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"Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
holaaa :hi: , como estas? espero que bien
que buen capitulo!
please!! sube! sube yaa! no puedo esperar
a que llegues a la parte del beso! please! sube! subee yaa! :bounce: :bounce:
que buen capitulo!
please!! sube! sube yaa! no puedo esperar
a que llegues a la parte del beso! please! sube! subee yaa! :bounce: :bounce:
Danu
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
Disculpen la demora chicas! Gracias a todas por el apoyo :D Aqui les dejo lo que qda del cap, para que vean que hermoso es Nick
Tal y como Nick había anticipado, _______ sufrió un malestar constante durante los días siguientes. Había acabado familiarizándose, por desgracia, con el sabor de la infusión de presera que, según prescripción del doctor, debía tomar el primer día a intervalos de cuatro horas, y a partir de entonces, cada seis. Si bien era cierto que la
infusión ayudaba a que los síntomas provocados por el veneno de la víbora remitieran, seguía sin poder dormir bien y era incapaz de concentrarse en cualquier actividad más de dos minutos, a pesar de que deseaba entretenerse con algo que aliviara su aburrimiento.
Sus amigas hicieron todo lo posible por alegrarla y distraerla por lo cual ________ estaba más que agradecida. Evie se sentaba junto a ella en la cama y le leía pasajes de una espeluznante novela que había sacado a hurtadillas de la biblioteca. Selena y Demi le traían los últimos cotilleos y la hacían reír con sus traviesas imitaciones de los distintos invitados. A petición suya, le informaban puntualmente de los progresos en la carrera por ganar las atenciones de lord Kendall. En particular, había una muchacha alta, delgada y de cabello rubio, Lady Constante Darrowby, que parecía haber atraído el interés del
aristócrata.
—En mi opinión, es de lo más frígida —dijo Selena con franqueza—. Tiene una forma de fruncir la boca que me recuerda a uno de esos monederos en los que hay que tirar de un lazo para cerrarlos, por no mencionar esa horrible costumbre de reírse como una estúpida mientras se tapa la boca con la mano, como si fuera impropio de una dama ser vista riendo en público.
—Debe de tener los dientes torcidos —aventuró Demi, esperanzada.
—Creo que es bastante aburrida—prosiguió Selena—. No puedo imaginarme de qué hablará con Kendall, pero éste parece de lo más interesado.
—Selena —interrumpió Demi—, estamos hablando de un hombre que cree que la mayor diversión es la contemplación de las plantas. Su umbral del aburrimiento es, obviamente, inalcanzable.
—Después de la fiesta de hoy en el lago, se celebró una merienda campestre —informó Selena a ________— y, por un increíble y satisfactorio momento, creí haber pillado a lady Constance en una situación comprometida con uno de los invitados. Desapareció durante unos minutos junto a un caballero que no era lord Kendall.
—¿Y quién era? —preguntó _________.
—El señor Benjamin Muxlow, un vecino perteneciente a la aristocracia rural. Ya sabes, ese tipo de hombre que es la sal de la tierra, que posee unas cuantas hectáreas de tierras más que decentes y un puñado de sirvientes y que pretende que una esposa le dé ocho o nueve hijos, le remiende los puños de las camisas y le haga pudín de sangre de cerdo en la época de la matanza...
—Selena —la interrumpió Demi al ver que el rostro de ________ había adquirido cierto tono verdoso—, intenta ser un poco menos repugnante, ¿quieres? —Sonrió a ________ a modo de disculpa—. Lo siento, querida. Pero debes admitir que los ingleses estáis dispuestos a comer ciertas cosas que harían a un americano huir de la mesa chillando de horror.
—A lo que iba —continuó Selena con exagerada paciencia—, lady Constance desapareció después de haber sido vista en la compañía del señor, Muxlow y, como era natural, fui a buscarlos con la esperanza de poder ver algo que la desacreditara y así conseguir que Lord Kendall perdiera todo interés en ella. Ya te puedes imaginar mi satisfacción en cuanto los descubrí debajo de un árbol con las cabezas muy juntas.
—¿Se estaban besando? —inquirió ________.
—No, maldita sea. Muxlow estaba ayudando a lady Constante, a devolver al nido a un pequeño petirrojo que se había caído.
—¡Vaya! —__________ hundió los hombros antes de añadir malhumorada—: Qué tierno por su parte.
Sabía que su abatimiento se debía, en cierta medida, a los efectos del veneno de la
serpiente, por no mencionar su desagradable antídoto. No obstante, el hecho de conocer la causa de su falta de ánimo no ayudaba en absoluto a que éste mejorara. Al ver que ________ parecía decaída, Demi cogió un cepillo cuyo mango de plata estaba bastante deslustrado.
—Olvídate de lady Constance y de lord Kendall por ahora —le ordenó—. Déjame que te trence el cabello; te sentirás mucho mejor cuando lo tengas apartado de la cara.
—¿Dónde está mi espejo? —preguntó __________, que se inclinó hacia delante para que Demi pudiera sentarse tras ella.
—No lo he encontrado —fue la tranquila respuesta de Demi. ________ no había pasado por alto la conveniente desaparición del espejo. Sabía que la enfermedad había hecho estragos en su físico: su cabello había perdido el brillo y su piel carecía del saludable color que solía tener. Además, las constantes náuseas le impedían comer, por lo que sus brazos tenían un aspecto mucho más delgado de lo normal mientras descansaban lánguidamente sobre el cubrecama.
Esa misma noche, tumbada en el lecho a causa de sus malestares, el sonido de la música y de la danza llegó flotando hasta ella a través de la ventana de su habitación, procedente del salón de baile de la planta baja. Al imaginarse a lady Constance bailando un vals en brazos de lord Kendall, se movió inquieta entre las sábanas y llegó a la triste conclusión de que sus oportunidades de contraer matrimonio habían desaparecido.
—Odio las víboras —gruñó mientras observaba a su madre, la cual estaba ordenando los objetos colocados sobre la mesita de noche: cucharillas pegajosas por la medicina, frascos, pañuelos, un cepillo para el pelo y unas cuantas horquillas—. Odio estar enferma y odio pasear por el bosque y, sobre todo, ¡odio jugar al rounders en pololos!
—¿Qué acabas de decir, queridita? —preguntó Alma, que estaba a punto de colocar unos cuantos vasos vacíos sobre una bandeja.
_________ negó con la cabeza, afectada por una repentina tristeza.
—Yo... nada, mamá. He estado pensando... Quiero regresar a Londres en un par de días, cuando esté mejor para viajar. No tiene sentido quedarnos más tiempo aquí. Lady Constance ya es prácticamente lady Kendall y no tengo ni los ánimos ni el aspecto necesarios para atraer la atención de cualquier otro. Además...
—Yo no perdería las esperanzas todavía —comentó Alma, que soltó la bandeja antes de inclinarse sobre su hija para acariciarle la frente en un gesto tierno y maternal—. Aún no se ha anunciado compromiso alguno y lord Kendall ha preguntado por ti con mucha frecuencia. Además, no olvides el enorme ramo de campanillas azules que te envió. Las recogió él mismo, según me dijo.
Exhausta, ___________ echó un vistazo al rincón donde habían colocado el enorme arreglo floral cuyo intenso perfume flotaba en el aire.
—Mamá, he estado a punto de pedírtelo en varias ocasiones... ¿Podrías llevártelo de aquí? Es precioso y el gesto es encantador... Pero el olor...
—¡Vaya! No lo había pensado —dijo Alma de inmediato. Se dirigió sin pérdida de tiempo hacia el ramo y cogió el jarrón con las flores azules de tallos curvos antes de encaminarse a la puerta—. Lo dejaré en el recibidor y le diré a una doncella que se las lleve... —Su voz se perdió a medida que se alejaba, entregada a su tarea.
___________ comenzó a juguetear con el débil metal ondulado de una horquilla que había caído sobre la cama y frunció el ceño. El ramo de Joe había sido uno entre muchos otros, en realidad. Las noticias de su enfermedad le habían granjeado un buen número de muestras de simpatía por parte de los invitados que se alojaban en Stony Cross Park. Incluso lord Westcliff le había enviado un ramo de rosas del invernadero en su nombre y en el de los Marsden.
La proliferación de jarrones de flores había conferido a la habitación un aspecto un tanto fúnebre. Curiosamente, no había llegado ni un solo regalo de parte de Nick Jonas... Ni una nota, ni unas flores. Tras su solícito comportamiento dos noches atrás, ________ había esperado algo por su parte. Alguna pequeña muestra de preocupación... Sin embargo, resolvió que, tal vez, Nick había llegado a la conclusión de que era una criatura problemática y absurda que no merecía ser objeto de sus atenciones en lo sucesivo. Si eso era cierto, se alegraría sobremanera de no volver a soportar sus groserías. No obstante, en lugar de alegrarse, se le llenaron los ojos de lágrimas y sintió una extraña presión en la garganta. No acababa el entender sus propias reacciones. Como tampoco era capaz de identificar la emoción que subyacía bajo toda esa enorme desesperanza. Parecía estar poseída por un indescriptible y extraño anhelo... al que ojalá pudiera ponerle nombre. Ojalá...
—Bueno, esto sí que es extraño —dijo Alma, que parecía muy asombrada al regresar a la habitación—. Acabo de enconar esto justo detrás de la puerta. Alguien las ha dejado ahí, pero no lo acompaña ninguna nota. Y, por su aspecto, son nuevas, a estrenar ¿Crees que las ha dejado alguna de tus amigas? Ha debido de ser una de ellas. Un regalo tan excéntrico sólo se le puede ocurrir a una de esas chicas americanas.
Cuando levantó la cabeza de la almohada, __________ descubrió un par de objetos en su regazo que observó con total desconcierto. Se trataba de un par de botines atados con un alegre lazo rojo. La piel era suave como la mantequilla y estaba teñida con un elegante color bronce. Los habían lustrado hasta hacerlos brillar como cristal. Con el tacón de piel bajo y las suelas cosidas con diminutas puntadas, eran unas botas para darles uso, pero sin dejar de lado la elegancia. Estaban adornadas con un delicado bordado de hojas que cubrían toda la parte delantera. Mientras las contemplaba, __________ sintió que la risa comenzaba a burbujear en su interior.
—Debe de ser un regalo de las Bowman —dijo... aunque sabia que no era cierto.
Las botas eran un regalo de Nicholas Jonas, quien sabía de buena tinta que un caballero jamás debía regalar una prenda de vestir a una dama. _________ era consciente de que debería devolverlas de inmediato, y así lo pensó al tiempo que las sujetaba con fuerza. Sólo Jonas podía conseguir regalarle algo tan práctico y, a la vez, tan inaceptablemente personal. Con una sonrisa en los labios, desató el lazo rojo y alzó uno de los botines.
Era muy ligero y supo, con tan sólo echarle un vistazo, que le quedarían perfectos. ¿Cómo se las habría arreglado Nick para saber el número que ella calzaba y dónde los habría conseguido? Deslizó el dedo a lo largo de las diminutas y exquisitas puntadas que unían la suela a la brillante piel broncínea de la parte superior.
—Son muy bonitos —comentó Alma—. Demasiado bonitos para caminar por el campo embarrado.
_______ alzó una de las botas hasta su nariz y respiró el olor limpio y agreste de las botas recién lustradas. Pasó la yema de un dedo por el suave borde superior y la alejó un tanto para apreciarla a distancia, como si fuera una valiosa escultura.
—Ya he dado bastantes paseos por el campo —replicó con una sonrisa—. Estos botines me vendrán de perlas para caminar por los caminos de gravilla en los jardines.
Alma, que la miraba con cariño, alargó el brazo para acariciarle el pelo.
—Nunca habría pensado que un nuevo par de botas te animaría tanto; pero me alegro muchísimo. ¿Llamo para que suban una bandeja con un poco de sopa y unas tostadas, querida? Tienes que intentar comer algo antes de la próxima infusión.
_________ hizo una mueca de asco.
—Sí, me apetece un poco de sopa.
Alma asintió con satisfacción y alargó un brazo para apartar los botines.
—Te quitaré esto de encima y los dejaré en el armario...
—Todavía no —murmuró _______, sujetando uno de ellos con gesto posesivo.
Alma sonrió mientras se acercaba al cordón para llamar a la servidumbre.
Mientras _________se recostaba y seguía acariciando la sedosa piel con las yemas de los dedos, sintió que la presión que le agobiaba el pecho se aliviaba un poco. Sin duda era la señal de que los efectos del veneno se desvanecían..., pero eso no explicaba por que de pronto se sentía aliviada y tranquila. Tendría que darle las gracias a Nick Jonas, por supuesto y decirle que su obsequio no era apropiado. Y si reconocía que era el quien le había regalado las botas, no tendría más remedio que devolvérselas. Un libro de poesía, una caja de caramelos o un ramito de flores hubiese sido algo muchísimo más apropiado. Pero ningún otro regalo habría sido tan enternecedor como ése. ________ no se separó de las botas en toda la noche, a pesar la advertencia de su madre de que traía mala suerte dejar los zapatos sobre la cama. Cuando finalmente cedió al sueño, con la música de la orquesta aún flotando a través de la ventana, consintió dejarlas sobre la mesita de noche. Y, al despertar por la mañana, la visión de los botines la hizo sonreír.
FIN DEL CAPÍTULO 13
Tal y como Nick había anticipado, _______ sufrió un malestar constante durante los días siguientes. Había acabado familiarizándose, por desgracia, con el sabor de la infusión de presera que, según prescripción del doctor, debía tomar el primer día a intervalos de cuatro horas, y a partir de entonces, cada seis. Si bien era cierto que la
infusión ayudaba a que los síntomas provocados por el veneno de la víbora remitieran, seguía sin poder dormir bien y era incapaz de concentrarse en cualquier actividad más de dos minutos, a pesar de que deseaba entretenerse con algo que aliviara su aburrimiento.
Sus amigas hicieron todo lo posible por alegrarla y distraerla por lo cual ________ estaba más que agradecida. Evie se sentaba junto a ella en la cama y le leía pasajes de una espeluznante novela que había sacado a hurtadillas de la biblioteca. Selena y Demi le traían los últimos cotilleos y la hacían reír con sus traviesas imitaciones de los distintos invitados. A petición suya, le informaban puntualmente de los progresos en la carrera por ganar las atenciones de lord Kendall. En particular, había una muchacha alta, delgada y de cabello rubio, Lady Constante Darrowby, que parecía haber atraído el interés del
aristócrata.
—En mi opinión, es de lo más frígida —dijo Selena con franqueza—. Tiene una forma de fruncir la boca que me recuerda a uno de esos monederos en los que hay que tirar de un lazo para cerrarlos, por no mencionar esa horrible costumbre de reírse como una estúpida mientras se tapa la boca con la mano, como si fuera impropio de una dama ser vista riendo en público.
—Debe de tener los dientes torcidos —aventuró Demi, esperanzada.
—Creo que es bastante aburrida—prosiguió Selena—. No puedo imaginarme de qué hablará con Kendall, pero éste parece de lo más interesado.
—Selena —interrumpió Demi—, estamos hablando de un hombre que cree que la mayor diversión es la contemplación de las plantas. Su umbral del aburrimiento es, obviamente, inalcanzable.
—Después de la fiesta de hoy en el lago, se celebró una merienda campestre —informó Selena a ________— y, por un increíble y satisfactorio momento, creí haber pillado a lady Constance en una situación comprometida con uno de los invitados. Desapareció durante unos minutos junto a un caballero que no era lord Kendall.
—¿Y quién era? —preguntó _________.
—El señor Benjamin Muxlow, un vecino perteneciente a la aristocracia rural. Ya sabes, ese tipo de hombre que es la sal de la tierra, que posee unas cuantas hectáreas de tierras más que decentes y un puñado de sirvientes y que pretende que una esposa le dé ocho o nueve hijos, le remiende los puños de las camisas y le haga pudín de sangre de cerdo en la época de la matanza...
—Selena —la interrumpió Demi al ver que el rostro de ________ había adquirido cierto tono verdoso—, intenta ser un poco menos repugnante, ¿quieres? —Sonrió a ________ a modo de disculpa—. Lo siento, querida. Pero debes admitir que los ingleses estáis dispuestos a comer ciertas cosas que harían a un americano huir de la mesa chillando de horror.
—A lo que iba —continuó Selena con exagerada paciencia—, lady Constance desapareció después de haber sido vista en la compañía del señor, Muxlow y, como era natural, fui a buscarlos con la esperanza de poder ver algo que la desacreditara y así conseguir que Lord Kendall perdiera todo interés en ella. Ya te puedes imaginar mi satisfacción en cuanto los descubrí debajo de un árbol con las cabezas muy juntas.
—¿Se estaban besando? —inquirió ________.
—No, maldita sea. Muxlow estaba ayudando a lady Constante, a devolver al nido a un pequeño petirrojo que se había caído.
—¡Vaya! —__________ hundió los hombros antes de añadir malhumorada—: Qué tierno por su parte.
Sabía que su abatimiento se debía, en cierta medida, a los efectos del veneno de la
serpiente, por no mencionar su desagradable antídoto. No obstante, el hecho de conocer la causa de su falta de ánimo no ayudaba en absoluto a que éste mejorara. Al ver que ________ parecía decaída, Demi cogió un cepillo cuyo mango de plata estaba bastante deslustrado.
—Olvídate de lady Constance y de lord Kendall por ahora —le ordenó—. Déjame que te trence el cabello; te sentirás mucho mejor cuando lo tengas apartado de la cara.
—¿Dónde está mi espejo? —preguntó __________, que se inclinó hacia delante para que Demi pudiera sentarse tras ella.
—No lo he encontrado —fue la tranquila respuesta de Demi. ________ no había pasado por alto la conveniente desaparición del espejo. Sabía que la enfermedad había hecho estragos en su físico: su cabello había perdido el brillo y su piel carecía del saludable color que solía tener. Además, las constantes náuseas le impedían comer, por lo que sus brazos tenían un aspecto mucho más delgado de lo normal mientras descansaban lánguidamente sobre el cubrecama.
Esa misma noche, tumbada en el lecho a causa de sus malestares, el sonido de la música y de la danza llegó flotando hasta ella a través de la ventana de su habitación, procedente del salón de baile de la planta baja. Al imaginarse a lady Constance bailando un vals en brazos de lord Kendall, se movió inquieta entre las sábanas y llegó a la triste conclusión de que sus oportunidades de contraer matrimonio habían desaparecido.
—Odio las víboras —gruñó mientras observaba a su madre, la cual estaba ordenando los objetos colocados sobre la mesita de noche: cucharillas pegajosas por la medicina, frascos, pañuelos, un cepillo para el pelo y unas cuantas horquillas—. Odio estar enferma y odio pasear por el bosque y, sobre todo, ¡odio jugar al rounders en pololos!
—¿Qué acabas de decir, queridita? —preguntó Alma, que estaba a punto de colocar unos cuantos vasos vacíos sobre una bandeja.
_________ negó con la cabeza, afectada por una repentina tristeza.
—Yo... nada, mamá. He estado pensando... Quiero regresar a Londres en un par de días, cuando esté mejor para viajar. No tiene sentido quedarnos más tiempo aquí. Lady Constance ya es prácticamente lady Kendall y no tengo ni los ánimos ni el aspecto necesarios para atraer la atención de cualquier otro. Además...
—Yo no perdería las esperanzas todavía —comentó Alma, que soltó la bandeja antes de inclinarse sobre su hija para acariciarle la frente en un gesto tierno y maternal—. Aún no se ha anunciado compromiso alguno y lord Kendall ha preguntado por ti con mucha frecuencia. Además, no olvides el enorme ramo de campanillas azules que te envió. Las recogió él mismo, según me dijo.
Exhausta, ___________ echó un vistazo al rincón donde habían colocado el enorme arreglo floral cuyo intenso perfume flotaba en el aire.
—Mamá, he estado a punto de pedírtelo en varias ocasiones... ¿Podrías llevártelo de aquí? Es precioso y el gesto es encantador... Pero el olor...
—¡Vaya! No lo había pensado —dijo Alma de inmediato. Se dirigió sin pérdida de tiempo hacia el ramo y cogió el jarrón con las flores azules de tallos curvos antes de encaminarse a la puerta—. Lo dejaré en el recibidor y le diré a una doncella que se las lleve... —Su voz se perdió a medida que se alejaba, entregada a su tarea.
___________ comenzó a juguetear con el débil metal ondulado de una horquilla que había caído sobre la cama y frunció el ceño. El ramo de Joe había sido uno entre muchos otros, en realidad. Las noticias de su enfermedad le habían granjeado un buen número de muestras de simpatía por parte de los invitados que se alojaban en Stony Cross Park. Incluso lord Westcliff le había enviado un ramo de rosas del invernadero en su nombre y en el de los Marsden.
La proliferación de jarrones de flores había conferido a la habitación un aspecto un tanto fúnebre. Curiosamente, no había llegado ni un solo regalo de parte de Nick Jonas... Ni una nota, ni unas flores. Tras su solícito comportamiento dos noches atrás, ________ había esperado algo por su parte. Alguna pequeña muestra de preocupación... Sin embargo, resolvió que, tal vez, Nick había llegado a la conclusión de que era una criatura problemática y absurda que no merecía ser objeto de sus atenciones en lo sucesivo. Si eso era cierto, se alegraría sobremanera de no volver a soportar sus groserías. No obstante, en lugar de alegrarse, se le llenaron los ojos de lágrimas y sintió una extraña presión en la garganta. No acababa el entender sus propias reacciones. Como tampoco era capaz de identificar la emoción que subyacía bajo toda esa enorme desesperanza. Parecía estar poseída por un indescriptible y extraño anhelo... al que ojalá pudiera ponerle nombre. Ojalá...
—Bueno, esto sí que es extraño —dijo Alma, que parecía muy asombrada al regresar a la habitación—. Acabo de enconar esto justo detrás de la puerta. Alguien las ha dejado ahí, pero no lo acompaña ninguna nota. Y, por su aspecto, son nuevas, a estrenar ¿Crees que las ha dejado alguna de tus amigas? Ha debido de ser una de ellas. Un regalo tan excéntrico sólo se le puede ocurrir a una de esas chicas americanas.
Cuando levantó la cabeza de la almohada, __________ descubrió un par de objetos en su regazo que observó con total desconcierto. Se trataba de un par de botines atados con un alegre lazo rojo. La piel era suave como la mantequilla y estaba teñida con un elegante color bronce. Los habían lustrado hasta hacerlos brillar como cristal. Con el tacón de piel bajo y las suelas cosidas con diminutas puntadas, eran unas botas para darles uso, pero sin dejar de lado la elegancia. Estaban adornadas con un delicado bordado de hojas que cubrían toda la parte delantera. Mientras las contemplaba, __________ sintió que la risa comenzaba a burbujear en su interior.
—Debe de ser un regalo de las Bowman —dijo... aunque sabia que no era cierto.
Las botas eran un regalo de Nicholas Jonas, quien sabía de buena tinta que un caballero jamás debía regalar una prenda de vestir a una dama. _________ era consciente de que debería devolverlas de inmediato, y así lo pensó al tiempo que las sujetaba con fuerza. Sólo Jonas podía conseguir regalarle algo tan práctico y, a la vez, tan inaceptablemente personal. Con una sonrisa en los labios, desató el lazo rojo y alzó uno de los botines.
Era muy ligero y supo, con tan sólo echarle un vistazo, que le quedarían perfectos. ¿Cómo se las habría arreglado Nick para saber el número que ella calzaba y dónde los habría conseguido? Deslizó el dedo a lo largo de las diminutas y exquisitas puntadas que unían la suela a la brillante piel broncínea de la parte superior.
—Son muy bonitos —comentó Alma—. Demasiado bonitos para caminar por el campo embarrado.
_______ alzó una de las botas hasta su nariz y respiró el olor limpio y agreste de las botas recién lustradas. Pasó la yema de un dedo por el suave borde superior y la alejó un tanto para apreciarla a distancia, como si fuera una valiosa escultura.
—Ya he dado bastantes paseos por el campo —replicó con una sonrisa—. Estos botines me vendrán de perlas para caminar por los caminos de gravilla en los jardines.
Alma, que la miraba con cariño, alargó el brazo para acariciarle el pelo.
—Nunca habría pensado que un nuevo par de botas te animaría tanto; pero me alegro muchísimo. ¿Llamo para que suban una bandeja con un poco de sopa y unas tostadas, querida? Tienes que intentar comer algo antes de la próxima infusión.
_________ hizo una mueca de asco.
—Sí, me apetece un poco de sopa.
Alma asintió con satisfacción y alargó un brazo para apartar los botines.
—Te quitaré esto de encima y los dejaré en el armario...
—Todavía no —murmuró _______, sujetando uno de ellos con gesto posesivo.
Alma sonrió mientras se acercaba al cordón para llamar a la servidumbre.
Mientras _________se recostaba y seguía acariciando la sedosa piel con las yemas de los dedos, sintió que la presión que le agobiaba el pecho se aliviaba un poco. Sin duda era la señal de que los efectos del veneno se desvanecían..., pero eso no explicaba por que de pronto se sentía aliviada y tranquila. Tendría que darle las gracias a Nick Jonas, por supuesto y decirle que su obsequio no era apropiado. Y si reconocía que era el quien le había regalado las botas, no tendría más remedio que devolvérselas. Un libro de poesía, una caja de caramelos o un ramito de flores hubiese sido algo muchísimo más apropiado. Pero ningún otro regalo habría sido tan enternecedor como ése. ________ no se separó de las botas en toda la noche, a pesar la advertencia de su madre de que traía mala suerte dejar los zapatos sobre la cama. Cuando finalmente cedió al sueño, con la música de la orquesta aún flotando a través de la ventana, consintió dejarlas sobre la mesita de noche. Y, al despertar por la mañana, la visión de los botines la hizo sonreír.
FIN DEL CAPÍTULO 13
Dayi_JonasLove!*
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
AHY!:arre: TENIAS RASON!
que lindo Nick
bueno, espero que subas caps!
BYE, CUIDATE
que lindo Nick
bueno, espero que subas caps!
BYE, CUIDATE
Danu
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
Awww!!! eso es el detalle mas tierno que he visto...
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
q lindo es Nick!!!!!!
me encanta esta nove!!
siguela pronto
me encanta esta nove!!
siguela pronto
Faby Evans Jonas
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
Hello!! :D Hoy estoy super Happy jajajaja los Jonas estuvieron PRECIOSOS en el live chat de hoy! Ustedes lo vieron? Fue medio corto pero con solo verlos es suficiente jajajaja bueno como estoy contenta les dejo el cap 14 completoooo! ENJOY IT!
Capítulo 14
Una mañana, tres días después de la mordedura de la víbora, ______ se sintió
por fin con la presencia de ánimo suficiente como para salir de la cama. Para su inmenso alivio, la mayoría de los invitados se había marchado con el fin de asistir a una fiesta que se celebraba en una propiedad colindante, de modo que Stony Cross Park había quedado en paz y bastante vacía. Tras haberlo consultado con el ama de llaves, Alma trasladó a _________ a un salón privado de la planta superior, con vistas a los jardines. Era una estancia encantadora, con las paredes cubiertas por un papel de estampados florales en color azul y repletas de alegres retratos de niños y animales. Según el ama de llaves, ese salón estaba reservado para el uso exclusivo de los Marsden, pero el propio lord Westcliff había sugerido la estancia en beneficio de la comodidad de ________.
Después de colocar una manta de viaje sobre las rodillas de su hija, Alma depositó una infusión de presera en la mesa que había junto a ella.
—Debes beberte esto —dijo con firmeza en respuesta a la mueca de desagrado de _________—. Es por tu propio bien.
—No hace falta que te quedes en la habitación para cuidar de mi, mamá—contestó—.
Estaré encantada de quedarme aquí descansando mientras vas a dar un paseo o charlas con alguna de tus amistades.
—¿Estás segura? —preguntó Alma.
—Totalmente. —________ cogió la taza con la infusión y le dió un sorbo—. Incluso me estoy tomando la medicina, ¿ves? Vete, mamá, y no te preocupes más por mí.
—Muy bien —accedió Alma a regañadientes—. Pero sólo un ratito. El ama de llaves me dijo que utilizaras esa campanilla qué hay sobre la mesa si necesitas a algún criado. Y no olvides beberte la infusión.
—Lo haré —prometió _________, esforzándose por componer una enorme sonrisa que mantuvo hasta que Alma abandonó la habitación; en cuanto su madre desapareció, se inclinó por encima del borde del canapé y vertió con sumo cuidado el contenido la taza por la ventana abierta.
Con un suspiro de satisfacción, __________ se hizo un ovillo en uno de los extremos del canapé. De vez en cuando, el ruido que hacía la servidumbre rompía el plácido silencio: el estrépito de los platos, el murmullo de la voz del ama de llaves, el sonido de una escoba que limpiaba la alfombra del pasillo... Apoyó un brazo en el alféizar y se inclinó hacia un rayo de sol, dejando que su brillo le bañara el rostro. Cerró los ojos y escuchó el zumbido de las abejas mientras se desplazaban, perezosamente, entre el despliegue de flores de las hortensias rosas y los delicados ramilletes de los arvejos que adornaban los parterres. A pesar de que aún se encontraba demasiado débil, resultaba muy placentero sentarse a disfrutar del cálido letargo, medio adormilada como un gato.
Se estaba sumiendo en el sueño cuando escuchó un sonido proveniente de la puerta. No fue más que un ligero golpecito, como si el visitante se resistiera a interrumpir su sueño con un golpe más fuerte. Deslumbrada como estaba por la luz del sol, __________ parpadeó repetidamente y se quedó donde estaba, con las piernas dobladas bajo el cuerpo. Las motitas de luz fueron desapareciendo poco a poco de su campo de visión, y, cuando por fin lo hicieron, se encontró con la vista clavada en la oscura y esbelta figura de Nicholas Jonas. Descansaba parte de su peso en una de las jambas de la puerta, con un hombro apoyado contra ésta en una elegante, aunque inconsciente, postura. Tenía la cabeza inclinada y la observaba con una expresión indescifrable.
El pulso de ________ se desbocó. Como era habitual, Jonas vestía de forma impecable, pero el atuendo formal no ocultaba de ninguna de las maneras la masculinidad que parecía emanar de él. _________ recordó la dureza de sus brazos y su pecho mientras la llevaba en brazos, el tacto de esas manos sobre su cuerpo... ¡Señor, jamás sería capaz de mirarlo sin acordarse!
—Tiene el aspecto de una mariposa que acabara de colarse desde el jardín —le dijo él con suavidad.
Debía de estar burlándose de ella, pensó ________, que se daba perfecta cuenta de la palidez enfermiza que mostraba. Consciente de su apariencia, se llevó una mano al cabello y se apartó unos cuantos mechones desordenados.
—¿Qué hace aquí? —preguntó—. ¿No debería estar en la fiesta de la propiedad vecina?
No había pretendido sonar tan brusca y desagradable, pero su habitual facilidad con las palabras parecía haberla abandonado. Mientras lo contemplaba, no podía dejar de recordar el modo en que él le había frotado el pecho con las manos. El recuerdo hizo que un acalorado rubor, provocado por la vergüenza, le cubriera la piel. Nick replicó con un tono melifluo igual de ácido.
—Tengo asuntos de negocios que tratar con uno de mis gerentes, que tiene que llegar desde Londres esta mañana. A diferencia de esos caballeros con medias de seda cuyos linajes tanto admira, yo tengo más cosas en las que pensar además de decidir el mejor lugar donde extender la manta para la merienda campestre. —Se aparto del marco de la puerta y se aventuró al interior de la habitación sin dejar de estudiarla: de un modo exhaustivo—. ¿Todavía se siente débil? Pronto se sentirá mejor. ¿Cómo está su tobillo? Levántese las faldas... Creo que debería echarle otro vistazo.
________ lo observó con alarma durante una fracción de segundo, pero luego comenzó a reír cuando se percató del brillo de sus ojos. La audacia del comentario había mitigado su vergüenza y había hecho que se relajara.
—Eso es muy amable —respondió, cortante—. Pero no hay necesidad alguna. Mi tobillo está mucho mejor, gracias.
Nick sonrió mientras se acercaba a ella.
—Debo decirle que mi oferta está motivada por el más puro de los altruismos. No hubiera recibido placer ilícito alguno con la visión de su pierna. Bueno, tal vez un pequeño estremecimiento, pero lo hubiera ocultado sin dificultad. Con una sola mano, agarró una de las sillas por el respaldo y la llevó sin esfuerzo junto al canapé, tras lo que se sentó cerca de ella. _______ se quedó impresionada por la facilidad con la que había levantado el pesado mueble de caoba labrada, como si fuera una pluma. Lanzó una rápida mirada al vano de la puerta. Mientras esta permaneciera abierta, era aceptable que se sentara con Nick en el saloncito. Además, su madre volvería para comprobar cómo seguía. No
obstante, antes de que eso sucediera, ________ decidió sacar el tema de las botas.
—Señor Jonas —comenzó con cautela—, hay algo que debo preguntarle...
—¿Sí?
Sus ojos eran, sin duda alguna, su rasgo más atractivo, pensó _______ distraída. Vibrantes y llenos de vida, le hacían preguntarse por qué la gente solía preferir los ojos azules a los oscuros. Ninguna tonalidad de azul podría jamás transmitir la inteligencia que bullía en las brillantes y negras profundidades de los ojos de Nick Jonas. Por más que lo intentaba, no se le ocurría una manera sutil de formularle la pregunta. Tras una lucha silenciosa con varias frases al final optó por la franqueza.
—¿Los botines son cosa suya?
Su expresión no reveló nada.
—¿Botines? Me temo que no la entiendo, señorita Peyton. ¿Habla con metáforas o nos referimos a calzado de verdad?
—Botas altas —dijo _________, que lo miró con manifiesta sospecha—. Ayer, alguien dejó un par de botas nuevas en mi habitación.
—Por más que me deleite discutir cualquier parte de su vestuario, señorita Peyton, me temo que no tengo nada que ver con un par de botas. No obstante, me alivia saber que haya encontrado la forma de adquirir unas. A menos por supuesto, que deseé seguir mostrándose como un bufé andante para la fauna salvaje de Hampshire.
_________ lo observó durante largo rato. A pesar de que lo hubiera negado, algo se escondía bajo la máscara de indiferencia..., un brillo juguetón en sus ojos...
—Entonces ¿niega haberme regalado las botas?
—Lo niego de modo total y absoluto.
—Pero, me pregunto... Si alguien deseara regalarle un par de botas a una dama sin que ésta lo supiera ¿cómo podría averiguar la medida exacta de sus pies?
—Una tarea de lo más sencilla... —explicó—. Me imagino que la persona con recursos se limitaría a pedirle a una doncella que copiara la silueta de las suelas de unos zapatos de la dama en cuestión. Después, podría llevar el patrón al zapatero más cercano, a quien obligaría a abandonar el trabajo que estuviera haciendo para que, de este modo, pudiera confeccionar las botas de inmediato.
—Demasiadas molestias para esa persona —musitó _________.
La mirada de Nick se encendió de repente con un brillo travieso.
—Sería mucho menos problemático que verse obligado a cargar con una mujer herida y subirla tres tramos de escaleras cada vez que saliera a pasear con sus zapatos de baile.
_________ se dio cuenta de que Nick nunca admitiría que le había regalado las botas, cosa que no sólo le permitiría conservarlas, sino que aseguraba también que jamás pudiera agradecérselo. Y ella sabía que había sido el responsable: lo llevaba escrito en la cara.
—Señor Jonas —dijo con gran formalidad—, me gustaría... Me gustaría... —Se detuvo, incapaz de encontrar las palabras, y lo contempló impotente.
Apiadándose de ella, Nick se puso en pie, cruzó la habitación y levantó un pequeño tablero de juego circular. Tenía poco más de medio metro de diámetro y estaba fabricado
con un ingenioso mecanismo que permitía jugar tanto a las damas como al ajedrez.
—¿Juega? —preguntó de pasada al tiempo que colocaba el tablero delante de ella.
—¿A las damas? Sí, de vez en cuando...
—No, no me refería a las damas, sino al ajedrez.
Roberta negó con la cabeza y volvió a arrellanarse contra el canapé.
—No, nunca he jugado. Y, aunque no quiero parecer poco cooperadora según me siento en estos momentos, no tengo ganas de probar algo tan difícil como...
—Pues ha llegado el momento de que aprenda —sentenció Nick que se acercó a una estantería empotrada para coger una caja de madera tallada—. Se dice que nunca se llega a conocer a alguien hasta haber jugado una partida de ajedrez.
________ lo observó con cautela, nerviosa ante la idea de estar a solas con él... y, a la vez, seducida sin remedio por su deliberada ternura. Daba la impresión de que estuviera tratando de obligarla a confiar en él. Sus modales traslucían cierta delicadeza que parecía contradecir por completo al cínico disoluto por el que ella siempre lo había tomado.
—¿De verdad lo cree? —preguntó ella.
—Por supuesto que no. — Nick llevó la caja hasta la mesa, donde la abrió para revelar un juego de piezas de ónice y marfil, labradas con todo lujo de detalles. Le dedicó una mirada provocativa—. Lo cierto es que no se puede conocer realmente a un hombre hasta que se le ha prestado dinero. Y nunca se puede conocer a una mujer hasta que se ha dormido en su cama. (N/A: Yo quiero que me conozcas Nick *O*)
Lo dijo con toda deliberación, desde luego, con el fin de escandalizarla. Y había tenido éxito, a pesar de que _______ hizo cuanto pudo para ocultarlo.
—Señor Jonas —le dijo; respondiendo a sus ojos risueños con un ceño fruncido—, si continúa haciendo comentarios groseros, me veré obligada a pedirle que se vaya de la sala.
—Perdóneme. —La inmediata disculpa no la engañó en ningún momento—. Es que no puedo dejar pasar ninguna oportunidad de hacer que se ruborice. Nunca conocí a una mujer que lo hiciera con tanta frecuencia como usted.
El rubor que había comenzado en su garganta se extendió hasta la raíz del cabello.
—Yo nunca me ruborizo. Tan sólo cuando usted está cerca, y... —Se detuvo de golpe y lo miró con un ceño tan indignado que lo hizo reír a carcajadas.
—Me comportaré —le dijo—. No me pida que me vaya.
Lo miro, indecisa, y se pasó una mano temblorosa por la frente. Aquella muestra de debilidad física lo hizo hablar con un tono todavía más amable.
—Está bien —murmuró—. Deje que me quede, ________.
Parpadeando, respondió con un inestable cabeceo y volvió a hundirse en los cojines del canapé mientras Nick acomodaba las piezas con gestos meticulosos. La forma en que tocaba las piezas era sorprendentemente ligera y hábil, sobre todo si se consideraba el tamaño de sus manos. Manos rudas cuando así lo quería, pensó ella..., bronceadas y masculinas, con apenas un poco de vello oscuro en el dorso.
Al estar medio inclinado sobre ella, ________ se percató del intrigante aroma que emanaba de él, mezcla de un ligero toque de almidón y jabón de afeitar, que se superponía a la fragancia de la piel masculina limpia... Y también percibía algo más esquivo, un olor dulzón en su aliento, como si acabara de comer peras o, tal vez, una rodaja de piña. Al levantar la vista para mirarlo, se dio cuenta de que con muy poco esfuerzo, Nick podría haberse inclinado y besarla. Ese pensamiento consiguió que se estremeciera. En realidad, deseaba sentir la boca del hombre sobre la suya, inhalar ese efímero roque de dulzura de su aliento. Deseaba que volviera a abrazarla. Al darse cuenta de ese hecho, abrió los ojos de par en par. La súbita
Capítulo 14
Una mañana, tres días después de la mordedura de la víbora, ______ se sintió
por fin con la presencia de ánimo suficiente como para salir de la cama. Para su inmenso alivio, la mayoría de los invitados se había marchado con el fin de asistir a una fiesta que se celebraba en una propiedad colindante, de modo que Stony Cross Park había quedado en paz y bastante vacía. Tras haberlo consultado con el ama de llaves, Alma trasladó a _________ a un salón privado de la planta superior, con vistas a los jardines. Era una estancia encantadora, con las paredes cubiertas por un papel de estampados florales en color azul y repletas de alegres retratos de niños y animales. Según el ama de llaves, ese salón estaba reservado para el uso exclusivo de los Marsden, pero el propio lord Westcliff había sugerido la estancia en beneficio de la comodidad de ________.
Después de colocar una manta de viaje sobre las rodillas de su hija, Alma depositó una infusión de presera en la mesa que había junto a ella.
—Debes beberte esto —dijo con firmeza en respuesta a la mueca de desagrado de _________—. Es por tu propio bien.
—No hace falta que te quedes en la habitación para cuidar de mi, mamá—contestó—.
Estaré encantada de quedarme aquí descansando mientras vas a dar un paseo o charlas con alguna de tus amistades.
—¿Estás segura? —preguntó Alma.
—Totalmente. —________ cogió la taza con la infusión y le dió un sorbo—. Incluso me estoy tomando la medicina, ¿ves? Vete, mamá, y no te preocupes más por mí.
—Muy bien —accedió Alma a regañadientes—. Pero sólo un ratito. El ama de llaves me dijo que utilizaras esa campanilla qué hay sobre la mesa si necesitas a algún criado. Y no olvides beberte la infusión.
—Lo haré —prometió _________, esforzándose por componer una enorme sonrisa que mantuvo hasta que Alma abandonó la habitación; en cuanto su madre desapareció, se inclinó por encima del borde del canapé y vertió con sumo cuidado el contenido la taza por la ventana abierta.
Con un suspiro de satisfacción, __________ se hizo un ovillo en uno de los extremos del canapé. De vez en cuando, el ruido que hacía la servidumbre rompía el plácido silencio: el estrépito de los platos, el murmullo de la voz del ama de llaves, el sonido de una escoba que limpiaba la alfombra del pasillo... Apoyó un brazo en el alféizar y se inclinó hacia un rayo de sol, dejando que su brillo le bañara el rostro. Cerró los ojos y escuchó el zumbido de las abejas mientras se desplazaban, perezosamente, entre el despliegue de flores de las hortensias rosas y los delicados ramilletes de los arvejos que adornaban los parterres. A pesar de que aún se encontraba demasiado débil, resultaba muy placentero sentarse a disfrutar del cálido letargo, medio adormilada como un gato.
Se estaba sumiendo en el sueño cuando escuchó un sonido proveniente de la puerta. No fue más que un ligero golpecito, como si el visitante se resistiera a interrumpir su sueño con un golpe más fuerte. Deslumbrada como estaba por la luz del sol, __________ parpadeó repetidamente y se quedó donde estaba, con las piernas dobladas bajo el cuerpo. Las motitas de luz fueron desapareciendo poco a poco de su campo de visión, y, cuando por fin lo hicieron, se encontró con la vista clavada en la oscura y esbelta figura de Nicholas Jonas. Descansaba parte de su peso en una de las jambas de la puerta, con un hombro apoyado contra ésta en una elegante, aunque inconsciente, postura. Tenía la cabeza inclinada y la observaba con una expresión indescifrable.
El pulso de ________ se desbocó. Como era habitual, Jonas vestía de forma impecable, pero el atuendo formal no ocultaba de ninguna de las maneras la masculinidad que parecía emanar de él. _________ recordó la dureza de sus brazos y su pecho mientras la llevaba en brazos, el tacto de esas manos sobre su cuerpo... ¡Señor, jamás sería capaz de mirarlo sin acordarse!
—Tiene el aspecto de una mariposa que acabara de colarse desde el jardín —le dijo él con suavidad.
Debía de estar burlándose de ella, pensó ________, que se daba perfecta cuenta de la palidez enfermiza que mostraba. Consciente de su apariencia, se llevó una mano al cabello y se apartó unos cuantos mechones desordenados.
—¿Qué hace aquí? —preguntó—. ¿No debería estar en la fiesta de la propiedad vecina?
No había pretendido sonar tan brusca y desagradable, pero su habitual facilidad con las palabras parecía haberla abandonado. Mientras lo contemplaba, no podía dejar de recordar el modo en que él le había frotado el pecho con las manos. El recuerdo hizo que un acalorado rubor, provocado por la vergüenza, le cubriera la piel. Nick replicó con un tono melifluo igual de ácido.
—Tengo asuntos de negocios que tratar con uno de mis gerentes, que tiene que llegar desde Londres esta mañana. A diferencia de esos caballeros con medias de seda cuyos linajes tanto admira, yo tengo más cosas en las que pensar además de decidir el mejor lugar donde extender la manta para la merienda campestre. —Se aparto del marco de la puerta y se aventuró al interior de la habitación sin dejar de estudiarla: de un modo exhaustivo—. ¿Todavía se siente débil? Pronto se sentirá mejor. ¿Cómo está su tobillo? Levántese las faldas... Creo que debería echarle otro vistazo.
________ lo observó con alarma durante una fracción de segundo, pero luego comenzó a reír cuando se percató del brillo de sus ojos. La audacia del comentario había mitigado su vergüenza y había hecho que se relajara.
—Eso es muy amable —respondió, cortante—. Pero no hay necesidad alguna. Mi tobillo está mucho mejor, gracias.
Nick sonrió mientras se acercaba a ella.
—Debo decirle que mi oferta está motivada por el más puro de los altruismos. No hubiera recibido placer ilícito alguno con la visión de su pierna. Bueno, tal vez un pequeño estremecimiento, pero lo hubiera ocultado sin dificultad. Con una sola mano, agarró una de las sillas por el respaldo y la llevó sin esfuerzo junto al canapé, tras lo que se sentó cerca de ella. _______ se quedó impresionada por la facilidad con la que había levantado el pesado mueble de caoba labrada, como si fuera una pluma. Lanzó una rápida mirada al vano de la puerta. Mientras esta permaneciera abierta, era aceptable que se sentara con Nick en el saloncito. Además, su madre volvería para comprobar cómo seguía. No
obstante, antes de que eso sucediera, ________ decidió sacar el tema de las botas.
—Señor Jonas —comenzó con cautela—, hay algo que debo preguntarle...
—¿Sí?
Sus ojos eran, sin duda alguna, su rasgo más atractivo, pensó _______ distraída. Vibrantes y llenos de vida, le hacían preguntarse por qué la gente solía preferir los ojos azules a los oscuros. Ninguna tonalidad de azul podría jamás transmitir la inteligencia que bullía en las brillantes y negras profundidades de los ojos de Nick Jonas. Por más que lo intentaba, no se le ocurría una manera sutil de formularle la pregunta. Tras una lucha silenciosa con varias frases al final optó por la franqueza.
—¿Los botines son cosa suya?
Su expresión no reveló nada.
—¿Botines? Me temo que no la entiendo, señorita Peyton. ¿Habla con metáforas o nos referimos a calzado de verdad?
—Botas altas —dijo _________, que lo miró con manifiesta sospecha—. Ayer, alguien dejó un par de botas nuevas en mi habitación.
—Por más que me deleite discutir cualquier parte de su vestuario, señorita Peyton, me temo que no tengo nada que ver con un par de botas. No obstante, me alivia saber que haya encontrado la forma de adquirir unas. A menos por supuesto, que deseé seguir mostrándose como un bufé andante para la fauna salvaje de Hampshire.
_________ lo observó durante largo rato. A pesar de que lo hubiera negado, algo se escondía bajo la máscara de indiferencia..., un brillo juguetón en sus ojos...
—Entonces ¿niega haberme regalado las botas?
—Lo niego de modo total y absoluto.
—Pero, me pregunto... Si alguien deseara regalarle un par de botas a una dama sin que ésta lo supiera ¿cómo podría averiguar la medida exacta de sus pies?
—Una tarea de lo más sencilla... —explicó—. Me imagino que la persona con recursos se limitaría a pedirle a una doncella que copiara la silueta de las suelas de unos zapatos de la dama en cuestión. Después, podría llevar el patrón al zapatero más cercano, a quien obligaría a abandonar el trabajo que estuviera haciendo para que, de este modo, pudiera confeccionar las botas de inmediato.
—Demasiadas molestias para esa persona —musitó _________.
La mirada de Nick se encendió de repente con un brillo travieso.
—Sería mucho menos problemático que verse obligado a cargar con una mujer herida y subirla tres tramos de escaleras cada vez que saliera a pasear con sus zapatos de baile.
_________ se dio cuenta de que Nick nunca admitiría que le había regalado las botas, cosa que no sólo le permitiría conservarlas, sino que aseguraba también que jamás pudiera agradecérselo. Y ella sabía que había sido el responsable: lo llevaba escrito en la cara.
—Señor Jonas —dijo con gran formalidad—, me gustaría... Me gustaría... —Se detuvo, incapaz de encontrar las palabras, y lo contempló impotente.
Apiadándose de ella, Nick se puso en pie, cruzó la habitación y levantó un pequeño tablero de juego circular. Tenía poco más de medio metro de diámetro y estaba fabricado
con un ingenioso mecanismo que permitía jugar tanto a las damas como al ajedrez.
—¿Juega? —preguntó de pasada al tiempo que colocaba el tablero delante de ella.
—¿A las damas? Sí, de vez en cuando...
—No, no me refería a las damas, sino al ajedrez.
Roberta negó con la cabeza y volvió a arrellanarse contra el canapé.
—No, nunca he jugado. Y, aunque no quiero parecer poco cooperadora según me siento en estos momentos, no tengo ganas de probar algo tan difícil como...
—Pues ha llegado el momento de que aprenda —sentenció Nick que se acercó a una estantería empotrada para coger una caja de madera tallada—. Se dice que nunca se llega a conocer a alguien hasta haber jugado una partida de ajedrez.
________ lo observó con cautela, nerviosa ante la idea de estar a solas con él... y, a la vez, seducida sin remedio por su deliberada ternura. Daba la impresión de que estuviera tratando de obligarla a confiar en él. Sus modales traslucían cierta delicadeza que parecía contradecir por completo al cínico disoluto por el que ella siempre lo había tomado.
—¿De verdad lo cree? —preguntó ella.
—Por supuesto que no. — Nick llevó la caja hasta la mesa, donde la abrió para revelar un juego de piezas de ónice y marfil, labradas con todo lujo de detalles. Le dedicó una mirada provocativa—. Lo cierto es que no se puede conocer realmente a un hombre hasta que se le ha prestado dinero. Y nunca se puede conocer a una mujer hasta que se ha dormido en su cama. (N/A: Yo quiero que me conozcas Nick *O*)
Lo dijo con toda deliberación, desde luego, con el fin de escandalizarla. Y había tenido éxito, a pesar de que _______ hizo cuanto pudo para ocultarlo.
—Señor Jonas —le dijo; respondiendo a sus ojos risueños con un ceño fruncido—, si continúa haciendo comentarios groseros, me veré obligada a pedirle que se vaya de la sala.
—Perdóneme. —La inmediata disculpa no la engañó en ningún momento—. Es que no puedo dejar pasar ninguna oportunidad de hacer que se ruborice. Nunca conocí a una mujer que lo hiciera con tanta frecuencia como usted.
El rubor que había comenzado en su garganta se extendió hasta la raíz del cabello.
—Yo nunca me ruborizo. Tan sólo cuando usted está cerca, y... —Se detuvo de golpe y lo miró con un ceño tan indignado que lo hizo reír a carcajadas.
—Me comportaré —le dijo—. No me pida que me vaya.
Lo miro, indecisa, y se pasó una mano temblorosa por la frente. Aquella muestra de debilidad física lo hizo hablar con un tono todavía más amable.
—Está bien —murmuró—. Deje que me quede, ________.
Parpadeando, respondió con un inestable cabeceo y volvió a hundirse en los cojines del canapé mientras Nick acomodaba las piezas con gestos meticulosos. La forma en que tocaba las piezas era sorprendentemente ligera y hábil, sobre todo si se consideraba el tamaño de sus manos. Manos rudas cuando así lo quería, pensó ella..., bronceadas y masculinas, con apenas un poco de vello oscuro en el dorso.
Al estar medio inclinado sobre ella, ________ se percató del intrigante aroma que emanaba de él, mezcla de un ligero toque de almidón y jabón de afeitar, que se superponía a la fragancia de la piel masculina limpia... Y también percibía algo más esquivo, un olor dulzón en su aliento, como si acabara de comer peras o, tal vez, una rodaja de piña. Al levantar la vista para mirarlo, se dio cuenta de que con muy poco esfuerzo, Nick podría haberse inclinado y besarla. Ese pensamiento consiguió que se estremeciera. En realidad, deseaba sentir la boca del hombre sobre la suya, inhalar ese efímero roque de dulzura de su aliento. Deseaba que volviera a abrazarla. Al darse cuenta de ese hecho, abrió los ojos de par en par. La súbita
Dayi_JonasLove!*
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
inmovilidad de ________ quedó patente para Jonas al instante. El hombre desvió su atención desde el tablero de ajedrez hasta su rostro, y lo que quiera que viese en su expresión hizo que contuviera el aliento. Ninguno de los dos se movió. Lo único
que ________ pudo hacer fue esperar en silencio, hundiendo los dedos en el tapizado del canapé, mientras se preguntaba cuál sería el siguiente paso de Nick. Él rompió la tensión con un largo suspiro, tras el que habló con una voz
ligeramente ronca.
—No… Todavía no está lo bastante recuperada. (N/A: Que bellooo! <3)
Le costaba trabajo escuchar las palabras debido al ensordecedor latido de su corazón.
—¿Có-cómo ha dicho? —preguntó ella con voz débil.
Aparentemente incapaz de contenerse, Nick apartó un pequeño mechón rizado de sus sienes. El roce de la yema de su dedo hizo que la sedosa piel de ________ ardiera y se erizara a su paso.
—Sé lo que está pensando y créame, me resulta de lo más tentador. Pero todavía se encuentra demasiado débil... y mi autocontrol hoy es bastante escaso.
—Si con eso insinúa que yo...
—Nunca malgasto el tiempo con insinuaciones —murmuró al tiempo que regresaba a la metódica colocación de las piezas de ajedrez—. Es obvio que desea que la bese y cuando llegue el momento adecuado, estaré encantado de complacerla. Pero todavía no.
—Señor Jonas, es usted el mayor...
—Sí, lo sé —replicó con una sonrisa—. También puede ahorrarse el esfuerzo de arrojarme epítetos a la cara, puesto que ya los he escuchado todos.
Se sentó en la silla y le colocó una pieza de ajedrez en la mano. El ónice labrado resultaba pesado y frío, aunque la lisa superficie se calentó poco a poco al tacto.
—No hay epíteto alguno que desee arrojarle a la cara —le dijo ________—. Con uno o dos objetos afilados bastaría.
Una risa profunda retumbó en el pecho de Nick, que acarició el dorso de los dedos de ella con el pulgar antes de retirar la mano. _________ sintió la ligera aspereza de un callo, y la sensación no pareció muy diferente del lametón de un gato. Asombrada por la respuesta que él le provocaba, bajó la vista hasta la pieza que tenía en la mano.
—Es la dama: la pieza más poderosa del tablero. Puede desplazarse en cualquier dirección y cuantas casillas quiera.
No había ninguna sugerencia manifiesta en sus palabras, pero cuando hablaba tan bajo, como en aquel momento, la tonalidad ronca de su voz conseguía hacerle un nudo en el estómago.
—¿Más poderosa que el rey? —preguntó.
—Sí. El rey sólo se puede mover una casilla por turno. Sin embargo, el rey es la pieza más importante.
—¿Por qué es más importante que la reina si, no es más poderosa?
—Porque una vez que es capturado, el juego llega a su fin —le quitó la pieza que le había dado y la cambió por un peón. Los dedos de Nick rozaron los suyos y se demoraron en una breve pero inequívoca caricia. A pesar de que __________ sabía que debía poner freno a semejantes y escandalosas familiaridades, se encontró sumida en una especie de estupor al tiempo que sus nudillos palidecían al apretar la pieza de marfil con demasiada fuerza. Cuando prosiguió con la explicación, el tono de Nick sonó grave y aterciopelado—. Esa pieza es un peón, que se mueve una casilla por turno. No puede desplazarse hacia atrás ni en diagonal, a menos, en este ultimo caso, que se coma a otra pieza. Por regla
general, los principiantes se inclinan por utilizar mucho los peones al comienzo del juego, puesto que de esa forma controlan una gran superficie del tablero. Sin embargo, la estrategia que da mejores resultados es la de utilizar con sabiduría el resto de las piezas...
A medida que Nick continuaba la explicación acerca de cada plaza y su utilidad, las iba apretando contra su palma. ________quedó seducida por los hipnóticos roces de esas manos y con la sensibilidad a flor de piel. Sus defensas habituales parecían haber quedado hechas añicos. Algo le había sucedido a ella misma, o a Jonas, o tal vez a los dos, algo que les permitía deleitarse con la compañía del otro con una desenvoltura, de la que no habían disfrutado con anterioridad. No quería invitarlo a que se acercara más, ya que no podría resultar nada bueno de ese impulso, pero se sentía incapaz de no disfrutar de
su cercanía.
Nick la persuadió para que jugara y esperó con paciencia a que considerara cada movimiento posible;también se prestaba a ofrecerle consejo cuando ella se lo pedía. Sus modales eran tan encantadores y la distraían con tanta efectividad que para __________
no tenía importancia alguna quién pudiera ganar. Casi. Cuando desplazó una pieza hasta una posición en la que no sólo atacaba una de las piezas de el, sino dos a la vez, Nick le dirigió una sonrisa de aprobación.
—A eso se le llama «doble amenaza». Tal como supuse, tiene un instinto nato para el ajedrez.
—Ahora no le queda otra opción que la de retirarse —anunció _______ exultante.
—Todavía no. —Movió otra de sus piezas hacia un área diferente del tablero y amenazó de inmediato a su reina.
Desconcertada por esa estrategia, ________ cayó en la cuenta de que acababa de obligarla a retroceder.
—Eso no es justo —protestó, ante lo que él emitió una risa ahogada.
________ enlazó los dedos y apoyó la barbilla sobre las manos mientras procedía a estudiar el tablero. Pasó un minuto completo durante el cual meditó diversos movimientos, pero ninguno le parecía acertado.
—No sé qué hacer —admitió por fin.
Cuando levantó la vista, advirtió que Nick la estaba observando de una forma extraña: su mirada era cariñosa y, a la vez, destilaba preocupación. Esa mirada la desconcertó, y tuvo que tragar saliva para hacer desaparecer un nudo de espesa dulzura que, igual que la miel, ahogaba su garganta.
—La he fatigado —murmuró Jonas.
—No, me encuentro bien...
—Retomaremos la partida más tarde. Verá con mayor claridad su siguiente movimiento una vez que haya descansado.
—No quiero dejarlo ahora —dijo ella, que se sentía molesta por su negativa—. Además, ninguno de los dos recordará la disposición de las piezas.
—Yo me acordaré. —Nick hizo caso omiso de sus protestas, se puso en pie y apartó la mesa hasta dejarla fuera de su alcance—. Tiene que dormir una siesta. ¿Necesita la asistencia de alguien para regresar al piso superior o...?
—Señor Jonas, de ninguna de las maneras pienso regresar a mi habitación —dijo con obstinación—. Estoy más que cansada de estar allí. De hecho, preferiría dormir en el pasillo antes que...
—Muy bien —musitó Nick con una sonrisa antes de volver a sentarse—. Cálmese. Nada más lejos de mi intención que obligarla a hacer algo que no desea. —Enlazó los dedos, se reclinó en una postura engañosamente informal y entrecerró los ojos para mirarla—. Mañana, los invitados regresarán a la mansión con renovadas fuerzas —señaló—. Supongo que retomará la persecución de Kendall enseguida, ¿no es así?
—Probablemente —admitió __________, que se cubrió la boca cuando un insistente bostezo se propuso estirar sus labios.
—No lo desea—recalcó Nick en voz baja.
—Por supuesto que sí.— _________ se detuvo, soñolienta, y medio apoyó la cabeza en el brazo doblado—. Y, aunque se ha mostrado de lo más gentil conmigo, señor Jonas...,
me temo que no puedo permitir que eso cambie mis planes. Nick la contempló con la misma mirada relajada y absorta que le había dedicado al tablero de ajedrez.
—Tampoco yo voy a cambiar mis planes, cariño.
Si _________ no hubiera estado tan cansada, se habría opuesto al tratamiento afectuoso. En cambio, se limitó a considerar sus palabras a través de la bruma del sueño. Sus planes...
—Que no son otros que evitar que atrape a lord Kendall—dijo.
—Son un poco más ambiciosos —replicó, con la diversión bailando en la comisura de los labios.
—¿A qué se refiere?
—No estoy dispuesto a desvelar mi estrategia. Es evidente que necesito de cualquier ventaja de la que disponga. El siguiente movimiento es suyo, señorita Peyton. Pero no olvide que la estaré vigilando.
________ era consciente de que la advertencia debería haberla alarmado. Sin embargo; abrumada como estaba por una debilidad extrema, cerró los ojos por unos segundos. La balsámica humedad que había tras sus párpados alivió lasensación de picor que anunciaba la urgente necesidad de dormir. Abrió los ojos con gran reticencia y la imagen de Nick se desdibujó delante de ella. Era una pena que tuvieran que ser adversarios, pensó con cansancio. No fue consciente de que había pronunciado las palabras en voz alta hasta que él replicó con tono amable.
—Nunca he sido su adversario.
—¿Somos amigos, en ese caso? —murmuró con escepticismo al tiempo que sucumbía a la tentación de cerrar los ojos una vez más. En esa ocasión, el sueño la acogió en su abrazo con tanta rapidez que apenas pudo percatarse de que, Nick la había cubierto hasta los tobillos con la manta de viaje.
—No, cariño —susurró—. No soy tu amigo...
Disfrutó, de un sueño ligero y, al despertar, pudo comprobar que se encontraba sola en el salón privado antes de volver a dormirse a la suave luz del sol. A medida que su cuerpo se adentraba en un estado de somnolencia, se halló inmersa en un sueño de vívidos colores, en el que sus sentidos se habían agudizado y sentía su cuerpo tan ligero como si flotara en un mar de cálidas aguas. Poco a poco las formas se materializaron a su alrededor...
Caminaba por una casa desconocida, una mansión brillante donde la luz del sol se filtraba por los ventanales. Las habitaciones estaban vacías, sin invitados ni sirvientes a la vista. La música, cuyo origen no podía ver, flotaba en el aire; era una melodía triste y etérea que despertaba en ella un extraño anhelo. Mientras paseaba sola, dio con una espaciosa habitación con columnas de mármol y sin techo... Se abría al cielo, que apenas quedaba oculto por una fugaz nube que sobrevolaba la estancia. El suelo de parqué que pisaban sus pies estaba formado por cuadros negros y blancos que se asemejaban a un tablero de ajedrez, con estatuas de tamaño natural colocadas en algunas de las casillas. Se movió entre ellas con curiosidad y trazó lentos círculos a su alrededor para contemplar sus brillantes rostros esculpidos. Sintió el deseo de tener a alguien con quien hablar, el calor humano de una mano a la que aferrarse, por lo que cruzó el gigantesco tablero, de ajedrez, buscando a ciegas entre la multitud de figuras inmóviles... hasta que divisó una oscura silueta que se apoyaba, indolente, contra una blanca columna de mármol. Su corazón se desbocó y sus pasos se fueron deteniendo poco a poco a medida que una sensación de nerviosismo se apoderaba de ella, calentando su piel y acelerando su pulso con un ritmo frenético. Era Nicholas Jonas, que se acercaba a ella con una ligera sonrisa en el rostro. La atrapó antes de que pudiera escapar y se inclinó para susurrarle al oído.
—¿Bailarás conmigo ahora?
—No puedo —contestó sin aliento mientras luchaba por desasirse de su abrazo.
—Sí, sí que puedes —la urgió con gentileza y le recorrió el rostro dejando un reguero de besos tiernos—. Rodéame con los brazos...
Cuando _________ se retorció entre ellos, Nick rió con suavidad y la besó hasta que se encontró inerte e indefensa frente a él.
—La reina está a punto de caer —murmuró al tiempo que se retiraba un poco para mirarla con una expresión perversa en los ojos—. Estás en peligro, _______...
De repente, quedó libre y se volvió para huir de él, tropezando con las estatuas que encontraba en su camino. Nick la siguió muy despacio, y esa risa grave tan suya le martilleaba en los oídos. La siguió muy de cerca, prolongando la caza con toda deliberación, hasta que ella se encontró acalorada, exhausta y sin aliento. Cuando por fin la capturó, la obligó a apoyar la espalda contra él antes de tenderla en el suelo. Su oscura cabellera ocultó el cielo cuando colocó su cuerpo sobre el de ella; la música quedó apagada por los atronadores latidos de su propio corazón.
—__________—susurró—, __________...
Se despertó sus ojos se abrieron en un rostro sonrojado por el sueño y descubrió que había alguien más con ella.
—_________—volvió a escuchar... Pero no se trataba de la voz de barítono ronca y acariciante que aparecía en su sueño.
FIN DEL CAPÍTULO 14
que ________ pudo hacer fue esperar en silencio, hundiendo los dedos en el tapizado del canapé, mientras se preguntaba cuál sería el siguiente paso de Nick. Él rompió la tensión con un largo suspiro, tras el que habló con una voz
ligeramente ronca.
—No… Todavía no está lo bastante recuperada. (N/A: Que bellooo! <3)
Le costaba trabajo escuchar las palabras debido al ensordecedor latido de su corazón.
—¿Có-cómo ha dicho? —preguntó ella con voz débil.
Aparentemente incapaz de contenerse, Nick apartó un pequeño mechón rizado de sus sienes. El roce de la yema de su dedo hizo que la sedosa piel de ________ ardiera y se erizara a su paso.
—Sé lo que está pensando y créame, me resulta de lo más tentador. Pero todavía se encuentra demasiado débil... y mi autocontrol hoy es bastante escaso.
—Si con eso insinúa que yo...
—Nunca malgasto el tiempo con insinuaciones —murmuró al tiempo que regresaba a la metódica colocación de las piezas de ajedrez—. Es obvio que desea que la bese y cuando llegue el momento adecuado, estaré encantado de complacerla. Pero todavía no.
—Señor Jonas, es usted el mayor...
—Sí, lo sé —replicó con una sonrisa—. También puede ahorrarse el esfuerzo de arrojarme epítetos a la cara, puesto que ya los he escuchado todos.
Se sentó en la silla y le colocó una pieza de ajedrez en la mano. El ónice labrado resultaba pesado y frío, aunque la lisa superficie se calentó poco a poco al tacto.
—No hay epíteto alguno que desee arrojarle a la cara —le dijo ________—. Con uno o dos objetos afilados bastaría.
Una risa profunda retumbó en el pecho de Nick, que acarició el dorso de los dedos de ella con el pulgar antes de retirar la mano. _________ sintió la ligera aspereza de un callo, y la sensación no pareció muy diferente del lametón de un gato. Asombrada por la respuesta que él le provocaba, bajó la vista hasta la pieza que tenía en la mano.
—Es la dama: la pieza más poderosa del tablero. Puede desplazarse en cualquier dirección y cuantas casillas quiera.
No había ninguna sugerencia manifiesta en sus palabras, pero cuando hablaba tan bajo, como en aquel momento, la tonalidad ronca de su voz conseguía hacerle un nudo en el estómago.
—¿Más poderosa que el rey? —preguntó.
—Sí. El rey sólo se puede mover una casilla por turno. Sin embargo, el rey es la pieza más importante.
—¿Por qué es más importante que la reina si, no es más poderosa?
—Porque una vez que es capturado, el juego llega a su fin —le quitó la pieza que le había dado y la cambió por un peón. Los dedos de Nick rozaron los suyos y se demoraron en una breve pero inequívoca caricia. A pesar de que __________ sabía que debía poner freno a semejantes y escandalosas familiaridades, se encontró sumida en una especie de estupor al tiempo que sus nudillos palidecían al apretar la pieza de marfil con demasiada fuerza. Cuando prosiguió con la explicación, el tono de Nick sonó grave y aterciopelado—. Esa pieza es un peón, que se mueve una casilla por turno. No puede desplazarse hacia atrás ni en diagonal, a menos, en este ultimo caso, que se coma a otra pieza. Por regla
general, los principiantes se inclinan por utilizar mucho los peones al comienzo del juego, puesto que de esa forma controlan una gran superficie del tablero. Sin embargo, la estrategia que da mejores resultados es la de utilizar con sabiduría el resto de las piezas...
A medida que Nick continuaba la explicación acerca de cada plaza y su utilidad, las iba apretando contra su palma. ________quedó seducida por los hipnóticos roces de esas manos y con la sensibilidad a flor de piel. Sus defensas habituales parecían haber quedado hechas añicos. Algo le había sucedido a ella misma, o a Jonas, o tal vez a los dos, algo que les permitía deleitarse con la compañía del otro con una desenvoltura, de la que no habían disfrutado con anterioridad. No quería invitarlo a que se acercara más, ya que no podría resultar nada bueno de ese impulso, pero se sentía incapaz de no disfrutar de
su cercanía.
Nick la persuadió para que jugara y esperó con paciencia a que considerara cada movimiento posible;también se prestaba a ofrecerle consejo cuando ella se lo pedía. Sus modales eran tan encantadores y la distraían con tanta efectividad que para __________
no tenía importancia alguna quién pudiera ganar. Casi. Cuando desplazó una pieza hasta una posición en la que no sólo atacaba una de las piezas de el, sino dos a la vez, Nick le dirigió una sonrisa de aprobación.
—A eso se le llama «doble amenaza». Tal como supuse, tiene un instinto nato para el ajedrez.
—Ahora no le queda otra opción que la de retirarse —anunció _______ exultante.
—Todavía no. —Movió otra de sus piezas hacia un área diferente del tablero y amenazó de inmediato a su reina.
Desconcertada por esa estrategia, ________ cayó en la cuenta de que acababa de obligarla a retroceder.
—Eso no es justo —protestó, ante lo que él emitió una risa ahogada.
________ enlazó los dedos y apoyó la barbilla sobre las manos mientras procedía a estudiar el tablero. Pasó un minuto completo durante el cual meditó diversos movimientos, pero ninguno le parecía acertado.
—No sé qué hacer —admitió por fin.
Cuando levantó la vista, advirtió que Nick la estaba observando de una forma extraña: su mirada era cariñosa y, a la vez, destilaba preocupación. Esa mirada la desconcertó, y tuvo que tragar saliva para hacer desaparecer un nudo de espesa dulzura que, igual que la miel, ahogaba su garganta.
—La he fatigado —murmuró Jonas.
—No, me encuentro bien...
—Retomaremos la partida más tarde. Verá con mayor claridad su siguiente movimiento una vez que haya descansado.
—No quiero dejarlo ahora —dijo ella, que se sentía molesta por su negativa—. Además, ninguno de los dos recordará la disposición de las piezas.
—Yo me acordaré. —Nick hizo caso omiso de sus protestas, se puso en pie y apartó la mesa hasta dejarla fuera de su alcance—. Tiene que dormir una siesta. ¿Necesita la asistencia de alguien para regresar al piso superior o...?
—Señor Jonas, de ninguna de las maneras pienso regresar a mi habitación —dijo con obstinación—. Estoy más que cansada de estar allí. De hecho, preferiría dormir en el pasillo antes que...
—Muy bien —musitó Nick con una sonrisa antes de volver a sentarse—. Cálmese. Nada más lejos de mi intención que obligarla a hacer algo que no desea. —Enlazó los dedos, se reclinó en una postura engañosamente informal y entrecerró los ojos para mirarla—. Mañana, los invitados regresarán a la mansión con renovadas fuerzas —señaló—. Supongo que retomará la persecución de Kendall enseguida, ¿no es así?
—Probablemente —admitió __________, que se cubrió la boca cuando un insistente bostezo se propuso estirar sus labios.
—No lo desea—recalcó Nick en voz baja.
—Por supuesto que sí.— _________ se detuvo, soñolienta, y medio apoyó la cabeza en el brazo doblado—. Y, aunque se ha mostrado de lo más gentil conmigo, señor Jonas...,
me temo que no puedo permitir que eso cambie mis planes. Nick la contempló con la misma mirada relajada y absorta que le había dedicado al tablero de ajedrez.
—Tampoco yo voy a cambiar mis planes, cariño.
Si _________ no hubiera estado tan cansada, se habría opuesto al tratamiento afectuoso. En cambio, se limitó a considerar sus palabras a través de la bruma del sueño. Sus planes...
—Que no son otros que evitar que atrape a lord Kendall—dijo.
—Son un poco más ambiciosos —replicó, con la diversión bailando en la comisura de los labios.
—¿A qué se refiere?
—No estoy dispuesto a desvelar mi estrategia. Es evidente que necesito de cualquier ventaja de la que disponga. El siguiente movimiento es suyo, señorita Peyton. Pero no olvide que la estaré vigilando.
________ era consciente de que la advertencia debería haberla alarmado. Sin embargo; abrumada como estaba por una debilidad extrema, cerró los ojos por unos segundos. La balsámica humedad que había tras sus párpados alivió lasensación de picor que anunciaba la urgente necesidad de dormir. Abrió los ojos con gran reticencia y la imagen de Nick se desdibujó delante de ella. Era una pena que tuvieran que ser adversarios, pensó con cansancio. No fue consciente de que había pronunciado las palabras en voz alta hasta que él replicó con tono amable.
—Nunca he sido su adversario.
—¿Somos amigos, en ese caso? —murmuró con escepticismo al tiempo que sucumbía a la tentación de cerrar los ojos una vez más. En esa ocasión, el sueño la acogió en su abrazo con tanta rapidez que apenas pudo percatarse de que, Nick la había cubierto hasta los tobillos con la manta de viaje.
—No, cariño —susurró—. No soy tu amigo...
Disfrutó, de un sueño ligero y, al despertar, pudo comprobar que se encontraba sola en el salón privado antes de volver a dormirse a la suave luz del sol. A medida que su cuerpo se adentraba en un estado de somnolencia, se halló inmersa en un sueño de vívidos colores, en el que sus sentidos se habían agudizado y sentía su cuerpo tan ligero como si flotara en un mar de cálidas aguas. Poco a poco las formas se materializaron a su alrededor...
Caminaba por una casa desconocida, una mansión brillante donde la luz del sol se filtraba por los ventanales. Las habitaciones estaban vacías, sin invitados ni sirvientes a la vista. La música, cuyo origen no podía ver, flotaba en el aire; era una melodía triste y etérea que despertaba en ella un extraño anhelo. Mientras paseaba sola, dio con una espaciosa habitación con columnas de mármol y sin techo... Se abría al cielo, que apenas quedaba oculto por una fugaz nube que sobrevolaba la estancia. El suelo de parqué que pisaban sus pies estaba formado por cuadros negros y blancos que se asemejaban a un tablero de ajedrez, con estatuas de tamaño natural colocadas en algunas de las casillas. Se movió entre ellas con curiosidad y trazó lentos círculos a su alrededor para contemplar sus brillantes rostros esculpidos. Sintió el deseo de tener a alguien con quien hablar, el calor humano de una mano a la que aferrarse, por lo que cruzó el gigantesco tablero, de ajedrez, buscando a ciegas entre la multitud de figuras inmóviles... hasta que divisó una oscura silueta que se apoyaba, indolente, contra una blanca columna de mármol. Su corazón se desbocó y sus pasos se fueron deteniendo poco a poco a medida que una sensación de nerviosismo se apoderaba de ella, calentando su piel y acelerando su pulso con un ritmo frenético. Era Nicholas Jonas, que se acercaba a ella con una ligera sonrisa en el rostro. La atrapó antes de que pudiera escapar y se inclinó para susurrarle al oído.
—¿Bailarás conmigo ahora?
—No puedo —contestó sin aliento mientras luchaba por desasirse de su abrazo.
—Sí, sí que puedes —la urgió con gentileza y le recorrió el rostro dejando un reguero de besos tiernos—. Rodéame con los brazos...
Cuando _________ se retorció entre ellos, Nick rió con suavidad y la besó hasta que se encontró inerte e indefensa frente a él.
—La reina está a punto de caer —murmuró al tiempo que se retiraba un poco para mirarla con una expresión perversa en los ojos—. Estás en peligro, _______...
De repente, quedó libre y se volvió para huir de él, tropezando con las estatuas que encontraba en su camino. Nick la siguió muy despacio, y esa risa grave tan suya le martilleaba en los oídos. La siguió muy de cerca, prolongando la caza con toda deliberación, hasta que ella se encontró acalorada, exhausta y sin aliento. Cuando por fin la capturó, la obligó a apoyar la espalda contra él antes de tenderla en el suelo. Su oscura cabellera ocultó el cielo cuando colocó su cuerpo sobre el de ella; la música quedó apagada por los atronadores latidos de su propio corazón.
—__________—susurró—, __________...
Se despertó sus ojos se abrieron en un rostro sonrojado por el sueño y descubrió que había alguien más con ella.
—_________—volvió a escuchar... Pero no se trataba de la voz de barítono ronca y acariciante que aparecía en su sueño.
FIN DEL CAPÍTULO 14
Dayi_JonasLove!*
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
Nick es tan tierno!!!!
lo amo sigueeeeeeeeeeeeeela pronto
yo tbn vi el live chat!!!
lo amo sigueeeeeeeeeeeeeela pronto
yo tbn vi el live chat!!!
Faby Evans Jonas
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
apareci....despues de un monton de tiempo
:O
Nick... más tierno (L)
siguela pronto!
NicolleStyles
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
ola
wow que lindo nick
sube mas plisss
no dejo de leer la nove
bye*
wow que lindo nick
sube mas plisss
no dejo de leer la nove
bye*
isabel
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" (Nick&Tú)
hola soy deisy
nueva lectora
me encanta tu adaptacion
:D :D
y espero mas capitulos :P
nueva lectora
me encanta tu adaptacion
:D :D
y espero mas capitulos :P
Femme Fatale
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