Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Harry arrastra la silla y se sienta a mi lado, trato de no prestarle atención, pero él saca un emparedado con mantequilla de maní de su mochila y comienza a comerlo sonoramente. Me tapo la nariz como hago siempre que hay comida cerca, ayuda a calmar mi ansiedad.
—¿Quieres un poco, Cadie? —me ofrece y pone el pan frente a mi rostro.
—No, gracias.
—¿Estás segura? —insiste.
A lo lejos noto la mirada de Zayn en nosotros, analiza cada movimiento de Harry y sé que él también sabe que nos observan, por eso deduzco que corre su silla cada vez más cerca de mí.
—Déjame en paz, Harry. No harás que coma —le digo con antipatía, algo que me sale natural. Quiero que me deje sola, cuando está a mi lado me siento segura y protegida y esa sensación no es buena. Yo nací para vivir y morir sola, no puedo distraerme con Harry.
—Como dije antes, tengo mejores cosas que hacer que preocuparme por ti, sólo estoy siendo amable. No sé por qué crees que todo está relacionado contigo, ¿tan importante te crees? —me dice como si fuera una conversación amena sobre el clima.
Pero es el colmo. Golpeó la mesa con mis manos y me pongo de pie. Guardó mis cosas en el preciso momento en que el maestro de artes entra al salón y se acomoda en su escritorio. Me ve de pie y con mi mochila en las manos, cuando debería estar sentada como los demás. Escucho la leve risa que Harry oculta tras su mano y controlo mis ganas de golpearlo.
—¿Le sucede algo, señorita Grey? —pregunta el profesor.
—Nada, sólo iba a cambiarme de puesto.
—¿Por qué? —todas las miradas están sobre mí y me siento expuesta. Necesito encontrar una respuesta pronto antes de que me ponga nerviosa.
—Porque mi compañero de puesto no deja de molestar —respondo y la mayoría de los que están el salón exclaman de asombro. He notado que a pesar de evitar a Harry, tampoco se entrometen con él, salvo Zayn. No saluda a nadie y camina por los pasillos con indiferencia mientras algunos lo miran de soslayo. Le temen y admiran a la vez por una razón desconocida para mí.
—En ese caso, siéntese en otro lugar de prisa para iniciar la clase —añade el maestro.
Le dedico una mirada desesperada a Zayn y él asiente y echa a su compañero de puesto. Está sentado en la última fila al lado de la ventana y me concede el puesto al lado de ésta.
Abrumada, saco mi block de dibujo y lo dejo en una hoja en blanco.
—Gracias por el puesto —le digo a Zayn luego de unos minutos.
—De nada. Ya sabes, si Harry te vuelve a molestar, avísame y lo golpearé con mucho gusto otra vez —sonrío ante la idea de ver a Harry con un ojo morado o con el labio sangrando, sería bueno ver como le dan una paliza. Si eso logra que deje de merodear, estoy dispuesta a vivir con la culpa.
Sin embargo, el mayor motivo para querer eso son sus palabras. Harry hiere más que mis propios pensamientos o que una navaja, sus palabras son como el más letal filo y atraviesa mi cerebro y mi estómago. Personas como él son las que me hacen repudiar la comida: Personas perfectas que le recuerdan sus defectos a los demás.
—¿A qué te referías con eso de que “no lo haría otra vez”? —inquiero con lentitud una vez que el profesor se ha puesto a hablar. Zayn me mira como si fuera la primera vez que me nota realmente y suspira con cansancio.
—Harry siempre molesta a los demás, es lo único que debes saber. Mientras más lejos estés de él, menos daño te hará —eso alimenta mis dudas y me hace pensar que Harry hizo algo muy malo, algo relacionado directamente con Zayn como para que lo odie de esa manera.
—Eso no necesitas recordármelo, no soporto estar en el mismo salón que él.
—Pues no se nota —murmura tan bajo que casi no lo alcanzo a escuchar. Sé a lo que se refiere, pero no es mi culpa sentirme a gusto con Harry. Si mantengo una conversación de más de cinco minutos con él, es para decirle que no comeré, pero sólo eso, es más agradable cuando no habla.
Para mi mala suerte, mi curiosidad provoca que no deje de mirar a Harry, quien se voltea siempre que siente mi mirada y me dedica una sonrisa. Zayn gruñe y me habla para distraer mi atención, pero sólo tengo en mente lo que pudo haber hecho Harry.
Entonces, decido que a pesar de no agradarme demasiado, me haré amiga de Harry para descubrirlo. Eso mantendrá mis pensamientos fuera de mi apetito y me será más fácil concentrarme en ser perfecta para mis padres.
Al sonar el timbre, ignoro las advertencias de Zayn y me dirijo hacia Harry.
Zayn me mira con la boca abierta y me dice:
—Después no digas que no te avise —soy consciente de sus palabras, pero como no quiere decirme que sucedió, me veo obligada a actuar.
Sin embargo, cuando Harry se da cuenta que me acerco a él, da media vuelta y sale del salón muy rápido. Acomodo mi mochila en mi espalda y lo sigo.
No sé a donde va, pero no se detiene nunca y eso me cansa. Mis piernas se debilitan, no soportan mi peso por más tiempo y eso me duele, ni siquiera soy capaz de sostenerme a mí misma.
Finalmente, Harry se detiene frente a una puerta y la abre. No sé si continuar, pero mi estómago pide a gritos el caramelo verde de cada día. Se me ha olvidado traer esta mañana.
—No te quedes ahí parada, vamos —me dice.
Entro con él y descubro que me llevó al salón de cocina. Soy una estúpida por no haberlo deducido antes, ahora no tengo manera de escapar, estoy demasiado cansada como para correr.
En el centro, hay una mesa preparada con mantel y dos platos. Harry corre una silla y me indica que me siente. Le obedezco sin objeciones, quiero descansar aunque sea unos minutos.
—La maestra de cocina me prestó su salón para que desayunemos y almorcemos todos los días aquí, siempre y cuando limpiemos antes de irnos —dice mientras saca comida de unos estantes.
No lo comprendo, Harry es una persona misteriosa y no entiendo cómo funciona su mente. En un momento bromea y luego me muestra comida, después se comporta como un idiota y luego es un caballero. Así ha sido desde hace dos semanas, desde que me vio vomitar en la enfermería.
—No tengo hambre.
—No me importa —me contesta con agresividad. Me sumiso en la silla en silencio, miro como me sirve una taza de café, una tostada con mermelada y una barra de chocolate.
—El chocolate hará que tus neuronas hagan conexión, te estás volviendo una estúpida en clases y eso llamará la atención de los maestros —sus palabras son fuertes y crueles, pero verdaderas. Mi atención está en un estado mínimo desde que dejé de comer y me cuesta concentrarme en las cosas más simples. A veces respondo con un simple “ah”, otras ni siquiera miro a los demás. Me sumerjo en un mar de expectativas, en los ideales de belleza que debo lograr para ser aceptada, me esfuerzo tanto que me pierdo a mí misma. Recuerdo que antes leía, estudiaba por las tardes y sacaba buenas calificaciones, pero eso nunca impresionó a mis padres, ellos esperaban encontrarse en casa a alguien que valiera la pena, no a una chica desaliñada y estrafalaria sentada al lado de la ventana con un libro en la mano.
—Eso hará que engorde —le digo en un susurro.
Harry revuelve su cabello de frustración y se sienta en la otra silla frente a mí.
—De acuerdo, hagamos algo. Yo comeré todo lo que tú comas, así que si no quieres matarme, más vale que pruebes al menos el café.
—No me importa si mueres o no —le digo en venganza de todo lo que me ha dicho hasta ahora.
—A mí tampoco, pero es triste saber que esto ni siquiera lo haces por ti —me deja en silencio.
Yo no me quiero, ¿por qué debería querer a los demás?
Sin embargo, un impulso o un pensamiento de culpabilidad hacen que mi mano se mueva en dirección al chocolate y que lo tome. Lo acercó con cuidado a mis labios y siento la textura suave de éste, lo masco y raspo su cobertura con los dientes y me deleito con su sabor.
Es como si algo despertara dentro de mí, una calidez estremece a mis músculos y comienzo a sentirme llena por dentro. Entro en pánico, que el comer me haga sentir bien es un peligro para mis planes, no puedo permitirlo.
Escupo el trozo de chocolate que mastiqué al suelo. Me quedo quieta sin decir nada ni mirar a Harry.
—Es un inicio, ya verás que dentro de unos días podrás tragarlo sin vomitarlo —dice mientras sorbe de su café.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Harry hace que me cuestione mis propósitos.
¿De verdad esto me hace feliz?
A quién le importa mi felicidad, lo importante es mantener satisfechos a los demás para que no me cuestionen y me dejen en paz.
—Eres un chico muy extraño, Harry —tomo un poco de café, me despertara durante el día y no es necesario vomitarlo porque mi vejiga se encargara de eso.
—¿Por qué lo dices?
—Porque me dices que no te importa si como o no, y luego me preparas un desayuno —él sonríe detrás de su taza y sus ojos brillan de expectación.
—Digamos que tengo una imagen que mantener, no puedo ir por los pasillos mostrándole a todo el mundo que me importas. Aquí estamos solos, estás segura a mi lado mientras nadie nos vea.
Zayn me dijo lo mismo, pero de una manera distinta. Ambos prometen protegerme por una razón que aún no sé. Y eso es raro. Hay algo detrás de todo esto, algo que debo descubrir.
—¿Y por qué no estaría segura contigo allá afuera? —indico con la cabeza las puertas, para que entienda que me refiero al mundo exterior con el resto de los estudiantes.
—Me odian, por eso —lo dice con dificultad, como si le doliera el hecho de no poder integrarse a los demás. Eso me agrada, ambos somos marginados en esta sociedad—…me odian, pero a la vez nadie se entromete conmigo porque saben que la pasarían muy mal —agrega con una media sonrisa—. Por eso no estarías segura, eres débil y se darían cuenta que me simpatizas, por lo que te convertirías en su blanco.
Ninguno dice nada durante unos minutos. Hasta que vuelvo a preguntarle cuando acabo mi café.
—Entonces, ¿por qué Zayn te golpeó?
—Esa es una historia que no te incumbe. Si de verdad la quieres saber, él tendrá que contártela, no yo porque a mí no me corresponde.
Entonces Zayn tenía razón. Mientras más alejada de Harry estuviera, menos daño me haría. Pero lo que le faltó decir fue que no era él quien me lastimaría, sino el resto.
—Tengo una última pregunta: ¿por qué te odian los demás?
Harry muerde su tostada y el timbre suena. Maldigo por dentro, la conversación estaba interesante y había conseguido mucha información. Nos colocamos de pie y ordenamos la mesa, lavamos las tazas y los platos sin importarnos llegar tarde a la siguiente clase y mientras secamos la loza, Harry responde:
—Por ser yo.