iluminando sus normalmente serias facciones.
_______ era una mujer muy hermosa. Cuando estaba con sus amigas era adorable, cuando se reía le hechizaba. Y cuando se enfadaba era… puro fuego.
Liam pensó, no por primera vez, cómo sería tenerla por amiga, poder tocarla sin impedimentos, hablar con ella como un hombre normal, no como alguien como él.
Ella había dicho que le caía bien; quizás algún día, en un futuro lejano…
—Déjame ver la primera dirección —dijo _______ interrumpiendo sus pensamientos.
Él le tendió la libreta de notas sin dejar de observarla en silencio, mientras ella bajaba la cabeza para leer las anotaciones. Varios mechones de pelo castaño cayeron sobre su rostro, ocultándolo como si fueran cortinas de seda. Liam levantó una mano sin ser consciente de lo que hacía, deseando tocar ese precioso cabello, pero se detuvo en el último segundo. _______ no se merecía que una escoria como él se atreviera a tocarla.
—Uf. Qué tenemos aquí. Tu primera recogida es en casa de…
—Le miró sonriente—. Has tenido una suerte increíble —afirmó,
aunque era consciente de que Sonia había programado esa
primera visita a propósito—. Tu primera clienta es una mujer
encantadora, no te va a dar ningún problema. Y suele dejar unas propinas impresionantes —asintió para sí antes de seguir leyendo
—. Mmm, la siguiente es algo más complicada, siempre va con prisas, y te exigirá que le confirmes la entrega antes de una
semana. Uf, de verdad que no entiendo a este tipo de personas — declaró retirándose el pelo de la cara con una mano—. ¿Por qué narices tiene prisa en tener algo que hasta octubre no va a volver a usar?
Liam se encogió de hombros con una sonrisa en los ojos.
—En fin, tú dile que sí a todo y que luego se ocupe Sonia si surge algún problema. Además, es una tacaña. No te comas el coco con ella, no merece la pena.
Liam no pudo evitar reír ante el último comentario. ___ lo miró sorprendida. Era la primera vez que oía su risa y era mágica,
ronca, íntima, sensual. Lo observó ensimismada. No era el mismo hombre que hacía tres semanas. Sí, estaba igual de delgado y su rostro tenía las mismas ojeras de cansancio. Pero su mirada no se mostraba tan esquiva como antes, sus hombros estaban erguidos y sus labios… sus labios se habían estirado un par de veces esa mañana en un cálida sonrisa.
Ahora que la barba y las greñas no ocultaban su cara, podía ver que era un hombre muy atractivo. Destacaban en su rostro los labios bien definidos, la nariz digna de los antiguos patricios
griegos, la frente amplia y, sus ojos… ¡Dios! ¿Cómo no se había fijado antes en esos ojos? De un gris tan claro que parecían de plata.
—¿Tengo algo en la cara? —le preguntó Liam, sobresaltándola.
_______ lo miró indecisa, sin saber qué decir.
El hombre se restregaba las mejillas con los dedos una y otra vez, preocupado por si tenía alguna mancha del café o las pastas que había desayunado con Román. No quería causar mala impresión a las clientas.
—Eh… Sí. Tienes una manchita de chocolate aquí —mintió
_______, acariciándole la comisura de la boca con un dedo.
La piel de Liam era suave y sus labios desprendían calor. Sin ser consciente de lo que hacía, _______ se lamió los labios, a la vez que dejaba que sus pestañas cayeran, entrecerrando los ojos en un gesto tan sensual que el hombre no pudo evitar desear devorar su boca en ese mismo momento.
Liam dio un paso atrás, asustado, dispuesto a librarse como fuera del incontenible impulso que le incitaba a besarla.
_______ carraspeó avergonzada, por un momento había estado a punto de darle un beso.
Liam miró al frente y comenzó a caminar hacia su próximo destino, pero apenas había dado dos pasos cuando se detuvo asombrado. Acababa de recordar algo. No había desayunado nada que tuviera chocolate.
MarianMorgenstern
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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:19 pm

Capítulo 5

Cuando una piedra cae al río crea múltiples ondas concéntricas que se expanden en él. De la misma manera, cuando alguien actúa con dignidad, amabilidad, empeño y perseverancia, a su alrededor se crean ondas de apoyo, cariño, confianza y lealtad.

Liam caminaba por la ca le en dirección a ninguna parte. Acababa de entregar la última alfombra a Sonia y por el momento no tenía nada más que hacer. Se estaba planteando si acercarse o no a la mercería para saludar a Dolores y, para que engañarse, ver a _______, conversar y reírse con e la, sentirla cerca. Lo cierto era que esa mañana, en contra de lo que venía siendo habitual durante las últimas semanas, no habían coincidido y, sinceramente, la echaba de menos. Mucho.
—Oye, perdona —escuchó decir a alguien.
Liam se dio la vuelta, más por curiosidad que porque pensara que se referían a él.
—¿Eres Liam? —preguntó un hombre desde la puerta de la zapatería.
—Sí —afirmó observando al varón. Tendría más o menos su misma edad, unos veintisiete o veintiocho años. Era un tipo enorme, con un delantal azul que le cubría parte del torso y acababa un poco por encima de sus rodi las.
—Soy Darío, el zapatero remendón del barrio —se presentó bromeando—. Dolores me ha dicho que podrías estar interesado en algún trabaji lo.
—Sí, claro. ¿Qué necesitas?
—Los cristales del escaparate están asquerosos —informó Darío señalándolos con el dedo—. Normalmente los limpio yo, pero ahora con la crisis la gente prefiere arreglar los viejos zapatos en vez de comprar unos nuevos, lo que me viene estupendamente pero no me deja tiempo libre para hacer nada más. Así que
¿cuánto me pedirías por los cristales?
Liam observó el escaparate, era inmenso. Entornó los ojos, pensativo, calibrando sus opciones. Podía pedirle cierta cantidad
de dinero a cambio de su trabajo, pero ni remotamente conseguiría el suficiente para comprar lo que realmente necesitaba.
—Unas deportivas nuevas —se aventuró a solicitar. Prefería eso antes que el dinero que pudiera ganar.
—Hecho —asintió el zapatero tendiéndole la mano—.
¿Cuándo puedes empezar?
—¿Tienes herramientas para limpiar los cristales? —preguntó
Liam quitándose la chaqueta.

Desde que un par de meses atrás comenzara a ayudar a Sonia con los recados de la tintorería, su vida había dado un cambio radical. Ya no dormía en los cajeros automáticos o al aire libre, sino que lo hacía en una cama, en la habitación de la pensión más cutre de todo Madrid y con la compañía de otras cuatro personas
que, como él, andaban bastante escasos de «efectivo», por decirlo de manera suave.
Sabía que esta afortunada situación no iba a durar eternamente, que legaría el momento en que Sonia y las demás personas para las que hacía recados dejarían de necesitar sus servicios y él volvería a su antigua vida. Pero mientras tanto, pensaba
aprovechar la coyuntura y dormir siempre que pudiera entre sábanas gastadas pero limpias y mantas agujereadas pero cálidas. La pensión no era el Waldorf Astoria, pero al menos estaba protegido por las noches y la cama no era tan dura como el suelo. Aunque también era cierto que cuando dormía en el suelo no se le clavaban los mue les del colchón. Pero bueno, prefería unos cuantos moratones por culpa de ese pequeño inconveniente a despertarse sobresaltado con una patada en los riñones propinada por el macarra de turno, cosa que ya le había ocurrido en alguna ocasión.
Dio un paso atrás y revisó con atención su «obra». Entornó disgustado los ojos al encontrar una pequeña mancha gris en la parte baja del escaparate. Se agachó y procedió a eliminarla con entusiasmo. Limpiar cristales quizá no fuera la tarea más importante del mundo, pero se había comprometido a dejarlos
impecables, y él se tomaba muy en serio sus responsabilidades. Se irguió y repasó su trabajo. Sonrió satisfecho al comprobar que las lunas de la zapatería bri laban impolutas.
Se asomó a la puerta y lamó con un gesto a su esporádico jefe. El zapatero asintió satisfecho ante el trabajo realizado y le entregó
unas deportivas nuevas.
Minutos después Liam caminaba contento con su nueva posesión en los pies; de hecho, parecía un niño con zapatos nuevos. Se dirigió hacía la mercería sin dejar de pensar en cómo había cambiado su vida gracias a las dos mujeres que la regentaban.
No era solo que ganara, hora a hora y con mucho esfuerzo, el dinero suficiente para dormir seguro y alimentarse un par de veces al día, aunque fuera a base de bocadi los. Era más que eso. Mucho más. Por primera vez en mucho tiempo se sentía útil, necesario.
MarianMorgenstern
MarianMorgenstern


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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada - - Página 3 Empty Re: Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:20 pm

Cada mañana al despertar, le parecía que el sol bri laba con más fuerza, que la gente era más amable y los sonidos de la urbe más melódicos. Quizá fuera porque estaba más seguro de sí mismo, o porque comenzaba a ver la vida a través de los ojos de una muchacha risueña, algo terca a veces, con muy mal genio y un corazón de oro. O porque sin haberlo imaginado siquiera, se encontró inmerso en la vida del barrio.
La primera semana solo había recogido las alfombras, pero con el transcurrir de los días, tal y como había vaticinado Sonia, la
gente le fue conociendo, tomando confianza y haciéndole encargos, sobre todo las personas mayores.
Al principio fueron trabaji los que le eran transmitidos a través de Dolores. La anciana parecía tener contacto con toda la gente de su edad que residía en la barriada. Recados como levar algunas barras de pan a dos o tres vecinas de un mismo portal, o recoger una bolsa del colmado y subirla a un cuarto piso sin
ascensor. Tareas senci las por las que sacaba alguna propini la. Hasta que de repente, un día, sin esperarlo o intuirlo, entró en la onda de «radio barrio».
Una vecina le dijo a otra que la de más a lá conocía a un chico dispuesto a hacer recados a cambio de poco dinero… y le empezaron a lover los encargos.
Una sonrisa soñadora acudió a su cara al recordar aquel día, no tan lejano.
Acababa de subir un paquete con material para labores de ganchi lo a un tercer piso —sin ascensor— para una clienta de Dolores. La mujer le dio una pequeña propina y acto seguido le comentó que, en el portal de al lado, una amiga suya necesitaba un buen mozo que estuviera dispuesto a limpiarle los alti los de la cocina.
Liam no sabía si era un buen mozo, de hecho lo dudaba. Tampoco entendía a qué se refería exactamente con «los alti los». Aun así, no tenía nada mejor que hacer y acudió a ver si podía echar una mano.
Echó las dos.
Los alti los resultaron ser la parte de arriba de los muebles de la cocina y su trabajo consistió en subirse a una escalera, pringarse el pelo y los brazos de grasa y dejarlo todo bien limpio. Y ya que estaba puesto en faena, la buena señora imaginó que no le importaría pasar un poco el trapo a los cercos de las puertas. A cambio, Liam consiguió unos pocos euros, un plato rebosante de
la fabada más rica que había comido en su vida y mucha información para Román.
Ese fue el pistoletazo de salida; desde entonces, cada día recorría el barrio, en algunas ocasiones cargado con alfombras y, en otras, simplemente paseando frente a los portales a la espera de que, con un poco de suerte, alguno de los porteros tuviera un recado para darle. Y debía reconocer que la suerte no le dio la espalda. Degustó, entre otras exquisiteces, la pae la más deliciosa, las lentejas más sabrosas y las pechugas de po lo mejor
empanadas del mundo. Amén de las pequeñas propinas que siempre acompañaban a cada manjar y que le permitían, junto con lo que ganaba con Sonia, pagar su apestosa habitación de la pensión.
¿Qué más podía pedirle a la vida?
Que una preciosa muchacha de ojos pardos y cabe lo castaño le mirara con algo más que un sincero cariño. Pero eso no podría siquiera soñarlo hasta que él fuera… normal. Hasta que tuviera un trabajo normal, una casa normal, una vida normal. Hasta entonces, no tendría nada que ofrecer y, por tanto, nada podría pedir ni desear.
—¡Muchacho! Estás en Babia —escuchó que decía la voz de
Román seguida de un sonoro ladrido de Scooby.
—Hola, Román —le saludó Liam dándose la vuelta para quedar frente a la peluquería.
—¡Qué hola ni que ocho cuartos! Vamos, vamos, entra… —
Miró a un lado y otro de la ca le—. Te invito a un café —dijo un poco más alto para luego susurrar—. ¿Tienes algo para mí?
—¿Cómo dices? —contestó Liam con una sonrisa de oreja a oreja.
Había tomado especial cariño al viejo cascarrabias y su perezoso perro. Cada mañana desayunaba con e los y los ponía al día de todos los sucesos acaecidos en el barrio. Casi podía asegurar que eran los momentos más divertidos de todo el día.
—No te hagas el tonto —siseó cerrando la puerta y colocando el cartel de cerrado—. Te he visto entrar en la zapatería. Cuenta, cuenta. ¿Es verdad que la hermana de Darío se va a casar con el zagal ese que la dejó preñada en las Américas?
—Pues…

Una hora después un divertido Liam se asomó a la entrada de la mercería. Hablar con Román era como hacerlo con un agente del FBI, no había información que se le resistiese.
—Hola, Liam —le saludó _______ desde detrás del mostrador. Liam inclinó la cabeza a modo de saludo y recorrió la tienda
con la mirada.
—Dolores no está, se ha ido con unas amigas a pasar una tarde de chicas —le informó la joven al ver su mirada interrogante. Liam asintió—. No ha dejado ningún aviso para ti, así que imagino que tienes lo que queda de tarde libre.
Liam metió las manos en los bolsi los y se miró las deportivas
nuevas. Incapaz de decir nada y sintiéndose idiota por no hacerlo. Nunca había sido un gran conversador, comportamiento que se había agravado con su estancia en la ca le. Le costaba tomar confianza con las personas, abrirse a e las. Pero poco a poco iba superando esa traba que tanto aborrecía de su carácter. Ahora podía mantener conversaciones más o menos coherentes con Dolores y Sonia. Román era harina de otro costal. El anciano era capaz de hacer hablar a un mudo, por lo que cuando estaba con él practicaba —quisiera o no— el difícil arte del diálogo. Y Anny, en fin, con e la no hacía falta decir nada, no dejaba tiempo suficiente como para abrir la boca. Pero, ah… _______. No era capaz de dirigirle más de dos o tres palabras seguidas. No porque no quisiera hablar con e la; todo lo contrario, deseaba con toda su alma fascinarla con una conversación inteligente y casual. Pero era imposible. En cuanto estaba ante e la, se sentía tan embriagado al escuchar su hermosa voz que se perdía en la profundidad de su hechicera mirada, y era incapaz de concentrarse para formar una frase más o menos coherente. Por tanto, prefería ca lar.
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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:20 pm

Con el resto de las personas del barrio se mantenía en un reflexivo silencio que, aunque le molestaba porque le hacía sentirse torpe, le permitía hacer su trabajo sin tener que esforzarse por lograr una conversación fluida.
Y esto que a Liam le resultaba tan incómodo, para el resto de las personas era una de sus mayores virtudes. Hombres y mujeres se sentían impelidos a lenar los silencios de la conversación, porque, aunque el muchacho no emitiera sonidos, preguntaba con
la mirada, asentía con el rostro y hablaba con todo su cuerpo.
Ancianas hurañas que echaban a bastonazos a cualquiera que se acercase a e las lamaban al joven para las tareas más imprevisibles con el simple propósito de compartir un café con una persona cariñosa y agradable que las escuchara. Hombres severos y de ademanes bruscos se sentaban en sus cómodos butacones y, mientras el joven limpiaba los cristales de las ventanas, le iban desgranando lo pérfidas que eran sus nueras con e los. Y sin que Liam dijera una sola palabra, acababan convenciéndose de que quizá no fueran tan malvadas, que, quizá, si e los pusieran un poco de su parte las cosas irían mejor.
Liam tenía la paciencia de escuchar con atención cada palabra que se mencionara en su presencia, de reflejar cada duda del interlocutor en su mirada, de asimilar cada pena y hacerla más levadera. Y todo esto utilizando únicamente su mirada, sus manos y sus gestos.
En presencia de _______, no era su mirada o sus manos las que hablaban por él. Lo hacía su corazón y este le hablaba directamente al de la muchacha, burlándose de las palabras que jamás podrían alcanzar a expresar lo que él sentía al estar con e la.
Liam arqueó las cejas, se encogió de hombros, bajó de nuevo la mirada a sus pies y pensó desesperado algo que decir, cualquier cosa que le permitiera quedarse un rato más con e la para saborear su presencia.
—¡Vaya! —exclamó de pronto _______ rompiendo el incómodo silencio—. ¿Deportivas nuevas? —preguntó saliendo de detrás del
mostrador para acercarse a él.
—Sí —respondió con una enorme sonrisa satisfecha en los labios.
—¡Guau! Son preciosas. Estás que lo tiras, eh. ¿Dónde las has conseguido? —preguntó _______ usando a propósito ese término. Intuía que Liam no podía permitirse comprar casi nada, y unas deportivas nuevas eran en ese momento un capricho prescindible
—. Me encantan.
—He limpiado los cristales a Darío —respondió Liam.
¡Mierda!, pensó un segundo después. ¿No podría haber
construido la frase un poco mejor? No, claro que no. De donde no
hay, no se puede sacar, y las neuronas de su estúpido cerebro
bri laban por su ausencia.
—¡Genial! ¿Qué más has conseguido? —indagó curiosa. Liam volvió a mirar su nuevo calzado y se encogió de
hombros.
—¡No! ¿Has limpiado el enorme ventanal de la zapatería y solo te ha pagado con las deportivas? ¡Argh! ¡Como le pi le le voy a arrancar las orejas y se las voy a hacer comer a la plancha! ¡Será rata! —bufó _______ apoyando las manos en las caderas.
—Son unas buenas deportivas
—No lo pongo en duda, pero el escaparate de la zapatería es enorme y te tiene que haber costado mucho trabajo limpiarlo.
Liam se encogió de hombros, apoyó el talón del pie izquierdo y levantó la punta para observar mejor su nuevo y flamante calzado.
—Son cómodas y tienen cámara de aire —informó él. Lo cierto es que estaba plenamente satisfecho con el pago obtenido.
_______ resopló al ver que él no entraba en razón. Salió de detrás del mostrador y entró en la trastienda.
Liam la siguió. La encontró haciendo equilibrios sobre la punta de los pies, intentando colocar una caja de hilos en lo alto de la estantería. Sin mediar palabra se colocó tras e la, le cogió la caja de las manos y la ubicó en su sitio. E la se dio la vuelta con una preciosa sonrisa en los labios que casi le paró el corazón.
—Lo que intento hacerte entender, cabeza de chorlito —Liam sonrió al escuchar el apelativo—, es que no puedes ir por ahí regalando tu trabajo —le aconsejó _______ mientras se agachaba para coger otro paquete.
Liam se adelantó, levantó la caja y miró a la mujer interrogante.
—Ves, a esto es a lo que me refiero —le indicó señalando sus manos ocupadas—. Eres demasiado amable.
—Me gusta ser amable —afirmó él sonriendo.
_______ observó sus labios distendidos y afables y pensó que el joven tenía la sonrisa más hermosa del mundo.
—Oh, Liam, me desarmas —suspiró—. Eres la mejor persona que he conocido nunca. Pero no es bueno para ti. La gente te ve tan servicial, que se aprovecha. Cualquier otra persona le habría cobrado a Darío un buen pico por limpiarle el escaparate, y tú solo le pides algo que él consigue a precio de coste.
—Si las hubiera comprado me habrían costado más de lo que
habría conseguido por hacer el trabajo —le explicó él.
—Pero a Darío le han costado menos de lo que valen en realidad —rebatió _______.
—¿Y qué? Así los dos ganamos. Él se ahorra un poco de dinero y yo consigo unas deportivas a cambio de un trabajo por el que hubiera cobrado menos de lo que necesitaría para comprarlas.
_______ le miró parpadeando. La verdad era que no había pensado en eso. Frunció los labios, incómoda por no levar la razón.
—En fin, no vale la pena discutir contigo —se negó a dar su brazo a torcer.
Liam no pudo evitarlo, esta ló en alegres carcajadas al ver su frente arrugada y sus ojos entornados. A su chica no le gustaba nada no tener la razón.
—Como se te caiga la caja me voy a enfadar —le avisó mirando fijamente el paquete que él aún tenía entre las manos.
El joven intentó disimular su sonrisa y lo colocó en su sitio, luego cogió los pocos que quedaban esparcidos por el suelo y terminó de disponerlos en sus correspondientes estanterías. Mientras tanto, _______ se ocupó de barrer el suelo de la tienda y recoger los pocos objetos que había descolocados. Cuando terminó cerró la puerta con lave y se dirigió al mostrador para abrir la caja registradora y contar la escasa recaudación del día.
Liam se situó frente a la puerta, de espaldas a la muchacha. Sus hombros no eran muy anchos, ni sus brazos musculosos, pero
en su rostro sereno se podía leer la determinación de protegerla en caso de que algún desaprensivo osara molestarla.
_______ levantó la vista de las monedas y bi letes y observó al hombre. Su cabe lo moreno se rizaba sobre el cue lo de la camisa, su espalda se mantenía recta y erguida, sus piernas separadas. Algo había cambiado en él desde la primera vez que lo viera. Ya no parecía asustado ni miraba a su alrededor desconfiado. Incluso se reía de vez en cuando, pero en ocasiones, sobre todo cuando
estaban los dos solos, su mirada se enturbiaba, como si de repente recordara algo que le hacía entristecer. Cuando eso sucedía, lo único que e la deseaba era borrar esa melancolía besando sus labios, acariciándole, mimándole. Pero no podía hacer eso. Estaba segura de que si lo hiciera él se avergonzaría poniéndose rojo
como un tomate y comenzaría a mirar al suelo y carraspear.
Cuando terminó de contar todo el dinero, lo metió en un sobre que se escondió en el sujetador, tal y como su abuela le había enseñado, y acto seguido apagó todas las luces de la tienda menos el cartel que iluminaba el escaparate. En ese momento Liam abrió la puerta del comercio, esperó a que e la saliera y cerrara con lave y tiró de las rejas hasta cerrarlas. Luego se volvió hacia su amiga, sonrió acalorado y ahuecó el brazo para que e la se asiera a su codo, como si fuera un caba lero de bri lante armadura.
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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:20 pm

_______ alzó la mirada al cielo, resopló y colocó la palma de la mano sobre su antebrazo. Era una de las pocas oportunidades que tenía para tocarle, no pensaba desperdiciarla.
Liam inspiró profundamente cuando los dedos de la joven
tocaron su piel. Eran finos y largos, de pianista. Observó arrobado sus pulidas uñas pintadas de rosa suave y deseó lamerlas, descender despacio hasta los nudi los y acariciar el interior de su muñeca con la lengua. Carraspeó aturdido al comprobar que su entrepierna se estremecía con un ramalazo de placer. No era posible. A él ya no le funcionaba «eso»… ¿o sí?
—¿No levas chaqueta? —preguntó _______ interrumpiendo sus pensamientos.
Liam se mordió los labios dándose cuenta en ese momento de que, efectivamente, estaba en mangas de camisa, en camiseta para ser más exactos.
—La dejé en la peluquería —informó disgustado.
No solo había olvidado la chaqueta, también la mochila en la que transportaba todas sus pertenencias. Con las prisas por ir a la mercería y verla, escucharla, sentirla e inhalar su aroma, se había olvidado hasta de su vida.
—¡Qué despistado eres! —exclamó e la divertida, sin darse cuenta del gesto asustado del hombre—. No pasa nada, mañana cuando vayas a desayunar, e informar a Román —comentó como de pasada arqueando las cejas—, la recoges.
Liam asintió mirando al suelo cabizbajo, sus hombros se encorvaron y sus manos se escondieron en los bolsi los del pantalón. Esa noche tendría que buscarse un cajero automático o algún sitio similar para dormir. El dinero que había conseguido ese día estaba bien oculto en la mochila, y la dueña de la pensión no
fiaba.
—Si quieres podemos pasar por la peluquería a ver si todavía está abierta —le propuso _______ al ver su reacción.
Liam negó con la cabeza, sabía a ciencia cierta que Román ya se había ido. Él mismo le había ayudado a cerrar.
—Oh, vaya… —dijo _______ comprendiendo su gesto e intuyendo por qué Liam necesitaba su mochila—. ¿Te hace falta…? —Hizo una pausa sin saber cómo decirle lo que quería sin que él se sintiera ofendido—. ¿Necesitas…?
—No —negó el hombre con rotundidad.
Él no pedía dinero. A nadie. No lo había hecho cuando estaba a punto de morirse de hambre y no lo iba a hacer ahora. Había dormido hasta hacía poco más de dos meses en la ca le, no le pasaría nada por volver a hacerlo.
—Bueno, pues entonces vamos; no perdamos más tiempo —
dijo _______ tirando del brazo del muchacho.
Lo entendía perfectamente. En el poco tiempo que hacía que le conocía se había dado cuenta de que Liam no solo era buena persona, sino que además tenía un sentido del honor algo anticuado y un orgu lo casi inquebrantable.
No aceptaba nada de nadie si antes no había dado algo a cambio.
Le miró de refilón, recordando el primer día que entró en su tienda. Esa fue la única vez que le vio aceptar algo a cambio de nada, y fue comida. Y a la semana siguiente regresó, quizá para
pagar su deuda con trabajo, o puede que simplemente fuera en busca de otro plato de comida. Pero había vuelto y e la había tenido el privilegio de poder asomarse a su mente, ver la amabilidad y el cariño con los que se comportaba, la dignidad de sus principios, el esfuerzo y empeño que ponía en cada trabajo.
Era un buen hombre.
Un hombre de moral intachable.
Conocerle era lo mejor que le había pasado en la vida, y el muy idiota no se daba cuenta de e lo, pensó enfurruñada.
Se aferró más fuerte a su brazo. La tarde estaba cayendo y el viento nocturno comenzaba a levantarse lanzando ráfagas de aire fresco sobre ambos. E la iba abrigada bajo su rebeca de punto, pero él no, pensó acurrucándose contra su costado, intentando transmitirle un poco de calor. Se detuvo de repente, consciente de que la noche sería fría, y de que su acompañante, muy probablemente, tendría que dormir al raso, abrigado con una camiseta de manga corta.
Liam posó su mano sobre la de _______, que descansaba apoyada en su antebrazo. Presionó un poco los dedos y la observó atentamente. La joven se había detenido de repente, y lo miraba fijamente, asustada. Liam se puso en tensión y miró a su alrededor buscando el origen de la amenaza, pero no vio nada raro.
—¿Qué pasa? —susurró preocupado. Y luego quiso darse de cabezazos contra la farola más cercana por la frase tan cortante y
estúpida que había salido de sus labios.
—Mmm… acabo de recordar que ayer robaron en mi portal
—mintió _______.
Liam se volvió hacia e la con los ojos muy abiertos y posó las manos sobre sus hombros, preocupado.
—Un idiota se coló por la noche e intentó… —se detuvo pensativa.
No podía contarle nada muy lamativo, porque entonces Liam, que de tonto no tenía un pelo, se extrañaría de no haberse enterado por Román, y se lo preguntaría al día siguiente durante el desayuno. Y si el peluquero no estaba enterado de un robo en el
barrio —cosa fácil, ya que no había ocurrido—, haría lo imposible por enterarse, y como era mentira lo descubriría y e la quedaría como una embustera, cosa que no era su intención. ¡Dios que jaleo!
Liam deslizó los dedos por las meji las de la muchacha, dándole su apoyo en silencio, instándola a seguir hablando.
—Pues eso, el muy asqueroso se coló en el edificio, subió hasta la azotea y desde a lí bajó con una cuerda hasta… —inventó a
toda prisa— la terraza del sexto, y se coló dentro. Robó un par de joyas sin apenas valor y luego se largó, pero fue tan inútil que se tropezó en el último escalón del portal y despertó al portero. Este salió de su casa al oír el escándalo y el imbécil del ladrón se asustó al verlo y escapó corriendo olvidando la bolsa con las joyas en mitad del descansi lo.
Liam asintió sin dejar de acariciar las meji las de la muchacha y frunció el ceño en un intento por entender la maraña de frases que
e la había dicho, extrañado de que Román no se lo hubiera contado esa misma tarde. Su amigo jamás se guardaba ninguna noticia para sí. Al contrario, las lanzaba a los cuatro vientos.
—La cuestión es que no lo sabe nadie —susurró _______ al ver su mirada interrogante—. Los dueños del piso no quieren que se sepa en el barrio, porque… —entornó los ojos buscando una explicación plausible— porque… ¡les da vergüenza! Eso es. Piensan que la gente creerá que son tontos por no darse cuenta de que les estaban robando.
Liam entornó los ojos extrañado. Si no querían que nadie lo supiera, ¿cómo se había enterado e la?
—Lo cierto —se apresuró a explicar _______ al verle dudar; casi podía leer en su rostro los pensamientos que circulaban por su mente— es que el portero se lo contó a mi abuela y e la a mí. Y se supone que yo no debía decir nada a nadie —insinuó mirándole.
Él asintió y dio un paso atrás. _______ decidió seguir mintiendo un poco más al dejar de sentir su caricia sobre la cara.
—Pero yo me levé un susto tremendo —afirmó.
Liam arqueó una ceja, incrédulo. No conseguía imaginarse a _______ asustada. Más bien, se la imaginaba saliendo de casa con una sartén en la mano y amenazando al torpe ladrón.
—¡En serio! —exclamó—. No hago más que pensar en que alguien va a entrar en mi casa por la ventana.
—Eso no es posible —afirmó él poniéndose a su lado y comenzando a caminar de nuevo—. Vives en un bajo con rejas en las ventanas —le recordó sonriendo, sin darse cuenta de que había formulado la frase de manera correcta y con la extensión
adecuada.
—Puede haber alguien esperándome en el portal —expuso—.
¿Quién te dice que no me han estado vigilando? Los ladrones actúan así, ¿sabes? Espían a la víctima, aprenden sus hábitos y luego la atacan. No es difícil averiguar que cierro cada día a la misma hora y que regreso a casa con la recaudación del día. — Aunque en el remoto caso de que alguien intentara robarle la miseria que ganaba cada jornada, ya se encargaría e la de darle una buena patada en las «joyas de la familia». Pero claro, eso no podía decirlo delante de Liam; se suponía que era una chica dulce y cariñosa, no una mala bestia, como la lamaba en broma su abuela.
—Estás conmigo —afirmó Liam mirando alrededor de nuevo en estado de alerta, dispuesto a espantar a cualquiera que intentara atacarla.
—Pero tú me dejas en el portal y te vas. Si hay alguien esperando dentro para robarme… —Dejó la frase en el aire y se aferró a la mano de Liam con fingido terror.
Liam se quedó petrificado sin saber qué hacer.
_______ bufó para sus adentros. Su caba lero de la bri lante armadura era más cortado que una camiseta de Freddy Krueger. Le miró resuelta y pasó la mano por la cintura del hombre, luego
se acurrucó contra él y simuló un escalofrío nada convincente.
—¿Por qué no me acompañas hasta la puerta de casa? —
preguntó con la mirada asustada menos inocente del mundo.
Liam asintió con la cabeza sin dudar. _______ sonrió radiante.
Él intuyó que acababa de caer en una trampa, pero no consiguió imaginar de cuál se trataba.
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Mensaje por MarianMorgenstern Vie 01 Feb 2013, 7:22 pm

Muy bien, ya les puse unos cuantos capitulos, espero comenten, y les guste.

Marian xoxo.
MarianMorgenstern
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Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada - - Página 3 Empty Re: Quedate Conmigo - Liam & Tu - (Adaptada) - Terminada -

Mensaje por Deyca <3 Vie 01 Feb 2013, 9:18 pm

Ok Mar sabes que te estoy escribiendo por el BB ya que me han apagado el modem y bueno cambiando de tema a lo PRINCIPAL la novela esta HERMOSA y en serio como te dije se me encoge el corazón cuando leo por todo lo que pasa Liam y él que esta tan lindo y dios en serio es demasiado tierno :'( estare al pendiente cuando subas de nuevo :) besitos y es genial que hayas vuelto.

Dey xx
Deyca <3
Deyca <3


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