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Trilogía Existence {Nick&_____}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Trilogía Existence {Nick&_____}
Capitulo 12
—¿Qué hiciste todo el fin de semana? Kevin dijo que no te habías sentido bien después del concierto. Pensé que escucharía algo de ti. Pero no tengo nada, nada. Cold Soultocó un rock impresionante. Deberías haberte quedado después. Conocimos a la banda, bueno, excepto al cantante, Nick. Se fue pronto o algo. No importa, ¡Fue increíble! Podría haber besado la cara de papá por esta. —Demi enganchó su brazo con el mío mientras balbuceaba. Escaneé la entrada, necesitando ver a Nick en algún sitio en el mar de caras—. ¿A quién estás buscando? —Había un toque de interés en la voz de Demi. Nick no estaba entre la multitud, sin embargo, Kendra flirteaba abiertamente con Justin. Eso me pareció extraño.
—¿Has visto a Nick esta mañana? —Le pregunté, mirando a Demi y rezando para que ella no hubiese leído nada más en mí pregunta.
Su frente se arrugó en una mueca. —¿Nick como Nick Walker, el cantante de Could Soul?
Asentí con la cabeza y escaneé las taquillas. —Sí, Nick. —Repetí. La confusa expresión en la cara de Demi activó la campana de alarma en mi cabeza.
—Um, ¿Estás tomando esos medicamentos para el dolor de nuevo, cariño? ¿Por qué iba a estar aquí el cantante de Cold Soul?
Algo iba muy mal. Mi pecho se hinchó de pánico.
—Buenos días. —dijo Kevin mientras caminaba hacia mí y me pasaba su brazo por los hombros.
Demi lo miró con una sonrisa preocupada.
—Buenas, Kevin. Es tan dulce que vayas a por todos sus libros en el momento en que llegas. ¿Te importaría darle algunos consejos a Joe?
—De ninguna manera. —Se echó a reír y me apretó los hombros con suavidad, normalmente tenerle cerca me ayudaba cuando estaba al borde del pánico. De cualquier manera, justo ahora necesitaba saber dónde se encontraba Nick y por qué Demi no parecía saber de lo que yo hablaba.
Miré a Kevin. —¿Has visto a Nick? —La misma confusión se apoderó de su rostro.
—¿Quién? —Preguntó, igual de confuso.
—Me ha preguntado lo mismo a mí. Estoy pensando que podría haber tenido que tomar algunos medicamentos contra el dolor otra vez esta mañana. ¿Sigues herida? ¿Lo sabe tu madre? Porque chica, estas drogada si crees que Nick Walker está en nuestro colegio. —Demi y Kevin me miraban como si fuese una razón para preocuparse. Miré a Kendra, quien seguía cerca de Justin.
—¿Está Kendra saliendo con Justin ahora? —Pregunté en un tono que esperaba fuese conversacional y no delatase el creciente pánico dentro de mí.
Kevin frunció el ceño. —Ellos han estado saliendo desde hace meses. ¿Estás bien, ______?
Forcé una sonrisa y asentí. —Oh, um, lo olvidé. No, estoy bien. Solo necesito hacer una parada en el baño antes del primer periodo. —Me puse de puntillas, besé rápidamente a Kevin en los labios y me fui por otro camino. Necesitaba escapar de su escrutinio para poder pensar. Nick se había ido y nadie se acordaba de él.
El baño estaba benditamente vacío. Dejé mis libros en el húmedo mostrador y me apoyé contra una pared para sujetarme. Mi corazón se contrajo tan dolorosamente en mi pecho que temía que pudiera dejar de funcionar. Alguien entró y me enderecé. Necesitaba privacidad para mi crisis nerviosa. Pero tan solo dos pasos después, me di cuenta que la puerta del baño nunca se había abierto. Una adolescente de pelo negro había atravesado la pared. Me giré, di un paso hacia ella y se percató de mí. Parecía sorprendida de que pudiese verla y una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Quién eres? —Pregunté, pero ella solo me miraba—. ¿Puedes hablar conmigo? —Ya no me preocupaba ignorarles. Tal vez ellos tenían las respuestas. Sacudió su cabeza y su sonrisa se volvió triste. Se dejó llevar más cerca de mí, extendió su mano y me tocó el cabello. Nada. Ni escalofríos ni frío. Era como si ella no estuviera allí. Esto era lo que siempre había sabido de las almas—. ¿Por qué no puedes hablar? —Le pregunté y ella se acercó hasta que estuvo de pie ante mí. Negó con la cabeza como si me corrigiese por preguntar esa pregunta—. ¿No tienes permitido hablar conmigo o no puedes? —No le tenía miedo. Sabía que no tenía el poder para hacerme daño. Su expresión comenzó a agitarse, negó con la cabeza de nuevo y se apartó de mí despacio. Di un paso más cerca de ella—. Por favor, necesito algunas respuestas y creo que podrías ayudarme —Su expresión se volvió asustada y siguió sacudiendo la cabeza y alejándose de mí como si fuera algo a lo que temer—. Por favor —Supliqué, y en mi último favor se dio la vuelta y se desvaneció en la pared.
Me quedé mirando hasta que la puerta del baño se abrió y una chica de primer año entró. Se detuvo y me estudió. Debo haber parecido una idiota allí, de pie, mirando una pared vacía. Le sonreí para tranquilizarla. Tal vez este incidente no se extendiese por toda el colegio. No es que me importase que la gente hablara de mí. Pero no necesitaba que Demi y Kevin se preocupasen por mí, más de lo que ya lo hacían. Además, necesitaba respuestas y ya estaba muy cansada de esperar para que Nick me las diese. La joven alma no había sido capaz de ayudarme, por motivos que no podía entender. Sin embargo, tenía la sensación de que si seguía buscando, pronto encontraría a alguien dispuesto a hablar o que al menos pudiese hacerlo.
Los pasillos se encontraban vacíos, lo que significaba que ya llegaba tarde a Literatura Inglesa. El dolor regresó mientras pensaba en afrontar la clase de Literatura sin Nick. Incluso, cuando había sido ignorándome, era capaz de escucharle hablar y sentir el calor de su mirada. Ahora, ni siquiera iba a tener ese pequeño pedazo de comodidad.
Lo que más me dolía era que nadie parecía recordarle. Era como si nunca hubiera existido. Me detuve en frente de la puerta. Ir dentro me parecía insoportable. Me coloqué las manos sobre el estómago para sostener el dolor que me destrozaba y me apoyé contra la pared. Me quedé en el pasillo vacío, deseando que otra alma viniese vagando.
En cambio, el silencio vacío se mantuvo. Por primera vez en mi vida, quería ser molestada por la presencia de las almas y no había ninguna alrededor. Si solo pudiese ir a algún sitio que estuviese infectado de almas errantes, entonces podría preguntarles a ellas.
Podría preguntar y preguntar hasta que encontrase alguna que hablase conmigo. Algo acerca de la joven alma en el baño me dijo que podría haberme hablado si hubiera querido. Ella parecía asustada.
¿Asustada de qué? ¿A que tienen miedo las almas? Están muertas después de todo, o al menos sus cuerpos.
—El hospital. —Susurré en voz alta, recordando que el único lugar en que había visto un sinfín de almas errantes era el hospital. Me di media vuelta y fui hacia las puertas del colegio. Iría allí y empezaría a preguntar a cada alma que me encontrase.
Una de ellas estaría obligada a responderme. Averiguaría la manera de encontrar a Nick. Él era real. Le había conocido. Le amaba. Le encontraría.
—¿Señorita Moore? Nuestra clase está por este camino. —La voz del señor Brown cortó mis pensamientos, me detuve y suspiré de derrota antes de volverme y enfrentar la ronda de mi profesor de Literatura Inglesa.
—Sí, señor, yo estaba, um, tan solo iba a conseguir un justificante por llegar tarde. —Sonrió y sacudió la cabeza—. No es necesario, pero date prisa por favor, estamos comenzando con la belleza de la ficción. Vuelve enseguida —Dio un paso atrás, esperando que yo entrase primero. Caminé de vuelta hacia la clase, con ganas de girarme y salir corriendo en dirección contraria, sabía que si mamá recibía una llamada diciéndole que me había saltado clases, se pondría furiosa y mis oportunidades de encontrar a Nick serían casi nulas una vez que me encerrase en mi habitación el resto del año.
Entré en clase y me acerqué a mi asiento vacío junto a la ventana. La silla detrás de mí estuvo vacía. Miré a Kendra y la silla detrás de ella era ocupada por Justin. Él solo era un remplazo y tomó el sitio de Nick.
Asqueada, me di la vuelta. ¿Cómo podía haber sido tocada por Nick y besada por él y olvidar tan fácilmente que él había existido? Yo no lo había olvidado. ¿Cómo lo había hecho ella? ¿Cómo podía no sentir el dolor por su ausencia? Él era demasiado bueno para ella.
¿Por qué había perdido tanto tiempo con ella? Me hundí en mi asiento y se formó en mi interior un nudo por la emoción. No podía pasar esta clase sin él.
—La asignación de lectura de hoy se va a hacer tranquilamente en nuestros escritorios. No hablen con sus compañeros. Quiero completo silencio mientras inhalan la belleza de la palabra escrita. Tómenla. Dejen que penetre en sus venas y les llene de un maravilloso asombro que es tan positivo que brilla intensamente —La sala se llenó de gemidos—. Tsk, tsk, tsk. Excitados por su belleza. —Las quejas continuaron sonando con los sonidos de las páginas pasándose por toda la habitación. Este sería una gran oportunidad para la mayoría de estudiantes de tomar una siesta detrás de sus libros de texto. Yo abrí el mío, esperando encontrar algo para alejar mis pensamientos de Nick. Cuando el día se terminase, iría al hospital y comenzaría a hacer preguntas. Algún alma tenía respuestas en algún lado.
—Ugh, esta cosa es poesía. —Sonó una voz estridente desde el fondo del aula.
El señor Brown levantó la vista del libro que tenía en sus manos.
—Ah, sí, es el señor Kimbler, que agradable que te des cuenta. —Más gemidos sonaron y encontré la página indicada en la pizarra. Era la obra de William Wordsworth. Sentí el impulso de gritar de desesperación. Estudiar el inicio del Romanticismo no era algo que necesitase en este momento. ¿Dónde estaban los trágicos dramaturgos cuando los necesitabas?
—¿Cómo nos ayudará este desastre en la vida real? —dijo Justin con voz arrogante. La risa estalló en el aula.
—Escucha, escucha. —Alguien llamó con un golpe en su pupitre.
El señor Brown nos miró una vez más con una expresión ligeramente molesta en su rostro. —Caballeros, si uno no estudia las palabras de los poetas románticos famosos, ¿Cómo podrá alguna vez aprender a cortejar a una mujer el día que se enamore? Puedo aseguraros que P Diddy no tiene palabras de instrucción en sus creaciones líricas.
Sus palabras causaron algunas risas. Habría encontrado todo esto muy divertido, si el asunto de leer las letras de las canciones de P Diddy no me pareciese una idea tan atractiva en este momento. Miré al poema que íbamos a estudiar y sobre el que tendríamos que escribir un ensayo de dos páginas. To a Young Lady (A una joven), por William Wordsworth. Solo esperaba que no fuese un poema sobre el amor duradero.
Querido Hijo de la Naturaleza, ¡déjales poner límites!
Hay un nido en un verde valle,
Un puerto y una bodega,
Donde a una Esposa y Amiga verás
Tus propios deliciosos días, y ser
Una luz de joven a anciano.
Allí, sano como un joven Pastor,
Como si tu herencia fuera la alegría,
Y el placer fuese tu negocio,
Tú, cuando tus chicas se aferren a ti
Nos mostrarás como harás cosas divinas que
Una mujer tal vez hizo.
Tus pensamientos y sentimientos no morirán,
Tampoco te dejaré, cuando las canas estén cerca,
Un melancólico esclavo
Pero una vejez, viva y brillante,
Y adorable como una noche de Laponia,
Te llevará a la tumba.
El placer se propaga por la tierra
En los regalos perdidos que serán reclamados por quien los encuentre.
Mi destrozado corazón latía. Empecé a escribir. El dolor dentro de mí se derramó sobre el papel. Se sentía casi como si estuviera sangrando con cada palabra que garabateé. Perdida en mi necesidad de expresar a alguien mi dolor interior, me sorprendió cuando el papel fue sacado de debajo de mi mano. Alcé la cabeza.
El señor Brown me dio un pequeño asentimiento con la cabeza y se aclaró la garganta.
—Ah, parece que la señorita Moore conoce a William Wordsworth o ya ha leído su tarea —Miro sobre sus lentes de media luna a la clase—. Lo cual es mucho más de lo que puedo decir sobre la mayoría de ustedes —Bajó su mirada hacia mi trabajo y se ajustó sus pequeñas y redondeadas gafas.
—Wordsworth recordaba a su hermana, a quien le habían regañado por dar largos paseos con él en el campo. Pensaba en la vida de ella, y la plenitud que ella experimentaría. La felicitó y la elogió por sus esfuerzos de divertirse con la belleza a su alrededor, en vez de seguir las reglas.
Sonó el timbre y los estudiantes comenzaron a luchar para salir del aula, por el temor a que el señor Brown fuese a obligarles a escuchar más de mi trabajo, o peor, ordenarles que leyesen los suyos en voz alta. Volvió a poner mi trabajo sobre mi pupitre y me sonrió.
—Eres una verdadera delicia, _______. Estoy deseando leer el resto mañana. —Se volvió y se dirigió a su mesa con un contoneo.
Kevin entró en la clase sonriéndome.
—¿Vienes, preciosa? Sé que te gusta Literatura Inglesa pero se ha acabado por hoy.
El señor Brown me miró. —Ah, sí, pero en cualquier momento que quieras dejar de hablar de su belleza, por favor, siéntete libre de hacerlo.
—Gracias, señor Brown. —Esto no estaría sucediendo, pero en realidad él era un hombre dulce, mayor. Un poco excéntrico, pero dulce.
—No le dé ninguna idea, señor Brown. —Kevin bromeó mientras cogía los libros de mis manos.
—Ah, el bello hombre que posee su corazón no quiere compartir —dijo el señor Brown, con una sonrisa que empujó sus gruesas mejillas un poco hacia atrás.
Kevin rió entre dientes. —Es cierto.
—Ahora, cuéntame una vez más ¿Qué es eso que vas a hacer que es más importante que ir de compras a por las perfectas botas de invierno? — La mano derecha de Demi, colocada en su cadera, mientras me miraba, como si acabase de hablar en inglés. Subí la correa de la mochila más arriba sobre mi hombro y mantuve mis ojos en el aparcamiento.
—Voy a apuntarme a hacer trabajo voluntario en el hospital. —No tenía una explicación moral real para ello. No me atreví a decirle a Demi cómo sentía la necesidad de darme a mí misma o lo que sea que uno diría que siente cuando tiene la necesidad de ir de voluntario a ayudar a enfermos y moribundos. La verdad era que odiaba los hospitales y Demi lo sabía. Ella no sabía por qué los odiaba. Solo sabía que lo hacía. Nunca había sido capaz de explicarle cómo me molestaban las almas errantes que llenaban las habitaciones de los hospitales.
—Así que, ¿Has superado la aversión a los hospitales ahora que has pasado una semana allí? —Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros porque mi estancia no tenía nada que ver con esto.
—Supongo. —Era una excusa tan buena como cualquier otra.
—Bien entonces, si tienes que hacer algo por el bien de los demás mientras voy a hacer algo por el bien de mi armario de invierno, entonces supongo que estoy bien con eso.
Le dediqué una sonrisa y luego fui hacia el coche de Kevin.
Me había dejado sus llaves y me dijo que iría a su casa con Justin. Yo le había engañado con esta cosa de “quiero ir a ser voluntaria” también. No era totalmente una mentira. Había decidido que este era la mejor forma de ver suficientes almas sin alguien metiéndome en un manicomio por vagar por los pasillos hablando conmigo misma. De esta manera tenía un motivo para estar allí y encontraría un montón de almas a las que hablar. Con el tiempo, encontraría alguna que hablase.
—Llámame cuando vuelvas a casa de tus buenos actos y llevaré mis compras y te las enseñaré.
—Vale, buena suerte. —dije mientras abría la puerta del coche y entraba. Por primera vez en tres días tenía alguna esperanza. Seguía recordando la mirada en los ojos de Nick, la noche del viernes mientras me abrazaba. Él había sido muy real. El hecho de que nadie pareciese recordar que alguna vez camino por los pasillos del colegio no significaba que comenzara a volverme loca. El hecho era que yo había estado viendo a la gente que nadie más podía ver desde que nací. Algo era diferente en mí. Esto no era una primicia. Nick tenía secretos y yo los iba a descubrir. Necesitaba saberlos porque le necesitaba. La respuesta detrás de su partida estaba dentro de sus secretos y sabía que si podía averiguarlo entonces podría encontrarle y traerle de vuelta.
—¿Has visto a Nick esta mañana? —Le pregunté, mirando a Demi y rezando para que ella no hubiese leído nada más en mí pregunta.
Su frente se arrugó en una mueca. —¿Nick como Nick Walker, el cantante de Could Soul?
Asentí con la cabeza y escaneé las taquillas. —Sí, Nick. —Repetí. La confusa expresión en la cara de Demi activó la campana de alarma en mi cabeza.
—Um, ¿Estás tomando esos medicamentos para el dolor de nuevo, cariño? ¿Por qué iba a estar aquí el cantante de Cold Soul?
Algo iba muy mal. Mi pecho se hinchó de pánico.
—Buenos días. —dijo Kevin mientras caminaba hacia mí y me pasaba su brazo por los hombros.
Demi lo miró con una sonrisa preocupada.
—Buenas, Kevin. Es tan dulce que vayas a por todos sus libros en el momento en que llegas. ¿Te importaría darle algunos consejos a Joe?
—De ninguna manera. —Se echó a reír y me apretó los hombros con suavidad, normalmente tenerle cerca me ayudaba cuando estaba al borde del pánico. De cualquier manera, justo ahora necesitaba saber dónde se encontraba Nick y por qué Demi no parecía saber de lo que yo hablaba.
Miré a Kevin. —¿Has visto a Nick? —La misma confusión se apoderó de su rostro.
—¿Quién? —Preguntó, igual de confuso.
—Me ha preguntado lo mismo a mí. Estoy pensando que podría haber tenido que tomar algunos medicamentos contra el dolor otra vez esta mañana. ¿Sigues herida? ¿Lo sabe tu madre? Porque chica, estas drogada si crees que Nick Walker está en nuestro colegio. —Demi y Kevin me miraban como si fuese una razón para preocuparse. Miré a Kendra, quien seguía cerca de Justin.
—¿Está Kendra saliendo con Justin ahora? —Pregunté en un tono que esperaba fuese conversacional y no delatase el creciente pánico dentro de mí.
Kevin frunció el ceño. —Ellos han estado saliendo desde hace meses. ¿Estás bien, ______?
Forcé una sonrisa y asentí. —Oh, um, lo olvidé. No, estoy bien. Solo necesito hacer una parada en el baño antes del primer periodo. —Me puse de puntillas, besé rápidamente a Kevin en los labios y me fui por otro camino. Necesitaba escapar de su escrutinio para poder pensar. Nick se había ido y nadie se acordaba de él.
El baño estaba benditamente vacío. Dejé mis libros en el húmedo mostrador y me apoyé contra una pared para sujetarme. Mi corazón se contrajo tan dolorosamente en mi pecho que temía que pudiera dejar de funcionar. Alguien entró y me enderecé. Necesitaba privacidad para mi crisis nerviosa. Pero tan solo dos pasos después, me di cuenta que la puerta del baño nunca se había abierto. Una adolescente de pelo negro había atravesado la pared. Me giré, di un paso hacia ella y se percató de mí. Parecía sorprendida de que pudiese verla y una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Quién eres? —Pregunté, pero ella solo me miraba—. ¿Puedes hablar conmigo? —Ya no me preocupaba ignorarles. Tal vez ellos tenían las respuestas. Sacudió su cabeza y su sonrisa se volvió triste. Se dejó llevar más cerca de mí, extendió su mano y me tocó el cabello. Nada. Ni escalofríos ni frío. Era como si ella no estuviera allí. Esto era lo que siempre había sabido de las almas—. ¿Por qué no puedes hablar? —Le pregunté y ella se acercó hasta que estuvo de pie ante mí. Negó con la cabeza como si me corrigiese por preguntar esa pregunta—. ¿No tienes permitido hablar conmigo o no puedes? —No le tenía miedo. Sabía que no tenía el poder para hacerme daño. Su expresión comenzó a agitarse, negó con la cabeza de nuevo y se apartó de mí despacio. Di un paso más cerca de ella—. Por favor, necesito algunas respuestas y creo que podrías ayudarme —Su expresión se volvió asustada y siguió sacudiendo la cabeza y alejándose de mí como si fuera algo a lo que temer—. Por favor —Supliqué, y en mi último favor se dio la vuelta y se desvaneció en la pared.
Me quedé mirando hasta que la puerta del baño se abrió y una chica de primer año entró. Se detuvo y me estudió. Debo haber parecido una idiota allí, de pie, mirando una pared vacía. Le sonreí para tranquilizarla. Tal vez este incidente no se extendiese por toda el colegio. No es que me importase que la gente hablara de mí. Pero no necesitaba que Demi y Kevin se preocupasen por mí, más de lo que ya lo hacían. Además, necesitaba respuestas y ya estaba muy cansada de esperar para que Nick me las diese. La joven alma no había sido capaz de ayudarme, por motivos que no podía entender. Sin embargo, tenía la sensación de que si seguía buscando, pronto encontraría a alguien dispuesto a hablar o que al menos pudiese hacerlo.
Los pasillos se encontraban vacíos, lo que significaba que ya llegaba tarde a Literatura Inglesa. El dolor regresó mientras pensaba en afrontar la clase de Literatura sin Nick. Incluso, cuando había sido ignorándome, era capaz de escucharle hablar y sentir el calor de su mirada. Ahora, ni siquiera iba a tener ese pequeño pedazo de comodidad.
Lo que más me dolía era que nadie parecía recordarle. Era como si nunca hubiera existido. Me detuve en frente de la puerta. Ir dentro me parecía insoportable. Me coloqué las manos sobre el estómago para sostener el dolor que me destrozaba y me apoyé contra la pared. Me quedé en el pasillo vacío, deseando que otra alma viniese vagando.
En cambio, el silencio vacío se mantuvo. Por primera vez en mi vida, quería ser molestada por la presencia de las almas y no había ninguna alrededor. Si solo pudiese ir a algún sitio que estuviese infectado de almas errantes, entonces podría preguntarles a ellas.
Podría preguntar y preguntar hasta que encontrase alguna que hablase conmigo. Algo acerca de la joven alma en el baño me dijo que podría haberme hablado si hubiera querido. Ella parecía asustada.
¿Asustada de qué? ¿A que tienen miedo las almas? Están muertas después de todo, o al menos sus cuerpos.
—El hospital. —Susurré en voz alta, recordando que el único lugar en que había visto un sinfín de almas errantes era el hospital. Me di media vuelta y fui hacia las puertas del colegio. Iría allí y empezaría a preguntar a cada alma que me encontrase.
Una de ellas estaría obligada a responderme. Averiguaría la manera de encontrar a Nick. Él era real. Le había conocido. Le amaba. Le encontraría.
—¿Señorita Moore? Nuestra clase está por este camino. —La voz del señor Brown cortó mis pensamientos, me detuve y suspiré de derrota antes de volverme y enfrentar la ronda de mi profesor de Literatura Inglesa.
—Sí, señor, yo estaba, um, tan solo iba a conseguir un justificante por llegar tarde. —Sonrió y sacudió la cabeza—. No es necesario, pero date prisa por favor, estamos comenzando con la belleza de la ficción. Vuelve enseguida —Dio un paso atrás, esperando que yo entrase primero. Caminé de vuelta hacia la clase, con ganas de girarme y salir corriendo en dirección contraria, sabía que si mamá recibía una llamada diciéndole que me había saltado clases, se pondría furiosa y mis oportunidades de encontrar a Nick serían casi nulas una vez que me encerrase en mi habitación el resto del año.
Entré en clase y me acerqué a mi asiento vacío junto a la ventana. La silla detrás de mí estuvo vacía. Miré a Kendra y la silla detrás de ella era ocupada por Justin. Él solo era un remplazo y tomó el sitio de Nick.
Asqueada, me di la vuelta. ¿Cómo podía haber sido tocada por Nick y besada por él y olvidar tan fácilmente que él había existido? Yo no lo había olvidado. ¿Cómo lo había hecho ella? ¿Cómo podía no sentir el dolor por su ausencia? Él era demasiado bueno para ella.
¿Por qué había perdido tanto tiempo con ella? Me hundí en mi asiento y se formó en mi interior un nudo por la emoción. No podía pasar esta clase sin él.
—La asignación de lectura de hoy se va a hacer tranquilamente en nuestros escritorios. No hablen con sus compañeros. Quiero completo silencio mientras inhalan la belleza de la palabra escrita. Tómenla. Dejen que penetre en sus venas y les llene de un maravilloso asombro que es tan positivo que brilla intensamente —La sala se llenó de gemidos—. Tsk, tsk, tsk. Excitados por su belleza. —Las quejas continuaron sonando con los sonidos de las páginas pasándose por toda la habitación. Este sería una gran oportunidad para la mayoría de estudiantes de tomar una siesta detrás de sus libros de texto. Yo abrí el mío, esperando encontrar algo para alejar mis pensamientos de Nick. Cuando el día se terminase, iría al hospital y comenzaría a hacer preguntas. Algún alma tenía respuestas en algún lado.
—Ugh, esta cosa es poesía. —Sonó una voz estridente desde el fondo del aula.
El señor Brown levantó la vista del libro que tenía en sus manos.
—Ah, sí, es el señor Kimbler, que agradable que te des cuenta. —Más gemidos sonaron y encontré la página indicada en la pizarra. Era la obra de William Wordsworth. Sentí el impulso de gritar de desesperación. Estudiar el inicio del Romanticismo no era algo que necesitase en este momento. ¿Dónde estaban los trágicos dramaturgos cuando los necesitabas?
—¿Cómo nos ayudará este desastre en la vida real? —dijo Justin con voz arrogante. La risa estalló en el aula.
—Escucha, escucha. —Alguien llamó con un golpe en su pupitre.
El señor Brown nos miró una vez más con una expresión ligeramente molesta en su rostro. —Caballeros, si uno no estudia las palabras de los poetas románticos famosos, ¿Cómo podrá alguna vez aprender a cortejar a una mujer el día que se enamore? Puedo aseguraros que P Diddy no tiene palabras de instrucción en sus creaciones líricas.
Sus palabras causaron algunas risas. Habría encontrado todo esto muy divertido, si el asunto de leer las letras de las canciones de P Diddy no me pareciese una idea tan atractiva en este momento. Miré al poema que íbamos a estudiar y sobre el que tendríamos que escribir un ensayo de dos páginas. To a Young Lady (A una joven), por William Wordsworth. Solo esperaba que no fuese un poema sobre el amor duradero.
Querido Hijo de la Naturaleza, ¡déjales poner límites!
Hay un nido en un verde valle,
Un puerto y una bodega,
Donde a una Esposa y Amiga verás
Tus propios deliciosos días, y ser
Una luz de joven a anciano.
Allí, sano como un joven Pastor,
Como si tu herencia fuera la alegría,
Y el placer fuese tu negocio,
Tú, cuando tus chicas se aferren a ti
Nos mostrarás como harás cosas divinas que
Una mujer tal vez hizo.
Tus pensamientos y sentimientos no morirán,
Tampoco te dejaré, cuando las canas estén cerca,
Un melancólico esclavo
Pero una vejez, viva y brillante,
Y adorable como una noche de Laponia,
Te llevará a la tumba.
El placer se propaga por la tierra
En los regalos perdidos que serán reclamados por quien los encuentre.
Mi destrozado corazón latía. Empecé a escribir. El dolor dentro de mí se derramó sobre el papel. Se sentía casi como si estuviera sangrando con cada palabra que garabateé. Perdida en mi necesidad de expresar a alguien mi dolor interior, me sorprendió cuando el papel fue sacado de debajo de mi mano. Alcé la cabeza.
El señor Brown me dio un pequeño asentimiento con la cabeza y se aclaró la garganta.
—Ah, parece que la señorita Moore conoce a William Wordsworth o ya ha leído su tarea —Miro sobre sus lentes de media luna a la clase—. Lo cual es mucho más de lo que puedo decir sobre la mayoría de ustedes —Bajó su mirada hacia mi trabajo y se ajustó sus pequeñas y redondeadas gafas.
—Wordsworth recordaba a su hermana, a quien le habían regañado por dar largos paseos con él en el campo. Pensaba en la vida de ella, y la plenitud que ella experimentaría. La felicitó y la elogió por sus esfuerzos de divertirse con la belleza a su alrededor, en vez de seguir las reglas.
Sonó el timbre y los estudiantes comenzaron a luchar para salir del aula, por el temor a que el señor Brown fuese a obligarles a escuchar más de mi trabajo, o peor, ordenarles que leyesen los suyos en voz alta. Volvió a poner mi trabajo sobre mi pupitre y me sonrió.
—Eres una verdadera delicia, _______. Estoy deseando leer el resto mañana. —Se volvió y se dirigió a su mesa con un contoneo.
Kevin entró en la clase sonriéndome.
—¿Vienes, preciosa? Sé que te gusta Literatura Inglesa pero se ha acabado por hoy.
El señor Brown me miró. —Ah, sí, pero en cualquier momento que quieras dejar de hablar de su belleza, por favor, siéntete libre de hacerlo.
—Gracias, señor Brown. —Esto no estaría sucediendo, pero en realidad él era un hombre dulce, mayor. Un poco excéntrico, pero dulce.
—No le dé ninguna idea, señor Brown. —Kevin bromeó mientras cogía los libros de mis manos.
—Ah, el bello hombre que posee su corazón no quiere compartir —dijo el señor Brown, con una sonrisa que empujó sus gruesas mejillas un poco hacia atrás.
Kevin rió entre dientes. —Es cierto.
***
—Ahora, cuéntame una vez más ¿Qué es eso que vas a hacer que es más importante que ir de compras a por las perfectas botas de invierno? — La mano derecha de Demi, colocada en su cadera, mientras me miraba, como si acabase de hablar en inglés. Subí la correa de la mochila más arriba sobre mi hombro y mantuve mis ojos en el aparcamiento.
—Voy a apuntarme a hacer trabajo voluntario en el hospital. —No tenía una explicación moral real para ello. No me atreví a decirle a Demi cómo sentía la necesidad de darme a mí misma o lo que sea que uno diría que siente cuando tiene la necesidad de ir de voluntario a ayudar a enfermos y moribundos. La verdad era que odiaba los hospitales y Demi lo sabía. Ella no sabía por qué los odiaba. Solo sabía que lo hacía. Nunca había sido capaz de explicarle cómo me molestaban las almas errantes que llenaban las habitaciones de los hospitales.
—Así que, ¿Has superado la aversión a los hospitales ahora que has pasado una semana allí? —Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros porque mi estancia no tenía nada que ver con esto.
—Supongo. —Era una excusa tan buena como cualquier otra.
—Bien entonces, si tienes que hacer algo por el bien de los demás mientras voy a hacer algo por el bien de mi armario de invierno, entonces supongo que estoy bien con eso.
Le dediqué una sonrisa y luego fui hacia el coche de Kevin.
Me había dejado sus llaves y me dijo que iría a su casa con Justin. Yo le había engañado con esta cosa de “quiero ir a ser voluntaria” también. No era totalmente una mentira. Había decidido que este era la mejor forma de ver suficientes almas sin alguien metiéndome en un manicomio por vagar por los pasillos hablando conmigo misma. De esta manera tenía un motivo para estar allí y encontraría un montón de almas a las que hablar. Con el tiempo, encontraría alguna que hablase.
—Llámame cuando vuelvas a casa de tus buenos actos y llevaré mis compras y te las enseñaré.
—Vale, buena suerte. —dije mientras abría la puerta del coche y entraba. Por primera vez en tres días tenía alguna esperanza. Seguía recordando la mirada en los ojos de Nick, la noche del viernes mientras me abrazaba. Él había sido muy real. El hecho de que nadie pareciese recordar que alguna vez camino por los pasillos del colegio no significaba que comenzara a volverme loca. El hecho era que yo había estado viendo a la gente que nadie más podía ver desde que nací. Algo era diferente en mí. Esto no era una primicia. Nick tenía secretos y yo los iba a descubrir. Necesitaba saberlos porque le necesitaba. La respuesta detrás de su partida estaba dentro de sus secretos y sabía que si podía averiguarlo entonces podría encontrarle y traerle de vuelta.
IreGarciaT
Re: Trilogía Existence {Nick&_____}
Capitulo 13
Eché un vistazo a mi ID*. Mi madre estaría encantada. Esto iba a lucir maravilloso en mis aplicaciones de la universidad. Entre más servicio a la comunidad mejor, bueno, mientras que sea voluntario y no obligatorio. Me habían asignado el deber de leer a los niños hoy, como era mi primer día y no tenían a nadie más que pudiera entrenarme para los trabajos más difíciles.
Me bajé del ascensor en la planta de pediatría y tres de las almas que había pasado en la planta anterior se detuvieron a mirarme. Asentí con la cabeza a ellos.
—Hola. —dije, alegremente, y todos ellos parecieron sorprenderse. Me volví y seguí las instrucciones que el voluntario de recepción me había dado. No tardé más que solo unos segundos en darme cuenta de que la planta de pediatría se encontraba llena de almas errantes. Caminé pasando a unos niños en silla de ruedas mirándome con curiosidad. Sonreí y dije hola al pasarlos. Mi corazón empezó a doler por otras razones que la de mi pérdida. Ver las pequeñas sonrisas en sus rostros pálidos no fue fácil. Una niña pequeña con un largo, rizado y rojo cabello llamó mi atención. Se paró en la puerta de su habitación de hospital mirando, no a mí, sino a ambos lados y detrás de mí con curiosidad antes de mirarme directamente a mí. Reduje mi andar y miré hacia atrás, dándome cuenta de que la mayoría de las almas a las que les había sonreído comenzaban a seguirme. Ella podía verlos. Me detuve y estudié su pequeño y dulce rostro. Estaba de pie con el uso de lo que parecía ser un andador. Miró hacia las almas de nuevo y sonrió cálidamente, luego sus pequeños ojos me encontraron.
—¿Los ves? —Le pregunté en un susurro, temerosa de que alguien pudiera escucharme y pensar que estoy demente. Asintió con la cabeza, haciendo que todos los rizos rojos rebotaran a su alrededor.
—¿Y tú? —Me preguntó en un fuerte susurro. Yo asentí con la cabeza. —Genial. —Contestó, sonriente. Le guiñé un ojo y luego seguí mi camino hacia la sala de actividad. No podía pararme a hablar con una niña en los pasillos sobre las almas que ambas podíamos ver, sin llamar la atención. Yo nunca había conocido a nadie más que pudiera ver a las almas. Fue difícil el solo caminar lejos de su pequeña cara conocedora. Pero sabía que la vería de nuevo. Tenía la intención de encontrarla más tarde.
Encontré la puerta azul cielo con la frase “Hoy tú eres tú, eso es más que cierto. No hay nadie vivo que sea más tú que tú.” Dr. Seuss, en colores brillantes pintado en ella. Aquí era donde se suponía que debía estar. La abrí e inmediatamente encontré la estantería de libros a la derecha.
Me di la vuelta y le sonreí a las almas que me habían seguido dentro.
—¿Alguno de ustedes tiene una sugerencia? —Todas me estudiaron y algunas se deslizaron más cerca para mirarme o tocarme. Yo no podía sentirlas—. ¿Nadie? —La habitación permaneció en silencio. Suspiré y me volví a los libros—. Muy bien, voy a elegir uno yo misma.
—Mi favorito es “Donde viven los monstruos” —Giré de nuevo, pensando que un alma por fin había hablado. Todas las almas veían a la pequeña niña de cabellos rojos desde el pasillo. Estaba de pie en la puerta, sonriéndome—. No van a hablarte, ya sabes. No pueden. —dijo al tiempo que entraba.
—¿No pueden hacerlo? —Pregunté mirando hacia abajo, hacia sus ojos que parecían más viejos que su pequeño cuerpo.
Sacudió su cabeza lentamente y suspiró.
—No, yo he tratado de hacer que lo hagan. Les gusta que tú hables con ellos —Hizo una pausa—. Bueno, algunos de ellos les gusta que tú les hables, pero no pueden responder. Son almas luchando por su regreso, así que permanecen aquí vagando sin rumbo —Miró hacia atrás, por encima de su hombro, hacia las almas, suspirando—. Pero empiezan a olvidar quiénes son o por qué están aquí. Es en verdad triste. Si se hubieran ido a la primera oportunidad, se les habría asignado otro cuerpo y otra vida en lugar de esta existencia sin sentido.
Me acerqué y me senté en la silla frente a ella. —¿Cómo sabes eso? — Pregunté, sorprendida de que alguien tan pequeño pudiera saber mucho más que yo sobre las almas que he visto toda mi vida.
Se encogió de hombros. —Supongo que él no quería que yo tuviera miedo. Ellas le temen, como puedes ver, y no quería que yo le tuviera miedo. Y creo que, tal vez, no quería que yo me convirtiera en algo como ellas.
Sacudí la cabeza tratando de averiguar de quién hablaba. —¿A qué te refieres? ¿Quién es él?
Frunció el ceño y las almas que se habían reunido en la habitación se desvanecieron. —Tienen miedo de él, como he dicho. Es lo único que recuerdan, porque fue la última cosa que vieron mientras estaban vivos. Tonto, de verdad, eso no es culpa suya. Simplemente les había llegado su hora. —Me quedé helada ante sus palabras y me aferré al brazo de la silla en la que me encontraba sentada en busca de apoyo.
Mi corazón empezó a palpitar en mi pecho mientras preguntaba:
—¿A qué te refieres con “su hora”?
Ella me miró un momento y luego susurró: —Era su tiempo designado para morir. Al igual que el mío, que llegará pronto. Me lo dijo. No se suponía que me lo dijera, pero puede romper las reglas si quiere. Nadie puede detenerlo. Al final, es su decisión.
Tragué mi mal genio ante la mención de la pequeña niña al hablar sobre su muerte.
—¿Quién te lo dijo? —Pregunté otra vez.
Ella sacudió la cabeza. —No te pongas tan triste. Dijo que este cuerpo que tengo, está enfermo, y una vez que me muera, voy a conseguir un cuerpo nuevo y una nueva vida. Las almas no están obligadas a vagar por la Tierra. Solo aquellas demasiado asustadas para seguir, son dejadas aquí para vagar. Si eliges dejar la Tierra, regresarás en un cuerpo nuevo y en una nueva vida. Tú alma será, sin embargo, la misma. Él me dijo que el hombre que escribió mis libros favoritos, Las crónicas de Narnia, dijo que “Tú no eres un cuerpo. Tú tienes un cuerpo. Tú eres un alma.” —Ella sonrió ante la idea, como si fuera brillante.
Respiré hondo, para tranquilizarme antes de preguntar una vez más. —¿Quién es “él”?
Ella frunció el ceño. —¿El autor? C.S. Lewis.
Negué con la cabeza. —No, el “él” que te ha dicho todo esto. El “él” al que las almas tanto le temen. —Frunció el ceño y se volvió para irse—. No, por favor, espera... necesito saber quién es. —Le rogué.
Volteó para atrás, mirándome y sacudió la cabeza. —Hasta que te llegue la hora, no puedes saberlo. —Se fue.
Sostuve el libro, “Donde viven los monstruos”, en mis manos, lista para leer cuando los niños se presentaran, pero no vino con ellos. Forcé una sonrisa y un tono alegre al leer las palabras que recordaba de mi infancia. Varios niños pidieron otros libros cuando terminé y, aturdida, tomé cada libro fuera de la estantería y les leí los que me pidieron hasta que las enfermeras insistieron en que era hora de regresar a sus cuartos para la cena. Después de varios abrazos y “gracias”, me dirigí de nuevo por los pasillos. Esta vez no me molesté en sonreírle a las almas. Ellas no me podrían ayudar. Estoy bastante segura de que la única que podría, era la pequeña niña que había hablado con “él” y en el fondo me temía, que yo sabía exactamente quien era “él” y qué era lo que hacía.
—Tengo una sorpresa para ti. —Kevin anunció mientras paseaba por la sala de mi casa a las siete de la noche. Me asomé desde el libro de texto abierto sobre la mesa y le sonreí. Ver a Kevin ayudó a aliviar el vacío dentro de mí. Se inclino, me besó en los labios suavemente y luego dejó un folleto frente a mí, en la mesa.
—¿Gatlinburg, Tennessee? —Pregunté, leyendo el folleto frente a mí con la imagen de una montaña nevada con un telesilla y las calles festivamente iluminadas.
Sonrió y se sentó en la silla a mi lado. —Todo un fin de semana de esquí y compras. Mis abuelos tienen una cabaña allí a la que vamos cada año en esta temporada. Hablé con Demi y ella tiene el visto bueno por parte de su padre. Él cubriría los gastos del viaje de ella y Joe, y mis padres quieren agradecerte por todo el trabajo duro que hiciste al ayudarme a sacar una A+ en Oratoria. —Sonrió con malicia—. Y porque sabían que yo no iría a menos que tu fueras también.
Irme de vacaciones a esquiar no era algo sobre lo que quería pensar en estos momentos. Emocionalmente, apenas podía sostenerme y necesitaba encontrar a Nick. Simplemente no podía entender cómo iba a encontrarle exactamente.
—Wau. —Forcé una sonrisa. Él tomó mi falsa sonrisa como un estímulo y abrió el folleto. Comenzó a hablar sobre todas las cosas que se podían hacer en la cima de la montaña. Yo daba vueltas en mi cabeza, pensando en cómo podría decirle que no, cuando mi madre entró.
—Hola, Kevin, ¿Has comido? Traje a casa comida china de la reunión con mi agente literario. ¿Alguno de ustedes tiene hambre? —preguntó.
—Estoy muerto de hambre. —dijo Kevin con entusiasmo.
—No, gracias. —Respondí. Pensar en comida me revolvió el estómago. Me di cuenta de que Kevin le hablaba a mi madre sobre el viaje a esquiar y me entró pánico, tratando de pensar en alguna manera de detenerlo.
—Oh, eso sería perfecto, ______. La tía Margie nos ha pedido ir al rancho por Acción de Gracias, pero odiaría volver a llevarte allí para que seas testigo del llanto de su primer día de Acción de Gracias sin Ted. Ella me necesita y yo podría ir si tú pasaras las vacaciones en las montañas con tus amigos. No me sentiré como que estas sufriendo. Eso es simplemente perfecto. Kevin, gracias. Tengo que llamar a tus padres esta noche para conseguir más detalles. Quiero enviar dinero, sin embargo, no me gusta la idea de que tus padres paguen por ella.
Kevin negó con la cabeza. —¡Oh, no, señora! Eso no es necesario. Ellos quieren pagar. Ha sido una respuesta a sus oraciones con mis calificaciones de Oratoria este año. No podrían haber pagado por un mejor tutor. —Me dedicó una sonrisa maliciosa y luego sonrió a mi madre con cortesía.
Lo planeaban como si ya fuera un hecho. Mamá no iba a decirme que no, o a cuestionármelo. No tenía escapatoria, a menos que quisiera herir, no solo a Kevin, quien no lo merecía, sino también a Demi. Ella, sin duda, parecía emocionada por el viaje y, aunque todo lo que yo quería hacer era buscar a Nick, no podía. Por el momento, no estoy segura sobre cómo comenzar. Mi plan había llegado a un interrumpido registro de trayectos. En un súbito estallido de esperanza buscaría en Ebay boletos para Cold Soul pensando que, tal vez, si fuera al concierto, podría verlo y saber que él era real. Podría acabar con todos estos temores revolviéndose dentro de mí, de que él era algo que yo no podía tener o tocar. Incluso, si pudiera comprarme los boletos, no podría financiarme el costo del viaje para llegar a las próximas fechas de sus próximos conciertos.
—Supongo que eso es lo que tenemos que hacer mañana. —dijo mamá alegremente. No tenía idea a lo que se refería.
La miré fijamente y fruncí el ceño. —¿Qué?
Ella rodó los ojos. —Ir a comprar tu equipo para la nieve, tontita. Vas a necesitar ropa de invierno también. ¡Oh, esto va a ser muy divertido! Estoy tan emocionada. Ustedes dos hagan su tarea y yo iré a llamar a Margie y le haré saber que estaré allí en Acción de Gracias. —Mamá nos dejó y Kevin se dio la vuelta, sonriendo triunfante, con una caja de arroz frito en una mano y los palillos en la otra.
—Ella es más que genial, lo juro. Los padres de Joe dieron una pequeña pelea. Ella fue tan fácil —Besó la parte superior de mi cabeza mientras volvía a sentarse frente a la mesa—. Será mejor que llames a Demi y le cuentes las buenas noticias antes de que empecemos. Está esperando saber las noticias —Asentí con la cabeza y alcancé el teléfono. Iba a tener que actuar emocionada por el bien de Kevin, y el de ella. El teléfono sonó una vez antes de que un intenso chillido estallara en la otra línea.
—Por favor, di que ella dijo que sí, por favor, por favor, por favor. —La voz de Demi cantó desde la otra línea.
—Dijo que sí. —Le respondí, dedicándole una sonrisa a Kevin.
—¡FANTABULOSO! Vamos a pasárnosla tan bien. De compras en la nieve. ¿Qué tan romántico es eso? Quiero decir ¿Hay realmente algo mejor que la nieve sobre las pequeñas calles llenas de tiendas? No, no lo hay. Sin embargo, te advierto en este momento que no pondré mi pie en un esquí. De ninguna manera. Quiero ir de compras, no a visitar la sala de emergencias ¿Tú vas a esquiar? —Miré a Kevin, quien obviamente podía escuchar la voz desde el teléfono. Asentía con una gran sonrisa en su rostro.
—No creo que tenga elección. —Respondí.
—Uf, bueno, yo sí, y no lo haré. Quiero decir, te caes y tu trasero queda completamente húmedo. De ninguna manera. No lo haré.
Kevin se rio entre dientes. —Llevarás puesto un traje de nieve Demi, eso mantiene tu trasero seco. —Gritó en voz alta.
—Lo que sea, sigo sin hacerlo. Oh, tengo que llamar a Joe y decirle. Tenemos que ir a comprar verdadera ropa de invierno. Vas a tener que hacer a un lado tu servicio comunitario por una tarde o quizá dos. ¡De acuerdo, bien! Hablaré contigo mas tarde. —Colgó.
Cerré mi teléfono y lo puse sobre la mesa. —Será un poco difícil vivir con ella las próximas dos semanas. —dije, bromeando.
Kevin asintió. —Creo que tienes razón —Se recostó en su silla—. Así que dime, ¿Qué paso con ese servicio comunitario?
No quería hablar con él acerca de esto. Miré hacia abajo, en el bloc de notas frente a mí.
—Bueno, estoy trabajando como voluntaria en el hospital. Hoy leí libros a los niños. —Esperaba que esa fuera toda la información que él necesitaba. Levanté la vista, mirándolo y la admiración en sus ojos me hizo sentir como una terrible persona. No había ido como voluntaria porque estuviera preocupada por otros. Había ido a encontrar respuestas. Sin embargo, había encontrado todas las respuestas que me era posible conseguir allí. Ella había sido solo una niña, pero había hablado como si supiera exactamente a lo que se refería. Pensé en mañana hablar con las personas mayores que sabía que no les quedaba mucho tiempo para ver si alguno de ellos me decía si había visto a ese “él” al que se refería.
—Eres una chica especial, ______ Moore, y yo soy increíblemente afortunado. —dijo Kevin, mirándome con una emoción en sus ojos que yo no merecía.
Negué con la cabeza. —No, soy tan normal como las demás. Confía en mí. Ahora, vamos a terminar algunos deberes —Necesitaba cambiar el tema antes de romper en llanto y admitir qué clase de horrible persona era yo realmente. Usé a Kevin como consuelo y lo tuve por tanto tiempo. Ahora, utilizaba gente enferma para encontrar a
Nick. ¿Me detendría ante algo para encontrarlo? ¿El amor debe ser tan intenso?
—Bien, esta semana nos enfrentamos a la desafiante pregunta: ¿Deberían los estudiantes de secundaria apoyarse en la ayuda de beber café por las mañanas? Realmente profundo ¿eh? —Dejé escapar una risa que no sentía y alcancé mi portátil.
—Creo que tenemos que buscar esta. Porque por lo menos yo pienso que el café es el néctar de los Dioses y, sí, lo necesitamos desesperadamente. Sin embargo, estoy pensando que tu profesor opina diferente.
Kevin se encogió de hombros. —Odio esta cosa, así que no soy de ayuda. ¿Realmente crees que el Internet va a tener información sobre esto?
Lo miré al presionar la tecla enter. —Um, sí, lo creo. Tendremos los argumentos de los grupos preocupados por la salud y los argumentos de Starbucks, ambos en nuestras manos en tan solo un segundo.
Kevin se inclinó, miró la pantalla, y sonrió. —Genial, así que, ¿De qué lado debo estar para este discurso?
Me bajé del ascensor en la planta de pediatría y tres de las almas que había pasado en la planta anterior se detuvieron a mirarme. Asentí con la cabeza a ellos.
—Hola. —dije, alegremente, y todos ellos parecieron sorprenderse. Me volví y seguí las instrucciones que el voluntario de recepción me había dado. No tardé más que solo unos segundos en darme cuenta de que la planta de pediatría se encontraba llena de almas errantes. Caminé pasando a unos niños en silla de ruedas mirándome con curiosidad. Sonreí y dije hola al pasarlos. Mi corazón empezó a doler por otras razones que la de mi pérdida. Ver las pequeñas sonrisas en sus rostros pálidos no fue fácil. Una niña pequeña con un largo, rizado y rojo cabello llamó mi atención. Se paró en la puerta de su habitación de hospital mirando, no a mí, sino a ambos lados y detrás de mí con curiosidad antes de mirarme directamente a mí. Reduje mi andar y miré hacia atrás, dándome cuenta de que la mayoría de las almas a las que les había sonreído comenzaban a seguirme. Ella podía verlos. Me detuve y estudié su pequeño y dulce rostro. Estaba de pie con el uso de lo que parecía ser un andador. Miró hacia las almas de nuevo y sonrió cálidamente, luego sus pequeños ojos me encontraron.
—¿Los ves? —Le pregunté en un susurro, temerosa de que alguien pudiera escucharme y pensar que estoy demente. Asintió con la cabeza, haciendo que todos los rizos rojos rebotaran a su alrededor.
—¿Y tú? —Me preguntó en un fuerte susurro. Yo asentí con la cabeza. —Genial. —Contestó, sonriente. Le guiñé un ojo y luego seguí mi camino hacia la sala de actividad. No podía pararme a hablar con una niña en los pasillos sobre las almas que ambas podíamos ver, sin llamar la atención. Yo nunca había conocido a nadie más que pudiera ver a las almas. Fue difícil el solo caminar lejos de su pequeña cara conocedora. Pero sabía que la vería de nuevo. Tenía la intención de encontrarla más tarde.
Encontré la puerta azul cielo con la frase “Hoy tú eres tú, eso es más que cierto. No hay nadie vivo que sea más tú que tú.” Dr. Seuss, en colores brillantes pintado en ella. Aquí era donde se suponía que debía estar. La abrí e inmediatamente encontré la estantería de libros a la derecha.
Me di la vuelta y le sonreí a las almas que me habían seguido dentro.
—¿Alguno de ustedes tiene una sugerencia? —Todas me estudiaron y algunas se deslizaron más cerca para mirarme o tocarme. Yo no podía sentirlas—. ¿Nadie? —La habitación permaneció en silencio. Suspiré y me volví a los libros—. Muy bien, voy a elegir uno yo misma.
—Mi favorito es “Donde viven los monstruos” —Giré de nuevo, pensando que un alma por fin había hablado. Todas las almas veían a la pequeña niña de cabellos rojos desde el pasillo. Estaba de pie en la puerta, sonriéndome—. No van a hablarte, ya sabes. No pueden. —dijo al tiempo que entraba.
—¿No pueden hacerlo? —Pregunté mirando hacia abajo, hacia sus ojos que parecían más viejos que su pequeño cuerpo.
Sacudió su cabeza lentamente y suspiró.
—No, yo he tratado de hacer que lo hagan. Les gusta que tú hables con ellos —Hizo una pausa—. Bueno, algunos de ellos les gusta que tú les hables, pero no pueden responder. Son almas luchando por su regreso, así que permanecen aquí vagando sin rumbo —Miró hacia atrás, por encima de su hombro, hacia las almas, suspirando—. Pero empiezan a olvidar quiénes son o por qué están aquí. Es en verdad triste. Si se hubieran ido a la primera oportunidad, se les habría asignado otro cuerpo y otra vida en lugar de esta existencia sin sentido.
Me acerqué y me senté en la silla frente a ella. —¿Cómo sabes eso? — Pregunté, sorprendida de que alguien tan pequeño pudiera saber mucho más que yo sobre las almas que he visto toda mi vida.
Se encogió de hombros. —Supongo que él no quería que yo tuviera miedo. Ellas le temen, como puedes ver, y no quería que yo le tuviera miedo. Y creo que, tal vez, no quería que yo me convirtiera en algo como ellas.
Sacudí la cabeza tratando de averiguar de quién hablaba. —¿A qué te refieres? ¿Quién es él?
Frunció el ceño y las almas que se habían reunido en la habitación se desvanecieron. —Tienen miedo de él, como he dicho. Es lo único que recuerdan, porque fue la última cosa que vieron mientras estaban vivos. Tonto, de verdad, eso no es culpa suya. Simplemente les había llegado su hora. —Me quedé helada ante sus palabras y me aferré al brazo de la silla en la que me encontraba sentada en busca de apoyo.
Mi corazón empezó a palpitar en mi pecho mientras preguntaba:
—¿A qué te refieres con “su hora”?
Ella me miró un momento y luego susurró: —Era su tiempo designado para morir. Al igual que el mío, que llegará pronto. Me lo dijo. No se suponía que me lo dijera, pero puede romper las reglas si quiere. Nadie puede detenerlo. Al final, es su decisión.
Tragué mi mal genio ante la mención de la pequeña niña al hablar sobre su muerte.
—¿Quién te lo dijo? —Pregunté otra vez.
Ella sacudió la cabeza. —No te pongas tan triste. Dijo que este cuerpo que tengo, está enfermo, y una vez que me muera, voy a conseguir un cuerpo nuevo y una nueva vida. Las almas no están obligadas a vagar por la Tierra. Solo aquellas demasiado asustadas para seguir, son dejadas aquí para vagar. Si eliges dejar la Tierra, regresarás en un cuerpo nuevo y en una nueva vida. Tú alma será, sin embargo, la misma. Él me dijo que el hombre que escribió mis libros favoritos, Las crónicas de Narnia, dijo que “Tú no eres un cuerpo. Tú tienes un cuerpo. Tú eres un alma.” —Ella sonrió ante la idea, como si fuera brillante.
Respiré hondo, para tranquilizarme antes de preguntar una vez más. —¿Quién es “él”?
Ella frunció el ceño. —¿El autor? C.S. Lewis.
Negué con la cabeza. —No, el “él” que te ha dicho todo esto. El “él” al que las almas tanto le temen. —Frunció el ceño y se volvió para irse—. No, por favor, espera... necesito saber quién es. —Le rogué.
Volteó para atrás, mirándome y sacudió la cabeza. —Hasta que te llegue la hora, no puedes saberlo. —Se fue.
Sostuve el libro, “Donde viven los monstruos”, en mis manos, lista para leer cuando los niños se presentaran, pero no vino con ellos. Forcé una sonrisa y un tono alegre al leer las palabras que recordaba de mi infancia. Varios niños pidieron otros libros cuando terminé y, aturdida, tomé cada libro fuera de la estantería y les leí los que me pidieron hasta que las enfermeras insistieron en que era hora de regresar a sus cuartos para la cena. Después de varios abrazos y “gracias”, me dirigí de nuevo por los pasillos. Esta vez no me molesté en sonreírle a las almas. Ellas no me podrían ayudar. Estoy bastante segura de que la única que podría, era la pequeña niña que había hablado con “él” y en el fondo me temía, que yo sabía exactamente quien era “él” y qué era lo que hacía.
***
—Tengo una sorpresa para ti. —Kevin anunció mientras paseaba por la sala de mi casa a las siete de la noche. Me asomé desde el libro de texto abierto sobre la mesa y le sonreí. Ver a Kevin ayudó a aliviar el vacío dentro de mí. Se inclino, me besó en los labios suavemente y luego dejó un folleto frente a mí, en la mesa.
—¿Gatlinburg, Tennessee? —Pregunté, leyendo el folleto frente a mí con la imagen de una montaña nevada con un telesilla y las calles festivamente iluminadas.
Sonrió y se sentó en la silla a mi lado. —Todo un fin de semana de esquí y compras. Mis abuelos tienen una cabaña allí a la que vamos cada año en esta temporada. Hablé con Demi y ella tiene el visto bueno por parte de su padre. Él cubriría los gastos del viaje de ella y Joe, y mis padres quieren agradecerte por todo el trabajo duro que hiciste al ayudarme a sacar una A+ en Oratoria. —Sonrió con malicia—. Y porque sabían que yo no iría a menos que tu fueras también.
Irme de vacaciones a esquiar no era algo sobre lo que quería pensar en estos momentos. Emocionalmente, apenas podía sostenerme y necesitaba encontrar a Nick. Simplemente no podía entender cómo iba a encontrarle exactamente.
—Wau. —Forcé una sonrisa. Él tomó mi falsa sonrisa como un estímulo y abrió el folleto. Comenzó a hablar sobre todas las cosas que se podían hacer en la cima de la montaña. Yo daba vueltas en mi cabeza, pensando en cómo podría decirle que no, cuando mi madre entró.
—Hola, Kevin, ¿Has comido? Traje a casa comida china de la reunión con mi agente literario. ¿Alguno de ustedes tiene hambre? —preguntó.
—Estoy muerto de hambre. —dijo Kevin con entusiasmo.
—No, gracias. —Respondí. Pensar en comida me revolvió el estómago. Me di cuenta de que Kevin le hablaba a mi madre sobre el viaje a esquiar y me entró pánico, tratando de pensar en alguna manera de detenerlo.
—Oh, eso sería perfecto, ______. La tía Margie nos ha pedido ir al rancho por Acción de Gracias, pero odiaría volver a llevarte allí para que seas testigo del llanto de su primer día de Acción de Gracias sin Ted. Ella me necesita y yo podría ir si tú pasaras las vacaciones en las montañas con tus amigos. No me sentiré como que estas sufriendo. Eso es simplemente perfecto. Kevin, gracias. Tengo que llamar a tus padres esta noche para conseguir más detalles. Quiero enviar dinero, sin embargo, no me gusta la idea de que tus padres paguen por ella.
Kevin negó con la cabeza. —¡Oh, no, señora! Eso no es necesario. Ellos quieren pagar. Ha sido una respuesta a sus oraciones con mis calificaciones de Oratoria este año. No podrían haber pagado por un mejor tutor. —Me dedicó una sonrisa maliciosa y luego sonrió a mi madre con cortesía.
Lo planeaban como si ya fuera un hecho. Mamá no iba a decirme que no, o a cuestionármelo. No tenía escapatoria, a menos que quisiera herir, no solo a Kevin, quien no lo merecía, sino también a Demi. Ella, sin duda, parecía emocionada por el viaje y, aunque todo lo que yo quería hacer era buscar a Nick, no podía. Por el momento, no estoy segura sobre cómo comenzar. Mi plan había llegado a un interrumpido registro de trayectos. En un súbito estallido de esperanza buscaría en Ebay boletos para Cold Soul pensando que, tal vez, si fuera al concierto, podría verlo y saber que él era real. Podría acabar con todos estos temores revolviéndose dentro de mí, de que él era algo que yo no podía tener o tocar. Incluso, si pudiera comprarme los boletos, no podría financiarme el costo del viaje para llegar a las próximas fechas de sus próximos conciertos.
—Supongo que eso es lo que tenemos que hacer mañana. —dijo mamá alegremente. No tenía idea a lo que se refería.
La miré fijamente y fruncí el ceño. —¿Qué?
Ella rodó los ojos. —Ir a comprar tu equipo para la nieve, tontita. Vas a necesitar ropa de invierno también. ¡Oh, esto va a ser muy divertido! Estoy tan emocionada. Ustedes dos hagan su tarea y yo iré a llamar a Margie y le haré saber que estaré allí en Acción de Gracias. —Mamá nos dejó y Kevin se dio la vuelta, sonriendo triunfante, con una caja de arroz frito en una mano y los palillos en la otra.
—Ella es más que genial, lo juro. Los padres de Joe dieron una pequeña pelea. Ella fue tan fácil —Besó la parte superior de mi cabeza mientras volvía a sentarse frente a la mesa—. Será mejor que llames a Demi y le cuentes las buenas noticias antes de que empecemos. Está esperando saber las noticias —Asentí con la cabeza y alcancé el teléfono. Iba a tener que actuar emocionada por el bien de Kevin, y el de ella. El teléfono sonó una vez antes de que un intenso chillido estallara en la otra línea.
—Por favor, di que ella dijo que sí, por favor, por favor, por favor. —La voz de Demi cantó desde la otra línea.
—Dijo que sí. —Le respondí, dedicándole una sonrisa a Kevin.
—¡FANTABULOSO! Vamos a pasárnosla tan bien. De compras en la nieve. ¿Qué tan romántico es eso? Quiero decir ¿Hay realmente algo mejor que la nieve sobre las pequeñas calles llenas de tiendas? No, no lo hay. Sin embargo, te advierto en este momento que no pondré mi pie en un esquí. De ninguna manera. Quiero ir de compras, no a visitar la sala de emergencias ¿Tú vas a esquiar? —Miré a Kevin, quien obviamente podía escuchar la voz desde el teléfono. Asentía con una gran sonrisa en su rostro.
—No creo que tenga elección. —Respondí.
—Uf, bueno, yo sí, y no lo haré. Quiero decir, te caes y tu trasero queda completamente húmedo. De ninguna manera. No lo haré.
Kevin se rio entre dientes. —Llevarás puesto un traje de nieve Demi, eso mantiene tu trasero seco. —Gritó en voz alta.
—Lo que sea, sigo sin hacerlo. Oh, tengo que llamar a Joe y decirle. Tenemos que ir a comprar verdadera ropa de invierno. Vas a tener que hacer a un lado tu servicio comunitario por una tarde o quizá dos. ¡De acuerdo, bien! Hablaré contigo mas tarde. —Colgó.
Cerré mi teléfono y lo puse sobre la mesa. —Será un poco difícil vivir con ella las próximas dos semanas. —dije, bromeando.
Kevin asintió. —Creo que tienes razón —Se recostó en su silla—. Así que dime, ¿Qué paso con ese servicio comunitario?
No quería hablar con él acerca de esto. Miré hacia abajo, en el bloc de notas frente a mí.
—Bueno, estoy trabajando como voluntaria en el hospital. Hoy leí libros a los niños. —Esperaba que esa fuera toda la información que él necesitaba. Levanté la vista, mirándolo y la admiración en sus ojos me hizo sentir como una terrible persona. No había ido como voluntaria porque estuviera preocupada por otros. Había ido a encontrar respuestas. Sin embargo, había encontrado todas las respuestas que me era posible conseguir allí. Ella había sido solo una niña, pero había hablado como si supiera exactamente a lo que se refería. Pensé en mañana hablar con las personas mayores que sabía que no les quedaba mucho tiempo para ver si alguno de ellos me decía si había visto a ese “él” al que se refería.
—Eres una chica especial, ______ Moore, y yo soy increíblemente afortunado. —dijo Kevin, mirándome con una emoción en sus ojos que yo no merecía.
Negué con la cabeza. —No, soy tan normal como las demás. Confía en mí. Ahora, vamos a terminar algunos deberes —Necesitaba cambiar el tema antes de romper en llanto y admitir qué clase de horrible persona era yo realmente. Usé a Kevin como consuelo y lo tuve por tanto tiempo. Ahora, utilizaba gente enferma para encontrar a
Nick. ¿Me detendría ante algo para encontrarlo? ¿El amor debe ser tan intenso?
—Bien, esta semana nos enfrentamos a la desafiante pregunta: ¿Deberían los estudiantes de secundaria apoyarse en la ayuda de beber café por las mañanas? Realmente profundo ¿eh? —Dejé escapar una risa que no sentía y alcancé mi portátil.
—Creo que tenemos que buscar esta. Porque por lo menos yo pienso que el café es el néctar de los Dioses y, sí, lo necesitamos desesperadamente. Sin embargo, estoy pensando que tu profesor opina diferente.
Kevin se encogió de hombros. —Odio esta cosa, así que no soy de ayuda. ¿Realmente crees que el Internet va a tener información sobre esto?
Lo miré al presionar la tecla enter. —Um, sí, lo creo. Tendremos los argumentos de los grupos preocupados por la salud y los argumentos de Starbucks, ambos en nuestras manos en tan solo un segundo.
Kevin se inclinó, miró la pantalla, y sonrió. —Genial, así que, ¿De qué lado debo estar para este discurso?
IreGarciaT
Re: Trilogía Existence {Nick&_____}
Capitulo 14
Las calles están decoradas con luces navideñas en todos los árboles. Los escaparates engalanados con la alegría de las fiestas. Las calles olían a chocolate caliente y las tiendas de dulces que exhibían caramelos de bastones, se llenaban en cada esquina. La nieve se derretía perezosamente y se pegaba a los abrigos a medida que caminabas por las calles. Joe llevaba cinco bolsas en sus manos, llenas de compras de Demi. Una brisa helada retumbaba en mi adormecida nariz. Escondí mi barbilla en la bufanda que había envuelto alrededor de mi cuello repetidas veces. No estaba acostumbrada a este clima. Nuestros inviernos en Florida, nunca tenían este frío. Kevin me atrajo hacia su lado.
—Vamos a ese café y pidamos algo que nos ayude a entrar en calor.
—Buena idea. Necesito un descanso de estas bolsas y estoy bastante seguro de que Demi no encontrará nada allí para comprar.
Me reí de Joe a través de la bufanda que cubría mi boca. Señalé las bolsas, mirándolo.
—Tienes que estar bromeando. Sabes que puede encontrar cualquier cosa en cualquier tienda en donde entremos. Hasta ahora, hemos estado en cinco tiendas y tienes en tus manos cinco bolsas.
—Como sea. —dijo Demi, con un gesto de su peluda mano enguantada—. ¿Para qué están todas estas pequeñas y lindas tiendas, si no es para comprar cosas?
Kevin se río entre dientes detrás de mí y nos fuimos todos a una mesa. Suspiré cuando el calor de la cafetería parecía descongelarme la nariz congelada. Era la única parte del cuerpo que no había sido capaz de cubrir.
—¿Qué quieres? —Preguntó Kevin, quitándose la bufanda y colgándola junto a su gran abrigo negro, en el respaldo de la silla junto a mí.
—Un Latte caramelo con crema batida. —Contesté. Se dio la vuelta y se unió a Joe en el mostrador y miré a Demi.
—Siento mi nariz como si hubiera sido enterrada en la nieve. —Me quejé y la froté con las manos enguantadas. Ella asintió con la cabeza y se frotó la suya también.
—Sé lo que quieres decir. Ahora que estoy aquí y no centrada en las compras, me siento adormecida.
Empecé a decir algo más, cuando noté un alma junto al cajero, observando a las personas con una expresión confusa. Ahora sabía lo que eran y por qué siempre se veían tan perdidos y confundidos, me hubiera gustado poder hacer algo para ayudarlos. Pudieron haber vivido más vidas si hubieran seguido adelante. En cambio, el miedo les había retenido y todo lo que podían aspirar era a vagar, perdidos.
—¿A quién estás mirando como si tuvieras ganas de llorar? —Preguntó Demi, asomando la barbilla a lo largo de la bufanda alrededor de su cuello. Aparté mi vista del alma y le devolví la mirada
—No, simplemente estoy perdida en mis pensamientos. —Demi miró por encima del hombro, pero todo lo que vio fue a Joe y Kevin caminando de regreso hacia nosotras, sosteniendo unas humeantes tazas de café. Bueno, al menos las de todos, menos la de Kevin, el suyo sería un chocolate caliente.
—Aquí vamos. Veamos si podemos hacer que la sangre helada en las venas se ponga de nuevo en marcha —dijo Joe jovialmente, mientras dejaba el Latte de Demi frente a ella. Tomé el mío de Kevin y le di un pequeño sorbo, necesitando tener un poco de calidez fluyendo a través de mí cuerpo. Demi tomó la taza y la acercó a su nariz. Me reí y Joe rodó los ojos.
—Ríete todo lo que quieras, pero se siente bien. —Estudié mi taza y decidí que no me importaba lo tonto que se viera, quería calentar mi nariz también. El calor de la taza provocaba una sensación maravillosa.
—Ustedes, las chicas de Florida, exageran con un poco frío.
Demi bajó la taza y miró a Leif con incredulidad. —¿Un poco de frío? ¿Estás loco? ¡Es como si estuviéramos bajo cero! —Gimió y regresó la taza hasta su nariz.
—Um, no. En realidad, allí afuera hay sólo diez grados. Ni siquiera se acerca.
Coloqué mi taza sobre la mesa.
—Um, yo diría que es mucho más frío que un poco de frío. —Demi me sonrió por defenderla y le dedicó a Kevin una sonrisa de suficiencia.
El brazo de Kevin se deslizó alrededor de mí y me permití fingir que mi vida era normal que amaba a Kevin y mi corazón no sufría daños irreparables, porque estoy enamorada de alguien que no podía encontrar y temía nunca volver a ver. La risa tintineante de mi mejor amiga y su felicidad al estar rodeada de amigos y de compras parecía tan normal. Podría fingir que esto era todo. Fingir que era feliz y pretender que un alma perdida no vagaba a través de la pared detrás de Joe, buscando a alguien que pudiera tener la respuesta a su problema. Nadie podía ayudarle ahora. Mi sonrisa falsa era difícil de mantener, pero lo hice, porque ignorar lo sobrenatural es lo que he estado haciendo toda mi vida.
—Estoy pensando en que no deberíamos salir esta noche. Quiero decir, sé que no es exactamente ideal pasar el rato en una cabaña con tus padres, Kevin, pero hace mucho frío allí. —Demi fruncía el entrecejo, mientras miraba por la ventana en su lado de la Hummer, que los padres de Kevin habían alquilado, para que utilizáramos en nuestra estancia.
—Estamos dentro de un monstruo, bebé, no te preocupes. —Joe se inclinó y besó el cuello de Demi, haciéndola reír. Observé el camino delante de mí, lejos de la feliz pareja a mi espalda.
—Joe tiene razón, Demi. Mis padres alquilaron este vehículo para poder desplazarse fácilmente en el clima helado. Además, el Pancake House no es algo que te quieres perder. Hay pilas de panqueques cubiertos en cualquier acabado que puedas imaginar. Estoy babeando sólo de pensarlo. —dijo Kevin, con una sonrisa.
—¡Uf! Voy a tener varios kilos de más cuando nos vayamos de aquí. Todo lo que hacemos es comer. Si me hacen entrar en unas de esas tiendas de dulce, creo que saldré corriendo en sentido contrario. —Demi hizo un mohín desde el asiento trasero. Joe se echó a reír.
—O querrás probar todas las muestras que tienen.
Demi le dio un puñetazo en el brazo bromeando. —Oh, cállate. No me recuerdes mi debilidad y el daño que le he hecho a mis caderas.
—Me gustan tus caderas. —Respondió Joe en un susurro ronco, que se podía escuchar claramente en la delantera.
—Bueno, ustedes dos, los haré caminar al restaurante si no se enfrían de nuevo. —Advirtió Kevin, noté su sonrisa en el espejo retrovisor.
Mantuve mi atención en la carretera, mientras la nieve que caía, parecía volverse más pesada. Me toqué el cinturón de seguridad y una pequeña puñalada de dolor me atravesó, mientras recordaba a Nick de pie en mi habitación del hospital, diciéndome que mi cinturón de seguridad había salvado mi vida. Sin embargo, mi madre había dicho que había sido expulsada por no llevar el cinturón de seguridad y no usarlo había salvado mi vida. Hubiera sido aplastada si me hubiera quedado en el interior del coche. El recuerdo de un gran peso sobre mi pecho, dificultándome respirar, me golpeó. Estuve dentro del coche cuando por fin había dejado de rodar. Pensé que me iba a asfixiar por la pesadez sobre mí. Entonces, me habían sacado del auto y dejado en la hierba. El dolor había sido tan intenso que no podía abrir los ojos. ¿Cómo había salido del auto? Alguien me había sacado. Alguien me había desabrochado el cinturón de seguridad y me sacó del coche aplastado para dejarme a salvo en la hierba. Nunca había preguntado por el cinturón de seguridad otra vez. Ahora, mientras conducíamos por la carretera helada de la montaña, poco a poco caí en la cuenta. La persona que me había sacado del accidente, tenía que haber sido la única persona que sabía que yo había estado usando mi cinturón de seguridad. ¿Por qué no le pregunté de nuevo? Olvidé que él sabía sobre mi cinturón de seguridad. Kevin se había presentado y me permití olvidar el accidente y los acontecimientos que condujeron a ello.
—¿Estás bien? —Kevin deslizó la mano a través de mi pierna y tomó mi mano entre la suya. Oculte mi dolor y me giré para darle una sonrisa tranquilizadora.
—Sí. —Asintió hacia los árboles cubiertos de nieve fuera de mi ventana. —Es hermoso, ¿No?
Asentí con la cabeza, porque él tenía razón, lo eran, pero también, porque me dio una excusa para seguir con la mirada perdida en la oscuridad.
—¡KEVIN! ¡CUIDADO! —La voz de Joe rompió la tranquilidad relajante de la Hummer, como una bala y Kevin maniobró el vehículo fuera de la carretera y lo deslizó contra la ladera de la montaña antes de estar a punto de estrellarnos con un auto volcado frente a nosotros. Kevin abrió de golpe la puerta.
—¡Llamen al 911! —Nos gritó y Joe saltó del vehículo con él. Llegué a ciegas a mi bolso, sin querer quitar los ojos del humeante carro en caso de que las viera. Las almas que se alejaban de él, si el accidente había matado a los pasajeros. Sabría pronto si habrían muerto... ¿O no?
—Ha habido un accidente muy feo frente a nosotros. —Oí la voz de Demi detrás de mí y supe que había encontrado su teléfono y había hecho la llamada. Dejé caer mi bolso y me arrastré hasta el asiento de Kevin, para salir por su puerta, porque mi lado fue atascado contra la montaña.
Las chispas comenzaron a volar desde el coche y Joe agarró el brazo de Kevin para alejarlo.
—No, hombre, detente. —dijo, y Kevin pareció debatirse en si debía tratar de ayudarles a salir o mantenerse a salvo. Las chispas y el humo significaban que en cualquier momento el auto se prendería en llamas y posiblemente explotaría.
—RETROCEDAN. —Gritó Demi, saltando fuera del coche y corriendo hacia nosotros con el teléfono en la mano. —La señora en el teléfono dice que retrocedan. El humo y las chispas son una mala señal y dijo que los paramédicos y camiones de bomberos se encuentran en camino, pero que no necesitan más accidentados, eso no ayudara en esta situación.
—Tiene razón, Kevin, vamos. Retrocede. —Kevin miró frenéticamente hacia mí.
—Retrocede, _______. —Llamó.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, el fuego aumentó y el coche frente nosotros ardió en llamas. Un grito hizo eco en mis oídos y me estremecí al pensar en las personas en su interior que yo no fui capaz de ayudar. Congelados por el horror, todos nos quedamos allí y miramos, sin poder hacer nada para salvarlos.Los lamentos de Demi fueron amortiguados por la suave voz de Joe. Los brazos de Kevin llegaron a mí alrededor y me apartó del calor de las llamas. Dejé que me alejara, pero no aparté los ojos del coche. Necesitaba ver si murieron.
—No mires, _______. —Pidió Kevin, en voz baja, en mi oído. Él no entendía por qué tenía que ver y yo no podía decírselo. Entonces lo vi. Salió de la oscuridad y se dirigió directamente al fuego. Me liberé del agarre de Kevin y corrí hacia el fuego. Estaba aquí. Nick estaba aquí.
—_______, ¡NO! —Llamó la voz de Kevin detrás de mí.
—¡DETENLA! —Gritó Demi, con voz de pánico, pero yo no podía parar. ¡Nick estaba aquí! Él estaba allí. El fuego no le haría daño. Ahora lo comprendía.Unos brazos aparecieron alrededor de mí y me hicieron retroceder mientras luchaba en contra de ellos.
—No, déjame, no puedo... ¡Tengo que llegar hasta allí! Tengo que ver — Le rogué mientras luchaba contra los brazos de Kevin, sin apartar la vista del coche en llamas. Nick surgió con dos personas a su lado. Eran una pareja joven. Comencé a gritar mientras Kevin me abrazaba con fuerza en sus brazos, inflexible. —Por favor, por favor, déjame ir. Tengo que ir. —Le supliqué, viendo como Nick se detenía y me miraba. Sus ojos eran de un azul intenso, brillante en la oscuridad, mientras me veía luchar y gritarle desde los brazos de Kevin. Él estaba allí, tan cerca, y la gente a su lado miraba al coche en llamas del que acababan de escapar. Apartó la mirada y con un gesto de su mano, los tres desaparecieron. Vi con horror cómo volvía la oscuridad. El coche seguía ardiendo y escuché los camiones de bomberos que se acercaban.
—Vamos, ______. Vuelve, bebé. —Susurró Kevin, en mi oído.
—Están muertos. —Le susurré, sabiendo por qué había venido Nick.
Kevin me atrajo hacia sí y me sostuvo en un fuerte abrazo. Lo dejé. No tenía ni idea de lo que acababa de ver. Nadie la tenía. Todo lo que veían era el vehículo en llamas. Acababa de ver la hermosa alma, que había robado mi corazón, emerger de la oscuridad y tomar las almas de las personas en el interior del coche en llamas. Él no era un alma normal. Siempre me había dicho que era diferente. Ahora comprendía lo que quería decir. Él es diferente.
Su existencia era fría y solitaria. Un sollozo sacudió mi cuerpo y me estrujé contra el cuerpo de Kevin. Lloré con la comprensión de que a Nick nunca se le daría una oportunidad para enamorarse. Vivía dentro de la tristeza. Tenía que caminar de la mano con la muerte. Escuché la voz de Kevin tratando de consolarme, pero no podía aceptar sus palabras. Nada de lo que dijo hizo que me sintiera bien. A Nick no se le dio una oportunidad para vivir y ser feliz. Mi respiración era entrecortada por los disparos de dolor a través de mi corazón. Todo era demasiado. Tenía un límite y acababa de sobrepasarlo.
—No, señor, que no está herida. No estábamos lo suficientemente cerca cuando el vehículo se accidentó y todos llevábamos los cinturones de seguridad, tuve que maniobrar para salir de la carretera. Ella no puede con todo lo que vimos y.... —La voz de Kevin se fue apagando. Una voz desconocida habló desde detrás de mí.
—Tiene que ser ingresada y darle algunas medicinas para calmarla. Ese tipo de trauma emocional puede dejar efectos devastadores. — Apreté mi cuerpo contra Kevin. No puedo ir al hospital ahora. No quería ver más almas enfermas o perdidas. Negué con la cabeza violentamente contra su pecho.
—Está aterrorizada y no puedo dejarla ir sin mí. No puedo dejarla. — Oí a Kevin discutir.
—Se puede montar con ella, pero necesita un poco de atención médica. Esta no es una forma normal de tratar con algo así. La otra chica está manejándolo bien, pero ella parece estar perdida.
—Bien, pero no voy a apartarme de ella. —dijo Kevin, con firmeza en su voz.
—No quiero ir a un hospital. —dije , presa del pánico. Me aparté de Kevin, tratando de escapar, así podría correr hacia una persona segura, alguien que no me obligara a ir. Nadie entendía lo que yo había visto. Lo que había visto esta noche.
—No, no. —Escuché las protestas de Kevin y pensé por un momento que me hablaba a mí, pero después sentí el pinchazo de una aguja y el mundo fue nebuloso, antes de volverse negro.
—No, le dieron un tranquilizante para noquearla. Intenté detenerlos, pero sucedió antes de que pudiera evitarlo. —Escuché la voz de Kevin en la oscuridad.
—He llamado a su madre y se ha preocupado muchísimo. Le dije que no viniera. Nos iremos de aquí en unas pocas horas. —La voz de la señora Jonas sonaba preocupada.
—¿Cómo están Demi y Joe? —Preguntó, antes de que los dedos de Kevin suavemente acariciaran mi brazo. Sabía que era su tacto.
—Ambos están muy bien. Demi está bien. Está muy preocupada por ______. Le aseguré que está descansando. —Hubo unos minutos de silencio. Dejé que la caricia de Kevin me confortara. Ayudándome a luchar contra el horror que a duras penas podía contener. Sabía que era el dolor que me esperaba, pero no estaba lista para enfrentarlo.
—Cariño, ¿Es siempre tan inestable? Sé que fue una cosa horrible de presenciar, pero no para que enloquezca completamente, bien ¿Crees que tiene algunos problemas mentales de los cuales pueden no ser conscientes? —Kevin no dijo nada al principio, y me pregunté si negaba con la cabeza o se encogía de hombros. Le oí suspirar.
—No sé, mamá. —dijo en voz baja. Kevin siempre parecía completamente ciego a mis problemas. Siempre me había preguntado si notaba la manera en que yo presenciaba y veía cosas que él no podía ver. Luego, mis cambios de humor, que él siempre parecía pasar por alto. Tal vez había visto más de lo que yo me había dado cuenta. Una oleada de pánico me apretó el pecho cuando noté que podía estar perdiendo a Kevin también. Esta vez no sería capaz de ignorar mis serios problemas. Yo no era normal. Nunca lo había sido.
—Puede que tengas que pensar sobre tu relación con ella. No es saludable involucrarse con alguien que es emocionalmente vulnerable. La gente que es débil emocionalmente puede ser peligrosa. —La mano de Kevin dejó de acariciar mi brazo.
—No pedí tu opinión. No digas cosas como esas sobre _______ nunca más. ¿Me entiendes? No hay nada malo con ella que sea peligroso o nocivo. Sólo siente más que otros. —Pensé en lo mucho que amaba a Nick y no podía discutir con él. Sentía más profundamente de lo que era normal.
—Lo siento, cariño. No debería haber dicho nada, pero es la preocupación de una madre, eso es todo. Quiero lo mejor para ti. Asegúrate de que ella lo sea.
Quería abrir los ojos y decir: "Escucha a tu madre. No soy buena para ti, Kevin” pero no lo hice. Porque era egoísta y me encontraba asustada.
—Vamos a ese café y pidamos algo que nos ayude a entrar en calor.
—Buena idea. Necesito un descanso de estas bolsas y estoy bastante seguro de que Demi no encontrará nada allí para comprar.
Me reí de Joe a través de la bufanda que cubría mi boca. Señalé las bolsas, mirándolo.
—Tienes que estar bromeando. Sabes que puede encontrar cualquier cosa en cualquier tienda en donde entremos. Hasta ahora, hemos estado en cinco tiendas y tienes en tus manos cinco bolsas.
—Como sea. —dijo Demi, con un gesto de su peluda mano enguantada—. ¿Para qué están todas estas pequeñas y lindas tiendas, si no es para comprar cosas?
Kevin se río entre dientes detrás de mí y nos fuimos todos a una mesa. Suspiré cuando el calor de la cafetería parecía descongelarme la nariz congelada. Era la única parte del cuerpo que no había sido capaz de cubrir.
—¿Qué quieres? —Preguntó Kevin, quitándose la bufanda y colgándola junto a su gran abrigo negro, en el respaldo de la silla junto a mí.
—Un Latte caramelo con crema batida. —Contesté. Se dio la vuelta y se unió a Joe en el mostrador y miré a Demi.
—Siento mi nariz como si hubiera sido enterrada en la nieve. —Me quejé y la froté con las manos enguantadas. Ella asintió con la cabeza y se frotó la suya también.
—Sé lo que quieres decir. Ahora que estoy aquí y no centrada en las compras, me siento adormecida.
Empecé a decir algo más, cuando noté un alma junto al cajero, observando a las personas con una expresión confusa. Ahora sabía lo que eran y por qué siempre se veían tan perdidos y confundidos, me hubiera gustado poder hacer algo para ayudarlos. Pudieron haber vivido más vidas si hubieran seguido adelante. En cambio, el miedo les había retenido y todo lo que podían aspirar era a vagar, perdidos.
—¿A quién estás mirando como si tuvieras ganas de llorar? —Preguntó Demi, asomando la barbilla a lo largo de la bufanda alrededor de su cuello. Aparté mi vista del alma y le devolví la mirada
—No, simplemente estoy perdida en mis pensamientos. —Demi miró por encima del hombro, pero todo lo que vio fue a Joe y Kevin caminando de regreso hacia nosotras, sosteniendo unas humeantes tazas de café. Bueno, al menos las de todos, menos la de Kevin, el suyo sería un chocolate caliente.
—Aquí vamos. Veamos si podemos hacer que la sangre helada en las venas se ponga de nuevo en marcha —dijo Joe jovialmente, mientras dejaba el Latte de Demi frente a ella. Tomé el mío de Kevin y le di un pequeño sorbo, necesitando tener un poco de calidez fluyendo a través de mí cuerpo. Demi tomó la taza y la acercó a su nariz. Me reí y Joe rodó los ojos.
—Ríete todo lo que quieras, pero se siente bien. —Estudié mi taza y decidí que no me importaba lo tonto que se viera, quería calentar mi nariz también. El calor de la taza provocaba una sensación maravillosa.
—Ustedes, las chicas de Florida, exageran con un poco frío.
Demi bajó la taza y miró a Leif con incredulidad. —¿Un poco de frío? ¿Estás loco? ¡Es como si estuviéramos bajo cero! —Gimió y regresó la taza hasta su nariz.
—Um, no. En realidad, allí afuera hay sólo diez grados. Ni siquiera se acerca.
Coloqué mi taza sobre la mesa.
—Um, yo diría que es mucho más frío que un poco de frío. —Demi me sonrió por defenderla y le dedicó a Kevin una sonrisa de suficiencia.
El brazo de Kevin se deslizó alrededor de mí y me permití fingir que mi vida era normal que amaba a Kevin y mi corazón no sufría daños irreparables, porque estoy enamorada de alguien que no podía encontrar y temía nunca volver a ver. La risa tintineante de mi mejor amiga y su felicidad al estar rodeada de amigos y de compras parecía tan normal. Podría fingir que esto era todo. Fingir que era feliz y pretender que un alma perdida no vagaba a través de la pared detrás de Joe, buscando a alguien que pudiera tener la respuesta a su problema. Nadie podía ayudarle ahora. Mi sonrisa falsa era difícil de mantener, pero lo hice, porque ignorar lo sobrenatural es lo que he estado haciendo toda mi vida.
***
—Estoy pensando en que no deberíamos salir esta noche. Quiero decir, sé que no es exactamente ideal pasar el rato en una cabaña con tus padres, Kevin, pero hace mucho frío allí. —Demi fruncía el entrecejo, mientras miraba por la ventana en su lado de la Hummer, que los padres de Kevin habían alquilado, para que utilizáramos en nuestra estancia.
—Estamos dentro de un monstruo, bebé, no te preocupes. —Joe se inclinó y besó el cuello de Demi, haciéndola reír. Observé el camino delante de mí, lejos de la feliz pareja a mi espalda.
—Joe tiene razón, Demi. Mis padres alquilaron este vehículo para poder desplazarse fácilmente en el clima helado. Además, el Pancake House no es algo que te quieres perder. Hay pilas de panqueques cubiertos en cualquier acabado que puedas imaginar. Estoy babeando sólo de pensarlo. —dijo Kevin, con una sonrisa.
—¡Uf! Voy a tener varios kilos de más cuando nos vayamos de aquí. Todo lo que hacemos es comer. Si me hacen entrar en unas de esas tiendas de dulce, creo que saldré corriendo en sentido contrario. —Demi hizo un mohín desde el asiento trasero. Joe se echó a reír.
—O querrás probar todas las muestras que tienen.
Demi le dio un puñetazo en el brazo bromeando. —Oh, cállate. No me recuerdes mi debilidad y el daño que le he hecho a mis caderas.
—Me gustan tus caderas. —Respondió Joe en un susurro ronco, que se podía escuchar claramente en la delantera.
—Bueno, ustedes dos, los haré caminar al restaurante si no se enfrían de nuevo. —Advirtió Kevin, noté su sonrisa en el espejo retrovisor.
Mantuve mi atención en la carretera, mientras la nieve que caía, parecía volverse más pesada. Me toqué el cinturón de seguridad y una pequeña puñalada de dolor me atravesó, mientras recordaba a Nick de pie en mi habitación del hospital, diciéndome que mi cinturón de seguridad había salvado mi vida. Sin embargo, mi madre había dicho que había sido expulsada por no llevar el cinturón de seguridad y no usarlo había salvado mi vida. Hubiera sido aplastada si me hubiera quedado en el interior del coche. El recuerdo de un gran peso sobre mi pecho, dificultándome respirar, me golpeó. Estuve dentro del coche cuando por fin había dejado de rodar. Pensé que me iba a asfixiar por la pesadez sobre mí. Entonces, me habían sacado del auto y dejado en la hierba. El dolor había sido tan intenso que no podía abrir los ojos. ¿Cómo había salido del auto? Alguien me había sacado. Alguien me había desabrochado el cinturón de seguridad y me sacó del coche aplastado para dejarme a salvo en la hierba. Nunca había preguntado por el cinturón de seguridad otra vez. Ahora, mientras conducíamos por la carretera helada de la montaña, poco a poco caí en la cuenta. La persona que me había sacado del accidente, tenía que haber sido la única persona que sabía que yo había estado usando mi cinturón de seguridad. ¿Por qué no le pregunté de nuevo? Olvidé que él sabía sobre mi cinturón de seguridad. Kevin se había presentado y me permití olvidar el accidente y los acontecimientos que condujeron a ello.
—¿Estás bien? —Kevin deslizó la mano a través de mi pierna y tomó mi mano entre la suya. Oculte mi dolor y me giré para darle una sonrisa tranquilizadora.
—Sí. —Asintió hacia los árboles cubiertos de nieve fuera de mi ventana. —Es hermoso, ¿No?
Asentí con la cabeza, porque él tenía razón, lo eran, pero también, porque me dio una excusa para seguir con la mirada perdida en la oscuridad.
—¡KEVIN! ¡CUIDADO! —La voz de Joe rompió la tranquilidad relajante de la Hummer, como una bala y Kevin maniobró el vehículo fuera de la carretera y lo deslizó contra la ladera de la montaña antes de estar a punto de estrellarnos con un auto volcado frente a nosotros. Kevin abrió de golpe la puerta.
—¡Llamen al 911! —Nos gritó y Joe saltó del vehículo con él. Llegué a ciegas a mi bolso, sin querer quitar los ojos del humeante carro en caso de que las viera. Las almas que se alejaban de él, si el accidente había matado a los pasajeros. Sabría pronto si habrían muerto... ¿O no?
—Ha habido un accidente muy feo frente a nosotros. —Oí la voz de Demi detrás de mí y supe que había encontrado su teléfono y había hecho la llamada. Dejé caer mi bolso y me arrastré hasta el asiento de Kevin, para salir por su puerta, porque mi lado fue atascado contra la montaña.
Las chispas comenzaron a volar desde el coche y Joe agarró el brazo de Kevin para alejarlo.
—No, hombre, detente. —dijo, y Kevin pareció debatirse en si debía tratar de ayudarles a salir o mantenerse a salvo. Las chispas y el humo significaban que en cualquier momento el auto se prendería en llamas y posiblemente explotaría.
—RETROCEDAN. —Gritó Demi, saltando fuera del coche y corriendo hacia nosotros con el teléfono en la mano. —La señora en el teléfono dice que retrocedan. El humo y las chispas son una mala señal y dijo que los paramédicos y camiones de bomberos se encuentran en camino, pero que no necesitan más accidentados, eso no ayudara en esta situación.
—Tiene razón, Kevin, vamos. Retrocede. —Kevin miró frenéticamente hacia mí.
—Retrocede, _______. —Llamó.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, el fuego aumentó y el coche frente nosotros ardió en llamas. Un grito hizo eco en mis oídos y me estremecí al pensar en las personas en su interior que yo no fui capaz de ayudar. Congelados por el horror, todos nos quedamos allí y miramos, sin poder hacer nada para salvarlos.Los lamentos de Demi fueron amortiguados por la suave voz de Joe. Los brazos de Kevin llegaron a mí alrededor y me apartó del calor de las llamas. Dejé que me alejara, pero no aparté los ojos del coche. Necesitaba ver si murieron.
—No mires, _______. —Pidió Kevin, en voz baja, en mi oído. Él no entendía por qué tenía que ver y yo no podía decírselo. Entonces lo vi. Salió de la oscuridad y se dirigió directamente al fuego. Me liberé del agarre de Kevin y corrí hacia el fuego. Estaba aquí. Nick estaba aquí.
—_______, ¡NO! —Llamó la voz de Kevin detrás de mí.
—¡DETENLA! —Gritó Demi, con voz de pánico, pero yo no podía parar. ¡Nick estaba aquí! Él estaba allí. El fuego no le haría daño. Ahora lo comprendía.Unos brazos aparecieron alrededor de mí y me hicieron retroceder mientras luchaba en contra de ellos.
—No, déjame, no puedo... ¡Tengo que llegar hasta allí! Tengo que ver — Le rogué mientras luchaba contra los brazos de Kevin, sin apartar la vista del coche en llamas. Nick surgió con dos personas a su lado. Eran una pareja joven. Comencé a gritar mientras Kevin me abrazaba con fuerza en sus brazos, inflexible. —Por favor, por favor, déjame ir. Tengo que ir. —Le supliqué, viendo como Nick se detenía y me miraba. Sus ojos eran de un azul intenso, brillante en la oscuridad, mientras me veía luchar y gritarle desde los brazos de Kevin. Él estaba allí, tan cerca, y la gente a su lado miraba al coche en llamas del que acababan de escapar. Apartó la mirada y con un gesto de su mano, los tres desaparecieron. Vi con horror cómo volvía la oscuridad. El coche seguía ardiendo y escuché los camiones de bomberos que se acercaban.
—Vamos, ______. Vuelve, bebé. —Susurró Kevin, en mi oído.
—Están muertos. —Le susurré, sabiendo por qué había venido Nick.
Kevin me atrajo hacia sí y me sostuvo en un fuerte abrazo. Lo dejé. No tenía ni idea de lo que acababa de ver. Nadie la tenía. Todo lo que veían era el vehículo en llamas. Acababa de ver la hermosa alma, que había robado mi corazón, emerger de la oscuridad y tomar las almas de las personas en el interior del coche en llamas. Él no era un alma normal. Siempre me había dicho que era diferente. Ahora comprendía lo que quería decir. Él es diferente.
Su existencia era fría y solitaria. Un sollozo sacudió mi cuerpo y me estrujé contra el cuerpo de Kevin. Lloré con la comprensión de que a Nick nunca se le daría una oportunidad para enamorarse. Vivía dentro de la tristeza. Tenía que caminar de la mano con la muerte. Escuché la voz de Kevin tratando de consolarme, pero no podía aceptar sus palabras. Nada de lo que dijo hizo que me sintiera bien. A Nick no se le dio una oportunidad para vivir y ser feliz. Mi respiración era entrecortada por los disparos de dolor a través de mi corazón. Todo era demasiado. Tenía un límite y acababa de sobrepasarlo.
—No, señor, que no está herida. No estábamos lo suficientemente cerca cuando el vehículo se accidentó y todos llevábamos los cinturones de seguridad, tuve que maniobrar para salir de la carretera. Ella no puede con todo lo que vimos y.... —La voz de Kevin se fue apagando. Una voz desconocida habló desde detrás de mí.
—Tiene que ser ingresada y darle algunas medicinas para calmarla. Ese tipo de trauma emocional puede dejar efectos devastadores. — Apreté mi cuerpo contra Kevin. No puedo ir al hospital ahora. No quería ver más almas enfermas o perdidas. Negué con la cabeza violentamente contra su pecho.
—Está aterrorizada y no puedo dejarla ir sin mí. No puedo dejarla. — Oí a Kevin discutir.
—Se puede montar con ella, pero necesita un poco de atención médica. Esta no es una forma normal de tratar con algo así. La otra chica está manejándolo bien, pero ella parece estar perdida.
—Bien, pero no voy a apartarme de ella. —dijo Kevin, con firmeza en su voz.
—No quiero ir a un hospital. —dije , presa del pánico. Me aparté de Kevin, tratando de escapar, así podría correr hacia una persona segura, alguien que no me obligara a ir. Nadie entendía lo que yo había visto. Lo que había visto esta noche.
—No, no. —Escuché las protestas de Kevin y pensé por un momento que me hablaba a mí, pero después sentí el pinchazo de una aguja y el mundo fue nebuloso, antes de volverse negro.
***
—No, le dieron un tranquilizante para noquearla. Intenté detenerlos, pero sucedió antes de que pudiera evitarlo. —Escuché la voz de Kevin en la oscuridad.
—He llamado a su madre y se ha preocupado muchísimo. Le dije que no viniera. Nos iremos de aquí en unas pocas horas. —La voz de la señora Jonas sonaba preocupada.
—¿Cómo están Demi y Joe? —Preguntó, antes de que los dedos de Kevin suavemente acariciaran mi brazo. Sabía que era su tacto.
—Ambos están muy bien. Demi está bien. Está muy preocupada por ______. Le aseguré que está descansando. —Hubo unos minutos de silencio. Dejé que la caricia de Kevin me confortara. Ayudándome a luchar contra el horror que a duras penas podía contener. Sabía que era el dolor que me esperaba, pero no estaba lista para enfrentarlo.
—Cariño, ¿Es siempre tan inestable? Sé que fue una cosa horrible de presenciar, pero no para que enloquezca completamente, bien ¿Crees que tiene algunos problemas mentales de los cuales pueden no ser conscientes? —Kevin no dijo nada al principio, y me pregunté si negaba con la cabeza o se encogía de hombros. Le oí suspirar.
—No sé, mamá. —dijo en voz baja. Kevin siempre parecía completamente ciego a mis problemas. Siempre me había preguntado si notaba la manera en que yo presenciaba y veía cosas que él no podía ver. Luego, mis cambios de humor, que él siempre parecía pasar por alto. Tal vez había visto más de lo que yo me había dado cuenta. Una oleada de pánico me apretó el pecho cuando noté que podía estar perdiendo a Kevin también. Esta vez no sería capaz de ignorar mis serios problemas. Yo no era normal. Nunca lo había sido.
—Puede que tengas que pensar sobre tu relación con ella. No es saludable involucrarse con alguien que es emocionalmente vulnerable. La gente que es débil emocionalmente puede ser peligrosa. —La mano de Kevin dejó de acariciar mi brazo.
—No pedí tu opinión. No digas cosas como esas sobre _______ nunca más. ¿Me entiendes? No hay nada malo con ella que sea peligroso o nocivo. Sólo siente más que otros. —Pensé en lo mucho que amaba a Nick y no podía discutir con él. Sentía más profundamente de lo que era normal.
—Lo siento, cariño. No debería haber dicho nada, pero es la preocupación de una madre, eso es todo. Quiero lo mejor para ti. Asegúrate de que ella lo sea.
Quería abrir los ojos y decir: "Escucha a tu madre. No soy buena para ti, Kevin” pero no lo hice. Porque era egoísta y me encontraba asustada.
IreGarciaT
Re: Trilogía Existence {Nick&_____}
Capitulo 15
No sé cuánto tiempo tardó el viaje de regreso a casa. El tiempo pasaba desapercibido para mí. No hay noche, ni día. Levantarse de la cama era casi imposible a veces. En mis sueños, Nick se encontraba allí. Sólo quería dormir. Hablar era algo para lo que simplemente no estaba preparada.
Había visto las preguntas y la preocupación en los ojos de Kevin en el vuelo a casa, pero no había hablado con él. No quise enfrentarme a él ahora que sabía que tenía problemas, aunque realmente no sabía cuáles eran. Piensa que estoy loca y ese no es mi problema. Mi problema era que amaba a alguien a quien no podía tener. Veía almas que vagaban por la tierra perdidas y había sido atacada por un alma que tenía la intención de matarme. Yo era la única persona que recordaba que Nick Walker había ido a la escuela y si sacaba su nombre a colación otra vez, todo el mundo pensaría que realmente perdí la cabeza. Así que, sí, he tenido problemas, pero no psiquiátricos. Tenía los sobrenaturales.
Un golpe en la puerta de mi habitación me sorprendió y me volví para ver la puerta cerrada, sabiendo que era mi madre. Mi madre preocupada. ¿Cómo explicarle que estoy lastimada tan profundamente que no estoy segura de poder recuperarme? Faltaba algo en mi vida, algo que jamás conocí.
—Adelante. —Mi voz sonó ronca por falta de uso. Mi madre abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza en el interior, como si evaluara la atmósfera antes de entrar.
—¿No irás a la escuela esta mañana? —Preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Olvidé qué día era, pero sabía que no estoy preparada para hacer frente a la escuela. Tampoco preparada para enfrentarme a Kevin o Demi o Joe. Tenía que permanecer en mi habitación y encontrar la fuerza dentro de mí para seguir viviendo. Negué con la cabeza y la pretensión de sonrisa dio paso a un ceño de preocupación, arrugas en su frente. —Cariño, has perdido una semana de escuela hasta ahora. Te he permitido quedarte aquí, con la esperanza de que pudieras superar el trauma que has experimentado. Pero ahora me preocupa que no vayas a salir de aquí. He estado estudiando tus síntomas en Internet y tienes todos los signos de un trastorno de estrés postraumático. Tienes pesadillas horribles y gritas en tus sueños, gritando por Nick o Neil o Zayn... no puedo entender entre los sollozos. No sales de tu habitación y no aceptas llamadas o visitas. Cuando trato de hablarte es como si te ocultaras. No me estás escuchando.
Me quedé allí sentada, escuchándola. Sufría por tener el corazón destrozado, roto sin remedio, pero no iba a decírselo.Me quedé en silencio. Ella parecía tomar mi silencio como un estímulo.
—He hecho algunas llamadas y te conseguí una cita con una psiquiatra. Necesito que vayas a hablar con ella. Es muy buena y trabaja con los adolescentes exclusivamente. Está muy recomendada y no tienes que decirle a nadie que vas a verla. —Las lágrimas brotaron en los ojos de mi madre. Las apartó de golpe y dejó escapar un jadeo entrecortado. —Yo... la verdad es que debería haberte enviado hace años. Cuando eras pequeña hablabas de personas en las paredes. Pensé que era tu imaginación, pero ahora me pregunto si, de alguna manera, tienes alguna enfermedad y este trauma que has experimentado ha provocado algo. —Olfateó. —Te hablas a ti misma en la noche aquí. Te escucho hablarle a alguien. Cariño, necesitas ayuda. —Asentí con la cabeza. Sabía que iba a aliviar su miedo. Ella se preocupaba mucho por mí y yo no podía explicar nada sin que pensara que estoy loca.
Sonrió a través de sus lágrimas y asintió con la cabeza. —Está bien, bueno. Te voy a dar algo de tiempo, pero hay que levantarse y tomar una ducha. Entonces vístete y vamos a ir a ver a la doctora Hockensmith. Nos está esperando.
Asentí con la cabeza de nuevo y vi que mi madre salió de la habitación, dejando la puerta abierta como un recordatorio de que necesitaba levantarme. Había aceptado ir a ver a un psiquiatra. Mi madre perdería el dinero, pero yo sabía que tenía que ir, o ella tendría que ver a un psiquiatra, por la tensión que le provoco emocionalmente. Odiaba estar disgustándola, pero me parecía que no había una manera de salir de la desesperación que me consumía.
La enorme casa, de dos pisos, de estuco blanco, daba vista a lo largo del Golfo de México. Mi mamá ralentizó y se quedó mirando la casa, lo suficientemente grande como para contener al menos cinco familias cómodamente. Pero no era una casa para una familia. La alegre casa en la playa, era un lugar para sanar a las adolescentes que sufren de problemas psiquiátricos.
Eché un vistazo a mamá, me esperaba para dar el primer paso. Habíamos empacado mis cosas en silencio, después de que estuve de acuerdo con el psiquiatra, de que sufría un trastorno de estrés postraumático y necesitaba ayuda. Estuve dispuesta a aceptar cualquier cosa para salir de la oficina donde era obvio que ella realmente quería que cambiáramos personalidades o admitiera mi locura. Yo no era una psicópata y este parecía ser el diagnóstico que me dieron.
—¿Quieres hacer un par de llamadas antes de ir a instalarte? Una de las reglas es que no se puede tener el teléfono aquí. —La expresión de mamá me dijo que temía que la noticia de ningún teléfono iba a destrozarme. Asentí, pensando en Kevin y Demi. Tenía que hacerles saber dónde iba a estar por un tiempo. Mamá asintió con la cabeza. —Está bien. Voy a empezar a llevar tus maletas y a registrarte. —dijo las palabras con un pequeño hipo, como si estuviera a punto de romper a llorar. Había manejado todo esto tan bien y ha sido tan fuerte, pensando que esto es lo que necesito. Estiré la mano y cogí la suya, apretándola con fuerza.
—Mamá, estoy bien. Creo que me va a ayudar. No te pongas tan sentimental. Todo va a estar bien. —Asintió con lágrimas en los ojos. Sabía que tenía que mejorar para ella. Tenía que encontrar una manera de vivir con el agujero en mi pecho. Mamá subió las escaleras con las maletas en la mano y cogí el teléfono, marcando primero a Demi.
—Bueno, todo el jodido tiempo veo tu nombre moviéndose por mi pantalla. ¡Por Dios, ______! Me has estado asustando. —Sonreí aliviada al escuchar su voz.
—Lo siento. —Tomé una respiración profunda. —He sido diagnosticada con trastorno de estrés postraumático. Estoy a la espera de ser ingresada en este centro de rehabilitación para personas con problemas similares. No puedo tener mi teléfono, pero me dijeron que podía recibir visitas, por si quieres venir a verme alguna vez.
Demi se quedó en silencio y comencé a preguntarme si mi teléfono había colgado su llamada.
—Entonces, puedes mejorar... Quiero decir, ¿Te ayudarán? —Preguntó lentamente, sonando como si estuviera aterrorizada.
—Sí, pueden hacerlo. —Le dije para tranquilizarla. Pero sabía que no me podía sanar. Nunca podría ser normal. Sólo quiero aprender a fingir, para que mis seres queridos no se preocupen por mí.
—¿Le has dicho a Kevin? —Su voz había perdido la alegría de antes, y odiaba que fuera mi culpa.
—No, te llamé primero. —Con un suspiro irregular dijo: —Te quiero. — Sentí las lágrimas ardiendo en mis ojos por primera vez. Yo también la quería. —Llama a Kevin y te visitaré lo antes posible.
—Está bien. Nos vemos pronto. Adiós. —Presioné el botón para terminar la llamada y luego llamé a Kevin.
—Tengo trastorno de estrés postraumático, Kevin. Fui a ver a un psiquiatra.
—¿Qué es eso? ¿Te dará alguna receta para medicina? —En su voz sonaba el pánico.
—No exactamente. Tengo problemas para volver a la normalidad por el trauma que sufrimos. Ustedes lo manejaron normalmente. Yo no. Podría ser un desequilibrio químico, pero no están seguros. Estaré en un centro psiquiátrico por un tiempo. Se supone que me curaré aquí. No tendré mi teléfono, pero puedo recibir visitas.
Kevin parecía estar tomando una respiración profunda. —¿Entonces podré ir a verte? ¿Por cuánto tiempo estarás allí?
—Sí, puedes venir, y no estoy segura todavía.
—Siento mucho lo que te está sucediendo, _______. Lo siento mucho. — Su voz sonaba llena de dolor y culpa.
—Escúchame, Kevin. Estoy lidiando con esto, por las cosas que están mal conmigo. Lo que hemos visto sólo lo provocó. Voy a mejorar. — Necesitaba escuchar esa mentira, tanto como él. Después de tranquilizarlo varias veces más, colgué el teléfono y dejé mi celular en el asiento del pasajero del coche. Mi bolso quedó en el asiento trasero, así que lo tomé y me dirigí hacia las escaleras, hasta mi nuevo hogar, al menos por ahora.
La sala de color amarillo pálido que me habían asignado contenía una pequeña ventana redonda con vistas a la playa. Abracé a mi madre en la planta baja hacía treinta minutos. Recordándome que hacía esto por ella. Sería de gran ayuda para lidiar con sus miedos de mi locura. Y estar lejos de mi dormitorio, donde hay tantos recuerdos de la existencia de Nick, eso me ayudaría a encontrar una manera de vivir sin él.
Una señora mayor se quedó afuera en la arena, con una bolsa de lo que parecía pan, lanzándolo en el aire mientras las gaviotas volaban en círculos sobre su cabeza. O bien era una turista y no se daba cuenta de que le caía caca en la cabeza, o era una paciente psiquiátrico, demasiado loca como para preocuparse por el excremento de pájaro.
Me aparté de la oleada creciente de pájaros hambrientos y estudié la pequeña habitación de madera de por lo menos la mitad de una habitación regular. Teniendo en cuenta que este lugar ocupaba veinticinco pacientes a la vez, y diez enfermeras y dos médicos, las habitaciones no podrían ser demasiado grandes, incluso si la casa era de dos plantas. Una cama individual se asentaba en el centro de la habitación con una pequeña mesa redonda, blanca, la cual sostenía una lámpara cubierta de conchas. Un solitario espejo ovalado colgaba en la pared en un armario con tres cajones. Un armario muy pequeño, sólo lo suficientemente grande como para colgar quince artículos y mantener tres pares de zapatos, estaba en la pared opuesta.Se me permitió sólo una hora en mi habitación durante el día. Podría usarlo para estar aquí toda la hora, también podía no venir. Era su manera de mantener a los pacientes rodeados de otras personas. Evitar la depresión del aislamiento, era su regla de oro aquí.
Le eché un vistazo al pequeño despertador que había dejado sobre la mesa redonda.Ya había utilizado diez de mis minutos en mi habitación. Tenía que ir a pasear y ser vista, así tendría tiempo para volver más tarde.
Caminé por el pasillo y cerré detrás de mí. La pequeña llave que me habían dado seguía en mi bolsillo y cerré mi puerta con ella. Al parecer, no había motivos para preocuparse de los robos entre pacientes. No se permitía traer cualquier cosa de valor contigo, pero aquellos que sufrían de trastornos de la personalidad tomaban cualquier cosa y yo necesito mi ropa. Sólo había sido asignada una cantidad pequeña y necesitaba lo que tenía.
Una puerta se abrió por el pasillo y una niña con el pelo espeso, de color castaño, y enormes gafas redondas se me quedó mirando, y luego, rápidamente, estampó su puerta para cerrarla. Oí el seguro haciendo clic detrás de ella. Se asustó con facilidad y espanto. Debe de ser alguien que realmente sufre de Trastorno de Estrés Postraumático, ya que está aquí. Me quedé mirando las otras puertas cerradas, preguntándome si todo el mundo en esta sala tenía el mismo trastorno. Si las noches iban a ser ruidosas, con gritos causados por pesadillas.
Bajé las escaleras hasta el salón principal, o lo que ellos denominan la Gran Sala. Allí era donde las televisiones interpretaban comedias y lo juegos de mesa eran jugados. No había ordenadores o Internet para los pacientes. Una enfermera me sonrió alegremente mientras caminaba con una cesta llena de aperitivos.
—Comeremos nuestra merienda pronto. Pásate por aquí y conseguirás algo para comer y conocer a algunos de los otros pacientes. Tenemos varios de tu edad. —Conocer adolescentes con trastornos psiquiátricos no era muy atractivo para mí. Pero no dije nada. En su lugar, me dirigí a las puertas dobles de cristal que daban hacia el piso.
—No serás capaz de abrirlas. Se bloquean. Ya sabes, para nosotros, los locos podemos tener el salvaje capricho de comprobar si volamos. Aunque, me imagino que la arena amortiguaría el golpe. —Me di vuelta para ver a una chica joven con el pelo teñido de rubio que le llegaba hasta los hombros. Lo tenía peinado en dos coletas en la cima de su cabeza. Llevaba labial rojo brillante, que contrastaba con su piel pálida.
—Gracias. —Ella se encogió de hombros.
—No hay problema. Si deseas salir y disfrutar de la playa puedes pedir que una enfermera te acompañe. Les gusta tener una excusa para salir a la calle. —Recordé la señora alimentando a las aves. Sola. Realmente no quiero saber quién era, por lo que una vez más asentí y dije: —Gracias. —Inclinó su rostro delgado de lado a lado y actuó como si estuviera examinando algo más espectacular.
—No estás loca, ¿verdad? —No esperaba que esta chica extraña hiciera tal observación precisa. Después de todo, los médicos, todos creían que necesitaba ayuda. Me encogí de hombros, sin saber cómo responder.
—Bueno, parecen pensar que lo estoy. —Arqueó sus oscuras cejas.
—Pueden equivocarse. Lo han estado antes. —Me pregunté si se refería a sí misma. Miré a la enfermera, sentada detrás de un escritorio de trabajo en un ordenador portátil. No parecía reaccionar a la acusación de que había gente aquí que no era loca.
—Karen sabe que es verdad. Pero no lo va a admitir. ¿Ves a la enfermera Karen? —La rubia sonreía a la enfermera, quien levantó la vista y rodó los ojos con cariño y volvió a escribir. —Ella lo sabe, pero está demasiado ocupada en Twitter para admitirlo. —La enfermera se acercó y le dio unas palmaditas a la pila de papeles que había a su lado antes de mirar a la rubia de nuevo.
—Estoy revisando medicamentos y resultados de pruebas.
—Bla, bla, bla. No dejes que te engañe, ella es una adicta de Twitter. Por eso esta todo el jodido tiempo pegada allí. —La enfermera le disparó una mirada de advertencia.
—Cuida tu lenguaje, por favor. Perderás diez minutos de tu tiempo de habitación si no tienes cuidado.
La rubia se encogió de hombros y me miró.
—Como he dicho, no siempre tienen la razón por aquí. Lo puedo ver en tus ojos. Estás muy sana. No tienes los demonios en tus ojos, como la mayoría de la gente de aquí. —Se puso de pie y se estiró, mostrando un muy pálido y plano estómago. Tenía una gran barra negra a través de su ombligo.
—Soy Gee, por cierto. —Alargó su brazo, extendiéndola hacia mí, cuando fui a sacudirla, ella retiro la mano. —Regla número uno, no estreches la mano de nadie. Este lugar está lleno de locos.
Sonreí.
—Supongo que no eres uno de ellos.
Ella soltó una carcajada. —Oh no, yo estoy tan jodida como ellos creen. —Comenzó a pasear y golpeó los papeles en los que la enfermera tenía a su lado mientras pasó por allí.
—No Twitees demasiado, Karen, es malo para los ojos. Es una estupidez.
—Diez minutos, Gee. —dijo a la enfermera, sin levantar la vista. Gee miró hacia atrás y me guiñó un ojo.
—No les gusta las malas palabras, así que si tienes una boca de marinero necesitas dominarla.
—Veinte minutos, Gee. —dijo la enfermera de nuevo, todavía centrada en la pantalla. Gee soltó una carcajada de nuevo y se dirigió hacia el comedor. La enfermera me miró.
—Gee es definitivamente un caso especial. Aprenderás a no hacerle caso. Es hora de la merienda en el comedor, poder si quieres comer algo y conocer a otros pacientes.
Sonreí.
—Gracias, pero no estoy muy hambrienta. ¿Puedo quedarme aquí y ver la televisión? —La enfermera Karen asintió con la cabeza y volvió a su trabajo. Me acurruqué en un sillón y me quedé mirando fijamente a la pantalla de televisión, sintiéndome más sola que nunca.
Había visto las preguntas y la preocupación en los ojos de Kevin en el vuelo a casa, pero no había hablado con él. No quise enfrentarme a él ahora que sabía que tenía problemas, aunque realmente no sabía cuáles eran. Piensa que estoy loca y ese no es mi problema. Mi problema era que amaba a alguien a quien no podía tener. Veía almas que vagaban por la tierra perdidas y había sido atacada por un alma que tenía la intención de matarme. Yo era la única persona que recordaba que Nick Walker había ido a la escuela y si sacaba su nombre a colación otra vez, todo el mundo pensaría que realmente perdí la cabeza. Así que, sí, he tenido problemas, pero no psiquiátricos. Tenía los sobrenaturales.
Un golpe en la puerta de mi habitación me sorprendió y me volví para ver la puerta cerrada, sabiendo que era mi madre. Mi madre preocupada. ¿Cómo explicarle que estoy lastimada tan profundamente que no estoy segura de poder recuperarme? Faltaba algo en mi vida, algo que jamás conocí.
—Adelante. —Mi voz sonó ronca por falta de uso. Mi madre abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza en el interior, como si evaluara la atmósfera antes de entrar.
—¿No irás a la escuela esta mañana? —Preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Olvidé qué día era, pero sabía que no estoy preparada para hacer frente a la escuela. Tampoco preparada para enfrentarme a Kevin o Demi o Joe. Tenía que permanecer en mi habitación y encontrar la fuerza dentro de mí para seguir viviendo. Negué con la cabeza y la pretensión de sonrisa dio paso a un ceño de preocupación, arrugas en su frente. —Cariño, has perdido una semana de escuela hasta ahora. Te he permitido quedarte aquí, con la esperanza de que pudieras superar el trauma que has experimentado. Pero ahora me preocupa que no vayas a salir de aquí. He estado estudiando tus síntomas en Internet y tienes todos los signos de un trastorno de estrés postraumático. Tienes pesadillas horribles y gritas en tus sueños, gritando por Nick o Neil o Zayn... no puedo entender entre los sollozos. No sales de tu habitación y no aceptas llamadas o visitas. Cuando trato de hablarte es como si te ocultaras. No me estás escuchando.
Me quedé allí sentada, escuchándola. Sufría por tener el corazón destrozado, roto sin remedio, pero no iba a decírselo.Me quedé en silencio. Ella parecía tomar mi silencio como un estímulo.
—He hecho algunas llamadas y te conseguí una cita con una psiquiatra. Necesito que vayas a hablar con ella. Es muy buena y trabaja con los adolescentes exclusivamente. Está muy recomendada y no tienes que decirle a nadie que vas a verla. —Las lágrimas brotaron en los ojos de mi madre. Las apartó de golpe y dejó escapar un jadeo entrecortado. —Yo... la verdad es que debería haberte enviado hace años. Cuando eras pequeña hablabas de personas en las paredes. Pensé que era tu imaginación, pero ahora me pregunto si, de alguna manera, tienes alguna enfermedad y este trauma que has experimentado ha provocado algo. —Olfateó. —Te hablas a ti misma en la noche aquí. Te escucho hablarle a alguien. Cariño, necesitas ayuda. —Asentí con la cabeza. Sabía que iba a aliviar su miedo. Ella se preocupaba mucho por mí y yo no podía explicar nada sin que pensara que estoy loca.
Sonrió a través de sus lágrimas y asintió con la cabeza. —Está bien, bueno. Te voy a dar algo de tiempo, pero hay que levantarse y tomar una ducha. Entonces vístete y vamos a ir a ver a la doctora Hockensmith. Nos está esperando.
Asentí con la cabeza de nuevo y vi que mi madre salió de la habitación, dejando la puerta abierta como un recordatorio de que necesitaba levantarme. Había aceptado ir a ver a un psiquiatra. Mi madre perdería el dinero, pero yo sabía que tenía que ir, o ella tendría que ver a un psiquiatra, por la tensión que le provoco emocionalmente. Odiaba estar disgustándola, pero me parecía que no había una manera de salir de la desesperación que me consumía.
***
La enorme casa, de dos pisos, de estuco blanco, daba vista a lo largo del Golfo de México. Mi mamá ralentizó y se quedó mirando la casa, lo suficientemente grande como para contener al menos cinco familias cómodamente. Pero no era una casa para una familia. La alegre casa en la playa, era un lugar para sanar a las adolescentes que sufren de problemas psiquiátricos.
Eché un vistazo a mamá, me esperaba para dar el primer paso. Habíamos empacado mis cosas en silencio, después de que estuve de acuerdo con el psiquiatra, de que sufría un trastorno de estrés postraumático y necesitaba ayuda. Estuve dispuesta a aceptar cualquier cosa para salir de la oficina donde era obvio que ella realmente quería que cambiáramos personalidades o admitiera mi locura. Yo no era una psicópata y este parecía ser el diagnóstico que me dieron.
—¿Quieres hacer un par de llamadas antes de ir a instalarte? Una de las reglas es que no se puede tener el teléfono aquí. —La expresión de mamá me dijo que temía que la noticia de ningún teléfono iba a destrozarme. Asentí, pensando en Kevin y Demi. Tenía que hacerles saber dónde iba a estar por un tiempo. Mamá asintió con la cabeza. —Está bien. Voy a empezar a llevar tus maletas y a registrarte. —dijo las palabras con un pequeño hipo, como si estuviera a punto de romper a llorar. Había manejado todo esto tan bien y ha sido tan fuerte, pensando que esto es lo que necesito. Estiré la mano y cogí la suya, apretándola con fuerza.
—Mamá, estoy bien. Creo que me va a ayudar. No te pongas tan sentimental. Todo va a estar bien. —Asintió con lágrimas en los ojos. Sabía que tenía que mejorar para ella. Tenía que encontrar una manera de vivir con el agujero en mi pecho. Mamá subió las escaleras con las maletas en la mano y cogí el teléfono, marcando primero a Demi.
—Bueno, todo el jodido tiempo veo tu nombre moviéndose por mi pantalla. ¡Por Dios, ______! Me has estado asustando. —Sonreí aliviada al escuchar su voz.
—Lo siento. —Tomé una respiración profunda. —He sido diagnosticada con trastorno de estrés postraumático. Estoy a la espera de ser ingresada en este centro de rehabilitación para personas con problemas similares. No puedo tener mi teléfono, pero me dijeron que podía recibir visitas, por si quieres venir a verme alguna vez.
Demi se quedó en silencio y comencé a preguntarme si mi teléfono había colgado su llamada.
—Entonces, puedes mejorar... Quiero decir, ¿Te ayudarán? —Preguntó lentamente, sonando como si estuviera aterrorizada.
—Sí, pueden hacerlo. —Le dije para tranquilizarla. Pero sabía que no me podía sanar. Nunca podría ser normal. Sólo quiero aprender a fingir, para que mis seres queridos no se preocupen por mí.
—¿Le has dicho a Kevin? —Su voz había perdido la alegría de antes, y odiaba que fuera mi culpa.
—No, te llamé primero. —Con un suspiro irregular dijo: —Te quiero. — Sentí las lágrimas ardiendo en mis ojos por primera vez. Yo también la quería. —Llama a Kevin y te visitaré lo antes posible.
—Está bien. Nos vemos pronto. Adiós. —Presioné el botón para terminar la llamada y luego llamé a Kevin.
—Tengo trastorno de estrés postraumático, Kevin. Fui a ver a un psiquiatra.
—¿Qué es eso? ¿Te dará alguna receta para medicina? —En su voz sonaba el pánico.
—No exactamente. Tengo problemas para volver a la normalidad por el trauma que sufrimos. Ustedes lo manejaron normalmente. Yo no. Podría ser un desequilibrio químico, pero no están seguros. Estaré en un centro psiquiátrico por un tiempo. Se supone que me curaré aquí. No tendré mi teléfono, pero puedo recibir visitas.
Kevin parecía estar tomando una respiración profunda. —¿Entonces podré ir a verte? ¿Por cuánto tiempo estarás allí?
—Sí, puedes venir, y no estoy segura todavía.
—Siento mucho lo que te está sucediendo, _______. Lo siento mucho. — Su voz sonaba llena de dolor y culpa.
—Escúchame, Kevin. Estoy lidiando con esto, por las cosas que están mal conmigo. Lo que hemos visto sólo lo provocó. Voy a mejorar. — Necesitaba escuchar esa mentira, tanto como él. Después de tranquilizarlo varias veces más, colgué el teléfono y dejé mi celular en el asiento del pasajero del coche. Mi bolso quedó en el asiento trasero, así que lo tomé y me dirigí hacia las escaleras, hasta mi nuevo hogar, al menos por ahora.
***
La sala de color amarillo pálido que me habían asignado contenía una pequeña ventana redonda con vistas a la playa. Abracé a mi madre en la planta baja hacía treinta minutos. Recordándome que hacía esto por ella. Sería de gran ayuda para lidiar con sus miedos de mi locura. Y estar lejos de mi dormitorio, donde hay tantos recuerdos de la existencia de Nick, eso me ayudaría a encontrar una manera de vivir sin él.
Una señora mayor se quedó afuera en la arena, con una bolsa de lo que parecía pan, lanzándolo en el aire mientras las gaviotas volaban en círculos sobre su cabeza. O bien era una turista y no se daba cuenta de que le caía caca en la cabeza, o era una paciente psiquiátrico, demasiado loca como para preocuparse por el excremento de pájaro.
Me aparté de la oleada creciente de pájaros hambrientos y estudié la pequeña habitación de madera de por lo menos la mitad de una habitación regular. Teniendo en cuenta que este lugar ocupaba veinticinco pacientes a la vez, y diez enfermeras y dos médicos, las habitaciones no podrían ser demasiado grandes, incluso si la casa era de dos plantas. Una cama individual se asentaba en el centro de la habitación con una pequeña mesa redonda, blanca, la cual sostenía una lámpara cubierta de conchas. Un solitario espejo ovalado colgaba en la pared en un armario con tres cajones. Un armario muy pequeño, sólo lo suficientemente grande como para colgar quince artículos y mantener tres pares de zapatos, estaba en la pared opuesta.Se me permitió sólo una hora en mi habitación durante el día. Podría usarlo para estar aquí toda la hora, también podía no venir. Era su manera de mantener a los pacientes rodeados de otras personas. Evitar la depresión del aislamiento, era su regla de oro aquí.
Le eché un vistazo al pequeño despertador que había dejado sobre la mesa redonda.Ya había utilizado diez de mis minutos en mi habitación. Tenía que ir a pasear y ser vista, así tendría tiempo para volver más tarde.
Caminé por el pasillo y cerré detrás de mí. La pequeña llave que me habían dado seguía en mi bolsillo y cerré mi puerta con ella. Al parecer, no había motivos para preocuparse de los robos entre pacientes. No se permitía traer cualquier cosa de valor contigo, pero aquellos que sufrían de trastornos de la personalidad tomaban cualquier cosa y yo necesito mi ropa. Sólo había sido asignada una cantidad pequeña y necesitaba lo que tenía.
Una puerta se abrió por el pasillo y una niña con el pelo espeso, de color castaño, y enormes gafas redondas se me quedó mirando, y luego, rápidamente, estampó su puerta para cerrarla. Oí el seguro haciendo clic detrás de ella. Se asustó con facilidad y espanto. Debe de ser alguien que realmente sufre de Trastorno de Estrés Postraumático, ya que está aquí. Me quedé mirando las otras puertas cerradas, preguntándome si todo el mundo en esta sala tenía el mismo trastorno. Si las noches iban a ser ruidosas, con gritos causados por pesadillas.
Bajé las escaleras hasta el salón principal, o lo que ellos denominan la Gran Sala. Allí era donde las televisiones interpretaban comedias y lo juegos de mesa eran jugados. No había ordenadores o Internet para los pacientes. Una enfermera me sonrió alegremente mientras caminaba con una cesta llena de aperitivos.
—Comeremos nuestra merienda pronto. Pásate por aquí y conseguirás algo para comer y conocer a algunos de los otros pacientes. Tenemos varios de tu edad. —Conocer adolescentes con trastornos psiquiátricos no era muy atractivo para mí. Pero no dije nada. En su lugar, me dirigí a las puertas dobles de cristal que daban hacia el piso.
—No serás capaz de abrirlas. Se bloquean. Ya sabes, para nosotros, los locos podemos tener el salvaje capricho de comprobar si volamos. Aunque, me imagino que la arena amortiguaría el golpe. —Me di vuelta para ver a una chica joven con el pelo teñido de rubio que le llegaba hasta los hombros. Lo tenía peinado en dos coletas en la cima de su cabeza. Llevaba labial rojo brillante, que contrastaba con su piel pálida.
—Gracias. —Ella se encogió de hombros.
—No hay problema. Si deseas salir y disfrutar de la playa puedes pedir que una enfermera te acompañe. Les gusta tener una excusa para salir a la calle. —Recordé la señora alimentando a las aves. Sola. Realmente no quiero saber quién era, por lo que una vez más asentí y dije: —Gracias. —Inclinó su rostro delgado de lado a lado y actuó como si estuviera examinando algo más espectacular.
—No estás loca, ¿verdad? —No esperaba que esta chica extraña hiciera tal observación precisa. Después de todo, los médicos, todos creían que necesitaba ayuda. Me encogí de hombros, sin saber cómo responder.
—Bueno, parecen pensar que lo estoy. —Arqueó sus oscuras cejas.
—Pueden equivocarse. Lo han estado antes. —Me pregunté si se refería a sí misma. Miré a la enfermera, sentada detrás de un escritorio de trabajo en un ordenador portátil. No parecía reaccionar a la acusación de que había gente aquí que no era loca.
—Karen sabe que es verdad. Pero no lo va a admitir. ¿Ves a la enfermera Karen? —La rubia sonreía a la enfermera, quien levantó la vista y rodó los ojos con cariño y volvió a escribir. —Ella lo sabe, pero está demasiado ocupada en Twitter para admitirlo. —La enfermera se acercó y le dio unas palmaditas a la pila de papeles que había a su lado antes de mirar a la rubia de nuevo.
—Estoy revisando medicamentos y resultados de pruebas.
—Bla, bla, bla. No dejes que te engañe, ella es una adicta de Twitter. Por eso esta todo el jodido tiempo pegada allí. —La enfermera le disparó una mirada de advertencia.
—Cuida tu lenguaje, por favor. Perderás diez minutos de tu tiempo de habitación si no tienes cuidado.
La rubia se encogió de hombros y me miró.
—Como he dicho, no siempre tienen la razón por aquí. Lo puedo ver en tus ojos. Estás muy sana. No tienes los demonios en tus ojos, como la mayoría de la gente de aquí. —Se puso de pie y se estiró, mostrando un muy pálido y plano estómago. Tenía una gran barra negra a través de su ombligo.
—Soy Gee, por cierto. —Alargó su brazo, extendiéndola hacia mí, cuando fui a sacudirla, ella retiro la mano. —Regla número uno, no estreches la mano de nadie. Este lugar está lleno de locos.
Sonreí.
—Supongo que no eres uno de ellos.
Ella soltó una carcajada. —Oh no, yo estoy tan jodida como ellos creen. —Comenzó a pasear y golpeó los papeles en los que la enfermera tenía a su lado mientras pasó por allí.
—No Twitees demasiado, Karen, es malo para los ojos. Es una estupidez.
—Diez minutos, Gee. —dijo a la enfermera, sin levantar la vista. Gee miró hacia atrás y me guiñó un ojo.
—No les gusta las malas palabras, así que si tienes una boca de marinero necesitas dominarla.
—Veinte minutos, Gee. —dijo la enfermera de nuevo, todavía centrada en la pantalla. Gee soltó una carcajada de nuevo y se dirigió hacia el comedor. La enfermera me miró.
—Gee es definitivamente un caso especial. Aprenderás a no hacerle caso. Es hora de la merienda en el comedor, poder si quieres comer algo y conocer a otros pacientes.
Sonreí.
—Gracias, pero no estoy muy hambrienta. ¿Puedo quedarme aquí y ver la televisión? —La enfermera Karen asintió con la cabeza y volvió a su trabajo. Me acurruqué en un sillón y me quedé mirando fijamente a la pantalla de televisión, sintiéndome más sola que nunca.
IreGarciaT
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