Los Vengadores 2.0 {Novela Colectiva}

Ayer, después de que Fury nos hiciera limpiar la sala de entrenamientos, tuve una seria discusión con Jonathan y Tony sobre qué música era mejor: si el metal, o las malditas baladas románticas. Por supuesto, Jonathan había adoptado una postura de broma. Luego me encontraba tirada junto al refrigerador de la cocina general diciendo que yo era una persona maravillosa, que no merecía morir y con un bote de crema chantillí batida, con la mitad del contenido ya en mi estómago. También tenía puesta una faldita de bailarina y una remera rosada. Jonathan, quien me acompañaba tomando un jugo de naranja y me observaba como si estuviera loca para parecer inocente, me había apostado veinte dólares a que no lo hacía en frente de su mentor, Bruce, o más bien Hulk. El quería ver si se transformaba en el monstruo verde que parece ser. No lo hizo, pero me obligó a limpiar los restos de crema chantillí que había en el piso y a irme a dormir. Cuando lo hice, estaba saliendo el sol.

Froto mis ojos con mis dedos índice y pulgar, tratando de sacarles la pesadez. A pesar de mis intentos, no veo resultado. Me levanto de la dura cama y noto que tengo mis brazaletes aún puestos.

Saco unos jeans y una musculosa negra de una pila de ropa que ha aparecido casi mágicamente en mi cuarto ayer. Pero sin duda es mi armario completo. Saco mis plataformas y me las coloco; a pesar de que Tony me había dicho que entrenaríamos, no los necesitaré cuando me ponga mi armadura. La cual es genial, si puedo presumir. Y lo hago.

Salgo del pequeño cubículo blanco y tomo uno de los aros rojos de mi brazalete derecho. “Rojo, radiación. Cariño, ten cuidado con ello. Por ahora, solo los usarás para teñirte el cabello”. Esas habían sido las palabras textuales de mi padre cuando le pregunté la función de los rojos. Saco uno y lo paso por las puntas de mi cabello, que se vuelve de un color azul eléctrico. Mi padre también me había enseñado a manejar la capacidad de los aros con la mente para poder darles la función necesaria para lo—que—sea que esté atacando. O cambiando, no lo sé. Por ahora, parece que falta tiempo para que tenga que asesinar a alguien con ellos.

Me distraigo mientras muevo los brazos intentando que mis aros brillen. Me cuesta más que ayer cuando Jonathan me ayudó, por alguna extraña razón. Tengo que dar varios golpes hasta que apenas comienzan a brillar. Me rindo cuando siento los brazos contraídos de dolor. A pesar de mis esfuerzos, apenas sueltan algunos reflejos.

Tony aparece por los pasillos y me hace una seña para que lo siga, obviando el saludo de “buenos días”. Matt, si es que ese es su nombre, lo sigue con cara de exasperación y pocas ganas de estar cerca de él.

—¿A dónde vamos?—pregunto.

—Que mala memoria tienes. A desayunar—responde Tony.

—Discúlpame por no saberme los horarios, barbita.

—¿Mal humor por la limpieza, cariño?

—¿Hay alguna secta secreta de la que tú y Jonathan forman parte para llamarme cariño?


—Lindo cabello—susurra una voz chillona a mis espaldas.

Aqua pasa por mi lado y me sonríe mientras sigue caminando por el pasillo que guía al gimnasio. Veo que estamos llegando a una puerta de acero bastante ancha y alta. Cuando pasamos por ella, la mayoría se encuentra dentro del gimnasio. Todos tienen sus trajes. Tony nos dice que nos coloquemos los nuestros y yo me separo de Matt, buscando mi armadura. Lo hago, aunque se siente un poco incómodo. Observo como Jonathan está junto a Jason y Louis, que parece estar discutiendo con Kristen. Ella le lanza un cuchillo al blanco que está casi a su lado y él se pone histérico. Me acerco a ella después de que Fury la regañara. Al parecer, el hombre del parche ya se está cansando de todo esto de tener a dieciséis chicos dentro de la sede. Comenzamos a hablar hasta que a Jonathan se le ocurrió golpear el casco de mi armadura.

—La curiosidad mató al gato, Penhallow.

—¿Me estás llamando gato?

—No, te estoy llamando curioso muerto.

—Y gato.

—Bueno, puede ser que también te halla llamado gato.

Cuando una persona se acercó corriendo a Fury con el logo de S.H.I.E.L.D. estampado en su uniforme, me callo. Jonathan sigue molestándome mientras golpea la armadura. Le doy un codazo leve y se queda quieto.

—Señor,—le dice el hombre—Thanos ha interferido en el radio de comunicación.

Mientras intento que Jonathan deje de molestarme, me doy cuenta de que Thanos es la razón por la cual estamos aquí. Una corriente de adrenalina corre por mi cuerpo, carcomiendo mi estómago y contrayendo mis músculos. Cuando el rubio presiona algo, el casco se desplaza y me cubre la cabeza. Le doy otro golpe más fuerte y lo desplazo hacia atrás una vez más.

—¿Qué?—pregunta Fury, al parecer asombrado. Quizás algo asustado, no lo sé.

—Así es, Director Fury—dice una voz grave y vibrante, proveniente de todos los parlantes de la sala—. Tengo personas en la Tierra, las cuales me lo facilitaron.

¿Facilitar qué? ¿El interrumpir la comunicación? Y la otra cuestión sería simplemente, ¿Quién podría hacerlo?

—Llevenlos a la sala principal—indica Fury, refiriéndose a nosotros. Desactivo mi traje, que se encoje y parece doblarse en mil partes, entrando en el círculo de metal de mi pecho. Jonathan me observa, confundido.

—¿Qué sucede?—me susurra.

—No tengo idea. Solo… Vámonos. Rápido.

Comenzamos a caminar a un paso apresurado, Jonathan tocándose sus guantes y yo sin dejar de observarlo. Tiene una rapidez increíble, a juzgar de lo rápido que mueve sus dedos. Llegamos a una sala llena de computadores y agentes, que escuchan atentamente.

—Señor, el radio—le dice un agente a Fury.

—¿Qué quieres?—pregunta Fury, severo.

—Tus intentos son inútiles. ¿En serio pensaste que reclutando a una bola de mutantes podrías detenerme?—preguntó el tal Thanos. Mutantes; gran expresión, considerando que más de la mitad no lo somos.

—Habló el hombre violeta, pedazo de idiota—dice Jonathan, aunque nadie parece oírlo.

No es extraño que se concentren en el mensaje.

—No son mutantes—defende Fury—. Y vamos a detenerte.

—Como digas. Los humanos son tan ingenuos. Nadie me detendrá.

Parece una niña histérica. Si pudiera imaginármelo, creo que sería una versión rubia, con reflejos oscuros, maquillaje negro en los ojos y cadenas cayéndole a los costados de las caderas de si mismo.

—Pues lo haremos. Los Vengadores están preparados.

—¿Eso crees? Pues vamos a ver qué tan preparados están –dijo, y se fue.

—¿Qué quiso decir con eso de "vamos a ver qué tan preparados están"? —preguntó una voz femenina. Creo que Avalon.

—Supongo que pronto lo sabremos –digo, mientras una imagen mental se forma en mi cabeza acompañada de una palabra, trayéndome las ganas de salir volando de este lugar.

Peligro.