Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 4 de 31. • Comparte
Página 4 de 31. • 1, 2, 3, 4, 5 ... 17 ... 31
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Al entrar Joe en la tienda, _______________ se sumergió más hondo en la bañera, pero él ni siquiera la miró Se dedicó a examinar el contenido de su baúl de viaje
Joe saco una falda y una blusa del baúl, luego se volvió hacia ella y dijo:
—Cuando termines, ponte esto. Luego te proporcionaremos ropa más apropiada.
—Mi ropa está muy bien —protestó _______________— Como podéis ver, las prendas que poseo están hechas de los tejidos más finos.
—No posees nada —le recordó Joe—. Todo lo que era tuyo ahora es mío. —Extendió la falda con intención de alisarla, pero algo cayó del bolsillo. Al recoger el pequeño objeto y mirarlo, la cicatriz de su rostro palideció, una señal de ira creciente. Desde una miniatura pintada lo miraba su enemigo Savon Fougere.
Joe contempló con severidad la miniatura y luego a _______________. Su singular belleza y estimulante espíritu casi habían conseguido que olvidara que la comadreja era su prometido. Casi.
_______________ se quedó aterrada al ver la terrible expresión de su captor, y se agazapó en la bañera. Pero no pudo apartar la vista. En ese momento, la expresión de Joe era la de una bestia salvaje.
Ella miró hipnotizada cómo él estrujaba la miniatura en la palma de la mano, la lanzaba al suelo y la machacaba sobre la alfombra con el
tacón de la bota. Sin decir palabra, Joe salió de la tienda hecho un basilisco.
_______________ decidió que era el momento de terminar su baño. Salió de la bañera, se secó rápidamente con una toalla y se puso la camisola, la blusa y la falda.
Recogió la maltrecha miniatura de la alfombra y la examinó. «Con la cara así de machacada tiene mejor aspecto», pensó. Pero ¿qué podía hacer con la miniatura? Su situación era precaria, y ahora lo único que le faltaba era que la imagen de la comadreja enfureciera a su captor.
Entonces, _______________ lo vio... el escondite perfecto. Sus ojos esmeraldas chispearon regocijados. Cruzó la tienda con brío y depositó a Savon Fougere en el orinal.
Luego, a falta de algo con que entretenerse, _______________ se sentó en el borde de la cama a esperar y meditar sobre su situación. ¿Por qué el turco odiaba a Fougere? ¿Qué había hecho su prometido que fuera tan despreciable? La imagen de Joe acudió a su mente. El príncipe era un hombre extraordinariamente atractivo pero muy peligroso. En adelante tendría que estar alerta.
Al cabo de lo que parecieron varias horas, cuatro sirvientes retiraron la bañera de madera bajo la supervisión de Abdul, que miró a _______________ con gesto de desprecio y salió detrás de los hombres. _______________ montó en cólera. ¡Cómo se atrevía aquel hombre a mirarla de aquella manera tan despectiva! ¿Quién se creía que era?
Poco después, un sirviente entró en la tienda con una bandeja de comida y la miró fijamente. Detrás del hombre estaba Abdul, con su grave semblante de desprecio.
—Ahora comeréis —le ordenó, y se volvió hacia el sirviente—: Deja la bandeja.
—Tu actitud es insultante —le espetó _______________, acercándose a ellos—. Llévate el almuerzo. No comeré.
—Deja la bandeja sobre la mesa —indicó Abdul al sirviente, ignorando a _______________.
Al disponerse el criado a hacerlo, _______________ soltó un manotazo. La bandeja y su contenido aterrizaron sobre la alfombra.
Abdul le clavó una mirada fulminante, pero se limitó a hacerle una seña al sirviente para que se fuera y luego salió tras él.
_______________ se arrepintió de su actitud y empezó a dudar de su propia cordura.
Joe apareció al cabo de unos instantes.
—Limpia esta porquería —le espetó.
—Ha sido un accidente —mintió _______________.
—No agotes mi paciencia —le advirtió Joe—. En este preciso momento tengo deseos de poner fin a tu miserable existencia.
_______________ se arrodilló y empezó a recoger la comida de la alfombra y a dejarla en la bandeja. Había pastelillos de hojaldre, pepinillos, paloma asada y uvas.
—Deja la bandeja sobre la mesa —le ordenó Joe. Y agregó—: Ahora comerás.
—¿Qué dices?
—¿Acaso eres sorda?
—Me niego a comer alimentos sucios.
—No se puede tolerar que desprecies la bondad de Alá —insistió Joe, desenvainando su puñal con aire amenazador—. Tú provocaste que la comida cayera sobre la alfombra y ahora te comerás hasta el último bocado.
Con gesto hosco, _______________ cogió la paloma asada y le hincó un mordisco.
—¿Satisfecho ahora?
—Tienes los modales de un cerdo —se burló Joe—. No se habla mientras se come.
_______________ sintió el impulso de arrojarle la paloma a la cara.
—Ni se te ocurra —le advirtió él, como si le hubiese leído el pensamiento.
—No tengo cubiertos —objetó _______________.
—Sólo un tonto le daría un cuchillo a una loca como tú —dijo Joe, y con el puñal troceó la paloma.
—¿Qué es eso? —inquirió _______________, señalando uno de los platos.
—Pepinillos.
_______________ señaló los pastelillos. —¿Y esto?
—Bakiava. Está relleno de nueces.
_______________ probó un bocado de bakiava.
—Delicioso —dijo.
—Me alegra que te guste —dijo Joe con tono seco.
Bajo la supervisión de Joe y de su puñal desenvainado, _______________ se comió todo lo que había en la bandeja. Al grito de mando de su amo, el desventurado sirviente al que _______________ había incomodado trajo un recipiente de agua tibia y lo dejó en la mesa.
—Termina —le ordenó Joe.
A pesar de sentirse a punto de reventar, _______________ decidió abstenerse de discutir. Además, aquella bestia aún le apuntaba con el puñal. Se llevó el recipiente a los labios para beber.
—¡No!
_______________ levantó la vista, desconcertada.
—El agua es para lavarte las manos, mi pequeña salvaje.
_______________ se ruborizó ante la humillación de ser considerada una ignorante.
—Si vuelves a coger una rabieta como la de antes —le advirtió Joe—, te azotaré hasta que no te reconozcan. ¿Lo has entendido?
_______________ asintió.
—Hablarás sólo cuando te dirijan la palabra, esclava —ordenó él.
—Muy bien —murmuró ella.
Irritada por la actitud altanera de Joe, _______________ se arrodilló ante él con un gesto exagerado. Inclinó la cabeza hasta tocar la punta de sus botas y, en una voz que rezumaba sarcasmo, dijo:
—Escucho y obedezco, mi magnánimo y poderoso señor. Como siempre, vuestros deseos son órdenes para mí.
Joe le dio una palmadita en la cabeza con aire condescendiente.
—Bien, esclava. Estás aprendiendo. Eso me complace —dijo, tras lo cual se levantó y salió de la tienda.
_______________ lo siguió con la mirada y deseó tener el coraje para arrojarle algo a la cabeza. En cambio, cruzó al fondo de la tienda a toda prisa y se dejó caer de rodillas, luego levantó la lona y echó un vistazo al exterior.
¡Botas! Le pareció ver cientos de botas.
Con una maldición en los labios, _______________ se puso de pie y se dirigió a grandes zancadas a la cama. Al parecer, aquel granuja había aprendido algo al ordenar que todos los hombres disponibles rodearan su tienda para evitar que ella escapara.
_______________ sonrió al pensar en el ejército del príncipe apostado para vigilar a una mujer. Luego se dejó caer en la cama.
Joe saco una falda y una blusa del baúl, luego se volvió hacia ella y dijo:
—Cuando termines, ponte esto. Luego te proporcionaremos ropa más apropiada.
—Mi ropa está muy bien —protestó _______________— Como podéis ver, las prendas que poseo están hechas de los tejidos más finos.
—No posees nada —le recordó Joe—. Todo lo que era tuyo ahora es mío. —Extendió la falda con intención de alisarla, pero algo cayó del bolsillo. Al recoger el pequeño objeto y mirarlo, la cicatriz de su rostro palideció, una señal de ira creciente. Desde una miniatura pintada lo miraba su enemigo Savon Fougere.
Joe contempló con severidad la miniatura y luego a _______________. Su singular belleza y estimulante espíritu casi habían conseguido que olvidara que la comadreja era su prometido. Casi.
_______________ se quedó aterrada al ver la terrible expresión de su captor, y se agazapó en la bañera. Pero no pudo apartar la vista. En ese momento, la expresión de Joe era la de una bestia salvaje.
Ella miró hipnotizada cómo él estrujaba la miniatura en la palma de la mano, la lanzaba al suelo y la machacaba sobre la alfombra con el
tacón de la bota. Sin decir palabra, Joe salió de la tienda hecho un basilisco.
_______________ decidió que era el momento de terminar su baño. Salió de la bañera, se secó rápidamente con una toalla y se puso la camisola, la blusa y la falda.
Recogió la maltrecha miniatura de la alfombra y la examinó. «Con la cara así de machacada tiene mejor aspecto», pensó. Pero ¿qué podía hacer con la miniatura? Su situación era precaria, y ahora lo único que le faltaba era que la imagen de la comadreja enfureciera a su captor.
Entonces, _______________ lo vio... el escondite perfecto. Sus ojos esmeraldas chispearon regocijados. Cruzó la tienda con brío y depositó a Savon Fougere en el orinal.
Luego, a falta de algo con que entretenerse, _______________ se sentó en el borde de la cama a esperar y meditar sobre su situación. ¿Por qué el turco odiaba a Fougere? ¿Qué había hecho su prometido que fuera tan despreciable? La imagen de Joe acudió a su mente. El príncipe era un hombre extraordinariamente atractivo pero muy peligroso. En adelante tendría que estar alerta.
Al cabo de lo que parecieron varias horas, cuatro sirvientes retiraron la bañera de madera bajo la supervisión de Abdul, que miró a _______________ con gesto de desprecio y salió detrás de los hombres. _______________ montó en cólera. ¡Cómo se atrevía aquel hombre a mirarla de aquella manera tan despectiva! ¿Quién se creía que era?
Poco después, un sirviente entró en la tienda con una bandeja de comida y la miró fijamente. Detrás del hombre estaba Abdul, con su grave semblante de desprecio.
—Ahora comeréis —le ordenó, y se volvió hacia el sirviente—: Deja la bandeja.
—Tu actitud es insultante —le espetó _______________, acercándose a ellos—. Llévate el almuerzo. No comeré.
—Deja la bandeja sobre la mesa —indicó Abdul al sirviente, ignorando a _______________.
Al disponerse el criado a hacerlo, _______________ soltó un manotazo. La bandeja y su contenido aterrizaron sobre la alfombra.
Abdul le clavó una mirada fulminante, pero se limitó a hacerle una seña al sirviente para que se fuera y luego salió tras él.
_______________ se arrepintió de su actitud y empezó a dudar de su propia cordura.
Joe apareció al cabo de unos instantes.
—Limpia esta porquería —le espetó.
—Ha sido un accidente —mintió _______________.
—No agotes mi paciencia —le advirtió Joe—. En este preciso momento tengo deseos de poner fin a tu miserable existencia.
_______________ se arrodilló y empezó a recoger la comida de la alfombra y a dejarla en la bandeja. Había pastelillos de hojaldre, pepinillos, paloma asada y uvas.
—Deja la bandeja sobre la mesa —le ordenó Joe. Y agregó—: Ahora comerás.
—¿Qué dices?
—¿Acaso eres sorda?
—Me niego a comer alimentos sucios.
—No se puede tolerar que desprecies la bondad de Alá —insistió Joe, desenvainando su puñal con aire amenazador—. Tú provocaste que la comida cayera sobre la alfombra y ahora te comerás hasta el último bocado.
Con gesto hosco, _______________ cogió la paloma asada y le hincó un mordisco.
—¿Satisfecho ahora?
—Tienes los modales de un cerdo —se burló Joe—. No se habla mientras se come.
_______________ sintió el impulso de arrojarle la paloma a la cara.
—Ni se te ocurra —le advirtió él, como si le hubiese leído el pensamiento.
—No tengo cubiertos —objetó _______________.
—Sólo un tonto le daría un cuchillo a una loca como tú —dijo Joe, y con el puñal troceó la paloma.
—¿Qué es eso? —inquirió _______________, señalando uno de los platos.
—Pepinillos.
_______________ señaló los pastelillos. —¿Y esto?
—Bakiava. Está relleno de nueces.
_______________ probó un bocado de bakiava.
—Delicioso —dijo.
—Me alegra que te guste —dijo Joe con tono seco.
Bajo la supervisión de Joe y de su puñal desenvainado, _______________ se comió todo lo que había en la bandeja. Al grito de mando de su amo, el desventurado sirviente al que _______________ había incomodado trajo un recipiente de agua tibia y lo dejó en la mesa.
—Termina —le ordenó Joe.
A pesar de sentirse a punto de reventar, _______________ decidió abstenerse de discutir. Además, aquella bestia aún le apuntaba con el puñal. Se llevó el recipiente a los labios para beber.
—¡No!
_______________ levantó la vista, desconcertada.
—El agua es para lavarte las manos, mi pequeña salvaje.
_______________ se ruborizó ante la humillación de ser considerada una ignorante.
—Si vuelves a coger una rabieta como la de antes —le advirtió Joe—, te azotaré hasta que no te reconozcan. ¿Lo has entendido?
_______________ asintió.
—Hablarás sólo cuando te dirijan la palabra, esclava —ordenó él.
—Muy bien —murmuró ella.
Irritada por la actitud altanera de Joe, _______________ se arrodilló ante él con un gesto exagerado. Inclinó la cabeza hasta tocar la punta de sus botas y, en una voz que rezumaba sarcasmo, dijo:
—Escucho y obedezco, mi magnánimo y poderoso señor. Como siempre, vuestros deseos son órdenes para mí.
Joe le dio una palmadita en la cabeza con aire condescendiente.
—Bien, esclava. Estás aprendiendo. Eso me complace —dijo, tras lo cual se levantó y salió de la tienda.
_______________ lo siguió con la mirada y deseó tener el coraje para arrojarle algo a la cabeza. En cambio, cruzó al fondo de la tienda a toda prisa y se dejó caer de rodillas, luego levantó la lona y echó un vistazo al exterior.
¡Botas! Le pareció ver cientos de botas.
Con una maldición en los labios, _______________ se puso de pie y se dirigió a grandes zancadas a la cama. Al parecer, aquel granuja había aprendido algo al ordenar que todos los hombres disponibles rodearan su tienda para evitar que ella escapara.
_______________ sonrió al pensar en el ejército del príncipe apostado para vigilar a una mujer. Luego se dejó caer en la cama.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
sdjasdjasas perdon por no pasarme
hace mucho!
Es que no tenia tiempo y te juro que
ni siquiera podia leer los capitulos
pero los lei todos y me encantaron !
Siguelaaa
hace mucho!
Es que no tenia tiempo y te juro que
ni siquiera podia leer los capitulos
pero los lei todos y me encantaron !
Siguelaaa
# TeamBullshit
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Me encanto el cap :) me encanta la novela es muy buena
Siguelaaaaaaaaaaa!!!!!!!
Siguelaaaaaaaaaaa!!!!!!!
JB&1D2
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
4
El aroma de la comida impregnaba la tienda. _______________ abrió los ojos, pero su captor no advirtió que había despertado, y siguió sentado en los almohadones junto a la mesa, cenando.
_______________ bostezó y se desperezó. El estomago le crujía de hambre, protestando por las muchas horas transcurridas desde el almuerzo.
Los ojos de Joe se encontraron con los de ella en una larga mirada inquietante. _______________ apartó la vista, sintiéndose de pronto cohibida al darse cuenta de que él la había estado contemplando mientras dormía. Consiguió reprimir aquella desagradable sensación, se levantó de la cama y fue hacia la mesa. Tenía hambre. El enfrentamiento podía esperar hasta después de comer. _______________ se dispuso a sentarse frente a él, pero la voz de Joe la detuvo:
—Quédate donde estás.
—¿Por qué?
Clavó su penetrante mirada de ojos azules en la de ella.
—Permanecerás de pie porque yo te lo ordeno.
_______________ obedeció a regañadientes, y Joe siguió comiendo tranquilamente.
«Con que quieres jugar a la indiferencia», se dijo _______________, y decidió ignorarlo a su vez. Clavó los ojos en la comida que había en la mesa. Aquello fue un error estratégico: los trozos de cordero asado con espetón aún crepitaban, había alcachofas en vinagre, arroz al azafrán con pimientos dulces, tortas de pan, uvas, higos y melocotones. _______________ sintió que el estómago le crujía ante aquella maravillosa visión y aquel aroma embriagador. Joe dejó de comer y la miró, arqueando una oscura ceja.
—Tengo hambre... —gimió _______________, dejándose caer sobre un almohadón frente a él, pero disimuló su timidez con una sonrisa traviesa.
—Tu placer será posterior al mío. —Joe la miró con calma. ¿Qué clase de gente la había criado para que fuera tan desobediente?, se preguntó. ¿Acaso creía que podría dominarlo con una sonrisa? En ese caso, se equivocaba. ¿Tenía aquella joven alguna idea de lo que significaba ser esclava de Joe? Al parecer no. Muy bien, él empezaría a instruirla por la mañana.
El plato que _______________ tenía más cerca estaba lleno de higos. Así pues, se dispuso a coger uno con gesto natural, pero él la
golpeó suavemente en la mano.
—Los hombres no comen con las mujeres —le informó Joe—, y los esclavos no se sientan a la mesa con sus amos.
—¿Los hombres y las mujeres no comparten las comidas? —replicó ella con aire desafiante.
Joe lo confirmó con un gesto.
—No sois más que unos bárbaros —repuso ella.
—Es la costumbre refinada de un país civilizado —explicó Joe con aparente frialdad—. Bárbara serás tú, que vienes de Occidente, no yo.
_______________ prefirió eludir la discusión por temor a perderse la cena, y guardó silencio. Tendría tiempo de sobra después de comer para replicar a aquel infiel.
Joe se quedó satisfecho con la aparente sumisión de ella, y volvió a su cena. De pronto, un rugido furioso del estómago de _______________ rompió el silencio.
Joe cogió la diminuta campana de la mesa y llamó a su sirviente. Casi al instante, el desventurado sirviente que _______________ había incomodado antes trajo un recipiente de agua tibia y una toalla. Joe se lavó las manos y el sirviente retiró el plato vacío. Al cabo de un momento volvió a recoger el agua y la toalla.
—Tú trae comida de esclava —le dijo Joe en inglés chapurreado a su sirviente, que lo miró con el rostro inexpresivo.
—¿Habláis inglés? —preguntó _______________, sorprendida.
—Aprendí muchas cosas en la escuela imperial de Topkapi —respondió Joe, volviendo al francés.
Miró a su sirviente y repitió la orden en turco. Esta vez el hombre asintió con la cabeza y salió.
—¿Cómo es que hablas tan bien el francés? —quiso saber Joe—. Eres inglesa, ¿no?
—Mi madre es francesa —contestó _______________ sin dejar de mirar con ansiedad el cordero y el arroz. La boca se le hacía agua. En un arranque, decidió que no podía esperar a que le trajeran un plato, así que alargo el brazo para coger un trozo de cordero, pero Joe volvió a darle unos golpecitos en la mano.
—Aún no te he dado permiso para comer —le recordó.
—Dame tu permiso, por favor... —suplicó ella.
Antes de que Joe pudiera responder, el sirviente volvió y dejó un plato hondo sobre la mesa frente a _______________. Ella miró su contenido y frunció el entrecejo: acompañado por un pequeño trozo de torta de pan, el plato contenía algo semejante a una papilla humeante.
—¿Qué clase de tortura es ésta? —exclamó _______________, levantando la mirada para encontrarse con la de su captor.
—Es tu cena —dijo Joe—. Se llama cus-cus y está hecho con...
—Parece como si alguien hubiera vomitado en este plato. —_______________ lo apartó con brusquedad y señaló el cordero y el arroz—: Yo quiero de eso.
—¿Pretendes comer lo mismo que tu amo? —preguntó Joe, fingiendo estar sorprendido y escandalizado a la vez. Empujó los platos de cordero y arroz hacia ella.
_______________ cogió un trozo de cordero y se dispuso a llevárselo a la boca cuando la detuvo la voz de Joe.
—¿No me das las gracias por este favor? —preguntó con sorna.
—Sois el alma misma de la bondad, mi señor Joe —contestó _______________, irritada pero demasiado hambrienta para enzarzarse en una discusión.
—Me gusta cómo suena mi nombre cuando lo pronuncias —dijo Joe, y se puso en pie para salir.
—¿Adónde vais? —inquirió _______________ por encima del hombro.
Joe se detuvo en la entrada de la tienda y con voz afectada le dijo:
—Ya te he dicho antes que una esclava no hace preguntas a su amo.
—Así pues, ¿debo comer sola? —La pregunta se le escapó de los labios, y—ella misma se asombró. En nombre de Dios, ¿en qué estaría pensando? Aquel hombre despiadado la tenía cautiva y, en cambio, por alguna razón desconocida, _______________ daba a entender que no quería que se fuera.
Joe se sintió sorprendido y encantado.
—¿Deseas mi compañía? —repuso.
_______________ se ruborizó.
—No estoy acostumbrada a comer sola.
Joe volvió a la mesa con paso tranquilo y se sentó. Bien. Su hermosa cautiva empezaba a resentirse de su situación, y ése era el primer paso para instruirla en el acatamiento de sus órdenes.
_______________ comió despacio y saboreó cada bocado. Sin pensarlo, de pronto se chupó la grasa de los dedos.
A Joe no le pasó inadvertido la descarada sensualidad de su gesto. Sintió un estremecimiento en su virilidad y se estiró como si despertara de un largo sueño. Para templar su mente y otras partes vitales, Joe la provocó:
—Sigo creyendo que tienes los modales de un cerdo.
_______________ bostezó y se desperezó. El estomago le crujía de hambre, protestando por las muchas horas transcurridas desde el almuerzo.
Los ojos de Joe se encontraron con los de ella en una larga mirada inquietante. _______________ apartó la vista, sintiéndose de pronto cohibida al darse cuenta de que él la había estado contemplando mientras dormía. Consiguió reprimir aquella desagradable sensación, se levantó de la cama y fue hacia la mesa. Tenía hambre. El enfrentamiento podía esperar hasta después de comer. _______________ se dispuso a sentarse frente a él, pero la voz de Joe la detuvo:
—Quédate donde estás.
—¿Por qué?
Clavó su penetrante mirada de ojos azules en la de ella.
—Permanecerás de pie porque yo te lo ordeno.
_______________ obedeció a regañadientes, y Joe siguió comiendo tranquilamente.
«Con que quieres jugar a la indiferencia», se dijo _______________, y decidió ignorarlo a su vez. Clavó los ojos en la comida que había en la mesa. Aquello fue un error estratégico: los trozos de cordero asado con espetón aún crepitaban, había alcachofas en vinagre, arroz al azafrán con pimientos dulces, tortas de pan, uvas, higos y melocotones. _______________ sintió que el estómago le crujía ante aquella maravillosa visión y aquel aroma embriagador. Joe dejó de comer y la miró, arqueando una oscura ceja.
—Tengo hambre... —gimió _______________, dejándose caer sobre un almohadón frente a él, pero disimuló su timidez con una sonrisa traviesa.
—Tu placer será posterior al mío. —Joe la miró con calma. ¿Qué clase de gente la había criado para que fuera tan desobediente?, se preguntó. ¿Acaso creía que podría dominarlo con una sonrisa? En ese caso, se equivocaba. ¿Tenía aquella joven alguna idea de lo que significaba ser esclava de Joe? Al parecer no. Muy bien, él empezaría a instruirla por la mañana.
El plato que _______________ tenía más cerca estaba lleno de higos. Así pues, se dispuso a coger uno con gesto natural, pero él la
golpeó suavemente en la mano.
—Los hombres no comen con las mujeres —le informó Joe—, y los esclavos no se sientan a la mesa con sus amos.
—¿Los hombres y las mujeres no comparten las comidas? —replicó ella con aire desafiante.
Joe lo confirmó con un gesto.
—No sois más que unos bárbaros —repuso ella.
—Es la costumbre refinada de un país civilizado —explicó Joe con aparente frialdad—. Bárbara serás tú, que vienes de Occidente, no yo.
_______________ prefirió eludir la discusión por temor a perderse la cena, y guardó silencio. Tendría tiempo de sobra después de comer para replicar a aquel infiel.
Joe se quedó satisfecho con la aparente sumisión de ella, y volvió a su cena. De pronto, un rugido furioso del estómago de _______________ rompió el silencio.
Joe cogió la diminuta campana de la mesa y llamó a su sirviente. Casi al instante, el desventurado sirviente que _______________ había incomodado antes trajo un recipiente de agua tibia y una toalla. Joe se lavó las manos y el sirviente retiró el plato vacío. Al cabo de un momento volvió a recoger el agua y la toalla.
—Tú trae comida de esclava —le dijo Joe en inglés chapurreado a su sirviente, que lo miró con el rostro inexpresivo.
—¿Habláis inglés? —preguntó _______________, sorprendida.
—Aprendí muchas cosas en la escuela imperial de Topkapi —respondió Joe, volviendo al francés.
Miró a su sirviente y repitió la orden en turco. Esta vez el hombre asintió con la cabeza y salió.
—¿Cómo es que hablas tan bien el francés? —quiso saber Joe—. Eres inglesa, ¿no?
—Mi madre es francesa —contestó _______________ sin dejar de mirar con ansiedad el cordero y el arroz. La boca se le hacía agua. En un arranque, decidió que no podía esperar a que le trajeran un plato, así que alargo el brazo para coger un trozo de cordero, pero Joe volvió a darle unos golpecitos en la mano.
—Aún no te he dado permiso para comer —le recordó.
—Dame tu permiso, por favor... —suplicó ella.
Antes de que Joe pudiera responder, el sirviente volvió y dejó un plato hondo sobre la mesa frente a _______________. Ella miró su contenido y frunció el entrecejo: acompañado por un pequeño trozo de torta de pan, el plato contenía algo semejante a una papilla humeante.
—¿Qué clase de tortura es ésta? —exclamó _______________, levantando la mirada para encontrarse con la de su captor.
—Es tu cena —dijo Joe—. Se llama cus-cus y está hecho con...
—Parece como si alguien hubiera vomitado en este plato. —_______________ lo apartó con brusquedad y señaló el cordero y el arroz—: Yo quiero de eso.
—¿Pretendes comer lo mismo que tu amo? —preguntó Joe, fingiendo estar sorprendido y escandalizado a la vez. Empujó los platos de cordero y arroz hacia ella.
_______________ cogió un trozo de cordero y se dispuso a llevárselo a la boca cuando la detuvo la voz de Joe.
—¿No me das las gracias por este favor? —preguntó con sorna.
—Sois el alma misma de la bondad, mi señor Joe —contestó _______________, irritada pero demasiado hambrienta para enzarzarse en una discusión.
—Me gusta cómo suena mi nombre cuando lo pronuncias —dijo Joe, y se puso en pie para salir.
—¿Adónde vais? —inquirió _______________ por encima del hombro.
Joe se detuvo en la entrada de la tienda y con voz afectada le dijo:
—Ya te he dicho antes que una esclava no hace preguntas a su amo.
—Así pues, ¿debo comer sola? —La pregunta se le escapó de los labios, y—ella misma se asombró. En nombre de Dios, ¿en qué estaría pensando? Aquel hombre despiadado la tenía cautiva y, en cambio, por alguna razón desconocida, _______________ daba a entender que no quería que se fuera.
Joe se sintió sorprendido y encantado.
—¿Deseas mi compañía? —repuso.
_______________ se ruborizó.
—No estoy acostumbrada a comer sola.
Joe volvió a la mesa con paso tranquilo y se sentó. Bien. Su hermosa cautiva empezaba a resentirse de su situación, y ése era el primer paso para instruirla en el acatamiento de sus órdenes.
_______________ comió despacio y saboreó cada bocado. Sin pensarlo, de pronto se chupó la grasa de los dedos.
A Joe no le pasó inadvertido la descarada sensualidad de su gesto. Sintió un estremecimiento en su virilidad y se estiró como si despertara de un largo sueño. Para templar su mente y otras partes vitales, Joe la provocó:
—Sigo creyendo que tienes los modales de un cerdo.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ya la rayiz se esta enamorando de Joe
Siguela!!!
Me encanta!!!
Siguela!!!
Me encanta!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Jajaj el Joe tan lindo de el no la dejo sola y le dio de su comida
JB&1D2
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Mee encataaaaaaa*_* Nuevaa lectora y muy fiel !!! :D Siguelaaaaaaaaaaaaaaaa<33
BelenBelieve
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
BelenBelieve escribió:Mee encataaaaaaa*_* Nuevaa lectora y muy fiel !!! :D Siguelaaaaaaaaaaaaaaaa<33
Gracias bonita :D bienvenida este capítulo va para ti
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
_______________ lo miró con ceño y Joe le apartó el plato, diciendo:
—Me pareces más dócil cuando estas hambrienta.
—Perdonadme si os he molestado —se disculpó _______________ al tiempo que cogía el plato y lo acercaba.
—Háblame de ti, esclava.
—¿Qué queréis saber? —_______________ se llevó un trozo de cordero a la boca y luego se chupó los dedos pausadamente.
Joe intentó contener su deseo.
—Háblame de tu vida antes de que nos conociéramos.
—Queréis decir antes de que vuestro amigo me raptara, ¿no? —lo corrigió ella.
Joe se encogió de hombros.
—Como quieras.
—Mi padre era el conde de Basildon —contó _______________— Falleció hace varios años. Mis hermanas, mi hermano y yo pasamos a la tutela de su prima, la reina Isabel. Mi hermana Kathryn es la mayor y vive con su esposo en Irlanda. Luego viene Brigette, que se caso con un conde escocés. Mi hermano Richard, ahora conde de Basildon, es el menor.
—¿Y tu madre?
—Vive en el castillo de Basildon, que es mi hogar.
—Tu hogar está aquí, conmigo —replicó Joe.
_______________ frunció el ceño.
—¿Amas al conde de Beaulieu? —inquirió Joe.
—¿Amar yo a esa comadreja? —exclamó _______________ impulsivamente.
Joe echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
_______________ se ruborizó e intentó rectificar sus palabras.
—Quiero decir...
—Ya sé lo que quieres decir —dijo Joe—. Tienes los mismos sentimientos que yo.
—No es necesario amar a un hombre para casarse con él —aseguró _______________, repitiendo las palabras de su madre—. Una mujer sólo tiene que dar a luz a los herederos de su esposo y ocuparse de llevar la casa con eficiencia.
Joe asintió.
—Nuestros países comparten esta costumbre.
—Habladme de vuestro país —pidió _______________.
Cuando Joe se disponía a responder, Abdul entró y dijo:
—El señor Nick le ha enviado esto. —Dejó una bandeja encima de la mesa entre ambos y luego se fue.
En la bandeja había varios pastelillos de una clase que _______________ no había visto en su vida. Eran redondos, firmes y coronados por una nuez.
—¿Puedo coger uno? —preguntó _______________, alargando el brazo.
Joe asintió con la cabeza.
—Tus modales empiezan a mejorar.
_______________ dio un mordisco al pastelillo. Una sonrisa de placer apareció en su rostro y hechizó al hombre que estaba sentado al otro lado de la mesa. El pastelillo estaba relleno de una deliciosa pasta de almendras, pistachos y coco.
—Exquisito —dijo _______________ y probó otro mordisco—. ¿Qué es?
—Pechos de doncella.
_______________ se atragantó y tosió. Joe rió abiertamente.
—¿Qué es, de verdad? —preguntó _______________, riendo también. El príncipe era un hombre apuesto cuando sonreía. Lástima que no sonriera más a menudo.
—Se llaman «pechos de doncella» porque...
—No sigáis —suplicó _______________, riendo—. Ya lo entiendo.
—Los esclavos no dan órdenes a sus amos —le recordó Joe, moviendo el índice—. Eres incorregible.
—Lo siento —se excusó _______________, pero al punto soltó una risilla.
En ese momento los interrumpió el sirviente de Joe, que entró y dejó un recipiente de agua tibia delante de _______________. Al lado, puso un platillo de ramitas verdes.
Mientras _______________ se lavaba las manos, Joe cogió una ramita y empezó a mascarla, diciendo:
—Prueba una. La menta te refrescará el aliento.
_______________ se llevó una ramita a la boca, la saboreó con tiento y luego la masticó.
—¿Cómo os hicisteis esa cicatriz? —preguntó ella—. ¿En una batalla?
Su pregunta, formulada de forma inocente, ensombreció el ambiente relativamente distendido de la cena. El cambio en la expresión de
Joe fue evidente, y la cicatriz de la que ella había hablado palideció en un inequívoco signo de cólera.
Joe le clavó una mirada fulminante. Aterrorizada por su repentina transformación de anfitrión agradable en presencia amenazadora, _______________ se quedó boquiabierta.
—Fue un obsequio de tu comadreja —espetó Joe con voz inquietante, pasándose el pulgar por la mejilla marcada.
—Dios mío —murmuró _______________.
Entonces Abdul entró en la tienda y se dirigió a su amo:
—Ha llegado el orfebre.
Sin pronunciar palabra, Joe se puso de pie y salió.
_______________ lo siguió con la mirada, preguntándose cuándo y por qué se habrían encontrado su captor y su prometido en el campo de batalla. Los franceses y los otomanos eran aliados en cierto modo y durante mucho tiempo habían estado unidos por su odio hacia los españoles.
Al cabo de unos minutos, Joe volvió a entrar y se detuvo en el umbral. Miró a su cautiva y por un instante ella deseó no ser la prometida de su enemigo. _______________ prefirió no mirarlo a los ojos, pues su expresión de rabia era demasiado aterradora. Si conseguía
estarse quieta y guardar silencio, él superaría el enfado y la dejaría en paz.
—Mírame —ordenó él.
_______________ volvió la cabeza y reparó en sus botas negras de piel de cordero plantadas en la alfombra junto a ella. Deslizó la mirada hacia arriba a lo largo de su cuerpo, la posó por un instante en el objeto brillante que él sostenía en la mano, y luego siguió hacia arriba. Finalmente, clavó sus ojos esmeraldas en los cincelados rasgos del príncipe.
—Ponte de pie —dijo Joe, tendiéndole la mano—. Te he traído un regalo.
—¿Un regalo? —_______________ esbozó una sonrisa sorprendida, aceptó su mano y se levantó.
—Mira —dijo él y le mostró una delicada pulsera de oro trenzado.
_______________ le tendió la muñeca izquierda y Joe le ajustó la pulsera. Sacó una llavecita unida a una cadena y cerró la pulsera con ella. Luego se puso la cadena alrededor del cuello y la llave colgó sobre su pecho.
_______________ lo observó, confundida.
De la cintura del pantalón, Joe sacó una larga cadena de oro. Se parecía sospechosamente al tipo de correa que se utilizaba para los perros.
—¿Qué hacéis? —preguntó _______________, retrocediendo un paso.
—Procurarme un sueño apacible —contestó Joe, mientras ajustaba la cadena a la pulsera.
—¡No! —exclamó _______________, y le propinó una patada en la espinilla. A continuación echó a correr hacia el fondo de la tienda.
Jurando exprimirle a su hermoso cuerpo hasta el último aliento de vida, Joe se abalanzó tras ella y acabó por acorralarla. La sujetó con fuerza y la estrechó contra su cuerpo duro y musculoso.
—Y ahora, flor silvestre... ¡Aaay!
_______________ le asestó un golpe con la rodilla en la entrepierna y salió corriendo, mientras él maldecía y se doblaba por el dolor. Ella se detuvo en el umbral y miró por encima del hombro. Joe, con los ojos centelleando de rabia asesina, avanzaba hacia ella.
—Está bien. No intento escapar —balbuceó _______________ con las mejillas surcadas por las lágrimas—. Es sólo que no soporto que me aten... —Retrocediendo, cogió un almohadón y se lo arrojó, pero él lo apartó con el brazo y la acorraló nuevamente.
Sollozando, _______________ consiguió coger otro almohadón pero, con un rugido gutural, Joe la tumbó sobre la alfombra y se dejó caer encima de ella. _______________ empezó a chillar, enloquecida de miedo, intentando arañarle la cara. Joe le sujetó las manos fácilmente y de un tirón le llevó los brazos por encima de la cabeza; luego la inmovilizó con el peso de su cuerpo. En un esfuerzo desesperado por liberarse, _______________ forcejeaba y se revolvía como un animalillo aterrorizado. Joe sabía que ya era suya, así que se limitó a aguardar a que se cansara, como era de esperar. Poco a poco, sus forcejeos disminuyeron y al final cesaron.
—Por favor, soltadme... —gimió _______________—. No aguanto más...
Joe se incorporó lentamente y se puso de pie. Se quedó contemplándola mientras ella lloraba.
«Aquí pasa algo muy raro —decidió Joe—. Las personas no reaccionan con tanta emoción si no tienen buenas razones para ello.»
—Está bien, es hora de dormir —dijo Joe, cogiendo la cadena.
—No soy un animal para que me tengáis encadenada —sollozó _______________—. Quitadme esto, os lo ruego.
—¿Para que puedas escapar por la noche? Mejor no. Ven aquí.
—No...
—Imshallah —murmuró Joe—. Se hará la voluntad de Alá. —Tiró de la cadena y arrastró a su cautiva hacia la cama.
_______________ seguía resistiéndose.
—¡Parad! —gritó—. No dejaré que me encadenéis a la cama y que luego me violéis.
Joe ignoró sus palabras y consiguió llevarla al otro lado de la tienda, donde sujetó la cadena a la cama. Joe se volvió hacia ella con los brazos en jarras y le dijo:
—No te voy a tocar. Descuida. Ahora acuéstate.
—¿Aquí? ¿En el suelo?
—El lugar del esclavo es en el suelo junto a la cama de su amo.
Joe se sentó en el borde de la cama. Barajó la posibilidad de exigirle que le quitara las botas pero al final resolvió no hacerlo. Por ese
día _______________ había soportado todo lo que podía, y Joe sabía que estaba a punto de estallar.
Se quitó él mismo las botas y luego la camisa por encima de la cabeza y la arrojó a un lado. Al tenue resplandor de la vela la cadena dorada con su valiosa llave brillaba sobre su magnífico torso. Tanto la llave como aquel torso desnudo tentaban a _______________.
Joe se puso de pie y se llevó las manos a la cintura del pantalón. _______________ se acurrucó y cerró los ojos con fuerza.
—Acostúmbrate a mi desnudez, esclava. —Joe se tumbó en la cama y se dio vuelta para mirar la espalda de su cautiva—. Por la mañana empezarás a servirme.
—Antes serviría a Satanás —masculló _______________.
—Mañana me servirás —repitió Joe—. Si te niegas, te azotaré. Recuérdalo.
«Azótame si quieres —pensó _______________—, pero Jamás cambiaré de opinión. La venganza será mía. A la primera ocasión que se me presente te rajare el cuello de oreja a oreja, o te clavaré un puñal en tu pecho de canalla miserable.»
—Me pareces más dócil cuando estas hambrienta.
—Perdonadme si os he molestado —se disculpó _______________ al tiempo que cogía el plato y lo acercaba.
—Háblame de ti, esclava.
—¿Qué queréis saber? —_______________ se llevó un trozo de cordero a la boca y luego se chupó los dedos pausadamente.
Joe intentó contener su deseo.
—Háblame de tu vida antes de que nos conociéramos.
—Queréis decir antes de que vuestro amigo me raptara, ¿no? —lo corrigió ella.
Joe se encogió de hombros.
—Como quieras.
—Mi padre era el conde de Basildon —contó _______________— Falleció hace varios años. Mis hermanas, mi hermano y yo pasamos a la tutela de su prima, la reina Isabel. Mi hermana Kathryn es la mayor y vive con su esposo en Irlanda. Luego viene Brigette, que se caso con un conde escocés. Mi hermano Richard, ahora conde de Basildon, es el menor.
—¿Y tu madre?
—Vive en el castillo de Basildon, que es mi hogar.
—Tu hogar está aquí, conmigo —replicó Joe.
_______________ frunció el ceño.
—¿Amas al conde de Beaulieu? —inquirió Joe.
—¿Amar yo a esa comadreja? —exclamó _______________ impulsivamente.
Joe echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
_______________ se ruborizó e intentó rectificar sus palabras.
—Quiero decir...
—Ya sé lo que quieres decir —dijo Joe—. Tienes los mismos sentimientos que yo.
—No es necesario amar a un hombre para casarse con él —aseguró _______________, repitiendo las palabras de su madre—. Una mujer sólo tiene que dar a luz a los herederos de su esposo y ocuparse de llevar la casa con eficiencia.
Joe asintió.
—Nuestros países comparten esta costumbre.
—Habladme de vuestro país —pidió _______________.
Cuando Joe se disponía a responder, Abdul entró y dijo:
—El señor Nick le ha enviado esto. —Dejó una bandeja encima de la mesa entre ambos y luego se fue.
En la bandeja había varios pastelillos de una clase que _______________ no había visto en su vida. Eran redondos, firmes y coronados por una nuez.
—¿Puedo coger uno? —preguntó _______________, alargando el brazo.
Joe asintió con la cabeza.
—Tus modales empiezan a mejorar.
_______________ dio un mordisco al pastelillo. Una sonrisa de placer apareció en su rostro y hechizó al hombre que estaba sentado al otro lado de la mesa. El pastelillo estaba relleno de una deliciosa pasta de almendras, pistachos y coco.
—Exquisito —dijo _______________ y probó otro mordisco—. ¿Qué es?
—Pechos de doncella.
_______________ se atragantó y tosió. Joe rió abiertamente.
—¿Qué es, de verdad? —preguntó _______________, riendo también. El príncipe era un hombre apuesto cuando sonreía. Lástima que no sonriera más a menudo.
—Se llaman «pechos de doncella» porque...
—No sigáis —suplicó _______________, riendo—. Ya lo entiendo.
—Los esclavos no dan órdenes a sus amos —le recordó Joe, moviendo el índice—. Eres incorregible.
—Lo siento —se excusó _______________, pero al punto soltó una risilla.
En ese momento los interrumpió el sirviente de Joe, que entró y dejó un recipiente de agua tibia delante de _______________. Al lado, puso un platillo de ramitas verdes.
Mientras _______________ se lavaba las manos, Joe cogió una ramita y empezó a mascarla, diciendo:
—Prueba una. La menta te refrescará el aliento.
_______________ se llevó una ramita a la boca, la saboreó con tiento y luego la masticó.
—¿Cómo os hicisteis esa cicatriz? —preguntó ella—. ¿En una batalla?
Su pregunta, formulada de forma inocente, ensombreció el ambiente relativamente distendido de la cena. El cambio en la expresión de
Joe fue evidente, y la cicatriz de la que ella había hablado palideció en un inequívoco signo de cólera.
Joe le clavó una mirada fulminante. Aterrorizada por su repentina transformación de anfitrión agradable en presencia amenazadora, _______________ se quedó boquiabierta.
—Fue un obsequio de tu comadreja —espetó Joe con voz inquietante, pasándose el pulgar por la mejilla marcada.
—Dios mío —murmuró _______________.
Entonces Abdul entró en la tienda y se dirigió a su amo:
—Ha llegado el orfebre.
Sin pronunciar palabra, Joe se puso de pie y salió.
_______________ lo siguió con la mirada, preguntándose cuándo y por qué se habrían encontrado su captor y su prometido en el campo de batalla. Los franceses y los otomanos eran aliados en cierto modo y durante mucho tiempo habían estado unidos por su odio hacia los españoles.
Al cabo de unos minutos, Joe volvió a entrar y se detuvo en el umbral. Miró a su cautiva y por un instante ella deseó no ser la prometida de su enemigo. _______________ prefirió no mirarlo a los ojos, pues su expresión de rabia era demasiado aterradora. Si conseguía
estarse quieta y guardar silencio, él superaría el enfado y la dejaría en paz.
—Mírame —ordenó él.
_______________ volvió la cabeza y reparó en sus botas negras de piel de cordero plantadas en la alfombra junto a ella. Deslizó la mirada hacia arriba a lo largo de su cuerpo, la posó por un instante en el objeto brillante que él sostenía en la mano, y luego siguió hacia arriba. Finalmente, clavó sus ojos esmeraldas en los cincelados rasgos del príncipe.
—Ponte de pie —dijo Joe, tendiéndole la mano—. Te he traído un regalo.
—¿Un regalo? —_______________ esbozó una sonrisa sorprendida, aceptó su mano y se levantó.
—Mira —dijo él y le mostró una delicada pulsera de oro trenzado.
_______________ le tendió la muñeca izquierda y Joe le ajustó la pulsera. Sacó una llavecita unida a una cadena y cerró la pulsera con ella. Luego se puso la cadena alrededor del cuello y la llave colgó sobre su pecho.
_______________ lo observó, confundida.
De la cintura del pantalón, Joe sacó una larga cadena de oro. Se parecía sospechosamente al tipo de correa que se utilizaba para los perros.
—¿Qué hacéis? —preguntó _______________, retrocediendo un paso.
—Procurarme un sueño apacible —contestó Joe, mientras ajustaba la cadena a la pulsera.
—¡No! —exclamó _______________, y le propinó una patada en la espinilla. A continuación echó a correr hacia el fondo de la tienda.
Jurando exprimirle a su hermoso cuerpo hasta el último aliento de vida, Joe se abalanzó tras ella y acabó por acorralarla. La sujetó con fuerza y la estrechó contra su cuerpo duro y musculoso.
—Y ahora, flor silvestre... ¡Aaay!
_______________ le asestó un golpe con la rodilla en la entrepierna y salió corriendo, mientras él maldecía y se doblaba por el dolor. Ella se detuvo en el umbral y miró por encima del hombro. Joe, con los ojos centelleando de rabia asesina, avanzaba hacia ella.
—Está bien. No intento escapar —balbuceó _______________ con las mejillas surcadas por las lágrimas—. Es sólo que no soporto que me aten... —Retrocediendo, cogió un almohadón y se lo arrojó, pero él lo apartó con el brazo y la acorraló nuevamente.
Sollozando, _______________ consiguió coger otro almohadón pero, con un rugido gutural, Joe la tumbó sobre la alfombra y se dejó caer encima de ella. _______________ empezó a chillar, enloquecida de miedo, intentando arañarle la cara. Joe le sujetó las manos fácilmente y de un tirón le llevó los brazos por encima de la cabeza; luego la inmovilizó con el peso de su cuerpo. En un esfuerzo desesperado por liberarse, _______________ forcejeaba y se revolvía como un animalillo aterrorizado. Joe sabía que ya era suya, así que se limitó a aguardar a que se cansara, como era de esperar. Poco a poco, sus forcejeos disminuyeron y al final cesaron.
—Por favor, soltadme... —gimió _______________—. No aguanto más...
Joe se incorporó lentamente y se puso de pie. Se quedó contemplándola mientras ella lloraba.
«Aquí pasa algo muy raro —decidió Joe—. Las personas no reaccionan con tanta emoción si no tienen buenas razones para ello.»
—Está bien, es hora de dormir —dijo Joe, cogiendo la cadena.
—No soy un animal para que me tengáis encadenada —sollozó _______________—. Quitadme esto, os lo ruego.
—¿Para que puedas escapar por la noche? Mejor no. Ven aquí.
—No...
—Imshallah —murmuró Joe—. Se hará la voluntad de Alá. —Tiró de la cadena y arrastró a su cautiva hacia la cama.
_______________ seguía resistiéndose.
—¡Parad! —gritó—. No dejaré que me encadenéis a la cama y que luego me violéis.
Joe ignoró sus palabras y consiguió llevarla al otro lado de la tienda, donde sujetó la cadena a la cama. Joe se volvió hacia ella con los brazos en jarras y le dijo:
—No te voy a tocar. Descuida. Ahora acuéstate.
—¿Aquí? ¿En el suelo?
—El lugar del esclavo es en el suelo junto a la cama de su amo.
Joe se sentó en el borde de la cama. Barajó la posibilidad de exigirle que le quitara las botas pero al final resolvió no hacerlo. Por ese
día _______________ había soportado todo lo que podía, y Joe sabía que estaba a punto de estallar.
Se quitó él mismo las botas y luego la camisa por encima de la cabeza y la arrojó a un lado. Al tenue resplandor de la vela la cadena dorada con su valiosa llave brillaba sobre su magnífico torso. Tanto la llave como aquel torso desnudo tentaban a _______________.
Joe se puso de pie y se llevó las manos a la cintura del pantalón. _______________ se acurrucó y cerró los ojos con fuerza.
—Acostúmbrate a mi desnudez, esclava. —Joe se tumbó en la cama y se dio vuelta para mirar la espalda de su cautiva—. Por la mañana empezarás a servirme.
—Antes serviría a Satanás —masculló _______________.
—Mañana me servirás —repitió Joe—. Si te niegas, te azotaré. Recuérdalo.
«Azótame si quieres —pensó _______________—, pero Jamás cambiaré de opinión. La venganza será mía. A la primera ocasión que se me presente te rajare el cuello de oreja a oreja, o te clavaré un puñal en tu pecho de canalla miserable.»
Última edición por NiinnyJonas el Dom 26 Ago 2012, 8:52 pm, editado 1 vez
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ahhh Joe como la encadenas?? :x
Ni que fuera un animal
Asi vas a perder a la rayiz
Siguela!!!
Ni que fuera un animal
Asi vas a perder a la rayiz
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
media exagerada la rayis
con todo ese llanto
tal vez le paso algo y por
eso no le gustan las cadenas
pero fue raro
Ammm siguelaaa!
con todo ese llanto
tal vez le paso algo y por
eso no le gustan las cadenas
pero fue raro
Ammm siguelaaa!
# TeamBullshit
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
PobrecillaaaaaaaD: ! Joe no puede ser asi de malvado .....
SIGUELAAAAAAAA <33
SIGUELAAAAAAAA <33
BelenBelieve
Página 4 de 31. • 1, 2, 3, 4, 5 ... 17 ... 31
Temas similares
» "See No More (Joe Jonas y Tu)"[Terminada]
» Por Casualidad (Joe jonas y tu) TERMINADA
» Infidelidad Joe Jonas y tu TERMINADA
» EMBARAZADA DE JOE JONAS joe y tu TERMINADA
» "Bla Bla Bla" (Joseph Jonas y tu)(TERMINADA)
» Por Casualidad (Joe jonas y tu) TERMINADA
» Infidelidad Joe Jonas y tu TERMINADA
» EMBARAZADA DE JOE JONAS joe y tu TERMINADA
» "Bla Bla Bla" (Joseph Jonas y tu)(TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 4 de 31.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.