Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
"Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 15. • Comparte
Página 3 de 15. • 1, 2, 3, 4 ... 9 ... 15
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Capitulo 3
La fiebre de Nick Jonas remitió finalmente aquella noche y _____ rezó una plegaria de agradecimiento. Se hundió en un sopor sin pesadillas y pudo dormir unas cuantas horas seguidas antes del alba.
Se levantó al amanecer, se lavó, se vistió y empezó a preparar el desayuno. Cuando volvió a la habitación para ver cómo estaba, todavía dormía plácidamente. Después de despertar a las niñas, dejó a Becky encargada de vestir a las pequeñas y se fue a hacer sus tareas matinales.
Cuando regresó a la cocina, las niñas ya estaban allí. Becky había terminado de preparar el desayuno y las tres estaban sentadas a la mesa. Chester se hallaba tumbado en el suelo, a la espera de las sobras que alguna de las chiquillas pudiese lanzarle por debajo de la mesa. _____ puso los huevos que había recogido en el gallinero en el mostrador de madera y se lavó las manos. Después tomó una cucharada de la masa de maíz que había en un cazo sobre los fogones.
—¿Cómo está el señor Jonas, mamá? —preguntó Becky.
—Está mucho mejor —contestó ella sentándose—. La fiebre ha remitido.
—¿Es él quien se va a quedar para ayudarnos como hacía Nate? —preguntó Marian.
—No. —_____ se horrorizó sólo de pensarlo—. Desde luego que no.
—¿Dónde crees que se ha hecho todas esas cicatrices? —inquirió Becky.
—No lo sé —contestó _____. Y no estaba segura de querer saberlo.
—Bueno, a mí me gusta —comentó Sophi—. Es divertido verle mientras duerme. ¿Puedo ir a verlo después, mamá?
—No —contestó _____ con sequedad—. Te he dicho que no entres en su habitación.
—¿Por qué no?
—Porque tiene un lenguaje indecente y un comportamiento infame. Quiero que te mantengas alejada de él —y dirigiendo la vista a Marian, añadió—: Tú también, ¿entendido?
Las niñas asintieron y se quedaron calladas. _____ volvió su atención al desayuno contenta de dejar a un lado el tema de Nick Jonas. Se quedó mirando su tazón pensando en el día que tenía por delante. Ahora que el hombre estaba mejor, _____ sabía que tenía que hacer un viaje a la ciudad.
Tenía pollos y cerdos, así que nunca le faltaba la carne, y su huerto le daba verdura más que suficiente. Pero había muchas necesidades que sólo podía cubrir en el colmado. Le faltaba harina y masa de maíz y apenas quedaba melaza.
Esta vez debería ir con los huevos y tres docenas de cestos de los sabrosos melocotones que había recogido el otoño anterior. Si Stan Miller ya no le fiaba, por lo menos podría intercambiar sus productos por aquello que necesitaba hasta después de la cosecha.
_____ sintió una rabia repentina. Jack era el dueño de la tienda y sabía que Stan obedecía sus órdenes. Era un procedimiento habitual dejar a deber hasta la época de la cosecha, y sabía lo que pretendía Jack. Era una forma más de hacer que las cosas le resultasen más duras, de hacer que se hundiese y así persuadirla para que vendiese sus tierras. _____ apretó la mandíbula. No iba a conseguirlo.
—¿Puedo salir fuera a jugar, mamá?
La voz de Marian interrumpió sus pensamientos y levantó la mirada. Miró el tazón de la chiquilla.
—No has terminado el desayuno.
La niña puso una cara que claramente indicaba por qué. _____ no pudo evitar sonreír al ver la cara redonda de Marian afeada con aquella ridícula expresión de desagrado.
_____ miró a Becky y a Sophi y vio que sus tazones también estaban casi llenos. Se le borró la sonrisa. Ella quería darles a las niñas mucho más que aquella masa de maíz para desayunar, vestidos remendados y trabajo duro. Pensó en su propia infancia, en todas aquellas cosas que había dado por supuestas, en la seguridad que otorgaba el dinero. Era una vida que aquellas niñas no habían conocido y que probablemente no conocerían nunca. Pero el amor valía más que muchas otras cosas y nadie podía querer a esas niñas tanto como ella.
_____ se puso en pie, apartando la silla.
—¿Saben que les diré? Si no me equivoco, hay una lata de jarabe de arce en la despensa. ¿Qué les parece si pongo un poco en la masa de maíz y un poquito de mantequilla?
Su sugerencia fue recibida con gritos de entusiasmo. _____ fue a la despensa a coger la lata que había estado reservando. El jarabe de arce era una de sus comidas favoritas y la había estado guardando para una ocasión especial. Pero pensó que probablemente las cosas especiales no siempre había que reservarlas para las ocasiones especiales.
Puso una cucharada de jarabe y otra de mantequilla en cada uno de los tazones, y las niñas acabaron su desayuno sin más queja. Mientras las observaba, pensó en lo maravilloso que sería poder resolver todos sus problemas con tanta facilidad.
Una hora más tarde, _____ enganchó a Sally al carro de nuevo para ir al pueblo. Desde lo alto de la carreta le dio instrucciones a Becky:
—Asegúrate de vigilar al señor Jonas cada media hora más o menos. Estará dormido casi todo el rato, pero si se despierta, intenta que beba un poco más de té de corteza de sauce, y si no se lo toma, dale bastante agua. Y también estaría bien que tomase algo del caldo que está en el fuego.
Becky asintió y en su hermoso rostro apareció la expresión seria de quien se quedaba a cargo de todo.
—Está bien, mamá.
—Volveré antes del mediodía —dijo _____ agitando las riendas. Sally se puso en movimiento y salió del patio—. Y no dejes que las niñas entren en su habitación —gritó girando ligeramente la cabeza cuando el carromato dio la vuelta a la casa y enfiló el camino bordeado de robles que conducía a la carretera principal.
Callersville era una pequeña población en la carretera que iba de Monroe a Shreveport, un lugar de paso en el que poca gente se quedaba, un lugar de casas decadentes, perros que dormitaban a la sombra, de viejos que se entretenían tallando palos de madera, de viudas jóvenes que tejían y donde florecía la madreselva. _____ había visitado Nueva Orleans y Baton Rouge unas cuantas veces. Un verano su padre había llevado a toda la familia a Mobile a visitar a los tíos Ella y Jarrod. Pero la mayor parte de su vida había transcurrido en Callersville. _____ contempló el amarillo jazmín y los azules altramuces que crecían salvajes junto a la carretera. Sabía que no deseaba nada más.
Pasó el aserradero y la fábrica de madera de Tyler, giró junto a la iglesia baptista y entró en el centro del pueblo. Se detuvo frente al colmado de Tyler, situado entre el restaurante de Tyler y la barbería de Tyler. El hombre necesitaba poner su nombre en todas partes, pensó _____ bajando del carromato de un salto. Como si no supiese ya todo el mundo en aquel lugar que cada edificio del pueblo le pertenecía.
Cogió su cesta de huevos del asiento de la carreta y subió los escalones que llevaban al colmado. Saludó con la cabeza a Jimmy Jonson y a Bobby McCann, que estaban sentados en el banco que había junto a la puerta abierta, tirando ambos de un pesado trozo de caramelo. A _____ le sorprendió que, cosa rara, no estuvieran haciendo ninguna diablura. Debía ser el calor.
Entró en la tienda y sintió un gran alivio al ver que quien estaba detrás del mostrador era Lila Miller.
—Buenos días, Lila —le saludó y colocó su bolsa sobre el mostrador de madera al mismo tiempo que se echaba el sombrero hacia atrás.
—¡_____! Te he echado de menos hoy en la iglesia —le saludó la mujer sonriendo.
—Tenía algunas cosas que hacer en casa y no he podido venir al pueblo —contestó—. ¿Cómo estás?
—Estaría mejor si no fuese por este calor.
Lila se recogió un mechón suelto de su cabello negro detrás de la oreja, apoyó los codos en el mostrador y se abanicó con un ejemplar de la revista Godey's Lady's.
_____ miró a su alrededor pero no vio al marido de Lila. En la tienda sólo estaba su hijo de quince años, Jeremiah, que estaba reponiendo en las estanterías latas de leche condensada Borden.
—Buenos días, señorita _____ —le dijo el muchacho—. ¿Cómo está Becky?
Ella le sonrió. Jeremiah y Becky eran amigos y sabía que llegaría un día en que serían algo más que eso. Becky todavía era muy joven para ser cortejada, pero cuando llegase el momento, Jeremiah sería un buen marido.
—Está bien. Le diré que has preguntado por ella.
El muchacho le sonrió claramente agradecido y _____ se dirigió a Lila:
—¿No está Stan esta mañana?
—Ha ido a Monroe —le confirmó Lila —¿Necesitabas verle?
—La verdad es que no —respondió _____ y señaló la cesta de huevos—. Necesito algunas cosas y confiaba en que pudiese intercambiarlas por los huevos. También tengo algunos de mis sabrosos melocotones en la carreta.
Las dos mujeres se miraron a los ojos y _____ supo que Lila se estaba acordando del día en que llegaron las listas de Gettysburg y de cómo habían llorado juntas, _____ por sus dos hermanos y Lila por su hijo mayor. Recuerdos como ése valían mucho más de lo que Jack podría llegar a entender nunca.
Lila se irguió y dejó la revista a un lado.
—Bueno, yo estaba presente cuando Jack repasó los libros de cuentas con Stan y le dijo que no podía seguir vendiéndote a cuenta, pero —añadió abriendo los ojos azules inocentemente— no recuerdo que dijese ni una palabra sobre no aceptar tus productos a cambio.
_____ le devolvió a Lila la sonrisa cómplice.
—Gracias. Tengo tres docenas de botes de melocotones y dos docenas de huevos.
Lila mostró su conformidad.
—Tus melocotones son deliciosos. No tendremos problema en venderlos.
—Necesito harina, arroz, maíz y melaza. ¿Con lo que te ofrezco es suficiente?
Las dos mujeres negociaron el intercambio y rápidamente se pusieron de acuerdo sobre lo que podía llevarse _____ a cambio de sus huevos y sus melocotones.
—El carromato está aquí enfrente.
—Jeremiah —gritó Lila—, llena los sacos y llévalos al carro de la señorita _____. Llévale también un barril de melaza. Y entra las cajas de melocotones.
Jeremiah hizo lo que su madre le pedía y Lila se dirigió de nuevo a _____.
—Tengo algunos nuevos patrones de vestidos. ¿Quieres echar un vistazo?
La joven vaciló sintiéndose tentada, pero antes de que pudiera contestar, entraron dos hombres en la tienda.
—Buenos días señoras —dijeron Grady McCann y Oren Johnson al unísono, descubriéndose la cabeza al acercarse al mostrador.
_____ los saludó con la cabeza.
—He visto a vuestros chicos fuera. Parecía que se estaban divirtiendo con ese caramelo. Espero no encontrarme con un trozo pegado en el asiento de mi carreta cuando vuelva a subirme.
—Venga, _____ —comentó Grady en tono apaciguador— sabes que sólo se están divirtiendo un poco.
—Mmm… —_____ cogió la revista Godey's Lady's y empezó a hojearla—. No creo que Dios se tome muy bien que se unten los bancos de la iglesia con caramelo, Grady, sobre todo cuando un trozo acaba en la parte trasera del vestido de la señora Tucker —le lanzó una mirada irónica acordándose de cómo la pobre Lisbeth Tucker había intentado sin éxito levantarse del banco para cantar el himno dos domingos atrás. Y luego añadió con tono cordial—: Desde luego, hizo que la misa fuese mucho más divertida.
Los dos hombres rieron. Todos en Callersville sabían que el reverendo Allen no era de los que metía el miedo a Dios en el cuerpo de sus feligreses. Más bien hacía que todos se quedasen dormidos.
—¿Cómo está Kate? —le preguntó _____ a Oren.
El hombre sonrió abiertamente al oír el nombre de su mujer.
—Está bien. Es un poco duro de llevar con este calor, pero lo aguanta bastante bien.
—¿Qué crees que será? ¿Chico o chica?
—Bueno, la verdad es que a mí me apetece otro chico, Liv. Adoro a mis hijas, pero me da la impresión de que a veces Jimmy se siente en minoría.
—¿En qué puedo ayudaros, chicos? —preguntó Lila atrayendo la atención de los dos hombres.
—Necesito un nuevo par de botas —dijo Oren.
—Yo necesito clavos de seis centímetros —añadió Grady.
Mientras Lila le mostraba a Oren unas botas y medía los clavos para Grady, _____ miró la moda de otoño de la revista Godey's. En septiembre celebrarían el baile de la cosecha y ella estaba deseando poder hacerle a Becky un hermoso vestido. Para una chica, era importante.
—Hubo una buena pelea la otra noche, ¿verdad, Oren? —la voz de Grady interrumpió los pensamientos de _____, que levantó la vista con curiosidad.
—Nunca había visto nada igual —contestó Oren—. Fue increíble lo que hizo el tipo irlandés aquel —y Oren lanzó un puñetazo al aire con entusiasmo—. Estuvo ahí bailando alrededor y después, ¡zas!, noqueó a Elroy y le dejó tirado en el suelo.
_____ se quedó petrificada al oír las palabras de Oren y apretó la revista contra su pecho, mientras los dos hombres comentaban la jugada.
—¿Qué pelea? —preguntó.
Los dos hombres se quedaron callados, miraron a _____ y luego se miraron el uno al otro y bajaron la vista claramente incómodos.
—Era un combate —explicó Grady reticente, señalando un anuncio que todavía colgaba de la pared—. Es el circuito de boxeo. Los combatientes van de ciudad en ciudad para desafiar al campeón local, o éste a los visitantes, depende. —Vio cómo _____ fruncía el ceño y bajaba la revista furiosa—. No hay por qué enfadarse, Liv, sólo es un poco de diversión.
—Son apuestas, Grady, no trates de convencerme.
_____ miró el anuncio de hacía varios días, los nombres impresos allí claramente y sintió de pronto una furia irracional. Había estado cuatro noches casi sin dormir para ocuparse de aquel hombre, un hombre que había blasfemado delante de las niñas, había roto la pastora de porcelana de su bisabuela, le había hecho saltarse la misa del domingo, le había vomitado y no le había dado ni siquiera las gracias. Y todo por un boxeador profesional que se ganaba la vida de forma pecaminosa, mediante el juego y la violencia.
_____ se giró en redondo y se dirigió a la puerta.
Jeremiah entró con su caja de melocotones. Echó una sola mirada al rostro de _____ y se apartó de su camino rápidamente.
—La carreta está cargada, señorita _____.
—Gracias, Jeremiah —contestó con los dientes apretados, mientras salía fuera pensando en ejercer su propia violencia.
La fiebre de Nick Jonas remitió finalmente aquella noche y _____ rezó una plegaria de agradecimiento. Se hundió en un sopor sin pesadillas y pudo dormir unas cuantas horas seguidas antes del alba.
Se levantó al amanecer, se lavó, se vistió y empezó a preparar el desayuno. Cuando volvió a la habitación para ver cómo estaba, todavía dormía plácidamente. Después de despertar a las niñas, dejó a Becky encargada de vestir a las pequeñas y se fue a hacer sus tareas matinales.
Cuando regresó a la cocina, las niñas ya estaban allí. Becky había terminado de preparar el desayuno y las tres estaban sentadas a la mesa. Chester se hallaba tumbado en el suelo, a la espera de las sobras que alguna de las chiquillas pudiese lanzarle por debajo de la mesa. _____ puso los huevos que había recogido en el gallinero en el mostrador de madera y se lavó las manos. Después tomó una cucharada de la masa de maíz que había en un cazo sobre los fogones.
—¿Cómo está el señor Jonas, mamá? —preguntó Becky.
—Está mucho mejor —contestó ella sentándose—. La fiebre ha remitido.
—¿Es él quien se va a quedar para ayudarnos como hacía Nate? —preguntó Marian.
—No. —_____ se horrorizó sólo de pensarlo—. Desde luego que no.
—¿Dónde crees que se ha hecho todas esas cicatrices? —inquirió Becky.
—No lo sé —contestó _____. Y no estaba segura de querer saberlo.
—Bueno, a mí me gusta —comentó Sophi—. Es divertido verle mientras duerme. ¿Puedo ir a verlo después, mamá?
—No —contestó _____ con sequedad—. Te he dicho que no entres en su habitación.
—¿Por qué no?
—Porque tiene un lenguaje indecente y un comportamiento infame. Quiero que te mantengas alejada de él —y dirigiendo la vista a Marian, añadió—: Tú también, ¿entendido?
Las niñas asintieron y se quedaron calladas. _____ volvió su atención al desayuno contenta de dejar a un lado el tema de Nick Jonas. Se quedó mirando su tazón pensando en el día que tenía por delante. Ahora que el hombre estaba mejor, _____ sabía que tenía que hacer un viaje a la ciudad.
Tenía pollos y cerdos, así que nunca le faltaba la carne, y su huerto le daba verdura más que suficiente. Pero había muchas necesidades que sólo podía cubrir en el colmado. Le faltaba harina y masa de maíz y apenas quedaba melaza.
Esta vez debería ir con los huevos y tres docenas de cestos de los sabrosos melocotones que había recogido el otoño anterior. Si Stan Miller ya no le fiaba, por lo menos podría intercambiar sus productos por aquello que necesitaba hasta después de la cosecha.
_____ sintió una rabia repentina. Jack era el dueño de la tienda y sabía que Stan obedecía sus órdenes. Era un procedimiento habitual dejar a deber hasta la época de la cosecha, y sabía lo que pretendía Jack. Era una forma más de hacer que las cosas le resultasen más duras, de hacer que se hundiese y así persuadirla para que vendiese sus tierras. _____ apretó la mandíbula. No iba a conseguirlo.
—¿Puedo salir fuera a jugar, mamá?
La voz de Marian interrumpió sus pensamientos y levantó la mirada. Miró el tazón de la chiquilla.
—No has terminado el desayuno.
La niña puso una cara que claramente indicaba por qué. _____ no pudo evitar sonreír al ver la cara redonda de Marian afeada con aquella ridícula expresión de desagrado.
_____ miró a Becky y a Sophi y vio que sus tazones también estaban casi llenos. Se le borró la sonrisa. Ella quería darles a las niñas mucho más que aquella masa de maíz para desayunar, vestidos remendados y trabajo duro. Pensó en su propia infancia, en todas aquellas cosas que había dado por supuestas, en la seguridad que otorgaba el dinero. Era una vida que aquellas niñas no habían conocido y que probablemente no conocerían nunca. Pero el amor valía más que muchas otras cosas y nadie podía querer a esas niñas tanto como ella.
_____ se puso en pie, apartando la silla.
—¿Saben que les diré? Si no me equivoco, hay una lata de jarabe de arce en la despensa. ¿Qué les parece si pongo un poco en la masa de maíz y un poquito de mantequilla?
Su sugerencia fue recibida con gritos de entusiasmo. _____ fue a la despensa a coger la lata que había estado reservando. El jarabe de arce era una de sus comidas favoritas y la había estado guardando para una ocasión especial. Pero pensó que probablemente las cosas especiales no siempre había que reservarlas para las ocasiones especiales.
Puso una cucharada de jarabe y otra de mantequilla en cada uno de los tazones, y las niñas acabaron su desayuno sin más queja. Mientras las observaba, pensó en lo maravilloso que sería poder resolver todos sus problemas con tanta facilidad.
Una hora más tarde, _____ enganchó a Sally al carro de nuevo para ir al pueblo. Desde lo alto de la carreta le dio instrucciones a Becky:
—Asegúrate de vigilar al señor Jonas cada media hora más o menos. Estará dormido casi todo el rato, pero si se despierta, intenta que beba un poco más de té de corteza de sauce, y si no se lo toma, dale bastante agua. Y también estaría bien que tomase algo del caldo que está en el fuego.
Becky asintió y en su hermoso rostro apareció la expresión seria de quien se quedaba a cargo de todo.
—Está bien, mamá.
—Volveré antes del mediodía —dijo _____ agitando las riendas. Sally se puso en movimiento y salió del patio—. Y no dejes que las niñas entren en su habitación —gritó girando ligeramente la cabeza cuando el carromato dio la vuelta a la casa y enfiló el camino bordeado de robles que conducía a la carretera principal.
Callersville era una pequeña población en la carretera que iba de Monroe a Shreveport, un lugar de paso en el que poca gente se quedaba, un lugar de casas decadentes, perros que dormitaban a la sombra, de viejos que se entretenían tallando palos de madera, de viudas jóvenes que tejían y donde florecía la madreselva. _____ había visitado Nueva Orleans y Baton Rouge unas cuantas veces. Un verano su padre había llevado a toda la familia a Mobile a visitar a los tíos Ella y Jarrod. Pero la mayor parte de su vida había transcurrido en Callersville. _____ contempló el amarillo jazmín y los azules altramuces que crecían salvajes junto a la carretera. Sabía que no deseaba nada más.
Pasó el aserradero y la fábrica de madera de Tyler, giró junto a la iglesia baptista y entró en el centro del pueblo. Se detuvo frente al colmado de Tyler, situado entre el restaurante de Tyler y la barbería de Tyler. El hombre necesitaba poner su nombre en todas partes, pensó _____ bajando del carromato de un salto. Como si no supiese ya todo el mundo en aquel lugar que cada edificio del pueblo le pertenecía.
Cogió su cesta de huevos del asiento de la carreta y subió los escalones que llevaban al colmado. Saludó con la cabeza a Jimmy Jonson y a Bobby McCann, que estaban sentados en el banco que había junto a la puerta abierta, tirando ambos de un pesado trozo de caramelo. A _____ le sorprendió que, cosa rara, no estuvieran haciendo ninguna diablura. Debía ser el calor.
Entró en la tienda y sintió un gran alivio al ver que quien estaba detrás del mostrador era Lila Miller.
—Buenos días, Lila —le saludó y colocó su bolsa sobre el mostrador de madera al mismo tiempo que se echaba el sombrero hacia atrás.
—¡_____! Te he echado de menos hoy en la iglesia —le saludó la mujer sonriendo.
—Tenía algunas cosas que hacer en casa y no he podido venir al pueblo —contestó—. ¿Cómo estás?
—Estaría mejor si no fuese por este calor.
Lila se recogió un mechón suelto de su cabello negro detrás de la oreja, apoyó los codos en el mostrador y se abanicó con un ejemplar de la revista Godey's Lady's.
_____ miró a su alrededor pero no vio al marido de Lila. En la tienda sólo estaba su hijo de quince años, Jeremiah, que estaba reponiendo en las estanterías latas de leche condensada Borden.
—Buenos días, señorita _____ —le dijo el muchacho—. ¿Cómo está Becky?
Ella le sonrió. Jeremiah y Becky eran amigos y sabía que llegaría un día en que serían algo más que eso. Becky todavía era muy joven para ser cortejada, pero cuando llegase el momento, Jeremiah sería un buen marido.
—Está bien. Le diré que has preguntado por ella.
El muchacho le sonrió claramente agradecido y _____ se dirigió a Lila:
—¿No está Stan esta mañana?
—Ha ido a Monroe —le confirmó Lila —¿Necesitabas verle?
—La verdad es que no —respondió _____ y señaló la cesta de huevos—. Necesito algunas cosas y confiaba en que pudiese intercambiarlas por los huevos. También tengo algunos de mis sabrosos melocotones en la carreta.
Las dos mujeres se miraron a los ojos y _____ supo que Lila se estaba acordando del día en que llegaron las listas de Gettysburg y de cómo habían llorado juntas, _____ por sus dos hermanos y Lila por su hijo mayor. Recuerdos como ése valían mucho más de lo que Jack podría llegar a entender nunca.
Lila se irguió y dejó la revista a un lado.
—Bueno, yo estaba presente cuando Jack repasó los libros de cuentas con Stan y le dijo que no podía seguir vendiéndote a cuenta, pero —añadió abriendo los ojos azules inocentemente— no recuerdo que dijese ni una palabra sobre no aceptar tus productos a cambio.
_____ le devolvió a Lila la sonrisa cómplice.
—Gracias. Tengo tres docenas de botes de melocotones y dos docenas de huevos.
Lila mostró su conformidad.
—Tus melocotones son deliciosos. No tendremos problema en venderlos.
—Necesito harina, arroz, maíz y melaza. ¿Con lo que te ofrezco es suficiente?
Las dos mujeres negociaron el intercambio y rápidamente se pusieron de acuerdo sobre lo que podía llevarse _____ a cambio de sus huevos y sus melocotones.
—El carromato está aquí enfrente.
—Jeremiah —gritó Lila—, llena los sacos y llévalos al carro de la señorita _____. Llévale también un barril de melaza. Y entra las cajas de melocotones.
Jeremiah hizo lo que su madre le pedía y Lila se dirigió de nuevo a _____.
—Tengo algunos nuevos patrones de vestidos. ¿Quieres echar un vistazo?
La joven vaciló sintiéndose tentada, pero antes de que pudiera contestar, entraron dos hombres en la tienda.
—Buenos días señoras —dijeron Grady McCann y Oren Johnson al unísono, descubriéndose la cabeza al acercarse al mostrador.
_____ los saludó con la cabeza.
—He visto a vuestros chicos fuera. Parecía que se estaban divirtiendo con ese caramelo. Espero no encontrarme con un trozo pegado en el asiento de mi carreta cuando vuelva a subirme.
—Venga, _____ —comentó Grady en tono apaciguador— sabes que sólo se están divirtiendo un poco.
—Mmm… —_____ cogió la revista Godey's Lady's y empezó a hojearla—. No creo que Dios se tome muy bien que se unten los bancos de la iglesia con caramelo, Grady, sobre todo cuando un trozo acaba en la parte trasera del vestido de la señora Tucker —le lanzó una mirada irónica acordándose de cómo la pobre Lisbeth Tucker había intentado sin éxito levantarse del banco para cantar el himno dos domingos atrás. Y luego añadió con tono cordial—: Desde luego, hizo que la misa fuese mucho más divertida.
Los dos hombres rieron. Todos en Callersville sabían que el reverendo Allen no era de los que metía el miedo a Dios en el cuerpo de sus feligreses. Más bien hacía que todos se quedasen dormidos.
—¿Cómo está Kate? —le preguntó _____ a Oren.
El hombre sonrió abiertamente al oír el nombre de su mujer.
—Está bien. Es un poco duro de llevar con este calor, pero lo aguanta bastante bien.
—¿Qué crees que será? ¿Chico o chica?
—Bueno, la verdad es que a mí me apetece otro chico, Liv. Adoro a mis hijas, pero me da la impresión de que a veces Jimmy se siente en minoría.
—¿En qué puedo ayudaros, chicos? —preguntó Lila atrayendo la atención de los dos hombres.
—Necesito un nuevo par de botas —dijo Oren.
—Yo necesito clavos de seis centímetros —añadió Grady.
Mientras Lila le mostraba a Oren unas botas y medía los clavos para Grady, _____ miró la moda de otoño de la revista Godey's. En septiembre celebrarían el baile de la cosecha y ella estaba deseando poder hacerle a Becky un hermoso vestido. Para una chica, era importante.
—Hubo una buena pelea la otra noche, ¿verdad, Oren? —la voz de Grady interrumpió los pensamientos de _____, que levantó la vista con curiosidad.
—Nunca había visto nada igual —contestó Oren—. Fue increíble lo que hizo el tipo irlandés aquel —y Oren lanzó un puñetazo al aire con entusiasmo—. Estuvo ahí bailando alrededor y después, ¡zas!, noqueó a Elroy y le dejó tirado en el suelo.
_____ se quedó petrificada al oír las palabras de Oren y apretó la revista contra su pecho, mientras los dos hombres comentaban la jugada.
—¿Qué pelea? —preguntó.
Los dos hombres se quedaron callados, miraron a _____ y luego se miraron el uno al otro y bajaron la vista claramente incómodos.
—Era un combate —explicó Grady reticente, señalando un anuncio que todavía colgaba de la pared—. Es el circuito de boxeo. Los combatientes van de ciudad en ciudad para desafiar al campeón local, o éste a los visitantes, depende. —Vio cómo _____ fruncía el ceño y bajaba la revista furiosa—. No hay por qué enfadarse, Liv, sólo es un poco de diversión.
—Son apuestas, Grady, no trates de convencerme.
_____ miró el anuncio de hacía varios días, los nombres impresos allí claramente y sintió de pronto una furia irracional. Había estado cuatro noches casi sin dormir para ocuparse de aquel hombre, un hombre que había blasfemado delante de las niñas, había roto la pastora de porcelana de su bisabuela, le había hecho saltarse la misa del domingo, le había vomitado y no le había dado ni siquiera las gracias. Y todo por un boxeador profesional que se ganaba la vida de forma pecaminosa, mediante el juego y la violencia.
_____ se giró en redondo y se dirigió a la puerta.
Jeremiah entró con su caja de melocotones. Echó una sola mirada al rostro de _____ y se apartó de su camino rápidamente.
—La carreta está cargada, señorita _____.
—Gracias, Jeremiah —contestó con los dientes apretados, mientras salía fuera pensando en ejercer su propia violencia.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
QUUEE BUEN CORAAAZOONN TIENE _____!!!
ESPEREMOOOSS QUE NIICCKK SE QUEDE CON ELLAAAASSS!!!
REALMENTE LO NECESITAANNN
ESPEREMOOOSS QUE NIICCKK SE QUEDE CON ELLAAAASSS!!!
REALMENTE LO NECESITAANNN
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
me encanta el buen corazon q tiene la rayis... dios mio se entero de q es boxeador q dira nick lo q no entiendo es xq se enfada tanto ....
bueno en fin siguela esta genial
bueno en fin siguela esta genial
ElitzJb
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
HELLO!!! :D
como estan mis dos lectoras! xD no importa mientras ustedes comenten yo seguiré subiendo caps! gracias por estar aqui y pues nada aqui les va el cap espero que les guste! :D
como estan mis dos lectoras! xD no importa mientras ustedes comenten yo seguiré subiendo caps! gracias por estar aqui y pues nada aqui les va el cap espero que les guste! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Capitulo 3 PARTE 2
Nick estaba tan cansado y maltrecho que se moría de ganas de dormir, pero lo que le había dicho la chiquilla sobre sus sueños le hacía estar tenso y nervioso. Llevaba tres años intentando olvidar pero no podía hacerlo; tres años huyendo, pero no podía huir de sí mismo. Cada vez que creía que lo había logrado, volvían las pesadillas. Cerró los ojos concentrándose en el presente, el tentador aroma del pan recién hecho que entraba por la puerta y la sensación del suave colchón sobre el que estaba tumbado. Se sumergió en un sueño ligero.
Un leve ruido lo despertó de golpe. Abrió los ojos y por segunda vez en aquellos dos días, descubrió que era el objeto del escrutinio de una niña. No era la pequeña insolente a la que le gustaba oír sus maldiciones. Esta era aún más pequeña, con la cara redonda, el cabello marrón y unos grandes ojos azules. Lo estaba observando desde el pie de la cama y sus ojos asomaban como los de una solemne cría de búho por encima de los límites de su nido. A su lado, mirándolo también desde el pie de la cama, había un enorme perro pastor, el más grande que había visto nunca. El animal lo repasó con la mirada y después lanzó un gruñido sordo y poco amistoso que delataba claramente lo que opinaba de Nick. Bueno, al fin y al cabo, era un perro pastor inglés. Se preguntó qué haría el animal si él le contestaba con otro gruñido. Lo más probable es que saltase encima de la cama y le arrancase alguna parte del cuerpo. Nick decidió que ya tenía suficientes heridas y volvió la vista a la chiquilla.
—Bueno —murmuró suavemente para evitar asustarla—, ¿quién eres tú?
Abrió aún más los ojos, pero no contestó.
—Marian, ¿dónde estás?
La voz hizo que la niña se diese la vuelta y se oyeron los pasos de alguien acercándose. Nick siguió la mirada de la niña puesta en la puerta y por ella apareció una muchacha rubia de unos catorce años.
¿Cuántas hijas tenía _____ Maitland?, se preguntó mientras observaba cómo la muchacha entraba en la habitación. Estaba empezando a perder la cuenta.
La chica se detuvo en el marco de la puerta y se lo quedó mirando, pero en el momento en que sus ojos se encontraron desvió la vista hacia la chiquilla que había junto a la cama.
—Marian, ya sabes que no debes entrar aquí —le reprendió en un susurro—. Es lo que ha dicho mamá.
—Perdona, Becky —dijo la niña bajando la cabeza ante la reprimenda y respondiendo con otro susurro—. Estaba dormido.
La chica más mayor atravesó la habitación y le cogió de la mano.
—Lo siento, señor Jonas —murmuró—. No pretendía despertarle.
—No te preocupes —contestó él, incapaz de recordar cuándo había sido la última vez en que alguien se había preocupado por haber interrumpido su sueño.
La chica se dio la vuelta para marcharse, pero la voz de Nick la detuvo.
—Becky, ¿no?
Ella asintió y Nick continuó.
—¿Supongo que no tendrás a mano algo de té? Me refiero a té de verdad, no a esa cosa verde que tu madre pretende que me beba.
La niña esbozó una sonrisa.
—Nosotras también tenemos que tomarlo cuando estamos enfermas. Es horrible, ¿verdad?
—Horrible. ¿Tú puedes hacerme una taza de té de verdad? Tengo muchísima sed.
—Encantada —hizo una pausa y luego añadió—: ¿Tiene hambre? Puedo traerle un poco de sopa.
—Eres un ángel compasivo —dijo él sonriendo—. Gracias, cielo.
La niña enrojeció.
—Lo traeré lo antes posible —dijo tartamudeando y se retiró a toda prisa llevándose a Marian con ella—. Vamos, Chester.
El perro vaciló mirando alternativamente a Nick y a la chica. Lanzó otro gruñido hacia Nick como indicándole que era mejor que se comportase, y después salió de la habitación detrás de las niñas. Estaba claro que al perro no le gustaba Nick. Siempre había oído que los perros eran muy buenos juzgando el carácter de los seres humanos, así que puede que tuviese que tomar buena nota.
Las niñas y el perro acababan de salir cuando oyó un lejano portazo y pasos que se dirigían por el pasillo hacia su habitación. Vio entrar a _____ Maitland, acercarse a la cama, ponerse las manos en las caderas y fruncir el ceño. En sus ojos marrones no quedaba nada de la dulzura de antes.
—Es usted un boxeador profesional —exclamó con tal furia que parecía que le estuviese acusando de ser el diablo en persona.
—Sí, lo soy.
Se la veía tan horrorizada, poseída de una indignación tan típica de quien se considera virtuosa, que Nick no pudo evitar tomarle un poco el pelo.
—Maldita sea, sí lo soy. Debería venir a verme algún día.
—Supongo que los hombres apuestan por usted, jugándose el dinero que han ganado con el duro trabajo. ¿No es así?
—Claro que sí. Que Dios los bendiga.
_____ apretó sus carnosos labios con un gesto de desaprobación y se dio la vuelta.
—¿Es que Dios no les ha concedido a los hombres algo de juicio? —murmuró entre dientes, y empezó a caminar de un lado a otro—. He estado cuatro noches en blanco, cuidando de un hombre que se gana la vida con sus puños, un hombre que blasfema delante de mis niñas, un pecador.
Nick pensó que no era el momento de puntualizar que, para ser exactos, no había blasfemado delante de sus niñas y que no lo había hecho a propósito.
_____ miró al techo.
—No voy a tenerlo aquí. No.
Nick observó cómo la mujer recorría la alfombra de un lado a otro, murmurando entre dientes y pensó que quizás estaba mal de la cabeza.
—Boxeo —repetía sin dejar de andar—. Y apuestas.
Él podría haber añadido unos cuantos pecados más a la lista, pero no quería que la mujer sufriese una apoplejía. Se quedó callado.
Dejó de gastar la alfombra con sus pisadas y se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Es así como se hizo esas cicatrices?
—Por supuesto —dijo él entrecerrando los ojos—. Cuando me dan golpes en la barriga, me salen estas marcas.
—¿Cómo fue? —preguntó captando el sarcasmo de Nick.
Maldijo sus preguntas y su curiosidad. Levantó la cabeza y lo miró a los ojos, desafiante.
—En la cárcel.
Horrorizada, _____ lo miró fijamente, con el espanto dibujado en el rostro.
—¿En la cárcel? —susurró—. No lo entiendo. ¿Qué había hecho?
—¿Acaso importa? —dijo Nick apartando la sábana y dejando su pecho al descubierto—. Tuve lo que me merecía.
_____ palideció. Tragó saliva y bajó la cabeza, murmurando algo débilmente. Parecía una plegaria.
—No rece por mí, señora Maitland —dijo secamente—. No hay nadie escuchando.
Nick estaba tan cansado y maltrecho que se moría de ganas de dormir, pero lo que le había dicho la chiquilla sobre sus sueños le hacía estar tenso y nervioso. Llevaba tres años intentando olvidar pero no podía hacerlo; tres años huyendo, pero no podía huir de sí mismo. Cada vez que creía que lo había logrado, volvían las pesadillas. Cerró los ojos concentrándose en el presente, el tentador aroma del pan recién hecho que entraba por la puerta y la sensación del suave colchón sobre el que estaba tumbado. Se sumergió en un sueño ligero.
Un leve ruido lo despertó de golpe. Abrió los ojos y por segunda vez en aquellos dos días, descubrió que era el objeto del escrutinio de una niña. No era la pequeña insolente a la que le gustaba oír sus maldiciones. Esta era aún más pequeña, con la cara redonda, el cabello marrón y unos grandes ojos azules. Lo estaba observando desde el pie de la cama y sus ojos asomaban como los de una solemne cría de búho por encima de los límites de su nido. A su lado, mirándolo también desde el pie de la cama, había un enorme perro pastor, el más grande que había visto nunca. El animal lo repasó con la mirada y después lanzó un gruñido sordo y poco amistoso que delataba claramente lo que opinaba de Nick. Bueno, al fin y al cabo, era un perro pastor inglés. Se preguntó qué haría el animal si él le contestaba con otro gruñido. Lo más probable es que saltase encima de la cama y le arrancase alguna parte del cuerpo. Nick decidió que ya tenía suficientes heridas y volvió la vista a la chiquilla.
—Bueno —murmuró suavemente para evitar asustarla—, ¿quién eres tú?
Abrió aún más los ojos, pero no contestó.
—Marian, ¿dónde estás?
La voz hizo que la niña se diese la vuelta y se oyeron los pasos de alguien acercándose. Nick siguió la mirada de la niña puesta en la puerta y por ella apareció una muchacha rubia de unos catorce años.
¿Cuántas hijas tenía _____ Maitland?, se preguntó mientras observaba cómo la muchacha entraba en la habitación. Estaba empezando a perder la cuenta.
La chica se detuvo en el marco de la puerta y se lo quedó mirando, pero en el momento en que sus ojos se encontraron desvió la vista hacia la chiquilla que había junto a la cama.
—Marian, ya sabes que no debes entrar aquí —le reprendió en un susurro—. Es lo que ha dicho mamá.
—Perdona, Becky —dijo la niña bajando la cabeza ante la reprimenda y respondiendo con otro susurro—. Estaba dormido.
La chica más mayor atravesó la habitación y le cogió de la mano.
—Lo siento, señor Jonas —murmuró—. No pretendía despertarle.
—No te preocupes —contestó él, incapaz de recordar cuándo había sido la última vez en que alguien se había preocupado por haber interrumpido su sueño.
La chica se dio la vuelta para marcharse, pero la voz de Nick la detuvo.
—Becky, ¿no?
Ella asintió y Nick continuó.
—¿Supongo que no tendrás a mano algo de té? Me refiero a té de verdad, no a esa cosa verde que tu madre pretende que me beba.
La niña esbozó una sonrisa.
—Nosotras también tenemos que tomarlo cuando estamos enfermas. Es horrible, ¿verdad?
—Horrible. ¿Tú puedes hacerme una taza de té de verdad? Tengo muchísima sed.
—Encantada —hizo una pausa y luego añadió—: ¿Tiene hambre? Puedo traerle un poco de sopa.
—Eres un ángel compasivo —dijo él sonriendo—. Gracias, cielo.
La niña enrojeció.
—Lo traeré lo antes posible —dijo tartamudeando y se retiró a toda prisa llevándose a Marian con ella—. Vamos, Chester.
El perro vaciló mirando alternativamente a Nick y a la chica. Lanzó otro gruñido hacia Nick como indicándole que era mejor que se comportase, y después salió de la habitación detrás de las niñas. Estaba claro que al perro no le gustaba Nick. Siempre había oído que los perros eran muy buenos juzgando el carácter de los seres humanos, así que puede que tuviese que tomar buena nota.
Las niñas y el perro acababan de salir cuando oyó un lejano portazo y pasos que se dirigían por el pasillo hacia su habitación. Vio entrar a _____ Maitland, acercarse a la cama, ponerse las manos en las caderas y fruncir el ceño. En sus ojos marrones no quedaba nada de la dulzura de antes.
—Es usted un boxeador profesional —exclamó con tal furia que parecía que le estuviese acusando de ser el diablo en persona.
—Sí, lo soy.
Se la veía tan horrorizada, poseída de una indignación tan típica de quien se considera virtuosa, que Nick no pudo evitar tomarle un poco el pelo.
—Maldita sea, sí lo soy. Debería venir a verme algún día.
—Supongo que los hombres apuestan por usted, jugándose el dinero que han ganado con el duro trabajo. ¿No es así?
—Claro que sí. Que Dios los bendiga.
_____ apretó sus carnosos labios con un gesto de desaprobación y se dio la vuelta.
—¿Es que Dios no les ha concedido a los hombres algo de juicio? —murmuró entre dientes, y empezó a caminar de un lado a otro—. He estado cuatro noches en blanco, cuidando de un hombre que se gana la vida con sus puños, un hombre que blasfema delante de mis niñas, un pecador.
Nick pensó que no era el momento de puntualizar que, para ser exactos, no había blasfemado delante de sus niñas y que no lo había hecho a propósito.
_____ miró al techo.
—No voy a tenerlo aquí. No.
Nick observó cómo la mujer recorría la alfombra de un lado a otro, murmurando entre dientes y pensó que quizás estaba mal de la cabeza.
—Boxeo —repetía sin dejar de andar—. Y apuestas.
Él podría haber añadido unos cuantos pecados más a la lista, pero no quería que la mujer sufriese una apoplejía. Se quedó callado.
Dejó de gastar la alfombra con sus pisadas y se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Es así como se hizo esas cicatrices?
—Por supuesto —dijo él entrecerrando los ojos—. Cuando me dan golpes en la barriga, me salen estas marcas.
—¿Cómo fue? —preguntó captando el sarcasmo de Nick.
Maldijo sus preguntas y su curiosidad. Levantó la cabeza y lo miró a los ojos, desafiante.
—En la cárcel.
Horrorizada, _____ lo miró fijamente, con el espanto dibujado en el rostro.
—¿En la cárcel? —susurró—. No lo entiendo. ¿Qué había hecho?
—¿Acaso importa? —dijo Nick apartando la sábana y dejando su pecho al descubierto—. Tuve lo que me merecía.
_____ palideció. Tragó saliva y bajó la cabeza, murmurando algo débilmente. Parecía una plegaria.
—No rece por mí, señora Maitland —dijo secamente—. No hay nadie escuchando.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
OOOOOOOOOOOOOOOOOHHHH!!!!!
ESTUUVOO EN LA CARCEEELLL???
PERO POR QUEEE????? AAAAII SIGUELA PORFIISS
ESTUUVOO EN LA CARCEEELLL???
PERO POR QUEEE????? AAAAII SIGUELA PORFIISS
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
O.O Sigueelaaa =)
____________________________________________________
PASATE
POR MI NOVE.
https://onlywn.activoforo.com/t22138-saliendo-con-una-problematica-one-direction-y-thu?highlight=saliendo+con+una+problematica
____________________________________________________
PASATE
POR MI NOVE.
https://onlywn.activoforo.com/t22138-saliendo-con-una-problematica-one-direction-y-thu?highlight=saliendo+con+una+problematica
AliSonG
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Hola chicas como estan??
pues aqui estoy para subirles cap! :D espero que les guste!
pues aqui estoy para subirles cap! :D espero que les guste!
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Capitulo 4
FUATHAÍM
Condado de Derry, Irlanda, 1846
Había hombres con palancas en el patio. Nick tenía once años, edad suficiente para saber lo que eso significaba. Habían venido a demoler su casa. Se detuvo antes de llegar al claro. Apretaba en las manos todavía las dos truchas que había pescado furtivamente en el riachuelo del patrón. Muerto de miedo, observó.
Su madre estaba de pie frente al odioso hombre a caballo y Nick podía oír sus desesperadas súplicas. Pero el enviado del terrateniente la miraba desde arriba con el rostro impasible, como si no la estuviera oyendo. Hizo un gesto a los hombres que venían tras de él, que avanzaron armados con las palancas, dispuestos a cumplir su trabajo.
Las súplicas no habían servido, así que su madre se arrodilló.
Comenzó su lamento con un tremendo chillido que hizo temblar a todo el mundo, incluyendo a los tipos que iban a demoler la casa. Pero aquellos hombres ya lo habían visto todo y habían llegado preparados para ser testigos una vez más de lo mismo. Todos conocían a Moira Jonas y sabían que sus gritos eran los más agudos en todo Ballymagorry. Sólo una semana antes, sus lamentos de dolor habían acompañado a su amantísimo esposo hasta la tumba, unos chillidos tan fuertes que a lo largo y ancho del río Foyle la gente supo que Liam Jonas había muerto.
Los demoledores se quedaron quietos y apartaron la mirada. De pronto vacilaron. Ellos también eran irlandeses. Ellos también habían perdido sus casas del mismo modo, sus mujeres y sus hijas habían estado de rodillas y ni siquiera la desesperada necesidad de trabajo les permitía continuar.
Nick tembló también mientras observaba a su madre. Estaba enferma de tifus, la misma enfermedad que se había llevado a su padre, pero, a pesar de la fiebre, se rasgaba las ropas y gritaba y se lamentaba con toda la fuerza de su dolor y su desesperación. Detrás de ella, acurrucadas y aterrorizadas, las hermanas de Nick acompañaban a su madre con sus propios lamentos.
Pero ni siquiera aquella sinfonía despertó la compasión del enviado del patrón. Gritó una orden a los hombres y éstos se dirigieron hacia la casa.
La madre de Nick cayó de rodillas frente al caballo del enviado con los brazos extendidos a modo de súplica, invocando al Redentor, pidiendo la intercesión de la Santa Virgen, suplicando a todos los santos, usando las pocas fuerzas que le quedaban para rezos, reproches y súplicas de compasión. Los demoledores siguieron su camino.
Nick oyó otro grito, un grito de furia, y de pronto, de la nada, apareció su hermano. Michael atravesó el patio y se puso delante de la puerta que daba a la casa, cortando el paso, con las piernas separadas y los puños en alto. Tenía quince años y era el hombre de la casa. Estaba preparado para luchar.
Nick también quería luchar, pero estaba asustado. Sabía que tenía que ser valiente, como Michael, pero no lo era y enrojeció de vergüenza. Se quedó de pie solo, detrás de un árbol, apretando la ristra de peces, odiando a los demoledores, odiándose aún más a sí mismo por ser tan inútil y miedoso.
Los hombres apartaron a Michael de la puerta premiando su desafío con un puñetazo que lanzó al muchacho al suelo junto a su madre de rodillas. Entraron dos hombres en la casa y, aunque Michael intentó levantarse y entrar con ellos, Moira lo detuvo. Rodeó a su enfurecido hijo con los brazos y se lamentó con más fuerza.
En menos de un cuarto de hora, los hombres demolieron lo que había sido su hogar durante generaciones. Con cuerdas, palancas y una fuerza brutal, levantaron la estructura como si hubiese sido una cáscara de nuez y la redujeron a un montón de piedras, vigas y paja. El hombre al mando prendió fuego a lo que quedaba como castigo al desafío de Michael, pero el fuego apenas destruyó nada. Habían vendido la mayor parte de los muebles y de la ropa para conseguir comida. Nick se quedó mirando fijamente el fuego y su miedo se transformó en furia.
Un coche descubierto pasó por la carretera aminorando la marcha un instante para contemplar la escena. Nick reconoció a lord Eversleigh, el nuevo terrateniente, y a su acompañante, el reverendo Booth. Eversleigh había llegado un mes atrás de Londres con título y dinero. Había adquirido las tierras en una subasta y las gentes de Dunnamanagh lo habían recibido esperanzados creyendo que podría ser su salvador, en un momento en que era evidente que hasta Dios los había abandonado a su suerte en la hambruna. Una semana después de su llegada, habían comenzado los desahucios.
Nick apartó la vista del coche y del rico inglés y la dirigió al montón de escombros ardiendo, lo que quedaba de lo que había sido su hogar. Cuando volvió a mirar a la carretera, el coche había seguido su camino como si no hubiera pasado nada fuera de lo normal.
Una furia potente y punzante se apoderó repentinamente de él, y sintió como si se le clavasen por todo el cuerpo cristales rotos de amargura y odio. Tiró el pescado que le estaba prohibido coger y corrió detrás del carruaje, fuera de sí, sin pensar nada coherente, sin meta, sin plan. Todo lo que sentía en esos momentos era fuathaím. Odio.
Alcanzó el carruaje cuando éste aminoró la marcha al tomar una curva y corrió junto a él con fiera determinación para mantenerse a su paso, a través de prados desnudos, prados salpicados de montones de piedras negras donde antes se habían alzado otras casas, donde otras familias antes habían vivido y otros niños, como él, habían jugado, prados vacíos.
—No te vamos a dar dinero —gritó Eversleigh haciendo un gesto despectivo con la mano, como si Nick no fuese más que una incómoda mosca.
—Ni un penique —añadió Booth desde el lugar que ocupaba junto al vizconde.
Nick no dijo nada ni pidió nada. Simplemente se negaba a ser ignorado. Siguió corriendo junto al carruaje, manteniendo la velocidad y a la altura de los ricos hombres ingleses que el coche transportaba.
Pasaron por San Brendan. En el patio de la iglesia, donde la hierba se había secado, había dos perros peleándose por los restos de otro perro muerto. Cuando tomaron la carretera de Dunnamanagh, Nick pensó que debía llevar más de tres kilómetros. Pero no paró ni aminoró la marcha. Echó un vistazo lateral al carruaje y supo que había logrado la atención del patrón. Eversleigh lo estaba mirando con callada admiración.
Sin previo aviso, Nick sintió un temblor en el estómago vacío y tropezó. Perdió el paso y tuvo que bajar el ritmo. Lanzó un grito de rabia y desesperación cuando vio que el carruaje seguía avanzando, pero no aceptó su derrota. Recuperó el equilibrio y haciendo un mayor esfuerzo, volvió a correr hasta alcanzar el coche. No ceder era lo único que importaba.
—Por Dios, ¿está loco este chico? —gritó Eversleigh a su compañero—. ¿Qué demonios les pasa a estos irlandeses?
—Están todos locos, señor —replicó Booth.
Le dijeron una y otra vez que no le iban a dar nada, pero Nick los ignoró. Miró al frente y siguió corriendo. Le caía el sudor por la cara y el ligero abrigo que llevaba puesto, la única prenda propia que le quedaba, estaba empapado. Con cada zancada, las afiladas piedras del camino se le clavaban en los pies, haciéndole sangrar. El corazón le latía como si fuese a salírsele del pecho. Podía oír su áspera respiración desesperada, sentía dolor en un lado, pero pensó que seguiría corriendo hasta caer muerto. Pero, por la Santísima Virgen, si moría, lo haría de pie, no suplicando de rodillas o acobardado detrás de un árbol. Ni entonces, ni nunca.
Finalmente, Eversleigh no pudo aguantarlo más.
—¡Para el coche! —gritó golpeando el hombro del conductor con su bastón de empuñadura de oro.
Poco a poco el carruaje se detuvo y Nick también. Se dobló temblando, con las manos apoyadas en los muslos para evitar caerse y miró las manchas rojas de sus pies. Dando grandes bocanadas, tomó aire, sin conseguir que llegase el suficiente a sus pulmones. Se pasó la lengua por los labios y notó el sabor salado del sudor. Al cabo de un momento, hizo un esfuerzo por erguirse. Levantó la cabeza con orgullo y miró a los ojos al hombre que acababa de destruir su casa y de convertir a su madre en una mendiga.
Eversleigh fue el primero en desviar la mirada, incapaz de aguantársela, y Nick saboreó la dulzura de su victoria. Les había vencido. Había ganado.
El patrón se dirigió a su compañero de viaje.
—Supongo que debo darle algo al muchacho.
El reverendo negó con la cabeza en un gesto de desaprobación.
—Milord, es usted demasiado generoso. Me temo que hará mal uso de lo que le dé.
—Sí, lo sé —contestó Eversleigh, buscando en su monedero—, pero en esta ocasión se lo ha ganado. Ha sido divertido observarle.
Extendió la mano y le ofreció a Nick una moneda, pero éste no hizo movimiento alguno para cogerla.
—Cógelo, chico —le apremió inclinándose hacia él.
—¡No le toque, señor! —gritó agudamente Booth—. Está infectado con todo tipo de microbios.
Eversleigh dejó caer la moneda y retiró el brazo horrorizado al darse cuenta de que el chaval tenía piojos.
Nick levantó la vista de la moneda y la dirigió a los ojos del patrón. En ellos vio repulsión y lástima. Despacio, se agachó para coger la moneda con la intención de escupir en ella y lanzársela a la cara al patrón.
Pero no pudo hacerlo. Era una moneda de seis peniques, una cantidad que no podía comprar ni uno solo de los botones de oro del abrigo del patrón, pero que podía servir para alimentar a la familia de Nick durante una semana. Sobrevivir era más importante que el orgullo, y entonces supo que había sido un estúpido. Creía que había vencido, pero no era así. No había modo de vencer.
Cerró el puño alrededor de la valiosa moneda. No dio las gracias. No rezó plegaria alguna. No bendijo al inglés por su generosidad. Simplemente se marchó sin decir palabra. En su cabeza vio su casa ardiendo, y en el fondo de su corazón, maldijo a aquel hombre.
FUATHAÍM
Condado de Derry, Irlanda, 1846
Había hombres con palancas en el patio. Nick tenía once años, edad suficiente para saber lo que eso significaba. Habían venido a demoler su casa. Se detuvo antes de llegar al claro. Apretaba en las manos todavía las dos truchas que había pescado furtivamente en el riachuelo del patrón. Muerto de miedo, observó.
Su madre estaba de pie frente al odioso hombre a caballo y Nick podía oír sus desesperadas súplicas. Pero el enviado del terrateniente la miraba desde arriba con el rostro impasible, como si no la estuviera oyendo. Hizo un gesto a los hombres que venían tras de él, que avanzaron armados con las palancas, dispuestos a cumplir su trabajo.
Las súplicas no habían servido, así que su madre se arrodilló.
Comenzó su lamento con un tremendo chillido que hizo temblar a todo el mundo, incluyendo a los tipos que iban a demoler la casa. Pero aquellos hombres ya lo habían visto todo y habían llegado preparados para ser testigos una vez más de lo mismo. Todos conocían a Moira Jonas y sabían que sus gritos eran los más agudos en todo Ballymagorry. Sólo una semana antes, sus lamentos de dolor habían acompañado a su amantísimo esposo hasta la tumba, unos chillidos tan fuertes que a lo largo y ancho del río Foyle la gente supo que Liam Jonas había muerto.
Los demoledores se quedaron quietos y apartaron la mirada. De pronto vacilaron. Ellos también eran irlandeses. Ellos también habían perdido sus casas del mismo modo, sus mujeres y sus hijas habían estado de rodillas y ni siquiera la desesperada necesidad de trabajo les permitía continuar.
Nick tembló también mientras observaba a su madre. Estaba enferma de tifus, la misma enfermedad que se había llevado a su padre, pero, a pesar de la fiebre, se rasgaba las ropas y gritaba y se lamentaba con toda la fuerza de su dolor y su desesperación. Detrás de ella, acurrucadas y aterrorizadas, las hermanas de Nick acompañaban a su madre con sus propios lamentos.
Pero ni siquiera aquella sinfonía despertó la compasión del enviado del patrón. Gritó una orden a los hombres y éstos se dirigieron hacia la casa.
La madre de Nick cayó de rodillas frente al caballo del enviado con los brazos extendidos a modo de súplica, invocando al Redentor, pidiendo la intercesión de la Santa Virgen, suplicando a todos los santos, usando las pocas fuerzas que le quedaban para rezos, reproches y súplicas de compasión. Los demoledores siguieron su camino.
Nick oyó otro grito, un grito de furia, y de pronto, de la nada, apareció su hermano. Michael atravesó el patio y se puso delante de la puerta que daba a la casa, cortando el paso, con las piernas separadas y los puños en alto. Tenía quince años y era el hombre de la casa. Estaba preparado para luchar.
Nick también quería luchar, pero estaba asustado. Sabía que tenía que ser valiente, como Michael, pero no lo era y enrojeció de vergüenza. Se quedó de pie solo, detrás de un árbol, apretando la ristra de peces, odiando a los demoledores, odiándose aún más a sí mismo por ser tan inútil y miedoso.
Los hombres apartaron a Michael de la puerta premiando su desafío con un puñetazo que lanzó al muchacho al suelo junto a su madre de rodillas. Entraron dos hombres en la casa y, aunque Michael intentó levantarse y entrar con ellos, Moira lo detuvo. Rodeó a su enfurecido hijo con los brazos y se lamentó con más fuerza.
En menos de un cuarto de hora, los hombres demolieron lo que había sido su hogar durante generaciones. Con cuerdas, palancas y una fuerza brutal, levantaron la estructura como si hubiese sido una cáscara de nuez y la redujeron a un montón de piedras, vigas y paja. El hombre al mando prendió fuego a lo que quedaba como castigo al desafío de Michael, pero el fuego apenas destruyó nada. Habían vendido la mayor parte de los muebles y de la ropa para conseguir comida. Nick se quedó mirando fijamente el fuego y su miedo se transformó en furia.
Un coche descubierto pasó por la carretera aminorando la marcha un instante para contemplar la escena. Nick reconoció a lord Eversleigh, el nuevo terrateniente, y a su acompañante, el reverendo Booth. Eversleigh había llegado un mes atrás de Londres con título y dinero. Había adquirido las tierras en una subasta y las gentes de Dunnamanagh lo habían recibido esperanzados creyendo que podría ser su salvador, en un momento en que era evidente que hasta Dios los había abandonado a su suerte en la hambruna. Una semana después de su llegada, habían comenzado los desahucios.
Nick apartó la vista del coche y del rico inglés y la dirigió al montón de escombros ardiendo, lo que quedaba de lo que había sido su hogar. Cuando volvió a mirar a la carretera, el coche había seguido su camino como si no hubiera pasado nada fuera de lo normal.
Una furia potente y punzante se apoderó repentinamente de él, y sintió como si se le clavasen por todo el cuerpo cristales rotos de amargura y odio. Tiró el pescado que le estaba prohibido coger y corrió detrás del carruaje, fuera de sí, sin pensar nada coherente, sin meta, sin plan. Todo lo que sentía en esos momentos era fuathaím. Odio.
Alcanzó el carruaje cuando éste aminoró la marcha al tomar una curva y corrió junto a él con fiera determinación para mantenerse a su paso, a través de prados desnudos, prados salpicados de montones de piedras negras donde antes se habían alzado otras casas, donde otras familias antes habían vivido y otros niños, como él, habían jugado, prados vacíos.
—No te vamos a dar dinero —gritó Eversleigh haciendo un gesto despectivo con la mano, como si Nick no fuese más que una incómoda mosca.
—Ni un penique —añadió Booth desde el lugar que ocupaba junto al vizconde.
Nick no dijo nada ni pidió nada. Simplemente se negaba a ser ignorado. Siguió corriendo junto al carruaje, manteniendo la velocidad y a la altura de los ricos hombres ingleses que el coche transportaba.
Pasaron por San Brendan. En el patio de la iglesia, donde la hierba se había secado, había dos perros peleándose por los restos de otro perro muerto. Cuando tomaron la carretera de Dunnamanagh, Nick pensó que debía llevar más de tres kilómetros. Pero no paró ni aminoró la marcha. Echó un vistazo lateral al carruaje y supo que había logrado la atención del patrón. Eversleigh lo estaba mirando con callada admiración.
Sin previo aviso, Nick sintió un temblor en el estómago vacío y tropezó. Perdió el paso y tuvo que bajar el ritmo. Lanzó un grito de rabia y desesperación cuando vio que el carruaje seguía avanzando, pero no aceptó su derrota. Recuperó el equilibrio y haciendo un mayor esfuerzo, volvió a correr hasta alcanzar el coche. No ceder era lo único que importaba.
—Por Dios, ¿está loco este chico? —gritó Eversleigh a su compañero—. ¿Qué demonios les pasa a estos irlandeses?
—Están todos locos, señor —replicó Booth.
Le dijeron una y otra vez que no le iban a dar nada, pero Nick los ignoró. Miró al frente y siguió corriendo. Le caía el sudor por la cara y el ligero abrigo que llevaba puesto, la única prenda propia que le quedaba, estaba empapado. Con cada zancada, las afiladas piedras del camino se le clavaban en los pies, haciéndole sangrar. El corazón le latía como si fuese a salírsele del pecho. Podía oír su áspera respiración desesperada, sentía dolor en un lado, pero pensó que seguiría corriendo hasta caer muerto. Pero, por la Santísima Virgen, si moría, lo haría de pie, no suplicando de rodillas o acobardado detrás de un árbol. Ni entonces, ni nunca.
Finalmente, Eversleigh no pudo aguantarlo más.
—¡Para el coche! —gritó golpeando el hombro del conductor con su bastón de empuñadura de oro.
Poco a poco el carruaje se detuvo y Nick también. Se dobló temblando, con las manos apoyadas en los muslos para evitar caerse y miró las manchas rojas de sus pies. Dando grandes bocanadas, tomó aire, sin conseguir que llegase el suficiente a sus pulmones. Se pasó la lengua por los labios y notó el sabor salado del sudor. Al cabo de un momento, hizo un esfuerzo por erguirse. Levantó la cabeza con orgullo y miró a los ojos al hombre que acababa de destruir su casa y de convertir a su madre en una mendiga.
Eversleigh fue el primero en desviar la mirada, incapaz de aguantársela, y Nick saboreó la dulzura de su victoria. Les había vencido. Había ganado.
El patrón se dirigió a su compañero de viaje.
—Supongo que debo darle algo al muchacho.
El reverendo negó con la cabeza en un gesto de desaprobación.
—Milord, es usted demasiado generoso. Me temo que hará mal uso de lo que le dé.
—Sí, lo sé —contestó Eversleigh, buscando en su monedero—, pero en esta ocasión se lo ha ganado. Ha sido divertido observarle.
Extendió la mano y le ofreció a Nick una moneda, pero éste no hizo movimiento alguno para cogerla.
—Cógelo, chico —le apremió inclinándose hacia él.
—¡No le toque, señor! —gritó agudamente Booth—. Está infectado con todo tipo de microbios.
Eversleigh dejó caer la moneda y retiró el brazo horrorizado al darse cuenta de que el chaval tenía piojos.
Nick levantó la vista de la moneda y la dirigió a los ojos del patrón. En ellos vio repulsión y lástima. Despacio, se agachó para coger la moneda con la intención de escupir en ella y lanzársela a la cara al patrón.
Pero no pudo hacerlo. Era una moneda de seis peniques, una cantidad que no podía comprar ni uno solo de los botones de oro del abrigo del patrón, pero que podía servir para alimentar a la familia de Nick durante una semana. Sobrevivir era más importante que el orgullo, y entonces supo que había sido un estúpido. Creía que había vencido, pero no era así. No había modo de vencer.
Cerró el puño alrededor de la valiosa moneda. No dio las gracias. No rezó plegaria alguna. No bendijo al inglés por su generosidad. Simplemente se marchó sin decir palabra. En su cabeza vio su casa ardiendo, y en el fondo de su corazón, maldijo a aquel hombre.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
AAAAIIIII POBREE DE NICK TODO LO QUE SUFRIOOOO!!! Y SU FAMILIAAA!!!!
AAAII PON OTROO PORFIISS
AAAII PON OTROO PORFIISS
chelis
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
Hola chicas como estan!!
Chelis gracias por comentar siempre me alegra mucho que te guste la nove! :D y espero que te guste el cap de hoy!
Chelis gracias por comentar siempre me alegra mucho que te guste la nove! :D y espero que te guste el cap de hoy!
Capitulo 5
«La cárcel.» _____ se sintió desvanecer. Tenía a un criminal en casa, durmiendo bajo su techo. Cerró la puerta tras de sí, pero no pudo cerrar sus pensamientos y olvidarse del hombre que había al otro lado. ¿En qué había estado pensando al recoger a un desconocido tirado en la carretera y llevarlo a casa como si fuese un inofensivo cachorro abandonado?
¿Por qué la cárcel? ¿Qué había hecho? ¿Había robado, había matado? Sintió un escalofrío al recordar aquellos ojos azules, fríos y desafiantes que le habían retado al pronunciar aquella palabra. Era un hombre peligroso. Sus ojos le decían que era capaz de cualquier cosa.
«Tuve lo que me merecía.»
_____ se alejó de la puerta. Caminó por el pasillo y se dirigió hacia la cocina, intentando borrar su temor. En aquellos momentos, el hombre no se podía siquiera tener en pie, así que, fuese lo que fuese lo que había hecho, no estaba en condiciones de hacerlo de nuevo, y para cuando estuviese en condiciones, ella se aseguraría de que no estuviese cerca.
Cuando entró en la cocina, se encontró con Becky. La chica miró a _____ y se acercó a ella.
—¿Pasa algo, mamá?
_____ salió de su ensimismamiento de golpe.
—Nada —contestó y tomó aire profundamente, sin mostrar sus pensamientos—. ¿Dónde están las niñas?
—Marian está en el salón jugando con sus muñecas y Chester está con ella, como siempre. Sophi quería ir a ver al señor Jonas, pero le dije que no podía ser, así que ha cogido un libro y se ha ido al huerto un poco enfadada.
Becky señaló la bandeja que había en el mostrador de la cocina y la tetera junto a ella y comentó:
—Iba a llevarle al señor Jonas té y algo para comer —sonrió—, me ha dicho que quería té de verdad y no esa asquerosa pócima verde.
_____ no le devolvió la sonrisa a su hija.
—Gracias, cariño, pero yo le llevaré la comida. No quiero que entres en su habitación.
—Pero ¿por qué no?
Miró el rostro inocente de Becky y no encontró forma de explicarle su temor.
—Simplemente no quiero que estes cerca de él. ¿Por qué no preparas la mesa? Yo iré a buscar a Sophi.
—Pero si son las doce… ¿No deberíamos llevarle al señor Jonas algo de comer?
—Lo haré cuando regrese —contestó _____, y salió por la puerta de atrás. Fue hacia el huerto en busca de Sophi, pero no estaba pensando en su hija.
Quería que ese hombre se marchase. Cuando lo encontró en la carretera, pensó que Dios había escuchado sus plegarias, que le había enviado a alguien para ayudarle con la cosecha, alguien que podría quedarse el tiempo suficiente para reparar algunas vallas o arreglar el tejado, alguien fuerte, estable y en quien confiar. En lugar de eso, Dios le había enviado a Nick Jonas: un boxeador, un jugador, un pecador. Un criminal.
En el camino que llevaba hacia el huerto, se detuvo y se apoyó contra uno de los gigantescos robles.
—¿Por qué? —preguntó en voz alta—. ¿Por qué me has enviado a este hombre?
Normalmente, _____ hallaba consuelo hablándole a Dios a su manera. Algunas personas habrían considerado que era extraño o incluso presuntuoso hablar a Dios como si fuese un amigo, pero ella nunca había pensado que Dios era un sabio de barba gris flotando sobre una nube en el cielo. Siempre había imaginado que estaba mucho más cerca.
Pero ahora no parecía estar cerca. Su pregunta quedó flotando en el aire, sin respuesta, y _____ se dejó caer sobre la suave tierra a los pies del árbol, temerosa y vencida.
Pensaba en qué hacer con Jonas, pero sabía que no había nada que hacer. El hombre estaba gravemente herido, y a pesar de quién era y de lo que hubiese hecho, no podía dejarlo otra vez tirado en medio de la carretera.
Todavía podía ver las cicatrices que tenía marcadas en el cuerpo. No podía imaginar cómo ni por qué las tenía, pero no era difícil suponer que era un hombre que había sufrido terribles dolores, tanto físicos como espirituales. Dios mío, ¿qué le habría pasado en la cárcel?
Se preguntó por qué habría de importarle. Era un criminal, un hombre que pensaba que las plegarias eran una pérdida de tiempo y que se enorgullecía de hacer apuestas. Seguramente también bebía.
«Tuve lo que me merecía.»
—¿Por qué? —se preguntó de nuevo desesperada—. Ese hombre ha estado en la cárcel. ¿Por qué me lo has enviado?
Dios no le respondió.
—¿El señor Nick ha estado en la cárcel?
_____ levantó la vista y se encontró con Sophi mirándola fijamente a través de las ramas del árbol. Debería haberlo previsto. Esa niña tenía la virtud de estar donde se suponía que no debía estar y escuchar lo que se suponía no debía escuchar.
—¡Sophi, por el amor de Dios! ¿Qué estás haciendo ahí arriba?
La pequeña levantó el libro que tenía en la mano a modo de explicación, pero no dejó que la conversación se desviase de la fascinante noticia.
—¿El señor Nick ha estado en la cárcel? —preguntó de nuevo—. ¿Y eso?
A _____ no le gustaba la fascinación que sentía su hija por el peligroso invitado. Tampoco le gustaba que se subiese a los árboles.
—No quiero hablar de eso. Por favor, baja de ahí arriba.
Sophi se quitó las gafas que usaba para leer y se las metió en el bolsillo del vestido. Después se puso el libro bajo el brazo y bajó del árbol, con la agilidad de una experta. _____ se puso de pie y la observó nerviosa, aunque sabía que la niña no lo estaba. Al contrario que su madre, ella no tenía miedo a las alturas. Su vestido azul de algodón estampado flotó en el aire mientras saltaba al suelo, dejando ver sus braguitas blancas.
_____ lanzó un suspiro de alivio.
—Sophi, si vas a seguir subiéndote a los árboles, procura no enseñar tus bragas —le reprendió—. No es de señoritas.
—No soy una señorita, soy una niña —respondió ella con impertinencia, y se quitó las cortezas que se le habían quedado enganchadas en la falda—. ¿Qué ha hecho?
—No lo sé ni me importa —dijo _____ cogiendo la mano de su hija. Caminaron de vuelta a la casa—. Quiero que te mantengas alejada de él.
—No te gusta el señor Nick, ¿verdad, mamá?
—No.
—¿Por qué no? ¿Porque ha estado en la cárcel?
«Porque tiene los ojos más fríos que he visto nunca.»
—Sí.
—Pero no sabes por qué ha estado en la cárcel. Puede que no hiciese nada malo, que fuese un error.
—Eres tan joven… —murmuró _____.
Sophi no entendió el comentario, pero no le importaba.
—Puede que sea como el hombre del libro que nos leíste, ¿te acuerdas? Edmond Dantes. Lo metieron en la cárcel y no había hecho nada malo. Él…
—Sophi, ¡ya está bien! —dijo _____ secamente.
Se le había acabado la paciencia. Se paró y miró a la niña.
—Eso es sólo una historia. En la vida real, los hombres que han estado en la cárcel no son buena gente.
—Pero, mamá, tú siempre dices que un buen cristiano no juzga —replicó Sophi—, un buen cristiano siempre intenta encontrar la bondad en los otros.
A _____ no le hizo gracia que le recordasen sus propias lecciones, especialmente si era su hija de nueve años quien lo hacía.
—No es tan sencillo.
—¿Por qué no? —insistió Sophi mirándola—. ¿No somos buenos cristianos, mamá?
_____ miró a los ojos de su hija y suspiró, sin dejarse cautivar por la engañosa inocencia que reflejaban. A veces Sophi era demasiado lista para su paz de espíritu.
Sophi, por supuesto, no perdió un instante y les dio la noticia a sus hermanas nada más entrar por la puerta. _____ se vio inundada a preguntas y comentarios. ¿Le iba a dejar quedarse? ¿Era de verdad un hombre malo? A lo mejor era un asaltante de trenes. ¿Conocería a Jesse James? ¿Le dejaron salir de la cárcel o se escapó? A lo mejor lo estaban buscando.
_____ puso fin a las especulaciones.
—Se quedará hasta que sus costillas hayan sanado. Después seguirá su camino. Mientras tanto, quiero que se mantengan alejadas de él.
Dicho eso, les sirvió la sopa y el pan y cuando terminaron de comer, las mandó afuera a quitar las malas hierbas del jardín.
_____ tiró el té que había preparado Becky, ya frío, y puso de nuevo la tetera al fuego para hacer otro té. Mientras esperaba que el agua hirviese, Nick Jonas seguía ocupando sus pensamientos. Su tono burlón y sus palabras amargas le recordaban que no era el hombre que había pedido.
Sophi estaba fascinada por él y eso le inquietaba enormemente. No estaría en condiciones de marcharse en seis semanas y no iba a poder mantener a las niñas alejadas de él durante todo ese tiempo, especialmente a su hija mediana.
_____ levantó la cabeza y miró a través de la ventana a las niñas. Becky estaba haciendo exactamente lo que les había dicho, quitando las malas hierbas mecánicamente. Era tan buena niña. Intentaba tanto ayudar.
También podía ver la cabeza de Marian inclinada sobre los tomates. Estaba mirando fijamente las plantas, probablemente observando cómo algún saltamontes se comía el cultivo. Sería incapaz de matarlo, se ponía enferma cuando _____ golpeaba una mosca.
En cuanto a Sophi… _____ vio que estaba cogiendo fresas y comiéndose al menos la mitad de las que cogía. Después, con la cara totalmente manchada, intentaría negarlo. Sophi era la más precoz de todas.
«¿No somos buenos cristianos, mamá?»
Se le borró la sonrisa de la cara. Ella siempre lo había intentado. Siempre había creído que era caritativa y bien pensada. Pero en aquel momento, cuando sus nobles principios estaban poniéndose a prueba, se dio cuenta de que no era tan fácil.
La tetera silbó y _____ se apartó de la ventana. Sophi tenía razón. Debía conocer toda la verdad antes de emitir juicios. Preparó un plato de sopa y el té y lo puso todo en una bandeja junto con un pedazo de pan de maíz. Después llevó la bandeja a la habitación de Nick.
Estaba durmiendo plácidamente cuando entró en la habitación, sin pesadillas. Se dirigió hacia él sin saber muy bien qué hacer. En ese momento en que había decidido enfrentarse a él, detestaba la idea de posponerlo.
Puso la bandeja en la mesa y dio vueltas alrededor de la cama, estudiándolo. Los cortes estaban cicatrizando y los moratones iban desapareciendo. Se fijó en la sombra negra que cubría su barbilla y se dio cuenta de que necesitaba un buen afeitado. La barba hacía que pareciese un hombre de peor calaña aún, y sin embargo, así, dormido plácidamente, no parecía un criminal. Sólo un hombre cansado que venía de un viaje muy largo, que había sufrido mucho y que finalmente había encontrado un lugar en el que descansar. De pronto, _____ deseó que pudiera ser el tipo de hombre que necesitaba.
—¿Por qué? —susurró—. ¿Por qué estuviste en la cárcel?
Como si la hubiera oído, Nick abrió los ojos y la vio allí de pie.
Nerviosa, dio un paso hacia atrás y señaló la bandeja:
—Le he traído algo para comer.
—Si es ese brebaje verde nauseabundo, puede llevárselo —murmuró con voz de dormido y definitivamente enfurruñado—. No me lo voy a tomar. Si tuviera un poco de whisky, sería otra cosa.
Whisky. Tenía razón. También bebía.
—Esto no es un hotel, señor Jonas —le recordó secamente mientras sacaba una almohada de un armario que había en un rincón de la habitación—. Tomará lo que haya y no va a encontrar alcohol en esta casa.
—No me sorprende. Y no tiene por qué llamarme señor Jonas, ¿sabe? Tengo un nombre de pila.
_____ no tenía ninguna intención de usarlo. Volvió hasta la cama.
—¿Puede sentarse?
Lo hizo, con los dientes apretados y con la frente sudorosa, mientras hacía fuerzas para sentarse. Ella colocó la almohada detrás de su espalda.
Cogió la taza y la apretó contra sus labios.
—Beba despacio —ordenó—. No tiene ningún sentido que lo devuelva.
Él le lanzó una mirada de rebeldía por encima del borde de la taza. No le había gustado que le recordasen lo del día anterior. Pero obedeció, dando pequeños sorbos hasta acabarse el té.
Ella puso la taza a un lado, levantó la bandeja y la colocó cuidadosamente en el borde de la cama para darle la sopa.
Nick lo odiaba. Miró cómo _____ hundía la cuchara en el tazón y cómo ponía la otra mano debajo de su barbilla en forma de cuenco para recoger lo que pudiese caer mientras le llevaba la cuchara a los labios. Odiaba que le tuviesen que alimentar como si fuese un inútil bebé, pero sabía que estaba demasiado débil como para coger la cuchara. Tragó la sopa y sintió cómo su cuerpo respondía al alimento, aunque su mente se rebelaba contra su debilidad.
Mientras _____ le seguía dando cucharadas de sopa, recordó una imagen largo tiempo olvidada y fue como si hubiese vuelto a Derry. Era de nuevo un chiquillo y una mujer cuáquera de la Sociedad Religiosa de Amigos le estaba dando sopa Soyer, la cocción acuosa y sin carne que el gobierno británico había considerado adecuada para alimentar a las masas hambrientas. Se acordó de que también tenía ojos marrones, unos ojos que pedían perdón por no poder darle comida de verdad, ojos dulces y compasivos. Lástima.
Luchó contra sí mismo, contra sus recuerdos, intentando enviar la sopa Soyer y a aquel niño hambriento y asustado de vuelta al pasado, a donde pertenecían.
—Creo que tenemos que tener una pequeña charla.
Si _____ le hubiese tirado en esos momentos un cubo de agua, no habría conseguido rescatarlo de su pasado con mayor rapidez. Nick relajó su dolorido cuerpo y se volvió a tumbar, cubriéndose con su capa de pretendida indiferencia.
—Hace buen día hoy. Un poco caluroso, creo, pero no se está mal.
Ella dejó la cuchara en el tazón ya vacío y lo observó concienzudamente. Nick sabía que estaba intentando averiguar lo que había debajo de la máscara.
—¿Por qué estuvo en la cárcel? —le preguntó—. ¿Qué hizo?
Pero Nick era muy bueno escondiendo lo que no quería que viese la gente. Lo llevaba haciendo durante tanto tiempo que a veces hasta él mismo se lo creía. Le sonrió.
—No es asunto suyo —dijo educadamente.
—Está en mi casa, señor Jonas, y eso lo convierte en un asunto mío.
—No será por mucho tiempo. En el momento en que pueda caminar, me iré.
Eso no pareció desanimarla. Lo miró fijamente.
—Para eso faltan todavía seis semanas. Hasta entonces, está en mi casa y a mi cuidado. Creo que tengo derecho a saber qué tipo de hombre está bajo mi mismo techo.
Lo había llevado a su casa, lo había cuidado y lo había alimentado, y él debería estar agradecido. Nick se sintió culpable y se protegió aún más.
—¿Qué quiere que le diga, que me metieron en la cárcel por error, que era inocente, que soy un lirio blanco y puro? —dijo con una voz burlona, riéndose de ella y de él.
—Dígame la verdad.
Casi rompió a reír. ¿De verdad era tan ingenua? Abrió la boca para contarle una mentira, una mentira lo suficientemente plausible para acabar con ese interés suyo en bucear en sus rincones oscuros y sombríos. De todos modos, la verdad no iba a satisfacerla.
—Tengo tres hijas —dijo ella.
Nick sabía cuándo le habían dado un buen golpe y la mentira murió en sus labios.
Aquellos ojos marrones lo miraban sin pestañear, como los ojos de una liebre salvaje mirarían acercarse a su cazador, con sabiduría y cautela, con un asomo de miedo. Extrañamente, eso le molestaba. Le había contado lo de la cárcel porque quería impresionarla, para desatar su indignación de santurrona. Parecía que lo había logrado. Le tenía miedo, miedo por sus hijas.
—Dios —murmuró.
Desvió la vista sintiéndose súbitamente extraño. Mirando las grietas del techo de yeso blanco, le dijo una parte de la verdad, la que no tenía importancia.
—Fui arrestado por tentativa de robo y por traición contra la Corona británica. Me condenaron por el robo, pero no por traición, y pasé catorce meses en la cárcel de Dublín. Después me amnistiaron y salí. No voy a robarle la plata ni a asesinarla mientras duerme, señora Maitland.
Nick no esperaba que se diera por satisfecha con esta explicación. Se preparó para más preguntas, preguntas que no pensaba contestar.
Pero no llegaron. _____ se levantó y dijo:
—Gracias por explicármelo. Puede quedarse hasta que sanen sus heridas. De todos modos, le agradecería que controlase sus blasfemias.
Con la bandeja en la mano, se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo en medio de la habitación y lo miró girando sólo la cabeza:
—Por cierto —añadió—, soy la señorita Maitland. No estoy casada. Nunca lo he estado.
Con esa inesperada afirmación, se dio la vuelta y se marchó.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
PARTE 2
Jack estaba en su oficina del aserradero cuando llegó Jimmy Johnson con un telegrama. Le lanzó una propina al chaval y Jimmy cogió al vuelo la moneda de cinco centavos.
—Gracias, señor Tyler.
El muchacho se metió la moneda en el bolsillo y se marchó silbando mientras Jack abría el telegrama. Leyó el corto mensaje, lo estrujó con el puño y se lo metió en el bolsillo. Se puso en pie, atravesó la habitación y abrió la puerta. Por encima del ruido de las sierras, gritó:
—¡Joshua, mueve el c*ulo y ven aquí!
Jack se sentó de nuevo en su asiento detrás del escritorio y el capataz entró en la oficina.
—¿Qué pasa? —preguntó Joshua Harlan cerrando la puerta tras de sí.
—Acabo de recibir un telegrama desde Nueva York. Mi suegro quiere un informe inmediato sobre la situación actual.
—¿Y qué cree que quiere decir con eso?
—Probablemente los inversores se están impacientando con el tema del ferrocarril. Maldita sea, ninguno de nosotros pensó que _____ resultaría tan endiabladamente testaruda.
—¿Estás seguro de que no hay forma de bordear sus tierras?
Jack abrió un cajón de golpe y sacó el mapa del perito. Lo abrió de un manotazo sobre el escritorio.
—Si puedes encontrar un modo de abrir camino alrededor de Peachtree sin atravesar directamente Choudrant Bayou o sin dinamitar las montañas, ¿serías tan amable de decírmelo?
Joshua no se molestó en mirar el mapa.
—Lo siento —murmuró hundiéndose en la silla—. Ha sido una pregunta estúpida.
Jack señaló un punto en el mapa con el dedo.
—Lo mires como lo mires, Peachtree está justo en medio del paso. _____ tendrá que vender sus tierras.
—Ya te ha dicho claramente que no piensa vender. ¿Qué hacemos ahora?
Jack abrió la caja que había sobre la mesa y sacó un puro, pero no lo encendió. Tamborileó con él sobre el escritorio pensando en todo el trabajo realizado durante los últimos cuatro años, en todo el dinero invertido, en todos los planes que había hecho. Tenían que construir el ferrocarril.
Cuando se casó con Alice Jamison en 1863, le había prometido a su padre que podrían hacerse millonarios en el sur después de la guerra. Ya entonces sabía que los confederados estaban acabados y que habría grandes oportunidades. Había vuelto a su ciudad en 1867, tal como siempre había sabido que regresaría, como un rico hombre de negocios. Con el dinero de Hiram Jamison, había comprado hasta el último pedazo de tierra y todos los negocios de los que pudo echar mano, aprovechándose de que eran tiempos duros y la gente vendía barato. En aquellos momentos, controlaba las vidas de aquellas personas que le habían mirado por encima del hombro y no pasaba un solo día en el que no sintiese la satisfacción de aquel logro.
Pero Jack tenía ambiciones mayores. Hiram y él habían comprado las tierras por una buena razón. Iban a construir su propio ferrocarril, una vía que fuese desde Monroe hasta Shreveport. Algunos ingenieros y supervisores ya le habían dicho a Jack que había razones geológicas que impedían que el ferrocarril atravesase Callersville, pero a Jack le daba igual. Tenía pensado construir una ciudad totalmente nueva. Incluso había escogido el lugar donde la construiría, seis millas al norte, justo en el linde del melocotonero de _____ Maitland, y justo en el camino por el que pasaría su futuro ferrocarril. Lo único que se interponía en su camino era la tozudez de _____. Maldición. Podía arruinarlo todo.
Pensó en el día en el que, once años atrás, el padre de _____ se había burlado de él, despreciando su petición de cortejar a la joven y echándolo de malos modos sólo por atreverse a plantearlo. Incluso tantos años después, aún podía oír la risa de borracho de Samuel Maitland y todavía le sacaba de quicio.
—¿Qué es lo que va a decirle al señor Jamison?
Jack regresó del pasado.
—La verdad, que lo tengo todo bajo control —mordió el final de su puro y escupió en la escupidera de latón que había junto a su silla—. De algún modo, conseguiré que _____ me venda sus tierras.
—¿Cómo?
—Tendré una charla con ella en la iglesia este domingo, subiré el precio a ver si así la convenzo —dijo, encendiendo el puro—. Si aun así no está dispuesta a vender, simplemente tendremos que utilizar métodos más duros para persuadirla.
Joshua levantó la mirada y sus ojos de color gris pálido se encontraron con los ojos verdes de Jack al otro lado de la mesa.
—Si llegamos a eso, más vale que me pagues bien.
—Si llegamos a eso, así lo haré —prometió Jack—, así lo haré.
Jack estaba en su oficina del aserradero cuando llegó Jimmy Johnson con un telegrama. Le lanzó una propina al chaval y Jimmy cogió al vuelo la moneda de cinco centavos.
—Gracias, señor Tyler.
El muchacho se metió la moneda en el bolsillo y se marchó silbando mientras Jack abría el telegrama. Leyó el corto mensaje, lo estrujó con el puño y se lo metió en el bolsillo. Se puso en pie, atravesó la habitación y abrió la puerta. Por encima del ruido de las sierras, gritó:
—¡Joshua, mueve el c*ulo y ven aquí!
Jack se sentó de nuevo en su asiento detrás del escritorio y el capataz entró en la oficina.
—¿Qué pasa? —preguntó Joshua Harlan cerrando la puerta tras de sí.
—Acabo de recibir un telegrama desde Nueva York. Mi suegro quiere un informe inmediato sobre la situación actual.
—¿Y qué cree que quiere decir con eso?
—Probablemente los inversores se están impacientando con el tema del ferrocarril. Maldita sea, ninguno de nosotros pensó que _____ resultaría tan endiabladamente testaruda.
—¿Estás seguro de que no hay forma de bordear sus tierras?
Jack abrió un cajón de golpe y sacó el mapa del perito. Lo abrió de un manotazo sobre el escritorio.
—Si puedes encontrar un modo de abrir camino alrededor de Peachtree sin atravesar directamente Choudrant Bayou o sin dinamitar las montañas, ¿serías tan amable de decírmelo?
Joshua no se molestó en mirar el mapa.
—Lo siento —murmuró hundiéndose en la silla—. Ha sido una pregunta estúpida.
Jack señaló un punto en el mapa con el dedo.
—Lo mires como lo mires, Peachtree está justo en medio del paso. _____ tendrá que vender sus tierras.
—Ya te ha dicho claramente que no piensa vender. ¿Qué hacemos ahora?
Jack abrió la caja que había sobre la mesa y sacó un puro, pero no lo encendió. Tamborileó con él sobre el escritorio pensando en todo el trabajo realizado durante los últimos cuatro años, en todo el dinero invertido, en todos los planes que había hecho. Tenían que construir el ferrocarril.
Cuando se casó con Alice Jamison en 1863, le había prometido a su padre que podrían hacerse millonarios en el sur después de la guerra. Ya entonces sabía que los confederados estaban acabados y que habría grandes oportunidades. Había vuelto a su ciudad en 1867, tal como siempre había sabido que regresaría, como un rico hombre de negocios. Con el dinero de Hiram Jamison, había comprado hasta el último pedazo de tierra y todos los negocios de los que pudo echar mano, aprovechándose de que eran tiempos duros y la gente vendía barato. En aquellos momentos, controlaba las vidas de aquellas personas que le habían mirado por encima del hombro y no pasaba un solo día en el que no sintiese la satisfacción de aquel logro.
Pero Jack tenía ambiciones mayores. Hiram y él habían comprado las tierras por una buena razón. Iban a construir su propio ferrocarril, una vía que fuese desde Monroe hasta Shreveport. Algunos ingenieros y supervisores ya le habían dicho a Jack que había razones geológicas que impedían que el ferrocarril atravesase Callersville, pero a Jack le daba igual. Tenía pensado construir una ciudad totalmente nueva. Incluso había escogido el lugar donde la construiría, seis millas al norte, justo en el linde del melocotonero de _____ Maitland, y justo en el camino por el que pasaría su futuro ferrocarril. Lo único que se interponía en su camino era la tozudez de _____. Maldición. Podía arruinarlo todo.
Pensó en el día en el que, once años atrás, el padre de _____ se había burlado de él, despreciando su petición de cortejar a la joven y echándolo de malos modos sólo por atreverse a plantearlo. Incluso tantos años después, aún podía oír la risa de borracho de Samuel Maitland y todavía le sacaba de quicio.
—¿Qué es lo que va a decirle al señor Jamison?
Jack regresó del pasado.
—La verdad, que lo tengo todo bajo control —mordió el final de su puro y escupió en la escupidera de latón que había junto a su silla—. De algún modo, conseguiré que _____ me venda sus tierras.
—¿Cómo?
—Tendré una charla con ella en la iglesia este domingo, subiré el precio a ver si así la convenzo —dijo, encendiendo el puro—. Si aun así no está dispuesta a vender, simplemente tendremos que utilizar métodos más duros para persuadirla.
Joshua levantó la mirada y sus ojos de color gris pálido se encontraron con los ojos verdes de Jack al otro lado de la mesa.
—Si llegamos a eso, más vale que me pagues bien.
—Si llegamos a eso, así lo haré —prometió Jack—, así lo haré.
Andrea P. Jonas:)
Re: "Un lugar para Nicholas" (Nick J. y Tu) TERMINADA
AAAAAAAAAAAHHHH!!!!!!.. NICK Y SU CARACTEEERR... JAJAJA ME GUSTAAA!!!
JAJAJAJJAJAJAJAJA
Y ESE NO SE VA A SALIR CON LA SUYAAAA!!!!..
ESPEREMOS QUE NICK LA AYUDE!!!
JAJAJAJJAJAJAJAJA
Y ESE NO SE VA A SALIR CON LA SUYAAAA!!!!..
ESPEREMOS QUE NICK LA AYUDE!!!
chelis
Página 3 de 15. • 1, 2, 3, 4 ... 9 ... 15
Temas similares
» [One Direction y tu] ¡Tengo que tomar una decisión YA!
» "Mia Para Siempre" Nick J. y Tu Terminada
» Eres Para Mi...!!! Nick & Tu [ADAPTACION] TERMINADA
» Solo Para El (Nick & Tu) Adaptacion [Terminada]
» "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
» "Mia Para Siempre" Nick J. y Tu Terminada
» Eres Para Mi...!!! Nick & Tu [ADAPTACION] TERMINADA
» Solo Para El (Nick & Tu) Adaptacion [Terminada]
» "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 15.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.