Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 3 de 8. • Comparte
Página 3 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
Asuntos Pendientes
Capitulo 6
Invitado estaba encendiendo unas velas de color rosa pálido cuando oyó la llave de Joe en la cerradura.
En ese momento el aliento se le quedó atrapado en el pecho y una efervescencia de burbujas empezó a bullir en su vientre.
Una estupidez. No tenía por qué estar nerviosa. Pero no podía evitarlo.
Las luces de las velas bailaban al ritmo de la suave brisa nocturna y una suave melodía de jazz brotaba del equipo de sonido. Había entremeses sobre la mesa y Invitado se había puesto el vestido que Bella la había hecho comprarse.
Estaba todo lo lista que se podía estar.
Al abrirse la puerta, corrió del balcón a la habitación para recibirle, pero antes de que pudiera saludarle, oyó un golpe seco seguido de un quejido.
—¿Joe? —corrió a través de la estancia en sombras. El ruido de sus vertiginosos tacones hacía eco sobre las paredes—. ¿Te encuentras bien?
El reparó en la mesa que ella había cambiado de posición y fue hacia ella cojeando.
—En cuanto se me pase el dolor estaré bien.
—¿Qué te ha pasado?
—Casi me mato con esa maldita mesa que no estaba ahí cuando me fui al trabajo —se detuvo en seco y miró a su alrededor—. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién ha movido los muebles?
—Yo.
El la miró.
—¿Por qué? —le preguntó. Sus ojos azules estaban llenos de desconfianza y recelo. Tenía el pelo alborotado, como si se lo hubiera estado tocando mucho. Su corbata estaba suelta en el cuello y el primer botón de su camisa estaba desabrochado.
Invitado no pudo evitar reaccionar ante las deliciosas sensaciones que la invadían al verle así.
Se encogió de hombros con indiferencia.
Ella quería que todo estuviera perfecto cuando él llegara a casa, pero nunca hubiera deseado que se rompiera una pierna al entrar en la habitación.
Llevaba todo el día esperando su llegada y era evidente que no había encajado muy bien los cambios.
—Los dos vivimos aquí, Joe —le dijo, con un ánimo positivo—. Sólo quería mejorar un poco la habitación.
—¿Un poco? —exclamó, inclinándose para frotarse la espinilla—. Casi me mato con la mesa que dejaste junto a la puerta.
—Bueno —elijo ella en un tono risueño—. A mí me parece que estás muy saludable.
El sacudió la cabeza y volvió a mirar a su alrededor.
Invitado siguió su mirada.
La nueva disposición de los muebles no podía ser mejor. Sin embargo, aún mejoraría mucho más en cuanto sustituyera esos horribles muebles oscuros por piezas acolchadas de colores claros.
—Está muy bien, ¿no crees? —dijo—. ¿Ves?, he movido ese sofá y lo he puesto delante de la pantalla de televisión, pero quería poner el otro frente al hogar. Así uno se puede acurrucar frente al fuego.
—¿Acurrucar? —le preguntó él, mirándola con asombro.
—Y también le quité unas cuantas flores al jardín de tu madre —dijo ella, sonriendo—. Espero que no le importe.
—Mi madre no está aquí.
—Lo sé, pero volverá.
El suspiró.
—Invitado …
—Creo que el nuevo arreglo te gustará cuando te acostumbres a él —dijo ella rápidamente, cambiando de tema.
—Si es que no me mato antes —murmuró él—. ¿Y cómo lo has hecho todo en un día?
—Bella me ayudó.
—¿Bella ha estado aquí?
—Esta mañana —dijo Invitado, disfrutando de la sensación de sorprenderle. Le agarró del brazo y lo hizo avanzar unos pasos dentro de la habitación—. Nos lo pasamos muy bien.
—Ya lo veo —masculló él.
El corazón de Invitado se hundió un poco, pero no demasiado.
¿Por qué tenía que cuestionarla en todo? ¿Por qué se empeñaba en ponerle las cosas tan difíciles?
—¿Entonces no te gusta nada? —le preguntó, sin darse por vencida.
Se detuvo frente a la mesa del balcón. Agarró la botella de Chardonnay, sirvió dos copas de vino y le dio una a Joe
.
A la luz de la luna, sus ojos azules se oscurecían y el atisbo de emociones que Valerie había creído ver en otras ocasiones era imposible de encontrar.
El bebió un sorbo, soltó el aliento y la miró una vez más.
—No es que no me guste. Es que me ha sorprendido —dijo, haciendo una mueca y mirándola.
Invitado levantó la barbilla y se mantuvo firme, sin perder el contacto visual mientras la miraba de arriba abajo.
Le ardía la piel bajo las caricias de aquellos ojos penetrantes y su corazón latía a cien por hora.
Qué bien que se había ido de compras con Bella esa tarde.
El vestido negro que llevaba puesto tenía un escote tan generoso que casi mostraba los pezones, y la falda terminaba justo por debajo del trasero. Además, se ceñía a su cuerpo como una segunda piel y era tan apretado que ni siquiera se había podido poner un tanga, para que no se le vieran las marcas.
Bella había insistido tanto en que se lo comprara que al final no había podido resistirse.
El la devoraba con la mirada y, de pronto, ella se sintió poderosa.
—Estás… —dijo él, bebiendo un poco más de vino—. Ese vestido es…
—¿Te gusta? —preguntó ella, dándose la vuelta lentamente.
—Sí—dijo él en un tono circunspecto—. Podría decirse que sí.
—Me alegro —dijo ella, sonriendo de oreja a oreja.
De repente, Joe sintió una punzada de desconfianza. ¿Qué se traía entre manos? ¿Acaso estaba intentando volverle loco?
Si ése era el plan, entonces todo le estaba saliendo muy bien.
Reorganizar los muebles, hacer la cena, ponerse un vestido sensual…
En ese momento sólo podía pensar en arrancárselo de la piel y un torrente de lujuria corría imparable por sus venas.
No había podido dejar de pensar en ella en todo el día y, por fin, la tenía ante sus ojos, vestida para seducir. Y lo único que deseaba era ver cómo se le salían los pechos de ese vestido diminuto.
Llevaba en la casa menos de cuarenta y ocho horas y ya había puesto patas arriba todo su mundo, pero eso no era lo que él había planeado cuando la había ido a buscar a su apartamento. Debería haber sido él quien pusiera las reglas y condiciones. Debería haber sido él quien la sorprendiera. Sin embargo, tenía la sensación de haber irrumpido en un plato en mitad de un rodaje, sin saberse su papel, ni el argumento de la película.
—¿Por qué no nos sentamos y charlamos un poco antes de cenar? —sugirió ella—. Cuando estemos listos sólo me llevará unos minutos cocinar las vieiras.
—Sí. Es buena idea —dijo Joe, pensando que quizá sí era buena idea hablar con ella, a ver si así podía descifrar qué estaba tramando.
—Vamos a sentarnos en el sofá, ¿no? ¿Llevas el vino y yo llevo estos aperitivos?
Agarró la bandeja repleta de exquisitos aperitivos y se dirigió hacia el mullido sofá que había colocado enfrente del hogar.
Sobre la repisa de la chimenea había varias velas encendidas.
Un escenario de seducción…
¿Era eso lo que intentaba hacer?
Joseph reparó en su turgente trasero cuando se dio la vuelta. Aquel fino tejido negro acariciaba la redondez de su cuerpo con firmeza.
Sacudió la cabeza y trató de concentrarse. Agarró la botella de vino y fue tras ella, pasando por delante del balcón donde habían hecho el amor con frenesí la noche anterior.
Velas y más velas, porcelana, una enfriadora de plata con una botella de champán, la brisa nocturna, la puesta de sol, las primeras estrellas…
Llevó la botella al sofá v se sentó a su lado. Ella lo esperaba con las piernas cruzadas y los ojos brillantes; una sonrisa curvó sus labios.
—¿No estamos mejor aquí? —le preguntó ella—. Me gusta sentarme delante del fuego.
—Aja —él la miró de reojo y entonces no pudo evitar fijarse en la sugerente cuna de sus pechos.
De inmediato le dio un trago a la copa de vino para despejarse un poco, pero no funcionó.
—Hoy hace demasiado calor como para encender el fuego, pero las velas sirven igual —añadió ella.
—Sí. Está muy bien —dijo él en un tono tenso.
—Creo que la nueva organización de los muebles te gustará en cuanto te acostumbres.
—Supongo —Joe se recostó en el sofá, estiró las piernas por delante y las cruzó a la altura de los tobillos.
El suave aroma de su perfume de mujer comenzaba a embriagarle lentamente, envolviéndole sin remedio.
Respiró hondo y absorbió la exquisita fragancia.
Ella lo estaba volviendo loco.
—Todavía hay algunas cosas que quiero cambiar.
—Claro —dijo él. Hizo una pausa y entonces pensó en lo que acababa de decir—. ¿Qué?
—Bueno, las butacas de cuero no son muy cómodas, ¿verdad? —Invitado se echó hacia atrás y apoyó la cabeza sobre su hombro.
Joe bebió otro sorbo de vino.
—Mientras que no sean de color rosa, puedes hacer lo que quieras —dijo—. Una vez, Bella amuebló la casa de campo para invitados y había tantas cosas de color rosa que era como caminar sobre algodón de azúcar.
Ella se echó a reír.
—Nada de rosa. Lo prometo.
El también sonrió. Era agradable estar allí, sentado a su lado, entre las sombras.
Tomó un poco más de vino y, poco a poco, empezó a liberarse de la tírame tensión de un largo día de ajetreo.
—Hace una noche muy agradable.
—Sí —dijo él bruscamente—. Así es.
Ella suspiró y se apoyó mejor en el hombro de él.
—Pensé que sería una buena idea cenar fuera en el balcón. Espero que no te importe…
—No —dijo él, intentando ahuyentar los recuerdos de pasión de la noche anterior—. ¿Por qué iba a importarme?
—Bien. Eso es bueno —dijo ella.
Joe sintió su sonrisa sobre la piel.
—¿Qué tal el trabajo? —le preguntó ella.
—¿Qué tal el trabajo? —repitió él, sorprendido.
—Sí —dijo ella, frotando sus piernas cruzadas la una contra la otra en un movimiento muy sensual.
Joe ya no pudo contenerse ni un segundo más.
—¿Qué estás haciendo, Invitado? —le preguntó en un tono hosco y se terminó la copa de vino de un trago.
Ella se incorporó de inmediato y lo miró de frente.
—¿Qué quieres decir?
El agitó un brazo, señalando todo a su alrededor.
—El vino, la cena íntima, las preguntas sobre mi trabajo, ese vestido… ¿Qué está pasando?
Ella parpadeó varias veces con inocencia.
—No sé qué quieres decir.
En ese momento, Joe se dio cuenta de que la había infravalorado mucho. Era buena, muy buena… Sabía cómo jugar.
—Sí que lo sabes.
Ella suspiró, agarró la botella de vino y llenó ambas copas hasta el borde.
—Joe; esta mañana me fui de compras y quise hacer la cena. Me compré un vestido nuevo y pensé que te gustaría vérmelo puesto, así que me lo puse. Hace un tiempo espléndido, de modo que preparé la mesa en el balcón, igual que tú hiciste la otra noche… Además, eres mi marido, y por eso te he preguntado cómo te fue el día. Si no quieres hablar de ello, muy bien, pero no pienses que esto es una conspiración ideada para atraparte en un plan malévolo.
—Yo no quería decir eso —dijo él, mintiendo.
—Bien —ella volvió a sonreír y le dio un golpecito en la pierna con la punta del zapato—. ¿Entonces por qué no me cuentas cómo te fue el día?
Desconfiado y a la defensiva, Joe se aflojó la corbata, se la quitó bruscamente y la arrojó sobre el sofá.
Se incorporó, le dio su copa de vino y se quitó la chaqueta del traje para después tirarla también encima del sofá.
—¿Qué quieres saber?
—Todo —dijo ella, poniendo su mano sobre la de él—. ¿Qué has hecho hoy?
Malhumorado, Joe se rindió ante lo inevitable. Apartando la vista de ella, se recostó en el sofá y comenzó a hablar.
—Tuve que ir a un emplazamiento de rodaje y pelearme con el director.
—Mm. ¿Harrow?
Él le lanzó una mirada extrañada.
—¿Cómo lo sabes?
Ella se echó a reír.
—No soy idiota, Joe. Cuando estábamos separados, siempre me mantuve bien informada. Sé que Harrow está trabajando en The Christmas Wish. Y también sé que siempre se pasa del presupuesto. No es de extrañar que hayas tenido que ir a verle y hacerle entrar por el aro.
—Oh —Joe frunció el ceño y bebió un poco más de vino. El frío líquido se deslizaba por su garganta como un torrente de lava.
—¿Cómo fue entonces?
Antes de que pudiera pensárselo dos veces, Joe terminó contándole todos los pormenores de su reunión con el famoso y premiado director.
Ella se reía al oírle describir al pintoresco personaje y disfrutaba viéndole criticar el carácter temperamental del viejo cascarrabias.
Tanto así, que Joseph siguió adelante con su relato, animado por su interés.
Estaba disfrutando mucho con aquella conversación ligera y distendida. Invitado era una mujer razonable y objetiva; alguien que sabía escuchar y comprender lo difícil que era hacer funcionar el engranaje de la industria del cine.
Sin embargo, no podía dejarse envolver en su acaramelada telaraña de mujer.
No estaba dispuesto a enamorarse como un tonto; no iba a cometer el mismo error que su padre.
Las mujeres nunca eran de fiar. Sólo tenía que fijarse en la traición de su propia madre, Denisse, que había engañado a su padre, Kevin, con su tío David, sin ningún tipo de escrúpulo.
Pero él era mucho más listo. Su corazón estaba bien escondido y protegido tras una coraza de hierro que ni Invitado ni ninguna otra mujer sería capaz de agrietar.
—Papá me ha dicho que vas a poner en marcha una campaña de anuncios para celebrar las nominaciones a los Oscar de Honor.
—Sí —dijo él, en tensión.
—He estado pensando en ello y se me ha ocurrido una idea que a lo mejor no has contemplado.
—¿Qué? —le preguntó Joe, molesto e intransigente.
Ella sonrió y se inclinó hacia él.
—Estaba pensando que todas las productoras de la ciudad están promocionando sus películas hasta la saciedad, pero Honor es diferente. Es una historia real.
—Sí, y todo el mundo lo sabe.
—Claro que conocen la historia superficialmente, pero quizá deberíamos recordarles que esta película trata de tu familia, los Jonas.
—¿Y qué tienes en mente? —le preguntó Joe, intrigado.
Ella dejó la copa de vino en la mesa y lo miró a los ojos.
—Cuando hagas los anuncios, ten en cuenta este aspecto. Recuérdales a la audiencia y a los miembros votantes de la Academia que esta historia es la de los Jonas. Recuérdales que es una historia real sobre tus abuelos. Usa fotos de ellos además de las imágenes de la película; el soldado americano durante la Segunda Guerra Mundial que se enamora de la hermosa cantante francesa…
Joe empezó a ver todo un abanico de posibilidades en su sugerencia.
—La historia de amor es muy poderosa —dijo Invitado en un susurro—. Charles y Lillian trabajaron juntos en Francia durante la ocupación nazi. Lo hirieron y ella lo devolvió a la vida… Enséñales lo dura que fue la separación cuando él tuvo que dejarla para volver a la guerra y también la alegría cuando volvieron a reencontrarse.
Joe vio cómo le brillaban los ojos mientras hablaba y, de repente, entendió lo que su abuelo había sentido, cómo había perdido la cabeza por una mujer.
Invitado era una caja de sorpresas; ella era mucho más de lo que él se había molestado en conocer. Su voz, su sonrisa, su aroma… Ella era una avalancha sensorial que lo dejaba indefenso y sediento.
—La historia de amor es lo más importante, Joe —le decía ella—. No es una mera fantasía. Es real. Es el triunfo del amor durante un tiempo de guerra. Es el final feliz que busca la gente. Recuérdales lo especial que fue esa historia de amor.
Cuando ella dejó de hablar, Joe seguía bajo el hechizo de sus palabras, incapaz de reaccionar.
Después de unos segundos incómodos, Joe logró retomar las riendas de su compostura. Le dio un buen trago a la copa de vino y se atrevió a mirarla una vez más.
—Es una buena idea —admitió.
Honor no era sólo una película, era algo más. Honor era la magia de Hollywood, pero también era la vida misma.
En sus momentos más difíciles.
En sus momentos más felices…
Ella sonrió, claramente complacida ante su reacción positiva. Se acercó un poco más a él y le puso un brazo alrededor de la cintura.
—¿Quieres cenar? —le preguntó ella, levantando la cabeza y besándole bajo la mandíbula.
Joe sintió que su cuerpo reaccionaba al instante. Una ola de calor lo abrasaba por dentro y la comida era lo último en lo que podía pensar en ese momento.
—Ahora mismo no tengo mucho apetito —le dijo, abrazándola suavemente y palpando con deleite la textura de su vestido.
—Bien —dijo ella, sonriendo—. Yo tampoco.
Mirándola fijamente, Joe vio cómo se encendía la llama de la pasión en sus ojos de color violeta y entonces deslizó una mano por debajo de su vestido.
Ella suspiró y se ladeó un poco, facilitándole el acceso.
El llegó hasta la cuna de su trasero y entonces se detuvo bruscamente.
Los latidos de su propio corazón retumbaban dentro de sus oídos, dejándole sin aliento.
—¿No llevas ropa interior?
Ella se encogió de hombros.
—No quería que se vieran las marcas.
—Creo que deberías hacerlo más a menudo —le dijo Joe y tomó sus labios con un beso arrebatador.
Ella le había tendido una trampa de la que no podía ni quería escapar…
Koni
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
awww me encanta Joe es tan dfgshjkd
Lo amo :hug:
Siguela!!
Lo amo :hug:
Siguela!!
aranzhitha
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
awww cada vez me obsesiono más con tu nove S I G U E L A
MaleeJonas
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
Jajaja me encantó el capi :3 ..
fue hermoso ..
a pesar de que Joe siga siendo así como es (? xD ..
SI-GUE-LAA !! ..
fue hermoso ..
a pesar de que Joe siga siendo así como es (? xD ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
Asuntos Pendientes
Capitulo 7
Una semana después, Joe seguía sin saber cómo había perdido el control de la situación con Invitado.
Por suerte, durante el día conseguía refugiarse detrás de un muro de poder, pero, por las noches, las reglas del juego cambiaban. En la casa, en la cama… Invitado era una sirena cuyo canto lo atraía sin remedio. Aquella mujer tímida y anodina se había convertido en alguien exuberante y misterioso que lo estaba volviendo loco.
Tenía que haber una razón para semejante transformación. Ella debía de traerse algo entre manos y él tenía que averiguar de qué se trataba.
Por lo menos, en el trabajo tenía la satisfacción de saber que todo estaba bajo control. En las oficinas de Jonas Pictures siempre sabía lo que se esperaba de él y también lo que tenía que exigirles a aquéllos que lo rodeaban.
Pero en casa…Todo había dado un giro radical debido a su presencia, a Invitado … En los últimos días se había encontrado con nuevos muebles, que incluían varios butacones, una cama y una cocina. Ella preparaba la cena todas las noches y él había terminado por ayudarla, troceando cebollas, empanando filetes… Y lo pasaba tan bien.
Estaba a su lado, la oía reír… Y sus ojos brillaban con un resplandor que jamás había visto en ella.
Sacudiendo la cabeza, dio media vuelta. Sobre la mesa del escritorio lo esperaban montones de papeles y correos, pero estaba demasiado nervioso como para ocuparse de ellos. Fue hacia el ventanal y contempló el bullicio que reinaba en los estudios de Jonas Pictures.
Muy poca gente sabía apreciar su trabajo.
Los Figurantes caminaban por el set de rodaje con toda clase de atuendos y disfraces; los que trabajaban en The Christmas Wish, alienígenas que tomaban cafés con pajitas para no estropear las toneladas de maquillaje que llevaban encima…
Era un mundo extraño, un mundo maravilloso… Un mundo que él conocía muy bien.
—¿Qué voy a hacer? —se dijo a sí mismo, pensando en lo mucho que había cambiado su vida desde la llegada de Invitado.
En los últimos días, había hecho todo lo posible para irse pronto a casa, en lugar de buscar una excusa para quedarse hasta tarde, como solía hacer en el pasado. Y cada vez que entraba en el apartamento que compañía con Invitado , encontraba algo nuevo esperándole.
Alfombras coloridas, jarrones de flores, música y, como siempre, su aroma.
Todo en la casa olía a ella, como ella.
Pero las cosas tenían que volver a ser como antes. Tenía que retomar las riendas de su vida para que todo volviera a la normalidad. Ya era hora de recordarle quién era él, de tomar la iniciativa. Ya era hora de llevar la voz cantante y de darle unas cuantas sorpresas.
No podía dejarse llevar por sus instintos, por mucho que disfrutara con ello.
—¿Jefe?
Joe miró por encima del hombro al tiempo que se abría la puerta de su despacho.
—¿Qué ocurre, Megan?
—Su esposa está aquí.
—¿Qué?
Megan levantó una ceja.
—Ya sabe. Su esposa, Invitado.
—¿Qué demonios está haciendo aquí? —rodeó el escritorio y se dirigió a la puerta.
Ella jamás había estado allí. Nunca había ido a visitarle al estudio.
—Gracias —dijo Invitado, entrando en la habitación y mirando a Megan con una sonrisa—. No le entretendré mucho. Lo prometo.
—Oh, puedes entretenerlo todo lo que quieras, cariño —dijo Megan antes de abandonar el despacho.
Cuando salió, Invitado cerró la puerta por dentro y entonces se echó a reír.
—Bueno, tu asistente es tal y como me imaginaba.
Joe reparó en la comisura de sus labios, tensa con una medía sonrisa.
No hubiera querido alegrarse de verla, pero no podía evitarlo.
—¿Qué estás haciendo aquí, Invitado? —le preguntó en un tono poco amistoso.
Ella parpadeó, perpleja, mientras Joe se preguntaba qué esperaba.
¿Que la recibiera con los brazos abiertos? ¿Tener un apasionado encuentro amoroso en su despacho en mitad de la mañana?
Ese último pensamiento se apoderó de él con toda la fuerza de su potencia masculina.
Sólo podía pensar en el sexo con ella y no era capaz de quitarle los ojos de encima.
Llevaba puesto un traje de color gris. La falda le llegaba justo por encima de las rodillas, pero tenía una abertura que mostraba una generosa porción de su pierna derecha. La chaqueta era también muy ceñida y por debajo llevaba una blusa blanca con cuello en V, más unos taconazos de vértigo a juego con el bolso negro.
Tenía el cabello alborotado, sus ojos violetas brillaban y sus labios parecían listos para ser besados.
—Bueno —dijo ella—. No seas tan cascarrabias.
—No soy cascarrabias. Estoy muy ocupado… ¿Qué pasa, Invitado? —le preguntó en un tono frío.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Hay algún problema?
—Ninguno —dijo él.
Volvió junto al escritorio y se sentó de nuevo, como si quisiera escudarse detrás de la mesa.
—Estoy ocupado, como te he dicho. Eso es todo. ¿Necesitas algo?
Ella puso una expresión de confusión y tristeza, pero Joe permaneció impasible.
El no la había invitado a los estudios y ya era hora de que se diera cuenta de que no todas sus sorpresas eran bienvenidas.
—Nada importante —dijo ella.
—En ese caso… —señaló los montones de papeles que tenía delante.
—Pero sí que quería enseñarte esto —abrió el bolso y fue hacia él.
—¿Qué? —preguntó él, intentando ignorar la suave cadencia de sus piernas al moverse.
Se echó hacia atrás, cruzó los brazos y la miró a la cara.
—Mira. Compruébalo tú mismo —dijo ella, dándole una hoja de papel.
Joe la examinó un momento y entonces volvió a mirarla.
—¿Nada importante? ¿Tu padre nos va a reservar las páginas centrales de todos sus periódicos durante tres semanas para los anuncios de Honor?
Ella sonrió, satisfecha consigo misma.
—Eso es. Papá está encantado de hacerlo.
Joe examinó la nota del padre de Valerie una vez más.
Esa había sido la razón más importante por la que se había casado con ella. La dinastía Shelton era dueña de un poderoso holding mediático cuyos tentáculos se extendían por todo el país. Así, si colocaban material promocional en las publicaciones Shelton, entonces tenían garantizada la mejor publicidad.
Aquélla era, por tanto, una oportunidad de oro, un regalo del cielo, o mejor dicho, de su mujer.
«¿Qué es lo que pretende?», se preguntó Joe para sí.
—¿De quién fue la idea? ¿De repente tu padre se ha vuelto así de generoso?
Invitado puso el bolso sobre el escritorio, se encogió de hombros y entonces caminó por el despacho, contemplando los pósters que decoraban las paredes, las placas y los certificados expuestos en urnas de cristal…Las revistas que estaban amontonadas en un extremo de una mesa.
Se inclinó y las organizó un poco, mostrándole una vista mejor de su trasero firme.
Joe creyó que iba a perder el juicio.
¿Acaso trataba de hacerlo caer en la tentación?
—Fue idea mía —dijo ella, mirándole por encima del hombro—. Le dije a papá que sería bueno tanto para él como para Jonas Pictures dar una imagen de unidad. Ya sabes, una gran familia feliz.
Joe se dio cuenta de que ésa había sido la misma razón que él le había dado para que volviera a la casa. ¿Coincidencia?
«¿Y qué más da?», se dijo.
Lo importante era que acababa de conseguir publicidad gratis sin el menor esfuerzo.
—Ha sido muy buena idea —le dijo con reticencia.
Ella se incorporó, caminó lentamente hasta el escritorio, puso ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia él.
—Gracias —le dijo, esbozando una sonrisa preciosa—. ¿Qué te parece si me invitas a comer para darme las gracias como es debido?
Joe reparó en la piel cremosa de su escote.
¿Y si hacían el amor allí mismo, en ese momento?
Por mucho que quisiera sofocar las sensaciones que ella despertaba, su cuerpo estaba duro y caliente.
Ella se humedeció los labios y entonces Joe tuvo que reprimir un gruñido.
Una vez más lo estaba envolviendo en su telaraña y él no podía hacer nada.
—No es posible —le dijo, antes de que pudiera cambiar de idea—. Tengo una reunión dentro de una hora, y tengo mucho papeleo que hacer antes de irme.
—Oh —ella parecía tan decepcionada…
—Vamos. Te acompañaré al coche —se puso en pie. Rodeó el escritorio y la tomó de la mano.
—¿Por qué no me enseñas los estudios un momento antes de irme? —le sugirió, agarrándole la mano con fuerza y mirándolo fijamente—. Nunca he estado aquí antes y me gustaría saber más sobre tu trabajo.
Joe guardó silencio un instante. La deseaba tanto que apenas podía pensar.
De pronto ella le acarició la palma de la mano con las yemas de los dedos; un mero roce que lanzó descargas eléctricas por todo su cuerpo.
—¿Invitado , qué estás haciendo? ¿Por qué has venido en realidad? —le preguntó, apretándole la mano hasta aplastársela—. Podrías haberme dado esa nota de tu padre en casa. ¿Por qué te has molestado en venir?
—Sólo quería verte —le dijo ella en un susurro—. ¿Resulta tan difícil de creer? —se acercó un poco más. Le puso una mano sobre el corazón y enseguida sintió su atolondrado palpitar—. Quería saber si me echabas de menos tanto como yo a ti durante el día.
El soltó un quejido, dejó caer la cabeza hacia atrás y entonces volvió a mirarla.
—Este no es el momento —le dijo, como si le costara un tremendo esfuerzo pronunciar cada palabra—. Ni el lugar.
—¿Y por qué no? —sonrío ella—. La puerta está cerrada. Estamos aquí. Solos. Y yo te deseo, Joe. Te deseo tanto…
Joseph ya no pudo aguantar más. La agarró con brusquedad y le dio un beso violento y frenético. Sus lenguas chocaron, sedientas de pasión, y entonces él supo que la batalla estaba perdida. Tenía que hacerla suya en ese momento.
Le traía sin cuidado que medio estudio estuviera esperándole al otro lado de la puerta. Todo lo que realmente le importaba estaba dentro de esa habitación.
Invitado deslizó las manos alrededor de su cuello, aferrándose a él, y entonces Joseph empezó a mordisquearla detrás de la oreja.
¿Cómo era posible que él despertara tantas sensaciones en su interior? ¿Cómo había podido perderse esa pasión vibrante la primera vez que había estado con él?
Había vuelto a su lado con la idea de seducirle y atarle con las cuerdas de seda de la atracción sexual, pero jamás había imaginado que llegaría a sentir lo que sentía en ese momento. Cada vez que él la tocaba, sentía algo nuevo; algo vital, intenso y profundo.
Trató en vano de recuperar la respiración. Su propio cuerpo estaba tan caliente y húmedo que ya no podía esperar más.
De pronto, él la agarró de la cintura y le dio la vuelta, poniéndola de cara al escritorio.
—Joe.
—Inclínate adelante —le dijo—. Y agárrate de la mesa.
Ella hizo lo que le pedía y entonces miró por grandes ventanales del despacho.
El mundo entero podía estarlos observando.
—Joe, rápido, cierra las ventanas.
—No hace falta —le dijo él con la voz ronca de deseo—. Las ventanas son de cristal opaco. Nadie puede ver hacia dentro.
Al oír sus palabras, Invitado sintió cómo se arremolinaba la lujuria en su interior. Él le estaba levantando la falda con ambas manos.
Fuera del despacho, el mundo seguía girando como si nada, pero nadie sabía lo que estaba pasando en ese rincón de los estudios Jonas, y eso era precisamente lo que lo hacía tan excitante.
Lentamente, Joe le subió la falda centímetro a centímetro y entonces se desabrochó los pantalones.
Invitado sabía que en ese momento él podía ver la fina tira del tanga rojo que se había puesto.
—Preciosa —susurró él, inclinándose sobre ella y mordiéndola en la espalda.
Ella jadeó suavemente, meneándose, frotándose contra él.
—Pero… —añadió él al tiempo que le quitaba el tanga de un tirón—. Esto va fuera.
—joe…
—Sh… —susurró él, agarrándole el trasero y masajeándole la suave piel de las nalgas—. Ábrete la blusa —dijo él en un tono enérgico.
Invitado hizo lo que le pedía sin rechistar. El roce del encaje del sujetador le irritaba la piel, pero Joseph no tardó en aliviarla, abarcando sus pechos en las palmas de las manos.
Ella gemía de placer mientras él jugueteaba con sus pezones a través del suave tejido del sujetador.
—Joseph —susurró ella y entonces oyó que se le quebraba la voz.
Él le apartó el pelo del cuello y empezó a morderle la piel al tiempo que masajeaba el centro de su feminidad con la otra mano.
Al sentir el contacto de sus dedos calientes, Invitado sintió que algo estallaba en su interior y entonces abrió aún más las piernas para facilitarle el acceso.
Pero él no tenía ninguna prisa. Una y otra vez masajeaba los pétalos del centro de su feminidad, jugueteando con el punto más sensible y haciéndola vibrar de los pies a la cabeza.
—Ahora, Joseph. Por favor, ahora.
—Sí —dijo él en un gemido—. Ahora.
Empujó su miembro viril con toda su potencia masculina y entró en su sexo desnudo con una poderosa embestida.
Invitado se quedó sin aliento y entonces empezó a empujar en sentido contrario para hacerle llegar aún más adentro.
Los papeles cuidadosamente ordenados se cayeron al suelo, pero ninguno de los dos reparó en ellos.
El sacudía las caderas contra ella y le acariciaba la espalda arriba y abajo, haciéndole el amor con frenesí y acorralándola cada vez más cerca del precipicio que los aguardaba en el horizonte del éxtasis.
A Invitado se le nubló la vista y la escena viviente que estaba al otro lado de la ventana se derritió en un charco de colores y movimientos. Todo lo que sentía, todo lo que importaba estaba dentro de Joseph y de ella misma.
El cuerpo de él empujaba contra ella y su aliento caliente le abrasaba la nuca mientras le susurraba mensajes eróticos.
Y así, unos momentos después, ella se dio cuenta de que estaba a punto de romperse en mil pedazos extáticos. Se mordió el labio inferior con fuerza para no gritar su nombre y se dejó llevar por las ondas de placer que estremecían su cuerpo.
Al sentirla vibrar con lo que le hacía, Joe soltó las riendas y cayó al abismo del placer, gimiendo con todas sus fuerzas.
Mientras gritaba su nombre, la agarró de la cintura y la sujetó con fuerza contra su cuerpo sudoroso, como si quisiera impedir que se cayera de unas alturas vertiginosas.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó.
—Estoy mucho mejor que bien —dijo ella y entonces sintió cómo él se apartaba y le arreglaba la falda desde atrás.
Lentamente, ella se incorporó e inclinó una cadera contra la mesa para no perder el equilibrio.
El se cerró los pantalones con manos temblorosas y torpes y ella hizo lo mismo con la blusa.
—Esto ha sido mucho mejor que comer juntos —le dijo ella, sonriendo.
—Sí —dijo él, frunciendo el ceño con gesto serio—. Sí, lo ha sido.
—Pero por la cara que tienes, yo diría lo contrario —comentó ella, ladeando la cabeza y observándolo con atención.
Ella sabía que él había sentido lo mismo que ella, pero no entendía por qué se empeñaba en ocultarlo.
—Lo siento —dijo él, recogiendo los papeles que se habían caído al suelo.
También recogió el tanga de Invitado y se lo metió en el bolsillo. Y entonces la agarró de la nuca y le dio un beso apresurado que distaba mucho de la pasión experimentada un momento antes.
—Ha sido genial. Pero tengo esta reunión dentro de un rato y…
—Muy bien —dijo ella, respirando hondo.
Siempre había sabido que no iba a ser tarea fácil conquistar a su marido, hacer que se enamorara de ella, así que no podía dejarle ver su decepción.
—A lo mejor puedes volver la semana que viene. Te llevaré a conocer los estudios y podemos comer juntos.
Invitado esbozó una sonrisa insincera.
—Me gustaría. Y a lo mejor podríamos hacer esto otra vez —dijo, acariciando el borde de la mesa con la punta del dedo.
Los ojos de Joe emitieron una llamarada de pasión y entonces ella se sintió mejor.
El podía fingir que lo que habían compartido no era más que un mero orgasmo, pero había algo más y ella lo sabía. Sólo tenía que convencerlo de ello.
Joe se aclaró la garganta, agarró la chaqueta y se la puso.
—Vamos —le dijo, rodeando el escritorio y tomándola de la mano—. Esta vez te acompañaré al coche.
Abrió la puerta y salió.
—Volveré dentro de unos minutos, Megan.
La secretaria miró a Invitado con disimulo y le guiñó un ojo, y ésta le respondió con una sonrisa.
Parecía que tenía algún que otro aliado.
Pero también tenía algún que otro enemigo.
—Vamos, Invitado. Un comentario para nuestros lectores.
Se había parado en una tienda de comida vegetariana para comprar algunas cosas y ya empezaba a arrepentirse.
Después de una tarde de pasión con su esposo, lo último que deseaba era tener que enfrentarse a un reportero.
Sobre todo a ése.
Carrie Soker, tan alta, delgada e insoportable como siempre, estaba sentaba en el capó del coche de Invitado, dispuesta a asaltarla en cuanto saliera de la tienda.
—Carrie —dijo Invitado en un tono cansado y paciente—. ¿Nunca te cansas de cazar a los Jonas?
La mujer tuvo la desfachatez de esbozar una sonrisa. Llevaba un carmín rojo oscuro y una sombra verde sobre sus ojos marrones, raqueros, camiseta negra de manga larga y zapatillas deportivas. Así podía perseguir a su presa si se escapaba.
—¿Y por qué iba a cansarme de ello? Sois tantos que siempre hay variedad.
—Muy bien —dijo Invitado, metiendo los comestibles en el maletero del pequeño coche utilitario—. Entonces vete a buscar esa variedad. Vete a molestar a otra persona. Frank. Nick
—Por favor, Frank está en Montana y Nick está en el estudio —dijo Carrie frunciendo el entrecejo—. No puedo atravesar la barrera de seguridad. Todavía.
Invitado cerró la puerta del maletero con un golpe seco y fue hacia el asiento del conductor, fulminándola con la mirada.
—¿Qué quieres?
—Sólo trato de ganarme la vida, ¿sabes? —le dijo, poniéndose una mano sobre el pecho.
Un auténtico lobo disfrazado de cordero…
—Los Jonas siempre son noticia. Ya sabes. Y ahora que Joseph y tú habéis hecho las paces, sois más noticia todavía.
—Nuestro matrimonio es asunto nuestro —dijo Invitado.
—Ahí es donde te equivocas—Carrie se quitó del capó y se paró delante de la puerta del conductor.
Invitado tenía la puerta abierta y se disponía a entrar en el vehículo.
—Sois noticia. Todos vosotros. Qué diablos. Tu propio padre es el dueño de los periódicos más importantes. Ya sabéis cómo funciona esto.
—Sí —señaló Valerie—. Pero los periódicos de mi padre no hablan de alienígenas que conducen autobuses escolares.
Carrie sonrió y levantó las cejas.
—Ese no era mío, pero era muy bueno. ¿Y ahora por qué no me haces una buena declaración que pueda poner mañana en titulares?
—Muy bien. Aquí va uno.
—Excelente —Carrie apretó el botón de la grabadora y esperó.
—Invitado Jonas no quiso hacer comentarios cuando fue asaltada por una reportera acosadora.
Carrie frunció el ceño y apagó la grabadora.
—Muy gracioso. Pero sabes que no me voy a ir, ¿verdad?
—Claro, como los impuestos —murmuró Invitado, subiendo al coche y tratando de cerrar la puerta.
Carrie se lo impedía, agarrando la puerta.
—Sólo contesta a una pregunta. ¿Joseph y tú habéis vuelto sólo para los Oscar? ¿Para que todo parezca de color de rosa antes de la ceremonia?
Invitado se sonrojó. Joseph le había dicho unas palabras muy parecidas la noche en que había ido a buscarla.
Pero ésa no era la única razón por la que se ruborizaba. Sabía que en ese momento él sentía mucho más por ella de lo que jamás había sentido, aunque se negara a admitirlo.
—Oooh —murmuró Carrie con una sonrisa—. Parece que he puesto el dedo en la llaga.
Invitado sacudió la cabeza y la miró fijamente.
—Has puesto el dedo en lo que me quedaba de paciencia. Vete a molestar a otra persona, ¿quieres?
Agarró con fuerza la puerta y la cerró con violencia, obligándola a soltarla.
Arrancó el motor a toda prisa, puso la marcha atrás y salió pitando del aparcamiento sin mirar atrás.
No obstante, de haberlo hecho, habría visto la cínica sonrisa de Carrie Soker.
Koni
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
awwww ni Joseph porque te empeñas en ocultar tus sentimientos
Awww como que hay que ir mas veces a la oficina :twisted:
Maldita reportera chismosa :caliente: metiche
Siguela!!!!
Awww como que hay que ir mas veces a la oficina :twisted:
Maldita reportera chismosa :caliente: metiche
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
oh pero que desgraciada :x
me encanta joe y la rayis
SÍGUELA!
me encanta joe y la rayis
SÍGUELA!
fernanda
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
A ver ..
Joseph , porque se supone que sigues siendo así de frío ? ..
en sentimientos digo .. claro xD ..
y tengo algo que me dice que esa tal Carrie Soker ..
va a poner en titulares que Joseph volvió con ella sólo por los Oscar ¬¬' ..
AAAAAAAIIIIIIIIIISSSSSSSSHHHHHHHH ¬¬' ..
Maldita mujer -.- ..
SI-GUE-LAA !! ..
Joseph , porque se supone que sigues siendo así de frío ? ..
en sentimientos digo .. claro xD ..
y tengo algo que me dice que esa tal Carrie Soker ..
va a poner en titulares que Joseph volvió con ella sólo por los Oscar ¬¬' ..
AAAAAAAIIIIIIIIIISSSSSSSSHHHHHHHH ¬¬' ..
Maldita mujer -.- ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
Asuntos Pendientes
Capitulo 8
—¡La próxima vez que hables con esa maldita mujer, dímelo! ¡No me gustan las sorpresas! —le dijo Joseph a Invitado a la mañana siguiente, furioso.
—Sólo le dije que se fuera.
—No deberías haber hablado con ella —Joseph agitaba el periódico que tenía agarrado en un puño, como si quisiera hacerlo desaparecer a fuerza de arrugarlo.
—No pude esquivarla —dijo Invitado, defendiéndose—. Estaba sentada en el capó del coche.
—La próxima vez la atropellas. Así todo será mucho más fácil —Joseph miró el titular de la revista del corazón que había encontrado al salir a comprar café y bollos.
¿Otro matrimonio Jonas con problemas?
Le hervía la sangre al ver la imagen montada por ordenador en la que se veía a Valerie y a él mirando hacia otra parte.
Debajo del titular sensacionalista, había un comentario escrito en letra más pequeña.
Joseph y Invitado, juntos para los Oscar. El amor verdadero no encuentra lugar entre los Jonas.
—Se lo está inventando todo —le dijo Invitado por enésima vez.
—Claro que se lo está inventando —dijo Joseph , tirando la revista en la mesa más cercana—. Pero eso no es lo importante. Hablando con ella le has dado credibilidad.
—¿Entonces es culpa mía? —Invitado se puso en pie y fue a recoger el periódico que él había tirado—. ¿Una loca me sigue, le digo que se vaya y yo tengo la culpa de que escriba un artículo basura? —le gritó, enfadada.
—Tienes razón. Sé que tienes razón. Es que… Estoy tan molesto que no puedo ver las cosas con claridad.
—Muy bien. Enfádate todo lo que quieras. Pero con ella.
Frustrado y furioso, Joseph se pasó una mano por el cabello y caminó hasta la chimenea. Puso ambas manos sobre la repisa y se miró en el espejo. Ella lo observaba desde atrás con atención.
Era domingo por la mañana.
El tenía pensado pasar el día explorando y descubriendo la maravillosa geografía del cuerpo de su esposa y si no hubiera salido a comprar bollos y café, nada habría salido mal.
—No se trata sólo de nosotros, ¿verdad? —dijo ella con una expresión pensativa.
El sacudió la cabeza y la miró a través del espejo.
—No, léelo. Verás que se toma su tiempo para desprestigiar a mis padres. Y vuelve a sacar el escándalo de Bella.
Invitado volvió a leer el reportaje y cuando por fin levantó la vista del papel, Joe se volvió hacia ella.
—Lo siento, Joe, pero, sinceramente, yo no le dije nada.
El soltó el aliento, molesto consigo misino.
—Lo sé. Es que a Bella le llevó mucho tiempo superarlo. Ahora tiene a Sam y son muy felices. Y lo de mis padres es… asunto de ellos y de nadie más. Odio ver cómo lo remueven todo de nuevo.
Ella dobló la revista y la tiró al suelo antes de ir hacia él.
Su vaporoso vestido azul estaba ceñido en la cintura con un cinturón que realzaba las generosas curvas de su cuerpo de mujer.
Cuando estaba a unos centímetros de distancia de él, levantó una mano y le sujetó la mejilla.
—Si sirve de algo… —le dijo, sonriendo con tristeza—. El artículo de Carrie aparece justo debajo del de una mujer de Colorado que se comunica con el planeta Saturno.
Joe se echó a reír.
—Nadie le va a prestar atención, Joe. A nadie le importa.
—Eso espero.
—Y sabemos que los Oscar no fueron la única razón por la que viniste a mí, ¿no? —lo miró a los ojos y esperó su respuesta.
Joe vaciló un momento, pero su mirada no tardó mucho en recuperar la imperturbable frialdad de siempre.
No podía dejar que llegara a su corazón, porque si lo hacía, entonces le estaría dando la munición que ella necesitaba para hacerle añicos por dentro.
No podía enamorarse de ella.
Sin embargo, tampoco podía hacérselo saber.
Sonrió y la envolvió en un abrazo.
—Sí, cariño —le susurró al oído—. Nosotros sabemos la verdad.
—¿Y cuál es la verdad?
—Buena pregunta —dijo Joseph y giró la silla hacía el ventanal mientras hablaba con su hermano Frank por teléfono.
Le había contado todo lo referente al artículo de Carrie.
—Invitado dice que no le dijo nada y seguro que no lo hizo. Pero el caso es que sí que la vio, pero no me lo dijo hasta que vi el artículo en la maldita revista. ¿Por qué me lo ocultó? ¿Por qué guardar el secreto?
—A lo mejor pensó que no era lo bastante importante como para decírtelo —le sugirió Frank—. Después de todo, los Jonas han sido perseguidos por los paparazzi durante años. Yo mismo tuve que ahuyentar a Leslie Shay del rancho la semana pasada. Pero la vieja Leslie no se da por vencida e incluso ha llegado a molestar a Gwen.
—Siempre me pregunta qué tal me ha ido el día —dijo Joe, como si no estuviera escuchando a su hermano—. Así que ¿por qué demonios no me dijo cómo le había ido el suyo?
—¿Quieres meterte en líos por esto, Joe?
—Yo no busco líos. He abierto los ojos y me he encontrado con esto.
—Maldita sea, Joe —le dijo su hermano pequeño en un tono enérgico—. ¿Es que no has aprendido nada?
Joe apoyó las piernas sobre el alféizar de la ventana y cruzó los tobillos.
—¿Qué quieres decir?
—Invitado no es el enemigo. No está conspirando para hundirte. Es tu esposa.
—Ya sé que es mi esposa.
—Sí, pero tú no te comportas como su esposo.
—¿Perdona? —Joe frunció el ceño, irritándose por momentos—. Estás en Montana, por el amor de Dios. ¿Cómo sabes cómo me comporto?
—Porque te conozco —dijo Frank riendo—. Siempre huyes cuando una persona intenta acercarse a ti.
—Mira quién habla. Gwen y tú lo pasasteis bastante mal al principio.
—Eso es distinto —dijo Frank.
—Sí, porque se trata de ti. Bueno, ahora se trata de mí, y yo sé cómo resolver mis propios asuntos.
—Claro —dijo Frank—. Pero no lo has podido hacer peor hasta ahora.
—¿Me has llamado para darme un sermón o algo así? —dijo Joseph , observando cómo una mujer y un supuesto alienígena caminaban de la mano hacia la cafetería de los estudios.
—No. El sermón es un extra —dijo Frank, riéndose—. Te he llamado para decirte que Gwen y yo asistiremos a la gala de los Oscar.
—Eso es genial, Frank—dijo Joe, alegrándose de verdad.
Toda la familia, juntos de nuevo…
Eso era justo lo que necesitaban, demostrarle a todo Hollywood y a todo el mundo que los Jonas eran un clan unido y bien avenido.
No obstante, sus padres seguían separados y eso sí que no parecía tener remedio. La traición de su madre, que le había causado un profundo dolor a su padre, no tenía perdón.
Además, no podía fiarse de Invitado, por muy loco que le volviera en la cama.
¿Cómo iba a hacerlo?
Ella ya le había dejado en otra ocasión. No podía permitirse el lujo de llegar a quererla.
—Papá se pondrá muy contento —dijo Joe.
—¿Y mamá? —preguntó Frank con suavidad.
—No me hables de ese tema.
—Es nuestra madre. Maldita sea, Joe.
—Ya lo sé. ¿Crees que es fácil para mí?
—Creo que lo haces todo más complicado de lo que en realidad es. Ya hace mucho tiempo de lo de mamá.
—Sí, pero ahora vuelve a salir a la luz, ¿no? —Joe sintió una punzada de dolor en el pecho.
La rabia ya se había ido, pero Joe no era capaz de olvidar y perdonar.
—Mira lo que le ha pasado a Bella por su culpa.
—Bella ya lo está superando. A lo mejor tú deberías hacer lo mismo.
—Déjalo, Frank.
—Muy bien —dijo su hermano después de un largo silencio—. Siempre has sido el más testarudo de todos nosotros. ¿Por qué no me cuentas cómo va todo por el estudio?
Agradecido por el cambio de tema, Joe ahuyentó los pensamientos desagradables y se concentró en la voz de su hermano al otro lado del hilo telefónico.
—¿Es que ya te has arrepentido de haberte ido al fin del mundo, vaquero?
—Claro que no —dijo Frank—. Sólo quería saber si seguís tan locos como siempre en Hollywood. Así me recordarás lo bien que vivo aquí.
Joe se alegraba mucho por su hermano Frank, y también por Nick y por Bella. Todos ellos habían encontrado a la persona idónea para compartir sus vidas.
El, en cambio, a pesar de ser el mayor, seguía tan amargado como siempre. Pero así tenía que ser. Tenía que velar por la fortaleza de la familia Jonas, y eso implicaba sacrificar sus emociones y, en algunas ocasiones, su humanidad.
—Muy bien. Déjame contarte qué se trae Nick entre manos. Siempre ha sido el más divertido de todos nosotros…
Malibú era mucho más que una playa. Era Hollywood West. Años antes, esa cala de arena estaba llena de bungalow y casitas de fin de semana y vacaciones.
Pero en esas fechas la mayoría de ellos había desaparecido para ser reemplazados por mansiones pequeñas que se apiñaban junto a la orilla y sufrían las inclemencias del mar todos los años.
Febrero tocaba a su fin y el océano era un plato de color gris brillante que reflejaba las nubes. Sólo unos cuantos surfistas valientes se atrevían a desafiar a las olas. El viento, frío y cortante, soplaba con una fuerza desmesurada, llevando consigo el canto de las gaviotas, únicas habitantes de la playa en invierno.
Sin embargo, a Invitado le encantaba aquel ambiente. Para ella era maravilloso estar en casa de Kevin Jonas, rodeada de todos los miembros de la familia, riendo y pasándolo bien. La parte de atrás de la casa era de cristal y por tanto ofrecía una vista inmejorable de la inmensidad del Océano Pacífico.
De pronto reparó en un perrito que corría junto a la orilla, persiguiendo un palo que le tiraba su dueño.
Invitado sonrió y se volvió hacia el grupo congregado en el patio de Jack. Toda la familia Jonas estaba allí. Sólo faltaban Nick y Gwen, que estaban en Montana, y Charlotte y su esposo, que estaban en su casa de Francia. Incluso Denisse y Kevin habían decidido asistir a la barbacoa.
No obstante, Invitado no los había visto hablar.
Theo Jonas, el hijo de Kevin y de Cece, de tres años de edad, estaba sentado en el regazo de su abuela Denisse, y ella jugaba con él haciéndole cosquillas.
Algunos de los adultos estaban reunidos en torno a la humeante barbacoa, y otros estaban sentados en los butacones esparcidos por todo el patio exterior.
Las risotadas sonaban por doquier y Invitado no podía sino sonreír.
Ella había soñado muchas veces con momentos como ése antes de casarse con Joe. Una bulliciosa y concurrida reunión familiar, las risas, los abrazos, el cariño…
Como hija de un viudo adicto al trabajo, jamás había podido disfrutar de esas pequeñas cosas.
Se quitó el pelo de los ojos y buscó a Joe entre los presentes. El llevaba unos vaqueros desgastados, una camiseta negra y un jersey verde oscuro; un atuendo de lo más inusual para un alto ejecutivo como él.
Parecía un aventurero más que otra cosa. Pero a ella le gustaba de cualquier forma.
—No mires ahora, que se te cae la baba.
—¿Qué? —Invitado se sobresaltó y se dio la vuelta.
Era su cuñada, Bella.
—Bella, ¿quieres darme un susto de muerte?
—No —dijo Bella con una sonrisa—. Lo siento. Es que te estaba mirando mientras mirabas a Joe.
—¿Se me nota tanto de nuevo?
«Justo lo que necesito ahora», pensó para sí.
Toda la familia había sido testigo de su profundo e incondicional amor por Joseph, que no le había respondido más que con indiferencia.
—Ya sé lo que estás pensando —dijo Bella, recostándose contra la verja roja que rodeaba la propiedad de Jack—. Pero te equivocas. Nadie te menospreciaba por eso, Valerie. Todos estábamos furiosos con Joseph .
—Oh, gracias. Eso ayuda mucho —le dijo Invitado en un tono triste.
—Sólo digo que estábamos de tu parte y ahora también lo estamos.
—¿Y qué pasó con la solidaridad del clan Jonas? —miró a Bella y entonces dirigió la vista hacia donde estaba Joseph, que charlaba animadamente con su hermano Nick .
—Oh, todavía la hay. Todos te apoyamos —Bella le puso el brazo sobre los hombros—. Ya te lo dije. Eres lo mejor que le ha pasado a Joe . Y no soy la única que lo piensa.
—Gracias, pero a mí sólo me importa que Joseph lo piense.
—Claro que lo piensa —dijo Bella, dándole un efusivo abrazo—. Pero es un hombre, cariño. Y los hombres aprenden muy lentamente.
—Espero que sólo se trate de eso —dijo Invitado en un tono triste, pensando que en realidad nada había cambiado entre Joseph y ella.
Llevaban más de dos semanas juntos desde su regreso, pero apenas había conseguido arañar la dura pared que la separaba de los sentimientos de él, si es que los tenía.
Por las noches todo era diferente. En esos momentos, mientras hacían el amor, se sentía más cerca de él de lo que jamás se había sentido, pero en cuanto salía el sol, todo volvía a la fría normalidad de siempre y Joseph volvía a ser el hombre distante con el que se había casado.
¿Por qué parecía tan decidido a mantenerla a raya? ¿Por qué no la dejaba entrar en su corazón? ¿Acaso no sabía que no podían seguir así para siempre?
Frunciendo el ceño, Invitado le observó con atención mientras charlaba con Nick y entonces sintió que se le encogía el corazón. Por mucho que lo quisiera, no podía conformarse con aquella relación, fría durante el día y caliente por las noches.
Ella lo quería todo de él y no iba a darse por vencida.
—¿Has hablado con mamá? —le preguntó Nick a su hermano al tiempo que le daba otra cerveza.
—No —Joe miró a su madre de reojo.
Denisse estaba sentada con su nieto Theo, jugando y riendo. Sin embargo, por primera vez, Joe advirtió unas finas líneas de cansancio y tristeza que amigaban el contorno de sus expresivos ojos.
—Todavía no —añadió.
—Me alegro de que haya venido. Sé que significaba mucho para Kevin y para Cece tenerles a ella y a papá aquí —dijo Nick.
Joe le dio un largo trago a la cerveza.
—Sí, ¿pero le han preguntado a papá qué tal le parecía?
—¿Y por qué tendrían que hacerlo? —Nick frunció el ceño—. Es una reunión familiar. Todo el mundo está invitado y lo sabes muy bien. Además, ¿a ti te parece que a papá le importa?
Nick señaló a su padre y Joe lo siguió con la mirada.
Kevin Jonas observaba a su esposa, Denisse, con discreción, ajeno al bullicio y a las conversaciones que lo rodeaban.
—No parece contento.
—Y mamá tampoco —dijo Nick.
—¿Y de quién es la culpa?
—Maldita sea, Joe —Nick sacudió la cabeza y lo miró fijamente—. ¿Acaso eres tan perfecto que no puedes perdonar a otros por ser humanos? Estás malgastando el tiempo dirigiendo este estudio cinematográfico. Tendrían que hacerte santo.
—Yo nunca he dicho que fuera perfecto —masculló Joe y bebió otro sorbo de cerveza.
—¿Ah, sí? Bueno, pues entonces te comportas como si lo fueras. Parece que nadie puede cometer errores en tu pequeño mundo perfecto.
Joe se puso tenso y fulminó con la mirada a su hermano Nick .
Su madre seguía jugando con Theo, sonriente, en su mundo.
Dana le ofrecía un vaso de té helado y ella le daba las gracias con una mirada agradecida.
De repente, Joe se dio cuenta de cuánto la había echado de menos en la mansión. Su madre siempre había sido la alegría de la familia, apasionada y de buen carácter.
Durante su infancia, ella siempre había estado ahí para cuidarlo cuando su padre estaba trabajando en los estudios.
¿Cómo había podido olvidar algo así?
Sacudiendo la cabeza, bebió otro sorbo de cerveza.
—Claro. La gente comete errores, pero tienen que pagar por ellos.
—¿Con qué? —le preguntó su hermano—. ¿Condenándolos al ostracismo para toda la vida? Tú no eres juez de nadie, Joe.
—No seas estúpido.
—Yo no soy el idiota en esta conversación —dijo Nick , airado—. No haces más que recriminarle los errores a mamá, pero ¿qué tal si te pones en su lugar para variar?
—¿Y cuál es su lugar, hermanito?
Nick frunció el ceño.
—Cometió un error hace treinta años y ahora tiene que soportar la vergüenza y la deshonra, ver cómo la desprestigian en todos los medios y, por si fuera poco, tiene que ver cómo sufre su propia hija por el acoso de la prensa. Su matrimonio ha sido diseccionado y expuesto en todos los medios de comunicación y, para colmo, su primogénito no le dirige la palabra.
Molesto e incómodo, Joe empezó a moverse de un lado a otro.
—Maldita sea, de verdad que eres el tipo más testarudo de todo el planeta —dijo Nick —. Bella siempre me lo ha dicho, pero ahora lo entiendo por fin.
—Yo no soy testarudo. Soy…
—¿Inflexible? ¿Implacable? ¿Cruel?
—Coherente —dijo Joe—. O cambias de tema o te vas.
Nick respiró hondo y se encogió de hombros.
—Muy bien. ¿Qué te parece esto? Los planes de boda se nos están yendo de las manos.
—¿Qué? —preguntó Joe, sorprendido. —Es como planificar una invasión.
Joe sonrió. Nick parecía más feliz que nunca a pesar de los contratiempos.
—¿Qué? ¿No tienes nada que decir? —le preguntó Nick al ver que guardaba silencio.
—Eres un tipo muy afortunado —dijo Joe y le dio una palmada en la espalda.
Se alegraba de verdad por él. Su hermano Nick había sufrido mucho con la muerte de su esposa, Karen, y Dana y él se merecían toda la felicidad que habían encontrado juntos.
—Lo sé —dijo Nick , sabiendo que la propia confusión de su hermano Joe le impedía pensar con claridad.
De pronto, Joe sintió un pellizco de envidia sana, pero enseguida comprendió que ése no podía ser su destino. Alguien de la familia tenía que pensar con la cabeza y él era esa persona. Conservar la razón y el buen juicio era lo más importante para sacar adelante a la saga cinematográfica más legendaria de Hollywood.
Al mirar a su madre se dio cuenta de que las sombras del dolor todavía velaban sus dulces ojos, por muy feliz que intentara parecer.
Pero no. No tenía por qué sentirse culpable. Ella se merecía lo que tenía.
—Y… —añadió Nick, señalando con la botella de cerveza—. Parece que Bella y Invitado se lo están pasando muy bien.
Joe miró a su esposa y frunció el ceño. Qué bien se lo estaba pasando.
—Siempre me ha puesto nervioso que las mujeres se pongan a cuchichear —dijo Nick .
—Sí. A mí también.
Mientras miraba a su esposa, ella le sonrió, pero él no le devolvió la sonrisa.
—Me pregunto de qué están hablando —añadió.
—Creo que es mejor que no lo sepamos —dijo Nick y se fue a buscar a Dana.
—Probablemente sí —dijo Joe para sí sin quitarle la vista de encima.
Cuando Bella fue a buscar a su prometido, Invitado se aproximó al grupo de los Jonas que estaba situado junto a la mesa. Se abrió camino hasta Denisse y la saludó con un beso en la mejilla.
Los ojos de su madre se iluminaron y, durante una fracción de segundo, los remordimientos se apoderaron de él.
Invitado conocía a su familia, se preocupaba por ellos… Era parte de ellos…
Rápidamente, Joe desterró esas peligrosas ideas de su mente y bebió un largo sorbo de cerveza. Tenía que recordar el motivo fundamental por el que se había casado con ella: sus contactos mediáticos.
Su belleza y su don de gentes era sólo un extra que la convertía en una anfitriona perfecta. Justo lo que él necesitaba. Y nada más.
De pronto alguien reclamó la atención de todos los invitados chocando una cucharilla contra una copa de cristal.
Se hizo el silencio, y todos los miembros del clan Jonas se volvieron hacia Kevin Jonas, que sonreía efusivamente y llamaba a su esposa.
Cece fue hacia él y, mientras le abrazaba con cariño, él le dio un sentido beso.
—Me imagino que os estáis preguntando por qué estáis aquí hoy.
—¡Han venido a jugar conmigo! —gritó Theo, riéndose mientras su abuela le hacía cosquillas en el cuello.
Algunos de los presentes se echaron a reír, pero Joe permaneció impasible, expectante.
—Bueno, por supuesto, eso también —le dijo Kevin a su hijo—. Pero Cece y yo tenemos algo que deciros —hizo una pausa—. ¡Vamos a tener otro bebé! —gritó, eufórico.
Todos comenzaron a aplaudir y corrieron a darles la enhorabuena.
Abrazos, risas, oraciones… Todos estaban felices, excepto Joseph.
Estaba demasiado perdido en el laberinto de sus propios pensamientos sombríos como para poder alegrarse por la fortuna ajena. Además, Invitado lo miraba de una forma extraña, como si envidiara la suerte de Cece en ese momento.
De pronto, Joe sintió que el tiempo se detenía y que todo se desvanecía a su alrededor.
Invitado y él estaban atrapados en una burbuja, lejos de todos los demás, atrapados en una mirada intensa.
«¿Un bebé?… Ni siquiera hemos usado protección», pensó, repentinamente aterrado.
Antes de que la euforia remitiera, Nick se puso en pie, abrazando a su prometida, Dana.
—Y como ya estamos de celebración… ¡No os olvidéis de nuestra boda!
Otra ronda de aplausos y ovaciones sacudió a todos los miembros del clan Jonas.
Sin embargo, Joseph y Invitado seguían mirándose fijamente, serios e inseguros…
Koni
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
ahhh Joseph porque eres asi :x
Eres tan frio emocionalmente
Yo no se como te aguanta la rayiz??
Sigueal!!!!
Eres tan frio emocionalmente
Yo no se como te aguanta la rayiz??
Sigueal!!!!
aranzhitha
Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}
" ¿Acaso eres tan perfecto que no puedes perdonar a otros por ser humanos? " lo que le dijo Nick es tan cierto ..
Él no es nadie para juzgar a su madre , ni a nadie ..
Lo odio , odio como se comporta para con la raya , odio lo que dice , odio todo de él ..
se supone que están casados y aunque sólo la fue a buscar para los Oscar , que tiene que no hayan usado protección !!?? ..
entiendo que la raya está enamorada de él ..
pero es una tonta ..
porque no solo es frío con el ? ..
como el con ella y punto !!! ..
AIIISSHH ¬¬' ..
SI-GUE-LAA !! ..
Él no es nadie para juzgar a su madre , ni a nadie ..
Lo odio , odio como se comporta para con la raya , odio lo que dice , odio todo de él ..
se supone que están casados y aunque sólo la fue a buscar para los Oscar , que tiene que no hayan usado protección !!?? ..
entiendo que la raya está enamorada de él ..
pero es una tonta ..
porque no solo es frío con el ? ..
como el con ella y punto !!! ..
AIIISSHH ¬¬' ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Página 3 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Temas similares
» ~Enamorada de Nick Jonas~ (Nick Jonas & tú)
» Novela "Leopard" (Joseph Jonas, Nicholas Jonas & Kevin Jonas)
» More Than Feeling Happy *Harry Styles y ___ Parker* CANCELADA POR ASUNTOS PERSONALES
» Un Día Como Hoy - Joe Jonas & {USERNAME} - Nick Jonas & Magali -
» Nick Jonas el playboy enamorado de...¿La niñera? (Nick Jonas &Tu)
» Novela "Leopard" (Joseph Jonas, Nicholas Jonas & Kevin Jonas)
» More Than Feeling Happy *Harry Styles y ___ Parker* CANCELADA POR ASUNTOS PERSONALES
» Un Día Como Hoy - Joe Jonas & {USERNAME} - Nick Jonas & Magali -
» Nick Jonas el playboy enamorado de...¿La niñera? (Nick Jonas &Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 3 de 8.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.