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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Julieta♥ Miér 01 Ago 2012, 8:04 pm

NUEVA Y FIEL LECTORA!!!!!
ME ENCANTA!!!!!
JO ES TANNNNN ENIGMATICO
SOGUELA PRONTO POR FAAAAAAAAAA
Julieta♥
Julieta♥


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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Karely Jonatika Jue 02 Ago 2012, 7:22 pm

[CAPITULO 3]


Kate está feliz.

―Pero, ¿qué estaba haciendo en Clayton? ―Su curiosidad exuda a través del teléfono. Estoy en el fondo de la sala de archivo, tratando de mantener mi voz casual.
―Estaba en la zona.
―Creo que es una enorme coincidencia, ____. ¿No crees que estaba allí para verte? ―especula. Mi corazón se tambalea ante la perspectiva, pero es una alegría efímera. La aburrida y decepcionante realidad es que él estaba allí por negocios.
―Estaba visitando la división de agricultura de la WSU. Está financiando una investigación ―murmuro.
―Oh, sí. Le está dando al departamento 2.5 millones de dólares.

Wow.

―¿Cómo sabes?
―____, soy periodista y he escrito un artículo sobre él. Es mi trabajo saber esto.
―Bueno, Carla Bernstein, no te vuelvas loca. Entonces, ¿quieres estas fotos?
―Por supuesto que sí. La pregunta es, ¿quién va a hacerlo y dónde?
―Podríamos preguntarle a él en dónde. Dice que se va a quedar en la zona.
―¿Puedes comunicarte con él?
―Tengo su número de teléfono celular.

Kate jadea.

―El soltero más rico, difícil de alcanzar y enigmático en el estado de Washington, simplemente te dio su número de teléfono celular.
―Eh… sí.
―¡____! Le gustas. Sin lugar a dudas. ―Su tono es enfático.
―Kate, está tratando de ser amable. ―Pero a medida que digo las palabras, me doy cuenta de que no es cierto… Joseph Jonas no es amable. Educado, tal vez. Y una pequeña voz me susurra: tal vez Kate tiene razón. Mi cuero cabelludo se eriza ante la idea de que quizás, solo quizás, tal vez le guste. Después de todo, dijo que se alegraba de que Kate no hiciera la entrevista. Me abrazo con silenciosa alegría, balanceándome de lado a lado, considerando por un breve momento con la posibilidad de que tal vez yo podría gustarle. Kate me trae de nuevo a la actualidad.
―No sé a quién vamos a llevar para hacer la toma. Levi, nuestro fotógrafo habitual, no puede. Está en su casa en Idaho Falls por el fin de semana. Se va a molestar por perder la oportunidad de fotografiar a uno de los empresarios líderes de América.
―Hmm… ¿qué hay de José?
―¡Buena idea! Pregúntale, él haría cualquier cosa por ti. Luego llamas a Jonas y averigua dónde nos quiere. ―Kate es irritantemente arrogante respecto a José.
―Creo que deberías llamarlo.
―¿A quién, a José? ―se burla Kate.
―No, a Jonas.
―____, tú eres la que tiene la relación.
―¿Relación? ―chillo, alzando mi voz unas cuantas octavas―. Apenas lo conozco.
―Por lo menos lo conociste ―dice con amargura―. Y parece que quiere conocerte mejor. ____, sólo llámalo ―dice y cuelga. Es tan mandona a veces. Le frunzo el ceño a mi celular y le saco la lengua.

Apenas estoy dejándole un mensaje a José cuando Paul entra en el almacén buscando papel de lija.

―Estamos un poco ocupados allí, ____ ―dice sin acritud.
―Sí, bueno, lo siento ―murmuro, volviendo a salir.
―Así que, ¿cómo es que conoces a Joseph Jonas? ―La voz indiferente de Paul es poco convincente.
―Tuve que hacerle una entrevista para nuestro periódico estudiantil. Kate no estaba bien. ―Me encojo de hombros, tratando de sonar casual pero no lo hago mejor que él.
―Joseph Jonas en Clayton. Imagínate ―resopla Paul, asombrado. Sacude la cabeza como para despejarse―. De todos modos, ¿quieres ir por un trago o algo esta noche?

Cada vez que está en casa me invita a salir y siempre le digo que no. Es un ritual. Nunca he considerado una buena idea tener una cita con el hermano del jefe, además, Paul es lindo en ese estilo de Chico-Americano-hijo de vecino, pero no es un héroe literario, ni con un mínimo esfuerzo de imaginación. ¿Lo es Jonas?, me pregunta mi subconsciente, con su ceja simbólicamente levantada. Le doy una palmada para que se calle.

―¿No tienes una cena familiar o algo debido a tu hermano?
―Eso es mañana.
―Quizás en otra ocasión, Paul. Tengo que estudiar esta noche. Tengo mis exámenes finales la próxima semana.
―____, uno de estos días, dirás que sí ―dice sonriendo, mientras escapo hacia la sala de ventas.


―Yo hago fotos de lugares ____, no de personas ―se queja José.
―José, ¿por favor? ―le ruego. Tomando mi celular, paseo por la sala de nuestro apartamento, deteniéndome frente a la ventana a mirar la pálida luz del atardecer.
―Dame ese teléfono. ―Kate me quita el teléfono, sacudiendo su sedoso cabello rubio rojizo por encima del hombro―. Escucha, José Rodríguez, si quieres que nuestro periódico cubra la entrada de tu show, tomarás esta foto para nosotros mañana ¿Capiche? ―Kate puede ser increíblemente difícil―. Bien. ____ volverá a llamar con la dirección y la hora. Nos vemos mañana. ―Cierra la tapa de mi teléfono―. Arreglado. Todo lo que necesitamos hacer ahora es decidir dónde y cuándo. Llámalo. ―Sostiene el teléfono frente a mí. Mi estómago gira―. Llama a Jonas, ¡ahora!

Le frunzo el ceño y busco en mi bolsillo su tarjeta. Tomo una respiración profunda, estabilizante y con los dedos temblorosos, marco el número.

Él responde al segundo timbre. Su tono es contenido, tranquilo y frío.

―Jonas.
―Eh… ¿Sr. Jonas? Es ____ Steele. ―No reconozco mi propia voz, estoy tan nerviosa. Hay una breve pausa. Estoy temblando.
―Señorita Steele. Qué bueno saber de usted. ―Su voz ha cambiado. Se sorprende, creo y suena tan cálido… incluso seductor. Mi respiración se entrecorta y suspiro. Soy consciente de que de repente Katherine Kavanagh me está mirando con la boca abierta y me lanzo hacia la cocina para evitar su escrutinio no deseado.
―Eh… nos gustaría seguir adelante con la sesión de fotos para el artículo. ―Respira, ____, respira. Mis pulmones se arrastran en una respiración apresurada―. Mañana, si eso está bien. ¿Dónde sería conveniente para usted, señor?

Casi puedo escuchar su sonrisa de esfinge a través del teléfono.

―Me quedo en el Heathman de Portland. Digamos, ¿a las nueve y media de la mañana?
―Bueno, nos vemos allí. ―Estoy toda efusiva y entrecortada… como un niño, no como una mujer adulta que puede votar y beber legalmente en el Estado de Washington.
―Estaré esperándolo, señorita Steele. ―Me imagino el brillo perverso en sus ojos ambarinos. ¿Cómo hace para que cuatro pequeñas palabras contengan tantas tentadoras promesas? Cuelgo. Kate está en la cocina y me observa con una mirada de consternación total y absoluta en su rostro.
―____ Rose Steele. ¡Te gusta! Nunca te he visto o escuchado tan, tan… afectada por nadie. En realidad estás ruborizada.
―Oh, Kate, tú sabes que me sonrojo todo el tiempo. Es un riesgo laboral conmigo. No seas ridícula ―le suelto. Parpadea, mirándome con sorpresa ―muy rara vez saco mis juguetes del coche― y me arrepiento brevemente―. Sólo lo encuentro… intimidante, eso es todo.
―Heathman, figúrate ―murmura Kate―. Voy a llamar al manager para negociar un espacio para la toma.
―Haré la cena. Luego tengo que estudiar. ―No puedo ocultar mi irritación con ella mientras abro uno de los armarios para hacer la cena.

Estoy tranquila esa noche, dando vueltas y vueltas. Soñando con ojos ambarinos llenos de humo, overoles, piernas largas, dedos largos y oscuros, oscuros sitios inexplorados. Me levanto dos veces en la noche, mi corazón latiendo con fuerza. Oh, voy a lucir hermosa mañana durmiendo tan poco, me regaño. Golpeo mi almohada y trato de dormir.


El Heathman está situado en el corazón del centro de Portland. Su impresionante edificio de piedra marrón se terminó justo a tiempo para la ruptura de finales de 1920. José, Travis y yo estamos viajando en mi escarabajo y Kate está en su CLK, ya que no caben todos en mi coche. Travis es el amigo de José y su ayudante, está aquí para ayudar con la iluminación. Kate ha logrado conseguir que nos permitan usar una habitación en el Heathman sin costo alguno por la mañana a cambio de un crédito en el artículo. Cuando ella explica en la recepción que estamos aquí para fotografiar al Gerente General Joseph Jonas, instantáneamente nos suben a una suite. Una de tamaño regular, sin embargo, ya que al parecer el Sr. Jonas está ocupando la más grande del edificio.

Un ejecutivo de marketing nos muestra la suite… es terriblemente joven y está muy nervioso por alguna razón. Sospecho que es la belleza de Kate y su forma autoritaria lo que lo desarma, porque él es como plastilina en sus manos. Las habitaciones son elegantes, discretas y decoradas con opulencia.

Son las nueve. Tenemos una media hora para arreglarlo todo. Kate está en peno movimiento.

―José, creo que vamos a hacer la toma contra la pared, ¿estás de acuerdo? ―No espera por su respuesta―. Travis, limpia las sillas. ____, ¿podrías pedirle al ama de llaves que traiga algunos refrescos de ambiente? Y avísale a Jonas dónde estamos.

Sí, señora. Ella es muy dominante. Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me dice. Media hora más tarde, Joseph Jonas entra en nuestra suite.

¡Santa Mierda! Lleva una camisa blanca, con el cuello abierto y pantalones de franela gris que cuelgan de sus caderas. Su pelo rebelde aún está húmedo por la ducha. Mi boca se seca mirándolo… es tan malditamente caliente. Jonas es seguido dentro de la suite por un hombre de treinta y tantos años, con corte de militar, vestido con un traje oscuro y corbata, que se queda en silencio en un rincón. Sus ojos color avellana nos observan impasibles.

―Señorita Steele, nos encontramos de nuevo. ―Jonas extiende su mano y la estrecho, parpadeando rápidamente. Oh mi… él es en realidad, bastante… wow. Mientras sujeto su mano, percibo esa deliciosa corriente que atraviesa e ilumina mi cuerpo, me hace sonrojar y estoy segura de que mi respiración errática debe ser audible.
―Señor Jonas, le presento a Katherine Kavanagh ―murmuro, agitando una mano hacia Kate, que se adelanta, mirándolo a los ojos.
―La tenaz señorita Kavanagh. ¿Cómo está? ―Le da una pequeña sonrisa, luciendo genuinamente divertido―. ¿Confío en que se siente mejor? ____ dijo que estaba enferma la semana pasada.
―Estoy bien, gracias, Sr. Jonas. ―Le da la mano con firmeza y sin pestañear. Me recuerdo a mí misma que Kate ha estado en las mejores escuelas privadas de Washington. Su familia tiene dinero y ha crecido con confianza y segura de su lugar en el mundo. No asume ningún tipo de basura. Estoy asustada de ella―. Gracias por tomarse el tiempo para hacer esto. ―Le da una sonrisa amable y profesional.
―Es un placer ―responde, volviendo su mirada hacia mí, haciéndome sonrojar otra vez. Diablos.
―Este es José Rodríguez, nuestro fotógrafo ―le digo, sonriéndole a José quien me devuelve una sonrisa afectuosa. Sus ojos son fríos cuando mira a Jonas.
―Señor Jonas. ―Asiente con la cabeza.
―Señor Rodríguez. ―La expresión de Jonas cambia mucho mientras evalúa a José―. ¿Dónde me prefiere? ―pregunta Jonas. Su tono suena vagamente amenazante. Pero Katherine no está dispuesta a dejar que José haga un espectáculo.
―Señor Jonas, ¿podría sentarse aquí por favor? Tenga cuidado con los cables de la iluminación. Y luego tomaremos también algunas de pie. ―Lo dirige a una silla colocada contra la pared.

Travis enciende las luces, encegueciendo momentáneamente a Jonas y murmura una disculpa. A continuación, Travis y yo damos un paso atrás y vemos cómo José dispara su cámara. Toma varias fotografías, pidiéndole a Jonas que se mueva de esta manera, luego de esta otra, que mueva su brazo, que lo baje de nuevo. Pasando al trípode, José toma varias más, mientras Jonas se sienta y posa, paciente y naturalmente, durante unos veinte minutos. Mi deseo se ha hecho realidad: puedo estar de pie y admirar a Jonas de cerca. Dos veces nuestros ojos se encuentran y tengo que alejarme de su mirada turbia.

―Suficientes sentado ―dice Katherine de nuevo―. ¿De pie, Sr. Jonas? ―pregunta.

Él se pone de pie y Travis se escabulle para quitar la silla. El disparador en la Nikon de José comienza a hacer clic de nuevo.

―Creo que tenemos suficientes ―anuncia José, cinco minutos más tarde.
―Grandioso ―dice Kate―. Gracias de nuevo, Sr. Jonas. ―Le da la mano, al igual que José.
―Estoy ansioso por leer el artículo, señorita Kavanagh ―murmura Jonas y se vuelve hacia mí, de pie junto a la puerta―. ¿Podría caminar conmigo, señorita Steele? ―pregunta.
―Claro ―digo totalmente desconcertada. Miro ansiosamente a Kate, quien se encoge de hombros. Me doy cuenta de que José tiene el ceño fruncido detrás de ella.
―Buen día para todos ―dice Jonas mientras abre la puerta, parándose a un lado para que yo pueda ir primero.

Infierno Santo… ¿qué es esto? ¿Qué quiere? Me detengo en el pasillo del hotel, moviéndome nerviosamente mientras Jonas sale de la habitación, seguido por el Sr. corte de militar en su traje impecable.

―Yo te llamo, Taylor ―murmura a corte de militar. Taylor camina por el pasillo y Jonas vuelve sus ardientes ojos ambarinos hacia mí. Mierda… ¿hice algo malo?―. Me preguntaba si te gustaría acompañarme a tomar café esta mañana.

Mi corazón salta de golpe hacia mi boca. ¿Una cita? Joseph Jonas me está pidiendo una cita. Pregunta si deseo tomar un café. Tal vez piensa que no te has despertado todavía, mi subconsciente gime en un modo burlón otra vez. Me aclaro la garganta tratando de controlar mis nervios.

―Debo llevar a todos a casa ―murmuro en tono de disculpa, retorciendo mis manos y dedos frente a mí.
―¡Taylor! ―llama, haciéndome saltar. Taylor, que se había retirado por el pasillo, se da vuelta y se dirige de nuevo hacia nosotros―. ¿Regresan a la universidad? ―pregunta Jonas, su voz es suave inquietante. Asiento con la cabeza, demasiado aturdida como para hablar―. Taylor puede llevarlos. Es mi chofer. Tenemos un amplio 4x4 aquí, así que podrá también con el equipo.
―¿Señor Jonas? ―pregunta Taylor cuando llega hasta nosotros, dejando algo de distancia.
―Por favor, ¿puedes llevar al fotógrafo, su ayudante y a la señorita Kavanagh de vuelta a casa?
―Por supuesto, señor ―responde Taylor.
―Ahí lo tienes. Ahora, ¿puedes acompañarme a tomar un café? ―Jonas sonríe como si fuera un hecho.

Frunzo el ceño ante él.

―Um, Sr. Jonas, eh… esto realmente… mire, Taylor no tiene que llevarlo a casa. ―Le doy una breve mirada a Taylor, quien se mantiene estoicamente impasible―. Puedo cambiar de vehículo con Kate, si me da un momento.

Jonas muestra una deslumbrante, descontrolada, natural y gloriosa sonrisa mostrando los dientes. Oh mi… y abre la puerta de la suite para que pueda volver a entrar. Me deslizo alrededor de él para entrar en la habitación, encontrando a Katherine sumergida en una discusión con José.

―____, creo que definitivamente le gustas ―dice sin preámbulos. José me mira con desaprobación―. Pero no confío en él ―añade. Levanto mi mano hacia arriba con la esperanza de que deje de hablar. Por algún milagro, lo hace.
―Kate, si tomas el Beetle, ¿puedo quedarme con tu auto?
―¿Por qué?
―Joseph Jonas me ha pedido que vaya a tomar un café con él.

Su boca se abre. ¡Kate sin palabras! Saboreo el momento. Me toma por el brazo y me arrastra hacia el dormitorio fuera de la sala de estar de la suite.

―____, hay algo en él. ―Su tono de voz está lleno de advertencia―. Es hermoso, estoy de acuerdo, pero creo que es peligroso. Especialmente para alguien como tú.
―¿Qué quieres decir con alguien como yo? ―demando ofendida.
―Alguien inocente como tú, ____. Sabes a qué me refiero ―dice un poco irritada. Me sonrojo.
―Kate, es sólo café. Empiezo mis exámenes esta semana y tengo que estudiar, así que no estaré mucho tiempo.

Frunce los labios, como si considerara mi argumento. Finalmente toma las llaves de su auto de su bolsillo y las coloca en mi mano. Le entrego las mías.

―Te veré más tarde. No te quedes mucho o voy a enviar un equipo de búsqueda y rescate.
―Gracias. ―La abrazo.

Salgo de la habitación para encontrar a Joseph Jonas esperando, apoyado contra la pared, viéndose como un modelo masculino en una pose para alguna brillante revista de alta calidad.

―Está bien, vayamos por el café ―murmuro, poniéndome color remolacha.

Él sonríe.

―Después de usted, señorita Steele. ―Se endereza, extendiendo su mano para que pase primero. Hago mi camino por el pasillo, con mis rodillas inestables, mi estómago lleno de mariposas y mi corazón latiendo en mi boca con un dramático ritmo desigual. Voy a tomar un café con Joseph Jonas… y odio el café.

Caminamos juntos por el pasillo del hotel hasta los ascensores. ¿Qué debo decirle? Mi mente está paralizada repentinamente con aprensión. ¿De qué vamos a hablar? ¿Qué diablos tengo en común con él? Su voz suave y cálida me saca de mi ensueño.

―¿Cuánto tiempo hace que conoce a Katherine Kavanagh?

Ah, una pregunta fácil para empezar.

―Desde nuestro primer año. Es una buena amiga.
―Hmm ―responde, sin compromiso. ¿Qué está pensando?

En los ascensores, presiona el botón de llamada y suena el timbre casi de inmediato. Las puertas deslizables se abren revelando a una joven pareja en un abrazo apasionado. Sorprendidos y avergonzados, se separan de un salto, mirando con aire de culpabilidad hacia todos lados excepto a nosotros. Jonas y yo subimos al ascensor. Luchando por mantener un rostro serio, miro hacia el suelo, sintiendo mis mejillas volverse rosadas. Cuando fisgoneo a través de mis pestañas hacia Jonas, observo un atisbo de sonrisa en sus labios, pero es muy difícil de decir. La joven pareja no dice nada y viajamos hacia el primer piso en un silencio embarazoso. Ni siquiera tenemos un pretencioso hilo musical que nos distraiga.

Las puertas se abren y, para mi sorpresa, Jonas toma mi mano, apretándola con sus largos y fríos dedos. Siento la corriente a través de mí y el latido de mi corazón se acelera. A medida que me ayuda a salir del ascensor, escuchamos la erupción de carcajadas reprimidas de la pareja detrás de nosotros. Jonas sonríe.

―¿Qué es lo que tienen los ascensores? ―murmura.

Cruzamos el amplio y animado vestíbulo del hotel hacia la entrada, pero Jonas evita la puerta giratoria y me pregunto si se debe a que tendría que soltar mi mano.

Afuera, es un templado domingo de mayo. El sol brilla y el tráfico es ligero. Jonas gira a la izquierda y camina hacia la esquina, donde nos detenemos a esperar a que cambie la luz del semáforo para peatones. Todavía está sosteniendo mi mano. Estoy en la calle y Joseph Jonas está tomando mi mano. Nadie ha tomado mi mano. Me siento mareada y con un hormigueo en todo el cuerpo. Intento sofocar la mueca ridícula que amenaza con dividir mi rostro en dos. Trata de ser genial, ____, mi subconsciente me implora. Entonces, el hombrecito verde se enciende y comenzamos a caminar otra vez.

Caminamos cuatro cuadras antes de llegar al Café de Portland House, en dónde Jonas me suelta para mantener la puerta abierta para que pueda entrar.

―¿Por qué no eliges una mesa mientras voy a buscar las bebidas? ¿Qué le gustaría? ―pregunta, amable como siempre.
―Voy a tomar… um, un té English Breakfast, con la bolsa afuera.

Levanta las cejas.

―¿No café?
―No estoy interesada en el café.

Sonríe.

―Está bien, bolsa de té. ¿Azúcar?

Por un momento, estoy sorprendida, pensando que es una palabra de cariño, pero afortunadamente, mi subconsciente se activa con los labios fruncidos. No, estúpida. ¿Tomas azúcar?

―No, gracias. ―Miro hacia abajo a mis dedos cruzados.
―¿Algo para comer?
―No, gracias. ―Niego con la cabeza y se dirige al mostrador.

Lo miro disimuladamente desde debajo de mis pestañas mientras se encuentra en la línea de espera para ser atendido. Podría mirarlo todo el día… es alto, de hombros anchos, gruesos y la forma en que los pantalones cuelgan de su cadera… ¡Oh Dios! Pasa una o dos veces sus dedos largos y elegantes por su cabello seco, pero todavía desordenado. Hmm… me gustaría hacer eso. El pensamiento viene espontáneamente a mi mente y mi rostro quema. Me muerdo el labio y miro abajo hacia mis manos otra vez, sin gustarme el curso de mis pensamientos rebeldes.

―¿Un penique por tus pensamientos? ―Jonas está de vuelta, sorprendiéndome.

Me pongo color carmesí. Sólo estaba pensando acerca de cómo pasaría mis dedos por tu cabello y me preguntaba si se sentiría suave el tacto. Niego con la cabeza. Está cargando una bandeja, la cual coloca en la pequeña y redonda mesa de abedul. Me da una taza y un plato, un vaso de agua pequeño y una bandeja que lleva una solitaria bolsita de té etiquetada como Twinings English Breakfast… mi favorito. Él tiene un café que lleva una maravillosa imagen de hoja impresa en la leche. ¿Cómo lo hacen? Me pregunto sin decir nada. También se compró un muffin de arándanos. Pone la bandeja a un lado, se sienta frente a mí y cruza sus largas piernas. Se le ve tan cómodo, tan a gusto con su cuerpo, lo envidio. Aquí estoy yo, toda torpe y descoordinada, apenas capaz de ir de A a B sin caer de bruces.

―¿Tus pensamientos? ―pregunta.
―Éste es mi té favorito. ―Mi voz es baja, entrecortada. Simplemente no puedo creer que esté sentada frente a Joseph Jonas en una cafetería de Portland. Frunce el ceño. Sabe que estoy ocultando algo. Hago estallar la bolsita de té en la tetera y casi de inmediato la tomo de nuevo con mi cucharilla. Mientras pongo de nuevo la bolsita de té usada en la bandeja, él ladea la cabeza, mirándome con curiosidad―. Me gusta el té negro y poco cargado ―murmuro en tono de explicación.
―Ya veo. ¿Es tu novio?

Whoa… ¿Qué?

―¿Quién?
―El fotógrafo. José Rodríguez.

Me río, nerviosa pero curiosa. ¿Qué le daría esa impresión?

―No. José es un buen amigo mío, eso es todo. ¿Por qué pensaste que era mi novio?
―La forma en que le sonreíste y él a ti. ―Sus ojos ambarinos sostienen mi mirada. Es tan desconcertante. Quiero mirar hacia otro lado, pero estoy atrapada… hechizada.
―Es más como familia ―susurro.

Jonas asiente con la cabeza ligeramente, al parecer satisfecho con mi respuesta y mira hacia su muffin de arándanos. Sus largos dedos retiran con habilidad el papel mientras lo miro fascinada.

―¿Quieres un poco? ―me pregunta y esa sonrisa secreta y divertida está de regreso.
―No, gracias. ―Frunzo el ceño y miro hacia mis manos de nuevo.
―Y el chico que conocí ayer en la tienda. ¿Es tu novio?
―No. Paul es sólo un amigo. Te lo dije ayer. ―Oh, esto se está poniendo tonto―. ¿Por qué me lo preguntas?
―Pareces nerviosa alrededor de los hombres.

Mierda, eso es personal. Sólo estoy nerviosa a tu alrededor, Jonas.

―Te encuentro intimidante. ―Me sonrojo hasta llegar a escarlata, pero mentalmente me doy palmaditas en la espalda por mi franqueza y vuelvo la mirada a mis manos otra vez. Puedo escucharlo inhalar fuertemente.
―Deberías encontrarme intimidante. ―Asiente con la cabeza―. Eres muy honesta. Por favor, no bajes la mirada. Me gusta ver tu rostro. ―Oh. Pongo la mirada en él y me da una sonrisa alentadora, pero irónica―. Me da una especie de idea de lo que podrías estar pensando. ―Respira―. Eres un misterio, señorita Steele.

¿Misteriosa? ¿Yo?

―No hay nada misterioso en mí.
―Creo que eres muy reservada ―murmura.

¿Lo soy? Wow… ¿Cómo voy a manejar eso? Esto es desconcertante. ¿Yo, reservada? De ninguna manera.

―Excepto cuando te ruborizas, por supuesto, lo que sucede a menudo. Sólo desearía saber el porqué de tu rubor. ―Lanza un pequeño trozo de muffin a su boca y comienza a masticarlo lentamente, sin despegar sus ojos de mí. Y por supuesto, como si fuera el momento justo, me ruborizo. ¡Mierda!
―¿Siempre haces ese tipo de observaciones personales?
―No me había dado cuenta que lo hacía. ¿Te he ofendido? ―Suena sorprendido.
―No ―contesto sinceramente.
―Bueno.
―Pero eres muy prepotente ―contraataco tranquilamente.

Levanta sus cejas y, si no me equivoco, su cara se enrojece ligeramente también.

―Estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera, ____ ―murmura―. En todas las cosas.
―No lo dudo. ¿Por qué no me pediste que te llamara por tu nombre? ―Estoy sorprendida por mi atrevimiento. ¿Por qué esta conversación se ha puesto tan seria?

No va de la manera que en que pensé que iba a ir. No puedo creer que esté sintiendo tanta antipatía hacia él. Es como si estuviera intentando ahuyentarlo.

―Las únicas personas que usan mi nombre son mi familia y unos pocos amigos íntimos. Es así como quiero que sea.

Oh. Él todavía no me ha dicho, llámame Joseph. Es un fanático del control, no hay ninguna otra explicación y una parte de mí está pensando que quizás habría sido mejor que Kate lo hubiera entrevistado. Dos fanáticos del control juntos. Un añadido es que ella es casi rubia ―bueno, rubia oxigenada―, como todas las mujeres de su oficina. Y es hermosa, me recuerda mi subconsciente. No me gusta la idea de Joseph y Kate juntos. Tomo un sorbo de mi té y Jonas come otro pequeño trozo de su muffin.

―¿Eres hija única? ―pregunta.

Oh… cambio de tema.

―Sí.
―Háblame sobre tus padres.

¿Por qué quiere saber esto? Esto es tan aburrido.

―Mi madre vive en Georgia con su nuevo marido, Bob. Mi padrastro vive en Montesano.
―¿Y tu padre?
―Mi padre murió cuando yo era un bebé.
―Lo siento ―murmura y una fugaz mirada triste cruza su rostro.
―No lo recuerdo.
―¿Y tu madre volvió a casarse?

Resoplo.

―Se podría decir eso.

Frunce el entrecejo.

―No me das mucha información, ¿verdad? ―dice secamente, frotando su barbilla como si pensara profundamente.
―Tú tampoco.
―Tú me has interrogado ya una vez y yo trato de hacer algunas preguntas. ―Me sonríe.

¡Mierda! Él está recordando la pregunta “homosexual”. Una vez más, me mortifico. Durante los próximos años, lo sé, necesitaré terapia intensiva para no sentirme avergonzada cada vez que recuerde ese momento. Empiezo a balbucear sobre mi madre… cualquier cosa para bloquear ese recuerdo.

―Mi madre es maravillosa. Es una romántica incurable. Actualmente va por su cuarto marido.

Levanta sus cejas sorprendido.

―La echo de menos ―continúo―. Ella tiene ahora a Bob. Y sólo espero que él pueda estar pendiente de ella y recoger sus pedacitos cuando sus planes no vayan como estaba previsto. ―Sonrío con cariño. No he visto a mi madre desde hace mucho tiempo.

Joseph está mirándome fijamente, tomando sorbos de su café de vez en cuando. Realmente no debería mirar su boca. Esos labios… son inquietantes.

―¿Te llevas bien con tu padrastro?
―Por supuesto. Crecí con él. Es el único padre que conozco.
―¿Y cómo es él?
―¿Ray? Es… reservado.
―¿Eso es todo? ―pregunta Jonas, sorprendido.

Me encojo de hombros. ¿Qué esperaba este hombre? ¿La historia de mi vida?

―Reservado como su hijastra ―sugiere Jonas.

Me abstengo de poner mis ojos en blanco hacia él.

―Le gusta el fútbol, el fútbol europeo sobre todo, los bolos, pescar y hacer muebles. Es carpintero. Ex carpintero ―suspiro.
―¿Viviste con él?
―Sí. Mi madre encontró a su tercer marido cuando yo tenía quince años. Y me quedé con Ray.

Frunce el entrecejo como si no entendiera.

―¿No quisiste ir a vivir con tu madre? ―pregunta.

Me ruborizo. Esto realmente no es de su incumbencia.

―Su tercer marido vivía en Texas. Mi casa estaba en Montesano. Y… ya sabes, mi mamá estaba recién casada. ―Me detengo.

Mamá nunca habla sobre su tercer marido. ¿Hacia dónde quiere ir Jonas con esto? Esto no es de su incumbencia. Los dos podemos jugar a este juego.

―Háblame sobre tus padres ―pregunto.

Él se encoge de hombros.

―Mi padre es abogado, mi madre es pediatra. Ellos viven en Seattle.

¡Ah…! Él pertenece a una familia acomodada. Y me pregunto por la próspera pareja que adopta a tres niños, uno de ellos se convierte en un atractivo hombre que asume el control empresarial y lo conquista sin la ayuda de nadie. ¿Qué lo llevó a ser así? Sus padres deben de estar orgullosos.

―¿Qué hacen tus hermanos?
―Elliot trabaja en construcción y mi hermana pequeña está en París, estudiando cocina bajo la supervisión de algún famoso chef francés.

Sus ojos se nublan con irritación. No quiere hablar de su familia o de sí mismo.

―He oído que París es encantador ―murmuro. ¿Por qué no quiere hablar sobre su familia? ¿Por qué es adoptado?
―Es bonito. ¿Has estado ahí? ―pregunta, su irritación desaparece.
―Nunca he salido de Estados Unidos. ―Así que ahora regresamos a las trivialidades. ¿Qué está escondiendo?
―¿Te gustaría ir?
―¿A París? ―rechino. Esto me desconcierta, ¿quién no querría ir a París?―. Claro ―admito―. Pero es Inglaterra lo que realmente me gustaría visitar.

Inclina su cabeza a un lado, recorriendo con su dedo índice su labio inferior… ¡Oh, Dios!

―¿Por qué?

Parpadeo rápidamente. Concéntrate, Steele.

―Está la casa de Shakespeare, Austen, las hermanas Brontë, Thomas Hardy. Me gustaría ver los lugares que inspiraron a esas personas para escribir esos maravillosos libros.

Toda esta charla sobre los clásicos literarios me recuerda que debería estar estudiando. Echo una ojeada a mi reloj.

―Será mejor que me vaya. Tengo que estudiar.
―¿Para tus exámenes?
―Sí. Comienzan el martes.
―¿Dónde está el automóvil de la señorita Kavanagh?
―En el estacionamiento del hotel.
―Te acompaño.
―Gracias por el té, señor Jonas.

Sonríe divertido y percibo una enorme sonrisa secreta.

―Eres bienvenida, ____. Es un placer. Ven ―ordena y me tiende su mano.

La tomo, aturdida y lo sigo fuera de la cafetería.

Paseamos de vuelta al hotel y me gustaría decir que el silencio es afable. Él parece tranquilo al menos, seguro de sí mismo. En cuanto a mí, estoy intentando evaluar desesperadamente cómo ha ido nuestro café de la mañana. Me siento como si me hubiera entrevistado para un empleo, pero no estoy segura de que sea eso.

―¿Siempre llevas pantalón? ―pregunta inesperadamente.
―Normalmente.

Asiente con la cabeza. Estamos de regreso en la intersección, frente al hotel. Mi mente está dando vueltas. Qué pregunta tan extraña… Y soy consciente de que nuestro tiempo juntos es limitado. Eso es todo. Es así y lo he echado a perder por completo, lo sé. Quizás él tiene a alguien.

―¿Tienes novia? ―digo bruscamente. ¡Santo cielo! ¿Acabo de decir eso en voz alta? Sus labios se curvan en una peculiar medio sonrisa y mira hacia abajo, hacia mí.
―No, ____. No tengo novia ―dice suavemente.

¡Oh…! ¿Qué significa eso? ¿No es homosexual? Oh, quizás es… ¡mierda! Debe de haberme mentido en su entrevista. Y por un momento, creo que va a continuar con alguna explicación, alguna pista sobre esta criptica declaración, pero no lo hace. Tengo que alejarme de él. Camino hacia adelante y tropiezo, saliendo precipitadamente hacia el camino.

―¡Mierda, ____! ―grita Jonas. Me toma de la mano y lo hace con tanta fuerza que caigo contra él, justo cuando un ciclista pasa a toda velocidad yendo en la dirección incorrecta por la calle de sentido único y casi me atropella.

Todo pasa tan rápido, en un minuto estoy cayendo, al próximo estoy en sus brazos y él me está sosteniendo fuertemente contra su pecho. Inhalo su aroma limpio y vital. Él huele a ropa de lino recién lavada y a algún caro gel de baño. ¡Oh Dios, es embriagador! Inhalo profundamente.

―¿Estás bien? ―susurra. Tiene un brazo a mí alrededor, estrechándome contra él, mientras los dedos de su otra mano trazan suavemente mi rostro, sondeando suavemente, examinándome. Su pulgar roza mi labio inferior y escucho cómo contiene la respiración. Está mirándome fijamente a los ojos y sostengo su mirada ansiosa, ardiente durante un momento o quizás sea por siempre… pero finalmente, su hermosa boca atrae mi atención. ¡Oh Dios! Y por primera vez en veintiún años, quiero ser besada. Quiero sentir su boca contra la mía.














Aquí el capítulo. Gracias por sus firmas y bienvenidas de nuevo:D Subo el otro capítulo cuando vea firmas xD. Un beso. Ciao

Kary
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por aranzhitha Jue 02 Ago 2012, 8:07 pm

awwww me encanta Joe
Es tan misterioso :¬w¬:
Siguela!!!!
aranzhitha
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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Creadora Jue 02 Ago 2012, 8:21 pm

LA DEJAS AHII? NO. NO.
Quiero mas capitulos. Siguela ya.

___________________________________________

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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Julieta♥ Vie 03 Ago 2012, 9:24 am

Joe es demasiado rarito en serio
quien sabe que aberraciones tiene ocultas jejejje
siguela pronto!!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por misterygirl Vie 03 Ago 2012, 12:19 pm

El libro es perfección! Tienes que seguirla! Me encanta la manera en la que se narran los personajes, por favor pon otro capítulo
misterygirl
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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por helado00 Vie 03 Ago 2012, 4:28 pm

asdhaskdhasdd
es tan!! y lo que pasa luego!!
siguela ksdkasd xdd
helado00
helado00


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"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 2 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Vie 03 Ago 2012, 5:33 pm

siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por Karely Jonatika Vie 03 Ago 2012, 8:22 pm

[CAPITULO 4]


¡Bésame, maldita sea! Le suplico, pero no me puedo mover. Estoy paralizada por una extraña y desconocida necesidad, completamente cautivada por él. Miro fijamente la exquisitamente esculpida boca de Joseph Jonas, hipnotizada y él me devuelve la mirada, sus ojos escurecidos y entornados. Respira con más fuerza de lo habitual y yo he dejado de respirar por completo. Estoy en tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira profundamente y me ofrece una breve señal de negación con la cabeza, como si respondiera a mi silenciosa petición. Cuando abre los ojos de nuevo, lo hace con algún nuevo propósito, una firme resolución.

―____, debes mantenerte lejos de mí. No soy el hombre adecuado para ti ―susurra. ¿Qué? ¿A qué viene esto? Ciertamente debería ser yo quien decida eso. Le frunzo el ceño y niego con la cabeza―. Respira, ____, respira. Voy a ponerte de pie y a dejarte ir ―dice en voz baja y me aleja con gentileza.

La adrenalina se ha disparado a través de mi cuerpo, ya sea por el fallido atropellamiento del ciclista o por la embriagadora proximidad de Joseph, dejándome ansiosa y débil. ¡No! Grita mi mente cuando él se aleja, dejándome desamparada. Tiene sus manos sobre mis hombros, sosteniéndome con sus brazos extendidos, observando mis reacciones cuidadosamente. Y en lo único en lo que puedo pensar es en que quería ser besada, que lo hice malditamente obvio y él no lo hizo. No me quiere. Realmente no me quiere. He estropeado magníficamente el café de la mañana.

―Lo tengo ―respiro, encontrando mi voz―. Gracias ―murmuro, inundada de humillación. ¿Cómo pude haber malinterpretado tanto la situación entre nosotros? Tengo que alejarme de él.
―¿Por qué? ―Frunce el ceño. Aún mantiene sus manos sobre mis hombros.
―Por salvarme ―susurro.
―Ese idiota manejada en sentido contrario. Me alegro de que estuviera aquí. Me estremezco al pensar lo que te podría haber pasado. ¿Quieres venir y sentarte en el Hotel por un momento? ―Me libera, las manos a ambos lados de su cuerpo y estoy de pie frente a él sintiéndome como una tonta.

Con una sacudida, aclaro mi cabeza. Simplemente quiero irme. Todas mis vagas y no articuladas esperanzas han sido frustradas. No me quiere. ¿En qué estaba pensando? Me regaño. ¿Qué querría Joseph Jonas contigo? Mi subconsciente se burla de mí. Envuelvo mis brazos a mí alrededor, me giro para hacerle frente a la calle y tomo nota con alivio de que el hombre verde ha aparecido. Rápidamente atravieso la calle, consciente de que Jonas está detrás de mí. Fuera del Hotel, me volteo brevemente para hacerle frente pero no puedo mirarlo a los ojos.

―Gracias por el té y por hacer la sesión de fotos ―murmuro.
―____... yo… ―Se detiene, la angustia en su voz reclama mi atención, por lo que contra mi voluntad me encuentro mirándole detenidamente. Sus ojos ambarinos lucen sombríos cuando se pasa una mano por el cabello. Se ve contrariado, frustrado, sus expresiones son crudas. Todo su cuidadoso control se ha evaporado.
―¿Qué, Joseph? ―espeto con irritación después que él dice… nada. Sólo quiero irme. Tengo que llevarme lejos mi frágil y herido orgullo y de alguna manera cuidar de él hasta que sane.
―Buena suerte con tus exámenes ―murmura.

¿Eh? ¿Esta es la razón de por qué se ve tan desolado? ¿Esta es la gran despedida? ¿Simplemente desearme suerte en mis exámenes?

―Gracias. ―No puedo ocultar el sarcasmo en mi voz―. Adiós, Señor Jonas. ―Me vuelvo sobre mis talones, vagamente sorprendida porque no tropiezo y sin darle un segundo vistazo, desaparezco por la vereda hacia el estacionamiento subterráneo.

Una vez bajo el oscuro, frío concreto del estacionamiento con sus sombrías luces fluorescentes, me apoyo contra la pared y pongo la cabeza en mis manos. ¿En qué estaba pensando? Espontáneas e indeseadas lágrimas llenas mis ojos. ¿Por qué estoy llorando? Me hundo en el suelo, enojada conmigo misma por esta reacción sin sentido. Doblando mis rodillas, me doblo sobre mí misma. Quiero hacerme tan pequeña como sea posible. Quizás así este absurdo dolor sea menor mientras más pequeña me vuelva. Colocando la cabeza sobre mis rodillas, dejo que las irracionales lágrimas caigan sin restricciones. Lloro por la pérdida de algo que nunca tuve. Qué ridículo. Estar en duelo por algo que nunca fue… mis frustrados sueños, esperanzas y mis deterioradas expectativas.

Nunca había recibido un rechazo. De acuerdo… si era una de las últimas en ser escogida para el baloncesto o el voleibol, pero entendía eso: correr y hacer algo más al mismo tiempo, como hacer rebotar o lanzar una pelota, no es lo mío. Soy realmente pasiva en cualquier tipo de deporte.

Aunque románticamente, nunca me he puesto a mí misma en esa posición, jamás. Una vida de inseguridad: soy demasiado pálida, demasiado flacucha, demasiado desaliñada, descoordinada y una larga lista de defectos que continúan. He sido siempre la primera en rechazar a cualquiera que pudiera ser considerado como un admirador. Había un chico en mi clase de química que me gustaba, pero nunca nadie ha despertado mi interés, nadie excepto Joseph maldito Jonas. Quizá debería ser más amable con gente a la que le gusto, como Paul Clayton y José Rodríguez, aunque estoy segura que ninguno de ellos ha sido encontrado sollozando a solas en lugares oscuros. Quizás todo lo que necesito es un buen llanto.

¡Detente! ¡Detente ahora! Mi subconsciente está gritándome metafóricamente, de brazos cruzados, apoyándose en una pierna y golpeando con su pie en señal de frustración. Sube al auto, ve a casa y continúa con tus estudios. Olvídate de él… ¡Ahora! Y detén toda esta mierda de regodearte en la autocompasión.

Inhalo profundamente, me estabilizo y me levanto. Espabílate Steele. Mientras me dirijo al automóvil de Kate seco las lágrimas de mi rostro. No pensaré en él de nuevo. Puedo lidiar con este incidente como si fuera sólo una experiencia más y concentrarme en mis exámenes.


Kate está sentada en la mesa del comedor con su computadora portátil cuando llego. Su sonrisa de bienvenida se desvanece en cuanto me ve.

―____, ¿qué va mal?

Ay no… no el Interrogatorio Katherine Kavanagh. Niego con la cabeza, imitando su estilo de “ríndete ahora”, pero bien podría estar lidiando con un ciego sordomudo.

―Has estado llorando. ―Ella tenía un don excepcional para señalar los malditos hechos obvios algunas veces―. ¿Qué te hizo ese cabrón? ―gruñe y su rostro… Jesús, da miedo.
―Nada Kate. ―En realidad ese el problema. El pensamiento trae una sonrisa irónica a mi rostro.
―Entonces, ¿por qué has estado llorando? Tú nunca lloras ―dice, su voz suavizándose. Se pone de pie, sus ojos verdes rebosantes de preocupación. Pone sus brazos a mí alrededor y me abraza. Necesito decirle algo para hacerla retroceder.
―Estuve a punto de ser golpeada por un ciclista. ―Es lo mejor que puedo hacer, pero la distrae momentáneamente de… él.
―Por Dios, ____. ¿Estás bien? ¿Te lastimaste? ―Me sostiene con el brazo extendido y me mira rápidamente.
―No. Joseph me salvó ―susurro―, pero estaba muy conmocionada.
―No me sorprende. ¿Cómo estuvo el café? Sé que lo odias.
―Tomé un té. Estuvo bien, nada que reportar en realidad. No sé por qué me lo pidió.
―Le gustas, ____. ―Deja caer sus brazos.
―Ya no. No voy a volver a verlo. ―Sí, de hecho consigo hacerlo sonar como que no me importa.
―¿De veras?

Mierda. Está intrigada. Me dirijo a la cocina para que no pueda ver mi rostro.

―Sí… él está un poco fuera de mi liga Kate ―digo tan secamente como puedo.
―¿Qué quieres decir?
―Ay Kate, es obvio. ―Me doy media vuelta y la enfrento cuando se detiene en el umbral de la cocina.
―No lo es para mí ―dice―. De acuerdo, tiene más dinero que tú, pero entonces ¡también tiene más dinero que la mayoría de las personas en América!
―Kate él es… ―Me encojo de hombros.
―¡____! Por el amor de Dios, ¿cuántas veces debo decírtelo? Eres absolutamente divina ―me interrumpe. Ay no. Va a comenzar con eso de nuevo.
―Kate, por favor. Tengo que estudiar ―la interrumpo. Ella frunce el ceño.
―¿Quieres ver el artículo? Ya está terminado. José tomó algunas fotos realmente buenas.

¿Necesito un recordatorio visual del hermoso Joseph no-te-quiero Jonas?

―Claro. ―Conjuro una sonrisa en mi rostro y camino hasta la portátil. Y allí está él, mirándome en blanco y negro, mirándome y encontrándome carente en algo.

Pretendo leer el artículo, todo el tiempo encontrando su mirada ambarina, buscando en la fotografía alguna pista que me diga por qué no es el hombre adecuado para mí, según sus propias palabras. Y de pronto, salta a la vista. Es demasiado gloriosamente bien parecido. Somos polos opuestos y de dos mundos muy diferentes. Tengo una visión de mí misma como Ícaro volando demasiado cerca del sol, ardiendo y estrellándome como resultado. Sus palabras cobran sentido. No es adecuado para mí. Esto es lo que quería decir y hace que su rechazo sea más fácil de aceptar… casi. Puedo vivir con esto. Lo comprendo.

―Muy buen trabajo, Kate. ―Me las arreglo para decir―. Voy a estudiar. ―No voy a pensar en él de nuevo por ahora, me comprometo conmigo misma y abriendo mis apuntes, comienzo a leer.


Es sólo cuando estoy acostada, intentando dormir, que le permito a mis pensamientos ir a la deriva, regresando a mi extraña mañana. Sigo volviendo a lo de “no suelo salir con nadie” y me enfado por no haberla recordado antes, cuando estaba en sus brazos suplicándole mentalmente con cada fibra de mi ser que me besara. Lo había dicho allí y antes. No me quería como novia. Me pongo de costado. Ociosamente, me pregunto si tal vez es célibe. Cierro los ojos y comienzo a dejarme ir. Quizás se reserva para alguien especial. Bueno, no para ti, mi subconsciente soñoliento me da un golpe final antes de liberarse dentro de mis sueños.

Y esa noche, sueño con ojos ambarinos, diferentes formas de hojas verdes en leche, corro a través de lugares oscuros con espectrales luces fluorescentes y no sé si corro hacia o estoy escapando de algo… simplemente no está claro.


Bajo mi lápiz. Terminado. Mi examen final está terminado. Siento la sonrisa del gato Risón extenderse en mi rostro. Probablemente es la primera vez que he sonreído en toda la semana. Es viernes y celebraremos esta noche, celebrar de verdad. ¡Incluso podría emborracharme! Nunca antes he estado borracha. Le doy un vistazo a través de la sala de deportes a Kate, quién continúa garabateando furiosamente, a cinco minutos para terminar. Eso es todo, el final de mi carrera académica. Nunca tendré que volver a sentarme entre filas de ansiosos y aislados estudiantes. Dentro de mi cabeza estoy haciendo elegantes piruetas, sabiendo muy bien que ese es el único lugar en el que puedo hacerlas. Kate deja de escribir y baja su lápiz. Me mira y también veo su sonrisa de gato Risón.

Volvemos a nuestro apartamento en su Mercedes, negándome a hablar de nuestro examen final. Kate está más preocupada por lo que llevará puesto esta noche en el bar. Yo estoy ocupada intentando tomar mis llaves dentro del bolso.

―____, hay un paquete para ti. ―Kate está de pie en los escalones de la puerta principal sosteniendo un paquete envuelto en papel marrón. Qué raro. No he encargado nada en Amazon recientemente. Kate me da el paquete y toma mis llaves para abrir la puerta principal. Está dirigido a la Srta. ____ Steele. No hay un nombre o dirección de remitente. Quizás sea de mi mamá o de Ray.
―Probablemente es de mis padres.
―¡Ábrelo! ―Kate está emocionada mientras se dirige a la cocina por nuestra “Champán para celebrar que nuestros exámenes han acabado”.

Abro el paquete y dentro encuentro una cajita mediana de cuero que contiene tres libros aparentemente idénticos, cubiertos con tela vieja y una tarjeta blanca. Escrita por un solo lado, con tinta negra y una clara letra cursiva, dice lo siguiente:

¿Por qué no me dijiste que había peligro? ¿Por qué no me advertiste?
Las damas saben de lo que deben protegerse, ya que leen novelas en las que se les previene de estos trucos…


Reconozco la cita de Tess. Estoy aturdida por la ironía de que acabo de pasar tres horas escribiendo acerca de las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizás no es una ironía… quizás es deliberado. Inspecciono los libros de cerca, tres volúmenes de Tess of the D’Urbervilles. Abro el libro. Escrito en el frente con algún tipo de letra antigua, está lo siguiente:

“Londres: Jack R. Osgood, McIlvaine & Co., 1981.”


Santa mierda, son primeras ediciones. Deben valer una fortuna y sé de inmediato quién las envía. Kate está sobre mi hombro contemplando los libros. Toma la tarjeta.

―Primeras ediciones ―susurro.
―No. ―Los ojos de Kate se amplían con incredulidad―. ¿Jonas?

Asiento con la cabeza.

―No puedo pensar en nadie más.
―¿Qué significa esta tarjeta?
―No tengo la menor idea. Creo que es una advertencia, honestamente, él continúa advirtiéndome. No tengo ni idea de por qué. No es como si estuviera golpeando a su puerta. ―Frunzo el ceño.
―Sé que no quieres hablar de él, ____, pero de verdad está afectándote. Con o sin advertencias.

No me he permitido obsesionarme con Joseph Jonas durante esta última semana. Bueno… sus ojos ambarinos siguen frecuentando mis sueños y sé que me tomará una eternidad sacar la sensación de sus brazos a mi alrededor y su maravillosa fragancia de mi cerebro. ¿Por qué me envió esto? Me dijo que yo no era para él.

―He encontrado una primera edición de Tess en venta en Nueva York en 14.000 dólares. Pero la tuya se ve mucho mejor. Debe haber costado más. ―Kate le está consultando a su buen amigo Google.
―Esta cita, Tess se la dice a su madre luego de que Alec D’Urberville le ha hecho una de sus maldades.
―Ya lo sé ―reflexiona Kate―. ¿Qué intenta decir?
―No sé y no me importa. No puedo aceptar estos libros. Los enviaré de regreso con una cita igual de desconcertante de alguna parte oscura del libro.
―¿La cita en la que Ángel Clare dice “vete a la mierda”? ―pregunta Kate con el rostro completamente serio.
―Sí, es cita. ―Me río. Amo a Kate, es tan leal y solidaria. Embalo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Kate me da una copa de Champán.
―Por el término de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle. ―Kate sonríe abiertamente.
―Por el término de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y excelente resultados. ―Chocamos las copas y bebemos.


El bar es ruidoso y agitado, lleno de próximos graduados dispuestos a emborracharse. José se une a nosotras. No se graduará hasta el otro año, pero está de ánimo festivo y nos apoya en nuestro espíritu de libertad recién encontrada comprándonos una jarra de margarita. Mientras término mi quinta, sé que esto no es una buena idea, principalmente por el champán ingerido.

―¿Y ahora qué, ____? ―me grita José por encima del ruido.
―Kate y yo nos mudaremos a Seattle. Los padres de Kate le han comprado un departamento allí.
―Dios mío. Así es como vive la otra mitad. Pero estarás de vuelta para mi Show.
―Por supuesto, José, no me lo perdería por nada en el mundo. ―Sonrío y él pone su brazo alrededor de mi cintura y me acerca a él.
―Significa mucho para mí que estés allí, ____. ―Susurra en mi oído―. ¿Otra margarita?
―José Luis Rodríguez, ¿estás intentando emborracharme? Porque creo que está funcionando. ―Suelto una risita―. Creo que será mejor que tome una cerveza. Iré a buscarnos una jarra.
―¡Más bebida! ―grita Kate.

Kate tiene la constitución de un buey. Tiene su brazo envuelto alrededor de Levi, uno de nuestros compañeros de estudios en inglés y su fotógrafo habitual en el periódico escolar. Ha renunciado a tomar fotos por la embriaguez que lo rodea. Sólo tiene ojos para Kate. Ella tiene puesta una camiseta minúscula, jeans ajustados y tacones altos, cabello recogido en alto con pequeños mechones colgándole alrededor del rostro, su yo usualmente impresionante. Yo, soy más usar Converses y camisetas de estilo niña, pero estoy usando mis jeans más favorecedores. Me libero del agarre de José y me levanto de la mesa. Whoa. La cabeza me da vueltas. Tengo que afirmarme del respaldo de la silla. Los cocteles a base de tequila no son una buena idea.

Me dirijo hacia la barra y decido que debería visitar el tocador mientras puedo mantenerme sobre mis propios pies. Bien pensado, ____. Me tambaleo a través de la multitud. Por supuesto, hay una fila, pero al menos está tranquilo y fresco en el pasillo. Tomo mi teléfono celular para aliviar el aburrimiento de la fila de espera. Hmm… ¿a quién llamé la última vez? ¿A José? Antes de ese hay un número que no reconozco. Ah, sí. Jonas, creo que este es su número. Me río tontamente. No tengo idea de qué hora es, tal vez lo despierte. Quizás pueda decirme porque me envío esos libros y el mensaje críptico. Si quiere que permanezca alejada, debería dejarme en paz. Contengo una sonrisa de borracha y presiono el botón de re llamada. Responde al segundo timbre.

―¿____? ―Está sorprendido de escucharme. Bueno, francamente, estoy sorprendida de llamarlo. Entonces, mi confundido cerebro registra… ¿Cómo sabe que soy yo?
―¿Por qué me enviaste los libros? ―digo, formando mal las palabras.
―¿____, estás bien? Tu voz suena extraña. ―Su voz está llena de preocupación.
―Yo no soy la extraña, tú lo eres ―lo acuso. Ahí, eso se lo dice, mi valor alimentado por el alcohol.
―____, ¿has estado bebiendo?
―¿Qué te importa?
―Estoy… curioso. ¿Dónde estás?
―En un bar.
―¿Cuál bar? ―Suena exasperado.
―Un bar en Portland.
―¿Cómo regresarás a casa?
―Encontraré una manera. ―Esta conversación no está saliendo como esperaba.
―¿En qué bar estás?
―¿Por qué me enviaste los libros, Joseph?
―____, ¿dónde estás? Dímelo ahora. ―Su tono es tan, pero tan dictatorial… como siempre controlador. Me lo imagino como un director de películas antiguas, usando pantalones de montar, sosteniendo un megáfono y una fusta. La imagen me hace reír a carcajadas.
―Eres tan dominante… ―Suelto una risita tonta.
―____, ayúdame en esto, ¿en dónde diablos estás?

Joseph Jonas está maldiciendo frente a mí. Me río de nuevo.

―Estoy en Portland… muy lejos de Seattle.
―¿En qué parte de Portland?
―Adiós, Joseph.
―¡____!

Cuelgo. ¡Ja! Aunque no me dijo nada de los libros. Frunzo el ceño. Misión no cumplida. Estoy realmente borracha, mi cabeza nada incómoda mientras me arrastro en la fila. Bueno, el objetivo del ejercicio era emborracharse. Lo he logrado. Esto es algo como: una experiencia que probablemente no debe ser repetida. La fila se ha movido y ahora es mi turno. Me quedo mirando fijamente el cartel en la parte posterior de la puerta del baño que exalta las virtudes del sexo seguro. Santa mierda, ¿acabo de llamar a Joseph Jonas? Mierda. Mi teléfono suena y me hace saltar. Grito por la sorpresa.

―Hola ―gimo tímidamente al teléfono. No había contado con esto.
―Iré a recogerte ―dice y cuelga. Sólo Joseph Jonas puede sonar tan tranquilo y amenazante al mismo tiempo.

Santa mierda. Subo mis pantalones. Mi corazón late con fuerza. ¿Vendrá a buscarme? Ay no, me voy a enfermar… no… estoy bien. Espera. Simplemente está jugando con mi cabeza. No le dije en dónde estaba. No puede encontrarme aquí. Además, le tomará horas llegar aquí desde Seattle. Y ya nos habremos ido para entonces. Me lavo las manos y compruebo mi rostro en el espejo. Me veo ruborizada y ligeramente desenfocada. Hmm… tequila.

Espero en la barra por lo que se siente como una eternidad por la jarra de cerveza y finalmente vuelvo a la mesa.

―Te fuiste por mucho tiempo ―me regaña Kate―. ¿Dónde estabas?
―En la fila para ir al baño.

José y Levi están teniendo un acalorado debate acerca de nuestro equipo local de beisbol. José hace una pausa en su sermón para servirnos cerveza a todos y tomo un largo trago.

―Kate, creo que será mejor que salga y tome un poco de aire fresco.
―____, eres verdaderamente un peso ligero.
―Serán cinco minutos.

Me abro paso a través de la multitud de nuevo. Estoy comenzando a sentir náuseas, mi cabeza está girando y no tengo mucho equilibrio. Menos equilibrio de lo normal.

Tomar el aire fresco en el estacionamiento hace que me dé cuenta de cuan borracha estoy. Mi visión se ha visto afectada y realmente estoy viendo doble todas las cosas, al igual que en las viejas repeticiones de los dibujos animados de Tom y Jerry. Creo que voy a vomitar. ¿Por qué me permití llegar a esto?

―____. ―José ha llegado―. ¿Estás bien?
―Creo que simplemente he bebido un poquito demás. ―Le sonrío débilmente.
―Yo también ―murmura, sus oscuros ojos mirándome intensamente―. ¿Necesitas ayuda? ―pregunta y da un paso hacia mí, poniendo sus brazos a mi alrededor.
―José estoy bien. Puedo hacerlo. ―Intento empujarlo para alejarlo pero es un débil intento.
―____, por favor ―susurra, y ahora me sostiene en sus brazos, acercándome más a él.
―José, ¿qué estás haciendo?
―Sabes que me gustas, ____, por favor. ―Una de sus manos está en la parte baja de mi espalda apretándome contra él, la otra sobre mi mentón tirando de mi cabeza hacia atrás. Demonios… va a besarme.
―No José, detente, no. ―Lo empujo, pero es una pared de músculo duro y no lo puedo mover. Su mano se ha deslizado hacia mi cabello y deja quieta mi cabeza.
―Por favor, ____, cariño ―susurra contra mis labios. Su aliento es suave y demasiado dulce, por las Margaritas y la cerveza. Con suavidad, traza un sendero de besos a lo largo de mi mandíbula hasta la comisura de mis labios. Me siento borracha, fuera de control y con pánico. La sensación es sofocante.
―José, no ―suplico. No quiero esto. Eres mi amigo y creo que voy a vomitar.
―Creo que la señorita dijo que no ―dice tranquilamente una voz en la oscuridad. ¡Santa Mierda! Joseph Jonas, está aquí. ¿Cómo? José me libera.
―Jonas ―dice con sequedad. Miro ansiosamente a Joseph. Él está mirando a José con el ceño fruncido. Y está furioso. Mierda. Mi estómago da un tirón y me inclino hacia adelante, mi cuerpo ya no es capaz de tolerar el alcohol y vomito de forma espectacular sobre el suelo―. Ugh, ¡Dios mío, ____! ―José salta hacia atrás, asqueado. Jonas recoge mi cabello y lo saca de la línea de fuego y me conduce con cuidado a un jardín ubicado en el borde del estacionamiento. Noto, con profunda gratitud, que está relativamente oscuro.
―Si vas a vomitar otra vez, hazlo aquí. Yo te sostendré. ―Uno de sus brazos está alrededor de mis hombros, el otro sostiene mi pelo en una improvisada cola de caballo sobre mi espalda dejando mi rostro despejado. Trato de alejarlo pero vomito de nuevo… y otra vez. Oh, mierda, ¿cuánto tiempo iba a durar esto? Aun cuando mi estómago está vacío y ya nada viene, horribles arcadas sacuden mi cuerpo. Prometo en silencio que jamás volveré a beber. Esto es simplemente demasiado horrible como para poder expresarlo en palabras. Finalmente, se detiene.

Mis manos descansan en la pared de ladrillo que bordea el pequeño jardín, apenas sosteniéndome: vomitar tanto es agotador. Jonas retira sus manos y me ofrece un pañuelo. Sólo él tendría un pañuelo de lino recién lavado con las iniciales JMJ grabadas en él. No sabía que todavía se podía comprar uno de estos. Vagamente, mientras me limpio la boca, me pregunto qué significa la T. No me atrevo a mirarlo. Estoy abrumada por la vergüenza, disgustada conmigo misma. Quiero que las azaleas del jardín me traguen y estar en cualquier parte menos aquí.

José continúa rondando la entrada del bar, vigilándonos. Gimo y pongo mi cabeza entre mis manos. Este tiene que ser simplemente el peor momento de mi vida. Mi cabeza sigue a la deriva mientras trato de recordar uno peor ―sólo consigo recordar el rechazo de Joseph― y esto es mucho, mucho más terrible en términos de humillación. Me arriesgo a darle un vistazo. Me está mirando fijamente, su rostro íntegro, sin dejar traslucir nada. Me doy la vuelta y miro a José quien luce muy avergonzado y, al igual que yo, intimidado por Jonas. Lo fulmino con la mirada. Tengo unas cuantas cosas que decirle a mi supuesto amigo. Ninguna de las cuales puedo repetir delante del Gerente General Joseph Jonas. ____, a quién engañas, acaba de verte vomitar sobre el suelo y la flora local. No hay forma de disfrazar que no sabes comportarte como una dama.

―Ehm… nos vemos adentro ―murmura José, pero ambos lo ignoramos y él se escabulle dentro del edificio. Estoy sola con Jonas. Doble mierda. ¿Qué debería decirle? Disculparme por la llamada telefónica.
―Lo siento ―murmuro, mirando el pañuelo que estoy apretando furiosamente con los dedos. Es tan suave.
―¿Qué es lo que lamentas ____?

Ah mierda, está exigiendo una explicación.

―La llamada telefónica principalmente, sentirme mal. Ah, la lista es interminable ―murmuro, sintiendo como mi piel se sonroja. Por favor, por favor ¿puedo morir ahora?
―Todos hemos estado ahí, quizás no tan dramáticamente como tú ―dice secamente―. Se trata de conocer tus propios límites, ____. Quiero decir, estoy a favor de presionar hasta el límite, pero en verdad, esto es demasiado. ¿Este tipo de comportamiento es un hábito en ti?

La cabeza me zumba por el exceso de alcohol y la irritación. ¿Qué demonios tiene que ver esto con él? No lo invité aquí. Suena como un hombre de mediana edad regañándome como si fuera una niña descarriada. Una parte de mí quiere decirle que si quiero emborracharme cada noche como lo hice hoy, entonces es mi decisión y no tenía nada que ver con él, pero no soy lo suficientemente valiente. No ahora que he vomitado frente a él. ¿Por qué sigue aquí?

―No ―digo compungida―. Nunca he estado borracha antes y ahora mismo no tengo deseos de volver a estarlo.

Simplemente no entiendo por qué está aquí. Comienzo a sentirme mareada. Él se da cuenta, me toma antes de que caiga y me alza en sus brazos, sosteniéndome contra su pecho como si fuera una niña pequeña.

―Vamos, te llevaré a casa ―murmura.
―Tengo que decirle a Kate. ―Buen Señor, estoy en sus brazos otra vez.
―Mi hermano puede decirle.
―¿Qué?
―Mi hermano, Elliot, está hablando con la señorita Kavanagh.
―¿De veras? ―No lo entiendo.
―Él estaba conmigo cuando llamaste.
―¿En Seattle? ―Estoy confundida.
―No, me estoy hospedando en el Heathman.

¿Todavía? ¿Por qué?

―Rastreé tu teléfono celular ____.

Oh, por supuesto que lo hizo. ¿Cómo es posible? ¿Es legal? Acosador, me susurra mi subconsciente a través de la nube de tequila que todavía flota en mi cerebro, pero de alguna manera, porque se trata de él, no me molesta.

―¿Tienes una chaqueta o un bolso?
―Ehm… sí, vine con ambos. Joseph, por favor, tengo que decirle a Kate. Se preocupara. ―Su boca se aprieta en una línea dura y suspira pesadamente.
―Si tienes que hacerlo.

Me pone de pie y, tomando mi mano, me conduce de nuevo dentro del bar. Me siento débil, todavía borracha, avergonzada, exhausta, mortificada y en algún extraño nivel, extremadamente emocionada. Él está tomando mi mano, un despliegue tan confuso de emociones. Necesitaré de al menos una semana para procesarlas todas.

Es ruidoso, está lleno de gente y la música ha comenzado, por lo que hay una gran multitud en la pista de baile. Kate no está en nuestra mesa y José ha desaparecido. Levi se ve perdido y desamparado estando solo.

―¿Dónde está Kate? ―le grito a Levi por encima del ruido. Mi cabeza comienza a palpitar al ritmo del contrabajo.
―Bailando ―grita Levi y puedo decir que está enfadado. Está mirando a Joseph suspicazmente.

Me pongo mi chaqueta negra y meto mi pequeño bolso por encima de mi cabeza de manera que quede en mi cadera. Estoy lista para irme una vez que haya visto a Kate.

―Ella está en la pista de baile. ―Toco el brazo de Joseph, me inclino y le grito al oído, rozando su cabello con la nariz, oliendo su aroma limpio y fresco. Ay mi Dios. Todos esos sentimientos prohibidos y desconocidos que he intentado negar salen a la superficie y corren a través de mi agotado cuerpo. Me sonrojo y en algún lugar muy profundo, mis músculos se contraen deliciosamente.

Él pone los ojos en blanco, toma mi mano de nuevo y me guía hasta la barra. Es servido inmediatamente. No hay espera para el señor Controlador Jonas, ¿todo le tiene que llegar tan fácilmente? No puedo escuchar lo que ordena. Me entrega un vaso enorme de agua helada.

―Bebe ―me ordena.

Las luces se mueven dando vueltas al compás de la música arrojando extraños colores y sombras al bar y a sus clientes. Él alterna entre verde, azul, blanco y un rojo demoniaco. Me observa con atención. Tomo un sorbo tentativo.

―Bébelo todo ―grita para hacerse oír por sobre la música.

Es tan autoritario. Se pasa una mano a través de su cabello rebelde. Se ve frustrado, enojado. ¿Cuál es su problema? Aparte de que una tonta niña ebria lo llame en medio de la noche y él piense que debe rescatarla. Y resulta ser que si debe salvarla de su amigo demasiado amoroso. Y luego la ve vomitando a sus pies. Ay, ____... ¿Superarás esto alguna vez? Mi subconsciente está chasqueando la lengua y mirándome fijamente por encima de sus anteojos de media luna, figurativamente hablando, claro. Me balanceo un poco y él pone una mano en mi hombro para estabilizarme. Hago lo que se me dice y me tomo el vaso entero. Me hace sentir mareada. Quitándome el vaso de las manos lo coloca en la barra. En medio del desenfoque, le doy un vistazo a lo que lleva puesto; una camisa blanca holgada de lino, pantalones ajustados, zapatillas converse negras y una chaqueta oscura a rayas. Su camisa está desabrochada en la parte superior y no veo una pizca de pelo. En mi actual estado mental, se ve delicioso.

Toma mi mano una vez más. Santo cielo, me lleva a la pista de baile. Mierda. Yo no bailo. Puede sentir mi resistencia y bajo las luces de colores, puedo ver su ligeramente sardónica sonrisa divertida. Le da un tirón a mi mano y estoy de nuevo en sus brazos. Comienza a moverse, llevándome con él. Caramba, sabe bailar. Y no puedo creer que esté siguiéndolo paso a paso. Quizá sea porque estoy borracha y puedo seguir mi ritmo. Me aprieta con fuerza contra él, su cuerpo contra el mío… Si no me apretara con tanta fuerza, estoy segura de que me desmayaría a sus pies. En el fondo de mi mente, la advertencia que a menudo mi madre me recitaba resuena en mi cabeza; Nunca confíes en un hombre que sabe bailar.

Nos mueve a través de la multitud de bailarines hasta el otro lado de la pista de baile y llegamos junto a Kate y Elliot, el hermano de Joseph. La música martillea con fuerza mi cabeza. Se me corta la respiración. Kate está haciendo sus movimientos. Baila moviendo su trasero. Y ella sólo lo hace cuando realmente le gusta alguien. Lo que significa que habrá tres de nosotros para el desayuno mañana temprano. ¡Kate!

Joseph se inclina y le grita a Elliot en el oído. No puedo escuchar lo que dice. Elliot es alto y de hombros anchos, pelo rubio rizado y unos ojos perversamente brillantes. No puedo decir de qué color son debido al juego de brillantes luces interminantes. Elliot sonríe y tira de Kate a sus brazos, en donde ella está más que feliz de estar… ¡Kate! Incluso en mi estado de ebriedad, me asombra. Acaba de conocerlo. Ella asiente con la cabeza a cualquier cosa que Elliot le esté diciendo, luego me sonríe y me dice adiós con la mano. Joseph nos saca de la pista de baile en un rápido tiempo doble.

Pero nunca llegué a hablar con ella. ¿Está bien? Puedo ver donde terminarán las cosas para ellos dos. Tengo que hacer la charla del sexo seguro. En el fondo de mi mente, espero que lea uno de los carteles en la parte posterior de las puertas de los aseos. Mis pensamientos se estrellan contra mi cerebro, luchando con la difusa sensación de embriaguez. Hace tanto calor aquí, es demasiado ruidoso, colorido, demasiado brillante. Mi cabeza comienza a ir a la deriva, ay no… y puedo sentir el suelo viniendo al encuentro de mi rostro o al menos así se siente. Lo último que oigo antes de desmayarme en los brazos de Joseph, es su discordante calificativo.

―Mierda.














Bueno aquí el otro capítulo. Espero que lo disfruten:D Un beso y bienvenidas a las nuevas lectoras. Espero ver un poco más de firmas para subir el siguiente capítulo. Ciao♥


Kary
Karely Jonatika
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Mensaje por aranzhitha Vie 03 Ago 2012, 9:18 pm

ahh me encanta Joe
Es tan misterioso :¬w¬:
Kate quien te viera ;)
Siguela!!!
aranzhitha
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Mensaje por misterygirl Vie 03 Ago 2012, 10:03 pm

No me puedes dejar así! Sube otro capítulo por favor, es mas ¿que te parece un maratón? :D
misterygirl
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Mensaje por Julieta♥ Sáb 04 Ago 2012, 12:40 pm

como es que la dejas ahi!!!..no es justo..queremos saber mas
que es lo que se trae joe entre manos, y por q la busca si supuestamente quiere alejarse de ella
siguela mujer no seas cruel!!!!!!!!!!
Julieta♥
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Mensaje por aranzhitha Sáb 04 Ago 2012, 5:08 pm

siguela!!!!
aranzhitha
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Mensaje por andreita Dom 05 Ago 2012, 1:47 pm

debo decir que me encanta!!!!!!!!!!!!!!!111
jajaja grancias por solucionar mis duditas :)

quiero besooooooo
ay ya quiero saber porque josph dice que no es ueno para la rayis

preguntca jajaja
como de larga son las trilogias0' :9
andreita
andreita


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Mensaje por Julieta♥ Dom 05 Ago 2012, 2:22 pm

queremos cap!!!!!
necesitamos capppp!!!!
Julieta♥
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