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Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
ElitzJb escribió:gracias al cielo y no les paso nada...
mi pobre nick aguantando el infierno del frio :(
dios mio ya esta en las noticias los robo del diamante nah
q hara nick ???
son tantas cosas q no se ni x donde
preguntar pero espero q
satisfagas mis dudas yaaaaaa con mas capítulos por favor siguelaaaa
Siii, solo el susto!
u___u lo sé, pruebas que tuvo que superar
para llegar a donde esta!
bueno ya verás que hará para quitarse el frío! :twisted:
JAJAJAJ ya la sigo! :D
X
u___u lo sé, pruebas que tuvo que superar
para llegar a donde esta!
bueno ya verás que hará para quitarse el frío! :twisted:
JAJAJAJ ya la sigo! :D
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HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
• CAPITULO 3 (PARTE 1) •
Las instrucciones, claro está, no habían sido necesarias. Nicholas conocía el camino hacia la gran habitación ventilada en la parte superior de la casa. Permaneció frente a la puerta, con la mano en el pomo y tomó aire con fuerza todavía asombrado de estar allí. Con ella.
La casa era tan hermosa como recordaba, simplemente desnuda, sin adornos. Antes, había habido pinturas sobre las paredes, grandes piezas de mobiliario antiguo, suaves alfombras, elaborados floreros. Como niño, no había tenido ni idea de lo valioso que eso podía ser. Todo lo que sabía era que nunca había visto habitaciones tan llenas de cosas hermosas como la casa de _____(tn).
No era un experto, pero había aprendido bastante a lo largo de los años. Lo suficiente como para saber que allí había habido una fortuna en pinturas, alfombras, esculturas y antigüedades. La mayoría de las cuales ya no estaban.
Lo que no suponía una diferencia. La mansión todavía era preciosa, como una bella mujer sin maquillaje. Todavía, le dolía el corazón al pensar en _____(tn) vendiendo su herencia, pieza por pieza. Eso debía haber dolido.
El cuarto bajo los aleros estaba exactamente igual a como había sido doce años atrás, sólo que más gastado y necesitado de una capa de pintura. El mobiliario también era el mismo, agradable pero muy corriente.
Obviamente, nada en esta habitación había sido lo suficiente valioso como para venderlo. La habitación contenía una cama grande de cuatro postes con una enorme colcha verde y blanca, un sillón que necesitaba volverse a tapizar, una cómoda y un pequeño escritorio sobre el que permanecía un aparato de televisión y una radio.
Más que suficiente para que resultara cómodo vivir, en particular para un hombre acostumbrado a pasar dificultades. Estaría bien aquí, hasta que se mudara a la habitación de _____(tn) , lo que juró que pasaría tan pronto como fuese humanamente posible.
La mecánica de esto — pasar de ser un huésped a un amante — era algo a lo que debería dedicarse. Pero era bueno en estrategia. Tarde o temprano iba a ocurrir. Ella era soltera, eso estaba claro, aunque, probablemente había un novio en la retaguardia. ¿Cómo podría no haberlo? Era inconcebible que cualquier hombre con pulso y un equipo en funciones, pudiera estar en la misma habitación como _____(tn) y no quererla.
El cuarto de baño también era el mismo que antes. Grande, con muebles empotrados blancos y azulejos de verde y crema en las paredes. El lavabo estaba agrietado, y le faltaban algunos azulejos, pero para alguien que había estado en un pequeño destacamento de mierda en Irak, y que había cavado sus propias letrinas en Afganistán, era súper lujoso. Como había prometido, había una pila de toallas blancas, en un gran armario de madera blanco.
Las toallas estaban limpias, pero viejas y raídas. ¿A quién diablos le importaba? En un segundo, sus ropas sucias y arrugadas estaban en el suelo, y él estaba bajo la ducha.
El compartimento de la ducha estaba equipado con champú y jabón en un recipiente. El agua estaba sólo templada, pero aún se sentía bien cuando hacía espuma.
Tanto el jabón como el champú tenían esencia de rosas. El olor se fue directamente a la parte primitiva de su cerebro que asociaba las rosas con _____(tn).
¡Maldición! Era precisamente la parte de su cerebro que estaba relacionada con su polla y así había sido durante doce años. Las rosas equivalían a _____(tn) lo que equivalía a ponerse duro.
Nicholas se tomó su tiempo lavándose, deshaciéndose de algo más que la suciedad y el sudor de un viaje de cuarenta y ocho horas de regreso desde África. Limpiaba más que la mugre del viaje - se limpiaba de su vieja vida.
Durante doce años, había sido el comandante del Coronel. El hombre que había encontrado un mestizo muerto de hambre y medio loco detrás de un cubo de basura y se lo había llevado obteniendo su lealtad eterna. El coronel Eugene Nicholas Jonas , un hombre de honor, el padre de su corazón. Si el Coronel no hubiese enfermado y muerto, Nicholas no estaría aquí. Todavía estaría ayudando al Coronel a dirigir la Seguridad de ENP.
Nunca se habría permitido más que los más vagos de sueños sobre una vida alternativa mientras el Coronel estaba vivo. Había sido tan leal con él como cualquier caballero feudal con su rey. Pero ahora, en el espacio de una semana, Nicholas había enterrado a su padre, vendido la empresa y la casa y cerrado la misión de Sierra Leona en solitario. Todos los lazos con su antigua vida estaban rotos.
Había terminado. Estaba empezando una nueva, justo aquí en la ducha de _____(tn) , oliendo a rosas.
Ahora su piel olía a la de ella, aunque seguro como el infierno que no se sentía como la suya. La de ella eran tan pálida, tan lisa. Lisa e increíblemente suave al tacto también.
Nicholas recordaba cada segundo que había pasado en sus brazos en el coche. Le había costado cada gramo de autocontrol no inclinarle la cabeza y besarla. Había tenido que apretar con fuerza los dientes, porque había querido más que respirar de nuevo abrirle la boca con la suya y zambullirse dentro.
Su boca estaba hecha para besar, suave y rosada, una pequeña trampa de miel en la que había querido caer tanto que había dolido. Sólo una vida de autodisciplina lo había detenido.
Habían estado en verdadero peligro allí afuera y no sólo por el camión. Básicamente todos sus neumáticos habían recibido disparos y si otro hubiera estallado, sin otro repuesto, habrían estado arruinados. No había forma de que pudieran haber resistido la ventisca en el coche. Así que había sido un niño realmente bueno y la había abrazado para confortarla, sólo lo suficiente para que recuperara el control de sí misma.
Había temblado en sus brazos. Su trabajo había sido sujetarla hasta que lo peor de su temblor parara, y entonces llevarlos a los dos a un lugar caliente tan pronto como fuera posible.
Su imaginación había corrido desenfrenada. En su cabeza, él se deshacía de la chaqueta, el suéter, los vaqueros, los shorts y las botas. El grueso abrigo de ella, el suéter, el sostén, las bragas y las medias. En su cabeza estaban desnudos- no en un coche frío en mitad de una ventisca, sino en una soleada playa desierta. Un lugar donde tuvieran todo el tiempo del mundo para que él pudiera explorar su cuerpo, tocar toda esa seductora piel rosada de marfil. Recorrer con la boca a lo largo de ese largo y pálido cuello, hasta los pechos que había visto marcados por el suéter.
La adrenalina del encuentro cercano con muerte se había acumulado en su polla, y estaba tan duro como un garrote. Había querido montarla, entrar ella y follarla, más de lo que quería seguir respirado.
Era un pensamiento tentador, pero peligroso como el infierno. No estaban en una playa soleada, estaban en verdadero peligro de morirse de frío.
Así que había dejado un beso en la parte superior de su cabeza tan ligero que ella no podía sentirlo, y luego la había dejado ir, para concentrarse en llevarlos a Greenbriars de forma segura.
Pero ahora... Ahora que estaba en una cálida, y húmeda cabina que olía a _____(tn) , su mente perdió el control. Se imaginó chupándole la lengua en esa hermosa boca, su nariz arriba contra de su piel, el perfume de rosas llenando su cabeza. Mordiendo sus labios, instándola más cerca, todavía más cerca. Deslizando su mano a lo largo de ese largo y blanco cuello.
Nicholas baja lo mirada sobre sí mismo y gimió ante su gigantesca y dolorosa erección, roja e hinchada, dura como una roca. Más dura que en el coche.
Sabía porque tenía una erección que no se quitaba.
Parte de ello era que no había tenido relaciones sexuales en casi seis meses. Afganistán era lo más cercano a una zona-no-sexual que alguna vez había existido en la tierra. Después de Afganistán había pasado un mes al lado de la cama de su padre, luego en África, limpiando lo ensuciado por Vince Deaver. Cierto, seis meses eran mucho tiempo para que él pasara sin sexo, pero lo había hecho antes, en misiones largas.
Parte de ello era la reacción masculina para sobrevivir al peligro. O la suya, de cualquier manera. Ocurría cada vez que sobrevivía a un tiroteo. Su polla se alzaba celebrando la vida y dando gracias de no estar dos metros por debajo.
Cuando podía, después del combate, Nicholas iba a la caza de una mujer para aliviarse, y cuando no podía, su puño trabajaba bastante bien.
Él y _____(tn) habían estado en tanto peligro como si hubieran estado en una misión en el centro de la Bagdad.
No le había dicho nada - _____(tn) había estado enloquecida de miedo tal y como estaba — pero habían estado cerca de haber muerto allí fuera en la calle. Mientras luchaba con la rueda de su coche, la parte de su mente que siempre estaba en calma y pensando en el siguiente paso sin importar que emergencia hubiera, había apreciado la ironía.
Nicholas había sobrevivido a lo peor que la vida podría lanzarle, una y otra vez. Había burlado a la muerte mil veces mientras esperaba a _____(tn). Estar aplastado debajo de las ruedas de un camión después de encontrarla otra vez, definitivamente se supeditaría a la categoría de "las cagadas ocurren".
Pero esas razones no explicaban en realidad porque tenía tal erección.
Lo que le había puesto así era estar en la misma casa que _____(tn) , haber hablado con ella, tocado, sujetado entre sus brazos — eso era lo que hacía que tuviese su polla hinchada y llorando. Después de que tantos años en los que ella había atormentado sus sueños, finalmente estaba con ella, y estaba asustado como el infierno.
No. Lo. Jodas. Se dijo a sí mismo.
No podía contar las noches en las que descansando sobre un catre duro y frío su cara había nadaba frente a él. Al principio, se había avergonzado de hacerse una paja pensando en ella, pero resultaba que no importaba con cuantas mujeres estuviera, ella era la única que podía excitarlo simplemente pensando en ella.
A Nicholas le gustaban las mujeres. Le gustaba la forma en que olían, la suavidad de su piel, sus voces. También le gustaba el sexo. Era gentil con sus parejas sexuales, incluso si era una función de una sola noche, lo que resultaban ser la mayoría de sus encuentros. Un poco de estimulación preliminar, durante un rato, luego fuera, y entonces levantarse e irse. Oh, él tenía resistencia, ese no era el problema. El problema era que no podía recordar mucho acerca de la mujer después de salir por la puerta.
Recordaba todo sobre _____(tn) . Todo. Cómo estaba con el pelo en una cola de caballo, o suelto alrededor de los hombros. Recordaba cada artículo de ropa con la que alguna vez la había visto y cada expresión que alguna vez había tenido. Recordaba cada palabra que alguna vez le había dicho. Todo estaba quemando en su mente y probablemente sería necesario un disparo en la cabeza para deshacerse de todo eso.
Así que naturalmente, cuando extendió su mano hacia su polla para descargar un poco de tensión, una mujer cualquiera, con una cabeza, dos tetas, cuatro extremidades y un coño simplemente no funcionaria. _____(tn) flotaba en su cabeza en estos momentos y había dejado de lucha para no dejarla entrar hacía mucho tiempo.
Ahora había algo más, algo inesperado. Resultaba que la _____(tn) con la que había fantaseado durante doce años se había ido, desvanecida con los años. La bella chica había sido reemplazada por una mujer aun más bella, madura, despampanante, inteligente y con clase, una mujer que vestía la tristeza como un sudario, completamente irresistible.
La niña había sido muy bonita, como un millón de otras niñas de clase alta, con una alegre sonrisa que mostraba diez mil dólares de ortodoncia y vistiendo ropa valorada en mil dólares. Se bañaba regularmente y tenía a alguien que lavaba y planchaba sus ropas. Montones de chicas en esas condiciones parecían bonitas.
La mujer en que se había convertido, sin embargo, le quitaba el aliento. Era como una triste princesa que anhelaba su reino perdido.
Nicholas recordaba cada segundo que había estado en sus brazos mientras extendía su mano hacia sí mismo, dando una y larga caria experimental.
La erección tenía que irse, ahora mismo. No había manera de que bajara a cenar en esa condición, le patearía sin rodeos. Por favor Dios mío, pensó, déjeme pasar la tarde sin hacerme sentir vergüenza.
Para asegurarse realmente de que su polla se quedaba abajo, debería colocarse en la ducha bajo el agua fría y masturbarse un par de veces, justo para deshacerse de la excitación feroz y hormigueante que sentía. Sentía un picor en la piel por el deseo de tocarla de nuevo, esta vez no solo para confortarla y no vestidos para el clima frío con capas de ropa entre su piel y la de ella.
No, él quería tocarla y ver si podía hacer que esa suave piel marfil se volviera rosa de deseo. Quería ver como ocurría, ver el rubor cubrir sus pechos, mientras los besaba. Quería tocar su sexo, sentir como hacía que se mojara, lista para él.
_____(tn) estaba abajo, ahora mismo. Esperándolo. No era un recuerdo, una fotografía o una imagen en su cabeza. Era una mujer de carne y hueso, más hermosa incluso que en sus sueños y estaba abajo cocinando para él.
La vería todos los días, tanto como quisiera. Era imposible pensar que no la metería en su cama. Su polla se hinchó aun más con ese pensamiento.
Su puño estaba trabajando duro ahora, bombeando, mientras las imágenes de una _____(tn) desnuda estirada en la cama solo para él, le llenaban la cabeza. Quería saber qué sonidos hacia cuando estaba excitada, sentir sus tacones y uñas clavándose en su espalda, sentir su coño tirando mientras la acariciaba por dentro…
Todo era mucho más intenso ahora que la había visto otra vez, que la había sentido, olido. Ahora que tenía muchos más apotreres sensoriales mientras imaginaba fallándola, fuerte. Por horas.
Si estuviera aquí en ese mismo momento, la metería en la ducha, besándola por todas partes para empezar en el húmedo calor, preparándola. Entrando en ella con sus dedos primero, oh tan suavemente. Él era grande, y tenía que prepararla para él. La quería mojada, suave y accesible para él. Cuando su mano le dijera que estaba lista, la levantaría, sujetaría sus piernas separadas, comenzaría a empujar dentro de ella...
Algunas veces Nicholas tardaba mucho tiempo en llegar al clímax pero estaba semi-excitado desde que la había visto, y cuando imaginó que entraba en ella, separando sus tejidos con su polla, gimió.
La imagen llenó su cabeza de un calor insoportable — dos de ellos en la cabina de esencia de rosas bajo el agua martilleante, mientras bombeaba dentro de ella. Lo podía ver, casi podía sentir su suavidad contra él, y eso hizo que se fuera.
Agujas candentes pinchaban su columna vertebral, y empezaron a salir a chorros violentamente, sus caderas tirando al mismo tiempo que su puño. Se fue y se fue, apoyándose con una mano contra el compartimento de la ducha, hasta que se rodillas estuvieron débiles y sintiéndose como se hubiese vaciado cada onza de humedad de su cuerpo.
Se observó a sí mismo, la cabeza roja, enormemente hinchada de su polla emergiendo de su puño, corriéndose en grandes chorros contra la cabina de vidrio, desapareciendo instantáneamente por el agua que bajaba por los costados. Le dolían los pulmones, su piel se demasiado ajustada, su cabeza era un globo que podía explotar en cualquier momento.
Por un momento, el clímax arrasó todos los pensamientos de su mente mientras quedaba reducido a sus sentidos animales. Después de correrse, generalmente estaba relajado y fresco un poco como hacer una carrera buena y sudorosa.
El sexo era un ejercicio físico agradable con un resultado más agradable al final.
Nada como esto. Se sentía como morir como si todo lo que había salido de su polla, lo hubiese dejado débil y desorientado.
Sin embargo, tan grande como fue su orgasmo, no fue suficiente. Cuando las rodillas de Nicholas pudieron sostenerlo de nuevo y salió de la ducha, estaba todavía semi-erecto, todavía queriéndola. Cada celda en su cuerpo estaba excitada, maldito fuera, preparado para la mujer de abajo. Se miro con repugnancia, una gran bandera hondeando a media asta.
Su polla estaba tan sensibilizada, el aire más fresco del cuarto de baño fuera del compartimento de la ducha parecía helado en su piel. Echaba de menos el calor, la fantasía de que su puño era el coño de _____(tn).
Ante ese pensamiento, su polla volvió a subir, de regreso a una erección completa.
Joder.
¿Cómo podía bajar en este estado? Bien, la única cosa que podía hacer era ponerse un cinturón de castidad. O sus vaqueros negros más ajustados, lo que era lo mismo. Una erección no tendría sitio al que ir en esos vaqueros, lo sabía por dolorosa experiencia. Si empezara a hincharse, su polla chocaría con el tieso tejido de los vaqueros, y el dolor haría que disminuyera de nuevo. Ese era el plan, de cualquier modo. Esperaba que surtiese efecto.
No podía permanecer en la ducha para siempre, masturbándose hasta que no quedara nada en él. Le llevaría toda la noche y probablemente todo el día de mañana.
Nicholas abrió su bolsa y sacó todas sus ropas. No había mucha, porque había tenido que viajar ligero de equipaje. La única ropa limpia que había dejado eran un par de sudaderas, los vaqueros negros y un suéter negro de cuello alto. Ni siquiera se le había ocurrido empacar un par de zapatos adicionales, por lo que las botas tendrían que valer. El lunes compraría algunas cosas.
Volcó en la cama los últimos artículos de la bolsa. Cincuenta mil dólares en diez paquetes de $5,000 cada uno.
Su juego de herramientas. Otra Glock con cinco recamaras de municiones, y una bolsa de tela. Afortunadamente, todavía tenía su pase de seguridad, así había sido capaz de verificar sus armas en el aeropuerto.
Sacó un pequeño destornillador de su juego de herramientas y comprobó el zócalo hasta que encontró un conducto de ventilación cerca de la cómoda. Doblándose, hizo una comprobación. Perfecto. Diminutas escamas de óxido manchaban los cuatro tornillos que sujetaban la reja de ventilación a la placa de metal de la pared. La rejilla no había sido retirada en años a juzgar por la acumulación de hollín y oxidación. Destornillar el respiradero llevo tiempo y un poco de músculo, pero al final tuvo los tornillos alineados en el suelo y la rejilla también.
Comprobó su reloj de pulsera mientras ponía los artículos de la bolsa lo suficientemente al fondo del respiradero para que no salieran a la vista incluso si estuvieras buscando algo. No tenía ni idea de quien limpiaba las habitaciones, si era _____(tn) o una mujer de la limpieza, pero no quería que encontraran la Glock por casualidad, o las municiones, o ¡Jesús! el contenido de la bolsa de tela. Deberían estar suficientemente seguros en el tubo de acero. Sería solamente hasta el lunes.
El lunes abriría una cuenta corriente, depositaría el dinero en efectivo y el cheque de ocho millones de dólares y registraría una caja de seguridad para el contenido de la bolsa de tela.
Comprobó su reloj 7:25. Llegaba a tiempo para la cena.
Una última cosa. Agachándose, abrió la bolsa de tela y vació su contenido sobre el suelo de madera dura, las piedras irregulares y romas, sonaban mientras fluían como un torrente.
Nicholas estudió el montón irregular. Excepto por su extraño brillo cuando la luz captaba las facetas naturales, las rocas podrían haber sido guijarros del cauce de un río.
En lugar de eso, miraba al menos 20 millones de dólares en diamantes en bruto.
Sabía que las piedras que estaba mirando representaban sufrimiento humano a una escala inimaginable. Habían sido extraídos de la cantera por hombres esclavos y niños que trabajaban bajo el sol tropical desde la primera luz hasta la oscuridad total, por una taza de arroz y que eran inmediatamente baleados en la parte de atrás de la cabeza cuando se volvían demasiado débiles para trabajar. Un país entero se estaba rompiendo debido a pedruscos romos como esos, más de ochenta mil personas habían sido asesinadas en los últimos años en Sierra Leona. Los demás, incontables, habían tenido sus manos, labios y orejas cortadas por drogados bebés soldados que peleaban en el Ejército Revolucionario.
Vince Deaver y sus hombres habían estado dispuestos a masacrar un pueblo entero de mujeres y niños por ellas.
No era de extrañar que los llamaran diamantes de sangre.
Era un milagro que ninguna de las piedras rezumara sangre. Pero no, eran tan neutrales como inertes eran solo piedras, por un jodido motivo. Solo piedras.
Nicholas miró hacia abajo, al montón de personas que estaban dispuestas a matar y morir por ellas, e hizo un
pequeño ruido de repugnancia antes de devolverlos a la bolsa. Veinte millones de dólares de dolor, sufriendo y miseria.
Homicidio, violación, desmembramiento, eso era lo que los diamantes representaban.
Los había cogido simplemente porque no había nadie más vivo en el pueblo vivo a quien dárselos, se habría matado a sí mismo antes que dejar que Deaver los tuviera.
Nicholas puso la bolsa detrás del dinero, la Glock y las municiones, luego cuidadosamente atornilló la rejilla de nuevo sobre la placa, pensando en la locura que era que la gente estuviera dispuesta a matar y a morir por una bolsa llena de piedras.
Se levantó y se abrió paso rápidamente bajando dos tramos de escalera hacia algo cálido vivo y hermoso. Algo por lo que definitivamente valía la pena matar o morir.
La casa era tan hermosa como recordaba, simplemente desnuda, sin adornos. Antes, había habido pinturas sobre las paredes, grandes piezas de mobiliario antiguo, suaves alfombras, elaborados floreros. Como niño, no había tenido ni idea de lo valioso que eso podía ser. Todo lo que sabía era que nunca había visto habitaciones tan llenas de cosas hermosas como la casa de _____(tn).
No era un experto, pero había aprendido bastante a lo largo de los años. Lo suficiente como para saber que allí había habido una fortuna en pinturas, alfombras, esculturas y antigüedades. La mayoría de las cuales ya no estaban.
Lo que no suponía una diferencia. La mansión todavía era preciosa, como una bella mujer sin maquillaje. Todavía, le dolía el corazón al pensar en _____(tn) vendiendo su herencia, pieza por pieza. Eso debía haber dolido.
El cuarto bajo los aleros estaba exactamente igual a como había sido doce años atrás, sólo que más gastado y necesitado de una capa de pintura. El mobiliario también era el mismo, agradable pero muy corriente.
Obviamente, nada en esta habitación había sido lo suficiente valioso como para venderlo. La habitación contenía una cama grande de cuatro postes con una enorme colcha verde y blanca, un sillón que necesitaba volverse a tapizar, una cómoda y un pequeño escritorio sobre el que permanecía un aparato de televisión y una radio.
Más que suficiente para que resultara cómodo vivir, en particular para un hombre acostumbrado a pasar dificultades. Estaría bien aquí, hasta que se mudara a la habitación de _____(tn) , lo que juró que pasaría tan pronto como fuese humanamente posible.
La mecánica de esto — pasar de ser un huésped a un amante — era algo a lo que debería dedicarse. Pero era bueno en estrategia. Tarde o temprano iba a ocurrir. Ella era soltera, eso estaba claro, aunque, probablemente había un novio en la retaguardia. ¿Cómo podría no haberlo? Era inconcebible que cualquier hombre con pulso y un equipo en funciones, pudiera estar en la misma habitación como _____(tn) y no quererla.
El cuarto de baño también era el mismo que antes. Grande, con muebles empotrados blancos y azulejos de verde y crema en las paredes. El lavabo estaba agrietado, y le faltaban algunos azulejos, pero para alguien que había estado en un pequeño destacamento de mierda en Irak, y que había cavado sus propias letrinas en Afganistán, era súper lujoso. Como había prometido, había una pila de toallas blancas, en un gran armario de madera blanco.
Las toallas estaban limpias, pero viejas y raídas. ¿A quién diablos le importaba? En un segundo, sus ropas sucias y arrugadas estaban en el suelo, y él estaba bajo la ducha.
El compartimento de la ducha estaba equipado con champú y jabón en un recipiente. El agua estaba sólo templada, pero aún se sentía bien cuando hacía espuma.
Tanto el jabón como el champú tenían esencia de rosas. El olor se fue directamente a la parte primitiva de su cerebro que asociaba las rosas con _____(tn).
¡Maldición! Era precisamente la parte de su cerebro que estaba relacionada con su polla y así había sido durante doce años. Las rosas equivalían a _____(tn) lo que equivalía a ponerse duro.
Nicholas se tomó su tiempo lavándose, deshaciéndose de algo más que la suciedad y el sudor de un viaje de cuarenta y ocho horas de regreso desde África. Limpiaba más que la mugre del viaje - se limpiaba de su vieja vida.
Durante doce años, había sido el comandante del Coronel. El hombre que había encontrado un mestizo muerto de hambre y medio loco detrás de un cubo de basura y se lo había llevado obteniendo su lealtad eterna. El coronel Eugene Nicholas Jonas , un hombre de honor, el padre de su corazón. Si el Coronel no hubiese enfermado y muerto, Nicholas no estaría aquí. Todavía estaría ayudando al Coronel a dirigir la Seguridad de ENP.
Nunca se habría permitido más que los más vagos de sueños sobre una vida alternativa mientras el Coronel estaba vivo. Había sido tan leal con él como cualquier caballero feudal con su rey. Pero ahora, en el espacio de una semana, Nicholas había enterrado a su padre, vendido la empresa y la casa y cerrado la misión de Sierra Leona en solitario. Todos los lazos con su antigua vida estaban rotos.
Había terminado. Estaba empezando una nueva, justo aquí en la ducha de _____(tn) , oliendo a rosas.
Ahora su piel olía a la de ella, aunque seguro como el infierno que no se sentía como la suya. La de ella eran tan pálida, tan lisa. Lisa e increíblemente suave al tacto también.
Nicholas recordaba cada segundo que había pasado en sus brazos en el coche. Le había costado cada gramo de autocontrol no inclinarle la cabeza y besarla. Había tenido que apretar con fuerza los dientes, porque había querido más que respirar de nuevo abrirle la boca con la suya y zambullirse dentro.
Su boca estaba hecha para besar, suave y rosada, una pequeña trampa de miel en la que había querido caer tanto que había dolido. Sólo una vida de autodisciplina lo había detenido.
Habían estado en verdadero peligro allí afuera y no sólo por el camión. Básicamente todos sus neumáticos habían recibido disparos y si otro hubiera estallado, sin otro repuesto, habrían estado arruinados. No había forma de que pudieran haber resistido la ventisca en el coche. Así que había sido un niño realmente bueno y la había abrazado para confortarla, sólo lo suficiente para que recuperara el control de sí misma.
Había temblado en sus brazos. Su trabajo había sido sujetarla hasta que lo peor de su temblor parara, y entonces llevarlos a los dos a un lugar caliente tan pronto como fuera posible.
Su imaginación había corrido desenfrenada. En su cabeza, él se deshacía de la chaqueta, el suéter, los vaqueros, los shorts y las botas. El grueso abrigo de ella, el suéter, el sostén, las bragas y las medias. En su cabeza estaban desnudos- no en un coche frío en mitad de una ventisca, sino en una soleada playa desierta. Un lugar donde tuvieran todo el tiempo del mundo para que él pudiera explorar su cuerpo, tocar toda esa seductora piel rosada de marfil. Recorrer con la boca a lo largo de ese largo y pálido cuello, hasta los pechos que había visto marcados por el suéter.
La adrenalina del encuentro cercano con muerte se había acumulado en su polla, y estaba tan duro como un garrote. Había querido montarla, entrar ella y follarla, más de lo que quería seguir respirado.
Era un pensamiento tentador, pero peligroso como el infierno. No estaban en una playa soleada, estaban en verdadero peligro de morirse de frío.
Así que había dejado un beso en la parte superior de su cabeza tan ligero que ella no podía sentirlo, y luego la había dejado ir, para concentrarse en llevarlos a Greenbriars de forma segura.
Pero ahora... Ahora que estaba en una cálida, y húmeda cabina que olía a _____(tn) , su mente perdió el control. Se imaginó chupándole la lengua en esa hermosa boca, su nariz arriba contra de su piel, el perfume de rosas llenando su cabeza. Mordiendo sus labios, instándola más cerca, todavía más cerca. Deslizando su mano a lo largo de ese largo y blanco cuello.
Nicholas baja lo mirada sobre sí mismo y gimió ante su gigantesca y dolorosa erección, roja e hinchada, dura como una roca. Más dura que en el coche.
Sabía porque tenía una erección que no se quitaba.
Parte de ello era que no había tenido relaciones sexuales en casi seis meses. Afganistán era lo más cercano a una zona-no-sexual que alguna vez había existido en la tierra. Después de Afganistán había pasado un mes al lado de la cama de su padre, luego en África, limpiando lo ensuciado por Vince Deaver. Cierto, seis meses eran mucho tiempo para que él pasara sin sexo, pero lo había hecho antes, en misiones largas.
Parte de ello era la reacción masculina para sobrevivir al peligro. O la suya, de cualquier manera. Ocurría cada vez que sobrevivía a un tiroteo. Su polla se alzaba celebrando la vida y dando gracias de no estar dos metros por debajo.
Cuando podía, después del combate, Nicholas iba a la caza de una mujer para aliviarse, y cuando no podía, su puño trabajaba bastante bien.
Él y _____(tn) habían estado en tanto peligro como si hubieran estado en una misión en el centro de la Bagdad.
No le había dicho nada - _____(tn) había estado enloquecida de miedo tal y como estaba — pero habían estado cerca de haber muerto allí fuera en la calle. Mientras luchaba con la rueda de su coche, la parte de su mente que siempre estaba en calma y pensando en el siguiente paso sin importar que emergencia hubiera, había apreciado la ironía.
Nicholas había sobrevivido a lo peor que la vida podría lanzarle, una y otra vez. Había burlado a la muerte mil veces mientras esperaba a _____(tn). Estar aplastado debajo de las ruedas de un camión después de encontrarla otra vez, definitivamente se supeditaría a la categoría de "las cagadas ocurren".
Pero esas razones no explicaban en realidad porque tenía tal erección.
Lo que le había puesto así era estar en la misma casa que _____(tn) , haber hablado con ella, tocado, sujetado entre sus brazos — eso era lo que hacía que tuviese su polla hinchada y llorando. Después de que tantos años en los que ella había atormentado sus sueños, finalmente estaba con ella, y estaba asustado como el infierno.
No. Lo. Jodas. Se dijo a sí mismo.
No podía contar las noches en las que descansando sobre un catre duro y frío su cara había nadaba frente a él. Al principio, se había avergonzado de hacerse una paja pensando en ella, pero resultaba que no importaba con cuantas mujeres estuviera, ella era la única que podía excitarlo simplemente pensando en ella.
A Nicholas le gustaban las mujeres. Le gustaba la forma en que olían, la suavidad de su piel, sus voces. También le gustaba el sexo. Era gentil con sus parejas sexuales, incluso si era una función de una sola noche, lo que resultaban ser la mayoría de sus encuentros. Un poco de estimulación preliminar, durante un rato, luego fuera, y entonces levantarse e irse. Oh, él tenía resistencia, ese no era el problema. El problema era que no podía recordar mucho acerca de la mujer después de salir por la puerta.
Recordaba todo sobre _____(tn) . Todo. Cómo estaba con el pelo en una cola de caballo, o suelto alrededor de los hombros. Recordaba cada artículo de ropa con la que alguna vez la había visto y cada expresión que alguna vez había tenido. Recordaba cada palabra que alguna vez le había dicho. Todo estaba quemando en su mente y probablemente sería necesario un disparo en la cabeza para deshacerse de todo eso.
Así que naturalmente, cuando extendió su mano hacia su polla para descargar un poco de tensión, una mujer cualquiera, con una cabeza, dos tetas, cuatro extremidades y un coño simplemente no funcionaria. _____(tn) flotaba en su cabeza en estos momentos y había dejado de lucha para no dejarla entrar hacía mucho tiempo.
Ahora había algo más, algo inesperado. Resultaba que la _____(tn) con la que había fantaseado durante doce años se había ido, desvanecida con los años. La bella chica había sido reemplazada por una mujer aun más bella, madura, despampanante, inteligente y con clase, una mujer que vestía la tristeza como un sudario, completamente irresistible.
La niña había sido muy bonita, como un millón de otras niñas de clase alta, con una alegre sonrisa que mostraba diez mil dólares de ortodoncia y vistiendo ropa valorada en mil dólares. Se bañaba regularmente y tenía a alguien que lavaba y planchaba sus ropas. Montones de chicas en esas condiciones parecían bonitas.
La mujer en que se había convertido, sin embargo, le quitaba el aliento. Era como una triste princesa que anhelaba su reino perdido.
Nicholas recordaba cada segundo que había estado en sus brazos mientras extendía su mano hacia sí mismo, dando una y larga caria experimental.
La erección tenía que irse, ahora mismo. No había manera de que bajara a cenar en esa condición, le patearía sin rodeos. Por favor Dios mío, pensó, déjeme pasar la tarde sin hacerme sentir vergüenza.
Para asegurarse realmente de que su polla se quedaba abajo, debería colocarse en la ducha bajo el agua fría y masturbarse un par de veces, justo para deshacerse de la excitación feroz y hormigueante que sentía. Sentía un picor en la piel por el deseo de tocarla de nuevo, esta vez no solo para confortarla y no vestidos para el clima frío con capas de ropa entre su piel y la de ella.
No, él quería tocarla y ver si podía hacer que esa suave piel marfil se volviera rosa de deseo. Quería ver como ocurría, ver el rubor cubrir sus pechos, mientras los besaba. Quería tocar su sexo, sentir como hacía que se mojara, lista para él.
_____(tn) estaba abajo, ahora mismo. Esperándolo. No era un recuerdo, una fotografía o una imagen en su cabeza. Era una mujer de carne y hueso, más hermosa incluso que en sus sueños y estaba abajo cocinando para él.
La vería todos los días, tanto como quisiera. Era imposible pensar que no la metería en su cama. Su polla se hinchó aun más con ese pensamiento.
Su puño estaba trabajando duro ahora, bombeando, mientras las imágenes de una _____(tn) desnuda estirada en la cama solo para él, le llenaban la cabeza. Quería saber qué sonidos hacia cuando estaba excitada, sentir sus tacones y uñas clavándose en su espalda, sentir su coño tirando mientras la acariciaba por dentro…
Todo era mucho más intenso ahora que la había visto otra vez, que la había sentido, olido. Ahora que tenía muchos más apotreres sensoriales mientras imaginaba fallándola, fuerte. Por horas.
Si estuviera aquí en ese mismo momento, la metería en la ducha, besándola por todas partes para empezar en el húmedo calor, preparándola. Entrando en ella con sus dedos primero, oh tan suavemente. Él era grande, y tenía que prepararla para él. La quería mojada, suave y accesible para él. Cuando su mano le dijera que estaba lista, la levantaría, sujetaría sus piernas separadas, comenzaría a empujar dentro de ella...
Algunas veces Nicholas tardaba mucho tiempo en llegar al clímax pero estaba semi-excitado desde que la había visto, y cuando imaginó que entraba en ella, separando sus tejidos con su polla, gimió.
La imagen llenó su cabeza de un calor insoportable — dos de ellos en la cabina de esencia de rosas bajo el agua martilleante, mientras bombeaba dentro de ella. Lo podía ver, casi podía sentir su suavidad contra él, y eso hizo que se fuera.
Agujas candentes pinchaban su columna vertebral, y empezaron a salir a chorros violentamente, sus caderas tirando al mismo tiempo que su puño. Se fue y se fue, apoyándose con una mano contra el compartimento de la ducha, hasta que se rodillas estuvieron débiles y sintiéndose como se hubiese vaciado cada onza de humedad de su cuerpo.
Se observó a sí mismo, la cabeza roja, enormemente hinchada de su polla emergiendo de su puño, corriéndose en grandes chorros contra la cabina de vidrio, desapareciendo instantáneamente por el agua que bajaba por los costados. Le dolían los pulmones, su piel se demasiado ajustada, su cabeza era un globo que podía explotar en cualquier momento.
Por un momento, el clímax arrasó todos los pensamientos de su mente mientras quedaba reducido a sus sentidos animales. Después de correrse, generalmente estaba relajado y fresco un poco como hacer una carrera buena y sudorosa.
El sexo era un ejercicio físico agradable con un resultado más agradable al final.
Nada como esto. Se sentía como morir como si todo lo que había salido de su polla, lo hubiese dejado débil y desorientado.
Sin embargo, tan grande como fue su orgasmo, no fue suficiente. Cuando las rodillas de Nicholas pudieron sostenerlo de nuevo y salió de la ducha, estaba todavía semi-erecto, todavía queriéndola. Cada celda en su cuerpo estaba excitada, maldito fuera, preparado para la mujer de abajo. Se miro con repugnancia, una gran bandera hondeando a media asta.
Su polla estaba tan sensibilizada, el aire más fresco del cuarto de baño fuera del compartimento de la ducha parecía helado en su piel. Echaba de menos el calor, la fantasía de que su puño era el coño de _____(tn).
Ante ese pensamiento, su polla volvió a subir, de regreso a una erección completa.
Joder.
¿Cómo podía bajar en este estado? Bien, la única cosa que podía hacer era ponerse un cinturón de castidad. O sus vaqueros negros más ajustados, lo que era lo mismo. Una erección no tendría sitio al que ir en esos vaqueros, lo sabía por dolorosa experiencia. Si empezara a hincharse, su polla chocaría con el tieso tejido de los vaqueros, y el dolor haría que disminuyera de nuevo. Ese era el plan, de cualquier modo. Esperaba que surtiese efecto.
No podía permanecer en la ducha para siempre, masturbándose hasta que no quedara nada en él. Le llevaría toda la noche y probablemente todo el día de mañana.
Nicholas abrió su bolsa y sacó todas sus ropas. No había mucha, porque había tenido que viajar ligero de equipaje. La única ropa limpia que había dejado eran un par de sudaderas, los vaqueros negros y un suéter negro de cuello alto. Ni siquiera se le había ocurrido empacar un par de zapatos adicionales, por lo que las botas tendrían que valer. El lunes compraría algunas cosas.
Volcó en la cama los últimos artículos de la bolsa. Cincuenta mil dólares en diez paquetes de $5,000 cada uno.
Su juego de herramientas. Otra Glock con cinco recamaras de municiones, y una bolsa de tela. Afortunadamente, todavía tenía su pase de seguridad, así había sido capaz de verificar sus armas en el aeropuerto.
Sacó un pequeño destornillador de su juego de herramientas y comprobó el zócalo hasta que encontró un conducto de ventilación cerca de la cómoda. Doblándose, hizo una comprobación. Perfecto. Diminutas escamas de óxido manchaban los cuatro tornillos que sujetaban la reja de ventilación a la placa de metal de la pared. La rejilla no había sido retirada en años a juzgar por la acumulación de hollín y oxidación. Destornillar el respiradero llevo tiempo y un poco de músculo, pero al final tuvo los tornillos alineados en el suelo y la rejilla también.
Comprobó su reloj de pulsera mientras ponía los artículos de la bolsa lo suficientemente al fondo del respiradero para que no salieran a la vista incluso si estuvieras buscando algo. No tenía ni idea de quien limpiaba las habitaciones, si era _____(tn) o una mujer de la limpieza, pero no quería que encontraran la Glock por casualidad, o las municiones, o ¡Jesús! el contenido de la bolsa de tela. Deberían estar suficientemente seguros en el tubo de acero. Sería solamente hasta el lunes.
El lunes abriría una cuenta corriente, depositaría el dinero en efectivo y el cheque de ocho millones de dólares y registraría una caja de seguridad para el contenido de la bolsa de tela.
Comprobó su reloj 7:25. Llegaba a tiempo para la cena.
Una última cosa. Agachándose, abrió la bolsa de tela y vació su contenido sobre el suelo de madera dura, las piedras irregulares y romas, sonaban mientras fluían como un torrente.
Nicholas estudió el montón irregular. Excepto por su extraño brillo cuando la luz captaba las facetas naturales, las rocas podrían haber sido guijarros del cauce de un río.
En lugar de eso, miraba al menos 20 millones de dólares en diamantes en bruto.
Sabía que las piedras que estaba mirando representaban sufrimiento humano a una escala inimaginable. Habían sido extraídos de la cantera por hombres esclavos y niños que trabajaban bajo el sol tropical desde la primera luz hasta la oscuridad total, por una taza de arroz y que eran inmediatamente baleados en la parte de atrás de la cabeza cuando se volvían demasiado débiles para trabajar. Un país entero se estaba rompiendo debido a pedruscos romos como esos, más de ochenta mil personas habían sido asesinadas en los últimos años en Sierra Leona. Los demás, incontables, habían tenido sus manos, labios y orejas cortadas por drogados bebés soldados que peleaban en el Ejército Revolucionario.
Vince Deaver y sus hombres habían estado dispuestos a masacrar un pueblo entero de mujeres y niños por ellas.
No era de extrañar que los llamaran diamantes de sangre.
Era un milagro que ninguna de las piedras rezumara sangre. Pero no, eran tan neutrales como inertes eran solo piedras, por un jodido motivo. Solo piedras.
Nicholas miró hacia abajo, al montón de personas que estaban dispuestas a matar y morir por ellas, e hizo un
pequeño ruido de repugnancia antes de devolverlos a la bolsa. Veinte millones de dólares de dolor, sufriendo y miseria.
Homicidio, violación, desmembramiento, eso era lo que los diamantes representaban.
Los había cogido simplemente porque no había nadie más vivo en el pueblo vivo a quien dárselos, se habría matado a sí mismo antes que dejar que Deaver los tuviera.
Nicholas puso la bolsa detrás del dinero, la Glock y las municiones, luego cuidadosamente atornilló la rejilla de nuevo sobre la placa, pensando en la locura que era que la gente estuviera dispuesta a matar y a morir por una bolsa llena de piedras.
Se levantó y se abrió paso rápidamente bajando dos tramos de escalera hacia algo cálido vivo y hermoso. Algo por lo que definitivamente valía la pena matar o morir.
Listo, capi más! :)
Quien le quiere ayudar al Nicho! (?
JAJAJJA Gracias por sus comentarios!
ya saben son las mejores del mundo mudial! ;)
las quiero mil8mil!;* :(L):
Las leo mañana! :D
Lu wH!;*
XOXO
Quien le quiere ayudar al Nicho! (?
JAJAJJA Gracias por sus comentarios!
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las quiero mil8mil!;* :(L):
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HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
yooo yo quiero ayudarlo!!!
Nick es tan sddfgghjk
Pobrecito necesita ayuda :¬w¬:
Aqui estoy yo llamame :twisted:
Siguela!!!
Nick es tan sddfgghjk
Pobrecito necesita ayuda :¬w¬:
Aqui estoy yo llamame :twisted:
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
hahhaaha necesita ayuda chicas hagan fila....
pobrecitooooo
hhahah nos leemos mañana
xoxo
pobrecitooooo
hhahah nos leemos mañana
xoxo
Belencita
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
OOOOHHHHH!!!!
NIIICCKK SI NECESITAAAS AYUDAAA LLAAAAMAAA!!!
JAJAJAJAJAJAJA
AAAII LO QUE LE HACE ____ AL POBREEEEE!!!
.......
BUENO SABEMOOSSS QUE LAS PERSONAAASS SON AMBISIOSAS!!!.. POR ESO EXISTE L MAAAALLDAAADDD!!!
PEROO OJALA QUE TODOS ENTRARAMOS EN RAAZOOONNN!!!
PARA EVITAR EL SUFRIMIRNTOOO!!!!
HEEEYY NIICCKK YO TE APOYOOO!!
NIIICCKK SI NECESITAAAS AYUDAAA LLAAAAMAAA!!!
JAJAJAJAJAJAJA
AAAII LO QUE LE HACE ____ AL POBREEEEE!!!
.......
BUENO SABEMOOSSS QUE LAS PERSONAAASS SON AMBISIOSAS!!!.. POR ESO EXISTE L MAAAALLDAAADDD!!!
PEROO OJALA QUE TODOS ENTRARAMOS EN RAAZOOONNN!!!
PARA EVITAR EL SUFRIMIRNTOOO!!!!
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chelis
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
aranzhitha escribió:yooo yo quiero ayudarlo!!!
Nick es tan sddfgghjk
Pobrecito necesita ayuda :¬w¬:
Aqui estoy yo llamame :twisted:
Siguela!!!
JAJAJJA, una más a la fila! :)
Siii es :twisted:
ya la sigo! :D
X
Siii es :twisted:
ya la sigo! :D
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
Belencita escribió:hahhaaha necesita ayuda chicas hagan fila....
pobrecitooooo
hhahah nos leemos mañana
xoxo
JAJAJAJ uuuuu si te dijera hasta donde llega la cola.....
xD
ya la sigo! :D
X
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ya la sigo! :D
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HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
chelis escribió:OOOOHHHHH!!!!
NIIICCKK SI NECESITAAAS AYUDAAA LLAAAAMAAA!!!
JAJAJAJAJAJAJA
AAAII LO QUE LE HACE ____ AL POBREEEEE!!!
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BUENO SABEMOOSSS QUE LAS PERSONAAASS SON AMBISIOSAS!!!.. POR ESO EXISTE L MAAAALLDAAADDD!!!
PEROO OJALA QUE TODOS ENTRARAMOS EN RAAZOOONNN!!!
PARA EVITAR EL SUFRIMIRNTOOO!!!!
HEEEYY NIICCKK YO TE APOYOOO!!
JAJAJJA sii, hay mucha ayuda de donde escoger! ;) :twisted:
si, es muy cierto, la ambición es muy fea! u___u
nos estamos leyendo! :D
X
si, es muy cierto, la ambición es muy fea! u___u
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HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
• CAPITULO 3 (PARTE 2) •
Campamento de la Misión de Observación de las Naciones Unidas.
Cerca de Obuja, Sierra Leona.
Navidad.
4:58 P.M.
Su nombre era Axel y era el nuevo mejor amigo de Vince Deaver.
Axel era finlandés, amaba los ordenadores, el Jazz Americano, echaba de menos a su prometida Maja de vuelta en Helsinki y odiaba África y todo lo conectado con ella. Lo mejor de todo, era rubio, cinco diez, pesaba cerca de 77 kilos, justo como yo, pensaba Deaver con satisfacción.
Axel siempre pasaba de visita para verle en el pequeño centro de detención del UNOMSIL cuando salía de la guardia a las 1700 horas. A las 1703, Deaver podía contar con que el bueno de Axel pasase, puntual como el mecanismo de un reloj.
El centro de detención era un chiste en sí mismo. Deaver podría haberse escapado en cualquier momento de los últimos tres días. Su abuela podría escapar usando su dentadura y una horquilla. Las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU no estaban en el negocio de los prisioneros, y saltaba a la vista.
Deaver necesitaba más que una forma de escapar del centro de detención, necesitaba salir del campamento y de Sierra Leona si quería recuperar sus diamantes. El bueno de Axel era su boleto de salida.
Estaba oscuro dentro del centro de detención. La electricidad era intermitente, el aire acondicionado funcionaba esporádicamente, así que las contraventanas y la puerta se mantenían cerradas contra el calor abrasador del sol tropical, intenso incluso en diciembre.
Deaver se aseguró de que las luces estuvieran apagadas durante el día, incluso cuando las contraventanas mantenían el cuarto en penumbra. Axel tendría que acostumbrarse a una habitación oscura.
Deaver comprobó su reloj. La esfera luminosa mostraba 1700 horas, en punto.
Axel sería puntual. Deaver lo había estudiado de la misma forma que un entomólogo estudiaba a los insectos.
Sabía cómo Axel reaccionaba a los estímulos, y había trabajado en su plan hasta el último detalle. El Ejército le había entrenado bien.
17:01.
Deaver salto arriba y abajo para asegurarse de que nada sonara o tintineara y se dio palmaditas a sí mismo.
Habría un momento en el que tendría que moverse rápida y silenciosamente. Más de un soldado había muerto debido a que un cuchillo tintineaba contra la hebilla del cinturón y delató su posición.
Comprobó sus bolsillos, sus botas y flexionó los brazos. Había sido apresado hacia tres días y sus músculos estaban rígidos. Estaba acostumbrado a duros entrenamientos, y el confinamiento no le iba bien.
Ni el pensamiento de ser extraditado de regreso a casa para ser juzgado por asesino en masa.
Cuando Deaver finalmente cogiera a Nicholas Jonas , no sólo iba a recuperar sus diamantes, sino que iba a hacer que el carbón estuviera muy, muy arrepentido por haber interferido, antes de volar su jodida cabeza.
Deaver había pasado un par de agradables horas la pasada noche imaginando a Nicholas atado a una silla mientras usaba su cuchillo.
Deaver era muy bueno con su cuchillo.
17:02.
Volvió a revisar su plan, lo examinó rápidamente por milésima vez. Aproximadamente el 90 por ciento de una buen
hacer como soldado era la planificación y la preparación. El plan era bueno y estaba preparado.
Giro su espalda hacia la puerta.
17:03.
La puerta se abrió de par en par, y Axel entró, un buen soldado finlandés de los pues a la cabeza. Sus ropas de trabajo estaban limpias y recién planchadas. El casco azul pálido de la ONU que era una atracción, prácticamente un faro, para los francotiradores del mundo estaba firmemente sobre su cabeza.
—Hola, Mr. Deaver —dijo Axel. Su inglés era excelente—. ¿Cómo está usted hoy?
La luz de la puerta abierta llenó la habitación. Debido a que su espalda estaba hacia la puerta, los ojos de Deaver pudieron acomodarse rápidamente a la luz que entraba a raudales en el cuarto desde atrás. Pasar de la oscuridad a la luz tropical podía cegar a un hombre durante unos minutos.
—Hola, Axel. Cierre esa puerta, ¿vale?
—Por supuesto. — Deaver oyó el chasquido de la puerta al cerrarse y se dio la vuelta. A estas alturas, Axel se había acostumbrado a lo que consideraba el fetiche de Deaver por la oscuridad.
El piso de barrotes del cielo raso dividía la choza por la mitad. Deaver consideraba su celda una ofensa personal.
Los barrotes estaban colocadas en las tablas de madera con holgura y sujetadas con tornillos al techo de estuco. La cerradura era un chiste que se vendría abajo si se soplaba demasiado fuerte. ¿Qué infiernos les hizo pensar que una celda así podría retener a un hombre como él?
El problema no era salir, el problema era qué hacer después. Estaban a aproximadamente veinte millas del Sele River. Incluso si pudiese atravesar la selva hacia el río, necesitaría robar un bote e ir en coche hasta Freetown.
Le llevaría al menos tres días. Todo el mundo sabía que sólo había un sitio al que escapar, y ese era Freetown.
Para cuando él consiguiera llegar a la capital, Freetown o peor, al aeropuerto de Lungi, estaría plagado de tropas de la ONU con una foto suya en las manos, muriéndose por capturar al renegado americano.
Así que tenía que asegurarse de que nadie le estaría buscando. Necesitaba un cuerpo que se pareciese tanto a
Vincent Deaver que pudieran enterrarlo.
Axel era simpático con él, lo había dejado claro. Axel amaba América y su ordenada alma finlandesa se había horrorizado frente a lo que había visto en su viaje de servicio de dos años por África Central. "El infierno en la tierra," lo llamó.
Axel había dejado claro más de una vez que pensaba que era una ridícula pérdida de tiempo y de esfuerzo mantener a Deaver en detención.
Estaba en lo correcto, por supuesto. Esta parte del mundo había estado en un alboroto durante quince años, tribu contra tribu, con masacres diarias brutalmente feroces. En la escala del Ejercito Revolucionario, lo que
Deaver había hecho era el equivalente a una bofetada en la cara.
Así que Axel estaba definitivamente de su parte. Deaver incluso había pensado en sobornarle por los documentos de viaje. Podría haber funcionado, pero necesitaba otras cosas de Axel, además de documentos.
Su cuerpo.
Lástima, porque le gustaba el tipo. ¿Pero qué puedes hacer?
—Feliz Navidad, Axel.
La cabeza de Axel se giró hacia la fuente de su voz. Deaver estaba sentado sobre su catre, con las piernas extendidas, los antebrazos en las rodillas y las manos agarradas. Completa y totalmente poco amenazador.
Los ojos de Axel se ajustarían lentamente al oscuro cobertizo después de la brillante luz tropical de afuera.
El cuerpo de Deaver era una estatua que lentamente tomaba forma, como una película en la que se desarrollaba una vista panorámica.
—Feliz Navidad, Vince. Vine a despedirme.
Axel caminó hacia Deaver y envolvió las manos alrededor de los barrotes.
Deaver dejó que su borrascoso suspiro llenara el cuarto. Levantó la cabeza. A estas alturas, Axel ya podría ser capaz de distinguir sus movimientos.
—Hombre, oh hombre, voy a extrañarte. Echare de menos nuestras charlas. Estoy contento de que vayas a estar fuera de este agujero de mierda y con Maja.
—Oh, sí.
De manera previsible, la cara de Axel se arrugó con una sonrisa ante la mención de su novia. Estaba programado que Axel saliera esa tarde a una rotación de dos meses de regreso a Finlandia. Ni siquiera había tratado de esconder lo contento que estaría de salir de África y regresar a su ordenador, a la nieve y a Maja, probablemente en ese orden.
Axel levantó un taburete y retiró un pequeño juego de ajedrez de viaje magnético. Habían pasado los últimos tres días jugando a través de los barrotes. Deaver le había dejando ganar dos partidas de tres.
—Oye, —dijo Deaver, adoptando una expresión tímida y consternada. — Has sido realmente bueno conmigo, aquí ¿sabes?— Puso un poco de Flosksiness en su voz, sólo dos tíos parloteando en una tarde perezosa.
—Y estuve pensando, que contigo yéndote de vuelta a casa durante un tiempo y demás, me gustaría darte algo.
Te lo debo de verdad, hombre. Tengo algo para que se lo des a Maja. Ya sabes, como un regalo de Navidad.
Apuesto a que usted no compraste nada para ella.
Bingo. Axel agachó la cabeza. No había nada más que jungla en un radio de cien millas. Selva, soldados, sangre y sufrimiento. Nada que quisiera una mujer finlandesa.
Deaver estaba parado y camino hacia las barrotes, doblando los dedos para acercar a Axel. Curioso, Axel, se paro contra los barrotes. Aunque estaban separados por los barrotes, estaban lo suficientemente cerca para sentir el aliento del otro.
—Tengo algo realmente especial para Maja. Algo que le gustará… mucho. —
Se permitió sonreír.
—Algo brillante. Algo que gusta a todas las mujeres. — Se encogió de hombros y guiñó un ojo, de hombre a hombre. — No me servirá de mucho a aquí dentro. Tú podrías conseguirle mejor un uso fuera de aquí, ¿sabes lo que quiero decir?
Axel asintió con la cabeza ansiosamente.
Deaver sabía que todos en el campamento UNOMSIL asumía que él tenía los diamantes. O mejor dicho, ya que había sido registrado de arriba abajo, que sabía dónde estaban los diamantes.
Ojalá. Era una jodida fortuna. Suficiente dinero para mantenerle feliz durante el resto de su vida, dondequiera que quisiera asentarse.
Lejos de África, lejos de Afganistán de Uzbekistan de Kazakhstan y de todos los jodidos stands. Lejos de Irak, lejos de todos los lugares de mierda con niños explotándose simplemente por el placer de destriparte mientras lo hacían ellos y mujeres que escondían granadas bajo sus burkas y hombres dispuestos a dispararte por tus empastes.
No más.
No más niños de doce años drogados con ganja o vino de palma acarreando AK-47S que apenas podían levantar, con acceso a municiones ilimitadas y muriéndose por cazar al hombre blanco. No más IEDs al borde de la carretera, no más sanguijuelas, escorpiones o piojos, no más MREs , no mas dormir incomodo.
Había ganado ese dinero. Era malditamente suyo. Había estado soñando con un gran éxito durante años, y cuando había oído los rumores sobre un pueblo cuyos hombres se habían marchado todos a la guerra y que tenían millones de dólares en diamantes del conflicto escondidos en el suelo, instantáneamente había sabido lo que era Eso. Su gran oportunidad.
Nunca tendría que volver a servir como soldado, o incluso a trabajar en nada, nunca más. Nunca volvería a recibir órdenes, nunca haría nada aparte de los que malditamente le complaciera.
No más selvas, no más desiertos. No más pasar la noche al raso en primitivos campamentos sobre tierras pedregosas.
Deaver hizo planes de llevar una vida de lujos por el resto de su vida natural. Comprar una mansión en algún lugar agradable, en algún lugar soleado, en algún lugar OUTCONUS . En las Bahamas tal vez. O quizás en Monte Carlo.
¿Por qué no? Comprar una casa grande con piscina, sirvientes y montones de mujeres. No es que muchas mujeres bellas quisieran follar con un soldado, pero tan seguro como el infierno que se pondrían en fila de diez para follar con hombres ricos.
Podría saborearla, olerla, sentirla, esa nueva vida.
Y todo se había ido. Todos sus sueños de futuro, un futuro que había sudado y por el que había recibido balas, hecho polvo en un segundo por Nicholas Jonas .
Los puños de Deaver se apretaron con fuerza cuando recordó, con una rabia candente, ese momento en el que su futuro le fue arrebatado. Él y sus hombres habían abierto fuego contra el pueblo, debilitándolo. Con un cuchillo contra la garganta de la hija de una de las mujeres, y tenía la posición de los diamantes. Había entrado corriendo a la cabaña, encontrado la bolsa y corrido hacia sus hombres, quienes eliminaban a los aldeanos — no tenía ningún sentido dejar testigos atrás - cuando de repente, se oyeron cuatro disparos espaciados, seguidos por un repentino silencio.
Un francotirador, matando a sus hombres de un solo tiro, uno por uno.
En su prisa por ponerse seguro, la bolsa se resbalo de los dedos de Deaver mientras corría a la cabaña más cercana, saltar sobre los cadáveres en la escapada central. Se deslizó en la abertura y se dio la vuelta, con el rifle al hombro, y vio a un hombre de gran tamaño desaparecer en la jungla con sus diamantes.
Sabía que era inútil intentar seguirlo. Si Nicholas Jonas no quería ser encontrado, podía desaparecer como el humo.
Deaver había pasado las siguiente horas registrando de arriba abajo el pueblo, girando cuerpos, con la esperanza de que hubiese otro alijo de diamantes, pero para cuando había llegado a la conclusión de que no había nada más, los soldados de la ONU había rodeado el pueblo y le había tomado en custodia.
Por un momento el calor de la furia lo arrasó, haciendo polvo cualquier otro pensamiento excepto el que cazar a ese cabrón de Nicholas Jonas , recuperar sus diamantes y matar a Jonas con un cuchillo, tardando un par de días en hacerlo.
Nada de esto se mostraba en su cara. Agacho la cabeza y bajo la voz hasta conseguir un murmullo.
—Ven aquí dentro, Axel. Y le daré algo que hará que Maja se caiga de rodillas de gratitud.
—De acuerdo, Vince. — Aunque no había nadie más en la cabaña, Axel también bajo la voz. Como si estuvieran a punto de intercambiar confidencias.
El diácono se puso de pie y retrocedió lentamente.
—Ven dentro—. Su voz aun era baja. —Ya verás lo que tengo para ti. Para ella.
Axel ni siquiera vaciló. El diácono sabía que Axel pensaba en él como alguien muy parecido a sí mismo. Un agradable niño blanco envuelto en la locura que era África Occidental.
Axel abrió la puerta de la celda y entro dentro, siguiendo al Diácono, que había alcanzado su catre y alcanzado algo bajo el duro colchón. Una bolsa de tela con objetos suaves y redondeados que traqueteaban.
La respiración excitada de Axel era fuerte en el cuarto oscurecido.
El diácono sonrío.
—Maja va a amarlos. Ven y mira.
El diácono llegó hasta el catre para abrir repentinamente las contraventanas, inundando el cuarto con la severa luz. Axel estaba temporalmente ciego y permanecía ciego durante aproximadamente minuto y medio. Más que suficiente.
El diácono había cerrado sus ojos y dado la espalda a la ventana, y podía ver sólo bien.
Su mano cayó hacia su bota, donde rápida y silenciosamente copio una daga bastante delgada con un asa plegable que las tropas de la ONU ni siquiera habían notado. Había sido enérgicamente registrado de arriba abajo por los brazos antes de ser encerrado en el centro de detención, pero a nadie se le había ocurrido comprobar sus botas. O la hebilla de su cinturón con el mini revólver o el cable de garrote a lo largo del interior de su cinturón.
El garrote estaba fuera de cuestión. Deaver necesitaba las ropas de Axel intactas. Una lenta muerte por asfixia aflojaría su intestino y vejiga. Y una bala no lo haría — mancharía su uniforme de sangre.
Sólo había una forma de hacerlo.
Deaver dejó caer la bolsa en las manos de Axel. La bolsa se abrió bajo las ansiosas y torpes manos de Axel.
Cuando la balsa estuvo abierta, vertió su contenido sobre su mano. Tardo unos segundos en darse cuenta de que no sostenía diamantes, sino piedras. Su cabeza se levanto.
—¿Qué…? —empezó él. Fue su última palabra sobre la tierra. Deaver enganchó su brazo izquierdo alrededor del pecho de Axel y con el derecho deslizó el estilete que mantenía tan afilado como un bisturí en el tallo del cerebro. Eso detuvo inmediatamente todas sus funciones corporales. Axel pasó de ser sensible a ser una piedra en una décima de segundo.
Se desplomó en los brazos de Deaver, un cadáver de manera instantánea.
Deaver trabajó rápido.
En cinco minutos habían intercambiado ropas y zapatos. Axel guardaba su pasaporte y su billete de avión en su persona en todo momento. Le había dicho a Deaver que tenía miedo de que el personal de limpieza se lo robara.
La misión de paz de la ONU había sido demasiado para él. Bien, el bueno del viejo Axel salía de África, por así decirlo. De forma permanente.
Deaver levantó a Axel con una maniobra de bombero y se apresuró hacía la puerta. La abrió ligeramente y esperó un momento en el que no vio a nadie. Eran las 17:20, cerca de la hora de cenar, y el campamento estaba desierto. Cuándo Deaver estuvo seguro de que nadie lo vería, se deslizó fuera de la puerta y se abrió paso por la parte trasera.
El centro de detención daba a la selva. En el húmedo calor, Deaver se abrió paso cuidadosamente, desapareciendo inmediatamente en el denso follaje, dejando casi ningún rastro. Tuvo suerte. Si hubiese tenido que llevar a un hombre por los altos desiertos de Afganistán, la arena habría conservado sus huellas durante semanas.
En la selva, sus huellas se cubrirían en una hora.
Caminó hasta que sus instintos le dijeron que estaba más allá del punto natural de la patrulla y puso a Axel en el suelo.
Deaver lo miró, estirándolo sobre la espalda. Parecía tranquilo, como si estuviera tomando una siesta.
Deberías agradecérmelo, amigo, pensaba Deaver. Simplemente te di una gran muerte. La mejor.
Era una de las cosas que los soldados temían más que cualquier otra cosa — una mala muerte. Larga, prolongada, dolorosa. Los rebeldes de RA se especializaban en muertes rudas en las que un hombre podía tarda en morir quizás una hora después de cortar sus manos, después sus brazos, luego sus pies y finalmente su cabeza. A veces les llevaba a los niños-soldados diez intentos, separar la cabeza del cuerpo, esgrimiendo hachas de la mitad de su tamaño.
Deaver había visto a hombres tardar agónicas horas en morir después de haber sido disparados en los intestinos o tener sus tripas abiertas por una mina terrestre. Dos empleados de ENP habían sido mutilados hasta la muerte por un variopinto escuadrón de matones de la RA. Fue después recorre sus cuerpos con la mirada que Deacon juró conseguir autentico dinero y finalmente salir del negocio.
Ahí fue cuando oyó sobre los diamantes.
Axel había tenido sus propios miedos. Cuatro miembros de las fuerzas de la paz de las ONU, un pakistaní, un brasileño y un británico — habían sido encontrados torturados hasta la muerte el mes anterior, sus cuerpos habían sido desechados en el campamento de la ONU durante la noche como advertencia de no cruzarse con las tropas RA.
El médico forense dijo que habían sido violados repetidamente "con algo muy grande y de madera" luego los desollaron vivos. Axel le había contado todo esto con un estremecimiento, y Deaver se dio cuenta de que era su peor miedo.
A Axel nunca le ocurriría ahora. Se había ido de la misma manera que se apagaba una luz. Un momento estaba feliz pensando que iba a darle los diamantes a Maja, luego ¡bum! Luces fuera.
Un tipo afortunado.
Deaver iba a tener que mutilar su cuerpo, pero Axel ya estaba muerto. No le supondría ninguna diferencia.
Cuando una patrulla lo encontrara finalmente, tendrían que pensar que era el cuerpo de Deaver, que había caído en las manos de la RA. Deaver miró hacia abajo, estudiando el cuerpo. Cortar miembros era más difícil de lo que parecía, a menos que tuvieras un tocón y un hacha grande, lo que la mayoría de los estúpidos de la RA tenían.
Todo lo que Deaver tenía era su Kobun Tanto, pero lo mantenía tan afilado como un bisturí. Había preparado suficiente venado creciendo en Arkansas para saber cómo ocuparse de ello haciendo lo que tenía que hacer. Se inclinó, insertando la punta del cuchillo entre los tendones de la parte interior de la muñeca, y amputando rápidamente la mano derecha de Axel. La recogió y la arrojó lejos en la selva. Pudo oír un pequeño ruido sordo cuando cayó. En cinco minutos, la segunda mano estaba cortada y arrojada en dirección contraria, la sangre no coagulada formaba un arco rojo cuando volaba por los aires. Las manos serían comidas antes de anochecer.
Ahora venía la parte desagradable. Deaver se inclinó, y con la punta del cuchillo en la garganta y un rápido y duro movimiento, abrió a Axel desde el esternón hasta el hueso púbico. Hubo poca sangre pero los intestinos de Axel sobresalieron a través de la apertura. Con varias cuchilladas más, la piel de la cara de Axel colgaba en jirones.
El Ejército Revolucionario era conocido por sus drogados matones que adoraban torturar y mutilar a sus víctimas.
No habría duda en la mente de nadie sobre lo que había pasado. La historia de los diamantes era bien conocida.
Los soldados de la RA entraron a la fuerza en el campamento, secuestraron a Deaver, le torturaron por los diamantes, y dejaron que su cuerpo se pudriera en la selva.
Mientras Axel salía con destino a Finlandia y a Maja.
Deaver se enderezó y dio un paso atrás para admirar su trabajo. Los depredadores de la selva encontrarían el cuerpo tan pronto como partiera. No importaba cuando la patrulla de la ONU encontrara el cuerpo, lo que quedaría sería las ropas de Deaver, su cartera, pasaporte, la identificación de seguridad ENP y poco más. Sin manos y ni cara, lo único que podría identificar a Deaver era el ADN, lo que tendría que ser analizado de vuelta en Paris, si a alguien le importaba lo suficiente como para querer una identificación positiva.
Para cuando los resultados de los análisis de ADN estuvieran de vuelta, haría mucho tiempo que Deaver se habría ido, de vuelta en los Estados, siguiéndole la pista a Jonas para recuperar sus diamantes.
Sabía donde iría ese cabrón de Jonas . Deaver supo desde el momento en el que fijo sus ojos en Jonas , que era un problema. Hizo su trabajo para encontrar sus puntos débiles. El cabrón no tenía ninguno. No bebía, no se drogaba y no podría ser comprado. La única debilidad que Deaver pudo encontrar era una mujer. Una chica.
Jonas guardaba una foto y un recorte de prensa sobre ella, escondidas en un compartimiento secreto de su mochila. Deaver se las había arreglado para hacerles una fotocopia una vez, mientras Jonas estaba ausente.
Había observado a Jonas sacar la foto y mirarla fijamente, incesantemente.
Así que sabía dónde iba ese cabrón. De vuelta a esa perra con la que había fantaseado siempre, la que hacía que se le levantara.
Deaver la encontraría, oh sí. Los encontraría ambos y también a los diamantes. Sería un verdadero placer matarlos antes de desaparecer otra vez, para siempre.
Cerca de Obuja, Sierra Leona.
Navidad.
4:58 P.M.
Su nombre era Axel y era el nuevo mejor amigo de Vince Deaver.
Axel era finlandés, amaba los ordenadores, el Jazz Americano, echaba de menos a su prometida Maja de vuelta en Helsinki y odiaba África y todo lo conectado con ella. Lo mejor de todo, era rubio, cinco diez, pesaba cerca de 77 kilos, justo como yo, pensaba Deaver con satisfacción.
Axel siempre pasaba de visita para verle en el pequeño centro de detención del UNOMSIL cuando salía de la guardia a las 1700 horas. A las 1703, Deaver podía contar con que el bueno de Axel pasase, puntual como el mecanismo de un reloj.
El centro de detención era un chiste en sí mismo. Deaver podría haberse escapado en cualquier momento de los últimos tres días. Su abuela podría escapar usando su dentadura y una horquilla. Las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU no estaban en el negocio de los prisioneros, y saltaba a la vista.
Deaver necesitaba más que una forma de escapar del centro de detención, necesitaba salir del campamento y de Sierra Leona si quería recuperar sus diamantes. El bueno de Axel era su boleto de salida.
Estaba oscuro dentro del centro de detención. La electricidad era intermitente, el aire acondicionado funcionaba esporádicamente, así que las contraventanas y la puerta se mantenían cerradas contra el calor abrasador del sol tropical, intenso incluso en diciembre.
Deaver se aseguró de que las luces estuvieran apagadas durante el día, incluso cuando las contraventanas mantenían el cuarto en penumbra. Axel tendría que acostumbrarse a una habitación oscura.
Deaver comprobó su reloj. La esfera luminosa mostraba 1700 horas, en punto.
Axel sería puntual. Deaver lo había estudiado de la misma forma que un entomólogo estudiaba a los insectos.
Sabía cómo Axel reaccionaba a los estímulos, y había trabajado en su plan hasta el último detalle. El Ejército le había entrenado bien.
17:01.
Deaver salto arriba y abajo para asegurarse de que nada sonara o tintineara y se dio palmaditas a sí mismo.
Habría un momento en el que tendría que moverse rápida y silenciosamente. Más de un soldado había muerto debido a que un cuchillo tintineaba contra la hebilla del cinturón y delató su posición.
Comprobó sus bolsillos, sus botas y flexionó los brazos. Había sido apresado hacia tres días y sus músculos estaban rígidos. Estaba acostumbrado a duros entrenamientos, y el confinamiento no le iba bien.
Ni el pensamiento de ser extraditado de regreso a casa para ser juzgado por asesino en masa.
Cuando Deaver finalmente cogiera a Nicholas Jonas , no sólo iba a recuperar sus diamantes, sino que iba a hacer que el carbón estuviera muy, muy arrepentido por haber interferido, antes de volar su jodida cabeza.
Deaver había pasado un par de agradables horas la pasada noche imaginando a Nicholas atado a una silla mientras usaba su cuchillo.
Deaver era muy bueno con su cuchillo.
17:02.
Volvió a revisar su plan, lo examinó rápidamente por milésima vez. Aproximadamente el 90 por ciento de una buen
hacer como soldado era la planificación y la preparación. El plan era bueno y estaba preparado.
Giro su espalda hacia la puerta.
17:03.
La puerta se abrió de par en par, y Axel entró, un buen soldado finlandés de los pues a la cabeza. Sus ropas de trabajo estaban limpias y recién planchadas. El casco azul pálido de la ONU que era una atracción, prácticamente un faro, para los francotiradores del mundo estaba firmemente sobre su cabeza.
—Hola, Mr. Deaver —dijo Axel. Su inglés era excelente—. ¿Cómo está usted hoy?
La luz de la puerta abierta llenó la habitación. Debido a que su espalda estaba hacia la puerta, los ojos de Deaver pudieron acomodarse rápidamente a la luz que entraba a raudales en el cuarto desde atrás. Pasar de la oscuridad a la luz tropical podía cegar a un hombre durante unos minutos.
—Hola, Axel. Cierre esa puerta, ¿vale?
—Por supuesto. — Deaver oyó el chasquido de la puerta al cerrarse y se dio la vuelta. A estas alturas, Axel se había acostumbrado a lo que consideraba el fetiche de Deaver por la oscuridad.
El piso de barrotes del cielo raso dividía la choza por la mitad. Deaver consideraba su celda una ofensa personal.
Los barrotes estaban colocadas en las tablas de madera con holgura y sujetadas con tornillos al techo de estuco. La cerradura era un chiste que se vendría abajo si se soplaba demasiado fuerte. ¿Qué infiernos les hizo pensar que una celda así podría retener a un hombre como él?
El problema no era salir, el problema era qué hacer después. Estaban a aproximadamente veinte millas del Sele River. Incluso si pudiese atravesar la selva hacia el río, necesitaría robar un bote e ir en coche hasta Freetown.
Le llevaría al menos tres días. Todo el mundo sabía que sólo había un sitio al que escapar, y ese era Freetown.
Para cuando él consiguiera llegar a la capital, Freetown o peor, al aeropuerto de Lungi, estaría plagado de tropas de la ONU con una foto suya en las manos, muriéndose por capturar al renegado americano.
Así que tenía que asegurarse de que nadie le estaría buscando. Necesitaba un cuerpo que se pareciese tanto a
Vincent Deaver que pudieran enterrarlo.
Axel era simpático con él, lo había dejado claro. Axel amaba América y su ordenada alma finlandesa se había horrorizado frente a lo que había visto en su viaje de servicio de dos años por África Central. "El infierno en la tierra," lo llamó.
Axel había dejado claro más de una vez que pensaba que era una ridícula pérdida de tiempo y de esfuerzo mantener a Deaver en detención.
Estaba en lo correcto, por supuesto. Esta parte del mundo había estado en un alboroto durante quince años, tribu contra tribu, con masacres diarias brutalmente feroces. En la escala del Ejercito Revolucionario, lo que
Deaver había hecho era el equivalente a una bofetada en la cara.
Así que Axel estaba definitivamente de su parte. Deaver incluso había pensado en sobornarle por los documentos de viaje. Podría haber funcionado, pero necesitaba otras cosas de Axel, además de documentos.
Su cuerpo.
Lástima, porque le gustaba el tipo. ¿Pero qué puedes hacer?
—Feliz Navidad, Axel.
La cabeza de Axel se giró hacia la fuente de su voz. Deaver estaba sentado sobre su catre, con las piernas extendidas, los antebrazos en las rodillas y las manos agarradas. Completa y totalmente poco amenazador.
Los ojos de Axel se ajustarían lentamente al oscuro cobertizo después de la brillante luz tropical de afuera.
El cuerpo de Deaver era una estatua que lentamente tomaba forma, como una película en la que se desarrollaba una vista panorámica.
—Feliz Navidad, Vince. Vine a despedirme.
Axel caminó hacia Deaver y envolvió las manos alrededor de los barrotes.
Deaver dejó que su borrascoso suspiro llenara el cuarto. Levantó la cabeza. A estas alturas, Axel ya podría ser capaz de distinguir sus movimientos.
—Hombre, oh hombre, voy a extrañarte. Echare de menos nuestras charlas. Estoy contento de que vayas a estar fuera de este agujero de mierda y con Maja.
—Oh, sí.
De manera previsible, la cara de Axel se arrugó con una sonrisa ante la mención de su novia. Estaba programado que Axel saliera esa tarde a una rotación de dos meses de regreso a Finlandia. Ni siquiera había tratado de esconder lo contento que estaría de salir de África y regresar a su ordenador, a la nieve y a Maja, probablemente en ese orden.
Axel levantó un taburete y retiró un pequeño juego de ajedrez de viaje magnético. Habían pasado los últimos tres días jugando a través de los barrotes. Deaver le había dejando ganar dos partidas de tres.
—Oye, —dijo Deaver, adoptando una expresión tímida y consternada. — Has sido realmente bueno conmigo, aquí ¿sabes?— Puso un poco de Flosksiness en su voz, sólo dos tíos parloteando en una tarde perezosa.
—Y estuve pensando, que contigo yéndote de vuelta a casa durante un tiempo y demás, me gustaría darte algo.
Te lo debo de verdad, hombre. Tengo algo para que se lo des a Maja. Ya sabes, como un regalo de Navidad.
Apuesto a que usted no compraste nada para ella.
Bingo. Axel agachó la cabeza. No había nada más que jungla en un radio de cien millas. Selva, soldados, sangre y sufrimiento. Nada que quisiera una mujer finlandesa.
Deaver estaba parado y camino hacia las barrotes, doblando los dedos para acercar a Axel. Curioso, Axel, se paro contra los barrotes. Aunque estaban separados por los barrotes, estaban lo suficientemente cerca para sentir el aliento del otro.
—Tengo algo realmente especial para Maja. Algo que le gustará… mucho. —
Se permitió sonreír.
—Algo brillante. Algo que gusta a todas las mujeres. — Se encogió de hombros y guiñó un ojo, de hombre a hombre. — No me servirá de mucho a aquí dentro. Tú podrías conseguirle mejor un uso fuera de aquí, ¿sabes lo que quiero decir?
Axel asintió con la cabeza ansiosamente.
Deaver sabía que todos en el campamento UNOMSIL asumía que él tenía los diamantes. O mejor dicho, ya que había sido registrado de arriba abajo, que sabía dónde estaban los diamantes.
Ojalá. Era una jodida fortuna. Suficiente dinero para mantenerle feliz durante el resto de su vida, dondequiera que quisiera asentarse.
Lejos de África, lejos de Afganistán de Uzbekistan de Kazakhstan y de todos los jodidos stands. Lejos de Irak, lejos de todos los lugares de mierda con niños explotándose simplemente por el placer de destriparte mientras lo hacían ellos y mujeres que escondían granadas bajo sus burkas y hombres dispuestos a dispararte por tus empastes.
No más.
No más niños de doce años drogados con ganja o vino de palma acarreando AK-47S que apenas podían levantar, con acceso a municiones ilimitadas y muriéndose por cazar al hombre blanco. No más IEDs al borde de la carretera, no más sanguijuelas, escorpiones o piojos, no más MREs , no mas dormir incomodo.
Había ganado ese dinero. Era malditamente suyo. Había estado soñando con un gran éxito durante años, y cuando había oído los rumores sobre un pueblo cuyos hombres se habían marchado todos a la guerra y que tenían millones de dólares en diamantes del conflicto escondidos en el suelo, instantáneamente había sabido lo que era Eso. Su gran oportunidad.
Nunca tendría que volver a servir como soldado, o incluso a trabajar en nada, nunca más. Nunca volvería a recibir órdenes, nunca haría nada aparte de los que malditamente le complaciera.
No más selvas, no más desiertos. No más pasar la noche al raso en primitivos campamentos sobre tierras pedregosas.
Deaver hizo planes de llevar una vida de lujos por el resto de su vida natural. Comprar una mansión en algún lugar agradable, en algún lugar soleado, en algún lugar OUTCONUS . En las Bahamas tal vez. O quizás en Monte Carlo.
¿Por qué no? Comprar una casa grande con piscina, sirvientes y montones de mujeres. No es que muchas mujeres bellas quisieran follar con un soldado, pero tan seguro como el infierno que se pondrían en fila de diez para follar con hombres ricos.
Podría saborearla, olerla, sentirla, esa nueva vida.
Y todo se había ido. Todos sus sueños de futuro, un futuro que había sudado y por el que había recibido balas, hecho polvo en un segundo por Nicholas Jonas .
Los puños de Deaver se apretaron con fuerza cuando recordó, con una rabia candente, ese momento en el que su futuro le fue arrebatado. Él y sus hombres habían abierto fuego contra el pueblo, debilitándolo. Con un cuchillo contra la garganta de la hija de una de las mujeres, y tenía la posición de los diamantes. Había entrado corriendo a la cabaña, encontrado la bolsa y corrido hacia sus hombres, quienes eliminaban a los aldeanos — no tenía ningún sentido dejar testigos atrás - cuando de repente, se oyeron cuatro disparos espaciados, seguidos por un repentino silencio.
Un francotirador, matando a sus hombres de un solo tiro, uno por uno.
En su prisa por ponerse seguro, la bolsa se resbalo de los dedos de Deaver mientras corría a la cabaña más cercana, saltar sobre los cadáveres en la escapada central. Se deslizó en la abertura y se dio la vuelta, con el rifle al hombro, y vio a un hombre de gran tamaño desaparecer en la jungla con sus diamantes.
Sabía que era inútil intentar seguirlo. Si Nicholas Jonas no quería ser encontrado, podía desaparecer como el humo.
Deaver había pasado las siguiente horas registrando de arriba abajo el pueblo, girando cuerpos, con la esperanza de que hubiese otro alijo de diamantes, pero para cuando había llegado a la conclusión de que no había nada más, los soldados de la ONU había rodeado el pueblo y le había tomado en custodia.
Por un momento el calor de la furia lo arrasó, haciendo polvo cualquier otro pensamiento excepto el que cazar a ese cabrón de Nicholas Jonas , recuperar sus diamantes y matar a Jonas con un cuchillo, tardando un par de días en hacerlo.
Nada de esto se mostraba en su cara. Agacho la cabeza y bajo la voz hasta conseguir un murmullo.
—Ven aquí dentro, Axel. Y le daré algo que hará que Maja se caiga de rodillas de gratitud.
—De acuerdo, Vince. — Aunque no había nadie más en la cabaña, Axel también bajo la voz. Como si estuvieran a punto de intercambiar confidencias.
El diácono se puso de pie y retrocedió lentamente.
—Ven dentro—. Su voz aun era baja. —Ya verás lo que tengo para ti. Para ella.
Axel ni siquiera vaciló. El diácono sabía que Axel pensaba en él como alguien muy parecido a sí mismo. Un agradable niño blanco envuelto en la locura que era África Occidental.
Axel abrió la puerta de la celda y entro dentro, siguiendo al Diácono, que había alcanzado su catre y alcanzado algo bajo el duro colchón. Una bolsa de tela con objetos suaves y redondeados que traqueteaban.
La respiración excitada de Axel era fuerte en el cuarto oscurecido.
El diácono sonrío.
—Maja va a amarlos. Ven y mira.
El diácono llegó hasta el catre para abrir repentinamente las contraventanas, inundando el cuarto con la severa luz. Axel estaba temporalmente ciego y permanecía ciego durante aproximadamente minuto y medio. Más que suficiente.
El diácono había cerrado sus ojos y dado la espalda a la ventana, y podía ver sólo bien.
Su mano cayó hacia su bota, donde rápida y silenciosamente copio una daga bastante delgada con un asa plegable que las tropas de la ONU ni siquiera habían notado. Había sido enérgicamente registrado de arriba abajo por los brazos antes de ser encerrado en el centro de detención, pero a nadie se le había ocurrido comprobar sus botas. O la hebilla de su cinturón con el mini revólver o el cable de garrote a lo largo del interior de su cinturón.
El garrote estaba fuera de cuestión. Deaver necesitaba las ropas de Axel intactas. Una lenta muerte por asfixia aflojaría su intestino y vejiga. Y una bala no lo haría — mancharía su uniforme de sangre.
Sólo había una forma de hacerlo.
Deaver dejó caer la bolsa en las manos de Axel. La bolsa se abrió bajo las ansiosas y torpes manos de Axel.
Cuando la balsa estuvo abierta, vertió su contenido sobre su mano. Tardo unos segundos en darse cuenta de que no sostenía diamantes, sino piedras. Su cabeza se levanto.
—¿Qué…? —empezó él. Fue su última palabra sobre la tierra. Deaver enganchó su brazo izquierdo alrededor del pecho de Axel y con el derecho deslizó el estilete que mantenía tan afilado como un bisturí en el tallo del cerebro. Eso detuvo inmediatamente todas sus funciones corporales. Axel pasó de ser sensible a ser una piedra en una décima de segundo.
Se desplomó en los brazos de Deaver, un cadáver de manera instantánea.
Deaver trabajó rápido.
En cinco minutos habían intercambiado ropas y zapatos. Axel guardaba su pasaporte y su billete de avión en su persona en todo momento. Le había dicho a Deaver que tenía miedo de que el personal de limpieza se lo robara.
La misión de paz de la ONU había sido demasiado para él. Bien, el bueno del viejo Axel salía de África, por así decirlo. De forma permanente.
Deaver levantó a Axel con una maniobra de bombero y se apresuró hacía la puerta. La abrió ligeramente y esperó un momento en el que no vio a nadie. Eran las 17:20, cerca de la hora de cenar, y el campamento estaba desierto. Cuándo Deaver estuvo seguro de que nadie lo vería, se deslizó fuera de la puerta y se abrió paso por la parte trasera.
El centro de detención daba a la selva. En el húmedo calor, Deaver se abrió paso cuidadosamente, desapareciendo inmediatamente en el denso follaje, dejando casi ningún rastro. Tuvo suerte. Si hubiese tenido que llevar a un hombre por los altos desiertos de Afganistán, la arena habría conservado sus huellas durante semanas.
En la selva, sus huellas se cubrirían en una hora.
Caminó hasta que sus instintos le dijeron que estaba más allá del punto natural de la patrulla y puso a Axel en el suelo.
Deaver lo miró, estirándolo sobre la espalda. Parecía tranquilo, como si estuviera tomando una siesta.
Deberías agradecérmelo, amigo, pensaba Deaver. Simplemente te di una gran muerte. La mejor.
Era una de las cosas que los soldados temían más que cualquier otra cosa — una mala muerte. Larga, prolongada, dolorosa. Los rebeldes de RA se especializaban en muertes rudas en las que un hombre podía tarda en morir quizás una hora después de cortar sus manos, después sus brazos, luego sus pies y finalmente su cabeza. A veces les llevaba a los niños-soldados diez intentos, separar la cabeza del cuerpo, esgrimiendo hachas de la mitad de su tamaño.
Deaver había visto a hombres tardar agónicas horas en morir después de haber sido disparados en los intestinos o tener sus tripas abiertas por una mina terrestre. Dos empleados de ENP habían sido mutilados hasta la muerte por un variopinto escuadrón de matones de la RA. Fue después recorre sus cuerpos con la mirada que Deacon juró conseguir autentico dinero y finalmente salir del negocio.
Ahí fue cuando oyó sobre los diamantes.
Axel había tenido sus propios miedos. Cuatro miembros de las fuerzas de la paz de las ONU, un pakistaní, un brasileño y un británico — habían sido encontrados torturados hasta la muerte el mes anterior, sus cuerpos habían sido desechados en el campamento de la ONU durante la noche como advertencia de no cruzarse con las tropas RA.
El médico forense dijo que habían sido violados repetidamente "con algo muy grande y de madera" luego los desollaron vivos. Axel le había contado todo esto con un estremecimiento, y Deaver se dio cuenta de que era su peor miedo.
A Axel nunca le ocurriría ahora. Se había ido de la misma manera que se apagaba una luz. Un momento estaba feliz pensando que iba a darle los diamantes a Maja, luego ¡bum! Luces fuera.
Un tipo afortunado.
Deaver iba a tener que mutilar su cuerpo, pero Axel ya estaba muerto. No le supondría ninguna diferencia.
Cuando una patrulla lo encontrara finalmente, tendrían que pensar que era el cuerpo de Deaver, que había caído en las manos de la RA. Deaver miró hacia abajo, estudiando el cuerpo. Cortar miembros era más difícil de lo que parecía, a menos que tuvieras un tocón y un hacha grande, lo que la mayoría de los estúpidos de la RA tenían.
Todo lo que Deaver tenía era su Kobun Tanto, pero lo mantenía tan afilado como un bisturí. Había preparado suficiente venado creciendo en Arkansas para saber cómo ocuparse de ello haciendo lo que tenía que hacer. Se inclinó, insertando la punta del cuchillo entre los tendones de la parte interior de la muñeca, y amputando rápidamente la mano derecha de Axel. La recogió y la arrojó lejos en la selva. Pudo oír un pequeño ruido sordo cuando cayó. En cinco minutos, la segunda mano estaba cortada y arrojada en dirección contraria, la sangre no coagulada formaba un arco rojo cuando volaba por los aires. Las manos serían comidas antes de anochecer.
Ahora venía la parte desagradable. Deaver se inclinó, y con la punta del cuchillo en la garganta y un rápido y duro movimiento, abrió a Axel desde el esternón hasta el hueso púbico. Hubo poca sangre pero los intestinos de Axel sobresalieron a través de la apertura. Con varias cuchilladas más, la piel de la cara de Axel colgaba en jirones.
El Ejército Revolucionario era conocido por sus drogados matones que adoraban torturar y mutilar a sus víctimas.
No habría duda en la mente de nadie sobre lo que había pasado. La historia de los diamantes era bien conocida.
Los soldados de la RA entraron a la fuerza en el campamento, secuestraron a Deaver, le torturaron por los diamantes, y dejaron que su cuerpo se pudriera en la selva.
Mientras Axel salía con destino a Finlandia y a Maja.
Deaver se enderezó y dio un paso atrás para admirar su trabajo. Los depredadores de la selva encontrarían el cuerpo tan pronto como partiera. No importaba cuando la patrulla de la ONU encontrara el cuerpo, lo que quedaría sería las ropas de Deaver, su cartera, pasaporte, la identificación de seguridad ENP y poco más. Sin manos y ni cara, lo único que podría identificar a Deaver era el ADN, lo que tendría que ser analizado de vuelta en Paris, si a alguien le importaba lo suficiente como para querer una identificación positiva.
Para cuando los resultados de los análisis de ADN estuvieran de vuelta, haría mucho tiempo que Deaver se habría ido, de vuelta en los Estados, siguiéndole la pista a Jonas para recuperar sus diamantes.
Sabía donde iría ese cabrón de Jonas . Deaver supo desde el momento en el que fijo sus ojos en Jonas , que era un problema. Hizo su trabajo para encontrar sus puntos débiles. El cabrón no tenía ninguno. No bebía, no se drogaba y no podría ser comprado. La única debilidad que Deaver pudo encontrar era una mujer. Una chica.
Jonas guardaba una foto y un recorte de prensa sobre ella, escondidas en un compartimiento secreto de su mochila. Deaver se las había arreglado para hacerles una fotocopia una vez, mientras Jonas estaba ausente.
Había observado a Jonas sacar la foto y mirarla fijamente, incesantemente.
Así que sabía dónde iba ese cabrón. De vuelta a esa perra con la que había fantaseado siempre, la que hacía que se le levantara.
Deaver la encontraría, oh sí. Los encontraría ambos y también a los diamantes. Sería un verdadero placer matarlos antes de desaparecer otra vez, para siempre.
Con ustedes el Malo! (? :caliente: :caliente2:
todos los reclamos ya saben a quien dárselos! xD JAJAJ
las leo después! :D
Gracias por el interes en la nove! ;)
Lu wH!;*
X
todos los reclamos ya saben a quien dárselos! xD JAJAJ
las leo después! :D
Gracias por el interes en la nove! ;)
Lu wH!;*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
ahh maldtito ripo traiciono al de la ONU
Y ahora va por mi Nicki :(
Siguela!!!
Y ahora va por mi Nicki :(
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh el malo pero maloooooooo malo malo llego
ahhhhhhh y sabe donde buscar
eso si es un GRAN problema
nos leemos pronto xoxo
ahhhhhhh y sabe donde buscar
eso si es un GRAN problema
nos leemos pronto xoxo
Belencita
Re: Un Amante Peligroso - NicholasJ&Tu - (Adaptación) TERMINADA!
La Duchaaaaaa :twisted:
gallo malo :enfadado:
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :love:
gallo malo :enfadado:
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :love:
Taescaab
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