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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Orcioni asintió con la cabeza y se dispuso a recoger su espada, que yacía en el suelo, pero _______________ fue más rápida: cogió la espada y la apuntó hacia el conde, que retrocedió.
—Dos contra dos —anunció _______________—. Los bandos están equilibrados.
—Quédate donde estás, princesa —le ordenó Joe—. Usa la espada sólo en defensa propia.
Fougere desenvainó la espada y el conde su puñal. Juntos avanzaron hacia el príncipe, y los tres empezaron a girar en círculo en una danza macabra. Orcioni se mantuvo a un lado porque su puñal era demasiado pequeño y no tenía intención de atacar a un guerrero que blandía una cimitarra con manos expertas. No obstante, aquel maldito musulmán tenía las de perder, siempre que no se entrometiera la mujer.
—¿Estáis bailando o pensáis matarme? —se mofó Joe.
Repentinamente, Fougere arremetió, pero Joe saltó a un lado para esquivar la estocada. El príncipe había esperado este momento durante mucho tiempo, y ahora quería disfrutar al máximo.
—Cuando estés muerto, Orcioni instalará a tu amada en su burdel —se burló Fougere—. Cualquier hombre podrá gozar de ella por un módico precio.
Joe no reaccionó ante aquella vil provocación. Para matar a dos hombres había que mantener la cabeza totalmente fría.
—Después de hartarme de follarla, la dejaré desnuda y atada a la cama —añadió Orcioni—. Los demás hombres la violarán hasta que no quede ni rastro de tu semilla en su interior.
Joe emitió un rugido espantoso y clavó ojos de fuego en Orcioni. Entonces Fougere se abalanzó sobre el príncipe con la espada en alto. Con la agilidad de un guerrero experto, Joe saltó hacia atrás y luego se precipitó hacia adelante, asestándole al conde un golpe de revés con la cimitarra. El ataque sorprendió a Orcioni, que fue decapitado limpiamente, pero la cimitarra resbaló de la mano del príncipe, que quedó desarmado.
—¡Seguimos siendo dos contra uno! —gritó Fougere, colocándose entre el príncipe y su única arma—. ¡Mi espada y yo contra ti! —Lanzó un golpe salvaje en dirección al príncipe pero éste lo esquivó sin dificultad.
—Pásame el puñal —le pidió Joe a _______________.
_______________ apenas podía entender sus palabras. Estaba atrapada en una espantosa pesadilla, con los ojos clavados en el río de sangre que manaba del tronco decapitado del conde. En su mente sólo veía a su propio padre tendido en el suelo y herido de muerte.
—¡_______________, el puñal!
Como si le llegara de muy lejos, la voz de su esposo penetró en su mente, llevándola de vuelta a la realidad. _______________ empuñó el puñal, se puso en pie de un salto y atacó. Fougere le dio una patada en el centro mismo de su vientre y _______________ se derrumbó, cogiéndose la barriga con fuerza. Olas de espantoso dolor le recorrieron el cuerpo.
Joe arremetió contra Fougere, pero el conde se giró justo a tiempo y blandió la espada, cuyo afilado extremo rozó el pecho del príncipe y le rasgó la camisa.
Joe perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, gritando:
—¡_______________!
—Joe... —gimió _______________, sintiendo que se le nublaban los ojos mientras se debatía contra sus amargos recuerdos.
Hizo un esfuerzo por ignorar el punzante dolor que le surcaba el vientre, agarró el puñal, se obligó a incorporarse y lanzó el puñal contra Fougere. Su puntería era recta y segura. El arma se clavó en la nuca de la comadreja con tal fuerza que la punta asomó por la garganta. Jadeando con un macabro gorgoteo, Fougere soltó su espada, se llevó las manos a la garganta y cayó al suelo.
Joe se puso de pie de un salto y corrió hacia _______________. Con los ojos nublados por el dolor, su esposa yacía de lado, respirando trabajosamente. Joe se arrodilló a su lado, la incorporó un poco y la abrazó con fuerza.
—Despierta, princesa... —suplicó.
_______________ abrió los ojos y gimió:
—Me duele...
—Te llevaré a casa —dijo Joe—. No te preocupes, todo se arreglará.
—Me he deshecho de los guardias de la comadreja —dijo una voz a sus espaldas.
Joe se volvió y vio a Nick.
—Mi esposa está herida —dijo con el semblante desencajado.
—Está perdiendo el bebé —murmuró Nick mirándola con angustia—. Deprisa. Llévala a casa de Denise. Está más cerca.
Joe bajó la mirada y reparó en el caftán de su esposa. Ahí estaba la mancha de sangre, creciendo con espantosa rapidez ante sus propios ojos. La legendaria Bestia del Sultán levantó la cabeza y aulló un agónico lamento por la pérdida.
—Dos contra dos —anunció _______________—. Los bandos están equilibrados.
—Quédate donde estás, princesa —le ordenó Joe—. Usa la espada sólo en defensa propia.
Fougere desenvainó la espada y el conde su puñal. Juntos avanzaron hacia el príncipe, y los tres empezaron a girar en círculo en una danza macabra. Orcioni se mantuvo a un lado porque su puñal era demasiado pequeño y no tenía intención de atacar a un guerrero que blandía una cimitarra con manos expertas. No obstante, aquel maldito musulmán tenía las de perder, siempre que no se entrometiera la mujer.
—¿Estáis bailando o pensáis matarme? —se mofó Joe.
Repentinamente, Fougere arremetió, pero Joe saltó a un lado para esquivar la estocada. El príncipe había esperado este momento durante mucho tiempo, y ahora quería disfrutar al máximo.
—Cuando estés muerto, Orcioni instalará a tu amada en su burdel —se burló Fougere—. Cualquier hombre podrá gozar de ella por un módico precio.
Joe no reaccionó ante aquella vil provocación. Para matar a dos hombres había que mantener la cabeza totalmente fría.
—Después de hartarme de follarla, la dejaré desnuda y atada a la cama —añadió Orcioni—. Los demás hombres la violarán hasta que no quede ni rastro de tu semilla en su interior.
Joe emitió un rugido espantoso y clavó ojos de fuego en Orcioni. Entonces Fougere se abalanzó sobre el príncipe con la espada en alto. Con la agilidad de un guerrero experto, Joe saltó hacia atrás y luego se precipitó hacia adelante, asestándole al conde un golpe de revés con la cimitarra. El ataque sorprendió a Orcioni, que fue decapitado limpiamente, pero la cimitarra resbaló de la mano del príncipe, que quedó desarmado.
—¡Seguimos siendo dos contra uno! —gritó Fougere, colocándose entre el príncipe y su única arma—. ¡Mi espada y yo contra ti! —Lanzó un golpe salvaje en dirección al príncipe pero éste lo esquivó sin dificultad.
—Pásame el puñal —le pidió Joe a _______________.
_______________ apenas podía entender sus palabras. Estaba atrapada en una espantosa pesadilla, con los ojos clavados en el río de sangre que manaba del tronco decapitado del conde. En su mente sólo veía a su propio padre tendido en el suelo y herido de muerte.
—¡_______________, el puñal!
Como si le llegara de muy lejos, la voz de su esposo penetró en su mente, llevándola de vuelta a la realidad. _______________ empuñó el puñal, se puso en pie de un salto y atacó. Fougere le dio una patada en el centro mismo de su vientre y _______________ se derrumbó, cogiéndose la barriga con fuerza. Olas de espantoso dolor le recorrieron el cuerpo.
Joe arremetió contra Fougere, pero el conde se giró justo a tiempo y blandió la espada, cuyo afilado extremo rozó el pecho del príncipe y le rasgó la camisa.
Joe perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, gritando:
—¡_______________!
—Joe... —gimió _______________, sintiendo que se le nublaban los ojos mientras se debatía contra sus amargos recuerdos.
Hizo un esfuerzo por ignorar el punzante dolor que le surcaba el vientre, agarró el puñal, se obligó a incorporarse y lanzó el puñal contra Fougere. Su puntería era recta y segura. El arma se clavó en la nuca de la comadreja con tal fuerza que la punta asomó por la garganta. Jadeando con un macabro gorgoteo, Fougere soltó su espada, se llevó las manos a la garganta y cayó al suelo.
Joe se puso de pie de un salto y corrió hacia _______________. Con los ojos nublados por el dolor, su esposa yacía de lado, respirando trabajosamente. Joe se arrodilló a su lado, la incorporó un poco y la abrazó con fuerza.
—Despierta, princesa... —suplicó.
_______________ abrió los ojos y gimió:
—Me duele...
—Te llevaré a casa —dijo Joe—. No te preocupes, todo se arreglará.
—Me he deshecho de los guardias de la comadreja —dijo una voz a sus espaldas.
Joe se volvió y vio a Nick.
—Mi esposa está herida —dijo con el semblante desencajado.
—Está perdiendo el bebé —murmuró Nick mirándola con angustia—. Deprisa. Llévala a casa de Denise. Está más cerca.
Joe bajó la mirada y reparó en el caftán de su esposa. Ahí estaba la mancha de sangre, creciendo con espantosa rapidez ante sus propios ojos. La legendaria Bestia del Sultán levantó la cabeza y aulló un agónico lamento por la pérdida.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ahhh ese maldito!!!
No puede perder al bebe!!!! :lloro:
No por favor!!
Siguela!!
No puede perder al bebe!!!! :lloro:
No por favor!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ooh gosh THE BABY!!!!! oh gosh siguela porfavor no me dejes cn esta intriga!!!! el bebe :wut:
naty directioner
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
quieren el capítulo final ya? que apuronas me salieron xd, las amooo
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
23
_______________ nadaba en las oscuras profundidades de la inconsciencia, pero no conseguía subir a la superficie.
«¿Estoy muerta? —se preguntó en los recovecos más hondos de su mente—. ¿O es una pesadilla?»
Como si le llegara de una enorme distancia, un murmullo de voces apagadas hablaba de bebés y de sangre. En algún lugar se cerró una puerta y luego todo quedó sumido en el silencio.
_______________ abrió los ojos e intentó enfocarlos en la alcoba. ¿Soñaba o estaba muerta? Intentó incorporarse y supo que estaba dolorosamente viva. Sentía el cuerpo como un único dolor punzante.
Unas manos fuertes la reclinaron suavemente contra las almohadas.
—Descansa tranquila, mi amor.
_______________ abrió los ojos. Su esposo estaba de pie junto a ella, con expresión angustiada.
Joe se sentó lentamente en el borde de la cama y le acarició la mejilla.
—Estás levemente herida... —dijo.
—Me siento herida de muerte.
Una sonrisa asomó a los labios del príncipe.
—En unos días ya estarás subiéndote a los árboles —le prometió.
«¿Qué herida tengo?», se preguntó _______________. En su mente danzaban imágenes de puñales, espadas y cimitarras, pero no conseguía recordar qué herida le habían hecho.
—Tu destreza con el puñal me salvó la vida —murmuró Joe—. Estuviste magnífica al acabar tan certeramente con aquel canalla.
_______________ sonrió con tristeza.
—Probablemente le apunté a la espalda pero le di en la nuca.
—Alá guió tu mano—dijo Joe. Se agachó y cogió una copa de agua de rosas—. Incorpórate y bebe esto.
—No tengo sed.
—Hazlo, cariño.
Joe la ayudó a levantarse. Todos los músculos del cuerpo, sobre todo los del vientre, protestaron por el movimiento. Y con el dolor volvió la espantosa pregunta sobre su herida.
—¿Mi hijo está bien? —preguntó.
—Bebe —insistió Joe, llevándole la copa a los labios.
_______________ obedeció y bebió hasta la última gota del agua mezclada con una pócima especial. Luego volvió a preguntar con voz angustiada:
—¿Mi bebé está bien?
Joe la cogió entre sus brazos con dulzura.
—El médico ha dicho que podrás alumbrar docenas de niños sanos.
—¿Y éste? —preguntó ella al borde de la desesperación.
—No podrás tenerlo...
_______________ hundió el rostro contra el pecho de Joe y lloró su desgracia.
—Sufres por haberme salvado la vida —susurró él—. La culpa es sólo mía.
Joe la abrazó, acariciándole la espalda, pero _______________ no se dejó consolar. Al cabo de un rato sus sollozos remitieron. El somnífero y sus lágrimas acabaron por agotarla hasta convertirla en un peso inerte en los brazos de su amado.
Con toda la suavidad de que era capaz, Joe la reclinó sobre las almohadas y se puso en pie. Contempló el rostro de _______________ largo rato y luego se inclinó para besarla suavemente.
—Adiós, princesa —susurró. Se incorporó con gesto firme, se enjugó los ojos y respiró hondo.
Al salir de la alcoba de su esposa, Joe se encontró con su madre.
—_______________ está durmiendo —le dijo—. Podréis visitarla por la mañana.
Denise asintió con la cabeza y echó a andar por el pasillo detrás de su hijo.
—¿Se lo has dicho? —preguntó.
Joe asintió pero mantuvo la vista fija al frente. Le costaba controlar sus emociones.
—¿Cómo ha recibido la noticia?
—Ha llorado, pero luego se ha dormido con el somnífero.
Denise le tocó el brazo con afecto. Joe se detuvo, sorprendido por el gesto de su madre, y se volvió hacia ella.
—¿Y tú, Joe? —preguntó Denise—. ¿Cómo te sientes?
—¿Cómo creéis que me siento?
—Hijo mío, estoy preocupada por ti.
—¿Vos preocupada por mí? —repitió Joe, incrédulo.
—¿Te resulta imposible de creer? —dijo Denise, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez en su vida, se acercó a él y le acarició la mejilla marcada por la cicatriz—. Mi corazón sufre por tu pérdida. Eres mi único hijo vivo, y es verdad que te quiero.
La expresión de Joe se suavizó.
—¿Me... queréis?
Denise asintió con la cabeza y por sus mejillas resbalaron gruesas lágrimas.
—Gracias por decírmelo. —Joe la rodeó con el brazo y juntos reanudaron la marcha—. ¿Queréis hacer algo por mí?
—Cualquier cosa que necesites, hijo.
—Quiero que cuidéis de mi esposa e informadme de su recuperación cada noche.
—¿Informarte de su recuperación? —Denise se detuvo y lo miró—. ¿Acaso no tienes ojos para verla por ti mismo? ¿Adónde vas?
—A ninguna parte. —Joe miró por el largo pasillo hacia la alcoba de su esposa—. Pero no volveré a verla nunca más.
—¿Te vas a divorciar? —exclamó Denise, perpleja.
—La voy a enviar a su casa —respondió Joe.
—La casa de tu esposa está aquí, contigo.
—No. Su casa está en Inglaterra.
—Pero tú la amas —insistió Denise—. No niegues lo que salta a la vista.
—Amo a mi esposa, pero aun así la voy a enviar a su casa. Yo la convertí en mi esclava y la obligué a un matrimonio que nunca podrá aceptar. Con gran riesgo para ella, nos salvó la vida, a vos y a mí. Y lo que más desea en la vida es volver al seno de su familia en Inglaterra.
—¿Ella te lo ha dicho?
—Muchas veces —contestó Joe—. ¿Acaso puedo negarle lo que más desea?
—Si te divorcias de ella tendrás que hacerlo en presencia de testigos —le recordó Denise.
—No me divorciaré de ella. _______________ es mi esposa. Ninguna otra mujer entrará en mi corazón.
—¿Piensas llorarla el resto de tu vida?
Joe se inclinó y, en un gesto que sorprendió a su madre, le dio un beso en ambas mejillas. Luego se volvió y se alejó lentamente. Denise permaneció inmóvil, mirando a su hijo, la figura solitaria de un hombre, hasta que desapareció de su vista.
_______________ se sentía aún peor a la mañana siguiente cuando despertó. Tenía el cuerpo y el espíritu profundamente doloridos.
—Buenos días —le dijo Denise, de pie junto a la cama...
_______________ recorrió la estancia con la mirada.
—¿Dónde está mi esposo?
—Mi hijo ha tenido que ir al palacio de Topkapi —contestó Denise, sorprendida de que _______________ preguntase por él—. Bueno, ¿cómo te sientes?
—¿Cómo os sentiríais vos si hubierais abortado vuestro primer hijo? —repuso _______________.
—El médico dice que alumbrarás muchos niños —afirmó Denise, ofreciéndole una taza de té.
—¿De verdad dijo eso?
—¿Acaso te mentiría sobre algo tan importante? Hoy descansarás pero mañana tienes que levantarte y dar un paseo.
_______________ bebió el té y luego bostezó.
—Vendré a verte más tarde —dijo Denise, y salió de la alcoba.
_______________ hizo un gran esfuerzo por quedarse despierta hasta que regresara Joe, pero no consiguió mantener los ojos abiertos. Durmió todo el día y sólo despertó una vez durante la noche. ¿Dónde estaba Joe? ¿Por qué no estaba con ella? Sentía la cabeza demasiado embotada para cavilar, y se sumió en un sueño profundo.
Cuando a la mañana siguiente entró Denise a la habitación, _______________ estaba sentada en el borde de la cama. Su sonrisa de expectación se desvaneció en cuanto vio a su suegra.
—Ah, sois vos —murmuró _______________, decepcionada—. Pensaba que sería mi esposo.
—Joe ha ido a cumplir un encargo para el sultán Selim —le informó Denise.
—¿Salió anoche?
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—No ha dormido en nuestra cama.
—Quizá no deseaba molestarte —mintió Denise.
_______________ la miró fijamente. A Joe nunca le había preocupado molestarla o no. Algo iba mal, de eso estaba segura. ¿Acaso su esposo la juzgaba responsable de la muerte de su hijo?
—¿Dónde está Tynna? —preguntó _______________, esforzándose por dar un tono ligero a su voz—. No la he visto todavía.
—Tynna está pasando unos días con Shasha —sonrió Denise—. ¿Te gustaría tomar un baño?
—Sí, gracias. —_______________ se obligó a devolverle la sonrisa.
_______________ seguía esperando, sola en su alcoba, a que llegara su esposo. Hacia el atardecer se sentía más enfadada que dolida. En cuanto tuviera ocasión, no dudaría en reprocharle a Joe su ausencia. ¿Cómo podía tratarla así después de perder a su bebé por haberle salvado la vida? ¿Cómo era capaz de declararle su amor y luego ignorarla?
_______________ esperó largas horas, pero Joe no llegó.
Cuando a la mañana siguiente se abrió la puerta, _______________ se dio la vuelta como un torbellino.
—¿Dónde está? —exclamó.
—¿Quién?—preguntó Denise.
—¡Mi esposo, idiota!
Denise se compadeció de ella y al final decidió contárselo.
—Joe prefiere no verte.
_______________ se incorporó con expresión atónita. Miró a su suegra con gesto angustiado y balbuceó:
—¿Joe se niega a verme?
—No te preocupes. Tengo buenas noticias para ti —anunció Denise—. Mi hijo lo ha dispuesto todo para tu regreso a Inglaterra.
—¿Joe me envía a casa?
Denise sonrió alegremente.
—Dentro de unos días, Nick te llevará a Argel. Ahí subirás a un barco inglés y pronto te reunirás con tu familia.
—¡Fuera de aquí! —chilló _______________ con voz preñada de sufrimiento.
—¿Qué has...?
—¡He dicho que te largues!
Joe la odiaba por lo que había pasado con el bebé, pensó _______________. Qué paradójico que cuando ella empezaba a amarlo, él dejara de amarla. _______________ se desplomó sobre la cama. Se acurrucó de lado y lloró lágrimas de amargura.
Sintiéndose vacía por la ausencia de su esposo, pasó los siguientes días como en estado catatónico. Se levantaba temprano por las mañanas después de una noche de insomnio, desayunaba, se bañaba y vestía, y luego esperaba en vano a un esposo que nunca llegaba. Sonreía cortésmente cuando estaba con Denise, pero no iniciaba ninguna conversación ni respondía a sus comentarios y preguntas.
La última mañana que pasó en casa de Denise, _______________ se sentó a solas en un banco de piedra cerca del fondo del jardín. Se fijó en el melocotonero y recordó el día que se había subido a él. Joe la había rescatado. Al pensar en él los ojos se le llenaron de lágrimas. _______________ ocultó el rostro entre las manos y dio rienda suelta a sus emociones.
—¿Lágrimas de felicidad? —preguntó Denise, sentándose a su lado.
_______________ se volvió hacia su suegra.
—¿Cómo podéis preguntarme algo así? —sollozó—. Mi esposo me odia y me siento muy desgraciada.
—¿Te odia? —Sus palabras habían sorprendido a Denise.
—Joe no puede perdonarme por haber abortado a nuestro hijo —murmuró _______________ con infinita amargura—. Su odio le impide decirme adiós.
—Te equivocas —replicó Denise—. Mi hijo te ama.
—¿Y su amor es tan sólido que se niega a verme? —dijo _______________ con sarcasmo.
—Aunque al hacerlo sufre indeciblemente, mi hijo te ama lo bastante para concederte tu deseo —explicó Denise.
—¿Qué deseo?
—Tu deseo de regresar a Inglaterra.
—¿Me estáis contando esto para que me sienta mejor? —repuso _______________, recelosa.
—¿Por qué haría eso? Ni siquiera me caes bien.
_______________ la miró con una repentina sonrisa.
—¿Sonríes por su dolor? —dijo Denise.
—Jamás haría eso —contestó _______________, poniéndose de pie—. Yo amo a mi esposo.
—En cualquier caso, es demasiado tarde para cambiar tus deseos. Joe va de camino a Topkapi, y la litera te aguarda para llevarte al barco de Nick.
—Nunca es tarde para el amor. —_______________ se inclinó, besó a su suegra en la mejilla y se marchó a toda prisa.
Cubierta con un yashmak que sólo dejaba ver sus ojos, _______________ abordó el Saddam dos horas más tarde. Nick se presentó para recibirla con una sonrisa de circunstancia.
—Bienvenida a bordo, mademoiselle —la saludo en francés.
—Princesa, si no os importa —respondió ella, hablando en la lengua nativa de su esposo—. ¿Cuánto tardaré en llegar a mi casa?
—Un mes, más o menos.
_______________ lo miró arqueando las cejas.
—¿Un mes para llegar al castillo de la Doncella?
—Vais a Inglaterra.
_______________ le clavó una dura mirada.
—Mi casa está con mi esposo y mi hijo, a los que amo más allá de las palabras y jamás abandonaré.
—Muy bien, princesa. —El rostro de Nick se iluminó de alegría—. ¡Entonces, rumbo al castillo de la Doncella!
Un bote partió del barco del príncipe Kevin, deslizándose por el agua hacia el castillo de la Doncella. Joe iba sentado en la proa, contemplando sus dominios a través de la bruma crepuscular. Algún día todo aquello pertenecería a su hijo adoptivo. Sin _______________, no habría más niños.
De pronto Joe divisó una figura encapuchada de pie en la almena que miraba hacia la bahía. ¡La princesa cristiana!
Una vez llegó a tierra, saltó de la lancha y echó a correr por el sendero que subía de la playa. Cuando entró en el castillo, ignoró los saludos de sus hombres y cruzó los pasillos hacia la escalera que llevaba a la almena.
—Buenas noticias, mi príncipe —le dijo Omar, alborozado, presentándose ante su amo.
—¡Apártate de mi camino, enano del infierno! —rugió Joe, empujándolo con violencia.
Omar aterrizó en el suelo con la bandeja que llevaba en las manos. No obstante, el eunuco sonrió al ver que el príncipe se dirigía a la almena. La vida volvía a su normalidad.
Con la esperanza de ver una vez más el espectro de la princesa cristiana, Joe se precipitó por las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos, e irrumpió en la almena donde ya nadie montaba guardia. El espectro se dio la vuelta para recibirlo y, al quitarse la capucha, reveló una brillante melena de cabello cobrizo. Joe se detuvo en seco.
_______________ sonrió, indecisa, y dio un paso hacia él, pero de pronto perdió el valor. Se paró y clavó la mirada en el suelo de piedra.
—¿Tú...? ¿Qué haces aquí? —balbuceó Joe, avanzando hacia ella—. Te había enviado a casa...
_______________ levantó la cabeza y lo miró directamente a los ojos. Luego dijo:
—Mi casa está aquí, contigo.
Joe la atrajo con fuerza hacia sí y la estrechó contra su cuerpo. Bajó la cabeza y la besó apasionadamente. De pronto, detrás de ella vio aparecer una figura.
—Mira—susurró con asombro.
_______________ se giró en sus brazos.
La princesa cristiana estaba allí, al fondo de la almena, mirando hacia la bahía. Y de entre los jirones de bruma surgió su amante musulmán. Él le tendió la mano y ella se la tomó. A continuación, ambos se evaporaron en la bruma como si jamás hubieran estado allí.
—Él ha venido a buscarla —musitó _______________, tan asombrada como Joe.
—Así es, querida mía.
—¿Adónde se han ido?
—Al paraíso, supongo.
Joe volvió a estrecharla contra su cuerpo y _______________ apoyó la mejilla contra su torso; él apoyó el mentón en su cabeza. Permanecieron así largo rato, fundidos en un único ser.
—Te amo —dijo _______________, rompiendo el silencio.
—Y yo te amo a ti —dijo Joe—. ¿Viviremos alguna vez en armonía?
—Sólo Dios lo sabe —respondió _______________.
—Quieres decir Alá —le corrigió él.
—Quiero decir Quien sea.
Joe sonrió.
—¿Y cómo vamos a celebrar tu regreso a casa?
_______________ le dedicó una sonrisa encantadora, y sus ojos resplandecieron como esmeraldas.
—Con un buen menú de cerdo asado.
—De acuerdo —convino Joe—. Mañana asaremos el cerdo más grande que encuentre.
—Mañana es viernes —dijo _______________—. Está prohibido comer carne.
—Ya lo sé.
_______________ lo miró, arqueando una ceja, y dijo:
—Con respecto a aquel sacerdote...
—Le pediré a Nick que secuestre al Papa —ofreció Joe—. Lo traeremos aquí para que nos case.
_______________ sonrió.
—Bastará con un simple sacerdote.
Joe le cubrió la boca con un ardiente y amoroso beso que la hizo estremecer. Y ese beso se fundió en otro. Y luego en otro...
El príncipe musulmán y su princesa cristiana dieron un paso juntos hacia la eternidad.
«¿Estoy muerta? —se preguntó en los recovecos más hondos de su mente—. ¿O es una pesadilla?»
Como si le llegara de una enorme distancia, un murmullo de voces apagadas hablaba de bebés y de sangre. En algún lugar se cerró una puerta y luego todo quedó sumido en el silencio.
_______________ abrió los ojos e intentó enfocarlos en la alcoba. ¿Soñaba o estaba muerta? Intentó incorporarse y supo que estaba dolorosamente viva. Sentía el cuerpo como un único dolor punzante.
Unas manos fuertes la reclinaron suavemente contra las almohadas.
—Descansa tranquila, mi amor.
_______________ abrió los ojos. Su esposo estaba de pie junto a ella, con expresión angustiada.
Joe se sentó lentamente en el borde de la cama y le acarició la mejilla.
—Estás levemente herida... —dijo.
—Me siento herida de muerte.
Una sonrisa asomó a los labios del príncipe.
—En unos días ya estarás subiéndote a los árboles —le prometió.
«¿Qué herida tengo?», se preguntó _______________. En su mente danzaban imágenes de puñales, espadas y cimitarras, pero no conseguía recordar qué herida le habían hecho.
—Tu destreza con el puñal me salvó la vida —murmuró Joe—. Estuviste magnífica al acabar tan certeramente con aquel canalla.
_______________ sonrió con tristeza.
—Probablemente le apunté a la espalda pero le di en la nuca.
—Alá guió tu mano—dijo Joe. Se agachó y cogió una copa de agua de rosas—. Incorpórate y bebe esto.
—No tengo sed.
—Hazlo, cariño.
Joe la ayudó a levantarse. Todos los músculos del cuerpo, sobre todo los del vientre, protestaron por el movimiento. Y con el dolor volvió la espantosa pregunta sobre su herida.
—¿Mi hijo está bien? —preguntó.
—Bebe —insistió Joe, llevándole la copa a los labios.
_______________ obedeció y bebió hasta la última gota del agua mezclada con una pócima especial. Luego volvió a preguntar con voz angustiada:
—¿Mi bebé está bien?
Joe la cogió entre sus brazos con dulzura.
—El médico ha dicho que podrás alumbrar docenas de niños sanos.
—¿Y éste? —preguntó ella al borde de la desesperación.
—No podrás tenerlo...
_______________ hundió el rostro contra el pecho de Joe y lloró su desgracia.
—Sufres por haberme salvado la vida —susurró él—. La culpa es sólo mía.
Joe la abrazó, acariciándole la espalda, pero _______________ no se dejó consolar. Al cabo de un rato sus sollozos remitieron. El somnífero y sus lágrimas acabaron por agotarla hasta convertirla en un peso inerte en los brazos de su amado.
Con toda la suavidad de que era capaz, Joe la reclinó sobre las almohadas y se puso en pie. Contempló el rostro de _______________ largo rato y luego se inclinó para besarla suavemente.
—Adiós, princesa —susurró. Se incorporó con gesto firme, se enjugó los ojos y respiró hondo.
Al salir de la alcoba de su esposa, Joe se encontró con su madre.
—_______________ está durmiendo —le dijo—. Podréis visitarla por la mañana.
Denise asintió con la cabeza y echó a andar por el pasillo detrás de su hijo.
—¿Se lo has dicho? —preguntó.
Joe asintió pero mantuvo la vista fija al frente. Le costaba controlar sus emociones.
—¿Cómo ha recibido la noticia?
—Ha llorado, pero luego se ha dormido con el somnífero.
Denise le tocó el brazo con afecto. Joe se detuvo, sorprendido por el gesto de su madre, y se volvió hacia ella.
—¿Y tú, Joe? —preguntó Denise—. ¿Cómo te sientes?
—¿Cómo creéis que me siento?
—Hijo mío, estoy preocupada por ti.
—¿Vos preocupada por mí? —repitió Joe, incrédulo.
—¿Te resulta imposible de creer? —dijo Denise, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez en su vida, se acercó a él y le acarició la mejilla marcada por la cicatriz—. Mi corazón sufre por tu pérdida. Eres mi único hijo vivo, y es verdad que te quiero.
La expresión de Joe se suavizó.
—¿Me... queréis?
Denise asintió con la cabeza y por sus mejillas resbalaron gruesas lágrimas.
—Gracias por decírmelo. —Joe la rodeó con el brazo y juntos reanudaron la marcha—. ¿Queréis hacer algo por mí?
—Cualquier cosa que necesites, hijo.
—Quiero que cuidéis de mi esposa e informadme de su recuperación cada noche.
—¿Informarte de su recuperación? —Denise se detuvo y lo miró—. ¿Acaso no tienes ojos para verla por ti mismo? ¿Adónde vas?
—A ninguna parte. —Joe miró por el largo pasillo hacia la alcoba de su esposa—. Pero no volveré a verla nunca más.
—¿Te vas a divorciar? —exclamó Denise, perpleja.
—La voy a enviar a su casa —respondió Joe.
—La casa de tu esposa está aquí, contigo.
—No. Su casa está en Inglaterra.
—Pero tú la amas —insistió Denise—. No niegues lo que salta a la vista.
—Amo a mi esposa, pero aun así la voy a enviar a su casa. Yo la convertí en mi esclava y la obligué a un matrimonio que nunca podrá aceptar. Con gran riesgo para ella, nos salvó la vida, a vos y a mí. Y lo que más desea en la vida es volver al seno de su familia en Inglaterra.
—¿Ella te lo ha dicho?
—Muchas veces —contestó Joe—. ¿Acaso puedo negarle lo que más desea?
—Si te divorcias de ella tendrás que hacerlo en presencia de testigos —le recordó Denise.
—No me divorciaré de ella. _______________ es mi esposa. Ninguna otra mujer entrará en mi corazón.
—¿Piensas llorarla el resto de tu vida?
Joe se inclinó y, en un gesto que sorprendió a su madre, le dio un beso en ambas mejillas. Luego se volvió y se alejó lentamente. Denise permaneció inmóvil, mirando a su hijo, la figura solitaria de un hombre, hasta que desapareció de su vista.
_______________ se sentía aún peor a la mañana siguiente cuando despertó. Tenía el cuerpo y el espíritu profundamente doloridos.
—Buenos días —le dijo Denise, de pie junto a la cama...
_______________ recorrió la estancia con la mirada.
—¿Dónde está mi esposo?
—Mi hijo ha tenido que ir al palacio de Topkapi —contestó Denise, sorprendida de que _______________ preguntase por él—. Bueno, ¿cómo te sientes?
—¿Cómo os sentiríais vos si hubierais abortado vuestro primer hijo? —repuso _______________.
—El médico dice que alumbrarás muchos niños —afirmó Denise, ofreciéndole una taza de té.
—¿De verdad dijo eso?
—¿Acaso te mentiría sobre algo tan importante? Hoy descansarás pero mañana tienes que levantarte y dar un paseo.
_______________ bebió el té y luego bostezó.
—Vendré a verte más tarde —dijo Denise, y salió de la alcoba.
_______________ hizo un gran esfuerzo por quedarse despierta hasta que regresara Joe, pero no consiguió mantener los ojos abiertos. Durmió todo el día y sólo despertó una vez durante la noche. ¿Dónde estaba Joe? ¿Por qué no estaba con ella? Sentía la cabeza demasiado embotada para cavilar, y se sumió en un sueño profundo.
Cuando a la mañana siguiente entró Denise a la habitación, _______________ estaba sentada en el borde de la cama. Su sonrisa de expectación se desvaneció en cuanto vio a su suegra.
—Ah, sois vos —murmuró _______________, decepcionada—. Pensaba que sería mi esposo.
—Joe ha ido a cumplir un encargo para el sultán Selim —le informó Denise.
—¿Salió anoche?
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—No ha dormido en nuestra cama.
—Quizá no deseaba molestarte —mintió Denise.
_______________ la miró fijamente. A Joe nunca le había preocupado molestarla o no. Algo iba mal, de eso estaba segura. ¿Acaso su esposo la juzgaba responsable de la muerte de su hijo?
—¿Dónde está Tynna? —preguntó _______________, esforzándose por dar un tono ligero a su voz—. No la he visto todavía.
—Tynna está pasando unos días con Shasha —sonrió Denise—. ¿Te gustaría tomar un baño?
—Sí, gracias. —_______________ se obligó a devolverle la sonrisa.
_______________ seguía esperando, sola en su alcoba, a que llegara su esposo. Hacia el atardecer se sentía más enfadada que dolida. En cuanto tuviera ocasión, no dudaría en reprocharle a Joe su ausencia. ¿Cómo podía tratarla así después de perder a su bebé por haberle salvado la vida? ¿Cómo era capaz de declararle su amor y luego ignorarla?
_______________ esperó largas horas, pero Joe no llegó.
Cuando a la mañana siguiente se abrió la puerta, _______________ se dio la vuelta como un torbellino.
—¿Dónde está? —exclamó.
—¿Quién?—preguntó Denise.
—¡Mi esposo, idiota!
Denise se compadeció de ella y al final decidió contárselo.
—Joe prefiere no verte.
_______________ se incorporó con expresión atónita. Miró a su suegra con gesto angustiado y balbuceó:
—¿Joe se niega a verme?
—No te preocupes. Tengo buenas noticias para ti —anunció Denise—. Mi hijo lo ha dispuesto todo para tu regreso a Inglaterra.
—¿Joe me envía a casa?
Denise sonrió alegremente.
—Dentro de unos días, Nick te llevará a Argel. Ahí subirás a un barco inglés y pronto te reunirás con tu familia.
—¡Fuera de aquí! —chilló _______________ con voz preñada de sufrimiento.
—¿Qué has...?
—¡He dicho que te largues!
Joe la odiaba por lo que había pasado con el bebé, pensó _______________. Qué paradójico que cuando ella empezaba a amarlo, él dejara de amarla. _______________ se desplomó sobre la cama. Se acurrucó de lado y lloró lágrimas de amargura.
Sintiéndose vacía por la ausencia de su esposo, pasó los siguientes días como en estado catatónico. Se levantaba temprano por las mañanas después de una noche de insomnio, desayunaba, se bañaba y vestía, y luego esperaba en vano a un esposo que nunca llegaba. Sonreía cortésmente cuando estaba con Denise, pero no iniciaba ninguna conversación ni respondía a sus comentarios y preguntas.
La última mañana que pasó en casa de Denise, _______________ se sentó a solas en un banco de piedra cerca del fondo del jardín. Se fijó en el melocotonero y recordó el día que se había subido a él. Joe la había rescatado. Al pensar en él los ojos se le llenaron de lágrimas. _______________ ocultó el rostro entre las manos y dio rienda suelta a sus emociones.
—¿Lágrimas de felicidad? —preguntó Denise, sentándose a su lado.
_______________ se volvió hacia su suegra.
—¿Cómo podéis preguntarme algo así? —sollozó—. Mi esposo me odia y me siento muy desgraciada.
—¿Te odia? —Sus palabras habían sorprendido a Denise.
—Joe no puede perdonarme por haber abortado a nuestro hijo —murmuró _______________ con infinita amargura—. Su odio le impide decirme adiós.
—Te equivocas —replicó Denise—. Mi hijo te ama.
—¿Y su amor es tan sólido que se niega a verme? —dijo _______________ con sarcasmo.
—Aunque al hacerlo sufre indeciblemente, mi hijo te ama lo bastante para concederte tu deseo —explicó Denise.
—¿Qué deseo?
—Tu deseo de regresar a Inglaterra.
—¿Me estáis contando esto para que me sienta mejor? —repuso _______________, recelosa.
—¿Por qué haría eso? Ni siquiera me caes bien.
_______________ la miró con una repentina sonrisa.
—¿Sonríes por su dolor? —dijo Denise.
—Jamás haría eso —contestó _______________, poniéndose de pie—. Yo amo a mi esposo.
—En cualquier caso, es demasiado tarde para cambiar tus deseos. Joe va de camino a Topkapi, y la litera te aguarda para llevarte al barco de Nick.
—Nunca es tarde para el amor. —_______________ se inclinó, besó a su suegra en la mejilla y se marchó a toda prisa.
Cubierta con un yashmak que sólo dejaba ver sus ojos, _______________ abordó el Saddam dos horas más tarde. Nick se presentó para recibirla con una sonrisa de circunstancia.
—Bienvenida a bordo, mademoiselle —la saludo en francés.
—Princesa, si no os importa —respondió ella, hablando en la lengua nativa de su esposo—. ¿Cuánto tardaré en llegar a mi casa?
—Un mes, más o menos.
_______________ lo miró arqueando las cejas.
—¿Un mes para llegar al castillo de la Doncella?
—Vais a Inglaterra.
_______________ le clavó una dura mirada.
—Mi casa está con mi esposo y mi hijo, a los que amo más allá de las palabras y jamás abandonaré.
—Muy bien, princesa. —El rostro de Nick se iluminó de alegría—. ¡Entonces, rumbo al castillo de la Doncella!
Un bote partió del barco del príncipe Kevin, deslizándose por el agua hacia el castillo de la Doncella. Joe iba sentado en la proa, contemplando sus dominios a través de la bruma crepuscular. Algún día todo aquello pertenecería a su hijo adoptivo. Sin _______________, no habría más niños.
De pronto Joe divisó una figura encapuchada de pie en la almena que miraba hacia la bahía. ¡La princesa cristiana!
Una vez llegó a tierra, saltó de la lancha y echó a correr por el sendero que subía de la playa. Cuando entró en el castillo, ignoró los saludos de sus hombres y cruzó los pasillos hacia la escalera que llevaba a la almena.
—Buenas noticias, mi príncipe —le dijo Omar, alborozado, presentándose ante su amo.
—¡Apártate de mi camino, enano del infierno! —rugió Joe, empujándolo con violencia.
Omar aterrizó en el suelo con la bandeja que llevaba en las manos. No obstante, el eunuco sonrió al ver que el príncipe se dirigía a la almena. La vida volvía a su normalidad.
Con la esperanza de ver una vez más el espectro de la princesa cristiana, Joe se precipitó por las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos, e irrumpió en la almena donde ya nadie montaba guardia. El espectro se dio la vuelta para recibirlo y, al quitarse la capucha, reveló una brillante melena de cabello cobrizo. Joe se detuvo en seco.
_______________ sonrió, indecisa, y dio un paso hacia él, pero de pronto perdió el valor. Se paró y clavó la mirada en el suelo de piedra.
—¿Tú...? ¿Qué haces aquí? —balbuceó Joe, avanzando hacia ella—. Te había enviado a casa...
_______________ levantó la cabeza y lo miró directamente a los ojos. Luego dijo:
—Mi casa está aquí, contigo.
Joe la atrajo con fuerza hacia sí y la estrechó contra su cuerpo. Bajó la cabeza y la besó apasionadamente. De pronto, detrás de ella vio aparecer una figura.
—Mira—susurró con asombro.
_______________ se giró en sus brazos.
La princesa cristiana estaba allí, al fondo de la almena, mirando hacia la bahía. Y de entre los jirones de bruma surgió su amante musulmán. Él le tendió la mano y ella se la tomó. A continuación, ambos se evaporaron en la bruma como si jamás hubieran estado allí.
—Él ha venido a buscarla —musitó _______________, tan asombrada como Joe.
—Así es, querida mía.
—¿Adónde se han ido?
—Al paraíso, supongo.
Joe volvió a estrecharla contra su cuerpo y _______________ apoyó la mejilla contra su torso; él apoyó el mentón en su cabeza. Permanecieron así largo rato, fundidos en un único ser.
—Te amo —dijo _______________, rompiendo el silencio.
—Y yo te amo a ti —dijo Joe—. ¿Viviremos alguna vez en armonía?
—Sólo Dios lo sabe —respondió _______________.
—Quieres decir Alá —le corrigió él.
—Quiero decir Quien sea.
Joe sonrió.
—¿Y cómo vamos a celebrar tu regreso a casa?
_______________ le dedicó una sonrisa encantadora, y sus ojos resplandecieron como esmeraldas.
—Con un buen menú de cerdo asado.
—De acuerdo —convino Joe—. Mañana asaremos el cerdo más grande que encuentre.
—Mañana es viernes —dijo _______________—. Está prohibido comer carne.
—Ya lo sé.
_______________ lo miró, arqueando una ceja, y dijo:
—Con respecto a aquel sacerdote...
—Le pediré a Nick que secuestre al Papa —ofreció Joe—. Lo traeremos aquí para que nos case.
_______________ sonrió.
—Bastará con un simple sacerdote.
Joe le cubrió la boca con un ardiente y amoroso beso que la hizo estremecer. Y ese beso se fundió en otro. Y luego en otro...
El príncipe musulmán y su princesa cristiana dieron un paso juntos hacia la eternidad.
FIN
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Muchas pero muchas gracias por acompañarme en este largo camino que ha sido esclavizada. Por su apoyo y gracias por ser las más fieles lectoras que existen, espero me acompañen en la próxima adaptación. Se llamara Seda y Acero. Las amo mucho... :D
Niinny.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awwww me encanto!!!
aunque perdio al bebe :lloro:
y ese Joe tonto que la iba a dejar ir
pero bueno se arreglaron las cosas :hug:
gracias por subirla!!
deja el link de la nueva nove :P
aunque perdio al bebe :lloro:
y ese Joe tonto que la iba a dejar ir
pero bueno se arreglaron las cosas :hug:
gracias por subirla!!
deja el link de la nueva nove :P
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
snifff :lloro: pero que bello :( ya se acabo, muchas gracias por mostrarnos esta hermosa novela ay my gosh la extrañare muchito :wut:
naty directioner
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Aquí les dejo la nueva adaptación, ya tiene el argumento, espero les guste :D
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
uuu me encantoo muy hermosa !!!
me paso para la otra novela me encantan tus novelas!!!
me paso para la otra novela me encantan tus novelas!!!
Samantha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
pasate por mis novelas:
paraiso robado:
https://onlywn.activoforo.com/t35005-paraiso-robado-nick-y-y-tu
para siempre:
https://onlywn.activoforo.com/t35721-para-siempre-joe-tu-adaptacion
anasmile
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