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Pureza Virginal [Joe & tú ]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 4 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
como que jamas podria tener!
claro que peude
si la ma :)
sigue siguela quiero maraton!
claro que peude
si la ma :)
sigue siguela quiero maraton!
andreita
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
Pureza Virginal
Capitulo 11
Cuando las brumas de su mente se despejaron, Invitadodijo lo primero que se le vino a la cabeza:
—¡Guau!, ha sido mucho mejor de lo que esperaba.
—Eso mismo estaba pensando yo —contestó Joseph rodando por la cama y llevándosela con él, para ponerla encima y besarla—, pero esto solo ha sido el principio.
—¿Es que hay más?
—¡Oh, sí!
Instantáneamente la sangre se le calentó. Invitado estaba más que dispuesta a recorrer otra vez aquellas altas cimas. Una vez perdida la virginidad, era fácil dejarse llevar.
—Bien, pues no te quedes ahí, marine. Hay mucho que hacer.
—Señora, sí, señora —contestó él sonriendo y haciéndola girar para tumbarla de espaldas.
Un suspiro escapó de sus labios con aquel repentino movimiento. Inmediatamente Invitado se quedó sin aliento. Joseph inclinó la cabeza hasta sus pechos. Tomó primero uno con la boca, y después el otro. El estómago se le encogió. Una y otra vez, la boca de Joseph succionaba sus pezones. Sus labios, su lengua la torturaban produciéndole vértigo. Entonces él bajó la mano izquierda a lo largo de su cuerpo, acariciando toda su piel. Invitadojadeó al sentir que la saboreaba; gimió y se arqueó contra él.
—¡Oh, Dios! —suspiró ella.
Invitado sujetó la cabeza de Joseph contra sus pechos y se convulsionó bajo él, cediendo a las increíbles emociones que sabía suscitarle. Veía luces de colores y sentía que todo el mundo estallaba a su alrededor. Demasiadas sensaciones, demasiado placer. LInvitado luchó por respirar, pero no le importó quedarse sin aliento. Lo único que necesitaba, lo único que quería era que Joseph siguiera besándola.
La luz de la luna entraba en la habitación creando un velo de plata a su alrededor. El mundo estaba en silencio, excepto por la respiración agitada de ellos dos. Como si solo a ellos les perteneciera. Y a aquella escasa luz, Invitado casi lo creyó. Solo existía Joseph , sobre ella. Solo esa noche, solo aquel lugar. Aquella extrañeza.
La mano de Joseph bajó, cruzó su abdomen hacia el triángulo de vello dorado, hasta sus secretos, más allá. Al primer contacto, ella creyó disolverse. El amor surgió en su interior, embargándola con su dulce e inesperada belleza. Invitado se aferró a él esperando poder retenerlo para siempre. No sabía cuándo había ocurrido, pero tampoco le importó. Solo sabía que lo amaba.
En esa ocasión, Joseph se tomó su tiempo. Disfrutó saboreándola, sintiéndola bajo él. Joseph sentía como si llevara toda la vida esperando aquel momento, y no estaba dispuesto a malgastarlo. La primera unión había sido frenética, apasionada. Aquella sería tierna.
Joseph la sintió temblar y supo que el cuerpo de Invitado estaba tan preparado como el suyo. Levantó la cabeza y la miró, observando sus ojos azules nublados por la pasión. Algo muy dentro de él se tensó, se retorció, hiriéndolo en el corazón y en el alma.
Ella era mucho más de lo que había creído. Era salvaje, abierta y hermosa. El corazón le martilleaba en el pecho. Entonces Joseph supo, por primera vez y a pesar de su reserva, que la amaba.
—¡Por favor, Joseph ! —suplicó ella levantando las caderas—. ¡Por favor! —continuó lamiéndose los labios, tomando el rostro de Joseph con las manos y susurrando—: Entra en mí, vuelve a completarme.
Joseph sintió que el corazón se le retorcía en un puño; no podía hablar. No podía pronunciar palabra. Por eso asintió, se colocó entre sus piernas y cubrió su cuerpo para penetrarla una vez más.
Y lo hizo suspirando. Largamente. Era allí donde pertenecía. Con ella. En ella. Como una parte de ella. Para siempre. Aquello era lo más correcto. Joseph dio las gracias en silencio al destino, que había sabido guiarlo hasta allí. No había pasado, ni futuro. Solo el presente. Solo Invitado.
Los brazos y las piernas de Invitado lo envolvieron en su calor. Él la estrechaba fuertemente, observaba sus ojos, penetraba su alma. Y al sentir las primeras convulsiones en el cuerpo de Invitado, cedió él también a lo inevitable. La abrazó, y juntos tomaron el rumbo hacia el olvido.
Invitado gritó su nombre. Joseph se aferró a aquella voz como si el mundo hubiera desaparecido a su alrededor.
Cuando la habitación dejó de girar y girar, Invitado abrió los ojos mirando al techo y sonrió para sí misma. Acarició la espalda de Joseph y comprendió que estaba totalmente paralizado, como muerto.
—Qué extraño; tú estás exhausto, y yo, en cambio, me siento como si pudiera correr un maratón. Si me gustara correr, claro. Lo cierto es que no me gusta porque, la verdad, ¿qué sentido tiene? ¿Por qué iba nadie a correr, a menos que otro lo persiga con un arma?
Joseph se echó a reír. Su carcajada quedó amortiguada por la almohada. Luego, lentamente, levantó la cabeza y la miró, preguntando:
—No hay nada en absoluto que te pueda hacer callar, ¿verdad?
—No —contestó ella sonriendo.
—Eso pensaba —dijo él, sonriendo también.
Invitado contempló su rostro y levantó una mano para dibujar la línea de su mentón. Él se regodeó en la caricia, rozó los labios contra sus dedos y la sintió temblar.
—Tengo que decir algo, aunque tu ego se infle hasta alcanzar el tamaño de Cleveland —repuso entonces Invitadomirándolo a los ojos y sosteniendo largamente la mirada.
Joseph se incorporó y se apoyó sobre un codo, pero no trató de desenredar su cuerpo del de ella. Y Invitado se alegró. No estaba dispuesta a dejar de sentir su calor.
—Bien, cuenta, estoy intrigado —dijo él.
—Eso me he figurado. Es solo que he estado esperando mucho tiempo a que sucediera lo que ha sucedido esta noche y… quiero que sepas que perder mi virginidad ha sido todo un acontecimiento.
—¿Qué?
Invitado sintió que Joseph se ponía tenso. No advirtió ningún cambio en él, pero lo sintió. Joseph no se movió, ni siquiera cambió de posición. Y, no obstante, de pronto parecía muy lejos, fuera de su alcance.
—¡Bueno, demonios!, no pretendía que fuera un insulto —se disculpó ella.
—¿Eras virgen?
—Sí —confesó ella parpadeando—. Tú y yo. El Instructor y la Virgen. Bueno, hasta esta noche. ¿Quieres decir que no lo habías notado?
—No, no lo había notado.
—¡Pues vaya decepción!
—¿Decepción? —repitió Joseph rodando por la cama y alejándose de ella. Invitado comenzó a sentir el frío llegarle hasta los huesos—. Esto es una locura. ¿Qué diablos le pasa a tu novio? ¡Demonios, tu novio! ¡Estás comprometida! ¡Comprometida y virgen! Esto jamás debía haber ocurrido.
Invitado se sintió culpable. Sabía que antes o después llegaría el momento de la verdad, pero aquella ocasión no parecía la mejor. Aunque, por otro lado, ¿qué otro momento habría sido mejor?
—En realidad —comenzó ella a explicarse, sentándose en la cama y tirando de la sábana—, tengo algo que decirte.
—¿Qué otra cosa más vas a decirme ahora? —preguntó Joseph mirándola de reojo.
—No estoy comprometida —soltó Invitado observando su rostro para ver su reacción.
Era extraño, pero ella esperaba que Joseph se enfadara y, después, se sintiera feliz por el hecho de que fuera libre de amarlo. Lo que no esperaba era que la ira se formara lenta y hondamente en su interior, expresándose poco a poco en sus rasgos, borrando toda la ternura de ellos.
—¿Que no estás…?
—¿Comprometida?, no —terminó Invitado la frase por él, lanzándose a hablar y comprendiendo, instintivamente, que tenía que decírselo todo. Cuanto antes. Antes de que dejara de escuchar—. Escucha, solo trataba de quitarme a mi padre de encima, de evitar que intente casarme. Por eso le dije que estaba comprometida con Ray, pero Ray no es mi novio. Es mi amigo. Además, en realidad es gay.
—¿Tienes un novio gay?
—Víctor, el novio de Ray, tampoco pareció muy feliz con la idea, igual que tú.
—Entonces has mentido.
—Esa palabra es un poco fuerte.
—Pero es cierta.
—Bueno, sí —contestó Invitado estremeciéndose ante la dureza de la acusación—. Quiero que sepas que yo jamás miento. En general. Es malo para el karma, y además es agotador, tratar siempre de recordar qué mentira le has contado a qué persona exactamente. Es mucho más fácil decir la verdad —terminó respirando hondo—. Ahora que lo sabes, me siento mucho mejor.
—Estupendo —musitó Joseph rodando por la cama con una inesperada energía que salía de su interior.
De pronto Joseph sintió un enorme vacío en las entrañas. La satisfacción, la plenitud que había sentido instantes antes, desapareció. Borrada por la humillación de saber que había vuelto a cometer un error. Había vuelto a escoger a una mujer dispuesta a mentir y a engañar con tal de conseguir lo que deseaba. Era un completo estúpido. Incluso los monos aprendían más deprisa de sus propios errores.
—¡Joseph!
La voz de Invitado sonó débil, distante. Instantes antes, había estado dispuesto a confesar que la amaba. En aquel momento solo deseaba que Invitado se vistiera y desapareciera de su vida.
—Me alegro de que te sientas mejor —contestó Joseph recogiendo los pantalones del suelo.
Incluso sabiendo que había mentido, Joseph seguía sintiéndose excitado solo con mirarla. Sus cabellos se revolvían sobre los hombros y, a la luz de la luna, parecían casi de plata. Sus ojos eran inmensos, pero a pesar de la escasa luz, podía apreciar el dolor brillar en ellos. Aquello lo agarrotó, pero Joseph no hizo nada por desembarazarse de ese vacío que lo corroía por dentro.
Joseph se puso los pantalones con manos nerviosas, con la vista fija en ella, y añadió:
—Vístete, te llevo a tu casa.
—¿A casa? Pero creí que…
—Escucha —la interrumpió él agarrando la sudadera—. Olvida lo ocurrido esta noche, ¿quieres?
—¿Olvidarlo? —repitió Invitado saltando de la cama, aferrándose estúpidamente a la sábana—. Yo no quiero olvidarlo. Yo te quie…
—¡No! —volvió Joseph a interrumpirla, levantando una mano para que Invitadono dijera aquellas palabras.
Si ella le decía que lo quería, Joseph no habría sabido qué hacer. Había estado muy cerca. Muy cerca de encontrar algo que ni siquiera creía buscar. Y cuando por fin lo había perdido, el dolor lo desgarraba. Quería herirla a ella, en venganza. Quería que conociera el dolor que albergaba su pecho, con cada bocanada de aire que respiraba.
—No quiero oírlo. Me has mentido —continuó Joseph acercándose a ella con su imponente cuerpo amenazador.
—Sí, pero…
—Me has utilizado, igual que Alanna —rió amargamente, conmoviendo el corazón de Invitado.
—Yo no soy como ella —se defendió Invitado desgarrada, al ver que Joseph la trataba como a una extraña.
—¿No? —repitió Joseph poniéndose la sudadera—. Ella me mintió para entrar en este país, tú para cazarme. He vuelto a hacer el tonto.
El dolor era tan profundo, tan hiriente, que Joseph no creía poder seguir respirando durante mucho tiempo. Era extraño, se dijo a sí mismo. Con el tiempo y la práctica, aquellos engaños hubieran debido resultarle cada vez más llevaderos, más fáciles. Pero no era así. Su única defensa era fingir indiferencia, no demostrarle a Invitado hasta qué punto lo había herido. Joseph se puso tenso, se esforzó por sonreír y, tomándola de la barbilla, añadió:
—Gracias, cariño, por recordarme lo mal que juzgo siempre el carácter de la gente.
Hubiera debido figurarse que Invitado no se iba a tomar aquellas palabras a la ligera. Ella se soltó, dio un paso atrás y, señalándolo con el dedo índice en el pecho, como si se tratara de una espada, contestó:
—No te permito que digas eso. No te atrevas a compararme con esa fulana traicionera con la que te casaste. Yo lo único que he hecho ha sido decir una mentira para apaciguar a mi padre. De algún modo, tú has acabado cayendo en ella, y lo siento. Pero yo no soy Alanna.
—¿Y mentirle a tu padre hace de ti una persona estupenda?
—No, pero… tampoco me pone a la altura de tu ex mujer.
—Casi.
—Si piensas eso, es que eres un idiota —alegó Invitado.
—Señorita —dijo Joseph agachándose para recoger la ropa de ella—, por fin estamos de acuerdo en algo. Te llevo a tu casa —añadió tirándosela y poniéndose los zapatos, de camino al baño—. Ahora. Y, por cierto, quizá vaya siendo hora de que hables con tu padre como un adulto, tal y como crees ser. Dile la verdad, para variar. Así no engañarás al pobre marine al que le toque escoltarte la próxima vez —las lágrimas se agolpaban en los ojos de Invitado , pero se negó a dejarlas caer. En lugar de ello levantó la barbilla y observó a Joseph, que añadió—: Y si necesitas que alguien te acompañe en esta base, búscate a otro. Yo ya estoy harto de los manejos de la familia Forrest.
Invitado entró en casa de su padre dando un portazo, pero eso no le sirvió de consuelo. Lo malo era que tampoco ninguna otra cosa la ayudaría.
—¿Invitado? —el coronel salió al vestíbulo y la miró—. ¿Te encuentras bien?
—No —sacudió ella la cabeza.
Quizá nunca más volviera a sentirse bien. El dolor se esparcía por todo su cuerpo y su alma como diminutos cristales rotos, inundando cada rincón. Resultaba difícil creer que, solo una hora antes, estaba en brazos de Joseph haciendo planes para el futuro.
—¿Qué te pasa?
Invitado miró a su padre y le dijo las palabras que hubiera querido decirle al hombre que, minutos antes, casi la había empujado del coche:
—Estoy enamorada de Joseph Jonas.
—Y sin embargo estás llorando —comentó su padre tras una levísima sonrisa—. ¿Tengo que salir a matar al sargento de Artillería Jonas?
—No —contestó Invitado medio riendo, ante una idea tan ridícula.
—Entonces, todo va bien —afirmó su padre.
—¡Oh, papi!, jamás estuve comprometida con Ray —confesó Invitado echándose en brazos de su padre—. Es solo mi amigo. Además… es gay.
—Así que mentiste —comprendió entonces su padre, tras cierta confusión.
—¡Dios, no puedo seguir escuchando lo mismo toda la noche! —exclamó Invitado soltándose de sus brazos—. Sabía que mentir no era sano, pero ¿quién podía imaginar que se armaría tal escándalo?
—¿De qué estás hablando?, ¿por qué mentiste a propósito de Ray?, ¿qué está pasando aquí?
—Toda la culpa es tuya, papá.
—¿Cómo dices? —preguntó su padre frunciendo el ceño—. Tú mientes, ¿y es culpa mía?
—De todos modos Joseph tiene razón en una cosa —contestó Invitado con los ojos llenos de lágrimas, enjugándoselas—. Ya es hora de que te diga la verdad.
—En eso estoy de acuerdo —repuso el coronel arrastrándola hasta el salón—. Vamos, habla.
Y así lo hizo Invitado . Se lo contó todo. La decepción que creía percibir en él, la tristeza de saber que no era la hija que él esperaba… Invitado le contó todos los detalles sobre la inseguridad y los miedos que la habían atenazado durante años, y cuando terminó estaba exhausta.
—Te quiero mucho, papá, pero estoy cansada —terminó diciendo con voz rota—. Estoy cansada de que siempre quieras que sea lo que no soy. ¿Por qué no puedes amarme tal y como soy, con mis colgantes de cristal, mi incienso y mis velas?
Un largo minuto de silencio transcurrió antes de que su padre levantara la vista y la mirara como si jamás la hubiera visto antes. Invitado se preparó para su respuesta, pero seguía temblando cuando él habló. El coronel se puso en pie, se acercó a ella, puso ambas manos sobre sus hombros y dijo:
—Invitado, creo que esta es la tontería más grande que te he oído decir jamás —Invitado abrió la boca atónita—. Yo te he querido siempre, desde el instante en el que el médico te puso en mis brazos. Me miraste con unos ojos igualitos a los de tu madre, y desde entonces me robaste el corazón. Y aún es tuyo —añadió mirándola fijamente, tratando de convencerla.
Invitado sintió que los años de secreta amargura y pena se disolvían, pero aún necesitaba decir otra cosa más, por mucho que le costara.
—Papá, yo sé que tú siempre quisiste tener un hijo. Un marine.
El coronel se echó a reír y sacudió la cabeza, alargando una mano para tomar el rostro de su hija.
—Bueno, también quería un descapotable, pero eso no significa que no me guste conducir un Jeep.
—¿Qué?
—¡Oh, Invitado, cariño! —exclamó su padre tirando de ella para abrazarla como cuando era niña—. No cambiaría ni un solo anillo de los dedos de tus pies. Ni por un hijo. Tú eres todo lo que quiero, preciosa. Te quiero.
Por fin las lágrimas que se habían agolpado en sus ojos durante toda la noche resbalaron por las mejillas de Invitado libremente. Por primera vez en años, Invitado se sintió completamente segura en brazos de su padre. Y completamente amada. Y mientras él la acariciaba, Invitado se acurrucó contra él y preguntó:
—¡Oh, papá!, ¿cómo voy a convencer a Joseph de que lo quiero?
—Ah, cariño, eso sí que no lo sé —suspiró su padre.
Koni
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
todo era perfecto
ERA
ah diantes, al menos sabemos que el coronel la ama realmente
y no le cambiaria nada awwww
SIGUELA
ERA
ah diantes, al menos sabemos que el coronel la ama realmente
y no le cambiaria nada awwww
SIGUELA
Taescaab
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
..Queda TAN POCO para el final, pero pueden comenzar a leer mi otra novela, no va muy avanzada https://onlywn.activoforo.com/t15052-asuntos-pendientes-joe-jonas-tu
Koni
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
HAY Q BIEN Q ARREGLO LAS COSAS CON SU PADRE... :)
X OTRO LADO Q MAL X LAS COSAS ALLAN TERMINADO ASI
CON JOE :( SIGUELA
NO QUIERO Q TERMINE TAN RÁPIDO
X OTRO LADO Q MAL X LAS COSAS ALLAN TERMINADO ASI
CON JOE :( SIGUELA
NO QUIERO Q TERMINE TAN RÁPIDO
ElitzJb
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
Ese Joseph es un idiota , enserio ..
entiendo que Alanna lo hay mentido y lo haya utilizado ..
pero la raya ? ..
enserio es capaz de creer eso ? ..
es más ni siquiera lo utilizó ..
bueno quizá ya no quería seguir siendo la única mujer virgen ..
pero ella lo ama ..
Ayy Joseph ¬¬' ..
Awww' que lindas palabras del Coronel :'D ..
SI-GUE-LAA !! ..
entiendo que Alanna lo hay mentido y lo haya utilizado ..
pero la raya ? ..
enserio es capaz de creer eso ? ..
es más ni siquiera lo utilizó ..
bueno quizá ya no quería seguir siendo la única mujer virgen ..
pero ella lo ama ..
Ayy Joseph ¬¬' ..
Awww' que lindas palabras del Coronel :'D ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
ay no josph jpsep!!!! porque reaccionas asi?
si la rayis te ama!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
siguela pirfa
si la rayis te ama!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
siguela pirfa
andreita
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
Pureza Virginal
Capitulo 12
Tres días. Tres días sin ella, que le habían parecido tres años. Joseph juró entre dientes y trató de concentrarse en el entrenamiento de los reclutas. Su mente, sin embargo, seguía divagando. Como tantas otras veces durante aquellos días, volvió a recordar la última noche con Invitado. Instantáneamente, las imágenes de ambos haciendo el amor surgieron con una fuerza imperiosa, pero igual de deprisa trató Joseph de olvidarlas. Prefería recordar cómo había acabado la velada. Con gritos, con un engaño. Con portazos y lágrimas.
Cualquiera que lo observara pensaría que nada en él había cambiado. Y así quería Joseph que pareciera. No era de esas personas que demostraban lo que sentían. No quería lamentarse en el hombro de un amigo o de la familia. N: volver a ser la comidilla de la base. Quería olvidar lo ocurrido aquella noche, como si nunca hubiera pasado. Pero su cuerpo no estaba dispuesto. Ni su corazón.
—¡Maldita sea! —musitó entre dientes, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia donde había aparcado el coche.
Necesitaba salir de la base durante un rato. Estaba de permiso, así que sin más, se marchó. Para despejar la mente, ver a su familia, buscar la paz. Quizá así pudiera olvidar por fin el sonido de los cascabeles de la pulsera de Invitado. Pero no sería fácil. Echaba de menos su voz, su risa. Echaba de menos sus ojos, el brillo de su mirada cuando estaba emocionada. Invitado se emocionaba con cualquier cosa, pensó sonriendo involuntariamente.
Joseph se sentó al volante. Sentía un vacío en su interior que cada día se hacía más grande, más negro y más terrible. Jamás había sentido algo así, y solo Invitado podía llenarlo. Joseph giró en dirección a las puertas de salida de la base. Miró en dirección a la casa del coronel Forrest, y reprimió el ansia de dirigirse allí. Pasó de largo y se aferró al volante.
—No vas a salir de esta tan fácilmente —dijo Kelly una vez que ambos estuvieron sentados en el salón.
—¿No? Observa —contestó Joseph felicitándose a sí mismo por la firmeza de su tono de voz.
—¿Así de sencillo?
Joseph lanzó una mirada amenazadora a su hermana. Por supuesto, ella no hizo el menor caso. Pero antes de que pudiera seguir con sus reproches, Joseph añadió:
—Déjalo, Kel.
—Claro, igual que lo dejaste tú, cuando Jeff y yo tuvimos problemas.
—Eso era diferente —gruñó él.
—Claro, era diferente porque se trataba de mí, no de ti.
—¡Maldita sea!
—Juegas duro —repuso Kelly.
—No soy yo quien está jugando, sino Invitado.
Kelly se reclinó sobre el respaldo de la silla y se cruzó de brazos, mirándolo como si estuviera dispuesta a luchar contra él o a enseñarle una lección. Por fin, se decidió por darle la lección.
—Eres un idiota, Joseph. Desde lo de Alanna, te has encerrado en ti mismo. Solo porque ella te engañó.
—Déjalo ya, Kelly —insistió Joseph.
—¿Por qué?, ¿acaso lo has olvidado tú?
Sí, lo había olvidado. En cuanto Invitado le robó el corazón, Alanna pasó a ser solo un mal recuerdo. Era un hombre distinto. Y todo se lo debía a ella. Había confiado en ella.
—Estamos hablando de Invitado, no de Alanna. Ella me mintió.
—Ella le mintió a su padre —señaló Kelly—. Tú te enredaste en esa mentira.
—Estupendo, hablas igual que ella.
—He hablado con el cartero; me ha dicho que ella se va —anunció Kelly observando la reacción de su hermano—. Mañana. A San Francisco —Joseph no lo hubiera creído posible, pero aquel vacío interior se transformó en un pozo negro en el que se hundió—. Y deja que te diga una cosa, hermanito. Si echas a perder lo mejor que te ha ocurrido en la vida, simplemente por culpa de una mala experiencia, entonces… mereces todo lo que te ocurra.
A la mañana siguiente Invitado estaba frente al apartamento de Joseph, contemplando la puerta y preguntándose qué haría él. ¿Maldecirla?, ¿echarla de menos? Había esperado tres días, le había ofrecido la oportunidad de volver junto a ella, de decirle que lo comprendía. Pero él no había aparecido.
Invitado se aferró al colgante de cristal y se repitió una vez más que lo mejor era marcharse directamente al aeropuerto. Tomar un avión y continuar con su vida. Obviamente, él no estaba interesado en continuar la relación. Lo que habían compartido no significaba nada para él. O, al menos, no significaba lo mismo que para ella. Pero en el fondo no lo creía.
—Señorita, ¿nos vamos, o nos quedamos? —preguntó el taxista volviendo la cabeza hacia ella.
—Él debería haber venido a verme. Lo menos que podía hacer era venir a gritarme.
—Bien.
—Vamos a ver: si una persona quiere a otra, y la segunda miente a la primera, ¿no debería esa persona, al menos, molestarse en decirle cómo se siente? —el taxista la miró con indiferencia, frunciendo el ceño—. No importa. Espéreme, ¿quiere?
Invitado salió del taxi y caminó hacia la puerta. Llamó con insistencia. Cuando la puerta se abrió, casi dio un paso atrás horrorizada. El aspecto de Joseph era lamentable. Descalzo, con vaqueros gastados y rotos por la rodilla, ojeras y ojos inyectados en sangre; la camiseta estaba tan arrugada que parecía como si hubiera dormido con ella. Pero un examen más atento de sus ojos le reveló que no había estado durmiendo. Era un consuelo.
Invitado lo observó largamente, con el corazón en un puño. Su primer instinto fue lanzarse a sus brazos, pero instantes después decidió pasar por delante y entrar directamente en el apartamento. Con el corazón acelerado y la boca seca, llegó al salón y se volvió para mirarlo de frente.
Era duro volver allí. Estar en ese salón y seguir sola. ¿Cómo no se daba cuenta Joseph de que en ningún momento había querido mentirle?
—Me voy —soltó de sopetón, esperando ver su reacción.
—Ya lo sé.
¿Sabía que se marchaba, y a pesar de todo no había ido a verla?, se preguntó Invitado dolorida.
—¿Y pensabas dejarme marchar así? —Joseph abrió la boca, pero ella se lanzó a hablar apresuradamente, no del todo segura de querer oír su respuesta—. Estupendo. Sabes que me voy. Pero hay una cosa que no sabes, y he venido a decírtela. Te quiero.
Casi se había dado por vencida. Había llegado a creer que jamás podría decir aquellas dos sencillas palabras. Invitado disfrutó pronunciándolas. Pero por fin, después de decirlas, le quedó un sabor amargo en la boca.
—Invitado…
—No —negó Invitado levantando una mano para hacerle callar—. Tú ya has tenido tu oportunidad de hablar.
—¿Y cuándo ha sido eso?
—Durante estos últimos tres días —explicó Invitado elevando la voz, cediendo a la ira—. He estado esperándote, creí que irías a verme. Pero no has ido.
Joseph se pasó una mano por la cabeza y después la dejó caer al costado. Su aspecto era lastimero. Bien, estupendo. Invitado levantó el mentón, se enderezó y continuó:
—Siento haber mentido; debería haberte dicho la verdad, pero ni siquiera era algo que tuviera relación contigo. Al menos al principio —explicó comenzando a caminar de un lado a otro de la habitación. Necesitaba moverse, hacer algo—. Y para cuando te viste mezclado en ello… bueno, era demasiado tarde. De un modo u otro, iba a quedar como una mentirosa.
—Mentiste.
—Sí, ¿acaso tú no has mentido nunca? —preguntó Invitado furiosa—. ¿Eres santo?, ¿nunca cometes un error?
—Sí, cometí uno muy grande, hace un par de años.
—Bien, vale. Confiaste en una mujer en la que no debiste confiar, y ahora que encuentras a otra en la que sí puedes, no confías en ella. Muy inteligente.
—Escucha, Invitado.
—Aún no he terminado —lo interrumpió ella enérgica.
Joseph la observaba fascinado. Era una mujer tremendamente apasionada. Llena de vida. Y había llenado su mundo. Simplemente caminando de un lado a otro del diminuto salón, Invitado Forrest conseguía que pareciera más grande y más acogedor.
Verla de nuevo allí, en su casa, le hacía desear abrazarla y no soltarla nunca. Sus ojos azules brillaban de indignación, las palabras salían de su boca sin cesar. Era magnífica, pensó. Entonces comprendió, sin ningún género de duda, que no podía dejarla marchar. Tenía que retenerla, formar parte de su vida. Pero ella seguía hablando y hablando, sin darle la oportunidad de hacerlo a él.
—He hablado con mi padre. Hemos hablado en serio. Tenías razón, así que gracias. Las cosas ahora van bien entre nosotros, por primera vez desde hacía mucho tiempo.
—Me alegro —dijo él.
Entonces ella calló de repente y lo miró con el ceño fruncido. Colocó los brazos en jarras y tamborileó con la punta de la bota en el suelo, diciendo:
—Ahora te alegras, pero pronto lo lamentarás.
—¿El qué?
—Lamentarás haberme dejado marchar, Joseph —explicó ella mirándolo a los ojos y sosteniendo la mirada—. ¿Y sabes por qué? Porque me quieres, por eso.
Jospeh abrió la boca para confesar que era cierto, pero nada podía detener a Invitado. En parte Joseph se sentía frustrado, pero por otro lado disfrutaba escuchándola defender su amor.
—Si me voy, te echaré de menos toda la vida, pero una vez me haya ido, será demasiado tarde para cambiar de opinión. Tienes que decidirte ahora, Joseph. En este mismo instante. ¿Vas a dejarme marchar por una simple estupidez, o vas a admitir que me quieres, y a arriesgarte conmigo? —Invitado respiró hondo y ordenó—: Decide.
La decisión estaba tomada desde el instante en que la conoció, pensó Joseph. No había tenido oportunidad alguna de escapar. Desde el principio. Y para demostrárselo, Joseph dio un paso adelante y la atrajo a sus brazos, la levantó del suelo y la besó profunda y largamente. Cuando estuvo seguro de que ella estaba lo suficientemente mareada como para callar un minuto, Joseph levantó la vista y la miró directamente a los ojos.
—Sí, te quiero.
—¡Hah! ¡Lo sabía! —sonrió Invitado abrazándolo por el cuello.
—Es mi turno para hablar —dijo él estrechándola con fuerza—. No tenía pensado enamorarme de ti. Ni siquiera quería.
—¡Vaya, gracias!
—¿Es que solo puedes estar calladita si te beso? —musitó él comenzando a hablar de inmediato, antes de que lo hiciera ella—. Pero no solo te quiero, te necesito. He pasado la noche despierto, pensando en esto, Invitado . Y maldita sea, te necesito. Necesito que enciendas velas y lleves colgantes de cristal. Necesito ayudarte con tus obras de caridad. Necesito tu caos para animar mi aburridísima vida. Tú me has dado la risa —añadió dándole un beso en los labios—. Me has dado una nueva vida. Y no puedo soportar la idea de perderte.
—¡Oh, Joseph…! —exclamó Invitado sonriendo, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.
—Pero yo soy un marine —añadió él, sabiendo que se trataba de algo importante—. Y eso no puedo cambiarlo. No quiero cambiarlo. Es lo que soy. Es tan parte de mí como tú.
—Lo sé.
—¿Estás segura de querer volver a un mundo que nunca te hizo feliz?
Otra lágrima resbaló por la mejilla de Invitado, que asintió febril y sonrió con aquel gesto que Joseph jamás se cansaría de ver.
—No era la vida militar lo que me hacía infeliz, Joseph —explicó Invitado acariciando su mejilla—. Era el tratar de ser quien no soy. Pero si me amas por lo que soy, entonces siempre seré feliz.
—Esa es precisamente la razón por la que te amo, por lo que eres —dijo Joseph—. No cambies nunca, Invitado. En realidad, cada día me gusta más el caos.
—Entonces bésame, sargento de Artillería, y luego hablaremos de la boda.
—¿Te digo qué prefiero? —susurró él inclinándose sobre su oído—. Una boda sin ceremonias, y cuanto antes.
—Buena idea —murmuró Invitado inclinando la cabeza para que le besara el cuello. Luego, bromeando y tratando de prepararlo para la vida que le esperaba con ella, añadió—: ¿Sabes? He estado pensando en hacer una petición.
—¿Una petición?
—Ya es hora de que los marines dejen ese color verde tan feo de los uniformes —explicó Invitado haciendo una pausa para ver el efecto que causaba en él—. Estaba pensando en un rojo oscuro, brillante.
Joseph apartó la cara y la miró horrorizado. Después, al ver su sonrisa, rió a carcajadas y dijo:
—Si hay alguien que pueda conseguirlo, esa eres tú, cariño.
—Olvídalo —rió Invitado con el corazón pletórico de júbilo—. El único marine que me interesa es este, y ya puede empezar a besarme, y rápido.
—Señora, sí, señora —obedeció él inclinando la cabeza.
Segundos más tarde se escuchó la bocina de un coche. Invitado se apartó de él.
—¡El taxi!
—Deja que se busque él solo su chica —musitó Joseph, volviendo a posar la boca sobre la de ella.
FIN
_____
Luego les subo epilogo
Koni
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
Aww que hermoso.
Jajajajaja jamas se calla.
Quiero el epilogo :)
Que buena hna. Kelly.
Jajajajaja jamas se calla.
Quiero el epilogo :)
Que buena hna. Kelly.
Taescaab
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA' ..
MORÍ MUERTAAAAAA !!! ..
A M É E L C A P I ..
AMÉ LA NOVELA ! ..
Fueron todos capítulos bellísimos :'D ..
Siii sii suebee el epílogo :D ..
SI-GUE-LAA !! ..
MORÍ MUERTAAAAAA !!! ..
A M É E L C A P I ..
AMÉ LA NOVELA ! ..
Fueron todos capítulos bellísimos :'D ..
Siii sii suebee el epílogo :D ..
SI-GUE-LAA !! ..
Jess Jonas ..
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
WAAAAAAAAAAAAA ME ENCANTO ME ENCANTOOO
PENSE QUE NO IBAN A TERMINAR JUTOS
SI EPILOGO
Y NUEVA NOVE
PENSE QUE NO IBAN A TERMINAR JUTOS
SI EPILOGO
Y NUEVA NOVE
andreita
Re: Pureza Virginal [Joe & tú ]
Mis amores, les comento que hay otra adaptación mia para que la lean, solo hagan click en el siguiente titulo:
Asuntos Pendientes (Joe & Tú)
Luego, les dejo el epilogo ;)
Asuntos Pendientes (Joe & Tú)
Luego, les dejo el epilogo ;)
Koni
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