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"El Dolor De La Traición" - Joe y tu
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
Capitulo 10
Lo siguió al comedor que había diseñado para una feliz reunión familiar, sin imaginar jamás que meses después estaría sentada frente al hombre que de forma tan despiadada le había roto el corazón.
Se sentó, mirando la comida y preguntándose cómo podría hacer para que pasara el nudo que tenía en la garganta.
—No comes —le dijo Joe pasados unos momentos—. ¿No te gusta el menú?
Ella tomó el tenedor y el cuchillo entre los dedos.
—Está bien… de hecho, es estupendo. ¿Cómo están tus padres? —preguntó tras una breve pausa, recordando que él sólo le había dicho que les gustaba mucho viajar y que era hijo único, aunque en ese momento se preguntó si habría algo más que lo que entonces le había revelado.
—Bien.
—¿Dónde residen ahora? ¿Viven en Milán, cerca de ti?
—No, en Sorrento —contestó—. En una hermosa casa de cara al mar.
—¿De modo que los ves a menudo?
—No.
—Deben de echarte de menos —agregó en el prolongado silencio.
Él dejó de mirarla.
—Sí… —confirmó levemente ceñudo—. Supongo que sí.
________ bebió un sorbo de la copa.
—¿Vendrán a visitarte a Australia? —Quiso saber.
—Lo han hablado en un par de ocasiones, pero no se ha confirmado nada.
—¿Tienes alguna fotografía de ellos?
La miró con expresión velada.
—No.
—¿Estás unido a ellos?
—Sí y no.
—¿Qué significa eso?
Soltó un suspiro de frustración.
—Escucha, mis padres no tienen un matrimonio especialmente feliz. No paso mucho tiempo con ellos por la simple razón de que no me gusta oír cómo se están peleando todo el tiempo. Me crispa.
—¿Por qué no se divorcian?
—No creen en el divorcio.
—Que irónico —esbozó una sonrisa de sarcasmo— que tú, su único hijo, no creas en el matrimonio.
—No tengo nada en contra del matrimonio, ________. Conozco varios matrimonios muy felices en los que ambas partes se aman y se respetan mutuamente.
—Pero no quieres eso mismo para ti.
—No.
—Hace cuatro años te dije que terminarías siendo un viejo solitario.
—Estoy preparado para arriesgarme a una soledad tardía con tal de disfrutar de mi libertad ahora.
Lo miró a los ojos.
—¿O sea, que pasas de una relación a otra, un mes con una mujer y una o dos semanas con otra? Qué manera tan superficial de vivir.
—Tienes derecho a tu opinión, pero no es como yo veo las cosas.
Lo miró con desagrado.
—A ver, dime… ¿cuál es la relación más larga que has tenido?
El silencio fue tan intenso que ________ pudo oír el sonido de su propia respiración.
—La que tuve contigo, cara —repuso con una breve sonrisa—. Tres meses, dos días y nueve horas y media…
A ________ se le resecó la boca.
—¿Has… has contado los días y las horas? —no pudo garantizarlo, pero le pareció que la sonrisa de él irradiaba un toque de tristeza.
—Te eché de menos después de que te fueras —respondió—. Al principio estuve enfadado. Durante días, incluso semanas, pero luego empecé a encontrar cosas que habías dejado… un pendiente o un pequeño recuerdo que habías comprado y olvidado llevarte.
Ella se humedeció los labios con la lengua.
—¿Qué hiciste con eso?
—Lo guardé.
Se levantó ceñuda.
—Pero… pero ¿por qué?
Él rodeó la mesa para ayudarla y ________ sintió los dedos cálidos y vibrantes en la piel de sus brazos.
—Sabes que ni siquiera hoy lo sé —la volvió hacia él y bajó las manos a su cintura—. Quizá siempre esperé que volviéramos a vernos.
Experimentó un nudo en la garganta.
—¿Sentías algo por mí entonces, Joe, algo que no fuera deseo?
Alzó una mano y le acarició la mejilla con los nudillos.
—¿Por qué lo preguntas? No albergarás todavía algo hacia mí, ¿verdad, cara?
No logró que su voz respondiera. Cuatro años atrás había encerrado sus sentimientos por él, pero sentía como si el pecho fuera a explotarle por el esfuerzo de retenerlos.
El dedo pulgar le recorrió el labio inferior en una caricia tierna.
—Titubeas, ¿verdad?
—No…
Él esbozó una sonrisa sexy.
—No ha sonado muy convincente, tesore mió.
—No —repitió de forma más estridente, aunque tembló cuando él unió sus caderas.
—¿Puedes sentir el efecto que surtes en mí? —Le preguntó con voz ronca—. ¿Cómo nos afectamos el uno al otro?
Podía, pero no quería reconocerlo. Intentó establecer algo de espacio entre ambos, pero él la sujetaba con gentileza y determinación. Respiraba entrecortadamente. Su cuerpo comenzaba a controlar la situación, igual que años atrás. Una caricia de él y se le aflojaban las rodillas, el corazón se le desbordaba por la excitación y todos sus puntos de placer se ponían a la espera de la tortura exquisita del contacto de Joe.
Él bajó la cabeza y ________ no hizo nada para impedir que los labios establecieran contacto. Cerró los ojos y suspiró mientras la mantenía cautiva bajo la presión encendida del beso.
Le buscó la lengua con una invasión imperiosa que provocó un terremoto en ella. Oleadas de placer reverberaron por su cuerpo y las extremidades le temblaron por la fuerza de volver a estar en brazos de Joe.
Las manos de él la moldearon con la seguridad de un amante que conocía bien su cuerpo y lo deseaba con fuerza. Disfrutó con los dientes sobre su pecho cuando con rudeza lo liberó de la barrera de la ropa en un acto casi primitivo. La succionó con ardor y la lengua jugó con el pezón.
En algún rincón borroso de su mente supo que debería estar empujándolo y no agarrándose a él con desesperación, pero le era imposible contener su reacción. Un beso había iniciado algo que se encontraba más allá de su capacidad de resistencia.
Cuando le alzó la falda hasta la cintura y buscó su núcleo ardiente y líquido, no hizo nada para frenarlo. De hecho, jadeó con un placer ciego al notar que los dedos le apartaban el encaje de las braguitas en busca del objetivo dulce y se arqueó para disponer más de él.
—Por favor… oh, por favor —suplicó mientras él la estimulaba sin piedad.
—¿Me deseas, cara?
—Sí… sí… —jadeó mientras le acariciaba la perla de su necesidad.
Él le dedicó una sonrisa victoriosa mientras le enmarcaba el rostro con una mano.
—Sabía que no serías capaz de resistir —musitó—. Eres igual que hace cuatro años… lasciva y desvergonzada en tu búsqueda de placer.
Esas palabras bastaron para devolverla a la tierra con una sacudida. Se apartó de su abrazo y se bajó la falda con la poca dignidad que le quedaba.
—Hasta donde recuerdo, esto no formaba parte del contrato —dijo con tono cortante.
—Estoy dispuesto a duplicar las horas extraordinarias —indicó él con suavidad.
Lo miró con ojos centelleantes, indignada.
—¿Crees que tú puedes permitirte el lujo de tenerme, Joe?
La sonrisa cínica la atravesó como un bisturí.
—Pon tu precio, ________. Lo pagaré para tenerte otra vez en mis brazos. Y, sí, puedo permitirme el lujo —la mirada oscura la sopesó—. Con facilidad.
Cruzó los brazos, más que nada para evitar borrarle la expresión arrogante de la cara con una bofetada. No podía creer su audacia, que pensara que podía comprarla como la ramera que consideraba que era.
—Quiero irme a casa —espetó—. Ahora.
—Te irás cuando yo diga que puedes hacerlo.
—No puedes retenerme aquí en contra de mi voluntad.
Fue hacia ella y bajó las manos por la extensión de sus brazos sedosos.
—Pero no será en contra de tu voluntad, ¿verdad cara? —preguntó—. Puedo ver el anhelo en tus ojos. Ahora mismo estarías tumbada en el suelo si tu orgullo no se interpusiera en el camino.
________ quiso negarlo, pero supo que él jamás le creería, no cuando minutos antes había dejado que la tocara de forma tan íntima.
—Al menos me queda cierta dosis de dignidad —soltó tras una pausa tensa.
—¿Cuánto quieres para volver a ser mi amante?
Ella pegó la espalda contra la pared.
—Ya te lo he dicho, Joe, no puedes permitirte el lujo de tenerme.
Los ojos de él se endurecieron.
—¿Cuánto, ________? ¿Cuánto por tenerte otra vez en mi cama durante el tiempo que me quede en Sydney?
Lo siguió al comedor que había diseñado para una feliz reunión familiar, sin imaginar jamás que meses después estaría sentada frente al hombre que de forma tan despiadada le había roto el corazón.
Se sentó, mirando la comida y preguntándose cómo podría hacer para que pasara el nudo que tenía en la garganta.
—No comes —le dijo Joe pasados unos momentos—. ¿No te gusta el menú?
Ella tomó el tenedor y el cuchillo entre los dedos.
—Está bien… de hecho, es estupendo. ¿Cómo están tus padres? —preguntó tras una breve pausa, recordando que él sólo le había dicho que les gustaba mucho viajar y que era hijo único, aunque en ese momento se preguntó si habría algo más que lo que entonces le había revelado.
—Bien.
—¿Dónde residen ahora? ¿Viven en Milán, cerca de ti?
—No, en Sorrento —contestó—. En una hermosa casa de cara al mar.
—¿De modo que los ves a menudo?
—No.
—Deben de echarte de menos —agregó en el prolongado silencio.
Él dejó de mirarla.
—Sí… —confirmó levemente ceñudo—. Supongo que sí.
________ bebió un sorbo de la copa.
—¿Vendrán a visitarte a Australia? —Quiso saber.
—Lo han hablado en un par de ocasiones, pero no se ha confirmado nada.
—¿Tienes alguna fotografía de ellos?
La miró con expresión velada.
—No.
—¿Estás unido a ellos?
—Sí y no.
—¿Qué significa eso?
Soltó un suspiro de frustración.
—Escucha, mis padres no tienen un matrimonio especialmente feliz. No paso mucho tiempo con ellos por la simple razón de que no me gusta oír cómo se están peleando todo el tiempo. Me crispa.
—¿Por qué no se divorcian?
—No creen en el divorcio.
—Que irónico —esbozó una sonrisa de sarcasmo— que tú, su único hijo, no creas en el matrimonio.
—No tengo nada en contra del matrimonio, ________. Conozco varios matrimonios muy felices en los que ambas partes se aman y se respetan mutuamente.
—Pero no quieres eso mismo para ti.
—No.
—Hace cuatro años te dije que terminarías siendo un viejo solitario.
—Estoy preparado para arriesgarme a una soledad tardía con tal de disfrutar de mi libertad ahora.
Lo miró a los ojos.
—¿O sea, que pasas de una relación a otra, un mes con una mujer y una o dos semanas con otra? Qué manera tan superficial de vivir.
—Tienes derecho a tu opinión, pero no es como yo veo las cosas.
Lo miró con desagrado.
—A ver, dime… ¿cuál es la relación más larga que has tenido?
El silencio fue tan intenso que ________ pudo oír el sonido de su propia respiración.
—La que tuve contigo, cara —repuso con una breve sonrisa—. Tres meses, dos días y nueve horas y media…
A ________ se le resecó la boca.
—¿Has… has contado los días y las horas? —no pudo garantizarlo, pero le pareció que la sonrisa de él irradiaba un toque de tristeza.
—Te eché de menos después de que te fueras —respondió—. Al principio estuve enfadado. Durante días, incluso semanas, pero luego empecé a encontrar cosas que habías dejado… un pendiente o un pequeño recuerdo que habías comprado y olvidado llevarte.
Ella se humedeció los labios con la lengua.
—¿Qué hiciste con eso?
—Lo guardé.
Se levantó ceñuda.
—Pero… pero ¿por qué?
Él rodeó la mesa para ayudarla y ________ sintió los dedos cálidos y vibrantes en la piel de sus brazos.
—Sabes que ni siquiera hoy lo sé —la volvió hacia él y bajó las manos a su cintura—. Quizá siempre esperé que volviéramos a vernos.
Experimentó un nudo en la garganta.
—¿Sentías algo por mí entonces, Joe, algo que no fuera deseo?
Alzó una mano y le acarició la mejilla con los nudillos.
—¿Por qué lo preguntas? No albergarás todavía algo hacia mí, ¿verdad, cara?
No logró que su voz respondiera. Cuatro años atrás había encerrado sus sentimientos por él, pero sentía como si el pecho fuera a explotarle por el esfuerzo de retenerlos.
El dedo pulgar le recorrió el labio inferior en una caricia tierna.
—Titubeas, ¿verdad?
—No…
Él esbozó una sonrisa sexy.
—No ha sonado muy convincente, tesore mió.
—No —repitió de forma más estridente, aunque tembló cuando él unió sus caderas.
—¿Puedes sentir el efecto que surtes en mí? —Le preguntó con voz ronca—. ¿Cómo nos afectamos el uno al otro?
Podía, pero no quería reconocerlo. Intentó establecer algo de espacio entre ambos, pero él la sujetaba con gentileza y determinación. Respiraba entrecortadamente. Su cuerpo comenzaba a controlar la situación, igual que años atrás. Una caricia de él y se le aflojaban las rodillas, el corazón se le desbordaba por la excitación y todos sus puntos de placer se ponían a la espera de la tortura exquisita del contacto de Joe.
Él bajó la cabeza y ________ no hizo nada para impedir que los labios establecieran contacto. Cerró los ojos y suspiró mientras la mantenía cautiva bajo la presión encendida del beso.
Le buscó la lengua con una invasión imperiosa que provocó un terremoto en ella. Oleadas de placer reverberaron por su cuerpo y las extremidades le temblaron por la fuerza de volver a estar en brazos de Joe.
Las manos de él la moldearon con la seguridad de un amante que conocía bien su cuerpo y lo deseaba con fuerza. Disfrutó con los dientes sobre su pecho cuando con rudeza lo liberó de la barrera de la ropa en un acto casi primitivo. La succionó con ardor y la lengua jugó con el pezón.
En algún rincón borroso de su mente supo que debería estar empujándolo y no agarrándose a él con desesperación, pero le era imposible contener su reacción. Un beso había iniciado algo que se encontraba más allá de su capacidad de resistencia.
Cuando le alzó la falda hasta la cintura y buscó su núcleo ardiente y líquido, no hizo nada para frenarlo. De hecho, jadeó con un placer ciego al notar que los dedos le apartaban el encaje de las braguitas en busca del objetivo dulce y se arqueó para disponer más de él.
—Por favor… oh, por favor —suplicó mientras él la estimulaba sin piedad.
—¿Me deseas, cara?
—Sí… sí… —jadeó mientras le acariciaba la perla de su necesidad.
Él le dedicó una sonrisa victoriosa mientras le enmarcaba el rostro con una mano.
—Sabía que no serías capaz de resistir —musitó—. Eres igual que hace cuatro años… lasciva y desvergonzada en tu búsqueda de placer.
Esas palabras bastaron para devolverla a la tierra con una sacudida. Se apartó de su abrazo y se bajó la falda con la poca dignidad que le quedaba.
—Hasta donde recuerdo, esto no formaba parte del contrato —dijo con tono cortante.
—Estoy dispuesto a duplicar las horas extraordinarias —indicó él con suavidad.
Lo miró con ojos centelleantes, indignada.
—¿Crees que tú puedes permitirte el lujo de tenerme, Joe?
La sonrisa cínica la atravesó como un bisturí.
—Pon tu precio, ________. Lo pagaré para tenerte otra vez en mis brazos. Y, sí, puedo permitirme el lujo —la mirada oscura la sopesó—. Con facilidad.
Cruzó los brazos, más que nada para evitar borrarle la expresión arrogante de la cara con una bofetada. No podía creer su audacia, que pensara que podía comprarla como la ramera que consideraba que era.
—Quiero irme a casa —espetó—. Ahora.
—Te irás cuando yo diga que puedes hacerlo.
—No puedes retenerme aquí en contra de mi voluntad.
Fue hacia ella y bajó las manos por la extensión de sus brazos sedosos.
—Pero no será en contra de tu voluntad, ¿verdad cara? —preguntó—. Puedo ver el anhelo en tus ojos. Ahora mismo estarías tumbada en el suelo si tu orgullo no se interpusiera en el camino.
________ quiso negarlo, pero supo que él jamás le creería, no cuando minutos antes había dejado que la tocara de forma tan íntima.
—Al menos me queda cierta dosis de dignidad —soltó tras una pausa tensa.
—¿Cuánto quieres para volver a ser mi amante?
Ella pegó la espalda contra la pared.
—Ya te lo he dicho, Joe, no puedes permitirte el lujo de tenerme.
Los ojos de él se endurecieron.
—¿Cuánto, ________? ¿Cuánto por tenerte otra vez en mi cama durante el tiempo que me quede en Sydney?
Nani Jonas
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
aaaaa noooo
jo0e eres unm estupidoo !!! como le vas a ofecer dinero por .... eso !!
aggg un compelto idiotaaaaaaaaaaaaaa !!!
si tan solo supiera ...
ameee el capii!
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
jo0e eres unm estupidoo !!! como le vas a ofecer dinero por .... eso !!
aggg un compelto idiotaaaaaaaaaaaaaa !!!
si tan solo supiera ...
ameee el capii!
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ciin :)
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
ooooooooooooo!!!!!!!!!!! estupido joseph como se le ocurre
ofrecerle dinero a rayita, :caliente: imbecil
siguelaaaaaaa!!!
ofrecerle dinero a rayita, :caliente: imbecil
siguelaaaaaaa!!!
Kari_JB
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
aaaggrrr qe mal plan Joe como
se te ocurre hacer eso...siguela pronto por fis
se te ocurre hacer eso...siguela pronto por fis
ale_princess
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
Agggg Joseph eres tan arrogante
Que ahhhhh me desesperas
Pero se que en el fondo estas desesperado por
La rayis!!!
Ahhh plis siguelaaaa!!
Que ahhhhh me desesperas
Pero se que en el fondo estas desesperado por
La rayis!!!
Ahhh plis siguelaaaa!!
Karli Jonas
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
¡Que despreciable Joseph! Pero bueno, tiene una impresión MUY equivocada de ______, supongo que por eso la trata así, pero sigue siendo horrible.
SIGUELAAAAAAA :D
SIGUELAAAAAAA :D
Dayi_JonasLove!*
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
ASHHHH JOE ERES TAN AHHHH
SIGUELAAAAA
NECESITO MAS CAP!!
SIGUELAAAAAA
SIGUELAAAAA
NECESITO MAS CAP!!
SIGUELAAAAAA
jamileth
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
Capítulo 11
Lo observó con determinación.
—Por si no lo has notado, no llevo un cartel de Se vende en la frente.
Él sonrió de lado.
—Como muchas mujeres que conozco, ________, tienes un precio. Aunque con esta táctica sólo intentas subirlo un poco, ¿verdad?
—No voy a ser usada por ti, por ningún precio.
—¿No olvidas algo, ________? —Le alzó el mentón con un dedo—. Firmaste un contrato. Tu negocio se irá a pique si tienes que pagar la rescisión del acuerdo que tienes conmigo.
Se humedeció los labios resecos y el corazón se le disparó.
—¿Estás…? —Carraspeó y comenzó otra vez—. ¿Estás chantajeándome para llevarme a tu cama?
—Chantaje es una palabra más bien desagradable, ¿no? Esperaba que aceptaras reanudar nuestra aventura sin tener que recurrir al empleo de unas tácticas tan solapadas —expuso—. Después de todo, has dejado bien claro que aún te atraigo.
—¡Eso es irrelevante! —exclamó—. La atracción física por alguien no te proporciona una licencia automática para tener una aventura. Existe algo llamado autocontrol.
Volvió a sujetarle las muñecas.
—Yo no siento ningún autocontrol cuando estoy cerca de ti, cara. Jamás lo hice, y a veces me pregunto si alguna vez lo sentiré.
________ pudo sentir cómo se le derretían los huesos bajo su contacto al tiempo que el estomago le dio brincos cuando él empezó a acariciarle la parte interior de las muñecas con sus dedos pulgares. Las piernas se le aflojaron cuando llevó una mano a la curva posterior de la cintura para pegarla contra su erección.
—Bésame, ________ —ordenó con suavidad—. Bésame como solías hacerlo, con todo tu cuerpo y tu alma.
Posó la vista en los labios de Joe.
—No… no creo que…
La mano en la espalda la pegó más contra él.
—¿Qué te da miedo, tesore mió? —preguntó.
—No… no tengo miedo —afirmó, aunque el miedo casi le impedía tragar.
Él le dio un beso en la comisura de la boca y el aliento cálido danzó de forma tentadora ante su rostro y su boca. Sintió el roce de la lengua contra su mejilla y luego en el costado de los labios, el movimiento sensual acabando con toda posible resistencia.
Lanzó un leve gemido y abrió la boca bajo la siguiente pasada de su lengua, uniéndose a él en un duelo que imitaba lo que sus cuerpos habían hecho tan bien en el pasado. La pasión se avivó como un matorral en llamas cuando movió su erección contra ella y desterraba cualquier vestigio de racionalidad. Se aferró a él y se entregó a los embates apasionados, con el cuerpo volviéndosele líquido mientras el de Joe se hacía más duro e insistente.
Las manos regresaron a sus pechos y le retiraron el escote con el fin de obtener acceso. La boca, caliente como un hierro de marcar al rojo vivo, le succionó por turno los pezones henchidos. ________ fue vagamente consciente de gritar de placer y de meterle los dedos en el pelo mientras se arqueaba aún más hacia Joe.
—Eres tan apasionada como entonces —musitó él sobre su cuello con voz ronca por el deseo—. Quizá incluso más.
Se apartó con esfuerzo, su conciencia una carga insoportable. No podía hacerlo. No mientras él pensara que lo hacía a cambio de dinero. Mancillaba todo lo que habían compartido en el pasado. Ensuciaba todo lo que había entregado de sí misma. Había adorado a Joe de todas las maneras imaginables. Verse reducida a un juguete sexual le resultaba anatema.
—¿Qué sucede, cara? —preguntó.
Se humedeció los labios secos.
—Por favor, llévame a casa —pidió con lágrimas brillando en sus ojos—. Por favor…
Ceñudo, pensó en convencerla de que se quedara un rato más. Sabía que no requeriría mucho persuadirla, ya que era obvio que estaba tan excitada como él, pero algo en esas lágrimas le advirtió de que la había presionado demasiado, demasiado pronto. Disponía de mucho tiempo; después de todo, el proyecto Arlington necesitaría meses de trabajo. Se dijo que surgirían muchas oportunidades; sólo debía ser paciente.
Recogió las llaves y le dedicó una sonrisa.
—Ven, tesore mió —indicó—. En cualquier caso, he averiguado lo que necesitaba saber.
________ quiso preguntarle a qué se refería, pero tuvo la sensación de que ya lo sabía. Lo siguió al coche y se sentó en un silencio pesaroso y culpable mientras él la conducía a su diminuto apartamento.
Cuando unos minutos más tarde Angela se marchó, ________ fue al dormitorio de su hijo. Un bracito le colgaba fuera de la cama y el otro sostenía un coche de juguete cerca de la cara. Con gentileza le abrió los dedos y le quitó el Maseratti negro y lustroso…
—Para ti —le dijo Angela cuando ________ entró al estudio a la mañana siguiente—. Es Joe. A propósito, le he dicho que no sales con Ben. Deja de mirarme así. Lo preguntó y respondí.
Ceñuda, alzó el auricular de su extensión.
—Hola, aquí ________ Roberts.
—¿Me echas de menos, cara?
Giró el sillón, dándole la espalda a Angela al tiempo que un hormigueo de deseo se apoderaba de su estómago.
De pronto él rió y le provocó escalofríos.
—No puedes evitarlo, ¿eh, ________? —añadió—. Me deseas a pesar de que no deseas hacerlo. A mí me sucede lo mismo. No pensé que iba a sentir esto por ti, pero lo siento.
Ella contuvo el aliento.
—¿Qué estás diciendo?
—Que quiero verte mañana por la noche cuando regrese de Melbourne.
Apretó los labios y trató de evadir la tentación.
—Iré a tu casa, si lo prefieres —expuso él—. Mi vuelo a Sydney no llega tarde.
Ella apretó el auricular. Quería tener más tiempo para preparar a Matthew para una visita de su padre. Quería que Joe supiera con certeza que era el padre de Matthew cuando se vieran por primera vez.
—Mmmm… no creo que sea una buena idea —supo que sonaba como una excusa patética—. Prefiero que nos veamos en terreno neutral.
—Reservaré una habitación de hotel y nadie nos molestará.
—¡No! Eso suena tan… tan barato —soltó, luego suspiró resignada y añadió—: Iré a tu casa… después de haber acostado a mi hijo. Pero insisto en ir sola hasta allí.
—De acuerdo —convino—. Si insistes.
—¿Y qué pasa con Velika Vanovic? —preguntó ella tras una breve y tensa pausa.
—¿Qué pasa con ella? —repitió con tono impersonal y distante.
—Es tu amante actual, ¿no?
—No es relevante para nosotros, ________.
—¿Sigues viéndola y acostándote con ella?
—¿Por qué estás tan interesada?
—No me gusta compartir.
Él volvió a reír.
—Eres tan deliciosamente transparente. Me gusta ese rasgo en ti. Me gusta mucho.
—Sin embargo, piensas que te he mentido acerca de nuestro hijo.
El silencio fue tenso como un alambre hasta el límite de su capacidad.
—Te veré mañana por la noche, ________ —indicó con tono seco.
—Puede que no esté aquí —comentó con atrevimiento—. Quizá cambie de parecer en el último instante.
—Estarás allí —afirmó él, y cortó antes de que ella pudiera contradecirlo.
Angela se acercó a su mesa.
—Deja que lo adivine, quieres que vuelva a hacer de canguro, ¿verdad?
________ se mordió el labio y asintió.
A la noche siguiente, se hallaba ante la puerta de la casa de Joe con piernas trémulas mientras oía las pisadas que se acercaban a abrir.
Pegó la carpeta contra el pecho y se obligó a mirarlo a los ojos.
—Tengo algunas maquetas preliminares que quiero que veas —soltó, humedeciéndose los labios con gesto nervioso.
—Pasa y muéstrame qué has estado haciendo —indicó con sonrisa inescrutable.
Lo siguió hasta donde tenía preparados unas copas y unos canapés y, haciendo a un lado sus reservas, tomó una copa de vino blanco y se sentó junto a él en uno de los suntuosos sofás. Bebió un sorbo y trató de no pensar en lo cerca que tenía el muslo de Joe. El estómago comenzó a hormiguearle por el deseo al pensar en esas piernas largas y fuertes atrapándola, tal como había hecho en el pasado.
Notaba como si la necesidad que sentía por él estuviera escrita sobre toda su piel, y cada poro de su cuerpo anhelaba el contacto de esas manos sobre ella. Tenía las mejillas encendidas; de hecho, todo el cuerpo le ardía y sabía que un simple contacto de Joe la haría estallar en llamas.
Dejó la copa en la mesilla de centro y comenzó a incorporarse.
—Quizá no debería haber venido esta noche…
Posó una mano sobre la de ella y la mantuvo quieta.
—No, ________ —insistió—. No te vayas.
Lo observó con determinación.
—Por si no lo has notado, no llevo un cartel de Se vende en la frente.
Él sonrió de lado.
—Como muchas mujeres que conozco, ________, tienes un precio. Aunque con esta táctica sólo intentas subirlo un poco, ¿verdad?
—No voy a ser usada por ti, por ningún precio.
—¿No olvidas algo, ________? —Le alzó el mentón con un dedo—. Firmaste un contrato. Tu negocio se irá a pique si tienes que pagar la rescisión del acuerdo que tienes conmigo.
Se humedeció los labios resecos y el corazón se le disparó.
—¿Estás…? —Carraspeó y comenzó otra vez—. ¿Estás chantajeándome para llevarme a tu cama?
—Chantaje es una palabra más bien desagradable, ¿no? Esperaba que aceptaras reanudar nuestra aventura sin tener que recurrir al empleo de unas tácticas tan solapadas —expuso—. Después de todo, has dejado bien claro que aún te atraigo.
—¡Eso es irrelevante! —exclamó—. La atracción física por alguien no te proporciona una licencia automática para tener una aventura. Existe algo llamado autocontrol.
Volvió a sujetarle las muñecas.
—Yo no siento ningún autocontrol cuando estoy cerca de ti, cara. Jamás lo hice, y a veces me pregunto si alguna vez lo sentiré.
________ pudo sentir cómo se le derretían los huesos bajo su contacto al tiempo que el estomago le dio brincos cuando él empezó a acariciarle la parte interior de las muñecas con sus dedos pulgares. Las piernas se le aflojaron cuando llevó una mano a la curva posterior de la cintura para pegarla contra su erección.
—Bésame, ________ —ordenó con suavidad—. Bésame como solías hacerlo, con todo tu cuerpo y tu alma.
Posó la vista en los labios de Joe.
—No… no creo que…
La mano en la espalda la pegó más contra él.
—¿Qué te da miedo, tesore mió? —preguntó.
—No… no tengo miedo —afirmó, aunque el miedo casi le impedía tragar.
Él le dio un beso en la comisura de la boca y el aliento cálido danzó de forma tentadora ante su rostro y su boca. Sintió el roce de la lengua contra su mejilla y luego en el costado de los labios, el movimiento sensual acabando con toda posible resistencia.
Lanzó un leve gemido y abrió la boca bajo la siguiente pasada de su lengua, uniéndose a él en un duelo que imitaba lo que sus cuerpos habían hecho tan bien en el pasado. La pasión se avivó como un matorral en llamas cuando movió su erección contra ella y desterraba cualquier vestigio de racionalidad. Se aferró a él y se entregó a los embates apasionados, con el cuerpo volviéndosele líquido mientras el de Joe se hacía más duro e insistente.
Las manos regresaron a sus pechos y le retiraron el escote con el fin de obtener acceso. La boca, caliente como un hierro de marcar al rojo vivo, le succionó por turno los pezones henchidos. ________ fue vagamente consciente de gritar de placer y de meterle los dedos en el pelo mientras se arqueaba aún más hacia Joe.
—Eres tan apasionada como entonces —musitó él sobre su cuello con voz ronca por el deseo—. Quizá incluso más.
Se apartó con esfuerzo, su conciencia una carga insoportable. No podía hacerlo. No mientras él pensara que lo hacía a cambio de dinero. Mancillaba todo lo que habían compartido en el pasado. Ensuciaba todo lo que había entregado de sí misma. Había adorado a Joe de todas las maneras imaginables. Verse reducida a un juguete sexual le resultaba anatema.
—¿Qué sucede, cara? —preguntó.
Se humedeció los labios secos.
—Por favor, llévame a casa —pidió con lágrimas brillando en sus ojos—. Por favor…
Ceñudo, pensó en convencerla de que se quedara un rato más. Sabía que no requeriría mucho persuadirla, ya que era obvio que estaba tan excitada como él, pero algo en esas lágrimas le advirtió de que la había presionado demasiado, demasiado pronto. Disponía de mucho tiempo; después de todo, el proyecto Arlington necesitaría meses de trabajo. Se dijo que surgirían muchas oportunidades; sólo debía ser paciente.
Recogió las llaves y le dedicó una sonrisa.
—Ven, tesore mió —indicó—. En cualquier caso, he averiguado lo que necesitaba saber.
________ quiso preguntarle a qué se refería, pero tuvo la sensación de que ya lo sabía. Lo siguió al coche y se sentó en un silencio pesaroso y culpable mientras él la conducía a su diminuto apartamento.
Cuando unos minutos más tarde Angela se marchó, ________ fue al dormitorio de su hijo. Un bracito le colgaba fuera de la cama y el otro sostenía un coche de juguete cerca de la cara. Con gentileza le abrió los dedos y le quitó el Maseratti negro y lustroso…
—Para ti —le dijo Angela cuando ________ entró al estudio a la mañana siguiente—. Es Joe. A propósito, le he dicho que no sales con Ben. Deja de mirarme así. Lo preguntó y respondí.
Ceñuda, alzó el auricular de su extensión.
—Hola, aquí ________ Roberts.
—¿Me echas de menos, cara?
Giró el sillón, dándole la espalda a Angela al tiempo que un hormigueo de deseo se apoderaba de su estómago.
De pronto él rió y le provocó escalofríos.
—No puedes evitarlo, ¿eh, ________? —añadió—. Me deseas a pesar de que no deseas hacerlo. A mí me sucede lo mismo. No pensé que iba a sentir esto por ti, pero lo siento.
Ella contuvo el aliento.
—¿Qué estás diciendo?
—Que quiero verte mañana por la noche cuando regrese de Melbourne.
Apretó los labios y trató de evadir la tentación.
—Iré a tu casa, si lo prefieres —expuso él—. Mi vuelo a Sydney no llega tarde.
Ella apretó el auricular. Quería tener más tiempo para preparar a Matthew para una visita de su padre. Quería que Joe supiera con certeza que era el padre de Matthew cuando se vieran por primera vez.
—Mmmm… no creo que sea una buena idea —supo que sonaba como una excusa patética—. Prefiero que nos veamos en terreno neutral.
—Reservaré una habitación de hotel y nadie nos molestará.
—¡No! Eso suena tan… tan barato —soltó, luego suspiró resignada y añadió—: Iré a tu casa… después de haber acostado a mi hijo. Pero insisto en ir sola hasta allí.
—De acuerdo —convino—. Si insistes.
—¿Y qué pasa con Velika Vanovic? —preguntó ella tras una breve y tensa pausa.
—¿Qué pasa con ella? —repitió con tono impersonal y distante.
—Es tu amante actual, ¿no?
—No es relevante para nosotros, ________.
—¿Sigues viéndola y acostándote con ella?
—¿Por qué estás tan interesada?
—No me gusta compartir.
Él volvió a reír.
—Eres tan deliciosamente transparente. Me gusta ese rasgo en ti. Me gusta mucho.
—Sin embargo, piensas que te he mentido acerca de nuestro hijo.
El silencio fue tenso como un alambre hasta el límite de su capacidad.
—Te veré mañana por la noche, ________ —indicó con tono seco.
—Puede que no esté aquí —comentó con atrevimiento—. Quizá cambie de parecer en el último instante.
—Estarás allí —afirmó él, y cortó antes de que ella pudiera contradecirlo.
Angela se acercó a su mesa.
—Deja que lo adivine, quieres que vuelva a hacer de canguro, ¿verdad?
________ se mordió el labio y asintió.
A la noche siguiente, se hallaba ante la puerta de la casa de Joe con piernas trémulas mientras oía las pisadas que se acercaban a abrir.
Pegó la carpeta contra el pecho y se obligó a mirarlo a los ojos.
—Tengo algunas maquetas preliminares que quiero que veas —soltó, humedeciéndose los labios con gesto nervioso.
—Pasa y muéstrame qué has estado haciendo —indicó con sonrisa inescrutable.
Lo siguió hasta donde tenía preparados unas copas y unos canapés y, haciendo a un lado sus reservas, tomó una copa de vino blanco y se sentó junto a él en uno de los suntuosos sofás. Bebió un sorbo y trató de no pensar en lo cerca que tenía el muslo de Joe. El estómago comenzó a hormiguearle por el deseo al pensar en esas piernas largas y fuertes atrapándola, tal como había hecho en el pasado.
Notaba como si la necesidad que sentía por él estuviera escrita sobre toda su piel, y cada poro de su cuerpo anhelaba el contacto de esas manos sobre ella. Tenía las mejillas encendidas; de hecho, todo el cuerpo le ardía y sabía que un simple contacto de Joe la haría estallar en llamas.
Dejó la copa en la mesilla de centro y comenzó a incorporarse.
—Quizá no debería haber venido esta noche…
Posó una mano sobre la de ella y la mantuvo quieta.
—No, ________ —insistió—. No te vayas.
Nani Jonas
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
SIGUELAAAAAAAAAAAAA AMO TODAS TUS NOVES SON TAN ASDFGHJKL *-*
kaarb
Re: "El Dolor De La Traición" - Joe y tu
Awwww Joseph eres tan tan no se que
Pero me encantas!!!
Ahhh plis siguelaaaaaa!!
Esos dos se aman deberían aceptarlo ya!! :)
Siguela pronto!!
Pero me encantas!!!
Ahhh plis siguelaaaaaa!!
Esos dos se aman deberían aceptarlo ya!! :)
Siguela pronto!!
Karli Jonas
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