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Mensaje por aranzhitha Jue 26 Jul 2012, 5:37 pm

awwww me encanta Joe :arre:
Es tan lindo espero que ahora si ponga de su parte
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por jamileth Vie 27 Jul 2012, 9:42 pm

entonces no hubo cena a la luz de la luna.pff
pero fue una buena manera d empezar para la rayiz y joe :twisted:


siguelaaaaaaaaaa
jamileth
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Jess Jonas .. Sáb 28 Jul 2012, 9:44 am

Aww' hermoso capi :3 ..
me encantó ..
Joe cuando quiere es un amor *-* ..
SI-GUE-LAA ! ..
Jess Jonas ..
Jess Jonas ..


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Koni Sáb 28 Jul 2012, 10:49 am

Chicas! a la noche les dejo capitulo.
Disculpen la demora !
Koni
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Jul 2012, 11:12 am

ok, esperamos
aranzhitha
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Koni Sáb 28 Jul 2012, 6:44 pm

Asuntos Pendientes

Capitulo 4


Aturdido, Joe trató de recuperar el aliento. Miró a Invitado a los ojos y enseguida sintió que se perdía en aquella profundidad de color violeta. Ella le sonrió y deslizó los dedos por su mejilla.

Ella lo había impresionado, por mucho que no quisiera admitirlo.

Para evitar los pensamientos que lo asaltaban sin cesar, rodó hacía un lado y se concentró en mirar al techo. El corazón se le quería salir del pecho y su cuerpo aún vibraba después del frenesí de pasión.

No podía sino reconocer que ella lo había dejado atónito, y él ni siquiera recordaba la última vez que alguien lo había pillado desprevenido.

Volviendo la cabeza, la miró un instante. A la luz de las velas, la textura de su piel parecía oro líquido. Sus ojos… su boca, su increíble boca esbozaba una dulce sonrisa.

Orgullosa de sí misma.

Así debía de sentirse en ese momento y, en realidad, tenía derecho a sentirse así. El nunca antes había estado tan cerca de perder la cabeza en los brazos de una mujer, ni una sola vez en toda su vida. En el pasado siempre había contado con la voz de la razón, que lo ayudaba a mantener el control en las situaciones más caóticas.

Sin embargo, esa noche, la mujer que se había convertido en su esposa había estado a punto de hacerle cruzar esa fina línea entre la racionalidad y la inconsciencia que él se había esforzado tanto por no traspasar.

La joven que estaba a su lado no era la Invitado Shelton Jonas con la que se había casado. El sabía que algo había cambiado aquella tarde, cuando ella le había plantado cara en su apartamento y le había puesto una lista de condiciones antes de acceder a regresar a la mansión Jonas. La mujer a la que había conocido en el pasado siempre había sido tímida y comedida. La Invitado de antes jamás daba a conocer su opinión, ni tampoco llevaba la contraria.


Pero esa joven ya no parecía existir. Su esposa había cambiado mucho durante el tiempo que habían pasado separados; había encontrado su lado más duro; se había encontrado a sí misma.

O quizá siempre había poseído esos atributos, pero se esforzaba en disimularlos…

Pero… ¿por qué habría hecho tal cosa? Nada tenía sentido.

Joe dejó el rompecabezas para otro momento. Estaba exhausto y su mente estaba fracturada en mil pedazos que no parecían encajar entre sí.

Ella lo había dejado perplejo; lo había deslumbrado, cegado…

Verla desnuda, esperándolo… Aquello había sido demasiado como para guardar la compostura y, probablemente, jamás podría sacarse esa imagen de ella de la cabeza.

Sin embargo, había algo que sí estaba claro. Esa nueva y misteriosa conexión que acababa de surgir entre ellos no iba a interferir en su vida. Él le había pedido que se casara con él por motivos lógicos y sensatos que aún seguían vigentes.

Su corazón no se podía ver implicado y, por ello, era mejor mantenerse a raya, lo más lejos posible de las emociones.

—¿En qué estás pensando?
—¿Qué? Oh, en nada—le dijo, mintiendo.

Invitado se volvió hacia él, apoyó la cabeza sobre su pecho y se acomodó. Deslizando las puntas de los dedos por su piel, suspiró.

—Ha sido increíble, Joe. ¿No lo sentiste?

Joe trató de mantener la cordialidad, pero no pudo evitar preguntarse por qué las mujeres siempre querían hablar después del sexo.

¿Por qué sería que siempre querían diseccionar lo ocurrido paso a paso, hablar de sus sentimientos y preguntarle por los suyos a su pareja?

—Claro —le dijo finalmente en un tono insípido.

Entonces inclinó la cabeza y la miró.

Ella tenía estrellas en la mirada, pero él no podía sino sentir cómo se tambaleaba el suelo bajo sus pies.

Ella tenía las mejillas encendidas y sus profundos ojos de color violeta resplandecían; su boca aún estaba henchida por los besos y los pequeños mordiscos.

Parecía tan… apetitosa…

Joe sintió que su cuerpo volvía a la vida. Era evidente que aún no había disfrutado lo bastante de los encantos de su esposa.

—No tenía ni idea de que podía ser así —dijo ella, todavía sin aliento.
—Yo tampoco —las palabras salieron de su boca antes de que tuviera tiempo de pensárselo mejor.
—Entonces sí que sentiste algo especial.

Mediante aquella conversación trivial, Joe encontró una forma de distraer su atención y, mientras tanto, abarcó uno de sus pechos en la palma de la mano y le acarició la punta de un pezón. Ella respiró hondo, cerró los ojos y soltó el aliento lentamente.

—Eso es tan…
—Sí, lo es —dijo él, terminando la frase.

Y, de repente, terminar la conversación pasó a ser la cosa menos importante del mundo. Quería probarla de nuevo. Quería tomarse su tiempo para explorar el tentador cuerpo de su esposa.

Rápidamente tomó sus labios con un beso apasionado, dejándose llevar por una ola de pasión de la que no se podía escapar. La hizo entreabrir los labios y probó la calidez de su lengua, mientras que ella le sujetaba la cabeza con ambas manos y le devolvía las caricias con ardor.

De pronto, suspiró, y entonces Joe sintió una punzada inefable, inexplicable; algo que no quería identificar, algo que decidió ignorar.

La agarró con fuerza y la arrastró hasta colocarla a horcajadas encima de él. Su largo cabello le caía a ambos lados del rostro como una suave cortina de color marrón que olía a primavera.

Ella le sonrió al tiempo que él deslizaba las manos a lo largo de su espalda.

Algo pugnaba por salir de su interior, pero él había cerrado con llave todos los rincones de su ser. Nada escapaba a su férreo y autoimpuesto control.

—Me sorprendes —le dijo.

Ella sonrió nuevamente y se apoyó sobre su pecho, mirándole como si acabara de descubrir un glorioso secreto que no quería compartir con él.

—Me alegro, Joe —susurró justo antes de inclinarse hacia delante para darle otro beso en los labios—. Me alegro mucho.

Entonces se apoyó sobre las rodillas y, lenta, muy lentamente, se sentó sobre su miembro rígido.

Joe se preguntó quién era aquella mujer provocativa y sensual que nada tenía que ver con la joven tímida y sumisa con la que se había casado.

La agarró de las caderas, exhaló una bocanada de aire y la miró fijamente, concentrándose en lo que le estaba haciendo.

Frente a sus ojos había una mujer que podía robarle el sueño al más cínico de los hombres.

Y ya nada importaba, excepto el suave contoneo de su silueta y el sutil roce de su piel.

Ella se inclinó hacia atrás y susurró su nombre, meneándose bajo el resplandor de las velas, que le acariciaba la piel en un juego de luces y sombras.

Las perlas que llevaba al cuello brillaban como si tuvieran luz propia y su cuerpo lo absorbía más y más, hasta anular cualquier otro pensamiento que no fuera… ella.

Joe la sintió estremecerse sobre él y entonces se dejó llevar, soltando las riendas de su ser durante una ínfima fracción de segundo.


A la mañana siguiente, sin embargo, la sangre se le había enfriado y la cabeza se le había despejado.

¿Qué había motivado semejante cambio de personalidad en su esposa? ¿Quién era esa nueva mujer que lo atormentaba? ¿Era ése su verdadero carácter, o se trataba de una trampa diseñada para hacerle caer en la sumisión sexual?

En cuanto ese último pensamiento se cruzó por su mente, Joe soltó el aliento, sorprendido ante sus propios desvaríos.

Invitado no podía ser tan maquiavélica. No podía serlo. No había ni la más mínima duda. Sin embargo… Las campanas de advertencia seguían sonando en su cabeza.

Miró hacia la cama y la observó mientras dormía, resistiendo la tentación de tumbarse a su lado.

Nunca antes en su vida había pasado una noche como aquélla y una parte de él no quería que terminara.

Invitado le había mostrado una parte de ella que jamás había conocido y, después de haberlo probado, después de haber experimentado algo que nunca había tenido con ninguna otra persona, no sabía muy bien qué hacer.

Pero la única opción era seguir adelante como siempre; mantenerse impasible y no perder el control, nunca más.

No había razón por la que no pudiera disfrutar de las noches en brazos de su esposa y guardar las distancias durante el día.

Ella suspiró y se dio la vuelta, tapándose hasta el hombro con la sábana. El contraste de aquel material suave y sedoso sobre su tersa y cremosa piel encendía una chispa que le consumía por dentro; una chispa que tenía que apagar a toda costa.

Frunciendo el ceño, Joe se dijo que era suficiente con tenerla de vuelta. Ese era su lugar, a su lado.

En poco tiempo caerían en la rutina de siempre y todo volvería a estar en calma; un arreglo matrimonial sensato y organizado, con respeto mutuo y placeres secretos.

Así debía ser.

—No hay problema —susurró él, sonriendo y anticipando la noche que estaba por llegar.

Se dirigió hacia la puerta y al salir la cerró tras de sí con cuidado de no hacer ruido.

Al otro lado del pasillo estaba el balcón en el que habían cenado la noche anterior. Los restos de la cena que habían compartido aún estaban sobre la mesa.

Joe trató de no recordar, pero era difícil. Los recuerdos del postre lo asaltaban sin compasión, despertando su libido. La mousse de chocolate sobre el vientre de ella… Qué bien sabía…

Respirando profundamente, sacudió la cabeza y bajó las escalinatas dobles. Quería hablar con su padre antes de irse al trabajo y sólo podía hacerlo durante el desayuno.

Los tacones de sus zapatos de firma repiqueteaban sobre el pulido suelo de mármol y el eco de sus pasos rebotaba contra el alto puntal de la mansión.
—Buenos días, señor Jonas —dijo una de las empleadas del servicio al verlo cruzar el recibidor.
—Buenos días, Ellen —siguió andando, avanzando a través del largo pasillo del vestíbulo.

El ya nunca se fijaba en el papel pintado a mano que decoraba las paredes de la casa, ni tampoco en las antigüedades que sus padres habían coleccionado durante sus viajes al extranjero.

La mansión Jonas era antigua, mayestática y elegante, y contaba con un sobrio comedor para cenas formales y también con una enorme sala de fiestas por la que habían desfilado miles de invitados célebres a lo largo de varias décadas.

Sin embargo, esos lugares también albergaban otro tipo de recuerdos para Joe. En esos gigantescos salones solían jugar sus hermanos y él.

Además, el palacio Jonas tenía un cine privado donde visionaban tanto las películas de Jonas Pictures como largometrajes de la competencia, que siempre era feroz, y una confortable sala de estar dotada con numerosas estanterías llenas de libros, una mesa de billar, y un bar donde podían tomar unas copas. La cocina, enorme y ventilada, comunicaba con una sala de desayunos, donde la familia solía reunirse los domingos para tomar el brunch. Una buena oportunidad para ponerse al día y enterarse de todas las novedades.

Sin embargo, las últimas noticias de la familia Jonas no merecían ni el más mínimo comentario, según pensaba Joe.

Varios escándalos consecutivos habían puesto a prueba la unidad del clan cinematográfico más poderoso de Hollywood, y todos los miembros de la familia estaban a la defensiva; aguantando el tipo.

Y ésa era precisamente una de las razones por las que Jor había querido que Invitado volviera a su lado. Sólo faltaban unas semanas para la entrega de los Oscar y la familia tenía la obligación de mostrarse unida ante los medios.

Pero eso resultaba de lo más difícil, sobre todo porque su madre se había marchado de la mansión familiar para atrincherarse en su ático de Château Marmont.

Jor huyó de esos pensamientos envenenados. Si se ponía a pensar en todo lo que su madre había hecho para hundir a la familia, entonces sin duda iba a necesitar una copa, y era demasiado pronto para eso.

Kevin Jonas estaba sentado en el desayunador, leyendo el periódico. La pálida luz de la mañana atravesaba los ventanales y se derramaba sobre la mesa de roble.

—¿Algo interesante, papá? —preguntó Joe, yendo hacia la mesa auxiliar, donde estaba el café recién hecho.

Se sirvió una taza y fue a sentarse junto a su padre.

—Lo normal —dijo Kevin con una sonrisa, dejando a un lado el periódico.

Su cabello marrón ya mostraba ligeras pinceladas plateadas y sus ojos agudos y penetrantes mostraban la misma viveza de siempre.

Como director general de Jonas Pictures, a él nunca se le escapaba nada.

—Te has levantado muy pronto.

Y era cierto, incluso para él.

Pero todavía no había pensado bien las cosas, y no había querido arriesgarse a hablar con ella.

Joe se encogió de hombros.

—Hay un par de cosas que tengo que mirar en el estudio.
—¿Problemas? —preguntó su padre, recostándose en el respaldo de la silla y mirando a su hijo con atención.

Joe no quería preocuparle, así que trató de minimizar el asunto.

—No. Pero quería decírtelo antes de ocuparme del tema.

Kevin se puso alerta de inmediato.

—¿Qué sucede?

Joe sonrió y disfrutó de la compañía de su padre.

—Lo normal. Harrow se ha pasado del presupuesto con los emplazamientos de rodaje, así que voy a tener que decirle que pise el freno, o no hay película.

Kevin se echó a reír.

—Creo que te vas a hacer muy popular.

Joe asintió con un gesto serio.

El ostentaba el cargo de vicedirector en la empresa y, por tanto, solía ser el blanco de airados ataques por parte de directores y actores furibundos. Sin embargo, lo que ninguno de ellos quería recordar era que hacer películas era un negocio. La parte artística era importante, pero también había que controlar las finanzas.

«Si no hay dinero, no hay arte», pensó para sí.

—Haz lo que tengas que hacer, Joe —dijo su padre, agarrando su taza de café—. Confío en ti.
—Gracias.

Había trabajado muy duro para ganarse la confianza de su padre y eso lo era todo para él. Sin confianza… Bueno, los Jonas ya sabían lo que pasaba cuando se acababa la confianza. Su propia madre, Denisse Jonas, había traicionado a la familia de la peor manera posible y, con sólo pensar en ello, Joe montaba en cólera y se ahogaba en un mar de resentimiento.

Su madre había engañado a su padre y lo que parecía un matrimonio perfecto había resultado ser una farsa tras la que se había escondido un gran secreto durante mucho tiempo.

Joe no podía creer que la verdad hubiera tardado tanto tiempo en salir a la luz, pero… ¿qué habría pasado si lo hubieran sabido antes?

¿Se habrían divorciado sus padres?

Joe odiaba todo aquello.

Miró a su padre y entonces se dio cuenta de que había envejecido mucho en los últimos meses.

La traición, la muerte de su abuela, Lillian Jonas… Era evidente que había tenido que encajar demasiados golpes en muy poco tiempo.

Además, la muerte de su abuela estaba muy reciente y su padre no lo había superado todavía.

Un nuevo latigazo de resentimiento hacia su madre sacudió las entrañas de Dev. Su padre no había sacado el tema en ningún momento y él había preferido no poner el dedo en la llaga.

Sin embargo, aunque estuviera furioso con su madre por lo que había hecho, había una parte de él que quería ir junto a ella y pedirle una explicación.

¿Cómo había podido hacerles algo tan horrible?

No sólo había engañado a su propio marido, sino que los había tenido engañados a todos durante mucho tiempo. Se había pasado varias décadas fingiendo que no pasaba nada, que todo estaba como debía estar.

Pero nada estaba en su sitio. Nada.

Y su hermana Bella aún intentaba hacerse a la idea de que el hombre al que siempre había creído su tío era en realidad su padre.

David Jonas, el canalla del clan Jonas y hermano de su padre, había desaparecido nada más conocerse la verdad, pero eso no era ninguna sorpresa. Un tipo de su calaña no era lo bastante hombre como para quedarse después de haberse acostado con la esposa de su propio hermano.

Cuánto daño le había hecho a su familia…

—Joe —dijo su padre de repente—, tienes que quitarte toda esa rabia de encima.
—¿Qué? —Joe parpadeó, sacudió la cabeza y miró a su padre.
—Sé en qué estás pensando con sólo mirarte a la cara —Kevin levantó la taza de café y empezó a tamborilear con los dedos sobre la superficie de porcelana.
—No sé en qué…
—Déjalo, Joe—dijo Kevin—. Nunca has sabido fingir, Joe. Siempre has sido un libro abierto para mí.

Su padre tenía razón. Los dos eran tan parecidos que se veían reflejados el uno en el otro. Y a lo mejor ésa era la razón por la que el engaño de su madre le había golpeado tan duro.

Al alejarse de su marido, Denisse también se estaba alejando de sus hijos, sobre todo del primogénito, el que más se parecía a su padre.

—Lo siento —dijo, bebiendo un sorbo de café y quemándose la lengua.
—No tienes por qué —le dijo su padre, incorporándose y apoyando los codos sobre la superficie de la mesa—. ¿Crees que no sé lo mucho que te duele? Sé que todos habéis sufrido mucho por este motivo.
—Pero no se trata de nosotros —trató de decir Joe.
—¿Cómo que no? —exclamó Kevin—. No quiero que ninguno de vosotros le guardéis rencor a vuestra madre.

Joe soltó el atiento con exasperación.

—Es un poco tarde para eso, papa.
—Bueno, supéralo.
—¿Qué?
—Ya me has oído —Kevin dejó la taza sobre la mesa con un pequeño estruendo—. Sí. Ya sé que todo esto ha conmocionado a toda la familia y todos os habéis visto afectados… sobre todo Bella —hizo una pausa, tragó en seco y sacudió la cabeza como si intentara ahuyentar pensamientos duros—. Pero Denisse es tu madre y le debes respeto.
—Respeto.
—Eso es —Kevin frunció el ceño—. Vosotros cuatro sois sus hijos. No tienes derecho a juzgarla.

Joe volvió a respirar con fuerza.

Y su padre lo fulminó con la mirada.

—Los problemas entre tu madre y yo son cosa nuestra. Tú no lo sabes todo, Joe. No puedes saberlo. Ninguno de vosotros puede. Tu madre y yo tenemos cosas que resolver y lo haremos, a su debido tiempo. Vosotros no tenéis nada que decir en este tema por mucho que os queramos.

Asombrado ante la reacción de su padre, Joe lo miró con curiosidad. Jamás había esperado que la defendiera con tanta vehemencia.

—¿Has hablado con ella? —le preguntó.

Kevin suspiró.

—Claro que he hablado con ella, y precisamente se trata de eso, Joe. Lo que pase entre tu madre y yo debe quedar entre tu madre y yo.

Joe comprendía las palabras de su padre, pero sus sentimientos no le dejaban pensar con claridad.

Mentiras y más mentiras que habían minado su confianza sin remedio.

Y el dolor de saber que su madre no era la persona que siempre había creído que era.

Pero él tampoco quería causar una discusión con su padre.
—Tienes razón, papá —dijo, finalmente, vaciando la taza de café.
—Me alegro de que lo hayas comprendido. Bueno, ¿hay algo más de lo que quieras hablarme?

Joe pensó en ello un momento y entonces decidió que no tenía sentido ocultar el regreso de Invitado por más tiempo.

—Sí. Hay algo más. Pero no es nada de trabajo. Invitado ha vuelto.
—¿En serio? —Kevin sonrió y le dio una palmadita en el hombro a su hijo—. Eso son muy buenas noticias, hijo. Me alegro de que por fin hayáis solucionado las cosas. Tu madre se…

Kevin dejó la frase incompleta y Joe frunció el ceño. Todo era culpa de su madre y de la onda expansiva que había generado su traición.

Ella debería haber estado allí, en la casa, junto a su padre. Sin embargo, se estaba alojando en un hotel, muy lejos de su familia.

¿Cómo habían podido llegar a ese punto?

Los Jonas siempre habían sido una familia unida, atípica en Hollywood. Los miembros del clan siempre se habían mantenido alejados de los escándalos y de todos los problemas que sacudían los cimientos de la ciudad del glamour.

Joe siempre había creído que eran especiales, que estaban bendecidos… Pero era evidente que eso se había acabado.

—Mira, tengo que ver a Harrow y pararle los pies antes de que pase otra semana más en el emplazamiento de rodaje. Debería filmar interiores en los estudios y además puede añadir lo que quiera en posproducción.
—A Harrow no le hará mucha gracia —le advirtió su padre con una sonrisa cómplice—. El es un… artista. Pregúntaselo. Verás cómo te lo dice.

Joe sonrió, aliviado de haber vuelto a un tema más ligero.

—Puede que sea un artista, pero yo soy el que tiene el dinero, así que va a tener que escucharme. No le va a gustar, pero tendrá que hacerlo.

Levantándose de la silla, Joe se abotonó la chaqueta y fue hacia la puerta.

Su vida personal estaba plagada de interrogantes, pero aún podía refugiarse en el trabajo.
Koni
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Jul 2012, 8:17 pm

ahh Joe porque te quieres alejar de la rayiz :x
Que familia :(
Me encanta ;)
Siguela!!!!
aranzhitha
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por fernanda Sáb 28 Jul 2012, 10:21 pm

POR FAVOR!
pero que va a ser con todo ese rencor eh?
tienes que seguirla , me encanta tu novela
fernanda
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Jess Jonas .. Sáb 28 Jul 2012, 10:30 pm

AAAA' ¬¬' ..
típico hombre solo de noche quiere estar con su " esposa " ..
pero de día no quiere ni oír su nombre ¬¬' ..
así lo odio !! ¬¬' ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por jamileth Sáb 28 Jul 2012, 10:48 pm

joe!!! no te alejes d la rayita!!!


siguelaaaaaaaaaaaaa
jamileth
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Nani Jonas Lun 30 Jul 2012, 10:42 am

ai qe feo joe se qiere alejar de la rayis siguela plis
Nani Jonas
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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Koni Lun 30 Jul 2012, 4:04 pm

Asuntos Pendientes

Capitulo 5



Invitado se despertó sola. De alguna forma, había esperado encontrarse con su esposo al levantarse, sobre todo después de la noche que habían pasado.

¿Acaso ya se había olvidado de ella?

De ninguna manera. Ella no iba a dejar que eso ocurriera de nuevo.

Era parte de su vida y tenía que hacérselo saber de todas las maneras posibles.

De repente, sus recuerdos volvieron a la noche que habían compartido. El servicio ya había recogido los restos de la comida de la mesa del balcón, pero las imágenes de esa noche memorable se quedarían con ella para siempre. El frío de la mousse de chocolate sobre la piel caliente… Su marido podía llegar a ser muy creativo.

Invitado sonrió para sí, contenta de tener otra oportunidad en su matrimonio.

—Pero el sexo es sólo el comienzo —susurró—. Sólo tengo que demostrarle lo mucho que me necesita. Y sí que me necesita. Está demasiado solo. Demasiado aislado de todo —frunció el ceño—. Pero no lo estará por mucho más tiempo.

Mirando a su alrededor, decidió que tenía que hacer algo respecto a la decoración de la casa. Ese era su lugar tanto como el de Joe; ambos compartían un hogar y, por tanto, tenía que haber cabida en él para los dos.

De pronto reparó en una horrible butaca marrón oscuro que afeaba toda la estancia y decidió cambiarla de sitio. Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, pero el mueble se resistía y ya casi estaba sin aliento cuando alguien llamó a la puerta.

Agradecida de tener algo de compañía, se quitó el cabello de los ojos, miró la butaca con rabia y abrió la puerta de par en par.

—¡Invitado! ¡Has vuelto! ¡Es genial! Papá me dijo que habías vuelto, pero tenía que comprobarlo por mí misma. ¡Y me alegro tanto! —Bella Jonas entró en el apartamento, envuelta en el exquisito aroma de su perfume.

El cabello pelirrojo le caía en cascada sobre los hombros y sus azules ojos brillaban con picardía.

Llevaba una blusa de seda verde oscuro, vaqueros pitillo y sandalias doradas y, como siempre, iba acompañada de su inseparable perrito, Muffin; una bola de pelo enredado con la cara achatada y los dientes agarrotados. El canino más feo que debía de existir en todo el universo, pero también el más entrañable.

Y ese día, Muffin iba vestido con una camiseta del color de la blusa de su dueña.

Invitado disimuló una sonrisa y cerró la puerta.

—Me alegro mucho de verte, Bella.

Durante los dos meses anteriores, la hermana de Joe había pasado por momentos muy difíciles. Todos los periódicos del país se habían hecho eco del escándalo que había azotado a la familia Jonas y ya no quedaba nadie por enterarse de que su verdadero padre no era Kevin, sino David Jonas.

Invitado, por su parte, había sufrido mucho por su amiga, pero no había podido estar a su lado para consolarla.

Nada más estallar la bomba mediática, Bella se había marchado a Francia para alejarse de los fotógrafos y de la prensa.

Y justo después de la marcha de la actriz, Invitado había abandonado a Joe.

Sin embargo, las cosas ya le iban mejor a Bella, que estaba locamente enamorada de su prometido, el magnate hostelero Sam Garrison. Y por suerte para Bella, él sentía lo mismo por ella.

«Qué suerte…», pensó Invitado, suspirando con discreción.

Quizá algún día llegaría a saber lo que era amar y ser correspondida.

Bella le dio un abrazo efusivo, retrocedió y entonces la miró de arriba abajo.

—Pareces diferente —ladeó la cabeza—. ¿Qué es? Invitado se preguntó si los vestigios de la pasión aún asomaban en su rostro.

Se encogió de hombros y le restó importancia.

—No hay nada distinto. Es que me miras con buenos ojos y alegría.

—Cierto. Y es que estoy muy contenta —Bella dejó a Muffin sobre el suelo de parqué para que pudiera entretenerse un rato, olisqueando y retozando—. Es increíble, Invitado —dijo Bella, girando sobre sí misma—. Hace un par de meses yo estaba segura de que mi vida no iba a mejorar, y ahora…
—¿Va mejor? —preguntó Invitado.
—Oh, no sabes cuánto ha mejorado.
—¿Cómo está Sam?

Era evidente que el empresario había sido el artífice de ese gran cambio del que hablaba y que la hacía brillar por fuera y por dentro.

—Muy bien —dijo Bella, sonriendo—. Has estado leyendo los periódicos, ¿no?
—Sí —dijo Invitado, llevándosela hacia el sofá—. ¿Y cómo iba a seguirles la pista a mis amigos si no?

La sonrisa de Bella se desvaneció al momento y una expresión de culpabilidad cruzó su rostro.

—Oh, cariño, lo siento. Debería haberte llamado, pero todo ha sido una locura y…
—No —Invitado le quitó importancia a la preocupación de su amiga. Ella la entendía mejor que nadie—. No te preocupes por eso. Sé exactamente lo que quieres decir. Yo quise llamarte…


Bella frunció el ceño y se mordió el labio inferior, recordando el remolino de locura que se había generado alrededor del escándalo de sus padres.

—Es mejor que no lo hicieras. No era la mejor compañía en esos momentos.
—Lo sé, pero ahora estás aquí, en la casa, así que has arreglado las cosas…

Bella sacudió la cabeza.

—Vine a ver a mi padre —dijo poniendo énfasis en la última palabra.

Kevin siempre sería su verdadero padre, por mucho que David fuera su progenitor biológico.

—¿Y tu madre? —preguntó Invitado, apretándole la mano.
—Todavía no hemos hablado, pero pronto lo haremos. Tenemos que hacerlo. Es que todavía no tengo claros mis sentimientos. ¿Sabes? Yo quiero a mi madre. Eso no va a cambiar. ¿Pero cómo pudo ocultarme algo así durante tanto tiempo? Sé que tengo que hablar con ella, oír su versión de los hechos —admitió—. Todavía estoy tan confundida sobre todo esto… Ni siquiera sé si hablar con mi madre es lo más adecuado en este momento o… —miró alrededor para controlar al perro—. Cariño, no mordisquees la zapatilla del tío Joe.

Invitado miró por detrás del sofá e hizo una mueca. Pero ya era demasiado tarde.

Las zapatillas de diseño de Joe estaban destrozadas.

Sin embargo, le estaba bien empleado por haberlas dejado tiradas en cualquier parte.

—¿Sabes? —dijo Bella, cambiando de tema—. Estoy cansada de hablar y de pensar en mis propios problemas. Cuéntame de ti. ¿Qué te ha hecho volver a esta sombría fortaleza?

Invitado pensó que era una muy buena descripción del apartamento de Joe.

—Tu hermano.

Bella parpadeó, perpleja.

—¿En serio? ¿Fue a buscarte y te trajo de vuelta?
—¿Tanto te sorprende?
—¿Estás de broma? —Bella dobló las piernas encima del sofá, se echó a reír y llamó al perro—. Muffin, cariño, al tío Joe no le hará mucha gracia que destroces ese libro —se volvió hacia Valerie, todavía sonriente—. ¿El gran Joseph Jonas fue detrás de su esposa, la mujer que lo dejó plantado?
—No había una forma mejor de decirlo —comentó Invitado, restándole importancia.
—Desde luego que no —repuso Bella—. Era justo lo que necesitaba. Llevarse un buen golpe de la vida. ¡Y parece que ha funcionado! ¡Fue a buscarte! Es algo histórico. Eso es lo que es.
—Bella… —dijo Invitado, sonriendo.
—¡Lo digo de verdad! Joe nunca ha ido detrás de ninguna mujer —sacudió la cabeza—. Las mujeres se han arrojado a sus pies desde que era sólo un chaval. Así que el mero hecho de haber ido detrás de ü… Bueno, es increíble. De verdad.

A Invitado no le hacía mucha gracia pensar en la legión de mujeres que estaban dispuestas a ocupar su lugar, pero, al mismo tiempo, no podía sino reconocer que Bella tenía razón en ese aspecto.

El había sido quien había ido a buscarla y le había pedido otra oportunidad para su matrimonio.

—Y por suerte accediste a volver con él —dijo Bella—. Ha estado insoportable desde que te fuiste.
—¿En serio? —exclamó Invitado, sintiéndose mejor.

Siempre había creído que ella era la única que sufría por la separación.

—Oh, claro que sí. Se puso como loco cuando te fuiste. No podíamos ni acercarnos a él. Incluso su asistente, Megan Carey, lo esquivaba cada vez que podía, y tú ya sabes que Megan es una mujer de armas tomar.

La chispa de esperanza que había empezado a brillar en el corazón de Invitado se apagó de inmediato. Ella siempre había querido imaginarle triste, apesadumbrado, pero no. Joe Jonas sólo había sido capaz de sentir rabia.

—Entonces no estaba triste, sino molesto —dijo.
—Las dos cosas. Créeme. Joe no está acostumbrado a perder. En nada. Cuando te fuiste, se llevó una sorpresa tan grande, que sólo fue capaz de sentir rabia durante muchas semanas, y entonces la tristeza le golpeó donde más duele —Bella frunció el ceño al ver lo que estaba haciendo Muffin—. Cariño, no deberías dormir en esa almohada. Creo que es de seda.

Invitado miró por encima del hombro y contempló al perrito con malicia. El animal estaba acurrucado sobre una de las horrorosas almohadas marrones de Joe y ya empezaba a mordisquear una esquina.

Invitado no hizo nada para impedírselo.

—Bueno, sinceramente, Invitado, nunca he visto a mi hermano tan… deprimido. Quiero decir que él nunca ha sido especialmente alegre. Dios sabe que no. Pero esta vez las cosas llegaron más lejos. Ya le conoces. El nunca pierde los estribos. Nada le afecta, nada logra romper esa dura coraza de hierro tras la que se esconde. Bueno, por lo menos siempre ha sido así hasta que te marchaste. Creo que realmente pusiste su mundo patas arriba cuando le dejaste abandonado.
—No fue por eso por lo que me fui.

Invitado reparó en la gran ironía que había en toda aquella historia. Joe nunca había sabido apreciarla mientras estuvo a su lado y, sin embargo, había empezado a hacerlo en su ausencia.

—Cariño, lo sé —dijo Bella, sonriendo con complicidad—. Crecí con los Jonas, ¿recuerdas? Y aunque los quiero mucho, no estoy ciega. Soy capaz de ver sus defectos, que no son pocos, sobre todo los de tu marido.

De pronto, Invitado sintió ganas de defenderle, aunque estuviera de acuerdo con su cuñada.

Sin embargo, por muchos defectos que tuviera, Joseph era mucho más hombre que todos los hombres que había conocido en su vida. Y además, era el único hombre al que verdaderamente había amado.

Y por eso merecía la pena luchar por él.

—Oh, ya sé que es arrogante, testarudo y autosuficiente —dijo Invitado —. Pero por debajo de todo eso, creo que es un hombre increíble. De verdad que lo pienso. Sólo tengo que convencerlo de lo mucho que me necesita.
—Tienes razón —dijo Bella, sonriendo—. Sí que te necesita. Desesperadamente. Pero, igual que todos los hombres de este planeta, no es capaz de ver lo que tiene delante de las narices. No obstante, yo tengo fe en ti, Invitado. Si hay alguien que pueda atravesar ese escudo de hierro, ésa eres tú. Creo que eres perfecta para él. Sobre todo ahora —añadió, ladeando la cabeza y mirando a Invitado con ojos agudos—. Pareces más… segura de ti misma que antes. Parece que sabes lo que quieres.
—Bueno, me alegro de que se note —Invitado se recostó en el sofá—. Antes estaba tan enamorada de tu hermano que me esforzaba demasiado por que todo fuera perfecto, ¿sabes?
—Oh, sí.
—No discutía con él, no me atrevía a dar mi opinión… Era la perfecta esposa sumisa que siempre cedía ante las exigencias de su esposo, y le dejé avasallarme en demasiadas ocasiones.
—Eso se le da muy bien a él —declaró Bella, asintiendo con la cabeza.
—Exactamente —dijo Invitado, mirando a su alrededor.

La habitación era completamente masculina, pero… ya había un detalle femenino en ella; el ramo de rosas que Joe le había llevado la noche anterior.

—La primera vez que entré en esta casa, estaba tan ocupada intentando ser la esposa de Joseph Jonas, que se me olvidó ser Invitado Shelton. Pero eso no va a volver a ocurrir.
—¡Muy bien!

Invitado sonrió de oreja a oreja y disfrutó del sentimiento de solidaridad que compartía con Bella. Era bueno tener una amiga que la entendía tan bien, una amiga con la que podía contar.

—¿Sabes? Cuando nos casamos, ni siquiera sabía muy bien lo que quería. Sólo sabía que quería estar con él. Pero ahora… —volvió a mirar a Bella—. Ahora lo quiero todo.
—No hay que conformarse con menos —dijo la hermana de Joe—. Dios sabe que yo no me conformaría con menos de lo que tengo ahora. Sam es lo mejor que me ha pasado, así que estoy de acuerdo contigo.
—Gracias. Te lo agradezco.

Bella sonrió.

—Bueno, ¿qué estabas haciendo cuando llegué?
—Estaba tratando de mover estos muebles. Ya sabes, para darle la vuelta a esta horrible decoración. Pero son tan pesados, que no puedo ni moverlos un centímetro.
—Ya sabía yo que había oído unos ruidos extraños —dijo Bella, mirando a su alrededor—. Mm. Tienes razón. Esta habitación está congelada en el tiempo. Joe no debe de haber cambiado nada desde que se mudó a esta ala de la casa hace un montón de años —dijo, confirmando las sospechas de Invitado.
—Con un poco de ayuda, podría mover estos muebles. ¿Me echas una mano? Sólo quiero cambiar de sitio algunas cosas.

Bella se echó a reír.

—Sabes que podemos llamar al servicio y tener toda la ayuda que queramos.
—Sí… —dijo Invitado, pero ella en realidad no quería hacer eso.
—Bueno, ya veo que quieres hacerlo tú misma.
—Sí.
—Entonces será mejor que empecemos —dijo Bella, levantándose del sofá—. Oh, Muffin, cariño, ¿tenías que hacer tus cositas ahora? —dijo, mirando a Invitado y encogiéndose de hombros—. De todos modos, ibas a deshacerte de esa horrorosa almohada, ¿no?
—Desde luego —dijo Invitado, mirando la mancha que Muffin había dejado.
—Muy bien, entonces no hay nada que lamentar —dijo Bella, sonriendo—. ¿Por dónde empezamos?

Invitado se puso de pie, miró a su alrededor y suspiró.

—De momento, vamos a reorganizar los muebles. Estas zonas vacías no me gustan nada.

Bella sonrió.

—Sí. A mí tampoco. La habitación está demasiado despoblada de esta manera, desangelada, diría yo.
—Esto va a ser divertido —dijo Invitado —. Empecemos poniendo el sofá junto al hogar.
—Perfecto —dijo Bella, poniéndose en un extremo del enorme butacón—. Qué bien que los suelos son de madera dura. Así podemos deslizar estos armatostes.

Invitado se dio cuenta de que podían rayar el suelo, pero entonces decidió cambiarlo también, o comprar alfombras de colores claros…

Las posibilidades eran muchas.

—Ya veo que estás imaginando muchas cosas distintas —dijo Bella.
—Se nota, ¿verdad?
—Sólo yo lo noto, y eso es porque me preocupo por ti. Y por Joe. Así que tengo los dedos cruzados —sonrió con cariño.
—Muchas gracias. Bella. Te lo agradezco mucho —dijo Invitado, apreciando el apoyo de Bella—. Francamente, creo que voy a necesitar toda la ayuda posible —añadió, sabiendo que la ayuda de su cuñada no tenía precio.
—Oh, no sé —dijo Bella, incorporándose y mirando las flores con picardía—. A mí me parece que ya has llamado su atención.
—Cierto. Pero lo que más me preocupa es mantenerla.
—Eso no va a ser un problema. Creo que eres perfecta para él, así que no te rindas. Te va a dar muchos quebraderos de cabeza, pero merece la pena. Es un buen hombre, Invitado. Nunca lo olvides —dijo Bella.
—No te preocupes. Nunca lo olvidaré —dijo Invitado, agarrando con fuerza el sofá—. No voy a irme de nuevo. Esta vez me quedo.
—Así me gusta —dijo Bella, soltando el aliento bruscamente—. ¿Entonces estás lista para mover esta monstruosidad?
—Lista —dijo Invitado, sabiendo que no se trataba sólo de mover muebles pesados.

Aún tenía por delante un gran desafío. Recomponer su vida y llevar a Joe con ella.

***


—No puedes hacerme esto —gritó Dave Harrow, tirándose de su pelo canoso y escaso—. Necesito tres días más, por lo menos, en el emplazamiento de rodaje. No esperarás que ruede toda la película en el estudio.

Joe se mantuvo impasible ante la dramatización.

El ya estaba acostumbrado a los espectáculos de los directores.
—Mira, Harrow… —le dijo, llevándoselo lejos de la multitud curiosa—. Ya te has pasado del presupuesto, y lo sabes. He estirado el presupuesto todo lo que he podido, pero ya no puedo hacer más excepciones, así que si quieres terminar la película, tienes que volver.

Harrow empezó a mirar a un lado y a otro, como si buscara a alguien que acudiera en su ayuda.

Pero allí no había nadie.

Además, él ya sabía que Joseph Jonas siempre iba en serio.

—Muy bien —dijo finalmente—. Terminaremos el rodaje mañana y haremos el resto en el estudio.
—Hoy.

Harrow se puso rojo como un tomate.

—Mañana. Esa es mi última oferta.

Joe se lo pensó mejor, ocultó una sonrisa y le dejó pensar que había ganado la batalla. De camino al lugar ya había decidido darle un día más para terminarlo todo.


—De acuerdo —le dijo, como si hubiera considerado varias opciones—. Mañana. Y regresas enseguida.
—Muy bien, maldito bastardo agarrado y usurero.

Joe no pudo ocultar la sonrisa al oír sus palabras.

—Viniendo de un manirroto egocéntrico y arrogante, no puedo sino tomármelo como un cumplido.
—Y deberías—admitió Harrow con reticencia—. Eres un upo difícil de tratar, pero no metes las narices demasiado.
—Harrow… —dijo Joe, sin dejar de sonreír—. ¿Eso quiere decir que me quieres un poquito?

El hombre soltó un bufido de indiferencia.

—Ese chiste es casi tan viejo como tú. Además, a mí no me gusta nadie y tú lo sabes mejor que nadie —miró hacia los camiones del catering—. ¿Te apetece un café antes de dejarme en paz de una vez?
—No sigas tirándote así del pelo. Dentro de poco no te quedará nada —Joe miró su reloj de pulsera—. ¿Por qué no? Puedes seguir quejándote un rato.

Harrow lo llevó hacia allí. Los tráileres estaban aparcados bajo una arboleda cercana al acantilado bajo el que se extendía Laguna Beach.

Una hermosa ciudad perteneciente al Orange County, situado a cuarenta millas de Los Angeles; el emplazamiento perfecto para rodar exteriores.

Sin embargo, Joe ya no podía seguir invirtiendo dinero en actores caprichosos, luces, equipos y camiones de catering.

—Vosotros los de la oficina no entendéis lo que tenemos que aguantar nosotros —decía Harrow de camino.
—Y vosotros, los creativos de detrás de las cámaras, siempre decís lo mismo —dijo Joe, replicándole por diversión.



La realidad era que Harrow era un director muy bueno y la película iba a ser un gran éxito de Jonas Pictures. Estrellas jóvenes y frescas, exteriores de playa, el mejor guionista de Hollywood…

Joe ya contaba con un gran taquillazo.

Casi habían llegado al camión cuando Harrow fue asaltado por un asistente, así que Joe se hizo a un lado.

Avanzando hacia el borde del acantilado se dejó acariciar por la brisa del mar. Las olas rompían furiosas contra las rocas que yacían al pie del empinado y vertiginoso acantilado.

Estaban en febrero, pero, aun así, decenas de surfistas desafiaban a los elementos sobre sus endebles tablas en el Océano Pacífico.

Sólo había algunos paseantes por la playa y un labrador color terracota retozaba junto a la orilla, jugando con una pelota.

De repente sonó el teléfono y Joe masculló un juramento.

—No puedo tener ni un maldito momento para relajarme.

Miró la pantalla y, al ver el número, todo su cuerpo entró en tensión. Hacía más de dos meses que no veía ese número en la pantalla.

—¿Invitado?
—Hola, Joe. Soy yo. Quería saber si ibas a venir a cenar.

La pregunta lo tomó por sorpresa. Ella nunca lo había llamado para saber a qué hora llegaba a casa.

Invitado solía andarse con pies de plomo, temerosa de despertar su ira. Pero eso se había acabado.

—¿Qué? —le preguntó, sacudiendo la cabeza, desconcertado.

Invitado guardó silencio un momento.

—Ya sabes. La cena. ¿La última comida del día?

Joe frunció el ceño y contempló a un surfista que galopaba sobre una ola hasta la orilla.

—Ya sé lo que quieres decir. Es que no estoy seguro de…
—He comprado unas vieiras exquisitas y pensé en hacer la cena, pero quería saber si ibas a venir. De lo contrario…
—¿Vas a hacer la cena? —preguntó él, interrumpiéndola y apartándose el teléfono del oído un instante para comprobar el número de nuevo.

¿Era su esposa la mujer con la que hablaba en ese momento?

Sin duda. Era ella.

Pero ésa era la primera vez que hacía la cena.

En el pasado siempre habían disfrutado de cenas familiares y formales junto al resto de los Jonas, pero él siempre había evitado pasar tiempo con ella. Era tan tímida y tranquila que siempre lo había hecho sentirse incómodo con su presencia anodina.

—Sí, voy a cocinar. No se me da mal.
—Yo no he dicho lo contrario.
—Pero lo estabas pensando.
—¿Ahora también lees el pensamiento?
—No ha sido demasiado difícil —dijo ella, suavemente.

Joe se preguntó si realmente sonaba decepcionada o si sólo se trataba de su propia imaginación.

—¿Entonces vas a venir o no? —preguntó ella en un tono exasperado que no podía ser más real.
—Sí —Joe comprobó el reloj y miró a Harrow por encima del hombro—. Luego voy. Llegaré a eso de las seis.
—Perfecto.

Joe casi pudo oír su sonrisa al otro lado de la línea telefónica y entonces no pudo evitar sentir ganas de sonreír.

Pero no. ¿Por qué estaba tan contento de repente por hacerla feliz?

Frunció el ceño y decidió cerrar la puerta que se había abierto por un efímero instante.

—Muy bien —dijo Invitado —. Te veo luego. Que tengas buen día, Joe—añadió, y colgó el teléfono.

Pero Joe se quedó paralizado un momento, mirando el teléfono como si acabara de perder contacto con el planeta Marte.

¿Qué estaba ocurriendo entre Invitado y él?

La respuesta a esa pregunta estaba enterrada bajo toneladas de trabajo que ocupaban su mente en todo momento.

Echó a andar hacia Harrow y volvió a pensar en las películas sin mucho esfuerzo.



__


Disculpen por demorarme, creo que ahora no subiré muy seguido porque comencé la universidad de nuevo (se terminaron las vacaciones de invierno). Pero intentare hacer todo lo posible para no dejarlas sin novela por muchos días.

Y gracias a todas por sus comentarios y ¡Bienvenidas nuevas lectoras
Koni
Koni


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Mensaje por aranzhitha Lun 30 Jul 2012, 4:49 pm

awww me encanta Joe :hug:
Bella es una gran amiga
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por jamileth Lun 30 Jul 2012, 6:35 pm

pococ a poco joe s sta dando cuenta d q sta enamorado d la
rayiz!!!


siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa
jamileth
jamileth


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Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú} - Página 2 Empty Re: Asuntos Pendientes {Joe Jonas & Tú}

Mensaje por Jess Jonas .. Mar 31 Jul 2012, 9:35 am

Me cayo muy bien Bella :D ..
y también Muffin Jajajajaja xD ..
Creo que Joe está empezando a darse cuenta de algo (: :D ..
amé le capi ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Jess Jonas ..


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