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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
_______________ se recostó en la cama. El alivio y la incertidumbre se batían en su interior. Al cabo de un rato, consiguió liberarse de sus contradictorias emociones gracias al sueño. A su prima, en cambio, la desveló el miedo.
April se acercó a una de las portillas. Allí estuvo largo rato, contemplando los rayos del sol que jugueteaban sobre la cresta de las olas. Más allá del barco sólo había agua. Aunque _______________ consiguiera capturar a uno de los turcos, sería imposible escapar.
—Papá... —murmuró _______________ en su sueño.
April se dio la vuelta y la miró.
—Papá... —volvió a gemir _______________, enroscándose como un bebé y sollozando.
April cruzó el camarote y sacudió a su prima.
—Despierta, es sólo un sueño.
_______________ abrió los ojos, los enfocó en su prima y se incorporó.
—Papá está muerto por culpa mía —susurró con pesar.
—Eso no es verdad —aseguró April, sintiendo que el dolor de su prima le atenazaba el corazón.
—No dejo de pensar; si hubiera...
—Lo hecho, hecho está —interrumpió April—. Concéntrate en cómo vas a salvarnos de estos herejes.
_______________ asintió con la cabeza. Había examinado una y otra vez los horripilantes hechos de aquel fatídico día. En incontables pesadillas y reflexiones se repetía la sangrienta escena del asesinato de su padre. Había llegado incluso a aprender el manejo de
las armas con su hermano, pero su habilidad con los puñales y las espadas había llegado demasiado tarde para salvar a su padre
—Viene alguien —susurró April, oyendo el ruido de botas por el pasillo.
_______________ cogió el puñal de debajo de la almohada, cruzó el camarote de una carrera, y se apretó contra el tabique. La puerta se abrió de par en par. Un hombre portando una bandeja de comida entro y se dirigió hacia April. Al llegar al centro del camarote, el pirata se detuvo en seco al sentir la punta de un puñal contra su espalda
—Entrega la bandeja a mi prima —ordenó _______________ en francés, con la esperanza de que la entendiera—. Luego date vuelta y llévanos ante tu capitán.
—No hará falta —sonó una voz regocijada a sus espaldas—. Aquí estoy, para serviros.
_______________ se quedó helada. Y sintió la punta de un puñal contra suespalda.
—Soltad vuestra arma —replico _______________—, o mataré a vuestro hombre.
El capitán soltó una risilla.
—Tengo muchos hombres en este barco. Si pierdo uno no será ninguna desgracia.
—Por el amor de Dios, no irrites al turco —suplico April—. Nos matará.
—Daros la vuelta lentamente y entregadme vuestro puñal—ordenó el capitán.
_______________ lo hizo. Allí estaban, sonrientes, el capitán y su gigante.
El capitán dijo algo en turco. El hombre dejó la bandeja sobre la mesa y se dirigió a los baúles de viaje, desparramó las pertenencias de las muchachas por el suelo buscando armas. Una vez comprobó que no había ninguna, el gigante salió.
—Bon appétit —dijo el capitán con una gran sonrisa, y salió del camarote de espaldas, asegurándose de cerrar la puerta con llave al salir.
—¡Maldito imbécil! —gritó _______________, lanzando una copa contra la puerta.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —gimoteó April.
—Un contratiempo sin importancia —dijo _______________, sentándose en el borde de la cama—. Pasaremos al siguiente plan.
—¿Y cuál es ése?
—No lo sé —admitió _______________, encogiendo los hombros—. Ya se me ocurrirá algo.
Gracias a los vientos favorables, el Saddam navegó rumbo al este y atravesó los Dardanelos hasta el mar de Mármara, donde se encontraba la casa del capitán, cerca de Gallipoli. _______________ y April permanecieron encerradas en el
camarote, y sus únicas visitas eran Nick y su segundo de a bordo, Rashid. La degradante tarea de servir las comidas a las doncellas y
atender sus necesidades correspondía a Rashid. Su aspecto, intimidador por no mencionar la cimitarra que llevaba en la cintura, las animaba a colaborar.
—Mira —dijo _______________ desde la portilla.
April dejó su labor a un lado, cruzó el camarote y miró al exterior.
—Tierra.
En la distancia, se alzaban suaves montes verdes más allá de las arenas de una playa. Salpicando aquellos montículos reverdecidos había lo que parecían tiendas de soldados y, dominándolas desde arriba, una enorme
—¿Dónde estamos? —inquirió April.
—No tengo ni idea. —_______________ cruzó el camarote y trató de abrir la puerta. Estaba cerrada con llave—. Estoy segura de que pronto lo sabremos —dijo, y se sentó en el borde de la cama.
—Quizá sea mejor no saberlo —dijo April, retomando su labor junto a la mesa.
La hora de la comida llegó y pasó sin que Rashid les llevara sus platos. Los ruidos de los piratas descargando el botín llegaban a oídos de _______________ y April. A primera hora de la tarde, ya estaban muy nerviosas. Espantadas por el sonido repentino de la puerta al
abrirse, _______________ y April se pusieron tensas.
Nick entró llevando una bandeja en las manos, y les dirigió una sonrisa. Su presencia a esa hora del día hizo que ellas desconfiaran de inmediato.
—¿Estáis intentando matarnos de hambre? —preguntó _______________.
—Por supuesto que no —aseguró Nick, y miró la bandeja que llevaba dos copas de cristal. Una contenía un líquido rosado, pero la otra no tenía apenas color—. Os he traído un refresco. Es una bebida hecha con zumo de frutas. La rosa sabe a pétalos de rosa y la otra está hecha con limón.
Nick entregó el zumo de pétalo de rosa a April y el de limón a _______________.
—Bebed —insistió—. Comeréis cuando lleguemos a mi casa.
—Es amargo —comentó _______________, pero sorbió otro trago. Dios, qué hambre tenía.
—El mío no —dijo April.
—¿Nunca habéis probado limones? —preguntó Nick, mirando por la portilla—. Son amargos.
_______________ dejó la copa vacía sobre la mesa y se acercó a Nick.
—¿Qué nos sucederá ahora? —preguntó.
—La casa es mía —informó Nick—. Las tiendas son de Joe. En ocasiones, insiste en vivir a la manera de sus antepasados.
—¿Y no sería más apropiada una cueva?
Nick la miró desde toda su estatura y advirtió.
—Joe es un hombre como jamás habéis conocido en vuestra vida.
—¿Qué tiene que ver Joe con April y conmigo? —preguntó _______________, bostezando aparatosamente y estirándose, por fin relajada.
—Con April no tiene nada que ver —contestó, adviniendo sus gestos—, pero todo que ver con vos.
_______________ levantó la vista para mirarlo con ojos extrañamente borrosos, y nada le habría importado menos. Una maravillosa sensación de bienestar letárgico hizo que se mostrara indiferente.
—¿Y cómo es eso? —preguntó, al tiempo que se sentaba en el borde de la cama.
—Os voy a entregar como presente a Joe —le notificó Nick con tono formal—. April se quedará conmigo.
—Ya. —_______________ estaba demasiado amodorrada para inquietarse, y se tumbó sobre la cama.
—No podéis separarnos —chilló April—. ¿Cómo podremos...? —Se interrumpió—. _______________, quiere separarnos...
Cuando _______________ sólo se encogió de hombros, April se dio cuenta que pasaba algo terrible. Se precipitó sobre la cama y cogió a su prima, sacudiéndola enérgicamente.
—¿No lo has oído? —exclamó April—. Nos va a separar.
—Sí, lo sé —dijo _______________ en medio de un bostezo—. No estoy sorda, ¿sabes?
—¿Qué le habéis dado? —inquirió April, volviéndose hacia el pirata.
—Esconded vuestras garras, pajarillo —repuso Nick con una sonrisa—. No he hecho más que darle a vuestra señora algo para que descanse unas horas.
En ese momento _______________ cerró los ojos y se quedó dormida.
April se encaró con el pirata y se dispuso a protestar.
—Silencio —le ordenó Nick, interrumpiendo su desplante—. He tenido un gesto amable con vuestra señora al dejarla dormir ante lo que le espera. Sed agradecida con las pequeñas misericordias. —Tras esas palabras, abandonó el camarote y cerró la puerta con llave a sus
espaldas.
April se acercó a una de las portillas. Allí estuvo largo rato, contemplando los rayos del sol que jugueteaban sobre la cresta de las olas. Más allá del barco sólo había agua. Aunque _______________ consiguiera capturar a uno de los turcos, sería imposible escapar.
—Papá... —murmuró _______________ en su sueño.
April se dio la vuelta y la miró.
—Papá... —volvió a gemir _______________, enroscándose como un bebé y sollozando.
April cruzó el camarote y sacudió a su prima.
—Despierta, es sólo un sueño.
_______________ abrió los ojos, los enfocó en su prima y se incorporó.
—Papá está muerto por culpa mía —susurró con pesar.
—Eso no es verdad —aseguró April, sintiendo que el dolor de su prima le atenazaba el corazón.
—No dejo de pensar; si hubiera...
—Lo hecho, hecho está —interrumpió April—. Concéntrate en cómo vas a salvarnos de estos herejes.
_______________ asintió con la cabeza. Había examinado una y otra vez los horripilantes hechos de aquel fatídico día. En incontables pesadillas y reflexiones se repetía la sangrienta escena del asesinato de su padre. Había llegado incluso a aprender el manejo de
las armas con su hermano, pero su habilidad con los puñales y las espadas había llegado demasiado tarde para salvar a su padre
—Viene alguien —susurró April, oyendo el ruido de botas por el pasillo.
_______________ cogió el puñal de debajo de la almohada, cruzó el camarote de una carrera, y se apretó contra el tabique. La puerta se abrió de par en par. Un hombre portando una bandeja de comida entro y se dirigió hacia April. Al llegar al centro del camarote, el pirata se detuvo en seco al sentir la punta de un puñal contra su espalda
—Entrega la bandeja a mi prima —ordenó _______________ en francés, con la esperanza de que la entendiera—. Luego date vuelta y llévanos ante tu capitán.
—No hará falta —sonó una voz regocijada a sus espaldas—. Aquí estoy, para serviros.
_______________ se quedó helada. Y sintió la punta de un puñal contra suespalda.
—Soltad vuestra arma —replico _______________—, o mataré a vuestro hombre.
El capitán soltó una risilla.
—Tengo muchos hombres en este barco. Si pierdo uno no será ninguna desgracia.
—Por el amor de Dios, no irrites al turco —suplico April—. Nos matará.
—Daros la vuelta lentamente y entregadme vuestro puñal—ordenó el capitán.
_______________ lo hizo. Allí estaban, sonrientes, el capitán y su gigante.
El capitán dijo algo en turco. El hombre dejó la bandeja sobre la mesa y se dirigió a los baúles de viaje, desparramó las pertenencias de las muchachas por el suelo buscando armas. Una vez comprobó que no había ninguna, el gigante salió.
—Bon appétit —dijo el capitán con una gran sonrisa, y salió del camarote de espaldas, asegurándose de cerrar la puerta con llave al salir.
—¡Maldito imbécil! —gritó _______________, lanzando una copa contra la puerta.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —gimoteó April.
—Un contratiempo sin importancia —dijo _______________, sentándose en el borde de la cama—. Pasaremos al siguiente plan.
—¿Y cuál es ése?
—No lo sé —admitió _______________, encogiendo los hombros—. Ya se me ocurrirá algo.
Gracias a los vientos favorables, el Saddam navegó rumbo al este y atravesó los Dardanelos hasta el mar de Mármara, donde se encontraba la casa del capitán, cerca de Gallipoli. _______________ y April permanecieron encerradas en el
camarote, y sus únicas visitas eran Nick y su segundo de a bordo, Rashid. La degradante tarea de servir las comidas a las doncellas y
atender sus necesidades correspondía a Rashid. Su aspecto, intimidador por no mencionar la cimitarra que llevaba en la cintura, las animaba a colaborar.
—Mira —dijo _______________ desde la portilla.
April dejó su labor a un lado, cruzó el camarote y miró al exterior.
—Tierra.
En la distancia, se alzaban suaves montes verdes más allá de las arenas de una playa. Salpicando aquellos montículos reverdecidos había lo que parecían tiendas de soldados y, dominándolas desde arriba, una enorme
—¿Dónde estamos? —inquirió April.
—No tengo ni idea. —_______________ cruzó el camarote y trató de abrir la puerta. Estaba cerrada con llave—. Estoy segura de que pronto lo sabremos —dijo, y se sentó en el borde de la cama.
—Quizá sea mejor no saberlo —dijo April, retomando su labor junto a la mesa.
La hora de la comida llegó y pasó sin que Rashid les llevara sus platos. Los ruidos de los piratas descargando el botín llegaban a oídos de _______________ y April. A primera hora de la tarde, ya estaban muy nerviosas. Espantadas por el sonido repentino de la puerta al
abrirse, _______________ y April se pusieron tensas.
Nick entró llevando una bandeja en las manos, y les dirigió una sonrisa. Su presencia a esa hora del día hizo que ellas desconfiaran de inmediato.
—¿Estáis intentando matarnos de hambre? —preguntó _______________.
—Por supuesto que no —aseguró Nick, y miró la bandeja que llevaba dos copas de cristal. Una contenía un líquido rosado, pero la otra no tenía apenas color—. Os he traído un refresco. Es una bebida hecha con zumo de frutas. La rosa sabe a pétalos de rosa y la otra está hecha con limón.
Nick entregó el zumo de pétalo de rosa a April y el de limón a _______________.
—Bebed —insistió—. Comeréis cuando lleguemos a mi casa.
—Es amargo —comentó _______________, pero sorbió otro trago. Dios, qué hambre tenía.
—El mío no —dijo April.
—¿Nunca habéis probado limones? —preguntó Nick, mirando por la portilla—. Son amargos.
_______________ dejó la copa vacía sobre la mesa y se acercó a Nick.
—¿Qué nos sucederá ahora? —preguntó.
—La casa es mía —informó Nick—. Las tiendas son de Joe. En ocasiones, insiste en vivir a la manera de sus antepasados.
—¿Y no sería más apropiada una cueva?
Nick la miró desde toda su estatura y advirtió.
—Joe es un hombre como jamás habéis conocido en vuestra vida.
—¿Qué tiene que ver Joe con April y conmigo? —preguntó _______________, bostezando aparatosamente y estirándose, por fin relajada.
—Con April no tiene nada que ver —contestó, adviniendo sus gestos—, pero todo que ver con vos.
_______________ levantó la vista para mirarlo con ojos extrañamente borrosos, y nada le habría importado menos. Una maravillosa sensación de bienestar letárgico hizo que se mostrara indiferente.
—¿Y cómo es eso? —preguntó, al tiempo que se sentaba en el borde de la cama.
—Os voy a entregar como presente a Joe —le notificó Nick con tono formal—. April se quedará conmigo.
—Ya. —_______________ estaba demasiado amodorrada para inquietarse, y se tumbó sobre la cama.
—No podéis separarnos —chilló April—. ¿Cómo podremos...? —Se interrumpió—. _______________, quiere separarnos...
Cuando _______________ sólo se encogió de hombros, April se dio cuenta que pasaba algo terrible. Se precipitó sobre la cama y cogió a su prima, sacudiéndola enérgicamente.
—¿No lo has oído? —exclamó April—. Nos va a separar.
—Sí, lo sé —dijo _______________ en medio de un bostezo—. No estoy sorda, ¿sabes?
—¿Qué le habéis dado? —inquirió April, volviéndose hacia el pirata.
—Esconded vuestras garras, pajarillo —repuso Nick con una sonrisa—. No he hecho más que darle a vuestra señora algo para que descanse unas horas.
En ese momento _______________ cerró los ojos y se quedó dormida.
April se encaró con el pirata y se dispuso a protestar.
—Silencio —le ordenó Nick, interrumpiendo su desplante—. He tenido un gesto amable con vuestra señora al dejarla dormir ante lo que le espera. Sed agradecida con las pequeñas misericordias. —Tras esas palabras, abandonó el camarote y cerró la puerta con llave a sus
espaldas.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
que le dio a la rayiz??
Y se la dara a Joe
Awww falta mucho para que salga Joe??
Siguela!!!
Y se la dara a Joe
Awww falta mucho para que salga Joe??
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
oh rayos ese nick si es malo
bueno ya creo q mas emocionante imposible siguela esta estupenda me fascina
bueno ya creo q mas emocionante imposible siguela esta estupenda me fascina
ElitzJb
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
2
El último rayo de sol se deslizó detrás del horizonte de poniente, tiñendo el cielo crepuscular de oscuros matices lilas. La Espada deAlá, ilusionado por la llegada de su huésped, salió de su suntuosa tienda y aprovechó un instante de soledad para deleitarse con la belleza del ocaso.
Joe Jonas, príncipe del Imperio otomano, tenía el porte del soldado bien curtido que era. Medía algo más de metro ochenta y tenía
hombros anchos y cintura estrecha. El pelo le llegaba por debajo del cuello en una espesa melena de ébano, y sus desconcertantes ojos azul cielo, heredados de su bisabuela, chispeaban en su rostro recién afeitado y bronceado. Sus rasgos cincelados casi a la perfección estaban surcados por una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha desde la sien hasta sus sensuales labios, dándole un halo intimidador.
Alerta siempre a lo inesperado, Joe se sentía in— cómodo cuando vestía las prendas preferidas por los otomanos. Sus exuberantes túnicas de brocado permanecían en casa, cerca de Estambul, donde se sentía seguro en su entorno. Aquella noche en particular, Joe vestía como un espléndido corsario. Llevaba bombachos blancos, botas de suave piel de cordero y una camisa blanca de algodón con mangas que se cerraban en las muñecas. Envainado en su cintura, llevaba un puñal de mango incrustado con piedras preciosas.
—Merhaba! —saludó una voz familiar—. ¡Hola!
Joe se volvió y vio acercarse a Nick y su ayudante Rashid. Los dos viejos amigos se saludaron con afecto y entraron en la tienda. Los seguían Rashid y vanos hombres del príncipe, pero permanecieron en la antecámara de la tienda. Joe entró en sus aposentos privados y
le hizo un gesto a Nick para que se sentara en los almohadones junto a la mesa baja.
Uno de los hombres del príncipe sirvió una cena de cordero asado con espetón, acompañado de arroz al azafrán y pimientos. También había pepinillos, hojas de parra rellenas, melocotones e higos. Tras dejar una jarra de agua de rosas sobre la mesa, el sirviente hizo una reverencia y salió.
Nick miró a su amigo con una sonrisa maliciosa y sacó una botella de vino de debajo de su camisa. Llenó su copa de cristal y la levantó en un brindis silencioso.
Joe sacudió la cabeza.
—El Corán prohíbe terminantemente el consumo de alcohol.
—Hablas como un hombre religioso —dijo Nick—. El sultán Selim es aficionado al jugo fermentado de uva, y he sabido que le interesa invadir Chipre por sus legendarios vinos.
—No repitas lo que te voy a decir —susurró Joe—, pero hay momentos en que me pregunto si mi tío es realmente descendiente de mi ilustre abuelo.
Nick soltó una risilla.
—Kevin no es mejor.
—Mi primo está tan obsesionado con las mujeres y con el oro como su padre con el vino —reconoció Joe.
—Habrías sido un buen sultán —declaró Nick.
—Expresar esa idea se considera traición —advirtió Joe, mirando a su amigo de reojo—. Además, yo desciendo de la línea materna y soy fiel al sultán en todas las cosas, por encima de sus debilidades.
—No deseo cuestionar tu lealtad —aclaró Nick—. Sin embargo, es cierto que posees muchas de las virtudes de tu abuelo.
—A diferencia de mi abuelo, las mujeres no gobiernan mi corazón —respondió Joe—. Seres perversos por naturaleza. El sexo débil
necesita una mano firme para evitar que se vuelva incontrolable.
—¿Incluso Khurrem y Denise?
—Sobre todo mi fallecida abuela y mi madre —aseguró Joe—. El tío Mustafá habría sido un gran sultán pero, como sabes, fue víctima de las maquinaciones de mi abuela. Y Denise no es mejor que su madre.
—El higo cae bajo la higuera —contestó Nick.
Joe asintió con la cabeza, y cambió de tema.
—Cuéntame de tus viajes durante mi estancia en Estambul.
—Atrapamos uno de los barcos de Fougere —anunció Nick con aire indolente.
La expresión de Joe se ensombreció al escuchar aquel nombre, y sin darse cuenta acarició la cicatriz que le marcaba la cara.
—Con el tiempo le arrancaré el corazón a esa comadreja, por lo que hizo con mi hermana y hermano.
—Y a tu cara —añadió Nick.
—Mi cara no tiene importancia.
—Hemos conseguido un botín muy valioso.
Joe miró a su amigo y arqueó una ceja.
—¿Valioso?
Nick sonrió de oreja a oreja.
—Lo verás con tus propios ojos en cuanto acabemos de cenar. He elegido un regalo especial para ti.
—El único regalo que deseo es la cabeza de la comadreja —replicó Joe—. O sus genitales.
—Te complacerá este regalo cuando lo veas —prefijó Nick—. Confía en mí.
Última edición por NiinnyJonas el Mar 17 Jul 2012, 10:48 pm, editado 2 veces
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ahh que le paso a los hermanos de Joe??
Y porque se quiere vengar de la comadreja??
Siguela!!!
Y porque se quiere vengar de la comadreja??
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
hay mas calidad
síguela ya quiero ver q mas pasa por favor monta otro capitulo
ya apareció joe ahora falta el encuento.
q emoción ya quiero leer el encuentro entre esos 2
seres....
síguela ya quiero ver q mas pasa por favor monta otro capitulo
ya apareció joe ahora falta el encuento.
q emoción ya quiero leer el encuentro entre esos 2
seres....
ElitzJb
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Su conversación abordó otros asuntos relacionados con el Imperio. Cuando terminaron de comer, entraron dos hombres. Uno recogió los platos y el otro les ofreció recipientes de agua tibia perfumada para lavarse las manos y paños de lino suave para secarse. A continuación, los dos amigos se levantaron de la mesa para estirar las piernas.
—Avisa a mi hombre que ha llegado el momento —ordenó Nick a uno de los sirvientes.
Rashid regresó al cabo de unos minutos y entró en la antecámara de la tienda, deteniéndose para apartar la lona de modo que pudieran entrar los hombres de su señor. Eran cuatro y llevaban una alfombra enrollada sobre los hombros. Detrás de ellos, entraron seis guerreros de confianza del príncipe.
—¿Una alfombra? —preguntó Joe.
—El regalo está dentro. —Nick hizo un gesto con la cabeza en dirección a sus hombres.
Suavemente, dejaron la alfombra en el suelo. Entre dos la desenrollaron, hasta que el extremo de la alfombra abierta tocó la bota del príncipe.
Joe se quedó maravillado ante la mujer más bella que había visto en su vida. Ataviada con una camisola de seda transparente, _______________ estaba dormida y parecía la mítica diosa del amor, sobre la que Joe había leído cuando estudiaba en la escuela principesca del palacio Topkapi. Las tentadoras curvas de su impecable cuerpo pedían a gritos ser exploradas. Nunca había visto una mujer pelirroja, y Joe
no podía apartar la vista de su melena cobriza, que rivalizaba con el esplendor natural de una ardiente puesta de sol.
Hechizado por aquella belleza tendida a sus pies, Joe se arrodilló junto a ella y tocó la suavidad sedosa de su mejilla. Fue un roce leve pero las pestañas de _______________ temblaron, se abrieron y revelaron unos sobrecogedores ojos esmeralda.
_______________ lo miró aturdida.
Joe sonrió al ver su expresión confundida.
Cuando logró enfocar la vista, _______________ se encontró mirando directamente a un desconocido de cabello oscuro y ojos azules. Una horrible cicatriz mancillaba lo que habría sido un rostro de un atractivo insólito. Al cabo de un instante se fijó en Nick, de pie
junto al otro hombre, y entonces se dio cuenta de que estaba casi desnuda. Con un rápido movimiento, _______________ se apoderó del
puñal que llevaba Joe en la cintura y se lo puso contra el cuello, cogiéndolos por sorpresa a todos.
—Levantaos —ordenó en francés.
En el rostro asombrado del príncipe se traslucía la indignación. Con las manos abiertas, Joe se puso en pie lentamente. En realidad no le tenía miedo, pero pensó que la mano le temblaba tanto que podía herirlo sin darse cuenta.
_______________ hizo caso omiso de los calambres que sentía en sus piernas temblorosas al incorporarse con esfuerzo, mareada aún por el somnífero que le habían dado. Con la mano derecha sostenía el puñal; con la izquierda intentaba en vano ocultar su desnudez.
Joe y _______________ se miraron a los ojos largo rato. Él parecía anonadado; ella temblaba de miedo.
Fue entonces que _______________ sintió el frío del acero punzándole la espalda, y se quedó rígida. Sin mover un solo músculo, miró a izquierda y derecha. Le rodeaban seis hombres que empuñaban puñales. Un recuerdo aterrador se apoderó de ella y se le nubló la visión.
—¡No! —gritó, y se desmayó. El puñal cayó sobre la alfombra.
Joe sostuvo a _______________ antes de que cayera y la llevó a su cama, la cubrió con una manta y se sentó a su lado. Por encima del hombro, ordenó a los demás que se marcharan. Sólo Nick se quedó.
—Es salvaje como una yegua sin domar —dijo Joe con voz maravillada.
—Y malhumorada como un camello —añadió Nick.
—¿Qué es?
—Inglesa.
—Tienes razón, es un regalo muy singular —convino Joe—, pero no me hace falta una mujer indomable.
—Yo no he dicho que sea indomable —observó Nick—. Es una mujer muy especial.
—¿La atrapaste en el barco de Fougere?
Antes de que Nick pudiera responder, _______________ volvió en sí. Abrió sus ojos verdes y los clavó en su captor.
—¿Cómo te sientes? —inquirió Joe en francés.
Procurando cubrirse el escote de los senos, _______________ se incorporó y preguntó:
—¿Quién sois? ¿Por qué necesitáis un ejército para subyugar a una mujer sola?
—Veo que te sientes mejor. —Joe alargó el brazo y rozó con los dedos la suavidad sedosa de su ruborizada mejilla, y murmuró:
—Suave... hermosa.
_______________ le apartó los dedos de un manotazo.
Joe frunció el ceño, irritado.
—Mi prometido pagará... —empezó _______________.
—No tienes prometido —la interrumpió Joe—. Me perteneces y olvidarás tu vida anterior.
—Yo me pertenezco a mí misma —protestó _______________, que no daba crédito a lo que oía Su indignación superna su temor, y agregó—: El conde de Beauheu os cortará en rebanadas.
Sus palabras provocaron en el una reacción inmediata, pero no la que ella esperaba. Su expresión se ensombreció bajo un velo amenazador ya cicatriz que le marcaba la mejilla derecha se tornó blanca, una señal evidente de ira.
Aquella siniestra transformación provocó, a su vez, una reacción en ella: al darse cuenta de que había llevar do las cosas demasiado lejos, palideció y se echo a temblar. ¡Dios santo! ¿Es que nunca aprendería a tener la boca cerrada?
—¿El conde de Beaulieu? —pregunto Joe, mirando a su amigo.
Nick asintió con la cabeza.
—He secuestrado a la futura esposa de Fougere.
Joe clavó los ojos en _______________ como si de pronto le hubiera salido otra cabeza. Le temblaron las comisuras de los labios y luego se abrieron en una sonrisa falsa.
—Soltadme—dijo _______________, encontrando la voz pese al miedo que la atenazaba— Enviadme a casa, a Inglaterra. No he hecho nada...
Joe se inclinó hacia ella y casi tocándole la nariz con la suya, masculló.
—Silencio.
_______________ obedeció.
Joe se volvió hacia Nick.
—Ahora vete.
—¡Quedaos! —gritó _______________, presa de un pánico cada vez mayor.
—Vete.
Confundido Nick volvía la cabeza de uno al otro. Luego sonrió. El príncipe imperial otomano había encontrado su par en la prima de la reina inglesa.
Joe alargó el brazo hacia _______________ y le cubrió la boca y la nariz.
_______________ no podía respirar y se puso como una fiera, debatiéndose para liberarse. Al final, entendió lo que él pretendía y abandonó sus esfuerzos.
Satisfecho, Joe retiró la mano y le dijo a Nick.
—Avisa a mi hombre que ha llegado el momento —ordenó Nick a uno de los sirvientes.
Rashid regresó al cabo de unos minutos y entró en la antecámara de la tienda, deteniéndose para apartar la lona de modo que pudieran entrar los hombres de su señor. Eran cuatro y llevaban una alfombra enrollada sobre los hombros. Detrás de ellos, entraron seis guerreros de confianza del príncipe.
—¿Una alfombra? —preguntó Joe.
—El regalo está dentro. —Nick hizo un gesto con la cabeza en dirección a sus hombres.
Suavemente, dejaron la alfombra en el suelo. Entre dos la desenrollaron, hasta que el extremo de la alfombra abierta tocó la bota del príncipe.
Joe se quedó maravillado ante la mujer más bella que había visto en su vida. Ataviada con una camisola de seda transparente, _______________ estaba dormida y parecía la mítica diosa del amor, sobre la que Joe había leído cuando estudiaba en la escuela principesca del palacio Topkapi. Las tentadoras curvas de su impecable cuerpo pedían a gritos ser exploradas. Nunca había visto una mujer pelirroja, y Joe
no podía apartar la vista de su melena cobriza, que rivalizaba con el esplendor natural de una ardiente puesta de sol.
Hechizado por aquella belleza tendida a sus pies, Joe se arrodilló junto a ella y tocó la suavidad sedosa de su mejilla. Fue un roce leve pero las pestañas de _______________ temblaron, se abrieron y revelaron unos sobrecogedores ojos esmeralda.
_______________ lo miró aturdida.
Joe sonrió al ver su expresión confundida.
Cuando logró enfocar la vista, _______________ se encontró mirando directamente a un desconocido de cabello oscuro y ojos azules. Una horrible cicatriz mancillaba lo que habría sido un rostro de un atractivo insólito. Al cabo de un instante se fijó en Nick, de pie
junto al otro hombre, y entonces se dio cuenta de que estaba casi desnuda. Con un rápido movimiento, _______________ se apoderó del
puñal que llevaba Joe en la cintura y se lo puso contra el cuello, cogiéndolos por sorpresa a todos.
—Levantaos —ordenó en francés.
En el rostro asombrado del príncipe se traslucía la indignación. Con las manos abiertas, Joe se puso en pie lentamente. En realidad no le tenía miedo, pero pensó que la mano le temblaba tanto que podía herirlo sin darse cuenta.
_______________ hizo caso omiso de los calambres que sentía en sus piernas temblorosas al incorporarse con esfuerzo, mareada aún por el somnífero que le habían dado. Con la mano derecha sostenía el puñal; con la izquierda intentaba en vano ocultar su desnudez.
Joe y _______________ se miraron a los ojos largo rato. Él parecía anonadado; ella temblaba de miedo.
Fue entonces que _______________ sintió el frío del acero punzándole la espalda, y se quedó rígida. Sin mover un solo músculo, miró a izquierda y derecha. Le rodeaban seis hombres que empuñaban puñales. Un recuerdo aterrador se apoderó de ella y se le nubló la visión.
—¡No! —gritó, y se desmayó. El puñal cayó sobre la alfombra.
Joe sostuvo a _______________ antes de que cayera y la llevó a su cama, la cubrió con una manta y se sentó a su lado. Por encima del hombro, ordenó a los demás que se marcharan. Sólo Nick se quedó.
—Es salvaje como una yegua sin domar —dijo Joe con voz maravillada.
—Y malhumorada como un camello —añadió Nick.
—¿Qué es?
—Inglesa.
—Tienes razón, es un regalo muy singular —convino Joe—, pero no me hace falta una mujer indomable.
—Yo no he dicho que sea indomable —observó Nick—. Es una mujer muy especial.
—¿La atrapaste en el barco de Fougere?
Antes de que Nick pudiera responder, _______________ volvió en sí. Abrió sus ojos verdes y los clavó en su captor.
—¿Cómo te sientes? —inquirió Joe en francés.
Procurando cubrirse el escote de los senos, _______________ se incorporó y preguntó:
—¿Quién sois? ¿Por qué necesitáis un ejército para subyugar a una mujer sola?
—Veo que te sientes mejor. —Joe alargó el brazo y rozó con los dedos la suavidad sedosa de su ruborizada mejilla, y murmuró:
—Suave... hermosa.
_______________ le apartó los dedos de un manotazo.
Joe frunció el ceño, irritado.
—Mi prometido pagará... —empezó _______________.
—No tienes prometido —la interrumpió Joe—. Me perteneces y olvidarás tu vida anterior.
—Yo me pertenezco a mí misma —protestó _______________, que no daba crédito a lo que oía Su indignación superna su temor, y agregó—: El conde de Beauheu os cortará en rebanadas.
Sus palabras provocaron en el una reacción inmediata, pero no la que ella esperaba. Su expresión se ensombreció bajo un velo amenazador ya cicatriz que le marcaba la mejilla derecha se tornó blanca, una señal evidente de ira.
Aquella siniestra transformación provocó, a su vez, una reacción en ella: al darse cuenta de que había llevar do las cosas demasiado lejos, palideció y se echo a temblar. ¡Dios santo! ¿Es que nunca aprendería a tener la boca cerrada?
—¿El conde de Beaulieu? —pregunto Joe, mirando a su amigo.
Nick asintió con la cabeza.
—He secuestrado a la futura esposa de Fougere.
Joe clavó los ojos en _______________ como si de pronto le hubiera salido otra cabeza. Le temblaron las comisuras de los labios y luego se abrieron en una sonrisa falsa.
—Soltadme—dijo _______________, encontrando la voz pese al miedo que la atenazaba— Enviadme a casa, a Inglaterra. No he hecho nada...
Joe se inclinó hacia ella y casi tocándole la nariz con la suya, masculló.
—Silencio.
_______________ obedeció.
Joe se volvió hacia Nick.
—Ahora vete.
—¡Quedaos! —gritó _______________, presa de un pánico cada vez mayor.
—Vete.
Confundido Nick volvía la cabeza de uno al otro. Luego sonrió. El príncipe imperial otomano había encontrado su par en la prima de la reina inglesa.
Joe alargó el brazo hacia _______________ y le cubrió la boca y la nariz.
_______________ no podía respirar y se puso como una fiera, debatiéndose para liberarse. Al final, entendió lo que él pretendía y abandonó sus esfuerzos.
Satisfecho, Joe retiró la mano y le dijo a Nick.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww a Joe le gusto la rayiz
Y ahora que pasara??
Siguela!!
Y ahora que pasara??
Siguela!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
wow
genial x fin se vieron q emoción siguela me encanto
ya ansió el siguiente capitulo
genial x fin se vieron q emoción siguela me encanto
ya ansió el siguiente capitulo
ElitzJb
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Por favor, vete.
—Joe... —empezó Nick.
—No tengo ninguna intención de hacer daño a este notable regalo —dijo Joe, interrumpiendo su protesta—. Es más valiosa viva que muerta. Pero me dispongo a disfrutar de su exquisitez.
Disfrutar.Nick abrió la boca para protestar, pero se abstuvo. Al fin y al cabo, él tenía toda la intención de «disfrutar» de su bella prima aquella misma noche. La seguridad de esa mujer ya no era problema suyo. Nick asintió con la cabeza y se marchó.
Joe hundió la mirada en unos enormes ojos verdes que brillaban llenos de recelo. Lo atraía su belleza insólita. No obstante, Joe sabía que debía de ser tan perversa como su prometido. Fuera o no perversa, la utilizaría. Era justo y apropiado después de lo que le había hecho Fougere a su hermana.
_______________ miró fijamente sus fríos ojos azules. Jamás antes había estado tan cerca, tan sola ni tan vulnerable ante un hombre. Reconoció el odio reflejado en su expresión, y tembló de miedo.
Joe percibió su agitación. A pesar de que tenía pocos motivos para querer a las mujeres y que el Corán permitía el castigo físico, Joe nunca había pegado a ninguna. Según su filosofía particular, causar daño a los seres más débiles y vulnerables era un acto cobarde y deshonroso. Sin embargo, no tenía ningún escrúpulo en asustarlas cuando se presentaba la necesidad. La verdadera fuerza de carácter residía en instruir a un esclavo sin usar la fuerza física, sobre todo cuando ese esclavo era una mujer tan enérgica como ésta.
—Atrás ha quedado tu vida consentida de mujer noble —dijo Joe, advirtiéndole con la mirada que se estuviera callada si no quería sufrir un castigo espantoso.
_______________ aguzó los ojos, montando en cólera con la fuerza de un repentino vendaval. Había desaparecido todo rastro de su temor anterior. Sorprendido por su mirada desafiante, Joe arqueó una ceja oscura al contemplarla.
—Tus ojos claman rebelión —dijo.
_______________ se quedó boquiabierta.
—¿Cómo podéis conocer mis pensamientos?
—Silencio —gruñó Joe—. Eres mía y atenderás a cada uno de mis caprichos y necesidades. ¿Lo has entendido?
_______________ se negó a mirarlo a los ojos. Permaneció en silencio y fijó la vista en la tienda más allá de él.
—Mírame cuando te hablo —ordenó Joe, cogiéndole la barbilla y obligándola a mirarlo directamente.
Ojos verdes y ojos azules chocaron en una feroz batalla de voluntades.
Mirarlo la turbaba. _______________ bajó los ojos y musito:
—Comprendo vuestras palabras.
—Tu buena salud depende de tu absoluta obediencia —anunció Joe.
_______________ levantó la cabeza bruscamente.
—¿Me vais a asesinar? ¿O algo peor?
—Primera lección: el esclavo nunca pregunta a su amo —repuso Joe—. ¿Entendido?
—Entendido. —La expresión de _______________ le indico que lo entendía pero no lo aceptaba.
—No eres tan poco inteligente como pareces —la provocó, y al ver que ella abría la boca para responder, añadió—: Segunda lección: el esclavo habla sólo cuando se le dirige la palabra. ¿Entendido?
Nadie había empleado jamás aquel tono con ella. Abrumada, _______________ intentaba encontrar las palabras.
—¿Y bien?
—Entendido.
Joe le dio una palmadita en las manos.
—Eso me complace.
_______________ se limpió el roce de su piel con la manta que la cubría, en un gesto que no le pasó inadvertido a Joe. De haber sido ella un hombre, habría admirado su coraje y luego lo habría matado, pero él era un guerrero. Su experiencia no abarcaba a las mujeres obstinadas, pues se resistía a emplear la fuerza física con los débiles.
—Soy el príncipe Joe, que significa Espada de Alá —se presentó con expresión severa—. Pero tú me llamarás señor o amo.
_______________ no dijo nada, pero la rebeldía centelleaba en sus ojos.
—Y tú, ¿cómo te llamas? —inquirió Joe.
—_______________ Elizabeth Devereux.
—Un nombre demasiado grande para una mujer tan pequeña. ¿Qué significa?
—¿_______________? Pues brezo, es una flor silvestre.
—Apropiado —observó Joe—. ¿Y la otra parte?
—Devereux es el nombre de mi familia, y Elizabeth es en honor a mi prima, la reina de Inglaterra —explicó _______________, con la esperanza de ue el invocar el nombre de la reina le proporcionaría la libertad de inmediato.
Joe no parecía impresionado.
—Pero ¿familiarmente se te conoce como _______________, la flor silvestre?
—Sí.
—Lo cambiaré.
—¿Cambiaréis qué?
—Tu nombre —dijo Joe—. La palabra _______________ me resulta incómoda de pronunciar. Además, tu nueva vida exige un nuevo nombre.[/size]
—Me gusta mi nombre —repuso _______________—. No puedo responder a otro.
Joe se encogió de hombros.
—De todos modos es probable que tengas una mente demasiado lenta para recordar un nombre nuevo.
—Lenta para...
—Silencio.
—Quiero volver a casa —declaró _______________, ignorando la orden.
—Tu casa está aquí, conmigo —dijo Joe—. Olvídate de Fougere.
_______________ cerró los ojos y murmuro un deseo: «Quiero que se acabe esta aventura.» Él seguía ahí cuando volvió a abrir los ojos.
—Quiero volver a casa, a Inglaterra —insistió con voz desamparada—. No os he causado perjuicio alguno.
Joe le clavó la mirada y, por un breve instante, se le enterneció el semblante.
—Tu padre buscaría vengarse de mí —señaló—. Ya tengo demasiados enemigos.
—Mi padre está muerto —gimió _______________ con voz entrecortada.
—Entonces no tengo de qué preocuparme. —Joe no se equivocó al suponer que su crudeza la haría enfadar.
—Animal.—La palabra se le escapó antes de que pudiera reprimirla.
Joe se inclinó y dijo con tono hosco.
—Sí, Flor Silvestre. En todo el Imperio me conocen como la Bestia del Sultán, y todos me temen. Los hombres maduros se echan a temblar al oír hablar de mí, y las madres disciplinan a sus hijos invocando mi nombre.
—¿Queréis decir amenazas como «la Bestia del Sultán os comerá»? —A pesar de sí, _______________ sonrió, hechizando por completo a su captor.
Joe recordó que debía estar alerta. Su intrépida cautiva era demasiado hermosa. Si no tenía cuidado... Aquella pequeña infiel era la prometida de Fougere. Ella pagaría por los crímenes de la comadreja contra su familia.
—Deseo inspeccionar mi regalo —dijo bruscamente Joe, levantándose del borde de la cama.
_______________ se encogió.
—¿Qué queréis?
—Levántate y déjame verte.
_______________ negó con la cabeza y se cubrió con la manta hasta la barbilla.
—He dicho que te levantes.
De nuevo, _______________ negó con la cabeza. Los nudillos se le volvieron blancos de la fuerza con que aferraba la manta.
Joe intentó apartar la manta, y tras un tira y afloja que duró unos instantes, acabó por arrebatársela de un tirón.
_______________ saltó de la cama. Pasó junto a él como un rayo y rodeó la mesa. Joe, maldiciendo en turco, intentó perseguirla.
La cimitarra del príncipe estaba apoyada contra una pared de la tienda, y _______________ se abalanzó sobre ella. Con un movimiento veloz, la empuñó y se volvió para enfrentarse a él.
—Ten cuidado, esclava; te puedes cortar —le advirtió Joe, y luego, para atormentarla, dijo—: Considérate afortunada de ser mi concubina en lugar de la esposa de la comadreja.
Sus palabras dieron en el clavo.
—¿Concubina?—Blandiendo la pesada cimitarra por encima de la cabeza, _______________ cargó contra él llena de furia e intentó asestarle un golpe mortal.
Joe se echó a un lado y esquivó el sablazo. El peso del arma hizo que _______________ se tambaleara hacia adelante, y la cimitarra se le escurrió entre las manos. Joe alcanzó a coger a la mujer antes de que cayera encima de la espada. La depositó sobre la alfombra con un gesto rudo, y se tumbó encima de ella. Su cuerpo cubría el de ella.
—Podría violarte ahora mismo —dijo Joe, apretando la nariz contra la de ella—. ¿O prefieres ponerte de pie para que te inspeccione?
Temblando de miedo, _______________ asintió al instante. Jamás había estado tan cerca de un hombre, y habría accedido a cualquier cosa con tal de quitárselo de encima.
Joe se levantó. La agarró por la muñeca y con brusquedad la puso en pie.
«Miserable», pensó _______________, frotándose la muñeca.
—Estáte quieta o llamaré a mis guardias para que te sujeten —advirtió Joe.
Bajo su mirada, _______________ sufrió la peor humillación de sus diecisiete años de vida. Se sentía como la concubina que él le había dicho que era. La vergüenza la obligó a fijar los ojos en la alfombra.
Con gesto deliberado, Joe dio vueltas en torno a ella, escudriñando su cuerpo como si quisiera grabarlo en la memoria. Lo que contemplaba encendió sus sentidos. El rostro angelical de _______________ coronaba el cuerpo de una diosa. Su exuberante melena de pelo cobrizo caía en una cascada por debajo de la cintura como un velo de fuego, y sus agitados senos hipnotizaban al príncipe.
—Joe... —empezó Nick.
—No tengo ninguna intención de hacer daño a este notable regalo —dijo Joe, interrumpiendo su protesta—. Es más valiosa viva que muerta. Pero me dispongo a disfrutar de su exquisitez.
Disfrutar.Nick abrió la boca para protestar, pero se abstuvo. Al fin y al cabo, él tenía toda la intención de «disfrutar» de su bella prima aquella misma noche. La seguridad de esa mujer ya no era problema suyo. Nick asintió con la cabeza y se marchó.
Joe hundió la mirada en unos enormes ojos verdes que brillaban llenos de recelo. Lo atraía su belleza insólita. No obstante, Joe sabía que debía de ser tan perversa como su prometido. Fuera o no perversa, la utilizaría. Era justo y apropiado después de lo que le había hecho Fougere a su hermana.
_______________ miró fijamente sus fríos ojos azules. Jamás antes había estado tan cerca, tan sola ni tan vulnerable ante un hombre. Reconoció el odio reflejado en su expresión, y tembló de miedo.
Joe percibió su agitación. A pesar de que tenía pocos motivos para querer a las mujeres y que el Corán permitía el castigo físico, Joe nunca había pegado a ninguna. Según su filosofía particular, causar daño a los seres más débiles y vulnerables era un acto cobarde y deshonroso. Sin embargo, no tenía ningún escrúpulo en asustarlas cuando se presentaba la necesidad. La verdadera fuerza de carácter residía en instruir a un esclavo sin usar la fuerza física, sobre todo cuando ese esclavo era una mujer tan enérgica como ésta.
—Atrás ha quedado tu vida consentida de mujer noble —dijo Joe, advirtiéndole con la mirada que se estuviera callada si no quería sufrir un castigo espantoso.
_______________ aguzó los ojos, montando en cólera con la fuerza de un repentino vendaval. Había desaparecido todo rastro de su temor anterior. Sorprendido por su mirada desafiante, Joe arqueó una ceja oscura al contemplarla.
—Tus ojos claman rebelión —dijo.
_______________ se quedó boquiabierta.
—¿Cómo podéis conocer mis pensamientos?
—Silencio —gruñó Joe—. Eres mía y atenderás a cada uno de mis caprichos y necesidades. ¿Lo has entendido?
_______________ se negó a mirarlo a los ojos. Permaneció en silencio y fijó la vista en la tienda más allá de él.
—Mírame cuando te hablo —ordenó Joe, cogiéndole la barbilla y obligándola a mirarlo directamente.
Ojos verdes y ojos azules chocaron en una feroz batalla de voluntades.
Mirarlo la turbaba. _______________ bajó los ojos y musito:
—Comprendo vuestras palabras.
—Tu buena salud depende de tu absoluta obediencia —anunció Joe.
_______________ levantó la cabeza bruscamente.
—¿Me vais a asesinar? ¿O algo peor?
—Primera lección: el esclavo nunca pregunta a su amo —repuso Joe—. ¿Entendido?
—Entendido. —La expresión de _______________ le indico que lo entendía pero no lo aceptaba.
—No eres tan poco inteligente como pareces —la provocó, y al ver que ella abría la boca para responder, añadió—: Segunda lección: el esclavo habla sólo cuando se le dirige la palabra. ¿Entendido?
Nadie había empleado jamás aquel tono con ella. Abrumada, _______________ intentaba encontrar las palabras.
—¿Y bien?
—Entendido.
Joe le dio una palmadita en las manos.
—Eso me complace.
_______________ se limpió el roce de su piel con la manta que la cubría, en un gesto que no le pasó inadvertido a Joe. De haber sido ella un hombre, habría admirado su coraje y luego lo habría matado, pero él era un guerrero. Su experiencia no abarcaba a las mujeres obstinadas, pues se resistía a emplear la fuerza física con los débiles.
—Soy el príncipe Joe, que significa Espada de Alá —se presentó con expresión severa—. Pero tú me llamarás señor o amo.
_______________ no dijo nada, pero la rebeldía centelleaba en sus ojos.
—Y tú, ¿cómo te llamas? —inquirió Joe.
—_______________ Elizabeth Devereux.
—Un nombre demasiado grande para una mujer tan pequeña. ¿Qué significa?
—¿_______________? Pues brezo, es una flor silvestre.
—Apropiado —observó Joe—. ¿Y la otra parte?
—Devereux es el nombre de mi familia, y Elizabeth es en honor a mi prima, la reina de Inglaterra —explicó _______________, con la esperanza de ue el invocar el nombre de la reina le proporcionaría la libertad de inmediato.
Joe no parecía impresionado.
—Pero ¿familiarmente se te conoce como _______________, la flor silvestre?
—Sí.
—Lo cambiaré.
—¿Cambiaréis qué?
—Tu nombre —dijo Joe—. La palabra _______________ me resulta incómoda de pronunciar. Además, tu nueva vida exige un nuevo nombre.[/size]
—Me gusta mi nombre —repuso _______________—. No puedo responder a otro.
Joe se encogió de hombros.
—De todos modos es probable que tengas una mente demasiado lenta para recordar un nombre nuevo.
—Lenta para...
—Silencio.
—Quiero volver a casa —declaró _______________, ignorando la orden.
—Tu casa está aquí, conmigo —dijo Joe—. Olvídate de Fougere.
_______________ cerró los ojos y murmuro un deseo: «Quiero que se acabe esta aventura.» Él seguía ahí cuando volvió a abrir los ojos.
—Quiero volver a casa, a Inglaterra —insistió con voz desamparada—. No os he causado perjuicio alguno.
Joe le clavó la mirada y, por un breve instante, se le enterneció el semblante.
—Tu padre buscaría vengarse de mí —señaló—. Ya tengo demasiados enemigos.
—Mi padre está muerto —gimió _______________ con voz entrecortada.
—Entonces no tengo de qué preocuparme. —Joe no se equivocó al suponer que su crudeza la haría enfadar.
—Animal.—La palabra se le escapó antes de que pudiera reprimirla.
Joe se inclinó y dijo con tono hosco.
—Sí, Flor Silvestre. En todo el Imperio me conocen como la Bestia del Sultán, y todos me temen. Los hombres maduros se echan a temblar al oír hablar de mí, y las madres disciplinan a sus hijos invocando mi nombre.
—¿Queréis decir amenazas como «la Bestia del Sultán os comerá»? —A pesar de sí, _______________ sonrió, hechizando por completo a su captor.
Joe recordó que debía estar alerta. Su intrépida cautiva era demasiado hermosa. Si no tenía cuidado... Aquella pequeña infiel era la prometida de Fougere. Ella pagaría por los crímenes de la comadreja contra su familia.
—Deseo inspeccionar mi regalo —dijo bruscamente Joe, levantándose del borde de la cama.
_______________ se encogió.
—¿Qué queréis?
—Levántate y déjame verte.
_______________ negó con la cabeza y se cubrió con la manta hasta la barbilla.
—He dicho que te levantes.
De nuevo, _______________ negó con la cabeza. Los nudillos se le volvieron blancos de la fuerza con que aferraba la manta.
Joe intentó apartar la manta, y tras un tira y afloja que duró unos instantes, acabó por arrebatársela de un tirón.
_______________ saltó de la cama. Pasó junto a él como un rayo y rodeó la mesa. Joe, maldiciendo en turco, intentó perseguirla.
La cimitarra del príncipe estaba apoyada contra una pared de la tienda, y _______________ se abalanzó sobre ella. Con un movimiento veloz, la empuñó y se volvió para enfrentarse a él.
—Ten cuidado, esclava; te puedes cortar —le advirtió Joe, y luego, para atormentarla, dijo—: Considérate afortunada de ser mi concubina en lugar de la esposa de la comadreja.
Sus palabras dieron en el clavo.
—¿Concubina?—Blandiendo la pesada cimitarra por encima de la cabeza, _______________ cargó contra él llena de furia e intentó asestarle un golpe mortal.
Joe se echó a un lado y esquivó el sablazo. El peso del arma hizo que _______________ se tambaleara hacia adelante, y la cimitarra se le escurrió entre las manos. Joe alcanzó a coger a la mujer antes de que cayera encima de la espada. La depositó sobre la alfombra con un gesto rudo, y se tumbó encima de ella. Su cuerpo cubría el de ella.
—Podría violarte ahora mismo —dijo Joe, apretando la nariz contra la de ella—. ¿O prefieres ponerte de pie para que te inspeccione?
Temblando de miedo, _______________ asintió al instante. Jamás había estado tan cerca de un hombre, y habría accedido a cualquier cosa con tal de quitárselo de encima.
Joe se levantó. La agarró por la muñeca y con brusquedad la puso en pie.
«Miserable», pensó _______________, frotándose la muñeca.
—Estáte quieta o llamaré a mis guardias para que te sujeten —advirtió Joe.
Bajo su mirada, _______________ sufrió la peor humillación de sus diecisiete años de vida. Se sentía como la concubina que él le había dicho que era. La vergüenza la obligó a fijar los ojos en la alfombra.
Con gesto deliberado, Joe dio vueltas en torno a ella, escudriñando su cuerpo como si quisiera grabarlo en la memoria. Lo que contemplaba encendió sus sentidos. El rostro angelical de _______________ coronaba el cuerpo de una diosa. Su exuberante melena de pelo cobrizo caía en una cascada por debajo de la cintura como un velo de fuego, y sus agitados senos hipnotizaban al príncipe.
Última edición por NiinnyJonas el Lun 23 Jul 2012, 2:19 pm, editado 3 veces
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
hay Joseph que feo eres :caliente:
Pobre rayita :(
Siguela!!
Pobre rayita :(
Siguela!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
nah pero q tercos son los 2 pura dominación total
esta estupenda
ya no aguanto las ansias para el próximo capitulo
esta estupenda
ya no aguanto las ansias para el próximo capitulo
ElitzJb
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