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Mensaje por chelis Mar 07 Ago 2012, 5:23 pm

UN CAAAAAAAAAAAAPIIISSS
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 4 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por andreita Mar 07 Ago 2012, 5:32 pm

me encanta
andreita
andreita


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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 4 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por chelis Mar 07 Ago 2012, 5:47 pm

:)<3
chelis
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Mensaje por Karely Jonatika Mar 07 Ago 2012, 6:24 pm

Ahorita les subo capítulo chicas:D Gracias por sus firmas y siento la tardanza, he andado en vueltas con lo de la universidad:/ Pero bueno. Ahora se los subo.

Kary
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por Karely Jonatika Mar 07 Ago 2012, 7:07 pm

[CAPITULO 6]


Joseph abre la puerta del pasajero del SUV negro marca Audi y subo en él. Es una fiera de auto. No ha mencionado el estallido de pasión que explotó en el elevador. ¿Debería hacerlo yo? ¿Deberíamos hablar de ello o pretender que nunca pasó? Difícilmente parecía real, mi primer beso sin barreras. Mientras el tiempo pasa, le doy un sentido mítico, como la leyenda de Arturo o la de la ciudad perdida de Atlántida. Nunca pasó, nunca existió. Tal vez imaginé todo esto. No. Toco mis labios, hinchados por su beso. Esto definitivamente pasó. Soy una mujer cambiada. Deseo a este hombre, desesperadamente y él me desea.

Le doy un vistazo. Joseph es educado, como es habitual, ligeramente distante.

Tan confuso.

Enciende el motor y sale de su espacio del estacionamiento. Enciende el reproductor Mp3. El interior del auto se llena con la más dulce, mágica música de dos mujeres cantando. Oh, wow… todos mis sentidos están confusos, por lo que me afecta el doble. Envía deliciosos escalofríos por mi espina dorsal. Joseph sale por el sudoeste de Park Avenue y maneja con confianza.

―¿Qué estamos escuchando?
―Es El Duero de Flores por Delibes, de la ópera de Lakmé. ¿Te gusta?
―Joseph, es maravilloso.
―Lo es, ¿no? ―Sonríe, mirándome. Y por un fugaz momento, aparenta su edad, joven, desenfadado y hermoso como-para-detener-el-corazón. ¿Esta era la clave para él? ¿Música? Me siento y escucho las voces angelicales burlándose y seduciéndome.
―¿Puedo oírla otra vez?
―Por supuesto. ―Joseph presiona un botón y la música me acaricia una vez más. Es suave, lenta, dulce y un verdadero asalto a mis sentidos auditivos.
―¿Te gusta la música clásica? ―pregunto, con la esperanza de tener un raro vistazo dentro de sus preferencias personales.
―Mi gusto es ecléctico, ____, todo desde Thomas Tallis a los Kings of Leon.
―Yo también. Aunque, no sé quién es Thomas Tallis.

Se vuelve y me mira brevemente antes de que sus ojos regresen a la carretera.

―Lo pondré alguna vez para ti. Eres un compositor británico del siglo dieciséis. Tudor, iglesia, música de coro. ―Joseph me sonríe―. Suena muy esotérico, lo sé, pero también es mágico, ____.

Presiona un botón y los Kings of Leon empiezan a cantar. Hmm… esta la conozco. Sex on Fire. Qué apropiado. La música es interrumpida por el sonido del timbre de un celular a través de los parlantes del Mp3. Joseph golpea un botón sobre el volante.

―Jonas ―dice. Es tan brusco.
―Señor Jonas. Es Welch. Tengo la información que pidió. ―Una voz ronca, incorpórea, sale a través de los altavoces.
―Bien, mándame un e-mail. ¿Algo que agregar?
―No, señor.

Presiona el botón, entonces, cuando la llamada se corta, la música regresa. Ningún adiós o gracias. Me alegro de que nunca considerara seriamente la idea de trabajar para él. Me estremezco ante la idea. Es demasiado controlador y frío con sus empleados. La música se corta nuevamente por el teléfono.

―Jonas.
―El CDC le ha sido enviado por e-mail, Sr. Jonas. ―La voz de una mujer.
―Bien, eso es todo, Andrea.
―Buen día, señor.

Joseph cuelga presionando un botón sobre el volante. La música suena muy brevemente, antes de que el teléfono suene otra vez. Santo infierno, ¿esta es su vida, constantes llamadas molestas?

―Jonas ―espeta.
―Hola Joseph, ¿has tenido sexo?
―Hola Elliot, tengo el teléfono en el parlante y no estoy solo en el auto. ―Joseph suspira.
―¿Quién está contigo?

Joseph pone los ojos en blanco.

―____ Steele.
―¡Hola ____(Nombre abreviado)!

¡____(N.A.)!

―Hola Elliot.
―He oído mucho acerca de ti ―murmura Elliot roncamente. Joseph frunce el ceño.
―No creas una palabra de lo que Kate te diga.

Elliot ríe.

―Estoy dejando a ____ ahora. ―Joseph enfatiza mi nombre―. ¿Quieres que te recoja?
―Seguro.
―Te veo dentro de poco. ―Joseph cuelga y la música regresa.
―¿Por qué insistes en llamarme ____?
―Porque es tu nombre.
―Prefiero ____(N.A).
―¿Lo haces ahora? ―murmura.

Estamos casi en mi apartamento. No tomó mucho tiempo.

―____ ―reflexiona. Le frunzo el ceño, pero ignora mi expresión―. Lo que pasó en el ascensor, no volverá a pasar, bueno, no a menos que sea premeditado.

Se detiene en la puerta de mi dúplex. Tarde me doy cuenta de que no ha preguntado dónde vivo, aunque lo sabía. Pero claro, envió los libros, por supuesto que sabe dónde vivo. Cómo podría con un rastreador de teléfonos celulares y un helicóptero propio, no ser un acosador.

¿Por qué no me besará otra vez? Hago pucheros ante el pensamiento. No lo entiendo. Honestamente, su apellido debería ser Críptico y no Jonas. Sale del auto, caminando fácilmente con la gracia de sus piernas largas, rodeándolo hasta mi lado para abrir la puerta, siempre el caballero, excepto en el raro y precioso momento en los ascensores. Me sonrojo ante el recuerdo de su boca en la mía y el pensamiento de que no he podido tocarlo invade mi mente. Quería correr mis dedos por su decadente y desordenado cabello, pero no había podido mover mis manos. Estaba retrospectivamente frustrada.

―Me gustó lo que pasó en el elevador ―murmuro mientras salgo del auto. No estoy segura de haber oído un jadeo audible, pero decido ignorarlo y subo los escalones de la puerta delantera.

Kate y Elliot están sentados en nuestra mesa del comedor. Los libros de catorce mil dólares han desaparecido. Gracias al cielo. Tengo planes para ellos. Tiene una sonrisa ridícula, muy poco Kate en su rostro y luce desarreglada en una manera atractiva. Joseph me sigue dentro del área de estar y a pesar de su sonrisa de he-estado-teniendo-un-buen-tiempo-toda-la-noche, Kate lo mira sospechosamente.

―Hola, ____. ―Salta a abrazarme y entonces me sostiene con el brazo extendido para poder examinarme. Frunce el ceño y se vuelve hacia Joseph―. Buenos días, Joseph ―dice y su tono es un poco hostil.
―Señorita Kavanagh ―dice él, en su forma rígida.
―Joseph, su nombre es Kate ―se queja Elliot.
―Kate. ―Joseph le da una inclinación educada y mira a Elliot, quien sonríe y se levanta para abrazarme también.
―Hola ____. ―Sonríe, sus ojos azules brillan y me gusta inmediatamente. Es obvio que no se parece en nada a Joseph, pero bien, son hermanos adoptivos.
―Hola Elliot. ―Le sonrío y me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio.
―Elliot, mejor nos vamos ―dice Joseph gentilmente.
―Seguro. ―Se vuelve hacia Kate, tomándola en sus brazos y dándole un largo y prolongado beso―. Hasta más tarde, nena ―murmura y tengo que sonreír porque es tan impropio de él. Pero a pesar de que está siendo irreverente, el término cariñoso remueve algo dentro de mí.
―Te veré a las ocho. ―Se da la vuelta para salir, abriendo la puerta delantera y saliendo al porche. Elliot lo sigue hasta el auto, pero se gira, lanza a Kate otro beso y siento una no bienvenida punzada de celos.
―Entonces, ¿lo hiciste? ―pregunta Kate mientras los ve subir al auto y marcharse, la evidente curiosidad quema en su voz.
―No ―le lanzo con irritación, con la esperanza de que eso ponga un alto a las preguntas. Nos dirigimos de regreso al departamento―. Aunque tú obviamente sí lo hiciste. ―No puedo contener mi envidia. Kate siempre se las arregla para atrapar hombres. Es irresistible, hermosa, sexy, divertida, en fin… todas las cosas que yo no. Pero el responder a su sonrisa es contagioso.
―Y lo veré nuevamente esta tarde. ―Aplaude y salta de arriba hacia abajo como una niña pequeña. No puede contener su emoción, su felicidad y no puedo evitar sentirme feliz por ella. Una Kate feliz… esto va a ponerse interesante.
―Joseph me va a llevar a Seattle esta tarde.
―¿Seattle?
―Sí.
―¿Quizás lo harás entonces?
―Oh, espero.
―Entonces, ¿te gusta?
―Sí.
―¿Lo suficiente para…?
―Sí.

Ella levanta sus cejas.

―Wow. ____ Steele finalmente se enamora de un hombre y es Joseph Jonas: ardiente y sexy billonario.
―Sí claro, es por el dinero. ―Hago una mueca y las dos comenzamos a reír.
―¿Es una blusa nueva? ―pregunta y le dejo saber todos los poco interesantes detalles de mi noche―. ¿Ya te beso? ―me pregunta mientras prepara café.

Me sonrojo.

―Una vez.
―¡Una vez! ―se burla.

Asiento con la cabeza, sin vergüenza.

―Es muy reservado.

Ella frunce el ceño.

―Eso es raro.
―No creo que raro lo cubra realmente ―murmuro.
―Tenemos que asegurarnos que estés simplemente irresistible para esta tarde ―dice con determinación.

Oh no… eso suena a que voy a pasar tiempo consumidor, humillante y doloroso.

―Tengo que trabajar en una hora.
―Puedo trabajar con ese horario. Vamos. ―Kate agarra mi mano y me lleva a su cuarto.



El día se prolonga en Clayton a pesar de que estamos ocupados. Llegamos a la temporada de verano, así que tengo que pasar dos horas acomodando las repisas una vez que la tienda se cierra. Es trabajo simple y me da mucho tiempo para pensar. Y no he tenido tiempo para eso en todo el día.

Bajo la incansable y francamente intrusiva instrucción, mis piernas y axilas están depiladas a la perfección, cejas delineadas y estoy totalmente impecable. Ha sido la experiencia más desagradable. Pero ella me asegura que esto es lo que los hombres esperan estos días. ¿Qué más podrían esperar? Tengo que convencer a Kate que esto es lo que yo quiero hacer. Por alguna extraña razón, ella no confía en él, quizá porque es tan rígido y formal. Dice que no puede evitarlo, pero le prometí que le mandaría un mensaje de texto cuando llegara a Seattle. No le he dicho del helicóptero, enloquecería.

También tengo el asunto de José. Me dejó tres mensajes y siete llamadas perdidas en mi teléfono. También llamó a la casa dos veces. Kate ha sido muy vaga con respecto a dónde estoy. Él sabrá que me está cubriendo. Kate nunca es vaga. Pero he decidido hacerlo esperar. Aún estoy muy enojada con él.

Joseph mencionó algún tipo de trabajo escrito y no sé si solo estaba jugando o voy a tener que firmar algo. Es tan frustrante tratar de adivinar. Y encima de toda mi angustia, apenas si puedo controlar mi emoción o mis nervios. ¡Hoy es la noche! Después de todo este tiempo, ¿estoy lista para esto? Mi diosa interior me mira, golpeando impacientemente su pequeño pie. Ha estado lista para esto por años y está lista para cualquier cosa con Joseph Jonas, pero aun no entiendo que ve en mí… la tímida ____ Steele, no tiene sentido.

Es puntual, por supuesto y me está esperando cuando salgo de Clayton. Se baja de la parte trasera del auto para abrirme la puerta y me sonríe amablemente.

―Buenas tardes, Srta. Steele ―dice.
―Sr. Jonas. ―Le asiento educadamente mientras me siento en el asiento trasero del auto. Taylor está sentado en el asiento del conductor―. Hola, Taylor ―digo.
―Buenas tardes, Srta. Steele. ―Su voz educada y profesional. Joseph se sube del otro lado y toma mi mano, dándole un pequeño apretón que siento por todo mi cuerpo.
―¿Cómo estuvo el trabajo? ―me pregunta.
―Muy largo ―contesto y mi voz es ronca, muy baja y llena de necesidad.
―Sí, también ha sido un día muy largo para mí. ―Su tono es serio.
―¿Qué hiciste? ―pregunto.
―Fui a escalar con Elliot. ―Su dedo acaricia mis nudillos, hacia atrás y hacia adelante, mi corazón se salta un latido mientras mi respiración se acelera. ¿Cómo logra hacerme esto? Sólo está tocando una pequeña parte de mi cuerpo y mis hormonas están volando.

El camino hacia el helipuerto es corto y antes de que me dé cuenta, ya hemos llegado. Me pregunto dónde estará el legendario helicóptero. Estamos en una zona de la ciudad con muchos edificios y hasta yo sé que los helicópteros necesitan espacio para despegar y aterrizar. Taylor se estaciona, se baja del automóvil y me abre la puerta. Joseph se coloca a mi lado en un instante y toma mi mano otra vez.

―¿Lista? ―pregunta. Asiento con la cabeza y le quiero decir que estoy lista para lo que sea, pero no puedo articular palabras por lo nerviosa y emocionada que estoy―. Taylor.

Él asiente hacia su chofer y nos dirigimos hacia el edificio, directo a un grupo de ascensores. ¡Ascensores! El recuerdo de nuestro beso esta mañana regresa a perseguirme. No he pensado en ninguna otra cosa en todo el día. Soñando despierta en la registradora de Clayton. El señor Clayton tuvo que gritarme dos veces para devolverme a la tierra. Decir que había estado distraída hubiera sido la ironía del año. Joseph voltea a verme, una pequeña sonrisa está en sus labios. ¡Ja! Él también está pensando en eso.

―Sólo son tres pisos ―dice secamente, pero sus ojos ambarinos bailan con diversión. Seguro es telépata. Es escalofriante.

Trato de mantener mi cara impasible mientras entramos al ascensor. Las puertas se cierran y ahí está, la rara atracción eléctrica brincando entre nosotros, esclavizándome. Cierro mis ojos en un vano intento de ignorarla. Él aprieta mi mano y cinco segundos después, las puertas se abren en el techo del edificio. Y ahí está, un helicóptero blanco con el nombre Jonas Enterprises Holdings Inc., escrito de color azul con el logo de la compañía en un lado. Seguro este es mal uso de la propiedad de la Compañía.

Me dirige hacia una pequeña oficina donde un viejo vigilante está sentado detrás de un escritorio.

―Aquí está su plan de vuelo, Sr. Jonas. Todos los chequeos externos están hechos. Está listo y esperándolo, señor. Es libre de irse.
―Gracias, Joe. ―Joseph le sonríe cálidamente.

Oh. Alguien es merecedor del educado comportamiento de Joseph, quizás él no es un empleado. Veo al viejo señor con admiración.

―Vámonos ―dice Joseph y nos dirigimos hacia el helicóptero. Cuando estamos más cerca, me doy cuenta que es más grande de lo que pensaba. Esperaba que fuera una versión compacto para dos, pero este tiene al menos siete asientos. Joseph abre la puerta y me dirige hacia uno de los asientos del frente―. Siéntate, no toques nada ―me ordena mientras se sube detrás de mí.

Cierra la puerta. Me alegra que el área esta iluminada, de otra forma, me hubiera costado trabajo ver dentro de la pequeña cabina. Me siento en mi asiento y él se hinca a un lado de mí para ponerme los arneses. Es un arnés de cuatro puntas con todas las correas conectadas a un seguro central. Ajusta las dos correas superiores, así que apenas me puedo mover. Está tan cerca y concentrado en lo que está haciendo. Si me inclinara hacia adelante, mi nariz estaría en su cabello. Huele limpio, fresco, celestial, pero estoy asegurada en mi asiento y totalmente inmóvil. Él voltea a verme y sonríe, como si estuviera disfrutando un chiste privado, sus ojos ambarinos cálidos. Está tan tentadoramente cerca. Detengo mi respiración mientras él estira una de las correas superiores.

―Asegurada, no hay escape ―murmura, sus ojos son abrasadores―. Respira, ____ ―añade suavemente. Levanta su mano y acaricia mi mejilla, pasando sus dedos largos hacia mi barbilla, la cual toma entre su pulgar y dedo índice. Se inclina y planta un corto y puro beso en mis labios, dejándome anonadada, mi interior conmocionado por la emoción del inesperado toque de sus labios.
―Me gusta este arnés ―murmuro.

¿Qué?

Se sienta a mi lado y se abrocha el cinturón y entonces, comienza un prolongado procedimiento de chequear indicadores, mover interruptores y botones de la alucinante matriz de diales, luces e interruptores frente a mí. Pequeñas luces parpadean y brillan en diversos diales y el panel completo se enciende.

―Ponte tus auriculares ―dice, apuntando el juego de auriculares frente a mí. Me los pongo y las hélices se encienden. Son ensordecedoras. Él se pone sus auriculares y continúa moviendo varios interruptores―. Sólo estoy haciendo la rutina de chequeos antes de volar. ―La voz de Joseph está en mis oídos a través de los auriculares. Volteo y le sonríe.
―¿Sabes qué estás haciendo? ―pregunto. Voltea y me sonríe.
―He sido un piloto calificado por cuatro años, ____, estás a salvo conmigo. ―Y me da una sonrisa lobuna―. Bueno, mientras estemos volando. ―Añade y guiña.

Guiñando… ¡Joseph!

―¿Estás lista?

Asiento con los ojos muy abiertos.

―Okay, torre. PDX, este es Charlie Tango Golf, Golf Echo Hotel, libre para despegar. Por favor confirmar, cambio.
―Charlie Tango, estás libre. PDX llamar, preceder a uno cuatro mil, dirigiéndose cero uno cero, cambio.
―Torre Roger, Charlie Tango listo, cambio y fuera. Aquí vamos ―añade para mí y el helicóptero se eleva lenta y suavemente en el aire.

Portland desaparece frente a nosotros cuando nos aproximamos al espacio aéreo estadounidense, aunque mi estómago continúa firmemente en Oregon. ¡Wow! Todas las luces se encogen hasta que parpadean dulcemente bajo nosotros. Es como mirar hacia afuera desde una pecera. Una vez que estamos más alto, realmente no hay nada para ver. Es negro como la boca de un lobo, ni siquiera la luna derrama alguna luz sobre nuestro viaje. ¿Cómo puede ver hacia dónde vamos?

―Sobrecogedor ¿no? ―La voz de Joseph está en mi oído.
―¿Cómo sabes que vas en el camino correcto?
―Aquí. ―Señala con su dedo índice uno de sus indicadores y me muestra una brújula electrónica―. Esto es un Eurocopter EC135. Uno de los más seguros de su clase. Está equipado para el vuelo nocturno. ―Me da un vistazo y sonríe―. Hay una pista de aterrizaje en la cima del edificio donde vivo. Hacia allá nos dirigimos.

Desde luego que hay una pista de aterrizaje donde él vive. Estoy tan fuera de mi liga aquí. Su rostro está suavemente iluminado por las luces del panel de instrumentos. Está muy concentrado mientras continuamente mira varios diales al frente. Me empapo en sus rasgos, mirándolo de reojo. Tiene un perfil hermoso. La nariz recta, la mandíbula cuadrada; me gustaría recorrer con mi lengua toda su mandíbula. No se ha afeitado y su barba hace el panorama doblemente tentador. Mmm… Me gustaría sentir que tan áspera es bajo mi lengua, mis dedos, contra mi rostro.

―Cuando vuelas en la noche, vuelas sin visibilidad. Tienes que confiar en tus instrumentos. ―Interrumpe mi sueño erótico.
―¿Cuánto durará el vuelo? ―consigo decir, jadeando. No estaba pensando en sexo en absoluto, no, de ninguna manera.
―Menos de una hora, el viento está a nuestro favor.

Mmm, menos de una hora para Seattle… eso no está mal, no importa que estemos volando.

Tengo menos de una hora antes de la gran revelación. Todos los músculos en mi vientre se aprietan, fuerte. Tengo un serio caso de mariposas. Se multiplican en mi estómago. Oh, mierda, ¿qué tiene reservado para mí?

―¿Estás bien, ____?
―Sí. ―Mi respuesta es corta y sale con dificultad por mis nervios.

Creo que sonríe, pero es difícil decirlo en la oscuridad. Joseph mueve otro interruptor.

―PDX, esto es Charlie Tango ahora a los mil cuatrocientos, cambio. ―Él intercambia información con el control de tráfico aéreo. Todo suena muy profesional para mí. Creo que nos movemos del espacio aéreo de Portland al Aeropuerto Internacional de Seattle―. Sea-Tac entendido, cambio y fuera. Mira hacia allá. ―Señala a una pequeña luz a lo lejos―. Eso es Seattle.
―¿Siempre impresionas a las mujeres de ésta manera? “Ven y vuela en mi helicóptero” ―le pregunto, genuinamente interesada.
―Nunca traje a una mujer aquí, ____. Es otra primera vez para mí también. ―Su voz es tranquila, seria.

Oh, esa es una respuesta inesperada. ¿Otra primera vez? ¿Oh, lo de dormir con alguien, tal vez?

―¿Estás impresionada?
―Estoy intimidada, Joseph.

Él sonríe.

―¿Intimidada? ―Y por un breve momento, él tiene su edad de nuevo.

Asiento.

―Eres tan… competente.
―¡Vaya! Gracias señorita Steele ―dice cortésmente. Creo que está contento, pero no estoy segura.

Volamos en silencio por la oscuridad de la noche por un tiempo. La mota brillante que es Seattle, poco a poco se hace más grande.

―Torre de Sea-Tac a Charlie Tango. Plan de vuelo hacia Escala. Por favor, continúe y esté alerta. Fuera.
―Esto es Charlie Tango, entendido Sea-Tac. Estoy alerta, cambio y fuera.
―Realmente disfrutas esto ―murmuro.
―¿Qué? ―Me mira. Parece burlón a la penumbra de los instrumentos.
―Volar ―contesto.
―Requiere control y concentración… ¿Cómo podría no amarlo? Aunque prefiero volar.
―¿Volar?
―Sí. Volar sin motor. Planeadores y helicópteros. Piloteo ambos.
―Ah. ―Aficiones caras. Lo recuerdo diciéndome eso durante la entrevista. A mí me gusta leer y en ocasiones ir a ver películas. Soy más común.
―Charlie Tango adelante, por favor, cambio. ―La voz incorpórea de control aéreo interrumpe mi sueño. Joseph responde, sonando controlado y seguro.

Seattle se está acercando. Ahora estamos realmente afuera. ¡Oh! Luce absolutamente impresionante. Seattle de noche, desde el cielo…

―Luce bien, ¿no? ―murmura Joseph.

Asiento entusiasmada. Parece de otro mundo, irreal y me siento como en el reparto de una película de gigantes, tal vez la película favorita de José, Bladerunner. El recuerdo de intento de beso de José me atormenta. Me empiezo a sentir un poco cruel por no llamarlo. Puede esperar hasta mañana… Seguro.

―Estaremos allí en unos minutos ―murmura Joseph y de repente, mi sangre palpita en mis oídos mientras los latidos de mi corazón se aceleran y la adrenalina recorre mi sistema. Empieza a hablar de nuevo con el control aéreo, pero no escucho más.

Oh mi… Creo que me voy a desmayar. Mi destino está en sus manos.

Ahora volamos entre los edificios y frente a nosotros, puedo ver un rascacielos con una pista de aterrizaje en la cima. La palabra “Escala” está pintada en blanco en la cima del edificio. Está cada vez más cerca, se hace cada vez más y más grande… Como mi ansiedad. Dios, espero no defraudarlo. Él me encontrará carente de algo. Desearía haber escuchado a Kate y haber tomado uno de sus vestidos, pero a mí me gustan mis jeans negros, estoy usando una camisa verde claro y la chaqueta negra de Kate. Me veo elegante. Sujeto el borde de mi asiento cada vez más fuerte. Puedo hacerlo. Puedo hacerlo. Canto ese mantra mientras descendemos.

El helicóptero reduce la marcha, se sostiene en el aire y Joseph lo deja sobre la pista de aterrizaje en la cima del edificio. Mi corazón está en mi boca. No puedo decir si es por nervios anticipados, alivio de que llegamos vivos o miedo de que de alguna manera fallaré. Él apaga el motor, el sonido del rotor disminuye y se tranquiliza hasta que escuchó el sonido de mi respiración irregular. Joseph se quita sus auriculares, alcanza los míos y también los quita.

―Estamos aquí ―dice suavemente.

Su mirada es tan intensa, la mitad en las sombras y la otra mitad iluminada por las luces de aterrizaje. El caballero oscuro y el caballero blanco, es una metáfora apropiada para Joseph. Parece tenso. Su mandíbula está apretada y sus ojos ceñidos. Desata su cinturón de seguridad y se estira para desatar el mío. Su rostro a centímetros del mío.

―No tienes que hacer nada que no quieras, sabes eso, ¿no? ―Su tono es tan serio, incluso desesperado, sus ojos ambarinos apasionados. Me toma por sorpresa.
―Nunca haría algo que no quisiera, Joseph. ―Y mientras digo las palabras, no estoy completamente convencida, porque en este momento, probablemente haría cualquier cosa por este hombre sentado a mi lado. Pero eso hace la magia. Él está calmado.

Me mira con cautela por un momento y de alguna manera, aunque es tan alto, logra hacer con gracia su camino hacia la puerta del helicóptero y abrirla. Salta fuera, esperando que lo siga y toma mi mano cuando me deslizo hacia abajo a la pista de aterrizaje. Hace mucho viento en la cima del edificio y estoy nerviosa por el hecho de que estoy soportando al menos a treinta metros de altura. Joseph rodea mi cintura con su brazo, atrayéndome fuertemente contra él.

―Vamos ―grita sobre el ruido del viento. Me arrastra hacia un ascensor y, después de tocar un número en el teclado, la puerta se abre. Dentro está cálido y lleno de espejos. Puedo mirar a Joseph hacia dónde sea que mire y lo maravilloso es que me está llevando al infinito también. Joseph introduce otro código en el teclado, luego las puertas se cierran y el ascensor desciende.

Momentos más tarde, estamos en un vestíbulo blanco. En el centro hay una oscura mesa redonda de madera y sobre está, un ramo increíblemente enorme de flores blancas. En las paredes, hay cuadros en todas partes. Él abre una puerta doble y el blanco continúa por el pasillo, directamente hacia una gran habitación. Es la sala de estar, con techos altísimos. Enorme es una palabra demasiado pequeña para esto. La pared lejana es de cristal y conduce a un balcón con vista a todo Seattle.

A la derecha hay un imponente sofá con forma de “u”, en el cual pueden sentarse diez adultos cómodamente. Frente a este, una chimenea moderna de acero inoxidable o platino... algo así. El fuego alumbra y arde con cuidado. A nuestra izquierda, por el camino de entrada, está la cocina. Toda de blanco, con encimeras oscuras de madera y una larga barra de desayuno para seis personas.

Cerca de la zona de la cocina, frente a la pared de vidrio, hay una mesa para cenar rodeada por dieciséis sillas. Y en la esquina hay un piano de cola negro brillante. Oh, sí… Probablemente él también toca el piano. Hay arte de todas las formas y tamaños en todas las paredes. De hecho, el apartamento parece más una galería que un lugar para vivir.

―¿Puedo tomar tu chaqueta? ―pregunta Joseph. Niego con la cabeza. Todavía tengo frío por el viento en la pista de aterrizaje―. ¿Quieres una bebida? ―pregunta él. Parpadeo.

¡Después de ayer en la noche! ¿Está tratando de ser gracioso? Por un segundo, pienso en pedirle una margarita, pero no tengo el valor.

―Voy a tomar una copa de vino blanco, ¿te gustaría acompañarme?
―Sí, por favor ―murmuro.

Estoy de pie en esta enorme sala, sintiéndome fuera de lugar. Me acerco a la pared de cristal y me doy cuenta que la mitad inferior de la pared se abre hacia el balcón al estilo acordeón. Seattle está iluminado y animado en el fondo. Camino de regreso a la zona de la cocina ―eso toma algunos segundos ya que está muy lejos de la pared de vidrio― y Joseph está abriendo una botella de vino. Se ha quitado la chaqueta.

―¿Pouilly Fumé está bien para ti?
―No sé nada sobre vinos, Joseph. Estoy segura de que estará bien. ―Mi voz es baja y vacilante. Mi corazón late con fuerza. Quiero huir. Esto es seriamente suntuoso. Seriamente excesivo al estilo acaudalado de Bill Gates. ¿Qué estoy haciendo aquí? Sabes muy bien qué estás haciendo aquí, mi subconsciente se burla de mí. Sí, quiero estar en la cama de Joseph Jonas.
―Aquí tienes. ―Me da una copa de vino. Incluso las copas son suntuosas… pesadas, contemporáneas y de cristal. Tomo un sorbo y el vino es ligero, fresco y delicioso―. Estás muy callada y ni siquiera estás sonrojándote. De hecho, creo que esto es lo más pálida que te he visto, ____ ―murmura―. ¿Tienes hambre?

Niego con la cabeza. No de comida.

―Tienes un lugar muy grande aquí.
―¿Grande?
―Grande.
―Es grande. ―Coincide y sus ojos brillan con diversión. Tomo otro sorbo de vino.
―¿Tocas? ―Apunto con mi barbilla hacia el piano.
―Sí.
―¿Bien?
―Sí.
―Por supuesto que sí. ¿Hay algo que no puedas hacer bien?
―Sí… un par de cosas. ―Toma un sorbo de vino. No quita sus ojos de mí. Los siento siguiéndome cuando me doy vuelta y echo un vistazo alrededor de esta enorme sala. Sala es una palabra incorrecta. Esta no es una sala, es una declaración de principios―. ¿Quieres sentarte?

Asiento con la cabeza, él toma mi mano y me lleva al extenso sofá blanco grisáceo. Cuando me siento, estoy sorprendida por el hecho de que me siento como Tess Durbeyfield, contemplando la nueva casa que pertenece al célebre Alec D’Urberville. El pensamiento me hace sonreír.

―¿Qué es tan divertido? ―Se sienta a mi lado, volviéndose para mirarme a la cara. Reposa la cabeza en su mano derecha, con su codo apoyado en el respaldo del sofá.
―¿Por qué me regalaste específicamente Tess of the D’Urbervilles? ―pregunto. Joseph me mira fijamente por un momento. Creo que está sorprendido por mi pregunta.
―Bueno, dijiste que te gustaba Thomas Hardy.
―¿Esa es la única razón? ―Incluso yo puedo escuchar la decepción en mi voz. Su boca se aprieta en una línea dura.
―Me pareció apropiado. Podía mantenerte en un ideal imposiblemente alto, como Angel Clare o degradarte por completo, como Alec D’Urberville ―murmura y sus ojos ambarinos brillan oscuros y peligrosos.
―Si sólo hay dos opciones, me quedo con la degradación ―susurro, mirándolo fijamente. Mi subconsciente está mirándome con asombro. Él jadea.
―____, deja de morderte el labio, por favor. Es muy distractor. No sabes lo que estás diciendo.
―Es por eso que estoy aquí.

Frunce el ceño.

―Sí. ¿Me disculpas un momento? ―Desaparece por una puerta ancha al lado opuesto de la sala. Se va por un par de minutos y vuelve con un documento―. Este es un acuerdo de confidencialidad. ―Se encoge de hombros y tiene la gracia de verse un poco avergonzado―. Mi abogado insiste en ello. ―Me lo entrega. Estoy completamente perpleja―. Si optas por la segunda opción, la degradación, tendrás que firmar esto.
―¿Y si no quiero firmar nada?
―Entonces, serán los altos ideales de Angel Clare, bueno, por la mayor parte del libro de todos modos.
―¿Qué significa este acuerdo?
―Significa que no puedes revelar nada sobre nosotros. Nada, a nadie.

Lo miro con incredulidad. Mierda. Esto es malo, realmente malo y ahora estoy muy curiosa de saber.

―Está bien. Firmaré.

Me da una pluma.

―¿Ni siquiera vas a leerlo?
―No.

Frunce el ceño.

―____, siempre debes leer cualquier cosa que firmes ―me aconseja.
―Joseph, lo que no entiendes es que no hablaría de nosotros con nadie, de todos modos. Ni siquiera con Kate. Por lo tanto, es irrelevante si firmo un acuerdo o no. Si eso significa tanto para ti o para tu abogado… con quién obviamente hablaste, entonces está bien. Voy a firmar.

Él me mira y asiente con la cabeza seriamente.

―Punto justo bien planteado, señorita Steele.

Firmo ostentosamente en la línea punteada de ambas copias y le devuelvo una. Doblando la otra, la pongo en mi bolso y tomo un gran trago de vino. Estoy pareciendo mucho más valiente de lo que realmente me siento.

―¿Esto significa que vas a hacer el amor conmigo esta noche, Joseph? ―Mierda. ¿Acabo de decir eso? Su boca se abre ligeramente, pero se recupera rápidamente.
―No, ____ no. En primer lugar, yo no hago el amor. Follo… duro. En segundo lugar, hay mucho más papeleo por hacer y en tercer lugar, todavía no sabes lo que te espera. Aún puedes huir por las colinas. Ven, quiero mostrarte mi cuarto de juegos.

Mi boca se abre. ¡Follar duro! Mierda, eso suena tan… caliente. Pero ¿por qué vamos a ver un cuarto de juegos? Estoy desconcertada.

―¿Quieres jugar con tu Xbox? ―pregunto. Se ríe fuerte.
―No, ____, ningún Xbox, ni PlayStation. Ven. ―Se pone de pie, extendiendo la mano. Dejo que me lleve de nuevo hacia el pasillo. A la derecha de las puertas dobles, por dónde entramos, otra puerta conduce a una escalera. Subimos al segundo piso y doblamos a la derecha. Sacando una llave de su bolsillo, abre otra puerta y toma una respiración profunda―. Puedes irte en cualquier momento. El helicóptero está listo para llevarte cuando quieras irte, puedes pasar la noche aquí y volver a casa por la mañana. Lo que decidas está bien.
―Sólo abre la maldita puerta, Joseph.

Abre la puerta y retrocede para dejarme entrar. Lo miro una vez más. Quiero saber lo que hay aquí. Tomando una respiración profunda, entro.

Y se siente como si hubiera viajado en el tiempo de vuelta al siglo XVI y a la Inquisición española.

Mierda.














Listo. Vere si más alrato les subo el otro. Aunque ya en el otro viene un poco más fuerte (Se requiere discreciónxD) Bueno, hasta al rato. Ciao

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Mensaje por chelis Mar 07 Ago 2012, 7:35 pm

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!!!!!!!
solo !!!!.. es que aaaii no entiendoo a joeeeeee!!!!!
pero que sera los otros papellleeesss!!!
por que tantoo misterioooo!!!
yyy aaaaaaii esa habitacion de juegosss!!! muuuuuuyyyy.. como decirlooo!!!!.......
tienes que seguirlooooo!!!
porfiisss
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Mensaje por aranzhitha Mar 07 Ago 2012, 7:57 pm

siguela!!!
Me encanta
Joseph es tan raro
Siguela!!!! Quiero mas!
aranzhitha
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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 4 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Mar 07 Ago 2012, 8:44 pm

habitacion de juegos baba
Siguela!!!!!
aranzhitha
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Mensaje por misterygirl Mar 07 Ago 2012, 10:06 pm

OH POR DIOS! Yo moría porque no podía leer los capítulos y ahora mira como me dejas, tienes que seguirla.
misterygirl
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Mensaje por Creadora Mar 07 Ago 2012, 10:35 pm

Imagino que es, torutas eroticas y cosas asi no?
Como la dejas alli? SIGUELAAAAAAAAAAAAA

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Mensaje por Karely Jonatika Mar 07 Ago 2012, 11:26 pm

[CAPITULO 7]


La primera cosa que noto es el olor, cuero, madera y encerado con un cierto aroma cítrico. Es muy agradable, la iluminación es suave y sutil. De hecho no puedo ver la fuente iluminación, pero está alrededor de la esquina de la sala, emitiendo una brillante luminosidad de tipo ambiental. Las paredes y el techo son de un profundo y oscuro vino tinto, dándole a la espaciosa habitación un aspecto similar al útero femenino. El piso es de madera antigua barnizada. Hay una gran cruz fijada en la pared frente a la puerta en forma de X. Está hecha de caoba pulida y hay esposas en cada esquina. Por encima, hay una reja de hierro que cuelga del techo. Mide por lo menos unos ocho metros cuadrados y de ella cuelgan todo tipo de cuerdas, cadenas y relucientes grilletes. A cada lado de la puerta se sitúan dos largos mástiles pulidos y finamente tallados como cabezales de una baranda pero más largos, cuelgan como cortinas a través de la pared. De ellos, cuelgan un asombroso surtido de paletas, látigos, fustas e implementos plumosos de aspecto gracioso.

Al lado de la puerta hay un baúl de caoba con cajones de tamaño considerable, cada cajón es prácticamente minúsculo, como si estuvieran diseñados para contener ejemplares de un viejo museo bohemio. Me pregunto, brevemente, cuál será realmente el contenido de los cajones. ¿Quiero saber? En el rincón más alejado hay un banqueta de cuero acolchada de color granate y justo al lado, está fijado a la pared un estante de madera pulida que luce como una base para soportar palos de billar, pero en una inspección más cercana, me doy cuenta que sostiene bastones de diferentes longitudes y anchos. En la esquina opuesta hay una sólida mesa de seis metros ―de madera pulida y patas intrincadamente talladas― y dos taburetes a juego por debajo.

Pero lo que domina la habitación es la cama. Es más grande incluso que el tamaño extra-grande, de estilo rococó, elaboradamente tallada con cuatro postes y una cima plana. Parece de finales del siglo XIX. Bajo el dosel, puedo ver más cadenas y relucientes manguitos. No hay ropa de cama… sólo un colchón cubierto de cuero y rojos cojines de satén apilados en un extremo.

A los pies de la cama, a unos metros, hay un sofá tapizado en granate, justo en medio de la habitación, de cara a la cama. Una extraña disposición… tener un sofá frente a la cama y me sonrío a mí misma: elijo decir que el sofá es extraño cuando en realidad, es la pieza más mundana entre todo el mobiliario de la habitación. Miro hacia arriba y me quedo mirando el techo. Hay mosquetones recubriéndolo a intervalos impares. Vagamente, me pregunto para qué son. Extrañamente, toda la madera, paredes oscuras, débil iluminación y tapicería de cuero granate le dan a la habitación algo de suavidad y romanticismo… aunque sé que es todo menos eso. Pero creo que esta es la versión suave y romántica de Joseph.

Me volteo. Él está contemplándome atentamente como sabía que estaría haciéndolo, su expresión es totalmente ilegible. Me adentro aún más en la habitación y él me sigue. La cosa con plumas me ha intrigado. La toco vacilante. Es gamuza, como un pequeño gato de nueve colas, pero más espesa. En los extremos tiene cuentas de plástico pequeñitas.

―Se llama flogger. ―La voz de Joseph es suave y silenciosa.

Un flogger… Hmm. Creo que estoy conmocionada. Mi subconsciente ha emigrado, se ha quedado mudo o simplemente se desplomo y pareció. Estoy entumecida. Puedo observar y asimilar, pero no puedo expresar mis sentimientos, porque estoy conmocionada. ¿Cuál es la respuesta adecuada al encontrar en un amante potencial a un completo sádico o masoquista? Miedo… Sí… ese parece ser el sentimiento más preocupante. Lo reconozco ahora. Pero extrañamente, no temo de él. No creo que él vaya a lastimarme, bueno, no sin mi consentimiento. Por lo que un montón de preguntas nublan mi mente. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con qué frecuencia? ¿Con quién? Me acerco a la cama y recorro con mis manos uno de los postes de madera tallada. El mástil es muy sólido, una excepcional artesanía.

―Di algo ―ordena Joseph, su voz es engañosamente suave.
―¿Le haces esto a la gente o ellos te lo hacen a ti?

Su boca se levanta en una sonrisa torcida, con diversión o quizás alivio.

―¿Gente? ―Parpadea un par de veces como si considerar su respuesta―. Le hago esto a las mujeres que me desean.

No entiendo.

―Si tienes voluntarias más que dispuestas. ¿Por qué estoy aquí?
―Porque quiero hacer esto contigo, muchísimo.
―Ah. ―Se me corta la respiración. ¿Por qué?

Deambulo hasta la esquina más alejada de la habitación, acaricio el talle superior de la banqueta acolchada y deslizo mis dedos sobre el cuero. Le gusta hacer daño a las mujeres. El pensamiento me deprime.

―¿Eres un sádico?
―Soy un Dominante. ―Sus ojos son de un ambarino abrasador, intensos.
―¿Qué significa eso? ―susurro.
―Significa que quiero que voluntariamente te entregues a mí, en todas las cosas.

Frunzo el ceño mientras intento asimilar la idea.

―¿Por qué lo haría?
―Para complacerme ―susurra mientras ladea la cabeza hacia un lado y veo el fantasma de una sonrisa.

¡Complacerlo! ¡Él quiere que yo lo complazca! Creo que incluso mi boca se abre. Complacer a Joseph Jonas. Y me doy cuenta en ese momento, que sí, eso es exactamente lo que quiero. Quiero que esté condenadamente encantado conmigo. Es una revelación.

―En términos muy simples, deseo que quieras complacerme ―dice en voz baja. Su voz es hipnótica.
―¿Y cómo lo hago? ―Tengo la boca seca y deseo beber más vino. De acuerdo, entiendo la parte de complacer pero, ¿en dónde encaja este agradable cuartito de torturas isabelino? ¿Quiero saber la respuesta?
―Tengo reglas y quiero que las acates. Están hechas para mi placer y tu beneficio. Si sigues estas reglas hechas para mi satisfacción, te recompensaré. Si no lo haces, te castigaré y así aprenderás ―susurra y le doy un vistazo al estante de bastones en cuanto lo dice.
―¿Y en dónde encaja todo esto? ―Muevo mi mano abarcando toda la habitación.
―Todo esto es parte del paquete de incentivos. Tanto recompensa como castigo.
―Así que obtendrás gozo por ejercer tu voluntad sobre mí.
―Se trata de ganar tu confianza y respeto, por eso me dejarás ejercer mi voluntad sobre ti. Obtendré un gran placer, dicha, debido a tu sumisión. Mientras mayor sea tu sumisión, mayor será mi dicha, es una ecuación muy simple.
―Bueno, ¿y qué obtendré yo de esto?

Él se encoge de hombros, casi en modo de disculpas.

―A mí ―dice con sencillez.

Por Dios. Joseph desliza una mano entre su cabello cuando me mira.

―No estarás regalando nada, ____, serás retribuida ―murmura exasperado―. Bajemos las escaleras a donde pueda concentrarme mejor. Es una gran distracción tenerte aquí. ―Me extiende su mano, la cual ahora estoy reacia a tomar.

Kate había dicho que era peligroso y estaba en lo cierto. ¿Cómo lo sabía? Él es peligroso para mi salud porque sé que diré que sí. Y parte de mí no quiere. Parte de mí quiere salir corriendo, dando gritos, de esta habitación y lo que representa. Estoy tan sobrepasada por la situación, fuera de lugar.

―No voy a hacerte daño, ____. ―Sus ojos ambarinos imploran y sé que dice la verdad. Tomo su mano y entonces, me conduce fuera de la habitación―. Si haces esto, entonces déjame enseñarte. ―En vez de bajar las escaleras, gira a la derecha de la “Sala de juegos”, como él mismo le llama y bajamos por un corredor. Pasamos varias puertas hasta que nos detenemos en la última. Más allá de ella hay un dormitorio con una cama extra grande, todo en blanco… todo: muebles, paredes, ropa de cama. Es estéril y fría, pero con la vista más gloriosa de Seattle a través de la pared de vidrio―. Esta será tu habitación. Puedes decorarla como quieras, tener lo que quieras aquí.
―¿Mi habitación? ¿Esperas que me mude? ―No puedo ocultar el horror en mi voz.
―No a tiempo completo. Sólo por ejemplo, desde el viernes por la noche hasta el domingo. Tenemos que hablar de eso, negociar. Si quieres hacer esto ―añade, su voz es calmada y titubeante.
―¿Dormiré aquí?
―Sí.
―No contigo.
―No. Ya te lo dije, no duermo con nadie, excepto tú, cuando estás aturdida por el trago. ―En sus ojos hay reprimenda.

Junto mis labios en una dura línea. Esto es lo que no puedo conciliar. El amable y bondadoso Joseph, que me rescata de la embriaguez y me sostiene gentilmente mientras vomito en las azaleas con el monstruo que posee cadenas y látigos en una habitación especial.

―¿Dónde duermes tú?
―Mi habitación está abajo. Ven, debes tener hambre.
―Extrañamente, parece que he perdido el apetito ―murmuro con petulancia.
―Tienes que comer, ____ ―me reprende y tomando mi mano, me conduce hacia abajo.

De vuelta a la imposiblemente gran sala, me lleno de profunda inquietud. Estoy en el borde de un precipicio y tengo que decidir si salto o no.

―Estoy plenamente consciente de que es un sendero oscuro por el que te estoy conduciendo, ____, por lo que realmente quiero que pienses en esto. Debes tener algunas preguntas ―dice mientras se pasea por la zona de la cocina, liberando mi mano.

Las tengo. Pero, ¿por dónde empezar?

―Has firmado un CDC. Puedes preguntarme lo que quieras y contestaré.

Me quedo de pie delante de la barra del desayuno, observándolo mientras abre el refrigerador y saca un plato con diferentes quesos y dos grandes racimos de uvas rojas y verdes. Lo pone en la encimera y procede a rebanar una barra de pan francés.

―Siéntate. ―Señala uno de los taburetes de la barra de desayuno y obedezco sus órdenes. Si voy a hacer esto, voy a tener que acostumbrarme a ello. Me doy cuenta que de que él ha sido así de mandón desde que lo conocí.
―Mencionaste un documento.
―Sí.
―¿Qué documento es ese?
―Bueno, aparte del CDC hay un documento que dice lo que haremos y lo que no. Tengo que conocer tus límites y tú tienes que conocer los míos. Esto es consensual, ____.
―¿Y si no quiero hacer esto?
―No habría problema ―dice con cuidado.
―Pero, ¿no tendríamos ningún tipo de relación? ―pregunto.
―No.
―¿Por qué?
―Este es el único tipo de relación en la que estoy interesado.
―¿Por qué?

Se encoge de hombros.

―Es mi manera de ser.
―¿Cómo te volviste de esta manera?
―¿Por qué cualquiera es de la forma que es? Eso es algo difícil de responder. ¿Por qué algunas personas adoran el quedo y otros lo odian? ¿Te gusta el queso? La señora Jones, mi ama de llaves, ha dejado esto para cenar. ―Toma algunos platos grandes de color blanco de un armario y pone uno frente a mí.

Estamos hablando de queso… Mierda santa.

―¿Cuáles son las reglas que tengo que seguir?
―Las tengo bajo escrito. Las revisaremos una vez hayamos comido.

Comida. ¿Cómo puedo comer ahora?

―No estoy realmente hambrienta ―susurro.
―Comerás ―dice simplemente. Joseph el Dominante, todo se vuelve claro ahora―. ¿Te gustaría otra copa de vino?
―Sí, por favor.

Vierte vino en mi copa y viene a sentarse a mi lado. Tomo un sorbo apresurado.

―Sírvete, ____.

Tomo un racimo pequeño de uvas. Esto lo puedo manejar. Entorna los ojos.

―¿Llevas largo rato siendo así? ―pregunto.
―Sí.
―¿Es fácil encontrar mujeres que quieran hacer esto?

Enarca una ceja.

―Te sorprenderías ―dice con sequedad.
―Entonces, ¿por qué yo? Realmente no lo entiendo.
―____, ya te lo he dicho. Hay algo en ti. Simplemente no puedo alejarme. ―Sonríe irónicamente―. Soy como la polilla a la llama. ―Su voz se oscurece―. Te quiero de una forma tan terrible, especialmente ahora, cuando están mordiendo tu labio de nuevo. ―Toma una profunda respiración y traga.

Mi estómago se sobresalta, él me desea… de una manera extraña, cierto, pero este hermoso, extraño y pervertido hombre me desea.

―Pienso que tienes ese cliché al revés ―me quejo. Yo soy la polilla y él la llama y me voy a quemar. Lo sé.
―¡Come!
―No, no he firmado nada todavía, así que pienso que tiraré de mi libertad un poco más, si eso está bien para ti.

Sus ojos se suavizan y sus labios cambian a una sonrisa.

―Como desee, señorita Steele.
―¿Cuántas mujeres? ―Suelto la pregunta. Pero soy muy curiosa.
―Quince.

Oh… no tantas como había pensado.

―¿Por largos periodos de tiempo?
―Alguna de ellas, sí.
―¿Alguna vez heriste a alguna?
―Sí.

Santa mierda.

―¿Gravemente?
―No.
―¿Vas a herirme?
―¿Qué quieres decir?
―Físicamente, ¿vas a herirme?
―Te castigaré cuando lo requieras y será doloroso.

Creo que me siento un poco débil. Tomo otro sorbo de vino. Alcohol, esto me hará más valiente.

―¿Alguna vez has sido golpeado? ―pregunto.
―Sí.

Oh… eso me sorprende. Antes de que pueda preguntarle más sobre esta revelación, interrumpe mi tren de pensamientos.

―Discutámoslo en mi estudio. Quiero mostrarte algo.

Esto es muy duro de procesar. Allí estaba yo, tontamente pensando que me gustaría pasar una noche de pasión en la cama de este hombre y en realidad, estábamos negociando este extraño acuerdo.

Lo sigo dentro de su estudio, una espaciosa habitación con otra ventana del piso al techo que se abre hacia afuera en un balcón. Se sienta al escritorio, indicándome con un movimiento que me siente en un sillón de cuero frente a él y me entrega una hoja de papel.

―Estas son las reglas. Pueden estar sujetas a cambios. Forman parte del contrato, que también puedes tener. Lee las reglas y las discutiremos.


REGLAS

Obediencia:
La Sumisa obedecerá todas las instrucciones dadas por el Dominante de inmediato, sin vacilación ni reservas y de manera expedita. La Sumisa estará de acuerdo con cualquier actividad sexual considerada adecuada y agradable por el Dominante, con excepción de aquellas actividades que se detallan en los límites de dureza (Anexo 2). Lo hará con entusiasmo y sin titubeos.
Dormir:
La Sumisa se asegurará de alcanzar un mínimo de siete horas de sueño por noche cuando no esté con el Dominante.
Comida:
La Sumisa comerá regularmente para mantener su salud y bienestar de una lista de alimentos (Anexo 4). La Sumisa no ingerirá alimentos entre comidas, con excepción de fruta.
Vestimenta:
Durante el plazo, la Sumisa vestirá solo lo aprobado por el Dominante. El Dominante proporcionará un presupuesto de ropa a la Sumisa, el cual la Sumisa debe utilizar. El Dominante deberá acompañar a la Sumisa a comprar sobre un base ad hoc. Si el Dominante así lo exige, la Sumisa deberá usar, durante el plazo, cualquier adorno que el Dominante requiera, en presencia del Dominante y en cualquier otro momento que el Dominante considere conveniente.
Ejercicio:
El Dominante proveerá a la Sumisa un entrenador personal cuatro veces por semana en sesiones de una hora de duración, en horarios de mutuo acuerdo entre el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal reportará al Dominante sobre el progreso de la Sumisa.
Higiene personal / belleza:
La Sumisa se mantendrá limpia y afeitada y/o depilada en tomo momento. La Sumisa visitará el salón de belleza de la elección del Dominante las veces que decida el Dominante y se someterá a tratamientos que el Dominante crea convenientes.
Cuidado personal:
La Sumisa no beberá en exceso, no fumará, no tomará drogas recreativas o se expondrá a cualquier peligro innecesario.
Cualidades personales:
La Sumisa no tendrá relaciones sexuales con alguien que no sea el Dominante. La Sumisa se conducirá de una manera respetuosa y modesta en todo momento. Debe reconocer que su comportamiento es un reflejo directo del Dominante. Ella se hará responsable por cualquier delito, error o mala conducta cometida cuando no esté en presencia del Dominante.

El incumplimiento de cualquiera de las anteriores, resultará en un castigo inmediato, cuya naturaleza será determinada por el Dominante.

Santa mierda.

―¿Límites de dureza? ―pregunto.
―Sí. Lo que no vas a hacer, lo que no voy a hacer, tenemos que especificarlo en nuestro contrato.
―No estoy segura sobre aceptar dinero para ropa. Se siente incorrecto. ―Me muevo incómodamente, la palabra con “Jo” rápidamente rondando en mi cabeza.
―Quiero despilfarrar dinero sobre ti, déjame comprarte unas cuantas prendas. Quizás necesite que me acompañes a algunas funciones y quiero que vistas bien. Estoy seguro de que tu salario, cuando consigas un trabajo, no va a cubrir el tipo de ropa que me gustaría que uses.
―¿No tendré que usarlos cuando no esté contigo?
―No.
―De acuerdo. ―Piensa en ello como un uniforme―. No quiero ejercicios cuatro veces a la semana.
―____, te necesito flexible, fuerte y con resistencia. Créeme. Necesitas ejercicio.
―Pero seguramente no cuatro veces a la semana, ¿qué tal tres?
―Quiero que hagas cuatro.
―¿Pensaba que esto era una negociación?

Frunce los labios en mi dirección.

―De acuerdo, señorita Steele, otro punto bien hecho. ¿Qué te parece una hora por tres días y un día de media hora?
―Tres días, tres horas. Tengo la impresión de que vas a mantenerme ejercitada cuando este aquí.

Sonríe con malicia y sus ojos brillan como aliviados.

―Sí, lo haré ―estuvo de acuerdo―. ¿Segura de que no quieres practicar en mi compañía? Eres buena negociando.
―No, no pienso que sea buena idea. ―Miro abajo, hacia sus reglas. ¡Depilación! ¿Depilar qué? ¿Todo? Uf.
―Entonces, límites. Estos son los míos. ―Me da otra hoja de papel.

Límites de dureza:
No actos que involucren encender fuego.
No actos que involucren micción, defecación y derivados.
No actos que involucren agujas, cuchillos, piercings o sangre.
No actos que involucren instrumentos médicos ginecológicos.
No actos que involucren niños o animales.
No actos que puedan dejar marcas permanente en la piel.
No actos que involucren control de la respiración.


Ugh. ¡Tenía que escribir esto hasta abajo! Por supuesto, todo ello luce muy sensible y, francamente, necesario… a cualquier persona sana no le gustaría estar involucrada en este tipo de cosas ¿no? Aunque ahora, me siento un poco mareada.

―¿Hay algo que te gustaría agregar? ―pregunta amablemente.

Mierda. No tengo idea. Estoy completamente perpleja. Me mira y frunce el ceño.

―¿Hay algo que no quieras hacer?
―No lo sé.
―¿Qué quieres decir con que no lo sabes?

Me remuevo incómoda y muerdo mi labio.

―Nunca he hecho algo como esto.
―Bueno, cuando has tenido sexo, ¿hubo algo que no te gustara hacer?

Por primera vez en lo que parecían ser años, me sonrojo.

―Puedes decirme, ____. Debemos ser honestos con el otro o esto no va a funcionar.

Me remuevo incómoda nuevamente y miro mis dedos entrelazados.

―Dime ―ordena.
―Bueno… nunca antes he tenido sexo, así que no sé. ―Mi voz se reduce. Lo miro y él está mirándome, con la boca abierta, congelado y pálido, muy pálido.
―¿Nunca? ―Susurra. Niego con la cabeza―. ¿Eres virgen? ―Respira. Asiento con la cabeza, enrojeciendo de nuevo. Cierra los ojos y parece como si contara hasta diez. Cuando los abre nuevamente, está enojado, mirándome―. ¿Por qué mierda no me lo dijiste? ―gruñe.














Lo siento, pensé que en este capítulo venía algo más fuerte, pero es hasta el otro xD. Bueno ahora si las dejo con este cap. Un beso. Ciao Mañana les subo más.

Kary
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Mensaje por Creadora Miér 08 Ago 2012, 12:03 pm

Mañana me voy de viaje por mucho tiempo, asi que quiero leer cuanto me sea posible.
Siguela. Santa mierda es la frase mas dicha xd

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Mensaje por andreita Miér 08 Ago 2012, 2:40 pm

:O

omj kare la verdadq ue no me esperaba esto de la nove ni de josph
es medio sadico!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! jajajaja que miedoo

bueno esto se pone ineresante
sguela
andreita
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Mensaje por aranzhitha Miér 08 Ago 2012, 3:19 pm

ah Joseph eres un dominante :twisted:
:¬w¬: es tan sexy
Siguela!!!!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Miér 08 Ago 2012, 4:43 pm

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHH!!!!
SI QUE ES UN SADIIICOOOOO!!!!!
JJAJAJAJAJAJAJAJAJ
PERO SE LLEVO UNA SORPRESAAAAA!!!!!!
AAAIII QUE HARA AHORA QUE SABE QUE ___ ES VIRGEN???
chelis
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