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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
:bounce: :bounce: :bounce: AAAAHH POR EL AMOR DE DIOS, SUBE CAPSS! :bounce: :bounce: :bounce:
jajaj hola soy nueva :hi:
me encanta esta novelaa!
lo pusiste rre tierno a Nick en este capitupo :arre: es un amor!
bueno, espero que subas preonto
bye
jajaj hola soy nueva :hi:
me encanta esta novelaa!
lo pusiste rre tierno a Nick en este capitupo :arre: es un amor!
bueno, espero que subas preonto
bye
Danu
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
YO ESPERO QE SII SEA PERMANENTE♥
AAAAAMO TU NOVELA!
AAAAAMO TU NOVELA!
Invitado
Invitado
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
Capítulo 13
Apenas habían pasado dos minutos cuando apareció el grupo que Nick predijera poco antes y que estaba integrado por el medico, lord Westcliff, la señora Peyton y Demi Bowman. Con los hombros reclinados contra la pared, Nick los observó con actitud escrutadora. Personalmente, encontraba muy divertida la obvia antipatía que existía entre Kevin y la señorita Bowman, cuya evidente y recíproca animosidad dejaba claro que había habido algo más que palabras entre ellos.
El médico era un anciano de aspecto respetable, que llevaba casi tres décadas atendiendo a Kevin y a sus parientes, los Marscherh. Tras clavar en Nick esos penetrantes ojos, hundidos en un rostro arrugado por la edad, el anciano preguntó con imperturbable tranquilidad:
—Señor Jonas, me han informado de que usted ayudó a la joven a llegar a su habitación. ¿Es eso cierto?
De manera concisa, Nick comenzó a describir al médico los síntomas y el estado de Roberta, si bien omitió que había sido él y no Selena, quien había descubierto las evidencias de la mordedura en el tobillo de la joven. La señora Peyton lo escuchaba con el rostro pálido por la angustia. Sin dejar de fruncir el ceño, lord Westcliff se inclinó para murmurar algo al oído de ésta, que asintió y le dio las gracias de modo distraído. Nick supuso que Kevin acababa de prometer a la mujer que su hija disfrutaría de los mejores cuidados hasta su completa recuperación.
—Es evidente que no podré confirmar la opinión del señor Jonas hasta haber examinado a la joven —recalcó el médico—. No obstante, sería aconsejable que comenzaran a hervir un poco de presera, en previsión de que la enfermedad haya sido ocasionada por una mordedura de víbora...
—Ya ha bebido un poco —lo interrumpió Nick—. Ordené que hicieran una infusión hace un cuarto de hora.
El doctor lo miró con esa expresión vejatoria reservada a aquellos que se aventuraban a anunciar un diagnóstico sin haber obtenido la titulación en medicina.
—Esa planta es un narcótico muy efectivo, señor Jonas, y potencialmente peligroso en el caso de que el paciente no sufra de una mordedura de serpiente venenosa. Debería haber esperado a contar con la opinión de un médico antes de administrarla.
—Los síntomas de una mordedura de víbora son inconfundibles—replicó Nick con impaciencia, deseando que el hombre dejara de demorarse en el pasillo y fuese de inmediato a hacer su trabajo—. Además, quería aliviar las molestias de la señorita Peyton lo antes posible.
Las abundantes y canosas cejas del anciano a punto estuvieron de ocultar sus ojos.
—Está muy seguro de su propio juicio —fue su irritado comentario.
—Sí —contestó Nick sin parpadear.
De súbito, el conde intentó sofocar sin éxito una carcajada, antes de colocar una mano sobre el hombro del médico.
—Me temo, señor, que nos veremos obligados a permanecer aquí fuera de modo indefinido si trata de convencer a mi amigo de que ha hecho algo de modo incorrecto. «Intransigente» es el adjetivo más suave que se le podría aplicar al señor Jonas. Le aseguro que sería mucho mejor que concentrara todos sus esfuerzos en el cuidado de la señorita Peyton.
—Tal vez —contestó el doctor de mal humor—. Aunque se diría que mi presencia
resulta innecesaria a la luz del avezado diagnóstico del señor Jonas. —Y con ese comentario sarcástico, el anciano entró en la habitación, seguido de la señora Peyton y Demi Bowman.
Una vez a solas en el pasillo con Kevin, Nick puso los ojos en blanco.
—Viejo cabrón amargado... —murmuró—. ¿Es que no podías haber traído a alguien más decrépito, Westcliff? Dudo mucho que vea u oiga lo suficiente para ser capaz de emitir su propio diagnostico, maldita sea.
El conde alzó una de sus negras cejas mientras observaba a Nick con un risueño aire de superioridad.
—Es el mejor médico de todo Hampshire. Acompáñame a la planta baja, Jonas. Vamos a tomarnos unas copas de brandy.
Nick miró de soslayo a la puerta de la habitación que permanecía cerrada.
—Luego.
Kevin respondió con un tono de voz despreocupado y demasiado edulcorado.
—¡Vaya! Perdóname. Está claro que prefieres esperar al médico junto a la puerta, como un perro vagabundo que aguardara las sobras de la cocina. Estaré en mi despacho... Sé un buen chico y corre a comunicarme las noticias en cuanto sepas algo.
Nick lo miró con frío desdén, obviamente molesto, antes de apartarse de la pared.
—Está bien —gruñó—, Voy contigo.
El conde asintió con la cabeza para mostrar su satisfacción.
—El doctor me dará su informe en cuanto acabe de examinar a la señorita Peyton.
Nick iba sumido en sombrías reflexiones, mientras acompañaba a Kevin en dirección a la escalinata, sobre su comportamiento de hacía unos minutos. Dejarse arrastrar por las emociones en lugar de seguir los dictados de la razón era una experiencia nueva para él y no le gustaba en absoluto. De todos modos, no parecía tener mucha importancia que le gustara o no. En cuanto se dio cuenta de que _________ estaba enferma, tuvo la impresión de que el pecho se le quedaba vacío, como si le hubieran arrancado el corazón. Ni siquiera se había cuestionado el hecho de que haría cualquier cosa para mantenerla sana y salva.
Y, en esos momentos en los que ella había luchado para seguir respirando mientras lo miraba con el dolor y el miedo reflejado en los ojos, habría hecho cualquier cosa por ella. Cualquier cosa.
Que Dios lo ayudara si _________ descubría alguna vez el poder que tenía sobre él... Un poder que amenazaba de forma peligrosa tanto su orgullo como su autocontrol. Quería poseerla en cuerpo y alma, de cualquier forma imaginable que la intimidad pusiera a su disposición. La profundidad de la pasión que la muchacha despertaba en él lo asombraba; una pasión que no dejaba de crecer. Ninguno de sus allegados lo entendería, y menos aún Kevin. El conde acostumbraba mantener sus emociones y deseos bajo un férreo control, y no dudaba en demostrar su desprecio por todos aquellos que hacían el tonto en aras del amor.Y no podía decirse que lo que sentía fuera amor... Nick no iría tan lejos como para admitir semejante afirmación. No obstante, iba mucho más allá del mero deseo físico. Y exigía, como mínimo, una posesión absoluta. Obligándose a ocultar esas emociones bajo una máscara inexpresiva, Nick siguió a Kevin al interior de su estudio.Era una estancia pequeña y austera, con las paredes cubiertas de paneles de brillante madera de roble y cuya única ornamentación consistía en una extensa vidriera. Con sus ángulos rectos y su mobiliario de estilo serio, el lugar no resultaba precisamente acogedor. Sin embargo, era una estancia muy masculina, donde se podía fumar, beber y hablar sin tapujos. Nick aceptó la copa de brandy que le ofreció Kevin, se sentó en una de las incómodas sillas colocadas frente al escritorio y se bebió el licor de un solo trago. Acto seguido, alargó la
copa e inclinó la cabeza para dar las gracias sin necesidad de hablar en cuanto su amigo volvió a llenarla.
Antes de que Kevin se lanzara a una innecesaria diatriba acerca de Roberta,
Diego decidió distraerlo con otro tema:
—No pareces llevarte muy bien con la señorita Bowman —dijo, sin darle mayor importancia.
Como estrategia de distracción, la referencia a la señorita Bowman fue de lo más efectiva. Kevin respondió con un hosco gruñido.
—Esa mocosa malcriada se ha atrevido a sugerir que yo soy el culpable del accidente de la señorita Peyton —dijo al tiempo que se servía otra copa de brandy.
Nick alzó las cejas.
—¿Y cómo es posible que tú seas el culpable?
—La señorita Bowman parece creer que, como anfitrión, es responsabilidad mía asegurarme de que mi propiedad no esté «invadida por una plaga de víboras venenosas»; ésas fueron sus palabras exactas.
—¿Y qué le respondiste?
—Me limité a señalarle a la señorita Bowman que los invitados que deciden permanecer vestidos cuando se aventuran de puertas afuera no suelen acabar con una mordedura de víbora.
Nick no pudo evitar sonreír ante el comentario.
—Sólo está preocupada por su amiga.
Kevin asintió con aspecto malhumorado.
—No puede afrontar la pérdida de una de ellas, ya que indudablemente, su número es bastante escaso.
Nick contempló las profundidades de su copa sin dejar de sonreír.
—Vaya nochecita más difícil has tenido... —escuchó que Kevin le decía, recurriendo al sarcasmo—. Primero, te ves obligado a llevar el joven y núbil cuerpo de la señorita Peyton todo el largo camino hasta su habitación... Y; después, tienes que examinar su pierna herida. Una experiencia de lo más desagradable para ti, sin duda.
La sonrisa de Nick se esfumó.
—Yo no he dicho que le examinara la pierna.
El conde lo observó con una mirada perspicaz.
—No hacía falta. Te conozco lo bastante bien como para asumir que no has desaprovechado semejante oportunidad.
—Admito que le he echado un vistazo a su tobillo. Y también que le corté los lazos del corsé cuando se hizo evidente que no podía respirar. —La mirada de Nick retó al conde a que hiciera alguna objeción al respecto.
—Un muchacho muy servicial —murmuró Kevin. Nickresopló.
—Aunque te resulte difícil de creer, el sufrimiento de una mujer no me provoca ningún tipo de lascivia.
Kevin Westcliff se reclinó en su silla y le lanzó una mirada fría e inquisitiva que consiguió que a Nick se le erizara el vello de la nuca.
—Espero que no seas tan imbécil como para enamorarte de una criatura como ésa. Ya conoces mi opinión sobre la señorita Peyton...
—Sí, la has puesto de manifiesto en varias ocasiones.
—Y, además —continuó el conde—, me desagradaría mucho ver que uno de los pocos hombres con sentido común que conozco acaba convertido en uno de esos imbéciles
que van por ahí balbuceando y arrojando sus sensibleras emociones a los cuatro vientos.
—No estoy enamorado.
—Pues estás... algo —insistió Kevin—. Desde que te conozco, jamás te había visto hacer un despliegue sentimental como el que has hecho delante de la puerta de su habitación.
—Lo único que he desplegado ha sido un poco de compasión por otro ser humano.
El conde lanzó un resoplido.
—Bajo cuyos calzones estás deseando meterte.
La franca exactitud de la observación provocó una recalcitrante sonrisa en Nick.
—Lo deseaba hace dos años —admitió—. Ahora se ha convertido en una especie de necesidad vital.
Kevin dejó escapar un gruñido y se frotó el estrecho puente de la nariz con dos dedos.
—No hay cosa que odie más que ver a un amigo encaminarse directo al desastre.
Tu debilidad, Jonas, reside en esa incapacidad para rechazar cualquier desafío. Incluso cuando el desafío no está a tu altura.
—Me gustan los desafíos. —Nick hizo girar el brandy en su copa—. Pero eso no tiene nada que ver con mi interés por ella.
—¡Santo Dios! —murmuró el conde—. Bébete el brandy o deja de jugar con él. Vas a marear al licor con tantas vueltas.
Nick le dedicó una mirada alegre, si bien un tanto misteriosa.
—Y ¿cómo, exactamente, se «marea» una copa de brandy? No, me lo digas; mi rústico cerebro no sería capaz de entender el concepto. —De modo obediente, tomó un sorbo y dejó la copa a un lado—. Y, ahora, ¿de qué estábamos hablando? ¡Ah, sí! De mi debilidad. Antes de que sigamos discutiendo el asunto, quiero que admitas que, en algún momento de tu vida, has prestado más atención al deseo que al sentido común. Porque, de no ser así, no tiene ningún sentido seguir hablando contigo de este tema.
—Por, supuesto que lo he hecho. Cualquier hombre que tenga más de doce años lo ha hecho. Sin embargo, la razón de tener un intelecto superior, no es otra que la de prevenir que caigamos en semejantes errores repetidamente...
—Bueno, pues ahí se encuentra la raíz de mi problema —concluyó Nick de modo razonable—. No me preocupa en absoluto esa cuestión sobre el intelecto superior. Hasta ahora, me las he apañado muy bien con mi intelecto inferior.
La mandíbula del conde adquirió una expresión pétrea.
—Existe una razón por la que la señorita Peyton y sus carnívoras amistades no se han casado, Jonas. Son problemáticas. Si los acontecimientos de esta tarde no te lo han dejado claro, es que no hay esperanza alguna para ti.
Apenas habían pasado dos minutos cuando apareció el grupo que Nick predijera poco antes y que estaba integrado por el medico, lord Westcliff, la señora Peyton y Demi Bowman. Con los hombros reclinados contra la pared, Nick los observó con actitud escrutadora. Personalmente, encontraba muy divertida la obvia antipatía que existía entre Kevin y la señorita Bowman, cuya evidente y recíproca animosidad dejaba claro que había habido algo más que palabras entre ellos.
El médico era un anciano de aspecto respetable, que llevaba casi tres décadas atendiendo a Kevin y a sus parientes, los Marscherh. Tras clavar en Nick esos penetrantes ojos, hundidos en un rostro arrugado por la edad, el anciano preguntó con imperturbable tranquilidad:
—Señor Jonas, me han informado de que usted ayudó a la joven a llegar a su habitación. ¿Es eso cierto?
De manera concisa, Nick comenzó a describir al médico los síntomas y el estado de Roberta, si bien omitió que había sido él y no Selena, quien había descubierto las evidencias de la mordedura en el tobillo de la joven. La señora Peyton lo escuchaba con el rostro pálido por la angustia. Sin dejar de fruncir el ceño, lord Westcliff se inclinó para murmurar algo al oído de ésta, que asintió y le dio las gracias de modo distraído. Nick supuso que Kevin acababa de prometer a la mujer que su hija disfrutaría de los mejores cuidados hasta su completa recuperación.
—Es evidente que no podré confirmar la opinión del señor Jonas hasta haber examinado a la joven —recalcó el médico—. No obstante, sería aconsejable que comenzaran a hervir un poco de presera, en previsión de que la enfermedad haya sido ocasionada por una mordedura de víbora...
—Ya ha bebido un poco —lo interrumpió Nick—. Ordené que hicieran una infusión hace un cuarto de hora.
El doctor lo miró con esa expresión vejatoria reservada a aquellos que se aventuraban a anunciar un diagnóstico sin haber obtenido la titulación en medicina.
—Esa planta es un narcótico muy efectivo, señor Jonas, y potencialmente peligroso en el caso de que el paciente no sufra de una mordedura de serpiente venenosa. Debería haber esperado a contar con la opinión de un médico antes de administrarla.
—Los síntomas de una mordedura de víbora son inconfundibles—replicó Nick con impaciencia, deseando que el hombre dejara de demorarse en el pasillo y fuese de inmediato a hacer su trabajo—. Además, quería aliviar las molestias de la señorita Peyton lo antes posible.
Las abundantes y canosas cejas del anciano a punto estuvieron de ocultar sus ojos.
—Está muy seguro de su propio juicio —fue su irritado comentario.
—Sí —contestó Nick sin parpadear.
De súbito, el conde intentó sofocar sin éxito una carcajada, antes de colocar una mano sobre el hombro del médico.
—Me temo, señor, que nos veremos obligados a permanecer aquí fuera de modo indefinido si trata de convencer a mi amigo de que ha hecho algo de modo incorrecto. «Intransigente» es el adjetivo más suave que se le podría aplicar al señor Jonas. Le aseguro que sería mucho mejor que concentrara todos sus esfuerzos en el cuidado de la señorita Peyton.
—Tal vez —contestó el doctor de mal humor—. Aunque se diría que mi presencia
resulta innecesaria a la luz del avezado diagnóstico del señor Jonas. —Y con ese comentario sarcástico, el anciano entró en la habitación, seguido de la señora Peyton y Demi Bowman.
Una vez a solas en el pasillo con Kevin, Nick puso los ojos en blanco.
—Viejo cabrón amargado... —murmuró—. ¿Es que no podías haber traído a alguien más decrépito, Westcliff? Dudo mucho que vea u oiga lo suficiente para ser capaz de emitir su propio diagnostico, maldita sea.
El conde alzó una de sus negras cejas mientras observaba a Nick con un risueño aire de superioridad.
—Es el mejor médico de todo Hampshire. Acompáñame a la planta baja, Jonas. Vamos a tomarnos unas copas de brandy.
Nick miró de soslayo a la puerta de la habitación que permanecía cerrada.
—Luego.
Kevin respondió con un tono de voz despreocupado y demasiado edulcorado.
—¡Vaya! Perdóname. Está claro que prefieres esperar al médico junto a la puerta, como un perro vagabundo que aguardara las sobras de la cocina. Estaré en mi despacho... Sé un buen chico y corre a comunicarme las noticias en cuanto sepas algo.
Nick lo miró con frío desdén, obviamente molesto, antes de apartarse de la pared.
—Está bien —gruñó—, Voy contigo.
El conde asintió con la cabeza para mostrar su satisfacción.
—El doctor me dará su informe en cuanto acabe de examinar a la señorita Peyton.
Nick iba sumido en sombrías reflexiones, mientras acompañaba a Kevin en dirección a la escalinata, sobre su comportamiento de hacía unos minutos. Dejarse arrastrar por las emociones en lugar de seguir los dictados de la razón era una experiencia nueva para él y no le gustaba en absoluto. De todos modos, no parecía tener mucha importancia que le gustara o no. En cuanto se dio cuenta de que _________ estaba enferma, tuvo la impresión de que el pecho se le quedaba vacío, como si le hubieran arrancado el corazón. Ni siquiera se había cuestionado el hecho de que haría cualquier cosa para mantenerla sana y salva.
Y, en esos momentos en los que ella había luchado para seguir respirando mientras lo miraba con el dolor y el miedo reflejado en los ojos, habría hecho cualquier cosa por ella. Cualquier cosa.
Que Dios lo ayudara si _________ descubría alguna vez el poder que tenía sobre él... Un poder que amenazaba de forma peligrosa tanto su orgullo como su autocontrol. Quería poseerla en cuerpo y alma, de cualquier forma imaginable que la intimidad pusiera a su disposición. La profundidad de la pasión que la muchacha despertaba en él lo asombraba; una pasión que no dejaba de crecer. Ninguno de sus allegados lo entendería, y menos aún Kevin. El conde acostumbraba mantener sus emociones y deseos bajo un férreo control, y no dudaba en demostrar su desprecio por todos aquellos que hacían el tonto en aras del amor.Y no podía decirse que lo que sentía fuera amor... Nick no iría tan lejos como para admitir semejante afirmación. No obstante, iba mucho más allá del mero deseo físico. Y exigía, como mínimo, una posesión absoluta. Obligándose a ocultar esas emociones bajo una máscara inexpresiva, Nick siguió a Kevin al interior de su estudio.Era una estancia pequeña y austera, con las paredes cubiertas de paneles de brillante madera de roble y cuya única ornamentación consistía en una extensa vidriera. Con sus ángulos rectos y su mobiliario de estilo serio, el lugar no resultaba precisamente acogedor. Sin embargo, era una estancia muy masculina, donde se podía fumar, beber y hablar sin tapujos. Nick aceptó la copa de brandy que le ofreció Kevin, se sentó en una de las incómodas sillas colocadas frente al escritorio y se bebió el licor de un solo trago. Acto seguido, alargó la
copa e inclinó la cabeza para dar las gracias sin necesidad de hablar en cuanto su amigo volvió a llenarla.
Antes de que Kevin se lanzara a una innecesaria diatriba acerca de Roberta,
Diego decidió distraerlo con otro tema:
—No pareces llevarte muy bien con la señorita Bowman —dijo, sin darle mayor importancia.
Como estrategia de distracción, la referencia a la señorita Bowman fue de lo más efectiva. Kevin respondió con un hosco gruñido.
—Esa mocosa malcriada se ha atrevido a sugerir que yo soy el culpable del accidente de la señorita Peyton —dijo al tiempo que se servía otra copa de brandy.
Nick alzó las cejas.
—¿Y cómo es posible que tú seas el culpable?
—La señorita Bowman parece creer que, como anfitrión, es responsabilidad mía asegurarme de que mi propiedad no esté «invadida por una plaga de víboras venenosas»; ésas fueron sus palabras exactas.
—¿Y qué le respondiste?
—Me limité a señalarle a la señorita Bowman que los invitados que deciden permanecer vestidos cuando se aventuran de puertas afuera no suelen acabar con una mordedura de víbora.
Nick no pudo evitar sonreír ante el comentario.
—Sólo está preocupada por su amiga.
Kevin asintió con aspecto malhumorado.
—No puede afrontar la pérdida de una de ellas, ya que indudablemente, su número es bastante escaso.
Nick contempló las profundidades de su copa sin dejar de sonreír.
—Vaya nochecita más difícil has tenido... —escuchó que Kevin le decía, recurriendo al sarcasmo—. Primero, te ves obligado a llevar el joven y núbil cuerpo de la señorita Peyton todo el largo camino hasta su habitación... Y; después, tienes que examinar su pierna herida. Una experiencia de lo más desagradable para ti, sin duda.
La sonrisa de Nick se esfumó.
—Yo no he dicho que le examinara la pierna.
El conde lo observó con una mirada perspicaz.
—No hacía falta. Te conozco lo bastante bien como para asumir que no has desaprovechado semejante oportunidad.
—Admito que le he echado un vistazo a su tobillo. Y también que le corté los lazos del corsé cuando se hizo evidente que no podía respirar. —La mirada de Nick retó al conde a que hiciera alguna objeción al respecto.
—Un muchacho muy servicial —murmuró Kevin. Nickresopló.
—Aunque te resulte difícil de creer, el sufrimiento de una mujer no me provoca ningún tipo de lascivia.
Kevin Westcliff se reclinó en su silla y le lanzó una mirada fría e inquisitiva que consiguió que a Nick se le erizara el vello de la nuca.
—Espero que no seas tan imbécil como para enamorarte de una criatura como ésa. Ya conoces mi opinión sobre la señorita Peyton...
—Sí, la has puesto de manifiesto en varias ocasiones.
—Y, además —continuó el conde—, me desagradaría mucho ver que uno de los pocos hombres con sentido común que conozco acaba convertido en uno de esos imbéciles
que van por ahí balbuceando y arrojando sus sensibleras emociones a los cuatro vientos.
—No estoy enamorado.
—Pues estás... algo —insistió Kevin—. Desde que te conozco, jamás te había visto hacer un despliegue sentimental como el que has hecho delante de la puerta de su habitación.
—Lo único que he desplegado ha sido un poco de compasión por otro ser humano.
El conde lanzó un resoplido.
—Bajo cuyos calzones estás deseando meterte.
La franca exactitud de la observación provocó una recalcitrante sonrisa en Nick.
—Lo deseaba hace dos años —admitió—. Ahora se ha convertido en una especie de necesidad vital.
Kevin dejó escapar un gruñido y se frotó el estrecho puente de la nariz con dos dedos.
—No hay cosa que odie más que ver a un amigo encaminarse directo al desastre.
Tu debilidad, Jonas, reside en esa incapacidad para rechazar cualquier desafío. Incluso cuando el desafío no está a tu altura.
—Me gustan los desafíos. —Nick hizo girar el brandy en su copa—. Pero eso no tiene nada que ver con mi interés por ella.
—¡Santo Dios! —murmuró el conde—. Bébete el brandy o deja de jugar con él. Vas a marear al licor con tantas vueltas.
Nick le dedicó una mirada alegre, si bien un tanto misteriosa.
—Y ¿cómo, exactamente, se «marea» una copa de brandy? No, me lo digas; mi rústico cerebro no sería capaz de entender el concepto. —De modo obediente, tomó un sorbo y dejó la copa a un lado—. Y, ahora, ¿de qué estábamos hablando? ¡Ah, sí! De mi debilidad. Antes de que sigamos discutiendo el asunto, quiero que admitas que, en algún momento de tu vida, has prestado más atención al deseo que al sentido común. Porque, de no ser así, no tiene ningún sentido seguir hablando contigo de este tema.
—Por, supuesto que lo he hecho. Cualquier hombre que tenga más de doce años lo ha hecho. Sin embargo, la razón de tener un intelecto superior, no es otra que la de prevenir que caigamos en semejantes errores repetidamente...
—Bueno, pues ahí se encuentra la raíz de mi problema —concluyó Nick de modo razonable—. No me preocupa en absoluto esa cuestión sobre el intelecto superior. Hasta ahora, me las he apañado muy bien con mi intelecto inferior.
La mandíbula del conde adquirió una expresión pétrea.
—Existe una razón por la que la señorita Peyton y sus carnívoras amistades no se han casado, Jonas. Son problemáticas. Si los acontecimientos de esta tarde no te lo han dejado claro, es que no hay esperanza alguna para ti.
Dayi_JonasLove!*
qu
Gracias por sus comentariooos! Y bienvenida Danu! Me alegra que te guste la nove :D
Por cierto me la pase buenisimoo en la playa :) jajajaja logre lo que queria... Broncearme! jajajajajajajjajaa bueno comenten y la sigoo!
Besos, cuidense!
Por cierto me la pase buenisimoo en la playa :) jajajaja logre lo que queria... Broncearme! jajajajajajajjajaa bueno comenten y la sigoo!
Besos, cuidense!
Dayi_JonasLove!*
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
ayyyy siguelaaa por favor si? amo la nove no me tortures!!!
ya me cae mal kevin!
SIGUELAAAAAAA
ya me cae mal kevin!
SIGUELAAAAAAA
Faby Evans Jonas
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ME MUEERO(L SEEGUIILA
ME MUEERO(L SEEGUIILA
Invitado
Invitado
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