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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Menuda pero no demasiado pequeña —murmuró Joe, rodeándola sin tocarla—.Nalgas bien redondeadas... caderas tentadoras creadas para incitar a un hombre y dar a luz a sus vástagos.
_______________ cruzó los brazos ante sus pechos, protegiéndose de su mirada. Tenía la cara encendida de vergüenza.
—¿Eres virgen? —inquirió Joe, tocándole una mejilla ardiente con la palma de la mano.
Parecía imposible, pero la tez de _______________ se ruborizó aún más.
—Sí —susurró, mortificada por su pregunta.
—Háblame con sinceridad —advirtió Joe—. Hay maneras de descubrir la verdad de este asunto. —Sus penetrantes ojos azules parecían ver hasta lo más hondo de su alma.
_______________ lo miró, confundida. No tenía ni idea de lo que le estaba sugiriendo. Joe captó la inocencia en su expresión. Satisfecho, le ordenó.
—Baja los brazos. Quiero verte los senos.
_______________ estaba consternada y sólo podía mirarlo fijamente.
—Mis guardias están fuera —le recordó Joe—. ¿Quieres que los llame?
_______________ dejó caer los brazos.
Contemplándola con deseo, Joe se debatía contra una excitación desbocada, pero perdió la batalla por controlarse. Alargó el brazo y, por encima de la tela sedosa, cerró la mano en torno a un pecho suave.
Instintivamente, _______________ lo apartó de un manotazo.
—Tercera lección: los esclavos no pegan a sus amos —dijo Joe.
—¡Las personas no pueden poseer a sus semejantes! —gritó _______________.
—¿Quién te ha contado semejante mentira? Le cortaré la lengua. —De nuevo, Joe hizo ademán de cogerle el pecho.
—¡No!—_______________ le pegó en la mano que intentaba ultrajarla.
Su insolencia acabó con la paciencia del príncipe. Joe la agarró con fuerza, la levantó del suelo y la apretó contra su ardiente erección. Su boca se apoderó de ella, atrapándole los labios en un beso brutal e hiriente.
Al sentir aquella dureza que le presionaba el vientre, _______________ estuvo a punto de enloquecer de miedo. Nerviosamente, intentó zafarse, forcejeando con patadas y arañazos.
Joe la soltó de golpe y dejó que cayera contra la alfombra. Nunca había forzado a una mujer y, pese a sentirse provocado, no iba a empezar ahora.
Pasaron unos momentos en que Joe y _______________ se miraron fijamente. El miedo y la repulsión lo asaltaban desde la mirada esmeralda de ella.
Joe la repasó de arriba abajo, desde la cabeza hasta la punta de los pies. Cuando volvió a mirarla a los ojos, el desprecio se había afirmado en sus rasgos. Ella era la prometida de la comadreja, no un regalo de Alá.
—Antes copularía con una leprosa —espetó Joe, y la rozó al pasar junto a ella para salir. Se detuvo y dijo—: No albergues temor alguno por tu dudosa virtud. Vete a dormir.
_______________ lo siguió con la mirada, anonadada. Era imprescindible intentar la huida de inmediato. Aquel hombre era capaz de cambiar de opinión y violarla. Se negaba a ser la concubina de un hombre, y mucho menos su esclava. Antes preferiría la muerte.
—Maldita sea —masculló _______________ entre dientes.
¿Cómo podría escapar sin ropa? No tenía remilgos para robarle a él la suya, pero sabía que no podría localizar a April de noche. Se desmoralizó de sólo pensar en esperar hasta la mañana. De un tirón, quitó la manta que cubría la cama y se arropó con ella.
La tensión y el miedo le habían secado la boca, y sentía una sed casi insoportable. Echó un vistazo alrededor y vio una jarra medio llena sobre la mesa.
_______________ se la llevó a los labios y bebió un generoso trago. ¡Vino! ¡La única bebida que detestaba! Apretándose la nariz con los dedos, _______________ bebió otro sorbo. Hizo una mueca al saborearlo, pero al menos sació su sed.
_______________ supuso que esa noche estaría relativamente a salvo. Si aquel monstruo pensaba asesinarla o violarla, ya lo habría hecho. No estaba segura de lo que debía hacer y se sentó en la cama. Los ojos se le inundaron de lágrimas, que rodaron por sus mejillas. Ay, ¿por qué habría deseado una aventura?
Al salir bruscamente de su tienda, Joe se había detenido a hablar con Abdul, el hombre que era su mano derecha.
—Quiero guardias apostados alrededor de la tienda —le ordenó—. Que nadie entre ni salga.
El hombre asintió con la cabeza y sonrió maliciosamente.
—Arriesgaré mi vida para que la pequeña infiel esté a salvo. Quizá necesite unos azotes.
A Joe no le hicieron gracia las palabras de su ayudante. Clavó una mirada fulminante en Abdul y se alejó.
El sonido rítmico de las olas que rompían y el olor purificante del mar atrajeron a Joe. Caminó hasta la playa y miró hacia arriba. Acompañada por cientos de estrellas chispeantes, una luna llena cabalgaba en lo alto de un cielo teñido de añil aterciopelado. La noche estaba impregnada de una calma que no alcanzaba a Joe.
A solas con sus pensamientos, Joe se preguntó sobre la mejor manera de manejar a su incorregible cautiva sin hacerle daño. Su temible reputación empujaba a los demás a cumplir sus mandatos, pero esa muchacha ignoraba su pasado y no sabía que él había ordenado la
matanza de cientos de inocentes.
«¿Otra vez la misma historia? —se preguntó Joe—. ¿Es que nunca podré vivir en paz?»
Siempre, detrás de su hermano mayor, Joe había vivido demasiado pendiente de las dudosas adulaciones de su madre. Como comandante en ciernes a las órdenes de su abuelo, había ordenado a sus guerreros destruir todas las aldeas que se negaran a someterse a la voluntad de Alá. «No tengáis piedad», había dicho a sus guerreros.
¡Cómo se arrepentía Joe de aquellas palabras, de su falta de conocimiento del significado de esas órdenes! La atroz matanza de mujeres y niños le había granjeado el apodo de «Bestia del Sultán». Contemplando la carnicería, juró que nunca levantaría la mano contra una mujer o un niño.
Aquel juramento no había sido necesario. La leyenda de la Bestia del Sultán creció y se propagó por todo el Imperio hasta que muy pocos se atrevían a mirarle de frente por temor a provocar su cólera.
La aprobación que había visto en los ojos de su madre no merecía las vidas de aquellos inocentes, y tampoco había durado mucho. Ella lo culpó por la muerte de su hermano a manos del conde de Beaulieu, y lo atormentaba la horrible cicatriz que había recibido al morir su hermano.
Joe apartó aquellos pensamientos de su mente y volvió a ocuparse de su problema más inmediato. ¿Cómo iba a instruir a una cautiva tan ignorante? Ni siquiera sabía que debía bajar la mirada en presencia de hombres. Se había atrevido a mirarlo directamente a los ojos como si fuera su igual.
Hermosa y valiente, _______________ lo intrigaba. No se parecía a ninguna mujer que él hubiera conocido. Ningún hombre había tenido el coraje de discutir con él, y mucho menos de amenazarlo con su propio puñal y cimitarra. A pesar del miedo que despertaban en ella su fuerza y su poder, su flor silvestre contemplaba su rostro desfigurado sin repugnancia, algo que su propia madre era incapaz de hacer.
¿Su flor silvestre? ¿En qué estaba pensando, por Alá? La inglesa pensaba casarse con la comadreja, y eso no debía olvidarlo nunca. Haciendo un esfuerzo para apartarla de su mente, Joe empezó a recitar unos versos del Corán.
De nada le sirvió.
Dos horas después, volvió al campamento. Despidió a los guardias que rodeaban su tienda y arqueó una ceja con gesto interrogante hacia su ayudante.
—Todo en orden —informó Abdul con voz seria, para luego estropearlo al añadir—: Está ahorrando fuerzas para la próxima batalla. Aceptad mi consejo y azotadla hasta que se muestre sumisa.
Sin decir palabra, Joe entró en la tienda. El resplandor de una vela bañaba la alcoba con una luz siniestra. Acurrucada de lado, su cautiva estaba dormida en su cama.
«Cuarta lección —pensó Joe, riéndose de sí mismo—: El esclavo duerme en el suelo, no en la cama de su amo.» Se lo haría saber por la mañana.
Joe se volvió y apagó la vela. Se sentó en el borde de la mesa y se quitó las botas, luego se incorporó y se despojó de su camisa por
encima de la cabeza. Se llevó las manos a la cintura, pero un ruido desde la cama le llamó la atención.
—No, papá, no... —gemía _______________, atrapada en una pesadilla. Y entonces empezó a sollozar suavemente en su sueño.
Joe se tendió a su lado y la cogió entre los brazos.
—Descansa tranquila —susurró, acariciándole el hombro y el brazo. Su presencia y sus caricias la sosegaron, y él no la soltó.
«El príncipe otomano y su esclava inglesa tienen una cosa en común —pensó con ironía—. Los demonios acechan sus pensamientos.»
Sin pensarlo, Joe besó a _______________ en la cabeza. La estrechó contra sí en un abrazo protector; luego cerró los ojos y se durmió.
_______________ cruzó los brazos ante sus pechos, protegiéndose de su mirada. Tenía la cara encendida de vergüenza.
—¿Eres virgen? —inquirió Joe, tocándole una mejilla ardiente con la palma de la mano.
Parecía imposible, pero la tez de _______________ se ruborizó aún más.
—Sí —susurró, mortificada por su pregunta.
—Háblame con sinceridad —advirtió Joe—. Hay maneras de descubrir la verdad de este asunto. —Sus penetrantes ojos azules parecían ver hasta lo más hondo de su alma.
_______________ lo miró, confundida. No tenía ni idea de lo que le estaba sugiriendo. Joe captó la inocencia en su expresión. Satisfecho, le ordenó.
—Baja los brazos. Quiero verte los senos.
_______________ estaba consternada y sólo podía mirarlo fijamente.
—Mis guardias están fuera —le recordó Joe—. ¿Quieres que los llame?
_______________ dejó caer los brazos.
Contemplándola con deseo, Joe se debatía contra una excitación desbocada, pero perdió la batalla por controlarse. Alargó el brazo y, por encima de la tela sedosa, cerró la mano en torno a un pecho suave.
Instintivamente, _______________ lo apartó de un manotazo.
—Tercera lección: los esclavos no pegan a sus amos —dijo Joe.
—¡Las personas no pueden poseer a sus semejantes! —gritó _______________.
—¿Quién te ha contado semejante mentira? Le cortaré la lengua. —De nuevo, Joe hizo ademán de cogerle el pecho.
—¡No!—_______________ le pegó en la mano que intentaba ultrajarla.
Su insolencia acabó con la paciencia del príncipe. Joe la agarró con fuerza, la levantó del suelo y la apretó contra su ardiente erección. Su boca se apoderó de ella, atrapándole los labios en un beso brutal e hiriente.
Al sentir aquella dureza que le presionaba el vientre, _______________ estuvo a punto de enloquecer de miedo. Nerviosamente, intentó zafarse, forcejeando con patadas y arañazos.
Joe la soltó de golpe y dejó que cayera contra la alfombra. Nunca había forzado a una mujer y, pese a sentirse provocado, no iba a empezar ahora.
Pasaron unos momentos en que Joe y _______________ se miraron fijamente. El miedo y la repulsión lo asaltaban desde la mirada esmeralda de ella.
Joe la repasó de arriba abajo, desde la cabeza hasta la punta de los pies. Cuando volvió a mirarla a los ojos, el desprecio se había afirmado en sus rasgos. Ella era la prometida de la comadreja, no un regalo de Alá.
—Antes copularía con una leprosa —espetó Joe, y la rozó al pasar junto a ella para salir. Se detuvo y dijo—: No albergues temor alguno por tu dudosa virtud. Vete a dormir.
_______________ lo siguió con la mirada, anonadada. Era imprescindible intentar la huida de inmediato. Aquel hombre era capaz de cambiar de opinión y violarla. Se negaba a ser la concubina de un hombre, y mucho menos su esclava. Antes preferiría la muerte.
—Maldita sea —masculló _______________ entre dientes.
¿Cómo podría escapar sin ropa? No tenía remilgos para robarle a él la suya, pero sabía que no podría localizar a April de noche. Se desmoralizó de sólo pensar en esperar hasta la mañana. De un tirón, quitó la manta que cubría la cama y se arropó con ella.
La tensión y el miedo le habían secado la boca, y sentía una sed casi insoportable. Echó un vistazo alrededor y vio una jarra medio llena sobre la mesa.
_______________ se la llevó a los labios y bebió un generoso trago. ¡Vino! ¡La única bebida que detestaba! Apretándose la nariz con los dedos, _______________ bebió otro sorbo. Hizo una mueca al saborearlo, pero al menos sació su sed.
_______________ supuso que esa noche estaría relativamente a salvo. Si aquel monstruo pensaba asesinarla o violarla, ya lo habría hecho. No estaba segura de lo que debía hacer y se sentó en la cama. Los ojos se le inundaron de lágrimas, que rodaron por sus mejillas. Ay, ¿por qué habría deseado una aventura?
Al salir bruscamente de su tienda, Joe se había detenido a hablar con Abdul, el hombre que era su mano derecha.
—Quiero guardias apostados alrededor de la tienda —le ordenó—. Que nadie entre ni salga.
El hombre asintió con la cabeza y sonrió maliciosamente.
—Arriesgaré mi vida para que la pequeña infiel esté a salvo. Quizá necesite unos azotes.
A Joe no le hicieron gracia las palabras de su ayudante. Clavó una mirada fulminante en Abdul y se alejó.
El sonido rítmico de las olas que rompían y el olor purificante del mar atrajeron a Joe. Caminó hasta la playa y miró hacia arriba. Acompañada por cientos de estrellas chispeantes, una luna llena cabalgaba en lo alto de un cielo teñido de añil aterciopelado. La noche estaba impregnada de una calma que no alcanzaba a Joe.
A solas con sus pensamientos, Joe se preguntó sobre la mejor manera de manejar a su incorregible cautiva sin hacerle daño. Su temible reputación empujaba a los demás a cumplir sus mandatos, pero esa muchacha ignoraba su pasado y no sabía que él había ordenado la
matanza de cientos de inocentes.
«¿Otra vez la misma historia? —se preguntó Joe—. ¿Es que nunca podré vivir en paz?»
Siempre, detrás de su hermano mayor, Joe había vivido demasiado pendiente de las dudosas adulaciones de su madre. Como comandante en ciernes a las órdenes de su abuelo, había ordenado a sus guerreros destruir todas las aldeas que se negaran a someterse a la voluntad de Alá. «No tengáis piedad», había dicho a sus guerreros.
¡Cómo se arrepentía Joe de aquellas palabras, de su falta de conocimiento del significado de esas órdenes! La atroz matanza de mujeres y niños le había granjeado el apodo de «Bestia del Sultán». Contemplando la carnicería, juró que nunca levantaría la mano contra una mujer o un niño.
Aquel juramento no había sido necesario. La leyenda de la Bestia del Sultán creció y se propagó por todo el Imperio hasta que muy pocos se atrevían a mirarle de frente por temor a provocar su cólera.
La aprobación que había visto en los ojos de su madre no merecía las vidas de aquellos inocentes, y tampoco había durado mucho. Ella lo culpó por la muerte de su hermano a manos del conde de Beaulieu, y lo atormentaba la horrible cicatriz que había recibido al morir su hermano.
Joe apartó aquellos pensamientos de su mente y volvió a ocuparse de su problema más inmediato. ¿Cómo iba a instruir a una cautiva tan ignorante? Ni siquiera sabía que debía bajar la mirada en presencia de hombres. Se había atrevido a mirarlo directamente a los ojos como si fuera su igual.
Hermosa y valiente, _______________ lo intrigaba. No se parecía a ninguna mujer que él hubiera conocido. Ningún hombre había tenido el coraje de discutir con él, y mucho menos de amenazarlo con su propio puñal y cimitarra. A pesar del miedo que despertaban en ella su fuerza y su poder, su flor silvestre contemplaba su rostro desfigurado sin repugnancia, algo que su propia madre era incapaz de hacer.
¿Su flor silvestre? ¿En qué estaba pensando, por Alá? La inglesa pensaba casarse con la comadreja, y eso no debía olvidarlo nunca. Haciendo un esfuerzo para apartarla de su mente, Joe empezó a recitar unos versos del Corán.
De nada le sirvió.
Dos horas después, volvió al campamento. Despidió a los guardias que rodeaban su tienda y arqueó una ceja con gesto interrogante hacia su ayudante.
—Todo en orden —informó Abdul con voz seria, para luego estropearlo al añadir—: Está ahorrando fuerzas para la próxima batalla. Aceptad mi consejo y azotadla hasta que se muestre sumisa.
Sin decir palabra, Joe entró en la tienda. El resplandor de una vela bañaba la alcoba con una luz siniestra. Acurrucada de lado, su cautiva estaba dormida en su cama.
«Cuarta lección —pensó Joe, riéndose de sí mismo—: El esclavo duerme en el suelo, no en la cama de su amo.» Se lo haría saber por la mañana.
Joe se volvió y apagó la vela. Se sentó en el borde de la mesa y se quitó las botas, luego se incorporó y se despojó de su camisa por
encima de la cabeza. Se llevó las manos a la cintura, pero un ruido desde la cama le llamó la atención.
—No, papá, no... —gemía _______________, atrapada en una pesadilla. Y entonces empezó a sollozar suavemente en su sueño.
Joe se tendió a su lado y la cogió entre los brazos.
—Descansa tranquila —susurró, acariciándole el hombro y el brazo. Su presencia y sus caricias la sosegaron, y él no la soltó.
«El príncipe otomano y su esclava inglesa tienen una cosa en común —pensó con ironía—. Los demonios acechan sus pensamientos.»
Sin pensarlo, Joe besó a _______________ en la cabeza. La estrechó contra sí en un abrazo protector; luego cerró los ojos y se durmió.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awwww Joe a sufrido mucho verdad :(
Me encanta
Siguela!!!
Me encanta
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
3
Al despertar, _______________ se sintió desorientada, pero al enfocar la vista en su entorno, le asaltó el humillante recuerdo de la noche anterior. Los ruidos matinales le llegaban del exterior mientras los hombres del príncipe se preparaban para un nuevo día. En una breve oración, _______________ agradeció que estaba sola. Pero ¿dónde estaba la bestia?Parecía una oportunidad perfecta para escapar. Tenía que huir del campamento y rescatar a April. ¿Estaría todavía su prima a bordo el barco? ¿O se la habría llevado el pirata? Era igual, decidió _______________, buscaría primero en el barco. Pero ¿cómo? «Vamos poco a poco», se dijo.
Se levantó de la cama. Sabía que necesitaba comida y ropa.
La imagen del desayuno de su captor sobre la mesa le hizo crujir el estómago. Había pan de hojaldre, mermelada, miel, queso de oveja y olivas negras.
_______________ cogió un panecillo y lo partió en dos. En una mitad puso mermelada y la engulló, luego mojó la otra en la miel y también la comió. Ignoró las olivas, pero cogió un buen trozo de queso y otro pan para comérselo mientras buscaba algo que ponerse.
De pronto se oyeron voces en la antecámara de la tienda. De un salto, _______________ se tumbó en la cama y fingió dormir.
Mirando a hurtadillas con las pestañas entrecerradas, _______________ vio a dos sirvientes entrar en la alcoba de la tienda. Sin echar ni una ojeada hacia ella, recogieron la mesa y se marcharon.
_______________ esperó unos minutos antes de incorporarse. Y entonces lo oyó... su voz montando en cólera, riñendo a alguien fuera de la tienda.
Haciendo acopio de valor, _______________ decidió levantarse y buscar algo de ropa, pero de nuevo oyó pasos en la antecámara y fingió dormir. Abriendo apenas las pestañas, _______________ vio que su captor se acercaba a ella. Pese a que el corazón le latía con frenesí, se obligó a respirar ligero, fingiendo estar dormida.
Joe permaneció de pie junto a la cama y miró la belleza sobrecogedora de su cautiva. Al parecer, sus hombres no le habían molestado. Aunque sabía que al final la victoria sería para él, Joe estaba deseando que ella despertara para reanudar la batalla entre ambos. Dio media vuelta y salió de la tienda.
_______________ abrió los ojos. ¿Qué debía hacer? La huida era ahora o nunca. Saltó de la cama y se abalanzó sobre las prendas que su captor había llevado la noche anterior. Se puso la camisa blanca de algodón por encima de la cabeza. La prenda le llegaba a las rodillas, como un camisón corto. Luego se puso los pantalones, y se metió la camisa por dentro. Al soltarlo, los pantalones cayeron hasta los tobillos. De sus labios brotó una maldición silenciosa, se volvió a subir los bombachos y cogió una tira de cuero. Después de ceñírsela a la cintura, dobló los pantalones por abajo para acortarlos.
_______________ pensó en coger las botas pero imaginó que le quedarían demasiado grandes y eso le entorpecería en su huida. «Mejor ir descalza que dejarse atrapar», decidió.
_______________ corrió hacia el fondo de la tienda y pegó el oído a la tela; escuchó el silencio y rezó para que no hubiera nadie fuera. Levantó la lona apenas un poco, luego se arrastró de bruces y salió al exterior.
Frente a ella estaba la suntuosa casa de Nick, y detrás el centro del campamento de Joe. La playa y el barco quedaban del otro lado. con la intención de rodear el perímetro del campamento y de allí dirigirse a la playa, _______________ se escabulló por detrás de las tiendas y consiguió alejarse una buena distancia.
Entretanto, Joe esperaba a la entrada de su tienda la llegada de Nick. Sonrió y levantó la mano a modo de saludo.
—Te he oído gritar desde mi terraza —dijo Nick, y luego miró hacia la tienda—. ¿Cómo está ella?
—Bien; viva y durmiendo —respondió Joe—. Estaba riñendo a dos sirvientes imbéciles que han entrado en mi tienda sin permiso.
Nick sonrió de oreja a oreja.
—¿La dejaste agotada?
Joe se encogió de hombros.
—Yo me quedo con la prima —dijo Nick.
—¿Qué prima? —inquirió Joe.
—Tu cautiva viajaba con su prima —explicó Nick—. He decidido quedármela.
—Bien.
Nick hizo un gesto en dirección a la tienda.
—¿Qué harás con ella?
—Será mi esclava.
—¿Y Fougere?
—Enviaremos un mensaje a través del dey de Argel y el duque de Sassari —contestó Joe—. Cuando descubra lo que le tengo preparado a ella, Fougere saldrá de su escondrijo para recuperar a su prometida y vengarse de mí. Es una cuestión de orgullo.
—Las comadrejas no tienen orgullo —replicó Nick.
—Fougere vendrá —predijo Joe— Y nosotros estaremos preparados.
En ese momento se acercaron Abdul y Rashid. El ayudante de Joe llevaba un plato de panecillos para el desayuno de ______________, y el ayudante de Nick cargaba el baúl que _______________ tenía en el barco.
—Pensé que tu esclava necesitaría sus enseres —dijo Nick.
Joe asintió.
—Si la dejo desnuda, no hay duda que sería una distracción para los muchos hombres que desfilan por mi tienda. —Cogió el plato de
panecillos de manos de su ayudante, y ordenó—: Abdul, lleva el baúl.
Una vez dentro de la estancia privada, Joe se detuvo en seco y miró alrededor, incrédulo. La tienda estaba vacía.
—¿Dónde está? —preguntó Nick.
—Se ha escapado.
—¿Sin ropa?
—Por lo visto, se ha puesto la mía —masculló Joe. Sin duda aquella mujer tenía agallas—. Alabado sea Alá. Esta mañana escondí el puñal, y la cimitarra pesa demasiado para ella.
—¿La cimitarra? —repitió Nick.
—Anoche intentó partirme por la mitad.
Nick rió.
—Os advertí que la azotarais —le recordó Abdul, sacudiendo la cabeza con gesto de desaprobación—. ¿Doy la alarma?
—No, no puede estar muy lejos —contestó Joe.
—Te ayudaré —ofreció Nick.
—Abdul, ve con Rashid a la casa. Es posible que haya ido ahí a buscar a su prima, pero si la encontráis no le hagáis daño. —Joe se volvió hacia Nick y dijo—: Buscaremos en la playa, en caso de que intente recuperar su libertad a nado.
En el montículo herboso que dominaba la playa desierta, _______________ estaba echada de bruces, examinando la escena que tenía frente a ella. En la playa había varios botes sin vigilancia, y el barco permanecía anclado en la bahía.
_______________ se preguntó cuántos hombres habría a bordo. Aunque parecía desierto, estaba segura de que el capitán habría dejado guardias. _______________ decidió echar una carrera hasta uno de los botes y remar hasta el barco. Sólo lamentaba no haber podido robar un cuchillo.
Le vino a la mente una imagen del príncipe. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? Cuando descubriera su ausencia, ¿qué haría? Y, más importante aún, ¿qué haría con ella si la atrapaba?
«Un, dos, tres», contó _______________, pero le tenía tanto miedo al agua que se quedó clavada en el sitio. Nunca había aprendido a nadar. ¿Cómo podría subirse a ese bote y remar hasta el barco?
«Cálmate», se dijo. No había nada que temer salvo morir ahogada en el mar. Entonces pensó en April. ¿Qué tormentos estaría sufriendo su prima a manos de aquel pirata? April podría estar herida, o peor aún. Aquel pensamiento la empujó actuar.
Se puso en pie de un salto y echó a correr por la ladera en dirección a la playa. Arrastró el bote hasta el agua, se subió a él, ajustó los remos y empezó a remar hacia el barco.
—¡Allí va! —gritó una voz masculina.
_______________ miró hacia la orilla y el corazón le dio un vuelco. Joe y Nick bajaban corriendo por la ladera hacia la playa. Tras detenerse para quitarse las botas, Joe se lanzó entre las olas y empezó a nadar hacia el bote.
«Menuda suerte, la bestia sabe nadar», pensó _______________, y se puso a remar con todas sus fuerzas. Desgraciadamente, él nadaba más rápido de lo que ella remaba.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ahhh Joseph se pasa
Es tan lindo aunque terco
Siguela!!!
Es tan lindo aunque terco
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
holaaa nueva lectora!!!!!
fui fantasma unos dias sorry no sabia como presentarme pero eme aqui :D
disfrutando de tu novela please siguela siguela esta buena !!
fui fantasma unos dias sorry no sabia como presentarme pero eme aqui :D
disfrutando de tu novela please siguela siguela esta buena !!
Samantha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Samantha escribió: holaaa nueva lectora!!!!!
fui fantasma unos dias sorry no sabia como presentarme pero eme aqui :D
disfrutando de tu novela please siguela siguela esta buena !!
HOLA BIENVENIDA!!! :D
no te preocupes, lo importante es que te nos uniste, lo siguiente va para ti Samantha :D
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Joe alcanzó el bote, y ya empezaba a encaramarse a él cuando _______________ levantó un remo para asestarle un golpe. Joe reaccionó con la rapidez de un rayo: cogió el remo, tiró de él y _______________ cayó al agua.
—¡Socorro! —gritó _______________, y se hundió.
Joe se sumergió y la sacó por el pelo. La giró en sus brazos y nadó con ella hasta la orilla, donde la arrastró hasta depositarla sobre la arena.
_______________ tosió y se atragantó, luego vomitó el agua de mar que había tragado junto con el desayuno robado. Finalmente, contempló la imponente figura de su captor y gimió.
—Pensaba que me estabais ahogando.
—He salvado tu despreciable vida —dijo Joe con tono deliberadamente amenazador.
Los ojos de _______________ se llenaron de lágrimas.
—Mi vida no era despreciable hasta que os conocí.
—Eso es discutible —observó Joe—. El castigo por lo que has hecho será severo.
_______________ retrocedió.
—¿Me mataréis?
—Probablemente algo peor. —Joe la miró fijamente—. Sin embargo, nunca me dejo llevar por acciones precipitadas. Primero pienso, algo que al parecer tú no haces.
—Soy responsable de mi prima —intentó explicar _______________—. Necesito verla.
Joe arqueó una ceja oscura.
—Quinta lección: el esclavo no impone su voluntad a su amo.
—Es la cuarta lección, no la quinta —repuso _______________—. Cuando tengo problemas con los números, uso los dedos. Es un recurso perfectamente aceptable.
Los labios de Joe temblaron al contener una sonrisa.
—La cuarta lección es: una esclava duerme en el suelo, no en la cama de su amo.
_______________ lo miró sin inmutarse.
—Te escapaste antes de que pudiera instruirte al respecto —explicó Joe.
_______________ miró de reojo a Nick, que sonreía, disfrutando descaradamente de su pugilato verbal.
—¿April está bien? —le preguntó, y luego miró hacia el barco.
Los ojos de Nick siguieron su mirada.
—April se está acomodando en su nuevo hogar y se está adaptando a su nueva vida mejor que vos. Se quedará conmigo.
_______________ no podía creer lo que acababa de oír.
—Basta de charlas —interrumpió Joe, inclinándose para coger a _______________ entre los brazos. Le dio la vuelta y se la echó encima del hombro.
_______________ se resistió. Con la palma de la mano, Joe le dio un azote en las nalgas, lo que resolvió el problema.
Con su cautiva colgada humillantemente del hombro, Joe entró a paso lento en el campamento, y sus hombres que merodeaban se echaron a reír. Joe lanzó una mirada fulminante a los guerreros y todos se dispersaron salvo Abdul.
—Unos azotes le irían bien —murmuró Abdul.
_______________ protestó a voz en cuello al oír las palabras de aquel hombre. Joe volvió a azotarle el trasero y luego la dejó de pie en el suelo. Le hizo un gesto a Abdul, y éste le vertió encima un cubo de agua fría.
—¡Ay! —chilló _______________.
Abdul le derramó otro cubo de agua por la cabeza.
—¡Ayyyy! —se desgañitó ella.
—Estabas cubierta de arena —dijo Joe— No quiero que me estropees la alfombra nueva.
Tras otro gesto del príncipe, Abdul hizo ademán de coger otro cubo.
—¡Espera! —gritó _______________— Ya no tengo arena.
—Todavía tienes unos granos sobre la nariz —comentó Joe.
—Son pecas —explicó _______________.
Joe le cogió el mentón y la atrajo hacia sí. Le trotó el puente de la nariz con los dedos.
—Es verdad. Bien, entra y aguarda tu castigo.
_______________ decidió someterse temporalmente, y obedeció la orden. El príncipe se había negado a concederle el deseo de ver a su prima, y ella se sentía impotente para presionarlo.
Joe la siguió con la mirada hasta que desapareció en el interior de la tienda. ¿Se doblegaría algún día a sus reglas? El príncipe se negaba a azotarla para que se mostrara sumisa con él. Le bastaba con la culpa que ya llevaba encima. Así pues, en nombre de Alá, ¿qué iba a hacer con ella?
—Tráela a la casa esta tarde —propuso Nick—. Podrá bañarse con todo lujo y visitar a su prima.
—Mi esclava no merece el privilegio de visitar a su prima —masculló Joe.
Nick sonrió.
—Pero la prima sí.
—Me niego a recompensarla por su mala conducta —afirmó Joe—. Cuando abandonemos el campamento, podrán despedirse.
Nick asintió con la cabeza.
—Otra cosa —añadió Joe—. Necesito los servicios de un orfebre que trabaje con rapidez.
—Muy bien —asintió Nick, y se fue.
Joe reunió fuerzas para el inminente enfrenta miento con su recalcitrante esclava y entró en la tienda. Un amago de sonrisa le cruzó los labios al verla. A través de la camisa de algodón mojada, se adivinaba cada una de las apetecibles curvas de su cuerpo.
—¿Dónde esperabas llegar? —inquirió.
_______________ suspiró.
—A casa.
—Tu hogar está aquí, conmigo.
—Mi hogar está en Inglaterra.
—¿Pensabas llegar a Inglaterra en ese...?
—Habría seguido la costa.
—Tienes la inteligencia de una ostra —sentencio Joe, señalándola con el dedo—. Fuera de mi protección acechan peligros indecibles.
«¿Y a mí quién me protege de vos?», se pregunto ella, pero dijo:
—¿Acaso los prisioneros no deben intentar huir?
—Tú no eres una prisionera.
Sus palabras confundieron a _______________.
—¿No lo soy?
—No; eres mi esclava.
Antes de que _______________ pudiera reaccionar, entro Abdul y entregó una toalla a Joe.
—¿Queréis que la sujete yo mientras le cortáis los dedos?—preguntó el hombre.
—¿Cortarme los dedos? —exclamó _______________.
—El castigo por robar es perder unos cuantos dedos —le informó Joe—. Tú me has robado la ropa.
—Os tomé prestado el pantalón y la camisa —mintió _______________—. De verdad, tenía la intención de devolverlos.
—¿Tomaste prestado pero te olvidaste de pedirme permiso?
_______________ bajó la mirada y asintió con timidez.
—¿Lo ves, Abdul? —sonrió Joe— No ha robado nada, sólo lo ha tomado prestado. Ahora déjanos.
—¡Socorro! —gritó _______________, y se hundió.
Joe se sumergió y la sacó por el pelo. La giró en sus brazos y nadó con ella hasta la orilla, donde la arrastró hasta depositarla sobre la arena.
_______________ tosió y se atragantó, luego vomitó el agua de mar que había tragado junto con el desayuno robado. Finalmente, contempló la imponente figura de su captor y gimió.
—Pensaba que me estabais ahogando.
—He salvado tu despreciable vida —dijo Joe con tono deliberadamente amenazador.
Los ojos de _______________ se llenaron de lágrimas.
—Mi vida no era despreciable hasta que os conocí.
—Eso es discutible —observó Joe—. El castigo por lo que has hecho será severo.
_______________ retrocedió.
—¿Me mataréis?
—Probablemente algo peor. —Joe la miró fijamente—. Sin embargo, nunca me dejo llevar por acciones precipitadas. Primero pienso, algo que al parecer tú no haces.
—Soy responsable de mi prima —intentó explicar _______________—. Necesito verla.
Joe arqueó una ceja oscura.
—Quinta lección: el esclavo no impone su voluntad a su amo.
—Es la cuarta lección, no la quinta —repuso _______________—. Cuando tengo problemas con los números, uso los dedos. Es un recurso perfectamente aceptable.
Los labios de Joe temblaron al contener una sonrisa.
—La cuarta lección es: una esclava duerme en el suelo, no en la cama de su amo.
_______________ lo miró sin inmutarse.
—Te escapaste antes de que pudiera instruirte al respecto —explicó Joe.
_______________ miró de reojo a Nick, que sonreía, disfrutando descaradamente de su pugilato verbal.
—¿April está bien? —le preguntó, y luego miró hacia el barco.
Los ojos de Nick siguieron su mirada.
—April se está acomodando en su nuevo hogar y se está adaptando a su nueva vida mejor que vos. Se quedará conmigo.
_______________ no podía creer lo que acababa de oír.
—Basta de charlas —interrumpió Joe, inclinándose para coger a _______________ entre los brazos. Le dio la vuelta y se la echó encima del hombro.
_______________ se resistió. Con la palma de la mano, Joe le dio un azote en las nalgas, lo que resolvió el problema.
Con su cautiva colgada humillantemente del hombro, Joe entró a paso lento en el campamento, y sus hombres que merodeaban se echaron a reír. Joe lanzó una mirada fulminante a los guerreros y todos se dispersaron salvo Abdul.
—Unos azotes le irían bien —murmuró Abdul.
_______________ protestó a voz en cuello al oír las palabras de aquel hombre. Joe volvió a azotarle el trasero y luego la dejó de pie en el suelo. Le hizo un gesto a Abdul, y éste le vertió encima un cubo de agua fría.
—¡Ay! —chilló _______________.
Abdul le derramó otro cubo de agua por la cabeza.
—¡Ayyyy! —se desgañitó ella.
—Estabas cubierta de arena —dijo Joe— No quiero que me estropees la alfombra nueva.
Tras otro gesto del príncipe, Abdul hizo ademán de coger otro cubo.
—¡Espera! —gritó _______________— Ya no tengo arena.
—Todavía tienes unos granos sobre la nariz —comentó Joe.
—Son pecas —explicó _______________.
Joe le cogió el mentón y la atrajo hacia sí. Le trotó el puente de la nariz con los dedos.
—Es verdad. Bien, entra y aguarda tu castigo.
_______________ decidió someterse temporalmente, y obedeció la orden. El príncipe se había negado a concederle el deseo de ver a su prima, y ella se sentía impotente para presionarlo.
Joe la siguió con la mirada hasta que desapareció en el interior de la tienda. ¿Se doblegaría algún día a sus reglas? El príncipe se negaba a azotarla para que se mostrara sumisa con él. Le bastaba con la culpa que ya llevaba encima. Así pues, en nombre de Alá, ¿qué iba a hacer con ella?
—Tráela a la casa esta tarde —propuso Nick—. Podrá bañarse con todo lujo y visitar a su prima.
—Mi esclava no merece el privilegio de visitar a su prima —masculló Joe.
Nick sonrió.
—Pero la prima sí.
—Me niego a recompensarla por su mala conducta —afirmó Joe—. Cuando abandonemos el campamento, podrán despedirse.
Nick asintió con la cabeza.
—Otra cosa —añadió Joe—. Necesito los servicios de un orfebre que trabaje con rapidez.
—Muy bien —asintió Nick, y se fue.
Joe reunió fuerzas para el inminente enfrenta miento con su recalcitrante esclava y entró en la tienda. Un amago de sonrisa le cruzó los labios al verla. A través de la camisa de algodón mojada, se adivinaba cada una de las apetecibles curvas de su cuerpo.
—¿Dónde esperabas llegar? —inquirió.
_______________ suspiró.
—A casa.
—Tu hogar está aquí, conmigo.
—Mi hogar está en Inglaterra.
—¿Pensabas llegar a Inglaterra en ese...?
—Habría seguido la costa.
—Tienes la inteligencia de una ostra —sentencio Joe, señalándola con el dedo—. Fuera de mi protección acechan peligros indecibles.
«¿Y a mí quién me protege de vos?», se pregunto ella, pero dijo:
—¿Acaso los prisioneros no deben intentar huir?
—Tú no eres una prisionera.
Sus palabras confundieron a _______________.
—¿No lo soy?
—No; eres mi esclava.
Antes de que _______________ pudiera reaccionar, entro Abdul y entregó una toalla a Joe.
—¿Queréis que la sujete yo mientras le cortáis los dedos?—preguntó el hombre.
—¿Cortarme los dedos? —exclamó _______________.
—El castigo por robar es perder unos cuantos dedos —le informó Joe—. Tú me has robado la ropa.
—Os tomé prestado el pantalón y la camisa —mintió _______________—. De verdad, tenía la intención de devolverlos.
—¿Tomaste prestado pero te olvidaste de pedirme permiso?
_______________ bajó la mirada y asintió con timidez.
—¿Lo ves, Abdul? —sonrió Joe— No ha robado nada, sólo lo ha tomado prestado. Ahora déjanos.
Última edición por NiinnyJonas el Sáb 18 Ago 2012, 1:02 pm, editado 2 veces
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
wwahhh joe siempre incorregible que lindo aunque algo severo
gracias por el cap me encanto siguela siguela...
gracias por el cap me encanto siguela siguela...
Samantha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Sigo pensando que deberíais azotarla —repitió Abdul al salir.
—Sécate el pelo —le ordenó Joe, arrojándole la toalla a la cara—. Has tenido una mañana agotadora y necesitas descansar. ¿Deseas comer antes?
—Ya he comido —musitó _______________.
Joe la miró sin inmutarse.
—Había comida en la mesa —explicó ella.
—¿Tomaste prestado mi desayuno?
—Sí.
—Tus enseres están en ese baúl de ahí —le dijo Joe, tocándole la punta de su nariz respingona—. Quítate esa camisa mojada y acuéstate.
—Hasta que os vayáis, no.
Joe levantó las cejas al oír su exigencia y en silencio se negó a salir.
—Al menos, daos la vuelta —pidió _______________—. Por favor.
—Está bien —cedió Joe, y le volvió la espalda.
_______________ se quitó la camisa y su camisola por encima de la cabeza. Se dirigió a la cama y se cubrió con la manta.
Joe se volvió y le dedicó una mirada inescrutable, luego cruzó la tienda a paso lento hacia el baúl de viaje.
—No juegues con la idea de huir —le advirtió—. No cogerás desprevenidos a mis guardias dos veces. —Abrió el baúl y hurgó entre los trajes hasta sacar una camisola de seda y encaje casi transparente.
Joe inspeccionó la delicada prenda, luego se acercó a ella y le ordenó:
—Levanta los brazos.
—¿Para qué?
—Hazlo.
Cuando obedeció, Joe le deslizó la prenda por encima de la cabeza. _______________ lo observó con sus enormes ojos verdes mientras él retiraba la manta, le alisaba la camisola en torno al cuerpo y luego la tumbaba suavemente sobre la cama.
Sin expresión de desprecio ni de odio, Joe la miró desde arriba. El deseo asomaba a sus ojos, pero _______________ carecía de experiencia para verlo.
—No es un placer para mí castigarte —afirmó Joe—, pero has de saber que nunca más volverás a ver a tu prima. —Tras esas palabras, el príncipe abandonó la tienda.
Consternada, _______________ se sentó en la cama y clavó los ojos en la puerta. Cuanto más tiempo pasaba, más furiosa se sentía.
Luego, bajó de la cama y cruzó la tienda como un relámpago, pero se detuvo en seco ante el umbral. Su sentido común le impedía huir.
—Volved aquí, majestad —vociferó _______________ para llamar su atención—. Necesito ver a mi prima.
Nadie respondió a su llamada.
—¿Me oís, majestad? —chilló—. Exijo una audiencia.
De nuevo no hubo respuesta.
¡Cómo se atrevía a ignorarla! Ella era la hija de un noble condecorado. ¡Era prima de la reina de Inglaterra!
—¡Animal! ¡Bastardo! —bramó _______________ en ingles, una lengua que el príncipe no conocía.
Por un instante, _______________ pensó en gritar «Fuego», pero se lo pensó mejor. En lugar de eso, volvió a la cama y se sentó.
Le dolía la garganta. Los ojos se le llenaron de lagrimas de rabia y frustración. Se sentía insultada, y se tumbó y lloró hasta quedarse dormida.
—Despierta —repitió Joe por tercera vez, de pie junto a la cama. Al ver que _______________ lo ignoraba, alargó el brazo y la sacudió, luego tiró de la manta.
—¿Qué ocurre? —gruñó _______________, apartándose los mechones cobrizos de los ojos.
—No puedes pasarte el día durmiendo —dijo Joe—. El sol está en su punto más alto. Es hora de que te bañes y comas. Luego te sentirás preparada para emprender tu nueva vida.
_______________ echó un vistazo a la bañera de madera que habían dispuesto mientras ella dormía. El agua despedía vapor.
—No quiero un baño —dijo ella.
—Hueles a marea baja.
—Vos no oléis mejor.
—No mientas —advirtió Joe, cogiéndola por el brazo. La sacó de la cama de un tirón y la llevó a la bañera.
—Es imposible bañarse sin una doncella —protestó _______________, ahogando un bostezo.
—¿Una doncella?
—La criada de una dama.
—Los esclavos no tienen sirvientes —le informó Joe.
—Qué difícil debe de ser la vida de un esclavo —murmuró _______________—. Pero ya que yo no soy...
—A juzgar por tu comportamiento, no eres una dama —la interrumpió Joe.
Eso despertó del todo a _______________.
—Me niego a escuchar vuestros insultos un minuto más. —Se giró, dándole la espalda.
Con una especie de rugido, Joe le dio vuelta. _______________ clavó la mirada sin pestañear en sus penetrantes ojos azules.
—¿No te asusta el rugido de la bestia? —preguntó él.
—A veces —contestó ella.
—Te bañarás —declaró Joe, pasando los dedos por encima de su camisola—, o te bañaré yo mismo.
—De acuerdo, tomaré un baño —repuso _______________— pero necesito intimidad.
—No soy demasiado amable —dijo Joe—, pero te concederé este único favor. Cuando vuelva, estarás en la bañera. ¿De acuerdo?
_______________ asintió con la cabeza.
—Y te despojarás de la camisola antes de meterte en la bañera—añadió él.
De nuevo, _______________ asintió con la cabeza. Habría consentido casi cualquier cosa con tal de deshacerse de él.
—¿Y bien?
—¿Y bien, qué?
—¿Qué se dice?
—Gracias.
Joe le dirigió una mirada de reprobación.
—Gracias, mi señor Joe —se corrigió _______________, y estuvo a punto de atragantarse con las palabras. Su expresión de rebeldía manifestó lo que en realidad pensaba.
—Ha sido un placer, esclava —sonrió Joe, y luego salió. Una vez fuera, llamó a su ayudante y le ordenó—: Mándale un mensaje a Denise.
—¿A vuestra madre? —preguntó Abdul, sorprendido.
—Dile que compre en el mercado de esclavos un eunuco que hable inglés y francés. Quiero que me esté esperando en mi casa cuando lleguemos.
—¿Un eunuco? —repitió Abdul, perplejo.
Joe lanzó una mirada hacia la tienda y explicó:
—Necesita a alguien que se ocupe de ella.
—¿Una esclava con un esclavo que la sirva? —Abdul estaba consternado— ¿Habéis perdido el juicio? ¿Habéis olvidado lo que la comadreja le hizo a Birtryce?
Joe cogió a Abdul por el cuello y lo levantó en el aire.
—Te tomas muchas libertades con nuestra vieja amistad —le espetó, y la ira le tino de blanco la cicatriz de la mejilla.
—Os ruego me perdonéis mi señor —se disculpó Abdul—. Enseguida envío al mensajero.
Joe soltó a su ayudante y le palmeó el hombro.
—No he olvidado nada, Abdul, y no descansaré hasta vengar las muertes de mi hermana y mi hermano
Abdul asintió con la cabeza y se fue.
—Sécate el pelo —le ordenó Joe, arrojándole la toalla a la cara—. Has tenido una mañana agotadora y necesitas descansar. ¿Deseas comer antes?
—Ya he comido —musitó _______________.
Joe la miró sin inmutarse.
—Había comida en la mesa —explicó ella.
—¿Tomaste prestado mi desayuno?
—Sí.
—Tus enseres están en ese baúl de ahí —le dijo Joe, tocándole la punta de su nariz respingona—. Quítate esa camisa mojada y acuéstate.
—Hasta que os vayáis, no.
Joe levantó las cejas al oír su exigencia y en silencio se negó a salir.
—Al menos, daos la vuelta —pidió _______________—. Por favor.
—Está bien —cedió Joe, y le volvió la espalda.
_______________ se quitó la camisa y su camisola por encima de la cabeza. Se dirigió a la cama y se cubrió con la manta.
Joe se volvió y le dedicó una mirada inescrutable, luego cruzó la tienda a paso lento hacia el baúl de viaje.
—No juegues con la idea de huir —le advirtió—. No cogerás desprevenidos a mis guardias dos veces. —Abrió el baúl y hurgó entre los trajes hasta sacar una camisola de seda y encaje casi transparente.
Joe inspeccionó la delicada prenda, luego se acercó a ella y le ordenó:
—Levanta los brazos.
—¿Para qué?
—Hazlo.
Cuando obedeció, Joe le deslizó la prenda por encima de la cabeza. _______________ lo observó con sus enormes ojos verdes mientras él retiraba la manta, le alisaba la camisola en torno al cuerpo y luego la tumbaba suavemente sobre la cama.
Sin expresión de desprecio ni de odio, Joe la miró desde arriba. El deseo asomaba a sus ojos, pero _______________ carecía de experiencia para verlo.
—No es un placer para mí castigarte —afirmó Joe—, pero has de saber que nunca más volverás a ver a tu prima. —Tras esas palabras, el príncipe abandonó la tienda.
Consternada, _______________ se sentó en la cama y clavó los ojos en la puerta. Cuanto más tiempo pasaba, más furiosa se sentía.
Luego, bajó de la cama y cruzó la tienda como un relámpago, pero se detuvo en seco ante el umbral. Su sentido común le impedía huir.
—Volved aquí, majestad —vociferó _______________ para llamar su atención—. Necesito ver a mi prima.
Nadie respondió a su llamada.
—¿Me oís, majestad? —chilló—. Exijo una audiencia.
De nuevo no hubo respuesta.
¡Cómo se atrevía a ignorarla! Ella era la hija de un noble condecorado. ¡Era prima de la reina de Inglaterra!
—¡Animal! ¡Bastardo! —bramó _______________ en ingles, una lengua que el príncipe no conocía.
Por un instante, _______________ pensó en gritar «Fuego», pero se lo pensó mejor. En lugar de eso, volvió a la cama y se sentó.
Le dolía la garganta. Los ojos se le llenaron de lagrimas de rabia y frustración. Se sentía insultada, y se tumbó y lloró hasta quedarse dormida.
—Despierta —repitió Joe por tercera vez, de pie junto a la cama. Al ver que _______________ lo ignoraba, alargó el brazo y la sacudió, luego tiró de la manta.
—¿Qué ocurre? —gruñó _______________, apartándose los mechones cobrizos de los ojos.
—No puedes pasarte el día durmiendo —dijo Joe—. El sol está en su punto más alto. Es hora de que te bañes y comas. Luego te sentirás preparada para emprender tu nueva vida.
_______________ echó un vistazo a la bañera de madera que habían dispuesto mientras ella dormía. El agua despedía vapor.
—No quiero un baño —dijo ella.
—Hueles a marea baja.
—Vos no oléis mejor.
—No mientas —advirtió Joe, cogiéndola por el brazo. La sacó de la cama de un tirón y la llevó a la bañera.
—Es imposible bañarse sin una doncella —protestó _______________, ahogando un bostezo.
—¿Una doncella?
—La criada de una dama.
—Los esclavos no tienen sirvientes —le informó Joe.
—Qué difícil debe de ser la vida de un esclavo —murmuró _______________—. Pero ya que yo no soy...
—A juzgar por tu comportamiento, no eres una dama —la interrumpió Joe.
Eso despertó del todo a _______________.
—Me niego a escuchar vuestros insultos un minuto más. —Se giró, dándole la espalda.
Con una especie de rugido, Joe le dio vuelta. _______________ clavó la mirada sin pestañear en sus penetrantes ojos azules.
—¿No te asusta el rugido de la bestia? —preguntó él.
—A veces —contestó ella.
—Te bañarás —declaró Joe, pasando los dedos por encima de su camisola—, o te bañaré yo mismo.
—De acuerdo, tomaré un baño —repuso _______________— pero necesito intimidad.
—No soy demasiado amable —dijo Joe—, pero te concederé este único favor. Cuando vuelva, estarás en la bañera. ¿De acuerdo?
_______________ asintió con la cabeza.
—Y te despojarás de la camisola antes de meterte en la bañera—añadió él.
De nuevo, _______________ asintió con la cabeza. Habría consentido casi cualquier cosa con tal de deshacerse de él.
—¿Y bien?
—¿Y bien, qué?
—¿Qué se dice?
—Gracias.
Joe le dirigió una mirada de reprobación.
—Gracias, mi señor Joe —se corrigió _______________, y estuvo a punto de atragantarse con las palabras. Su expresión de rebeldía manifestó lo que en realidad pensaba.
—Ha sido un placer, esclava —sonrió Joe, y luego salió. Una vez fuera, llamó a su ayudante y le ordenó—: Mándale un mensaje a Denise.
—¿A vuestra madre? —preguntó Abdul, sorprendido.
—Dile que compre en el mercado de esclavos un eunuco que hable inglés y francés. Quiero que me esté esperando en mi casa cuando lleguemos.
—¿Un eunuco? —repitió Abdul, perplejo.
Joe lanzó una mirada hacia la tienda y explicó:
—Necesita a alguien que se ocupe de ella.
—¿Una esclava con un esclavo que la sirva? —Abdul estaba consternado— ¿Habéis perdido el juicio? ¿Habéis olvidado lo que la comadreja le hizo a Birtryce?
Joe cogió a Abdul por el cuello y lo levantó en el aire.
—Te tomas muchas libertades con nuestra vieja amistad —le espetó, y la ira le tino de blanco la cicatriz de la mejilla.
—Os ruego me perdonéis mi señor —se disculpó Abdul—. Enseguida envío al mensajero.
Joe soltó a su ayudante y le palmeó el hombro.
—No he olvidado nada, Abdul, y no descansaré hasta vengar las muertes de mi hermana y mi hermano
Abdul asintió con la cabeza y se fue.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
pero yo no se porque se quiere desquitar con la rayiz
Si ella ni conoce a la comadreja es mas ni lo quiere
Siguela!!!
Si ella ni conoce a la comadreja es mas ni lo quiere
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
uuu no podra ver a su prima
Joe a pasado por mucho pero no es para que se desaogue con ella
vamos siguela siguela
Joe a pasado por mucho pero no es para que se desaogue con ella
vamos siguela siguela
Samantha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
JB&1D escribió:nueva lectora
HOLA bienvenida!!!! esppero disfrutes de tu estadia con Esclavizada... mañana te dedicare el siguiente capítulo...
NiinnyJonas
Página 3 de 31. • 1, 2, 3, 4 ... 17 ... 31
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