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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por fernanda Dom 05 Ago 2012, 11:15 am

o por dios, enserio tienes que seguirla por favor
amo tu nove!
fernanda
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por ElitzJb Dom 05 Ago 2012, 7:20 pm

new reader

sigue nah xq joe sera tan intensamente mal humorado y controlador d sus sentimientos no los deja fluir en fin....
nah y encima no se han protegido Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 167695056

siguela por favor quiero mas novela please
ElitzJb
ElitzJb


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por margarita Dom 05 Ago 2012, 8:26 pm

hola soy tu nueva lectora !!1 jijiji me encanta la nove!!! porfavorr siguelaa!!!
margarita
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por jamileth Lun 06 Ago 2012, 5:33 pm

un bb???
ahhh
siguela1!!!!!!!
ojala q tengan uno!!!


siguelaaaaaaaaaaa
jamileth
jamileth


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Zulencita González Lun 06 Ago 2012, 6:32 pm

Amo leer las noves con mi nombre!!! mi nombre es bonito¿? ejjejee :P
Zulencita González
Zulencita González


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Koni Mar 07 Ago 2012, 1:39 pm

Asuntos Pendientes

Capitulo 9



Tres días después, Invitado y Denisse estaban tumbadas en las sillas de pedicura. Grandes chorros de agua caliente masajeaban sus pies.

—Esto es maravilloso —susurró Denisse —. Gracias por sugerírmelo, Valerie.
—Es un placer —afirmó Invitadoe y cerró los ojos.

Pasar un día en el spa había sido una idea repentina que se le había ocurrido el día de la barbacoa. A pesar de las felices noticias familiares, su suegra parecía tan triste, tan perdida, que Invitado había querido aliviar de alguna forma la incomodidad que sentía, y por ello le había propuesto tomarse un día de ocio en el mejor spa de Beverly Hills.

Hasta ese momento, la idea había sido un éxito rotundo, pero Invitado necesitaba algo más para que todo fuera completamente perfecto. Necesitaba librarse de la preocupación que sentía por Joe .

El había estado más retraído que nunca desde la reunión familiar, sobre todo después de enterarse de lo del bebé de Kevin y Cece, pero Invitado no podía comprender por qué estaba tan empeñado en mantenerla a raya. No entendía por qué se negaba a dejarla entrar en su intimidad. Los demás miembros de la familia no parecían tener ningún problema en demostrarles su afecto a aquéllos a los que amaban, pero Joe era distinto a todos.

A lo mejor, Denisse podría ayudarla…

Estaban sentadas en silencio, bebiendo Chardonnay frío y escuchando una potente música clásica que competía con el ruido del remolino de agua de la pedicura. Ya se habían hecho la manicura y también los tratamientos faciales y corporales, por lo que la pedicura era el cierre de su día en el spa.

Val suspiró para sí, agradecida de que las empleadas las hubieran dejado a solas para relajarse en privado. Sin embargo, tal y como sucedía siempre que tenía demasiado tiempo para pensar, su mente se llenaba de imágenes de Joe, y entonces sufría porque creía que no podía ganarse el amor de su marido.

—Estás pensando otra vez en él —susurró Denisse con los ojos cerrados.

Invitado miró a la mujer que tenía a su lado y deseó tener su aspecto al llegar a los cincuenta.

—¿Cómo sabías…? —le preguntó sonriendo.
—Estabas demasiado callada. Lo que quiere decir que estabas pensando… —dijo Denisse y se encogió de hombros—. Y como estás casada con mi hijo, un hombre que todos sabemos que es muy… difícil, era fácil descifrar tus pensamientos. Tú lo amas y él te está volviendo loca.
—Ya lo creo —dijo Invitado, conteniendo la risa.
—No hace falta que me lo jures —añadió Denisse con una sonrisa—. Pero es mi hijo y yo también lo quiero.
—Lo sé —Invitado se incorporó y miró sus uñas relucientes recién pintadas—. Sé que Joseph hace que todo esto sea muy complicado para ti —dijo suavemente.
—No todo es culpa suya —dijo Denisse con un suspiro—. Yo también soy culpable.

Parecía que iba a llorar, pero inmediatamente parpadeó y se controló.

—Ha pasado mucho tiempo, pero las consecuencias de lo que hice no terminarán nunca.
—¿Puedo preguntarte…? —Invitado se detuvo, lo pensó mejor y cambió de parecer.

Cualquier cosa que hubiera pasado durante todos esos años entre Denisse y su cuñado no era asunto suyo. No obstante, por otro lado, no podía evitar pensar que ese antiguo romance era la causa del problema con joe.

Denisse sonrió tristemente.

—¿Quieres saber por qué lo hice? —dijo suavemente—. ¿Por qué me acosté con David?

Invitado movió la cabeza en señal de asentimiento.

—Lo siento. No debí haber dicho nada.
—No lo sientas —se apresuró a decir Denisse y le dio unas palmaditas en la mano—. En realidad, estoy agradecida. Desde que todo este asunto salió a la luz, tú eres la única que me ha hecho esa pregunta. Nadie más quiere oír hablar de ello. Pero ¿cómo puedo culparles? Especialmente a mi pobre Bella.
—Te vi hablando con ella en la barbacoa del fin de semana pasado —dijo Valerie.
—Sí —dijo Denisse, con una débil sonrisa—. No fue fácil, pero tenía que intentarlo. Ella es mi hija y la quiero.
—Por supuesto —afirmó Invitado.
—No tienes que defenderme, Invitado —dijo Denisse con otra sonrisa—. Aunque te agradezco el esfuerzo. Bella está dolida y es muy protectora con su padre, quiero decir, con Kevin. Porque no importa lo que pasó hace tanto tiempo, Kevin es su padre. Es un buen hombre y no se lo merecía, o al menos, eso creo. Bella sabe que yo todavía lo amo. Pero también sabe que no puedo lamentar lo sucedido porque eso significaría lamentar su nacimiento. Y no lo lamento.
—Lo sé. También sé que Kevin es su padre de todas las formas que importan —dijo Invitado—. Pero, si te sirve de ayuda, sé que Bella te echa de menos. Te quiere mucho.

Denisse sollozó, se enjugó una lágrima y sonrió.

—Claro que me ayuda. Tengo la esperanza de que llegue a perdonarme y podamos volver a comportarnos como madre e hija. Gracias.
—Bueno… —dijo Invitado, no muy decidida—. Si tú amabas a Kevin … ¿por qué te acostaste con su hermano?

Denisse se reclinó de nuevo en la silla y miró alrededor de la pequeña habitación privada. Invitado la siguió con la vista, sin fijarse mucho en el papel de pared, de color rosa pálido, o en los cestos de helechos, las lámparas, la botella de vino frío situada entre las dos…

—A veces me parece como algo de otra vida —susurró Denisse a después de un largo silencio—. Por aquel entonces, Kevin estaba tan ocupado en el estudio que casi nunca estaba en casa. Me sentía como una madre soltera la mayor parte del tiempo y supongo que realmente estaba sola.
— Denisse …
—No, no me tengas lástima, Invitado. En realidad, no la merezco. Tenía lástima de mí misma, me sentía abandonada por mi marido y exhausta por cuidar de mis hiperactivos hijos —sonrió levemente ante los recuerdos que la inundaban—. David era muy atento. Su mujer, Ava, siempre se estaba quejando de alguna enfermedad. Parece que tenía obsesión con las enfermedades.

Invitado podía imaginar las escenas que describía Denisse. Una joven madre, sola la mayor parte del tiempo, y su ocupado marido, inmerso en su trabajo… Sin duda no se daba cuenta de que la mujer que amaba se estaba apartando de él.

En realidad, había demasiadas semejanzas entre su propia historia y la de Denisse, sólo que ella no era madre. Sin embargo, aun así podía comprender lo sola y abandonada que Denisse debía de haberse sentido y no podía sino preguntarse si Kevin había excluido a su esposa de sus pensamientos con tanta facilidad como parecía hacerlo Joe.

—Es una vieja y triste historia —dijo Denisse —. Prácticamente un cliché. Le hice caso y me creí los halagos de David. Anhelaba el cariño que Kevin no me daba y creí que David realmente me deseaba, que me amaba.
—¿No era así?
—No — Denisse miró a Invitado a los ojos—. Me acosté con él deseosa de hacerlo, pero una vez que todo hubo terminado, lo lamenté. Me sentí terriblemente culpable. Había traicionado mi matrimonio, a mi esposo, a mi familia. En ese momento supe que había arriesgado todo lo que era importante a cambio de un instante de egoísmo. Intenté explicarle a David que todo había sido un error, que yo amaba a Kevin y que nunca volvería a hacer algo así.
—¿Qué dijo David? —preguntó Invitado, sintiendo un escalofrío por toda la espalda.
—Se rió — Denisse tragó en seco y sus ojos se volvieron fríos y distantes—. Me dijo que no me amaba, que ahora que me había poseído, todo había terminado. Y que su única razón para acostarse conmigo era vengarse de su hermano.
—Oh, Dios mío… —Invitado apenas podía imaginarse lo que habría sentido Denisse después de haber sido tan horriblemente utilizada—. ¿Pero él no le dijo nada a Kevin?
—No. Supongo que tuvo bastante con mi confesión.
—Yo… no sé qué decir.
—No tienes que decir nada —dijo Denisse con una triste sonrisa—. A veces yo misma no puedo creer que haya sido tan tonta. Casi arruiné mi matri…

Denisse rompió a llorar. Su matrimonio se derrumbaba bajo el peso de un secreto de veinticinco años.

—¿Y Kevin? —preguntó Invitado rápidamente, para que volviera al pasado y no pensara en el futuro cercano—. ¿Cómo pudiste ocultar la verdad durante tanto tiempo? ¿El no sospechó nada?

Ahora que había sacado todo lo que llevaba dentro, Denisse a respiró profundamente y suspiró.

—Ese secreto casi me mata. Pero si hubiera confesado habría sido por mi bien, no por el suyo. La verdad sólo podría haberle herido profundamente, así que lo guardé como parte de mi castigo. No podía pensar en decírselo. No podía ver cómo le rompía el corazón, cómo se reflejaba la traición en sus ojos — Denisse movió la cabeza, como si ahuyentara todos los recuerdos—. Le dediqué mi vida a él, a los niños, y cuando supe que estaba embarazada de Bella, lo acepté como una señal de que estaba exactamente donde debía estar. Donde estaba mi corazón. Ese bebé sería mío y de Kevin.

Denisse hizo una pausa, inclinó la cabeza a un lado y pareció considerar algo cuidadosamente.

—Por supuesto, nunca le dije nada a Kevin, y ésa es la razón por la que ahora todo esto es tan terrible, aunque algunas veces sospeché que él lo sabía, que adivinaba lo que yo había hecho. Pero nunca dijo nada. Después de ese momento con David, las cosas cambiaron. Aunque ninguno de los dos había dicho ni una palabra sobre el asunto, ambos decidimos dedicarnos por entero a nuestra familia, y cuando Bella nació, Kevin le dio todo su amor… Ahora todo se ha estropeado —una triste sonrisa asomó a sus labios v sus preciosos ojos se llenaron de lágrimas que no llegó a derramar.
—Comprendo —dijo Invitado.

Algo en la voz de la joven hizo comprender a Denisse que lo entendía todo demasiado bien.

—Oh, Invitado —dijo y tomó nuevamente una de sus manos—. ¿Joseph y tú tenéis más problemas?

Ahora fue Invitado quien sonrió tristemente.

—Le quiero tanto…
—Lo sé.
—Pero no es suficiente —concluyó Invitado y apretó fuertemente la mano de su suegra—. Creo que me quiere, pero…
—Se mantiene lejos de ti.
—Exactamente.
—El ha sido siempre así —suspiró Denisse —. Se parece mucho a su padre. Como si dejar que alguien se acerque demasiado fuera una señal de peligro. Y desde que supo la verdad sobre el origen de Bella, se ha encerrado más en sí mismo. Lo lamento mucho, Valerie, pero creo que mis errores pasados han afectado a tu matrimonio.

Invitado entrelazó sus dedos con los de Denisse.

Eran dos mujeres enamoradas de sus maridos, sin esperanza de reconstruir sus matrimonios.

Resultaba tan triste…

—No sé qué hacer, Denisse. Joe está haciendo conmigo lo mismo que Kevin te hizo a ti hace tanto tiempo. Me está apartando. Me ignora excepto en la cama.

«Dios mío», pensó Invitado y guardó silencio rápidamente. «No puedo hablar con la madre de Joe sobre nuestra vida sexual».

—Eso es bueno saberlo, Invitado— Denisse se rió, encantada—. Créeme, si Joev está atento a los asuntos de alcoba, entonces tú estás en su pensamiento. Sólo es cuestión de paciencia. ¿Tienes suficiente paciencia para tratar con un hombre tan terco como él?
—Creo que sí —dijo Invitado, más desalentada de lo que creía.
—Inténtalo, Invitado. Mi hijo es un buen hombre. Creo que vale la pena el esfuerzo.
—Pero hace casi tres semanas que hemos vuelto y no parece dispuesto a dejarme entrar en su corazón, no más de lo que lo estaba antes.
—Tres semanas no es mucho tiempo.
—Ya, pero… ¿cuánto es mucho tiempo? ¿Me quedo y me arriesgo a que nunca sienta por mí lo que yo quiero? —preguntó Invitado con voz triste—. ¿O debo dejarle mientras todavía haya posibilidad de recuperarme y olvidarle?
—Sólo tú puedes responder a eso, querida. Yo solamente puedo decirte que una vez que entregas tu corazón, no encontrarás la felicidad en ninguna otra parte. Créeme, ésa es la única lección que he aprendido.

Antes de que Invitado pudiera decir nada más, se abrió la puerta y entró una de las empleadas del spa.

—¿Cómo se encuentran? —preguntó sonriente—. ¿Listas para la pedicura?
—Sí, gracias —respondió Denisse y le sonrió a Invitado.
—¡Magnífico! Voy a buscar a Mónica y regresaremos inmediatamente para ocuparnos de todo.

Al salir, dejó la puerta abierta, así que Invitado y Denisse se mantuvieron calladas. No era oportuno hablar de asuntos privados si podían oírlas desde el salón.

El cotilleo era uno de los males más extendidos en Hollywood.

A sus oídos llegaban voces procedentes del salón, pero ninguna de las dos les prestaba mucha atención. Sin embargo, de repente Invitado escuchó el apellido Jonas…

—Te digo que… —decía una mujer del otro lado de la puerta—. Es un crimen que un hombre como Joseph Jonas malgaste su tiempo con su insignificante mujer. Por lo menos debería hacer algo con su pelo, ¿no crees? Qué horror.

Invitado se pasó la mano por el pelo y Denisse le sonrió.

—No le hagas caso, Invitado.

Pero la joven seguía atenta a cada una de las palabras.

—No durará —dijo otra mujer con aire petulante—. Ya se han separado una vez y sólo han estado casados… ¿Cuánto? ¿Cuatro meses? Joseph pronto se cansará de ella. ¡Qué diablos! Su propio padre plantó a la madre.

Denisse respiró profundamente y Invitado apretó los dientes con fuerza.

—Sí, pero su matrimonio duró treinta años.
—Son años de Hollywood, querida —añadió la otra mujer—. Probablemente se han acostado con media ciudad y lo han mantenido en secreto.
—¿En esta ciudad? Es un milagro que duraran tanto —se rió la primera mujer—. Tan pronto como Kevin se divorcie de su mujer, saltaré sobre él. Lo quiero para mí. Tú puedes quedarte con Joseph cuando por fin se separe de la Señorita Monjil.
—Será fantástico. ¿Sabes? Me estoy leyendo un papel para la próxima película de Jonas. Tendré que encontrar la forma de tropezar «accidentalmente» con él mientras esté en el plato.
—Si tú no puedes… —dijo su amiga con una risita—. Nadie podrá.
—¡Ya está bien! —murmuró Invitado y se incorporó.
—Déjalo, Invitado —le aconsejó Denisse —. He vivido aquí suficiente tiempo como para saber que la gente habla. No puedes detener las habladurías. No puedes hacer nada.
—Esto sí que puedo pararlo —dijo Invitado—. Es demasiado para un día de spa.
—Invitado, no lo hagas.

La joven se dirigió a la puerta y miró a la madre de su marido.

¿Acaso Denisse no había sufrido suficiente?

¿Tenía que escuchar cómo esas víboras hablaban mal de ella? No, decididamente no.

—No, Denisse. Estoy harta. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras el mundo hace lo que quiere de mí. No lo permitiré de nuevo.
—Oh, Dios… — Denisse se levantó al tiempo que Invitado abandonaba la habitación y se enfrentaba a las dos mujeres, que se hacían la manicura.

Al verla aparecer, las dos víboras siliconadas apenas pudieron manifestar su perplejidad en la expresión del rostro. Las inyecciones de botox paralizaban sus casi idénticas y perfectas caras hollywoodenses.

—¿Cómo os atrevéis a insultarme a mí y a mi familia? ¿Quién os creéis que sois? ¿Sabéis realmente lo que ocurre en nuestra vida privada? ¿O es que la palabra «privada» es nueva para vosotras?
—Espera un momento… —dijo una de ellas.
—No, ya habéis dicho suficiente y nosotras hemos oído cada palabra que habéis pronunciado.
—¿Nosotras? —preguntó la otra mujer intrigada.

Denisse apareció en el umbral de la puerta y las dos mujeres se quedaron boquiabiertas.

Pero Invitado aún no había terminado. Se sentía dentro del papel y lo estaba disfrutando. Además, tampoco le importaba que la mitad del salón escuchara lo que decía. No le importaba quién pudiera estar allí. Era hora de que el mundo oyera lo que tenía que decir.

—¿Vosotras dos os creéis con derecho a meteros en las vidas ajenas? ¿Creéis que podéis cotillear sobre una persona sin que nadie os pida cuentas por ello?
—No hemos dicho nada que no esté en los periódicos —explicó la primera mujer.
—¿De veras? ¿En qué periódico apareció la palabra «dinero»? —dijo Invitado, con una mirada fría como el acero—. Os diré algo: ambas queréis ser actrices, pero os falta mucho para dar la talla y la Señorita Monjil os va a decir un par de cosas. El matrimonio de mi suegra es perfecto y su marido no necesita buscar a nadie como vosotras para sentirse bien. Y en cuanto a mi matrimonio, os sentiríais muy dichosas de tener lo que yo tengo.
—Un momen… —quiso interrumpir una de las mujeres.
—Y en lo que respecta a vuestra «audición»… —prosiguió Invitado con voz grave—. Sólo tengo que decir una palabra y las dos terminaréis en la taquilla de un cine vendiendo entradas.
—Verás, lo sentimos mucho, no sabíamos…
—Ya. No lo habéis pensado —rectificó Invitado—. Quizás la próxima vez lo hagáis. ¿Por qué no os marcháis ahora, si es que no queréis averiguar lo que puede hacer la Señorita Monjil?
—Buena idea —dijo una de las mujeres y le dio un codazo a la otra—. Vamos, Dani, vamonos ya.
—Detrás de ti —respondió su amiga.

Ambas recogieron sus bolsos rápidamente y se marcharon.

En cuanto se hubieron ido, se escucharon aplausos en el salón, pero Invitadoseguía tan furiosa que ni se daba cuenta.

—¡Bravo! —exclamó Denisse y le dio un abrazo—. No podría desear una nuera mejor.

Invitado sonrió y sintió una sensación de triunfo que nunca antes había experimentado. Quién le hubiera dicho que iba a sentirse tan maravillosamente bien al defenderse.

Después de lo que acababa de hacer, se sentía capaz de enfrentarse a Joe y ganarle la batalla.

—Gracias. ¿Qué te parece si dejamos la pedicura y nos vamos a comer?


Joseph entró, tiró las llaves sobre la mesa del recibidor y se dirigió a la habitación principal de su apartamento. Ya se había acostumbrado a los cambios en la casa, y le gustaban, aunque no le hubiera dicho nada a Invitado.

El mullido mobiliario era más cómodo que sus antiguos muebles de cuero y, pensándolo bien, era muy agradable tener «un sofá para acurrucarse», como le había dicho ella.

De pronto recordó la primera noche en ese sofá, frente al hogar y las velas… Con sólo pensarlo la deseaba ansiosamente. Era sorprendente ver con qué facilidad se excitaba al pensar en ella. Durante el día era capaz de no pensar en ella, pero en cuanto llegaba a casa, ella ocupaba todos sus pensamientos.

Movió la cabeza y miró alrededor, pero no la vio ni la oyó.

—¿Invitado?—llamó.
—Estoy aquí —respondió ella.

Joe sonrió y fue hacia la cocina, la cual se había convertido rápidamente en su lugar favorito de la casa. ¿Quién le hubiera dicho que cocinar juntos cada noche iba a ser tan divertido?

Aunque, por supuesto, el tórrido encuentro sexual que habían mantenido sobre la mesa la noche anterior le había añadido encanto a la estancia, y él estaba deseando repetirlo de nuevo.

Se quitó la cazadora, la lanzó sobre una silla y se desanudó la corbata mientras se dirigía hacia donde estaba su mujer. Invitado estaba picando cebolla y, al verlo llegar, le dirigió una alentadora sonrisa que prometía la pasión más arrebatadora.

Un delicioso olor atrajo su atención de repente.

—¿Qué estás cocinando? —le preguntó y se acercó a la humeante olla.
—Salsa de espagueti —dijo ella.
—¿Casera?

Invitado sonrió y se apartó el pelo de los ojos.

—¿Es que acaso hay otra?

Antes de casarse con ella, Joe sólo había conocido la salsa enlatada y la mesa para una sola persona.

—Huele muy bien —dijo, después de levantar la tapa de la olla y aspirar profundamente.
—Y sabrá mejor —le aseguró Invitado—. ¿Te importaría ayudarme a cortar las cebollas?
—Claro que no —respondió Joe y se colocó detrás de ella.

Puso sus manos sobre las de Invitado y se apretó contra ella, para que sintiera su cuerpo excitado y ansioso. Quería dejarle claro que cortar vegetales no era precisamente lo que más deseaba en ese momento.

—Joe, si haces eso puedo cortarme o cortarte a ti.
—Entonces, es mejor que apartes el cuchillo.
—Pero la cena…
—No tengo hambre de comida —le dijo y le dio la vuelta entre sus brazos.

Hábilmente, desabotonó su blusa y desabrochó el sujetador.

—Esto es lo que necesito —murmuró.

Joe liberó los pechos de Invitado y los tomó entre sus manos.

La joven dejó caer la cabeza, cerró los ojos y suspiró profundamente.

—Esto no debería ser tan bueno. Debería ser un delito —dijo ella.
—Entonces soy un delincuente —susurró Joe mientras se arrodillaba lentamente frente a ella—. ¿Estás lista para mí?
—¿Acaso no lo estoy siempre? —bromeó ella y le miró a los ojos.

«Sí», pensó Joe, mientras su cuerpo revivía y el corazón se le salía del pecho.

Aquella rutina se había convertido en un pequeño juego que llevaban toda la semana practicando.

Llevara la ropa que llevara, ella nunca se ponía ropa interior para recibirle. El ya le había roto tres de sus tangas de encaje favoritos y desde entonces ella había dejado de usar lencería.

Así, cada vez que regresaba a casa después del trabajo, Joe no pensaba en otra cosa; tanto así, que en alguna que otra ocasión había estado a punto de salirse de la carretera.

¿En qué momento ella se había convertido en alguien tan importante para él? ¿Cuándo se había vuelto el centro de sus pensamientos, la imagen de sus fantasías?

—Joe… ¿Qué vas a…?

Sus palabras se cortaron cuando él le mostró exactamente lo que había estado pensando desde hacía más de una hora. Por suerte, ella llevaba una falda suave de algodón que facilitaba las cosas.

Arrodillado delante de ella, Joe se la levantó, le separó los muslos y se acercó lo suficiente para saborear su sexo.

—¡Oh, Dios! Joseph…

La lengua y los labios de Josephse movían salvajemente en el mismo centro de su sensibilidad y ambos se sentían arrastrados por una sensación de inmensa locura.

El olor y el sabor de Invitadoinflamaban la pasión de Joseph v hacían que la deseara cada vez más. Los jadeos de la joven, sus dedos entrelazados en el cabello de él, mientras lo apretaba contra su sexo…

Josephquería llevarla al límite del deseo.

De pronto levantó la vista y, al verla mirarle con los ojos velados por la pasión, sintió que el fuego le quemaba las entrañas. Una y otra vez lamió, mordisqueó, acarició…

Y, por fin, la empujó hacia arriba con más fuerza hasta hacerla pronunciar su nombre. Los temblores del éxtasis la sacudían de los pies a la cabeza y poco a poco, se desplomaba contra él, sin fuerzas.

—Eso ha sido… Joseph, tú…

No pudo terminar la frase. Pero él aún no había terminado.

A Joseph Jonas le sobraban fantasías y quería hacerlas todas realidad esa noche.

Se incorporó, la apretó contra sí, la besó frenéticamente y la levantó. Entonces le dio la vuelta y la colocó sobre la fría encimera. Ella gritó pero enseguida se dejó llevar por sus besos, tal como él quería.

Joseph la deseaba cada vez más. No tenía fin para su ardiente pasión. Sólo quería poseerla otra vez. Su fuego interior era acuciante, el calor y el deseo quemaban todo su ser y no podía pensar en otra cosa que no fuera ella.

¿Cómo había ocurrido? ¿Cómo había podido adentrarse así en su corazón?

Ella lo miraba con sus preciosos ojos violetas repletos de satisfacción y de deseo renovado. Valerie era asombrosa. Era increíble. Y era suya. Al menos, por el momento.

—Joseph —dijo en un susurro—. Te quiero dentro de mí, ahora mismo.
—Ese es el plan —murmuró él.

Abrió la cremallera, liberando su miembro, y se acercó todo lo posible a la joven para poseerla allí mismo, en su lugar favorito. La penetró con un único y vigoroso empujón y ella gimió ante la embestida.

El interior de Invitado era caliente y acogedor, un lugar en el que perderse y dejar la mente en blanco.

Lentamente, empezó a balancear las caderas a un ritmo sutil y ella no tardó en seguir la cadencia, que iba acelerándose más y más hasta que, por fin, llegaron al clímax de la pasión.

Invitado gimió, arqueando su cuerpo tembloroso. Y en pocos segundos, Joe pronunció su nombre, sosteniéndola firmemente mientras caían en un abismo lleno de estrellas.

Unos minutos después, Invitado levantó la cabeza y lo miró con tanto amor que casi lo dejó sin aliento. Sólo Dios sabía lo nervioso que estaba.

No había duda de que ella lo amaba. Siempre lo había amado. Y él la quería.

«Dios mío», pensó.

Esa era una palabra frágil y él lo sabía. Pero no podía darle amor. No era propio de él.

Sólo podía darle un instante de pasión y eso tenía que ser suficiente para los dos.

Se separó de ella y se arregló la ropa. Se cerró la cremallera y la ayudó a levantarse de la encimera mientras ella se arreglaba la falda.

—Ha sido la mejor bienvenida —dijo Invitado, todavía sonriente.
—Me gustan las sorpresas —respondió Joseph. Sus sentimientos encontrados libraban una dura batalla en su interior.

Sorpresas… Cuántas sorpresas.

La recién descubierta auto confianza de Invitado, la increíble química que compartían, su propio sentido de… cariño hacia ella. No estaba preparado para todo eso y por ese motivo era incapaz de manejar la situación.

Invitado debió de captar la profunda confusión de Joe, porque su sonrisa se esfumó rápidamente.

—Bueno, yo también tenía una sorpresa —le dijo, volviendo a ocuparse de las tareas culinarias.
—Sí, yo estaba allí —dijo él, reclinándose contra la encimera.
—No me refería a esa sorpresa —dijo ella y le lanzó una rápida mirada—. Tu madre y yo fuimos a un spa y…

El se alejó de la encimera, se acercó a la joven e hizo que le mirara de frente.

—¿Tú y mi madre?
—Sí—respondió, obviamente confundida ante su reacción—. El fin de semana pasado, en la barbacoa, acordamos pasar el día juntas.

Joseph se frotó la nuca con una mano.
Problemas.

Problemas.

Problemas.

¿Qué podía haberle dicho su madre? ¿Acaso le había hecho alguna confesión? ¿Se había compadecido Invitado de ella? ¿Era ésa la sorpresa?

—En realidad, lo pasamos muy bien —dijo la joven, completamente ajena a sus pensamientos—. Tuvimos la oportunidad de hablar y ella me contó lo que había pasado.

Toda la calidez de Joseph desapareció en un instante. Su frialdad de siempre había vuelto y lo alejaba de ella por momentos.

Denisse le había contado todo.

—Podría decirte que… —empezó a decir ella.
—No, gracias —la interrumpió abruptamente.

No quería oír la confesión de su madre en boca de otra persona. No podía haber ninguna explicación y la excusa llegaba con veinticinco años de retraso. Lo hecho, hecho estaba y nada podía cambiarlo.

—Joseph, si permitieras que ella hablara contigo…

El movió una mano en el aire y frunció el ceño.

—No hay nada que hacer. ¿Cuál es la sorpresa de que hablabas?

Invitado suspiró, obviamente decepcionada, dejó a un lado el cuchillo y se volvió hacia él con una sonrisa forzada.

—Bien, casi habíamos terminado en el spa, cuando escuchamos la conversación de dos mujeres. Decían las cosas más horribles sobre tu madre, y sobre nosotros.

Joe apretó los dientes y esperó que terminara. El cotilleo no era nada nuevo en esa ciudad, pero la idea de que Invitado y su madre hubieran escuchado los sucios cuchicheos que se cocían en torno a la familia Jonas… Era intolerable.

Ella siguió hablando y, cuanto más le contaba, más aturdido se sentía él.

Lo ocurrido era algo más que un simple cotilleo. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que había hecho?

—De todas formas… —decía Invitado—. Después de cantarles las cuarenta, las dos víboras se fueron rápidamente. Casi salían chispas de sus elegantes sandalias… Estaba tan orgullosa de mí misma por ponerlas en su lugar, que me fui a comer con tu madre para celebrarlo.

Joe la miró fijamente, como si nunca la hubiera visto antes.

—¿Celebrarlo? ¿Estás loca?
—Joe…
—¡Maldita sea, Invitado! ¿No te das cuenta de que lo has empeorado?

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Mensaje por margarita Mar 07 Ago 2012, 3:54 pm

ahhhhhh este joeee que malo!!!!!! ,mmmmmm siguela porfas!!!!
margarita
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Mensaje por Zulencita González Mar 07 Ago 2012, 4:15 pm

siiiiiiiiigue esta emocionannte!!! :P
Zulencita González
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Mensaje por aranzhitha Mar 07 Ago 2012, 7:18 pm

hay Joseph que malo eres :x
Eres bien frio
Siguela!!!
aranzhitha
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Mensaje por fernanda Mar 07 Ago 2012, 7:59 pm

:x
me esta cayendo mal joe
dios !
es que es tan terco
por favor SÍGUELA!
fernanda
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Mensaje por ElitzJb Mar 07 Ago 2012, 8:03 pm

Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 4 167695056 oh x dios joe es mas testarudo y muero
sios siguela esta super genial la nove sigue
ElitzJb
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Mensaje por Jess Jonas .. Miér 08 Ago 2012, 6:21 pm

" pero… ¿cuánto es mucho tiempo? ¿Me quedo y me arriesgo a que nunca sienta por mí lo que yo quiero?. ¿O debo dejarle mientras todavía haya posibilidad de recuperarme y olvidarle? " ..
Siempre me he dicho que ella debe dejarlo ..
que no tiene el porque de estar sufriendo así al lado de él ..
el no la ama quizá .. la quiera pero no es lo mismo , no es lo que ella quiere de él ..
él solo la quiere pero en la cama ..
él no es cariñoso , no le dice cosas lindas ..
solo la quiere tener para los Oscar y aparentar ser " La Familia Perfecta " ..
no quiere tener hijos ..
y lo más estúpido es que son un matrimonio ..
y no entiendo porque o para que quería Joseph casarse con ella ? ..
si solo podían ser amantes y punto !!! ..
e igual presentarse en los Oscar ¬¬' ..
pero boehh lo ama y que se aguante ahora ..
y a mi me encantó que se haya defendido y que haya defendido también a la familia Jonas !! ..
y me importa un rábano lo que opine o piense o diga Joe ¬¬' ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Jess Jonas ..


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Mensaje por Koni Jue 09 Ago 2012, 11:36 am

Asuntos Pendientes

Capitulo 10


Denisse abrió la puerta de la mansión de la familia Jonas, entró y se detuvo en el umbral, como si temiera que el mayordomo o Hannah, el ama de llaves, pudieran echarla de allí.

Pero eso no iba a suceder.

Kevin no le había pedido que se marchara. Ella se había ido por su propia voluntad, pues sabía que ambos necesitaban tiempo para superar un secreto tan doloroso.

Sin embargo, ver a Invitado enfrentándose a la malicia de aquellas mujeres le había dado el valor que necesitaba para afrontar sus propios problemas. No podía quedarse en un hotel por el resto de su vida; no mientras su corazón estuviera allí. En esa casa. Con Kevin.

Fuera o no lo correcto, tenía que regresar a su lado. Tenía que averiguar si todavía podía luchar por su matrimonio.

Entró en la casa en silencio y, de la misma forma, cerró la puerta tras de sí. Respiró profundamente para calmarse y miró alrededor para reconocer el hogar que tanto había echado en falta. Había demasiado silencio. En los primeros años de su matrimonio, hubiera dado cualquier cosa por tener un poco de paz y quietud, pero en ese momento, lo hubiera dado todo por volver a escuchar a sus hijos correteando por la casa. Oír sus gritos, su risa. Volver a ser aquella joven esposa, pero con la sabiduría acumulada con el paso de los años.

De pronto reparó en una foto de Bella.

Su pobre hija… Cuánto había sufrido por su causa.

Había hablado con ella una hora antes y, aunque su relación era bastante frágil, Denisse sabía que el amor que sentía la una hacia la otra era lo suficientemente fuerte como para superar los errores del pasado.

—Dios, fui una idiota —susurró para sí con palabras que rompieron el silencio que la rodeaba.
—No.

Denisse dio un respingo, sorprendida al ver que no estaba sola. Kevin salió del salón y se detuvo bajo la luz de la lámpara del recibidor. Su semblante estaba tenso, pero sus ojos, esos ojos que ella conocía tan bien, estaban llenos de pena.

La madre de Joe se tapó la boca con la mano y se volvió rápidamente hacia la salida, sin apenas poder hablar.

—Lo siento, Kevin —susurró—. No debí haber venido.

Kevin puso su mano sobre el brazo de Denisse para detenerla.

—No, nunca te debiste marchar.
—¿Qué? —preguntó Denisse y alzó los ojos hacia él.

Kevin sonrió. El hombre a quien ella amaba tan apasionadamente le sonreía y su corazón latía con fuerza, lleno de una esperanza renovada.

—Lo siento tanto, Denisse.
— Kevin, no —replicó Denisse, asombrada por sus palabras, las únicas que nunca había esperado oír de su boca—. Yo soy quien debe disculparse. Nunca quise hacerte daño. Nunca quise…

El la tomó por los hombros y sus manos le trasmitieron la calidez que necesitaba después de tantas semanas de soledad.

Los ojos de Denisse se llenaron de lágrimas que no se atrevía a derramar por miedo a no poderlas contener.

—No me debes ninguna explicación, Denisse —dijo Kevin y la besó en la frente—. Recuerdo cómo era yo entonces. Recuerdo que a menudo te dejaba sola. Lo decidido que estaba a mantenerte a distancia.

«Cierto», pensó Denisse.

Todo eso era cierto. Esos habían sido los motivos que la habían impulsado a buscar en otro hombre la atención que quería que su esposo le prodigara.

—¿Por qué? —exclamó Denisse, haciendo la pregunta que debía haber formulado mucho tiempo antes—. Yo sabía que me amabas. Pero… ¿por qué me apartabas de ti?
—Por esa misma razón… —confesó él, con una amarga sonrisa—. Creía que te amaba demasiado y que si te decía cuánto te necesitaba, ibas a tener todo el poder sobre nuestra relación para hacer lo que quisieras con mi corazón.
—Oh, Kevin …
—Yo fui el tonto —dijo y le levantó la barbilla a Denisse con la mano para mirarla directamente a los ojos—. Sentí cómo te alejabas y no hice nada para impedirlo. Vi cómo David te manipulaba y me dije a mí mismo que no pasaría nada. Me di cuenta de tu sufrimiento y lo ignoré.

Una lágrima descendió por la mejilla de Denisse, pero ella no se molestó en secarla.

—No quería lastimarte, Denisse —susurró Kevin y besó la lágrima suavemente.

Denisse sintió cómo desaparecía el dolor que la había atenazado tanto tiempo. Estar allí, junto a él, en el lugar adonde ella pertenecía, la hacía sentirse tan bien… ¿Cómo había podido arriesgar todo aquello? ¿Cómo había podido arriesgarse a perderlo?

La esperanza regresó a su corazón. Pensó que por fin podía recuperar lo que había perdido por su egoísmo y su falta de visión. Pero, antes de continuar, tenía que saber algo.

—¿Y Bella? ¿Sospechaste entonces que David era su padre biológico?

El dolor asomó brevemente a la faz de Kevin.

—Sí —dijo suavemente—. Lo sabía. Pero no me importó. Bella es mía. Es nuestra. Siempre lo ha sido.

El secreto de Denisse, tan cuidadosamente guardado durante años, nunca lo había sido realmente.

¿Era una ironía? ¿O acaso era justo que ella y Kevin hubieran sufrido solos, culpándose a sí mismos de lo que había pasado sin atreverse a confesarlo?

—Oh, Kevin, te quiero tanto… Siempre te he amado.

Denisse finalmente levantó una mano y se secó otras lágrimas que caían por sus mejillas.

—Sólo me sentí perdida un momento.
—Perderse no es importante —dijo Kevin suavemente—. Sólo importa que hayas encontrado el camino de regreso a casa. Que ambos lo hayamos encontrado.
—Te he echado tanto de menos… —dijo ella.

Kevin la abrazó y Denisse respiró aliviada por primera vez en semanas. El olor, la calidez, la fortaleza de Kevin, le eran tan familiares, tan necesarias… Todas esas sensaciones le hacían ver que, finalmente, había vuelto a su hogar.

—No me abandones nunca, Denisse —murmuró, besando sus cabellos y apretándola contra su cuerpo—. No puedo vivir sin ti.
—Nunca te dejaré —juró Denisse y le miró a los ojos—. Siempre estaré contigo, siempre.
—Vamos arriba —dijo Kevin sin soltarla y la llevó hacia la escalera—. Te mostraré cuánto te he echado de menos.

Denisse posó la cabeza en el hombro de su marido y suspiró agradecida.


—¿Peor? —Invitado lo miró como si se hubiera vuelto loco, y así era como Joe se sentía en ese momento—. ¿Qué quieres decir? ¿Cómo pueden empeorar las cosas porque yo me defienda y defienda también a tu madre?

Joe maldijo por lo bajo.

«¿Cómo es posible que las cosas puedan salir tan mal en un abrir y cerrar de ojos?», se preguntó para sí.

Un rato antes, estaban juntos haciendo el amor, y ahora…

—¡Maldita sea, Invitado! ¡Por supuesto que has empeorado las cosas!

Joe se pasó ambas manos por el pelo y caminó por la cocina. Quería agarrar algo y arrojarlo al suelo con furia, pero no había nada en su camino, así que no quedaba más remedio que calmarse.

—¿En qué rayos estabas pensando? —preguntó Joe.

Ella giraba sobre sí misma, siguiéndole con la vista mientras él caminaba furioso.

—Pensaba en defenderme y también a tu madre. Pensaba en esta familia —respondió con sus ojos de color violeta bien abiertos y los brazos en jarras.
—Buen trabajo —resopló Joe y soltó una risa amarga.
—¿Qué es lo que te pasa? Sólo fue un encuentro en un salón con un par de mujeres y a nadie más le importa.
—Exacto —Joe se detuvo en seco y la miró como si nunca la hubiera visto antes—. Por si nadie te lo ha dicho, esto es Hollywood. Esas dos mujeres se lo dirán a todo el mundo. ¿Piensas que no van a contarle tu amenaza a todo el mundo? No hay secreto bien guardado en esta ciudad… por lo regular—añadió Joe, pensando que su madre sí había logrado mantener su secreto a buen recaudo durante treinta años.
—Dev, no podía quedarme allí sentada mientras esas mujeres insultaban a tu madre.
—Pues debías haberlo hecho —dijo bruscamente, al imaginar los titulares de los periódicos de la mañana.

«La mujer de Jonas amenaza a unas actrices», pensó.

—¿Por qué? —preguntó Invitado.
—¡Diablos! ¿Acaso no ha habido ya suficiente mala prensa sobre la familia? Cuando esas dos propaguen los chismes por toda la ciudad, todo el mundo comentará que mi mujer amenazó a unas actrices diciéndoles que podía arruinarles la carrera cinematográfica. ¡Vaya! Muchas gracias por tu ayuda.
—¡Por el amor de Dios! Estás haciendo una montaña de un grano de arena —dijo Invitado con el ceño fruncido.
—Y tú debes ocuparte de tus propios asuntos.

La joven se sintió como si le hubiera dado una bofetada en la cara. Apretó la mandíbula con fuerza y sus ojos relampaguearon con rabia contenida.

—La familia Jonas es asunto mío —dijo finalmente, con voz tranquila, después de respirar a fondo—. Ahora soy un miembro más de esta familia, lo quieras admitir o no.
—¿Y qué rayos significa eso? —gritó Joe, furibundo.
—Si vas a gritar, no te hablaré más.
—¡Cómo que no! —gritó nuevamente—. Estamos discutiendo.
—No. Yo estoy manteniendo una discusión —dijo Invitado tajantemente—. Tú tienes una pataleta.
—¿Pataleta? —Joe levantó las manos y alzó la mirada al cielo como si buscara una ayuda que él sabía no llegaría—. Bien, ¿qué diablos querías decir con que tú eres parte de esta maldita familia, lo quiera yo admitir o no?
—Significa que mientras estamos juntos en la cama, tú eres tan feliz como una perdiz por tenerme cerca. Pero en el momento en que sale el sol, no quieres verme ni en pintura.
—Eso es ridículo —dijo Joe, aunque supiera que las palabras de Invitado estaban muy cerca de la verdad.
—¿No es así? —preguntó ella y se acercó a él con los ojos centelleantes.

Joe dio un paso atrás. Estaba furioso, pero no era idiota.

—No se trata de nosotros —replicó, a pesar de la furia que sentía—. ¡Se trata de que los asuntos de mi familia estén en boca de todos! ¡Tú has contribuido a empeorar las cosas amenazando a esas idiotas!
—Nuestra familia estaba siendo atacada, Joe. Y yo defendí a tu madre. Algo que tú nunca has sido capaz de hacer.
—No empieces… —le advirtió.
—No fui yo quien empezó —dijo Invitado , acaloradamente—. Fuiste tú. Culpas a tu madre por algo que pasó hace veinticinco años. Y ella también se culpa a sí misma.
—Como debe ser…
—No he terminado —Invitado le interrumpió bruscamente—. ¿Nunca se te ha ocurrido pensar que hacen falta dos personas para que un matrimonio tenga éxito?
—¡Así que fue culpa de mi padre! —Joe sacudió la cabeza y se rió—. ¡Fantástico! Perfecto. ¿Es eso lo que te contó mamá? ¿Que fue obligada a acostarse con mi tío porque mi padre quería que lo hiciera?
—Ahora estás siendo estúpido —dijo Invitado y se dio la vuelta—. Obviamente, no quieres oír lo que tengo que decirte.

Joe la sujetó por el brazo y la obligó a mirarle a la cara.

—Esto no ha terminado. Tú quieres terminarlo. Bien. Hablemos de ello. Mi madre traicionó a mi padre. Nos traicionó a todos.
—¿No crees que ella lo sabe? ¿No crees que lo lamente?
—¿Acaso puede cambiar las cosas con lamentarlo? —preguntó Joe y la soltó.

Necesitaba moverse, así que comenzó a andar nuevamente; tenía que soltar la rabia y la energía que llevaba dentro. No podía estar tranquilo ni aunque le fuera la vida en ello.

—Si ella pudiera cambiar las cosas, no tendríais a Bella —le recordó Invitado suavemente.
—Ese es un golpe bajo —dijo y la miró fijamente.
—Es la verdad, Joe —dijo Invitado y soltó un suspiro—. No digo que tu madre no cometiera un error. Lo que quiero decir es que no fue ella sola quien lo cometió. ¿No has pensado que si tu padre no hubiera estado tan ocupado con su trabajo como para no darse cuenta de que tenía una esposa, nada de esto habría ocurrido?

Joe frunció el ceño. Quería desechar ese argumento, pero ¿no hacía sólo unos días que él había pensado lo mismo? ¿No había sido en casa de Jack, durante la barbacoa?

De niño apenas veía a su padre y, al mirar atrás, con la perspectiva de un adulto, no era capaz de recordar a su madre en compañía de su padre. Ella siempre estaba sola.

—Eso no constituye una disculpa para lo que ella hizo —dijo en voz alta.
—Efectivamente, no es una disculpa, pero sí un motivo —dijo Invitado —. Quizás Denisse necesitaba sentirse querida. Saber que era amada.
—¿Y acostarse con su cuñado hizo que se sintiera amada? —preguntó joe con ironía—. ¡Qué bien!
—No seas tonto, lo que David hizo fue humillarla, utilizarla.
—¿Qué? —preguntó Joe, incrédulo.
—Ya me has oído —Valerie se le acercó con los ojos centelleantes—. El se aprovechó de Denisse. Su propio esposo la ignoraba y el hombre que la sedujo realmente la estaba utilizando para herir a su propio hermano. Así que ¿quién se llevó la peor parte en este asunto?

Las palabras de Invitado fueron como una bofetada que le obligó a enfrentarse a unas cuantas cosas que había elegido ignorar durante mucho tiempo.

Su madre también había sufrido con todo aquello y resultaba evidente que el «perfecto» matrimonio de sus padres ya tenía problemas antes de la traición. Pero él no quería reconocer el punto de vista de Invitado, porque si lo hacía, iba a verse obligado a admitir que ninguno de sus padres era perfecto. Y eso no era nada fácil.

—¿No lo ves, Joe? Hay dos personas en un matrimonio. Y si sólo una de ellas es la que ama, esa unión está condenada al desastre.

Joe la miró a los ojos y entonces comprendió que estaba hablando de algo más. Estaba hablando de ellos dos.

—Nuestra situación es diferente.
—¿Lo es? —preguntó ella.
—Lo es, a menos que te estés acostando con mi tío —respondió en el colmo de la exasperación.
—Eso no tiene nada de gracioso.
—Nada de esto lo es —murmuró Joe y levantó las manos, como si tratara de ahuyentar el incipiente dolor de cabeza que empezaba a aturdirle.

Tenía que guardar las distancias con ella, pero su corazón le traicionaba. Y ya no podía pensar con claridad.

—¿Cómo diablos puede un hombre vivir con eso?
—Joe…
—Déjalo ya, Invitado, ¿de acuerdo? Déjalo por esta noche —le dijo y se dispuso a salir. Necesitaba aire fresco, moverse, pensar. Apartarse de esos ojos violeta que veían demasiado.
—¿Adonde vas? —preguntó ella.
—Necesito dar un paseo. Despejar la mente.

Caminó hasta el borde del jardín y miró hacia la casa donde había crecido. Los ecos de la discusión con Invitado todavía retumbaban en su cabeza.

Recorrió con la mirada la vieja casa, y entonces vio algo en la suite de su padre. Eran sombras que se movían a la luz de la lámpara.

Dos siluetas que se acercaban hasta fundirse en una sola…

No tuvo ninguna dificultad en reconocerlas. Eran sus padres. Obviamente, Kevin y Denisse se habían reconciliado.

Sorpresa, shock, indignación…

Sentimientos contradictorios emprendían una lucha descarnada por hacerse con el control de su ser.

Se alejó un poco. Contempló la negra espesura y escuchó los sonidos que le rodeaban.

Al final de la calle, un perro lanzaba agudos ladridos y un coche se dirigía hacia la ciudad haciendo rugir su potente motor.

¿Cómo no iba a perdonar a su madre si su padre lo había hecho?

Disgustado con sus padres, con su mujer y consigo mismo, Joe echó a andar calle abajo entre el verdor de los árboles que custodiaban las múltiples mansiones.

Necesitaba ese paseo mucho más de lo que había creído en un primer momento.
Koni
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Mensaje por jonatic&diectioner Jue 09 Ago 2012, 12:06 pm

me dan tantas ganas de reventar a joe es un cabeza dura!!

siguela
jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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Mensaje por Jess Jonas .. Jue 09 Ago 2012, 3:29 pm

" —Perderse no es importante —dijo Kevin suavemente—. Sólo importa que hayas encontrado el camino de regreso a casa. Que ambos lo hayamos encontrado. " ..
Me alegro tanto de que al menos Denisse y Kevin se hayan reconciliado ..
se lo merecen , a pesar de todo lo ocurrido , se lo merecen ..
Se que Joe es el hijo de Kevin , pero lo que no puedo creer es que Joe sea igual o peor que su padre ..
Denisse lo traicionó porque buscaba ser amada , porque Kevin estaba más interesado en su trabajo que en su esposa y que también como dijo el mismo que si el le demostraba cuanto la amaba , que ella tendría todo el poder en la relación e hiciera con su corazón lo que quisiese hacer ..
Joe es tan exactamente igual ..
pero a diferencia que el todavía cree no amar a su esposa ..
pero la necesita y eso esta bien ..
Y su padre pudo perdonar a su esposa porque también se dio cuenta que una parte era su culpa , por no estar con ella todo el tiempo ..
" —Significa que mientras estamos juntos en la cama, tú eres tan feliz como una perdiz por tenerme cerca. Pero en el momento en que sale el sol, no quieres verme ni en pintura. " ..
Y esto es tan cierto ..
también me alegro de que le haya dicho esto a Joe ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Jess Jonas ..


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